ESPAÑA EN JUEGO: DISGREGACIÓN, CONFEDERACIÓN, UNIÓN FEDERAL O UNIÓN JACOBINA

LA CAMPAÑA CONTRA LA NACIÓN ESPAÑOLA Y CONTRA LAS OBRAS DE ROCA BAREA

* * * ***

A propósito del libro de María Elvira Roca Barea, Imperiofobia y leyenda negra, ed. Siruela, 2016.


Pedro Insua

15 octubre, 2017

Ver el archivo adjunto 1266863

El estado comete, pues, falta, cuando cumple o tolera actos susceptibles de arrastrarle a su propia ruina […]. Para que un Estado permanezca libre debe continuar haciéndose temer y respetar, si no deja de ser un Estado…” (Espinosa, Tratado político, pp. 167-168)

El libro de María Elvira Roca Barea se está convirtiendo en un fenómeno editorial realmente llamativo -va por su 8ª edición en sus primeros meses-, coincidiendo además con un momento muy crítico, como cualquiera puede reconocer, del presente político español.

Atravesamos una de las crisis políticas sin duda más agudas y profundas desde la guerra civil española, con un riesgo cierto, tras el desafío separatista planteado por parte del catalanismo, de fragmentación de la nación española. Un catalanismo que, si se ha filtrado en el cuerpo político español, en sus instituciones representativas, lo ha hecho respaldado, precisamente, por el singular fenómeno ideológico del que trata el libro de Roca Barea. Porque, en efecto, uno de los mecanismos ideológicos más persistentes que alimentan el separatismo y que permiten su fácil propagación (a pesar de la debilidad de sus fundamentos) es justamente esa «imperiofobia», que ha cristalizado en forma de «leyenda negra», y que viene acompañando al nombre de España desde el siglo XV.

Una leyenda negra desde la que se dibuja a España como una especie de forma histórica monstruosa, teratológica, tan vitanda y detestable que más hubiera valido que no hubiera existido nunca. La España actual, de existir, es para estos relatos algo así como un residuo imperialista, impositivo y tiránico (con Castilla como artífice), por cuya constitución «antidemocrática» se ha subyugado (incluso expulsado y aniquilado) a los distintos «pueblos libres» que vivían felices, arcádicamente, en la península, siendo así que, al ser incorporados como partes de España, sufrieron una integración forzosa (o forzada) que los redujo a la servidumbre. Es, en definitiva, esta identidad violenta, tiránica, negra de España lo único que justifica su unidad (lo único «español» propiamente dicho sería así «el Estado», represor, castigador, vigilante, por hablar en términos foucaultianos).

En este sentido, creemos, en pocos países, quizás en ninguno, ni siquiera en los EEUU, el autodesprecio inducido es tan penetrante, profundo y duradero como lo es en la sociedad española, en la que apenas existe institución, desde la escuela hasta los parlamentos reunidos en asamblea, en la que no se dé cuenta, con distorsión y tendenciosidad, de la negra identidad que España representa en relación a su historia, saliendo además siempre muy mal parada al contrastarla con otras sociedades del entorno de historia similar (Gran Bretaña, Francia, Alemania). Y es que España, desde esa perspectiva negrolegendaria, queda íntegramente identificada con la España imperial, inquisitorial, católica, retrógrada, reaccionaria, franquista, &…antidemocrática, en fin, y cuya unidad no se sostiene si no como Leviathán artificioso y horrible, como imaginaria «prisión de naciones» de la que hay que huir una vez que sus barrotes se afinan y ablandan con los procesos, inevitables por lo visto, de «transición» hacia «la democracia» (la fórmula de «España, prisión de naciones» es una mimesis de la que Marx y Engels, con más o menos acierto, habían aplicado a la Rusia de los zares).

