Galicia: tierra de rías, faros, gaiteros y mucho corazón.

Vigo quiere que su encendido de luces navideño sea como el Rockefeller Center de Nueva York

Vigo quiere que su encendido de luces navideño sea como el Rockefeller Center de Nueva York



21 Noviembre 2019Actualizado 22 Noviembre 2019, 04:33
Irene Sierra

Vigo comenzó el montaje de su alumbrado navideño el pasado 12 de septiembre con el objetivo de que sus más de 9 millones de luces led llegasen a punto para este 23 de noviembre. Si en 2018 Abel Caballero ya invirtió más de un millón y medio de euros en la Navidad de la ciudad, todo apunta a que en 2019 esta cifra se quedará corta. Con una campaña publicitaria que anuncia la Navidad viguesa en doce ciudades e incluso, con una calle destinada a Frozen, el edil gallego está convencido que Vigo es la capital del espíritu navideño. Tanto es así que cada dos por tres regala a los medios de comunicación declaraciones a este nivel:
"Que sepan los alcaldes de Londres, de Tokio, de Nueva York, la alcaldesa de París y el alcalde de Berlín que vamos a ser el no va más. Vamos, ya no cito Madrid y Barcelona porque esos se nos quedan allá pequeñitos"
Más de 800.000 euros. Esto es lo que costará el alumbrado de Vigo este 2019, según declaraciones del alcalde Abel Caballero recogidas por El País. Sin embargo, esta cifra solo hace referencia al alumbrado, los mercadillos, el parque de atracciones o a los centenares de árboles navideños que decorarán la ciudad gallega hasta del 23 de noviembre al 6 de enero. A pesar de que el propio alcalde ha reconocido que este año la decoración superará en número y magnitud a la del año anterior, desde el departamento de prensa del Ayuntamiento han asegurado que desconocen a cuánto ascenderá el coste de las navidades de Vigo.
No obstante, si tenemos en cuenta la factura del año pasado desglosada por el diario ABC, el gasto total ascendió a 1,6 millones de euros, de los cuales solamente 824.000 € correspondían al alumbrado llevado a cabo por la empresa Iluminaciones Ximénez.


Publicidad en 12 ciudades. Este año, Abel Caballero ha querido ir un paso más allá en su obsesión porque Vigo sea "la ciudad más top del planeta" en lo que ha decoración navideña se refiere. Tanto es así, que esta frase funciona a modo de eslogan junto a un primer plano de su cara que preside distintos rincones del metro de Madrid. Sin embargo, la publicidad de Vigo y su Navidad no se queda ahí. Según informa el diario Vigo Electrónico, este 2019 el ayuntamiento ha distribuido carteles en autobuses de Madrid y han decorado las marquesinas de doce ciudades, nueve de ellas españolas y tres portuguesas. En total, más de 400 anuncios cuyo coste, según el departamento de prensa del consistorio, "se desconoce todavía".



334 calles alumbradas. Abel Caballero explicó en una rueda de prensa recogida por El Correo Gallego que la ornamentación del 2019 será mayor que la de 2018: "Vamos a instalar 10 millones de luces led, 2.700 arcos, habrá 334 calles iluminadas, luces en 465 árboles, el árbol gigante de Porta do Sol será más alto, volveremos a instalar el muñeco de nieve y la caja gigante de regalo, la bola-nave espacial, y una gran noria que mide más de 60 metros".

A esta retahíla de números y promesas hay que sumarle la instalación de un parque de atracciones, tres mercadillos, una pista de hielo, un circuito de Karts y una rampa de nieve. Y por si todo esto no fuese suficiente, la calle Progreso, desde María Berdiales hasta Doctor Cadaval, será durante poco más de mes y medio "la calle Disney" y estará decorada con los motivos propios de la compañía, quien además eligió a la localidad gallega como una de las anfitrionas del preestreno de Frozen II.



Dinoseto y otros hitos turísticos. Abel Caballero es algo así como el Revilla gallego. Si el político cántabro se desvive por hacer apología de las anchoas de Santoña en la televisión nacional, el alcalde del PSOE hace lo propio con Vigo. Con el objetivo de fomentar el turismo, lo mismo reta a Nueva York en términos de alumbrado navideño que pretende hacer de un seto gigante con forma de dinosaurio un icono para los vigueses.

A pesar de que Dinoseto es un reclamo turístico mucho rentable que el alumbrado, a juzgar por el flujo de turistas, no les ha dado el mismo rédito. Y es que, mientras desde alcaldía aseguran que la decoración navideña de 2018 ascendió a los dos millones de turistas, por su parte Dinoseto y su cría han sido objeto continuo de vandalismos.

¿Cuánto gastan otras ciudades? Madrid desembolsará tres millones de euros en el alumbrado navideño de este 2019, 600.000 euros más que el año pasado. Barcelona incrementará también la inversión en alumbrado situándose en los 450.000 euros. Es decir, Vigo invertirá más del doble de dinero en su decoración navideña que la segunda ciudad más poblada de España.

A pesar de que Abel Caballero rete en declaraciones a ciudades como Berlín París o Nueva York, quienes parecen darse por aludidas ante sus palabras son el resto de capitales gallegas. Tanto es así que Santiago de Compostela ha incrementado el gasto de su alumbrado en un 80% respecto al año pasado situándose en 180.000 euros para este 2019.

Imagen: Contando Estrelas/Flickr

 
Galicia no vio el sol en noviembre: llovió todos los días
En algunos puntos de la comunidad cayó más precipitación que la media de España en un año


r Marcos Lema
Madrid 2 DIC 2019 - 19:00 ART

Una pareja se cubre de la lluvia y del viento en el paso del Camino de Santiago por Palas de Rei (Lugo).

Una pareja se cubre de la lluvia y del viento en el paso del Camino de Santiago por Palas de Rei (Lugo). ELISEO TRIGO EFE
“En noviembre, agua siempre”. El refranero popular gallego nunca miente, sobre todo si habla del mal tiempo. La comunidad que tiene más de 70 palabras para referirse a las precipitaciones encadenó el mes pasado un eterno tren de borrascas de resultado implacable. En ciudades como A Coruña, Santiago de Compostela, Lugo o Ferrol llovió todos los días. En Vigo, en cambio, tuvieron más suerte: solo lo hizo en 27 ocasiones. Algunos puntos de Galicia acumularon en un mes más agua de la que, de media, cae en España a lo largo de un año y, tras un bienio inusualmente seco, los embalses gallegos ya rozan el 80% de su capacidad.

