Galicia: tierra de rías, faros, gaiteros y mucho corazón.

De Fisterra a Muros por la Costa da Morte
Mitología, naturaleza y patrimonio conviven en el espectacular litoral gallego

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Playa de Langosteira, Finisterre, Galicia. (KevinAlexanderGeorge / Getty Images/iStockphoto)


Pepe Verdú
07/07/2019 06:00 | Actualizado a 07/07/2019 06:21

No se alarmen, pero oigo un tañido de campanas lejano y sordo, como si toneladas de agua y tierra lo amortiguasen. Seguramente procede de alguna parroquia muy lejana. Ojalá. Paseo por la playa de Langosteira, en el pueblo coruñés de Fisterra, y estoy un poco sugestionado por el raudal de leyendas que concurren en estas tierras.

Por ejemplo, un pescador me asegura que el arca que transportó los despojos del apóstol Santiago hasta Galicia varó en esta playa, no en Padrón. Al parecer, el evangelizador conocía la zona, había predicado en vida, aunque con poco éxito. La población estaba satisfecha con los rituales paganos, mucho más entretenidos que la sosez de la liturgia cristiana. El colmo del rechazo sucedió en la ciudad de Dugium, donde Santiago se sintió especialmente ninguneado.

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Cabo do Fisterra, A Coruña. (Josfor / Getty Images/iStockphoto)
La consecuencia fue un cataclismo, un tsunami divino que sumergió la urbe y ahogó a todos sus habitantes. Caray con el escarmiento. Dicen que, de vez en cuando, las hundidas campanas de Dugium todavía repican como una siniestra advertencia para los vivos; de ahí mi nerviosismo. Supuestamente, la antigua ciudad se encuentra debajo de San Salvador de Duio, un encantador pueblito perteneciente al municipio de Fisterra, tierra adentro. Otras fuentes aseguran que Dugium se oculta bajo la bellísima y salvaje playa de O Rostro, unos kilómetros al norte.

Lo que sabemos con certeza es que nuestros antepasados adoraron al Sol en el monte Facho, la montaña que se desploma sobre el mar en el cabo Finisterre. Con apenas 238 m de altitud, el peñasco se precipita en el Atlántico de una manera dramática. Las panorámicas que ofrece son sobrecogedoras. Se comprende que ártabros, celtas, suevos o romanos acudiesen hasta aquí para presenciar la muerte de la estrella en las aguas oceánicas cada tarde, y su posterior renacimiento matutino más allá de las montañas del este. Para honrar ese prodigio crónico, los fenicios erigieron el Ara Solis, un altar solar que, durante la antigüedad, atrajo a devotos que acudían a adorar al Sol en el confín occidental del mundo. Dicen que el apóstol Santiago destruyó personalmente ese altar. También que el camino jacobeo no es más que una cristianización de la anterior ruta pagana de peregrinación.


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Monte do Facho, Cangas de Morrazo, Pontevedra. (Josfor / Getty Images/iStockphoto)
El cabo y el pueblo de Fisterra forman parte de la Costa da Morte, un abrupto sector del litoral coruñés donde infinidad de barcos se han ido a pique. Solo en el municipio hay constancia de 140 naufragios en los últimos cien años. Más suerte tuvo cierta nave que, en el siglo XIV, se vio atrapada por una tempestad frente a la acantilada costa. Sus tripulantes pugnaban para alejarse de los escollos, sin resultado: la embarcación permanecía inmóvil entre las grandes olas, atrapada en un palmo de océano. Hasta que los marineros se desprendieron de cierta caja, la arrojaron al mar. Esa acción rompió el hechizo y les posibilitó seguir su travesía sanos y salvos. Curiosos, los vecinos acudieron para averiguar el contenido de la misteriosa caja, encontrando una talla de Cristo en madera y en tamaño natural: el actual Santo Cristo de Fisterra. Este exhibe un realismo anómalo, un tanto inquietante, ya que el cabello, las pestañas o las uñas son de origen humano, y el cuerpo está parcialmente cubierto por piel de camello. Se venera en la iglesia de Nosa Señora das Areas.

A solo 13 km de distancia, Corcubión ocupa la zona oriental de una pequeña península, al abrigo de los temporales. El núcleo se ha consagrado a la salazón de pescado desde 1755, cuando inversores catalanes impulsaron esa actividad. Una secuela de aquellos negocios es la presencia de algunos edificios modernistas en el núcleo. Después de pasear por el casco antiguo, lleno de casonas con interés, como el pazo de los Condes de Altamira, acudo al Museo Marítimo local. Sus fondos abarcan más de tres mil piezas e ilustran la historia marinera de la ciudad y del conjunto de la Costa da Morte, con aparejos de pesca, motores, antiguos, primitivos equipos de radio o cuadernos de bitácora.


El castillo del Cardenal se erigió a mediados del siglo XVIII a causa de las trifulcas entre los borbones y la armada británica


El castillo del Cardenal es otro hito urbano. Esta fortaleza defensiva se erigió a mediados del siglo XVIII a causa de las trifulcas entre los borbones —españoles y franceses— y la armada británica. Su propósito fue la protección de la ría de Corcubión, objetivo para el que contó con la ayuda del castillo del Príncipe de Ameixenda, levantado en la otra orilla, en Cee. El fuego cruzado entre ambos cerró la ría a cal y canto. La instalación contaba con una batería de doce cañones y una guarnición formada por noventa hombres. Después de un abandono prolongado, el Estado privatizó el baluarte en 1956.


Salto al otro lado de la ría para visitar Cee y su Museo Fernando Blanco de Lema, con una de las colecciones de material científico más importantes de Galicia: incluye instrumental de laboratorio asociado a los estudios de química y biología. La institución también exhibe varios lienzos de Federico Madrazo, el pintor de cámara de la reina Isabel II, y todo tipo de objetos vinculados al pasado de la comarca. El museo lleva el nombre y ocupa la casa de un indiano filántropo que volvió de América a finales del siglo XIX y que se propuso divulgar la cultura en su pueblo natal.

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La playa de O Ézaro, Galicia (Josfor / Getty Images/iStockphoto)
Antes de abandonar el término de Cee me doy un chapuzón en su playa de Gures, un arenal sin mácula. El motivo de su conservación es que no se accede en coche, solo a pie o desde el mar. Rodeado por bosque, su forma de concha protege el espacio del viento y del oleaje, propiciando unas aguas bastante tranquilas, inusuales en el aguerrido Atlántico.

Mi siguiente destino es O Ézaro, un pueblito marinero con un atractivo paseo marítimo y un bonito centro histórico. El principal aliciente de mi visita, no obstante, es otro: quiero ver cómo el río Xallas se precipita sobre el Atlántico desde más de 100 m de altura y forma una espectacular cascada. El pertinaz impacto del agua dulce ha abierto una cavidad en el lecho oceánico con más de 20 m de profundidad. La panorámica de la catarata es espectacular, sobre todo cuando el embalse de Santa Uxía abre las compuertas, y el agua baja con toda su fuerza.

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Cascada de Río Xallas, O Ézaro, A Coruña. (Alfonso Fernández Gómez / Getty Images/iStockphoto)
Desde O Ézaro, una carreterita serpentea por las laderas del monte Pindo, cuyas graníticas alturas ofrecen esplendorosas panorámicas de la Costa da Morte y de la presa de Santa Uxía. El Pindo es un escenario cinematográfico, parece de cartón piedra. Tiene 627 m de altitud y está a solo 2 km del mar. La tradición popular lo apoda El Olimpo celta por la creencia que fue una montaña sagrada para esa cultura. La argumentación, no obstante, es un poco vaga. Por ejemplo se alude a la presencia de peñascos con formas singulares, que algunos asimilan a antiguos héroes y sacerdotes. Uno de ellos se ha bautizado como El Druida. Dicen que si el visitante le formula una pregunta, la respuesta acude a su mente de manera espontánea.

A Moa, la cúspide del Pindo, cuenta con diversas pías o cazuelas donde se acumula el agua de lluvia, cavidades naturales creadas por la descomposición química del granito. Una tradición sostiene que el agua de esas pías está bendecida por los dioses y tiene propiedades mágicas, sobre todo si se mezcla la procedente de siete pías distintas. Al pie del Pindo se abre la formidable playa de Carnota: con 7km de longitud, es la más extensa de Galicia. También una de las más desoladas y románticas, una de esas playas atlánticas que invitan al paseo, la cavilación o la contemplación, más que a broncearse. En cambio, el espacio tiene unas condiciones pintiparadas para el surf o el windsurf, debido a su exposición a los vientos.

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Playa de Carnota, A Coruña. (jumabufu / Getty Images/iStockphoto)
Carnota también ostenta otro récord absoluto: tiene el hórreo más grande del país, un larguísimo granero en piedra que mide 34,76 interminables metros. Declarado monumento nacional, se construyó en 1768, aunque no se acabó hasta 1783, cuando se incorporaron once nuevos pares de pies a los once ya existentes. Las dos jorobas de granito del monte Louro (241 m) emergen del mar en el confín norte de la ría de Muros y Noia. La laguna de As Xarfas dormita a sus pies, limitada por una lengua de arena en la playa de Area Maior o de Louro. El espacio acoge un ecosistema dunar con una gran variedad botánica y faunística. Llama la atención la presencia de garzas, que, glotonas, acuden atraídas por la abundancia de anfibios y reptiles. La magnífica y cercana playa del Ancoradoiro esta envuelta por frondosos pinares.

Muros es el punto final de mi ruta, el límite entre la Costa da Morte y las Rías Baixas. La ciudad tiene uno de los cascos urbanos mejor conservados de Galicia. Me divierte el espíritu aleccionador con que el Ayuntamiento nombra sus calles: Esperanza, Paciencia, Descanso, Paz...


Muros tiene varias edificaciones de principios del siglo XX con inspiración modernista que contrasta con la sobriedad de las iglesias locales


Totalmente volcada al mar, la ciudad es Conjunto Histórico desde 1970 gracias a su “trama medieval y marinera”. La zona antigua está lleno de calles estrechas, otras sin salida, plazuelas recoletas... El sector que da al puerto se caracteriza por los arcos apuntados de las viviendas marineras y por la presencia de uno o dos pisos de balcones. Muros también tiene varias edificaciones de principios del siglo XX con inspiración modernista. El espíritu jovial de esos inmuebles contrasta con la sobriedad de las iglesias locales.

Culmino mi estancia en el Muíño das Mareas do Pozo do Cachón, un molino que funciona impulsado por los ascensos y descensos del Atlántico. Activo desde el primer cuarto del siglo XIX, es uno de los más grandes de España: la instalación tiene 230 metros de longitud. La misma construcción acogió los Banhos de Santa Rita, adonde la gente de Muros acudía para recibir tratamientos contra diferentes enfermedades mediante baños de algas y agua marina a principios del siglo XX. Una versión popular de la talasoterapia eterna.

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Las olas golpean con fuerza la Costa da Morte (WillSelarep / Getty Images)

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O Barbanza: hemos encontrado una comarca en Galicia que lo tiene todo
Playas kilométricas, piscinas naturales, dunas infinitas... y tan buenas mesas... O Barbanza lo tiene todo.


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Dornas en Corrubedo © iStock



¿Playas kilométricas? Las tenemos: apunta la de Ladeira - Vilar, con sus más de 6 Km. O las de O Castro (Aguiño), Xuño, Seráns o Coroso.

¿Dunas con más de 20 metros de altura? Ahí están, también, en el Parque Natural de Corrubedo.


¿Piscinas naturales y cascadas? Por supuesto: en el río Pedras, en el Lérez y en Ribasieira.

¿Pequeñas islas en las que disfrutar de una tranquilidad absoluta? Cómo no: A Bensa, Vionta, Rúa, las Ínsuas dos Vaos…

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Dunas de Corrubedo © iStock

¿Y si añadimos uno de los pocos miradores desde los que podrás ver toda la costa de las rías, desde las islas Cíes a Fisterra; un museo en el palacio renacentista que una vez fue propiedad de Valle-Inclán, un parque natural cuajado de lagunas o las leyendas que sitúan aquí al caballero Roldán, a sacerdotes paganos que convirtieron en piedra las embarcaciones de los romanos que venían a conquistarlos o a personajes mitológicos como el Olláparo, nuestra particular versión del Cíclope?

Todo eso es lo que da a O Barbanza un carácter único. La comarca, alrededor de la sierra que separa las rías de Arousa de la de Muros e Noia, combina lo mejor de las Rías Baixas con un ambiente que, en cierto modo, se acerca ya al de Costa da Morte y con las producciones más importantes de mejillón, berberecho o conservas de Galicia.




