EN El CINE

'Deadpool 2': no, amigo, no eres tan gracioso como te crees
El superhéroe más gamberro y posmoderno de Marvel está de vuelta en una secuela que, aunque con destellos de genialidad cómica, acaba por resultar cargante

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Ryan Reynolds y T.J. Miller, en un fotograma de 'Deadpool 2'. (20th Century Fox)

MARTA MEDINA
18.05.2018


Seguramente usted también sufrió uno de estos en su clase, en el instituto, en la universidad. Quizá también tenga que soportarlo en su grupo de amigos. Ese tipo al que un día alguien le dijo que era gracioso y que se tomó el cumplido como el propósito último de su existencia. Ese tipo que aplaude su propio ingenio y que repite las gracias cuando piensa que las caras de póquer de su público son producto de una repentina sordera colectiva transitoria y no de que en realidad sus intentos desesperados de ser agudo provocan fatiga crónica. Ese tipo. Pues en ese tipo se ha convertido Deadpool en la segunda entrega de la saga protagonizada por el superhéroe más 'punk' de la factoría Marvel.





Cuando hace dos años 'Deadpool' irrumpió en la cartelera con su propia franquicia, lo hizo como un revulsivo alejado del formulismo habitual exprimido por las películas de superhéroes que en los últimos años revientan la cartelera: ni la oscura solemnidad de DC Comics ni las comedias de aventura para —casi— todos los públicos de las franquicias de Marvel. Deadpool es un antihéroe de moral laxa, socarrón y descreído, una suerte de detective 'noir' vestido con mallas ajustadas y aterrizado en una fantasía tarantiniana, siempre con el comentario mordaz a punto mientras intenta sobrevivir a una lluvia de miembros cercenados y situaciones grotescas y/o homoeróticas.



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Julian Dennison ('A la caza de los ñumanos', 2016) es Russell. (20th Century Fox)


Cine autorreferencial que hace chanza de los clichés del cine superheroico, que rompe la cuarta pared, que interpela al espectador y en el que, además de la acción y las explosiones, prima el ingenio para subvertir cualquier código subvertible, un número de funambulismo al filo del mal gusto —esa área tan placentera para los amantes del humor retorcido— del que el director novato Tim Miller y los guionistas Rhett Reese y Paul Wenick (responsables también de la fantástica 'Bienvenidos a Zombieland') salieron más que victoriosos.

'Deadpool 2' es una película demasiado consciente de sí misma

Pero lo que en aquella primera entrega era frescura y desvergüenza, en 'Deadpool 2' se convierte en un ejercicio de estilo demasiado consciente de sí mismo. Y aunque sigue siendo divertida e irreverente, toda la película trasluce una necesidad casi dolorosa de resultar ocurrente. La secuela, a cargo de David Leitch, antiguo doble de acción de Brad Pitt y Jean-Claude Van Damme reconvertido —y con acierto— en director con 'John Wick (Otro día para matar)' y 'Atómica' —ambas bastante aplaudidas dentro del género—, vuelve a ser un frenesí de vísceras, cameos y humor posmoderno que, si bien funciona y entretiene, a medida que avanza la película resulta algo indigesto.



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Josh Brolin siempre es un punto a favor de una película. (20th Century Fox)


'Deadpool 2' comienza desde la cúspide, con el protagonista (Ryan Reynolds) saltando en pedazos por los aires en un intento de su***dio con explosivos: "Toda película familiar que se precie empieza con un cruel asesinato: 'Bambi', 'El rey león', 'Saw VIII'...", presenta su voz en 'off', en una primera pincelada de lo que va a ser una concatenación sin tregua de coñas y peleas a muerte. Después de un par de cámaras lentas y un 'flashback' explicando el motivo de su aflicción suicida, Deadpool da paso al relato en primera persona —recordemos que uno de sus superpoderes es el de la regeneración— en su camino hacia la redención.

'Deadpool 2' comienza desde la cúspide, con el protagonista saltando en pedazos por los aires

Junto a Coloso y Negasonic de los X-Men —que ya salieron en la anterior entrega—, la primera misión de Deadpool será evitar que Russell (Julian Dennison, el joven protagonista de 'A la caza de los ñumanos', una película bastante mejor de lo que indica su título en español), un niño mutante con poderes inflamables, reduzca a cenizas el orfanato donde vive. Como es de esperar de un personaje como este antihéroe irresponsable y caótico, el plan no sale bien. ¡Oh, sorpresa! Y, para empeorar las cosas, por allí pasa Cable (Josh Brolin, siempre bienvenido), un tipo malencarado con maneras de mercenario que empieza a perseguir a Deadpool y a Russell y a liarse a tiros sin mediar palabra.



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Zazie Beetz es Domino en 'Deadpool 2'. (20th Century Fox)


Y esta trama tan simple se alarga hasta el infinito —bueno, hasta las dos horas— con peleas, huidas, más peleas, 'flashbacks', todavía más peleas, cameos —atención a quién interpreta a Vanisher— y un delirio hiperactivo que, en realidad, sirve para demostrar que debajo de todas las capas de egocentrismo, infantilismo y malaje, Deadpool es, en el fondo, un trozo de pan. Un trozo de pan bastante cargante, eso sí. Aun así, el carisma de los personajes secundarios y las escenas de acción perfectamente coreografiadas ayudan a que la cinta no se quede en un monólogo espídico, verborreico y ombliguista. O no solo.



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Al final, 'Deadpool 2' peca, al igual que las películas que ella misma critica, de ceñirse demasiado a la fórmula que convirtió a su antecesora en la cinta no recomendada para menores de 18 años más taquillera de la historia. Un remedo que sigue siendo más fresco y entretenido que la mayoría de las franquicias de superhéroes, pero que aunque tiene destellos de brillante hilaridad, resulta excesivamente forzado. Y, cuando el chiste se fuerza, acaba perdiendo la gracia.

https://www.elconfidencial.com/cult...l-2-marvel-ryan-reynolds-josh-brolin_1564365/
 
SE ESTRENA EL 7 DE JUNIO
"Jurassic World 2' acaba como un cuento, con su castillo, su princesa... y su dragón"
Juan Antonio Bayona presenta en Madrid, junto a Chris Pratt y Bryce Dallas Howard, la última entrega de 'Jurassic World'

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Juan Antonio Bayona supervisa uno de los dinosaurios animatrónicos de 'Jurassic World: el reino caído'. (Universal)


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MARTA MEDINA
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23.05.2018
En esta actualidad política convulsa de bilis y colmillos afilados, la perspectiva de un holocausto jurásico resulta casi terapéutica. Al menos queda el consuelo de que es una ficción. De momento. La fantasía como refugio de todos los males y el cine como paliativo. Y de cine fantástico sabe mucho Juan Antonio Bayona, 'J.A'. para los amigos, que antes domó fantasmas del pasado y monstruos del presente y que ahora se atreve a dejar su huella en Hollywood a lomos de los dinosaurios y de la mano de su rey, Steven Spielberg, el pope del cine a la vez palomitero y artesanal —combinación infrecuente en los últimos tiempos—. El próximo 7 de junio ambos estrenan —el primero como director, el segundo como productor— 'Jurassic World: el reino caído', la última entrega de la saga basada en las novelas de Michael Chrichton y la primera pica que el cineasta barcelonés pone no en Flandes, sino en la industria de cine más potente del mundo.





'Jurassic World: el reino caído' es una anomalía dentro del sistema de producción en cadena de los grandes estudios. Hay muchos dinosaurios —sí—, explosiones —también—, algún que otro miembro cercenado a bocados y dos protagonistas —Chris Pratt y Bryce Dallas Howard— de portada de 'Variety'. Pero también hay mucho Bayona, un gran esfuerzo por resultar original —sin pasarse— y un intento de trascender el entretenimiento puro y duro. Y este desembarco en la meca del cine es una pequeña conquista del cine español, o al menos de algunos de sus profesionales, porque Bayona se ha llevado consigo a sus colaboradores de toda la vida: Belén Atienza en la producción [lean con el soniquete de final de concierto], Óscar Faura en la dirección de fotografía, Bernat Vilaplana en el montaje y Eugenio Mira —responsable de la exitosa 'Grand Piano'— como director de la segunda unidad. "El estilo del director es inseparable de las personas con las que suele trabajar", explica Bayona, "y todo el mundo entendió que ellos son parte del estilo que les había gustado de las otras películas".

Bayona: "No he recibido ninguna felicitación oficial, pero estoy encantado de recibirlas"

Sin embargo, el pasado lunes Madrid acogió la première mundial de la película y ningún representante del Gobierno tuvo la cortesía de felicitarle públicamente. "No he recibido ninguna felicitación oficial, pero estoy encantado de recibirlas", dispara medio en serio medio en broma. "Mira, es curioso el tener el privilegio de poder rodar tanto películas aquí en España como fuera y tener la visión de los dos lados. Tuve un par de proyectos grandes como fue el de 'Crepúsculo' y luego otro de 'Los juegos del hambre' y cuando me apeé de ellos, cuando decidí no hacerlos, lo que aparecía en la prensa española es que me habían rechazado, que no me habían querido para el proyecto", se lamenta. "Cuando me senté con Spielberg por primera vez para esta película me dijo, sin embargo, 'tenemos mucha suerte de tenerte'. Creo que esto todo viene a decir que no está mal sacar pecho, que realmente hay mucho talento en nuestro país".



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Del barrio humilde de la Trinitat Vella a la colina más famosa de California, Bayona ha conseguido gracias a 'Jurassic World' trabajar con su mayor ídolo. Y no se ha llevado ningún chasco. "Spielberg es uno de los directores que más me ha influenciado a la hora de hacer cine y una de las muchas razones por las que quise hacer esta película y ha sido un lujo y un honor sentarme con él a hablar de la historia, a enseñarle los planos y coincidir muchas veces en el mismo sitio donde poníamos los acentos. Esa sintonía me reconfortaba mucho y me hacía sentir muy feliz", confiesa. "Pero es curioso porque en mis otras películas me decían que se notaba mucho la influencia de Spielberg y ahora, cuando he hecho una producción de Spielberg, me dicen que se nota mucho mi mano".