Helena Arias está acostumbrada a los temporales. A sus 20 años, ha visto varias veces desde su ventana cómo el mar tiraba la balaustrada del paseo marítimo de A Coruña, pero nunca pensó que el viento la fuera a tirar a ella. “Me caí junto a una señora”, rememora. Arias, estudiante de sociología, suele salir todas las tardes. En noviembre no le quedó otra que quedarse en casa la mayoría de ellas, y se compró unas Dr. Martens, las botas de moda en la ciudad que presume de haber alumbrado al imperio Inditex, para sus escasas incursiones al exterior.

Sin embargo, la capital coruñesa no fue la peor parada por los sucesivos frentes atlánticos que dejaron récords de precipitación en muchos puntos de Galicia. En Lugo, por ejemplo, noviembre fue el mes más lluvioso desde que hay datos, con más de 300 litros por metro cuadrado, cuando lo normal para esta época es que apenas se superen los 100. En todas las ciudades, con la excepción de Pontevedra, el penúltimo mes de 2019 fue el que tuvo más días pasados por agua en esta década.

Fornelos de Montes, en la Serra do Suído (Pontevedra), volvió a ser la zona cero de la comunidad. Su estación meteorológica registró 732 litros por metro cuadrado, más de lo que se recoge de media en España en todo un año (650); lo mismo que cae en Almería en una legislatura. Y, si en la ciudad la lluvia cansa, en las dispersas y envejecidas aldeas del interior gallego no deja otra opción que sentarse frente a un televisor y ver cómo pasan las horas.


Deolinda Gómez supera los ochenta años, pero nunca había visto nada igual en el lugar de Traspielas, de apenas 30 habitantes, donde vive con su marido: “Es demasiado. Llueve seguido”, se queja al otro lado del teléfono. Pero lo cierto es que Gómez disfrutó del sol 13 horas a lo largo del mes, mientras que los vecinos de la parroquia de Queimadelos, muy cerca de allí, solo lo pudieron hacer durante 120 minutos. El debate electoral duró 165.

En las últimas semanas, Galicia ha recibido varias tormentas tropicales, además de los restos del huracán Pablo, y los medios llaman ciclogénesis explosiva a lo que antes era un simple temporal. Carlos Otero, de Meteogalicia —la agencia de predicción autonómica—, prefiere quitarle hierro a la situación: “Ha habido fenómenos curiosos, pintorescos, pero en esta época del año la llegada de borrascas es habitual”. Y, a veces, muy lesiva para la economía.

Lo saben bien en el mar, donde la flota solo ha podido salir a faenar dos días en las últimas dos semanas. José Antonio Pérez Sieira, presidente de la Federación Galega de Confrarías de Pescadores, lamenta los efectos del mal tiempo tras un par de años de relativa calma: “Noviembre fue muy duro para la pesca. Las pérdidas son inmensas”.
En el resto de España, muchos se acordarán de este mes cuando vean los desorbitados precios del marisco en la Navidad. Pero los gallegos se conforman con mirar al cielo y disfrutar del presente. “Menos mal que hoy no llueve”, proclama la anciana Gómez, aliviada por la llegada del anticiclón con el que se ha estrenado diciembre. Ya lo cantaron los Guns n' Roses: “Cause nothing lasts forever / even cold November rain”. Ni siquiera en Galicia la lluvia de noviembre dura para siempre.

 
Tabernas que no deberían desaparecer nunca: restaurante Galicia (Baamonde, Lugo)
Abierto en 1916 como 'Juan Castro Paz Vinos y Comestibles', el restaurante Galicia sigue colocando Baamonde en el mapa de las tabernas que deberían ser ya patrimonio nacional.

Xoan Corral y Maruja Ares, de restaurante Galicia



Xoan Corral y Maruja Ares, de restaurante Galicia © Restaurante Galicia




Baamonde es una pequeña aldea del interior de Lugo. Sus apenas 350 habitantes no son un indicativo del lugar estratégico que el pueblo ocupa y que lo ha convertido en parada obligatoria desde hace siglos.
Baamonde está en plena N-VI, la carretera que une A Coruña con Madrid, justo en el punto en el que de esta se desgaja la N-634, que discurre entre Galicia y Bilbao. El centro del pueblo es, precisamente, esta encrucijada. Y allí, a 50 metros, está el Restaurante Galicia.



En la actualidad Baamonde es el lugar en el que se unen la Autovía del Noroeste (A-6) y la Autovía del Cantábrico (A-8). Eso hace que el lugar esté a poco más de 20 minutos de la ciudad de Lugo, 40 de A Coruña y a una hora de Santiago o de Ferrol. Quienes viajan desde Madrid o la meseta hacia el norte de Galicia pasan, casi obligatoriamente, por este lugar del ayuntamiento de Begonte.
Eso hace que, al contrario de lo que ha ocurrido con muchos pueblos que quedaban fuera del trazado de la autovía, Baamonde siga siendo lugar de paso y de parada. Esto se debe al trabajo que hacen algunos locales de hostelería de la localidad pero, sobre todo, a la fama del Galicia, al que a diario llega gente a comer desde zonas muy alejadas.

Juan Castro y Rita Vázquez con sus hijas (sobre el año 1916)


Juan Castro y Rita Vázquez con sus hijas (sobre el año 1916) © Restaurante Galicia


UN SIGLO DE HISTORIA
Rita Vázquez y Juan Castro volvieron de la emigración en Cuba hacia 1916. Fue entonces cuando decidieron abrir junto al cruce de carreteras de su pueblo una de aquellas tiendas de antes, en las que uno podía comprar un carrete de hilo, un kilo de garbanzos, una ristra de chorizos o tomarse un vino. Así nacía Juan Castro Paz Vinos y Comestibles.

Rita se había traído de América una cafetera de un tipo desconocido aquí por entonces, lo que hizo que su local, más conocido como A de Ribado que por su nombre oficial, ganase fama rápidamente y se convirtiera en parada obligada en los desplazamientos entre A Coruña, Lugo y Madrid.

Sus hijas Josefa y Lidia heredaron el local y de ellas pasó, ya en 1965, a Xoán Corral, hijo de la primera. Por aquella época A de Ribado era ya una taberna célebre en toda la provincia, así que Xoán decidió ampliarla y lo que habían sido las antiguas cuadras tras el local se acondicionó como comedor.

