Orbyt.
MI SEMANA AZUL & ROSA
JAIME PEÑAFIEL
02/05/2020
CHSSS...
ESAS LÁGRIMAS QUE HABLAN
LAS LÁGRIMAS DE LA REINA SOFÍA
LAS LÁGRIMAS DE ¿FELIPE?
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Que yo recuerde, solo las de la Reina Sofía en los funerales por su suegro el Conde de Barcelona, el 7 de abril de 1993, en el Monasterio de El Escorial, las superaron. La muerte de un ser querido pone al descubierto muchas veces, sobre todo si de la talla de unos reyes se trata, las miserias humanas de una familia. La muerte de Don Juan fue un acontecimiento que puso de manifiesto la doble tragedia de la Familia Real española. Por un lado, la de la pérdida de uno de esos hombres cuya vida fue una permanente amargura, la más dolorosa, la “traición” de su hijo.
La muerte de Don Juan acercó a Don Juan Carlos y a Doña Sofía, aunque, a lo peor y por todo lo que hemos visto después, fue solo momentáneamente. Pero ese día ¿solo ese día? tanto Don Juan Carlos como Doña Sofía fueron fieles a las palabras de San Agustín: “Si callas, callarás con amor, si lloras, llorarás con amor”. La muerte del conde de Barcelona irá siempre unida a las lágrimas de la Reina.
Nunca jamás hasta ahora, con las de Isabel Díaz Ayuso, unas lágrimas han conmovido tanto como aquellas derramadas en el monasterio de El Escorial cuando el cadáver de Don Juan desaparecía a hombros de la comunidad de agustinos camino del pudridero. La Reina lloraba con la mano sobre el hombro del Rey, contagiada de emoción y amargura, derrumbándose cuando vio la tristeza que rodaba por el rostro de su marido en forma de lágrimas como puños. Nunca unas lágrimas demostraban ser el resumen de tantas impresiones simultáneas. Eran como el grito que colmaba el vaso de tanto dolor reprimido, lágrimas de aflicción. Yo diría que media España lloró aquel día a causa de las lágrimas de Sofía. Y la otra media se contuvo por pudor. Pero todo el mundo compartió con ella, como con Isabel, el escozor de la tristeza.
En mi ya larga y dilatada vida profesional en la que he visto tanto dolor y tanta lágrima, no recuerdo que las lágrimas de una persona merecieran tal cantidad de artículos, editoriales, comentarios y cartas al director como las que inspiraron las que la Reina derramó ese sábado de abril de 1993. Eran testimonio de lo que ella amaba entonces. Pero no quisiera pensar que aquel día fue como una tregua, tregua de lágrimas, durante la cual Doña Sofía no pudo menos de concebir por Don Juan Carlos un sentimiento de ternura, incluso de piedad, que se puso de manifiesto cuando colocó la mano sobre el hombro de su marido, en un gesto que era casi una caricia tan necesaria para la vida de los sentimientos. Pero no tuvo respuesta. Tal vez porque el Rey, en esos momentos, se sentía solo con su dolor por la traición que un día ejerció sobre su padre cuando aceptó ser el heredero no de él sino de Franco. Mucho me temo que el día que muera Don Juan Carlos, su hijo Felipetambién derrame lágrimas de sangre, recordando el desgarro personal y la humillación pública a la que le sometió el 16 de marzo de este año. ¿Y ella? Ni aquel día ni ningún otro tuvo ni tiene a nadie con quien compartir sus pensamientos o consolar su soledad.
Estimado Jorge Javier: ese lenguaje de “maricones y rojos” ya no se estila, que diría María Dolores Pradera. Pero si eres coherente con lo que dices, en tu programa caben muy bien Pablo Iglesias y Grande Marlaska. Y, por supuesto, tú (...) Me sorprende que ese italiano tan culto, elegante y sensible permita el lenguaje que descalifica a uno de sus programas de más éxito y en el que yo me he sentido honroso de participar ‘in illo témpore’ sin ser ni mari**n ni rojo (...) “La epidemia va mejor de lo que esperábamos”, ha declarado Simón. ¡Lagarto! ¡ Lagarto! (...) Nunca se entenderá esa obsesión de la Casa Real o ¿de Letizia? para que Sofía aparezca siempre como escudera de su hermana Leonor (...) Se especula mucho sobre su espectacular transformación física. Hay quien lo atribuye a que, a sus 69 años, está enamorada, aunque sigue llevando la misma vida austera viviendo en el piso abuhardillado de 37 metros en la zona de Ópera.
SUBE BAJA
02/05/2020
PABLO IGLESIAS
YOLANDA DÍAZ
PADRE ÁNGEL
MAR TORRES
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Otra de las surrealistas ministras podemitas de pega del Gobierno Sánchez-Iglesias, tanto monta, monta tanto, como titular de Trabajo y abogada laboralista, a quien Moncloa ha obligado a rectificar por sus continuas meteduras de pata, entre ellas que el 70% de los españoles se contagiarán del virus.
Por haber pedido el Princesa de Asturias para... Moncloa ,que es tanto como pedirlo para Sánchez. Siempre le he tenido simpatía, a pesar de verlo como salsa de todos los guisos. En su falsa humildad no quiere el premio para él aunque algunos con menos méritos lo han recibido.
