Jarrones venecianos, el crimen baja a las calles

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¿Acaso no matan a los caballos? Horace McCoy: La pesadilla real

José Luis Alvarado

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Se puede matar por compasión: el cañón de una pistola sobre la sien de una guapa muchacha, por la noche, en un muelle; un solo disparo: la mejor forma de eutanasia activa; la mejor forma, también, de que los hombres, con sus estúpidas costumbres, te envíen a la silla eléctrica por asesinato. Horace McCoy (1897-1955), escritor de pulp fictions, reportero sin demasiada suerte, guionista de Hollywood, novelista sin brillo, imaginó una historia sórdida y degradada en los años treinta, en Estados Unidos, años sórdidos y degradados. No tuvo que imaginar a jóvenes desocupados que deambulaban por el país en busca de un puesto de trabajo, jóvenes también aspirantes a estrellas en un Hollywood dorado, jóvenes hambrientos que no tenían donde caerse muertos, porque existieron en la realidad a montones, como si estuvieran pidiendo a gritos ser protagonistas de una novela, de una gran novela.

Horace McCoy, reportero, conocía esa realidad que no salía en los noticiarios de los cinematógrafos, ni en las películas edulcoradas de la industria del cine, ni siquiera en las novelas que se escribían en la época. Era un tema tabú, los Estados Unidos estaban sumidos en la mayor crisis de su historia pero eran a la vez el país más rico del mundo y el paraíso de los sueños, los inventores del sueño americano. Horace McCoy escribió en 1935 ¿Acaso no matan a los caballos?, una historia que se desarrolla en 1935, junto a la fábrica de sueños del cine, en Santa Mónica, California, protagonizada por dos soñadores que pretenden trabajar en Hollywood de lo que sea: figurantes, actores, directores. Lo importante es sumarse a ese sueño americano que vende el gobierno desde las alturas, mientras que estos dos jóvenes no tienen un pedazo de pan que llevarse a la boca.

Pero Estados Unidos es la tierra de promisión y siempre hay una oportunidad para quien quiera prestarse a ella. Empecemos la historia de nuevo, igual que hizo Horace McCoy en su novela: no hay mucho que explicar al juez. La bala entró limpiamente por la sien de la joven Gloria, aspirante a actriz, maltratada por la vida, depresiva, pesimista, sin esperanza. La mató su mejor amigo, su único amigo. Lo conoció mientras ambos buscaban trabajo y decidieron participar en un maratón de baile. Las normas son sencillas y la recompensa interesante: sólo hay que bailar, permanecer de pie moviéndose durante días, semanas, meses, antes de caer extenuado, a cambio de comida, comida asegurada durante todos esos días, mientras multitud de personas asisten previo pago al estupendo espectáculo de decenas de parejas moviéndose al ritmo de la música, exhaustas, desesperadas. El premio son mil dólares, a repartir entre la pareja, parejas recién conocidas, unidas tan sólo por la necesidad del dinero, por comer todos los días caliente.

Es como una gran familia el equipo de bailarines. No paran de moverse mientras suena un estruendo en los altavoces, la música quizás demasiado alta, aunque llega un momento en que ya no la oyes, todas tus fuerzas las inviertes en mantenerte de pie, tranquilo porque más allá de la pista hay enfermeras y médicos que te pueden ayudar en un momento de debilidad.

El secreto para ganar el concurso es saber perfeccionar el sistema para los diez minutos de descanso que dan entre baile y baile: aprender a comer un bocadillo mientras te afeitas, leer el periódico en pleno baile, dormir en el hombro de la pareja mientras las piernas se mueven solas. Todo es cuestión de práctica, y tiempo tienen por delante: las próximas semanas los participantes las pasarán dentro de unos cuantos metros cuadrados, jaleados por un público entusiasta que los puede patrocinar, porque ya se sabe que el roce hace el cariño, y algunas damas solas encuentran en las parejas de bailarines unos viejos amigos con los que poder conversar sólo a cambio de unas pocas monedas.

Aunque no siempre el espectáculo es lo suficientemente excitante y hay que crear nuevas ideas para que el público se acerque a la sala: una carrera, una simple carrera de quince minutos alrededor de la pista, ellos haciendo marcha atlética, ellas agarradas a sus cinturas mediante unas anillas, andando o corriendo; lo importante es no quedar el último, porque la última pareja será expulsada del maratón, perderá los soñados mil dólares.

Son como caballos, piensa Horace McCoy, que conoció en Santa Mónica estos maratones de baile antes de que escribiera la novela. ¿Acaso no matan a los caballos? está calificada como una novela negra, pero no es sólo eso: es una gran novela de terror, de terror social, porque todo lo que se cuenta ocurrió en la realidad y todo lo que se cuenta, además, es una pesadilla.

Esta novela no está muy lejos del mundo de Kafka: docenas de parejas bailando en una pista cerrada, dirigiéndose a ninguna parte, cayendo extenuados, durmiendo durante diez escasos minutos para seguir con su lucha por la vida. No hay nada que no sea verdad, pero tampoco hay nada que no sea terrorífico. McCoy lo cuenta como un crescendo porque las fuerzas cada vez flaquean más, no sólo las físicas después de más de 36 días moviéndose absurdamente en una pista, sino también las psicológicas, porque hay un momento en que ya no se puede aguantar más, en que se piensa que después de dar tantas vueltas para nada, para acaso ser expulsado por perder una de las siniestras carreras que se celebran todos los días para regocijo del público, después de moverse y moverse hacia ningún sitio, después ¿qué?

No es extraño que esta novela, que nunca alcanzó éxito alguno en Estados Unidos, fuera muy apreciada por los existencialistas, porque reproduce con una fidelidad escalofriante el angustioso mito de Sísifo. Bailar y bailar, acaso para nada, un día detrás de otro, para después de bailar, cuando el maratón se acabe, seguir dando vueltas por la vida para encontrar no se sabe qué, porque no hay oportunidades para nada. La única esperanza tal vez se encuentre en una bala que acabe con tanta desesperación, y un amigo que sepa comprender tanta angustia. Las leyes de los hombres, esas antiguallas que nada tienen que ver con la realidad, nunca sabrán comprender lo que es el mayor acto de compasión que una persona pueda sentir por otra, un puro acto de amor en mitad de la más infecta miseria social.

¿Acaso no matan a los caballos? Horace McCoy. Edhasa.

