EN El CINE

La venganza eterna de Iñigo Montoya
‘La princesa prometida’, el clásico de humor épico fantástico de William Goldman que Rob Reiner llevó al cine, resucita en su 45º aniversario

LAURA FERNÁNDEZ
Madrid 10 ABR 2018 -


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De izquierda a derecha, Wallace Shawn, Mandy Patinkin y André el Gigante en un fotograma de 'La princesa prometida'. En vídeo, el tráiler de la película 'La princesa prometida'.






Hay una regla no escrita según la cual toda buena historia infantil debe nacer en voz alta. Es decir, debe nacer como el cuento que le cuentas a alguien, o, en su defecto, como un juego. Pensemos en el origen de Alicia en el País de las Maravillas – el matemático Charles L. Dodgson, futuro Lewis Carroll, la improvisó en un viaje en barco para que tres hijas de un amigo no se aburrieran más de la cuenta –, o en el de Peter Pan – J. M. Barrie lo improvisó, también, para los hermanos Llewelyn Davies, a quienes nada les gustaba más que interpretar todo tipo de obras de teatro en una suerte de salón dedicado en exclusiva a dicho asunto en su propia casa –. La princesa prometida, un clásico de la (meta) literatura épico fantástica y, también, del humor, ese delicioso humor británico – que es capaz de llamar Buttercup, algo así como Pastelito, a la princesa prometida en cuestión – insobornablemente brillante, no es una excepción. William Goldman, su autor, no tenía, en el momento en que decide intervenir su novela favorita, como hace creer en el curiosísimo prólogo – en realidad, parte de la obra –, un hijo, sino dos, y no chicos sino chicas, a las que contó la historia de Buttercup, la lechera a la que el amor, correspondido hasta su supuesta muerte, por un mozo de labranza – Westley – convirtió en la más hermosa del reino, antes de que se ésta se hiciese papel, y casi instantáneamente, ocupase un lugar predominante entre los clásicos (descacharrantes) de la literatura fantástica.

Hoy, 45 años después de que saliera, por primera vez, de imprenta – fue publicada originalmente en 1973 –, y 28 más tarde de que llegara a librerías españolas, tan fascinante artefacto, obra del guionista que se llevó un Oscar por Dos hombres y un destino y que luego firmó libretos como el de la primera versión de Las mujeres perfectas de Ira Levin – entonces llamada Las esposas de Stepford –, el del clásico de Stephen King Misery, el de Todos los hombres del presidente – que le valió su segundo Oscar – y hasta el de El indomable Will Hunting – sí, nunca ha quedado claro cuánto le debe ese guión a Goldman y cuánto a Ben Affleck y Matt Damon –, ha vuelto en una cuidada edición de Ático de los Libros que incluye el capítulo extra que Goldman escribió con motivo del 25 aniversario y que lleva por título El bebé de Buttercup. Título francamente sugerente para los cientos de miles, de millones, de fans de la novela, que Rob Reiner convirtió en un clásico del cine de fantasía una década más tarde, en 1987, con una jovencísima Robin Wright en el papel de Buttercup. No le fue fácil hacerse con el papel. Compitió con otras 500 actrices. Entre ellas estaban las por entonces también jovencísimas Meg Ryan, Uma Thurman, Courtney Cox y Whoppie Goldberg.

El éxito de la película – que existe sólo porque Reiner amaba y sigue amando con locura la narrativa de William Goldman; admite que es su autor favorito y que, como en un juego de espejos, fue su propio padre quien le regaló la novela, aunque nunca ha dicho que se la leyera en voz alta, como ocurría con el padre del supuesto William Goldman que reescribe la historia supuestamente también escrita por el tal S. Morgenstern – fue en su momento más que moderado, modestísimo. Pero, como también ocurre con los clásicos de culto, el tiempo ha jugado a su favor, y hoy su encanto sigue intacto. A Mandy Patinkin – el Saul Berenson de Homeland – aún le piden de vez en cuando que repita aquello de: “Hola, me llamo Íñigo Montoya, tú mataste a mi padre, prepárate a morir”. Como los fans del también clásico de culto The Rocky Picture Show, los de La princesa prometida han llegado a memorizar todas y cada una de sus líneas de diálogo. Rob Reiner explicaba, al cumplirse el 30 aniversario del estreno, hace meses, que en una ocasión se le acercó una mujer para contarle que había mantenido con vida a un grupo de esquiadores que quedaron atrapados en la nieve por culpa de un alud recitando la película al completo y evitando que cayeran en un letargo que podría haberles costado la vida antes de que llegasen los helicópteros de rescate.

HBO prepara un documental, de estreno inminente, sobre André René Roussimoff, más conocido como André el Gigante, que, además de uno de los secundarios de lujo de la cinta en cuestión, fue una de las primeras y más grandes estrellas del wrestling en Estados Unidos. Carey Elwes (Westley) escribió un libro sobre el making of de la película que se publicó hace cuatro años (y que aún no ha sido traducido al español), y cada vez que Wright habla de ella lo hace como si el tiempo no hubiera pasado, como si hubiera salido ayer del set de rodaje. “Éramos como una familia”, recordaba la actriz en una entrevista en televisión, con motivo precisamente del 30 aniversario del estreno de la película. Pero no hay que olvidar que, detrás del clásico cinematográfico, está el clásico (mutante) literario, que Goldman concibió como una parodia de los libros de fantasía épica en general, y, por las referencias concretas a lo aburrido de ciertos tramos del supuesto libro escrito por Morgenstern que él reescribe, mejor, recorta, al aparentemente imbatible J. R. R. Tolkien en particular. Un Tolkien que hubiese nombrado a sus reinos como célebres (entonces) monedas, empezando por el Florín.

Dijo Goldman que Tennessee Williams siempre decía que había un momento en toda obra de teatro en que la obra abría la puerta y te dejaba entrar, como autor. En su caso, La princesa prometida se abrió después de escribir el primer capítulo (dedicado a Buttercup) y cuatro páginas del segundo. “Entonces se me apareció ese otro yo en Beverly Hills, decidido a regalarle a su hijo un ejemplar de su libro favorito, precisamente el libro que estaba escribiendo, La princesa prometida,sólo que eliminando las partes que me habían aburrido, y la novela se abrió ante mí. Nunca me había pasado nada igual. Y nunca ha vuelto a pasarme”. Lo que nunca sabremos es el aspecto que hubiera tenido La princesa prometida en manos de François Truffaut. Hay una leyenda que dice que fue uno de los primeros directores en enamorarse de la novela. En parte, porque era “inadaptable”. No contaban con el genio (inagotable) de Goldman.



“MI NOMBRE ES ÍÑIGO MONTOYA, TÚ MATASTE A MI PADRE...”



