Belén Esteban y añadidos (boda, eventos, todo lo relacionado con el personaje y su entorno)

Hija @Bailarina, acabas de subir lo de Lecturas, y se ha escacharraooo el fofo.
Y mira que nos gusta ver lo de las revistas, pero igual si no subieras toda la revista entera, como cosas de comida, de regalos de modas, y cosas de esas superfluas, que yo creo que casi ni las leemos, al menos yo.
A mi me gusta que las subas, pero las noticias comentables, porque eso de comidas, y todas esas cosas, nunca jamás las hemos comentado, en haters, y allí comentamos hasta el tiempo, pero lo de las revistas que subes, noooo. ni creo q eu en ningún otro hilo, a lo mejor, tendrías que dejar de subir esas cosas.
Yo doy una opinión no te enfades.
ahora voy a copiar lo que has puesto de andreita, ahora mismo de Lecturas.
 
Te dejo la pag donde lo he encontrado, si encuentro el vídeo otro dia te lo digo, @aceituna

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Belén Esteban robó dinero de Ambiciones
03/07/2010 00:27 Lectura: 1 min (393 palabras)

Hoy lo ha dicho Patiño. Ha tardado diez años pero lo ha dicho. La Esteban cogió sin decir un dinero que no era suyo de Ambiciones

Lo que toda la gente conocemos como apropiación indebida, es decir: Robar, la Patiño, después de diez años, ha reconocido que a la Esteban, la echaron de Ambiciones por...... "coger un dinero prestado que había en una caja, sin decírselo a nadie, pero que pensaba devolver".

Mira Patiño: Lo puedes maquillar como te de la gana, para defender al engendro que creasteis que se llama Belén Esteban, pero eso aquí y en Tanganika, se llama Robar.

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Así que después de tantos años, nos enteramos de que la primera choriza que ha habido en toda la mierda de culebrón de su vida fue ella misma.

Eso no le ha impedido tener una cara más dura que el cemento, para ir ella de legal por la vida y acusar a todo kiski que mangantes y otras cosas peores.

Parece que la chulería que tuvo ayer, de decir que iba a ir a Antena3 y quemarlo con todos dentro ya va teniendo sus repersuciones y aunque con cuenta gotas, empiezan a soltar mierda de este impresentable y caradura personaje

Coger dinero sin avisar, es robar aquí y en Tanganika, aunque Patiño lo quiera maquillar

Se ve que a bocazas no le gana nadie y esa bocaza que tiene, le está buscando a pasos agigantados más enemigos y desertores de "su causa" de los que esta barriobajera pudiera imaginar

En Sálvame (su chiringuito particular), ya se ve un cierto cambio de personajes para empezar a hacerla sufrir la gota gorda.

Hoy mismo Diego Arrabal, ha llevado hasta los tikes de la cafetería del crucero, para cerrar la bocaza de la "Bocametro" de San Blas.

Nosotros ya hemos dicho desde hace casi un mes que esto está calculado y que van a ir haciendola trizas hasta que no se pueda utilizar de ella ni el tabique (¿Inoxidable?) nasal para reciclar.

Su fin se está acercando. Telecinco es una empresa privada y quiere sacar tajada de su inversión, así que su caída será lenta y beneficiosa para la cadena. ¿Pero lo soportará esta impulsiva y desequilibrada con los problemas que tiene?

Por fin este maligno y venenoso personaje empieza a sufrir en sus carnes todo el daño que ha intentado hacer a mucha gente. A mucha gente igual le da pena. A nosotros la verdad es que ninguna.

http://es.globedia.com/belen-esteban-robo-dinero-ambiciones

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Muchas gracias Turn por traer la noticia!!!!:kiss:
 
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Esta misma tarde, Andrea Janeiro se ha dejado ver saliendo de casa junto a su madre, Belén Esteban, preparada para la ocasión.

La hija de Belén y Jesulín lucía un elegante vestido negro con transparencias en las piernas y una sugerente abertura lateral, un discreto maquillaje y pocos accesorios que completaban el sobrio estilismo con el que Andreíta celebrará su mayoría de edad.