 
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El secuestro de Miss Blandish – James Hadley Chase

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El secuestro de Miss Blandish - James Hadley Chase
Título original:
No Orchids for Miss Blandish
Editorial: Bruguera
Género: Novela negra
Páginas: 224 páginas
Primera edición: 1939
Valoración: Muy recomendable

Sinopsis

El secuestro de Miss Blandish
recrea la acción delictiva de mediados de los 30 en la ciudad de Kansas City. Miss Blandish, una joven hermosa y virginal, hija de un multimillonario, es atracada por unos delincuentes con el único propósito de robarlelas perlas que exhibe por su 21 aniversario: una verdadera joya de costo elevadísimo. La mala suerte hace que su novio muera en un accidente fortuito. Tras el fatídico suceso, deciden secuestrarla.

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En la huída de los malhechores, les sorprende un gánster peligroso cuya pandilla está regentada por una mujer despiadada llamada Ma; madre de Slim Grisson:
un criminal malicioso y de físico repulsivo. Los Grisson, deciden quedarse con el botín y la chica. Para más inri, Slim se encariña de Miss Blandish. Todos sabemos cómo actúan esos depravados sin ápice de humanidad...

A falta de pruebas, la policía deja en stand by el caso. No conforme con la resolución policial, Mr. Blandish contrata los servicios de un detective privado llamado Dave Fenner, con fama de tipo duro, para que encuentre a su hija.

…“Sonó un golpe suave en la puerta y Johnny asomó la cabeza. Tenía una expresión de desconcierto y su mandíbula inferior temblaba.
—Slim y su gente están abajo y os esperan —dijo—. Les he dicho que probablemente estabais dormidos. Bailey dejó de apuntar con su arma y se acercó a Riley. Ambos se miraron, muy asustados.
—¡Cristo! —Murmuró Bailey—. Ya te dije que Slim metería en esto sus narices.
—Es preciso que no encuentren ni la chica ni las perlas. —Riley abandonó la cama—. Baja y distráeles un poco. Diles que nos desprendimos de la chica antes de venir aquí. Observa cuántos son y estate atento a cualquier oportunidad. Si puedes, liquídalos. Bajaré en cuanto recupere mi pistola.
Bailey vaciló. Después, dominando sus nervios, salió de la habitación. Riley atrajo a Johnny hacia sí.
—Escucha, Johnny, quédate aquí y no dejes que esta chica grite.
—Se volvió en seguida hacia miss Blandish—: Escucha, nena, ahí abajo hay un hombre que te retorcería tu lindo cuello sin casi advertirlo. Slim no es un ser humano... Si quieres salvar tu pellejo, cierra esa boca y no la abras para nada. Miss Blandish pudo ver el blanco círculo del miedo en torno a la boca de Riley cuando éste abrió la habitación.”…

Sobre la novela

Es una obra magna no solo por su contenido, sino por los sentimientos de repulsa y admiración que ha suscitado a lo largo del tiempo.

El secuestro de Miss Blandish
se publicó por primera vez en 1939 bajo el nombre de No hay orquídeas para Miss Blandish. –Deduzco que por el ramillete de orquídeas que regalan los pretendientes a las novias en los eventos señalados—. Cuatro años más tarde, triunfó en los teatros londinenses. Sufrió diversas censuras en la década de los 40. La nueva versión acababa con un romance sórdido entre el gánster y la víctima. En 1948 se recuperó parte de la versión original y fue llevada al cine. No obstante, la Cámara de los Lores pide una nueva revisión por la excesiva violencia que aparece en la cinta. Textualmente se dijo que era: La exposición más asquerosa de brutalidad, perversión, s*x* y sadismo mostrada en una pantalla de cine.

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Tras soportar nuevos recortes, fue muy exitosa en los cines que se atrevieron a pasarla; que no fueron todos.

En 2006, la BBFC, vuelve a examinarla. Resuelve que no es necesaria tanta violencia. No se recomienda su visionado a menores.

…“Slim Grisson examinaba las brillantes punteras de sus zapatos. Era alto, delgado y con cara de pastel. La mirada aletargada y la boca relajada y abierta le daban una apariencia de ser débil, sin sangre ni energía, pero en realidad era lo más frío que pudiera encontrarse sobre dos piernas. Tras aquella máscara de idiota y las escasas carnes del delgado cuerpo, se ocultaba un espíritu cruel, inhumano.
Slim Grisson era un asesino nato. Había matado de niño. Sin motivo alguno, sólo porque matar estaba en su sangre. Comenzó muy pronto, buscando dinero. Siempre fue muy perezoso en la escuela y rechazó todo lo que fuera interés por los libros. El viejo maestro que le tuvo a su cargo se sentía nervioso ante él. Comprendió en seguida que Slim era naturalmente malo. No le sorprendió encontrarle un día cortando en pedazos con unas tijeras a un gatito recién nacido. Se sintió muy satisfecho cuando pudo desembarazarse del muchacho. Pero la cosa no le resultó tan fácil. Una de sus discípulas fue hallada muy lejos de su casa y en completa desorientación una semana después de que Slim abandonara la escuela. Había sido arrastrada hasta allí y nombró a Slim. Nunca encontraron a éste, porque Ma Grisson había cuidado de que su hijo abandonara la ciudad. ”…

En 1970, Roger Croman dirigió el film Bloody Mama, tomando como base la banda de forajidos capitaneada por Ma Barker en la que JH basó su controvertida novela.
Shelley Winter, entrada en carnes, protagonizó a esa espantosa Ma; un jovencísimo Robert de Niro apareció en la película metido en la piel de unos de sus hijos.

En 1971, Robert Aldrich inmortalizó la novela con la película La banda de los Grisson. Protagonizada por Kim Darby, Tony Musante y Scott Wilson entre otros actores...

Reseña

El secuestro de Miss Blandish
es una sucesión de violencia desde la primera hasta la última página: una novela muy, pero que muy negra. Sin indulgencias de ningún tipo. Un verdadero puñetazo en la boca del estómago del lector. Amén de tener unos personajes tan bien dibujados y con esas perversiones tan ocultas e inhumanas a flor de piel, que pueden llegar a sobrecogerte.

Slim Grisson es uno de los antihéroes más sanguinarios que he localizado: brutal y gélido. Miss Blandish, bella e inocente, se convierte en el juguete preferido de este psicópata y sus enfermizas perversiones. El gusano que echa a perder la manzana; desarma el inquebrantable valor de Miss Blandish hasta arrástrala al mismísimo infierno.

