El Mundo Orbyt.
MI SEMANA AZUL & ROSA
JAIME PEÑAFIEL
14/10/2017
CHSSS...
LETIZIA: SIN GAFAS, PERO CON ABANICO
TODAS SE CREEN DISEÑADORAS
MI NIÑA ISABEL
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La pasada semana escribíamos en esta página sobre Felipe y Gigi Howard, la que fuera su novia americana, a propósito del huracán que ha devastado, totalmente, la paradisíaca isla de Saint Martin. Algunos lectores me han enviado correos preguntando qué fue y qué es de aquella muchacha que podía haberse convertido en la Grace Kelly española. Y, miren ustedes por dónde, otro amable lector, en este caso lectora, me hace llegar un artículo de la compañera de ABC, Ana Mellado, en el que informaba no sólo que “el amor de juventud de Felipe VI”, a sus 44 años, vive en Nueva York con su hijo de tres años (se desconoce quién es el padre) sino que ha entrado en el mundo de la cosmética, lanzando, con éxito, una línea de productos para combatir las arrugas. Gigi es una de esas famosas que prestan su nombre o su trabajo para crear un producto. Como las modelos Gisele Bündchen y Heidi Klum con lencería o la actriz Sarah Jessica Parker, con zapatos.
También a nuestras famosas, famosillas o populares, les ha tentado el mundo del diseño aunque no con mucha suerte. O mala suerte, para ser más exactos. Pienso que más que demostrar inteligencia creadora, de la que carecían, han pretendido, en la mayoría de los casos, rentabilizar un nombre que valía mucho menos de lo que creían porque era prestado. Unas veces por matrimonio, otras, simplemente, por coyunda o éxito profesional.
De triste memoria, aunque yo la estimé mucho y hasta la defendí, el de Isabel, la niña Isabel Sartorius que siempre, mientras viva, se la conocerá como “la novia del Príncipe”. Que lo fue. Tanto como Eva Sannum y más que Gigi Howard. Cuando su vida se quedó al pairo tras la ruptura, todos tuvimos la culpa pero ella sola se “suicidó”, quiso rentabilizar su nombre, que lo valía, poniéndolo al servicio del diseño. Nada menos que bolsos. Y lo hizo con el aval de un novio, Fernando Ballvé, que le prestó o avaló, que es lo mismo, un dinero con el que empezó la aventura. Para ello, se asoció con dos diseñadoras, Natalia Moreno y Mónica Díaz que traducían en bocetos las ideas de nuestra Isabel. También se unió a ellas su amiga Marta Oyarzábal. Aunque no pretendía crear un Kelly como el de Hermès, para Grace ni un Trim de Gucci, para Jackie, sí quería que sus bolsos se convirtieran en la seña de identidad de una persona. La pobre Isabel buscó la promoción regalando uno de los primeros que salió de la fábrica de Villena en Alicante a... Letizia. Todo un detalle. Creo que lo llevó en alguna ocasión. A pesar de esta “ayuda”, el negocio resultó no ser tal. Para colmo de desgracias, se murió el hombre que podía haberla hecho feliz. Y encima la familia le reclamó el dinero. Pienso que Isabel no ha tenido mejor suerte que ese nombre que yo amé tanto. Pero siempre lo querré y siempre te querré. No he conocido mejor persona que tú y con menos suerte.
Independiente de afeitarse la barba, el papá de la consorte se ha sometido a una ridícula cura de rejuvenecimiento como su hija y, más recientemente, su ex. Así aparece en la información de mi compañera Marina Pina en LOC de la pasada semana. (...)Mucho me temo que se le vaya a complicar la vida laboral y la personal si la Fundación La Caixa en la que trabaja la trasladan a Palma, donde ella no es querida y su marido mucho menos. (...) Es un hombre que no profesa ningún interés por las relaciones íntimas. Su pasión son las estatuas, según Kate Finnigan, en ‘Yo Dona’. (...) ¡Qué gran fracaso como diseñadora! Se creyó que lo era y ni su hermana ni su cuñada han querido vestir sus trajes de novia. Lo tuyo, guapa, son las exclusivas familiares. (...) Hay que ser un pobre niño rico, que lo es, para mostrar, sin el menor pudor y sentido del ridículo, en las redes sociales, su hortera mansión. Como el nombre de los tontos está escrito en todas partes, en este caso, hasta en las mantas de la cama y en grandes caracteres. El egocentrismo del muchacho no tiene límites. (...) En su infantil ostentación, no de nuevo rico sino de algo peor, su última adquisición, por 2,5 millones de euros, ha sido un Bugatti, el coche más rápido del mundo cuando no sólo en Madrid sino en todo el mundo civilizado se está limitando la velocidad para combatir la polución. ¿Dónde piensa correr con él?