Josefa Castro, hija de los fundadores, sentada en primer término, junto a familia y amigos de la taberna


Josefa Castro, hija de los fundadores, sentada en primer término, junto a familia y amigos de la taberna © Restaurante Galicia

El éxito fue tan rápido que poco después los Corral se hicieron con la casa contigua, tiraron el tabique y abrieron un segundo comedor más amplio. Por entonces Xoán se hacía cargo de la taberna y su mujer, Maruja Ares, de la cocina.


Casi 55 años después la cosas siguen en la misma línea. Al fallecer Xoán, en 2012, su mujer y sus hijos se pusieron al frente del negocio. Maruja sigue asomando por la cocina mientras que la cuarta generación –Jamy, Montse, Inés y Jes- están al frente del día a día.

Poco ha cambiado desde entonces. El Galicia sigue siendo parada casi obligatoria para quien se mueve por esa zona de Lugo, el local sigue igual –los mismos muebles, las mismas paredes de piedra. Han conseguido preservar el ambiente de taberna de siempre y que cada fin de semana se mezcle aquí el público local con el llegado de Lugo, Coruña, Santiago o Asturias.

Cartel de Restaurante Galicia


Cartel de Restaurante Galicia © Restaurante Galicia

En el comedor, los viejos muebles acogen recuerdos de aquí y de allá. El cliente tiene que mover el gran banco de castaño para sentarse a la mesa. En un rincón, en invierno, hay una chimenea encendida.

COCINA DE SIEMPRE

Una de las claves de su éxito ha sido la continuidad. Muchos locales van actualizando su propuesta y dando un lavado de cara al espacio al pasar de generación en generación. Esto apenas se nota en el día a día, pero pasadas dos o tres décadas la esencia original se va perdiendo.





Los Corral han ido poniendo cosas al día, claro, pero han mantenido el espíritu de un espacio centenario. A la taberna se sigue accediendo bajo la parra, el interior sigue presidido por la gran barra, los techos son bajos, las paredes de piedra oscura, con el carácter que sólo dan los años. Aquí y allá se amontonan recuerdos: unos zuecos, una plancha antigua, una colección de botellas de Estrella Galicia, de las que ya no se utilizan.

La famosa parra que da acceso al restaurante Galicia


La famosa parra que da acceso al restaurante Galicia © Restaurante Galicia

¿Y la cocina? La cocina es la que esperarías en un lugar así, la que te traerá a la memoria, si eres gallego, comidas de hace 30, 40 o 50 años. Y si no lo eres, te hará entender a qué sabía por aquí la cocina de antes.
Callos, sopa de cocido, caldo (aquí no le llamamos caldo gallego. Estamos en Galicia, se da por supuesto), empanada, pulpo… entrantes clásicos, económicos, de los que permitían en otros tiempos que hasta la clientela menos adinerada pudiese calentarse el estómago, además de tomar un vino.
Los principales siguen la misma línea: pollo guisado, ternera en salsa, cordero con patatas, bacalao, chuletón de ternera, cocido en temporada, etc. Recetas de siempre, sabores de la memoria sin actualizaciones, sin refinamientos. Cada bocado es un pequeño viaje en el tiempo.

Cocido del restaurante Galicia


Cocido del restaurante Galicia © Facebook / Restaurante Galicia




Postres igualmente sencillos: quesada, tarta de Santiago, queso del país con membrillo. Y, tras ellos, no puede faltar una de las especialidades de la casa, el café de pota (de puchero), que aquí se presenta como café de pota madre.
Los Corral son una de esas estirpes de hosteleros habladores, afables, dispuestos siempre a entablar conversación con los clientes. Taberneros de vieja escuela que entienden que el trato es un aliciente más para quien se desplaza a visitarlos.
Xoán, el padre de la actual generación, llevó esa afabilidad un paso más allá y se convirtió en un personaje único. En los años 70 comenzó a servir queimadas, poco a poco fue depurando el ritual, añadiendo una vestimenta cargada de detalles: unas llaves antiguas colgando por aquí, un sombrero de mimbre por allá.




Xoán y su famosa queimada


Xoán y su famosa queimada © Restaurante Galicia

Su hermano Víctor, escultor, además de tallar, por ejemplo, una curiosa capilla en el interior de un castaño centenario junto a la iglesia románica que hay tras el restaurante, se encargó de muchas de las tallas que hoy adornan las paredes de la taberna. Y, junto a ellas, de los santos que albergan el “agua bendita”. Aunque esto merece una explicación.
Su célebre café de pota madre llega a la mesa en un pote de fundición, de los que antiguamente se usaban para cocinar al fuego. Jamy se acerca y lo va sirviendo mientras charla con el cliente. Junto al puchero coloca una talla de unos 40 cm de alto, de castaño macizo.




Una vez que el café está servido pregunta si el cliente desea agua bendita. La talla del santo se abre para desvelar su secreto: en el interior hay una botella de aguardiente que el cliente puede añadir al café a voluntad.

Restaurante Galicia


Pocas cosas han cambiado en este recodo de Lugo © Restaurante Galicia

Todo el ritual da pié a más charlas, a anécdotas de la familia y del local. 103 años dan para mucho.
Y así van pasado los años en el Galicia, en la que antes fue A de Ribado, entre charlas, vinos y comidas de siempre, en un ritual que se repite año tras año y que sigue colocando Baamonde en el mapa de las tabernas que deberían ser ya patrimonio nacional.
https://www.traveler.es/gastronomia...n-baamonde-lugo-peligro-de-desaparicion/16722
 
Galicia, nación cultural

Ramón Villares sostiene que el pasado eclesial y campesino frenó el desarrollo nacional gallego pero también blindó su identidad
Galicia, nación cultural

Una imagen del éxodo gallego de mediados del siglo pasado (Alberto Martí)

Anxo Lugilde, Santiago de Compostela
09/01/2020 00:06 Actualizado a 09/01/2020 02:12


Varias generaciones de gallegos estudiaron la historia de su tierra a través de los manuales de Ramón Villares Paz (Xermade, 1951) que, en sus diferentes versiones, se aproximan a la treintena de ediciones. En Galicia, una nación entre dos mundos , la obra que este catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Santiago de Compostela presenta esta tarde en Barcelona, a las 7 en la Acadèmia de Bones Lletres, retrata a su país como una nación cultural. Si bien no llegó a convertirse en un estado ni alcanzó el grado de conciencia nacional de Catalunya y Euskadi, dispone de una potente identidad propia diferencial.