Muchos creen, pues, desde tales presupuestos, que una vez disuelta dicha negra identidad de España en la «plenitud democrática», también debiera igualmente disolverse su unidad, dejando paso a las «auténticas naciones» («Catalunya», «Euskal Herria», «Galiza»… ), se supone prehispanas y surgidas in illo tempore, que el «Estado español» mantuvo secularmente oprimidas y tiranizadas hasta ahora, y cuya afirmación nacional («derecho de autodeterminación») hace del todo inviable la unidad de España.

Es por tanto llamativo, por escandaloso, solo comprensible por la asunción del relato negrolegendario y de la mentira histórica, que sea sobre todo desde el interior de España desde donde con más insistencia se hable, bien directamente de la inexistencia de España, bien de una esencia tan despreciable que sería mejor que dejase de existir
. Porque este es el sentido de la proposición «España no existe» predicada una y otra vez desde muchas instituciones y magistraturas españolas, una proposición que, de esta manera, se sitúa más en el plano del «deber ser» programático que en el del «ser» fáctico: no es que España no exista, es que España debe no existir, esto es, debe perecer como Nación dejando paso a la «libre determinación de los pueblos» por ella oprimidos.

Una negación anticonstitucional que va acompañada, por la propia lógica del relato negrolegendario y según estamos viviendo estos días, de la pretensión, igualmente anticonstitucional, de conseguir el reconocimiento del título de Nación para alguna de las regiones españolas (incluso para varias reunidas -«Euskal Herria»-, o para todas, -esto es, para cada una-), negándoselo así a España.

Porque, en efecto, una vez retirada la venda del armonismo pánfilo que tapa los ojos de muchos españoles, afirmar la existencia de Cataluña, Galicia, Vascongadas, &… como naciones políticas, aunque sea en ciernes, supone, eo ipso, negarle a España su carácter nacional (omnis auto-determinatio est negatio), de la misma manera que afirmar el carácter de España como nación es, desde luego, negar que una parte suya lo sea, sea una nación (como ocurre u ocurriría, por otro lado, con cualquier otra sociedad política constituida nacionalmente).

Ello significa que negar el carácter nacional de España, afirmándolo para alguna de sus partes, es, directamente, amenazar la soberanía de una Nación, como es la española, ya constituida y reconocida (y no al revés, puesto que jamás esas partes se han constituido en todos nacionales), una amenaza que procede, y esto es lo grave, y realmente sui generis, no del exterior ni tampoco de facciones más o menos marginales, sino, insistimos, de grupos que ocupan asiento en los órganos representativos de la propia soberanía nacional española.

Una pretensión
anticonstitucional, pues, la del carácter nacional de algunas regiones de España, que es defendida principalmente, así figura en sus programas, por los llamados «partidos nacionalistas» (muchos de ellos con representación en Las Cortes), pero también, y esto agrava extraordinariamente la situación, por otras formaciones, como son Unidos-Podemos (también con asiento en las Cortes) y el propio PSOE, que apoyan, cuando no directamente alimentan, esa misma pretensión al reconocer, por ejemplo vía federalista, la «identidad nacional» de muchas de esas regiones (aunque después, contradictoriamente, también se afirme desde esos partidos, bien que sotovoce, o en los márgenes de tales partidos, el carácter nacional de España).

Como consecuencia de la fuerte implantación institucional de esta posición antinacional-española (España representa lo peor políticamente hablando y lo mejor que se puede hacer es desentenderse de ella, si no directamente atacarla atentando contra la soberanía nacional española), ocurre un curioso fenómeno sociológico, muy generalizado en España, según el cual el que afirme lo contrario, es decir, quien afirme la existencia de España, ya no su defensa, sino su mera existencia como Nación soberana, se considerará automáticamente «españolista» o «nacionalista español», alineado con la «extrema derecha» y el «fascismo» sea como fuera que lo justifique. Y es que, se supone, quien defiende la existencia de España está comprometiéndose con su esencia, una esencia siempre sobreentendida por el secesionismo y sus cómplices como antidemocrática, tiránica, «fascista», es decir, una esencia tal como es definida desde la leyenda negra.