Eso se traslada también a la gastronomía, con una oferta muy apetecible, basada en el producto de la comarca y plasmada en pequeños proyectos singulares. Y todo a poco más de 45 minutos desde el aeropuerto de Santiago de Compostela y a un paso de la autopista del Atlántico, así que si no estás descubriendo ya otra versión de la costa gallega es porque no quieres. Este es nuestro cuaderno de viaje, para que no te pierdas nada:

ENTRANDO EN LA COMARCA

Si llegas a O Barbanza desde la autopista entrarás en la comarca por Padrón. Lo primero que te llamará la atención es el cambio de paisaje, cuajado de ensenadas y pequeñas aldeas al borde del mar. Y en muchas de ellas, sin esforzarse demasiado en llamar la atención, encontrarás pequeños proyectos gastronómicos singulares.

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Puente sobre el río Sar en Padrón © iStock

Es el caso de O Curral do Marqués, en Taragoña. Quizás tengas que esforzarte para encontrarlo pero, una vez allí, esta pequeña taberna tradicional puesta al día hará que haya valido la pena el tiempo dedicado a localizarlo. En verano sacan algunas mesas al patio, al pie de la palmera, en las que disfrutar de una carta breve de producto local actualizado.

A POBRA DO CARAMIÑAL




A Pobra tiene, seguramente, el centro histórico mejor conservado de la zona. Y eso, unido a las vistas a la ría y a su buena oferta hostelera, la convierte en uno de los centros neurálgicos que hay que conocer.

El restaurante Nojira, por ejemplo, es un producto típicamente pobrense. Ubicado en pleno paseo do Areal, a pocos pasos de la playa, en una casa burguesa del siglo XIX, ofrece una carta actual y cambiante en rincones llenos de encanto que en verano complementa con una pequeña terraza en la parte trasera.

Si lo que buscas es comer con vistas, Sisal es tu espacio: un restaurante amplio y acristalado en la planta alta del mercado en el que hay una oferta desenfadada de productos de la ría.

Y si lo que quieres es cocina de la de siempre no dejes de buscar A de Rosa, una casa de comidas clásica, y de pedir sus calamares en su tinta o, sobre todo, la caldeirada de raya. O, en clave de bar, de buscar el Bar Nuevo –ya sé que ya he hablado de él en otras ocasiones, pero es que son muy fan- y su bocadillo de pulpo con queso San Simón da Costa.

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Un restaurante amplio y acristalado para disfrutar de los productos de la ría © Sisal




HACIA EL CABO

Un poco más al sur se encuentra Palmeira, uno de los pueblos que mejor han conservado su ambiente marinero. Allí, en el corazón del casco viejo, a un paso de la iglesia, está Entrepáns, una propuesta reciente que basa su carta en bocadillos de acento nativo (prueba el de zorza en pan del país o el de lacón con queso y pimentón), fajitas y hamburguesas de ternera gallega.

En Aguiño, un pequeño pueblo de pescadores rodeado de arenales, el Tía Elisa ofrece una cocina gallega actualizada en un agradable local a un paso del puerto en el que aún abundan las dornas, las embarcaciones tradicionales de la zona.

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Playa de O Castro en Aguiño © iStock

En Corrubedo, en el segundo de los dos cabos que rematan la península, conviene parar en Benboa, con su sala acristalada abierta al mar y su pescadería en la que el cliente elige la pieza que quiere que le cocinen, o en Balieiros, el hostal en el que hoy Lara y Suso, formados en el equipo de Casa Solla, plantean su propuesta personal con vistas espectaculares a la playa de Balieiros y a un paso del faro.

LA ORILLA NORTE

Entramos en un territorio de playas batidas por el oleaje y de pueblos más pequeños. La orilla norte de O Barbanza es parte ya de la Ría de Muros y Noia y ofrece una versión menos urbana de la vida en la zona.




Porto do Son, con los apenas 2.000 habitantes del casco urbano, es la localidad más grande de este tramo de costa. Aquí lo mejor es dejar el coche en el puerto y callejear hacia la plaza de España y el mirador de A Atalaia.

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Porto do Son © iStock

De camino, lo suyo es hacer una parada en Panadería Piñeiro y comprar una de sus famosas empanadas (la de calamares es un espectáculo) o una tradicional rosca dulce de la zona. Lo mejor es llamar antes para encargar, porque aquí el género vuela.

Y de vuelta en el puerto, una de pulpo, quizás unos chinchos (jurelitos) fritos en el Bar Chinto, alguna ración en la terraza del Bar Porto, un bocadillo de calamares en el Porto Nadelas...

EL INTERIOR DE LA RÍA

Acabamos el recorrido en esa parte interior de la ría, donde desembocan los ríos San Xusto y Tambre, junto al arenal de Testal, donde se producen los que para muchos son los mejores berberechos de Galicia.

Noia tiene un casco histórico de origen medieval realmente bonito en el que es fácil pasar horas callejeando sin rumbo. Entre la iglesia de San Martiño y la de Santa María A Nova, en un estrecho pasaje que es fácil que te pases por descuido, está el despacho de O Forno do Couto.

Noia es una villa panadera y la competencia aquí es dura, pero O Couto tiene un nivel realmente alto de empanadas y de dulces locales, como el pudin de pan (los más mayores aún lo conocen como Calleiro) que no deberías dejar de probar.



A pocos kilómetros, ya en la otra orilla, O Freixo es uno de esos enclaves cuyo nombre se transmite entre los amantes de la cocina del mar debido, sobre todo, a dos locales: el restaurante Ríos y Pepe do Coxo.

El primero cuenta con una terraza abierta al puerto y una estupenda selección de pescados y mariscos de la ría, entre los que no pueden faltar las ostras, el producto fetiche en este pueblo.

El segundo, con un ambiente más de bar de puerto de los de siempre, ofrece una buena selección de los clásicos de este tipo de establecimientos: pulpo, calamares, navajas y, por supuesto, también ostras.

Desde aquí ya sólo queda seguir explorando hacia el norte, entrando en Costa da Morte al pasar Muros, o regresar hacia las ciudades, por la autovía que une Noia con Compostela y que en apenas media hora te dejará de regreso en la autopista.

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Grandes clásicos de las rías gallegas © Restaurante Pepe do Coxo

https://www.traveler.es/gastronomia...es-playas-que-hacer-que-ver-donde-comer/15734
 
La primera y única mina de coltán de Europa está en un pueblo de Ourense

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A la mina de Penouta se llega a través de una empinada carretera que zigzaguea entre las laderas plagadas de robles, castaños y peñascos de Viana do Bolo, en Ourense, tan cerca de la frontera con Portugal que durante el viaje la radio del coche sintoniza emisoras lusas. Durante el ascenso -Penouta se alza a 1.300 m de altitud-, el visitante deja atrás bosques enlutados por los incendios de 2017, conduce durante un buen trecho a la par del río Camba y baja la marcha a su paso por parroquias en las que el ritmo del tráfico -un goteo pausado de turismos- lo marcan el traqueteo de los chimpines o los perros que dormitan con la panza pegada al asfalto recalentado por el sol.

El mismo camino recorrían en 1929 -mientras los brókeres se lanzaban desde las cornisas de Wall Street- los obreros que acudían a Mina Olga, precursora de Penouta, para arañar a sus paredes filones de cuarzo mineralizados con casiterita. O en la década de los 70, cuando una sociedad liderada por Altos Hornos de Vizcaya convirtió la explotación en la principal mina de estaño del país. Bastante antes, ya los romanos habían hendido sus palas en el suelo rojizo de Viana en busca quizás del codiciado oro que abundaba en la vecina Ourense.

Hoy de las entrañas de Penouta se extrae algo más que estaño e incluso más preciado que el oro o la plata. En la bucólica mina de Viana se obtiene casiterita y columbo-tantalita, que contiene tantalio y niobio. O como se conoce de forma habitual: coltán, el valioso “oro negro” por el que suspira la industria tecnológica. Su gran capacidad para conducir electricidad y alta resistencia a la corrosión química lo convierten en una pieza clave -entre otros sectores TIC- para la microelectrónica, las telecomunicaciones o la industria aeroespacial y biomédica.

La extracción de este codiciado mineral metálico no es frecuente en Galicia. Ni en España. Tampoco en el resto del continente. Desde que la empresa Strategic Mineral Spain recuperó la antigua explotación minera de Viana do Bolo y la puso en marcha -hace tan solo unos meses-, Penouta se ha convertido en la única mina de coltán de, como mínimo, el sur y centro de Europa. De hecho la explotación ourensana está todavía calentando motores: a finales de abril permanecía al 60-70% de su capacidad.

“Penouta es un referente”, inciden desde Strategic, compañía española con inversores implicados en otros proyectos mineros en Venezuela o Canadá. Su “valor destacado” se apoya para la empresa en tres razones. La primera, evidente, es la importancia del tantalio y el niobio, considerados minerales estratégicos por su elevada demanda en la industria tecnológica.


Mineral conflict-free, con garantías de origen

A la hora de presentar su proyecto, sin embargo, Strategic Minerals pone énfasis en las otras dos características que definen la explotación de Penouta. La principal es que el coltán que obtienen es conflict-free, lo que garantiza que durante su extracción se respetan los derechos laborales. Con ese sello el mineral que se obtiene en Ourense se diferencia por ejemplo del procedente de la República Democrática del Congo (CDR), donde a menudo está vinculado a sangrientas guerras.

En 1929 se extraían de Penouta filones de cuarzo mineralizados con casiterita. A lo largo de su historia, la mina ha pasado por diferentes manos, incluida Rumasa. En la década de los 70 llegó a ser la explotación más importante de estaño del país.
A mayores -y ese es el tercer gran valor de Penouta para los responsables de Strategic Mirenals- la labor en la mina sigue un esquema de economía circular que revierte la riqueza en el entorno. Del medio centenar de empleados que a día de hoy trabajan en la explotación ourensana, cerca del 80% son vecinos que residen en Viana do Bolo o la comarca lindante.

Tener por bandera el respeto a los derechos y el entorno puede parecer anacrónico en pleno siglo XXI, pero no lo es tanto en un sector que para muchos se asocia con las guerras en la RDC, donde -según un informe difundido por Aministía Internacional (AI) en 2016- se produce el 50% del cobalto del mundo.

En su estudio AI incide en las condiciones deplorables que sufren los empleados de las explotaciones congoleñas. “Al menos 80 mineros artesanales murieron en los túneles en el sur de la RDC entre septiembre de 2014 y diciembre de 2015”, ilustra el dossier. Sus autores no descartaban que el número de fallecidos fuera incluso mayor: “Muchos accidentes no se registran y se dejan los cadáveres enterrados bajo rocas”.

Los peor parados son los niños. Durante su investigación Amnistía desveló las condiciones de esclavitud a las que se sometía a los pequeños en las minas: jornadas de 12 horas, una carencia absoluta de las más elementales medidas de seguridad, manejo de cargas pesadas incluso para un adulto… Y todo por un salario diario que oscilaba entre uno y dos dólares. Según datos de UNICEF, en 2014 había 40.000 niños en minas repartidas por el sur del Congo, muchas de ellas dedicadas al cobalto.


Con el paso de los años se ha logrado que las empresas pongan cada vez más atención en el origen de los minerales que usan. Sin embargo AI demostró cómo -al menos en 2016- el cobalto ligado a la explotación infantil seguía una intrincada cadena de intermediarios que le permitía terminar en los dispositivos de Apple, Microsoft, Samsung o Sony, entre otras marcas.

Una antigua explotación recuperada

Penouta destaca por otro rasgo, además del respeto por los derechos laborales y el medioambiente. El mineral no se arranca de la roca madre, sino de dos balsas y una pequeña cordillera de escombros mineros que circundan las oficinas de Strategic. Unas y otras -balsas y escombreras- son los vestigios de la actividad extractiva que se desarrolló en Viana do Bolo entre la década de los 70 y 1982, cuando la mina era propiedad de Rumasa.

Antes de que la explotación se clausurase en 1985 -una vez expropiada a la sociedad de Ruiz Mateos pasó a manos de Minas de Almadén y Arrayanes, filial de Sociedad Estatal de Participaciones Industrales (SEPI)- la labor en Penouta se hacía a cielo abierto y “a bulto”, con un sistema de trabajo que asumía el descarte de grandes cantidades de mineral.

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Entorno de la mina, en Viana do Bolo (Ourense).

