Es una amargada, una Esteban de la vida, ni más ni menos.
Es que le ha pasado como a muchas personas que en su juventud eran divertidas. Podían tener su chispa de maldad, pero les llega la edad y no lo saben controlar. No se dan cuenta que la ironía llevada a su extremo repele, no toca a su víctima sino a ella misma, es señal de amargura. Dejan de entender la línea que separa la puya de la acritud. Dan entre lástima y repulsión.
De todas maneras creo que a ella también se le ha ido la chaveta. me di cuenta el día que se puso a hablar del pexx del hijo.