Al mismo tiempo, Villares dibuja la dimensión euroamericana de Galicia, fruto de su plena y temprana inserción en la dinámica continental a través del Camino de Santiago y del influjo de los dos millones de gallegos que emigraron al nuevo mundo durante los siglos XIX y XX.

El nuevo libro de villares
‘Galicia, una nación entre dos mundos” incide en el impacto del Camino y de la emigración

“Quizá también Galicia”. Este sugerente epígrafe emerge de un mapa político de la España del siglo XIX, en el que se distinguen cuatro realidades diferenciadas, la de la “España foral”, de Euskadi y Navarra; la “España incorporada”, de la antigua corona de Aragón; la “España colonial”, de los restos del imperio, y la “España constitucional”, de la corona de Castilla, en la que unas líneas discontinuas señalan ese “quizá también Galicia”. Bajo esa idea Villares incide en las dudas y reticencias que suelen aparecer y reconocer que :“Galicia sea una nación cultural y política equiparable a Catalunya y el País Vasco. La identidad cultural gallega puede ser más o menos admitida desde fuera, a veces con una mirada algo paternalista, de nacionalismo bueno, pues pobre , pero en cambio apenas se considera su dimensión política, dada la debilidad de sus estructuras partidistas nacionalistas”.



Villares le da la vuelta al enigma de los motivos por los que en Galicia no hay un nacionalismo tan fuerte como el vasco y el catalán, mientras desde 1981 existe un claro predominio del Partido Popular y su antecesora Alianza Popular, pues han gobernado la Xunta con sólo seis años de interrupción. Afirma que a su modo de ver el verdadero misterio histórico reside en cómo “una sociedad desprovista de instituciones representativas (Parlamento), de una dinastía propia y con unas elites dirigentes básicamente eclesiásticas fue capaz de alcanzar la modernidad y convertirse en una nación cultural”.

Ramón Villares
Ramón Villares (.)


Su tesis se basa en la fortaleza de la sociedad campesina y la hegemonía eclesiástica, que bloqueó el acceso de la hidalguía a una posición directora. Afirma que ambas obstaculizaron la conversión en un reino con instituciones propias, pero fueron al mismo tiempo las “fomentadoras de los muy ricos y socialmente arraigados factores definitorios de una cultura específica”.
La lenta transformación económica, a la vez que frenó el paso de una identidad étnica diferenciada a una conciencia nacional, permitió que el patrimonio cultural propio resistiese al proceso de nacionalización del Estado liberal español. Y cuando a comienzos del siglo XX la modernización se intensificó, sostiene Villares, la aparición del nacionalismo contuvo la “desgalleguización cultural de Galicia”.

Un enigma puesto al revés
El misterio no reside en por qué la nación gallega es débil, sino en su pervivencia

“País fuerte, nación débil”, resume este historiador que durante doce años presidió el Consello da Cultura Galega, un ente creado por el Estatuto de Autonomía. “La historia como teatro de la política contingente no ha avanzado en Galicia en la medida que podría sugerir la fortaleza de su identidad cultural, en gran parte debido a esa flaqueza institucional que ha presidido la evolución histórica gallega”, señala. En este sentido cita al patriarca del galleguismo, Rodríguez Castelao, con su “yo reniego de la historia de Galicia”, mientras se encomendaba a la tradición como expresión del “alma eterna” del país.



En la condición de Galicia como ejemplo de nación cultural, Villares destaca el impacto de “hechos decisivos” acaecidos durante la Edad Media, a partir de la creación del reino de Portugal, que supone la aparición de la frontera sur y el desgajamiento de la antigua Gallaecia romana, que incluía el norte del actual estado luso. En simultáneo se dio el reforzamiento de la relación de Galicia con el mundo de los francos, fruto de la estrategia que estableció el arzobispo compostelano Diego Gelmírez. Así, en el Códice Calixtino, la primera guía del Camino de Santiago, Galicia es presentada como lo más parecida en España al país galo.
“Galicia es, en gran parte, una pura creación europea, pero también un actor singular de la misma”, señala Villares, quien, asimismo, apunta que “la identidad de la Galicia moderna tiene un fuerte origen americano”. También analiza el ahora decaído celtismo, que fue el “primer gran referente nacional”. Señalaba unos ancestros que establecían una relación con otros pueblos europeos y marcaban diferencias con el resto de la península.
Trufada de citas de las principales figuras de la literatura gallega, Galicia, una nación entre dos mundos es un ágil ensayo histórico construido mediante un tránsito continuo a través de los Pirineos y del Atlántico.

 
Creo que te faltan un montón de cosas que tiene Galicia en la provincia de Lugo, la muralla Romana de Lugo, las playas y faros del norte de la provincia, grandes paisajes de pueblecitos ,Fiestas importantes y reconocidas a distintos niveles , Resurretion Fest, Maruxaina, Fiesta Indiana, Carnaval , tiene las dos lonjas más importantes del norte de España, Burela y Celeiro, la única fabrica de alúmina de europa, fabricación de aluminio,fábrica de cerámica Sargadelos, museos,playas impresionantes.
Creo que vale mucho la pena visitar esta parte del norte de Lugo
 
La historia de amor de Vigo con las empanadillas

En Vigo hay una norma: hay que comer, al menos una vez en la vida, las empanadillas del Carballo. Y punto. Pero hay más, muchas más empanadillas en esta ciudad costera.




Empanadillas viguesas del bar Carballo


Empanadillas viguesas del bar Carballo © Bar Carballo



Más de una vez hemos escuchado aquello de que España no es un país en el que abunde la comida callejera. Eso que internacionalmente se conoce como Street Food y que ha hecho mundialmente famosos a algunos destinos. Hablamos de Los Ángeles y los burritos, de los puestos de comida callejera en Tailandia, de las parrillas en los mercados de Sicilia; hablamos de las bolas de Berlim que se venden en las playas portuguesas, de los hot dogs neoyorquinos o de los puestos de las salchichas alemanas. Y hay quien defiende que aquí no podemos jugar en esa liga.
Pues no, lo siento. Por ahí no paso. Si hablamos de puestos en los que sentarse a comer en la calle, ahí están las terrazas y sus tapas. Pero subo la apuesta: hablemos de las churrerías ambulantes de las ferias y de los mercados, de las patatas asadas de las ferias andaluzas, hablemos de las carpas del pulpo á feira, de las madrileñas rosquillas del santo.



