P
Peritta
Guest
El verano toca a su fin, Agosto se agosta y en pocos días comenzará de nuevo la vorágine de un curso más.
Sin embargo hoy he visto llorar profundamente a mi sobrina y no había nada que pudiera hacer o decir para consolarla, pues cada palabra o cada gesto que hiciera le provocaba de nuevo el llanto y yo ni siquiera sabía porqué.
He de decir que yo soy un payaso, incluso en el sentido peyorativo del término, pero a mi sobrina, que va a cumplir los doce años, siempre he sabido sacarle una sonrisa o una carcajada aún en sus peores rabietas.
Su madre me dijo que estaba blandita, mimosona y yo me sabía que si las dos habían estado toda la mañana con las tripillas revueltas y medio encamadas, seguro que el asunto se debía a motivos femeninos.
Pero no. Aquella tristeza era mucho más honda, más interna. Y rebuscando en el pozo de mis recuerdos me doy cuenta de que yo también pasé por ahí, de que a mi también me tocó esa profunda pena. Si señor, mi sobrina cambia de colegio, pasa de la primaria al instituto y ha adivinado que el grupo de su infancia, con el que ha compartido más de la mitad de su vida, va a deshacerse como un azucarillo en una taza de té.
¿Miedo ante el cambio?. No, que vá. Ella tiene sentido común y sabe que en el sitio a donde va a ir será de las pequeñas, de las últimas en entrar, supongo que esto lo tendrá asumido y no se hará falsas expectativas.
No. Mi sobrina ha sentido, creo que por primera vez, el paso inexorable del tiempo, el eco a vacío que dejan las despedidas definitivas, el ya no nos veremos más. Mi sobrina ha sentido que haga lo que haga, el tiempo sigue corriendo, que aunque no le guste, que aunque quiera oponerse, nada hay que pueda impedirlo.
Si señor, mi sobrina se ha sentido vieja por primera vez en su vida y le ha dado por llorar.
_______
FREE ZOUHAM o abandonad toda esperanza.
Sin embargo hoy he visto llorar profundamente a mi sobrina y no había nada que pudiera hacer o decir para consolarla, pues cada palabra o cada gesto que hiciera le provocaba de nuevo el llanto y yo ni siquiera sabía porqué.
He de decir que yo soy un payaso, incluso en el sentido peyorativo del término, pero a mi sobrina, que va a cumplir los doce años, siempre he sabido sacarle una sonrisa o una carcajada aún en sus peores rabietas.
Su madre me dijo que estaba blandita, mimosona y yo me sabía que si las dos habían estado toda la mañana con las tripillas revueltas y medio encamadas, seguro que el asunto se debía a motivos femeninos.
Pero no. Aquella tristeza era mucho más honda, más interna. Y rebuscando en el pozo de mis recuerdos me doy cuenta de que yo también pasé por ahí, de que a mi también me tocó esa profunda pena. Si señor, mi sobrina cambia de colegio, pasa de la primaria al instituto y ha adivinado que el grupo de su infancia, con el que ha compartido más de la mitad de su vida, va a deshacerse como un azucarillo en una taza de té.
¿Miedo ante el cambio?. No, que vá. Ella tiene sentido común y sabe que en el sitio a donde va a ir será de las pequeñas, de las últimas en entrar, supongo que esto lo tendrá asumido y no se hará falsas expectativas.
No. Mi sobrina ha sentido, creo que por primera vez, el paso inexorable del tiempo, el eco a vacío que dejan las despedidas definitivas, el ya no nos veremos más. Mi sobrina ha sentido que haga lo que haga, el tiempo sigue corriendo, que aunque no le guste, que aunque quiera oponerse, nada hay que pueda impedirlo.
Si señor, mi sobrina se ha sentido vieja por primera vez en su vida y le ha dado por llorar.
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FREE ZOUHAM o abandonad toda esperanza.