A Mandy Patinkin —el Saul Berenson de Homeland— aún le piden de vez en cuando que repita aquello de: “Hola, me llamo Íñigo Montoya, tú mataste a mi padre, prepárate a morir”. Como los fans del también clásico de culto The Rocky Picture Show, los de La princesa prometida han llegado a memorizar todas y cada una de sus líneas de diálogo. Rob Reiner explicaba, al cumplirse el 30º aniversario del estreno, hace meses, que en una ocasión se le acercó una mujer para contarle que había mantenido con vida a un grupo de esquiadores que quedaron atrapados en la nieve por culpa de un alud recitando la película al completo y evitando que cayeran en un letargo que podría haberles costado la vida antes de que llegasen los helicópteros de rescate.


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'El buen maestro': otra de profesores salvadores en escuelas complicadas
Ópera prima que reincide desde el tópico clasista y el humor blando en el modelo de filme con maestro que aprende a inspirar a sus alumnos

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Denis Podalydes, Pauline Huruguen y Abdoulaye Diallo protagonizan 'El buen maestro'. (Caramel)
EULÀLIA IGLESIAS
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13.04.2018 –

La enseñanza es una cuestión de Estado en Francia. Un asunto siempre en el centro del debate político que además genera casi cada año algún filme al respecto. Desde la siempre reivindicable 'La clase', de Laurent Cantet, hasta la más conservadora 'La profesora de historia', de Marie-Castille Mention-Schaar, pasando por la reciente y extravagante 'Madame Hyde', de Serge Bozon, la mayoría de películas francesas sobre la enseñanza pública insisten en el mismo tema: el reto de aplicar la educación republicana en las escuelas de los barrios con mayor índice de población de origen inmigrante.

'El buen maestro', ópera prima de Olivier Ayache-Vidal, también se apunta a discutir las problemáticas en las aulas a partir de la enésima historia de un profesor que debuta sin demasiada suerte en un instituto 'problemático' pero acaba consiguiendo que sus alumnos, alérgicos al principio a los libros y a todo lo que huela a cultura, adoren a Victor Hugo y se diviertan de lo lindo en Versalles.






Sin entrar de lleno en el género, Ayache-Vidal plantea el arranque de la película desde una perspectiva más propia de la comedia. François Foucault (Denis Podalydès) es un profesor de mediana edad que trabaja en un prestigioso instituto del centro de París al que acuden alumnos de familias privilegiadas. Los métodos de François resultan bastante clásicos, por no decir anticuados. Aplica una disciplina férrea y no titubea a la hora de señalar a sus estudiantes sus supuestas limitaciones intelectuales. En una recepción literaria, François se pavonea ante una desconocida de tener la solución a los problemas de la escuela pública en las zonas más problemáticas del extrarradio. Según su opinión, las 'banlieues' se beneficiarían de la experiencia de maestros, como él mismo, formados en centros de prestigio. La mujer resulta ser una funcionaria del Ministerio de Educación que le toma la palabra y lo propone como avanzadilla de un experimento pedagógico. François va a pasar un año en un instituto calificado como problemático para compartir allí su experiencia y sabiduría.

Así, François se nos presenta como el típico personaje obligado a moverse en un contexto ajeno a su hábitat natural. Por supuesto, su educación vieja escuela en todos los sentidos no tarda en colisionar con las actitudes de sus nuevos pupilos. Ayache-Vidal aplica una pátina de humor ligero y estereotipado a este choque de culturas que no deja de desprender, tal y como se plantea, un tufo clasista. Por supuesto, para ganarse a los espectadores y a los alumnos, el personaje resigue el también tópico proceso de aprender a ser humano gracias a sus humildes y traviesos estudiantes. Al tiempo que actualiza unos métodos pedagógicos muy Antiguo Régimen. Resulta sorprendente cómo el filme normaliza el hecho de que un maestro de supuesto prestigio, más allá de su talante clásico, profese una idea de la educación que privilegia la disciplina autoritaria y normaliza la humillación de los menores. Estos son algunos de los rasgos que el protagonista pule a medida que avanza el curso y mejora su relación con los chicos y chicas, hasta el punto de acabar cuestionando los 'consejos de disciplina' que antes defendía.

No hay un modelo educativo concreto que se cuestione o se defienda. Por el contrario, el filme se centra en exceso en la vertiente individual y emocional del típico profesor-salvador

Pero 'El buen maestro' no ahonda en las rémoras administrativas, las inercias metodológicas o las problemáticas estructurales de la educación en Francia. No hay un modelo educativo concreto que se cuestione o se defienda. Por el contrario, el filme se centra en exceso en la vertiente individual y emocional del típico profesor-salvador que inspira a unos alumnos 'a priori' difíciles lo que ningún otro maestro antes había conseguido. De manera que por momentos parece una versión laica y actualizada, en variante educación republicana, de la típica historia de misioneros evangelizadores. Así, la labor positiva de François en la segunda mitad del filme se acentúa a partir de denostar el trabajo de sus compañeros más desgastados por el tiempo que llevan allí enseñando, sobre todo del que es novio de la profesora que le hace tilín. Con todo ello se acaba dando la razón al punto de partida clasista de la película: lo que necesitaban los niños (y educadores) de esa escuela de barrio periférico era un profesor tradicional de instituto de élite parisiense y con ocho apellidos franceses.

Por otro lado, Ayache-Vidal no muestra ningún tipo de interés por los jóvenes protagonistas y se limita a que funcionen como el contrapunto del profesor, como los muchachos indisciplinados que acaban siendo 'salvados' por una concepción retrógrada de la educación. Ni al maestro supuestamente modélico ni a la película les parecen importar demasiado las inquietudes de los chicos y chicas, o su bagaje cultural específico. Al contrario de lo que sucedía en 'La clase', aquí los alumnos no participan de una dialéctica con su profesor que enriquezca a ambas partes. Su único objetivo es acabar abrazando con entusiasmo y sin discusiones el canon tradicional francés que certifica su plena asimilación a la cultura institucional y hegemónica.

https://www.elconfidencial.com/cult...renos-cine-buen-maestro-cine-frances_1548838/
 
EULÀLIA IGLESIAS
06.04.2018 –

"El lenguaje es una piel. Froto mi lenguaje contra el otro. Es como si tuviera palabras en lugar de dedos, o dedos en la punta de mis palabras. Mi lenguaje tiembla de deseo”, escribe Roland Barthes en el capítulo "La conversación" de su 'Fragmentos de un discurso amoroso', esa deconstrucción temática de la retórica del amor que publicó en 1977. La obra de Barthes se encuentra en la génesis de 'Un sol interior', ya que la primera intención de la cineasta Claire Denis y la escritora Christine Angot, que ya habían colaborado en el cortometraje 'Voilà l'enchaînement', era adaptar este ensayo a primera vista intraducible en película. Cuando la tarea se vio imposible (por cuestiones legales más que por falta de voluntad de directora y guionista), ambas recondujeron sus energías hacia 'Un sol interior', que mantiene parte de la intención barthesiana de diseccionar las rutinas culturales de la pasión.