Durante aquella etapa la planta vianesa carecía de maquinaria para molienda y trituración. En la práctica eso significaba que durante el proceso se perdía un volumen considerable de minerales, que terminaban depositados en las escombreras o en el fondo de las balsas. Según cálculos de Strategic, se habrían dejado de tratar alrededor de 15 millones de toneladas. En la década de los 80 ni la demanda de columbo-tantalita por parte de la industria tecnológica era tan elevada ni la minería podía aprovechar entonces los recursos como lo hace ahora.

Las anteriores empresas que explotaron Penouta usaban métodos de trabajo diferentes, menos selectivos. Los estudios de Strategic Minerals concluyen que dejaron de tratarse 15 millones de toneladas de material.
Fueron esos descartes los que despertaron el interés de la empresa minera con sede en Madrid. Después de que Enadimsa realizara un estudio en 1984 que señalaba el potencial de las balsas y escombreras, Strategic empezó sus propias investigaciones. En 2013 logró una declaración de impacto ambiental positiva de la Xunta de Galicia y en un tiempo récord -como reconoce la compañía- pusieron a andar la mina.

La sociedad dispone de dos licencias: una conocida como Sección B para explotar los “residuos” dejados por sus antecesores y otra de tipo C, que le permite investigar el aprovechamiento de la roca madre de Penouta. La primera permite su labor actual. La segunda es una puerta abierta para mantener la actividad en el futuro, en caso de que la empresa lo considere viable.

“El hecho de tener que extraer residuos supone un reto a mayores. No es como trabajar con una veta de oro”, explican desde Strategic. De cada 100 kilos que la empresa rescata de las escombreras o balsas de Penouta cerca de un kilo (1%) son minerales metálicos: columbo-tantalita y estaño.


La mina genera también cuarzo o feldespato

El 99% restante se compone de cuarzo, feldespato potásico y sódico, mica blanca y caolitina, materiales industriales que la empresa comercializa para “revalorizar todo lo posible el residuo minero”. De nuevo según los cálculos de Strategic, los minerales metálicos y los “subproductos” suman el 85% de todo lo extraído. “Solo se desecha un 15%”, apostillan.

Fruto de sus investigaciones, Strategic estima que en las balsas y escombreras de Penouta habría unos 12 millones de toneladas de “material explotable”. Extraerlo le llevará a la empresa cerca de 14 años y medio, si bien sus trabajos en Viana do Bolo se prolongarán hasta rozar las dos décadas (17). La última fase se centrará en la recuperación de su entorno natural.

Una vez alcanzado ese horizonte es muy probable que la dirección de Strategic tenga ya sobre la mesa las conclusiones de su Sección C. Con ellas podrá determinar si le resultaría o no rentable trabajar sobre la roca madre. De momento la inversión prevista por la compañía ronda los 22 millones de euros.

Los concentrados de casiterita y columbo-tantalita que se obtienen gracias a procesos de decantación con agua -la mina usa la fuerza de la gravedad y centrífuga para separar los minerales por densidades- se comercializan a la industria especializada, que es la que se encarga más tarde de su tratamiento.

El grueso de la mercancía extraída de entre los escombros de la antigua mina de Rumasa se exporta al extranjero a través del puerto de Vigo, situado a escasas dos horas y media por autovía. Además de en Viana do Bolo, la firma tiene una investigación abierta en Avión, otra villa ourensana que queda a dos horas de Penouta, si bien todavía permanece en fase de estudio.


El compromiso: recuperar el entorno natural

En su puesta en marcha Penouta logró algo no muy común en las minas: iniciar su actividad sin apenas rechazo social. “La aceptación ha sido muy grande”, certifica la empresa. Parte de esa ausencia de oposición reside en el compromiso de Strategic de que, tras su labor, “la calidad ecológica mejorará” respecto a cómo estaba el entorno hace apenas unos meses.

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Laboratorio de Strategic Minerals, en Penouta.

A su favor juega el pobre estado en el que se encontraba la mina a su llegada, con barracones y estructuras de hormigón abandonadas desde hacía décadas y puntos de almacenaje de residuos peligrosos. Según explica Strategic, una de las sorpresas desagradables que se llevó al establecerse en Penouta fue el hallazgo de “grandes cantidades de uralita”. Debido a su alto contenido en amianto, tuvo que recurrir a los servicios de una empresa especializada para que las retirara.

Durante la fase de alegaciones al proyecto la Sociedad Gallega de Historia Natural (SGHN) pidió que se contemplase la proximidad de la mina -que ocupa una superficie equivalente a unos 240 campos de fútbol- al Lugar de Importancia Comunitaria (LIC) Pena Trevinca, una zona incluida en la Red Natura. El presidente de la SGHN e investigador del CSIC, Serafín González, reconocía sin embargo hace poco al diario ABC que, en Penouta, “además de aprovechar las escombreras, no se emplearán productos químicos peligrosos como el arsénico o el cianuro”.

“El hecho de tener que extraer residuos supone un reto a mayores. No es como trabajar con una veta de oro”, explican desde Strategic. Del material que obtiene en las escombreras y balsas, solo el 1% son minerales metálicos.
Desde el Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos y Grados en Minas y Energía de Galicia (COIMT), Juan Pedro García de la Barrera reconoce que el caso de Penouta es “muy curioso” por la buena acogida de los vecinos. “El proceso administrativo fue rápido y la empresa lo hizo muy bien, lo tenía todo claro y sus instalaciones son modélicas”, apunta el directivo del COIMT, quien confía en que prospere el trabajo en la sección C, las investigaciones para la explotación de la roca madre.

“Galicia tiene mucho potencial internacional en mineral metálico”, abunda García de la Barrera. Su experiencia como ingeniero le lleva a lamentar sin embargo que el sector no reciba mayor apoyo de las instituciones. “Por desgracia tenemos una administración minera en Galicia que no apuesta duro por el tema, hay una riqueza que no se puede perder”.

Trabajo minero sin reactivos químicos ni explosivos
El catedrático de Edafología y Química Agrícola de la Universidad de Santiago de Compostela (USC), Felipe Macías, subraya que la labor en Penouta permite aprovechar los descartes abandonados durante la anterior explotación. “Por lo que he visto lo están llevando extraordinariamente bien”, comenta el académico poco después de visitar la mina. Macías no descarta incluso que cuando finalicen los trabajos -y Strategic recupere el medio- el entorno pueda integrase en la Red Natura.

“Los procedimientos que usan son físicos, sin reactivos químicos ni explosivos. Se están realizando plantaciones y hay una visión del control de las aguas”, certifica el profesor. Los avances legislativos de los últimos años le llevan a apuntar que, aún en el caso de que Strategic opte en su momento por trabajar la roca madre de forma directa, no tendría por qué dañar el medio. “Hoy en día la explotación minera es compatible”, zanja.

Hay otro motivo que explica la buena acogida que tuvo la reactivación de A Penouta en Viana: su “huella social”. Durante años la mina jugó un papel importante en la economía del municipio, que según el Instituto Galego de Estadística (IGE) ronda los 3.000 vecinos y que -al igual que la inmensa mayoría del rural gallego y del resto de España- padece los efectos del invierno demográfico: baja natalidad y envejecimiento.

Si el IGE estima que este año el número de residentes en el área ronda los 6.900, su proyección para dentro de una década rebaja la población a 5.400. En 2031 calcula que ya serán 5.200.


Revulsivo contra el invierno demográfico

El alcalde de Viana do Bolo, Secundino Fernández, reconoce que la mina no solucionará por sí sola la despoblación que sacude al rural gallego, pero se muestra “contento” con la llegada de Strategic. Hace dos años firmó con sus directivos un convenio por el que la empresa se comprometía a dar “ventaja” a los vecinos del municipio a la hora de contratar personal. El aterrizaje de la compañía -anunciado en plena crisis- despertó interés más allá de Ourense. En 2015 el Concello afirmaba haber recibido 3.000 currículos procedentes de toda España.

“La reactivación de la mina se nota en la economía de Viana, creó empleo y también trajo gente de fuera. Se percibe en la hostelería, el comercio o los alquileres”, detalla Fernández. El desembarco de personal para trabajar en Penouta dejó en mínimos el stock de pisos en arrendamiento del municipio. “Ahora hay escasez, sobre todo de apartamentos pequeños”, anota el primer edil vianés, quien destaca que la “vuelta a la vida” de la antigua mina de Rumasa coincide con la apuesta creciente de los jóvenes de la comarca por el sector agro ganadero local.

Que Penouta vuelva a mover camiones, operarios, ingenieros… cumple también los sueños de muchas familias vianesas que vieron cómo varias generaciones encontraban empleo en la mina. “Como en el pasado había creado trabajo y actividad económica, en cierto modo se veía como una especie de mito del maná. Muchos jubilados actuales trabajaron en ella”, reflexiona Fernández.

Penouta se clausuró a mediados de la década de los 80. En Viana do Bolo habían trabajado en la explotación varias generaciones y en muchas familias se esperaba la reactivación de la mina.

La mina no es el único motor económico que perdió fuelle a lo largo de las últimas décadas en Viana. El regidor recuerda que durante la segunda mitad del siglo XX -hasta los años 80- las hidroeléctricas generaban un importante volumen de empleo. En su calidad de capital comarcal, Viana do Bolo acogió a muchos de los técnicos que se encargaban de las presas vecinas. En medio del pueblo, muy cerca de la casa consistorial, todavía se alza el viejo polígono de viviendas construido en su día para los operarios de Iberdrola. “Las presas siguen, pero los empleados no. Ahora están concentrados en otros puntos”.

Coltán "made in Galicia"
Penouta no solo fortalece la economía de la comarca. Supone también -precisa el regidor- un motivo de satisfacción para la pequeña villa ourensana. “Que se pueda explotar sin riesgos medioambientales y de forma respetuosa con el medio es un orgullo”, anota Fernández. A esos valores añade que de las antiguas escombreras y balsas de Rumasa se obtenga coltán “de forma legal y dejando riqueza en el entorno”. “Espero que lleve el nombre de Viana do Bolo por el mundo adelante”.

El Consistorio valora incluso aprovechar el interés que suscita Penouta para -combinado con el paisaje boscoso en el que se enclava la explotación- incentivar el turismo. El convenio firmado en 2016 entre el Ayuntamiento y Strategic ya contempla la creación de un aula didáctica que explique la historia y valor de la mina. La propia compañía reconoce en un dossier elaborado al iniciar su labor que, cuando termine su trabajo en Viana do Bolo, mantendrá un edificio para que sirva de museo, con maquetas, fotografías y muestras de minerales.

https://www.xataka.com/empresas-y-economia/primera-unica-mina-coltan-europa-esta-pueblo-ourense

 
Una bacanal medieval en Galicia
Así es la 'Festa da Istoria' de Ribadavia, donde pagar con maravedíes y despedir agosto a lo grande.

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Una bacanal medieval en Galicia © Alamy


Pues ya que me sacáis el tema de las bacanales en la pequeña galia, os hablaré de una que despide agosto, como se despiden las gestas épicas y los veranos históricos. A lo grande.

Mientras la otra parte del mundo se achicharra al sol dejando días que dan más pereza que pelar la fruta, en Ribadavia, Ourense, se celebra una fiesta histórica: "a Festa da Istoria". Imagínate cientos de personas vestidas como si estuvieran en el medioevo en medio de un barrio del siglo equis palito palito, visitando los puestos del mercado con sus artesanos, bebiendo en vasos de cerámica, comiendo dulces judíos y pagando sus cuotas en maravedíes. Hay hasta una boda. Como te lo cuento.


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La Plaza Mayor de Ribadavia se vista de estandartes medievales © Alamy

Ya sabemos que a los gallegos nos vale pulpo como animal de compañía, y cualquier excusa es buena para montarla, pero esta fiesta es de otro nivel. Unos pequeños consejos: lo de encontrarte todo un barrio colapsado de damas, caballeros, campesinas y tenderos es cierto. Sin contar con los locales que van disfrazados, el cuerpo de voluntarios que trabajan muy duro para que todo funcione supera el medio millar -para una población de cinco mil habitantes es mucha la gente que participa-, y algunas de las actividades que se celebran estos dos días -30 y 31 de agosto- solo son accesibles si vas vestido de época como el Gran desfile da Istoria.




Venga, que vestirte de arquera o de humilde campesino con cuatro paños de andar por casa es fácil. Tip: cómprate un disfraz sencillo, tunéalo y a la guerra.

Lo de los maravedíes tampoco nos lo inventamos. Es la única moneda aceptada y hay que cambiarla en el Banco de la Alhóndiga, en la Plaza Mayor, o en las pequeñas sucursales que hay repartidas por el barrio.



