El silencio es oro. Pueblos abandonados.

Avenales ( Soria)



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Agradecimiento muy cordial para Carmen Algora, la última niña en marchar de Avenales, hoy cuarenta años después recuerda su pueblo con ternura y melancolía.

Avenales es un despoblado situado al borde del barranco del mismo nombre que forma el arroyo del Salobral. Pedanía que perteneció a Velilla de Medinaceli y actualmente a Arcos de Jalón.
Unas veinte viviendas formaron este pueblo que tenía buenas tierras para el cultivo, principalmente de trigo, avena, cebada y algo de legumbres, y contaba también con numeroso ganado lanar.
Unas minas de hierro situadas en las proximidades también dieron trabajo a varios vecinos del pueblo hasta que dejó de ser productiva. Fue un pueblo muy comerciante, pues iban mucho a vender a Arcos de Jalón animales de cría como pollos, pichones, etc, además de fruta y legumbres.

Menos la maestra que solía vivir de patrona en alguna casa del pueblo, todos los demás servicios básicos (cura, medico, cartero, etc) los recibían desde Velilla de Medinaceli, pueblo importante y cabecera de ayuntamiento en tiempos pasados.
Cuando llegó la ocasión de instalar la luz eléctrica en los pueblos de la comarca, el alcalde de Avenales no lo consideró oportuno para su pueblo, por lo que el progreso pasó de largo y siguieron con la luz de los candiles, tampoco tuvieron agua en las casas pero las numerosas fuentes que había en los alrededores del pueblo solucionaban el problema de abastecimiento para personas y animales.

Las fiestas patronales se realizaban a últimos de septiembre para San Miguel. Dos días duraban, donde se realizaba una procesión por el pueblo y donde el Perico y la Perica, un matrimonio llegado desde el pueblo de Maranchón (Guadalajara) ponían la nota musical para hacer bailar a todos los presentes con acordeón y tambor, hubo algún año que acudieron también músicos del pueblo de Sagides con acordeón y saxofón.

Debido al aislamiento que padecía, la falta de infraestructuras y el poco futuro que había en el pueblo motivaron que la gente se fuera marchando en las décadas de los 50 y los 60 hacia Zaragoza y Barcelona mayoritariamente, siendo Otilio Algora el último en marchar de Avenales, después de estar unos dos años viviendo solo, cerró su casa y se marchó a Arcos de Jalón en el año 1972.
Avenales actualmente no está muerto del todo y respira mínimamente en temporada de verano, pues varias casas se han rehabilitado y dan un poco de vida entre tanta ruina y silencio.

Visitas realizadas en febrero de 1996 y febrero de 2010.

PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.



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Entrada a Avenales.


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La iglesia parroquial de San Miguel. Un particular de un pueblo cercano se llevó las tejas para una edificación suya y fue la ruina para el templo. El ábside se vino abajo.

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Interior de la iglesia invadida por la maleza. Las campanas se llevaron a Somaén y los santos a Velilla de Medinaceli.


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Plaza mayor de Avenales.


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La escuela y el ayuntamiento. En esta pequeña plazuela se realizaba el baile en las fiestas.


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La casa del Chaornés (conocido así por ser natural del pueblo de Chaorna). El propietario se dedicaba a la venta ambulante por los pueblos de la comarca previo abastecimiento en Arcos de Jalón donde llenaba los serones de la caballería de todo tipo de productos para su venta. Esta vivienda hacia de improvisado bar en los días de las fiestas.

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Calle de Avenales.

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Casa de tres pisos de buen volumen y presencia pero ya irremediablemente camino de la nada en la salida del pueblo hacia Somaén.


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La fuente de El Regachal a unos 300 metros del pueblo. Nunca ha dejado de dar agua y es de la que se han abastecido los vecinos de Avenales para consumo.


 
Baniel ( Soria)




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Agradecimiento para Julián Mateo, agradable y cordial informante sobre su pueblo, del que dice que si se hubieran dado otros condicionantes en aquellos tiempos no se habría marchado nunca.


Pequeño caserío situado en un llano en las proximidades del río Duero.
Ocho viviendas, todas ellas orientadas hacia el sur componían este pueblo que en la actualidad es pedanía de Viana de Duero.
Trigo, cebada y algo de patatas componían la base de su agricultura mientras que la ganadería estaba repartida entre las tres variantes principales: ovejas, cabras y vacas.
Las fiestas patronales en principio se celebraban para la Trinidad en el mes de junio, pero se cambiaron con el tiempo.

"Se encontraban todos los vecinos en esas fechas en plena faena con las tareas del campo y se pasaron para el último fin de semana de septiembre. Duraban dos días y se hacia lo que en cualquier fiesta de pueblo, una procesión por las calles, una misa, la comida con familiares y el baile por la tarde con la orquesta del tío Chato formada por dulzaina, tambor y bombo que provenían del pueblo de Centenera de Andaluz. También había una costumbre de realizar la gallofa, que era una especie de ronda con los músicos por todas las casas del pueblo y donde se sacaban unas rosquillas, tortas, magdalenas o cualquier otro dulce acompañado de una copa de anís o moscatel. Por la noche en la cena igual, con todos los familiares y además se repartían los mozos llegados de otros pueblos en cada casa, no se quedaba nadie sin cenar. En mi casa a lo mejor nos juntábamos cerca de cuarenta personas".
JULIÁN MATEO.


En el mes de junio hacían la romería a la ermita de la Virgen de Velacha en la llamada Concordia de los ocho pueblos (Borjabad, Valdespina, Viana de Duero, Baniel, entre otros). Cada pueblo acudía con su pendón, había que cruzar el Duero en la barca de Velacha por encontrarse la ermita en el otro lado del río.
Actualmente esta romería se sigue celebrando en el mes de julio.
El cura venia cada quince días a oficiar la misa desde Viana de Duero (don Víctor, don Francisco, y don José María fueron los últimos que acudieron a Baniel).
El médico venia con su coche cada cierto tiempo desde Almazán.
Andando venia el cartero (tío Joaquín) desde Viana de Duero, recogía la correspondencia en la carretera general y la repartía en los dos pueblos, además de en La Milana, Perdices y Moñux.
Muchas idas y venidas tenían los vecinos de Baniel hacia Almazán.

"Almazán siempre ha sido como una pequeña capital, allí había de todo. Íbamos los martes que era día de mercado, donde se daban cita gentes de toda la comarca. Se vendía y se compraba de todo, y ya se aprovechaba para hacer compras para la casa, también íbamos a moler el grano y a la fragua, los jóvenes a buscar algo de diversión los domingos. Y cuando no pues eran los vendedores ambulantes los que venían de Almazán hasta Baniel vendiendo azúcar, arroz, fruta, chocolate y otros productos, como el tío Segundo que venía con una mula o el Valenciano que llegaba con un carrillo tirado por una mula". JULIÁN MATEO.

Conocieron la luz eléctrica en las casas pero no el agua que tenían que ir a buscarla a un manantial que brotaba junto al río Duero.
Precisamente al estar tan cerca Almazán se fueron marchando para allí todos los vecinos de Baniel, donde disponían de todas las comodidades y podían seguir yendo a trabajar las tierras a su pueblo. La gente joven fue la primera que marchó porque el campo no daba trabajo para todos y solo quedaron dos casas abiertas al final: la de Doroteo Mateo y la de Ventura Garcia que resistieron a marchar pero que tuvieron que hacerlo cuando no les quedó más remedio y que dejaron su pueblo allá por el año 1975.

El pueblo se quedó sin gente pero una nave de viveros forestales y una granja de ganado porcino hacen compañía a Baniel en su soledad, además de seguir acudiendo los agricultores a trabajar las tierras y recibir el último domingo de septiembre a los que se fueron y sus descendientes para seguir celebrando el día festivo del pueblo y servir de reencuentro de las gentes que un día no muy lejano dieron vida a Baniel.

Visita realizada en marzo de 2011.

PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.

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La iglesia de San Esteban Protomártir, se mantiene muy entera en su aspecto exterior, pero el expolio fue tremendo en su interior cuando el pueblo se quedó vacío, se llevaron todos los santos, crucifijos y lo que había de valor.

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Fachada principal de la iglesia, entre la puerta de entrada y la sacristía estaba situada la casa del cura, ya nada queda de ella, dio cobijo también a la escuela, pues aunque aquí no hubo nunca escuela y los niños siempre habían ido a la de Viana de Duero, en los últimos años se habilitó una dependencia de esta casa como lugar de enseñanza.


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La parroquial por su lado este. Ábside cuadrado.


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Vista parcial de Baniel.