Anunciando en “exclusiva” y en portada: “Su ruptura con Froilán por iniciativa propia aunque fue algo de los dos”. ¿En qué quedamos, guapa? ¡Qué tragedia! Amén de esta “trascendental” noticia, la recauchutada muchacha, ofrece “sus confesiones mas íntimas”. ¡Las sales, por favor, para Jaime y para Elena!
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JAIME PEÑAFIEL
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Que yo recuerde, solo las de la Reina Sofía en los funerales por su suegro el Conde de Barcelona, el 7 de abril de 1993, en el Monasterio de El Escorial, las superaron. La muerte de un ser querido pone al descubierto muchas veces, sobre todo si de la talla de unos reyes se trata, las miserias humanas de una familia. La muerte de Don Juan fue un acontecimiento que puso de manifiesto la doble tragedia de la Familia Real española. Por un lado, la de la pérdida de uno de esos hombres cuya vida fue una permanente amargura, la más dolorosa, la “traición” de su hijo.
La muerte de Don Juan acercó a Don Juan Carlos y a Doña Sofía, aunque, a lo peor y por todo lo que hemos visto después, fue solo momentáneamente. Pero ese día ¿solo ese día? tanto Don Juan Carlos como Doña Sofía fueron fieles a las palabras de San Agustín: “Si callas, callarás con amor, si lloras, llorarás con amor”. La muerte del conde de Barcelona irá siempre unida a las lágrimas de la Reina.
Nunca jamás hasta ahora, con las de Isabel Díaz Ayuso, unas lágrimas han conmovido tanto como aquellas derramadas en el monasterio de El Escorial cuando el cadáver de Don Juan desaparecía a hombros de la comunidad de agustinos camino del pudridero. La Reina lloraba con la mano sobre el hombro del Rey, contagiada de emoción y amargura, derrumbándose cuando vio la tristeza que rodaba por el rostro de su marido en forma de lágrimas como puños. Nunca unas lágrimas demostraban ser el resumen de tantas impresiones simultáneas. Eran como el grito que colmaba el vaso de tanto dolor reprimido, lágrimas de aflicción. Yo diría que media España lloró aquel día a causa de las lágrimas de Sofía. Y la otra media se contuvo por pudor. Pero todo el mundo compartió con ella, como con Isabel, el escozor de la tristeza.
En mi ya larga y dilatada vida profesional en la que he visto tanto dolor y tanta lágrima, no recuerdo que las lágrimas de una persona merecieran tal cantidad de artículos, editoriales, comentarios y cartas al director como las que inspiraron las que la Reina derramó ese sábado de abril de 1993. Eran testimonio de lo que ella amaba entonces. Pero no quisiera pensar que aquel día fue como una tregua, tregua de lágrimas, durante la cual Doña Sofía no pudo menos de concebir por Don Juan Carlos un sentimiento de ternura, incluso de piedad, que se puso de manifiesto cuando colocó la mano sobre el hombro de su marido, en un gesto que era casi una caricia tan necesaria para la vida de los sentimientos. Pero no tuvo respuesta. Tal vez porque el Rey, en esos momentos, se sentía solo con su dolor por la traición que un día ejerció sobre su padre cuando aceptó ser el heredero no de él sino de Franco. Mucho me temo que el día que muera Don Juan Carlos, su hijo Felipetambién derrame lágrimas de sangre, recordando el desgarro personal y la humillación pública a la que le sometió el 16 de marzo de este año. ¿Y ella? Ni aquel día ni ningún otro tuvo ni tiene a nadie con quien compartir sus pensamientos o consolar su soledad.
Estimado Jorge Javier: ese lenguaje de “maricones y rojos” ya no se estila, que diría María Dolores Pradera. Pero si eres coherente con lo que dices, en tu programa caben muy bien Pablo Iglesias y Grande Marlaska. Y, por supuesto, tú (...) Me sorprende que ese italiano tan culto, elegante y sensible permita el lenguaje que descalifica a uno de sus programas de más éxito y en el que yo me he sentido honroso de participar ‘in illo témpore’ sin ser ni mari**n ni rojo (...) “La epidemia va mejor de lo que esperábamos”, ha declarado Simón. ¡Lagarto! ¡ Lagarto! (...) Nunca se entenderá esa obsesión de la Casa Real o ¿de Letizia? para que Sofía aparezca siempre como escudera de su hermana Leonor (...) Se especula mucho sobre su espectacular transformación física. Hay quien lo atribuye a que, a sus 69 años, está enamorada, aunque sigue llevando la misma vida austera viviendo en el piso abuhardillado de 37 metros en la zona de Ópera.
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Por haber pedido el Princesa de Asturias para... Moncloa ,que es tanto como pedirlo para Sánchez. Siempre le he tenido simpatía, a pesar de verlo como salsa de todos los guisos. En su falsa humildad no quiere el premio para él aunque algunos con menos méritos lo han recibido.
Anunciando en “exclusiva” y en portada: “Su ruptura con Froilán por iniciativa propia aunque fue algo de los dos”. ¿En qué quedamos, guapa? ¡Qué tragedia! Amén de esta “trascendental” noticia, la recauchutada muchacha, ofrece “sus confesiones mas íntimas”. ¡Las sales, por favor, para Jaime y para Elena!