Pratt: "Que el director se lo pase bien estando ahí arriba es algo muy extraño en Hollywood. Más bien único"

Tanto a Chris Pratt como a Bryce Dallas Howard los halagos hacia Bayona se les caen de la boca. Y que dos actores de su talla —Pratt acaba de estrenar 'Vengadores: Infinity War' y 'Guardianes de la Galaxia 2' y Dallas Howard tiene una nominación al Globo de Oro y pertenece a una de esas sagas de profesionales del cine de varios eslabones— tengan en tan alta estima a un director recién aterrizado es una carta de recomendación segura para futuros proyectos. "Hay algo contagioso del entusiasmo que transmite por su película", aplaude Pratt. "Es un profesor, pero es un estudiante al mismo tiempo. Lo sabe todo sobre las películas. Le encantan los directores, le encantan las películas. Y lo podías sentir, lo podías ver". "Que el director se lo pase bien estando ahí arriba es algo muy extraño en Hollywood. Más bien único. En realidad piensas que todo el mundo debe de disfrutar trabajando en estas películas estupendas, pero no. Hay mucha gente que tiene una actitud difícil o la presión es tan tremenda que afecta a su entusiasmo, pero él no es una de esas personas que se encierra sobre sí misma y que se concentra en su propia idea, sino que es un gran colaborador. Y además tiene una gran visión".



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"Una cosa que he aprendido con un padre director es lo vulnerable que es el proceso creativo y el reto que supone", añade Dallas Howard, visiblemente emocionada. "El signo inequívoco de un director inseguro es que se niegue a colaborar. Normalmente los directores sólo quieren que los actores se callen y den un paso para atrás. Y significa mucho cuando te escuchan como lo hace él".

Pratt y Dallas Howard construyeron sus personajes con el retrovisor puesto en las comedias románticas del cine clásico como 'Sucedió una noche' o 'La reina de África', para emular la dinámica de los amores imposibles y las personalidades incompatibles. "Uno puede pensar que estas películas están muy cerradas y realmente con actores como ellos dos es lo contrario: son películas muy orgánicas", asegura Bayona. "Son actores que aportan muchísimo, que improvisan. Especialmente Chris es muy gracioso cuando improvisa y eso para mí es oro en la mesa de montaje, y de Bryce algo que agradecía mucho era que ella es hija de director [Ron Howard, que acaba de dirigir 'Solo: una historia de Star Wars] y sabe en todo momento el proceso creativo por el que estás pasando. Sabe por qué has decidido poner la cámara allí y no allí y tiene un dominio muy bestia de la técnica porque lleva desde los tres años en los sets de rodaje".



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Y el resultado, al parecer, ha sido del agrado de Spielberg. "Steven vio la película hace tiempo, el primer montaje del director, y nos llamó enseguida por teléfono para contarnos lo contento y feliz que estaba", asegura Bayona. "Literalmente nos dijo que la película le había transportado al primer 'Jurassic Park', que había sentido que nuestra película honraba mucho el recuerdo de la suya y que tenía un poco la sensación de que era una película que tenía un poquito de el primer 'Jurassic Park', un poquito del primer 'Jurassic World' y mucho de mi estilo. Entendió que había hecho la película mía sin secuestrar ni el tono, ni hacer algo que se saliera de la saga".

"Realmente es muy complicado encontrar una buena historia para una secuela. Los personajes están preparados para cerrar en una sola película. Pero en este caso no es una segunda película; es también una quinta. El otro día Chris dijo: 'le vamos a dar al público lo que quiere pero no lo que espera'.Y ese es el reto". Colin Trevorrow, director de la primera entrega, ha escrito una segunda parte con muchos elementos habituales de la filmografía de Bayona: un terror estilo gótico, toques de fábula y una fuerte presencia de la mirada infantil. "En 'Jurassic World: el reino caído' está ese cuento moral que tienen todas las películas de 'Jurassic Park' y que viene de las novelas de Michael Chrichton, que habla de la relación del hombre frente a la ciencia, frente a la naturaleza, de las líneas rojas que no hay que cruzar... y siempre apuntando al hombre y nunca al don de la ciencia. Pero en la segunda parte de esta película ese cuento moral se convierte en un cuento de hadas, con su castillo, su torre, su princesa... y su dragón".

https://www.elconfidencial.com/cult...yona-chris-pratt-bryce-dallas-howard_1567237/
 
ESTRENOS DE CINE
'Dede': manual ruso para secuestrar mujeres
Mariam Khatchvani retrata un paraje georgiano donde a finales del siglo XX todavía existía entre los hombres la 'costumbre' de secuestrar a las mujeres para casarse con ellas


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Natia Vibliani, en un fotograma de 'Dede'. (Paco Poch)

EULÀLIA IGLESIAS
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01.06.2018
A principios de los años noventa y desde la proclamación de su independencia de la URSS en 1991, Georgia encadenó varios conflictos bélicos, empezando por un golpe de Estado, seguido de una guerra civil y otros movimientos secesionistas en Abjasia y Osetia del Sur. En este turbulento contexto histórico se sitúa 'Dede', primer largometraje de ficción de Mariam Khatchvani, una cineasta con cierta experiencia previa en el campo del documental.







El filme arranca con un escenario reconocible por tantas otras películas. Un grupo de hombres regresa del frente a su lugar de origen. Entre ellos, David y Gegi, que se han conocido durante la guerra y han establecido una de esas amistades inquebrantables que solo se forjan en estas circunstancias. David no puede esperar a presentarle a Gegi a su prometida, Dina. Su mejor amigo, por su parte, le explica que él está enamorada de una chica del mismo paraje de la que nunca supo el nombre. David se compromete a ayudar a Gegi a encontrarla. Cuando llegan al pueblo, se produce un conflicto fácil de adivinar para los avezados en melodramas. Dina es, por supuesto, la mujer de la que también está enamorado Gegi. Y a partir de aquí, 'Dede' se adentra en cómo en esta sociedad aislada perviven prácticas violentas como el secuestro de mujeres por parte de sus supuestos cortejadores.



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Natia Vibliani, en una escena de 'Dede'. (Paco Poch)


En esta insólita mezcolanza entre melodrama clásico y cine antropológico radica la singularidad de un filme como 'Dede'. Desde el inicio, Mariam Khatchvani deja notar su formación en el mundo del documental. La película se sitúa en Svanetia, una de las regiones con más idiosincrasia de Georgia, una zona montañosa en medio del Cáucaso conformada por pintorescos pueblos de casitas de piedra flanqueadas por vistosos torreones. El aislamiento geográfico y la diferencia cultural propiciaron que en esta región se conservaran costumbres ancestrales hasta hace bien poco. Ritos que ya habían llamado la atención del mundo del cine.

En la remota región georgiana de Svanetia han perdurado tradiciones ascentrales hasta finales del siglo XX

En 1930, Mikhail Kalatazov, conocido por obras maestras posteriores como 'Cuando pasan las cigüeñas' y 'Soy Cuba', rodó en la misma localización 'Salt for Svanetia', uno de esos filmes etnográficos que, a la manera de 'Tierra sin pan', de Luis Buñuel, se recreaban en las rutinas de una comunidad aislada y, en este caso, de paso glorificaban la modernización en forma de carreteras que la Unión Soviética proporcionaba a la zona. Como era habitual entonces y pasaba igualmente con la película de Buñuel, 'Salt for Svanetia' partía de un rodaje mucho más ficcionado de lo que se daba a entender, pero el filme desprende ese poderío visual propio tanto de la obra de Kalatazov como del cine soviético de la época.



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Otra escena de 'Dede'. (Paco Poch)


Khatchvani, junto a su director de fotografía Konstantin Esadze,también otorga una impronta artística a su ficción de aires realistas que resigue en buena parte los usos y costumbres de otra época de la gente de Svanetia. Los encuadres y la iluminación denotan una clara voluntad de presentar el entorno y sus habitantes desde una bella expresividad cinematográfica. El plano general del pueblo en medio de las montañas que puntúa el metraje no solo sirve de hermosa postal recurso, también nos recuerda constantemente el peso del contexto geográfico e histórico sobre la historia que se nos narra.

El paisaje representa también el peso histórico y social del contexto geográfico

'Dede' resulta en buena parte una ampliación del primer corto dramático de Khatchvani, 'Dinola' (2013), que ya se centraba en el conflicto de una joven viuda obligada a casarse con otro hombre y a abandonar a su hija con los abuelos paternos. Aquí, Dina se rebela contra un matrimonio impuesto confesándole a su prometido que está enamorada de su mejor amigo. El trío amoroso se soluciona de forma sangrienta, pero al menos el amor parece triunfar de momento. Sin embargo, el filme retrata una sociedad donde las deudas de sangre no se olvidan fácilmente. La determinación de Dina tampoco le servirá de mucho cuando vuelva a convertirse en un mujer sin compromiso y la obliguen a casarse para evitar más baños de sangre.



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Otra secuencia de 'Dede'. (Paco Poch)


Khatchvani mantiene cierto distanciamiento en el retrato de esta comunidad patriarcal donde las mujeres no tienen poder de decisión, los hombres marcan su voluntad de quedarse con una muchacha disparando al aire delante de su casa, y las viudas son obligadas a dejar los hijos con los padres de su esposo cuando las fuerzan a contraer de nuevo matrimonio. Una de las escenas más escalofriantes a este respecto es la del secuestro de la maestra por parte de su pretendiente, un acto agresivo dentro de una rutina que emanaba normalidad y civilización que, sin embargo, a ningún adulto sorprende. Ellas no tienen otro remedio que acatar si no quieren "provocar otro baño de sangre". Incluso el joven cura local le recuerda al segundo pretendiente no deseado de Dina que estas costumbres ya no tienen lugar en la sociedad contemporánea.



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Cartel de 'Dede'.




Khatchvani no pretende convertir a Dina en una heroína feminista. Sin la voluntad ni la consciencia de encarnar una ideología concreta, la muchacha muestra la valentía y fortaleza de intentar ser un poco más libre en un entorno opresivo para ella y sus congéneres. Cuando en la segunda mitad del filme la directora, aprovechando una vez más recursos propios del melodrama, presenta al marido no deseado por Dina desde una óptica más amable para la protagonista y para los espectadores, no quiere tanto justificar lo injustificable como entender las razones de unos y la necesidad de adaptación final de otras.

