Ana Obregón también habla de sus miedos. “Mi mayor preocupación en Nueva York era caer enferma porque estaba sola y nadie entonces iba a poder acompañar a Álex… y resulta que se me presenta un inicio de desprendimiento de retina”. Añade: “Nadie se imagina las noches enteras en vela en casa, con el termómetro en la mano por si subía la fiebre y tener que irnos a urgencias; ver lo que yo he visto, dormir en los pasillos de los hospitales. La fortaleza de Álex me ha hecho fuerte a mí”.
También admite cómo la enfermedad de su hijo ha cambiado sus hábitos. “Me fui a América con un vaquero y dos vestidos, y así he estado seis meses. Hasta Álex me decía: ‘Mamá, pero cámbiate de vestido’ y yo le respondía: Hijo lo siento, pero no tengo otro. Todo esto me ha servido también para darme cuenta de que no necesitas más”.
También admite cómo la enfermedad de su hijo ha cambiado sus hábitos. “Me fui a América con un vaquero y dos vestidos, y así he estado seis meses. Hasta Álex me decía: ‘Mamá, pero cámbiate de vestido’ y yo le respondía: Hijo lo siento, pero no tengo otro. Todo esto me ha servido también para darme cuenta de que no necesitas más”.