Hablemos de los serranitos sevillanos y de los camperos malagueños, hablemos de los talos y las filloas en las ferias del País Vasco y Galicia, respectivamente; de los bollos preñaos asturianos, de la horchata y los fartóns ¿ Que no tenemos comida callejera? Aguántame la cerveza.







Hablemos de empanadillas. Hablemos de Vigo.
Es curioso, porque pocas ciudades hay tan vinculadas a un bocado rápido como Vigo y la empanadilla. Y, sin embargo, esto es algo que mucha gente, incluso en Galicia, desconoce.
Es verdad que la empanadilla es algo que aparece en todas partes en España y que en Galicia, en concreto, son varias las localidades que tienen algún local conocido por esta especialidad. Pero, sin desmerecer a aquellas míticas empanadillas del Coruña compostelano, del Manix (Chantada, Lugo), las de La Bombilla coruñesa, del San Xés de Ourense y algunas otras, Vigo, en este aspecto, se impone.

CÓMO ES LA EMPANADILLA VIGUESA
Y la cosa tiene una explicación lógica: Vigo es una ciudad obrera y humilde, de trabajadores sin tiempo para entretenerse con comidas complicadas y, en muchos casos, sin dinero para costearlas. Hace 50, 60 o más años las tabernas sirvieron, en muchos casos, para quitar el apetito con algo contundente, sabroso y barato. Y ahí estaba la empanadilla para hacerse cargo de la situación.
Poco a poco, y de manera discreta, la empanadilla fue ganando fuerza en las barras de tabernas y casas de comidas. Un poco de masa de pan, algo que meterle dentro, ya fueran los restos de un guiso o, en los casos de mayor escasez, algo de cebolla y huevo cocido, tal vez con una aceituna para alegrar el conjunto, y ya estaba el tapeo solucionado.







Las hay fritas y las hay de horno, las hay más convencionales, como las que te pueden encontrar en cualquier otra ciudad, y las hay hojaldradas. Pero la empanada viguesa de siempre era, por lo general, más esponjosa, más pequeña, de tres o cuatro bocados y con una miga densa que se empapaba con los jugos del relleno.

Empanadillas viguesas del bar Carballo


Empanadillas viguesas del bar Carballo © Bar Carballo

La empanadilla ha arreglado en Vigo unas cuantas comidas y unas cuantas cenas, millones de tapeos y charlas de barra y miles de regresos a casa a altas horas de la madrugada. Ha solucionado meriendas en el recreo y tentempiés en la pausa para el café; ha ido a las fábricas en el bolsillo de más de un obrero y ha esperado a otros tantos, recién horneada o recién frita, en la barra del bar de su barrio.
La empanadilla es y ha sido nuestra poción mágica de Astérix, ese bocado que sabe a casa, ese olor que te lleva a la taberna de tu calle, capaz de levantarnos el ánimo hasta en el día más tristón.
Nos ha acompañado en citas románticas y para celebrar nuestros primeros sueldos con los amigos. Así que es tiempo de reinvindicarlas, como en Nápoles reivindican la pizza, como en Palermo hacen bandera de los arancini (y en Catania de las arancine, aunque este debate queda para otro día). Vigo debería tener en las empanadillas uno de sus emblemas, como Philadelphia lo tiene en los Cheesesteaks y México en las mil y una variantes de la familia de los tacos.







Si esto es Vigo, ponme una empanadilla. Y un vino. O una cerveza, aunque sea coruñesa. Y que sea luego lo que tenga que ser que las penas, con empanadillas, son menos.
Porque aunque en las últimas décadas hemos perdido algunos templos empanadilleros como la mítica panadería Rufino de la Calle López de Neira, todavía tenemos mucho donde elegir.
DÓNDE COMER LAS MEJORES EMPANADILLAS DE VIGO
Bar Carballo
: el clásico entre los clásicos permanece inalterable con esa atmósfera de otro tiempo en pleno corazón de la ciudad. Aquí se viene por la tortilla, muy buena, pero sobre todo por las empanadillas, de esas de masa esponjosa que se sirven aún calientes. Son pequeñas y contundentes, con el relleno de carne y un precio que sigue explicando su popularidad desde hace más de medio siglo. Da igual cuando vengas, siempre habrá mesas llenas de vecinos, de gente de las oficinas cercanas y de visitantes. Y en cada una, al menos, una empanadilla.

A Tapa do Barril: si el Carballo es el clasicismo irrenunciable, A Tapa do Barril es la vocación de futuro, la demostración que algo tan humilde y tan de siempre puede ser un bocado apetecible en la actualidad. Varias docenas de variedades y dos locales avalan el éxito de esta fórmula renovada en la que hay fijos inamovibles en la carta y especialidades que van y vienen en función de la temporada.







En nuestra última visita, tomé una empanadilla de calamares en su tinta muy seria. Los precios son algo más altos en este caso, aunque siempre muy asumibles, y lo cierto es que el mayor tamaño y, sobre todo, la diversidad de la carta los justifican más que de sobra.

Empanadillas de A Tapa do Barril


A Tapa do Barril

Otras direcciones si quieres doctorarte en empanadillas viguesas:
Bar Liña
: bar marinero de la Avenida de Beiramar situado en un altillo con vistas a la zona de la Estación Marítima. Sus empanadillas son de la escuela de las del Carballo, para entendernos: pequeñas, densas y sabrosas.
Panadería Paima: en Elduayen, a un paso del kilómetro cero de la ciudad, Paima apuesta por la empanadilla también en versión vegana y sin gluten.
Bar Patacas: en el barrio de Navia, a un paso de la Escuela Superior de Arte Dramático, el Patacas ofrece empanadillas de masa más fin y buen tamaño.
Taboada 26: en el corazón del Vigo portuario este bar de siempre ofrece de vez en cuando una apetecible empanadilla de pulpo.
Las Barricas: junto a la playa de O Bao, Las Barricas presume de haber recuperado la receta de las empanadillas “de la señora Puri, que desde los años 80 deleitó a los paladares más exigentes de Vigo”.