Isabelle (Juliette Binoche) es una pintora separada que busca el amor definitivo. A lo largo de la película, la vemos cambiar de pareja varias veces. La mujer no encuentra satisfacción en unos amantes que no colman su imagen de compañero ideal. Pero tampoco puede evitar seguir buscando al hombre de sus sueños. Juliette es una amante del amor, una adicta al concepto de romanticismo. En apariencia, 'Un sol interior' se asemeja a otras comedias dramáticas en torno a las peripecias amorosas de una protagonista que, por un lado, ya no es ninguna ingenua en lo que a relaciones personales se refiere y, por el otro, no desiste en su vocación de volver a enamorarse perdidamente.



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Juliette Binoche, en 'Un sol interior'. (Avalon)


Pero Denis y Angot aplican una fina capa de ironía a esta búsqueda del amor verdadero que desmitifica los juegos de seducción, la retórica apasionada y los rifirrafes sentimentales entre la protagonista y su coro de amantes. A través de los ojos de Isabelle, vemos el rostro menos seductor de sus varios pretendientes: el banquero que trata con insolencia al chico del bar, el actor que no se atreve a decirle a su esposa que lo suyo se ha acabado, el tipo de provincias con el que no tienen nada que ver... Pero ellos también funcionan como reflejo de la insistencia de la protagonista por sentirse enamorada en una época y una edad en que ya no parece quedar sitio para los sentimientos absolutos y eternos.

'Un sol interior' no permite que su personaje caiga ni en el patetismo ni en la autocomplacencia

Denis pone en evidencia hasta qué punto la búsqueda de Isabelle tiene algo de desesperada. Pero en ningún momento menosprecia a la protagonista. Por el contrario, la cámara de Agnès Godard, directora de fotografía habitual de la cineasta, celebra en todo momento la belleza, la sensualidad y el sentimiento de una Juliette Binoche que no permite que su personaje caiga ni en el patetismo ni en la autocomplacencia. El proceso de desacralización de la retórica amorosa llega a su punto álgido en la magnífica escena final, donde Binoche se encara con un sorprendente Gérard Depardieu capaz de otorgar credibilidad a la más hueca de las palabrerías.

La cita de Barthes que encabeza este texto también permite situar una forma de entender el cine romántico muy propiamente francesa: la de aquellas películas que convierten el discurso amoroso en un acto erótico en sí mismo. La obra de Claire Denis se ha movido hasta el momento en la concepción opuesta. En sus filmes ('Beau Travail', 'Trouble Every Day', '35 Rhums'...), es la piel la que deviene lenguaje, el tacto sustituye a las palabras y los cuerpos resultan más elocuentes que el habla.



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Otro momento de 'Un sol interior'. (Avalon)


Por contraste, 'Un sol interior' resulta su película más dialogada, la primera en que las conversaciones cobran un protagonismo insólito. La ironía que preside todo el metraje también alcanza al imaginario social en que se mueven los personajes. En la filmografía de la francesa, esta Francia típicamente parisina poblada por artistas, intelectuales, hombres de poder y otros seres privilegiados que se mueven por galerías, bistrós y encuentros sociales con pedigrí es habitualmente un contexto de alteridad ajeno o contrario a los protagonistas. La directora no deja de poner de manifiesto las inercias excluyentes, clasistas y endogámicas que caracterizan al grupo en cuestión.



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Cartel de 'Un sol interior'.




Aunque dispone ya de una filmografía abundante y es uno de los nombres del cine contemporáneo más adorados por la cinefilia, Claire Denis resulta una práctica desconocida en nuestro país más allá del ámbito de festivales. Por el momento, solo había estrenado en las salas comerciales 'Una mujer en África', con Isabelle Huppert, una de sus incursiones en las dinámicas poscoloniales de la Europa actual, y 'Los canallas', con Chiara Mastroianni y Vincent Lindon.

Aunque resulte menos convencional de lo que aparenta, 'Un sol interior' es una buena puerta de entrada a su filmografía, compuesta por filmes en muchas ocasiones oscuros y radicales, donde predominan los personajes desubicados. Estas semanas nos están llegando imágenes de su apetecible nueva película, 'High Life', un filme de ciencia ficción protagonizado por Robert Pattinson y, otra vez, Juliette Binoche, el título que podría consagrarla internacionalmente de forma definitiva. Mientras tanto, sumerjámonos en este sol interior de amable e irónica sonrisa.

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ESTRENOS DE CINE
'Un lugar tranquilo': sensacional cine de terror que romperá tus nervios
El actor John Krasinski protagoniza y dirige un film con el que ha arrasado en Estados Unidos y que se afianza como una película de terror imprescindible


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John Krasinski dirige y protagoniza esta cinta de terror. (Paramount)

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ALEJANDRO ALEGRÉ
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20.04.2018 –
Es difícil recordar la última vez que una película de terror logró hacernos empatizar de forma tan intensa con sus personajes como lo logra 'Un lugar tranquilo', el sensacional 'thriller' doméstico-alienígena que John Krasinskidirige y coprotagoniza junto a Emily Blunt. A medida que el relato avanza, sentimos la misma ansiedad que la familia Abbott y el mismo dolor insoportable por una pérdida de la que aún tratan de sobreponerse, y deseamos con todas nuestras fuerzas que salgan con vida de la terrible situación en la que se encuentran.







En pocas palabras, la situación es esta: la mayor parte de la población humana ha sido borrada del mapa por unas bestias llegadas del espacio, unos monstruos letalmente veloces que no pueden ver pero que a cambio poseen un oído extraordinario. En ningún momento se nos explica de dónde llegaron estas bestias, ni cómo ni por qué, pero sí que cualquier sonido mayor que un chasquido de dedos traerá la muerte a las puertas de la prole en solo unos segundos.



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Así las cosas, los Abbott se mueven permanentemente descalzos por las ruinas de la civilización, incapaces de reír y temerosos hasta de susurrar; se comunican entre sí usando el lenguaje de signos, aunque lo cierto es que ya lo hacían antes de la invasión: la hija mayor es sorda.

En sus circunstancias, buscar un frasco de pastillas es como pasear por un campo de minas

Para los directores de cine de terror, las limitaciones suelen ser un aliado inestimable; ya sea encerrando a los personajes en espacios físicos cerrados o esperando hasta el tercer acto para mostrar al tiburón, son una forma idónea para manejar las expectativas del espectador. Aquí, Krasinski logra hacernos saltar de la butaca cada vez que uno de los Abbott emite un solo ruido involuntario. En sus circunstancias, buscar un frasco de pastillas es como pasear por un campo de minas.



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Por eso, 'Un lugar tranquilo' nos concede pocos momentos para tomar aire entre sus sucesivos momentos de tensión irrespirable, pero al mismo tiempo es una película paciente; durante buena parte de su metraje, para mantenernos en estado de alerta no necesita más que mostrarnos a los personajes pensando, rápida pero metódicamente, echando mano de instrumentos como la probabilidad y el procedimiento para enfrentarse a una amenaza literalmente indescriptible, y adaptándose a reglas de supervivencia que en cualquier momento pueden cambiar.