…“Con voz tenue, miss Blandish dijo que quería beber algo.
—No se acercará usted hasta que beba, ¿verdad? —murmuró—. No podría soportarlo sin beber. Slim no contestó nada, pero sacó una petaca de licor de su bolsillo trasero y la arrojó sobre la cama. La joven siguió con la vista el vuelo del frasco a través de la habitación. Se dejó caer sobre la cama y tomó el frasco. Slim la observaba. Se escuchaban sus característicos gemidos, pero era algo que no podía contener. Miss Blandish apartó su vista de Slim. Agarró el frasco con ambas manos, con tanta fuerza que los nudillos se pusieron blancos. Comenzó a murmurar cosas a Slim y a balancearse hacia atrás y adelante, pues su espíritu, aletargado por la droga, se negaba a despertarse.
—Cobarde... —dijo—. Cobarde..., más que cobarde... ¿Por qué te quedas ahí... sin hacer nada? ¿Por qué no apagas la luz para que no te vea? No quiero verte... No te miro, pero te veo... Vas a echarte sobre mí. Desearía ser hombre... ¿Por qué no nací hombre?... —Dejó caer el frasco al suelo y el whisky empapó la alfombra. Estaba tendida en la cama de costado, ocultando la cabeza bajo sus brazos cruzados. Comenzó a llorar débilmente—. ¿No puede dejarme en paz?... ¿No puede esperar un poco más?... No me toque... Por favor, no me toque... La bombilla desnuda que colgaba del techo se apagó bruscamente. La oscuridad envolvió a miss Blandish como un manto sedante. De pronto, la joven sintió que aquellas manos frías la ponían de espaldas, en forma que quedó tendida a través de la cama, con la cabeza sobresaliendo por uno de los lados. Miró en la oscuridad, nublada la vista y con las lágrimas corriendo por sus mejillas. De pronto, el aire cálido de la habitación se precipitó sobre su cuerpo; un peso cruel y poderoso la clavó a las arrugadas sábanas. Su resistencia había desaparecido, hundida en la espesa nube que envolvía su cerebro. Repentinamente, con voz tenue y acento de pánico, murmuró: —¡Me hace daño!... ¿No comprende?... Me hace... daño... ”…

Por otro lado, las femmes fatales más admiradas, son damiselas al lado Ma: la madre de Slim. Una mujer despiadada capaz de torturar, física y mentalmente, a Miss Blandish para que Slim se explaye con ella. Y lo hace durante cuatro largos meses; demasiado tiempo como para olvidarlo una vez liberada. Ma no es la única malvada, también las hay guapas. Si bien, su calaña, no es tan monstruosa.

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El secuestro de Miss Blandish posee unos diálogos trepidantes con una jerga propia del hampa, que invitan a seguir leyendo. Un cóctel molotov de atracadores, secuestros, sádicos, actividades clandestinas, criminales atroces, jóvenes bonitas, policías, detectives y mujeres fatales armadas con algo más que tacones de aguja.

Hasta el último tercio del libro no aparece el detective privado que dará con el quid de la cuestión: Dave Fenner; un antiguo periodista reconvertido en investigador. Quizá el inicio de un periodismo de telón moviendo los hilos. En El secuestro de Miss Blandish, solo existe el recuerdo del amanuense. Por de contra, las maneras rudas y un tanto extensas de escrúpulos cuando trata con la chusma, y, la caballerosidad, valentía y persistencia de Fenner en las relaciones con personas decentes, encaja con los tipos duros de los noir de antaño.

…“
—¡Sal de ahí! Sabemos que estás dentro. Sal con los brazos en alto. Fenner hizo una mueca. "Y recibiré un puñado de balas por la molestia", se dijo. Esperó inmóvil. Comprendió que Grisson y sus socios no se atrevían a entrar y terminar su tarea. Comenzó a sentirse mejor con esta idea. Al fin y al cabo, aquellos tipos eran unos cobardes, y si él se mantenía sereno, había todavía posibilidades. Palpó detrás suyo y su mano tocó el mango de un hacha. Se quitó el sombrero, lo puso en el extremo del mango y lo movió convulsivamente antes de desprenderse destrozado por una granizada de balas. "Menos mal que no estaba mi cabeza dentro", se dijo Fenner.
—¡Eh, canalla, sal de ahí, si no quieres que te acribillemos! —gritó alguien. Fenner continuó tan mudo como un cadáver. De pronto oyó que alguien se reía fuera. Se puso tenso.
Algo se hallaba en puertas. Agarró el borde del tanque y arrimó éste a la pared, de modo que quedara bien protegido. Oyó que algo golpeaba el suelo y pudo ver que un objeto menudo y redondo tocaba el suelo cerca de Johnny. Se dijo que parecía una piña y, al mismo tiempo, la granada estalló.
Fenner creyó que su cabeza se desgarraba con aquel espantoso estrépito; la presión del aire le empujó contra la pared como a un muñeco. Durante una fracción de segundo, su cerebro se despejó. Vio las cosas con claridad. Vio el tejado de la cabaña y las sucias paredes de la habitación. Después, todo comenzó a desintegrarse. El tejado comenzó a hundirse y toda la estructura se vino abajo sobre él. ”…

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Mucho se ha dicho de esta novela, sobre todo en lo concerniente a la brutalidad de la misma. Sin embargo, se ha reeditado más veces que una prolífera camadas de lechones. ¿Será que los humanos llevamos implícito en nuestra cadena de ADN ese gen maniaco y perverso que trasciende en la novela? La respuesta es obvia: somos depredadores.

Anna Genovés
29/05/2016

 
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Una novela maldita, una obra de arte del gran ‘outsider’ de la novela negra

Ignorado por el gran público, Marc Behm creó en 'La mirada del observador' una obra única


Juan Carlos Galindo
17 NOV 2017 - 08:35 CET

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Detalle de la portada de la edición de RBA

La novela negra es un territorio perfecto para malditismoas y leyendas. En una sociedad en la que se mata por un ratito de fama, estas historias no dejan de sorprender. Francia tiene que ver con dos de los mejores ejemplos. Jean Claude Izzo, a quien ya rendimos homenaje en este blog, es uno de ellos.

El otro es un actor estadounidense que tras participar en el desembarco de Normandía se enamora de una enfermera francesa, se casa con ella, abandona su carrera interpretativa y tiene siete hijos. Guionista de prestigio, vive de colaborar en producciones de la talla de Charada o Help y no publica su primera novela hasta los 52 años. Un hombre que cuando era ignorado en Estados Unidos e Inglaterra no paraba de ganar adeptos en Francia gracias a la Série Noire de Gallimard.

Hablamos de Marc Behm (Trenton, New Jersey, 1925 – Fort-Mahon-Plage, Francia, 2007). Creador de un buen puñado de cuentos desasosegantes de los luego hablaremos o de la extraña Of The Wall, Behm es sobre todo conocido por la novela The Eye of the Beholder. Publicada por primera vez en España en la colección Etiqueta Negra en 1987, ahora se puede encontrar con el título La mirada del observador en la edición con la que la Serie Negra de RBA tuvo el acierto de rescatarla en 2011 (traducción de Beatriz Pottecher).