Contrastando con su elegante atuendo destacaban las manos de Andreíta, decoradas con unos preciosos tatuajes de henna.

Madre e hija salían de casa dispuestas a pasar una noche inolvidable en la que no solo se celebrarán los recién estrenados 18 años de Andrea, sino que también vivirán una emotiva despedida antes de que la hija de Belén Esteban viaje a Londres para continuar sus estudios.
 
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Han infringido las normas, la hija de Terelu, y la hija de Matamoros no tienen 18 años

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Y si no se expusieran en las redes en abierto hasta que no tuvieran 18
años, pues mira mucho mejor.
 
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Estos dos fantoches también ???

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El que está detrás de ella, me suena la cara, es su pareja actual o su hermano, porque me consta que está divorciada.

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Pues que camiseta más fea, a simple vista me había parecido que iba en camiseta y en canzoncillos, lo he tenido que mirar dos veces
 
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No le ha podido cambiar tanto la cara desde el dia de la graduación hace dos meses, hasta hoy.
Habrá ido una maquiladora profesional a maquillarla, para fiesta,y el dia de la graduación estaba normal, como es.
 


Así es la fiesta de Andrea Janeiro en su celebración de 18 años.


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Parecen esos los gemeilierss, han estado en la fiesta del cumpleaños de Andrea????

Belén Esteban y Andrea Janeiro plantan a los Gemeliers en la fiesta de su 18 cumpleaños
Los hermanos Oviedo celebraron su 18 cumpleaños con un evento en Madrid en el que hubo muchas presencias y algunas ausencias destacadas.
El pasado 21 de febrero, Daniel y Jesús Oviedo cumplieron 18 años, y como cayó en martes, esperaron al sábado para celebrar una gran fiesta de cumpleaños para sus familiares y amigos.
 
AMBICIONES Y REFLEXIONES



CAPÍTULO 1


Un poquito de confianza


Soy Belén Esteban —María Belén
Esteban Menéndez en el carné de identidad— y todo el mundo me conoce.

Me llaman «la princesa del pueblo», y en España se me ha visto mil veces por
televisión y en las revistas del corazón.

Llevo más de quince años saliendo en todas partes, contando mi vida al detalle y teniendo que defenderme de las historias que me han ido pasando desde que soy famosa.

Nunca pensé que pudiera escribir un libro con todo eso. Cuando me lo pidieron, casi les mando a tomar por…

—¡¿Pero qué decís? ¿Yo un libro…?

¿Estáis locos o qué?!

Me lo han propuesto muchas veces.He sido siempre muy reacia, pero ahora
no me parecía tanta locura. Este era el momento, durante estos siete meses que han sido de plena dedicación para mí misma. Siete meses que me han servido para reflexionar y hacer balance de toda mi vida. Es más, me hizo mucha ilusión.

La verdad es que estoy en un momento importante y muy especial. He superado cosas muy duras y por eso ahora me siento tranquila y tengo un optimismo tremendo. Además, ahora puedo decir que este libro me ha servido como terapia.

Después de todo, me queda mucha vida por delante, mucho que
hacer y que disfrutar. Y, sobre todas las cosas, tengo una hija maravillosa que me absorbe todo el tiempo y que acapara todo mi cariño.

Cuando echo la vista a atrás, veo que lo malo que he sufrido ya es agua pasada y que he salido viva de una guerra en la que pude perder muchas cosas, sobre todo la dignidad como persona. Pero las balas ni me han rozado, y no solo he salido viva de la guerra, sino también vencedora.

Le he echado mucho coraje al asunto, por no decir otra cosa que suena peor, y aunque luego leerás cómo no me corto un pelo escribiendo como hablo,por ahora quiero ser más comedida y ganar un poquito de confianza. Creo que la mía es una historia de superación —

Boris insiste en que es de supervivencia— que puede que sí sea digna de contar.

Por lo menos para que la gente sepa cuál es mi verdad, porque aquí cada uno ha contado la suya a su manera.