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La casa de la maestra. Doña Pilar, natural de Muriel Viejo estuvo impartiendo enseñanza durante bastantes años en Baniel.


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Calle de Baniel. Al fondo la casa del tío Doroteo, una de las dos últimas en cerrarse en el pueblo.



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Las dos casas del tío Ventura, la nueva a la izquierda y la vieja a la derecha, fue la otra familia que aguantó hasta el final en Baniel.


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El río Duero a su paso por Baniel.
"Pescábamos barbos, truchas, cangrejos, etc, que servían para variar un poco el menú de las comidas en las casas, llevábamos a beber allí al ganado, en la orilla estaba el manantial de donde nos abastecíamos de agua para consumo y allí íbamos a bañarnos de niños, aunque es un poco traicionero, tenia hoyas y remolinos que había que andar con cuidado". JULIÁN MATEO.


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Baniel visto desde la orilla del río Duero.


 
Cañicera ( Soria)




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En la cara norte de la sierra de Pela la despoblación ha hecho verdaderos estragos, tanto que es una de las zonas más castigadas dentro de una provincia ya de por sí demacrada y despoblada.
Cañicera no fue indiferente al fenómeno migratorio que se producía en los años 50 y 60 y que consistía en dejar una vida dura, anclada a una tierra áspera y abrupta y cambiarla por una mejor calidad de vida en las ciudades.

En la falda del cerro Las Curcas alrededor de una quincena de viviendas dieron vida a esta población situada en el sur de la provincia soriana.
Articulada en torno a una única calle orientada de este a oeste que busca subir del llano al monte.
Cebada, trigo y patatas eran sus principales producciones agrícolas.
Iban al molino de Tarancueña a moler el cereal, años más tarde era el molinero de Pedro el que venía a recoger el grano a Cañicera y devolvía el equivalente en harina.

El grueso de la ganadería estaba conformado por las ovejas. Los corderos suponían la ganancia que sacaban del ganado ovino, los cuales eran comprados por tratantes venidos desde San Esteban de Gormaz.
Conejos, perdices y liebres eran los animales que se cazaban en los montes cercanos al pueblo.
Duros inviernos los que padecían en Cañicera con abundantes nevadas para lo cual contaban con leña de estepa, roble y encina para calentar la lumbre de los hogares.

El cura venía a realizar los oficios religiosos desde Tarancueña.
Desde el mismo pueblo venía el médico cuando la situación lo requería.
Juanito, el cartero de Rebollosa venía a repartir la correspondencia hasta Cañicera.
Desde Valderromán venía el veterinario.
El herrero llegaba también desde Valderromán a realizar trabajos de forja o herraje.

Celebraban sus fiestas patronales el 11 de noviembre para San Martín, patrón de Cañicera. Posteriormente se cambiaron al 20 de septiembre.
Tenían una duración de dos días.
Misa y procesión eran los principales actos religiosos.

Los Marcotes del pueblo de Noviales eran los encargados de amenizar el baile. Baile que se hacía en la plaza, situada delante de la iglesia.
Acudía la juventud de Valderromán, Tarancueña, Rebollosa, Manzanares, Losana... a participar de las fiestas.
Iban en romería hasta la ermita de Santa María de Tiermes dos veces al año: en mayo y en octubre. Trayecto que se solía hacer en caballerías.
Los domingos por la tarde las mujeres se juntaban para jugar a la brisca o a los bolos mientras que los jóvenes se desplazaban hasta Tarancueña para participar del baile que allí se daba.

Para hacer compras se desplazaban hasta Tarancueña y Retortillo.
El ocho de noviembre iban a la feria de ganado de San Esteban.
A Tarancueña acudían a la farmacia que allí había a comprar los medicamentos que hubiera recetado el médico.

El éxodo que se estaba dando en toda la comarca y las ganas de buscar un mejor futuro fue el acicate que empujó a los cañicereños a marchar.
La emigración repartió a sus gentes entre Madrid y Zaragoza.
Aún así Cañicera nunca se despobló al completo puesto que una familia siguió viviendo entre sus muros cuando todos se hubieron marchado.
Dejaron la casa que estaba dentro del pueblo y se construyeron una nueva a doscientos metros junto a la carretera.
A día de hoy dos hermanos son los que siguen manteniendo a Cañicera dentro de las estadísticas de poblaciones agonizantes pero no muertas del todo.

Visitas realizadas en mayo de 1993, febrero de 2013, septiembre de 2013 y diciembre de 2016.

PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.


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La iglesia parroquial de San Martín.


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Cabecera del templo. Ábside rectangular. Ausencia de vanos. Solidez en las esquinas.


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Puerta de acceso a la iglesia y cementerio a la izquierda.


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Interior de la parroquial.

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La casa de Teodoro y Trini. Tuvieron un hijo. Se marcharon a Zaragoza.
A su derecha en piedra vista queda la casa de Martín y Primitiva. Tuvieron una hija. Emigraron a Madrid.



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Calle Real en sentido ascendente.


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Viviendas.

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La fuente y los lavaderos.

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Palomares


 
Cubillos ( Soria)





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Agradecimiento muy cordial para Ricardo Gómez Andrés, gran amigo y excelente colaborador a la hora de aportar datos y nombres en todo lo relativo al pasado. Autor de un sencillo y emotivo diario; "Camino del emigrante. Cubillos".

Cubillos es un despoblado perteneciente al término de Cubilla en la parte sur de la Tierra de Pinares.
Alrededor de ochenta personas residían en las veinticuatro viviendas que componían esta población. Casas de sencilla construcción, todas ellas orientadas hacia el sur.
Cada casa tenía su horno, donde se hacía pan cada quince días.
Conocieron la luz eléctrica en 1947 con la instalación que realizó Iberduero por una línea proveniente de Cubilla. Costó 13.500 pesetas y se costeó parcialmente por los vecinos, más algunos trabajos vecinales y la venta de arbolado (sabinas) que pertenecían al común del pueblo. Atrás quedaron los candiles de aceite o petróleo, las velas y las teas.

Rigurosos inviernos se daban en Cubillos que se combatían con leña de roble, enebro, sabina y estepa. En el recuerdo de las gentes queda un crudo mes de febrero del año 54 donde durante todo el mes las calles estuvieron cubiertas por más de medio metro de nieve, con el problema que suponía para alimentar el ganado y para el abastecimiento de agua para consumo puesto que la fuente del pueblo permanecía helada y tenían que ir a buscar el preciado liquido a fuentes más alejadas.

Vivían principalmente de la agricultura con trigo, cebada, avena y centeno cosechados en sus campos y vacas, ovejas y cabras en lo que se refiere a ganadería.
Los corderos y cabritos se vendían al tío Bonifacio (residente en el pueblo) y él se encargaba de venderlos en los pueblos cercanos.
Eran muy abundantes en su término las setas, muy solicitadas por gentes de otros lugares.
A moler el grano se desplazaban a la Harinera de Valdealvillo o a los molinos de Cantalucia y Talveila.

Las fiestas patronales eran el 18 y 19 de octubre en honor a San Lucas,
La víspera se hacía una ronda por las calles anunciando las fiestas.
Ya el día festivo comenzaba con una diana mañanera por las casas, donde se obsequiaba a la comitiva con pastas acompañadas de anís o vino rancio.
La misa precedía a la procesión por las calles del pueblo donde se le iban cantando jotas a la Virgen.

A la hora de la comida se mataba un cordero, pollo, liebre o conejo para agasajar a familiares y allegados. Lo mismo ocurría con la cena, donde nadie se quedaba sin probar bocado, se compartía mesa y mantel con la juventud proveniente de pueblos cercanos.
Antes de cenar ya se había realizado la primera sesión del baile en una placeta situada al este del pueblo llamada La Carrera; la segunda sesión ya después de la cena se realizaba en la Plaza Mayor, frente al ayuntamiento y la escuela.

Los gaiteros de Fuentearmegil y en otras ocasiones los gaiteros de Fuentecantales eran los encargados de la música, músicos que se alojaban cada uno en una casa siguiendo un orden establecido por el ayuntamiento.

Bailes que eran muy concurridos por ser las últimas fiestas del año en la comarca por lo que asistían en gran numero gentes de los pueblos vecinos. Así venían desde Cubilla, Cantalucia, Talveila y Fuentecantales y ya a última hora los de Muriel Viejo.
No faltaban a la cita los confiteros de Fuentearmegil y el Burgo vendiendo caramelos y almendras garrapiñadas.
El Corpus era la otra gran fiesta de Cubillos, aunque ya de manera local sin la presencia de forasteros.