Ocurre pues, en España, algo muy singular y anómalo, solo explicable a través de los análisis que, de un modo ejemplar, ofrece Roca Barea en su libro: la mera afirmación de la soberanía nacional española, de la cual emanan los poderes del Estado y su propia forma democrática, es atacada por para muchos, con asiento –insistimos- en organismos oficiales, como una amenaza para la "convivencia democrática" porque, en seguida, refluyen esos mecanismos ideológicos negrolegendarios que sitúan a España, revival de la España imperial («Una, grande y libre»), en la antidemocracia.

En definitiva, para una buena parte de la sociedad española adoctrinada en esta autodenigración negrolegendaria España y Democracia son incomposibles, dioscúricas, como el Javert y el Valjean de Los Miserables: si España existe es porque todavía no hay suficiente democracia; si la Democracia es plena, entonces es porque España ha desaparecido del mapa peninsular.

Una sociedad española que convive con un autodesprecio tan intenso y beligerante, con una idea tan negativa de España, derivados de la imperiofobia y la leyenda negra, hace que su consistencia como sociedad política esté ahora mismo inevitablemente en cuestión, en riesgo cierto de fragmentación. El libro de Roca Barea ofrece las claves, sine ira et studio, de la formación de ese autodesprecio, único modo, en fin, de empezar a combatirlo. Un combate que es, ya, pura supervivencia nacional.



EMYmkYOXYAAkOoE
 


Bueno gente, pues ya estamos en lo que os contamos @Las Navas y yo en 2012, cuando abrimos este hilo.

Salvo que se logre convencer a algunos culiparlantes del PS[OE] para que se ausenten, se abstengan o se opongan en la investidura de Falconetti y sus Pedrettes (algo que algunos están intentando a última hora, pero que un escéptico como servidor no se cree que se pueda dar, porque no hay una micra de patriotismo ni de sentido de Estado en el PS), pues la estrategia que pretenden seguir es la abajo descrita... The Objective no deja hacer copia-pega, así que pinchad en el tuit para aceder al texto. Lectura recomendable.

No os puedo desear feliz año nuevo, queridos primos, porque 2020 va a traernos cosas muy peligrosas.
Aquí os avisamos. Porque lo creáis o no, estas cosas que parecen majaderías improvisadas, en realidad sirven a agendas geopolíticas que se trazan fuera de España y llevan tiempo cocinándose. Los peones que ejecuten las directrices en el fondo dan igual. Lo importante es que las directrices salgan adelante.

 
Bueno gente, pues ya estamos en lo que os contamos @Las Navas y yo en 2012, cuando abrimos este hilo.

Salvo que se logre convencer a algunos culiparlantes del PS[OE] para que se ausenten, se abstengan o se opongan en la investidura de Falconetti y sus Pedrettes (algo que algunos están intentando a última hora, pero que un escéptico como servidor no se cree que se pueda dar, porque no hay una micra de patriotismo ni de sentido de Estado en el PS), pues la estrategia que pretenden seguir es la abajo descrita... The Objective no deja hacer copia-pega, así que pinchad en el tuit para aceder al texto. Lectura recomendable.

No os puedo desear feliz año nuevo, queridos primos, porque 2020 va a traernos cosas muy peligrosas.
Aquí os avisamos. Porque lo creáis o no, estas cosas que parecen majaderías improvisadas, en realidad sirven a agendas geopolíticas que se trazan fuera de España y llevan tiempo cocinándose. Los peones que ejecuten las directrices en el fondo dan igual. Lo importante es que las directrices salgan adelante.



El artículo es muy ilustrativo.

Una pregunta, ¿dónde están el PP y Cs? ¿Casado está vivo? Andan desaparecidos. Arrimadas ha dicho algo, pero tan apenas. El silencio me ha sorprendido.
 
Alemania nacio como potencia en Europa a partir de su unificación, en 1871. Hasta entonces, como bien muestra el mapa de la forera MMarina, habia sido un mosaico de estaditos llenos de pretensiones y de titulos rimbombantes, sin ningun peso efectivo. A partir de su unificacion en un solo Estado, empezo a adquirir peso e importancia, y hasta hoy..... me imagino que lo último que se les ocurriría es volverse a dividir en multitud de estaditos liliputienses. Jajajaja, a quien, en su sano juicio, se le ocurriría algo semejante...?
 
