Belén Esteban y añadidos (boda, eventos, todo lo relacionado con el personaje y su entorno)

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pobrecita! si es que niña nació fea, fea!!!
 

CAPÍTULO 4


De niña a mujer


Cuando me hice mujer, o sea, cuando me
vino la regla, mi madre me hizo una fiesta. Yo tenía ya trece años y en mi
vida he pasado tanta vergüenza!

Recuerdo que era domingo, que salí a la calle y que al llegar a mi casa me la
encontré llena de gente. Yo pregunté a mi madre qué pasaba y ella me contestó:

—Ay, hija, pues porque ya has desarrollado…

Me moría del corte, de verdad. Pero todos querían celebrarlo y darme alegrías, porque yo siempre he sido «la niña», la pequeña de mi casa, la mimadita. Y más aún desde que me salió lo de la diabetes.

Mis hermanos han sido también muy protectores conmigo,aunque ahora es al revés: soy yo la que protejo a todos los míos.

Aquel día de la fiesta de mi primera regla mi abuela Pilar, con todo su cariño, me regaló una bata guateada que si se la doy yo ahora a mi Andrea, me
mata.
Y ya que la miento, me gustaría
hablar un poco de la madre de mi padre,porque se lo merece.

Falleció hace dos años, la mujer. Yo la veía todo lo que podía, sobre todo a partir de la muerte mi padre. Y la hubiera visitado o no, todos los días la llamaba a la misma hora: a las once de la noche. Si no lo hacía, sé que se enfadaba, aunque nunca me reprochó nada. Pobrecita, todavía pienso en ella
diariamente.

La verdad es que tuvo mucho mérito durante toda su vida. Fue una mujer que
con trece años se fue de su pueblo y se vino a Madrid a ganarse la vida. Era una señora muy trabajadora que se conformaba con lo que tenía. Mi madre
y ella no se hablaban desde hacía veinte años, por tonterías de familia, y yo
sufría porque no las podía juntar.

En la última época de su vida, tenía que comer con una en Nochebuena y con la otra en Nochevieja. Aunque los problemas que tuvieran entre ellas eran de las dos y yo no debía meterme por medio, discutí mucho con mi madre por eso.

Dejémoslo en que se volvió la típica mala relación suegra-nuera. Pero me gustaría decir que siempre reproché a mi madre que no arreglara las cosas con mi abuela. Ahora me reconoce que la quería. Y yo le digo:

—Qué pena que no se lo dijeras.

Mi abuela siempre fue un ejemplo para mí, y lo que no pude quererla y atenderla cuando era pequeña, lo hice de mayor. Le prometí a mi padre, cuando murió, que me ocuparía de ella y cumplí mi promesa. Me sigo emocionando todavía cuando lo recuerdo. Y me arrepiento de no haber podido disfrutar más momentos de mi vida con mi abuela Pilar.

Al final, a la mujer le dio un ictus y se quedó mal. Pero era tan lista que lo
había dejado todo muy bien atado. Los nietos, que no nos lo merecíamos,
heredamos lo que ella había ganado y ahorrado fregando, porque tenía dos
casas, joyas y un buen dinero…

El notario que nos llamó nos comentó que había elegido hasta la caja donde quería que la enterraran y una residencia para que no la tuviéramos que cuidar
nosotros. Lo dejó todo pagado.

Pero yo no aceptaba eso. Cuando fui a verla a la residencia por primera vez
fue algo horroroso. Luego, cada vez que iba a visitarla, me la encontraba siempre mirando por la ventana.

La verdad es que mi abuela se quería morir, porque sus hijos se le
habían muerto ya y no le quedaban más que sus nietos. En el pueblo estaba su
hermana, mi tía Goya, con la que se marchaba los veranos y que se portaba
muy bien con ella, y su hermano, mi tío Basilio.

El día en que murió estuvo en la mejor sala del cementerio.La mujer murió feliz al lado de mis hermanos. Yo no quise estar a su lado en ese momento porque me daba miedo.

Siempre recordaré su voz dándome las gracias. Sé que tendré toda la vida a mi
abuela Pilar en mi pensamiento y sé que estará muy feliz allí donde se encuentre.

A pesar de la dureza de la enfermedad y de esas cosas de familia,repito que mi adolescencia y mi infancia fueron muy felices.

He vivido momentos únicos, como las salidas al río con mis padres, en la piscina, en las Nochebuenas y en muchas cosas sencillas de la vida, que no eran nada, tonterías quizá para otros, pero que a mí me hacían feliz… Como cuando jugábamos al bingo en casa, a veinticinco pesetas el cartón, y venían al
salón todos los vecinos.

