Muere Prince, el músico.

Si que es raro,con supuestamente sida, por un catarro tampoco, puede que se pasara de algo, tomando demasiado o pinchado, no creo que fuera por gripe con sida, por pulmonía.Probable su***dio, pero se sabrá?


"Es la perdida de un maravilloso poeta", afirma
Will Smith habló con Prince el día antes de su muerte
El actor se muestra consternado por el fallecimiento del artista de Minneapolis.

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Entre las múltiples muestras de condolencia que en las últimas horas se han hecho públicas tras la muerte de Prince, la de Will Smith destaca por un hecho singular.

"Estoy aturdido y con el corazón roto. Acababa de hablar con él la noche anterior" ha manifestado el protagonista de la serie 'El Príncipe de Bel Air' en un mensaje colgado en su cuenta de Twitter.

Prince Rogers Nelson ingresó la semana pasada de urgencia después de que una gripe deteriorara seriamente su estado de salud. El artista falleció ayer a los 57 años.

"Hoy, Jada y yo les acompañamos en el duelo por la pérdida de un maravilloso poeta, una verdadera inspiración y uno de los más magníficos artistas que han agraciado nuestro planeta", ha expresado Smith.
Otros actores como Russell Crowe, Billy Crystal, Forest Whitaker o Mischa Barton han utilizado sus perfiles de Twitter para lamentar la muerte del director y protagonista de películas como 'Under the Cherry Moon' (1986) o 'Graffiti Bridge' (1990), ganador del Oscar a la Mejor Banda Sonora en 1985 por 'Purple Rain', de Albert Magnoli.

EL DATO
La web especializada en celebridades TMZ, que dio la noticia de su muerte en exclusiva, aseguró que el artista fue tratado de una sobredosis seis días antes de morir.
 
Última edición por un moderador:
No se pueden accesar sus videos en internet.


EEUU MÚSICA
Prince retira su música de las plataformas de internet a excepción de Tidal
EFENueva York2 jul 2015
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El cantante estadounidense Prince. EFE/Archivo


El cantante, músico y compositor Prince ha retirado su música de todas los programas o páginas de escucha en internet, desde Spotify a YouTube, para centrarse en Tidal, la plataforma creada por las estrellas de la música como respuesta a lo que consideran una devaluación de su música en la red.


Según la revista especializada Billboard, el cantante de "Purple Rain" no ha dado ninguna explicación pública al respecto, pero en su canal de YouTube ya solo puede escucharse una canción, "Breakfast Can Wait", y en Spotify ha desaparecido todo su catálogo.

"La casa discográfica de Prince ha pedido a todos los servicios de 'streaming' (escucha directa sin posibilidad de descarga) que retiremos su catálogo. Hemos cooperado con la petición y esperamos poder volver a tener su música lo antes posible", se puede leer en Spotify al buscar su música.


En estos momentos, la plataforma Tidal, creada por Jaz Z y presentada hace unos meses en Nueva York junto con Madonna, Alicia Keys, Rihanna y Beyoncé, es la única que ofrece canciones del artista, como "Kiss" o "Batman".

Tidal, que ha sido criticado por ser un "Spotify para ricos", nació con la voluntad explícita de "cambiar la historia de la música" ofreciendo una plataforma de música y vídeos de alta calidad, pero no ha tenido la acogida esperada a pesar de que varios artistas implicados la han utilizado para ofrecer en exclusiva sus nuevos lanzamientos.

Otras estrellas, como Taylor Swift, también han declarado guerra abierta a Spotify y, recientemente, la cantante de "Blank Space" escribió una carta a Apple que consiguió que cambiara su política, de manera que sí pagara a los artistas mientras ofrecía su música gratis durante tres meses en iTunes.

Por su parte, Prince no es la primera vez que se rebela contra el consumo de música en internet. Así, en 2007, decidió regalar su álbum "Planet Earth" con el tabloide británico "The Mail on Sunday" dando como explicación que había decidido desarrollar una estrategia de "marketing directo".

Esto sucede desde hace años, casi desde que nació Youtube. Video que ponen, video que bloquean.
 
Hoy le hacen la autopsia. Me parece que lo suyo era una influenza mal cuidada, no me parece sea su***dio ni sobredosis, pero bueno dificil saber sobre quien no se dejaba conocer mucho, era muy privado.