Así que desde el primer momento sabía que, si yo hablaba para el libro, tenía que hacerlo como siempre, sin contarme ni un pelo, diciendo muy clarito lo que
siento y lo que pienso.

Claro que este libro no lo he hecho sola. Habría sido incapaz, porque tengo los estudios justitos para andar por la vida.

Mi amigo Boris Izaguirre ha sido quien me ha ayudado a sacarlo adelante,porque me ha sabido escuchar durante las entrevistas. En el tiempo que hemos estado juntos hablando me ha hecho casi desnudarme y sacar todo lo que llevaba dentro.

Dice que solo me ha ayudado a poner las piezas para hacer el puzle de mi vida, que suena muy bonito, pero la verdad es que sin su comprensión no habría hablado tanto y de tantas cosas.

Y creo que sí, que esta que cuento es una historia de ambiciones y de reflexiones. Porque he reflexionado mucho sobre lo que me ha pasado, para intentar encontrarle un sentido y una salida al laberinto en que me encontré
de golpe cuando solo era una chica de barrio, una cría jovencita e inocentona.

Pero también el mío es un caso de ambiciones, las que tengo en lo más profundo de mi ser para superarme, para tener una vida tranquila y digna con los míos.

Y sobre todas las demás, la ambición de buscar lo mejor para mi hija Andrea, para defenderla con uñas y dientes, para que crezca tranquila y al margen de estos jaleos y para que pueda convertirse en una mujer preparada y libre.

Reconozco que me ha sentado bien contar todo esto, más que nada para recapacitar y darme cuenta perfectamente de lo que ha sido mi vida hasta ahora y saber dónde estoy en este momento. Como un antes y un después.

Porque a mis años ya he vivido de todo, de lo bueno y de lo malo. Hay mucha gente que ha querido hacerme daño durante este tiempo, pero no lo han
conseguido nunca. Soy una tía fuerte, o he aprendido a serlo. Claro que también tengo mis debilidades, como el resto del mundo, pero las circunstancias, esas movidas por las que he pasado, me han enseñado mucho de la vida y de las personas.

Y, aunque ahora sea famosa, sigo siendo una chica de barrio, de San Blas. De un barrio de Madrid de gente normal y trabajadora.

Pero no me engaño: si estoy donde estoy es, primero, por haber contado mi
vida en público y, segundo, porque algo tendré que le gusta a la gente. Pase lo
que pase y esté donde esté, siempre he sido yo misma. No he fingido nunca ni
he ido por la vida de otra cosa que de Belén Esteban.

Y digo yo que será por eso por lo que siempre me he sentido superquerida.

Por supuesto que también habrá gente a la que no le guste, e incluso que me tenga manía, que con eso ya cuento.

Pero son los menos. La mayoría me quiere y me aprecia muchísimo. Y una
de las cosas que más valoran de mí es la sinceridad. Porque jamás me he
preparado un guion cuando he ido a hablar a la tele o con algún periodista.

Siempre me he puesto muy nerviosa antes de empezar, pero cuando llega el
momento de sentarme ante todos, pienso: «Pero, vamos a ver, Belén. ¿Por qué te vas a poner nerviosa si solo tienes que decir lo que sientes?».

Y como digo lo que siento, siempre voy con la verdad por delante. Por lo
menos con la mía…

Salvo en la última etapa, que reconozco que en algún momento he mentido por Fran, mi exmarido.

¿Que me he equivocado muchas veces? ¡Pues claro que sí! ¿O es que los demás nunca lo han hecho? Yo también tengo derecho, porque no soy perfecta.

Lo que pasa es que si yo me equivoco en algo, como me conoce todo el mundo y los periodistas están pendientes de lo que hago, tengo que pagar un precio muy alto.

Y es horrible, porque cuando pasa algo así, me toca estar dos o tres meses
dando explicaciones en televisión.

Pero la verdad es que yo solo hablo de mi vida, no de la de los demás.

Siempre he tenido que ir justificando lo que he hecho y lo que he dejado de
hacer. Pero, repito, solo hablo de mi vida, que parece que a tanta gente le
interesa.