Mi padre cantaba en alto:

—Cinco.

Y alguien saltaba:

—Por el culo te la hinco.

O:—

Cuatro.

Y le contestaban:

—Y tu cara es un pato.

Unas risas que nos entraban a todos… A veces le pregunto a mi hija si es feliz, y ella me dice que mucho, pero creo que no lo es tanto como lo fui yo.

Porque he disfrutado a tope cada edad y cada etapa de mi vida. Cuando era
pequeña jugaba con las muñecas, que era lo que tocaba, y no hacía cosas de
chicas mayores ni me adelantaba a las circunstancias como pasa ahora. Y todo
lo que no corrí de pequeña lo hice de mayor.

Luego la vida me hizo tener que acelerarlo todo, pero lo que se dice todo. Miro a mi hija y me doy cuenta de lo distinto que era antes.

Cuando yo era adolescente, con catorce años, las amigas íbamos como mucho al Burger King y a los cines Aragón, al pase de la tarde. ¡Y eso era algo excepcional!

En cambio, Andrea va a ver al Justin
Bieber o a la sesión light de la
discoteca Kapital, como si fuera lo normal.

Sí, la vida ha cambiado mucho, y a mí me encanta que mi hija viva las
experiencias que yo no pude disfrutar.

Veo que ella ya se va pintando, que le gusta la ropa y que empieza a tomar sus
propias decisiones.

Yo hacía siempre lo que decían que tenía que hacer, y no había más que hablar.

Me acuerdo de que un día, ya con dieciséis años, mi madre estuvo a punto de pillarme fumando, y del miedo que me entró me tuve que comer el cigarrillo
para disimular.

Era, sin duda, otra época, con otras costumbres y, claro, con menos dinero.

Por ejemplo, mi madre jamás me llevó a un concierto de los cantantes de moda de cuando era cría. Y yo ahora con mi hija me he tragado más conciertos que en toda mi vida. Pero me encanta tanto verla disfrutar, bailar y saltar con sus
amigas. Y cuando la veo hablando con su teléfono…

Confío en ella plenamente. Ya sabe bien lo que tiene que hacer y lo que no, y
conoce muy bien lo que es Internet, que es algo que puede traer muchos
problemas a esas edades

 

CAPÍTULO 5


Benidorm, verano del 95


Sin duda, los mejores momentos de mi
adolescencia fueron, con diferencia, los que pasé en Benidorm de vacaciones.

Mis padres, desde que éramos pequeños, alquilaban como podían un apartamento a medias con unos amigos.

Recuerdo que se llamaban apartamentos Colón. Allí nos metíamos nosotros cinco con la familia de la Mari, con todos sus hijos también. En total, éramos diez personas, con los niños o no tan niños,durmiendo en colchonetas.

En aquellas vacaciones era como si la familia se ampliara. Cómo sería el
buen rollo que había que a estos amigos de mis padres les tengo adoración.

Recuerdo cómo lloraba Pedro el día que mi padre murió… Ella, la Mari, tiene ya
ochenta años y es muy buena. Estábamos juntos muchas veces, porque también se venían con nosotros al río y a la piscina.

Entonces ponían entre todos un fondo de dinero y de ahí iban tirando para
comprar la comida y la bebida. Qué buenos ratos hemos pasado las dos
familias…

Pero el numerito de verdad venía cuando nos íbamos a la playa, allí en Benidorm, a echar el día entero con las mesas plegables y las tumbonas, que las teníamos amontonadas en la terraza —porque, si lo pienso bien, hasta hace no muchos años, yo no había alquilado una hamaca ni pagado cinco euros por
tumbarme en la playa—. Y luego a todo eso había que sumarle la comida metida en la olla exprés, que mi madre se la llevaba hasta a Benidorm, ¡que es que es muy fuerte!

En esas vacaciones ya me dejaban moverme un poquito más a mi aire. Salía
con alguna amiga hasta por la noche,aunque no nos metíamos en las
discotecas, y eso que había un montón.

Siempre encontrábamos relaciones públicas por la calle que nos daban
invitaciones y copas gratis para los garitos, pero nosotras no las cogíamos.

Lo nuestro era dar paseos a última hora de la tarde entre esas torres de edificios tan altas, tomarnos un heladito… y mirar a los chicos, pero con mucha vergüenza.

Porque era muy pava para esas cosas.

