Todo sobre Corinna y el Rey Juan Carlos

Nadie a preguntado que cosa? Si apoyan la Monarquia? o si se esta preparado para una Republica?
( la gente con miedo pues dira que apoyan a la Monarquia, otras, aunque no tengan miedo, diran lo mismo
porque estan mesmerizados con la dinastia))
Eso es lo que quieren que pensemos, que el pueblo tiene miedo al cambio. Antes de la ley mordaza habian más demonstraciones de lo que queria el pueblo....
Yo realmente no creo que Leonor sucederá al padre o madre....Por eso digo que la niña estudie, que busque ser una mujer diferente a las otras mujeres de su familia.
 
Voy a romper una lanza a favor de Letizia.
Puede haber cantidad de cosas que nos disgusten de ella, que sean criticables pero, quiero imaginarme a una chica que llega a la Familia Real, con todo lo que ello supone para alguien que no tenía nada que ver con ese estilo de vida, sus tradiciones, sus mentiras, silencios, traumas y desprecios entre ellos. Nada idílico, vamos!
Se encuentra cuestionada continuamente por toda la sociedad, que si su abuelo era taxista, que si su madre tal, su padre cual, sus hermanas, etc. etc. etc. mientras tanto, ella viendo la total podredumbre en el interior de la Familia Real, a la que los medios de comunicación y los gobiernos protegían. No me extrañan determinadas reacciones de Letizia. Actitudes impropias en infinidad de cosas, incluso con la propia familia política, tratando siempre de poner en valor la suya. Al margen de cómo sea Letizia, su carácter, su ambición, su falta de saber estar en muchos momentos, estoy segura que tuvo que soportar situaciones surrealistas con la Familia Real, que el resto de los mortales ni imaginamos al tiempo que veía cómo se metían con su propia familia y ella mordiéndose la lengua pensando: si supieseis lo q hay de puertas adentro de Zarzuela...
Cuánto más se sabe de esa familia más comprendo muchos comportamientos de Letizia.
 
[EEQUOTE="BeAstur, post: 4099411, member: 10070"]Voy a romper una lanza a favor de Letizia.
Puede haber cantidad de cosas que nos disgusten de ella, que sean criticables pero, quiero imaginarme a una chica que llega a la Familia Real, con todo lo que ello supone para alguien que no tenía nada que ver con ese estilo de vida, sus tradiciones, sus mentiras, silencios, traumas y desprecios entre ellos. Nada idílico, vamos!
Se encuentra cuestionada continuamente por toda la sociedad, que si su abuelo era taxista, que si su madre tal, su padre cual, sus hermanas, etc. etc. etc. mientras tanto, ella viendo la total podredumbre en el interior de la Familia Real, a la que los medios de comunicación y los gobiernos protegían. No me extrañan determinadas reacciones de Letizia. Actitudes impropias en infinidad de cosas, incluso con la propia familia política, tratando siempre de poner en valor la suya. Al margen de cómo sea Letizia, su carácter, su ambición, su falta de saber estar en muchos momentos, estoy segura que tuvo que soportar situaciones surrealistas con la Familia Real, que el resto de los mortales ni imaginamos al tiempo que veía cómo se metían con su propia familia y ella mordiéndose la lengua pensando: si supieseis lo q hay de puertas adentro de Zarzuela...
Cuánto más se sabe de esa familia más comprendo muchos comportamientos de Letizia.[/QUOTE] Ella tan lista no sabia donde se metia, que bien le va mira para las novietas del emerito todas estan forradas
 
El Mundo Orbyt.

08/04/2017


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ESTE SÁBADO 8 DE ABRIL hace exactamente cinco años que, sin imaginarlo y mucho menos desearlo, el Rey Juan Carlos (79) accionó la palanca de su abdicación. Fue una decisión personal que acabaría cambiando el curso de la historia de España.

