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BBCMundo.
¿Cuáles son los «best sellers» de esta Navidad más allá de nuestras fronteras? La ronda de corresponsales nos lleva a París, Berlín, Roma, Nueva York y Londres.
5Londres, a dos velocidades
EFE
Martin Amis, uno de los nombres propios ahora en Reino Unido
En el Reino Unido se han publicado en 2014 algunos libros magníficos, pero lo que vende son los libros-acontecimiento y de personajes conocidos.
¿Quiénes mandan en los escaparates estas Navidades? Pues los esperables: los best sellers globales y los famosos locales que se han puesto a contar su vida, o a arreglar el mundo por escrito. El inevitableGeorge R. R. Martin, el prolífico Stephen King, los leguleyos deJohn Grisham, y por supuesto, el último milagro escandinavo: el noruego Jo Nesbø.
Gone Girl (Perdida), la (buena) novela de Gillian Flynn que David Fincher acaba de llevar al cine, editada en junio de 2012, sigue siendo el libro más vendido en bolsillo ¡Lleva 51 semanas en el top diez! Es el libro que suele verse en las manos de chicas absortas en el metro.
Fauna televisiva
En la no ficción de tapa dura manda la fauna televisiva. La lideresa es la actriz Lynda Bellingham, que unas semanas antes de fallecer debido a un dramático cáncer de colon completó su segunda entrega autobiográfica. Se titula Hay algo que me muero por decirte, juego de palabras un poco negro, dado el trance.
Otro que ha apilado ejemplares en las tiendas en 2014 es el políticoBoris Johnson, el flequillo rubio más revuelto de Inglaterra, que lanzó a final de año su biografía El factor Churchill. El eminente churchilliano Max Hastings le ha propinado un duro repaso, viniendo a decir que nada nuevo aporta el alcalde de Londres con su estudio y que en realidad lo único que busca es conectar su figura con la de un estadista tory de leyenda, de cara a sus aspiraciones a hacerse algún día con el liderazgo conservador. El libro apareció a mitad de precio en menos de un mes.
De cara al bicentenario de Waterloo, uno de los ensayos del año es «Napoleón» de A. Roberts
Otro escritor televisivo es el cómico Russell Brand. Humorista vitriólico, inmensamente popular en el Reino Unido, se ha puesto estupendo y ha escrito un manifiesto político epatante, Revolution. La llamada a la revuelta de un individuo como Brand, potentado, vividor y ex drogota, le ha valido collejas mortificantes de los críticos. Lo han despellejado sin piedad, echándole sal en cada herida. Pero su libro arrasa, con su foto con look cristológico mirándonos retador en la portada.
Al margen de las listas de ventas, 2014 ha traído algunos libros excelentes en todos los géneros. Curiosamente, los que pasan por ser tal vez los dos mayores novelistas británicos vivos, Ian McEwan y Martin Amis, han pinchado, en especial el primero. Aunque todavía seguimos viéndolos como los jóvenes renovadores y revoltosos que fueron, son ya dos abueletes de 66 y 65 años. McEwan, adorado por la crítica, esta vez ha sido cuestionado por La ley de la infancia, novela que cuenta la historia de una juez de vida turbulenta que debe decidir si se autoriza una transfusión a un niño Testigo de Jehová.
Maltratado por los lectores
Martin Amis ha arriesgado con un tremendo órdago. Para muchos, demasiado atrevido. ¿Se puede hacer humor sobre Auschwitz? Amis lo intenta en La zona de interés. La crítica lo ha tratado mejor que a su amigo McEwan. Pero los lectores, no: ha vendido 7.800 copias en el Reino Unido, lo que supone 115.000 libras de caja. Sin embargo, ha salido ileso de su dificilísimo empeño artístico. La novela no es antológica, pero es buena.
Mejor le ha ido a Richard Flanagan, ganador del Booker con una de las obras del año. En un mundo donde los lectores se arremolinan alrededor de libros-acontecimiento, un premio es la mejor –a veces, la única– tarjeta de presentación. Le ocurrió a Eimear McBride con su novela experimental Una chica es una cosa medio formada, un libro escrito sin comas. Era su primera obra y se pasó nueve años sin lograr publicarla. Cuenta una extraordinaria historia sobre la relación de una joven con su hermano, que padece daños cerebrales. Al final un pequeño sello se atrevió a confiar en ella y acabó ganando el Premio Goldsmiths en 2013 y, este año, el Baileys. El empujón de los galardones ha vencido a la pereza de los lectores y lo ha convertido en una de las triunfadoras del curso, y encima jugando a hacer literatura en serio. En cuanto a Flanagan, lleva 52.000 copias vendidas en el Reino Unido (670.000 libras) con su flamante Booker La estrecha carretera al norte profundo, homenaje a las penalidades que sufrió su padre como preso de los japoneses en la Segunda Guerra Mundial.