Como bola extra te recomendamos pillar una jarra de cerámica y llevártela contigo a todas partes. La mayoría de locales se negarán a servirte lo que consuman en vasos de plástico, por aquello de respetar la historia, ya que no nos imaginamos a un guerrero medieval con un táper (el táper: el invento del siglo y no el internet ese) y como seas como un servidor, que se vuelve loco comprando cosas, puedes acabar con muchas jarras de cerámica, y los brazos no dan para tanto.

Estas fiestas ya tienen su lugar en la Historia. Se celebraban festejos similares allá por el siglo XVII y siguieron haciéndose hasta mediados del XIX, que se abandonaron. Fue a finales del siglo pasado, hace más de tres décadas, cuando se recuperó y se le dio forma.




Aunque el viernes empieza con fuerza, el sábado es el día grande, con recreaciones, actos y eventos por todas partes. Desde luchas campesinas en un campamento con mercenarios en la Alameda hasta exhibiciones de esgrima en el castillo de los Sarmiento. Un baile de época, cetrería, un ajedrez humano y una boda sefardí. Y un torneo medieval, y conciertos de música. Y si quieres ir al Xantar medieval -una descomunal y pantagruélica papatoria- recuerda que hay que reservar con antelación.



No me queda nada, ¿no? Bailes y concursos y exposiciones y torneos. Lo dicho, hasta para gritar el sempiterno vivalosnovios de toda la vida.

Pero vamos a ponernos en el peor de los escenarios posibles y que esos dos días no puedas ir -mal, muy mal, hala, al rincón de pensar-. Puede que no te perdonemos nunca cual Íñigo Montoya, pero Ribadavia merece la pena todo el año.

UNA VISITA POR RIBADAVIA PARA CUALQUIER ÉPOCA DEL AÑO

Ribadavia está en zona de vinos -estamos en los dominios del Ribeiro- y todo el valle está repleto de pequeñas bodegas en las que probarlo a un precio muy asequible, además de rutas bodegueras para aquellos que quieren probarlo todo en una tarde.

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Viñas en el valle de Ribadavia © Getty Images




Lo del barrio judío es también cierto. Del siglo XII conserva parte del trazado original y de sus calles estrechas.

Hay confiterías que elaboran dulces judíos muy ricos. Otro de sus secretos -y uno de mis mejores recuerdos- es para repetir: la taberna O Papuxa.Esta taberna es de un mundo pasado que todavía se resiste al paso del tiempo. Aquí llegas, pides unas cuncas y te sirves tú mismo. Cuando te marchas dices cuántas te has tomado, pagas y te vas. Y ya.

En O Papuxa hay leyendas e historias en cada piedra de la casa. Hay hasta una terraza interior en la que el planeta se para un rato a envidiarte. Hay incluso un pequeño túnel. Se dice que los judíos, expulsados muy malamente por los Reyes Católicos, se escapaban por él hasta dar con el río.

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Esto es Galicia © Facebook / O Papuxa

De escapar del mundanal ruido también van otros dos pequeños escondites. A diez minutos está Prexigueiro, una pequeña localidad que tiene unas termas al aire libre que son para la eternidad. Agua caliente, el sonido de la naturaleza, del río Cerves que pasa al lado y silencio.

El otro escondrijo es para valientes. Las pozas de Melón están a menos de veinte minutos y son pequeñas piscinas hechas de forma natural en el cauce de un río. La poza da Estrela tiene un pequeño muro de hormigón para hacerla más profunda, pero las pozas das Mestas no tienen retoque humano, y las vistas son impresionantes. A diferencia de las termas, aquí el agua roza temperaturas subárticas. Quedas avisado.




Como muestra del caos y el orden, de la vorágine y el silencio, si quieres estar en la tranquilidad absoluta tanto como disfrutar de la locura en medio de la barbarie y la trinchera en donde todo es absolutamente verde, tan tan verde que hay gamas que al pantone le queda por catalogar, este es tu sitio, este es tu lugar.

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Incluso las señoras de Ribadavia irán a la Festa da Istoria © Alamy

https://www.traveler.es/experiencia...a-medieval-en-galicia-finales-de-agosto/15885
 
07·08·2019
El fenómeno de las orquestas de Galicia: verbenas nivel Rosalía
Las orquestas son, más que una aficción, el hábito cultural preferido por los gallegos, casi 20 puntos por encima del cine.


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El fenómeno de las orquestas de Galicia © Dani Keral




No sé su nombre, sin embargo le he hecho varias fotografías, hemos bromeado, he visto su cara de agotamiento. Tampoco sé el de ella, aunque también hemos hablado, me ha contado que son hermanos y que llevan más de 25 años unidos –cada uno a su forma– a esa caja de luz mastodóntica que se transporta en tres tráiler y que acoge, cada noche de verano, a la orquesta Panorama, la más importante de España, con facturaciones que se mueven entre los 20 mil y los 30 mil euros por actuación y que atrae a tanta gente que provoca atascos kilométricos en las carreteras nacionales.

Hoy toca atasco, y de los grandes: la Panorama no tocará sola. Lo hará en un duelo con la número dos de la Champions Leage de las orquestas gallegas, la Paris de Noia. Aunque todo esto él no lo verá.


Le toca irse a dormir, tiene que estar descansado para desmontar el escenario, subirse al volante y conducir de madrugada hasta el siguiente destino, a varias horas de distancia.

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Ni Beyoncé © Dani Keral

ORQUESTAS DE GALICIA, ALGO ÚNICO EN ESPAÑA

Hoy hace un año que sucedió: Callobre, una pequeña parroquia pontevedresa de 413 habitantes juntó a la Panorama y a la París de Noia el día grande de las fiestas. Un derby por todo lo alto.




Los miembros de la comisión de festejos esperaban bastante afluencia pero lo que ocurrió los sobrepasó por completo: un atasco de varios kilómetros mantuvo parados a los miles de fanáticos de las orquestas gallegas que intentaban acceder al lugar. El aparcamiento –puro campo– se llenó hasta más allá de la bandera.

Este año va a volver a repetirse el duelo, aunque no se espera a tanta gente. "El año pasado cayó en sábado, este, al ser domingo, quizá venga menos gente, porque mañana hay que trabajar", explica a Traveler.es uno de los miembros de la comisión de fiestas, mientras distribuye los vehículos que comienzan a llegar al lugar.

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Un auténtico fenómeno fan © Dani Keral

Lo que ocurre con las orquestas y verbenas en la esquina noroeste de España es todo un fenómeno sociológico que a los profanos en el tema les provocará un pequeño cortocircuito: ¿cuál es el mecanismo para que pueblos de pocos centenares de habitantes gasten cifras millonarias en traer orquestas (cifras recaudadas, la mayoría de veces, por los propios vecinos)? ¿Por qué miles de personas se mueven cada verano de aquí para allá buscando sus orquestas favoritas? La clave está en la tradición.

Si le preguntas a un gallego (o gallega), su respuesta será tajante: "como gallega te digo que para nosotros la Panorama no tiene nada que envidiarle a Rosalía", me escribe, entre risas, María Fernández Carballo en respuesta al email que le había mandado proponiéndole el tema de las orquestas gallegas.




María Fernández es la redactora jefe de Condé Nast Traveler Digital y cuando le llega un tema sobre su tierra, la tonada se le vuelve aún más cantarina y el acento le vibra con cada golpe de tabulador. Y es que hablar de las orquestas es hablar de algo tan gallego como el pulpo á feira o el percebe de Roncudo.

El origen de este furor proviene de la tradición verbenera. En una comunidad con un acento rural tan potente las verbenas siempre fueron una actividad profesional muy arraigada.

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La gastronomía es la otra parte fundamental de una buena verbena gallega © Dani Keral

Como explica el investigador Xaime Fandiño en su artículo de 2009 Do palco ó escenario. Unha aproximación analítica á industria da música nas festas populares de Galicia, esta es "una actividad en la que el 65% de los gallegos declara participar al menos una vez al año. Una aficción que detenta la categoría de hábito cultural preferido por los gallegos, casi 20 puntos por encima del cine".

Según explica Fandiño en el artículo, "la base fundamental de la actividad musical de las fiestas populares en Galicia recae desde tiempo inmemoriales en la figura del ramista, nombre con el que se conoce al vecino a quien le corresponde organizar y recaudar el dinero necesario para costear la fiesta tradicional de la parroquia". Junto a ese ramista se encuentran "un grupo de personas que constituyen una especie de órgano de gestión que se conoce como comisión de fiestas".




La comisión de fiestas: esos humanos que viven al límite, jugándose el prestigio de su localidad al traer una orquesta que esté a la altura y, a la vez, haciendo malabares con el presupuesto saliendo a recaudar, puerta por puerta, el dinero necesario entre todos los vecinos del pueblo.

Un difícil equilibrio en el que, como explica el artículo de Fandiño, "hay que conseguir una cantidad de dinero suficiente para atreverse a contratar una o dos orquestas de renombre y que estas, a su vez, atraigan un público suficiente como para conseguir los ingresos necesarios para que las formaciones puedan cobrar y que la fiesta no ocasione pérdidas".

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Un keytar: lo máximo © Dani Keral

Según el informe, en 2010 se contabilizaron 2837 verbenas con presencia de orquestas, de las cuales, solo 29 tuvieron lugar en las siete grandes ciudades gallegas. Es decir, el fenómeno de las orquestas verbeneras sucede casi exclusivamente a nivel rural.

En el estudio se explican algunas causas de la escasa presencia urbana, entre ellos la mentalidad de que las orquestas son consideradas como algo menor (apostando por grupos de más renombre), la pérdida de tradición en los barrios o el poco tiempo de margen de contratación con el que actúan los ayuntamientos sumado a la apretada agenda de algunas de las orquestas más populares.




Y es que el ritmo de actuaciones veraniegas de las orquestas no lo iguala ni Rosalía: la orquesta Panorama, por ejemplo, completa los meses de julio y agosto casi con actuación diaria, alcanzando lugares como Madrid, Valencia o Zaragoza –es la única orquesta que ha superado los límites de Galicia y zonas colindantes como Zamora, León o Asturias–.

Fueron precisamente la Panorama y Rosalía quienes encabezaron la actualidad en marzo de 2019 por un episodio de conflicto musical entre el ayuntamiento de Valladolid y la artista catalana. Tras un tuit publicado por el alcalde Óscar Puente en el que descartaba la presencia de Rosalía por su alto caché, la artista desmintió la cifra citada por este, provocando un curioso debate en la red social.



Al final, Puente optó por fichar a la orquesta Panorama respondiendo así a las peticiones de muchos ciudadanos que, según él, lo habían solicitado.




LUCES, FUEGO, HUMANOS VOLADORES Y CANCIONES COMUNISTAS

La noche brilla en tonos dorados mientras más de 15 artistas se mueven de forma frenética por el escenario. De pronto, sucede: suspendido a varios metros del suelo, el guitarrista de la París de Noia aparece volando desde la parte superior de la estructura sujeto por un arnés.

Mientras, decenas de adolescentes –y no tan adolescentes– saltan, bailan y gritan al contemplar una de las razones por las que esta orquesta es considerada la segunda mejor en el ranking elaborado por la página web orquestasdegalicia.es.

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La gran pasarela sobre el público © Dani Keral

La calidad de una orquesta viene determinada por muchos factores y uno de los más relevantes es el escenario: cuanto más grande y con más juguetitos, mejor. En ese sentido, los de París de Noia y Panorama compiten en bestialidad.

Con un despliegue de varios tráiler, los escenarios de ambas formaciones son una virguería estructural: plataformas móviles, elevadores, pasarelas, cañones de fuego, varios pisos distribuidos a diferentes alturas, infinidad de focos y grandes videopantallas... Un auténtico Optimus Prime verbenero.




Toda esa superficie escénica hay que llenarla y en ese punto ambas orquestas tampoco andan escasas: con 20 integrantes la Panorama y 16 la París de Noia, cada actuación se convierte en un hormiguero de músicos, bailarines y cantantes que van cambiando de vestimenta conforme aparecen y desaparecen por el escenario durante las varias horas que dura el espectáculo.

Esta vorágine de luz y sonido es lo que han acudido a presenciar esta noche a Callobre varios centenares de personas. Sin embargo, entre el público, cada persona tiene sus favoritos: mientras una fila de enamorados de la París de Noia agita unos banderines con el nombre de la orquesta, una voz anónima dice, por otro lado: "Nos engañaron, nos dijeron que empezaría la Panorama y empieza la Paris de Noia… ¡Nos han jodido!".