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ESTRENOS DE CINE
'Jurassic World. El reino caído': Bayona firma un buen terror gótico con dinosaurios
La nueva entrega de una de las sagas más exitosas de Hollywood, dirigida por J.A. Bayona, intenta salirse del cliché y corregir los peores defectos de su antecesora


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Un momento de 'Jurassic World: el reino caído'. (Universal)

ALEJANDRO ALEGRÉ
06.06.2018


¿Deberíamos mantenerlas vivas o acabar con ellas?, se preguntan una y otra vez los seres humanos que habitan 'El reino caído'; y aunque obviamente se refieren a las bestias prehistóricas protagonistas de la que a efectos financieros es una de las franquicias más exitosas de la historia de Hollywood, a estas alturas bien podrían estar hablando de las películas que la componen.

Desde que vio la luz con la estupenda 'Parque Jurásico' (1993), y mientras ganaba miles de millones en taquilla, la saga ha ido definiéndose de forma cada vez más flagrante por el estancamiento narrativo y la monótona repetición de un esquema argumental: un grupo de personas llega a una isla habitada por dinosaurios; los dinosaurios empiezan a arrasarlo todo; las personas luchan por sobrevivir; y vuelta a empezar. En ese sentido, es reseñable que ahora el director J.A. Bayona haya intentado introducir cambios en la fórmula.





La primera mitad de la película, eso sí, reproduce superficialmente la peripecia de 'El mundo perdido' (1997). La acción inmediatamente se traslada a Isla Nublar, adonde Chris Pratt y Bryce Dallas Howardregresan tres años después de sobrevivir a la bestial revuelta escenificada en 'Jurassic World' (2015) con una misión: ante la amenaza de un volcán a punto de entrar en erupción, deberán rescatar a los dinosaurios que aún viven en el lugar para que sean reubicados en otro pedazo de tierra. Inicialmente la pareja ni siquiera sospecha algo que en cambio será inmediatamente obvio para cualquier espectador que o bien haya visto alguna de las películas jurásicas previas o bien tenga un mínimo de sentido común: que quienes los han contratado para llevar a cabo la supuesta operación de salvamento son figuras siniestras.


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Chris Pratt se vuelve a encontrar con la velocirraptor 'Blue'. (Universal)


El ritmo que Bayona imprime a ese segmento inicial deja clara su impaciencia por salir cuanto antes de la isla e intentar liberarse así de las limitaciones dramáticas que lastraron entregas previas. Y lo hace a lo grande, a través de una deslumbrante persecución durante la que un grupo de personas huyen de los dinosaurios y los dinosaurios pelean entre sí mientras escupitajos de lava amenazan con aplastar a unos y otros, y que culmina en una angustiosa escena submarina.

La película comienza con una deslumbrante persecución durante la que un grupo de personas huyen de los dinosaurios

Y a partir de entonces, durante su segunda mitad, 'El reino caído' pasa a ser otra cosa: recuperando parte de la estética y la atmósfera que ya manejó en 'El orfanato' (2007), el barcelonés convierte la película en algo parecido a un relato de terror gótico en el que no faltan ni la mansión tétrica ni la lluvia ominosa ni las paredes llenas de sombras y siluetas inquietantes, y en el que por fin los dinosaurios logran provocar el tipo de amenaza que los hizo famosos hace 25 años y que desde entonces se les había echado en falta.



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La película se convierte en un relato de terror gótico. (Universal)


A lo largo de ambos segmentos, Bayona hace varias cosas inconfundiblemente bien. De entrada, se confirma como un hábil creador de tensión dramática. Asimismo, se muestra casi por completo desinteresado en hacer uso del tipo de métodos coercitivos para hacernos soltar la lágrima que convirtieron varias de sus películas previas en meros ejercicios de manipulación emocional. Y por último corrige algunos de los peores vicios de 'Jurassic World' (2015), principalmente su flagrante sexismo y su tendencia a acumular escenas de acción tan grandes como carentes de alma.

Bayona corrige el flagrante sexismo y el abuso de escenas de acción sin alma de la entrega anterior

Pero eso no evita que, exactamente igual que su más inmediata predecesora, 'El reino caído' sea una película del todo estúpida. Su argumento tiene tantos agujeros que podría usarse para escurrir espaguetis; y sus personajes tienen la testaruda costumbre de tomar las decisiones más tontas e ilógicas, y de dejarse embaucar por gente que no sería menos de fiar si llevara la palabra "villano" tatuada en la frente, y de encontrar soluciones que solo logran empeorar los problemas.



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Bryce Dallas Howard y Justice Smith en 'Jurassic World: el reino caído'. (Universal)


Pese a que ambos problemas podrían haberse atenuado con ciertas dosis de sentido del humor, todo cuanto la película intenta aportar en ese sentido es un personaje secundario que pretende hacernos reír pero solo logra que deseemos verlo muerto.



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Cartel de 'Jurassic World 2'


En última instancia, eso sí, el lastre más pesado con el que carga 'El reino caído' es otro. Pese a todas las alteraciones genéticas que los malvados humanos tratan de efectuar con ellos y de la capacidad para pensar y sentir de la que Bayona intenta dotarlos, los dinosaurios siguen existiendo para poco más que pisotear, rugir, morder y destruir; y las reflexiones que esos bichos estimulan sobre la idiotez que el hombre exhibe cuando juega a ser Dios son exactamente las mismas de siempre. En todo caso, a pesar de que eso sin duda aconseja una extinción asistida, que nadie se confunda: las películas jurásicas se seguirán estrenándose regularmente, cada una de ellas un poco más innecesaria que la anterior, hasta que un enorme asteroide nos haga desaparecer a todos de la faz de la Tierra.


https://www.elconfidencial.com/cult...-world-reino-caido-estreno-cartelera_1574774/
 
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'En tiempos de luz menguante': el último patriarca estalinista
La adaptación de la novela homónima de Eugen Ruge encapsula en una fiesta familiar el desmoronamiento de la República Democrática Alemana

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Bruno Ganz protagoniza 'En tiempos de luz menguante'. (Surtsey)

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EULÀLIA IGLESIAS
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08.06.2018
"En este siglo, ya no habrá más grandes ideas", sentencia Kurt, uno de los protagonistas de 'En tiempos de luz menguante', cuando su nuera le propone que escriba sus memorias. Kurt ha dedicado buena parte de su vida a recoger la historia de la República Democrática de Alemania. Firme creyente en el ideal de sociedad comunista, sin embargo siempre ha defendido un sistema de rostro humano, al contrario que su madre, Charlotte, y sobre todo el esposo de esta, Wilhelm, estalinista convencido. Nos encontramos en Berlín Este en 1989, pocas semanas antes de la caída del Muro, en el día del 90 cumpleaños del patriarca Wilhelm, este comunista irredento al que homenajean familia, camaradas y amigos. Solo falta su nieto Aleksander, Sasha, que ha aprovechado este mismo día en que el Partido Comunista otorgaba la orden del Mérito por la Patria a su abuelo para escapar al Berlín Occidental. Nadie se atreve a comunicárselo al anciano. Hace pocas horas, Wilhelm ha despreciado públicamente a un matrimonio vecino cuyo hijo también huyó a la Alemania capitalista.





La película de Matti Geschonneck, prolífico director de cine y televisión alemán, parte de la obra homónima de Eugen Ruge, editada en España por Anagrama en traducción de Richard Gross. El original literario se despliega como una saga familiar que abarca diferentes periodos temporales y ámbitos geográficos. Como el filme, el cumpleaños del patriarca el 1 de octubre de 1989 representa el centro gravitatorio de la historia. Pero la novela se expande por otras épocas, países y puntos de vista, que se intercalan con la efeméride central para transitar por los anhelos y desencantos colectivos y personales de cuatro generaciones.

Wilhem, estalinista convencido, cumple 90 años el mismo día que su nieto Sasha decide huir a Berlín Occidental

Cuatro generaciones que representan en buena parte el auge y caída de los grandes ideales políticos en Occidente desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta el atentado en las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001. Ruge, nacido como el personaje de Alexander en un pueblo de los Urales, y escapado también como él de Alemania del Este a la del Oeste, publicó su libro en 2011. 'En tiempos de luz menguante' no tardó en ser saludada como la gran novela sobre la República Democrática de Alemania en clave de historia familiar.



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Bruno Ganz protagoniza 'En tiempos de luz menguante'. (Surtsey)


En una sabia decisión, Geschonneck no ha pretendido trasladar todo el relato original a la gran pantalla. Excepto por el prólogo y el epílogo, que transcurren en Rusia (el libro, en cambio, arranca y termina en México), el director y su veterano guionista, Wolfgang Kohlhaase, concentran toda la trama en la celebración del 90 cumpleaños de Wilhelm. Así, el filme adquiere un regusto teatral que no desprende el libro, por otro lado la primera novela de un autor con una larga experiencia como dramaturgo. La pérdida en la película de los pasajes sobre el pasado y el futuro de los personajes se compensa con un aumento de la carga metafórica de todos los elementos que se congregan en esa fiesta en torno al patriarca estalinista, que vive su otoño vital e ideológico mientras el sistema que contribuyó a construir se desmorona a su alrededor.

La película refleja las esperanzas perdidas por el camino de la Revolución y las frustraciones íntimas, que superan a las políticas

También trabajan los responsables del filme con todo aquello que se deduce o entiende entre líneas: las frustraciones femeninas en un sistema en que, a pesar de promocionar la igualdad entre hombres y mujeres más que cualquier otro, todavía perviven las rutinas machistas; las contradicciones de unos dirigentes comunistas que creen que tutear (o no) a la sirvienta elimina tal condición; las esperanzas perdidas por el camino de la Revolución; las frustraciones íntimas que superan a las políticas, y hasta qué punto lasdinámicas del 'lameculismo', el oportunismo y la autoconstrucción de una imagen pública favorecedora funcionan como acaparadoras de poder en cualquier sistema político.



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Otro fotograma de 'En tiempos de luz menguante'. (Surtsey)


'En tiempos de la luz menguante' arranca con un prólogo que anuncia el tono del filme de forma explícita a través de esa voz en 'off' que habla del otoño en los Urales, y de manera más sutil en esas imágenes que retratan de manera fragmentaria un pueblo rural donde la rutina de apariencia plácida convive con las alambradas y la torre de vigilancia de un campo de trabajo. Esta melancolía marcada por la historia prevalece a lo largo del metraje. Incluso cuando buena parte del filme se adentra en las reconocibles rutinas del drama en torno a una celebración familiar que desemboca en un estallido de secretos, desencantos y frustraciones. Por fortuna, Geschonneck impide que la película quede reducida al retrato metafórico simple y grotesco del fin de una era, a base de mantener cierto tono contenido y trabajar unos personajes con recorrido humano más allá de su posicionamiento político.