¿Cómo está el paciente? Pues ya saben: el muerto goza de excelente salud
Otras dos novelas atractivas del año sonWittgenstein Jr., parodia sagaz del mundo universitario de Lars Iyer, y Cómo ser ambos, de Ali Smith, que cruza con audacia y magisterio las historias de una pintora de frescos del Renacimiento y un adolescente de nuestros días.
En los ensayos y la Historia mandan los héroes recientes. En un país que se adora a sí mismo y a su monarquía, se ha valorado muchoVictoria, una vida, de A. N. Wilson, que retrata a una emperatriz con más pasión y humor del que su aparente rigorismo venía concediéndole.
Inglaterra se frota las manos porque el próximo junio se conmemoran 200 años de la caída de Napoleón en Waterloo. Uno de los ensayos del año es Napoleón el grande, la fantástica biografía de Andrew Roberts sobre el corso de tamaño portátil y ambición monumental. De 60 escenarios de grandes batallas de Napoleón, Roberts los ha visitado todos menos siete. Los muy, muy ingleses han tildado la obra de hagiográfica. Pero hay más Napoleón: el mago de la novela históricaBernard Cornwell se queda en historiador a secas y cuenta con primor la batalla de Waterloo. Una delicia.
En política, el ex ministro laborista Alan Johnson se ha destapado como un aplaudido memorialista y ya va por su segunda entrega, Please Mr. Postman. Muy recomendable es Cómo ser conservador, del filósofo Roger Sturgeon, que reivindica la ideología de la libertad frente al izquierdismo imperante en los círculos académicos universitarios. Y si quieren un inesperado disfrute, El conocimiento, de Lewis Dartnell, un joven astrobiólogo de la Universidad de Leicester que ha planteado una pregunta apasionante: si un cataclismo destruyese el mundo, ¿qué deberían saber los supervivientes para reconstruir la parte técnica de nuestra civilización? Lo bueno es que la responde. Una de las maravillas de 2014.
Como la excelente biografía de Beethoven de Jan Swafford, que hace que caminemos al lado del atormentado genio romántico, o la curiosa autobiografía de la ciclista galesa Nicole Cooke, una de esas historias de superación ejemplarizantes y con final feliz que hacen del deporte una de las bellas artes.
En resumen: ¿cómo está el paciente? Pues ya saben: el muerto goza de excelente salud. Por Luis Ventoso
¿Cuáles son los «best sellers» de esta Navidad más allá de nuestras fronteras? La ronda de corresponsales nos lleva a París, Berlín, Roma, Nueva York y Londres.
5Londres, a dos velocidades
EFE
Martin Amis, uno de los nombres propios ahora en Reino Unido
En el Reino Unido se han publicado en 2014 algunos libros magníficos, pero lo que vende son los libros-acontecimiento y de personajes conocidos.
¿Quiénes mandan en los escaparates estas Navidades? Pues los esperables: los best sellers globales y los famosos locales que se han puesto a contar su vida, o a arreglar el mundo por escrito. El inevitableGeorge R. R. Martin, el prolífico Stephen King, los leguleyos deJohn Grisham, y por supuesto, el último milagro escandinavo: el noruego Jo Nesbø.
Gone Girl (Perdida), la (buena) novela de Gillian Flynn que David Fincher acaba de llevar al cine, editada en junio de 2012, sigue siendo el libro más vendido en bolsillo ¡Lleva 51 semanas en el top diez! Es el libro que suele verse en las manos de chicas absortas en el metro.
Fauna televisiva
En la no ficción de tapa dura manda la fauna televisiva. La lideresa es la actriz Lynda Bellingham, que unas semanas antes de fallecer debido a un dramático cáncer de colon completó su segunda entrega autobiográfica. Se titula Hay algo que me muero por decirte, juego de palabras un poco negro, dado el trance.
Otro que ha apilado ejemplares en las tiendas en 2014 es el políticoBoris Johnson, el flequillo rubio más revuelto de Inglaterra, que lanzó a final de año su biografía El factor Churchill. El eminente churchilliano Max Hastings le ha propinado un duro repaso, viniendo a decir que nada nuevo aporta el alcalde de Londres con su estudio y que en realidad lo único que busca es conectar su figura con la de un estadista tory de leyenda, de cara a sus aspiraciones a hacerse algún día con el liderazgo conservador. El libro apareció a mitad de precio en menos de un mes.
De cara al bicentenario de Waterloo, uno de los ensayos del año es «Napoleón» de A. Roberts
Otro escritor televisivo es el cómico Russell Brand. Humorista vitriólico, inmensamente popular en el Reino Unido, se ha puesto estupendo y ha escrito un manifiesto político epatante, Revolution. La llamada a la revuelta de un individuo como Brand, potentado, vividor y ex drogota, le ha valido collejas mortificantes de los críticos. Lo han despellejado sin piedad, echándole sal en cada herida. Pero su libro arrasa, con su foto con look cristológico mirándonos retador en la portada.