Por eso no creo que sea justo que me veten en alguna entrevista,porque yo no lo he hecho con nadie, y tampoco me he prestado a hacer entrevistas estándar o pactadas. Ese no es mi estilo ni lo será nunca.

No escondo nada porque siempre tengo muy presente de dónde vengo, la
manera en que me he criado y todas las vivencias que he tenido desde que era
pequeña.

Quizá, a algunas personas esas cosas no les parezcan importantes, o no quieren que se sepan.

Pues resulta que ahora hay por ahí muchos nuevos ricos que toda su put* vida no han sido más que unos muertos de hambre y, de repente, se quieren olvidar de dónde vienen.

Ganan cuatro duros, se compran un piso y un coche nuevo, salen en las
revistas en una fiesta petarda y ya se creen que son los marqueses de Ardales.

Y encima miran por encima del hombro, los gilipollas… Vaya, ya ves cómo me
pongo cuando gano un poquito de confianza.



CAPÍTULO 2



Una chica de barrio


A mí no se me olvida nunca de dónde
vengo, ni me olvido de mi gente, ni de mi barrio, ni de mis vecinas… No me
avergüenzo de reconocerlo, porque tampoco me puedo inventar una vida que
no he tenido ni ha existido.

Eso de «la princesa del pueblo» es un título que me ha dado la gente con el
tiempo. Pero entiendo que ha sido porque es lo que muchos sienten al verme y porque saben que todo lo que les digo es verdad, que no oculto nada.

Lo único que hago es ser yo misma, sin
disfraces ni postureo. Y lo transmito de
la forma en que lo he vivido y como lo siento. Tiene que ser así porque es de mi propia vida de lo que hablo.

Por eso no me molesta el «título»,pero creo que, en cualquier caso,corresponde a mis seguidores el que quieran llamarme así. Yo no me puedo creer ser princesa. Porque siempre lo digo, ¡y con mucho orgullo!, que vengo de una familia de currantes.

Y que me crié en un pisito de un barrio obrero de Madrid.

Mi padre, Francisco, era pintor, de los de brocha gorda. Y mi madre,Carmen, trabajaba de limpiadora en el colegio de monjas donde luego yo estudié y en unas galerías comerciales.

Todo el día con la fregona p’arriba y p’abajo. Pero eran felices, éramos
felices. Al fin y al cabo, tenían trabajo,su trabajo, por duro y jodido que fuera.

Y, aunque no nos sobraba, con lo que curraban los dos y con mucho esfuerzo,
en casa teníamos lo suficiente para ir tirando y salir adelante; ellos y sus tres
hijos.

Tengo muchas cosas que agradecerles a mis padres, porque en casa podríamos ser casi pobres y tener carencias en lo material, pero nunca las tuvimos en lo espiritual.

Por eso estábamos tan unidos: ellos, mis dos hermanos, que se llaman Juan Pedro y Francisco José, y yo. Y hasta con los vecinos, que eran también como de la familia, porque en ese barrio todo el mundo se ayudaba. Allí solo había
buena gente, sencilla y trabajadora.

Como mi madre era la limpiadora del colegio, me aceptaron en él como alumna. A mí no me incomodaba su trabajo, ¿por qué iba a molestarme?

Nadie me trataba de manera distinta por eso. Y si era mejor o peor estudiante no tenía nada que ver con lo que ella hacía.

Creo que es muy importante pensar así,sin complejos. Eres lo que eres y, a lo
mejor, aceptando este tipo de cosas consigues mucho más en la vida. No es
que tuviera esto claro desde niña, pero sabía muy bien quién era mi familia,
quién era yo y que no debía sentirme mal por ello.

Las monjas del colegio siempre nos trataron a mi madre y a mí con un cariño
especial. A veces iban al mercado de San Pascual a pedir comida para
repartirla entre las familias más necesitadas —yo creo que aún no
existían las ONG— y muchas veces también nos la daban a nosotros.