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Cartel de 'En tiempo de luz menguante'.




Si la novela convierte el exilio mexicano en dos épocas diferentes como son los años cincuenta y 2001 en el distanciado marco de resonancia de la historia de una crisis ideológica eminentemente europea, el filme, en este afán más concentrador, prefiere quedarse en un entorno, la RDA, donde se acentúa el peso de la Unión Soviética en el destino de los personajes. Kurt, Wilhelm y compañía no se sienten tan traicionados por unos hijos y nietos que huyen en cuanto pueden del país como por esa Rusia que pone en marcha la contrarrevolución. Una contrarrevolución que solo puede triunfar “porque la Unión Soviética es invencible”, acepta estoico Kurt. En consonancia, la película no termina con la desaparición del patriarca sino con la de otro personaje más ligado al vínculo entre Rusia y Alemania y, por ello, mucho más trágico.


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'Western': hombres solos en los confines de Europa
En su segundo largometraje, la directora alemana Valeska Grisebach subvierte el imaginario de conquista masculino propio del género cinematográfico norteamericano por excelencia

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La alemana Valeska Grisebach dirige a actores no profesionales en 'Western'. (La Aventura)

EULÀLIA IGLESIAS
15.06.2018


Bajo el título 'Intrusas. Cineastas en espacios de masculinidad exclusiva', en 2016 el D'A —Festival Internacional de Cine de Autor de Barcelona—, en colaboración con la Mostra de Films de Dones, organizó una charla con dos directoras que estrenaban películas acordes con esta idea de una mujer que con su cámara se adentra en un territorio habitado (casi) solo por hombres. Carla Subirana, en 'Volar', llevaba a cabo un documental observacional, pionero en este aspecto, que registraba el día a día en una escuela militar española; y Alba Sotorra, en 'Game Over', plasmaba la fascinación del protagonista por el mundo de las armas. Ambos filmes se planteaban desde una perspectiva poco habitual hasta el momento en el cine de mujeres. Cuando se reivindica una mirada femenina en la gran pantalla, se piensa sobre todo en cómo las mujeres construyen un relato propio sobre su experiencia del mundo y sobre su propia identidad. En este caso, las directoras escudriñan cotos de hipermasculinidad.







La película de referencia en este cine en torno a la masculinidad firmado por féminas sigue siendo 'Beau Travail' (1999), de Claire Denis, que explora una pasión homoerótica soterrada en el seno de un destacamento de la legión francesa en Djibouti. Desde esta obra maestra del cine contemporáneo, cada vez más mujeres directoras observan, rastrean y deconstruyen con su cámara ecosistemas masculinos. A Denis, Subirana y Sotorra, podemos añadir la griega Athina Rachel Sangari, que en 'Chevalier' (2015) desmontaba con humor a un grupo de hombres encerrados en un yate para competir hasta el extremo mientras su país se hundía en la crisis, y ahora la alemana Valeska Grisebach con 'Western'.



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Alemanes colocan su bandera en Bulgaria en 'Western'. (La Aventura)


La directora alemana subvierte el imaginario épico y masculino propio del género de conquista estadounidense al que alude el título y ambienta su película en un lugar remoto de Bulgaria al que acuden también un grupo de hombres, en este caso trabajadores alemanes encargados de construir una central hidroeléctrica. En la Europa del siglo XXI, estos obreros se comportan en cierta manera como esos vaqueros que se abrían camino hacia una nueva frontera y ocupaban un territorio ignorando o destruyendo a los oriundos del lugar, o como los soldados de un ejército que plantan una base en un país extranjero. En su pequeño fortín en medio de la naturaleza y alejado de cualquier pueblo, los obreros no tardan en izar la bandera alemana. La película, como ya hacía la reciente 'Toni Erdmann', cuya directora, Maren Ade,ejerce aquí tareas de producción, también ofrece una lectura sobre el papel dominante de Alemania respecto al resto de países europeos.

'Western' ofrece una lectura sobre el papel dominante de Alemania respecto al resto de países europeos


Pero la directora singulariza a un hombre del grupo, Meinhard (encarnado por el actor no profesional Meinhard Neumann), que se distingue del resto en su actitud respecto al entorno. Cuando el capataz se pavonea ante sus trabajadores molestando a un grupo de mujeres locales que se bañan en el mismo río que ellos, Grisebach filma a Meinhard aislado del resto, observando la actitud de su jefe, visiblemente molesto. El hombre también es el primero en establecer contacto con los habitantes de la aldea más próxima e iniciar una relación con ellos a pesar de la barrera lingüística. Así, la directora también nos adentra en las peculiaridades de los habitantes de este rincón de Bulgaria cerca de la frontera con Grecia, y de sus formas de controlar el territorio ahora ocupado en parte por estos trabajadores alemanes.



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Meinhard Neumann es el actor no profesional que protagoniza 'Western'. (La Aventura)


Meinhard opone su voluntad de conocer a los lugareños y su actitud 'a priori' respetuosa con las mujeres al comportamiento despectivo que esgrimen sus compañeros y, sobre todo, su jefe. Pero Valeska Grisebach no convierte, por fortuna, su filme en un mero retrato ejemplarizante de actitudes masculinas positivas versus otras tóxicas y nacionalistas. Como la película de Claire Denis, 'Western' se centra en un personaje que no acaba de encajar en un entorno donde prevalecen las dinámicas tradicionales de relación entre los hombres. También como la directora francesa, Grisebach convierte el físico de sus personajes en un elemento de expresividad determinante y los presenta en un contexto de sofoco estival, ambiente propicio para que emerjan vínculos sensuales pero también amarguras cocinadas a fuego lento. Sin embargo, aquí, al contrario de lo que sucede en 'Beau Travail', no se explora el deseo homosexual latente en estos entornos cerrados de masculinidad.

Grisebach no explora el deseo homosexual latente en estos entornos cerrados de masculinidad

Desde esa postura de cierto distanciamiento observacional que la directora mantiene durante buena parte del filme, 'Western' avanza por caminos inesperados en una desmitificación del imaginario masculino de conquista que incluye también la actitud 'a priori' más conciliadora de Meinhard. En cierta manera, el alemán, tierno en toda su hombría, encarna el reverso del tópico del migrante. En su caso, es el hombre proveniente del país poderoso quien se afana por integrarse en esta comunidad más empobrecida que aquella de la que proviene. La directora dosifica la información sobre el pasado del protagonista, de manera que tenemos que intuir los posibles motivos detrás de su necesidad de pertenencia a esta comunidad.



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Cartel de 'Western'.


Grisebach también apunta a una imagen de masculinidad positiva que el propio Meinhard proyecta de sí mismo para encajar en el nuevo entorno. Así, en un ejemplar ejercicio de equilibrio entre el realismo naturalista y la poética de los cuerpos, y desde una conciencia de la reflexión en torno a las identidades colectivas que no descarta el drama íntimo, 'Western' explora las nuevas formas de desarraigo emocional en la Europa del siglo XXI.

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ESTRENOS DE CINE
'Tully': Charlize Theron y el escabroso martirio de ser madre
El tándem Jason Reitman-Diablo Cody se reúne por tercera vez en esta 'dramedia' socarrona y agridulce sobre las cargas de la maternidad

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Charlize Theron en un fotograma de 'Tully'. (Universal)

MARTA MEDINA
22/06/2018
En la primera secuencia de 'Tully' la cámara sigue la barriga de embarazada de una mujer de la que el espectador ni siquiera conoce la cara. Y así, con esa sencilla —que no simple— decisión de encuadre, el director Jason Reitman consigue resumir toda una película. Porque 'Tully' va de todas esas madres que desaparecen a medida que el bebé crece en su vientre, a todas esas mujeres que se han sentido sobrepasadas, confusas, ninguneadas, desatendidas, frustradas, iracundas, perdidas bajo la pesada carga de la maternidad, de esa maternidad que siempre les prometieron que era lo más bonito que le puede pasar a una en la vida pero de la que pocas veces —aunque en los últimos años cada vez más— se publicitan los detalles más escabrosos.





Y en su tercera colaboración tras 'Juno' (2007) y 'Young Adult' (2011), Reitman y la guionista Diablo Cody han querido meter el dedo en el ojo de un modelo tradicional de familia que da por sentado el papel de madre abnegada, de un sistema que no da demasiadas facilidades —conciliación, escolaridad, gasto económico— y que pide de la mujer un sacrificio instaurado en algún momento ancestral y que hasta ahora no admitía cuestionamientos, como un martirio preimpuesto por la biología, la tradición cultural o quién sabe qué. Si en 'Juno' el tándem Reitman-Cody se centró en las peripecias de una madre adolescente, en 'Tully' la protagonista es una madre de tres hijos al límite de sus fuerzas.



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Charlize Theron y Ron Livingston en 'Tully'. (Universal)


Con el humor cáustico y corrosivo habitual, aunque bastante más pesimista, Cody describe la epopeya maternal de Marlo (Charlize Theron) desde un costumbrismo punk: ¿sabía que los pies de la mujer crecen con cada embarazo? ¿Sabía que muchas parturientas temen el momento de hacer pis por primera vez después del parto? ¿Y que si no se sacan la leche el pecho duele a rabiar? ¿Y que el cuerpo es un desbarajuste de hormonas? ¿Y que muchas mujeres dejan de sentirse como personas independientes y autónomos para convertirse en el epicentro de un ser multicorpóreo en permanente codependencia de sus hijos?

Si alguna lectora se está planteando ser madre ahora mismo, que no vea esta película. O mejor, que la vea

Si alguna lectora se está planteando ser madre ahora mismo, que no vea esta película. O mejor, que la vea para poder proyectarse en uno de los peores escenarios probables —sí, de mujer blanca, estadounidense y de clase media, de acuerdo—, que es lo más parecido a una distopía apocalíptica. Marlo, mujer con sueños, carrera, idiomas y un puesto de trabajo tiene que lidiar cada mañana con una rutina de cadena de montaje en la que los días se suceden como clones en una espiral infinita: suena el despertador, amamanta, quita el pañal sucio, pon el pañal limpio.



