TODO sobe Pablo Iglesias y Podemos.

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Los madrileños deciden hoy si quieren seguir gobernados por el PP o prefieren que les gobierne la izquierda. Algo que, a pesar de las desmesuras escuchadas en la campaña electoral, debe encuadrarse en la más absoluta normalidad.

La democracia española no va a ser mejor ni peor porque en Madrid gobierne Díaz Ayuso o porque lo haga Gabilondo. A efectos democráticos, el dato más relevante de estas elecciones no es su resultado, sino el hecho de que, ocurra lo que ocurra, estos comicios van a suponer el final de la escapada en la carrera política de un personaje que ha sido tóxico para la democracia española como Pablo Iglesias.

Hasta hoy, sabíamos que había utilizado su cargo de vicepresidente segundo del Gobierno para atacar y deslegitimar a la Justicia; demonizar a la policía y el Ejército; atacar a los medios de comunicación; señalar a los periodistas críticos para ponerlos en la diana; insultar al jefe del Estado; apoyar a los grupos violentos que incendian y saquean las calles de Barcelona; alabar a un delincuente como Pablo Hasel; expresar su apoyo a un prófugo de la Justicia como Carles Puigdemont o alabar «el recorrido ético» de un terrorista condenado por secuestro como Arnaldo Otegi. Iglesias ha negado, en fin, que España sea una democracia. Y ha descalificado la Constitución, aprobada con el apoyo de la inmensa mayoría de los españoles. Todo eso lo hizo desde su despacho de vicepresidente del Gobierno, comprometiendo al Ejecutivo del que formaba parte y lesionando gravemente la imagen internacional de la democracia española.

Cualquiera de esas barbaridades lo descalificaba ya para gobernar un país democrático. Pero hoy, cuado ya no está en el Ejecutivo, sabemos algo más. El vicepresidente segundo del Ejecutivo español estaba rodeado de un grupo de matones que ha actuado como su escolta personal al margen de cualquier cauce legal. Iglesias, que formaba parte entre otras comisiones de la que controla los servicios de inteligencia españoles (CNI), ha estado todo este tiempo en connivencia con una banda violenta de hooligans denominada Bukaneros, encabezada por el Pirrakas, un personaje con antecedentes delictivos por tentativa de homicidio y pertenencia a organización criminal. Miembros de ese grupo, a sueldo de Podemos, fueron detenidos por patear a policías en Vallecas. Ni Iglesias ni Podemos condenan esos hechos, ni han tomado medidas contra los implicados.

El PSOE es un partido cuya aportación fue fundamental para la consolidación de la democracia y la concordia entre españoles tras cuarenta años de dictadura. Por respeto a sus votantes, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, debe distanciarse nítidamente de quien ataca a la democracia con hechos y palabras. Como en todos los países, en España hay espacio para un partido que se sitúe a la izquierda de la socialdemocracia. Pero no para quien se sirve de los violentos. Hoy se celebran unas elecciones que marcarán el futuro de la política nacional. Pero, gane quien gane en Madrid, la democracia será mejor sin Pablo Iglesias.

 
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