El silencio es oro. Pueblos abandonados.

Pozuelo ( Soria)



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Dieciocho viviendas llegaron a componer en sus mejores tiempos esta localidad situada en un páramo a 1150 metros de altitud.
Pedanía de Carrascosa de Abajo, poca zona de monte tenía en su término. Aliagas, tomillo y espliego conformaban la flora del lugar.
Cada vivienda tenía su horno. Nunca conocieron la luz eléctrica en las casas. Se iluminaban con los candiles de aceite, petróleo y carburo. Para abastecerse de agua para consumo no había fuente, la cogían de dos pozos situados en las proximidades del pueblo. Para lavar la ropa las mujeres tenían que ir hasta el manantial de la Fuencaliente a 3 km. de Pozuelo.


"Empleaban todo el día las sufridas mujeres cuando les tocaba ir a lavar. Salían de buena mañana con los cestos cargados de ropa en la caballería. Se llevaban algo para comer y entre lavar, secar, ir y venir pues volvían ya por la tarde al pueblo". ANASTASIO GONZALO.


Tierras de cultivo dedicadas en su mayoría al cereal (cebada, trigo). El grano lo llevaban a moler a los molinos de Caracena, Carrascosa de Abajo o La Perera indistintamente (los molineros de Caracena subían a por el grano a Pozuelo y lo devolvían hecho harina).
La ganadería estaba basada en el pastoreo de las ovejas. Carniceros de Recuerda, Quintanas de Gormaz o El Burgo de Osma pasaban periódicamente por Pozuelo para comprar los corderos.
La lana se vendía a un comerciante de Recuerda que tenía una tienda de paños.
Había dos balsas de agua en las afueras del pueblo, pero cuando se secaban tenían que llevar el ganado a beber al río Caracena.

Se desplazaban principalmente al pueblo de Recuerda para hacer compras. Allí había hasta cuatro tiendas para abastecerse de todo tipo de productos. Tardaban dos horas en cubrir el trayecto entre ambos pueblos.

Cinco horas andando tardaban hasta El Burgo de Osma adonde acudían los sábados principalmente puesto que era día de mercado. Compraban productos de primera necesidad y también vendían excedentes de productos agrícolas y animales (pollos o cerdos).
A Recuerda, Olmillos o Ines se desplazaban para comprar vino.

Vendedores ambulantes llegados desde Recuerda, Fresno de Caracena o Villanueva de Gormaz aparecían de cuando en cuando por Pozuelo para vender su mercancía (aceite, azúcar, arroz...). A su vez compraban huevos.

San Vicente Ferrer era el patrón de Pozuelo. Celebraban las fiestas patronales en el mes de octubre.
El ayuntamiento de Carrascosa de Abajo les facilitaba seis cargas de leña con la cual hacían una hoguera en la plaza.
Una diana mañanera por las calles del pueblo daba comienzo a las fiestas. La misa y la posterior procesión eran los principales actos religiosos.
Los gaiteros de Vildé (Fórmenio y Fidel acompañados de Hipólito, hijo del primero de ellos) eran los encargados de amenizar el baile.

"A mí me tocó algunas veces ir a buscar a los gaiteros con una mula. Los esperaba en Villanueva de Gormaz y desde allí subíamos hasta Pozuelo. Cobraban unas trescientas pesetas de las de entonces por dos días. Se les daba comida y cama, dormían en la casa del que hacía de alcalde de los mozos".
ANASTASIO GONZALO.


El baile se realizaba en la plaza y si llovía en el ayuntamiento.
Era costumbre matar algún cordero, gallina o conejo para compartir con familiares y allegados en la comida.
La juventud de La Perera y Madruédano acudían en gran número a participar de las fiestas de Pozuelo. En menor número acudían también de Caracena y Carrascosa de Abajo.
El día 22 de julio hacían fiesta en honor a Santa María Magdalena. Misa y procesión apenas, pues era época de mucha faena en el campo con la siega y la trilla.
Acudían a la romería que se hacía dos veces al año en la ermita de la Virgen del Monte en termino de Caracena.

El cura subía desde Carrascosa de Abajo a oficiar misa (algunos domingos y en fiestas). Don Landelino, don Crescencio o don Antonio son algunos de los que se recuerdan.
El médico venía desde El Burgo de Osma y se le pagaba por el sistema de iguala.
En muchos casos recurrían a las buenas artes de un practicante que había en Caracena (Matasanz Escudero) que se desplazaba en un caballo.
Las medicinas recetadas iban a comprarlas a las farmacias de Fresno de Caracena o de Recuerda.
El veterinario (don Manuel) residía en Fresno de Caracena.
El cartero venía desde Carrascosa de Abajo a traer la correspondencia. Se llamaba Tranquilino Sanz y hacía el desplazamiento andando o en caballería.
Para asuntos de barbería bajaban a la peluquería de Domingo de Pedro en Carrascosa de Abajo que también regentaba una tienda de ultramarinos junto a su mujer.

Los jóvenes aprovechaban el tiempo libre para entretenerse de diferentes maneras.

"Jugábamos al frontón en la pared de la iglesia. Los domingos íbamos a La Perera o a Carrascosa de Abajo. En ambos pueblos hacían baile local y nosotros según las amistades o los intereses por alguna chica determinada íbamos a uno u otro. También practicábamos la caza. A mi no me gustaba apenas, pero mi hermano si era muy aficionado a ella. Liebres, conejos y perdices era lo que más había". ANASTASIO GONZALO.

El futuro de Pozuelo estaba echado. La ausencia de servicios básicos como la luz o el agua, las malas comunicaciones que había (solamente caminos de caballería) y la búsqueda de una mejor calidad de vida en las ciudades fueron un buen acicate para que las gentes del pueblo fueran tomando el camino de la emigración. Madrid y Barcelona fue el destino elegido por la mayoría para iniciar una nueva vida.
En los años 50 el pueblo ya había mermado mucho demográficamente y fue a últimos de los 60 cuando Pozuelo puso punto y final a su periplo de presencia humana entre sus casas.

En el mes de octubre de 1968 se vendió todo el término de Pozuelo a unos terratenientes de la provincia que lo compraron para explotación agrícola.
Cinco familias residían por aquel entonces en el pueblo y todos se marcharon a la vez:
-Enrique Hernando y María, una hija que se llamaba Glicerina y su marido (Juan).
-Benito de Pedro y Ezequiela Hergueta.
-Juan de Pedro y Trinidad Gonzalo (2 hijos).
-Victorino Hergueta y Damiana de Pedro (3 hijos).
-Juana Crespo (viuda) y Juliana Sanz (viuda).

Ellos fueron los últimos de Pozuelo.

Agradecimiento para Anastasio Gonzalo Sanz. A sus 92 años conserva una excelente memoria sobre su pueblo y una gran nostalgia por los años vividos en Pozuelo. Una primera emigración le llevó al cercano Caracena al casarse con una mujer de aquel pueblo, para posteriormente en una segunda emigración echar raíces en Madrid. Excelente e impagable informante de su pueblo natal. Memorable tarde en su casa de Madrid oyendo las vivencias y recuerdos de Anastasio sobre sus dos pueblos (Pozuelo y Caracena).
Miguel: Muchísimas gracias por tu colaboración.
Otra fuente de información: Vecino de La Perera.


Visitas realizadas en febrero de 1996, octubre de 2009 y diciembre de 2016.

PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.


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Entrando en Pozuelo.


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Imagen de la parroquial con la noche encima. En la lejanía el cielo presenta esa tonalidad característica de rojo, naranja y amarillo que supone el transito del atardecer al anochecer.


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Interior de la iglesia. Amplia pero sencilla. El altar mayor al fondo y detrás la sacristía.


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Calle Mayor.


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Escuela de Pozuelo en 2009. Todavía mantenía la fachada en pie. La segunda planta era la vivienda del maestro, quedando la planta baja como aula. Desde marzo a noviembre se impartían clases de adultos por la tarde-noche. Un maestro que era natural de Vildé estuvo impartiendo enseñanza durante varios años. Se casó con una chica de Madruédano.



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Imagen de la escuela en 2009 con la iglesia al fondo.


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Trasera de una vivienda con el horno anexo. La silueta oscura de la iglesia indica que la noche está a punto de caer sobre Pozuelo.


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La fragua, situada a orillas del Navajo, una de las dos balsas naturales que había en Pozuelo. Se llenaba con agua de lluvia y servía para beber el ganado.


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Cementerio.


 
Rebollosa de los Escuderos ( Soria)



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En la cara norte de la sierra de Pela agoniza dramáticamente el pequeño pueblo soriano de Rebollosa de los Escuderos. Perteneció al ayuntamiento de Losana y actualmente lo hace al de Retortillo de Soria. Situado sobre un pequeño altozano, se componía de diez viviendas, construidas de piedra arenosa de color rojizo, característica de la zona.
Dedicados a una economía de subsistencia, salían adelante con la agricultura (trigo, cebada y centeno principalmente) y con el pastoreo de las ovejas.

Celebraban sus fiestas patronales los días 19 y 20 de junio honrando a sus dos patrones: los santos Gervasio y Protasio. Realizaban una misa y una procesión. En la comida, para compartir con familiares y allegados venidos de fuera no faltaba el cordero a la mesa.
El baile se realizaba en una era, amenizado por los gaiteros de Noviales (los Marcotes).
Devotos de la virgen de Nuestra Señora de Tiermes, a la que acudían en gran numero en romería, como todos los pueblos de la comarca, fiesta que tenía lugar el día 12 de octubre y el tercer domingo de mayo.

El cura (don Emilio) venia a caballo desde Tarancueña a los oficios religiosos, así como también lo hacia el médico desde allí cuando se le requería.
Asimismo el veterinario y el herrero (Máximo) procedían de aquel pueblo, donde además había farmacia para poder acercarse a comprar medicinas.
Había cartero residente en el pueblo (Juanito), que tenía que ir a recoger la correspondencia a Losana y luego repartirla en su pueblo y varios más como Peralejos de los Escuderos, Manzanares y Cañicera, tarea que realizaba diariamente andando.
A Retortillo de Soria se desplazaban con el macho para abastecerse de productos de primera necesidad, a la vez que vendedores ambulantes aparecían por el pueblo, como eran los aceiteros de Montejo que a la par que iban vendiendo aceite, compraban huevos.
No faltaban tampoco a la concurrida feria de ganado que se realizaba cada 8 de noviembre en San Esteban de Gormaz.
Dentro de los pocos entretenimientos que había en aquellos años, los jóvenes echaban buenas partidas de frontón en la pared de la iglesia, así como los domingos por la tarde acudían a Tarancueña donde había baile para la gente joven.