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Mackenzie Davis es Tully, la 'babysitter' que todo lo puede. (Universal)


Drew (Ron Livingstone), el marido de Marlo, es un buen tipo —un poco vago, ejem— que también se ve sobrepasado por las circunstancias y que prefiere escaquearse del caos que hay en casa jugando cada noche a la consola antes que enfrentarse a él y echar una mano. Además, tiene bastante interiorizado —¿inconscientemente?— que el cuidado de sus tres hijos, más allá de ayudar a acabar deberes y de pequeñas tareas puntuales, es tarea de Marlo. "No entiendo cómo ha podido dejar a los niños solos, nunca había hecho eso", dice —más o menos— en un momento de la película. "Pero ¿usted no estaba en casa?", le preguntan. "Bueno... sí". No hay más preguntas, señoría.

Por otro lado, su hijo Jonah (Asher Miles Fallica) es un niño 'poco convencional' con problemas para controlar sus impulsos y, la directora del colegio, en vez de descargar la rutina de Marlo, decide obligar a la familia a buscar otro centro "más apropiado" para él. Otra que se escaquea. Además, Marlo tampoco tiene los medios económicos para contratar profesores particulares ni llevarlo a médicos especialistas así que su único recurso son los tutoriales de Youtube. Marlo se siente frustrada por no dar la talla como esa mujer perfecta que organiza fiestas de cumpleaños maravillosas, prepara 'cupcakes' para la clase de sus hijos, cocina una cena sana y nutritiva para su familia todas las noches y se mantiene en forma y a punto para hacer vibrar a su marido en la cama. Y, para más inri, su hermano, que está montado en el dólar, sí está casado con —aparentemente— la mujer perfecta según las convenciones, así que ni siquiera puede despotricar a gusto con ella.



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Asher Miles Fallica y Lia Frankland son Jonah y Sarah en 'Tully'. (Universal)


Todo cambia cuando en su vida aparece Tully (Mackenzie Davis), una joven niñera nocturna, que no solo le echa la mano que le hace falta mientras el resto del mundo se desentiende. Tully se encarga de cuidar al bebé mientras los padres duermen, de limpiar la casa, preparar la cena y de escuchar los problemas de Marlo. Cada noche que pasa con Tully, la vida de Marlo parece mejorar y, por ende, la de su familia: todos están de mejor humor, la vida íntima de la pareja mejora y todo parece volver a su sitio. Porque todo es cuestión de empatía. Sin embargo, lo que la familia no sabe, es que Tully esconde un reverso oscuro a punto de estallar.



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Cartel de 'Tully'.




La química y la complicidad tanto entre Davis y Theroncomo entre sus personajes aporta ese asidero de agradable calidez que hace soportables todas las miserias y frustraciones que encara Marlo, que vistas todas juntas invitan a coger el teléfono nada más acabar los créditos y llamar a la propia madre para pedir perdón y dar las gracias hasta el infinito. Porque al final la única recompensa que tienen las madres es el gesto: es la mirada furtiva tras esa pregunta odiosa —porque hace falta ser tarado— de "¿a quién quieres más, a papá o a mamá?", ese dibujo dedicado en la clase de plástica, esa llamada el día de cumpleaños, esa comida de los domingos o ese primer recuerdo en las alegrías y en las tristezas. Ese "ojalá estuviera mi madre" con el que, como bien apunta Lorena G. Maldonado en este artículo lleno de sinceridad y de corazón, un astronauta recién nombrado ministro quiso agradecérselo todo a la madre que lo parió.

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ESTRENOS DE CINE
'Mary Shelley': el monstruo de Frankenstein era ella
Entre el 'biopic' y el melodrama 'de tacitas' revestido de romanticismo gótico, Elle Fanning encarna a la escritora londinense en su despertar creativo y sentimental


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'Mary Shelley'.
MARTA MEDINA
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13/07/2018
Los poetas mueren jóvenes. Si uno ha de acabar con el bolsillo vacío, que al menos la faltriquera esconda un anecdotario mínimamente extenso. Que la autopsia certifique cirrosis o sífilis funciona, al menos, como testamento de la rebelión contra la domesticidad, con todo lo que ello implica: primero, tener una casa, segundo, despreciarla. El romanticismo es lo que tiene. A Espronceda se le llevó la difteria, que es un poco de segundones. Palmar de gripe es vulgar y de pobres —pero de los de verdad—, pero suicidarse con un chupito de láudano revela una vida interior intensa. El 'pobre Polidori' optó por el ácido prúsico —cianuro— para acabar con su vida a los 25 años, rebotado con Lord Byron; Byron sucumbió en la treintena después de que le hubiesen practicado unas sangrías —¡qué gran final para 'El vampiro' de Polidori!— y Percy Shelley se ahogó en un lago toscano cuando navegaba en su barco 'Don Juan' con apenas 29 años. Porque a la muerte también le va la comedia.





De entre tanto muerto prematuro se libró, por tener un poco más de juicio, Mary Shelley, que falleció a los 53 años de un tumor cerebral y, probablemente, también de todas las penas con las que cargó desde su nacimiento, empezando por la muerte de su madre, la filósofa precursora del feminismo Mary Wollstonecraft, durante el parto. A eso hubo de sumar la pérdida de hijos y hermanas, la inestabilidad de su situación financiera y la divergencia de criterios entre su cabeza y sus vísceras en asuntos del corazón, el eterno debate. Contra la razón crítica, el sentimiento: Romanticismo sin adulterar.



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Booth y Fanning, en 'Mary Shelley'. (Filmax)


Precisamente, el movimiento intelectual al que perteneció Shelley es el ejemplo más claro de la idea que vertebra este 'biopic' sobre la escritora y, sobre todo, su obra cumbre, 'Frankenstein o el moderno Prometeo': la del reverso destructor de la creación, la del autor devorado por su obra. En su hipérbole, el peaje real del tan idealizado malditismo.

La película reflexiona sobre el reverso destructor de la creación, sobre el autor devorado por su obra


Al menos así lo cuenta 'Mary Shelley', el segundo largometraje de ficción la directora saudí Haifaa Al-Mansur, que debutó en 2012 con 'Wadjda', una película en las antípodas —en cuestión sobre todo de género, no tanto de caligrafía— a este 'biopic' melodramático, la versión gótica del tradicional cine 'de tacitas' inglés. Desde el primer plano —se escucha una tormenta, se muestra un cementerio—, la cinta de Al-Mansur enumera todos los rasgos temáticos de la novela gótica del siglo XIX, pero se olvida del impulso, del arrebato de la creación romántica, con una propuesta demasiado contenida. Al-Mansur prefiere la languidez del hipotenso. Eso sí, cada encuadre es un cuadro suntuoso y cautivador.



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Otra imagen de 'Mary Shelley'. (Filmax)


Para el común de los mortales, la obra de Shelley parece acabar exactamente donde empezó, en 'Frankenstein', y la película de Al-Mansur tampoco intenta enmendar esta injusticia histórica. 'Mary Shelley' presta más atención al drama perpetuo en la vida de la escritora que a lo pensado y escrito —al fin y al cabo, es cine y no ensayo literario—, y condensa los años previos a la publicación de su obra culmen, que escribió —atención— cuando tenía 18 años y que salió publicada por primera vez, debido a su condición de mujer, con firma anónima.

Como buen personaje del Romanticismo, la historia de Mary Shelley está llena de fantasmas


Como buen personaje del Romanticismo, la historia de Mary Shelley está llena de fantasmas. El principal, el de su difunta madre, quien había vivido fiel a sus ideas revolucionarias y que dejó tras de sí, además de una estela de admiración por el manuscrito 'Vindicación de los derechos de la mujer' (1792), una reputación en la que entonces pesó más su disidencia de las convenciones sociales y maritales de la época. Un modo de vida que la llevó a relacionarse con artistas y pensadores fundamentales como William Godwin —padre de Shelley y precursor del pensador anarquista— o el pintor Johann Heinrich Füssli.



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Otra escena de 'Mary Shelley'. (Filmax)


El otro espectro, el de su marido. La relación con Percy Shelley fue de lo más tortuosa. La concepción del amor libre que tenía el autor de 'La reina Mab' no era la misma que la de su esposa. Tampoco la intensidad con que interpretaban el papel de poetas decadentes. Y eso que por historial de desdichas ella tenía más meritos. La película retrata a Percy como un trilero narcisista y pendenciero, mientras Mary le perdona (casi) todos sus desplantes y lo aguarda en segundo plano. Por eso, la directora relaciona a partir del sentimiento de soledad, abandono y maltrato a la autora con su obra y, sobre todo, con su monstruo. De nuevo, los peajes de una voz propia construida sobre tragedias y decepciones.



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Cartel de 'Mary Shelley'. (Filmax)


El acercamiento de 'Mary Shelley' al personaje reviste cierta frialdad, y en ciertos momentos de la trama se notan las costuras de una guionista, Emma Jensen, que prima el simbolismo frente a la verosimilitud. El encargo se nota. Sin embargo, ahí está ElleFanning —la mejor y más arriesgada actriz de su generación— para dar amplitud a un personaje tan atormentado como su creación. Porque del dolor también puede salir algo bueno. Y sin aspavientos, ni defunciones absurdas ni epitafios rimbombantes. O sea, sin postureo.

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¿Subes a tomar una copa? El fin del s*x*
Las palabras mantienen con el s*x* una relación de ambigüedad que la propuesta de Carmen Calvo sobre el sí expreso desbarata e ignora

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'Match Point'

ALBERTO OLMOS
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12/07/2018

Volví a ver el otro día 'Match Point', la película de Woody Allen. El protagonista es un profesor de tenis que empieza a quedar con la hermana de uno de sus alumnos. El profesor y la joven toman café y van a exposiciones, se hacen amigos. Un día, mientras ven una película en el cine, ella le pregunta si necesita dinero. “No, qué va”, dice él. “Eres un encanto interesándote, pero no”. “Te lo pregunto porque me importas”, dice ella. Ambos se miran fijamente durante unos segundos, y él la besa. “¿Prefieres ir a tu casa o a la mía?”, pregunta ella.