 
La historia de amor de Vigo con las empanadillas

En Vigo hay una norma: hay que comer, al menos una vez en la vida, las empanadillas del Carballo. Y punto. Pero hay más, muchas más empanadillas en esta ciudad costera.




Empanadillas viguesas del bar Carballo


Empanadillas viguesas del bar Carballo © Bar Carballo



Más de una vez hemos escuchado aquello de que España no es un país en el que abunde la comida callejera. Eso que internacionalmente se conoce como Street Food y que ha hecho mundialmente famosos a algunos destinos. Hablamos de Los Ángeles y los burritos, de los puestos de comida callejera en Tailandia, de las parrillas en los mercados de Sicilia; hablamos de las bolas de Berlim que se venden en las playas portuguesas, de los hot dogs neoyorquinos o de los puestos de las salchichas alemanas. Y hay quien defiende que aquí no podemos jugar en esa liga.
Pues no, lo siento. Por ahí no paso. Si hablamos de puestos en los que sentarse a comer en la calle, ahí están las terrazas y sus tapas. Pero subo la apuesta: hablemos de las churrerías ambulantes de las ferias y de los mercados, de las patatas asadas de las ferias andaluzas, hablemos de las carpas del pulpo á feira, de las madrileñas rosquillas del santo.



Hablemos de los serranitos sevillanos y de los camperos malagueños, hablemos de los talos y las filloas en las ferias del País Vasco y Galicia, respectivamente; de los bollos preñaos asturianos, de la horchata y los fartóns ¿ Que no tenemos comida callejera? Aguántame la cerveza.







Hablemos de empanadillas. Hablemos de Vigo.
Es curioso, porque pocas ciudades hay tan vinculadas a un bocado rápido como Vigo y la empanadilla. Y, sin embargo, esto es algo que mucha gente, incluso en Galicia, desconoce.
Es verdad que la empanadilla es algo que aparece en todas partes en España y que en Galicia, en concreto, son varias las localidades que tienen algún local conocido por esta especialidad. Pero, sin desmerecer a aquellas míticas empanadillas del Coruña compostelano, del Manix (Chantada, Lugo), las de La Bombilla coruñesa, del San Xés de Ourense y algunas otras, Vigo, en este aspecto, se impone.

CÓMO ES LA EMPANADILLA VIGUESA
Y la cosa tiene una explicación lógica: Vigo es una ciudad obrera y humilde, de trabajadores sin tiempo para entretenerse con comidas complicadas y, en muchos casos, sin dinero para costearlas. Hace 50, 60 o más años las tabernas sirvieron, en muchos casos, para quitar el apetito con algo contundente, sabroso y barato. Y ahí estaba la empanadilla para hacerse cargo de la situación.
Poco a poco, y de manera discreta, la empanadilla fue ganando fuerza en las barras de tabernas y casas de comidas. Un poco de masa de pan, algo que meterle dentro, ya fueran los restos de un guiso o, en los casos de mayor escasez, algo de cebolla y huevo cocido, tal vez con una aceituna para alegrar el conjunto, y ya estaba el tapeo solucionado.







Las hay fritas y las hay de horno, las hay más convencionales, como las que te pueden encontrar en cualquier otra ciudad, y las hay hojaldradas. Pero la empanada viguesa de siempre era, por lo general, más esponjosa, más pequeña, de tres o cuatro bocados y con una miga densa que se empapaba con los jugos del relleno.

Empanadillas viguesas del bar Carballo


Empanadillas viguesas del bar Carballo © Bar Carballo

La empanadilla ha arreglado en Vigo unas cuantas comidas y unas cuantas cenas, millones de tapeos y charlas de barra y miles de regresos a casa a altas horas de la madrugada. Ha solucionado meriendas en el recreo y tentempiés en la pausa para el café; ha ido a las fábricas en el bolsillo de más de un obrero y ha esperado a otros tantos, recién horneada o recién frita, en la barra del bar de su barrio.
La empanadilla es y ha sido nuestra poción mágica de Astérix, ese bocado que sabe a casa, ese olor que te lleva a la taberna de tu calle, capaz de levantarnos el ánimo hasta en el día más tristón.
Nos ha acompañado en citas románticas y para celebrar nuestros primeros sueldos con los amigos. Así que es tiempo de reinvindicarlas, como en Nápoles reivindican la pizza, como en Palermo hacen bandera de los arancini (y en Catania de las arancine, aunque este debate queda para otro día). Vigo debería tener en las empanadillas uno de sus emblemas, como Philadelphia lo tiene en los Cheesesteaks y México en las mil y una variantes de la familia de los tacos.







Si esto es Vigo, ponme una empanadilla. Y un vino. O una cerveza, aunque sea coruñesa. Y que sea luego lo que tenga que ser que las penas, con empanadillas, son menos.
Porque aunque en las últimas décadas hemos perdido algunos templos empanadilleros como la mítica panadería Rufino de la Calle López de Neira, todavía tenemos mucho donde elegir.
DÓNDE COMER LAS MEJORES EMPANADILLAS DE VIGO
Bar Carballo
: el clásico entre los clásicos permanece inalterable con esa atmósfera de otro tiempo en pleno corazón de la ciudad. Aquí se viene por la tortilla, muy buena, pero sobre todo por las empanadillas, de esas de masa esponjosa que se sirven aún calientes. Son pequeñas y contundentes, con el relleno de carne y un precio que sigue explicando su popularidad desde hace más de medio siglo. Da igual cuando vengas, siempre habrá mesas llenas de vecinos, de gente de las oficinas cercanas y de visitantes. Y en cada una, al menos, una empanadilla.

A Tapa do Barril: si el Carballo es el clasicismo irrenunciable, A Tapa do Barril es la vocación de futuro, la demostración que algo tan humilde y tan de siempre puede ser un bocado apetecible en la actualidad. Varias docenas de variedades y dos locales avalan el éxito de esta fórmula renovada en la que hay fijos inamovibles en la carta y especialidades que van y vienen en función de la temporada.







En nuestra última visita, tomé una empanadilla de calamares en su tinta muy seria. Los precios son algo más altos en este caso, aunque siempre muy asumibles, y lo cierto es que el mayor tamaño y, sobre todo, la diversidad de la carta los justifican más que de sobra.