Nunca conocieron la luz eléctrica ni el agua corriente en las casas, lo que unido a unas condiciones de vida bastante duras (las mujeres tenían que ir a lavar la ropa a El Charco, situado a unos veinte minutos del pueblo, no sobraba tampoco el agua para beber el ganado, muchas veces lo tenían que llevar al río cerca de Losana), hizo que la gente fuera cogiendo el rumbo de la emigración en busca de un mejor futuro de vida y para rematar, el cierre de la escuela acabó por desanimar a las ultimas familias que quedaban y optaron también por marchar.
Emigración que se produjo principalmente a Zaragoza y a Madrid.
Fue hacia el año 1971 cuando se acabó la presencia humana en Rebollosa de los Escuderos, cuando un matrimonio de ancianos (Santiago Yebes y Nicolasa Terrer) se marcharon para Tarancueña al ver que se quedaban solos en el pueblo, porque unos meses antes se habían ido las otras dos familias que quedaban (la de Gregorio y la de Mariano).
A partir de entonces un expolio brutal se ensañó con el pueblo.

"Al poco de venirse el tío Santiago para acá, el pueblo se quedó vacío y todas las noches veíamos desde aquí luces de vehículos y linternas en Rebollosa y siempre decíamos: ya están saqueando las casas de Rebollosa. Como decía un tío mio en aquellos años, en tono irónico, Rebollosa nunca tuvo luz, pero ahora todas las noches esta iluminado".
ANTONIO, de Tarancueña.


Expolio y pillaje que ha seguido manteniéndose hasta la actualidad, porque no solo son las inclemencias meteorológicas las que están acabando con lo que un día tuvo que ser el bonito pueblo de Rebollosa de los Escuderos, sino que las visitas de los saqueadores son frecuentes y se llevan las piedras de las casas y de la iglesia para que empiecen ¨una nueva vida¨ en otras casas de reciente construcción. Pero el daño para Rebollosa es mortal porque muchas veces al arrancar una piedra determinada se viene abajo toda una fachada.

Visitas realizadas en mayo de 1993, abril de 1995, febrero de 2013, septiembre de 2014 y diciembre de 2016.

PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.


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Llegando a Rebollosa de los Escuderos.


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Calle de Rebollosa.


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Cuesta imaginar aquí la pequeña escuela de Rebollosa.


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La casa del tío Santiago, la última que se cerró en Rebollosa.


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La iglesia parroquial de San Gervasio y San Protasio.


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Interior de la parroquial.


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Año 2013. La casa del tío Pedrillo.


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En 2012 este era el aspecto de la casa de la tía Vitora.


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La fuente de Rebollosa, medio oculta entre la vegetación.


 
Torralba de Arciel ( Soria)



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Torralba de Arciel es una pedanía de Gómara situada en una llanura.
Población agrícola como todas las de esta comarca, dedicados al cultivo de cereal (trigo, cebada, avena) quedando la ganadería (ovejas) en plano secundario.
Once viviendas alineadas en una calle componían Torralba. Tuvieron luz eléctrica en las casas pero no agua corriente.

Celebraban sus fiestas patronales en honor a Santa Marina el 7 de septiembre. Dos días duraban y en ellas la procesión y una misa eran los principales actos religiosos, mientras que los actos festivos estaban protagonizados por el baile que contaba en algunas ocasiones con el dulzainero de El Royo. El confitero de Gómara no faltaba a la cita instalando un tenderete para vender dulces y frutos secos. Cobraba especial importancia los concursos de tiro al plato que se solían realizar. En los últimos años cuando ya el pueblo estaba en decadencia y no había presupuesto para traer músicos, era un tabernero de Gómara el que ponía la música por medio de un tocadiscos y también se encargaba de traer la bebida.
El día 3 de mayo hacían una pequeña fiesta donde iban hasta el Calvario y realizaban la bendición de los campos.

El cura venia para los oficios religiosos desde el pueblo de Aliud.
La maestra si vivía en el pueblo y lo hacía a pupila en alguna casa del pueblo.
El médico venia desde Gómara, así como el herrero, también el cartero venia andando desde este pueblo y llevaba la correspondencia además de a Torralba, a Zamajón y Villanueva de Zamajón.
Al estar tan cerca de Gómara se desplazaban allí a menudo, a asuntos administrativos, a realizar compras, acudían los sábados que era día de mercado y la gente joven los domingos pues en Gómara había cine, baile y taberna.

Así que como no podía ser de otra manera también Gómara fue el destino que eligió la práctica totalidad de los vecinos cuando les llegó la hora de marchar. Se iban a vivir a un pueblo grande donde tenían toda clase de servicios e infraestructuras con la ventaja además de que podían seguir yendo a su pueblo a trabajar las tierras. Hacia 1975 aproximadamente se quedó vacío Torralba.
En la actualidad el pueblo sigue siendo muy frecuentado por los agricultores que acuden a trabajar las tierras y en las tardes primaverales y veraniegas es frecuente ver por allí a antiguos vecinos y gomarenses en general que acuden dando un paseo desde Gómara.

Visita realizada en marzo de 2011.

PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.

El reportaje está abierto a poder ser ampliado. Si eres nacido o has vivido en Torralba y quieres aportar tus recuerdos, anécdotas o vivencias escríbeme al correo electrónico que hay en la columna de la derecha o facilitame alguna manera de contactar. Gracias.



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Entrada al pueblo por la carretera de Gómara con la casa del tío Félix en primer lugar.


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Viniendo por el camino de Paredesroyas, el primer edificio es la iglesia románica de Santa Marina (siglo XIII).


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Portada de la parroquial.


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Dejando atrás la iglesia la carretera se interna en el pueblo donde aparece la casa de la tía Juana en primer lugar y al fondo la casa del Chato de Torralba.


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Calle Principal.


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La fragua a la izquierda y la escuela a la derecha. Debido al gran deterioro que sufrió este edificio se construyó una escuela nueva y esta se quedó como ayuntamiento para reuniones.


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La casa de la tía María, una de las pocas que no da a la calle principal.


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La fuente vieja, aunque era agua apta para consumo, era un poco gorda y por ejemplo no era buena para cocer los garbanzos, por lo que para estos menesteres tenían que ir a Paredesroyas con caballerías a por ella.


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En el camino a Paredesroyas se encuentran las tres cruces que conforman el Calvario. Hasta aquí venia el cura y los vecinos para realizar la bendición de los campos.


 
Valdecantos ( Soria)



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Agradecimiento para Emilio Diago, hijo del pueblo y autentico alma máter de la tímida recuperación que va realizando Valdecantos.


Por encima del barranco de Peña Negra, subido en el Cerro del Corvejón se sitúa el bonito pueblo de Valdecantos. Espectador privilegiado de la cuenca del rio Baos y de los pueblos de Villartoso, Santa Cruz de Yanguas y La Laguna. Su considerable altitud (1255 m.), unido a estar expuesto al azote de los vientos, le hacia padecer unos inviernos de mucha dureza para lo que contaban con abundante leña de roble, del cual se hacia una poda al año en el monte.
Diez viviendas componían Valdecantos, dedicadas a la agricultura, principalmente cereal (trigo, cebada, avena) y a la ganadería (ovejas).
Tenía iglesia, ermita, casa concejo y fragua, no así escuela, para lo cual los niños en edad escolar tenían que desplazarse a la de Santa Cruz de Yanguas.

"Cinco niños íbamos en mi época a la escuela de Santa Cruz, una media hora escasa tardábamos en llegar, si nevaba no íbamos por el camino habitual sino que nuestras madres nos sacaban a la carretera y por ella llegábamos a Santa Cruz, lo primero al llegar era calentarnos en la estufa. Comíamos allí en la escuela o en casa de algún familiar o conocido, por la tarde vuelta para arriba a Valdecantos".
EMILIO DIAGO.


De Santa Cruz de Yanguas venia el cura a dar misa, también de este pueblo era el cartero, que primeramente tenía que ir hasta Villar del Rio a recoger la correspondencia.
De Villar del Río cuando la situación lo requería venia el médico, en casos muy extremos, si la cosa era más leve se apañaban con las buenas artes del practicante de Santa Cruz.

A Santa Cruz eran frecuentes las visitas dada su cercanía, porque allí estaba el ayuntamiento, al que había que ir para resolver asuntos administrativos, a abastecerse de productos básicos a la tienda que había en aquel pueblo, también a moler el grano al molino de dicho pueblo (otras veces bajaban al molino del Tano en Villartoso), y los jóvenes acudían por allí en las tardes de los domingos buscando un poco de diversión.
El día grande de Valdecantos era el 24 de junio, donde celebraban a su patrón: San Juan.
Se celebraba una procesión por el pueblo y una misa.
La noche anterior se ponía un ramo en las casas de las mozas casaderas y se les cantaban coplas, por la mañana se iba pasando por las casas, donde les obsequiaban con rosquillas y anís, a veces algo de dinero.

En la plaza se plantaba el mayo, poniendo en lo alto algún premio, que solía ser unas rosquillas, el tronco se untaba de alguna sustancia resbaladiza para desafío de los mozos, que aunque costaba, siempre había quien lograba llegar a la cúspide.
La víspera no faltaba tampoco la hoguera de San Juan en la plaza.
El cordero era el plato típico en las casas para ese día, lo mismo que la cocha era la bebida representativa en la fiesta (parecido al zurracapote).
En la plaza se realizaba el baile que solía estar animado por los gaiteros de Diustes.