Semanas antes el profesor de tenis visitó la mansión familiar de su alumno y conoció a Nola, aunque sin saber que era la novia de su alumno. Ella estaba jugando al ping-pong en una sala de recreo y él se ofrece como contrincante. Enseguida se gustan. El profesor de tenis se toma la libertad de acercarse a Nola y enseñarle cómo coger la paleta de ping-pong. Luego le pregunta: “¿Qué hace una preciosa americanita jugadora de ping pon mezclada con la clase alta inglesa?” Y ella contesta: “¿Te han dicho que tienes un juego muy agresivo?”. “¿Te han dicho que tienes una boca muy sensual?” “De lo más agresivo”, insiste ella. “Lo mío es competir. ¿Resulto molesto?” “Tendré que meditarlo un rato.”

Ya ennoviado con la rica heredera, nuestro tenista frustrado se encuentra por la calle con Nola. Acaban tomando vino en un bar. Comparan sus noviazgos con los acaudalados hermanos y se reconocen en sus respectivos orígenes, muy humildes. Ella le avisa: “Te irá todo bien si no la pifias”. “¿Y cómo voy a pifiarla?”, pregunta él. “Intentando ligar conmigo”.


Finalmente, en una casa solariega, el protagonista la pifia. Sale en busca de Nola, que vaga bajo la lluvia por una carretera. “Te estaba buscando”, dice él. “Estaba angustiada. Quería estar sola.” “No quiero molestar.” “Necesito una copa”, dice Nola. “Me gusta cuando bebes. Te vuelves coqueta.” “¿En serio?” “Sí.” “No has hecho bien siguiéndome hasta aquí.” “¿Te sientes culpable?” “¿Y tú?”, replica ella. Entonces se besan.

“No podemos hacer esto”, dice ella. “Ya lo sé”. Y vuelven a besarse. “Esto no lleva a ninguna parte”, insiste ella. Y ambos se tumban sobre la tierra húmeda.

Consentimiento
Vale que es una película, y vale que los dos protagonistas de este amor inoportuno son guapísimos, pero no creo que nadie vea en estas escenas un retrato irreal de las cosas del s*x*.

Después del anuncio por parte de Carmen Calvo de que será preciso el consentimiento expreso de la mujer para que una relación sexual no pueda considerarse violación, vi estas escenas con otros ojos. Con los ojos de Carmen Calvo, de hecho.

En el primer encuentro amoroso, entre el profesor de tenis y la hermana de su alumno, no hay nada que pueda ser entendido como consentimiento expreso. Él se lanza a besarla cuando ella le ha dicho que le importa. ¿Acaso decirle a alguien que te importa le da derecho a besarte? Ella no se resiste, pero tampoco dice que sí. Además, le pregunta: ¿prefieres ir a tu casa o a la mía? Ella puede querer ir a una casa u otra a seguir besándose, pero también a continuar con su charla o a ver la tele. La pregunta no explicita que quiera tener s*x* con él.






En el primer encuentro entre Nola y el profesor, él le lanza varios piropos, “preciosa americanita”, “tienes unos labios muy sensuales”, dejando claro que ella le gusta mucho. Nola no parece molesta, da réplicas sagaces y ambiguas. Más adelante, cuando ya ambos son novios de dos hermanos millonarios, ella pone una primera carta boca arriba: “(La pifiarás) intentando ligar conmigo”.

Finalmente, cuando se besan, ella dice de hecho que no: “No podemos hacer esto” y “Esto no lleva a ninguna parte”. Él está de acuerdo, reconoce sentirse culpable, y sin embargo siguen adelante con algo que sus propias palabras, tanto las de él como las de ella, señalan como inapropiado.

Literal
Después de ver esta película, me puse a pensar si existía alguna escena de beso y coito subsiguiente en toda la historia del cine donde alguien le pregunte al otro a)si puede besarle y b)si quiere mantener relaciones sexuales con él. Sólo me acordé de una, justamente de Woody Allen. Es en 'Annie Hall'. La primera noche, Alvy Singer le dice a Annie: “Dame un beso. Luego iremos a casa, ¿no? Así que ahora nos besamos y acabamos con eso”.

Pero en el cine se besa casi siempre por las bravas porque, simplemente, es más bonito; más erótico. Más romántico, si quieren. Si nos gustan estas escenas es porque querríamos que nuestra vida también fuera así; de hecho, porque nuestra vida ha sido así algunas veces.

Tanto en el cine como en la vida, antes de besarse o de follxx se habla, pero no de besarse ni de follxx

Tanto en el cine como en la vida, antes de besarse o de follxx se habla, pero no de besarse ni de follxx, de modo que cualquier cosa que se dice antes de besarse cobra doble sentido. Eso es lo delicioso de estas escenas y de nuestros propios recuerdos amorosos. ¿Qué dijo?, ¿qué dije?, qué simpático todo. En 'Fucking Amal', las dos adolescentes protagonistas se suben a un coche con un desconocido. “¿Qué coxx estamos haciendo? Estamos totalmente locas.” “Ya lo sé”. “Pero estamos de put* madre”. Y es ahí cuando se besan por primera vez.

Lo literal y el s*x* no se llevan bien, por eso existen los poemas de amor: hay muchas cosas que no decir.


De hecho, si preguntas a alguien si puedes besarlo, normalmente es que no puedes. Toda nuestra adolescencia ha sido saber cuándo se puede besar a alguien, y seguramente no hemos acabado de aprenderlo.

Carmen Calvo reduce todo este cosquilleo a sí y no. Sí quiero besarte, sí quiero acostarme contigo, sí quiero hacer sexx anxx. O no quiero. Muy fácil. Pero irreal.

"¿Subes a follxx?"
Primero, porque en esta visión rudimentaria del s*x* no tiene sitio el pudor, que es el principal motivo de que muchas veces nuestras palabras contradigan a nuestro cuerpo. Ya dijo Max Frisch la frase fundamental sobre el s*x*: “Los cuerpos son honrados”. Creo que habría mucha menos gente que habría practicado todo lo sexualmente practicable (s*x* oral, tríos, etc.) si antes le hubieran preguntado si quería hacerlo. Ni siquiera dentro de una pareja con años de s*x* se dice abiertamente: “¿quieres hacerlo?” cada vez que a alguien le apetece. El s*x* aún no forma parte de la intendencia doméstica, amigos.

El modelo sí/no también excluye por completo el coqueteo, que según la RAE es “dar señales sin comprometerse”. Coquetear, tontear, atreverse a la ambigüedad es lo que hace que la vida no sea toda ella una gran intendencia doméstica. Hoy toca bajar la basura y follxx, Alberto.

La relación del lenguaje con el s*x* es endiabladamente rica e imprecisa, y normalmente llena de sobreentendidos


La relación del lenguaje con el s*x*, por tanto, es endiabladamente rica e imprecisa, y normalmente llena de sobrentendidos. Se dice: “¿Subes a tomar una copa?” y no: “¿Subes a follxx?” Todos entendemos que ser invitado a las 3 de la mañana a subir a tomar una copa a la casa de alguien con el que llevas toda la noche charlando está muy cerca de ser invitado a tener s*x*, pero el hecho de que eso no se explicite es justamente lo que salvaguarda la posibilidad de decir siempre y en cualquier momento que no.

Si ese “sí” distópico que anuncia la ministra se propagara, y pasaran varias décadas de síes y noes judicialmente vinculantes, al final los hombres simplemente preguntarían a una chica si quiere acostarse con ellos, y, si es que no, pasarían a preguntárselo a otra. Lo que hoy es incorrecto, dejaría de serlo, pues todo ligoteo, rodeo, vienes mucho por aquí, bonito jersey, qué tal está ese libro, a mí también me gusta la cerveza artesanal, resultaría una pérdida de tiempo, si al final la cosa va de preguntar y recibir la acreditación.

Pero lo más curioso de todo es cómo, subrepticiamente, esta propuesta penal recupera la retrógada idea de que son los hombres los que quieren s*x*, los que lo buscan, lo proponen y lo consiguen o no si las mujeres les dejan. Es decir, Carmen Calvo considera que los hombres follan y las mujeres sólo consienten, que es como decir que a las mujeres no les gusta el s*x*. Pero ¿por qué una mujer debe esperar a que un hombre le pregunte si quiere hacer lo que ella ya sabe que quiere hacer?

https://blogs.elconfidencial.com/cu...to-carmen-calvo-s*x*-hombres-mujeres_1591630/
 
EL 3 DE AGOSTO SE ESTRENA 'BLACKWOOD'
Rodrigo Cortés: "Uma Thurman es como una mantis religiosa"
El gallego ha dirigido a la mítica Mia Wallace en su última película, que adapta una novela de terror juvenil y que nació de un encargo de Stephenie Meyer, la autora de 'Crepúsculo'


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Rodrigo Cortés dirige a Uma Thurman en 'Blackwood'. (E One)

MARTA MEDINA
23/07/2018

Hacía ya seis años que Rodrigo Cortés no estrenaba largometraje. Sequía a medias, porque entre película y película también existe la vida, llámese cortometrajes, verbolarios, breverías o proyectos fallidos, que no es lo mismo que tiempo perdido. Y es que a veces parece que el cero absoluto se encuentra entre título de IMDb y título de IMDb, pero no. Con su ópera prima, 'Concursante' (2007), sedujo a la crítica del Festival de Málaga. Con su segundo largo, 'Buried' (2010), puso un pie en Sundance y se llevó a casa tres goyas. Con 'Luces rojas' rescató a Robert De Niro y Sigourney Weaver para el cine de terror. Y este 3 de agosto estrena su cuarto largometraje —el primero mayoritariamente estadounidense, aunque cuente con la participación de la productora catalana Nostromo Films—, 'Blackwood', cuyo título original es 'Down a Dark Hall' y que presentó ante la prensa en la primera edición del festival 'Lo que viene' de Tudela de Navarra.

Un relato de terror gótico al estilo de Henry James protagonizado por Uma Thurman y un reparto de actrices veinteañeras encabezado por AnnaSophia Robb —la Carrie Bradshaw adolescente de 'Los diarios de Carrie'— a las que Cortés ha encerrado en un casoplón victoriano en medio de la nada para darles un escarmiento por su mal comportamiento. Un encargo de cine adolescente al que Cortés ha intentado hacer madurar con un ojo puesto en el cine de Polanski —se entrevén algunos guiños a, por ejemplo, 'El quimérico inquilino'— y renegando del estigma de 'Crepúsculo': detrás del proyecto está la mano de Stephenie Meyer, la autora de la saga de los púberes vampíricos.