Aquel 8 de abril era Domingo de Resurrección en 2012 y, a ojos de los españoles, la Familia Real cumplió de manera impecable con sus obligaciones de Estado: oír misa de Pascua en la catedral de Palma de Mallorca y posar a continuación ante las puertas. Juan Carlos I, de 74 años entonces, se dejó fotografiar junto a su mujer, la Reina Sofía; su hijo Felipe, Príncipe de Asturias; Letizia, la Princesa consorte, y las hijas de ambos, las Infantas Leonor y Sofía. Sobre el hombro de su nieta mayor, posó el Rey su mano en un gesto de cariño y autoridad que transmitía a la vez un claro mensaje de estabilidad institucional.

Hasta ahí, el monarca cuyo legado político reina como ejemplo por haber ayudado a un pueblo históricamente enfrentado a transitar pacíficamente de la dictadura a la democracia. Apagados los focos, sin embargo, se impuso el hombre cuya vida personal disoluta fue ocultada durante décadas: a mediodía de ese domingo de Pascua, Juan Carlos I declinó almorzar con su familia en el palacio de Marivent para volar a Montecarlo y reunirse allí con su pareja de entonces. La mujer en cuestión, Corinna zu Sayn-Wittgenstein (CSW), una intermediaria de negocios germano–danesa que logró conservar el título de princesa serenísima tras divorciarse de su segundo marido, es bien conocida en España. Tiene 30 años menos que el Rey y forjó con él una relación sentimental estable que duró diez años tras conocerlo en una finca de caza manchega en febrero de 2004.

Acompañaban en Mónaco a CSW su hijo pequeño, Alexander, por el que Juan Carlos I sentía un gran afecto, y el empresario americano Philip Adkins, el primero de sus dos maridos. Al grupo de Mónaco se unió también ese día Mohamed Eyad Kayali, viejo amigo sirio amante de la caza y mano derecha del Rey Salman de Arabia Saudí. En un avión privado partieron los cuatro hacia Botsuana para matar elefantes acompañados por un pequeño equipo de apoyo de la Casa del Rey: dos escoltas, un ayudante y un médico. La excursión cinegética era el regalo de cumpleaños del Rey Juan Carlos a Alexander zu Sayn-Wittgenstein, que acababa de cumplir 10 años, y al que él mismo había enseñado a cazar.

El resto es conocido: días más tarde, tras una noche de cena y vino tinto, el Rey se cayó, solo, en su lodge de caza. Se rompió la cadera derecha y tuvo que regresar a España para ser operado de urgencia en Madrid. Todo esto ocurrió, con la consiguiente conmoción pública, un sábado 14 de abril con amenaza de lluvia y que coincidió con el 81 aniversario de la II República. Empezó ahí el final de su reinado: a partir de entonces, y tras dos años de intervenciones quirúrgicas en cadena y escándalos familiares como el caso Nóos, en junio de 2014 Juan Carlos I abdicó del trono por decisión propia y el menor de sus tres hijos, el único varón, se convirtió en Felipe VI.

Sobre Mariano Rajoy cayó así la pesada carga de una Corona que se desmoronaba. Hacía apenas tres meses que había sido invertido como presidente de Gobierno en medio de una devastadora crisis económica. Esa misma semana en la que el Rey se cayó en Botsuana, España recibió otra mala noticia económica: el Gobierno populista de Argentina anunció su decisión de nacionalizar YPF, la filial de Repsol. Rajoy se enfrentaba a una situación inédita en la Unión Europea: salvar una Corona que actuaba de puntal de la arquitectura democrática del país. Nada que ver con la labor –un juego de niños, parecía– de Mark Rutte, primer ministro de los Países Bajos, con la despedida de la reina Beatriz al cumplir 75 años. Hay pistas de una labor similar en la magnífica serie The Crown (Netflix): allí vemos al primer ministro Winston Churchill poniendo coto en 1953 al noviazgo de la princesa Margarita con el capitán Peter Townsend para combatir los fantasmas de la abdicación de Eduardo VIII por casarse con la dos veces divorciada americana Wallis Simpson.