No era realmente una buena estudiante. En aquella época ya suponía que tendría que buscarme la vida y conseguir un trabajo. Muchos saben que
luego fui cajera de un supermercado,pero en aquel momento mi día a día eran
mis amigas, que siguen siéndolo, salir con ellas, pasar las vacaciones en
Benidorm y alargar el verano al máximo.

De hecho, no tengo recuerdo de haber salido ni tonteado con chavales de
mi edad, ni de haber tenido siquiera un primer amor. A lo mejor es porque me
cortaba por lo de la diabetes, pero no lo sé. El caso es que a mí solo me llamaba la atención Rob Lowe, el actor americano ese tan guapo.

Ojo, muy importante, ya en ese momento estaba en mi vida Fran, mi exmarido. ¡Increíble!

Él salía con una chica y, pasado el tiempo, tuvieron un niño. Yo era adolescente todavía.
Dejé de verle varios años, y luego me lo volví a encontrar, ya de mayor, y tuvimos varios tonteos.

Más adelante salí con Óscar y después con Dani, pero el caso es que siempre acababa volviendo con Fran.

Aunque, pensándolo ahora, ¡para lo que nos ha servido…!

La primera vez que hablé con Jesús fue precisamente en Benidorm, un 9 de
agosto del 95.

La fecha la tengo clara porque era el día del aniversario de boda de mis padres. Estábamos allí de vacaciones, como años anteriores. A mí me habían castigado porque una noche, aunque ya tenía veinte años cumplidos,me fui a dar una vuelta con una amiga deMadrid y llegamos muy tarde al apartamento.

El caso es que aquel día,volviendo de la playa con esa amiga,vimos un mogollón de gente en la puerta de un hotel. Nos quedamos mirando y,de repente, desde una terraza, un muchacho con una gorra nos empezó a llamar:

—Oye, rubia. ¡Subid!

Y nosotras subimos, como dos tontas, sin pensarlo. Cuando llegamos a
la habitación y nos abrieron, le vimos la cara. Me dije: «Pero, coxx, si es el

Jesulín». Yo flipaba.

Estuvo muy simpático, contando chistes y cosas picantes. Tenía allí
colocado el traje de luces, que nos impresionó mucho. Luego nos dio entradas para los toros de esa tarde. Y fuimos a verle, claro. La gente se volvía
loca con él cuando toreaba y se arrimaba tanto a los toros. Era muy
famoso, salía mucho por la tele, casi a diario, y siempre decía y hacía cosas muy graciosas. Tenía muchas corridas y llenaba todas las plazas, de punta a
punta de España. A todo el mundo le caía bien.

Aquel día me pidió el teléfono, y después me llamó en bastantes
ocasiones. Al fijo de mi casa, porque todavía no tenía móvil. Aún me acuerdo
de cuando mi padre me dijo que me había llamado Jesulín.

—¿Jesulín? Pero qué dices, papá —

yo alucinaba en colores.

«Pero ¿para qué me llama a mí ese tío?, ¿de qué va?», pensaba.

Aunque la verdad es que a mí me gustaba que lo hiciera, porque siempre me había caído muy bien. Y en el trato era un chico supernormal. Jesulín nunca ha sido guapo, pero entonces tenía un aire muy sexi. O, más que eso: tenía morbo, diría yo…

 

CAPÍTULO 6


Un mundo nuevo


La verdad es que soy una persona muy
emotiva y siempre me he rodeado de grandes emociones en mi vida.

Casi me compararía con la protagonista de una novela romántica.

Lo que nadie se podía esperar es que me liara con el Jesulín.

Cuando se lo dije a mi familia, después de lo de las llamadas, mi padre no se lo
creía. Hasta que vieron que era verdad:

—Pero ¿dónde vas tú con Jesulín,chica? —me decían todos.

En aquel momento Jesús era una persona muy conocida en toda España. Famosísimo. Y las tías se lo rifaban.

Recuerdo una vez en Granada, en una corrida de esas solo para mujeres, que
cerró el hotel Meliá entero para él y para su gente. Para estar más a gusto.

Había una francesa que le seguía, una señora ya mayor, que le dijo un día que
qué quería que le regalara. Y le dio a escoger entre un cuadro de Picasso y un
Mercedes deportivo. Y el tío cogió el Mercedes.

Ha habido muchas mujeres que sehan vuelto locas por él… Cuando le acompañaba, veía cada cosa a su alrededor: madres tirándole los tejos, y
después las hijas también. Supongo que cuando yo no estaba a su lado él hacía lo que le daba la gana, porque es que se le abrían de patas todas, las maduras y las jovencitas.

Pero yo creo que a mí Jesús siempre me respetó.