"Por la mañana temprano sacábamos el ganado para que pastase unas horas y sobre las diez lo encerrábamos de nuevo en el corral hasta el día siguiente.
Sobre las doce y al aviso del volteo de campanas íbamos todos bien aseados y vestidos a la iglesia donde participábamos de la misa solemne y de la procesión. Terminada dicha ceremonia, acudía una persona de cada casa al ayuntamiento a recibir una jarra de vino que la Corporación municipal repartía para que la comida resultase más agradable. Por la tarde nos reuníamos todos en la Plaza Mayor, tanto jóvenes como mayores y cada uno participábamos de distintas diversiones. Así los hombres se decantaban por la calva, la tanguilla y el guiñote y las mujeres por los bolos y la brisca. Todo ello dentro de un ambiente de gran armonía y con gran alegría puesto que el ayuntamiento seguía repartiendo vino en porrones. Después de cenar era el turno del baile con músicos nativos del pueblo que tocaban la guitarra y la bandurria (Domingo y Pablo).
Estos mismos músicos amenizaban el baile que se efectuaba los domingos por la tarde en los bajos del ayuntamiento para la juventud del pueblo".
RICARDO GÓMEZ.


Acudían a la romería que celebraban los llamados pueblos de la Concordia (Talveila, Cubilla, Cubillos, Abejar, Muriel de la Fuente, Muriel Viejo, Herrera y Cabrejas del Pinar) a la ermita de la Virgen de la Blanca en el término municipal del último pueblo citado. Cada pueblo acudía con su estandarte parroquial y a los de Cubillos les tocaba un recorrido de más de 12 kilómetros hasta llegar a la ermita. trayecto que lo solían hacer a pie o en burro. Romería que se dejó de hacer en los años 50 por las gentes de los pueblos vecinos debido a que había emigrado mucha población, solo quedó a nivel local para los de Cabrejas.
Algunos vecinos acudían a la romería de San Bartolo en el cañón del río Lobos en termino de Ucero que se hacía cada año el 24 de agosto, la gente iba andando o en caballerías y se hacía una comida campestre junto a la ermita.

El cura venía andando desde Cantalucia a oficiar la misa. Años más tarde pasó a ser el de Cubilla el que acudía andando a la iglesia de Cubillos a celebrar el acto religioso.
El médico venia desde Talveila, había que ir a buscarle con una caballería para que se desplazara a Cubillos a visitar al enfermo. Ya en los últimos años era Don Saúl el que acudía desde Talveila pero motorizado.
Para la compra de medicinas se tenían que desplazar a las farmacias de El Burgo de Osma o de Rioseco de Soria.
El veterinario venía desde Cabrejas del Pinar.
El cartero (Faustino) residía en Cubilla y se desplazaba andando hasta la estación de Cabrejas del Pinar donde recogía la correspondencia y la repartía por los pueblos del contorno, posteriormente empezó a hacer los desplazamientos en bicicleta.
El herrero venía de Aylagas para en los últimos años realizar tal oficio uno del mismo pueblo de Cubillos (Doroteo).

Para abastecerse de los productos que no tenían en el pueblo aprovechaban los sábados que era día de mercado en El Burgo de Osma a donde se desplazaban en caballerías.
Para compras de menor calibre se valían de la tienda que había en Cubilla, cuyo propietario iba periódicamente por Cubillos vendiendo pescado, arroz y otros alimentos.

Para suministrarse de vino y aceite hacían desplazamientos más largos hasta Alcubilla del Marqués y San Esteban de Gormaz.
El pan cuando ya se dejó de hacer en los hornos caseros iban a comprarlo a Cantalucia.
Llevaban a vender terneros y vacas a las diversas ferias provinciales que había, como era la de Soria capital el 17 de septiembre, El Burgo de Osma el 12 de octubre, San Esteban de Gormaz el 11 de noviembre o Berlanga de Duero el 8 de diciembre. En años más antiguos se hacía dicho desplazamiento con el ganado andando para en los años 60 hacer el mismo recorrido en camiones transportando los animales.

En los años 60 el campo y el ganado ya no daba trabajo para todos en familias donde había varios hijos. puesto que los bienes a repartir no eran muy amplios, por lo que los más jóvenes fueron emigrando en busca de una mejor calidad de vida a las grandes ciudades, principalmente Barcelona, otros se fueron para Madrid y otros se establecieron en Soria capital y distintos lugares de la provincia, si a ello se le añade que los más mayores fueron falleciendo en el pueblo pues Cubillos estaba abocado a quedarse vacío, así en el año 1970 las tres últimas familias que quedaban se fueron a vivir a Cubilla y aunque siguieron trabajando las tierras, el termino municipal fue absorbido por el de Cubilla por lo que desapareció administrativamente.
Los cuatro hermanos Molinero, hijos de Toribio y Celedonia fueron los últimos de Cubillos. Se marcharon a vivir al cercano Cubilla y desde allí acudían diariamente al pueblo a trabajar la tierra y atender el ganado.


Visitas realizadas en febrero de 1996 y en junio y octubre de 2009.

PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.


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Entrada al pueblo desde la carretera.

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La iglesia parroquial de La Asunción de Nuestra Señora. En el otro lateral tiene adosado el cementerio.

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Altar mayor y capillas laterales. La talla de San Lucas se conserva en la iglesia de Cubilla.

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Interior de la iglesia. El coro alto de madera, la espadaña resiste firme. Las campanas se salvaron del expolio y se encuentran en el Museo Diocesano de El Burgo de Osma.


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Calle Alta o de la Iglesia.

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El ayuntamiento visto desde la fuente. La sala de reuniones estaba en la planta de arriba quedando en la planta baja un salón de baile. Transformador de la luz al fondo.

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Buen ejemplar de arquitectura popular. Mampostería tosca en la primera planta y entramado de varas de avellano con adobe en la segunda planta. Fue la última casa que se cerró en Cubillos. Eran sus propietarios el tío Toribio y su esposa Celedonia. Ambos fallecieron en el pueblo y fueron sus cuatro hijos los que habitaron la casa al final. Se marcharon a Cubilla y desde allí acudían diariamente al pueblo para cuidar las tierras y atender el ganado lanar que tenían.



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La casa del tío Juan (Juanete). El matrimonio falleció en el pueblo. Tuvieron seis hijos, los cuales emigraron en su mayoría a Cataluña.


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El lavadero, engullido por la vegetación. Al igual que la fuente se construyó en 1933.


 
Escobosa de Calatañazor ( Soria)



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Escobosa de Calatañazor es una pedanía de Rioseco de Soria. Situado en terreno llano a la orilla del río del mismo nombre, unas veinte viviendas conformaban el pueblo en sus buenos tiempos. Llegaron a contar con luz eléctrica en las casas, no así con agua corriente.
Cada casa tenía su horno para hacer el pan. En los últimos años se dejó de hacer el pan y venía el panadero de Rioseco a venderlo.
Utilizaban leña de estepa para calentar la lumbre de las cocinas debido a que tenían poco arbolado en su término.
Sus tierras estaban dedicadas al cultivo de cereal principalmente (trigo, cebada, centeno y avena). También eran buenos productores de judías.
Iban a moler el grano al molino de Rioseco y en ocasiones al molino de Torreandaluz.

La oveja era el animal preferente en el que se basaba la ganadería. Siempre en pequeños rebaños en cada casa (alrededor de cien).
Había que abrir vereda en épocas de abundantes nevadas para que las ovejas pudieran ir a beber al río.
Por San Juan se hacía el esquileo.
Venían carniceros de El Burgo de Osma a comprar los corderos.
Se solía matar un cerdo al año y en los últimos tiempos dos.

Los aficionados a la caza daban buena cuenta de los conejos y liebres que por los campos había.
Era costumbre el día de Todos los Santos hacer una merienda con lo que se hubiera cazado ese día.
El cercano río Sequillo les proporcionaba abundantes cangrejos.

Celebraban sus fiestas patronales en honor a la Natividad de Nuestra Señora el 8 de septiembre. Duraban tres días.
Se hacía misa, procesión y baile en la plaza. Venía la juventud de Rioseco, Torreandaluz, Fuentepinilla y Boós.
Se hacía una ronda por las casas y se obsequiaba a la comitiva con moscatel, anís, magdalenas o tortas rojas.
Los jóvenes pedían la gallofa y con lo obtenido hacían una merienda.

Era costumbre en estas fechas matar un cordero, un pollo o un cochinillo para abastecer en las comidas a todos los invitados. En varias casas se superaba la veintena de comensales en la mesa.
En mayo iban en romería hasta el Santuario de la Virgen de Inodejo en término municipal de Las Fraguas.
Se hacía baile los domingos a nivel local con música de laúd y guitarra.