Hay que dar las gracias a Charlon Heston, para quién Behm escribió esta historia. El actor no la quiso y terminó convertida en esta gran novela. El argumento es sencillo, con aroma clásico. Todo lo demás no. Publicada en los inicios de la década de los ochenta del siglo XX, La mirada del observador hubiera sido una revolución en el género negro si alguien más allá de Francia la hubiera hecho caso. Menos mal que el tiempo se toma su revanchas.

El Ojo, de quien no conocemos ni el nombre, languidece en una oficina de una gran agencia de detectives cuando le encargan lo que parece un trabajo sencillo: que investigue a la prometida del único hijo de una familia adinerada. Así conoce a Luci Brentano, uno de los cientos de alias que usa está asesina pulcra y eficaz, obsesionada con Shakespeare y que vive de casarse con hombres adinerados y vaciar sus cuentas para después matarlos.



En la novela vemos como el Ojo deja todo para perseguir a esta asesina que le recuerda a aquella hija a la que perdió hace tiempo. A través de una carrera sin fin, la historia dibuja una turbia relación filial de la que uno no sabe qué pensar. Individuo roto, obseso realizador de crucigramas, el Ojo solo está tranquilo cuando se confunde con la masa. De lo poco que podemos intuir de su vida antes del cataclismo se deduce que se apañaría bien si se limitara a seguir las normas y llevar su existencia por un camino convencional. Pero el Ojo, personaje superlativo, antihéroe sin quererlo, no quiere atrapar a la asesina, no necesita que se haga justicia, solo desea estar cerca de ella.

Ahí encontramos al otro personaje brutal de esta novela. Dafne Henry, Chatlotte Vincent o cualquiera de los nombres que usa en sus fechorías. Qué más da. Detrás tenemos a una mujer desesperada, una psicópata hábil, una excelente jugadora, una amante bisexual, un personaje tristísimo. Es decir, uno de los mejores perfiles femeninos de la historia del género negro.

Las sensaciones al leer este relato que también está lleno de violencia son extrañas. Dice Paco Camarasa al respecto en el prólogo de la edición de RBA: “Le acompañamos, seducidos y fascinados, sin ninguna consideración ni juicio moral o ético. El Ojo es también nuestra mirada que lee, pero que, mediante la magia de la palabra, nos transmuta en el observador”.

“Escribir no es doloroso, es suficiente creer contar una historia. Lo importante es que el lector no se llene de mierda. Es por eso que decidí acabar de una vez por todas con el personaje detective, que era totalmente la basura”, aseguraba el autor en el documental Chasing Marc Behm, del francés Olivier Bourbeillon, una de las pocas ocasiones de escuchar a un hombre que despreciaba el mundo literario y la exposición pública.

Behm escribió también cuentos, breves variaciones de los mismos temas, de las mismas obsesiones. Algunos de ellos fueron recogidos en la colección Hermosos y malditos publicada por la Semana Negra de Gijón y en ellos podemos disfrutar de hombres y mujeres con furia asesina, de perseguidores solitarios, de una prosa que ataca sin piedad las debilidades de sus personajes y de una incorrección política que aún hoy sorprende.

Behm murió en un pueblo de Francia en 2007. Vivió la vida que quiso, escribió obras por las que se ganó el respeto de los críticos primero y del público mucho después y, sobre todo, se mantuvo fiel a sí mismo. Qué pocos pueden decir todo esto.

 
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Homenaje a Fabio Montale, gran personaje del ‘noir’ mediterráneo

Repaso al policía creado por Jean-Claude Izzo, un indispensable de la novela negra contemporánea


Juan Carlos Galindo

21 ABR 2017 - 10:04 CEST

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Jean- Claude Izzo LOUIS MONIER GETTY

En 1995 un poeta y periodista marsellés revolvió el siempre agitado y vivo panorama del noir francés con la publicación de Total Khéops. Al año siguiente aparece Chourmo y en 1998 se cierra la Trilogía de Marsella con la publicación de Soleá. Jean-Claude Izzo (Marsella, 1945- 2000) había creado un personaje mítico, Fabio Montale, pero estaba enfermo y cansado y no quiso seguir. En Francia, país de lectores y compradores de libros, las tres novelas de Izzo fueron y son un éxito. Cuántos escritores darían un brazo o deberían querer darlo por crear un personaje la mitad de bueno que el policía Montale, por tratar a una ciudad como es tratada Marsella en los libros de Izzo.

“Cada año tacho de mi agenda los nombres de los amigos que habían dicho una frase racista. Desprecio a los que solo aspiran a un coche nuevo y vacaciones en el Club Mediterráneo. Olvido a todos los que han jugado a la Loto. Amo la pesca y el silencio. Andar por las colinas. Beber Casis fresco. Lagavulin u Oban, en la noche cerrada. Hablo poco. Tengo opiniones sobre todo. La vida, la muerte. El Bien, el Mal. Me vuelve loco el cine. Me apasiona la música. Ya no leo novelas de mis contemporáneos. Y, sobre todo, detesto a los que no toman partido, a los tibios”.

Esta es la carta de presentación de Fabio Montale en Total Khéops (traduzco de la trilogía publicada por Folio en bolsillo, no tengo la de Série Noire, donde originalmente salió. En España lo ha publicado Akal). Montale es policía pero de joven fue un delincuente, como Ugo y Manu, sus amigos, que siguieron la senda criminal de adultos y que ahora han muerto; como casi cualquiera en su barrio de inmigrantes italianos, españoles o pieds noirs.

Fabio es melancólico y bebedor, un espíritu triste y reflexivo. Está harto de ser policía y sus métodos resultan absurdos para sus jefes y compañeros: no se deja comprar por las mafias, no se deja llevar por prejuicios contra los inmigrantes, trata de dialogar con los jóvenes. Le encantan las mujeres y él a ellas, pero ya no quiere ser amado. Ha perdido a sus amigos porque ellos se buscaron la perdición, pero quiere venganza y, ante todo, quiere comprender, quiere saber por qué. Cuando no puede más, se refugia en su cabaña, en su barca, en una buena comida, algo de bebida, poesía y un poco de jazz.

Joan de Sagarra, gran divulgador de la cultura francesa en España, describía así la génesis de estos grandes personajes mediterráneos en este excelente artículo publicado en EL PAÍS.

“Primero apareció el detective privado Pepe Carvalho, un mirón outsider que contempla la sociedad barcelonesa de su tiempo. Eso ocurría en 1974, con Tatuaje, la novela de Manolo Vázquez Montalbán. Veinte años más tarde, Andrea Camilleri, en un claro homenaje a Manolo y a su criatura, se inventaba el comisario Salvo Montalbano, un poli de Catania. Y al año siguiente, en Marsella, surgía otro, un poli muy especial, Fabio Montale (otro explícito, confeso homenaje a Manolo y su criatura), 'un flic nonchalant et gastronome, perdu dans les quartiers nord de la ville', com reza en la contraportada de Total Khéops”.