Aquellos más naturalmente inclinados al escepticismo inevitablemente se entretendrán identificando los problemas de lógica que el escenario propuesto por Krasinski plantea, preguntándose cómo han logrado los Abbott sobrevivir durante tanto tiempo a sonidos cotidianos no siempre controlables, como los ronquidos o las traicioneras flatulencias.



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Asimismo, su decisión de traer un nuevo bebé al mundo —al principio de la película, se nos revela que Evelyn (Blunt) está embarazada— resultaría inconfundiblemente absurda de no ser porque, en última instancia, por encima de todo 'Un lugar tranquilo' es una ingeniosa metáfora sobre el terror que la paternidad provoca y sobre lo lejos que cualquier progenitor estaría dispuesto a llegar para mantener a sus hijos a salvo, y un recordatorio de que la unidad doméstica es un apoyo crucial en términos de desesperación.



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Cartel de 'Un lugar tranquilo'.



Puede que ninguna de esas ideas sea particularmente progresista, pero qué más dará si, mientras las desarrolla, la película nos rompe tan hábilmente los nervios. Sirva como ejemplo una escena en la que Evelyn sube con cautela unas escaleras, y la cámara se queda rezagada para mostrar un clavo perdido que sobresale de un escalón, esperando al pie descalzo de alguien en el camino de descenso. La ansiedad que asistir a esa pequeña revelación sin duda provocará en el espectador es el tipo de reacción que toda película de terror que se precie de serlo debería buscar.

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'Lou Andreas-Salomé', la mujer fatal que cautivó a la Europa de fin de siglo
La fascinante figura de la pensadora que enamoró a Nietzsche y a Rilke centra esta película biográfica que no consigue estar a la altura de su extraordinaria personalidad


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'Lou Andreas-Salomé'.

EULÀLIA IGLESIAS
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27.04.2018 –


A la hora de rescatar una figura como la de Lou Andreas-Salomé se incurre en el riesgo de valorarla no tanto por sus propios méritos sino por la fascinación que provocó en terceros, más si estos forman parte de la flor y nata de la intelectualidad europea del paso del siglo XIX al XX. ¿Quién fue esa mujer capaz de desarmar al misógino de Nietzsche, subyugar al joven poeta Rilke y provocar elogios por parte de Sigmund Freud? A estas alturas todavía no es fácil aproximarse a esta escritora a través de sus propias obras, algunas pendientes todavía de ser traducidas al español, y entre las que se encuentran desde un diario sobre un viaje a su Rusia natal con Rilke, pasando por un ensayo en torno a la obra y personalidad de Nietzsche, estudios pioneros sobre la sexualidad femenina, un análisis de las mujeres en la obra de Ibsen y novelas de diversa índole. En cambio, siempre le antecede su poder de atracción, la imagen de una mujer adorada por esa serie de hombres que, según asevera la Wikipedia en español, “suspiraron más de una vez por ella”. Durante años, Lou Andreas-Salomé fue básicamente la 'femme fatale' de la Europa del cambio de siglo.





La directora Cordula Kablitz-Post intenta profundizar en la figura de Lou Andreas-Salomé en este film biográfico cuyo planteamiento convencional queda compensado por la excepcionalidad de la persona que retrata. Hasta cuatro actrices encarnan a esta psicoanalista nacida en San Petersburgo en 1861 a lo largo de diferentes etapas de su vida, desde su infancia en Rusia cuando su padre la reprende por trepar a un árbol como un muchacho cualquiera hasta su senectud en Gotinga en los años treinta del pasado siglo, donde pasó los últimos meses de su existencia bajo la “sospecha” de ser una intelectual judía (en verdad sus antepasados eran hugonotes).

La película resigue su trayectoria por varios países europeos a la par que sus amistades y amoríos heterodoxos con varios hombres. Sobre todo detalla uno de los aspectos más llamativos de la personalidad de Salomé: su opción durante años por el celibato. Para la escritora, mantenerse alejada del s*x* era una cuestión intelectual, y no moral. Fue su manera de garantizar que los hombres se relacionaban con ella en los mismos términos que con el resto de sus congéneres. De este punto de partida, intentó construir una suerte de miniutopía comunitaria que debían habitar Nietzsche, el también filósofo Paul Rée y ella misma en perfecta comunión de pensamiento. Sin embargo, su intento idealista de convivir con dos hombres que la apreciaran por encima de la atracción sexual resultó un fracaso.

Química explosiva
Kablitz-Post tampoco explota la potencialidad de este planteamiento, no sabe hacer brillar la química explosiva de este 'menage à trois' filosófico, a la manera que sí supo hacer David Cronenberg en 'Un método peligroso' a partir de la tríada Sigmund Freud, Carl Jung y Sabina Spielrein. Como relata la película, cuando Salomé descubrió su propia sexualidad junto a Rainer Maria Rilke, el poeta cuya trayectoria ella misma ayudó a impulsar, asumió la paradoja de comprender finalmente la exaltación de lo dionísico por parte de Nietzsche cuando ambos ya se habían distanciado. Su matrimonio igualmente blanco con Friedrich Carl Andreas y el vínculo con la hija que este, supuestamente, tuvo con la criada, confirman a Salomé como una mujer mucho más liberada respecto a las convenciones sociales y a la institución familiar que la mayoría de hombres de su entorno.

La mayoría de escenas están pensadas para forjar la imagen de Salomé como fémina extraordinaria y rebelde contra su tiempo

Kablitz-Post elabora la película ajustándola al molde de 'biopic' “sobre una gran mujer”. La mayoría de escenas están pensadas para forjar la imagen de Salomé como fémina extraordinaria que se rebela contra las restricciones de su tiempo. Su madre siempre le recrimina que estudiar no es cosa de mujeres mientras ella emprende su propio camino de aprendizaje filosófico sin esperar padrinos ni referentes de su propio s*x*; los hombres caen fascinados por ella desde su tierna adolescencia, empezando por el maestro al que ella misma se encomienda para recibir enseñanzas cuando todavía es menor, hasta el joven que redacta sus memorias una vez ya retirada en Gotinga; en reuniones y conferencias la agasajan y celebran. Su visión del s*x* y de la familia va a contracorriente.



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Cartel de 'Lou Andreas Salomé'.