Feliz 1936

Cristian Campos @crpandemonium
Cristian_Campos.png

1 enero, 2020 00:30

Imaginen lo que una sola frase de inspiración luso-germana –"quedan prohibidos los partidos políticos de intereses o ámbito regional o que pongan en peligro la existencia de España"– habría hecho por la libertad y la igualdad de todos los ciudadanos españoles en 1978. Quizá, es probable, la Constitución se hubiera aprobado con sólo un 80% de los votos en vez de con ese 91,81% que incluía también a buena parte del nacionalismo catalán y vasco. Pero ¿y qué?
¿Qué más da cuando la nueva Constitución republicana, socialista y federal que Pedro Sánchez acaba de imponer a los españoles por la vía de los hechos consumados tendría serias dificultades para llegar a un 50% de los votos afirmativos en un hipotético referéndum?


Y eso contando con el apoyo unánime de la extrema derecha nacionalista catalana, vasca, balear, asturiana, valenciana y gallega, hoy atrincherada en partidos nominalmente progresistas y de izquierdas. O con el apoyo del neocantonalismo leonense, turolense y soriano, esos machos beta del agrocarlismo que se conforman con chupar el cadmio de las cabezas de gambas que sus amos catalanes y vascos arrojan al suelo.

Quizá habría sido hasta buena cosa forzar el voto negativo del nacionalismo en el referéndum de la Constitución para evidenciar lo que hace cuarenta años era una sospecha y hoy es ya una certeza: que el proyecto del nacionalismo para España no es el de la democracia constitucional del 78, sino el de la España cainita de los republicanos de 1936, la peor generación de españoles jamás producida en este país.

Entre la independencia de su región junto a una España libre y en paz, y una simple confederación en el contexto de una España azotada por una guerra civil fría a la que sangrar por la vía del chantaje, el nacionalismo siempre escogerá la segunda opción. ¿Para qué darle el alta al huésped cuando el parásito puede vivir de él in sæcula sæculorum?
Porque el objetivo no es ya la secesión radical, sino el vasallaje del resto de los españoles. Cataluña y el País Vasco son inviables en solitario. Pero una Cataluña y un País Vasco ejerciendo de caciques de una Extremadura, una Andalucía y unas Castillas cautivas ya es cosa muy diferente. ¿Quieren una pista de por dónde van a ir los tiros? Ahí la llevan.
Y de ahí la investidura de Pedro Sánchez. "Una oportunidad para el independentismo" en palabras de esa misma ERC cuyo líder no sólo cuenta con un despacho personal en el ala de psiquiatría de la prisión en la que cumple condena por un golpe contra la democracia –"habrá que jurar que todo esto ha ocurrido", efectivamente–, sino también con los servicios personales de toda una Abogacía del Estado.

A China y a Pedro Sánchez hay que agradecerles, y entiendan aquí el verbo agradecer en el sentido más cáustico posible, haber fulminado dos de los axiomas políticos más duraderos de la historia contemporánea. El de que es imposible el progreso social, económico y tecnológico de una nación sin democracia. Y el de que las democracias consolidadas son sistemas autoinmunes capaces de depurar por sí solas sus afecciones más graves. Adaptando ese viejo chiste francés, desde la invención de China, de Pedro Sánchez y del bidet, ni el progreso sabe a progreso, ni la democracia sabe a democracia, ni nada sabe ya a nada.

Llevaban tanto tiempo los medios socialdemócratas atrincherados frente al supuesto auge del nazismo, de los populismos de extrema derecha, y hasta de Donald Trump, de Boris Johnson y de Viktor Orbán, que nadie vio llegar a Pedro Sánchez. Ese "octavo pasajero de la Constitución de 1978" según la brillante, pero sobre todo precisa, definición de Jorge Bustos.