El cura venía de Valderrodilla montado en un burro a realizar los servicios religiosos.
Desde Rioseco llegaba montado a caballo el médico (don Benigno) cuando la ocasión lo requería.

Para hacer compras iban a Rioseco, mayormente los lunes que era día de mercado.
Hasta aquel pueblo se desplazaban también a comprar en la farmacia los medicamentos que hubiera recetado el medico.
En ocasiones se desplazaban a hacer compras hasta Berlanga de Duero. Trayecto en el que empleaban tres horas.
Algunos vendedores ambulantes aparecían por Escobosa como solía ser José de Bayubas de Arriba que venía con un carro vendiendo un poco de todo (vino, aceite, jabón, etc).

De Tardelcuende venía otro vendedor con un carro ofreciendo su mercancía que abarcaba todo tipo de productos.
Desde Tajueco llegaba un señor que vendía cacharros y utensilios de cocina. Llevaba la mercancía en unas aguaderas colocadas a ambos lados de una caballería.

Julio llegaba con un camión vendiendo productos alimenticios. Exponía su mercancía en la plaza.
También llegaba el pescadero montado en una bicicleta en la cual llevaba una cesta grande y dentro de ella congrio y sardinas, todo ello cubierto con hojas de helecho.
Otro que se dejaba ver por el pueblo era Mateo que iba vendiendo productos de quincalla, hilos y agujas.

A pesar de tener luz, carretera y unas buenas tierras de cultivo la emigración empezó a aparecer por Escobosa en los años 60. La gente joven no veía aliciente en seguir trabajando el campo y se sentían más atraídos por la búsqueda de una mejor calidad de vida en las ciudades. Se fue produciendo un efecto dominó en el cual unas familias iban arrastrando a otras en la idea de un cambio de vida.
En el año 71 se cerró la escuela y fue un mazazo para las pocas familias que quedaban con niños.
Soria, Zaragoza y Logroño fueron los destinos principales de los escobosanos.
Felipe Molina y su hija Valentina fueron los últimos de Escobosa. En 1975 cerraron la puerta de su casa y con ello el pueblo se quedaba completamente vacío.

Visitas realizadas en junio de 1992, junio de 2009 y noviembre de 2019.

Fuentes de información:
- Antigua vecina de Escobosa.
- Descendiente de Escobosa por parte materna.
- Vecino de Torreandaluz.



PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.

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Entrada a Escobosa de Calatañazor.

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Plaza Mayor de Escobosa.

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Iglesia parroquial de San Juan Bautista.

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Interior de la iglesia, altar mayor en ruinas.

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La iglesia por su parte trasera, cuya pared servía de frontón para jugar a la pelota y donde los quintos del 73 dejaron ese año su firma.

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Vivienda con sus construcciones auxiliares.

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Calle de Escobosa.

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La fuente de Escobosa, con su poyete para sentarse a hacer la espera o simplemente hablar, pues solía ser punto de encuentro de las gentes del pueblo.

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Precioso lavadero cubierto.


 
La Barbolla ( Soria)




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Agradecimiento a Lorenzo Chico, antiguo vecino del pueblo y descendiente directo de la última familia en abandonar La Barbolla. Excelente informante de los tiempos pasados de su pueblo.

La Barbolla es un precioso pueblo perteneciente al municipio de Quintana Redonda y anteriormente lo fue al de La Revilla de Calatañazor.
El pueblo lo componían unas diez casas todas ellas orientadas al solano del mediodía, formando dos calles paralelas y una perpendicular a ellas. Tenían luz eléctrica en las viviendas pero no agua.
Trigo y cebada eran la base de la agricultura, de donde sacaban el grano que llevaban a moler al molino de Rioseco de Soria a lomos de los machos pues nunca hubo carro de animales en el pueblo.
La ganadería se componía principalmente de ovejas, utilizadas para la cría del cordero que se vendían a carniceros que venían de Reus para llevarlos a Cataluña.

El cura venia de Quintana Redonda.
El médico venia a caballo desde Rioseco de Soria y años más tarde acudía desde Muriel de la Fuente.
El herrero accedía desde el cercano pueblo de La Revilla.
La maestra si vivía en el pueblo y lo hacia de patrona en alguna casa.

Dos fiestas tenia La Barbolla: la primera era el 10 de junio para agradecer al Niño Jesús que retirara una nevada tardía que cayó por esa fecha. Se le sacaba en procesión alrededor de la iglesia a hombros de las mujeres que previamente habían subastado quienes tenían el honor de llevar en andas al Niño.
La fiesta principal del pueblo era el 14 y 15 de septiembre en honor al Santo Cristo de la Piedad y aquí eran los hombres los encargados de sacar al santo en procesión por las calles del pueblo. Había una misa y una comida con los familiares que venían de otros pueblos.

"En los últimos años como había menguado mucho la población ya no se celebraba baile, solamente un año acudió el acordeonista de la Ventosa de Fuentepinilla para dar un poco de colorido y alegría a la fiesta". LORENZO CHICO

Celestino y Sebastiana, un matrimonio de ancianos fueron los últimos habitantes en marchar de La Barbolla. Allá por el año 1996 cerraron su casa y se fueron para Soria, adonde habían ido a parar muchos de sus antiguos vecinos, alguna familia marchó a Zaragoza. Todos se fueron en busca de mejores expectativas que las que les ofrecía el campo.

Visitas realizadas en junio y octubre de 2009.

PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.


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Entrada al pueblo por el camino de La Muela, el cementerio a la izquierda.


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Entrada al pueblo por el camino de La Ventosa de Fuentepinilla.


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La iglesia de San Bartolomé. El proyecto cultural Soria Románica tiene previsto reparar la estructura del tejado para evitar su derrumbe.


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Empujador para el grano delante del edificio de la escuela, cerrada para siempre en el año 1969, después los tres últimos niños que quedaban en edad escolar tenían que ir diariamente a la escuela de La Ventosa de Fuentepinilla con la fiambrera a cuestas andando por el camino que les llevaba media hora, y vuelta por la tarde al pueblo.


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Calle de La Barbolla. Silencio absoluto.


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Teleclub. La llegada de la televisión fue un acontecimiento en el pueblo. Aquí se instaló y acudía la gente por las tardes después de sus quehaceres diarios a ver la programación.



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Calle de La Barbolla. En primer plano a la derecha el ábside de la iglesia y la sacristía.


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Saliendo por el camino de La Muela esta es la última casa del pueblo, es una de las que se encuentra mejor conservada.


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Fuente, abrevadero y lavadero.


 
La Miñosa ( Soria)


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La Miñosa es una pedanía de Frechilla de Almazán situada en una llanura.
Diez viviendas de sencilla construcción componían el pueblo. Sus habitantes se dedicaban a la agricultura (trigo y cebada principalmente) y a la ganadería repartidas entre vacas y ovejas, para lo que había una buena dehesa con pastos en las cercanías del pueblo.
Celebraban las fiestas patronales el 22 de septiembre.

Nunca tuvieron escuela y así los niños miñosanos iban primero a la de Bordejé y en los últimos tiempos a la de Frechilla de Almazán.
Los martes, día de mercado en Almazán se desplazaban hasta allí los miñosanos para comprar y vender animales y todo tipo de productos. También les tocaba ir allí para moler el grano. Y de Almazán venían el cura y el médico.

Contaron con luz eléctrica en las casas pero no con agua lo que supuso uno de los mayores inconvenientes para que la gente siguiese viviendo en el pueblo.

Dada la cercanía de Almazán muchos vecinos optaron por marcharse a vivir allí donde había todo tipo de comodidades y servicios y siguieron yendo a trabajar la tierra a La Miñosa. Además el campo ya no daba trabajo para todos lo que suponía un problema en familias con varios hijos y la gente joven tuvo que marchar. Alguna familia emigró también para Soria capital.

A pesar de todo ello, La Miñosa se ha mantenido con vida hasta hace pocos años. Concretamente hasta el 2002 en que el señor Maximiano y su mujer marcharon del pueblo cerrando para siempre la última puerta miñosana.

En la actualidad son los agricultores por medio de la concentración parcelaria y gentes de Almazán que tienen su pequeño huerto en el pueblo los que se dejan ver a diario por La Miñosa, ya que no hay población veraniega.

Visitas realizadas en noviembre de 2008 y marzo de 2011.

PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.


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Placa de azulejo con el nombre del pueblo.


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Vista de la parte central del pueblo.


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La plaza del pueblo con la fuente nueva.


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La iglesia de Santa María Magdalena, a la derecha adosado a la sacristía el ayuntamiento nuevo.


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Entrada al pueblo por el camino de Bordejé.