Increíble la cantidad de canciones que les escribió a otros y que hicieron famosas, a veces lo hacia bajo el seudonimo Joey Cuoco. Porque era super talentoso como musico, actor, compositor, productor y quiso al final controlar su propio mercado de su música, atreviéndose a cambiar las reglas de internet.

Me encantaba eso que daba conciertos gratis frente a su casa, esos eran sus House parties .
 
Grandísimo artista, pero complicadísimo como persona. En Argentina el único show que dio duró 77 minutos (muy poco para su discografía), pero en su ensayo tocó durante tres horas y media, jajaja. El capricho de ponerse un símbolo como nombre que nadie sabía pronunciar. Era un personaje y se sentía Pigmalión con las mujeres. Apadrinó a muchas artistas, con algunas tuvo romances.

Con Vanity, una cantante, modelo y actriz que fue muy popular en los 80. Fue su novia y le produjo sus discos. Ella también murió este año, casi a la misma edad: 57
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Con Apolonia Kotero, con la que protagonizó Purple rain y a la que le produjo discos.
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Con la percusionista Sheila E, que fue miembro de su banda y es tía biológica de Nicole ritchie
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Con Nona Gaye, hija de Marvin, tuvo una relación bastante sólida

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Con Carmen Electra y otras relaciones. Carmen dice que él le puso el nombre artístico

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Algunas vistas de Paisley Park, su estudio de grabación, su templo y el fuerte donde guardaba su musica sin publicar y sus valiosos instrumentos.

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Desde afuera parecía mas una fabrica que otra cosa.

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De Mayte García a Carmen Electra: Las ocho mujeres que marcaron la vida de Prince

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Prince, el hombre que amaba a las mujeres
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Este jueves se conocía el fallecimiento de Prince. El artista apareció muerto en su rancho de Paisley Park, en Minneapolis a los 57 años de edad. Además de una lista de éxitos, el cantante deja también un largo historial de romances, con frecuencia con las mismas mujeres con las que trabajaba. En esta lista, repasamos las mujeres que marcaron su vida.

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In memoriam: Prince
Publicado por Emilio de Gorgot
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Prince. Foto: Corbis.

Cuesta creerlo, pero desde hoy vivimos en un mundo sin Prince.

Siempre tuve la impresión, casi la creencia, de que el hecho hipotético de que Prince fuese mortal iba contra el orden natural de las cosas. La interrupción de su existencia carecía de sentido como concepto y era una posibilidad que jamás se me había pasado por la mente. Claro, desde un punto de vista racional puedo entender que era un organismo vivo como los demás seres humanos —suponiendo que él fuese humano, de lo cual todavía no estoy convencido— y que como a todo organismo vivo le llegaría su final. Pero a veces la racionalidad no vence y confieso que mientras escribo estas líneas continúo sin ser del todo consciente de que Prince Roger Nelson, uno de mis mayores ídolos, uno de los individuos que más alegraron mis años de infancia y adolescencia, ya no esté entre nosotros. No tiene ningún sentido. Era demasiado grande para morir. El universo será una broma de mal gusto sin él.

Quienes vivieron sus años de gloria recordarán que Prince tenía completamente cautivada a la industria musical, empezando por el público, siguiendo por la crítica y terminando por sus propios compañeros de profesión. A nadie con dos dedos de frente se le ocurría contradecir la idea de que Prince era un genio. En una época donde la mayor parte de los músicos a los que muchos admirábamos ya no vivían, o vivían horas bajas o ya no publicaban sus mejores discos, y donde el noventa por ciento de la música que dominaba las listas de éxitos se antojaba insustancial y prefabricada, ahí apareció él, que no solamente estaba de luminosa actualidad, sino que recogía y combinaba largas tradiciones musicales condensándolas en su propia persona con una pasmosa facilidad que nos tenía a todos atónitos. Todo en su música y su imagen tenía raíces, muchas raíces y mucho poso, y aun así sus canciones eran muy propias, muy suyas, revolucionarias. Hizo lo que se supone que hacen los genios: construir algo nuevo y distinto desde lo ya conocido, desde lo establecido, y sin negar el parentesco con sus ídolos para dárselas de innovador. Es más, recordándonos sin complejos de quién había tomado sus influencias, homenajeándolos a cada paso que daba. Todos podíamos ver que Prince tenía mucho de Jimi Hendrix, de James Brown, de Sly Stone, de los Beatles, de Stevie Wonder, de muchos grandes nombres. No se molestaba en ocultarlo. Pero a nadie se le hubiese ocurrido acusarle de ser un vulgar imitador o fabricante de pastiches, porque todos sabíamos que él era uno de ellos. Un discípulo, pero también un igual. Tenía esa misma magnitud, la de los más grandes.