Con sus límites, realidad y ficción se mezclaron en España. Esa Semana Santa de 2012, Rajoy entendió lo que José Luis Rodríguez, su antecesor en el cargo, había querido transmitir –con poco éxito– en la entrega de dosieres en diciembre de 2011 El presidente saliente, que había mirado hacia otro lado entre 2004 y 2011, el periodo en el que más se deterioró la institución monárquica, se sintió obligado de avisar a su sucesor sobre los problemas que sufría la Corona. Sobre todo, de la desestructuración de una familia comandada por un monarca septuagenario que orbitaba en torno a la voluntad de una mujer extranjera de la que el entorno oficial de Juan Carlos I sospechaba las peores artes.

Fue en la tarde oscura del 20 de diciembre de 2011, recién terminado el debate de investidura de Rajoy en el Parlamento, cuando Zapatero se decidió a comunicar oficialmente la seriedad de una crisis institucional en ciernes. Rajoy venía de pelear durante siete años por lograr la presidencia del Gobierno y no pasó entonces por su cabeza que la gestión de la crisis de la Corona se iba a convertir en un asunto de Estado tan relevante como el control de la prima de riesgo.

La caída en Botsuana fue el grito de alarma. Pero un mes más tarde, un pequeño incidente diplomático con el Reino Unido, motivado de nuevo por Gibraltar, confirmó hasta qué punto se había desestructurado la Familia Real, que apenas podía mantener ya junta reuniones para preparar la agenda. El 16 de mayo de 2012, el Ejecutivo español anunció la cancelación in extremis del viaje de la Reina Sofía a Londres para celebrar el jubileo de diamantes de Isabel II. Quedaban sólo dos días para el almuerzo con el que la reina de Inglaterra iba a agasajar a todas las cabezas coronadas de Europa y la decisión fue dura. Pero el Gobierno decidió que era la mejor forma de protestar ante la visita al Peñón del menor de los hijos de la reina Isabel.

En un principio, Don Juan Carlos se encargó de comunicar a Doña Sofía que su inminente visita a Londres no se iba a producir. La Reina, que tardó días en regresar de Grecia para visitar al Rey convaleciente en Madrid, ignoró unas palabras que para ella habían perdido ya el valor de la autoridad. “Pues te lo tendrá que decir el Gobierno”, le contestó el Rey. Así fue, tras un largo cruce de llamadas entre Moncloa y Zarzuela. Sólo cuando Doña Sofía recibió noticia por los canales oficiales dio carta de veracidad a la instrucción gubernamental. Este episodio hizo preguntarse al Gobierno de España cuánto tiempo y cómo puede funcionar una Corona cuyo titular no se comunica con su consorte.

Para el Ejecutivo, la solución pasaba por neutralizar a CSW, que había llegado a contar con una casa en El Pardo y que continuó viniendo a España casi dos años más desde Botsuana. El Rey Juan Carlos se negó siempre a romper su relación con ella, y así fue hasta meses después de la abdicación. Aún hoy, cinco años después de darse a conocer en África, el nombre de Corinna sigue sobrevolando los mentideros madrileños. El pasado lunes, esta misma semana, no pasó desapercibido el cinturón de cocodrilo que usó el Rey emérito en la inauguración de Hispanic Society en el museo del Prado. Más de uno identificó pronto la hebilla de plata de inspiración africana diseñada por Patrick Mavros, el joyero de Zimbabue al que Juan Carlos I conoció a través de CSW.

No basta un cinturón para ubicar a CSW. A partir de la caída en Botsuana, el Gobierno español intentó poner distancia con la germano–danesa que se ganaba la vida con la intermediación internacional de negocios. La relación de pareja entre ambos era muy fuerte, casi de familia. Juan Carlos I sentía un enorme cariño por Alexander. Pocas personas entran en el dormitorio personal del Rey emérito en Zarzuela. Los que lo hicieron en aquella época se llevaron las manos a la cabeza al comprobar el gran número de fotografías de CSW que adornaban las estanterías. Alguna también con Alexander sentado en su falda, muy pequeño, casi como un hijo o un nieto. Otros sintieron ternura al comprobar la veracidad de lo que el Rey hablaba sin ambages: de su deseo de terminar sus días al lado de esa mujer.

