Camilo Sesto: su vida, canciones, muerte y herencia

¡Qué bonito! Lo traigo

Mare, tinc fam
Una madre que supo que su hijo viviría con hambre, unos pimientos para Sylvester Stallone, un vecino llamado Frank Sinatra, publicar tus memorias antes de los 40 años

Manuel Jabois
8 SEP 2019 - 17:54 CEST


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Foto promocional de 1992 de Camilo Sesto


Camilo Sesto nació muriéndose y vivió curándose. Lo cuenta él mismo al principio de su autobiografía, Camilo (Plaza y Janés, 1985), un libro que da cuenta de su dimensión: el artista relató sus vidas hace 34 años, cuando aún tenía tiempo para hablar de las cosas que se prefieren omitir de viejo. El chico que vivió deprisa se escribió encima, y su relato comienza cuando, a los tres años, se le pegaron unas fiebres que casi se lo llevan por delante, como le había ocurrido a su hermana mayor, Mari Carmen, muerta a los 20 meses. Un día dijo: “Mare, tinc fam", y su madre, doña Joaquina, corrió por los pasillos gritando que el niño se había curado. “No volví a enfermar nunca más”, dijo Camilo Blanes Cortés (Alcoi, Alicante, 1946), una leyenda de la música española, fallecido en la madrugada del domingo a los 72 años. Muchos años después, en la cima de su éxito, Camilo Sesto sacó del pueblo a su madre para llevarla a Londres, primera vez que montaba en un avión y primera que escuchaba hablar inglés; los recibió en el aeropuerto una nube de fotógrafos y, de noche, el hijo invitó a la madre a cenar, pero ella dijo que no, gracias: sacó de una maleta de piel carísima queso, jamón, longaniza, chorizo, bacalao, un pan y una fiambrera con guiso de conejo de monte, y anunció: “Yo no tengo hambre”.

La patria no es la infancia, le decía siempre doña Joaquina: la patria es la comida. Tras morir su padre, Eliseo, Camilo Sesto se llevó a su madre con él a Los Ángeles. La señora no probó en su vida una hamburguesa y se negaba a entrar en restaurantes; todo lo que hacía respecto a la comida era preguntarle a su hijo qué le iba a cocinar al mediodía y a la noche. A la ciudad y a la cultura estadounidense se acopló perfectamente, y su hijo pensó en comprarse casa allí, vecina a la de Frank Sinatra (Camilo Sesto, como Frank Blue Eyes, también tuvo inicios apadrinado —“protegido”— por una banda de delincuentes, en el caso del español no la mafia italoamericana sino un grupo de Usera, Los Ojos Negros, cuya impresionante historia cuenta en la revista Madriz Servando Rocha). La casa que pretendía Camilo Sesto había pertenecido a Katharine Hepburn, John Travolta y, sobre todo, Paul McCartney, “mi ídolo de toda la vida”, cuenta en sus memorias.

Se concertó una cita con el vendedor de la mansión, que apareció en el domicilio de Camilo Sesto y su madre a la hora de cenar con la condición que se le sirviese únicamente comida española. Al verlo, a doña Joaquina se le pusieron los ojos como platos: “¿Este no es el boxeador de las películas?”. Lo era: Sylvester Stallone, 36 años, la edad que iba a cumplir Camilo Sesto. El artista español se decidió en la cocina por tres especialidades de lo que llamó la casa Blanes, su propia casa. De primero una crema fría de pepinos, de postre un flan de huevo poco cargado de azúcar. ¿Y de segundo? Así lo contó él mismo: “La materia básica son pimientos rojos, bien carnosos, uno o dos por comensal, y no demasiado grandes. En la sartén, y con aceite de oliva, se prepara un refrito con cebolla, ajo, perejil, tomate y guisantes frescos; cuando todo está casi hecho, se le agrega carne magra de cerdo picada muy fina, del tamaño de granos de arroz. Una vez bien frita la mezcla, se añade a la sartén arroz, azafrán, con generosidad, cúrcuma, sal y una pizca de pimienta. Se rehoga bien todo. Aparte se cortan los pimientos cerca del tallo, se sacan las semillas y se rellenan luego con la mezcla dispuesta. Se les tapa con el trozo cortado y se envuelven cuidadosamente en papel de estaño. En una olla a presión colocamos una rejilla, un plato o cualquier otro artilugio que impida que los pimientos toquen el fondo. Se vierte un poco de agua, procurando que no sobrepase el nivel de la rejilla. Encima se sitúan cuidadosamente los pimientos y se cierra bien la olla. Una vez alcanzado el grado máximo de presión, se baja el fuego y se dejan hacer al vapor durante una hora justa. En una cacerola normal tardan unas tres horas, pero hay que estar atentos a que no falte vapor, por lo que resulta más cómoda la olla a presión. Es importante la medida del tiempo para que el arroz quede en su punto y pueda absorber los jugos del pimiento”.

Joaquina Cortés, ama de casa, murió en 1995; su marido Eliseo Blanes, electricista, en 1982. "Era mi mejor amigo", dijo Camilo Sesto de él. "Yo le quiero no porque sea famoso, sino porque es una persona increíble", dijo la madre del hijo. Recordaron siempre los días en que aquel niño podía morir en cama, como le había ocurrido a su primera hija; recordaron cómo supieron que estaba curado cuando anunció "mare, tinc fam" y se dispuso a comerse el mundo.

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Obituario de Camilo Sesto, fallecido este 8 de septiembre a los 72 años
 
Camilo Sesto fue un artista SUBLIME. No encuentro otra palabra mejor.

Siempre recordaré las mareas humanas que acudían a la sala de fiestas El Gallo Rojo para verte actuar.

Descansa en paz. ¿Se puede hacer algo más bello que esto? Nadie cantó al amor como lo hizo él.


Que bello por favor en este video, la perfección hecha hombre!!
 
En España no ha habido un trío así: Camilo Sesto, Nino Bravo y Raphael. Tú lo has dicho. Nadie más.


Encuentro a dos dignísimos sucesores de ese trío: Tino Casal y Manolo García, a Dios gracias aun dando tremendos conciertos de tres horas con más de 60 tacos. Brutales voces y talentos ambos dos, una pena la muerte de Tino.
He visto en concierto a Raphael y Manolo y es que salí sin palabras.
No he podido ver a Camilo nunca, y por edad imposible ver a Nino ni Tino, cuya muerte me impactó mucho siendo yo una niña. Creo que hubiera pagado por ver a los que no están, pero sin hay algo que de verdad me hubiera gustado muchísimo, hubiera sido ver el musical (y detesto los musicales) de Jesucristo Superstar. Hubiera pagado lo que hiciera falta por ver aquello.
 
Me declaro fan total de este hombre en sus buenos años. Era guapisimo, el mas guapo (hasta que al envejecer abuso de las operaciones), que ojos. Su voz es, era, incomparable. La mejor. Basta escuchar el ultimo disco, el Camilo Sinfónico para darse cuenta que es muy muy dificil llegar a los tonos que el llegaba hasta para gente como Monica Naranjo o Marta Sanchez. Que voz y que ojos.

Y sus canciones, unos poemas maravillosos sobre el amor. Merece la pena leer esas letras detenidamente. Y como España es ese pais tan cainita que somos, ha tenido que morir para volver a recordarle en su esplendor, escuchar sus canciones de siempre (y no reirse del mola mazo) o verle tan guaperrimo como era cantando e interpretando Jesucristo Superstar.

Y a mi tambien siempre me traiciona la razon y me domina el corazón. Hasta siempre Camilo. Descansa en paz.
 
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