El día del Corpus se realizaba una pequeña fiesta, donde acudían casi al completo los vecinos del cercano pueblo de La Laguna. Aquel día se hacia una procesión desde la iglesia hasta la ermita de El Cristo, en la que se hacia una misa, volviendo la procesión hasta la iglesia.
También era costumbre acudir en mayo a la cercana ermita de El Santo, donde se juntaban con los de Villartoso y Santa Cruz de Yanguas y allí se realizaba la bendición de los campos. Esta fiesta se perdió con el paso de los años y últimamente se ha vuelto a recuperar.
Con los dos pueblos cercanos (Villartoso y Santa Cruz) había buena armonía, pero también una sana rivalidad, como daba muestra estas coplillas que según se entonaran por los de un pueblo u otro cambiaba la letra. Vista por los de Valdecantos era así:

Los de Villartoso raposos que ni a perro ni a gato dejan pasar
Los de Santa Cruz apedrean la Cruz
Los de Valdecantos adoran los Santos.


El pueblo, como la mayoría de los de Tierras Altas fue sufriendo una severa emigración en los 50 y 60 y los valdecantoseños fueron marchando en busca de un mejor medio de vida ya que las tierras no daban para vivir en familias donde había varios hijos, emigraron a Logroño, Arnedo y Zaragoza principalmente. Aun así Valdecantos se mantuvo habitado hasta el año 1993 por medio del matrimonio formado por José Verguizas e Isidra Martínez, que aguantaron en el pueblo casi hasta el final de sus días.

En la actualidad, después de haber pasado unos años de olvido, el pueblo esta volviendo a recuperarse de manera muy entusiasta gracias a la labor de algunos de los que se fueron y en especial de Emilio Diago que esta poniendo todo su empeño y su ilusión en revitalizar lo que un día fue el coqueto pueblo de Valdecantos. Han recuperado la fiesta de San Juan y están realizando una serie de mejoras en el pueblo.

Visitas realizadas en junio de 1994, abril de 2013 y en compañía de Emilio Diago en mayo de 2013.

PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.

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Entrando a Valdecantos por la Calle

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Plaza Mayor de Valdecantos.


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En la planta de arriba estaba la casa concejo a la que se accedía por la rampa, la planta baja era la fragua.


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San Juan de Valdecantos.


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Vista de la parroquial por su lado oeste, cementerio adosado.


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Preciosa pila bautismal románica de la iglesia de Valdecantos que fue trasladada a la iglesia de San Martín en San Pedro Manrique. Según apunta Eduardo Alfaro en su página Idoubeda Oros es muy posible que esta pila procediera de la ermita de Santa María situada en el cercano despoblado de Los Casares.


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Ermita de El Cristo.


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Nieve en Valdecantos, los últimos coletazos del invierno.

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Lavadero.

 
Valdemoro de San Pedro ( Soria)




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En las estribaciones de la sierra de la Alcarama, a 1150 metros de altitud se sitúa el pueblo de Valdemoro.
Al pie del barranco de la Media Aldea y recostado en la ladera de la Peña el Contrero, unas treinta casas componían la población (a principios de siglo XX casi duplicaba el número de viviendas). A mediados de los años 40 eran diecinueve las casas habitadas, quedando reducidas a ocho en 1960.

Como correspondía a la zona el invierno era duradero y frío en extremo.
Abundantes nevadas con las consiguientes heladas paralizaban la vida cotidiana del pueblo.
La leña de estepa y los troncos de roble era lo más utilizado en la combustión de la lumbre en las cocinas valdemoreñas para combatir los rigores invernales.

El mes de febrero del año 1956 pasará a la historia como el más frío que se recuerda en Valdemoro. Las temperaturas nocturnas llegaron a situarse entre 25º y 30º bajo cero. Se heló toda la cosecha de cereal.
El agua para consumo y aseo personal se traía desde el cercano riachuelo que pasaba por el barranco de La Media Aldea. Se transportaba en cántaros y pozales y una vez en casa se metía en tinajas de las que se iba sacando según las necesidades.
La luz eléctrica llegó a Valdemoro en el año 1954.
Tierra de secano mayormente por lo que sus campos estaban cultivados de trigo, cebada, avena y centeno, no faltaban tampoco las lentejas, los yeros y los cucos.

El trigo se empleaba para hacer el pan y se llevaba a los molinos del río Linares, entre San Pedro Manrique y Vea. Se llevaba a lomos de caballería por caminos de herradura. El resto del cereal se utilizaba como pienso para los animales.
Las ovejas y las cabras conformaban la ganadería en Valdemoro. Los cabritos y los corderos venían a comprarlos tratantes de Arnedo y de Enciso.
Las cabras se ordeñaban para consumir la leche y para hacer quesos, las ovejas no eran ordeñadas pues de ellas se amamantaban los corderos. Las cabras se llevaban a pastar todas juntas, en lo que se denominaba la "cabrada" las sacaban por turnos rotatorios entre los vecinos según las que tuviera cada uno mientras que las ovejas era cada familia la que se ocupaba de sacar a pastar las suyas, generalmente iban de pastores los más jóvenes de cada casa a partir de los doce o trece años.

"Mi hermana Esperanza y yo fuimos de pastoras con nueve y once años respectivamente. Con días de frio y de ventiscas. ¡¡Las ovejas eran más grandes que mi hermana!! Llevábamos una taleguilla con un trozo de pan, una tortillita y algo de labor para pasar el día. En días de lluvia y tormenta no se oían los cencerros ni se veían las ovejas pero al caer la tarde todas regresaban a los corrales".
IGNACIA JIMÉNEZ.


"Cierto día las ovejas llegaron solas a los corrales al atardecer pero yo no regresé con ellas. Avisaron a mi padre y en compañía de algunos vecinos con candiles y luces empezaron a buscarme porque ya había anochecido. Al llegar ellos a Los Abriguillos empiezo a oír voces que me llamaban: ¡Esperanza...! ¡Esperanza....! A lo cual contesté: ¡Aquí estoy! y es que..... ¡me había quedado dormida! ¡Menudo susto les hice pasar a todos! ESPERANZA JIMÉNEZ.

La matanza era un ritual muy celebrado. Se hacía en familia y se decía "estar de cachuela" o "moraga". Días de mucho ajetreo en el cual participaban todos, con muy buena armonía. A los vecinos de más confianza se les obsequiaba con una morcilla y un trozo de tocino.

Todos preparados
para la matanza
con alegría y contento
y los chicos en algarabía
y amigos venidos de lejos.

Toda la familia reunida
hermanos, tíos y abuelos
para atacar por sorpresa
a este animal indefenso.

La dueña... delantal blanco,
peinada con buen pañuelo,
lo guardaba muy planchado
para el último adiós al puerco.
BASILIO JIMÉNEZ.


Para hacer compras hacían los desplazamientos a San Pedro y a Enciso. Al primero iban los lunes que era día de mercado, donde se juntaban gentes de toda la comarca en una jornada plena de ebullición de personas y animales. Se compraba y vendía de todo.
También se acudía a las ferias que se celebraban el catorce de junio (la de San Antonio) y el primer domingo de octubre (la del Rosario).
Todo lo que se llevaba a vender y posteriormente las compras se realizaban a lomos de los machos. Unas tres horas suponía el trayecto a San Pedro.
Los domingos pero con menos asiduidad se acercaban hasta el mercado del pueblo riojano de Enciso, distante otras tres horas de recorrido.
Los cochinos de siete semanas llamados tetones se llevaban a vender al mercado de San Pedro Manrique, en menor medida al de Enciso.
Vendedores ambulantes aparecían también con cierta frecuencia por Valdemoro a vender su mercancía. Tal era el caso del ¨Puay¨ que venía desde Enciso a vender baratijas y poco más.

De Valdeprado llegaba otro vendiendo cosas de quincalla.
De San Pedro venía Mario que vendía telas, géneros de punto, agujas, alfileres, carretes y bobinas de hilo. En casa de Arcadio Jiménez dejaba para vender cervezas, galletas o chocolate entre otros productos. En ocasiones traía sardinas frescas. Venía a caballo y llevaba dos burros para el transporte de la mercancía. Acostumbraba a pernoctar en casa de Arcadio, con el cual mantenía una buena amistad.
Del pueblo riojano de Igea venía Leandro " el Sastre", compraba huevos y pieles de oveja, cabra o conejo.
Todos estos vendedores estaban obligados a pagar un impuesto llamado la "Alcabala".

Cada mes un vecino estaba obligado a tener vino a disposición de quien lo solicitara. Apenas se hacía uso de esta norma porque en cada casa solía haber vino para consumo, solamente los mozos en alguna ocasión especial utilizaban esta taberna rotatoria para alguna celebración.
Para comprar el vino se desplazaban al pueblo riojano de Prejano.

Las fiestas patronales se celebraban en honor a San Juan Bautista. En principio eran el 29 de agosto pero debido a que en esas fechas los vecinos estaban en plena faena de la trilla se trasladaron al veintisiete de septiembre con una duración de dos días.
El primer día la música la pagaba el ayuntamiento y el segundo los mozos, hubo algún año en que se alargó un día más por deseo de los jóvenes que sufragaban los gastos de los músicos.

Las mozas solían ir a esperar a los músicos a la entrada del pueblo, los cuales llegaban la víspera por la tarde y nada más hacer su aparición daban una vuelta por las calles tocando. Después de cenar se hacía baile en la plaza Vieja.
Al día siguiente, 27, fiesta mayor. Primeramente se hacía la procesión por las calles con los estandartes, pendones y cruces correspondientes, además del volteo de campanas. Finalizado este acto se realizaba una misa solemne cantada por Valentin y Salustiano (hijos del pueblo).
El baile se hacía indistintamente en las dos plazas, la Nueva y la Vieja, o en el frontón, en alguna ocasión también en una era (la de Arcadio Jiménez). Si el tiempo no acompañaba se celebraba el baile en el salón del ayuntamiento.
Era costumbre en las fiestas hacer alguna rifa como podían ser rosquillas o alguna prenda. Se preparaban unos boletos numerados que compraban los forasteros y la gente del pueblo.

Los músicos que venían eran el Santos del pueblo riojano de Garranzo que tocaba el clarinete y el Indalecio del pueblo de Leria que tocaba el tambor.
Años más tarde venían músicos de San Pedro Manrique: Juan José al violín y Beni con la trompeta. Otros años venían tres hermanos del pueblo riojano de Muro de Aguas: Pepe que tocaba el violín, Guillermo que tocaba la guitarra y otro más tocando la trompeta.
Los músicos se alojaban un año en cada casa por orden correlativo entre el vecindario.