Montale ama el mar y Marsella por encima de todo. Una Marsella alejada del lujo y la cara bonita, una ciudad de una belleza que no cabe en un selfie, un lugar de olores, sabores, luces mediterráneas, culturas que llevan milenios mezclándose y chocando. También un nido de mafias ya globalizadas. Al contrario que en otras novelas con personajes tan fuertes, en la Trilogía de Marsella las tramas funcionan. En Total Kheops, un asesinato que toca de cerca a Montale destapa una intrincada red de relaciones mafiosas internacionales con matones del Frente Nacional, antes terroristas del OAS y muchos, antes, simples asesinos en Argelia. El racismo que se aprecia en cada página pone los pelos de punta por su actualidad. En Chourmo se ve cómo los golfos y traficantes árabes que salen de la cárcel se convierten en islamistas. Nos suena a todos.

Izzo sabía crear personajes femeninos fuertes e independientes, alejados de cualquier cliché. Todas las mujeres que aparecen alrededor de Montale se abren su propio camino en mundos de hombres, luchan, aman y se equivocan en un destacable despliegue de matices.

En Soleá, un crepuscular Montale se pregunta por qué es tan difícil hacer un amigo pasados los cuarenta. “¿Será porque ya no tenemos sueños, solo añoranzas?”, añade. Siempre nos quedarán los libros, siempre nos quedarán personajes como Fabio Montale. Vive le noir.

 
EL ARRECIFE DEL ESCORPIÓN, NOVELA NEGRA AMERICANA EN ESTADO PURO

Editorial Medianoche rescata un clásico de la novela negra norteamericana: El arrecife del escorpión, de Charles Williams. De lectura imprescindible para todo amante del género.


ROSA BERROS CANURIA11 AGOSTO, 2016

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El arrecife del escorpión, de Charles Williams

Cuando empecé El arrecife del escorpión de Charles Williams, sabía que me iba a gustar. Lo que no sabía es que me iba a sentir arrastrada nada más comenzar la lectura, que iba a tener que dosificarlo porque hubiera sido capaz de empezarlo a las cinco de la tarde y terminarlo a las doce de la noche sin solución de continuidad. Y es que se trata de novela negra americana en su mera esencia, con todos sus ingredientes y su aroma nostálgico años-cincuenta-calor-tropical-del-Golfo-de-Méjico. Una de esas historias que imaginamos interpretada por Humphrey Bogart y Lauren Bacall porque, aunque esta no sea rubia, sería capaz de picar a una abeja muerta y de enredar en su belleza al más cínico de los marineros cínicos.


«… el azul y ese último resplandor plateado obsesionante, agitándose mientras moría. Me llamaba. Señalaba el éxtasis. El éxtasis…». Esto es lo que el piloto del buque tanque americano Joseph H. Hallock se encontró escrito en la última página del cuaderno de bitácora del balandro que encontraron con el timón fijado, llevando el barco hacia el estrecho de Yucatán, la salida del Golfo de México por el sur de Cuba. Freya, de San Juan, P. R., se podía leer debajo de la popa. Y se podría pensar que el capitán que lo escribió era poeta, pero es que el capitán y toda la tripulación del Freya y todo bicho viviente a bordo han desaparecido, y no hace mucho, porque la cafetera aún está tibia. Y para acabar de poner la situación en el punto de máxima incertidumbre, en el barco aparece un maletín lleno de dinero, exactamente ochenta y tres mil dólares.

Esto es lo que nos cuenta el primer capítulo de El arrecife del escorpión, el único, junto con el último, que tiene título. «Puesta de sol» es este primero. «Frente a los escollos de Fowey» se titulará el último.

Los otros diecisiete sencillamente van encabezados con un número romano: I, II, III… Y si la historia que cuenta «Puesta de sol» nos ha dejado intrigados, perplejos y colgados del libro nada más empezarlo, estos capítulos en números romanos nos harán olvidar las posibles peripecias del Freya, el «barco fantasma», porque lo que viene a continuación es una novela negra de las de toda la vida, de esas en las que el único recurso para atrapar al lector es una trama muy elaborada y muy bien desarrollada, con unos personajes irresistibles en su heroica vulnerabilidad, adorables en su cinismo cargado de ingenuidad; unos diálogos inteligentes y verosímiles; las dosis justas de ironía y humor para divertirnos, de amor para emocionarnos, de violencia para satisfacer nuestra necesidad genética de sufrimiento vicario.

La vida de William Manning transcurre tranquila como buceador en el Golfo o pilotando barcos de amigos y conocidos para regatas. Manning tiene un pasado incierto; tiene «treinta y tres años y no mucho que esperar ni mucho detrás de mí, excepto una lista creciente de “ex”: ex estudiante de ingeniería, ex teniente de la Marina, ex marido y ex aspirante a escritor». Sí, Manning tiene un pasado, lo que empieza a complicársele es el futuro cuando aparece Shannon Wayne en «un par de toneladas de brillante Cadillac» y le contrata para un sencillo trabajo que, en principio, no debería llevarle más de unas pocas horas. Pero el sencillo trabajo se convierte en una puerta hacia la violencia y la huida, un complejo asunto que le puede solucionar todos sus problemas y hacer que se cumplan sus deseos… o acabar con él en el fondo del Golfo; las pocas horas se convierten en días y la tranquila y apacible seguridad de Manning se transforma en angustia por lo que le pueda pasar a él y, sobre todo, a la rubia escultural que lo ha contratado, porque el efecto que causa sobre él es tal que no está muy seguro de vivir o soñarse y ser solo un fantasma de sí mismo «Miró a través del lugar que yo habría ocupado si hubiese existido».

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Charles Williams. Diseño de Josevi Blender.


Un efecto tan devastador, que Manning es incapaz de descubrir si Shannon es una mentirosa manipuladora y él un estúpido ingenuo, o si es la pobre y desvalida mujer tan desesperada y atrapada por las circunstancias como realmente parece. «Teníamos que confiar el uno en el otro. Y lo más disparatado era que yo confiaba. […] Hacía menos de veinticuatro horas que la conocía, […] y, sin embargo, le hubiese confiado cualquier cosa. Quizás no deberían dejarme salir solo». Y Manning la cree y desconfía y la vuelve a creer y vuelve a desconfiar. «Pero… si uno no tenía más que mirar esos ojos grises, grandes e inocentes del tipo ven‑y‑zambúllete para saber que no podía decir un embuste. Por Dios, ¿cuán estúpido se podía ser?». Y cada vez tiene razones para hacerlo. Y nosotros le vamos siguiendo en su confianza-desconfianza, hasta que dejamos de pensar, dejamos de opinar y dejamos que la historia se vaya abriendo paso ante nuestros ojos avariciosos sin dejarnos arrastrar por prejuicios ni ideas preconcebidas.