Seguimos un tiempo así, solo con las llamaditas, hasta el día en que
coincidimos en el hotel Reina Victoria y me invitó a cenar. Y ahí ya empezamos,
y empezamos y empezamos…

Estuvimos juntos cinco años. Le quise muchísimo y me separé de él muy enamorada. Si tuvimos que dejarlo fue por todas las movidas de su familia y porque el padre metió hasta abogados de por medio…

Creo sinceramente que los dos estábamos muy enamorados el uno del
otro. No nos veíamos mucho, porque casi siempre estaba de viaje y toreando.

Y en invierno, o estaba en el campo entrenando o de gira por América. Pero
cuando estábamos juntos teníamos una relación muy intensa. A veces yo me
desplazaba a los sitios para verle, sobre todo si tenía algunos días entre corrida y corrida, o venía él a Madrid para estar conmigo.

Mi relación con él fue de absoluto descubrimiento de todo. Íbamos a sitios
caros e importantes, y a buenos hoteles donde nos trataban de lujo, por él, claro.

Pero yo no dejaba de ser una chica de barrio que empezaba a ver mundo al
lado de un tío famoso. Exactamente lo contrario que con Fran. Para mí fue
difícil asumir eso, porque yo no me enamoré del torero, del Jesulín que todo
el mundo conocía, si no de la persona,de Jesús Janeiro Bazán.

Tampoco yo era el perfil de mujer de torero, la típica chica guapa y sufridora
que se compra modelitos carísimos con el dinero que gana su marido jugándose
el pellejo en las plazas. Porque está claro que tampoco se puede comparar a
Enrique Ponce con Jesulín, ni a Paloma Cuevas, que es la que todo el mundo
conoce, con Belén Esteban. Ni unos ni otros teníamos nada que ver.

Se podría pensar que estábamos en la misma situación, porque yo era la
mujer de un torero igual que Paloma,pero su vida era totalmente diferente a la
mía. Por ejemplo, si ellos hubieran ido al hotel Wellington a tomar café, Jesús y
yo habríamos ido a una venta de carretera. Aunque, las vueltas que da la
vida, ahora mismo estoy con Boris en el hotel Wellington preparando este libro.

Pero cuando estaba con Jesulín no nos iba nada ir a estos sitios.

Y es que Jesús era una persona supersencilla. Me acuerdo de que nos
invitaron a la boda de Eugenia Martínez de Irujo y Fran Rivera. Yo me daba
cuenta de que ese no era mi lugar, me sentía desubicada. Estuvimos en la
ceremonia, en la catedral de Sevilla, que estaba preciosa, pero luego no fuimos al convite porque yo me sentí… no sé…

Veía por allí a tanta gente tan importante, o importante al menos para mí, que me deslumbró mucho. Y ya cuando vi a la duquesa de Alba, me quedé muerta. Yo pensaba para mí:
«Pero ¿qué haces aquí,Belén? Esto no puede ser».

No estaba cómoda, no. Porque,¡claro!, era un mundo que no conocía para nada. No me veía entre toda esa gente. Cuando me encontré allí con mi mantilla y rodeada de esos hombres vestidos de uniforme, yo alucinaba y no paraba de preguntarme qué hacía entre ellos.

La verdad es que Jesulín y yo nos lo pasamos muy bien hasta la misa, pero
ya digo que al convite no fuimos.

No es que me sintiera acomplejada,porque a mí no me acompleja nadie,
pero es que no me sentía a gusto, aquel no era mi ambiente. Luego, con el paso del tiempo, me he dado cuenta de que en esta vida puedes ser, y acabas siendo, lo que tú quieres. No importa nada, y nadie es más importante que nadie.

También es verdad que yo podría haberme refinado para relacionarme con ese tipo de gente, pero entonces no habría sido yo.

Me daba igual lo que pudieran pensar de mí. Y ahora todavía me importa menos, desde que sé que a muchas personas les gusta mi
espontaneidad.

Por eso digo lo que pienso y no lo que quieran los demás que diga y que piense. Sin embargo, esa parte de la vida social era solo una de las muchas caras que tenía la convivencia con un famoso, pero, desde luego, no era la peor.

Porque convivir con un torero, por lo menos con Jesulín, fue duro. Muy duro. Eso de jugarse la vida todas las tardes no debe de ser fácil, y son inestables y obsesivos con lo suyo.

Los toreros son muy de ego, y más si tienen gente alrededor siempre pendiente de ellos. Y Jesulín la tenía, y mucha.

Pendiente de él y de los dineros que ganaba.