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Las grandes estructuras de las orquestas gallegas © Dani Keral

La competencia que se puede observar entre los seguidores no sucede, en realidad, entre las propias orquestas. Salvo contados casos en los que los músicos o cantantes de una formación han pasado a formar parte de otra, generando algo de resentimiento (como el fichaje del cantante Óliver Pérez por la París de Noia procedente de Combo Dominicano, la tercera en el ranking), las orquestas tienen un buen ambiente entre sí.




Sobre todo porque las personas que manejan el cotarro en el círculo verbenero gallego se pueden contar con los dedos de una mano.

Ese es el caso del llamado Rey de las Orquestas, Ángel Martínez Pérez Lito, dueño durante años de la mayoría de las orquestas gallegas (incluidas Panorama y París de Noia) hasta que fue apartado de forma oficial por varias acusaciones de fraude.

El proceso, que comenzó en 2017 por irregularidades contables de la empresa, se sigue prolongando hasta hoy día tras varios juicios, anulación de sentencias, un par de absoluciones y nuevos juicios en curso.

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Que no pare la fiesta: las orquestan tocan diariamente durante los meses de verano © Dani Keral

Todo este huracán judicial, sin embargo, no afecta a las orquestas, que continúan, año tras año, con la misma energía, incorporando números y renovando su material musical para adaptarlo a la actualidad. Eso incluye temas de reggaetón, bachata, pop, rock o techno entre los que destaca la versión discotequera de una canción que fue rescatada por la Casa de Papel y que sorprende por su contexto.

Se trata de 'Bella Ciao', una canción italiana que se convirtió en símbolo antifascista entre los partisanos italianos durante la Segunda Guerra Mundial y que ahora entonan cientos de voces mientras una nave nodriza de luces estroboscópicas congela sus movimientos en Callobre, entre puestos de helados, churros y pulpo a la gallega.




En otros puntos de España las orquestas son lo que son: grupos musicales que juntan unas pocas decenas de personas para bailar el 'Paquito Chocolatero', pachanga y algún que otro pasodoble.

En Galicia, en cambio, han ido convirtiéndose en las David Guetta de la verbena a golpe de tradición (y millones), con fans que recorren kilómetros de carreteras secundarias para ver sus formaciones favoritas guiados por Apps que cuentan al minuto las últimas noticias.

Ya lo dicen ellos: Galicia é outro mundo.

https://www.traveler.es/viajeros/ar...estas-de-galicia-panorama-paris-de-noia/15871
 
una canción que fue rescatada por la Casa de Papel y que sorprende por su contexto.

Se trata de 'Bella Ciao', una canción italiana que se convirtió en símbolo antifascista entre los partisanos italianos durante la Segunda Guerra Mundial
Curiosidades de lavida. Bella Ciao era el himno extraoficial de la COES/GOES (Boinas Verdes) en la época fanquista y después también, hasta su desaparición. La canción favorita del cuerpo durante décadas.

Vamos que Ortega Smith y similares, se han hinchado a cantarla en la mili (Y en borracheras nostágicas con antiguos compañeros).

Para muestra un botón. Aquí unos puretas de la COE de Tenerife de una de las levas de 1981 desafinando a voz de cuello.


Si lo ve algún guionista hipster seguro que le daban los siete males.
 
O Grove, el paraíso gallego donde querrás pasar cada verano
Un microclima propio, unas playas de arena fina y aguas cristalinas, un destino termal y una gastronomía de lujo. ¿Nos vamos al Caribe gallego?


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El paraíso está en Galicia © Getty Images



Aquel que se inventó ese fabuloso hashtag para definir Galicia en verano como #Galifornia es casi seguro que pasó su primer verano en Pontevedra y además siendo muy niño.

Pontevedra puede presumir de tener un microclima que hace de su litoral un lugar privilegiado para los que quieren sol y calor sin salirse de la “supuestamente” lluviosa Galicia. Y si hay un lugar que reúne todas estas características, ese es O Grove.


Bienvenido al Caribe gallego

O Grove ofrece al turista un gran número de playas de gran calidad debido a su orografía tan peculiar.


Nos encontramos ante una pequeña península cercada por la ría de Arousa y que se une con terreno continental a través del istmo O Bao, causante de la formación de una de las playas más significativas de O Grove, la playa de La Lanzada.

Pontevedra ostenta más de la mitad de las banderas azules de Galicia. La playa de la Lanzada está considerada como una de las mejores de toda la región, con casi dos kilómetros y medio de longitud, arena muy fina y su preciada bandera azul aunque no siempre la ha querido lucir.

Es una de las playas más visitadas por los amantes del deporte en el mar, ya que las corrientes de aire son muy pronunciadas, lo que propicia unas condiciones perfectas para la práctica de deportes como el windsurf o el kitesurf.




Además la extensión de la playa hace que bañistas y surferos puedan convivir sin provocar un cataclismo social. La playa de La Lanzada es una de las más conocidas de O Grove, pero no desluce a otras tantas que conviven en la península.

La playa Area das Pipas, de extensión bastante más reducida que la de la Lanzada y con un oleaje muy tranquilo, es una opción ideal para los que no quieren más que tranquilidad. Caminando por esta playa se llega a la de Reboredo, todavía más pequeña y con una arena tan fina que parece polvo.

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Playa de La Lanzada © Alamy

Ambas cuentan con bandera azul (independientemente de que O Grove haya estado en pie de guerra con este distintivo) y unos cuantos chiringuitos perfectos para hacer un alto en la jornada de sol y calor y refrescarse con una cerveza bien fresquita. Otras opciones muy bien comunicadas son las áreas Grande, da Cruz o Raeiros.

QUÉ VER Y QUÉ HACER

Tus vacaciones en O Grove pueden dar mucho de sí si lo que buscas es algo más que playa y calor.

El entorno natural que abriga la península esconde en su interior espacios naturales protegidos que hacen las delicias de los amantes de la naturaleza, como la zona de las dunas o a laguna de A Bodeira, lugares donde es fácil disfrutar de atardeceres en el mar que parecen sacados de una película.




Además, esa porción de tierra que conforma el istmo de O Bao es el lugar elegido por aves como la garza real y algunos tipos de ánade para dejarse ver. La isla de La Toja es otra de las expediciones que has de hacer en tu verano en O Grove.

Cruzando el puente se accede a la isla donde te recibe la Capilla de las Conchas así como los hoteles balneario que explotan los beneficios de las aguas termales de la isla, una opción para los que buscan relajarse. Claro que los más espléndidos siempre pueden disfrutar de su campo de golf y su casino.

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Iglesia en la isla de La Toja © Getty Images

O Grove ofrece además cosas muy curiosas como una enorme colección de esculturas que ya no sólo adornan la ciudad, sino que han pasado a formar parte del patrimonio artístico de la localidad. Nada más y nada menos que medio centenar de obras de arte se pueden encontrar repartidas por la villa.

Otra cosa muy curiosa es el Castro de Adro Vello, una necrópolis celta descubierta en los aledaños de la playa de O Carreiro que data del siglo V y que fue reutilizada en la Edad Media como enclave defensivo.

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Playa de San Vicente © Alamy

Y si buscas la foto de Instagram, te damos tres ubicaciones perfectas:




1. Las rocas de Pedras Negras a través de San Vicente do Mar. Se puede avistar el horizonte desde grandes rocas que parecen vigilar el mar desde lo alto

2. Mirador de A Siradella. Se trata del punto más alto de O Grove. Las vistas de la ría de Arousa y el océano son impagables.

3. La aldea de los Grobits de La Toja. Es un parque infantil donde habitan los hobbits de O Grove, de ahí el nombre. Es tan peculiar que los adultos no se pueden resistir...

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También puedes capturar la playa de Area Grande al atardecer © Alamy

COMER EN O GROVE

La oferta gastronómica de O Grove es otro de los grandes motivos que convierten este pedazo de Galicia en uno de los destinos turísticos más demandados en verano.

Y es que se puede comer un fantástico pulpo en el chiringuito más informal y a un precio ajustado u optar por la elegancia y la sofisticación de un restaurante de primer nivel con alguna estrella Michelín.

Uno de los buques insignia en O Grove es sin duda D’ Berto (Av. Teniente Domínguez, 84), galardonado con dos soles Repsol y cuya reputación es intachable. Esta marisquería convierte su trabajo con el producto del mar en pura artesanía, haciendo del bogavante o de la cigala auténticos recitales.




Su fuerte es la apuesta por el pescado del día, directamente de la lonja, dispuesto a ser trabajado en la brasa o al vapor y maridado con sus más de 300 referencias de vino disponibles en su bodega.

También O Grove tiene hueco para los arroces, como los de Taberna Lavandeiro (Hospital, 2), más particularmente su arroz con bogavante. En este restaurante de carácter familiar también se puede disfrutar de una mariscada sin tener que rascarse demasiado el bolsillo.



Otra opción muy segura es el Club Náutico San Vicente (Monte Da Garda, 10), perfecto para los que tampoco quieren arruinarse comiendo un pescado del día o se decantan por unas tapas. Al estar ubicado al lado de una playa en la que admiten perros y ofrecer conciertos, suele estar bastante concurrido.

Por supuesto no podía faltar la opción para los más sibaritas. La encontramos en el Culler de Pau (Reboredo 73), la estrella Michelín más preciada que hay en O Grove.




Y es que sus dos menús, degustación por 75 euros y gastronómico por 110 euros, nos trasladan al corazón de la tierra y del mar, envolviendo cada bocado con la sofisticación que merece un restaurante de primera categoría.



Del centollo a la vieira, pasando por la oreja de cerdo glaseada, todo un recorrido por lo mejor de este trozo de Galicia que bien se merece un puesto en el Olimpo de nuestros paraísos terrenales.

https://www.traveler.es/naturaleza/...tevedra-que-hacer-que-ver-y-donde-comer/15868
 
Tres sueños isleños en las Rías Baixas
Arenales espectaculares, buen marisco y la emoción de estar más o menos lejos de tierra firme




Vista desde la Silla de la Reina, en el Alto do Príncipe, en las islas Cíes (Pontevedra). Mani Moretón Turismo de Galicia
Rita Abundancia
25 AGO 2019 - 00:00 CEST

Tres excursiones para un verano gallego único.

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La playa de Rodas, en las islas Cíes (Pontevedra). Turismo de Galicia

1 Cíes
Playas vírgenes
Las islas a las que solo se puede acceder por mar garantizan ciertos tesoros que otras ya han perdido. Las islas Cíes (Monteagudo, Faro y San Martiño) —que se sitúan en la boca de la ría de Vigo (Pontevedra) y forman parte del parque nacional de las Islas Atlánticas— cuentan en la categoría de tesoros con la playa de Rodas, arenal que el diario inglés The Guardian catalogó entre los 10 mejores del mundo.

Los romanos bautizaron a las Cíes como “islas de los dioses”, y desde hace algunos años acceder a ellas requiere de un permiso (la propia naviera lo tramita), ya que se ha limitado el número de visitas diarias. Desde el puerto de Vigo se coge un barco (Piratas de Nabia y Mar de Ons son las principales compañías) cuyo trayecto dura 45 minutos. Si hay suerte, pueden divisarse arroaces (delfines autóctonos). La mayoría va de excursión un día, pero los amantes de los sitios vírgenes se quedan en el camping Islas Cíes, en Faro, isla que está unida a la de Monteagudo por un puente.

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Cova Fdez.

Con algo de tiempo se pueden recorrer los senderos de estos dos islotes (a San Martiño solo se llega en barco privado), pararse en los dos observatorios de aves (el de la ruta de Alto do Príncipe y el de Pedra da Campá, en el camino del Faro de Cíes), bañarse en la playa de Figueiras y disfrutar del silencio cuando los barcos y los turistas se van. Aguas traslúcidas, anocheceres salmón, playas de arena fina y blanquísima. Uno puede fantasear que está en cualquier lugar exótico hasta que se mete en el agua, y la temperatura le dice que está en Galicia.

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El faro de Punta Cabalo, en la isla de Arousa (Pontevedra). Turismo de Galicia

2 Arousa
Concentrado atlántico
Unida a Vilanova por un puente de dos kilómetros, la isla de Arousa (la más grande y poblada de esta costa) tiene los ingredientes para disfrutar del verano al estilo gallego: playas, puerto de pescadores, monte y buena comida. Y en julio, el Atlantic Fest, de música indie.

La playa de Area da Secada es una de las más populares y cuenta con un pinar para los amantes de la sombra. Otros arenales son Camaxe; Sualaxe, protegida del viento por unas rocas; Salinas, y la playa de Faro. Y para un lugar de lujo hay que acercarse al islote de Areoso y desembarcar en este paraíso desierto de aguas transparentes.

