K
kalinico
Guest
Totalmente de acuerdo. Especialmente en España, el tema de los horarios es una locura, se tenga familia o no. Yo a veces pienso si el modelo "tradicional" que ahora nos parece tan horroroso y tan retrógrado no era el mejor. Mi abuelo siempre me dice: "Con un sueldo crié a dos hijas". Que ojo, no digo que la mujer no tenga que trabajar, ojo, pero el tema él recolector y ella al cuidado de la familia y la casa es lo que se ha hecho durante siglos y no sé yo si el cambio ha sido a mejor.
Estos anuncios, vistos hoy, ¿a que parecen una aberración?
Pues no sé yo.
Bueno, en realidad esa visión que nos ha vendido el cine USA no es precisamente la tradición de hace siglos. Las mujeres han trabajado siempre, desde que el mundo es mundo. Se han dedicado a la producción y sobre todo a la reproducción, ya que las mujeres son las que gestan, paren y amamantan. Pero también han producido igual que los hombres. Tradicionalmente las familias han sido extensas, es decir, en el mismo "techo" padre, madre, abuelos, tíos y prole. A los niños, salvo en la época de lactancia en la que requieren de atención materna continua, los han criado, educado y socializado entre todos los miembros de la familia y todos los miembros de la familia, niños incluidos, han contribuido a la producción familiar.
Hay que tener en cuenta que, al menos en España a la que llegó tarde la industrialización, la mayoría de la población vivía en y del campo y las mujeres trabajaban el doble que los hombres porque no sólo segaban, araban, trillaban, cultivaban, etc. sino que también se ocupaban del abuelo enfermo, de los chiquillos, del lavado de la ropa (sin lavadora y en la poza del pueblo), traer el agua, preparar la comida y un sinfín de cosas más del día a día.
Incluso durante la época de la industrialización las mujeres fueron proletarias en pie de igualdad con los hombres. Trabajos en las fábricas de sol a sol y doble jornada en el "dulce hogar". Mujeres mineras, tejedoras, pastoras de ganado lanar, comerciantes, y muchos otros oficios para aportar un sustento a su familia.
Bien es verdad que las élites vivían de las rentas y sus mujeres, al igual que sus hombres no se estropeaban la manicura. Y esa es la historia que nos ha llegado porque, como sabrás, en los libros de historia sólo nos han contado los cuentos de la realeza y sus adláteres y no han prestado demasiada atención a las clases trabajadoras que siempre hemos sido el 99 por ciento de la gente. Y ya no digamos la historia de las mujeres, que no tienes más que ver un documental de prehistoria para darte cuenta de que las mujeres brillan por su ausencia salvo para salir de refilón portando un bebé y no haciendo nada: ni pintando cuevas, ni haciendo fuego, ni inventando nada, ni haciendo herramientas, ni cazando, ni desollando, ni haciendo nada más que estar de cuclillas pensando en las musarañas.
En USA en los cincuenta, recién salidos de la segunda guerra mundial, fue cuando se creó esa imagen idílica de la mujercita encantadora, un poco tonta y sólo preocupada por adquirir el último modelo de lavavajillas. Fue la época del boom de la publicidad y el márketing, de la creación de las grandes corporaciones mercantiles que, con apoyo del Estado, impulsaron la creación de las clases medias, la familia nuclear en oposición a la extensa y un modo de vida que se llamó el sueño americano. Pero hay estudios por ahí (si te interesa te doy datos) en los que se constata que ese sueño era más bien una pesadilla para las mujeres encerradas en sus urbanizaciones, muertas de soledad y frustración por no poder desarrollarse como personas y esclavas de una familia a la que solo le importaba su ombligo. En realidad era el paro galopante el que no permitía que las mujeres se incorporaran al mercado de trabajo porque después de la segunda guerra no había muchos puestos de trabajo disponibles y estos los "tenían" que ocupar los hombres porque para eso eran los "proveedores" de la familia.
No me parece un buen plan volver a ese modelo. El modelo que yo quiero es el que comparte los mismos derechos y deberes entre hombres y mujeres, que tanto de puertas para afuera como de puertas para adentro compartan la tarta y la mierda de lo que nos ha tocado vivir.