Expulsar a CSW de la vida de Juan Carlos I no resultó tarea fácil al Gobierno de Rajoy, más de lo que le costó a Churchill enviar al capitán Townsend a la embajada británica de Bruselas mientras la princesa Margarita viajaba por África. No habían pasado tres semanas del incidente con la Reina Sofía cuando, un sábado del mes de junio, el director del CNI, el general Félix Sanz Roldán, fue comandado por el Ejecutivo para que hiciera de interlocutor con CSW.

El general, un hombre de vestir tan pulcro como sus maneras, acudió a primera hora al Connaught de Londres, uno de los hoteles más elegantes del mundo. Allí, en la desordenada suite que ocupaba CSW, Sanz Roldán le recordó que sobre sus hombros recaía el destino de 45 millones de españoles. No debió de faltar la cordialidad en el encuentro: esas Navidades, CSW envió en agradecimiento una botella de champán a la sede de los servicios secretos en Madrid. El destinatario, el general, descubrió que para abrirla necesitaba una clave: 007.

CSW siguió viajando a España- mucho menos de lo que el Rey le requería hasta finales de 2013. Ella, que con tanto ahínco le recomendó que no abdicara, tomó la decisión de poner fin a la relación a finales de 2014 ante la perspectiva de una vida en un país extranjero con un hombre mayor de movilidad limitada y que necesitaba cada vez de más cuidados. Y con un poder mermado. A lo largo de 2015 se ordenaron sus asuntos. Ahora, CSW sigue quejándose de que su vida ya nunca será igual, de que es observada y de que su capacidad de movimiento está limitada. Ha tenido un problema de salud. Quiere olvidarse de España, pero España no se olvida de ella. En la primavera de 2015 recibió la visita en su casa de Londres del controvertido comisario José Villarejo, protagonista ahora de la guerra entre policías.

En el intento de chantaje en curso a la Casa Real y al CNI, este tipo de información sensible adquiere valor. Desde hace tres meses, las viejas y conocidas relaciones del Rey Juan Carlos con Bárbara Rey y con Marta Gayá, están siendo aireadas al detalle por OKDiario. La tercera en discordia, Corinna zu Sayn-Wittgenstein, sería la pieza más preciada a cobrar.


El artículo publicado forma parte de la investigación que la autora desarrollará en la segunda entrega de Final de Partida, que editará La Esfera de los Libros.

m
 
"La tercera en discordia, Corinna zu Sayn-Wittgenstein, sería la pieza más preciada a cobrar".

Esta pieza ni tocarla por el escándalo que supondría que se conociese la verdad de la relación, a todos los niveles, que mantuvo o quizás aún mantiene con CSW.
Presuntamante, si se conociese todo lo que se está tapando, no había gobierno ni del Pp, Ps y demás comparsa que pudiese sostener la defensa de la Institución, por las pocas informaciones que se han publicado de la relación de la pareja.
Todo, presuntamente.
 
Muy interesante. Pero ¿cuántos millones nos han costado los amiguitos (pero ya no son solo las amiguitas) de este personaje? El viaje a asesinar elefantes era el regalo ¡¡para un niño de 10 años!! Lo leo y no lo creo. Y seguramente jamás tuvo con sus hijos y nietos semejantes (y asquerosos) detalles, tiene toda la pinta. Yo no le dirigiría la palabra jamás
 
Este articulo lo he leido en le mundo hoy y he flipado un poco por el despliegue de informacion... lo ha leido media España...para mi que expone con claridad la casa de pu*as que es el pais: la Monarquia con los Servicios Secretos, la Policia, los Villarejos, las Corinnas y Rajoy teniendo que avisar personalemente a Sofia que no vaya a Inglaterra al jubileo porque la tia no queria obedecer/creer a su marido (ella se cargo la monarquia al rebelarse a su marido y obligar a Rajoy a "poner orden" en la CR que ni ellos lograban... Sofia acelero la abdicacion a tope!!!) JC enamorado hasta las trancas, el Alexander como un hijo-nieto preferido, y la Corinna ya se veia reina)
 