Pero los hitos de su vida pública y la admiración de su entorno ensombrecen aspectos de la vida de Salomé que hubiera resultado oportuno destacar. Poco parece interesarle a Kablitz-Post su vida personal lejos de los grandes hombres que la adoraron, aspectos de su intimidad que no ilustren gestas protofeministas o los pormenores de su pensamiento filosófico y psicoanalítico. El único rasgo estilístico con que la directora adorna su película son esas postales antiguas que parecen cobrar vida para situarnos en las diferentes localizaciones por donde se movió la protagonista. Son sobre todo las cuatro actrices que encarnan a Salomé, en particular las dos adultas Katharina Lorenz y Nicole Heesters, quienes consiguen irradiar en sus edades respectivas ese magnetismo al tiempo intelectual y erótico que caracterizó a esta pensadora única y marcó la vida cultural de su época.

https://www.elconfidencial.com/cult...-pelicula-critica-estrenos-nietzsche_1555686/
 
THE AVENGERS
‘Vengadores: Infinity war’ se convierte en el mejor estreno de la historia
El filme de superhéroes de Marvel ha recaudado 519 millones de euros en su primer fin de semana cuando aún no se ha estrenado en China
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La franquicia más taquillera de la historia del cine continúa por su senda. Vengadores: Infinity War, la historia que llegó a las salas este viernes 27 de abril reuniendo a lo más nutrido del universo cinematográfico de Marvel, se ha convertido en el estreno más taquillero de la historia con 630 millones de dólares recaudados —unos 519 millones de euros— en su primer fin de semana, según las estimaciones que ha realizado la empresa especializada Exhibitor Relationes este domingo. El filme supera a Fast & Furious 8, que hasta ahora albergaba el récord mundial de ingresos en un primer fin de semana con 543 millones de dólares (447 millones de euros). Las ganancias de Vengadores: Infinity War, además, se contabilizan sin el dinero procedente de China, donde el filme se estrenará el próximo 11 de mayo.

La película, que reúne a casi todos los superhéroes de los cómics de Marvel, también ha conseguido este fin de semana el mejor estreno de la historia de Estados Unidos al recaudar 250 millones de dólares (206 millones de euros). La película se ha proyectado en 4.474 salas. Los otros 380 millones proceden de la recaudación de cines de todo el mundo —a excepción de China y Rusia, donde llega el 4 de mayo—. En España, ha superado, según datos provisionales de ComScore los 6,2 millones de euros con una media de 7.500 euros por pantalla (se ha estrenado en más de 830), convirtiéndose en el mejor estreno de 2018.

Vengadores: Infinity War ha superado en EE UU a Star Wars: Episodio VII - El despertar de la fuerza (2015), que hasta ahora poseía el récord en este país norteamericano con 247 millones de dólares (203 millones de euros). Disney ha desbancado a Disney, mediante sus dos grandes franquicias.

En EE UU solo habían conseguido una recaudación superior a 200 millones de dólares estas películas: Star Wars: Episodio VII - El despertar de la fuerza; Star Wars: Episodio VIII - Los últimos Jedi (2017), con 220 millones (181 millones de euros); Jurassic World (2015), con 208 millones (171 millones de euros); Los vengadores (2012), con 207 millones (170 millones de euros); y Black Panther (2018),con 202 millones (166 millones de euros).

Vengadores: Infinity War congrega a los superhéroes de Marvel en una batalla de proporciones épicas contra Thanos (interpretado por Josh Brolin), el mayor enemigo al que se han enfrentado, un villano cuyo objetivo es reunir las seis Gemas del Infinito para aniquilar a la mitad de la humanidad.

La última entrega del universo cinematográfico de Marvel, que es propiedad de Disney, fue Black Panther, que desde su estreno a mediados de febrero ha ingresado más de 1.330 millones de dólares (1.096 millones de euros) en todo el mundo con un elenco compuesto casi de manera exclusiva por actores negros.

https://elpais.com/cultura/2018/04/29/actualidad/1525024152_216554.html
 
'Roman J. Israel, Esq.': un abogado loco contra el mundo
Denzel Washington y Dan Gilroy unen fuerzas en un filme sobre la resistencia a la corrupción de un profesional

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Denzel Washington, en una escena del filme.

ALEJANDRO ALEGRÉ
04.05.2018 –


La segunda película dirigida por el guionista Dan Gilroy funciona como algo parecido al reverso de la primera. Si 'Nightcrawler' (2014) retrató a un antihéroe del todo amoral que encuentra su lugar en una industria lo suficientemente podrida para él —la del periodismo criminalista—, 'Roman J. Israel, Esq.' aspira a mostrarnos lo que sucede cuando una persona auténticamente virtuosa se ve lenta e inevitablemente corrompida por una profesión deshonesta. Incapaz de mantenerse fiel a sus ideales en un mundo en el que la distinción entre el bien y el mal se ha difuminado, su protagonista buscará la redención a través del sacrificio metafórico y literal.

De encarnarlo se encarga Denzel Washington, a estas alturas tan acostumbrado a interpretar abogados que, si lo pidiera, le darían el título. Durante décadas, Roman ha trabajado en un bufete de mala muerte, encargándose del papeleo y el trabajo de despacho mientras su socio ejercía de cara visible de la empresa. Como resultado, nunca ha tenido que preocuparse mucho por su aspecto, pero eso por sí solo no sirve para explicar por qué viste como si hubiera robado su ropa de una tienda de alquiler de disfraces.





Lo cierto es que Roman no podría permitirse trajes como Dios mandaaun en el caso de que fueran una prioridad para él. Siempre ha sido el paradigma del activista social quijotesco, y de hecho carga con la prueba de su idealismo en su maletín: un pleito increíblemente ambicioso que, asegura, pondrá en cuestión el racismo enquistado en el sistema judicial estadounidense. ¿Cómo llega un hombre así a abandonar tan arraigados ideales? Llegado el momento, Gilroy nos proporciona la respuesta, que involucra una pérdida de empleo, un caso de asesinato y la tentación del dinero fácil. Pero ese elemento no emerge hasta bien entrado lo que es un drama exageradamente largo y plomizo.

Hasta entonces, parte de lo que se espera de nosotros es que nos quedemos boquiabiertos por el modo en que una estrella como Washington anula su propio carisma dando vida a un personaje que luce gafas indescriptibles y un peinado a lo afro y que probablemente posee algún grado de autismo; así se deduce de la aparente incapacidad de Roman para establecer contacto visual, de la compulsión con la que escupe moralina grandilocuente y de su adicción a los bocadillos de mantequilla de cacahuete. El problema es que todo cuanto Washington hace en la piel de semejante personaje es convertirse en una máquina expendedora de tics.

Gilroy parece creer que los desórdenes sociales del personaje son indicativos de una gran profundidad moral, pero no es así

En su disculpa, hay que decir que resulta imposible imaginarse a ningún otro actor logrando dotar al tal Roman de una mínima verosimilitud. En primer lugar porque, aunque pasa una cantidad considerable de metraje dando discursos, nunca llega a quedar del todo claro cuál es su visión. Y también porque, pese a que la película se empeña en convencernos de que es un tipo extraordinario, resulta obvio que en realidad es un cretino; Gilroy parece creer que los desórdenes sociales del personaje son indicativos de una gran profundidad moral, pero no es así.



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Cartel de 'Roman J. Israel Esq.'.


Por último, sobre todo, el arco narrativo que Roman sigue es del todo desconcertante. En concreto, un giro argumental mediada la película nos lo muestra comportándose de forma tan alocada e impropia de él que, contemplándolo, uno se siente como si se hubiera quedado dormido y luego se hubiera despertado viendo una película diferente. Quizá Gilroy se dio cuenta de que una historia sobre militancia social por sí sola no atraería al público al cine y por eso decidió maquillarla con sombras de 'thriller'. Perdidos entre el éxito comercial y sus convicciones, dicho de otro modo, ni el director ni el personaje llegan a encontrar el camino.