Venía la juventud de Buimanco, Vea, Armejún, Peñazcurna, Valdeperillo....
A todos se les invitaba a comer y a cenar. Se mataba una oveja vieja para la ocasión, se hacían rosquillas, magdalenas y dulces en el horno comunal, se compraban botellas de licor para la ocasión y los jóvenes hacían el zurracapote.
En primavera, los domingos por la noche los mozos hacían rondas por el pueblo tocando la guitarra y cantando canciones a las puertas de las casas donde había mozas.
Los domingos y días de fiesta los jóvenes acostumbraban a jugar a la pelota en el frontón, se jugaba al mus o se hacía baile en el salón del ayuntamiento con música de guitarra. Las mujeres se reunían a contar historias y jugar a la brisca.

Cada domingo se celebraba misa en la iglesia parroquial de Valdemoro. El cura primeramente venía de Vea en la persona de don José. Posteriormente el cura venía desde Buimanco, don Pedro Nolasco, don José Luis Eguizabal (natural de Prejano en La Rioja) o don José Soto (natural de Albelda en La Rioja) eran algunos de los que acudían a oficiar los actos religiosos. Siempre solían hacer el trayecto entre Buimanco y Valdemoro andando.
El médico residía en San Pedro Manrique. Don Epifanio primero y luego don Manuel (era dentista también) fueron algunos de los que se desplazaban a visitar a los enfermos por los pueblos de la comarca. Iba montado a caballo aunque en ocasiones había que ir a buscarlo con un macho.

"En una ocasión que contaba yo con unos cuatro años de edad me caí desde el balcón situado en la primera planta hasta el suelo y a pesar de que el vestido que llevaba puesto hizo de "paracaídas" y amortiguó la caída, mi padre se asustó por las consecuencias que pudieran derivarse del golpe e hizo llamar al médico de San Pedro.
Una vez que llegó don Manuel y en vista de que el golpe no era mayor cosa refunfuñó malhumorado dirigiéndose a mi madre: ¡¡Y para esto me han hecho venir!! ARACELI JIMÉNEZ.


El cartero recogía la correspondencia en San Pedro Manrique y posteriormente la repartía en los pueblos que tuviera asignados. Primeramente venía de Vea, posteriormente lo hacía Florentino de Villarijo, a este le sucedió Isidro que era de Buimanco, siendo el último Vicente Pastor, residía en Valdemoro y todos los días se hacía el trayecto de seis horas entre ida y vuelta a San Pedro a por la correspondencia y la repartía en su pueblo y en Buimanco.

En septiembre se cortaban lotes de robles en la dehesa y se sorteaban. El ayuntamiento daba un litro de vino por vecino y día para la ocasión.
Se arreglaban los caminos una vez al año y se decía "ir de vereda".
Tanto para las juntas de ayuntamiento como cuando venía el tío Joaquin, el herrero de Ambasaguas se acudía al toque de campana.
En septiembre una vez recogida la cosecha, los mozos celebraban "las machorras". Se compraba una oveja gorda y a ser posible machorra. Se mataba para consumirla, a lo cual se invitaba a las mozas, mientras que duraba la fiesta se bailaba al son de guitarras. Unos días de mucho alborozo entre la juventud.
El día de Todos los Santos, por la noche y después de cenar los mozos rezaban y cantaban el rosario por la calle. Iban a la iglesia, cogían dos farolas que se encendían y con una cruz y una campanilla una comitiva de jóvenes iba por el pueblo entonando una tonada un poco quejumbrosa durante el rosario. Al mismo tiempo dos mozos subían al campanario y en cada vano de las campanas ponían una luz y tocaban a muerto. Como todo el pueblo estaba a oscuras (aún no había llegado la luz eléctrica), el conjunto de la iluminación y el sonido recreaba en el ambiente una atmósfera patética y lúgubre.

"En invierno las mujeres se juntaban a pasar la velada nocturna en algún lugar que no hiciera mucho frío y se hacía el "trasnocho". Cosían, jugaban a cartas o se contaban historias. También los mozos acudíamos, se hacían bromas y chistes y se pasaba bien. Una de las bromas consistía en poner en un recipiente lumbre y guindilla picada, se llamaba "pimentonada". Irritaba los ojos y la garganta y no se podía estar allí, había que salirse. Cosas de entonces". PABLO JIMÉNEZ.

Las Pozas, el Arenal, el Pozo Mingarro, la Redondilla, la Peña Belio, las Arrañes, el Huerto de las Tronzas, la era de Las Campanas o el Chorrón entre otros nombres quedaran para siempre como parte de la toponimia local en el recuerdo de las gentes que habitaron Valdemoro.

En los años 50 y 60 la gente se iba marchando de Valdemoro debido a que el progreso no aparecía por el pueblo. La productividad de la tierra era escasa, el pueblo tenía malos accesos, solo deficientes caminos de caballería. Los jóvenes no querían seguir viviendo en el campo y la gente mayor iba falleciendo.
Fueron buscando acomodo en pueblos industriales de La Rioja como Calahorra, Arnedo, Alfaro o en la propia capital riojana. Otras familias buscaron empezar una nueva vida en Zaragoza, en Soria o en Sevilla, y los más atrevidos dieron el salto cruzando "el charco" y se fueron hasta Argentina.
Patrimonio Forestal del Estado expropió todas las tierras para la repoblación forestal de pinos.

Qué me has dado Valdemoro?
pueblo siempre recordado
que aunque solitario estás
para mi serás siempre amado.

Qué me has dado Valdemoro?
que recordando el pasado
tanta nostalgia sentimos
y hoy solitario has quedado.

Que me has dado Valdemoro?
qué las gentes que tú has dado
a pesar de amarte tanto
te han entregado al Estado.
JOSÉ MARÍA JIMÉNEZ


Hacía el año 1962 se acabó para siempre el ciclo de vida en Valdemoro cuando cerraron la puerta de su casa Basilio Jiménez y Basilia Hernández (natural de Vea). Vivían también con ellos sus hijos: Manuel, Antonio, Nilda, Emilio, Juan Jesús y la abuela Francisca. Se marcharon a Logroño.

De los hombres que un día habitaron este pueblo
quiero rendir homenaje
a un hombre puro y sincero,
pequeño en estatura
y agudo en el ingenio
que supo sacarle a la tierra
el fruto con esmero.
Él se llamaba Basilio
y nos espera en el cielo,
él descansa en Logroño
ya muy lejos de su pueblo.
CÉSAR JIMÉNEZ


Visitas realizadas en junio de 1997 y diciembre de 2018.

Agradecimiento a Araceli Jiménez por su entusiasta colaboración para dar forma a este reportaje sobre su querido y añorado pueblo.

Han colaborado:
Pablo Jiménez
Aracelí Jiménez
Esperanza Jiménez
Ignacia Jiménez.
Otra fuente de información:
-Libro: Este es mi pueblo "Valdemoro" de Araceli Jiménez.


PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.


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A punto de llegar a Valdemoro


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Aparecen las primeras edificaciones junto al camino que lleva a Armejún. El transformador de la luz a la derecha.


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Entrando a la plaza

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La casa de "Los Manolones" a la derecha y la casa de Nicomedes a la izquierda. Entre medias se divisa el transformador de la luz. La vegetación a sus anchas.

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Portada de acceso al templo en arco de medio punto. Cruz latina tallada en la clave, la cual corre serio peligro de desprenderse.


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Interior del templo.


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La iglesia y el pueblo contemplándose mutuamente. Si los edificios tuvieran expresiones llevarían una profunda carga de tristeza en sus piedras viéndose lo que fueron y lo que son ahora.


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Casas del barrio Bajero y transformador de la luz. El camino lleva hasta Buimanco y posteriormente a Taniñe.



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Torreta del transformador de la luz. La energía eléctrica llegó a Valdemoro en 1954 por medio de un tendido eléctrico proveniente de San Pedro Manrique.


 
Ventosa del Ducado ( Soria)



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En la sierra Ministra, en el limite de la provincia de Soria con la de Guadalajara se asienta sobre un cerro de roca caliza el pueblo de Ventosa del Ducado.
Algo más de una veintena de casas (en el siglo XIX fueron más) componían este pueblo perteneciente al ayuntamiento de Miño de Medinaceli.
Sus 1220 metros de altitud y encontrarse en un terreno pelado y sin protección alguna les hacía padecer unos inviernos rigurosos en extremo. Para ello utilizaban la leña de encina, muy abundante en sus montes, con la cual calentaban la lumbre en las cocinas.
Se hacía una tala comunitaria y se repartía entre los vecinos.

"Desde mediados de noviembre hasta últimos de marzo y principios de abril estaba nevando continuamente. En ocasiones abrías la puerta de casa por la mañana y te la encontrabas totalmente tapada por la nieve. Había que abrir camino con una pala hasta la casa del vecino". EUGENIO DE FRANCISCO.

La luz eléctrica llegó al pueblo en el año 1939 por medio de una linea que venía desde Miño, la cual se inauguró siendo alcalde Bienvenido de Francisco.
Los candiles de aceite y de carburo se utilizaban para las cuadras o para cuando se iba la luz.
El término municipal era de tierras de floja calidad y poco productivas.
Trigo y cebada eran sus principales producciones agrícolas.
Venían segadores de La Mancha y de Extremadura en la época de la siega.
Se llevaba el grano a moler a la fabrica de harinas de Miño.

"En los años del estraperlo se iba al molino de Alboreca por las noches a moler. Se les ponían trapos en las pezuñas de las caballerías para que no hicieran ruido. En otras ocasiones se molía el trigo con un rudimentario molinillo casero.
Mi padre decía que prefería dárselo a los mulos antes que entregarlo a los del Servicio Nacional del Trigo debido al bajo precio que lo pagaban".
EUGENIO DE FRANCISCO.


La oveja era el animal que predominaba en la ganadería, rebaños que variaban según la casa, de las 90 cabezas hasta las 300 que llegaban a tener algunas. Cada familia sacaba las suyas.
Las cabras se sacaban juntas todas las del pueblo, de ello se encargaba algún miembro de la familia que le tocara por turno rotatorio y en un tiempo establecido.