P. Primero trabajó con Ryan Reynolds en 'Buried', luego con Robert De Niro y Sigourney Weaver en 'Luces rojas', ahora con Uma Thurman. Nombres potentes donde los haya. ¿Por qué se decidió por ella para protagonizar 'Blackwood'?


R. Empecé a pensar en ella a medida que desarrollaba la siguiente versión de guión después de mi incorporación al proyecto, cuando empecé a considerar que necesitaba una naturaleza más ambivalente que la de la novela. En el libro, fundamentalmente, era la mala de la película. Y necesitaba algo más sofisticado, que empezara siendo alentador y poco a poco fuera mostrando sus tentáculos, pero de una forma que no fuera maniquea. Inicialmente empecé a pensar en actrices francesas o británicas porque la naturaleza eminentemente americana no se compadecía bien con esa sofisticación europea que exigía el personaje. También quería crear un universo que fuese totalmente ajeno a esas niñas, que se encuentran con un mundo refinado que tiene que ver más con el siglo XIX que con las vidas de sus barrios de clase media.

Uma, a pesar de ser americana, tiene una naturaleza muy eurocéntrica y una belleza muy particular y perturbadora

El trabajo con Uma ha sido muy fluido: nos reímos mucho y todo fue muy fácil. Uma, a pesar de ser americana, tiene una naturaleza muy eurocéntrica; mucha gente piensa que es británica. Además tiene una belleza muy particular y perturbadora, con unas gotas eslavas, incluso. Y tiene un porte y un talento extraordinario y una capacidad de manipulación de las emociones única. Es como una mantis religiosa. Más aún con el vestuario diseñado por Zack Posen y frente a la fragilidad de la menudísima Kit [AnnaSophia Robb]. Es un enemigo formidable para ella.



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Las protagonistas de 'Blackwood'. (E One)


PREGUNTA. 'Blackwood' está basada en el libro 'Down a Dark Hall' de Lois Duncan. publicado en 1974. ¿Cómo llegó esta novela a sus manos y por qué decidió convertirla en su cuarto largometraje?


R. La productora de Stephanie Meyer contactó conmigo y Temple Hill, que es la otra productora. Este libro le fascinó a Stephanie cuando tenía diez años y fue su incursión seminal en el mundo del fantástico y nunca se lo quitó de encima. 'Down a Dark Hall' es un libro muy conocido, un clásico que se lee en los colegios y hay muchas mujeres que ahora tienen entre 40 y 50 años, que lo leyeron en su momento y que lo mantienen en su cabeza. En España lo acaban de editar y se llama 'Blackwood' también. Por alguna razón pensaron que este director europeo que hacía películas de gente encerrada en cajas podía darle una energía completamente diferente a lo esperable y que trascendiera el libro. Y Stephanie decidió que se hiciera cargo de la película un director con una visión muy personal que lo llevara por terrenos propios. Y ha sido una gran ayuda, en ese sentido: no ha intervenido jamás y ha sido la gran valedora ante el estudio para que convirtiera aquello en mi cuarta peli y no en mi primera peli de estudio.

'Down a Dark Hall' es un libro muy conocido, un clásico de terror juvenil de los 70 que se lee en los colegios


Me encontré en su momento un libro que entonces era para jovencitas aterrorizables y que ahora sería prácticamente literatura infantil, pero con una premisa enormemente cruel que la novela no explotaba y que me pareció muy interesante. He querido ver qué sucedía si cambiaba totalmente el tono y lo convertía en una experiencia absolutamente despiadada, muy cruel y que nofuera nada condescendiente con el adolescente, sino que se dirigiera a él con esa misma implacabilidad que tiene cualquier novela que trata al lector con respeto.



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Uma Thurman es Madame Duret en 'Blackwood'. (E One)


P. Lo que asustaba en 1974 es muy diferente a lo que provoca miedo ahora. ¿Cómo ha adaptado el terror de la novela a la actualidad?


R. A través de la generación de atmósferas. Primero he tratado de proveerme de un subtexto que lo contamine todo y en este caso es la propia adolescencia, el dolorosísimo trance de crecer en esa época en lo que todo es potencialmente hostil y uno tiene una relación violenta con el entorno. Todo es ignoto y todo es potencialmente terrorífico. Y después, lo físico lo tienes que llevar a un terreno fundamentado en la atmósfera: manejas las herramientas del creador, que son la interpretación y el trabajo con los actores, el sonido —hemos hecho un trabajo muy matizado en el que la procedencia de cada sonido cuenta—, la música y la luz. Más bien la penumbra.

En la película el terror acaba convirtiéndose en una sensación prácticamente física, prácticamente tocable

La película juega durísimo en términos de luz, como jugaba 'Buried': no tiene una iluminación 'hollywoodiense' cómoda en la que tú percibes que es oscuro porque los personajes dicen que lo es, aunque yo como espectador lo vea todo. Aquí si el personaje no ve tú no ves, y si el personaje no sabe lo que hay al fondo tú no sabes lo que hay al fondo. Y eso, la suma de todo eso acaba convirtiéndose en una sensación prácticamente física, prácticamente tocable. Y que te genera una sensación, sobre todo cuando no la fundamentas en el susto sino en la tensión de la anticipación. Por ejemplo, el gran, digamos, 'susto' de la película está precedido por un plano de cuatro minutos sin cortes en el que sabes que algo va a detonarse pero que parece que no se detona nunca. Entonces llegas a un punto en el que has generado tanta angustia en el espectador que si no pasara nada ya sería lo de menos. Ya has creado esos cuatro minutos de terror que no están fundamentados ni en la sangre ni en un bicho del inframundo ni en efectos especiales ni en la banda de sonido.



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Otro momento de 'Blackwood'. (E One)


P. En 'Blackwood' vuelve a hablar, al igual que en 'Luces rojas', de lo paranormal. ¿Le interesa mucho personalmente lo sobrenatural?


R. Hay una parteen el fantástico que es atractiva porque configura un cierto misterio que en sí mismo resulta atractivo porque elude o trasciende lo cotidiano, pero me interesa mucho más su aspecto alegórico que el literal. En el caso de'Luces rojas', en el fondo era una película sobre la mentira y sobre la manipulación de la percepción y los mecanismos del cerebro. Que alguien tuviera poderes o no era lo de menos, porque lo interesante era tratar de entender si tal cosa sería posible.



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Portada del libro de Lois Duncan




En 'Blackwood', del mismo modo, tiene más que ver con una reflexión sobre el propioarte, sobre su naturaleza creadora pero también destructiva, sobre el precio desgastador, erosionador, de la genialidad, del talento. Y de cómo todo tiene un precio: si se obtienen grandes resultados en la disciplina adecuada, el coste va a ser posiblemente uno mismo. Y cómo el abrir determinadas puertas permite entrar, pero también permite que otras cosas que haya al otro lado salgan. Y no me refiero a esto de forma literal —no tiene que ver con creencias personales—. Muchas veces el cine social atiende a la realidad de un momento concreto y cinco años después pierde cualquier tipo de vigencia, y sin embargo el fantástico tiene la fuerza de que acaba atendiendo a temas que son más universales y que apelan a sentimientos o a verdades profundas que no son literales. Porque incluso el espectador más aficionado que no tenga ninguna intención de interpretar lo que está viendo percibe inconscientemente su naturaleza metafórica.

https://www.elconfidencial.com/cult...-cortes-uma-thurman-blackwood-terror_1595131/
 
'Un mar de enredos': la gringa pobre y el chicano rico, en una comedia simplona
Anna Faris, Eugenio Dérbez y Eva Longoria protagonizan esta comedia romántica y no demasiado sofisticada que se ríe de los clichés sobre los latinos estadounidenses


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Eva Longoria y Anna Faris, en un momento de 'Un mar de enredos'. (Filmax)

MARTA MEDINA
27/07/2018

Año 1936. Una rica ociosa y vanidosa (Carole Lombard) convierte en su mayordomo a un pobre de solemnidad (William Powell) con el que las cosas acaban pasando a mayores en 'Al servicio de las damas', de Gregory La Cava. ¡Qué locura! ¡Una rica y un pobre enrollados! Jijí, jajá. Año 1941. Preston Sturges dirige 'Las tres noches de Eva': una 'femme fatale' pobre (Barbara Stanwyck) y un soltero millonario (Henry Fonda), enamorados en una comedia enrevesada. ¡Qué cosas! ¡Amor entre un millonario y una buscavidas! Jijí, jajá. Año 1990, Garry Marshall revienta la taquilla con la relación —un poco turbia, todo sea dicho— entre un 'yuppie' forrado (Richard Gere) y una prost*t*ta entrañable (Julia Roberts) en 'Pretty Woman'. ¿Un empresario de éxito y una trabajadora de la calle juntos? ¡Vaya idea! Jijí, jajá.

Historias de amor todas ellas en clave de comedia sobre dos personajes que superan las diferencias socio-económicas y en las que el rico aprende que el dinero no lo es todo y el pobre vive por fin su merecido cuento de hadas después de haber pasado las de Caín. O sea: el parné no es importante, bueno, un poco sí. Mil veces ha explotado Hollywood —y mil veces lo hará— esta premisa más vieja que Carracuca, que muta y evoluciona en paralelo a las tendencias y los cambios socioculturales de cada momento.






Primero se rompieron la barreras de clase. Más tarde, quizá con 'Adivina quién viene a cenar esta noche' (1967), las raciales. Y en el 'remake' de 2005 de la película protagonizada por Sidney Poitier se invirtieron además los roles de género. Como una especie de compendio de todas las subversiones previas, llega 'Un mar de enredos', la revisión en la era Trump de 'Un mar de líos' (1987), la comedia dirigida por Garry Marshall y protagonizada por Goldie Hawn y Kurt Russell. Si en la comedia de Marshall eran una pija insoportable y un carpintero precario los que hacían cumplir aquello de "los que se pelean se desean", ahora son un multitrillonario mexicano y una madre viuda pluriempleada los que intentan derribar prejuicios.