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Edificio del lavadero, con pilón adosado a la izquierda para beber las caballerías, detrás la parroquial.


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Calle de La Miñosa, el antiguo ayuntamiento a la izquierda.


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Calle de La Miñosa.


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Fuente del Cerro. Hasta aquí subían antaño diariamente los miñosanos andando o con caballerías para llenar los botijos y los cantaros.


 
La Revilla de Calatañazor ( Soria)



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Pueblo situado en la vertiente sur de la sierra de Inodejo, zona donde la despoblación ha golpeado con todas sus fuerzas, tierras ásperas y desoladas donde los pueblos se van muriendo lentamente.

Antiguamente llamado La Revilla a secas, de su notable pasado poco queda ya, era el segundo pueblo en importancia de los dieciocho que conformaban el señorío de Calatañazor, tenía tres anejos (La Barbolla, Fuentelaldea y Monasterio). Unas cuarenta casas conformaban el pueblo, contaba con cura residente (más tarde venia de Rioseco), secretario del ayuntamiento, maestro, cartero, herrero y taberna-tienda, en la que también se vendía el pan y solamente el médico venia de fuera (de Calatañazor). En su término había un extenso monte de encina (varios vecinos iban hasta la capital y pueblos cercanos vendiendo leña) y buenas tierras para el cultivo de cereal (trigo, avena, cebada), grano que llevaban a moler al molino de Rioseco y una buena cabaña de ganado (ovejas y cabras), dedicadas a la cría del cordero que acababa siendo vendido para llevarlo a Cataluña.

"Había casa del vaquero, que estaba en el centro del pueblo, detrás de la calle principal, en un sitio muy privilegiado. Tenía un portal y tres habitaciones y una cocina con un horno maravilloso del cuál salía un pan delicioso. Mi familia nunca vivió allí, pues vivíamos en la casa más bonita de Fuentelaldea, pero mi madre cocía allí el pan, tortas, magdalenas, sobadillos etc. Allí encerrábamos tres cabras nuestras y un chivo que era del pueblo.

Soy la última cabrera de La Revilla, fueron tres años que los recuerdo con el máximo cariño y mucha nostalgia. A muy temprana hora de la mañana cada día recorría el camino de Fuentelaldea a La Revilla, tardando unos 15 minutos en hacer el trayecto entre los dos pueblos, cogía un cencerro que guardaba en la casa del vaquero, y tocándolo recorría las calles, los vecinos ya sabían que tenían que llevar las cabras a una placita a la derecha de la calle de la fuente. Por esa calle las llevaba hacia el monte, al pasar por la fuente casi todas bebían agua en el pilón, aunque bebían más al volver por la tarde, fruto del desgaste del día. Cuando desarrollé este oficio tenía 11 años, llevaba alrededor de 50 cabras y que nadie piense que esto era fácil, casi siempre las llevaba al monte alrededor del camino de la Virgen hasta el montón de piedras, después pastaban por las faldas del Alto del Otero o subían a la cima, yo subí cientos de veces y es imposible tener una mayor sensación de libertad en este mundo que estando arriba en lo alto.

Alguna vez coincidí con mi padre en la cima, y me decía, ¿ves aquellas sierras?, pues detrás está Madrid. En el tiempo de las bellotas (unos dos meses aproximadamente) había que llevar las cabras al pinar, ya camino de Quintana Redonda, como esos meses no había que ordeñarlas las encerraba por la noche en una taina en una explanada preciosa junto a la dehesa, este sitio se llama las tablazas. Con los dueños de las cabras todo son buenísimos recuerdos, en la Revilla había seis o siete pastores (dos de ellos eran un poco más mayores), las ovejas eran de sus familias, en un principio también había una chica pastora, pero al final todos fueron chicos menos yo. Lo mismo que he dicho antes de sus mayores, tengo los mejores recuerdos de estos chicos, con ellos jugaba a las cartas, al tejo, dibujábamos el calderón o la semana en el sitio que quedaba en las carboneras cuando ya se había llevado el carbón. Estoy orgullosa de ser la última cabrera de La Revilla, lástima que actualmente solo queden ruinas, y nostalgia, pero mientras la recordemos allí estará".
TERESA MARTÍNEZ.


Conocieron la luz eléctrica en las casas, no así el agua corriente.
Las fiestas patronales se celebraban el 8 de septiembre en honor a La Natividad de la Virgen. Después de la misa se hacia una ronda con los músicos por las casas de las autoridades (alcalde, cura, maestro, secretario y juez de paz), se tomaba anís y roscas. Después de comer se celebraba el baile y se repetía por la noche.
El 20 de enero se celebraba a San Sebastián. Por la mañana los mozos cortaban leña en el monte, con la cual se hacia una hoguera en las eras. Había baile hasta la cena, a la cual se invitaba a parientes y amigos.
La víspera de la Ascensión se honraba a la Virgen del Roble. Fiestas que duraban dos días: miércoles y jueves. El miércoles había misa y procesión larga, que más tarde se acortó hasta la ermita de Santa Ana. De regreso, a la puerta de la iglesia se remataban los bandos (subasta para entrar a la virgen a la iglesia).

"Para El Corpus íbamos al campo a coger cantueso, tomillo, romana, hierbabuena y flores. Todo esto se echaba al suelo en las calles por las que pasaba la procesión y se ponían algunos ¨altares¨ en el recorrido, en los que recostaban a algún niño pequeño. En la procesión el cura llevaba la Custodia bajo palio y detrás iban las autoridades con el pendón, la cruz de plata y los monaguillos con candelabros y velas.
Por la tarde el baile se hacía en las eras si el tiempo era bueno y de lo contrario se hacía en la Casa Concejo". JULIANA ISLA.


En Cuaresma, las mozas iban cantando los domingos por las puertas de las casas, pidiendo donativos para comprar velas.
Acudían en romería junto a una treintena de pueblos a la ermita de la virgen de Inodejo en el término municipal de Las Fraguas, el domingo de La Trinidad, que es variable.

"Íbamos atravesando el monte con las caballerías. Al llegar al término de Las Fraguas había un montón de piedras con una cruz encima, pedíamos una gracia y echábamos una piedra al montón. Algunas personas hacían promesa de ir descalzos una parte del camino.
Llegando a la ermita, dejábamos en la explanada la comida, en cestas o alforjas y la tapábamos con una manta. Después de la misa, tendíamos el mantel y comíamos en familia. Solían poner algún puesto de miel y fruta.
En la parte trasera de la ermita hay una hondonada adónde íbamos a buscar unas piedrecitas a las que llamábamos ¨piedras de la virgen¨ porque tenían unas muescas que parecían una cruz. Entonces no lo sabía, pero hoy sé que eran fósiles de pequeños erizos de mar de la época prehistórica, de cuando toda esa zona estaba invadida por el mar". JULIANA ISLA.


En las tardes de domingo, en la plaza, las mujeres jugaban a los bolos y a las cartas, mientras que los hombres lo hacían a la tanguilla.
Los lunes era día de mercado en Rioseco, Se solía ir a comprar alpargatas, congrio, bacalao salado, escabeche, olivas y en general productos que no había en el pueblo. Y además contaban con algún vendedor ambulante que aparecía de cuando en cuando por La Revilla como era el caso de Nilo, del comercio del tío Perico que venía con una caballería y unas alforjas vendiendo tejidos. También aparecía Luis ¨el manco¨ que venía con un carro vendiendo productos alimenticios.
Entre las costumbres de la Revilla se pueden citar:

- Las cenderas.
Los hombres se reunían de vez en cuando para arreglar las calles y caminos del pueblo, limpiar la fuente, etc. A esto se le llamaba ¨hacer cenderas¨. Al acabar los trabajos hacían una merienda.

- Los pobres.
Algunas veces venia al pueblo algún hombre sin recursos, que estaba de paso, pedía comida por las casas y a la hora de dormir se hacía turnos entre todas las casas para darle cobijo. Para ello había una tablilla de madera a la que se llamaba ¨testigo¨. El alguacil recogía el ¨testigo¨ en la última casa y acompañaba al pobre a la siguiente, donde le daban cena y cama. Nunca dormía en la calle.

-Carboneras.
En invierno se hacia el carbón. Los hombres cortaban encinas en el monte y venían unos carboneros de Las Fraguas para hacer el carbón. Ponían la leña en un montón grande y lo tapaban con tierra, dejando un agujero para respirar, a modo de chimenea. Las carboneras estaban varios días quemando, había que vigilarlas día y noche. Cuando el carbón estaba hecho se vendía.

