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De verdaz que no​

Dabiz Muñoz ahora está siendo muy criticado por aumentar el precio del menú para pobres de su local. Lamento ese discreto aumento
05/12/2021Actualizada 09:11
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Tengo la fortuna de no haberme sentado jamás en una mesa de DiverXO, el restaurante del presunto mejor cocinero del mundo Dabiz Muñoz, que por sus palabras y posados se me antoja un fantoche. De verdaz de la buena.
Ahora está siendo muy criticado por aumentar el precio del menú para pobres de su local, que ha pasado de costar 250 a 365 euros. Lamento ese discreto aumento. No deseo el mal a nadie, y menos a Dabiz Muñoz, al que no conozco y del que tampoco espero que me incluya en su círculo de amistades. Pero tasar el menú del día de «DiverXO» en 365 euros se me antoja un acto de excesiva modestia. Si lo establece en 770 euros, llenaría igualmente su local porque a los tontos con mucho dinero les encanta demostrarlo. Que son tontos y que tienen mucho dinero.
El menú principia con una atractiva «Montaña Rusa de DiverXO» , una antología de sabores como los de la Thaipiridha, Pad Thai, Saté Indonesio, Curry Verde, Laksa Singapore y Som Tam. Les recomiendo el Som Tam. No lo he probado nunca, pero el nombre pone. Posteriormente, ya digerido el Som Tam, se presenta de golpe «Mundo al Revés», la gran especialidad del mejor cocinero del mundo. Se trata de una ensalada acompañada por tres pescados diferentes. Pero el golpe triunfal lo ofrece con su oferta más natural, sencilla y profunda. «Bogavante gallego amaneciendo en las playas de Goa» , que supera incluso a la «Explosión al vapor con cintas de equinodermos al pil pil».
De todos los platos, por su sencillez y ausencia de rebuscamiento, me quedo con el «Bogavante gallego amaneciendo en las playas de Goa», si bien echo de menos el plato que compense el amanecer del bogavante gallego en las playas de Goa y cuya enunciación le regalo sin solicitarle nada a cambio: «Cigala de Huelva atardeciendo en las Montañas de Heidi». El bogavante gallego amaneciendo en las playas de Goa es delicioso, pero no olviden probar las cintas de equinodermos al pil pil. Lo de «equinodermos» se le habrá ocurrido con toda seguridad a su mujer, la culta, bruída y tímida Cristina Pedroche, prestigiosa científica. Equinodermos son las holoturias y las estrellas de mar, joyas de la gastronomía tradicional. Pero el plato no es original. Cuando yo era niño, durante los veraneos donostiarras, gustaba de pescar en las rocas del malecón de Igueldo, aprovechando la marea baja, quisquillas, cangrejos, pulpos y demás criaturas que permanecían en las pozas entre roca y roca.
Y una mañana, con mi esquilero, que en San Sebastián se dice «salabardo», capturé una estrella de mar. Un equinodermo, nada más y nada menos. Al llegar a casa, a mi madre le dio un poco de asco el equinodermo fallecido, que desprendía una peste sinceramente mareante. Y al intuir que mi madre se proponía proceder a su inclusión en el cubo de basura, tuve la idea genial de atreverme a recomendarle una mejor opción. «¿Por qué no probamos provocar una explosión con cintas de equinodermo al pil pil?». Mi madre, que no tenía conciencia de futuro, no quiso valorar mi propuesta y tiró a la basura el equinodermo. En ese sentido, debo reconocer que Dabiz Muñoz ha acertado plenamente. Unas cintas de estrella de mar al pil pil, ya sea en una playa de Goa o en la montaña de Heidi, tienen que ser igualmente asquerosas.
Pero insisto en la modestia en el aumento del precio del menú. Los 365 euros se me antojan muy pocos a cambio de la maravilla culinaria que se ofrece. Puede aumentarlo incluso a 1.000 euros. Su restaurante se llenará. «Númerus stultorum est infinitus». El número de los tontos es infinito. Y en cuestiones de gastronomía, los tontos con dinero progresan adecuadamente. Y procedo a terminar este texto, porque me han anunciado que tengo sobre la mesa, preparado y a mi gusto, el Som Tam.

Más de Alfonso Ussía​

 
La saga asesina y criminal de la familia de Pablo Iglesias / Dias de ira – Herman Tertsch
La Verdad Ofende /
Por su trascendencia política y su indiscutible actualidad, traigo a mi biblioteca virtual este fragmento del completísimo libro del periodista Del Valle Lersundi, D Hermann Tertsch, que aparece relatado en el pasaje llamado “del oportunismo y la impostura”. Un libro de consulta imprescindible El relato no puede ser más sobrecogedor:
“Al abuelo de Iglesias le paso algo parecido que al abuelo Lozano de Zapatero: fue condenado a muerte por el bando franquista. Con una diferencia muy importante, ante todo para él: que su sentencia no fue ejecutada; Al contrario; la trayectoria del abuelo de Iglesias demuestra que, en plena posguerra del franquismo podían ocurrir ya entonces en la justicia española cosas muy peculiares. E igual que muchos inocentes, a veces por pura casualidad o fatalidad, acabaron sus días en el paredón, muchos culpables se escaparon del mismo y tuvieron una suerte inmensa para una segunda oportunidad, bajo el franquismo. Como este abuelo.
Porque Manuel Iglesias Ramírez, de Villafranca de los Barros, no fue condenado por ser miembro de un tribunal militar ni por ser un oficial del Ejército Republicano, como difunde su nieto Pablo, sino por ser miembro de una banda de milicianos que, en el otoño de 1936, se dedico en Madrid a realizar “sacas”, que es como se dio en llamar a la caza de “enemigos de clase” o “fascistas”, habitualmente civiles detenidos irregularmente por grupos de milicianos para ser torturados, encarcelados o asesinados. Lo Llamaban también, mas oficialmente, ejecuciones extrajudiciales.
Quedo probado y le costó la pena de muerte al abuelo de Pablo Iglesias, el hecho de haber ido el 7 de noviembre a la cabeza de una brigada a la casa madrileña de los marqueses de San Fernando, que eran también de Villafranca. Allí, el grupo de milicianos pregunto por los marqueses. Fue él quien los identificó para llevarse a Joaquín Dorado y Rodríguez de Campomanes, marqués de San Fernando, y a su cuñado, Pedro Ceballos. Fueron trasladados a la checa de la Calle Serrano 43 y en las horas posteriores fusilados en la Pradera de San Isidro.
Con el abuelo del líder de Podemos no iban ni policías ni militares, sino personajes tan poco marciales Como Manuel Carreiro el Chaparro, Jesús Yuste el Cojo de los Molletes, Antonio Delgado el Homachego y otros dos milicianos de los que solamente se conoce el apodo: el Vinagre y el Ojo de Perdiz.
El abuelo había participado en diversas acciones contra guardias civiles después fusilados y contra derechistas y católicos también muertos y heridos. Por todo ello fue condenado a muerte.
Pero el franquismo, Franco en persona, según consta por la firma, conmuto aquella pena de muerte por una cadena perpetua. Y esa condena de por vida se convirtió al final en solo cinco años, que es lo único que cumplió por sus crímenes. Pero edemas, como a Zapatero, también a Iglesias le encanta, edemas de restar hechos, añadir literatura a las peripecias del abuelo. Y eso de que “sufrió la atenta mirada de la dictadura” debería formularse de otra forma. Porque de hecho. nada más salir de la cárcel, el condenado a muerte cinco años antes tuvo el inmenso privilegio en aquellos años de miseria de ser colocado en el Ministerio de Trabajo, en la División de Seguro Obligatorio de Enfermedad. Y gracias a este espléndido trabajo de plena seguridad en el corazón de la burocracia oficial del régimen franquista, dio estudios universitarios a sus seis hijos. Lo extraño en esta trayectoria es que no culminara en una familia que, por gratitud, se obstinara por mantenerse leal en el bunker franquista. Que no fue así lo confirma el hecho de que el padre de Pablo Iglesias fuera militante de la organización terrorista FRAP y del propio líder de Podemos se conoce ya su trayectoria lo suficientemente bien, como para descartar que en algún momento haya tenido inquietudes políticas, intelectuales o espirituales mas allá de la simple disciplina ideológica comunista.
Herman Tertsch
 

78: la Constitución del Régimen.​

Cuarenta y tres años después de la ratificación de la Constitución de 1978 mediante referéndum, el pacto constitucional está roto.