Al final, lo más frustrante de 'Roman J. Israel, Esq'. es que no llega a ningún sitio interesante, pero aun así pasa muchísimo tiempo de camino hacia esa nada; es una obra convencida de ser cine importante pese a que, más allá de mensajes trillados sobre lo frágil que es el idealismo en el mundo moderno, tiene más bien poco que decir.

https://www.elconfidencial.com/cult...esq-denzel-denzel-washington-critica_1558627/
 
'#Sexpact': a las chicas también nos gusta el s*x*
Leslie Mann y el campeón de la WWE John Cena protagonizan esta comedia sin pelos en la lengua —en otras partes sí— sobre s*x* adolescente y las relaciones paternofiliales


https://www.ecestaticos.com/imagestatic/clipping/097/9e1/0979e18da8d2811fd24321524d284b02/sexpact-las-chicas-tambien-quieren-follxx.jpg?mtime=1524051328
Ike Barinholtz, John Cena y Leaslie Mann, en un momento de '#Sexpact'. (Universal)


MARTA MEDINA
04.05.2018 –



Si la comedia española más taquillera bebe de la tradición del humor costumbrista —tópicos regionales, chistes de párrocos y prost*tutas—, Hollywood mantiene la caja registradora echando humo gracias a un tipo de películas muy idiosincrásico, centrado en ese rito de paso que son los bailes de graduación, los 'spring breaks' —las vacaciones de primavera— o el verano previo a la entrada en la universidad, y que se fundamentan sobre la santísima trinidad del desbarre: jóvenes sin supervisión, hormonas enloquecidas y cantidades ingentes de alcohol.

Si en los ochenta fue 'Porky's', en los noventa la saga 'American Pie' y en la década pasada 'Supersalidos', ahora '#Sexpact' aspira a convertirse en un nuevo referente del género que, además, reivindica un cambio en el punto de vista de las comedias adolescentes de maduración sexual: ¿por qué, si las chicas también sienten el picorcillo en la entrepierna, siempre son ellos los protagonistas? Porque, "¡extra, extra!, las chicas también nos ponemos cachondas", como proclama uno de los personajes de la irreverente serie animada 'Big Mouth'.





Aunque '#Sexpact' pretende ser rupturista en este sentido, al final se queda a medio camino: el trío de chicas adolescentes con ganas de jarana queda eclipsado por el protagonismo de tres de sus padres, cuyo objetivo es evitar por todos los medios que sus hijas pierdan la virginidad en la noche del baile de graduación. Sin embargo, la película mantiene la crítica al doble rasero que se aplica a la mujer en cuestiones de s*x* —ellas pierden la virginidad, ellos ganan experiencia—, y esta ópera prima de la directora, guionista ('Rockefeller Plaza') y productora ('Dando la nota 2 y 3') Kay Cannon se atreve a ir mucho más lejos que la mayoría de las comedias americanas con pretensión de taquillazo: los genitales en primer plano, algún que otro juego poco convencional —una competición de beber cerveza por el recto incluida— y un vocabulario bastante subido de tono han encaminado al filme a la calificación 'R', que en Estados Unidos limita bastante la distribución y el público.



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Ike Barinholtz, Leslie Mann y John Cena, en '#Sexpact'. (Universal)


Porque, desde luego, la sutileza no es el fuerte de '#Sexpact', que recurre a frases como "los nepes no son para verlos, sino para usarlos, como un desatascador" y que recurre a gags que rinden homenaje a secuencias icónicas de, por ejemplo, 'Este chico es un demonio 2'. Sí, esa escena. Pero la cinta también habla de las inseguridades adolescentes, la exploración de la sexualidad propia, los desafíos de la paternidad y la necesidad de dejar cierta libertad a los hijos para que se desarrollen como adultos independientes y funcionales.

Julie, Sam y Kayla han hecho un pacto para perder la virginidad la noche del baile de graduación

Julie (Kathryn Newton), Sam (Gideon Adlon) y Kayla (Geraldine Viswanathan) han hecho un pacto para perder la virginidad la noche del baile de graduación. Los motivos de las tres chicas son muy diferentes: una quiere sellar su relación con su novio formal, otra aprovechar el momento para pasar a la vida universitaria con cierta experiencia y otra, aunque cree que lo hace para no perder la amistad con el resto, encuentra una oportunidad para conocerse mejor a sí misma. Las situaciones familiares de las tres chicas son también muy diversas; la directora utiliza las tres familias como una declaración de intenciones a favor de los modelos familiares menos tradicionales: la madre soltera, el padre divorciado, la pareja perfecta interracial...



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Los protagonistas adolescentes de '#Sexpact'. (Universal)


Cuando la madre de Julie (Leslie Mann) encuentra en el ordenador una conversación en que las chicas desvelan su pacto, comienza una persecución junto al padre de Kayla (interpretado por el exluchador de WWE John Cena) y el progenitor de Sam (Ike Barinholtz) para torpedearles la noche a sus hijas. Nada excesivamente complejo. '#Sexpact' hereda la estructura de superéxitos como 'Colega, ¿dónde está mi coche?' o 'Dos colgaos muy fumaos', en que los personajes principales se embarcan durante una noche —o un solo día— en una cruzada que les lleva a encontrarse con gente de lo más variopinta y a enfrentarse a pruebas de lo más absurdas para terminar el periplo con una epifanía colectiva.

'#Sexpact' hereda la estructura de superéxitos como 'Colega, ¿dónde está mi coche?' o 'Dos colgaos muy fumaos'

Por un lado, la directora apunta a la superprotección que muchos padres ejercen sobre sus hijas; algunos por prejuicios —"no me puedo creer que pienses que Julie no tiene el mismo derecho a explorar su sexualidad que un chico"—, por miedo a que repitan los errores que ellos mismos cometieron en la adolescencia o por no soportar la idea de pérdida de la inocencia de quienes fueron sus bebés.



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Otro momento de '#Sexpact'.


Además, Cannon también recurre a los equívocos entre generaciones, ya sea por la evolución de las formas de comunicación —emoticonos, abreviaturas— o por la sempiterna falta de comunicación. También hay una revisión de los cánones de la amistad, de la presión grupal y el miedo a la pérdida que existe en la juventud y de los obstáculos sociales para crear nuevos vínculos en la madurez —más allá de los compañeros de trabajo o los vecinos—.



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Cartel de '#Sexpact'.