Muy interesante. Pero ¿cuántos millones nos han costado los amiguitos (pero ya no son solo las amiguitas) de este personaje? El viaje a asesinar elefantes era el regalo ¡¡para un niño de 10 años!! Lo leo y no lo creo. Y seguramente jamás tuvo con sus hijos y nietos semejantes (y asquerosos) detalles, tiene toda la pinta. Yo no le dirigiría la palabra jamás
Pensar que alla por los 80 cuando nos querian vender la imagen de familia idilica yo le tenia no digo admiracion, pero quizas algo de respeto y al final se convirtio en un viejo de mier..
 
El Mundo Orbyt.

08/04/2017


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ESTE SÁBADO 8 DE ABRIL hace exactamente cinco años que, sin imaginarlo y mucho menos desearlo, el Rey Juan Carlos (79) accionó la palanca de su abdicación. Fue una decisión personal que acabaría cambiando el curso de la historia de España.

Aquel 8 de abril era Domingo de Resurrección en 2012 y, a ojos de los españoles, la Familia Real cumplió de manera impecable con sus obligaciones de Estado: oír misa de Pascua en la catedral de Palma de Mallorca y posar a continuación ante las puertas. Juan Carlos I, de 74 años entonces, se dejó fotografiar junto a su mujer, la Reina Sofía; su hijo Felipe, Príncipe de Asturias; Letizia, la Princesa consorte, y las hijas de ambos, las Infantas Leonor y Sofía. Sobre el hombro de su nieta mayor, posó el Rey su mano en un gesto de cariño y autoridad que transmitía a la vez un claro mensaje de estabilidad institucional.

Hasta ahí, el monarca cuyo legado político reina como ejemplo por haber ayudado a un pueblo históricamente enfrentado a transitar pacíficamente de la dictadura a la democracia. Apagados los focos, sin embargo, se impuso el hombre cuya vida personal disoluta fue ocultada durante décadas: a mediodía de ese domingo de Pascua, Juan Carlos I declinó almorzar con su familia en el palacio de Marivent para volar a Montecarlo y reunirse allí con su pareja de entonces. La mujer en cuestión, Corinna zu Sayn-Wittgenstein (CSW), una intermediaria de negocios germano–danesa que logró conservar el título de princesa serenísima tras divorciarse de su segundo marido, es bien conocida en España. Tiene 30 años menos que el Rey y forjó con él una relación sentimental estable que duró diez años tras conocerlo en una finca de caza manchega en febrero de 2004.

Acompañaban en Mónaco a CSW su hijo pequeño, Alexander, por el que Juan Carlos I sentía un gran afecto, y el empresario americano Philip Adkins, el primero de sus dos maridos. Al grupo de Mónaco se unió también ese día Mohamed Eyad Kayali, viejo amigo sirio amante de la caza y mano derecha del Rey Salman de Arabia Saudí. En un avión privado partieron los cuatro hacia Botsuana para matar elefantes acompañados por un pequeño equipo de apoyo de la Casa del Rey: dos escoltas, un ayudante y un médico. La excursión cinegética era el regalo de cumpleaños del Rey Juan Carlos a Alexander zu Sayn-Wittgenstein, que acababa de cumplir 10 años, y al que él mismo había enseñado a cazar.

El resto es conocido: días más tarde, tras una noche de cena y vino tinto, el Rey se cayó, solo, en su lodge de caza. Se rompió la cadera derecha y tuvo que regresar a España para ser operado de urgencia en Madrid. Todo esto ocurrió, con la consiguiente conmoción pública, un sábado 14 de abril con amenaza de lluvia y que coincidió con el 81 aniversario de la II República. Empezó ahí el final de su reinado: a partir de entonces, y tras dos años de intervenciones quirúrgicas en cadena y escándalos familiares como el caso Nóos, en junio de 2014 Juan Carlos I abdicó del trono por decisión propia y el menor de sus tres hijos, el único varón, se convirtió en Felipe VI.