Por
Javier Lezaola.

5 de diciembre de 2021 23:00

78: la Constitución del Régimen

Felipe VI, Juan Carlos I, Francisco Franco, Felipe González y Carlos Arias Navarro
Un trágala es el hecho de obligar a alguien a aceptar algo a la fuerza. Algo así pasó con buena parte del “pueblo español” y la Constitución de 1978, la norma que culminó el “de la ley” –las Leyes Fundamentales del franquismo– “a la ley” –la propia Constitución del régimen del 78– “a través de la ley” –la Ley para la Reforma Política de la Transición– y de cuya ratificación mediante referéndum se cumplen este lunes 43 años.

El relato oficial del régimen del 78 dibuja una Transición “pacífica y modélica”, pero lo cierto es que no fue ni lo uno ni lo otro. Hubo muchas muertes violentas –la mayoría de las provocadas por grupos ultraderechistas y fuerzas policiales han quedado impunes–, y los dos pilares de la Constitución de 1978 –la monarquía (y dinastía) borbónica, restaurada por el general golpista Francisco Franco a su muerte en 1975, y la “indisoluble unidad de la
Nación española”
, en la que “se fundamenta” el propio texto constitucional, un caso único en el mundo– fueron eso: un trágala.
¿Podría haber sido de otra forma?

Es posible, porque que el franquismo no podría sobrevivir a Franco –pues la oligarquía que venía sosteniéndolo necesitaba un régimen adaptado a los estándares ‘democráticos’ del capitalismo europeo– lo sabía hasta el propio Franco:

“Yo le decía «pero mi general, ¿por qué no abre un poco…?». Y él me decía «eso tendrá que hacerlo usted, yo no; yo no lo puedo hacer, yo no puedo cambiar»”. “«Eso tendrá que hacerlo usted»”. Son palabras de Franco reveladas públicamente por Juan Carlos de Borbón, el hombre al que Franco nombró su sucesor en la Jefatura del Estado –a la que él había accedido tras un golpe de Estado apoyado por los nazis alemanes de Adolf Hitler y los fascistas italianos de Benito Mussolini– en 1969. El hombre en cuya persona el propio Franco restauró la monarquía (y dinastía) borbónica a su muerte en 1975. El jefe del Estado español desde aquel 1975 hasta su abdicación en 2014. El padre del actual jefe del Estado, Felipe VI.

Quizás podría haber sido de otra forma: el debate entre ruptura (con el franquismo) y reforma (del franquismo) abierto en la Transición podría haber acabado en una ruptura con el franquismo, pero acabó en una reforma del franquismo: “De la ley a la ley, a través de la ley”, en palabras de Torcuato Fernández-Miranda, prócer del franquismo (“de la ley”), del régimen del 78 (“a la ley”) y de la Transición (“a través de la ley”).

Hasta el propio Franco sabía que el franquismo no podría sobrevivir a su muerte, pero aun así dijo –en 1969, el año en que nombró su sucesor a Juan Carlos de Borbón– dejarlo todo “atado y bien atado”.

Dos ‘mandamientos’​

En su testamento político –leído por Carlos Arias Navarro, a quien Juan Carlos I acabaría nombrando marqués, como al propio Fernández-Miranda–, Franco encerró sus ‘mandamientos’ en dos: “os pido que rodeéis al futuro rey de España, don Juan Carlos de Borbón, del mismo afecto y lealtad que a mí me habéis brindado y le prestéis en todo momento el mismo apoyo de colaboración que de vosotros he tenido” y “mantened la unidad de las tierras de España, exaltando la rica multiplicidad de sus regiones como fuente de la fortaleza de la unidad de la patria”.

Sólo tres años después, la Constitución de 1978 establecía que “el rey es el jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia” y que “la Corona de España es hereditaria en los sucesores de S.M. don Juan Carlos I de Borbón, legítimo heredero de la dinastía histórica”, y que el propio texto constitucional “se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles”.

Vigiladas de cerca por Juan Carlos I pero sobre todo por la CIA, cuatro formaciones de ámbito estatal fueron claves para establecer el pacto constitucional del 78, que originó la Constitución de 1978 y con ella el régimen del 78: la UCD de Adolfo Suárez, el PSOE de Felipe González, el PCE de Santiago Carrillo y la AP de Manuel Fraga, aunque la mitad de esta última no respaldó ni el pacto ni la propia Constitución.

Suárez y Fraga habían sido dos capitostes franquistas, y González había tomado el control del PSOE en el congreso de Suresnes, adonde sus colaboradores más estrechos y él mismo llegaron –con Franco aún vivo– con pasaportes facilitados por el Gobierno franquista y escoltados por oficiales del SECED; el general español Manuel Fernández-Monzón, principal enlace entre el SECED y la CIA, ha reconocido que en Suresnes había más policías y agentes secretos españoles que militantes del PSOE, así como que González es quien mejor comprendió la Transición y su mejor producto, pues sabía cómo se estaban haciendo las cosas y estaba de acuerdo con ellas, empezando por que no tuvo ninguna duda sobre que había que mantener la monarquía que Franco había ordenado restaurar a su muerte. De hecho, de los siete presidentes del Gobierno con los que Juan Carlos I ha compartido reinado –Carlos Arias Navarro, Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo-Sotelo, Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy–, con ninguno se ha entendido tan bien y sobre todo ha acabado tan bien como con González, que lo defiende abiertamente incluso a día de hoy, con todo lo que ya se sabe.

En cuanto al PCE, en 1996 –es decir 18 años después del pacto constitucional del 78– su entonces secretario general, Julio Anguita, y el Comité Central que lideraba desvincularon al partido de aquel pacto, porque mientras que el PCE había cumplido su parte –empezando por asumir la monarquía borbónica y la “indisoluble unidad de la Nación española”, plasmadas en la bandera rojigualda, que también asumió, renunciando a la tricolor republicana–, los “poderes económicos, fuerzas políticas, grupos sociales y colectivos enquistados en los aparatos de Estado con prácticas anticonstitucionales vienen vaciando de contenido el Estado social y democrático de derecho”.

En la misma línea, el secretario de Horizonte Republicano y Profundización Democrática de Podemos, Rafa Mayoral, ha insistido esta semana en la necesidad de diferenciar entre el pacto del 78 y el régimen del 78, al que ha calificado de “dispositivo político que pone en cuestión y socava los acuerdos que permitieron el propio pacto constitucional del 78”. Mayoral ha destacado que, como resultado de la “batalla que se dio en aquel momento”, el pacto del 78 estableció que la mayoría social “se come al rey, les perdona los pecados a los cómplices de la dictadura y les permite seguir participando de la estructura del Estado, no toca la parte dura del Estado…” y a cambio le son reconocidas “libertades públicas y derechos económicos, sociales y culturales”.