 

CAPÍTULO 7


Falcon Crest, pero con toros


Aunque Jesulín me lo propuso desde el principio de nuestra relación, yo no quería irme a vivir a Ambiciones, la finca de Cádiz que se había comprado cuando empezó a ser torero y donde él vivía con toda su familia.

El nombre creo que se lo puso porque Ambiciones se llamaba un toro con el que tuvo un éxito muy grande al principio de su carrera. Y para él, como para todos los toreros, tener una finca era algo muy importante, y es en lo primero que
piensan cuando empiezan a ganar dinero.

Pero yo no quería irme allí, a la sierra de Cádiz, ni tampoco quería tener
chacha, ni comportarme como si fuera una nueva rica, como una típica mujer de torero, de esas que… ¡no, no!

Y no quería ir a la finca, fundamentalmente porque también desde el primer
momento fui consciente de que a mí su gente no me daría mi sitio en esa casa.

Porque, que se sepa bien, todos los problemas que yo tuve con Jesulín
fueron solo por culpa de su familia.

Ambiciones era como Falcon Crest,la finca esa de los ricos de la tele.

En el fondo, era también un mundo de mujeres alrededor de un varón, como pasaba en la serie americana.

Pero, eso sí, había bastantes diferencias, porque en este Falcon Crest de Cádiz en lugar de viñedos tenían toros bravos, que a mí me daban mucho miedo solo de verlos en los cercados. Y tampoco estaba JR, pero había la misma mala leche. Y en vez de lujo y glamour, allí no había más que polvo en verano y barro en invierno.

Para ser sincera, tengo que decir que en Ambiciones también había muchas
comodidades, porque llevaban tiempo echándole mucho dinero a la finca, y
Jesús había metido hasta un estudio de música cuando le dio por cantar, que ya
ves tú.

Pero vivir en el campo, por muy cómodo que lo pongas, siempre es muy duro. Y esta gente, y otra mucha que pasaba por allí a diario, no paraba nunca de trabajar. A todas horas con tractores y todoterrenos p’arriba y p’abajo, con mucho ruido y muchas voces: que si las vacas, que si los toros,que si los entrenamientos…

Y además había que echarle de comer al tigre, el Currupipi, que también estaba por allí.


La primera vez que Jesulín me llevó a la finca estaban dentro todos los suyos,
sentados a la mesa: sus padres y sus tres hermanos. Iban a empezar a comer, pero cuando entramos nosotros en la sala y me vieron, se fueron levantando uno detrás de otro hasta que nos dejaron a los dos solos. ¡Vaya recibimiento!

Estoy segura de que se fueron porque ya entonces empezaron a pensar que la
«gallina de los huevos de oro» se les escapaba, que de repente podían perder
el control sobre el que mantenía todo aquello, porque el idiota se había
enamorado de una tía de Madrid.

El caso es que nunca me quisieron.

Me veían como a una extraña, como a una lagarta que había engañado a su hijo
para quedarse con el dinero. Y nunca me dieron ni agua, ni confianza, ni un
mínimo de cariño.

Así era muy difícil convivir en aquella finca, tan aislada de todo y tan lejos de mi verdadera familia.

Cuando Jesulín se iba a torear, yo me quedaba en el campo, con todos ellos. Y, aunque siempre había gente en la casa, en realidad me sentía, y me

hacían sentir, muy sola. Había incluso días que ni me dirigían la palabra. Y las
que menos sitio me daban eran la hermana y la madre, que digo yo que,
por ser mujeres, tendrían que haber tenido otra actitud conmigo.

Luego las cosas han cambiado mucho, y ahora mi relación con ellas es buena, después de que ha pasado todo. Pero entonces creo que pensaban que su querido Jesulín no tenía que ser para mí.

En cambio, él pensaba que sí, que yo era su pareja perfecta, porque estaba
convencido de que lo nuestro era amor verdadero.

Ya antes de tener a Andrea,me había dicho muchas veces que quería tener un hijo conmigo. Y aunque mi situación allí era insostenible, a él no le importaba nadie más, porque seguía pensando y diciendo delante de todos que hacerme su mujer sería estupendo.

Y por eso mismo, a pesar de los pesares,debo reconocer que no tengo malos
recuerdos de él mientras estuvimos juntos.

Lo único que no pude evitar, ni él tampoco, es que la familia se fuera
poniendo cada vez más en mi contra.

Porque ellos lo dominaban absolutamente todo y estaban pendientes del mínimo detalle de lo que pasaba alrededor de Jesús, sabiendo que dependían totalmente de él. Por ejemplo, si un día no cortaba las orejas, la familia entera se cabreaba y se ponían de muymala hostia, con caras largas y con muy mal rollo.