Una vez acabada la época de la trilla se contrataba a alguna persona para que sacara las mulas del pueblo a pastar durante un mes aproximadamente (que solía ser en septiembre) puesto que durante ese tiempo no tenían actividad los animales, hasta que ya nuevamente empezaban las faenas del campo.
Periódicamente venía un tratante a comprar los corderos para su posterior traslado a Barcelona.
Se mataban dos o tres cerdos al año según las necesidades de cada casa. Ritual que era muy celebrado. Días de mucha armonía y ayuda de unos a otros a nivel de familiares o vecindad.
Se cazaban perdices, codornices, conejos y liebres lo cual suponía un alimento extra en las cocinas.

"La comida variaba poco, patatas con congrio para el desayuno, cocido para comer y sopa para la cena. Se mataba una oveja vieja y se iba echando la carne en el cocido". EUGENIO DE FRANCISCO.

El cura venía andando desde el pueblo guadalajareño de Olmedillas. En el trayecto si veía a alguien labrando les echaba la bronca por trabajar en domingo.
El médico venía desde el pueblo de Yelo. Solía desplazarse en caballo a visitar al enfermo.
Había que ir a la farmacia de la estación de Miño a comprar los medicamentos.
El cartero llegaba desde Miño andando a repartir la correspondencia.
El barbero lo hacia desde Yelo.

Celebraban la fiesta patronal el día 7 de octubre en honor a la Virgen del Rosario. Solamente duraba un día. Se hacía una misa y después la procesión por las calles del pueblo.
El cura acostumbraba a ir por las casas deseando unas felices fiestas y le obsequiaban con una copa de anís y unas galletas.
Se solía matar un cordero en cada casa para dar de comer a familiares y allegados.
Se hacía una ronda por el pueblo amenizada con música de guitarra, laúd y violín que tocaba alguno de los mozos (los domingos se hacía baile a nivel local con la música de estos mismos mozos).

Los hermanos Castaño del pueblo de Conquezuela con guitarra y laúd eran los encargados de amenizar el baile, el cual se hacía en un salón destinado a tal efecto, situado debajo de la escuela.
La juventud de Horna, Alboreca, Conquezuela y Olmedillas solía desplazarse en buen número a participar de las fiestas de Ventosa.
En Carnavales era costumbre que se disfrazaran los mozos y hacían la Quema del Judas por parte de los quintos de ese año.

"Los Reyes Magos nos dejaban una naranja o dos onzas de chocolate por ejemplo. Nunca conocí juguete alguno en el pueblo. Nos fabricábamos nosotros mismos cualquier artilugio y con eso nos entreteníamos". EUGENIO DE FRANCISCO.

Se desplazaban hasta la estación de Miño en mulos para comprar en la tienda de coloniales de Arturo productos de primera necesidad que no había en el pueblo. Tal era el caso de arroz, azúcar, pescado, chocolate, albarcas, ropa y tantas cosas que había en este voluminoso edificio que hacía las veces de harinera y ultramarinos.

Uno de Yelo traía el vino en pellejos procedente de Calatayud para su venta.
Cada dos o tres años algún vecino estaba encargado de tener vino en almacén para cuando se solicitara.
Desde Romanillos de Medinaceli solía venir un vendedor ambulante vendiendo diversa variedad de fruta.
De Beltejar venía un arriero con manzanilla, pez para untar, aceite... y de paso compraba huevos.

Los duros inviernos, la tierra poco productiva, el problema del agua que lo tenían a quince minutos del pueblo y lo tenían que subir por una empinada pendiente, las ganas de buscar una mejora de vida, las malas comunicaciones.... Todos ellos fueron factores determinantes para que los ventosinos fueran buscando la salida de la emigración.

Jacinto de Francisco con su marcha a Bilbao a últimos de los 40 fue el que empezó con la sangría de la despoblación en Ventosa. Varias familias le siguieron en su camino hacía el País Vasco. Otras familias optaron por Barcelona y las restantes lo hicieron a Madrid.
La carretera llegó a mediados de los 80 pero ello no fue suficiente atractivo ni para retener a los que quedaban ni para hacer volver a los que ya se habían ido.
Ventosa del Ducado en la actualidad es un pueblo que agoniza, solo dos casas se mantienen abiertas, con un registro poblacional de tres habitantes durante todo el año.

Agradecimiento a Eugenio de Francisco. Agradable tarde en su casa de Madrid oyendo sus recuerdos y vivencias del pueblo en el que pasó los primeros años de su vida.
Gracias a su hija Inma de Francisco por su interés y su colaboración como intermediaria para tratar de que no se pierda la memoria de Ventosa del Ducado.


Visita realizada en marzo de 2019.

PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.



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Una de las antiguas entradas que tenía el pueblo.


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Calle de Ventosa. Solidez en las paredes. Una "alfombra" verde hace las veces de pavimento.


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La iglesia parroquial de San Miguel Arcángel, En flamante estado de conservación en su aspecto exterior. A su izquierda el cementerio.


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Plaza de la iglesia. En la pared lateral del templo acostumbraban los jóvenes a jugar al frontón.


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Edificio de la escuela. La parte de la izquierda era la vivienda del maestro. La parte de la derecha era la escuela, situada en la planta de arriba a la que se accedía por una escalera exterior (ya caída). La planta de abajo era el salón de baile.



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Horno comunitario. Se hacía pan una vez a la semana. Cada mes una familia se encargaba de mantener el horno en buen estado.


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La misma calle en sentido inverso. La hiedra presente. ( Calle Ventosa)


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Sugerentes rincones que aparecen en el entramado urbano de Ventosa.


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La fuente. A quince minutos del pueblo. Hasta aquí bajaban y luego subían por una empinada pendiente para llevar el agua en caballerías a las casas.


 
Yuba ( Soria)



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Agradecimiento para Vicente García Cruz, agradable informante del pueblo que le vio nacer y donde discurrió su infancia. Añoranza del pueblo en la distancia.

Fantástico y enigmático este escondido pueblo de Yuba. Enclavado en un paraje recóndito de gran belleza, se sitúa encaramado sobre una loma encima del barranco que forma el arroyo Valladar en su búsqueda del río Jalón. Precioso lugar este antiguo pueblo de renteros, sus habitantes pagaban la renta a un cura residente en Medinaceli, sin que se supiese con exactitud quien era el propietario del pueblo y de las tierras, algo que venía de siglos pasados.
Doce viviendas conformaban Yuba, dedicadas sobre todo al pastoreo de las ovejas, su principal fuente de recursos, del que aprovechaban los corderos para su venta a carniceros de Medinaceli y su posterior traslado a Barcelona.

La agricultura se componía casi en su totalidad de trigo y cebada aparte de los pequeños huertos para consumo propio.
Iban a moler el grano al molino de Lodares.

Otros recursos complementarios en la economía de los vecinos eran las nueces y las perdices. Nogales había en gran número junto al pueblo, de tal manera que muchos vecinos las vendían o bien las intercambiaban en fanegas por otros productos con gente de pueblos cercanos. Las perdices abundaban en sus montes, y en menor medida los conejos y liebres, y como casi todos los yubatos eran aficionados a la caza no faltaban estas aves en las cazuelas de las casas.

El cura (don Segundo) venía desde el pueblo de Medinaceli.
De Beltejar venia el médico en casos extremos.
El cartero (tío Celedonio) recogía la correspondencia en Medinaceli y la repartía andando por Valladares, Las Llanas, Yuba y Corvesin.

El 24 de agosto celebraban las fiestas patronales en honor a su patrón: San Bartolomé, con una procesión por el pueblo, una misa y el baile como actos principales. Baile que se realizaba en una era o en la pequeña explanada delante de la ermita, amenizado por la guitarra y la bandurria con músicos venidos de Beltejar.
De Corvesin, Valladares y Blocona se desplazaban familiares y amigos para acompañar en la fiesta. Eran típicas las tortas amarillas que se acompañaban de vino rancio o anís.
El 24 de septiembre celebraban la fiesta pequeña (San Bartolillo).

Por el camino de Corvesin, principal salida hacia el exterior se desplazaban los yubatos a Medinaceli a realizar compras grandes, a pagar la renta o para coger el tren cuando tuvieran que hacer algún desplazamiento largo.
Por la otra salida se dirigían a Blocona donde estaba la fragua para cualquier apaño que les tuviera que realizar el herrero.
De Beltejar solía venir un vendedor ambulante (Narciso) con una mula vendiendo fruta, chocolate, jabón, azúcar y otros productos y a su vez compraba huevos. Otro vendedor solía venir desde Jubera vendiendo ropa. De Maranchón (Guadalajara) venia el tío Ceronero a comprar cerones (residuos de los panales de la cera).

Yuba tenía su vinculo con el misterio como cualquier otro pueblo y así en sus inmediaciones se encontraron huesos humanos, monedas de la época de los Reyes Católicos y en el camino de Corvesin había un lugar llamado la Cueva del Bosque, con una entrada a gatas de unos dos metros y luego una amplia estancia donde se podía poner en pie y hasta donde llegaron en más de una ocasión los jóvenes del pueblo, pero de donde no se atrevieron a seguir por el interior a ver hacia donde llegaba por no tener medios adecuados para hacerlo. Tampoco faltaban en las inmediaciones del pueblo lugares de resonante entonación como el Risco de la Peña del Perro o la fuente de la Peña la Mora.

A pesar de vivir en un lugar de gran belleza la vida aquí era muy dura y fue lo que determinó la marcha de los vecinos.

"Vivir en Yuba era bastante duro, los inviernos eran muy fríos con abundantes nevadas, los caminos eran de caballería y estábamos mal comunicados, las tierras eran malas para la agricultura y las ovejas estaban en las parideras un poco retiradas del pueblo y había que ir a atenderlas diariamente. La luz eléctrica nunca llegó al pueblo, nos iluminábamos con los candiles de aceite y de carburo. En el año 58 nos marchamos nosotros y apenas quedaron seis familias en el pueblo que fueron marchando acto seguido, hacia el año 60 y 61 ya se quedó vacío el pueblo". VICENTE GARCÍA.

La gente se repartió por varios sitios: a Madrid, Zaragoza, Barcelona, Arcos de Jalón y a los pueblos de colonización como Frula (Huesca) y Ontinar del Salz (Zaragoza).
Así sucumbió este pueblo al abandono, aunque en años posteriores se siguieron reuniendo los antiguos vecinos el día de la fiesta donde se oficiaba una misa en la ermita para después hacer una comida campestre junto a la fuente a base de costillas y sardinas a la brasa, acto que se perdió con el paso de los años. El pueblo lo adquirió un particular de Medinaceli años después y se ha venido utilizando como coto de caza y refugio de cazadores.