En 1962 se hizo la carretera hasta La Revilla.
Pero hay una fecha trágica en la historia de La Revilla escrita en mayúsculas: 21 de marzo de 1967.
En una noche desapacible y ventosa como corresponde a ese mes, unos rescoldos de un fuego mal apagado en el exterior de una vivienda dio paso a un trágico incendio que se llevó por delante casi una veintena de casas amén de otros edificios entre ellos la escuela. Los vecinos apenas si pudieron salvar lo más elemental pero las pérdidas fueron cuantiosas (enseres, ropa, aperos, grano almacenado, etc). En ese año aún vivían en el pueblo casi 100 personas, pero la mayoría de estas gentes tuvieron que marchar del pueblo al haberlo perdido todo.

La Revilla desde esa fecha entró en decadencia y los vecinos que se quedaron aguantaron unos años más pero en los años 70 fueron marchando debido a la mecanización del campo y a las mejores expectativas de vida que había en la ciudad. Se fueron para Soria, Barcelona, Madrid y Quintana Redonda.
Restituto fue la última persona en marchar de La Revilla, emigrando a Soria.
A día de hoy el pueblo es frecuentado a diario por los agricultores que siguen trabajando las tierras. Varias naves agrícolas y alguna vivienda arreglada cambian un poco la imagen de tristeza y soledad que envuelve a La Revilla.

Han colaborado:
Juliana Isla.
Teresa Martínez.


Visitas realizadas en junio de 1992 y junio de 2009.

PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.


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La imponente iglesia de la Natividad de Nuestra Señora.


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Vista trasera de la parroquial con el cementerio adosado.


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Interior de la iglesia. Al fondo el altar mayor y por encima el techo abovedado.


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Calle Real.


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La casa del cura.
"El cura que mejor recuerdo de mi infancia es don Rafael Rovira, natural de Figols de las Mines (Barcelona). Vivía con su hermana aquí en la casa parroquial, la cual tenía un bonito jardín con almendros y flores variadas.
Don Rafael, además de sus funciones como sacerdote, en la época de la guerra, nos daba clases a los niños, ya que la escuela quedó temporalmente sin maestro. También daba clases nocturnas a los adultos". JULIANA ISLA.




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La casa del herrero.


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La casa del tío Remigio. A los pocos años de fallecer este, Josefa su viuda se marchó con los hijos. Se cerró en 1967.


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Hiedra muerta en la fachada, mismo destino para la casa.


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Fuente y abrevadero. La fuente antiguamente no tenía la misma fisonomía. La pared de los caños era más alta y estaba rematada por una pequeña pirámide, tenía dos caños en vez de uno como ahora.


 
Lería ( Soria)



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A 1145 metros de altitud en el barranco de Lería sobre una explanada con ligera inclinación se sitúa el pueblo del mismo nombre.
Perteneció al ayuntamiento de La Vega hasta los años 60 en que ambos pasaron a depender del ayuntamiento de Yanguas.
Alrededor de veinte casas llegaron a formar el pueblo de Lería pero a mediados del siglo XX ya solo quedaban una decena habitadas.

La luz eléctrica que llegó en el año 1958 y alguna maquina aventadora para facilitar la tarea de la trilla fueron los mayores adelantos que llegaron a Lería.
Nunca conoció camino alguno para vehículos, solo andando o en caballería se podía llegar a este solitario y aislado lugar enclavado al norte de la provincia soriana, en los mismos límites con La Rioja.

Durísimos inviernos los que soportaban los habitantes de Lería, quedándose incomunicados con frecuencia debido a las abundantes nevadas que caían en la zona. Con estepas gordas y leña de encina combatían el rigor invernal al calor de la lumbre.

Trigo, centeno, cebada y avena era lo que sembraban principalmente en sus tierras de cultivo. Para moler el grano se desplazaban indistintamente al molino del tío Matías y la tía Ramona situado en la carretera de Yanguas a Arnedo o bien al molino de Peñas Blancas en las cercanías de Yanguas.
La ganadería estaba conformada por ovejas y cabras. Corderos que se vendían a los carniceros de Yanguas y Enciso.

Hubo cura residente en Lería en los primeros años del siglo XX, en la persona de Don Gabriel.
En los últimos años venía el cura de Yanguas a oficiar misa cada dos domingos.
De Yanguas también llegaba el médico en caso de extrema necesidad. En caso contrario les tocaba bajar al enfermo a lomos de alguna caballería.
El cartero residía en La Vega. Recogía la correspondencia en Yanguas y la repartía en su pueblo y en Leria.

San Juan Bautista era el patrón de Lería al que celebraban fiesta el 24 de junio con una duración de tres días. Los músicos de Yanguas son los que solían amenizar el baile casi todos los años. En alguna ocasión que no hubo músicos recurrieron al tambor de Indalecio Martínez (tamborilero que acompañaba en ocasiones a Santos, el gaitero de Garranzo a tocar en las fiestas de algunos pueblos).
El baile se realizaba en una era y cuando el tiempo lo impedía en el interior de la escuela.
Cobraban mucha importancia las deliciosas rosquillas que hacían las mujeres leríanas para fechas tan señaladas.
De Yanguas, La Vega, La Escurquilla y Rabanera solía acudir la juventud a participar en estas fiestas.
Muy importantes también por el sentido religioso eran las fiestas de Semana Santa y el Corpus.

Pocos entretenimientos había para la gente joven como no fuera jugar a la brisca y al tute en días festivos o acudir a las fiestas de los pueblos cercanos como eran las de Yanguas, La Vega, La Escurquilla o Las Ruedas de Enciso.

Para realizar compras se desplazaban a Yanguas a hora y media de camino y los domingos aprovechaban para ir hasta el pueblo riojano de Enciso donde se celebraba un concurrido mercado, ocasión que aprovechaban para la compra-venta de productos, que la mayoría de las veces se realizaba mediante trueque o intercambio.
Vendedores ambulantes de Yanguas y Arnedo aparecían de cuando en cuando por Lería, como era el señor Cipriano, arnedano que se desplazaba con un burro y que vendía prácticamente de todo. Con estos vendedores también se hacía mucho uso del trueque.
Una hora empleaban en bajar hasta la carretera para coger el coche de línea que hacía el recorrido Soria-Calahorra.

Como datos anecdóticos para la historia de Lería queda el nombre de don Florentino Merino Martínez como el último alcalde que tuvo el pueblo (anteriormente había sido juez de paz).
Como también quedara reflejado el último matrimonio que se celebró en Lería a cargo de don Cecilio Ochoa y doña Alejandra Merino (hija del anteriormente citado alcalde). Hecho que ocurrió en el año 1954/55.

A principios del siglo XX Lería superaba los cien habitantes pero hacía 1950 se habían reducido a la mitad y en 1960 permanecían solo treinta personas en el pueblo. El declive poblacional abocaba a la emigración total de los que aún vivían allí.
Las malas comunicaciones, la falta de servicios, la dureza del clima y las ganas de buscar una mejor calidad de vida hizo que los leríanos dejaran el pueblo vacío a últimos de los 60. Se marcharon principalmente al País Vasco, Cataluña y Madrid.
Las familias de Florentino Merino, Doroteo Lafuente e Indalecio Martínez fueron las últimas en marchar de Leria.

Visitas realizadas en octubre de 1996 y mayo de 2014.

PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.



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Llegando a Lería.

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La iglesia parroquial de San Juan Bautista. Queda en un costado antes de entrar al pueblo. Es tal la vegetación de todo tipo que la rodea y la avasalla que solo la torre a duras penas logra asomar levemente.


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Interior de la iglesia. Sin cubierta. La vegetación es la dueña.


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Torre-campanario. Todavía conserva el tejadillo. Dos vanos para las campanas.


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Entrando al núcleo urbano de Lería. La escuela a la izquierda. Arriba estaba la casa del maestro. Don Agustín era el que impartía enseñanza en los años 40. Alrededor de una quincena de niños asistían a ella.


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La plaza de Lería. Apenas visible el empedrado. La primavera radiante muestra su colorido en la vegetación. La fuente casi tapada.


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La fuente. La vegetación y los poco estéticos abrevaderos de nuevo cuño no dejan apreciarla en todo su esplendor.


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Viviendas leríanas.


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Tramo final de la calle en sentido descendente. La sierra de San Cristóbal al fondo.


 
Lomeda ( Soria)



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Agradecimiento muy cordial para Águeda Peregrina, emocionada y nostálgica informante del pueblo que la vio nacer y donde vivió sus primeros veinte años de vida.