'#Sexpact' demuestra que se puede hacer humor incorrecto sin caer en el insulto, en tópicos raciales y sin reírse de los defectos físicos, y que se puede ser al mismo tiempo integrador y políticamente incorrecto. Sin embargo, '#Sexpact' también es la prueba de que sigue triunfando cierto tipo de humor que no ha renovado sus claves más allá del manido recurso escatológico, a pesar de las ligeras variaciones con las que pretenden disfrazarlo. No es pedir más sofisticación, sino no caer en el gag más trillado. Porque como han demostrado las comedias de Ben Stiller, casi siempre hilarantes, sí se puede.

https://www.elconfidencial.com/cult...era-estrenos-de-cine-sexpact-comedia_1551777/
 
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10 espeluznantes películas de terror que llegarán en 2018
Las cintas imprescindibles para pasar un año de miedo


Aunque en lo que llevamos de año ya ha habido grandes estrenos en lo que al cine de terror respecta (Insidious: La última llave, Winchester, Un lugar tranquilo), todavía quedan muchas casas encantadas, sanguinarios psicópatas y demonios de ultratumba para pasar un 2018 de miedo. La última en llegar esVerdad o reto, nuevo producto de la factoría Blumhouse que, a través de este clásico juego de juergas juveniles, convierte a sus protagonistas en víctimas de una terrible maldición que les obligará a seguir siendo sinceros y completar desafíos, a cual más macabro, para continuar con vida.

Aprovechando este estreno, repasamos en la galería sobre estas líneas otros 10 títulos que todo aficionado al cine de sustos, fantasmas o asesinatos múltiples debería apuntar en su agenda.

Autor: Juanjo VelascoFecha de actualización: 08/05/2018

GALERIA: https://www.guiadelocio.com/a-fondo...pais.com&utm_medium=noticia&utm_campaign=home
 
'La mujer que sabía leer': todas a por el hombre s*men
¿Cómo se organiza un matriarcado ante la presencia de un único hombre? El debut de Marine Francen especula con este punto de partida en un insólito drama histórico rural


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La francesa Marine Francen se estrena en la dirección de largometraje con 'La mujer que sabía leer'. (BTeam)


EULÀLIA IGLESIAS
11.05.2018 –

'La mujer que sabía leer', el título en español de 'Le semeur' ('El sembrador'), cambia por completo el sentido del original. Por un lado, le otorga la centralidad que le corresponde a Violette, la protagonista de este drama ambientado en un pueblo de la Francia del siglo XIX en que solo viven mujeres. Por el otro, en una comprensible vocación de resultar más atractivo de cara a los espectadores, el título renuncia a la clara connotación sexual, agrícola y biológica que tiene 'el sembrador' en un filme sobre una comunidad femenina que decide convertir al único hombre presente en el lugar en un bien común.





A partir del libro 'El hombre s*men', de Violette Ailhaud, la película arranca en un pueblo perdido entre las montañas en los Alpes de la Alta Provenza en pleno siglo XIX. Napoleón III acaba de dar su autogolpe de Estado contra la Segunda República y ordena arrestar a los simpatizantes de la antigua forma de gobierno. La represión contra los republicanos es tan salvaje que alcanza los lugares más recónditos. Incluso la aldea sin nombre donde sucede la trama, que se queda sin hombres. A los que no matan, se los llevan los soldados del emperador.



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Un momento de la película. (BTeam)


Así empieza una vida en comunidad de lo más insólita: las mujeres, solas, asumen los trabajos tradicionalmente masculinos, como las tareas más duras del campo, se dan apoyo mutuo y ahondan en sus intimidades compartidas. Al tiempo que echan en falta a sus maridos, hermanos, padres e hijos. Unas llevan peor que otras la ausencia masculina. Las jóvenes temen que si la situación se alarga demasiado, se queden para vestir santos y sin hijos. Por lo que un día, mientras charlan sobre sus respectivas vidas sexuales, se hacen una promesa. Si alguna vez llega algún hombre solo al lugar, deberán 'compartirlo' entre todas. Y sucede. Un herrero de mediana edad, Jean, se deja caer por allí...

Si alguna vez llega algún hombre solo al lugar, deberán 'compartirlo' entre todas

El punto de partida de 'La mujer que sabía leer' presenta un potencial riquísimo que la directora debutante Marine Francen aprovecha en parte. Cabe la posibilidad de explorar la situación de las mujeres que, en ausencia temporal pero prolongada de hombres, descubren que pueden hacer las mismas tareas y tienen las mismas capacidades que ellos. Pero a la directora no le interesa esta vertiente de despertar feministade quien descubre su talento para determinada disciplina y, consecuentemente, la existencia de un orden social que le impide ejercerlo para favorecer a los hombres.



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Jean (Alban Lenoir) es el único hombre del lugar. (BTeam)


Por momentos, el filme se presenta como una variante rural de 'El seductor'/'La seducción' en cualquiera de las dos versiones realizadas respectivamente por Don Siegel y Sofia Coppola, en tanto se adentra en las reacciones de un grupo de mujeres aisladas y solas cuando un hombre irrumpe en su frágil estabilidad. Al contrario de estas películas que adaptaban la obra de Thomas P. Cullinan, ambientadas en una sociedad represiva con la sexualidad femenina, aquí las protagonistas hablan con toda franqueza de lo que representa en el estricto plano sexual y reproductivo no contar con ningún varón cerca, y por ello proponen una solución práctica y colectiva a esta escasez.

La película se mueve en torno al dilema que se le presenta a Violette cuando se enamora del 'hombre s*men'

La película se mueve en torno al dilema que se le presenta a la Violette cuando se enamora del 'hombre s*men'. No quiere renunciar a acostarse siempre con Jean, pero también quiere mantener la promesa que hizo a sus congéneres. Violette intentará ser fiel a la vez a sus sentimientos y a su compromiso social. 'La mujer que sabía leer' rompe así con la idea todavía imperante de que el amor romántico solo se puede concebir desde la monogamia, sobre todo si hablamos de las mujeres. Aunque el filme también se muestra demasiado tímido a la hora de defender la postura de estas mujeres o incluso aproximarse a las fricciones y conflictos que supone para cada una de ellas la decisión asumida por todas.



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Pauline Burlet protagoniza 'La mujer que sabía leer'. (BTeam)


Marine Francen apuesta por realizar una película de factura atractiva que amansa lo espinoso de todo el planteamiento. Rodado en formato académico, el filme visualiza una comunidad rural y montañosa de los Alpes de la Alta Provenza desde una serie de referentes artísticos identificables más que desde el realismo histórico. Así, la cotidianidad de estas mujeres sometidas a unas duras condiciones de vida se presenta desde una estética no embellecida pero sí harto atractiva para la vista, con unas composiciones en el cuadro muy elaboradas.



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Cartel de 'La mujer que sabía leer'.


Como suele ser habitual en el cine francés, también se lleva a cabo una idealización de los valores republicanos y de aquellos que los defienden. Aquí la propia protagonista, que puede hacer gala de haber aprendido a leer gracias a su padre, y Jean, también ávido lector de clásicos de la literatura francesa. Como en 'La librería', de Isabel Coixet, la lectura deviene una forma de estatus que otorga un plus de atractivo y carisma a los personajes, y al tiempo esconde que en el fondo resultan mucho más convencionales de lo que esa cualidad les supone.