Escribí otro artículo donde repasaba —con el cariño que pueden ustedes presuponer— varias anécdotas rocambolescas e hilarantes relacionadas con su exuberante personalidad. No crean que ahora reniego de ese texto porque la noticia de su muerte me haya causado tristeza; al revés, ahora me parece mucho más entrañable (e igual de gracioso) pensar en cuando se caía del escenario agarrado a una farola o montaba numeritos dignos de Gloria Swanson en las entregas de premios. Pues bien, en ese texto también recordaba que en los ochenta, para mí, cada nuevo disco de Prince era una de las mejores noticias del año. Durante mucho tiempo pude comprobar que cada vez que estrenaba álbum me noqueaba con canciones que nadie más podía haber concebido en su momento: «Purple Rain», «Let’s Go Crazy», «Raspberry Beret», «Kiss», «Sign o’ the Times», «Girls and Boys», «Alphabet St.», «Batdance», «Partyman», «Cream», «Sexy MF», «Peach». Canciones que sonaban a tradición y a novedad, en las que Prince parecía un viajero del tiempo capaz de componer piezas en las que varias décadas bailaban al unísono. Incluso en el 2015, cuando yo ya no era un adolescente, podía golpearme con un diamante inesperado como aquella hipnótica «Stare» que he seguido escuchando varias veces al mes desde que se editó para Spotify, porque parecía una canción salida de las más redondas obras maestras del funk de los años setenta.

Es verdad que no siempre sus discos fueron igual de brillantes —como le sucede a cualquier artista con una larga carrera—, sobre todo porque hubo épocas en las que sentíamos que, aunque continuaba grabando la música que le apetecía como de costumbre, ya no se preocupaba tanto por producir esos momentos de impacto. Momentos de impacto que, lo admito, son difíciles de conseguir; por eso nos sirven para decidir cuáles han sido los periodos más inspirados de cualquier músico. Pero Prince hace ya mucho tiempo que no los necesitaba. Sus años de apogeo fueron tan descomunales que a nadie que los viviese le puede sorprender que la prensa, de manera unánime, le calificase como «el genio de Minneapolis». Hoy se utiliza la palabra «genio» con mucha—demasiada— liberalidad, pero entonces, al menos en el caso de Prince, fue el marchamo de calidad impuesto de manera unánime por una prensa musical a la que impresionaba año tras año. No recuerdo otro artista cuya carrera haya sido contemporánea a mi existencia ante el que los medios hayan estado tan rendidos de antemano en plan: «No sabemos qué es lo próximo que hará Prince, pero sí sabemos que irá por delante de cualquier cosa que podamos imaginar». Aquella aureola de divinidad creativa es algo que no he vuelto a contemplar en torno a nadie.


Prince desapareció de la primera línea comercial de manera gradual, pero imparable. Por un lado, nuevas corrientes como el grunge le hicieron parecer «muy de los ochenta», algo muy injusto porque algunas de esas mismas corrientes, como el llamado rock de fusión de los noventa, no hubiesen existido sin él, que había estado practicando ese estilo, casi en solitario, durante su década de reinado. Pero también es cierto que se dejó atrapar por un nuevo R&B más etéreo, y menos interesante, con el que estuvo jugueteando más tiempo del debido. Así, los más jóvenes crecieron sin entender lo grande, lo importante, lo decisivo que había sido Prince. Pero nunca estuvo en decadencia. Jamás. Cada vez que tenía la oportunidad de recordarle al mundo que era un gigante, lo hacía, con esa facilidad insolente de quienes nacen tocados por el dedo de los dioses. Como cuando apareció en el típico miniconcierto del intermedio de la Super Bowl, el mayor escaparate de la industria musical estadounidense. No lo tenía fácil: dos años antes, Paul McCartney había estremecido por igual a las viejas y las nuevas generaciones con una actuación intensa y enérgica. El año anterior, los Rolling Stones habían triunfado también, aunque tirando más de leyenda que de eficacia musical. Prince sucedió a estos dos gigantescos nombres con una puesta en escena relativamente minimalista (si se puede decir tal cosa de un show de la Super Bowl), en el sentido de que decidió central todo el peso en él mismo, su voz y su guitarra. Hasta los dioses parecían ponerse en su contra, porque empezó a llover a cántaros. Pero él ignoró el hecho y cantó y tocó su guitarra a todo volumen, olvidando las sutilezas R&B y recordándonos que no solamente era un gigante del funky del pop, sino también un furibundo roquero cuyos anárquicos solos no tenían nada que envidiar en fuerza a los de cualquier grupo considerado «duro».