El parque natural de O Carreirón, en la parte sur de la isla, está catalogado como zona de protección de aves y cuenta con ecosistemas dunares, marismas, matorrales y pinares; además de los fondos marinos. Hay caminos que lo recorren, como el de Sendeiro dos Pilros, que llega hasta la laguna que hay en el centro del parque. No hay que perderse un baño en la cala As Margaritas, de color turquesa.

Los días nublados del verano gallego pueden utilizarse para llegar hasta el mirador O Con do Forno, que ofrece las mejores vistas de la ría; para ver el precioso faro de Punta Cabalo, asentado sobre rocas, o para pasearse por el Puerto de Xufre.

La gastronomía es una de las atracciones de las Rías Bajas y el mejillón su producto estrella en la zona de Arousa. El restaurante A Meca (paseo de Cantiño, 12) tiene fama por su pulpo y el arroz de bogavante; mientras El Chozo (playa Concerrado) es un chiringuito con raciones en las que comen dos.

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Terraza del Eurostars Gran Hotel La Toja.

3 A Toxa
Vida de balneario
Este pequeño trozo de la geografía pontevedresa registra en su libro de visitas huéspedes de la talla de David Rockefeller, Henry Kissinger, el rey Gustavo Adolfo de Suecia, los reyes de Bélgica Balduino y Fabiola, Gabriel García Márquez, Raúl Alfonsín o la condesa Emilia Pardo Bazán. El poder de convocatoria se debe a sus aguas minero-medicinales, que propiciaron la construcción de un balneario que abrió en 1907 y convirtió esta pequeña isla en un reducto de exclusividad; cualidad que perdura, ya que aquí tienen chalet Adolfo Domínguez y Amancio Ortega.

El Gran Hotel La Toja ocupa un edificio blanco con toldos amarillos, donde se rodaron escenas de la serie Fariña y cuyas macetas y palmeras remiten al Caribe. La reforma que sufrió el hotel en 1945 lo despojó de sus adornos en la fachada, pero guarda partes antiguas como el vestíbulo, el bar inglés y el mobiliario de muchas habitaciones. Las aguas de su balneario se buscan por sus beneficios para la piel, el aparato locomotor, las vías respiratorias y el sistema nervioso. En el jardín del hotel se encuentra la capilla de las Conchas, cubierta de vieiras.

La isla cuenta con un pequeño campo de golf, otro de tiro, un casino y una playa de arena junto al puente que la une con la península de O Grove. En su pequeño centro comercial abundan los puestos de collares de conchas. Se puede hacer una excursión en catamarán por la ría de Arousa. O Grove está a 20 minutos andando, pero muchos prefieren quedarse en esta isla semidesierta, exclusiva y con vocación caribeña.

https://elviajero.elpais.com/elviajero/2019/08/22/actualidad/1566482126_486986.html
 
La Ribeira Sacra, una Galicia insospechada
Compartida por Lugo y Ourense, la montañosa comarca aúna paisajes excepcionales y un valioso patrimonio medieval
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Cañones del río Sil en la Ribeira Sacra, Galicia (PEDRE / Getty Images)
Pepe Verdú
18/08/2019 06:00 Actualizado a 18/08/2019 07:04

Un dicho popular advierte que el Miño se lleva la fama, pero en realidad es el Sil quien “pone el agua”. El mejor lugar donde comprobarlo es la comarca donde ambos ríos confluyen, entre las provincias de Lugo y Ourense. Los paisajes son allí extraordinarios, gracias sobre todo al impetuoso Sil, que talla un profundo tajo en la tierra, un cañón con 500 m de profundidad. Este escenario sublime se llenó de monjes y eremitas durante los primeros tiempos del cristianismo. Extasiados por semejante entorno, aquellos religiosos se consagraron a la vida contemplativa. Con el tiempo, sus sencillos asentamientos crecieron hasta transformarse en conventos y monasterios, que inspiraron el nombre por el que se conoce el territorio desde el siglo XII: Ribeira Sacra.

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Vista aérea de la Ribeira Sacra (AndresGarciaM / Getty Images/iStockphoto)
Una buena base para su exploración es la ciudad lucense de Monforte de Lemos, asentada en una llanura regada por el río Cabe, afluente del Sil. El origen del núcleo se remonta a los lemayos, pueblo celta del que deriva el topónimo Lemos. Sobre las ruinas de su antiguo asentamiento se erigió con el tiempo un monasterio, San Vicente do Pino, en torno al cual prosperó un mercado agrícola y ganadero, germen del Monforte medieval.

Aquel cenobio sigue en pie, aunque el edificio actual es del siglo XVI. El convento tiene su papel en algunas leyendas locales. Una de ellas habla sobre el abad Diego García, cuyo sepulcro en piedra permanece en la iglesia. La tradición asegura la existencia de un pasadizo subterráneo que comunicaba el monasterio con el palacio de los condes de Lemos, abierto para que los poderes político y eclesiástico se comunicaran con discreción, sin mezclarse con la plebe. El citado abad le dio un mal uso, aprovechándolo para intimar con la esposa del conde de turno en su ausencia. Advertido este, invitó al lascivo abad a una cena, al final de la cual ordenó que le calaran una corona de hierro al rojo vivo. Este truculento relato —del que existen distintas versiones, algunas más políticas que disipadas— se conoce popularmente como ‘La corona de fuego’.

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Monasterio San Vicente do Pino en Monforte de Lemos, Galicia (percds / Getty Images)
El actual palacio de los Condes de Lemos no hace justicia a su pasado. El condado perteneció a la poderosa casa de Castro, cantera de estadistas y diplomáticos. Sus acaudalados miembros impulsaron las artes y las letras, fueron generosos mecenas. Su palacio no solo atesoró multitud de tapices flamencos, sino también lienzos de Tiziano, Rafael o El Greco. Por desgracia, todo quedó reducido a cenizas a raíz de un devastador incendio en 1672. Como curiosidad, el título de conde de Lemos corresponde actualmente a Carlos Fitz-James Stuart y Martínez de Irujo, XIX duque de Alba.

El rastro medieval de Monforte no se agota en sus dos centros de poder. Todavía perviven, por ejemplo, parte de las murallas y algunas de sus torres defensivas. El recinto fortificado también conserva tres puertas originales: las de Cadea Vella, la Alcazaba y la Nova. Esta última luce el emblema de los condes en mármol. En torno a la muralla discurre el casco viejo, con bastantes casas blasonadas. A finales de la edad media, Monforte acogió, además, una de las comunidades judías más importantes de Galicia.

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Colegio de Nuestra Señora de la Antiga, Monforte de Lemos, Lugo, Galicia (pabkov / Getty Images/iStockphoto)
El puente Viejo, del siglo XVI, atraviesa el río Cabe y conduce al convento de Santa Clara, con un museo de arte sacro que merece una visita. Conserva reliquias sorprendentes, vinculadas a la crucifixión de Cristo, como una astilla del lignum crucis (cruz donde murió Jesús), un clavo supuestamente extraído de esa misma cruz, o una espina de la corona con que se torturó al nazareno. A orillas del río Cabe está también el colegio de Nosa Señora da Antiga, más conocido como ‘El pequeño Escorial gallego’, un edificio renacentista con algunos lienzos de El Greco.

La carretera C-533 parte de Monforte en dirección a Escairón, hacia el valle del Miño. A pocos kilómetros está el monumental Pazo de Tor, un edificio barroco reconvertido en museo etnográfico. Su biblioteca tiene más de 8.000 libros, algunos muy antiguos. El pazo también cuenta con una estupenda colección de armaduras de los siglos XIV y XV, y una sala de música con piezas llamativas, como un claviórgano Longman & Broderip o un pianoforte Collard & Collard. Una presa gestiona el caudal del río Miño en el municipio de Belesar. El valle tiene una vegetación frondosa, en apariencia impenetrable, cuyo verdor uniforme solo interrumpen las presencias grisáceas de varias iglesias románicas que asoman al río y los viñedos que crecen en escuetos bancales arañados a las laderas.

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Belesar, Ribeira Sacra (percds / Getty Images/iStockphoto)
Santo Estevo de Ribas de Miño es un templo de finales del siglo XII, concebido por un supuesto discípulo del Maestro Mateo. La tradición afirma que aquel arquitecto llegó a la comarca poco después de la culminación del Pórtico de la Gloria en la catedral de Santiago de Compostela. El gigantesco rosetón de Santo Estevo es uno de los más espectaculares del arte medieval en Galicia.


Vino y turismo
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El vino se cultiva en las laderas del valle de la Ribeira Sacra (percds / Getty Images/iStockphoto)
Los caldos de la Ribeira Sacra tienen denominación de origen desde 1997. Muchos de los viñedos locales ponen los pelos de punta, ya que crecen en terrazas diminutas que desafían la verticalidad del territorio, montañas enteras talladas escalón a escalón desde la cima hasta la base por los tenaces campesinos. La uva más común en la comarca es la negra mencía, aunque tiende a mezclarse con otras variedades. En la actualidad hay 2.900 viticultores y casi un centenar de bodegas en activo. Muchos vecinos viven de algún modo de unos vinos cada vez más estimados.

En Belesar descubro otro de los pilares económicos de la comarca: el turismo. Allí amarran los barcos que realizan agradables excursiones por el valle del Miño. Sus navegaciones tienen una duración aproximada de dos horas. Cercana a la aldea de Buxán, la iglesia de San Paio de Diomondi está datada en 1170. Honra a un santo martirizado en Córdoba: san Pelayo (Paio en gallego). El templo formó parte de un monasterio benedictino ya desaparecido. Otras construcciones cercanas y de la misma época aproximada son San Miguel de Eiré, San Fiz de Cangas, Santo Estevo de Atán o San Vicente de Pombeiro.

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Un barco navega por los cañones del río Sil Galicia (percds / Getty Images/iStockphoto)
El pueblo de Os Peares es el vértice de la Ribeira Sacra, ya que en él confluyen los ríos Miño y Sil, además del Bubal. Su emplazamiento es notable, entre montañas abruptas. La presencia de los tres ríos condiciona los desplazamientos vecinales y obligó a la construcción de diversos puentes. Uno de ellos, en hierro, lo creó el taller del mismísimo Gustave Eiffel. Por desgracia, las secuelas administrativas de la localización del núcleo son enrevesadas: aunque apenas cuenta con 80 casas, estas se reparten entre dos provincias (Orense y Lugo), cuatro ayuntamientos (Carballedo, A Peroxa, Ferreira de Pantón y Nogueira de Ramuín), tres partidos judiciales (Chantada, Ourense y Monforte de Lemos) y tres parroquias. El motivo es el uso de los ríos como límites administrativos. La consecuencia es una desquiciada dispersión vecinal en ámbitos como el escolar o el sanitario, en función de la orilla donde se vive.

El embalse de Santo Estevo represa las aguas del Sil y acoge el embarcadero de donde zarpan los barcos que recorren su vertiginoso cañón. Los catamaranes proponen diferentes rutas. La más larga recorre 24 km río arriba. Merece la pena, ya que si bien la primera parte de la navegación es bonita, con horizontes amplios y humanizados, el Sil se asilvestra aguas arriba, se vuelve impresionante: el cauce se angosta, el bosque desaparece, las paredes se yerguen y fingen precipitarse voraces sobre el río... Los barquichuelos devienen frágiles esquifes, y el pasaje enmudece en un silencio sobrecogido ante un entorno tan superlativo.

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Monasterio de Santa Cristina de Ribas de Sil, Parada de Sil, en Galicia (PEDRE / Getty Images/iStockphoto)
Más monasterios asoman en las alturas, joyas medievales que se pueden visitar cuando acaba la travesía fluvial. Santa Cristina de Ribas de Sil fue uno de los cenobios más importantes de la Ribeira Sacra durante la edad media. Construido en el siglo X, sus monjes benedictinos se dedicaron a la explotación de los castaños y de la vid. La iglesia, románica, es de finales del siglo XII. También imponente, Santo Estevo de Ribas de Sil abandonó su uso religioso para reconvertirse en parador nacional.

Muy cercanos a ambos están Os Balcóns de Madrid, un conjunto de miradores que permiten admirar el Sil desde 400 m de altura. Las panorámicas son impresionantes. Justo enfrente se ve el Santuario de Cadeiras, separado por el profundo tajo.