En la Constitución de 1978 la «indisoluble unidad de la Nación española» aparece “condicionada al derecho al autogobierno y al reconocimiento de la plurinacionalidad de nuestro pueblo y del Estado”, ha añadido en el mismo sentido. “Hay un planteamiento oligárquico de ruptura del acuerdo constitucional, de desmontaje pieza a pieza de ese acuerdo constitucional”, ha insistido el dirigente de Podemos, que ha recordado que fue precisamente Anguita la primera persona que planteó, ya en 1996, que el pacto constitucional del 78 está roto.

Sin despeinarse​

En cualquier caso, la Constitución de 1978 sigue vigente y el relato oficial sigue narrando una Transición “pacífica y modélica” –aunque registrara cientos de muertes violentas y aunque permitiera a los poderes económico, militar, judicial, policial y mediático e incluso al grueso del poder político transitar del franquismo al régimen del 78 prácticamente sin despeinarse– y un régimen del 78 “plenamente democrático”.

Desde sus comienzos hasta la abdicación de Juan Carlos I en 2014, el régimen del 78 se caracterizó por el turnismo bipartidista de PP –refundación de AP con los restos de UCD– y PSOE. Así fue hasta que Unidas Podemos –formación liderada por Podemos pero que integra también al PCE– logró acceder al Gobierno del Estado tras las generales de noviembre de 2019, rompiendo una cláusula de exclusión histórica vigente durante todo el régimen del 78 y poniendo en marcha el primer Gobierno de coalición de ámbito estatal desde la II República.

Anguita solía decir que el PCE de Carrillo quizás no tuvo más remedio que hacer lo que hizo en la Transición –le gustaba subrayar el “quizás”, porque él ya fue crítico entonces y tenía “más que dudas” a ese respecto–, pero consideraba que el error más grave de su partido no fue hacer lo que hizo en la Transición sino asumir durante casi dos décadas –precisamente hasta 1996– el relato oficial de una Transición «pacífica y modélica» y de un régimen del 78 «plenamente democrático», es decir el relato que ha servido al propio régimen para legitimarse. “La izquierda tiene que decir «miren ustedes, no hemos podido hacer otra cosa, pero no estoy de acuerdo», y en el primer momento en el que no se cumplió, hubo que haber roto y haber movilizado a la gente” eran sus palabras.

Dos grandes hitos han jalonado la trayectoria de la izquierda institucional de ámbito estatal en el régimen del 78. El primero lo protagonizó el propio Anguita precisamente cuando desvinculó al PCE del pacto del 78, aunque esa desvinculación acabara siendo más simbólica –que, por otra parte, no es poco– que real, sobre todo desde la salida de Anguita de la Secretaría General del PCE en 1998 hasta la fundación de Podemos en 2014. Y el segundo lo protagonizó Pablo Iglesias cuando llevó a Unidas Podemos –contra casi todo y contra casi todos, incluidos los principales poderes del régimen, y muy especialmente el mediático– al Gobierno, rompiendo la cláusula de exclusión histórica que impedía a eso que llaman “los comunistas” acceder al Ejecutivo e interrumpiendo así, por primera vez en todo el régimen del 78, el turnismo bipartidista de gobiernos monocolores que –funcionando prácticamente al unísono, con la monarquía (y dinastía) borbónica restaurada por Franco– permitió mantener el relato oficial de la Transición “pacífica y modélica” y del régimen del 78 “plenamente democrático”.

El 28 de noviembre de 1978 –es decir apenas una semana antes de la celebración del referéndum de ratificación de la Constitución de 1978–, 23 miembros de la Junta Promotora del Tribunal Cívico Internacional contra los crímenes del franquismo eran detenidos en el madrileño Hotel Convención, donde celebraban una reunión que la Policía del entonces ministro del Interior Rodolfo Martín Villa –uno de los políticos que transitaron del franquismo al régimen del 78 (en su caso, de FET y de las JONS al PP, pasando por la UCD), prácticamente sin despeinarse– interrumpió dos horas después de comenzada, arrestando a los 23 participantes en la misma.

Y es que precisamente sobre los cadáveres de las víctimas de franquismo –muchos de los cuales siguen apilados en cunetas ocho décadas después de su ejecución– se levantó el “plenamente democrático” régimen del 78 producto de la “pacífica y modélica” Transición. Por eso algunos sitúan el final del “consenso” –aunque cueste hablar de “consenso” cuando se trata de un trágala– prácticamente a medio camino entre aquel 1996 de Anguita y este 2019 de Iglesias: en 2007, cuando –presidiendo el Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero, nieto del capitán del Ejército de la II República Juan Rodríguez Lozano, fusilado por los franquistas en 1936 por haberse mantenido leal al Gobierno legítimo– fue aprobada la primera Ley de Memoria Histórica, por otra parte más simbólica que real. Pero, aun así, habrase visto tamaña afrenta –dicen los herederos más directos del franquismo–, habiéndose pactado también en 1978 –como se pactó, o al menos así lo sostienen esos franquistas y neofranquistas– el silencio de todos y sobre todo la impunidad de los criminales.

Quienes –según la denuncia de Anguita o de Mayoral– rompieron el pacto del 78 no sólo niegan haberlo roto, sino que además son ellos quienes dicen sentirse traicionados por parte del PSOE, o por una parte del PSOE, y por “los comunistas”. De ahí, una (ultra)derecha –por supuesto, netamente monárquica y españolista– cada día más desbocada.

 

78: la Constitución del Régimen.​

Cuarenta y tres años después de la ratificación de la Constitución de 1978 mediante referéndum, el pacto constitucional está roto.

Por
Javier Lezaola.

5 de diciembre de 2021 23:00

78: la Constitución del Régimen

Felipe VI, Juan Carlos I, Francisco Franco, Felipe González y Carlos Arias Navarro
Un trágala es el hecho de obligar a alguien a aceptar algo a la fuerza. Algo así pasó con buena parte del “pueblo español” y la Constitución de 1978, la norma que culminó el “de la ley” –las Leyes Fundamentales del franquismo– “a la ley” –la propia Constitución del régimen del 78– “a través de la ley” –la Ley para la Reforma Política de la Transición– y de cuya ratificación mediante referéndum se cumplen este lunes 43 años.

El relato oficial del régimen del 78 dibuja una Transición “pacífica y modélica”, pero lo cierto es que no fue ni lo uno ni lo otro. Hubo muchas muertes violentas –la mayoría de las provocadas por grupos ultraderechistas y fuerzas policiales han quedado impunes–, y los dos pilares de la Constitución de 1978 –la monarquía (y dinastía) borbónica, restaurada por el general golpista Francisco Franco a su muerte en 1975, y la “indisoluble unidad de la
Nación española”
, en la que “se fundamenta” el propio texto constitucional, un caso único en el mundo– fueron eso: un trágala.
¿Podría haber sido de otra forma?

Es posible, porque que el franquismo no podría sobrevivir a Franco –pues la oligarquía que venía sosteniéndolo necesitaba un régimen adaptado a los estándares ‘democráticos’ del capitalismo europeo– lo sabía hasta el propio Franco:

“Yo le decía «pero mi general, ¿por qué no abre un poco…?». Y él me decía «eso tendrá que hacerlo usted, yo no; yo no lo puedo hacer, yo no puedo cambiar»”. “«Eso tendrá que hacerlo usted»”. Son palabras de Franco reveladas públicamente por Juan Carlos de Borbón, el hombre al que Franco nombró su sucesor en la Jefatura del Estado –a la que él había accedido tras un golpe de Estado apoyado por los nazis alemanes de Adolf Hitler y los fascistas italianos de Benito Mussolini– en 1969. El hombre en cuya persona el propio Franco restauró la monarquía (y dinastía) borbónica a su muerte en 1975. El jefe del Estado español desde aquel 1975 hasta su abdicación en 2014. El padre del actual jefe del Estado, Felipe VI.