Aquello era como una gran empresa en la que Jesulín era el jefe. Ya digo: la
gallina de los huevos de oro. Y por eso,en el momento en que yo entré en la casa pensaron que iba a ser una más a repartir en el negocio, lo que no les
hacía ni pizca de gracia.

Y con esa mentalidad que tenían, así pasaba, que me hacían cosas que no eran
normales.

Cómo sería, que si iba a comprar leche al pueblo, la tenía que dejar a deber porque no me daban ni dinero. Y a mí se me caía la cara de vergüenza. La relación conmigo era tan fría que, más adelante, cuando decidí solo bajar a visitarlos, Jesulín me reservaba un hotel cerca de Ambiciones,en Prado del Rey, para que no tuviera que juntarme con ellos.

Hasta que un día, de repente, el padre, el Humberto,vino a sacarme de allí con muy mala hostia, como si fuera un feo que yo les hacía, y le dijo a Jesús:

—Te prohíbo que vuelvas a meter a Belén en este hotel.

Y es que ni siquiera eso aguantaban,porque bien sé que nunca me aceptaron.

Todo lo que viví en ese lugar fue muy desagradable. Tanto que nunca dejé de
discutir con Carmen, su madre, porque llegó un momento en que yo tampoco me callaba. Hasta que en una bronca de aquellas, la Bazán me dijo que me fuera de la finca.

Y Jesulín y yo nos fuimos a vivir a una casa, los dos solos.
 
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La Policía Nacional pide respeto para Andrea Janeiro tras la publicación de sus fotos
El cuerpo de seguridad nacional llama a la calma e invita a los demás usuarios a respetar el honor de la joven

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Este jueves 20 de julio Andrea Janeiro cumplió 18 años, y eso significa que sus fotos han salido en casi todos los medios de comunicación de este país.

Más allá de la culpabilidad de Belén Esteban por hablar tantas veces de ella en televisión, se ha abierto un debate sobre si es correcto o no publicar las fotos de la joven sin el consentimiento de la misma o de sus padres.

En cualquier caso, se han publicado cientos de imágenes de la joven y la mayoría de comentarios que se han hecho al respecto son bastante hirientes.

La mayoría de usuarios coinciden en que la hija de Belén Esteban y Jesulín de Ubrique no es muy agraciada, pero llegan a sobrepasar los límites del mal gusto.

La Policía Nacional ha puesto cartas en el asunto y ha publicado un tuit con la siguiente reflexión: «Las redes están repletas de bellezones, mentes privilegiadas y sabios de mil y una ciencias... que hoy convierten a una adolescente en ‘Trending Topic’».

El cuerpo de seguridad nacional llama a la calma e invita a los demás usuarios a respetar el honor de la joven, que está siendo sometida a una gran presión.

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Andrea Janeiro atiende a los medios antes de su fiesta de cumpleaños
La hija de Belén Esteban y Jesulín ha ofrecido unas escuetas declaraciones a los periodistas que la esperaban a la salida de su casa

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Hacia las siete de la tarde, Andrea Janeiro y su madre ponían rumbo a la sala Kapital, lugar de la celebración.
Como no podía ser de otra forma, muchos periodistas se encontraban a las puertas de su domicilio en Paracuellos del Jarama intentando conseguir alguna declaración de la joven, quien según 'Look' accedió a responder más bien por educación y de forma muy escueta.

Y es que Andreíta solo alcanzó a responder con un tímido «sí» cuando le preguntaron si estaba ilusionada en su gran día y a añadir que le habían regalado «muchas cosas».

Unas declaraciones breves pero que, sin embargo, no han dejado a nadie indiferente ya que ante la expectación generada cabía esperar que, una vez que accediese a responder a los medios, la hija de la princesa del pueblo se hubiera mostrado algo más resolutiva con sus palabras.

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A su llegada a la sala Kapital, Andrea Janeiro apareció visiblemente nerviosa y consiguió escabullirse hasta el interior de la sala, dejando a su madre atendiendo a los medios de comunicación.

La colaboradora de 'Sálvame' ha confirmado que su hija ha hablado con su padre, Jesulín de Ubrique, quien la ha llamado para felicitarle el cumpleaños.

A lo largo del día, la joven también ha tenido tiempo para una sesión de peluquería y maquillaje y ha comido con su tía Carmen Janeiro y con Carmen Bazán, si bien su madre no ha querido confirmarlo por respeto a su decisión de mantenerse al margen de los cámaras.
 