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Eugenio Dérbez y Anna Faris en 'Un mar de enredos'. (Filmax)


Kate (Anna Faris) es una madre viuda de las que no le da la vida: trabaja a tiempo parcial como repartidora de pizzas y como limpiadora de alfombras y por la noche, después de acostar a sus tres hijas, estudia las oposiciones de enfermería. Leonardo (Eugenio Derbez) es el hijo de un magnate mexicano dueño de una importante constructora a nivel internacional, un 'playboy' cuya jornada se distribuye entre tocarse y que le toquen la entrepierna a varias manos. Gringa pobre, chicano rico, como novedad. Los caminos de ambos se cruzan cuando tras una de las orgías de Leonardo, Kate tiene que ir a limpiar el yate del heredero díscolo. Y obviamente, Leonardo se comporta como un clasista caprichoso y desagradable que, además, hace que Kate pierda el trabajo que le permite llegar a fin de mes.

Esta simpática farsa, sorprendentemente entretenida pero previsible, fácil y cursilona, exhibe su mejor baza en su autoconsciencia

Después de un accidente tras el que Leonardo pierde la memoria y acaba vagabundeando por la ciudad donde vive Kate, la protagonista decide vengarse haciéndole creer que es su marido y engañándole para que trabaje como albañil hasta que cubra la deuda con ella. Con esta premisa, el televisivo Ron Greenberg dirige esta simpática farsa, sorprendentemente entretenida pero previsible, fácil y cursilona, que exhibe su mejor baza en su autoconsciencia. ¿Que esto es tan inverosímil como la trama de una telenovela? ¿Que hay villanos malos malísimos y momentos de intensidad arrebatada? Sí, ¿y qué? Es lo buscado y, en ese sentido, funciona.



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Otro momento de 'Un mar de enredos'. (Filmax)


La familia de Leonardo es un catálogo hiperbólico de los tipos de pijo más insoportables: el patriarca rancio, tacaño y machista; el 'bon vivant' superficial y manirroto; la sucesora ambiciosa y maquiavélica, y la descendiente inepta pero caritativa a la que nadie tiene en cuenta. Sin embargo, el entorno de Kate representa el trabajo duro, la fortaleza de los lazos familiares y la importancia de las redes de amistad y seguridad tejidas entre los proletarios, que, según la RAE, son aquellos que no tienen ninguna posesión más allá de su prole. Del choque de ambas realidades nace la gracia de 'Un mar de enredos', donde además los latinos —el personaje interpretado por Eva Longoria es uno de ellos— son los dueños de los negocios en los que trabajan más latinos y algunos blancos de clase baja.



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Cartel de 'Un mar de enredos'.



La cinta también se ríe del tópico de macho latino y propone una masculinidad intermedia en la que el hombre encuentra la felicidad tanto en los pequeños detalles domésticos y la crianza como en las latas de cerveza y los chascarrillos con el grupo de amigos. 'Un mar de enredos' mezcla gags no demasiado sofisticados —resbalones y topetazos— con destellos de un humor más adulto, y ni la química entre Faris y Derbez —inexistente— ni la deriva melancólica y blanca del final consiguen que la película trascienda sus buenas —pero simplonas— intenciones.

https://www.elconfidencial.com/cult...treno-cine-anna-faris-eugenio-derbez_1596855/
 

Chanquete ha muerto


HENAR ÁLVAREZ

'The Tale': la película que desarma la fantasía de las Lolitas perversas
La producción de HBO funciona como la versión contraria de todas las veces que nos han enseñado estos supuestos relatos de amor entre un hombre adulto y una menor


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'The Tale' es una historia autobiográfica de abuso sexual de la periodista Jennifer Fox (HBO)

HENAR ÁLVAREZ
01/08/2018
Vivir en un mundo en el que la juventud de la mujer se considera su mayor activo, implica tener que generar una serie de dogmas y lanzarlos a la población para que calen. Me pregunto cuántas veces habéis escuchado eso de que las chicas maduramos antes. Que somos más listas. Solo una sociedad que presupone que las niñas son maduras, antes incluso de que las venga la regla, permitiría que se las hipersexualizara en paradas de autobús, catálogos de tiendas de ropa o que las pusieran mechas rubias y rimmel por un tubo para salir en el Disney Channel.

Eso de que maduramos antes no es más que una teoría perversa creada por una sociedad que permite y alienta la ped*filia con las mujeres a través de sus obras culturales y sus medios de comunicación, un cuento chino para justificar los abusos de poder que se sostienen sobre un sistema que culpabiliza sistemáticamente a las víctimas y que nos hace creer en la existencia de pérfidas Lolitas de doce años. Educamos a las niñas en el amor romántico, en la idea de que un hombre poderoso es el mejor camino a una vida acomodada y feliz, y a los niños en coleccionar mujeres jóvenes y guapas como símbolo de éxito. Cuanto más joven mejor. “Si hay césped hay partido”, dicen algunos. El resultado es una sociedad macabra capaz de disfrazar una historia de pederastia con una amor.



La versión de Jennifer Fox

Mientras que el relato de la infancia de James Rhodes le ha procurado un lugar de hijo privilegiado en nuestro país, el de Jennifer Fox ha pasado sin pena ni gloria. Ella es una documentalista y profesora universitaria que relató su propia historia en ‘The Tale’, una película arrinconada en el catálogo de HBO en la que explica como con trece años creyó tener una relación con un tipo de cuarenta. Fox dirige a Laura Dern en este ejercicio de expiación personal. Su madre encuentra unas cartas que escribió cuando sucedieron los hechos y ella se vale de sus propias palabras para rebuscar la verdad entre unos recuerdos deliberadamente modificados como estrategia de autodefensa. Antes muerta que víctima, pensaba esta niña a la que arrebataron su virginidad y su infancia.



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The Tale




No es que maduremos antes, es que el patriarcado nos roba la niñez. Lo hace en su versión más dulce cuando nos agujerean las orejas a los días de nacer: una mujer debe estar guapa y para eso necesita adornos. También enseñándonos que los cuidados altruistas nos corresponden colocándonos Nenucos en nuestras manos cuando no levantamos ni medio metro del suelo o cuando se nos pide solo a nosotras que ayudemos a poner la mesa. Empieza a tornarse salvaje cuando se considera que nuestro cuerpo ya está en edad de resultar deseado y entonces empiezan a preocuparse de que no parezcamos un “marimacho”: hay que vestirse, calzar tacones y comportarse como una señorita. Esto queda estupendamente retratado en 'La chica dormida' de Rosemary Myers. La protagonista solo quiere seguir jugando a los animalitos - como hace su amigo de su misma edad - mientras todo el mundo insiste en que ya es una mujer y debe empezar a maquillarse como una puerta. 'Verónica' de Paco Plaza es otro ejemplo reciente en el que una adolescente enloquece debido a la sobrecarga familiar que su madre deposita en sus hombros. Una cosa es que maduremos antes y otra que la propia sociedad desee, fomente y necesite que lo hagamos.

Jennifer Fox ha producido, escrito y dirigido este documental ficcionado sobre sus propias heridas. Bill, el entrenador personal que la preparaba físicamente para las clases de hípica, la seducía para agredirla sexualmente sin tener que emplear aparente violencia. Las cartas y fotografías suyas de aquella época le ayudan a esclarecer lo que realmente sucedió. La directora debe adentrarse en un camino escabroso en el que contestar ciertas preguntas obliga a plantearse otras que hacen más hondas las heridas. No es fácil reconocer que quizá muchos adultos eran conscientes de lo que estaba ocurriendo, quizá incluso hasta tu propia madre.

El cine y las agresiones sexuales a menores

Hay un giro en la forma de mostrar los recuerdos de la protagonista que supone una clase magistral de como la cultura ha dulcificado este género. Aunque 'The Tale' sea la historia real de la directora funciona como la versión contraria de todas las veces que nos han enseñado estos supuestos relatos de amor entre un hombre adulto y una menor. Jennifer Fox se recuerda a si misma como a una adolescente y se sorprende al descubrir en las fotos de un álbum familiar que era mucho más joven. Era una niña.




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Algo tiene que ver que ellos hayan sido siempre quienes han escrito, dirigido, soñado y adaptado este tipo de historias. Hay patrones que se repiten. Ellas son unas semiadolescentes de pechos incipientes que se muestran receptivas a los elogios de los adultos. Responden con sonrisas a sus insinuaciones y con frecuencia acaban dándose cuenta de que las pretenden y se aprovechan de su deseo irrefrenable. Otra patraña del patriarcado, por cierto. La de que el hombre no puede controlar sus instintos, como si el ardor sexual fuera patrimonio masculino o fueran animales sin razón.

‘The Tale’ pone de manifiesto las taras de una sociedad y un código penal patriarcal capaz de culpar a niñas menores de consentir relaciones sexuales con adultos. El espectador debe aguantar la respiración para observar como Bill maniobra con todas las armas del amor romántico para convencer a la pequeña Fox de que él es el hombre ideal para mantener una relación amorosa y sexual. También como años después tiene el rostro de señalarla con el dedo y afirmar: “Fuiste tú. Tú querías”.



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'Lolita'


Los casos de agresiones sexuales despiertan una gran indignación cuando las víctimas son niños. Sin embargo, si es una niña siempre aparece la duda de si no nos encontramos frente a una perversa señorita que permitió que aquello sucediera. Y quizá, como es el caso de ‘The Tale’, sí lo permitió, lo que no resta gravedad al delito. Que en la historia del cine se haya escogido a una actriz u a otra, con unas características físicas determinadas para interpretar estos papeles, pervierte deliberamente el contenido. Lo hace menos espinoso. Quizá si hubieran escogido a prepúberes reales no habríamos comulgado con esa idea de que las niñas desean que hombres adultos las penetren. Hemos ido tan lejos que algunas mismas llegan a creerlo, como es el caso de la historia que nos ocupa. Quizá en vez de preguntarnos si ellas querían, deberíamos cambiar el foco y preguntarnos por qué quieren ellos, que son los adultos y por lo tanto los únicos responsables de semejantes atrocidades.



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'La pequeña'


No, las niñas no maduramos antes. Dejemos de alimentar falsos mitos, algunas fantasías sexuales nos perjudican seriamente.

https://blogs.elconfidencial.com/cu...rn-lolitas-abuso-sexual-jennifer-fox_1599631/
 
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