Lomeda está situado sobre un cerro, planificado de forma cuadrangular en torno a una amplísima plaza.
Era propiedad de la marquesa de la Lapilla. Sus habitantes eran quiñoneros, no eran dueños de las casas ni de las tierras, una modalidad de arrendamiento en la que tenían contrato vitalicio y tenían que pagar todos los meses una cantidad a determinar, en especies antes de la guerra civil y en dinero después.
La marquesa solía acudir algunas veces por el pueblo, aunque solamente por unas horas, saludaba a todo el mundo y se reunía con los cabeza de familia de cada casa.
En el pueblo solo podían vivir nueve familias, en las casas donde había más de un hijo era el pequeño el que se quedaba en la casa, cuidando a los padres y trabajando las tierras, indistintamente del s*x*, el resto de hermanos se tenía que ir a trabajar y a vivir a otros lugares.

Tenían buenas tierras dedicadas al cultivo de trigo, cebada, patatas y garbanzos. En la ganadería era la oveja el animal fundamental, pero en pocas cabezas, pues cada familia tenía derecho a tener un máximo de 60 ovejas, 1 cabra y 5 caballerías, ello se debía a que había poco terreno para pasto. Buena fama tenían los corderos criados en este pueblo que se vendían a carniceros de Arcos de Jalón.
A Sigüenza les tocaba ir una vez al mes para pagar las rentas al administrador de la marquesa.
Llegaron a conocer la luz eléctrica en las casas, no así el agua que además lo tenían un poco retirado del pueblo, había que ir a buscarla a una fuente con caballerías llevando cuatro cantaros y se almacenaba en las casas en tinajas de barro. Para lavar los cacharros iban al río y para lavar la ropa más lejos, al lavadero que se encontraba en la Ucecilla.

El cura venia a dar misa primero desde Jubera y luego desde Velilla de Medinaceli, de este pueblo venia también el médico cuando era necesario, de Velilla venia también el cartero todos los días que previamente había recogido la correspondencia en Jubera.
Para moler el grano para comida de los animales acudían al molino de Velilla y el grano para amasar pan se llevaba a la fábrica de harina de la estación de Salinas de Medinaceli.

Las fiestas patronales eran el 23 de enero dedicadas a San Ildefonso, el día 21 los mozos pedían el aguilando por las casas, el 22 comían y cenaban en la casa del alcalde y el día 23 era la fiesta propiamente con misa y procesión además del baile, donde los Albarquillas procedentes del pueblo de Somaen ponían la música para hacer bailar a todos los presentes, siendo otras veces Melchor y Tiburcio de Velilla de Medinaceli los músicos que acudían a las fiestas.

El señor Sixto de Velilla montaba un bar y un puesto de chucherías para estas fiestas de Lomeda, a las que acudía muchísima gente de los pueblos de alrededor.

Estas fiestas se repetían otra vez el 17 de septiembre, duraban dos días y se hacían porque la de enero hacía mucho frío y las inclemencias meteorológicas varios años no dejaban disfrutarlas como era debido.
Otra fecha muy celebrada también era la matanza. Acudían familiares a ayudar y por la noche se iba a la casa donde se había matado el cerdo a tomar café, pastas, jugar a las cartas y charlar.

En Nochebuena los mozos hacían una hoguera muy grande en mitad de la plaza. Sacaban turrón y bebidas y todo el mundo cantaba. Los niños pequeños iban pidiendo el aguinaldo y los mayores se lo quitaban para hacerles rabiar.

Todo tipo de transeúntes aparecían por Lomeda, desde vendedores ambulantes que traían pescados, tejidos, paños, utensilios de cocina, pasando por quincalleros, sogueros, cardadores de lana, compradores de pieles de corderos e incluso se daba la anécdota de los gitanos que venían vendiendo cestos que habían fabricado con el mimbre que habían robado previamente por los campos de Lomeda.
Además los lunes se iba a Arcos de Jalón donde había mercado a vender los productos como huevos, zanahorias, patatas, etc, y se compraba lo que fuera necesario.
Los domingos como no había bar ni sitio de reuniones la gente se juntaba en las casas a jugar a las cartas, oír la radio, charlar. Se acudía a las fiestas de los pueblos de al lado y también a Arcos donde había cine y baile.

"Aunque no éramos propietarios se vivía muy bien, no faltaba de nada (frutas, verduras, huevos, pollos, corderos, la matanza del cerdo), eran tierras muy fértiles, en la temporada de cosechas se contrataba mano de obra con segadores que venían de Aragón para las tareas de siega y recolección, para el ganado había contratados pastores para todo el año en las casas donde no tenían muchos hijos.

Como había de todo tipo de productos del campo venían estraperlistas en la época de la guerra y la posguerra a comprar harina, alubias, garbanzos, etc. Con esto del estraperlo había una anécdota muy curiosa de una mujer que venía desde Madrid (señora Julia), llevaba una faja de tela gruesa cosida a franjas por dentro de su ropa y se la llenaban de harina, con una cuchara se la iban llenando durante algunas horas hasta meterla unos cuatro kilos, como era una mujer entrada en carnes no la solían registrar y además entre su peso y el ¨peso extra¨ siempre la tenían que ayudar a subir al tren. Venía a Lomeda cada quince días y siempre pagaba con dinero".
ÁGUEDA PEREGRINA.


En los años 60 se fue marchando la gente del pueblo en busca de un mejor futuro, unos se fueron para Alcalá de Henares y otros para Sagunto, la gente joven se había marchado y en muchos casos se fueron los padres detrás de ellos. Como por el tipo de contrato que tenían no se los podía expulsar del pueblo, la gente se fue marchando voluntariamente y firmando un papel con la renuncia para que pudiera ser arrendado a otras personas, lo que hizo luego el administrador con los nuevos ocupantes de Lomeda, pero eso ya es otra historia....

"Yo me fui en junio de 1962 a Barcelona a trabajar porque tenía una hermana allí. En esa fecha quedaban cinco familias en el pueblo y en diciembre de ese mismo año una vez terminada las cosechas y la matanza se fueron todos. En poco tiempo ya estaban labrando la tierra los nuevos arrendatarios".
ÁGUEDA PEREGRINA.


La marquesa quiso vender el pueblo pero no se puede hasta que no pase la quinta generación.
El pueblo en la actualidad no tiene habitante alguno pero es aprovechado para la ganadería lanar, siendo algunas de sus casas utilizadas como parideras.

Visita realizada en agosto de 2009.

PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.



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Llegada a Lomeda.


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Entrada al núcleo central, formado por una gran plaza cuadrangular.


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La plaza vista desde abajo.


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La iglesia parroquial de la Asunción de Nuestra Señora.


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Interior de la iglesia. Altar mayor y retablo al fondo.


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Entrada a la sacristía, confesionario y por encima están los ex-votos (piezas normalmente de cera que solían representar alguna parte del cuerpo, generalmente extremidades que se colgaban ahí en agradecimiento de la milagrosa sanación que se había producido en algún enfermo).


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El ayuntamiento a la izquierda (puerta más pequeña), la escuela y la casa del maestro a la derecha. Don Joaquín Rodríguez fue uno de los maestros que estuvo impartiendo enseñanza en Lomeda durante 9 años.


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Placa grabada en piedra, alusiva a la construcción de las viviendas (casi todas tenían una).
¨Por disposición del mismo Señor y siendo igualmente D. Mariano Benito quien cuidó de su cumplimiento, se edificó de planta la del Numero 9 en el año de 1850¨.

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Cementerio.


 
Manzanares ( Soria)


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Precioso pueblo situado en una suave elevación del terreno sobre el río Manzanares. Llegó a contar con un número aproximado de cincuenta viviendas.
Pertenecía al ayuntamiento de Losana y desde muy antiguo contaron con luz eléctrica de una línea que provenía de Retortillo de Soria.
De buena calidad era la madera de olmo que había en el monte, madera que era llevada a vender a Campisabalos (Guadalajara).
Tenían buenos pastos en su término, lo que era aprovechado por el ganado vacuno y lanar. Muy apreciados eran los becerros de Manzanares que eran criados con hojas de olmo.
La agricultura se basaba en el cultivo de trigo, cebada y yeros principalmente.

Había escuela (don Hipólito fue el maestro que impartió enseñanza durante muchos años), fragua (el herrero residía en Manzanares) y había un horno comunal, aunque varias casas tenían su horno particular. Con el paso de los años se dejó de hacer pan en los hornos y por turno iban a recogerlo a Losana, adonde previamente lo habían traído los panaderos de Retortillo.
Contaba también con taberna y posada.
Para moler el grano eran los molineros de Pedro los que venían a recogerlo y lo devolvían posteriormente hecho harina.