Quien lo haya escrito, ni se ha enterado que comió con su tia y su abuela paterna hace unos días, no ayer.
 

CAPÍTULO 8


La prueba del Predictor


Recuerdo perfectamente cuándo me quedé embarazada. Fue en la época en la que estaba trabajando en la tienda de bolsos que el Humberto, el padre, me había puesto en Madrid para quitarme de en medio y tenerme entretenida como a la típica mujer que el marido le pone un comercio.

Los bolsos y todo lo que se vendía en la tienda era de piel de Ubrique. Yo allí me sentía atrapada. Era el plan que Humberto tenía para mí y yo me daba cuenta de que así ponían tierra de por medio.

Lo que nadie se imaginaba, ni siquiera yo, es que me iba a quedar embarazada.

Jesús se había ido a cazar a África, que le gustaba mucho y le costaba una pasta, y cuando volvió nos fuimos directamente a La Bravura, la famosa finca de fresas que se compraron en Arcos de la Frontera (Cádiz), y que, según dicen, les costó unos ochocientos millones de pesetas. Era un proyecto que llamaron «Fresh Bravura» y que luego casi les arruinó, porque no supieron llevarla bien. Consiguieron venderla, ¡menos mal!

Pues fue allí donde me quedé embarazada. En broma le decía luego a
Jesús, señalándome la tripa:

—Vaya cacería que has traído este año, cariño. Esta sí que es una buena pieza.

Ya estando en Madrid, me fui a la farmacia a comprarme el Predictor, me hice la prueba y dio positivo.

Me metí en el baño de la casa de mis padres. No quería que nadie lo supiera antes que Jesús, así que le llamé por teléfono, y cuando se lo conté, se puso loco con la noticia.

Enseguida, Jesús solo pensaba en cómo se lo íbamos a decir a la gente,porque sabíamos que se iba a montar un buen follón.

Una vez que lo supo Jesulín, se lo comenté a mis padres y a mis hermanos,
por supuesto, y se alegraron muchísimo.

Pero a nadie más. Seguro que no dijeron nada a nadie, porque, además, se lo
advertí.
Pero a los pocos días lo comentaron en Tómbola, el programa de
la tele. No sé quién hablaría con los periodistas, porque de mí y de los míos
no salió. ¡Como no fuera la farmacéutica a la que le compré el Predictor!

El caso es que Humberto Janeiro y Carmen Bazán también se enteraron
viendo Tómbola.

En mi vida se me olvidará cuando saltó la noticia, porque
yo estaba viendo la película de Titanic en mi habitación. Mi madre me llamó a voces para que pusiera el programa, y cuando lo hice, allí estaba Lydia Lozano diciendo que Belén Esteban estaba embarazada.

Al día siguiente me encontré a toda la prensa metida en mi tienda: cámaras,
fotógrafos, la leche. Y se formó tal revuelo que la tuve que cerrar. Y ya nunca más se volvió a abrir.

Lo siguiente que recuerdo es a Jesús y a mí con toda su gente en el campo.

Nos llamaron y nos metieron en un salón pequeño, sin saber muy bien para qué.

Hubo un largo rato de silencio muy tenso. Carmen, la madre, me miraba con
muy mala cara, sin decir nada. Por fin habló Humberto y dijo que Jesulín debía hacerse unas pruebas de paternidad. Él se negó rotundamente, pero entonces su padre nos dijo que si no yo tendría que abortar. Y como Jesús se negó una vez más, todo cambió aún a peor.

Yo estoy totalmente en contra del aborto. Hombre, en algún caso, tal vez.
Pero habiendo medios, desde luego que no soy partidaria. Si te vas a la cama
con alguien en un acto de amor, tienes que asumir todas las consecuencias. Si
te vas con cualquiera, no, pero ese nunca ha sido mi caso. Porque yo iba a tener un hijo de la persona a la que quería y que me quería.

Si me preguntaran ahora mismo si deseo tener otro hijo, diría que para qué.

Porque a mí la experiencia de la maternidad me gustó, pero es para vivirla en pareja.

Ser madre sola, sin padre, no lo entiendo. Pienso que a un hijo lo tiene que educar una pareja, me da igual que sean del mismo o de diferente s*x*, pero
tiene que ser una familia. Yo no lo pude conseguir, porque no me dejaron. Por
eso para mí lo más importante ha sido siempre que mi hija tuviera un equilibrio
afectivo.
Y he tratado de aportárselo siempre, todos los días, cualquiera que fuera el lugar, el momento o el estado emocional en el que me encontraba.