Quizás podría haber sido de otra forma: el debate entre ruptura (con el franquismo) y reforma (del franquismo) abierto en la Transición podría haber acabado en una ruptura con el franquismo, pero acabó en una reforma del franquismo: “De la ley a la ley, a través de la ley”, en palabras de Torcuato Fernández-Miranda, prócer del franquismo (“de la ley”), del régimen del 78 (“a la ley”) y de la Transición (“a través de la ley”).

Hasta el propio Franco sabía que el franquismo no podría sobrevivir a su muerte, pero aun así dijo –en 1969, el año en que nombró su sucesor a Juan Carlos de Borbón– dejarlo todo “atado y bien atado”.

Dos ‘mandamientos’​

En su testamento político –leído por Carlos Arias Navarro, a quien Juan Carlos I acabaría nombrando marqués, como al propio Fernández-Miranda–, Franco encerró sus ‘mandamientos’ en dos: “os pido que rodeéis al futuro rey de España, don Juan Carlos de Borbón, del mismo afecto y lealtad que a mí me habéis brindado y le prestéis en todo momento el mismo apoyo de colaboración que de vosotros he tenido” y “mantened la unidad de las tierras de España, exaltando la rica multiplicidad de sus regiones como fuente de la fortaleza de la unidad de la patria”.

Sólo tres años después, la Constitución de 1978 establecía que “el rey es el jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia” y que “la Corona de España es hereditaria en los sucesores de S.M. don Juan Carlos I de Borbón, legítimo heredero de la dinastía histórica”, y que el propio texto constitucional “se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles”.

Vigiladas de cerca por Juan Carlos I pero sobre todo por la CIA, cuatro formaciones de ámbito estatal fueron claves para establecer el pacto constitucional del 78, que originó la Constitución de 1978 y con ella el régimen del 78: la UCD de Adolfo Suárez, el PSOE de Felipe González, el PCE de Santiago Carrillo y la AP de Manuel Fraga, aunque la mitad de esta última no respaldó ni el pacto ni la propia Constitución.

Suárez y Fraga habían sido dos capitostes franquistas, y González había tomado el control del PSOE en el congreso de Suresnes, adonde sus colaboradores más estrechos y él mismo llegaron –con Franco aún vivo– con pasaportes facilitados por el Gobierno franquista y escoltados por oficiales del SECED; el general español Manuel Fernández-Monzón, principal enlace entre el SECED y la CIA, ha reconocido que en Suresnes había más policías y agentes secretos españoles que militantes del PSOE, así como que González es quien mejor comprendió la Transición y su mejor producto, pues sabía cómo se estaban haciendo las cosas y estaba de acuerdo con ellas, empezando por que no tuvo ninguna duda sobre que había que mantener la monarquía que Franco había ordenado restaurar a su muerte. De hecho, de los siete presidentes del Gobierno con los que Juan Carlos I ha compartido reinado –Carlos Arias Navarro, Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo-Sotelo, Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy–, con ninguno se ha entendido tan bien y sobre todo ha acabado tan bien como con González, que lo defiende abiertamente incluso a día de hoy, con todo lo que ya se sabe.

En cuanto al PCE, en 1996 –es decir 18 años después del pacto constitucional del 78– su entonces secretario general, Julio Anguita, y el Comité Central que lideraba desvincularon al partido de aquel pacto, porque mientras que el PCE había cumplido su parte –empezando por asumir la monarquía borbónica y la “indisoluble unidad de la Nación española”, plasmadas en la bandera rojigualda, que también asumió, renunciando a la tricolor republicana–, los “poderes económicos, fuerzas políticas, grupos sociales y colectivos enquistados en los aparatos de Estado con prácticas anticonstitucionales vienen vaciando de contenido el Estado social y democrático de derecho”.

En la misma línea, el secretario de Horizonte Republicano y Profundización Democrática de Podemos, Rafa Mayoral, ha insistido esta semana en la necesidad de diferenciar entre el pacto del 78 y el régimen del 78, al que ha calificado de “dispositivo político que pone en cuestión y socava los acuerdos que permitieron el propio pacto constitucional del 78”. Mayoral ha destacado que, como resultado de la “batalla que se dio en aquel momento”, el pacto del 78 estableció que la mayoría social “se come al rey, les perdona los pecados a los cómplices de la dictadura y les permite seguir participando de la estructura del Estado, no toca la parte dura del Estado…” y a cambio le son reconocidas “libertades públicas y derechos económicos, sociales y culturales”.

En la Constitución de 1978 la «indisoluble unidad de la Nación española» aparece “condicionada al derecho al autogobierno y al reconocimiento de la plurinacionalidad de nuestro pueblo y del Estado”, ha añadido en el mismo sentido. “Hay un planteamiento oligárquico de ruptura del acuerdo constitucional, de desmontaje pieza a pieza de ese acuerdo constitucional”, ha insistido el dirigente de Podemos, que ha recordado que fue precisamente Anguita la primera persona que planteó, ya en 1996, que el pacto constitucional del 78 está roto.

Sin despeinarse​

En cualquier caso, la Constitución de 1978 sigue vigente y el relato oficial sigue narrando una Transición “pacífica y modélica” –aunque registrara cientos de muertes violentas y aunque permitiera a los poderes económico, militar, judicial, policial y mediático e incluso al grueso del poder político transitar del franquismo al régimen del 78 prácticamente sin despeinarse– y un régimen del 78 “plenamente democrático”.

Desde sus comienzos hasta la abdicación de Juan Carlos I en 2014, el régimen del 78 se caracterizó por el turnismo bipartidista de PP –refundación de AP con los restos de UCD– y PSOE. Así fue hasta que Unidas Podemos –formación liderada por Podemos pero que integra también al PCE– logró acceder al Gobierno del Estado tras las generales de noviembre de 2019, rompiendo una cláusula de exclusión histórica vigente durante todo el régimen del 78 y poniendo en marcha el primer Gobierno de coalición de ámbito estatal desde la II República.

Anguita solía decir que el PCE de Carrillo quizás no tuvo más remedio que hacer lo que hizo en la Transición –le gustaba subrayar el “quizás”, porque él ya fue crítico entonces y tenía “más que dudas” a ese respecto–, pero consideraba que el error más grave de su partido no fue hacer lo que hizo en la Transición sino asumir durante casi dos décadas –precisamente hasta 1996– el relato oficial de una Transición «pacífica y modélica» y de un régimen del 78 «plenamente democrático», es decir el relato que ha servido al propio régimen para legitimarse. “La izquierda tiene que decir «miren ustedes, no hemos podido hacer otra cosa, pero no estoy de acuerdo», y en el primer momento en el que no se cumplió, hubo que haber roto y haber movilizado a la gente” eran sus palabras.

Dos grandes hitos han jalonado la trayectoria de la izquierda institucional de ámbito estatal en el régimen del 78. El primero lo protagonizó el propio Anguita precisamente cuando desvinculó al PCE del pacto del 78, aunque esa desvinculación acabara siendo más simbólica –que, por otra parte, no es poco– que real, sobre todo desde la salida de Anguita de la Secretaría General del PCE en 1998 hasta la fundación de Podemos en 2014. Y el segundo lo protagonizó Pablo Iglesias cuando llevó a Unidas Podemos –contra casi todo y contra casi todos, incluidos los principales poderes del régimen, y muy especialmente el mediático– al Gobierno, rompiendo la cláusula de exclusión histórica que impedía a eso que llaman “los comunistas” acceder al Ejecutivo e interrumpiendo así, por primera vez en todo el régimen del 78, el turnismo bipartidista de gobiernos monocolores que –funcionando prácticamente al unísono, con la monarquía (y dinastía) borbónica restaurada por Franco– permitió mantener el relato oficial de la Transición “pacífica y modélica” y del régimen del 78 “plenamente democrático”.