Había épocas en que a mis padres les faltaba dinero y mi madre solía
empeñar sus joyas para poder darnos algún regalo el día de Reyes. Yo
siempre la acompañaba a la casa de empeños y aún recuerdo, después de
tantos años, aquel lugar.

Estaba en un cuarto piso, era como una especie de almacén, y allí solo había mujeres. Mi madre las señalaba y me decía:

—Mira, Belén, esas son las pesadoras de oro.

Y yo le contestaba:

—Que no, mamá, que son las que ayudan a los Reyes Magos.

Como siempre coincidían estas visitas con las fechas navideñas, me
había hecho a la idea de que a lo que íbamos de verdad era a encargar los
regalos a Melchor, Gaspar y Baltasar,porque a los pocos días siempre
llegaban paquetes a casa.

Un año íbamos de camino para empeñar un collar y nos encontramos un anillo con un brillante.Este también se quedó en la casa de empeños. Aquí estuvo más claro que nunca que los Reyes Magos no venían de Oriente.

No me importa contar esto porque mi madre decía que para eso estaban las
joyas cuando hacía falta. Y repetía siempre la misma cantinela:

—Benditos mis bienes que de mis males me sacan.

Creo que por eso tengo ahora una relación muy especial con las joyas. Sé
que sirven para lucirlas, pero también son una forma de invertir un dinero que
ayuda a salir de apuros. Lo aprendí de mi madre, que ha sido y sigue siendo
muy importante para mí.

Ella sabe todo lo que me pasa, incluso casi más que yo misma. Y aunque ahora se ha ido a vivir a Benidorm y nos vemos menos, siempre sigue estando a mi lado cuando la necesito.

Y qué decir de mi padre, tan bueno.Yo era su ojito derecho y él también el
mío. Todo el mundo sabe lo que le echo de menos. Nos queríamos mucho y
moría por mí.

Una de las cosas que recuerdo de mi separación de Jesulín de
Ubrique, el torero, es que mi padre reaccionó fatal cuando se lo conté.

Siempre me decía que no me metiera tanto con él en las entrevistas, porque le
adoraba. Y este afecto sé que era mutuo.

Cuando mi padre murió, Jesús apareció en el tanatorio. Llegó en coche
a las cuatro de la mañana y no paró de llorar el tiempo que estuvo allí. Para mí
fue como si descubriera el cariño que sentía realmente por mi padre.

Es curioso, pero cuando recuerdo ese momento también tengo presente que, repentinamente, Jesús, delante de toda la familia y en un momento tan
duro, me pidió explicaciones de por qué no había ido a verle al hospital después
del accidente tan grave que tuvo.

Era como si me dijera: «Yo, aquí,despidiendo a tu padre, y tú no te preocupaste por mí cuando estuve tan mal». Yo me quedé flipada, y entonces,
sin cortarme ni un pelo, igual que él, y delante de todos, le dije la verdad:

—Porque tu padre no me dejó


 

CAPÍTULO 3


La diabetes


Bueno, de Jesulín y los Janeiro,
lógicamente, voy a escribir más adelante y, aunque no lo creáis posible, con
detalles que no he contado nunca.

Pero quiero continuar recordando a mi familia. Quiero decir que, aunque en
mi casa no hubiera lujos, aunque viviéramos en un piso de cuarenta y
ocho metros cuadrados, mi infancia fue muy feliz. Me emociono y me encanta
volver a pensar de vez en cuando enaquella época tan bonita de mi vida.

Suelo hacerlo cuando tengo momentos malos, porque me alivia.

Las Navidades de mi niñez, por ejemplo, eran excepcionales, porque se
vivían con mucha alegría entre todos los vecinos.

Había una señora en nuestro mismo rellano que el día de Nochebuena
iba de casa en casa cantando villancicos y haciendo el ritmo con un tenedor en
una botella de anís, de esas que tienen adornos en el cristal. Y se formaba
mucho alboroto y risas en la escalera.

También me viene a la cabeza cuando los domingos que hacía bueno nos íbamos al campo o al río a comer una paella, que nos sabía riquísima. A la
vuelta, mi padre ponía la radio para oír el fútbol y los resultados de la quiniela.