Si el miedo era la llegada de un Vox que se apropiara de las instituciones, burlara la separación de poderes, sustituyera la acción de gobierno por la propaganda, devaluara la democracia y gobernara en contra de la mitad del país, habremos de vanagloriarnos entonces del advenimiento de un PSOE que se ha apropiado de las instituciones, burlado la separación de poderes, sustituido la acción de gobierno por la propaganda, devaluado la democracia y que se dispone a gobernar en contra de la mitad del país. La mitad demócrata, que coincide casi al 100% con la mitad productiva. ¿Qué puede salir mal?
Conviene no olvidar, en cualquier caso, que todo lo que ocurra a partir de hoy en España no será sólo consecuencia del capricho del más desolador de los presidentes de la historia de la democracia española, uno que hace bueno hasta a Fernando VII. Sino de la voluntad de esos diez millones de ciudadanos que el pasado mes de noviembre votaron por un gobierno que puesto en la tesitura de escoger entre la democracia y el golpismo escogiera al golpismo; entre Inés Arrimadas y Quim Torra, a Quim Torra; entre Pablo Casado y Arnaldo Otegui, a Arnaldo Otegui, entre la paz social y la confrontación, la confrontación; y entre la Constitución y los derechos de pernada cantonales, los derechos de pernada cantonales.

Bien. Es el país que los votantes de PSOE, Podemos y Más País han deseado durante tanto tiempo. No para ganar la Guerra Civil en diferido, como creen todavía hoy algunos inocentes, sino para finalizar el proyecto truncado de la Segunda República.

Es decir, el de la imposición de un régimen socialista revolucionario cuyo objetivo no es el progreso de España, sino su desmantelamiento total para el posterior modelado a imagen y semejanza de las herrumbrosas utopías adolescentes de un puñado de arribistas de la política cocido a fuego lento en la universidad con la peor ratio de licenciados/días cotizados de todo Occidente: la pública española. ¡Pero si su "programa de gobierno" ni siquiera sabe distinguir entre la facturación de las empresas y sus beneficios reales!

España tiene dos problemas. Una izquierda que considera la democracia como un medio y no como un fin. Y una derecha que todavía sigue creyendo en el excepcionalismo leyendanegrista español. Es decir, en la idea de que España es el único país del mundo en el que sólo es posible ganar las elecciones sometiéndose a ese marco ideológico socialdemócrata que en el resto del mundo se derrumba, elección a elección, para beneficio del verdadero progreso.

Este gobierno de socialistas, populistas, simpatizantes de ETA, sediciosos, malversadores, caballos de Troya del foro de Sao Paulo y ultraderechistas regionales no es un gobierno más. No pone en riesgo tal o cual derecho. Pone en riesgo la misma convivencia entre españoles. Y Pablo Casado, que no será ya jamás presidente de España, está errando tanto el diagnóstico como la receta. ¿A qué está esperando para romper todos los pactos –y todos son todos, caiga quien caiga– que mantenga el PP con el PSOE o con Podemos o con los nacionalistas en ayuntamientos, diputaciones y comunidades?

Es el PSOE el que se ha salido, con conocimiento de causa, del carril de la Constitución. Sólo faltaría que el PP le siguiera por esa deriva. Como en 1978, hay que volver a marcar la raya entre los demócratas y el resto. Porque el eje no es ya derecha-izquierda. Ni siquiera globalismo-soberanismo. Es democracia-autoritarismo. Es soberanía-vasallaje.
Pero mientras eso no ocurra y Pablo Casado siga actuando como si este fuera un gobierno más, sólo que levemente más radical de lo deseable, feliz 1936.

 
Los tweets con sandeces asustaviejas mejor dejarlos para otros hilos. En este, el personal ha mantenido siempre un nivel serio. Los espantapajaros de “ la derecha con los tanques” mejor en otros hilos, si es que en otros hilos hay quien se cree ciertas sandeces, cosa que dudo.
 
Back