Las aventuras de Manning y Shannon en su búsqueda imposible por el Golfo de México, bajo la amenaza de dos matones cuya «cara tenía la humanidad de un hacha de guerra», a bordo del Ballerina, constituyen un viaje solo de ida; no hay retroceso posible. Por eso el final es, sin duda, grandioso. Poético y hermoso hasta emocionarnos. Una emoción que deriva no del contenido en sí, sino del hecho de que un escritor con una pluma en la mano sea capaz de imaginar una historia tan completa y darle un final tan redondo.


El arrecife del escorpión, publicada en 1955, es de esas historias que nos quitaban el aliento a los catorce años con su portada colorida en la editorial Bruguera y nos lo vuelven a quitar a los treinta, cuarenta, cincuenta… en Medianoche Editorial, que ha tenido el acierto de rescatar este clásico del olvido ; con una portada sobria, hermosa, sugerente. Una de las portadas de Josevi Blender tan sobria, hermosa y sugerente como todas las suyas.

Un libro que te atrapa y no te suelta hasta que, leída la última línea, dejas escapar el aire que estabas reteniendo y dices: ¡¡Guau, qué novela!!

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El arrecife del escorpión

Autor: Charles Williams

Editorial: Medianoche Editorial

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Reseña de Rosa Berros Canuria
Sigue a la autora en El blog de la fábula
 
El asesino dentro de mi / The Killer Inside Me / Jim Thompson

De Rosa Berros Canuria - febrero 07, 2019

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"Aquí todos dicen «si, señora» y «no, señora» a cualquier persona que lleve faldas; a cualquiera mientras sea blanca, se entiende. Aquí, si se pilla a un sujeto con los pantalones bajados, se le piden excusas… aunque inmediatamente después haya que detenerle. Aquí se es hombre, hombre y caballero, o no se es nada. Y al que no lo sea, que Dios le ampare".

Aquí es Central City, Texas. Un pueblucho fundado en 1870 que debía al boom del petróleo su conversión en una ciudad de 48000 habitantes. En Central City vive Lou Ford, sheriff adjunto.

La novela está contada por el propio Lou en primera persona. Se nos manifiesta como un hombre educado, tolerante, comprensivo. ¿Cómo si no, se describiría al hombre capaz de decir estas palabras? "Aquí, en Central City, no hay muchos maleantes, señorita —expliqué—. Y además también son personas, aunque no actúen bien del todo. Si uno no les hace nada, ellos tampoco. Se avienen a razones".

Pero Lou está aquejado de la enfermedad, algo le pasa a su mente, algo que no puede controlar y que a veces se apodera de él cuando menos se lo espera. Aunque, a veces, tampoco parece que sea tan incontrolado y, en ocasiones, le sirve muy bien para sus intereses.

Lou es hijo de un médico. Su padre quería que él también lo fuera y que no se convirtiera en uno más de los paletos del lugar, pero cuando fue consciente de la enfermedad, decidió que lo mejor que podía hacer era dejar que se transformara en un paleto más y que nunca saliera de la ciudad. Con su problema no podía aspirar más que a un trabajo estable y poco cualificado. Y así llegó a sheriff adjunto.

Lou tenía un hermano adoptivo que murió en un accidente hace seis años. Mike era un buen chico, pero había estado en la cárcel por algún asunto turbio con una niña de tres años, aunque Lou y su padre sabían que era inocente. Cuando salió de la cárcel, el padre "se pasó meses revolviendo cielo y tierra hasta que le consiguió a Mike ese puesto de inspector municipal de la construcción. No fue nada fácil conseguirlo, dada la reputación de Mike, a pesar de lo popular e influyente que era mi padre". Fue en el desempeño de ese trabajo donde Mike encontró la muerte y parece ser que no fue tan accidental, y aunque Lou ya lo sospechaba, algo ahora le hace pensar en la venganza.

La oportunidad para ello se la dará Joyce Lakeland, una hermosa mujer que vive a las afueras y que ejerce la prostit*ción. Además de ser amante de Lou, tiene enamorado a Elmer Conway, hijo del que Lou considera responsable de la muerte de Mike, Chester Conway. Lou empezará a planear su venganza y no dejará que nada ni nadie se interponga en su camino.

Lo que Lou no sabe es que , aunque él así lo crea, no toda la ciudad está convencida de su educación, amabilidad y honradez y hay algunos que ya le tienen bastante calado.

La novela está perfectamente ambientada en una de esas ciudades que tuvieron su florecer con el boom del petróleo y sufrieron después el fin del mismo, quedando para siempre arrasadas y desprovistas, además, del recurso que las había hecho prósperas. "En otro tiempo eran ranchos o casas solariegas, pero habían sido invadidas por los pozos de petróleo, a veces hasta el mismo umbral, y ahora todos los aledaños eran una cloaca de petróleo, agua sulfurosa, y barro recocido por el sol. Los pastos se secaban. Los arroyos y las fuentes desaparecían. Y luego se acabó a su vez el petróleo, y las casas permanecieron, ennegrecidas y abandonadas, perdidas y solitarias entre una maraña de girasoles, salvias y hierbas de toda especie".
Maravillosa y certera descripción.

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Portada del cómic basado en esta novela.


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Jim Thompson

Me ha recordado este personaje a Dexter, el forense asesino de la famosa y genial serie de televisión. Ambos tienen un padre consciente de sus problemas, a ambos su padre intenta canalizarles la psicopatía hacia otras actividades que no supongan atentar contra vidas humanas, y ambos fracasan. Pero mientras Dexter mata para que se haga justicia y evitar males mayores, Lou Ford lo hace por venganza y en su propio interés. Hasta entre los psicópatas hay clases, y si Dexter es un personaje que llega a hacerse entrañable y al que queremos que nada le suceda, Lou llega a darnos mucho miedo y a causarnos cierto rechazo, porque al contrario que Dexter carece por completo de una moral y unas intenciones que seamos capaces de comprender y aceptar. Al menos, hasta el final de la novela, que termina con estos maravillosos párrafos.

"Sí, creo que eso es todo, a no ser que la gente como nosotros tenga otra oportunidad en el otro mundo. Nosotros, la gente como nosotros.
Todos nosotros, que debutamos en la vida con una tara irremediable, que deseábamos tanto y habíamos obtenido tan poco, que con tan buenas intenciones acabamos tan mal… Todos nosotros: Yo y Joyce Lakeland, Johnnie Pappas y Bob Maples, el bueno de Elmer Conway y la pequeña Amy Stanton. Todos nosotros"
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Jim Thompson fue un escritor que tardó en ser reconocido. Hoy es considerado, junto a Chandler y Hammett, la tercera figura más importante en lo que a género negro se refiere en Estados Unidos. Pero no siempre fue así. Cuando murió, con 71 años, le había pedido a su mujer que guardara sus obras manuscritas porque en algún momento, antes de diez años, valdrían mucho dinero. No se equivocó.