El 28 de noviembre de 1978 –es decir apenas una semana antes de la celebración del referéndum de ratificación de la Constitución de 1978–, 23 miembros de la Junta Promotora del Tribunal Cívico Internacional contra los crímenes del franquismo eran detenidos en el madrileño Hotel Convención, donde celebraban una reunión que la Policía del entonces ministro del Interior Rodolfo Martín Villa –uno de los políticos que transitaron del franquismo al régimen del 78 (en su caso, de FET y de las JONS al PP, pasando por la UCD), prácticamente sin despeinarse– interrumpió dos horas después de comenzada, arrestando a los 23 participantes en la misma.

Y es que precisamente sobre los cadáveres de las víctimas de franquismo –muchos de los cuales siguen apilados en cunetas ocho décadas después de su ejecución– se levantó el “plenamente democrático” régimen del 78 producto de la “pacífica y modélica” Transición. Por eso algunos sitúan el final del “consenso” –aunque cueste hablar de “consenso” cuando se trata de un trágala– prácticamente a medio camino entre aquel 1996 de Anguita y este 2019 de Iglesias: en 2007, cuando –presidiendo el Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero, nieto del capitán del Ejército de la II República Juan Rodríguez Lozano, fusilado por los franquistas en 1936 por haberse mantenido leal al Gobierno legítimo– fue aprobada la primera Ley de Memoria Histórica, por otra parte más simbólica que real. Pero, aun así, habrase visto tamaña afrenta –dicen los herederos más directos del franquismo–, habiéndose pactado también en 1978 –como se pactó, o al menos así lo sostienen esos franquistas y neofranquistas– el silencio de todos y sobre todo la impunidad de los criminales.

Quienes –según la denuncia de Anguita o de Mayoral– rompieron el pacto del 78 no sólo niegan haberlo roto, sino que además son ellos quienes dicen sentirse traicionados por parte del PSOE, o por una parte del PSOE, y por “los comunistas”. De ahí, una (ultra)derecha –por supuesto, netamente monárquica y españolista– cada día más desbocada.

Y dale con los muertos, y dale con las cunetas, y dale con el franquismo.....que soporrrrrrr por diosssssss
 

El chocolatero AMLO​

06 diciembre 2021
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AMLO no es una marca chocolatera como Nestlé, Suchard, Lindt o Chocolates Valor. AMLO es Andrés Manuel López Obrador, descendiente de españoles y actual presidente populista de México. Tiene mucho trabajo y no ha reparado en el Plan de Reforestación aprobado por su Gobierno, centrado en las plantaciones de cacao, que casualmente ha hecho aún más millonaria a su familia. Tres de sus hijos se han visto inesperadamente favorecidos por el Plan de Reforestación «Sembrando Vida«. Más que «Sembrando Vida» podría haberse denominado «Cosechando Vida» en la finca «El Rocío» de Tabasco, de la que son propietarios José Ramón, Andrés Manuel y Gonzalo Alfonso López Beltrán, hijos de Andrés Manuel López Obrador y Rocío Beltrán Medina, la primera esposa del chocolatero. Según parece, con mucho esfuerzo, los hijos de AMLO han llegado a poseer 13.000 hectáreas de cacaotales en Tabasco, y «Sembrando Vida» les ha venido como anillo al dedo. Esta familia tan española, López, Beltrán, Obrador, Medina –no son apellidos aztecas-, produce un excelente chocolate criollo, y con el plan de AMLO, las subvenciones y las ayudas se han multiplicado. No obstante, AMLO no tiene nada que ver, porque su mente y su corazón nativos están exclusivamente entregados a exigir que España pida perdón a México por haberlo liberado de la tiranía sangrienta de los aztecas. López Obrador y Hernán Cortés están enfadados. Bueno, lo correcto sería escribir que López Obrador está enfadado con el gran general español que liberó México de los aztecas. No le dio tiempo para liberarlo también de los descendientes sinvergüenzas de algunos españoles, pero no se trata de eso. López Obrador, como la mayoría de los dirigentes populistas y de la extrema izquierda, no tendrá dificultades para llegar a fin de mes con la cesta de la compra cubierta. Es multimillonario.

Cita:
En México, se mira mucho la «lana» y los «papeles». La lana es el dinero y los papeles la genealogía. Los López Obrador la mantienen libre de toda mezcla. Son descendientes puros de españoles
Hace pocos días, el 2 de diciembre, se cumplía el aniversario del fallecimiento de Hernán Cortes en 1547, la obsesión del pintoresco e inculto personajillo. Quien se atreva a mantener la mentira de que un Hernán Cortés, que contaba con unas fuerzas limitadísimas, «conquistó» México, no hace otra cosa que insultar a los mexicanos. La presencia española se mantuvo en América gracias al mestizaje, no al genocidio, que llevaron a cabo con excelentes resultados los colonizadores ingleses en lo que hoy se conoce como los Estados Unidos de América. Los españoles se mezclaron con los nativos, si bien las clases altas procuraron mantener sus privilegios clasistas. En México, se mira mucho la «lana» y los «papeles». La lana es el dinero y los papeles la genealogía. Los López Obrador la mantienen libre de toda mezcla. Son descendientes puros de españoles.

Hernán Cortes, al mando de novecientos soldados españoles, muchos menos de los que componen hoy en día una Brigada, acabó con la brutal y sangrienta tiranía azteca gracias al apoyo de miles de combatientes tlaxcaltecas, totonacas, otomíes, huejotzingos, cholusenses, y demás etnias mexicanas salvajemente sometidas a los aztecas. Si Moctezuma se hubiera dejado vencer por novecientos españoles, Moctezuma, además de sanguinario, sería una gallina. Pero no se puede aplicar la moral de hoy a los métodos y costumbres, por brutales que fueran, del lejano ayer. Hernán Cortés liberó México. Y gracias a esa liberación, los López Obrador y los Beltrán Medina son hoy millonarios.

El chocolatero AMLO, en lugar de exigir majaderías, haría bien en visitar Castilleja de la Cuesta, un bello pueblo de la provincia de Sevilla, donde descansa Hernán Cortes, aquel que hiciera por México mucho más que los malos mexicanos
 