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Un mirador frente al cañón del río Sil en Orense (MIMOHE / Getty Images)
La Fábrica da Luz de Barxacova, una antigua central hidroeléctrica transformada en albergue turístico, es el punto de partida de un fantástico recorrido senderista: el de las pasarelas del río Mao, un afluente del Sil. El camino discurre sobre una estructura elevada a través de un bosque de robles, castaños, madroños y laureles. La ruta es circular y tiene una longitud de 11 km, sigue el trazado de un antiguo canal de agua que vertía en la central hidroeléctrica. La senda serpentea y ofrece amplias panorámicas de un valle delicioso, además de permitir el descubrimiento de unas tumbas antropomórficas excavadas en la roca, de varios molinos, del puente romano de Conceliñas y de la aldea de Barxacova. Qué final más divertido para este viaje por una Galicia interior aún poco conocida.


DO. Ribeira Sacra
Terrazas diminutas que desafían la verticalidad del territorio


https://www.lavanguardia.com/ocio/v...-patrimonio-medieval-paisaje-excepcional.html
 
Se habla poco de que Galicia también es tierra de castillos medievales
Y de revueltas y de historias que saben a sangre, a barro, al fermentado de la cerveza y al ahumado de la carne

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Poco se habla de Galicia y sus castillos © Getty Images



Se habla poco de que Galicia también es tierra de castillos medievales. Y de revueltas y de historias que saben a sangre, a barro, al fermentado de la cerveza y al ahumado de la carne. Ese mundo lo descubrí con ocho años.

Mi hermana, que me saca diez años justos, me llevaba con sus amigas a los viajes en coche que hacía al comienzo de la universidad. El primer recuerdo fue en el castillo de Moeche, sentados en los bordes de los muros de defensa, con las piernas colgando hacia el patio interior, viendo el atardecer.


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Moeche y su castillo © Getty Images

Quizá aquellos viajes al pasado ayudaron en algo, a mí me ayudó a imaginar. Así que ahí va un homenaje a una de las historias menos conocidas de las bárbaras aldeas galas que pueden hacerte disfrutar como un niño con una espada de madera y un escudo de plástico.

El castillo de Moeche -siglo XIV- es conocido por ser testigo de una de las guerras civiles más cruentas del medievo. Está en Ferrol y ahora pertenece a la Casa de Alba, pero en su día -allá por el siglo XV- era morada de los Andrade, los high class de la época. Como muchos, acabaron por no ser trigo limpio.




La Revuelta Irmandiña fue un cúmulo de malas cosechas, hambre y desfalcos de los señores feudales que agotaron la paciencia del campesinado. Acabaron expulsando a Nuno Freire de Andrade, que se fue por peteneras a su castillo de Pontedeume. El final es triste de llorar porque la revuelta fue vencida por el contrataque de las tropas feudales, mejor preparadas y con más armamento.

Este hecho se recuerda durante la tercera semana de agosto como Festival Irmandiño, con recreación del asalto incluida. Es una buena manera de disfrutar del ambiente medieval rodeado de paredes de piedra, música, baile y el olor a madera quemada. De las barbacoas, por supuesto.

Siguiendo la huida de Nuno, el castillo de Nogueirosa -Pontedeume, siglo XIII- es de visita obligada porque está en el mismo centro de las Fragas del Eume. Este enclave natural es una fuente de biodiversidad como pocas, colapsada de robles y helechos.

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Castillo de La Palma © Alamy

Situado sobre el Monte Pena Laboreira, a 309 metros sobre el nivel del mar, este castillo quedó parcialmente destruido tras las revueltas. Desde 1994 es un Bien de Interés Cultural y se puede visitar. Perfecto como broche final a una caminata por el bosque mágico.

Muy cerca de allí se encuentra la tríada defensiva de la ría de Ferrol. Se trata de los castillos de San Martín, San Felipe y La Palma -siglo XVI-. Fueron concebidos como construcciones militares de vigilancia marítima. Del primero apenas quedan unas pocas ruinas, aunque las vistas desde el faro son espectaculares. Los otros dos siguen en pie y se pueden visitar.




El castillo de la Palma está muy bien conservado en comparación con el de San Felipe, pero en cualquiera de los dos es fácil imaginarse como observador de una batalla contra los ingleses o los franceses. Porque aquí también hubo jarana. Tanto ingleses como franceses intentaron conquistar la ciudad y fueron rechazados gracias a la defensa de estos tres castillos pero la batalla más conocida es la de Brión.

Fue en 1800 y vinieron los ingleses con cara de tenernos ganas. Lo llamaban 'The Ferrol Expedition' y la idea era destruir el Arsenal y los buques.

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Interior del castillo de San Felipe con La Palma al fondo © Getty Images

Cien navíos y unos 15.000 hombres comandados por el contralmirante sir John Borlase Warren intentaron invadir la ciudad atravesando la ría por un lado y por el otro y desembarcando sus tropas por las playas de Doniños y San Xurxo. Tuvieron que volverse a casa.

El mariscal de campo Vicente María de Quesada y el teniente general de la Armada Juan Joaquín Moreno, comandante de la flota estacionada, juntaron todo lo que tenían a mano: desde lanchas cañoneras hasta las mismas milicias paisanas. Dos días. Una carnicería. Se dice que hasta Napoleón lo celebró: "por los valientes ferrolanos". Ahora que conoces lo que pasó, no hay excusa para no ponerte en situación.




En A Coruña, del siglo XVI hay otra tríada defensiva. La forman los castillos de San Antón, Santa Cruz y San Diego. El castillo de San Diego es el único que ya no existe, fue demolido en la década de los 60 a raíz de la ampliación del puerto comercial.

El castillo de San Antón hoy en día se puede visitar, ya que es un museo arqueológico. Se levantó en lo que fue un pequeño islote muy cerca de la bahía, en la que había una ermita dedicada a San Antón. El castillo fue atacado por piratas y corsarios y dio a conocer a una heroína que luchó contra un villano.

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Castillo de San Antón, en A Coruña © Getty Images

El más famoso de los villanos fue Francis Drake: corsario, comerciante de esclavos, explorador y vicealmirante inglés y el segundo en dar la vuelta al mundo de una sola expedición -el primero fue Juan Sebastián Elcano-. Aquí hizo fama por intentar invadir la ciudad junto con el general sir John Norreys y salir escaldado. Fue poco después de que la Grande y Felicísima Armada fuera conocida por los ingleses como Armada Invencible.

Tras el fracaso absoluto los ingleses decidieron contraatacar pensando que estaríamos llorando por las esquinas. Lograron desembarcar y hacer de las suyas hasta que llegaron a las murallas de la ciudad, en donde una mujer, María Mayor Fernández de la Cámara y Pita, o conocida ahora como María Pita, se lanzase pica en mano contra un oficial al ver a su marido muerto. Total, que la moral por los suelos y vuelta para casa mientras la gran María Pita se ponía las gafas de sol con pose de 'thug life'.




El castillo de Santa Cruz está en Oleiros, en un islote que está en medio de la bahía, un enclave perfecto para una escapada de fin de semana tranquila. Llegó a ser la residencia vacacional de la escritora Emilia Pardo Bazán. Tras su muerte fue donado a los militares, que hicieron de este castillo una residencia para huérfanos de militares. Hoy en día se puede visitar. Pertenece al ayuntamiento y es frecuente ver visitas guiadas, exposiciones y conferencias. Tiene un fondo permanente de obras y biblioteca.

El castillo de Vimianzo, o también conocido como Torres de Martelo, -Vimianzo, siglo XII- se construyó en la costa para controlar las rutas comerciales del Mar del Norte, por las que navegaban persqueros de sardina y buques mercantes. No se conoce con exactitud su año de construcción, ya que se han encontrado restos de otra torre anterior debajo del patio.

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Castillo de Santa Cruz, en A Coruña © Alamy

Pese a las muchas historias que ha visto, está en muy buen estado de conservación, ya que pueden verse las tres torres y la torre del homenaje que rodean el patio de armas. Se conservan incluso desde las puntas de las almenas en la torre hasta el portalón de entrada o el foso.

Fue destruido en la revuelta irmandiña y llegó a ser la cárcel de un arzobispo, Alonso II de Fonseca y Acevedo, que entre unas cosas y otras, acabó liándola tan parda con su tío, Alonso I, que en un intercambio de sedes inventó aquello de “el que se fue a Sevilla perdió su silla”. En resumen, se cambiaron de ciudad porque uno necesitaba tranquilizar las cosas en Galicia y, cuando quiso volver, el otro le respondió que nanai, que le gustaba Sevilla y que no pensaba abandonar.




El castillo de Vimianzo pertenece a la Diputación de A Coruña, se puede visitar, ya que es un centro de interpretación de la Costa da Morte, y recoge, además, una muestra de artesanía popular.

Otro de los castillos destruídos por los irmandiños fue el castillo de A Rocha Forte -Conxo, siglo XIII-. Está un poco más al interior, cerca de Santiago de Compostela, en un promontorio de 185 metros sobre el nivel del mar.

Hoy es un yacimiento arqueológico y se puede visitar. Se han encontrado restos de un castro de la Edad del Bronce, y como castillo fue testigo de cruentos combates y hechos históricos especialmente sanguinolentos en los siglos XIV y XV.

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Castillo de Vimianzo © Alamy

Como si fueran a hacer el guion de Juego de Tronos, este castillo ya tuvo su boda roja. Fue el 13 de septiembre de 1320 y se conoce como el Día de la Ira. Unos líos contra el arzobispo y el levantamiento en armas posterior llevaron a que se organizase cenita con copa para una embajada de burgueses que vinieron a negociar. En esto que los soldados del arzobispo cierran las puertas del castillo y les dan matarile a todos.

Este castillo también se conoce como castillo de los Churruchaos, una banda de ladrones y asesinos que operaban bajo el amparo del arzobispo. La leyenda dice que cuando el capitán se enteró de esto, se fue a por el arzobispo para ajusticiarlo y, acto seguido, fue al castillo a hacer lo mismo con los miembros de la banda. Años después el castillo vivió en sus carnes las revueltas campesinas y quedó destruido en 1467, tal y como puede verse en la actualidad.




El castillo de Soutomaior, -Soutomaior, siglo XII- está a pocos kilómetros de Vigo y es una buena excusa para imaginarse en otra época. Está a 119 metros sobre el nivel del mar, lo que permite el control de todo el valle del río Verdugo, que desemboca en la ensenada de San Simón, en Arcade, donde se comen las mejores ostras de Galicia.

Es uno de los mejor conservados y tiene un jardín espectacular. Más de 15.000 metros cuadrados de jardín botánico con especies arbóreas de más de ocho siglos de vida y una colección de tres centenares de camelias de 22 tipos diferentes.

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Castillo de Soutomaior © Alamy

Tuvo su punto álgido en el siglo XV siendo el propietario Pedro Álvarez de Sotomayor, conocido como Pedro Madruga. El castillo fue testigo de las revueltas contra los nobles y cárcel del obispo de Tui. Llegó a ser la residencia de María Vinyals en 1908, precursora del sufragismo y del feminismo en Galicia junto con Emilia Pardo Bazán, que eran amiguis. En la actualidad pertenece a la Diputación de Pontevedra, es un museo y se puede visitar.

El castillo de Monterreal -Baiona, siglo XII- está en la península de Monte Boi. Hoy en día es una fortaleza-parador con muchas historias. Las más importantes: fundado por romanos, fue tesoro de visigodos, musulmanes y cristianos; fue cárcel de Afonso Enríques, un príncipe portugués -en la Torre del Príncipe, de ahí su nombre-; fue testigo de innumerables contiendas y batallas, entre ellas la de Pedro Madruga, que no descansaba ni para comer, que lo conquista a base de dar palos; que fue el primer punto en el continente europeo en saber que existía el Nuevo Mundo, ya que en marzo de 1493 vio como arribaba la carabela La Pinta con uno de los hermanos pinzones a bordo, Martín Alonso Pinzón, unos días antes de que Colón lo hiciera en Lisboa; y también resistió el ataque de Francis Drake. La fortaleza es de visita pública durante todo el año, y el parador es ideal para una escapada de fin de semana.




El castillo de Sobroso -Mondariz, siglo XII- fue el lugar de encierro de Urraca I de León, conocida como La temeraria, que escapó del cerco por un pasadizo oculto que le permitió llegar a León. Este castillo fue también escenario de batallas y saqueos, como los perpetrados por Almanzor en tiempos de Alfonso V, y también en las revueltas irmandiñas, lo que casi acaba por destruirlo. Lo reconstruyó Pedro Madruga.

 
continùa...

Actualmente es un museo de interpretación y conservación del municipio de Ponteareas: hay exposiciones y conferencias sobre oficios tradicionales como los de zoquero o cestero o la confección del lino, y una colección de trajes regionales de la zona sur de la provincia de Pontevedra.