Desde Pedro venia el cura a caballo (don Jesús).
El médico lo hacía en caballería desde Tarancueña, de donde también venia el veterinario. En Tarancueña estaba la farmacia para cuando había que comprar medicinas.
El cartero (Juanito) venia desde Rebollosa de los Escuderos andando, habiendo recogido previamente la correspondencia en Losana.
Para realizar compras se desplazaban al pueblo de Campisabalos (Guadalajara) distante algo más de una hora de camino, otras veces acudían a Retortillo o a Montejo.
Rara vez salían los manzanareños de la comarca como no fuera el día 8 de noviembre a la concurrida feria de ganado de San Esteban de Gormaz.

La virgen del Rosario era la patrona de Manzanares a la que celebraban fiesta el día 8 de octubre. Duraba dos días y se empezaba con una diana por la mañana con los músicos recorriendo casa por casa y donde se les obsequiaba con una copita de anís o moscatel y unas galletas o mantecados. Continuaba la misa y la procesión, para después seguir con un pequeño baile hasta la hora de comer, y reanudar el baile por la tarde. Baile que se realizaba en una era a la entrada del pueblo y que estaba amenizado por los gaiteros de Noviales (los Marcotes).
El día 25 de noviembre realizaban una fiesta pequeña para Santa Catalina y donde el acto más significativo era la instalación de una gran hoguera junto a la iglesia.

No faltaban a las dos romerías que se celebraban en la ermita de Santa María de Tiermes, el 12 de octubre y el tercer domingo de mayo, con gran afluencia de todos los pueblos del contorno, donde se realizaba una procesión, una comida campestre y un baile también amenizado por Los Marcotes de Noviales y donde los taberneros de Manzanares, Pedro y Montejo instalaban allí sus tenderetes para vender cerveza, vino y caramelos entre otras cosas, asimismo también aparecía por allí el barquillero de Albendiego.
La gente joven hacia baile los domingos en el salón del ayuntamiento con guitarra y laúd que tocaban dos mozos del pueblo.
También era muy frecuente como entretenimiento los partidos de pelota que se realizaban en la pared de la iglesia.

En los 50 y los 60 la emigración ya había iniciado su curso y comenzaba el declive de Manzanares.
Los manzanareños se fueron yendo por un efecto dominó, en el que unas familias iban arrastrando a otras, se fueron en busca de una mejor calidad de vida que la que podía ofrecer el campo. Madrid fue el lugar elegido para emigrar por la casi totalidad de los vecinos.

Seria en el año 1970-71 cuando Fermin Andrés (el cestero) y su mujer Toribia Felipe pusieron punto y final a la presencia humana en Manzanares, marchándose al pueblo de Campisabalos (Guadalajara). Con su marcha el pueblo entro en un oscuro letargo, donde el olvido de unos y la rapiña de otros estuvieron presentes, hasta que en la década de los 90 se instaló allí un grupo de personas que no tenían ningún lazo afectivo con el pueblo y formaron la Colectividad rural anarquista de Manzanares, para vivir de acuerdo a sus pensamientos, variando el número de personas con el paso de los años, hasta la actualidad que ronda las seis o siete personas.

Visitas realizadas en mayo de 1993, abril de 1995 y febrero de 2013.

PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.



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Entrando a Manzanares. Ya se intuye un pueblo bien bonito.


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La iglesia parroquial de Santa Catalina.


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Acceso al templo. Tenía un pequeño pórtico cuyo tejado estaba sujeto por dos columnas graníticas, nada queda de todo ello. El interior tomado por toda clase de vegetación.

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Fachada sur de la iglesia. Ausentes las campanas, en la espadaña solo queda el yugo que las sujetaba. Cementerio adosado.


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La fuente de la iglesia, al estar en un paraje umbrío, en invierno se helaba con mucha frecuencia.


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La fuente nueva. Construida en 1960 para evitar a los vecinos tener que bajar a por agua al río Manzanares y además suplir los problemas de congelación que daba la fuente de la iglesia en invierno.


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La casa del tío Justo. Era taberna-posada.


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El nombre del pueblo grabado rústicamente en la fachada de una vivienda.


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Calle de Manzanares, en la parte más alta del pueblo (barrio de la Cuesta).


 
Navapalos ( Soria)



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Uno de los despoblados más bonitos de España es sin lugar a dudas este pueblo de Navapalos, situado en la margen izquierda del río Duero. El museo del adobe se le podría catalogar a esta población, una combinación de lo que fue y de lo que pudo ser. Bellísimas construcciones que agonizan se mezclan con otras a medio rehabilitar y algunas recuperadas del todo con técnicas constructivas muy novedosas.
Situado en un llano, unos metros por encima de la orilla del río Duero, unas veinte viviendas llegaron a componer Navapalos en sus mejores tiempos, dedicados a la agricultura (trigo y cebada principalmente) y a la ganadería (ovejas). La caza (conejos y perdices) y la pesca (barbos y truchas) era un buen complemento para las cocinas de las casas. Había muchas plantas de lavanda en su termino de cuyas flores se extraía la esencia utilizada para productos de cosmética. Flores que se destilaban en Vildé y que después de un proceso acababan en Andalucía.
Desde 1956 conocieron la luz eléctrica en Navapalos.

Celebraban sus fiestas patronales los días 16 y 17 de septiembre en honor a San Pedro Advincula. Fiestas muy concurridas por las gentes de los pueblos de alrededor, donde no faltaba la misa y procesión, además del baile en la plaza, donde dos acordeonistas hacían bailar a los presentes. Como complemento se realizaban torneos de bolos, de tanguilla y de pelota a mano.

El cura venia desde el cercano pueblo de La Rasa a oficiar los actos religiosos, siendo don Jacinto el último cura que acudió a oficiar misa en Navapalos, venía desde El Burgo de Osma en coche.
El médico acudía desde Fresno de Caracena.
El cartero venía desde El Burgo de Osma en bicicleta.
A La Rasa se desplazaban los vecinos a comprar a la tienda de comestibles que allí había.
Desde La Rasa y desde Vildé venían vendedores ambulantes con furgonetas ofreciendo todo tipo de productos que no había en el pueblo (comestibles, droguería, etc.).
Desde Osma venía el panadero con una furgoneta y desde El Burgo llegaba también un frutero, otros vendedores se dejaban ver de vez en cuando también por allí como un señor que iba vendiendo miel en una moto.

Como en toda la comarca de El Burgo, la emigración sacudió de lleno a Navapalos, marchándose sus vecinos en busca de un futuro mejor a las capitales (Barcelona, Madrid, Zaragoza, Bilbao), así en los últimos años solo quedaban en el pueblo cuatro casas abiertas: la del tío Martin, la del tío Alejo, la del tío Eusebio y la casa del pastor (Joaquín). María Silleras fue la última en marchar de Navapalos, al morir su marido (Eusebio) estuvo un año más viviendo en el pueblo hasta que se marchó a La Rasa con una hija. Hecho que aconteció en el año 1974.

El pueblo se mantuvo unos años en el olvido más absoluto hasta que apareció por allí Erhard Rohmer, un arquitecto alemán, presidente de la ONG : Inter-acción- Fundación Navapalos, que en 1984 se fijó en Navapalos para rehabilitar el pueblo con técnicas y materiales antiguos (adobe y tapial) complementado con energías innovadoras (arquitectura bioclimática y energías renovables y limpias), así consiguieron recuperar varios edificios, a la vez que se realizaban campos de trabajo en verano con alumnos venidos de todas partes que se interesaban en estas técnicas y aprendían a trabajar el adobe. Después de estar unos años funcionando el proyecto se paró debido a la falta de subvenciones, no hay movimiento veraniego de talleres, ni cursos y en la actualidad solo una persona habita de forma permanente Navapalos en espera de que todo se vuelva a poner en marcha.

Visitas realizadas en noviembre de 1991, febrero de 1996 y enero de 2011.

PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.

El reportaje está abierto a poder ser ampliado. Si eres nacido o has vivido en Navapalos y quieres aportar tus recuerdos, anécdotas o vivencias escríbeme al correo electrónico que hay en la columna de la derecha o facilitame alguna manera de contactar. Gracias.



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Entrada al pueblo por el camino de La Rasa.


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Calle Real. El bellísimo empedrado original del suelo ya muy deteriorado.


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La iglesia parroquial de San Pedro.


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Atalaya de Navapalos.


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Calle Real.


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Plaza Mayor de Navapalos. Junto al olmo en una tarima se situaban los músicos en las fiestas.


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Calle de Navapalos.


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En un paraje cercano de extraordinaria belleza se ubica la fuente de Navapalos.


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El río Duero a su paso por Navapalos.


¨Sobre Navas de Palos el Duero va a passar,
A la Figueruela mio Cid iba posar¨.


 
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