Rey alejado​

No han podido probar ningún atisbo de acción delictiva contra Juan Carlos I
06/12/2021Actualizada 10:14
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El auténtico Fiscal General del Estado, Baltasar Garzón, condenado por prevaricación, y su compañera sentimental, la presumible Fiscal General del Estado, Dolores Delgado, no han movido un dedo para abrir diligencias después de oír –'in vídeo veritas'–, la terrible acusación de Yolanda Díaz en lo que respecta al conocimiento del riesgo de permitir la manifestación histérica del 8 de marzo.
El Gobierno lo conocía, el Gobierno formó parte de la manifestación, y el Gobierno es culpable –al menos–, de la primera ola de fallecidos por responsabilidad de la inacción y el permiso. No obstante, sí han movido todos los dedos de la mano para ampliar, durante seis meses, el plazo de investigación al Rey Juan Carlos.
Se dice que se mueven por ahí un fiscal y un juez suizo del modelo Garzón, ansiosos de notoriedad y de ser famosos. Curiosa incoherencia. El 99,99 % de los habitantes del globo terráqueo no saben cómo se llama y a qué se dedica el presidente de Suiza, la Confederación Helvética, ni quién es su primer ministro. Y un fiscal y algún juececillo suizo, quieren hacerse importantes a costa de nuestro Rey alejado, del que no han podido probar ningún atisbo de acción delictiva.
Suiza es un banco, una fábrica de relojes y un almacén de chocolates inmersos en un precioso paisaje, unas ciudades muy limpias y ordenadas y una estirada y antipática ciudadanía que acepta votar en un refrendo en el que se pregunta a los suizos si son partidarios o no de tirar de la cadena del retrete durante la noche. Ganaron los partidarios del «sí», pero sin holgura. El orden y el calvinismo nos pueden aportar a un Dürrenmat, pero poco más. El héroe suizo es un personaje figurado, Guillermo Tell, que se comportó con su hijo como un imbécil imprudente, y como escribió Pierre Daninos, el gran escritor del humor francés en el siglo XX, «lo más divertido y apasionante que puede acaecer en un dormitorio suizo es que se caiga al suelo el edredón».
Los fiscales de España se proponen denunciar a su Fiscal General, –la presumible– Dolores Delgado ante el Tribunal Supremo, hartos de sus manejos y parcialidades, y por ende, hastiados del desprestigio que ha ensombrecido a la Carrera Fiscal. Pero es ella, bien acompañada y empujada, la que quiere impedir que un español, que ha hecho por España y su libertad más que todos los socialistas juntos, vuelva a España a pasar el último tramo de su vida. Mariano Rajoy, Felipe González y recientemente Isabel Díaz Ayuso han reclamado su vuelta sin complejos ni condiciones. Casado esquiva el asunto, Echenique le desea al Rey Juan Carlos lo peor, y en La Zarzuela no se advierten deseos de recibimiento. El Gobierno ha filtrado que, de volver el Rey Juan Carlos, sería conveniente que no se instalara en el Palacio de la Zarzuela, como si ello le afectara al Rey. No obstante, el Gobierno habría de saber que el Rey Juan Carlos no es un «okupa», y que puede vivir en donde le salga de su real entrepernil, o en La Zarzuela o en la casa de la Infanta Elena, o en la mía propia, que le ofrezco sin restricciones ni cautelas.
Todos estos majaderos y traidores, que ahora mandan en España, parecen ignorar que sus plenas libertades nacen de la Constitución de 1978, impulsada y rubricada por el Rey Juan Carlos, también conocida como la Constitución de la Amnistía y los Derechos humanos. Sucede que para destronar al Rey Felipe es necesario machacar al Rey Juan Carlos, que aguarda en Abu Dabi la autorización Real para preparar su retorno. Porque ni el Gobierno, ni la Fiscalía, ni los socios separatistas ni la ETA le pueden prohibir a un español que no está acusado de nada, volver a su Patria, escrito así, con mayúscula, que les jode más.
El Rey alejado está fuera de España para no perjudicar a su hijo, el Rey amenazado. Y volverá cuando lo estimen oportuno hijo y padre. Y es lo que esperamos los muchos millones de españoles que nos sentimos agradecidos por su Reinado de libertad, derechos humanos, amnistía y reconciliación. Y lo esperamos impacientes.

Más de Alfonso Ussía​

 

EL MULERO​

“psicopatía incurable” de Pedro Sánchez.

diciembre 7, 2021
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En Mula, Murcia, Sánchez ha sido recibido y despedido con una sinfónica pitada. Creo que ese es el motivo de su constante abuso de un avión “Falcon” del Ejército del Aire, o lo que es igual, de un avión de todos los españoles. En esta ocasión, la excusa ha sido visitar un complejo conservero, además de asistir a una reunión del PSOE. Viajar en avión tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Para Sánchez son ventajas. En avión se sobrevuelan ciudades y pueblos dispuestos a acompañar su paso con sonoros abucheos. En ese aspecto, tranquilidad, buen jamón, buenos vinos, y oídos sordos. Entre los inconvenientes, sirva como ejemplo el de Álvaro de Laiglesia, gran director durante decenios del insuperable semanario de humor “La Codorniz”. Don Álvaro lo escribió y lo dijo en una entrevista en TVE a Joaquín Soler Serrano: “Lo peor de viajar en avión es que, en el caso de sobrevolar Astorga, no te dejan bajar a comprar mantecadas”. Los desplazamientos aéreos tienen la ventaja de la rapidez. De Torrejón a San Javier, una hora. De San Javier, en coche, hasta Mula, otra hora. Se ahorra poco tiempo. Y volar también es diana de sus críticos.

Orson Welles, el genio de la cinematografía, se pasó media vida sobre las nubes, despegando y aterrizando. Y lo confesó: “Hay sólo dos estados de ánimo en los pasajeros de un avión. El aburrimiento y el terror”. Pero Sánchez no tiene tiempo para aburrirse y menos para aterrorizarse. Sus vuelos son muy breves -Madrid-Benicassim, Madrid-Logroño, Madrid-Murcia y sobre todo La Palma-Lanzarote-, y sus pilotos lo son del Ejército del Aire, expertos y excepcionales. Además, aquí pierde fuerza la teoría negativa de Álvaro de La Iglesia. Si Sánchez sobrevuela Astorga, y se le antojan unas mantecadas, se corta la carretera, y en la recta más larga sita en las cercanías de Astorga, aterriza el “Falcon” y se acabó. Se acabó lo que se daba, es decir que no se acabó nada de nada.

Un prestigioso psiquiatra me envió días atrás un resumen de lo que él define “psicopatía incurable” de Pedro Sánchez. Y finaliza aludiendo a su frenesí por abusar del avión y del helicóptero. “Esa obsesión nada tiene que ver con la psiquiatría y los trastornos mentales. Sucede que, simple y llanamente, es un hortera y se comporta como tal derrochando dinero público. Su psicopatía acumula otras enajenaciones mentales, mucho más peligrosas que las concernientes a su condición de hortera supremo”.

Y lo malo es que no se libró de los abucheos. No hay aeropuerto en Mula, donde se ubica el complejo conservero que le ha servido de excusa para viajar en un avión público a un acto de partido. Diecisiete coches y seis motoristas de la Guardia Civil completaron la comitiva del prepotente fantoche. Pero tuvo que pasar por Mula, hecho que aprovechó la población local para dedicarle toda suerte de silbidos, abucheos e improperios. En esos casos, que se repiten allá donde vaya, Sánchez pierde aplomo y esa pérdida del dominio de sí mismo se percibe en su gesto, que pretende ser natural y sereno cuando en realidad deja adivinar un semblante desencajado. Y en Mula, se desencajó.

Conclusión. Que hay que comprar más aviones para evitar las pitadas. Un sólo “Falcon” no da para tanto vuelo.

Hortera supremo, le dice el psiquiatra.

Alfonso USSÍA
 

¿Y las madres de la Constitución?​


Un total de 27 mujeres participaron en la elaboración del texto constitucional que hoy cumple 43 años


Por
Lorena Gómez.

6 de diciembre de 2021 19:00
El 43º aniversario de la Constitución ha traído consigo la reivindicación de las 27 mujeres que participaron en su elaboración. Las madres de la Constitución, un reconocimiento que popularmente se les da únicamente a los hombres que contribuyeron a redactar el texto constitucional. Para combatir dicha invisibilización, las redes se han volcado en un especial homenaje a las mujeres que en 1978 elaboraron la también denominada “Carta Magna”. Veintiuna diputadas y seis senadoras que apenas —o nada— son mencionadas en la Historia y que este lunes han sido conmemoradas.