Lodares y Valladares,
Las Llanas y Corvesin,
hacen un concejo ruin,
y al lado esta Yuba,
que para nada les ayuda.



Visitas realizadas en marzo de 1996 y septiembre de 2010.

PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.



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Entrada al pueblo por el camino de Blocona.


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La ermita de San Bartolomé con el cementerio anexo.


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La casa del tío Mariano con su horno adosado a la fachada, a la izquierda el cementerio y la ermita.


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La ermita de San Bartolomé y la casa de la maestra.


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La casa de la maestra al final de la calle.


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Calle principal de Yuba, en primer término la ermita, a mitad de la calle las zarzas y la maleza impiden el paso y han taponado la entrada a la casa del tío Juanito.


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La casa del tío José cierra la calle en su parte de arriba.


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Calle de Yuba. La casa del tío Miguel a la izquierda y la del tío Eustasio a la derecha.


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La fuente de Yuba.


 
Fontscaldetes ( Tarragona)



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A 575 metros de altitud, en la falda de la Serra Voltorera se ubica el despoblado de Fontscaldetes en disposición alargada.
Situado en la comarca del Alt Camp y perteneciente al municipio de Cabra del Camp, estaba compuesto por unas ocho viviendas.
A últimos de los años 30 contabilizaba un total de treinta y cinco habitantes.

Nunca llegó la luz eléctrica ni el agua a sus casas y la cabecera municipal la tenían a algo más de una hora de camino.
Fríos inviernos padecían por estar en zona montañosa para lo cual se abastecían de leña de pino, encinas y robles con la que calentar la lumbre que daba calor a los hogares.

El trigo, los almendros y las viñas eran sus principales producciones agrícolas. Iban a moler el grano a la Harinera de Valls.
Las ovejas y las cabras conformaban la ganadería de las casas de Fontscaldetes.
Los conejos, liebres y perdices suponían un aporte alimenticio extra en las cocinas.

Aunque tenían iglesia, solo se abría el día de la fiesta y en ocasiones especiales por lo que se tenían que trasladar a Cabra del Camp para todo tipo de oficios religiosos (misa dominical, bautizos, comuniones, bodas, defunciones).

Tampoco hubo escuela en Fonstcaldetes por lo cual los niños hacían el recorrido de una hora hasta la de Cabra del Camp. Algunos niños iban a la de El Pla de Santa María según la conveniencia si tuvieran allí familiares.

El médico tenían que ir a buscarlo a Cabra del Camp en caso de extrema gravedad, sino era el enfermo el que acudía al pueblo a consulta.
Para hacer compras iban hasta Cabra del Camp o bien se acercaban hasta El Pla de Santa María donde había mercado semanal los lunes. Para compras de mayor envergadura se desplazaban hasta la capital comarcal, Valls donde había dos mercados semanales.

Celebraban sus fiestas patronales el domingo siguiente al día 15 de agosto (La Assumpció de La Mare de Déu). Una misa y el baile en la plaza amenizado por un acordeonista era lo que daba de sí el día festivo. Gentes de Cabra del Camp y de El Pla de Santa María acudían ese día a Fontscaldetes para participar de la fiesta.

La gente joven se desplazaba los domingos por la tarde hasta Cabra del Camp para participar de los bailes locales que allí se daban o asistir al cine.

En los años 40 y 50 la gente fue marchando de Fontscaldetes debido a la ausencia de servicios básicos y a la búsqueda de una mejor calidad de vida que podían encontrar en otros lugares.

Una parte de sus vecinos se quedaron en los dos pueblos cercanos, Cabra del Camp y El Pla de Santa María y algunos otros se fueron a Valls.
Josep Baldrich y su familia de Cal Jeroni fueron los últimos en marchar de Fontscaldetes. Hecho que sucedió en 1964, instalándose en Cabra del Camp.
Muchos años de abandono y olvido hasta que en 2008 un grupo de voluntarios (en su mayoría gente de Cabra del Camp) crearon la Associació d´amics de Fonscaldetes para dar brillo y volver a poner el nombre del pueblo en su sitio. Han desescombrado y desenmalezado el Carrer Major, han rehabilitado la iglesia y acondicionado su entorno, lo mismo que la fuente. Han recuperado la Festa Major de Fontscaldetes y hay nuevos proyectos en mente.

Fuentes de información:
Blog. http://fontscaldetes.blogspot.com.es/
Libro. Els Pobles oblidats.
Conversación con un vecino de El Pla de Santa María.

Visita realizada en julio de 2016.

PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.

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Entrando a Fontscaldetes.


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Las primeras viviendas en aparecer ya son un ejemplo de la situación en que se encuentra el pueblo.


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Cal Martí. Antaño una de las casas fuertes de Fontscaldetes. Conserva todavía a duras penas unas arcadas entre sus muros.



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Carrer Major.


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Cal Bella y la parroquial.


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Fachada principal de la parroquial y plaza de la iglesia. Portada en arco de medio punto. Óculo de iluminación. Espadaña de dos cuerpos. La campana fue presa de los expoliadores.


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Interior de la iglesia. El vandalismo ha dejado su marca.


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La font de Fontscaldetes.


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Lavadero. El más pequeño era el que utilizaban las mujeres para lavar quedando el grande como balsa en la que acumular agua para el riego de los huertos próximos. Ambos recibían el agua de la fuente por medio de una canalización subterránea


 
Remullá ( Tarragona)



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A 315 metros de altitud en un suave vallejo bajo la Mola de la Viuda se sitúa ésta preciosa pedanía de Vandellòs. Formada por una veintena de viviendas, casi todas alineadas en una sola calle formando hilera.
Vivían mayormente de la agricultura (viñas, almendros y avellanos) y la ganadería (cabras).
Algunas casas tenían prensa propia para elaborar el vino. Las almendras eran vendidas a un comerciante que las llevaba a Reus. Los cabritos se vendían a un tratante de L´Hospitalet de
l´Infant.
Muchos conejos había en su término, que una vez cazados suponían un buen aporte gastronómico en las cocinas de Remullá.
Para abastecerse del pan iban a comprarlo a Vandellòs, donde también hacían compra regularmente de productos que no hubiera en la aldea.
Leña de pino y en menor medida de almendros era lo que utilizaban para calentar las cocinas en el hogar. Algunas familias hacían carbón para llevarla a vender a Tarragona en un carro.

A Vandellòs se desplazaban para todo tipo de actos religiosos (misa dominical, bodas, bautizos, entierros).
Los niños hacían diariamente los dos kilómetros que separaba Remullá de Vandellòs para asistir a la escuela.
El médico, don Alfredo Simón venía andando desde Vandellòs a visitar al enfermo cuando la ocasión lo requería.
El cartero se desplazaba desde Vandellòs hasta L´Hospitalet a recoger la correspondencia y luego la repartía por todas las aldeas, aunque si algún vecino de Remullà acudía al pueblo por cualquier asunto se llevaba la correspondencia para repartirla luego por las casas.

Remullá celebraba su festa major el día 8 de mayo en honor a Sant Miquel. Se mataba un cabrito en cada casa para compartir con familiares y allegados y se celebraba el baile al son de guitarra y bandurria con músicos venidos de Vandellòs.
La juventud de Remullá se desplazaba los domingos a Vandellòs para participar del baile que se daba por la tarde y asistir por la noche al cine que había en el pueblo.

Su mayor densidad demográfica la alcanzó a principios de siglo XX con más de treinta familias viviendo en la aldea y con una población que rondaba los ciento cincuenta habitantes. En los años 20 va a comenzar la decadencia poblacional, hecho que se paraliza durante la guerra civil e incluso aumenta de población debido a que varías familias de Vandellós y L´Hospitalet buscaron refugio aquí durante la contienda. En los años cuarenta y cincuenta la emigración ya fue imparable, llegándose a 1950 con apenas 20 habitantes, para quedarse definitivamente vacío en 1962 con la marcha de los últimos vecinos.

Como no podía ser de otra manera Vandellòs acogió a gran parte de las gentes de Remullá. En el pueblo disponían de todo tipo de infraestructuras y servicios (luz, agua, escuela, médico...) y de paso el cabeza de familia se desplazaba diariamente hasta la aldea para seguir trabajando las tierras.
Después de estar bastantes años en el olvido (aunque sus tierras siguieron siendo trabajadas), parece que se va iniciando una lenta recuperación. Se ha asfaltado el camino, se han rehabilitado algunas viviendas. Se ha reconstruido la casa del pueblo como albergue y se ha recuperado la festa major en honor a Sant Miquel, realizándose una misa en la iglesia de Vandellós y a continuación una procesión con el santo hasta Remullá, luego todos los asistentes participan de una comida de confraternización.

Visitas realizadas en julio de 2007, julio de 2016 y julio de 2017.

PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.


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Dos solitarias viviendas junto al camino anteceden al núcleo central de Remullá. Han perdido la cubierta y en su interior ha crecido toda clase de vegetación, incluido pinos.


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Comienzo del carrer Major de Remullá. La calle se arquea ligeramente.


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Carrer Major en 2007. No había llegado el asfaltado de la calle ni la rehabilitación de algunas viviendas.


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Carrer Major en sentido ascendente.


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Hacia mitad de calle. Algunas viviendas han ido perdiendo la altura original con el desplome de parte de la fachada.


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El mismo tramo del carrer Major en 2017. Cal Domenech en primer plano. La compró el ayuntamiento de Vandellòs y la rehabilitó como albergue y casa de turismo rural. El día de Sant Miquel es utilizada por las gentes que acuden a participar de la fiesta si el tiempo no permite realizar las actividades en el exterior.

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Hacía la salida de Remullá.

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La font de Remullà. Conocida por las gentes del lugar como la font del Rentador o la font de la Canaleta. Lavadero anexo. En temporadas venían hasta aquí mujeres de Vandellòs a lavar la ropa debido a que el lavadero del pueblo era pequeño y a veces estaba escaso de agua.