MI SEMANA AZUL & ROSA
JAIME PEÑAFIEL
14/10/2017
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LETIZIA: SIN GAFAS, PERO CON ABANICO
TODAS SE CREEN DISEÑADORAS
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La pasada semana escribíamos en esta página sobre Felipe y Gigi Howard, la que fuera su novia americana, a propósito del huracán que ha devastado, totalmente, la paradisíaca isla de Saint Martin. Algunos lectores me han enviado correos preguntando qué fue y qué es de aquella muchacha que podía haberse convertido en la Grace Kelly española. Y, miren ustedes por dónde, otro amable lector, en este caso lectora, me hace llegar un artículo de la compañera de ABC, Ana Mellado, en el que informaba no sólo que “el amor de juventud de Felipe VI”, a sus 44 años, vive en Nueva York con su hijo de tres años (se desconoce quién es el padre) sino que ha entrado en el mundo de la cosmética, lanzando, con éxito, una línea de productos para combatir las arrugas. Gigi es una de esas famosas que prestan su nombre o su trabajo para crear un producto. Como las modelos Gisele Bündchen y Heidi Klum con lencería o la actriz Sarah Jessica Parker, con zapatos.
También a nuestras famosas, famosillas o populares, les ha tentado el mundo del diseño aunque no con mucha suerte. O mala suerte, para ser más exactos. Pienso que más que demostrar inteligencia creadora, de la que carecían, han pretendido, en la mayoría de los casos, rentabilizar un nombre que valía mucho menos de lo que creían porque era prestado. Unas veces por matrimonio, otras, simplemente, por coyunda o éxito profesional.
De triste memoria, aunque yo la estimé mucho y hasta la defendí, el de Isabel, la niña Isabel Sartorius que siempre, mientras viva, se la conocerá como “la novia del Príncipe”. Que lo fue. Tanto como Eva Sannum y más que Gigi Howard. Cuando su vida se quedó al pairo tras la ruptura, todos tuvimos la culpa pero ella sola se “suicidó”, quiso rentabilizar su nombre, que lo valía, poniéndolo al servicio del diseño. Nada menos que bolsos. Y lo hizo con el aval de un novio, Fernando Ballvé, que le prestó o avaló, que es lo mismo, un dinero con el que empezó la aventura. Para ello, se asoció con dos diseñadoras, Natalia Moreno y Mónica Díaz que traducían en bocetos las ideas de nuestra Isabel. También se unió a ellas su amiga Marta Oyarzábal. Aunque no pretendía crear un Kelly como el de Hermès, para Grace ni un Trim de Gucci, para Jackie, sí quería que sus bolsos se convirtieran en la seña de identidad de una persona. La pobre Isabel buscó la promoción regalando uno de los primeros que salió de la fábrica de Villena en Alicante a... Letizia. Todo un detalle. Creo que lo llevó en alguna ocasión. A pesar de esta “ayuda”, el negocio resultó no ser tal. Para colmo de desgracias, se murió el hombre que podía haberla hecho feliz. Y encima la familia le reclamó el dinero. Pienso que Isabel no ha tenido mejor suerte que ese nombre que yo amé tanto. Pero siempre lo querré y siempre te querré. No he conocido mejor persona que tú y con menos suerte.
Independiente de afeitarse la barba, el papá de la consorte se ha sometido a una ridícula cura de rejuvenecimiento como su hija y, más recientemente, su ex. Así aparece en la información de mi compañera Marina Pina en LOC de la pasada semana. (...)Mucho me temo que se le vaya a complicar la vida laboral y la personal si la Fundación La Caixa en la que trabaja la trasladan a Palma, donde ella no es querida y su marido mucho menos. (...) Es un hombre que no profesa ningún interés por las relaciones íntimas. Su pasión son las estatuas, según Kate Finnigan, en ‘Yo Dona’. (...) ¡Qué gran fracaso como diseñadora! Se creyó que lo era y ni su hermana ni su cuñada han querido vestir sus trajes de novia. Lo tuyo, guapa, son las exclusivas familiares. (...) Hay que ser un pobre niño rico, que lo es, para mostrar, sin el menor pudor y sentido del ridículo, en las redes sociales, su hortera mansión. Como el nombre de los tontos está escrito en todas partes, en este caso, hasta en las mantas de la cama y en grandes caracteres. El egocentrismo del muchacho no tiene límites. (...) En su infantil ostentación, no de nuevo rico sino de algo peor, su última adquisición, por 2,5 millones de euros, ha sido un Bugatti, el coche más rápido del mundo cuando no sólo en Madrid sino en todo el mundo civilizado se está limitando la velocidad para combatir la polución. ¿Dónde piensa correr con él?