Entre los nombres de las diputadas se encuentra el de la militante antifranquista Pilar Brabo, Carmen García Bloise —quien permaneció exiliada en Francia hasta 1975—, Asunción Cruañes Molina —pionera del movimiento feminista en España—, la activista por los derechos de las mujeres Maria Dolors Calvet i Puig o la mismísima Dolores Ibárruri —mejor conocida como Pasionaria, la primera mujer que dirigió un partido en España con el Partido Comunista de España (PCE)—.

Cabe hacer una mención especial también a la diputada y abogada María Teresa Revilla, a quien las redes han recordado por ser una “figura clave gracias a la que el artículo 14 de la Constitución recoge la plenitud de derechos de las mujeres”. En cuanto a las senadoras, entre ellas se encontraba María Dolores Pelayo Duque —abogada especializada en lo jurídicamente relativo a la mujer— y Maria Rubiés i Garrofé, destacada por su gran compromiso social. Y es que, aunque las mujeres suponían la minoría de las Cortes, las Constituyentes hicieron historia con su participación política en el texto constitucional.








 

¿Y las madres de la Constitución?​


Un total de 27 mujeres participaron en la elaboración del texto constitucional que hoy cumple 43 años


Por
Lorena Gómez.

6 de diciembre de 2021 19:00
El 43º aniversario de la Constitución ha traído consigo la reivindicación de las 27 mujeres que participaron en su elaboración. Las madres de la Constitución, un reconocimiento que popularmente se les da únicamente a los hombres que contribuyeron a redactar el texto constitucional. Para combatir dicha invisibilización, las redes se han volcado en un especial homenaje a las mujeres que en 1978 elaboraron la también denominada “Carta Magna”. Veintiuna diputadas y seis senadoras que apenas —o nada— son mencionadas en la Historia y que este lunes han sido conmemoradas.

Entre los nombres de las diputadas se encuentra el de la militante antifranquista Pilar Brabo, Carmen García Bloise —quien permaneció exiliada en Francia hasta 1975—, Asunción Cruañes Molina —pionera del movimiento feminista en España—, la activista por los derechos de las mujeres Maria Dolors Calvet i Puig o la mismísima Dolores Ibárruri —mejor conocida como Pasionaria, la primera mujer que dirigió un partido en España con el Partido Comunista de España (PCE)—.

Cabe hacer una mención especial también a la diputada y abogada María Teresa Revilla, a quien las redes han recordado por ser una “figura clave gracias a la que el artículo 14 de la Constitución recoge la plenitud de derechos de las mujeres”. En cuanto a las senadoras, entre ellas se encontraba María Dolores Pelayo Duque —abogada especializada en lo jurídicamente relativo a la mujer— y Maria Rubiés i Garrofé, destacada por su gran compromiso social. Y es que, aunque las mujeres suponían la minoría de las Cortes, las Constituyentes hicieron historia con su participación política en el texto constitucional.









Dolores Ibarurruri, una asesina sangrienta. Homenajearla a ella es homenajear los crimenes sangrientos de la Republica y de la guerra cometidos por esta abominable mujer que incluso hizo matar a su propio marido.

Y hay quien la reivindica sin pestañear en vez de condenarla.....
 

El culto lapidador de Vilavenut​

07/12/2021Actualizada 09:04
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Hay que saber reconocer las carencias culturales. Entre las muchas que me atribulan, destaca el desconocimiento de la actual literatura catalana. Para mí, el más actual de todos, al que leo y releo sin descanso, es Josep Pla. He leído a Espriú y creo que está inmerso en la sobredimensión localista. Guardo un buen recuerdo personal del gerundés José María Gironella, y del mallorquín catalanista Baltasar Porcel, con quien compartí, junto a Fernando Sánchez Dragó la labor de conferenciante en la Ruta Quetzal –en aquellos años «Aventura 92»–, mientras navegábamos a las órdenes de Miguel De la Quadra-Salcedo por el Orinoco hasta Ciudad Bolívar y por el Amazonas hasta Manaos, en el Río Negro. Y no he conocido mejor editor-escritor que Rafael Borrás Betriú, en mis mejores años de autor de «Planeta», en vida del malogrado Fernando Lara. Hablar a trescientos jóvenes de los poetas de nuestro Siglo de Oro, mientras a babor y estribor resplandecía la selva del Orinoco, ha constituido uno de mis mayores privilegios.
Del intelectual y escritor catalán que nada he sabido hasta ahora es de Jaume Fábrega i Colom, historiador, gastrónomo, profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona y aspirante a apedrear a las familias de los niños que exijan para sus hijos el cumplimiento de la obligatoriedad de recibir el 25 % de las clases en español. Es decir, que el tal Jaume Fábrega, además de escritor, gastrónomo, y profesor universitario, es un nazi, un «camisa parda» con el que hay que guardar acusados recelos de cercanía.
He consultado a vuelamirada su obra. Hay un dato que se me antoja fundamental. Nació en Vilavenut, Pla de Estany, más de setenta años atrás. Siempre me he sentido atraído por los escritores de Vilavenut, pero hasta la fecha no había reparado en Fábrega i Colom. Vilavenut tiene algo especial, como Madrid, Sevilla, Salamanca o Ávila. El donaire, eso tan complicado de encontrar si no se nace con ello. Leyendo El Canto Espiritual de Juan de Yepes, San Juan de la Cruz, por primera vez en mi vida asesorado por mi maestro Santiago Amón, intuí que tanta belleza poética y mística reunida sólo podría ascenderla hasta las nubes un poeta de Vilavenut. Gran decepción cuando comprobé que era natural de Fontiveros, Ávila, y no de Vilavenut. Notable desvanecimiento.
Leo que ha escrito sesenta libros, y que su apodo, precioso apodo, por cierto, es «Cucurull de la Cuina». Entre sus logros, el de demostrar que la cocina catalana era maravillosa antes de que Cataluña fuera invadida por España en 1714. Aquí me permito una aclaración. En 1714 Cataluña era España, y en 1614 también, igual que en 1514. España no pudo invadir España, del mismo modo que Vilavenut no puede ser invadido por Vilavenut.
En 1714 sucedió que se montó el tiberio con una guerra monárquica. Los partidarios de Felipe V –que fue un gran Rey–, y los del Archiduque Carlos, fueron vencidos en Barcelona por las tropas borbónicas y el asedio por mar, en una de cuyas naves fue mutilado por tercera vez el gran marino guipuzcoano Blas de Lezo. Pero no fue España la que venció a Cataluña, porque Cataluña era España como Valladolid, Valencia, La Coruña y Santander. Y entre otras cosas escribe también de la manera de vestir: «En 1714 la gente en Cataluña vestía con ropa de colores, mientras que en «Espanya» iban de negro». Su más grande descubrimiento es porcino. «El cerdo ibérico es el 'porc catalá'».
Pero lo que duele en un intelectual de esa dimensión, es su afán de apedrear a las familias que desean estudiar en Cataluña con un 25 % de las clases en español. Apedrear a las familias y a los niños. Y eso no está bien, y menos siendo de Vilavenut. Ese deseo es propio de un salvaje, de un nazi desmedido y de un aldeano con mucho odio incrustado en su complejo de inferioridad.
Lo siento por Vilavenut, cuna de tan inconmensurable e imbécil lapidador.