 
Marmellar (Tarragona)




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A 525 metros de altitud en la comarca del Baix Penedès se sitúa el precioso despoblado de Marmellar.
Diez casas componían el núcleo urbano, además de un buen número de masías en los alrededores.
Nunca conocieron la luz eléctrica, teas, candiles y velas eran sus fuentes de iluminación, más tarde llegaron las lámparas de carburo.

Recogían leña de pino del monte para calentar la lumbre en las cocinas. También se hacía carbón para cocinar.
"Sobre el año 44 o 45 cayeron unas nevadas de un metro que duraron varios días. Mi padre salía a atender a los animales y a por agua, no se podía hacer nada más" ROSA FIGUERES.

Las casas tenían cisternas para recoger el agua de lluvia. Servía para beber los animales y para la lavar los cacharros.
El agua para consumo iban con botijos y cántaros a un pozo situado a diez minutos del pueblo.
Las mujeres iban a lavar a la balsa de la masía La Moja situada a media hora de Marmellar. Cargaban la ropa en cestos y la traían mojada al pueblo para allí ponerla a secar.

Sus tierras de cultivo estaban sembradas de trigo, avena, cebada y garbanzos principalmente.
Iban a moler el grano a los molinos de Els Monjos, Vilafranca o El Vendrell indistintamente.
Aunque había hornos en las casas del pueblo ya no se hacía el pan en ellos, se llevaba la harina a los panaderos de El Pla y de Aiguaviva y ellos entregaban el equivalente en pan (ochenta panes por cada cien kilos de harina).
Algunas familias tenían rebaños de ovejas y cabras. Cabritos que se llevaban a vender al Pla de Manlleu.
En el monte se cazaban conejos y perdices.

"Tanto los conejos de monte como los caseros los compraba uno de Barcelona o se llevaban al mercado de El Vendrell a vender". MAGÍ MOLINA.

"Los tocinos (cerdos) se vendían a un señor de Torrelles de Foix que venía con un camión a por ellos mientras que los bueyes se vendían a uno de El Vendrell que también venía con un camión". ROSA FIGUERES.

Dos días duraba la festa major de Marmellar, la cual se celebraba el último domingo de octubre.
Pasodoble, fox, vals o polka eran alguno de los ritmos musicales que amenizaban los músicos para hacer bailar a los presentes.

"Después de la misa se hacían cuatro bailes (llamado baile del vermut), por la tarde se hacían ocho bailes y dieciséis por la noche". MAGÍ MOLINA.

La orquesta La Sensació de El Vendrell o la orquesta La Aspiració de Sant Sadurni eran las encargadas de amenizar el baile.
Violín, saxofón, clarinete, trompeta, contrabajo eran algunos de los instrumentos que portaban estos músicos.

"Se contrataba un día una orquesta y al otro día otra distinta, salía más económico debido a que no había que darles alojamiento, pues hay que tener en cuenta que alguna de las orquestas estaban formadas por once músicos. Dichos músicos se repartían por las masías para comer y cenaban en el pueblo.
Un día o dos antes de comenzar las fiestas íbamos todos los jóvenes a reparar los baches del camino y a allanarlo bien todo para que pudiera llegar la furgoneta de la orquesta. Por la cuenta que nos tenía se quedaba todo el camino perfecto. Si el vehículo no podía llegar no había baile". MAGÍ MOLINA.


Era costumbre matar un cordero en las casas en estos días festivos para compartir con familiares y allegados.
No había procesión en esta fiesta (se realizaba durante la Semana Santa).
Acudía en buen número la juventud de Aiguaviva, El Pla y Sant Marc.
Sant Isidre era el patrón de Marmellar y por ello el 15 de mayo se celebraba la fiesta pequeña.
Los domingos se realizaba baile a nivel local entre la juventud de Marmellar y las masías. Se celebraba en el salón de baile de Cal Taberner.

"Se hacía baile los domingos con un manubrio que se traía desde Valls. Había que ir a recogerlo con un carro hasta la estación de L´Arboc. Cuando venían por el camino hacía el pueblo ya lo hacían sonar para que se supiera que estaba llegando". MAGÍ MOLINA.

Hubo cura residente en Marmellar hasta el comienzo de la guerra civil. Posteriormente venía a oficiar los actos religiosos desde Aiguaviva mosén Josep Cucurull y ya en los últimos años era mosén Alejandro el que realizaba tal cometido.
El médico (doctor Mateu) venía desde El Pla de Manlleu primeramente andando y luego a caballo.
Jaume Palau era el cartero que llevaba la correspondencia a Marmellar. Hacía el trayecto andando desde Aiguaviva.
Pocos años hubo escuela en Marmellar. Se habilitó Cal Roc como aula. Después de la guerra ya no se impartía enseñanza en ella por lo que los niños tenían que bajar a la escuela de Aiguaviva.

"Tres niños íbamos a la escuela de Aiguaviva en mis años: Alejandro de Cal Ferrer, la Rosa de Cal Taberner y yo de Cal Manso. Nos llevábamos la comida en una tartera y allí comíamos. Se tardaba tres cuartos de hora en llegar. Si llovía mucho o nevaba no acudíamos". MONTSERRAT GALOFRE.

Para hacer compras se desplazaban hasta Aiguaviva donde había un comercio o al Pla de Manlleu donde eran dos los establecimientos de venta de todo tipo de productos que había.
Para compras de mayor envergadura acudían a El Vendrell donde había un animado mercado todos los viernes. Llevaban a vender huevos, conejos o pollos. Había gente que cogía caracoles en el campo y los llevaba al mercado para su venta.
Se aprovechaba para comprar arengadas (sardinas), bacalao, fideos, azúcar, arroz....
Con menos intensidad iban al mercado de Vilafranca del Penedès que se celebraba los sábados.

Algunos vendedores ambulantes aparecían por Marmellar como era Josep de El Pla que venía primero andando y luego con una moto vendiendo ropa.
Un pescadero de Can Ferrer venía vendiendo pescado fresco el cual transportaba en un cubo.
También pescado vendía uno que venía desde Calafell con una camioneta, llegaba hasta la carretera y allí acudía el que estuviera interesado en comprar.

El terreno era escabroso, los caminos eran deficientes, no había servicios básicos por lo que la gente fue marchando del pueblo en la década de los 50.
Las gentes en muchos casos se fueron de masoveros a pueblos del llano como Sant Jaume del Domenys, La Munia, Llorenç del Penedès o Vilafranca del Penedès.

"Mis padres decidieron bajarse de masoveros a Sant Jaume. Aunque trabajabas unas tierras que no eran tuyas y había que repartir con los dueños era más rentable que quedarse en Marmellar. En Sant Jaume eran tierras de mejor calidad al estar en llano y había más servicios en las casas y en el pueblo". MAGÍ MOLINA.

"No había luz en las casas, el médico se fue y no sabíamos si iba a venir otro, así que mis padres ya tomaron la determinación de marcharnos de Marmellar" .
ROSA FIGUERES.


Cal Joan y cal Manso fueron las últimas casas que se cerraron en Marmellar. Lo hicieron en el año 1958.
En los años 60 y parte de los 70 nuevos inquilinos habitaron algunas casas de Marmellar pero eso ya es otra historia.

Informantes:
- Magí Molina de Las Ventosas.
- Montserrat Galofre de Cal Manso.
- Rosa Figueres de Cal Taberner.
- Albert Güell de Sant Marc.


Visita realizada en julio de 2017.

PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.


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Llegando a Marmellar. A la izquierda hacía el barrio de abajo, a la derecha hacía la iglesia.


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Vista parcial del pueblo desde la era de Cal Jamoso. Cal Joan y Cal Roc. Al fondo la torre de la iglesia.


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Cal Taberner y la iglesia de fondo.



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Cal Taberner. Aquí estaba el salón de baile (planta baja) y la taberna (planta de arriba).
La habitó el matrimonio formado por Josep y Dolors. Tuvieron cuatro hijos (Esperanza, Josep, María y Rosa). Se fueron a Cornudella (barrio de Sant Jaume dels Domenys).


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Cal Manso Vell. Se marcharon a Sant Martí Sarroca (Barcelona).

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De camino hacia la iglesia.


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Iglesia de Sant Miquel de Marmellar. Del siglo XVII. Tenía cinco altares. A un costado de la nave queda la torre- campanario de veintidós metros de altura. La campana se la llevó el cura de Sant Jaume dels Domenys para la iglesia de aquel pueblo. A la derecha el cementerio.


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Altar mayor de la iglesia dedicado a la Mare de Déu del Roser. De estilo renacentista.
"Las mozas cuando se casaban ofrecían el ramo de novia a la Virgen de la Mare de Déu". MONTSERRAT GALOFRE.


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Cal Jan Pau. De aire medieval.


 
La Mussara ( Tarragona)



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Población situada sobre un altiplano en la sierra del mismo nombre. Rondando los 1000 metros de altitud, a merced de todos los fenómenos meteorológicos y con una tierra poco propicia para la agricultura. Algo más de veinte casas y treinta y dos masías dispersas en su término formaban el pueblo de La Mussara en el Baix Camp.

Varios de sus vecinos eran medieros, no eran dueños de las casas ni las tierras.
El trigo y la cebada era lo que se sembraba principalmente en el terreno agrícola.
Casi todas las casas tenían un pequeño rebaño de ovejas.
Se mataba un cerdo o dos al año en cada casa.

Conejos y perdices era lo que más abundaba en los montes. Algunos eran para consumo y otros se llevaban a vender a Vilaplana o Reus.
Había algunas familias que se dedicaban a la fabricación del carbón y lo llevaban a Reus a vender.
Sobre 1919 llegó la luz eléctrica a La Mussara. Atrás quedaron los candiles de petroleo, de aceite o las teas.
Sin embargo el agua corriente nunca llegó hasta las casas mussarencs con el añadido de que tenían que ir a buscarla a una fuente situada a veinte minutos del pueblo y que en ocasiones manaba poca agua.

Bajaban a Vilaplana a comprar productos alimenticios que no se dieran en La Mussara como era el pan, bacalao, arengadas (sardinas)...
Cuando el desplazamiento era a Reus aprovechando los días de mercado a la vez que llevaban huevos, leña, conejos u otros productos a vender hacían también compra de alimentos como los que podían hacer en Vilaplana.
Había dos tabernas en el pueblo (Cal Cassoles y ca L´Estudiant).