Esta, junto a "1280 almas", está considerada de lo mejor de su obra.

Existen al menos dos versiones cinematográficas de la novela. Una de 1976, dirigida por Burt Kennedy, y la más reciente, "El demonio bajo la piel", de 2010, dirigida por Michael Winterbottom y protagonizada por Casey Affleck.

Esta novela entra en el III reto "Nos gustan los clásicos" por estar publicada antes de 1980. "El asesino dentro de mí" está publicada en 1952.

Esta novela entra también en el I reto "Cabalgando entre clasicos" por estar publicada antes de 1970.

Título del libro: El asesino dentro de mí
Autor: Jim Thompson
Título original: The killer inside me
Traducción: Galvarino Plaza
Editorial: RBA
Año de publicación: 2010
Año de publicación original: 1952
Nº de páginas: 227

 
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El libro Al salir del infierno, escrito por John Franklin Bardin, comienza con la salida de Ellen del manicomio en el que ha permanecido durante varios años internada. La protagonista de esta obra es una pianista que padece disociaciones de personalidad, así como pulsiones homicidas. Se trata de un cóctel explosivo que hace presagiar el inicio de una trama lo suficientemente agitada como para engancharnos.

Casada con un director de orquesta, Ellen regresa a casa en Nueva York con su marido dispuesta a recuperar su vida anterior. Entre sus anhelos se halla el poder sentarse ante su clavicordio y, poco a poco, recuperar la actividad como concertista que anteriormente desarrollaba. Sin embargo, pronto descubrirá que ya nada es como antes. La llave con la que permanece cerrado su instrumento musical no aparece y su marido se muestra demasiado distante.

Una historia de locura y obsesiones

Así arranca esta historia que refleja la locura y las obsesiones de un personaje que habrá de enfrentarse a diversas situaciones que no esperaba y que le generan confusión y extrañeza. Los lectores se convierten, de principio a fin, en los compañeros inevitables de las circunstancias que la rodean y del modo en el que el personaje responde a ellas.

Estamos ante una novela de intriga que fue escrita a mediados del siglo XX, en un contexto social muy concreto, sobre todo para las mujeres que hubiesen necesitado ser internadas en un centro por problemas mentales de cualquier tipo. A este hecho se suma un pasado un tanto tormentoso que parece dispuesto a regresar. La vuelta a la normalidad de Ellen no será en absoluto como había imaginado.

El sucesor de Poe

John Franklin Bardin (1916-1981) fue un escritor norteamericano apenas conocido en su país. Sus principales obras fueron El percherón mortal, El final de Philip Banter y Al salir del infierno, reunidas en una trilogía. En ella aborda las psicopatologías, dando lugar a un clima que oprime a quienes deciden adentrarse en sus páginas y que recuerda poderosamente al que lograba recrear Poe en sus libros. Algo similar les ocurrirá a los lectores de Al salir del infierno.

Las novelas de este autor ahondan en la psicología y, en este caso en concreto, en esa fina línea que acostumbra a separar la cordura de la locura, hasta concluir con un final inesperado. La elección de estos temas puede deberse, con toda probabilidad, a la influencia de su historia personal. Bardin se vio obligado a cuidar durante buena parte de su juventud de su madre, que padecía esquizofrenia.

De lectura fácil, nos permitirá leerlo en un corto espacio de tiempo y no solo porque su número de páginas se reduzca a poco más de 300, sino por el hecho de que su historia, aderezada con una tensión visiblemente creciente, nos enganchará página a página hasta que descubramos su desenlace. Será casi imposible separarse de él.

Una novela que no nos dejará indiferentes

Preparémonos para desvelar la trama que nos mantendrá en vilo y que nos hará adentrarnos, como nunca antes, en los laberintos sin aparente salida que representan algunas enfermedades mentales. Su acercamiento y el modo en que nos hace partícipes de ellas se perfilan como uno de sus mayores atractivos, también como su mayor seña de identidad.

Al salir del infierno es el libro indicado para perderse en las páginas de una novela negra, cuya sucesión de acontecimientos hará de la vida de Ellen algo muy parecido a una pesadilla. Horror, angustia, terror y suspense psicológico se dan la mano para crear una historia llena de obsesiones que no nos dejará indiferentes. Será difícil apartarla de nuestra mente incluso después de darla por terminada.

No en vano, maestros del suspense como Patricia Highsmitho Ross MacDonald alabaron el suspense psicológico que la pluma de John Franklin Bardin creó de forma magistral. Por último, nada mejor que reproducir las palabras de Patricia Highsmith sobre Al salir del infierno que aparecen en la portada de esta edición:

Los lectores de esta obra la leerán con horror… Los que puedan soportarla. Y no la olvidarán fácilmente.
Al salir del infierno. John Franklin Bardin, Ediciones B.
 
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El libro de las pruebas, publicado en 1989, es una obra escrita por el autor irlandés John Banville. Este creador se adelantó a su tiempo y, con una literatura de altísima calidad, realizó una novela moderna, en la que el trabajo de los personajes y el relato reúnen algunos de los atributos más valorados por la crítica literaria de la actualidad.

Esta contemporaneidad a la hora de presentar el relato y la excelente calidad en la redacción hacen que la aparente dificultad de leer un monólogo se nos olvide enseguida, por lo que disfrutamos de una lectura entretenida. Las descripciones exquisitas y el excepcional manejo de los tiempos son solo algunos de los puntos fuertes.

Una confesión para retratar un personaje

John Banville nos presenta el recurso de una confesión ante el juez para desarrollar la historia con la voz del propio protagonista como narrador. Mediante sus descripciones de los hechos y su punto de vista, Banville es capaz de retratar a un personaje a quien, aunque en ningún momento le podemos coger simpatía, sí que llegamos a entender.

Es odioso, contradictorio, dubitativo, con cierta inestabilidad psicológica y atormentado. A medida que avanzamos en la lectura y el retrato se hace más nítido, el perfil de Freddie Montgomery va adquiriendo todos los atributos y la complejidad que la crítica del siglo XXI adora. Es precisamente esta capacidad uno de los aspectos más celebrados de la novela.

El retrato nos muestra a alguien humano que evoluciona y se encuentra con sus propias paradojas. En ocasiones, podemos llegar a sentirnos identificados con él, hasta que esas ideas o pensamientos se llevan al límite. En esas situaciones, el estilo introspectivo pone de manifiesto la confusión y la oscuridad en la mente del personaje.