Más de Alfonso Ussía​

 

La nena de los Batet​

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Estos sanchistas han perdido la vergüenza definitivamente, y nadie les pide cuentas por su repugnante tendencia a la mentira, la manipulación, el abuso grosero en sus cargos y el desprecio por la ecuanimidad
08/12/2021Actualizada 03:40
En la burguesía catalana, especialmente en la barcelonesa, «el nen y la nena» ocupan un lugar de privilegio en la presunción social.
–¿Has visto cómo medró el nen de los Capdevila Pipoll-Clochet? Lo han nombrado Director de las Montañas Rusas de «Port Aventura».
–Lo hará bien, porque es un nen muy avispado.
En los años 60, en una importante revista de sociedad, aparecían todas las semanas dos mujeres de Barcelona de alto tronío. La condesa viuda de Lacambra y doña Marta Moragas de Moragas. Eran las presidentes de todas las asociaciones benéficas. Una semana, no se produjo ninguna cuestación, y la condesa viuda de Lacambra no tuvo la oportunidad de aparecer en las páginas de sociedad. Pero sí lo hizo doña Marta Moragas de Moragas, con una gran fotografía en la que posaba con un enorme oso de peluche entre sus brazos. Pie de foto: «Doña Marta Moragas de Moragas con el precioso oso de peluche que ha de regalar a su nieta, su nena preferida, con motivo de su onomástica».
En el hogar de los Batet estaban de fiesta. La nena Meritxell llevaba camino de convertirse en una gran bailarina de Ballet clásico.
–A este paso, la nena bailará en el Ballet de la Ópera de Viena, decía el padre orgulloso.
–Invitaremos a los Premiá de Fontsalit al estreno, porque su nena baila fatal y nos envidian.
–Qué «diversió».
Y no llegó a la Ópera de Viena, pero se convirtió en una notable bailarina, que llegó a interpretar a uno de los cisnes blancos del Lago de los Cisnes. Y cansada de bailar, estudió con brillantez. Joven, rubia, con el pelo muy rizado por doquier, y una gran ambición política. Se dio de alta en el PSC, y como buena socialista, se introdujo en los espacios del nacionalismo. Pero se enamoró de un político pepero, Lasalle, muy acomplejado y más aburrido que un baúl, santanderino, que llegó a ser secretario de Estado de Cultura con el Gobierno de Rajoy. Lasalle fue el que le endosó al ministro Méndez de Vigo el papelón de entregar a Trueba, el acaparador de paisajes, el Premio Nacional de Cinematografía, acompañado de unos buenos miles de euros, y que Trueba agradeció ciscándose en España. Cineasta oficial, como Almodóvar, León de Aranoa y demás subvencionados. En París, Almodóvar, posando vestido como mi tía Cuca, mi madrina, (Q.E.P.D.) ha manifestado que sabía que su película no iba a gustar al 50 por ciento de los españoles, porque España es una nación dividida. Y tiene razón. Pero se le olvidó recordar que la subvención para producir su bodrio lo hemos pagado el 100 por cien de los españoles, sin haber sido consultados previamente del destino de nuestro dinero.
Pero hay que ir a Meritxell, la bailarina. No respeta su cargo de presidente del Congreso de los Diputados, la tercera autoridad del Estado.
En el acto de la conmemoración del 43º aniversario de la promulgación de nuestra Constitución, con pésima educación y parcialidad pasmosa, se dedicó a atacar, desde su alta responsabilidad institucional, al PP, Vox y Ciudadanos. Eso sí, dejó tranquilos a los etarras de EH Bildu, y a sus parientes separatistas de ERC. La presidenta del Congreso está obligada a exigirse a sí misma la serena cortesía de la imparcialidad, y más aún, en un acto festivo como el del pasado 6 de diciembre en el Congreso de los Diputados. Sucede que estos sanchistas han perdido la vergüenza definitivamente, y nadie les pide cuentas por su repugnante tendencia a la mentira, la manipulación, el abuso grosero en sus cargos y el desprecio por la ecuanimidad. Más que presidente del Congreso es una chica de Sánchez, y así se comporta.
Hemos perdido en España una buena bailarina y ganado una nena inmersa en la desvergüenza. La nena de los Batet.

Más de Alfonso Ussía​

 

FELIPE y JAVIERCHO​

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–Claro que mandaría a los tanques. Es mi deber.

diciembre 8, 2021
Reunión con cena de escritores, periodistas, ilustradores y pelotas varios en “La Bodeguiya” (sic) de La Moncloa invitados por Felipe González. Javier Arzallus ha amenazado con declarar la independencia si no se ultiman algunas transferencias al Gobierno vasco. Uno de los invitados pregunta: -Felipe, si se diera el caso de una declaración unilateral de independencia en el País Vasco, ¿cumplirías con la Constitución mandando los tanques hacia arriba?-; Felipe González respondió inmediatamente. –Claro que mandaría a los tanques. Es mi deber. Por otra parte, daría lo mismo que los mandara o no, porque los tanques se irían solos-.

En el archivo del General Alonso Manglano, jefe del Cesid, consta la seria advertencia de Felipe González a Javier Arzallus cuando los ayuntamientos gobernados por el PNV empezaron quitar la Bandera de España de sus sedes municipales. “Para evitar estos gestos independentistas, podría recurrir al Ejército”. Años de plomo. En el libro de “Memorias” de Juan María Bandrés, ex etarra de los llamados “Polimilis” y presidente y diputado de “Euskadiko Eskerra”, Bandrés reconoce que Arzallus pasaba la frontera para pedir a los dirigentes de la ETA llamada “Militar” “más acciones para conseguir antes las transferencias”. Que Dios le haya perdonado a Javiercho. Y con igual sentido de la Justicia, hora es de reconocer a Felipe González una actitud tan firme contra el terrorismo etarra. De ahí que extrañe mucho, a pesar de sus críticas, que asista a congresos del PSOE a sabiendas de que su sucesor Sánchez gobierna gracias al apoyo de los etarras y herederos de la ETA. No resulta concebible.

Arzallus, Javiercho, era un tipo inteligente, listo, gran orador por la enseñanza recibida en su etapa jesuítica, e indiscutible líder del nacionalismo vasco. Hijo de carlista y de una madre profundamente española.Hermano de otro sacerdote jesuíta, Florencio, que en su lecho de muerte, exigió a su familia –Javiercho entre otros-, que su esquela en “El Diario Vasco de San Sebastián” se redactara plenamente en español. Para mí, que Arzallus fue un nacionalista aranista que terminó simulando un independentismo en el que no creía, pero los complejos de UCD, PSOE y PP que convirtieron en un gran negocio económico en beneficio de las tres provincias vascas, demandaban su radicalismo. Un día se le escapó su “fé ciega” en el independentismo.

-Señor Arzallus, ¿apoya usted la independencia de “Euzkadi”?, le preguntó un periodista. Y Arzallus, que usaba de giros españolazos y madrileños, respondió: -¿Independencia? ¿Para qué? ¿Para plantar berzas?-. Se llevaba muy mal con Tarradellas “un ególatra del carajo de la vela”, y su doble juego terminó venciéndole, convirtiéndose en un ser miserable. Fue el gran jefe de todo lo malo que ha sucedido en las Vascongadas desde 1975 hasta hoy. Y no precisamente un valiente. Cuando Felipe González le advirtió que le mandaría al Ejército, bajó el tono, bajó sus pretensiones, bajó el nivel de sus exigencias, y siguió sacando el dinero a los Gobiernos de España.

-Es acojonante –le confesó a Sabino Fernández-Campo, en aquel tiempo Secretario General de la Casa del Rey, cuando esperaba que Don Juan Carlos le recibiera. –He venido a pedir los dedos de una mano, y antes de que yo hablara, el Gobierno me ha dado un brazo entero-.

Javiercho.

Alfonso USSÍA
 
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