Hubo mosén residente en La Mussara hasta la guerra civil. Posteriormente venía desde La Febró en alguna caballería.
El médico llegaba desde el pueblo de Alforja y más tarde subía el de Vilaplana.
Alrededor de una quincena de niños asistían en los años cuarenta a la escuela de La Mussara situada en la abadía. Algunos niños tenían que hacer un recorrido diario cercano a la hora de trayecto desde las masías más alejadas.
Doña Florentina, doña Pura o doña Rosa son algunas de las maestras que impartieron enseñanza a los niños mussarencs.

La festa major hasta los primeros años del siglo XX era el 6 de agosto en honor a Sant Salvador pero como quiera que les pillaba en plena faena de la trilla la cambiaron al 15 de mayo para Sant Isidre al cual le tenían mucha devoción los mussarencs, no en vano había dos imágenes de éste santo en el interior del recinto parroquial.
Hasta la guerra civil fueron unas fiestas muy renombradas en la comarca, en los años posteriores ya fue perdiendo mucho protagonismo. De hecho acabó por no celebrarse procesión.
Se acostumbraba a matar un cordero en cada casa y de postre no faltaban los orelletes o los flanes.
Acudía la juventud de La Febró, Arbolí, Gallicant, Capafonts,
L´Albiol...

Había costumbre de plantar un pino bien grande en la plaza y tenerlo allí todo el mes de mayo. Una vez pasado el mes se arrancaba, se vendía a alguna empresa maderera y se repartían los beneficios.
El baile se hacía en la plaza amenizado por un acordeonista.
Se daba la curiosa circunstancia de que en el pueblo había dos bandos políticos bien diferenciados (el equivalente a lo que sería ahora la derecha y la izquierda) lo que se traducía en las diferencias sociales y que tenía también trascendencia en las fiestas. Así cada partido solía organizar su propio baile en la fiesta, así como los bailes que se hacían a nivel local los domingos (cada uno lo hacía para los suyos en las dos tabernas que había en el pueblo, Cassoles y L´Estudiant).

Sant Salvador como patrón del pueblo se siguió celebrando en agosto pero con menor intensidad que la de Sant Isidre.
Otras fiestas celebradas en La Mussara era el 17 de enero para San Antoní. Ese día se bendecían los animales y no se los podía ensillar ni hacerlos trabajar. Festividad que dejó de celebrarse en los años cuarenta.
Para San Blas, el 3 de febrero, se llevaban a la iglesia diversos alimentos (pan, galletas, frutas) para que fueran bendecidos y una vez comidos libraran a las gentes de todos los males. Se tenía la creencia de que éstos alimentos producían beneficios a las personas que los ingerían. Se comían todos los alimentos en los días próximos a la fiesta excepto una manzana que se dejaba hasta el día veinticinco de marzo, día de La Anunciación. En algunas casas se reservaba también una naranja hasta el Domingo de Ramos.

Después de la guerra al no haber ya mosén en La Mussara el que quería bendecir tenía que ir a La Febró o a Vilaplana.
El Domingo de Ramos se llevaba a la iglesia un ramo a bendecir que luego se colgaba detrás de la puerta para que protegiera la casa durante todo el año. El ramo solía ser de laurel pero también se hacía de arce, una planta que se utilizaba para adornar las calles el día de la procesión.
Otra costumbre muy extendida era el salispàs que se hacía durante la Semana Santa. Era un ritual de purificación que se hacía en todas las casas, usando el agua y la sal como elementos.

Debido a la amplitud del término y la cantidad de masías dispersas éste acto se hacía en tres días, dos para las masías y uno para las casas del pueblo.
En cada casa se esperaba al mosén y a los monaguillos con una mesa puesta donde había un recipiente con agua y un plato con sal. El mosén lo bendecía y después de juntar el agua con la sal la masa resultante era derramada sobre la fachada de la vivienda. Una vez finalizado, el ama de la casa le daba a la comitiva unos huevos, una parte eran para el mosén y otra para beneficio de la iglesia.
El Jueves Santo se hacía una procesión nocturna por las calles del pueblo, la misma se repetía al día siguiente por la mañana.

Si en el siglo XIX su índice poblacional llegaba a los trescientos habitantes, terminada la guerra civil se contaban unos ciento diez el número de personas que vivían en el pueblo, mermando en 1950 hasta los sesenta para quedarse vacío pocos años después.
Los motivos de la emigración acelerada habría que buscarlos en la dureza del clima, la falta de agua, las malas comunicaciones con Vilaplana y los pueblos del llano, la lejanía del médico y las ganas de vivir en otros lugares donde hubiera más comodidades.
Así la mayoría de mussarencs se repartieron entre Vilaplana y Reus.
La familia del mas de Abelló fueron los últimos en marchar de La Mussara, hecho que sucedió sobre 1960, año arriba, año abajo.

Posteriormente hubo algún intento de dar vida a La Mussara pero las iniciativas quedaron en nada.
En la actualidad es muy frecuentado por escaladores, senderistas y aficionados a la naturaleza.

Fuentes de información:
LO PEDRIS (Boletín trimestral de información de Vilaplana).
Pagina web del ayuntamiento de Vilaplana.


Visita realizada en julio de 2016.

PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.



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Sobresaliendo entre una tupida vegetación la torre octogonal de la iglesia indica que el pueblo ya está cerca.


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"La postal de La Mussara"
Es quizá la imagen más difundida del pueblo. La balsa de agua y la iglesia. Esta balsa se llenaba con agua de lluvia y servía para beber el ganado. Detrás de ella y haciendo hilera con la iglesia había un grupo de seis casas de las cuales ya nada queda apenas.


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La iglesia de Sant Salvador


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Interior de la iglesia. Altar mayor.


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Interior de la iglesia. Vegetación, ruina, deterioro. Sin tejado. Puerta de acceso al fondo.


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La abadía, pegada a la iglesia. Después de la guerra ya no hubo cura residente en La Mussara por lo que se usó la planta baja como escuela y la planta de arriba como vivienda de la maestra.


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Ca L´Estudiant. Aquí estaba una de las dos tabernas que había en el pueblo.


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Cal Cassoles


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Ca La Tiana


 
La Garranxa ( Tarragona)



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Hablar de La Garranxa es hablar de viñas. Ayer, hoy y mañana. Siempre ha estado ligada a la producción vinícola esta aldea del municipio de Porrera en la comarca del Priorat.

En la confluencia de dos barrancos, en las primeras rampas de la sierra del Molló se sitúa este apiñado caserío.
No queda nadie con vida sobre la faz de la tierra que pueda decir que ha nacido en La Garranxa.

Ello da una idea de lo lejano en el tiempo que fue su despoblación. Y es que sobre el año 1920 aproximadamente ya no vivía nadie de manera permanente en esta aldea.

En el siglo XIX y principios del siglo XX La Garranxa estaba habitada de continuo. A partir de esos años esta agrupación de casas que llegó a contar con unas ocho viviendas pasó a ser un pueblo de temporada. La de la viña. Solo permanecía habitado tres meses al año. El resto del tiempo la gente vivía en Porrera, aun cuando se desplazara continuamente para atender las fincas.

Era llegado el mes de septiembre y hasta bien entrada la segunda quincena del mes de noviembre cuando se producía la migración y ocupación temporal de las casas de La Garranxa. Llegaban los amos de las tierras y los trabajadores empleados para la recolección de la uva. Así durante casi tres meses esta preciosa aldea recuperaba la vitalidad y la presencia humana que había tenido antaño.

Eran meses de duro trabajo de la vendimia. Sin dejar de lado la segunda producción de La Garranxa: la avellana. En el siglo XX se plantaron avellanos en numerosa cantidad lo que dio consigo una amplia recolección de este fruto seco que era importado a Reus.
Algunas familias mantenían pequeños rebaños de ovejas y cabras.


Durante ese tiempo los niños que tenían familia en Porrera (generalmente los abuelos) se quedaban con ellos en el pueblo para asistir a la escuela y solamente los fines de semana subían a La Garranxa. Pero se daba el caso también de niños que hacían diariamente los cuatro kilómetros que separan La Garranxa de Porrera para asistir a clase.

El médico subía en casos excepcionales desde Porrera para asistir a algún enfermo de gravedad.
Los sábados aprovechaban para bajar a Porrera a suministrarse de alimentos y otros productos con los que tirar toda la semana.
Varios jóvenes hacían alguna escapadita si el trabajo lo permitía a Porrera los domingos por la tarde para asistir al baile que se daba en uno de los Cafés del pueblo. Así como también bajaban a participar de la Festa Major de invierno el segundo domingo de noviembre.
Terminada la temporada de la uva, tocaba la vuelta a Porrera quedando sumida La Garranxa en un manto de silencio y soledad.
Así estuvieron hasta los años 50 en que la construcción de una pista sustituyó al camino de caballería y permitió el desplazamiento diario desde Porrera y no tener que permanecer viviendo en La Garranxa de manera temporal.

Visita realizada en julio de 2016.

PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.


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Preciosa era de trilla enlosada. Para imaginar su uso hay que retrotraerse a los tiempos en que La Garranxa estuviera habitada permanentemente y tuvieran parte de sus tierras dedicadas al cultivo del cereal.

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Carrer dels Afores.


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Carrer Major. Cal Ros a la derecha. Era la vivienda más grande de La Garranxa.


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Cal Ros. Entrada a la vivienda mediante arco escarzano. Puerta de dos hojas tachonadas con clavos de cabeza redonda. Cerradura decorada. Dintel en ladrillo. Escalón inferior o branquil en piedra. Sendos poyos en ángulo recto flanquean la puerta. Todavía permanece la argolla debajo del ventanuco donde se ataba a las caballerías para cargar o descargar.
Sugerente lugar que evoca las tardes sentados a la fresca por los habitantes de la casa.


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Carrer Major.



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Cal Vall.


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Carrer dels Afors. Fachada sur de Cal Vall.


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Vista del núcleo central de La Garranxa desde Cal Figuerola. Las viñas omnipresentes se presentan al fondo en terraza.


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Edificio que albergaba la sénia. Maquinaria encargada de elevar el agua desde una zona más baja a una más alta para poder regar los huertos.


 
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