Íbamos en el Simca escuchando las cintas de Los Chichos y del Tijeritas.

¿No es genial? A mí me encanta que esa sea la banda sonora de mi infancia.

Mi madre se sabía todas las canciones, y seguía cantándolas fueradel coche cuando parábamos en una gasolinera a preparar los bocadillos. Y
yo con ella.

Ahora, a mi hija Andrea le vuelve loca Justin Bieber y me arrastra a todos sus conciertos. A lo mejor estas cosas es a lo que llaman un cambiogeneracional; yo con Los Chichos y mi Andrea con el Bieber…

La comida siempre iba metida en una olla exprés que mi madre llevaba a
todas partes, hasta cuando acudíamos a la piscina del barrio de La Concepción.

Casi todos los domingos del verano nos plantábamos allí con la olla, las toallas,
la mesita plegable y las sillitas. Y echábamos todo el día en bañador, tan
fresquitos.

Como a mí me daba miedo el agua,mi madre acabó apuntándome a clases
de natación en esa misma piscina municipal. Y no sé cómo fue la cosa,
pero el caso es que allí cogí unos papilomas. No uno, sino dos o tres.

Fuimos a consulta y el médico nos dijoque me los tenían que quitar. Y el día de
la cita, cuando fue mi madre a despertarme, me caí al suelo redonda al
levantarme de la cama. Ella se asustó tanto que me llevó a las urgencias del
hospital del Niño Jesús. Y menos mal que lo hizo, porque nada más llegar me
ingresaron corriendo en la UVI, con 500 de azúcar en sangre.

Fue entonces cuando me detectaron la diabetes. Tenía solo nueve añitos, y a
mis padres se les cayó el mundo encima.

Estuve un mes allí dentro, porque los médicos no podían controlarme el nivel
de azúcar. Y aunque a mis padres solo les permitían visitarme dos ratitos a lo
largo del día, ellos se pasaban la jornada entera en la sala de espera del
hospital. Mi padre ni siquiera iba a trabajar de la preocupación que tenía.

Cuando me pasaron a planta, aún estuve dos meses más ingresada.

Diariamente me traían tebeos de los de pintar y recortables de las muñecas, algo que no era lo normal. Y como, además, mi madre no dejaba de llorar, yo
pensaba que algo pasaba. Los médicos me pinchaban y me ponían insulina
varias veces al día. Mi padre era incapaz de aguantarlo, pero mi madre sí.

Las enfermeras les decían:

—La niña es muy pequeña todavía para pincharse sola, y tienen que saber
hacerlo, porque cuando salga de aquí no va a haber nadie que lo haga por
ustedes.

Mi padre nunca me pinchó, ni siquiera vio cómo yo lo hacía, porque
era superior a sus fuerzas. Siempre se daba la vuelta, incluso cuando ya tenía
treinta años. Y mi madre nunca dejó de regañarle y de decirle que era un cagón.

Para mí la diabetes, siendo tan niña,fue duro, muy duro. Los psicólogos del
hospital me lo explicaron, pero yo no entendía nada, y es que apenas acababa
de hacer la comunión. Solo sabía que lacomida que me daban desde que me
ingresaron ya no me gustaba. Así que en cuanto podía, cogía el bote de Cola Cao y me lo trincaba a cucharadas, a palo seco.

Mi madre tuvo que dejar de comprarlo y poner candados en todos
los armaritos, porque yo no tenía fuerza de voluntad para dejar de comer lo que
me perjudicaba, sobre todo los dulces.

Había que tener mucho cuidado conmigo, e incluso tenían que pesar el
pan que tomaba. Mis padres sufrieron mucho con mi enfermedad, pero hicieron
todo lo que estuvo en sus manos para ayudarme.

Me acuerdo de que al verano siguiente me apuntaron a una colonia de
niños diabéticos que montaba la Cruz Roja para concienciarnos de lo que
teníamos que hacer. En esos dos mesesme enseñaron a pincharme sola, pero
aun así me daban muchas bajadas de azúcar y me quedaba como muerta. Y
eso para mi padre era horrible.