Empanadillas de A Tapa do Barril


A Tapa do Barril

Otras direcciones si quieres doctorarte en empanadillas viguesas:
Bar Liña
: bar marinero de la Avenida de Beiramar situado en un altillo con vistas a la zona de la Estación Marítima. Sus empanadillas son de la escuela de las del Carballo, para entendernos: pequeñas, densas y sabrosas.
Panadería Paima: en Elduayen, a un paso del kilómetro cero de la ciudad, Paima apuesta por la empanadilla también en versión vegana y sin gluten.
Bar Patacas: en el barrio de Navia, a un paso de la Escuela Superior de Arte Dramático, el Patacas ofrece empanadillas de masa más fin y buen tamaño.
Taboada 26: en el corazón del Vigo portuario este bar de siempre ofrece de vez en cuando una apetecible empanadilla de pulpo.
Las Barricas: junto a la playa de O Bao, Las Barricas presume de haber recuperado la receta de las empanadillas “de la señora Puri, que desde los años 80 deleitó a los paladares más exigentes de Vigo”.

Gracias Compañera @Coti7495 , tomo buena nota nota de lo expuesta para una Agenda especial que estoy elaborando.-
Un Abrazo.-
 
La Galicia de las empanadas y sus 8 paradas imprescindibles
Así son las variedades más auténticas y sorprendentes, de norte a sur y de este a oeste
La empanada es uno de esos pilares que sustentan el ideario común sobre la gastronomía gallega. La disyuntiva entre atún o carne era lo habitual en buena parte de la hostelería gallega hace solo unos años. Pero ahora resulta cada vez más frecuente encontrar en panaderías y restaurantes un sinfín de masas y rellenos que recuperan su esencia y originalidad.


En las siguientes líneas podrás encontrar un repaso a las más destacadas de la geografía con el que podrás marcarte una vuelta entera al país probando una variedad cada día. Un resumen del reportaje publicado por la revista Traveler, que traza un itinerario de sur a norte y de este a oeste para redescubrir las muchas formas que hay de comer una rica empanada gallega.

Rías Baixas, para paladares de mar

empanadazambus-AxL7.jpg

La de zamburiñas es muy habitual en las Rías Baixas y Davila así lo muestra en esta viñeta.
En las Rías Baixas la vida marinera se hace empanada. El producto del mar es el rey absoluto en el relleno que podrás encontrar por la costa pontevedresa. Desde berberechos a almejas, pasando por bacalao, merluza, mejillones, pulpo, congrio, vieiras, zamburiñas, calamares o sardinas. Y dentro las Rías Baixas ocupa un lugar destacado la ría de Vigo. Una especialidad que en concreto es originaria del fondo de la bahía: la de chocos. En la otra orilla la de centolla en Cangas es una de las más singulares.
Un timbal para el Camino
El timbal de lamprea pugna por acaparar algo de protagonismo en la tierra de los famosísimos pimientos. Se trata de una preparación similar a la empanada pero muy difícil de encontrar fuera de Padrón. Es más, incluso aquí solo se ofrece durante algunos meses del año.
Capital de los sabores

1280px-Bandejas_de_empanadas_gallegas-Fwa9.jpg

Raciones de empanada con diferentes rellenos.
Santiago ejerce su papel de capital en este itinerario gastronómico y permite encontrar en sus calles una amplia representación de las que son típicas en las distintas comarcas de Galicia. Masas de maíz, de trigo o de centeno, rellenos de ternera, pulpo, sardinas, berberechos, bacalao, raya o pollo. Un paseo por el casco histórico permite saborear algunas de las versiones más clásicas.
Capas y capas de carne

costrada-LY9A.jpg

Una costrada, típica de Pontedeume.
Pontedeume también tiene una parada en este recorrido. Aquí se prepara la costrada, una especie de empanada por pisos no apta para dietas. Una de capas de lomo de cerdo, jamón y pollo puede ser una sabrosa opción.
Las empanadas se descapotan al norte
Cedeira también ha conseguido conservar su tradición. En buena parte de sus establecimiento se pueden pedir dos tipos de empanada diferentes y únicos. Por un lado, las empanadas abiertas que, a simple vista, parece un híbrido entre empanada y pizza. Lo más habitual es que sean de raya. Por otro, los pastelones, de masa de tipo hojaldrado, mayor porcentaje de relleno que en las empanadas convencionales y sofrito de cebolla y pimientos también son genuinas de este municipio.
La costa cantábrica
A Mariña es también descanso obligado en la costa cantábrica gallega. La empanada de parrochitas (sardinas pequeñas) en Xove no defrauda. Muy cerca, en Viveiro, podrás degustar la colineta o la torta de Viveiro. De la empanada solo conserva su forma circular, pero de paso que visitas esta zona merece la pena degustar este postre.
¿De tortilla? Sí, de tortilla
Lo inimaginable pasa en Mondoñedo: dos imprescindibles de las excursiones para comer de campo se funden en la empanada de tortilla. Menos llamativa pero aun así diferente de las habituales es la empanada de conejo, fácil de encontrar en el municipio.
La empanada como olla en Ourense
La provincia ourensana conserva tradiciones gastronómicas centenarias. La empanada de costrelas de A Rúa es una de ellas, rellena de costilla de cerdo con hueso y a medio guisar. La carne termina de hacerse en el horno. Luego sólo hay que destapar la empanada, repartir la tapa entre los comensales para que la usen como pan y cortar raciones. Igualmente en esta comarca de Valdeorras se pueden encontrar empanadas de acelga y patatas de la comarca de Valdeorras.






 
Los romanos pensaban que este era el punto más occidental de la tierra y, por tanto, el mundo se acababa aquí. Era el "finis terrae" ¿Por qué alguien querría ir al fin del mundo?
Tal vez porque Cabo Fisterra esconde el verdadero secreto de la Costa da Morte: paisajes agrestes y playas impresionantes, unas (al abrigo del cabo) de aguas tranquilas y otras de fuerte oleaje como Mar de Fora, una de las playas más salvajes de Galicia. Y la gran atracción de todos los tiempos, la puesta de sol sobre la inmensidad del óceano, el mar del fin del mundo.
Sea por curiosidad o por vivir una aventura, Cabo Fisterra fue un imán desde la más remota antigüedad, atrayendo a viajeros de lejanos países y también, con peor fortuna, a tantos barcos que naufragaron en sus aguas.
Hoy, con su potente faro, Cabo Fisterra sigue ejerciendo un atractivo especial sobre los peregrinos del Camino de Santiago, que no dan por finalizado su viaje hasta llegar aquí. Por algo será.