Al margen de las listas de ventas, 2014 ha traído algunos libros excelentes en todos los géneros. Curiosamente, los que pasan por ser tal vez los dos mayores novelistas británicos vivos, Ian McEwan y Martin Amis, han pinchado, en especial el primero. Aunque todavía seguimos viéndolos como los jóvenes renovadores y revoltosos que fueron, son ya dos abueletes de 66 y 65 años. McEwan, adorado por la crítica, esta vez ha sido cuestionado por La ley de la infancia, novela que cuenta la historia de una juez de vida turbulenta que debe decidir si se autoriza una transfusión a un niño Testigo de Jehová.
Maltratado por los lectores
Martin Amis ha arriesgado con un tremendo órdago. Para muchos, demasiado atrevido. ¿Se puede hacer humor sobre Auschwitz? Amis lo intenta en La zona de interés. La crítica lo ha tratado mejor que a su amigo McEwan. Pero los lectores, no: ha vendido 7.800 copias en el Reino Unido, lo que supone 115.000 libras de caja. Sin embargo, ha salido ileso de su dificilísimo empeño artístico. La novela no es antológica, pero es buena.
Mejor le ha ido a Richard Flanagan, ganador del Booker con una de las obras del año. En un mundo donde los lectores se arremolinan alrededor de libros-acontecimiento, un premio es la mejor –a veces, la única– tarjeta de presentación. Le ocurrió a Eimear McBride con su novela experimental Una chica es una cosa medio formada, un libro escrito sin comas. Era su primera obra y se pasó nueve años sin lograr publicarla. Cuenta una extraordinaria historia sobre la relación de una joven con su hermano, que padece daños cerebrales. Al final un pequeño sello se atrevió a confiar en ella y acabó ganando el Premio Goldsmiths en 2013 y, este año, el Baileys. El empujón de los galardones ha vencido a la pereza de los lectores y lo ha convertido en una de las triunfadoras del curso, y encima jugando a hacer literatura en serio. En cuanto a Flanagan, lleva 52.000 copias vendidas en el Reino Unido (670.000 libras) con su flamante Booker La estrecha carretera al norte profundo, homenaje a las penalidades que sufrió su padre como preso de los japoneses en la Segunda Guerra Mundial.
¿Cómo está el paciente? Pues ya saben: el muerto goza de excelente salud
Otras dos novelas atractivas del año sonWittgenstein Jr., parodia sagaz del mundo universitario de Lars Iyer, y Cómo ser ambos, de Ali Smith, que cruza con audacia y magisterio las historias de una pintora de frescos del Renacimiento y un adolescente de nuestros días.
En los ensayos y la Historia mandan los héroes recientes. En un país que se adora a sí mismo y a su monarquía, se ha valorado muchoVictoria, una vida, de A. N. Wilson, que retrata a una emperatriz con más pasión y humor del que su aparente rigorismo venía concediéndole.
Inglaterra se frota las manos porque el próximo junio se conmemoran 200 años de la caída de Napoleón en Waterloo. Uno de los ensayos del año es Napoleón el grande, la fantástica biografía de Andrew Roberts sobre el corso de tamaño portátil y ambición monumental. De 60 escenarios de grandes batallas de Napoleón, Roberts los ha visitado todos menos siete. Los muy, muy ingleses han tildado la obra de hagiográfica. Pero hay más Napoleón: el mago de la novela históricaBernard Cornwell se queda en historiador a secas y cuenta con primor la batalla de Waterloo. Una delicia.
En política, el ex ministro laborista Alan Johnson se ha destapado como un aplaudido memorialista y ya va por su segunda entrega, Please Mr. Postman. Muy recomendable es Cómo ser conservador, del filósofo Roger Sturgeon, que reivindica la ideología de la libertad frente al izquierdismo imperante en los círculos académicos universitarios. Y si quieren un inesperado disfrute, El conocimiento, de Lewis Dartnell, un joven astrobiólogo de la Universidad de Leicester que ha planteado una pregunta apasionante: si un cataclismo destruyese el mundo, ¿qué deberían saber los supervivientes para reconstruir la parte técnica de nuestra civilización? Lo bueno es que la responde. Una de las maravillas de 2014.
Como la excelente biografía de Beethoven de Jan Swafford, que hace que caminemos al lado del atormentado genio romántico, o la curiosa autobiografía de la ciclista galesa Nicole Cooke, una de esas historias de superación ejemplarizantes y con final feliz que hacen del deporte una de las bellas artes.
En resumen: ¿cómo está el paciente? Pues ya saben: el muerto goza de excelente salud. Por Luis Ventoso