A mí me habría gustado que Jesús hubiese estado más tiempo con Andrea, sobre todo en los momentos duros y en los importantes de su niñez, como
cuando ha estado malita o cuando daba sus primeros pasos…

Ser madre es algo maravilloso. No le puedo pedir más a la vida después de
haber tenido a Andrea. Pienso que es lo más de lo más, y daría mi vida por ella.

Y lo que más satisfacción me puede dar es que el día de mañana me diga que
está orgullosa de mí por la vida que le he dado.

Porque la he criado sola, como sola estuve también durante el embarazo,porque Jesús no dejó de torear. Yo me iba muchos días con mi madre, pero
también pasaba temporadas en Ambiciones, donde seguía sin sentirme querida.

Es verdad que no tuvieron más coj*nes que aceptar el embarazo, porque Jesulín se negó a todo lo que le plantearon sus padres, que no querían que la niña naciera.

Y esto es verdad: ¡no querían que la niña naciera!

Puede que en la finca tuvieran de todo, pero a mí me faltaba Jesús, que siempre estaba fuera. Por eso yo prefería quedarme en Madrid, al calor
de mi madre.

A pesar de todo, recuerdo con mucho cariño mi embarazo. Engordé muchísimo, hasta veintiocho kilos, pero a mí me hacía mucha ilusión y estaba guapísima.

Jesulín me decía que así de gorda me parecía a la plaza de toros de Sevilla.

Pero me daba igual, porque yo estaba encantada y comía de todo.

Tuve un buen embarazo,sinceramente, pero hubo un momento muy malo, que fue cuando me dijeron al principio que lo que yo estaba gestando,aunque aún no se veía bien en la prueba,tenía pinta de ser un niño.

Me puse a llorar como una loca, porque lo que yo quería de verdad era una niña. Al contrario que Jesús, que estaba entusiasmado con la idea de tener un
varón.

Así que, antes de que me hicieran la siguiente ecografía, me fui a ver al Niño

del Remedio, que le tengo mucha fe, y le rogué que fuera niña. Y me lo concedió.

Jesús se enfadó mucho cuando en esa prueba ya se vio claro que no había
colita. Le sentó fatal. Así que durante todo el embarazo me acompañó solo una o dos veces al ginecólogo. Era mi madre la que venía siempre conmigo. Por eso,
sabiendo esto, estoy segura de que si Jesulín no se separa de María José
Campanario, su mujer actual, es porque tiene un niño con ella,
no por la niña que tuvieron antes.

Y esto lo he dicho muchas veces, sobre todo en mi última entrevista de televisión, y se formó una gorda. Pero ¡si lo que yo quiero decir es que Jesús no puede evitar su machismo!

En el parto sí que lo pasé mal,porque me tuvieron que hacer cesárea.Andrea nació con ocho meses, pues los médicos estaban preocupados por lo de mi diabetes, pero al final, por suerte, no hubo problemas. La verdad es que no
pasé miedo con eso, nunca me asusté.

Estaba convencida de que tendría a mi hija y que superaría lo del azúcar.

Di a luz en la clínica Belén, en Madrid, aunque Jesús se empeñó luego en empadronar a la niña en Ubrique.

El día que nació, Jesulín llegó a verme a las siete de la tarde, y la cesárea me la hicieron a las siete y media. Para entonces ya me estaba engañando con la
cajera de Ubrique, y sus padres lo sabían.

Aunque en este tipo de intervenciones no está permitido, él se empeñó en entrar en el quirófano, y lo consiguió. Recuerdo que allí dentro me dio la subida de leche y me puse malísima.

A pesar de esto, Jesús se fue con uno de mis hermanos a cenar y a dormir, y conmigo se quedaron mi madre y la Mari, la vecina de Córdoba que me crió.

Al día siguiente, Jesulín me dijo que mi familia se tenía que ir del hospital
para que pudiera venir la suya a ver a la niña. Le dije que no, que de ninguna
manera iba a consentir ese desprecio.

Mi familia era la que había estado conmigo desde el primer momento, sin
separarse nunca de mi lado, y ahora quehabía nacido la niña no tenían por qué
marcharse a ningún sitio.

Eso no era negociable.

Y mis padres, tan maravillosos como siempre, en cuanto los de Jesulín
entraron a la habitación les trataron con tal educación que los dejaron
alucinados. Les dieron una verdadera lección.

Al terminar la visita, Jesús se fue con los suyos a la finca. Estaba claro
que el final estaba cerca.
 
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