Aunque la técnica y el estilo con los que se ha escrito la novela son impecables, el tono lírico, cínico y autocomplaciente empleado por el narrador es la principal fuente de críticas. Esto, junto con el hecho de que, durante su confesión, Montgomery parece estar más interesado por indagar en las razones de cometer los delitos y comprenderse a sí mismo que en conseguir una sentencia favorable hace cuestionar la credibilidad del relato.

La historia

Como consecuencia del formato de la confesión, la historia se cuenta de delante hacia atrás y sitúa a Freddie Montgomery en el comienzo del relato en una prisión irlandesa, a punto de ser juzgado por los delitos de robo y asesinato. Esto hace que desde el primer momento conozcamos dónde van a desembocar los hechos contados.

A medida que va narrando su origen en una buena familia y su juventud como científico brillante, vemos cómo contrasta con su vida con los últimos años: a la deriva, viviendo un estilo de vida desordenado que le lleva a contraer una deuda. Tras el secuestro de su mujer y de su hijo como garantía de pago, Montgomery pone rumbo a Irlanda para conseguir dinero.

Es aquí donde, más movido por la fascinación que por la necesidad, decide robar un retrato, no especialmente valioso, de una mujer de mediana edad. Esta decisión le empujará a secuestrar y matar a una criada con el único móvil de tener la posibilidad de hacerlo.

El desapego, la obsesión y la incomprensión de las propias decisiones son solo algunas de las emociones que nos ayudan a acercarnos a la mente del protagonista y a comprender qué es verdad y qué es mentira en su relato.

El libro de las pruebas es la novela ideal para quienes son amantes de la novela policiaca y para aquellos que disfrutan con relatos que les permitan indagar en lo más profundo de la mente de los personajes. Se trata de literatura de alta calidad que hará las delicias de los lectores avanzados.

El libro de las pruebas. John Banville. Alfaguara.
 
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They wanted a story they could use against Big Ed Callahan. Rye knew it was a frame-up...that it wouldn't stick unless he talked. But two people had been murdered and the police needed a confession...

Mass Market Paperback, Bantam #968, 181 pages
Published December 1951 by Bantam (first published 1942)
Edition Language
English
 
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In California's High Sierra Mountains, a bank robber on the lam with his mother, his associates and the loot, meet a crippled, beautiful young woman. He must take a terrible choice. Bogart starred in the famous movie based on this novel by the author of "Little Caesar"


Paperback, 175 pages
Published December 31st 1998 by Carroll & Graf Publishers (first published 1940)
Original Title
High Sierra
ISBN
0881842826 (ISBN13: 9780881842821)
Edition Language
English
Setting
California, 1940 (United States)
 
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William Riley Burnett

(Springfield, Ohio, 25 de octubre de 1899 - Santa Monica, California, 25 de abril de 1982), escritor y guionista cinematográfico estadounidense, autor de novela negra.

Tras sus estudios de periodismo hizo pequeños trabajos y escribió cinco novelas que no encontraron editor. Partió entonces para Chicago, donde podía observar el mundo de los gánsteres y el tráfico ilegal durante la ley seca. Allí encontró inspiración para componer su primer éxito, Little Caesar (El pequeño César), que fue muy bien acogida y adaptada al cine con Edward G. Robinson en el papel estelar. Tras esto partió a Hollywood, donde trabajó como guionista y adaptador de más de 50 filmes (Scarface, por ejemplo) Continuó publicando novelas como La jungla de asfalto (The Asphalt Jungle) en 1949, primer tomo de una trilogía y también adaptada al cine. Está enterrado en el Forest Lawn Memorial Park Cemetery de Glendale, California.

Burnett trabajó con grandes actores y directores, incluyendo John Huston, John Ford, Howard Hawks, Nicholas Ray y Michael Cimino, y entre los actores sus textos fueron interpretados por Humphrey Bogart, Ida Lupino, Paul Muni, Frank Sinatra, Marilyn Monroe, Steve McQueen y Clint Eastwood. Recibió una nominación al Óscar de guion original por Wake Island (1942) y La gran evasión (1963). También se le deben guiones de televisión y radio.

Bibliografía[editar]
  • Pequeño César o Los Césares mueren también - Little Caesar (Lincoln McVeagh/Dial, 1929)
  • The Silver Eagle (McVeagh/Dial, 1931)
  • The Giant Swing (Harper. 1932)
  • Iron Man (McVeagh/Dial, 1932)
  • "Saint" Johnson (McVeagh/Dial, 1932)
  • Dark Hazard (Harper, 1933)
  • Goodbye to the Past: Scenes from the Life of William Meadows (Harper, 1934)
  • The Goodhues of Sinking Creek (Harper, 1934)
  • King Cole (Harper, 1936)
  • The Dark Command: A Kansas Iliad (Knopf, 1938)
  • El último refugio - High Sierra (Knopf, 1940)
  • The Quick Brown Fox (Knopf, 1942)
  • Nadie vive eternamente - Nobody Lives Forever (Knopf, 1943)
  • Tomorrow's Another Day (Knopf, 1945)
  • Romelle (Knopf, 1946)
  • La jungla de asfalto - The Asphalt Jungle (Knopf, 1949)
  • Stretch Dawson (Gold Medal, 1950)
  • Little Men, Big World (Knopf, 1951)
  • Vanity Row (Knopf, 1952)
  • Muros de adobe y Hoguera de odios - Adobe Walls: A Novel of the Last Apache Rising (Knopf, 1953)
  • Big Stan (Gold Medal, 1953) (bajo el pseudónimo de John Monahan)
  • Orgullo de raza - Captain Lightfoot (Knopf, 1954)
  • It's Always Four O'Clock (Random House, 1956) (bajo el pseudónimo de James Updyke)
  • Pale Moon (Knopf, 1956)
  • Acosado y perseguido - Underdog (Knopf, 1957)
  • Bitter Ground (Knopf, (1958)
  • Mi Amigo: A Novel of the Southwest (Knopf, 1959)
  • Juego sucio - Conant (Popular Library, 1961)
  • Alrededor del reloj en Volari´s Round the Clock at Volari's (Gold Medal, 1961)
  • Los buscadores de oro - The Goldseekers (Doubleday, 1962)
  • The Widow Barony (Macdonald, 1962)
  • The Abilene Samson (Pocket Books, 1963)
  • Tres sargentos (novelización del guion cinematográfico) Sergeants 3 (Pocket Books, 1963)
  • The Roar of the Crowd: Conversations With an Ex-Big-Leaguer (C.N. Potter, 1964)
  • The Winning of Mickey Free (Bantam Pathfinder, 1965)
  • El hombre frío - The Cool Man (Gold Medal, 1968)
  • Goodbye, Chicago: 1928, End of an Era (St. Martin's, 1981)
Wikipedia, gracias.
 

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