 
Jamón asado a la gallega

El jamón asado (denominado en Galicia como Xamón asado) es una preparación culinaria que emplea las patas del cerdo, siendo la parte integrante de la cocina gallega. Se prepara con gran tradición en las zonas montañosas de Lugo y La Coruña. El plato surge como una alternativa a la conservación de los jamones en salmuera procedentes de la matanza del cerdo.


Recetas tradicionales: Jamón asado a la gallega

Ingredientes:

1 unidad de jamón fresco (pierna de cerdo sin pezuña)
Sal (suficiente para cubrir el jamón)
2 unidades de Puerro
1 unidad de cebolla
1 cabeza de Ajo
1 manojo de Hierbas aromáticas (al gusto)
3 hojas de Laurel
4 cucharadas soperas de Vino de Madeira o similar
1 vaso de Vino blanco
Caldo de carne
10 gramos de Pimienta negra en grano
Manteca de cerdo para pintar


Recetas tradicionales: Jamón asado a la gallega

Preparación:
Para que la carne adquiera un buen sabor y la textura deseada es importante empezar la preparación del jamón asado al menos una semana antes del día que queramos consumirlo.
Lo primero que se debe hacer es frotar toda la pieza de carne con sal gruesa y una vez esté bien untada, se deja en reposo durante 6-7 días en la nevera. Dejar el jamón en un envase con una cama de sal, con la piel hacia abajo y cubierto con otra capa de sal.

Utilizar una bandeja apta para horno lo bastante grande para que quepa la pieza de jamón junto con el resto de ingredientes. Entonces, colocar las verduras troceadas.
Truco: Es importante empezar a cocinar el jamón asado temprano, ya que puede tomar unas 5 a 7 horas de cocción.

A continuación, cepillar bien la pieza de jamón para eliminar el exceso de sal adherido a la carne. Entonces, colocárlo en la bandeja y llevárlo al horno a fuego moderado, controlando la temperatura del agua. La idea es que el líquido de cocción no supere los 80ºC, tomando la temperatura a unos 10 centímetros de la superficie del agua.

Truco: Lo mejor es mantener la temperatura entre 70-80ºC. para asegurar que la carne no quede dura

Pasadas las primeras 4 horas de cocción, pinchamos el jamón con la punta de cuchillo o agujas de hacer punto si tenemos a mano. Lo que tenemos que conseguir es hacer cortes profundos en la carne. Pasadas unas 6 horas, la primera fase de cocción de la carne debe estar lista.
A continuación, sacar el jamón del agua y colocárlo sobre una rejilla de brasear, con la piel hacia arriba y cubrir las partes de hueso visibles con papel aluminio.

Truco: Durante la primera cocción la carne debe encoger, por lo que parte del hueso de la pata quedará a la vista.

Seguidamente pintar todo el jamón asado con manteca de cerdo. Como paso opcional, se puede hacer unos cortes, formando cubos o rombos para decorar.

En la bandeja que queda debajo de la rejilla, colocar otro poco de manteca junto con un poco de vino blanco y el vino de Madeira. Enciender el horno a temperatura medio fuerte de 180-190ºC. y cocinar una media de 25 minutos por kilo de carne.





Recetas tradicionales: Jamón asado a la gallega


Durante este segundo proceso de cocción para el jamón asado, es importante ir vigilando la carne y bañando con los jugos de la bandeja. Si la corteza está muy seca podemos volver a pintar la piel con más manteca.
Para saber que el jamón asado está listo, pinchar la carne hasta que no salga ningún líquido transparente de su interior. Igualmente, si la piel no está todavía bien crujiente, se puede poner el horno en función de grill por unos minutos.
Truco: Para el tema del brillo se le puede añadir un poco de azúcar a la corteza
Para hacer la salsa, recuperar todo lo que ha quedado en la bandeja de debajo de la rejilla y desglacear con un poco de caldo de carne. Calentar todo y revolver hasta que la salsa reduzca y tome la consistencia deseada.
 
1585333565340.png
Puerto pesquero de Bueu
reducir tamaño de letra aumentar tamaño de letra
Puerto eminentemente pesquero del sur de la Ría de Pontevedra totalmente vinculado con la mar y el sector conservero. Su activa lonja contempla subastas de sardinas, pulpos, jureles... El marisqueo es otra de sus importantes fuentes de ingresos, tanto es así que es uno de los principales puertos mejilloneros con una importante flotra de auxiliares de las mejilloneras (bateeiros).
Su lámina de agua está protegida por un dique de abrigo - muelle con dos alineaciones:
.- La primera partiendo de tierra en dirección 343º de 260 metros donde en su inicio se encuentra los elementos de elevación, gruas y trevel lift de 50 Tn, varadero para operaciones de limpieza de casco, pintura etc. Este varadero es utilizado por la náutica recreativa y por los pesqueros. También tinglados de marineros y aparcamiento.
.- Normal al anterior la segunda alineación; dique muelle que en dirección 074º avanza 370 metros. Sirve de atraque por su interior y protege de los vientos y mares del 3er y 4º cuadrante. Este dique está balizado en su punta. Sirve como aparcamiento.

En el interior de la dársena 5 líneas de pantalán que dan servicio de amarre a numerosas plaza de esloras copmprendidas entre los 4 y los 12 metros, totalmente ocupados por embarcaciones de pesca.
Como contradique en paralelo a la primera alineación del dique de abrigo y líneas de pantalán, un muelle esplanada donde se ubica la lonja. En este muelle se dispone de dos rampas. Esta balizado en su punta.
1585333746645.png

En la punta del dique de abrigo está instalada una línea de pantalán con fingers reservada a embarcaciones recreativas para esloras de 6 a 12 metros, con un número de sesenta amarresa los que se accede desde el muelle por pasarela con cerradura magnética. La ocupación es total, no tiene plazas de cortesía y no permiten el amarre ni el acceso por unas horas (los concesionarios de las plazas).

Calado en bocana: 4,5 metros
Calado en dársena: 2 metros
Máxima eslora: 32 metros

1585333804550.png
 

Adjuntos

  • 1585333670368.png
    1585333670368.png
    229,3 KB · Visitas: 0
Back