Sobre Mariano Rajoy cayó así la pesada carga de una Corona que se desmoronaba. Hacía apenas tres meses que había sido invertido como presidente de Gobierno en medio de una devastadora crisis económica. Esa misma semana en la que el Rey se cayó en Botsuana, España recibió otra mala noticia económica: el Gobierno populista de Argentina anunció su decisión de nacionalizar YPF, la filial de Repsol. Rajoy se enfrentaba a una situación inédita en la Unión Europea: salvar una Corona que actuaba de puntal de la arquitectura democrática del país. Nada que ver con la labor –un juego de niños, parecía– de Mark Rutte, primer ministro de los Países Bajos, con la despedida de la reina Beatriz al cumplir 75 años. Hay pistas de una labor similar en la magnífica serie The Crown (Netflix): allí vemos al primer ministro Winston Churchill poniendo coto en 1953 al noviazgo de la princesa Margarita con el capitán Peter Townsend para combatir los fantasmas de la abdicación de Eduardo VIII por casarse con la dos veces divorciada americana Wallis Simpson.

Con sus límites, realidad y ficción se mezclaron en España. Esa Semana Santa de 2012, Rajoy entendió lo que José Luis Rodríguez, su antecesor en el cargo, había querido transmitir –con poco éxito– en la entrega de dosieres en diciembre de 2011 El presidente saliente, que había mirado hacia otro lado entre 2004 y 2011, el periodo en el que más se deterioró la institución monárquica, se sintió obligado de avisar a su sucesor sobre los problemas que sufría la Corona. Sobre todo, de la desestructuración de una familia comandada por un monarca septuagenario que orbitaba en torno a la voluntad de una mujer extranjera de la que el entorno oficial de Juan Carlos I sospechaba las peores artes.

Fue en la tarde oscura del 20 de diciembre de 2011, recién terminado el debate de investidura de Rajoy en el Parlamento, cuando Zapatero se decidió a comunicar oficialmente la seriedad de una crisis institucional en ciernes. Rajoy venía de pelear durante siete años por lograr la presidencia del Gobierno y no pasó entonces por su cabeza que la gestión de la crisis de la Corona se iba a convertir en un asunto de Estado tan relevante como el control de la prima de riesgo.

La caída en Botsuana fue el grito de alarma. Pero un mes más tarde, un pequeño incidente diplomático con el Reino Unido, motivado de nuevo por Gibraltar, confirmó hasta qué punto se había desestructurado la Familia Real, que apenas podía mantener ya junta reuniones para preparar la agenda. El 16 de mayo de 2012, el Ejecutivo español anunció la cancelación in extremis del viaje de la Reina Sofía a Londres para celebrar el jubileo de diamantes de Isabel II. Quedaban sólo dos días para el almuerzo con el que la reina de Inglaterra iba a agasajar a todas las cabezas coronadas de Europa y la decisión fue dura. Pero el Gobierno decidió que era la mejor forma de protestar ante la visita al Peñón del menor de los hijos de la reina Isabel.

En un principio, Don Juan Carlos se encargó de comunicar a Doña Sofía que su inminente visita a Londres no se iba a producir. La Reina, que tardó días en regresar de Grecia para visitar al Rey convaleciente en Madrid, ignoró unas palabras que para ella habían perdido ya el valor de la autoridad. “Pues te lo tendrá que decir el Gobierno”, le contestó el Rey. Así fue, tras un largo cruce de llamadas entre Moncloa y Zarzuela. Sólo cuando Doña Sofía recibió noticia por los canales oficiales dio carta de veracidad a la instrucción gubernamental. Este episodio hizo preguntarse al Gobierno de España cuánto tiempo y cómo puede funcionar una Corona cuyo titular no se comunica con su consorte.