Pero, claro, llegaba la Navidad y llegaba el turrón. Y llegaba la Semana
Santa y las torrijas. Mi madre las tenía que esconder para que no tuviera
tentaciones de comer lo que no debía. La veía llorar, porque también tenía que
sacar adelante a mis otros dos hermanos y ellos no tenían por qué comer lo
mismo que a mí me daban.

Y yo sin engordar, siempre muy delgadita.Mi padre también lloraba, porque
tuvo que hacer muchos esfuerzos. A veces se iba a los ultramarinos del
barrio, donde mi madre compraba, y pagaba a final de mes la cuenta que le
iban apuntando en un cuadernito, y me compraba turrones Virginia sin azúcar,
que costaban un pastón, para darme un capricho. Anda que no habrá echado
horas extras el hombre para alimentarme.

Yo llevaba fatal lo de no comer lo que quería. Me hartaba de llorar, y mi
hermano, el cabrón, me decía que comiera lo que me pusieran, que era
distinto a lo de los demás y que era como un privilegio.

Al final no me quedó más remedio que aceptarlo, porque mi endocrino del
hospital del Niño Jesús me lo dijo muy clarito:

—Mira, Belén, aquí hay dos opciones: o te mueres o te curas.

Y es que es verdad que vi la muerte,y varias veces. Había días en que me
bajaba el azúcar a 11, y al poco tiempo me subía a 600 por mi estado
emocional.

¿Pero cómo no iba a cambiar mi estado emocional con la que tenía
encima? Era una niña y ya me veía con una enfermedad para siempre, y encima
notaba cómo afectaba a mis padres,porque ellos también tenían que
adaptarse a mi nueva vida.

En ese momento empecé a darme cuenta de que tenía que ser responsable no solo de mí,sino también de los míos.

Además de lo que influían mis emociones en mi enfermedad, era realmente importante vigilar lo que comía. Desde entonces, los alimentos se
dividieron en los buenos y los malos, y los malos eran todos los que me
gustaban. Aún hoy, si me tomo un trozo de tarta, por ejemplo, cuando llego a mi casa me tengo que inyectar dos unidadesde insulina para compensar el azúcar.

Y es que hay azúcar en muchos, muchísimos alimentos, en casi todos. Me
gustaría que no fuera necesario ser diabético para saber este tipo de cosas
que muchos desconocen. Creo que el tema de la alimentación, de la buena
alimentación, debería enseñarse con más rigor en los colegios; aunque, por suerte,poco a poco, y con el paso del tiempo,estas cosas se están vigilando más.

De hecho, de niña dejé de hacer muchas cosas normales de mi edad. Si
había un cumple de alguna amiguita, mi madre no me dejaba ir. Le daba como vergüenza tener que decirle a la otra madre lo que tenía. No es como ahora
con los celiacos o con los intolerantes a alguna otra cosa. Entonces, enfermedades de ese tipo parecían como algo maldito. Por eso insisto: es muy
bueno que la sociedad haya cambiado respecto a estos temas. Ahora en los
supermercados se encuentra cualquier tipo de alimento para los alérgicos y eso
te hace sentir que no eres una minoría.

Mis padres y mis hermanos procuraban que todo lo mejor fuera para
mí, y me daban, además, muchísimo cariño. Por las noches mi padre me comía a besos cuando me acostaba, y yo le pedía que se metiera conmigo en la cama. Y él se tumbaba un ratito a mi lado hasta que me dormía. Mi madre
decía:—

Cualquiera que os vea…

Pobrecito mi padre, que nunca me dejó sola. La verdad es que llevé fatal
lo de la diabetes durante mi infancia,pero a la fuerza te tienes que
acostumbrar a vivir con ello y aprender a no comer determinadas cosas. Así me
he pasado ya casi treinta años, pero, por mucho que lo domine, no deja de ser
algo muy duro. Los que la tienen ya saben de lo que hablo.

 

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