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Castillo de Monterreal, en Baiona © Alamy

A dos pasos de Portugal se encuentra una de las maravillas palaciegas que han permanecido casi inalteradas hasta hoy. El castillo de Monterrei -Verín, siglo XII- es un palacio y también un fortaleza del que ya en el siglo X hay documentos que hablan del asentamiento, levantado en una loma para tener a la vista al vecino portugés.

Es un complejo espectacular, fue declarado Monumento Nacional y Bien de Interés Cultural. Desde su posición puede verse todo el valle y entre sus paredes te sentirás como un noble. Fue el lugar en donde se imprimió el primer incunable de Galicia y la casa de innumerables nobles. Conserva el antiguo hospital para peregrinos, la iglesia de Santa María de Gracia, la vivienda de los Condes y el castillo, todo amurallado e intacto. Actualmente se puede visitar y el palacio es un parador.












El castillo de Castro Caldelas -Castro Caldelas, siglo XIV- fue construido por los condes de Lemos para defender las tierras, aunque hay restos de asentamientos desde hace 4.500 años. Tuvo su episodio bélico durante las revueltas irmandiñas.

Cuando estas fracasaron, el conde de Lemos obligó a la población a reconstruir el castillo. Tal fue el cabreo de la población que lo denunciaron ante la Audiencia de Valladolid que les dio la razón. Tardaron 100 años en comenzar la reconstrucción.



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Castillo de Castro Caldelas © Alamy

Levantado en un promontorio, la Cima de Vila, desde el que se puede ver toda la zona, este castillo está muy bien conservado -es declarado Monumento Histórico-Artístico en 1949- y actualmente es un museo arqueológico y etnográfico que tiene en su haber objetos encontrados mientras se restauraba: ruecas, cerámicas telares o monedas. Solo por eso, y por sentirte como un noble, merece la pena visitarlo.

El castillo de San Vicente -Monforte de Lemos, siglo X- nació levantado sobre el castro Dactonio, capital del pueblo prerromano de los lemavos, y al lado del monasterio benedictino de San Vicente del Pino, del siglo X, dando lugar a lo que conocemos hoy como Monforte de Lemos. Construido sobre un cerro, el monte de San Vicente, y concebido como fortaleza estratégica que domimaba toda la zona, comenzó su construcción en el siglo X y fue renovándose hasta el siglo XVI.












Tiene también su leyenda, conocida como La corona de fuego. Según se cuenta, había un pasadizo secreto entre el castillo y la iglesia de San Vicente del Pino. En él, el abad y la hija del conde de Lemos mantuvieron un affaire con besitos escondidos. Al regreso del conde, éste lo invita a una papatoria pantagruélica. A los postres uno de los sirvientes le coloca al abad una corona de hierro al rojo vivo y lo mata.

Sufrió las revueltas irmandiñas y un incendio terrible en 1672. La restauración de la torre de 30 metros permite visitarla en la actualidad, y el convento es hoy en día un parador de visita obligada.

El castillo de Maceda -Maceda, siglo XI- es un complejo muy bien conservado que primero fue fortaleza y con los años se adaptó a la vida palaciega. Entre sus paredes llegó a vivir Alfonso X de Castilla. Otro famoso de la época nació allí. Joâo da Nova fue enviado de joven a Portugal por las revueltas, y en 1496 llegó a ser nombrado alcalde de Lisboa. Después de eso se hizo explorador y llegó a descubrir la isla de Santa Elena (esa isla que fue prisión de Napoleón) y las islas de Ascensión. Hoy en día se puede visitar ya que en el siglo XX fue restaurado y es un hotel.









El castillo de Pambre -Palas de Rei, siglo XIV- es de los pocos complejos que sobrevivieron a las revueltas irmandiñas ya que llegó a tener un ejército de 3.500 soldados y resistió todo tipo de ataques, convirtiéndose en un referente agropecuario de la época. A este castillo están relacionadas muchas familias de nobles y no tan nobles, como los ya mencionados Churruchaos.

Está en el camino francés, sobre un escarpado acantilado a orillas del río Pambre, se restauró hace tres años y es perfecto para una visita de fin de semana.

En pleno corazón de los Ancares hay también un castillo. Se trata del castillo de Doiras -Cervantes, siglo XV-, y está en medio de la montaña, a 748 metros sobre el nivel del mar. Es un regalo para los ojos, las vistas no te dejarán indiferente, perfecto para una tarde de senderismo.

Hay mucho por descubrir porque de este castillo inexpugnable se sabe bien poco. Fue una fortaleza del siglo XV, construida sobre un castro celta y reconstruida tras las revueltas irmandiñas. Impresiona ver los muros de ocho metros y la torre del homenaje y sus 14 metros de altura.

Entre sus paredes podrás escuchar la leyenda que se le atribuye a esta fortificación. Se trata de la mujer cierva. Aldara, hija de Froiaz, se iba a casar con su amado Aras, pero antes de la boda desapareció en el monte. Tras una búsqueda infructuosa, su hermano Egas cazó un ciervo blanco. Como era muy pesado le cortó la pierna para mostrarlo delante de todos y así demostrar que era el responsable del animal. Pero lo que Egas sacó de la bolsa no era una pata de ciervo, sino el brazo de una mujer, con un anillo en la mano. Cuando fueron a buscar al animal se encontraron el cuerpo de Aldara mutilado. Cosas de brujos.



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Castillo de Pambre, en Palas del Rey © Getty Images

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¿Pero qué demonios es Ourense?
Ourense fue el epicentro del Encuentro Bioceánico Hispano-Latino de Gastronomía. ¿Que por qué? Porque esta provincia tiene mucho, pero que mucho que decir, en cuanto al buen comer se refiere.


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¿Pero qué demonios es Ourense? © iStock




Es en una ciudad como Ourense en donde chefs de todo el mundo te van a traer recuerdos de tu casa. En donde se celebra un encuentro internacional esperando grandes elaboraciones y formas imposibles para darte cuenta que el olor a guiso es más potente que cualquier explicación metafísica de lo que tienes en el plato.

En el Enbhiga de este año, Carlos Rodríguez, chef costarriquense, te explica la historia del pollo achiotao mientras el olor impregna las fosas nasales y te retrotrae a otros tiempos en los que el colorante se usaba para colorear la ropa.



Más allá, los chilenos Miguel Catricheo y Gabriel Rapiman cuentan que el merkén es ahora un condimento hecho con ají cacho de cabra, muy usado en la cocina mapuche. En otro tiempo lo usaban los guerreros como antiséptico y ahora mantiene a familias pendientes de un fuego que no se apague nunca, porque ese fuego calentará la piedra que seca el ají.

Darrel Thomas, canadiense enamorado de Costa Rica, prepara salmón con una salsa de productos de temporada, como calabaza y zanahoria, y lo reduce con sirope de arce. Los italianos Antonio Tedesco y Rico Laudadio colocan platillos de mozzarella y el portugués Christian Rullan está mano a mano con Hemdan Larosi, gallego nacido en Tinduf, que deja con la boca haciendo agua (mejor dicho, como si hubiesen abierto las compuertas de Cachamuíña) con un cuscus con verduras.




Y en una esquina, como queriendo trazar un plan malvado para conquistar el mundo, Gabriela Martínez, Federico Domínguez, Nadina Keller, Pablo Quiven y Ezequiel González mantienen una carne que ha estado 12 horas cocinándose.

El público que asiste al Enbhiga de este año (Encuentro Bioceánico Hispano-Latino de Gastronomía) se queda fascinado.

Me refugio en la cocina de los peruanos Darwin Santamaria y Pedro Misari. Sirven con delicadeza un cuenco de carapulcra para las personas que quieran probarlo. Un guiso andino de nombre quechua que fue cambiando con los siglos, hecho de papa seca y ají, para seguir siendo un plato para la gente. Un guiso como el de la abuela. Como para no llorar del gusto con tanto a tan poca distancia.



Y en medio de todo, le pregunto a Darwin la razón de ese regreso a la cocina tradicional, del porqué de tantos platos que ya conocemos. Y él, que siempre tuvo en lo más alto de su estima la cocina francesa, va y te dice que lo realmente importante es que “nunca olvides de donde vienes”.




OURENSE, ¿QUÉ ERES?

Y como hablamos de no olvidar de donde vinimos, los que tuvimos el privilegio de vivir en estas tierras tiramos de morriña para tratar de explicar, en pocas líneas (lo cual es imposible) qué es la provincia de Ourense.

Es ir a la panadería tradicional que hay en la esquina de la calle Azucena y el Pasaje Flores de O Carballiño y oler a harina tostada desde antes de bajar la cuesta -no sin antes haber probado el mítico pulpo en la mítica Casa Gazpara (rúa das Flores 2); o cruzar el pueblo de Cea y ver que todas las casas son una panadería rebosante de bollos de pan densos y blandos.

Es meterse en cualquiera de sus termas, por poner un ejemplo, las de Outariz, que son públicas, para relajarse en el atardecer viendo el río, mientras los turistas te hacen fotos desde lo alto del puente intentando comprender lo que están viendo.

O hacerlo en unas privadas, como las de Prexigueiro, para cocerte cual langosta roja mientras te pierdes en el espeso verde que te rodea. O ir cambiando; aquí hay termas para aburrir.

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Museo Etnográfico en O Carballiño © Alamy

O dejarte llevar por carreteras entre los montes para acabar escondiéndote en Trives y que te inviten a hacer bica y ponerte morao y ver los cañones del Sil y alucinar con los socalcos (bancales) que hay en las laderas y pensar que ahí se puede cultivar algo tan bueno como el vino (no es casualidad que cuatro de las cinco denominaciones de vinos que tiene Galicia estén aquí).




Ir hasta el mirador Xariñas de Castro y quedarte embobado con las vistas durante horas. Es ver A Cela, un pueblo que se construyó en medio de rocas inmensas. O sorprenderte con el Aquis Originis en Lobios, una de las once mansio que hay a lo largo de la vía romana XVIII y que eran como hostales para los viajeros.

Descubrir Ourense es querer estar en un lugares mágicos y místicos, como una zona que fue tierra de nadie hasta 1868. En el sur, Meaus, Santiago y Rubiás eran el llamado Couto Mixto (Coto Mixto), una zona de difícil delimitación fronteriza entre Galicia y Portugal que compartió leyes y disfrutó de exenciones porque no se consideraban ni de unos ni de otros.

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Por los caminos que rodean la Ribeira Sacra © Getty Images

O quedarte de hielo al conocer la historia de Augas Santas, en la que allá por el año 139 un prefecto, Olibrio -pese al juego de palabras que da el nombre no parecía tener muchas luces el chaval- se encaprichó de una joven llamada Mariña. Quiso obligarla a abandonar su fe cristiana pero Mariña se negaba. La castigó de mil maneras pero no lo consiguió y ella, a los pocos días, aparecía curada de los males, así que la condenó a morir quemada.




La leyenda dice que San Pedro la ayudó a salvarse metiendo su cuerpo en una pila cercana. Olibrio ordenó que le cortaran la cabeza, y ésta rebotó tres veces, de los que surgieron tres manantiales.

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La leyenda de Mariña de Augas Santas © Alamy

Ourense es probar la oreja de cerdo en el centro de la ciudad, en el mítico Orellas (rúa da Paz 6), entre calles de piedra con mucha solera, o bañarte en las Burgas -¿he dicho ya que aquí hay termas en número infinito?- y darte un homenaje de pizzas pantagruélico en La Romántica (Curros Enríquez 43); si lo que prefieres es probar producto gallego con una vuelta de tuerca tu sitio puede que sea el Hotel Rústico San Jaime, situado en Pereiro de Aguiar.

También hay tortillas que rozan la locura, como la que hacen en O Enxebre (Lepanto 14) y el clásico pulpo, en Atarazana (rúa dos Fornos 11), pero si no te quieres complicar y el cuerpo te pide tapeo, entre esas dos calles tienes todo el universo.

Como bola extra está a unos pasos. Es la calle de Viriato, y la forman cuatro bares de toda la vida. Fuentefría (Viriato 6) y A Casa do Pulpo (Viriato 5) son los clásicos de cunca de vino y tapa.

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Ourense es enxebre © Getty Images




O bien puedes darte un paseo al atardecer por el puente romano. O ir a una terma y sentirte un romano de verdad. En las termas recomiendan que, al salir, te lo tomes con tranquilidad, que no es bueno elevar la tensión de repente. Pues eso. Ourense si disfruta todo el año, con tiempo. Como los buenos caldos, o los buenos guisos.

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El 'millo', uno de los alimentos base de Galicia © Getty Images

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