Para el Ejecutivo, la solución pasaba por neutralizar a CSW, que había llegado a contar con una casa en El Pardo y que continuó viniendo a España casi dos años más desde Botsuana. El Rey Juan Carlos se negó siempre a romper su relación con ella, y así fue hasta meses después de la abdicación. Aún hoy, cinco años después de darse a conocer en África, el nombre de Corinna sigue sobrevolando los mentideros madrileños. El pasado lunes, esta misma semana, no pasó desapercibido el cinturón de cocodrilo que usó el Rey emérito en la inauguración de Hispanic Society en el museo del Prado. Más de uno identificó pronto la hebilla de plata de inspiración africana diseñada por Patrick Mavros, el joyero de Zimbabue al que Juan Carlos I conoció a través de CSW.

No basta un cinturón para ubicar a CSW. A partir de la caída en Botsuana, el Gobierno español intentó poner distancia con la germano–danesa que se ganaba la vida con la intermediación internacional de negocios. La relación de pareja entre ambos era muy fuerte, casi de familia. Juan Carlos I sentía un enorme cariño por Alexander. Pocas personas entran en el dormitorio personal del Rey emérito en Zarzuela. Los que lo hicieron en aquella época se llevaron las manos a la cabeza al comprobar el gran número de fotografías de CSW que adornaban las estanterías. Alguna también con Alexander sentado en su falda, muy pequeño, casi como un hijo o un nieto. Otros sintieron ternura al comprobar la veracidad de lo que el Rey hablaba sin ambages: de su deseo de terminar sus días al lado de esa mujer.

Expulsar a CSW de la vida de Juan Carlos I no resultó tarea fácil al Gobierno de Rajoy, más de lo que le costó a Churchill enviar al capitán Townsend a la embajada británica de Bruselas mientras la princesa Margarita viajaba por África. No habían pasado tres semanas del incidente con la Reina Sofía cuando, un sábado del mes de junio, el director del CNI, el general Félix Sanz Roldán, fue comandado por el Ejecutivo para que hiciera de interlocutor con CSW.

El general, un hombre de vestir tan pulcro como sus maneras, acudió a primera hora al Connaught de Londres, uno de los hoteles más elegantes del mundo. Allí, en la desordenada suite que ocupaba CSW, Sanz Roldán le recordó que sobre sus hombros recaía el destino de 45 millones de españoles. No debió de faltar la cordialidad en el encuentro: esas Navidades, CSW envió en agradecimiento una botella de champán a la sede de los servicios secretos en Madrid. El destinatario, el general, descubrió que para abrirla necesitaba una clave: 007.

CSW siguió viajando a España- mucho menos de lo que el Rey le requería hasta finales de 2013. Ella, que con tanto ahínco le recomendó que no abdicara, tomó la decisión de poner fin a la relación a finales de 2014 ante la perspectiva de una vida en un país extranjero con un hombre mayor de movilidad limitada y que necesitaba cada vez de más cuidados. Y con un poder mermado. A lo largo de 2015 se ordenaron sus asuntos. Ahora, CSW sigue quejándose de que su vida ya nunca será igual, de que es observada y de que su capacidad de movimiento está limitada. Ha tenido un problema de salud. Quiere olvidarse de España, pero España no se olvida de ella. En la primavera de 2015 recibió la visita en su casa de Londres del controvertido comisario José Villarejo, protagonista ahora de la guerra entre policías.

En el intento de chantaje en curso a la Casa Real y al CNI, este tipo de información sensible adquiere valor. Desde hace tres meses, las viejas y conocidas relaciones del Rey Juan Carlos con Bárbara Rey y con Marta Gayá, están siendo aireadas al detalle por OKDiario. La tercera en discordia, Corinna zu Sayn-Wittgenstein, sería la pieza más preciada a cobrar.


El artículo publicado forma parte de la investigación que la autora desarrollará en la segunda entrega de Final de Partida, que editará La Esfera de los Libros.

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