Aunque se echa en falta una aproximación un tanto más radical a esta idea de una comunidad femenina que rompe con las inercias ligadas al amor romántico a la hora de vincularse con el único hombre del lugar, 'La mujer que sabía leer' resulta una propuesta diferenciada en el desgastado terreno del cine de época con protagonistas femeninas.

https://www.elconfidencial.com/cult...renos-cine-mujer-sabia-leer-francesa_1561789/
 
ESTRENOS DE CINE
'La fábrica de nada': la clase obrera baila sobre su propia tumba
El portugués Pedro Pinho dirige un lucidísimo 'musical neorrealista' protagonizado por unos trabajadores a los que, de la noche a la mañana, les cierran la fábrica


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Este drama musical del portugués Pedro Pinho ganó el Fipresci en Cannes. (La Aventura)

MARTA MEDINA
11.05.2018


Los parajes por los que discurre 'La fábrica de nada', en las afueras de Lisboa —aunque podría ser la periferia industrial de cualquier ciudad europea e, incluso, cualquier núcleo urbano occidental—, podrían formar parte del paisaje fílmico de una distopía posapocalíptica. Lo traumático es que, "cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí". Bienvenidos al neorrealismo del siglo XXI. Monstruos de hormigón y hierro abandonados recortan el horizonte de las pequeñas colmenas de pisos suburbiales de donde, en época de bonanza, salía la mano de obra de la que se alimentaba la industria. "Un espectro asola Europa", avisa una voz en 'off'. "Un espectro de su fin, un final sin fin, suspensión indefinida, estado permanente de excepción". El capitalismo agoniza enganchado al respirador artificial, pero nadie pide la eutanasia.







Y el director portugués Pedro Pinho acota en su última película la historia reciente de la Europa en crisis al entorno controlado de una empresa portuguesa fabricante de ascensores que, de la noche a la mañana, se enfrenta al cierre: los trabajadores se encuentran a la administración desmantelando la planta, llevándose la maquinaria y parapetada tras un silencio férreo. Un drama social que Pinho cuenta de la manera más insólita: en una película rodada en 16mm, con una fotografía naturalista y una fórmula que pasa de la narrativa más convencional al musical —sí, musical, con canciones y bailes—, pasando por el documental, el ensayo político e incluso el cine autorreferencial: en una escena del filme, uno de los personajes lo define como "un musical neorrealista".



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Uno de los momentos musicales de 'La fábrica de nada'. (La Aventura)


Con el aval del premio Fipresci, de la Quincena de realizadores de Cannes, y del Giraldillo de oro, del Festival de Sevilla, 'La fábrica de nada' representa ese cine de autor europeo y vanguardista que, además, no pierde el contacto con la crítica social ni se limita a las tribulaciones de una cierta clase burguesa de prozac, retrato familiar al óleo en la pared del salón y botella de 'sherry' bajo el somier. Aquí, los protagonistas son de clase trabajadora no cualificada que, antes de la crisis financiera, mantenía un nivel de vida y unas perspectivas de mejora social que, de pronto, desaparecieron. Desde la primera secuencia, el director contrapone en montaje la frialdad del proceso productivo en cadena —la máquina que prensa, la radial que corta— a la máxima expresión del contacto humano, el acto de amor físico de uno de los protagonistas y su pareja.

La cinta representa ese cine de autor europeo y vanguardista que, además, no pierde el contacto con la crítica social

Aunque al principio los responsables de la fábrica niegan la mayor, pronto comienzan a llamar a los trabajadores —uno a uno, no sea que se unan— para ofrecerles una pequeña compensación a cambio de una firma con la que renuncien a su puesto de trabajo. Como ya hiciera el brasileño Kleber Mendonça Filho en 'Doña Clara', Pinho apunta a las maneras suaves de quienes representan un neoliberalismo voraz —deslocalización a países baratos como China, en este caso— y que tras su aparente amigabilidad y retórica afable y eufemística ocultan métodos de persuasión mafiosos y amenazantes. Si ese "¿qué tal está la familia?", "¿cómo está tu rodilla?" no consigue su objetivo, el 'tiburón' da paso a la amenaza burocrática. La asepsia con la que dos, tres, 20, 30 años de trabajo se convierten en un "¿me acompaña un momento?", "serán 15 minutos", "tómeselo como una oportunidad", una rúbrica, una indemnización y a otra cosa.



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Otro momento de 'La fábrica de nada'. (La Aventura)


Como en 'El desierto de los tártaros', de Dino Buzzati, pero apelando a la dignidad de quienes luchan por la supervivencia a pesar de saberse el eslabón más débil, los trabajadores de la fábrica deciden seguir acudiendo a sus puestos de trabajo, seguir cumpliendo sus horarios, mantener encendida la cadena de producción de la planta aunque ya no haya nada que producir. Lo único que piden los que muchos llaman 'vagos' es, paradójicamente, que les dejen trabajar. Acongoja cuando Pinho pasa al formato entrevista documental y pregunta a dos de sus actores —no profesionales, con la cara curtida y los dedos deformados de años de trabajo manual— qué esperan del futuro. "Cuanto más lo necesitas, que es cuando envejeces, es cuando el país se va al traste. ¿Y mis contribuciones? ¿Y los 17 años en los que trabajé en la panadería de Machado? ¿Y los tres años de militar? ¿No cuentan?", contestan.

Pero 'La fábrica de nada' no se deja arrastrar por la solemnidad, sino que enseguida contrarresta con el humor irónico

Pero 'La fábrica de nada' no se deja arrastrar por la solemnidad, sino que enseguida contrarresta con el humor irónico y la distancia consciente. Pinho añade un personaje que se presenta como un artista que pretende rescatar a la izquierda europea a través del arte —¿un trasunto satírico de sí mismo?— y cuyo debate circunda la imposibilidad —o no— de abandonar un sistema al que todos pertenecemos y que no tiene oposición posible. El personaje describe el capitalismo como un sistema irracional que se nutre del trabajo y la energía humana, y que permanece indiferente al contenido mientras la máquina siga en funcionamiento. Exacto, como la propia fábrica.



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Cartel de 'La fábrica de nada'.



'La fábrica de nada' se toma a sí misma tanto en serio como en broma. Monta, desmonta y rehace las piezas. Apela al espectador, al cineasta, al agitador cultural, al currito. Dice y se desdice, rodea, circunvala y penetra en el debate sobre la deriva política y social de nuestro tiempo. Es esperanzadora y a la vez pesimista. "Si quieres dividir el mundo en dos grupos opuestos, no deberías dividirlo entre izquierda y derecha", propone uno de los lúcidos trabajadores. "Si no entre los que aceptan este mundo como es por un lado y por otro los que están dispuestos a renunciar a las comodidades, a los móviles, a los viajes a la Luna, a los 'tupperwares'. Y tengo malas noticias: nadie quiere renunciar a eso".

https://www.elconfidencial.com/cult...era-estrenos-fabrica-nada-cine-autor_1561786/
 
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