Al final, el clima probó ser no una maldición divina sino todo lo contrario, cuando le sacó partido mientras hacía cantar a todo el estadio una mágica «Purple Rain» muy apropiadamente interpretada bajo la lluvia. Y por cierto, yo hasta entonces pensaba que ya no se podía hacer nada nuevo, al menos que mereciese la pena, con «All Along The Watchtower» desde que la versionó Hendrix (es más, el propio Bob Dylan pensaba así) hasta que Prince interpretó una estrofa en plan blues durante aquella actuación… De lagrimón, amigos y amigas. Es decir, cómo glosar la grandeza de un individuo que mientras Lenny Kravitz hace un solo de guitarra es capaz de hacer lo mejor ¡de ese solo ajeno! (vean el minuto 2:15 de este video: «Y ahora voy a hacer un ruidito molón para que termines tu solo como Dios manda»). A eso lo llamo ejercer de productor en vivo, sobre un escenario, y ya de paso robar el show como quien pasea por el comedor de su casa. Sin vacilar, sin entrometerse en lo que el otro hace, sino complementándolo. Son tantos los miles de detalles así que ha habido en la carrera de Prince que se necesitaría una enciclopedia. ¿Y qué decir de su intervención en el concierto de homenaje a George Harrison? Apareció sin previo aviso para tocar el solo final de una «While My Guitar Gentrly Weeps» que sin él era perfecta, pero con él se transformó en algo asombroso. Con su fogosidad hendrixiana a la guitarra, y con esos calculados toques de showmanship heredados de James Brown, Prince recordó una vez más a los más jóvenes que no importaba si ya no reinaba en las listas; continuaba siendo el más grande. Y si no, que suba otro e intente hacerlo mejor. No es una cuestión de técnica; es cuestión de sabiduría musical y savoir faire. Sé que no soy objetivo, porque prefiero mil veces el solo de «Kiss» a cualquier filigrana imposible de John Petrucci, pero díganme que Prince no es insuperable cuando decide tirar de sentimiento:


Estas apariciones atestiguaban que poseía tal constelación de talentos que podía lucirse junto a cualquiera, en cualquier momento, con cualquier canción que le pusieran por delante. Eso es lo que mejor resume la relevancia que tuvo como artista cuando todo el mundillo parecía orbitar a su alrededor: los demás podían hacer lo que quisieran, que cuando él se lo proponía terminaba destacando, siempre. Pues eso mismo es lo que le hizo a la música en los ochenta: demostrar que los límites no eran tales, que los estilos que se consideraban ya superados aún podían dar más de sí y generar cosas excitantes, que aún podían imaginarse nuevos universos. Y ahora ya no tendremos más de esos momentos. Ya no aparecerá por sorpresa en cualquier evento para apoderarse del espectáculo con su propia presencia. Aunque, como dice mi amiga Monty —la misma que me sugirió lo del artículo de momentazos principescos—, puede que todo sea una treta promocional y que reaparezca en unos días, con su expresión de niño travieso y alguna canción compuesta al efecto, con un en plan «I’m Alive 4 U Again». Eso sería fantástico: la Segunda Venida de Prince. Algo lo suficientemente grandioso como para ser digno de él. Y si no, siempre nos queda ponernos en plan negacionista, resistiéndonos a admitir que Prince se ha ido y aferrándonos a que todo es una conspiración de la CIA, la NASA y la Casa Blanca. Si la el mundo real carece de Prince, desechemos el mundo real. Prince es mucho más necesario que la realidad. En fin, bromeo por no llorar. Esto ha sido tan inesperado como triste. No consigo que me entre en la cabeza. ¿Qué haremos ahora? Le organizaremos un funkneral a su medida, sí, pero, ¿y después, qué? ¿Quién va a ocupar su lugar? ¿Quién va a ser tan maravillosamente único?

Descansa en paz, Maestro. No volverá a haber nadie como tú.
 
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