Revista de Música

HOMENAJE A RODOLFO HALFFTER EN EL CENTENARIO DE SU NACIMIENTO.

Por Paula Coronas Valle

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Podemos considerar el cumplimiento del centenario de su nacimiento como motivo específico para recordar a este eminente músico, Rodolfo Halffter, que vio nacer este siglo (nacido en 1900) y que casi alcanza a finalizarlo (le sobreviene la muerte cuando faltan apenas 16 días para cumplir los 87 años).

Por su destacado papel dentro del grupo madrileño de la Generación del 27, Rodolfo Halffter comparte cartelera con otros artistas tales como Juan josé Mantecón, Fernando Remacha, Julián Bautista, Ernesto Halffter, gustavo Pittaluga, Rosita García Ascot, y Salvador Bacarise. Así queda formado el famoso grupo de "Los Ocho" que irrumpe con fuerza en Madrid allá por los años 30, a semejanza del Grupo de "Los Seis" en Francia, o de "Los Cinco" en Rusia.

Como abanderado de ideales estéticos que comparten un importante y brillante elenco de creadores musicales, será Rodolfo Halffter quien mejor defina el contenido semántico de esta generación: "nosotros, los compositores del Grupo, aspirábamos a escribir una música pura, purgada de folklore de pandereta, de la contaminación literaria o filosófica, de la exhibición de sentimientos primarios. Y por elemental pudor, nada de biografías puestas en solfa".

Sus comienzos musicales están indiscutiblemente ligados al magisterio de Manuel de Falla, cuya sombra siempre planeó entre los gustos e imágenes elegidas por el "Grupo". A partir de ahí, Rodolfo, como todos ellos, se esfuerza en canalizar su propio arte, de forma individual, buscando incansablemente nuevas expresiones musicales que dieran color a su paleta sonora. Así, con la convicción por bandera, su sereno y firme taltante apuesta por aires renovados y por encontrar una música sincera despojada de lo superfluo.

De la mano del pasado musical español, advierte el futuro, sumergiéndose en tendencias de vanguardia como el atonalismo o el serialismo.

Esta inteligencia capaz de aglutinar la presencia de épocas pretéritas con imágenes de tiempos modernos le otorga la llave del éxito: enriquecer el repertorio musical español en muy diversos géneros (ballet, música de cámara, música sinfónica o pianística).

Con todo, su reconocimiento como figura intelectual es evidente en la vida cultural española de aquellos años, colaborando con otros artistas como Alberti o Bergamín.

Como activo republicano, vivió en el exilio, llegando a ser una de las personalidades más enriquecedoras del panorama cultural y artístico de México, donde compatibiliza su labor creadora con la docencia en el Conservatorio Nacional así como con la dirección de las Ediciones Mexicanas de Música.

De su contribución a una fructífera época no hay dudas, como tampcoo las hay en cuanto a su personal carisma humano, que nos descubre a un compositor sistemático en su trabajo, ordenado y riguroso, a un compositor culto y deseoso de aprender, cuya ansia de saber le hace interesarse por todo. Su espíritu bromista, a veces de humor sarcástico y satírico, le mantienen un carácter jovial hasta casi el final de sus días.

Rodolfo Halffter, como casi todos los grandes creadores, merece el recuerdo inolvidable de los que amamos la Música, por ese continuado e incansable esfuerzo por trasladar su pensamiento al pentagrama.

Este es el ejemplo de un músico sin fronteras, cuya constante dedicación creativa prevaleció incluso a las comprensibles dificultades de un exilio.

Y ahora, como modelo de su estética musical, tomaremos como referencia una de las obras más representativas de su repertorio: Obertura concertante, sonriente página del mayor d ela dinastía Halffteriana, que asgura una escritura propia de Rodolfo Halffter. Fechada en Madrid en el año 1932, está dedicada al pianista leopoldo Querol, y ocupa en el catálogo del maestro, el opus 5, quedando por tanto enmarcada entre la opus 4 (un preludio y fuga para piano) y la opus 6 (su impromptu para orquesta).

El término "Obertura" en este caso no hace alusión a introducción alguna, se podría asegurar por tanto el carácter aislado de la partitura así como su valoración propia.

Por su extensión (no más de diez minutos) podríamos calificarla de forma sonata en tres tiempos, aunque no existe interrupción alguna entre ellos. Se observan contrastes entre las partes extremas de gran rapidez y el lento central.

En cuanto a la adjetivación "concertante", se refiere al concepto de obra pensada para una agrupación y un instrumento solista: concretamente se trata de un concierto para piano y orquesta.

Pero esta explicación meramente estructural de la pieza, pasa a un segundo plano cuando pensamos en la fragancia estilística de la misma, seguidora de aquel napolitano-madrileño Domenico Scarlatti, cuya brisa inunda esta magistral página (recordemos sus dos Sonatas del Escorial, también de corte scarlattiano).

El martes 24 de Enero, a las 10:30 de la noche del año 1933, dentro de la Serie de Grandes Conciertos de Unión Radio en el Monumental Cinema madrileño, se ofrece una primera versión de la obra, interpretada por la Orquesta Sinfónica, dirigida por el propio autor (según costumbre de la época) y que cuenta con la presencia al piano del extraordinario artista José Cubiles como solista.

Será en mayo de 1937, bajo la misma batuta y con la colaboración del pianista Leopoldo Querol, en el Teatro Municipal de valencia, cuando se estrene la versión definitiva de la Obertura Concertante.

Fue obra muy frecuentada en las programaciones (Festival internacional de la SIMC; o 1941 en New York) hasta llegar a nuestros días en que es injustamente olvidada y desconocida para muchos.

La escritura de esta obra utiliza el procedimiento repetitivo y de imitación en recuerdo a Falla, así como observamos una alusión al mundo politonal y serial que recoge de la influencia de Strawinsky.

Su estructura ternaria compuesta en un solo impulso, la aproxima al carácter rapsódico. Como eminente obra camerística, destacamos su transparencia en este sentido. Su autor sabe poner de manifiesto la brillantez y la calidad tecnológica de un buen teclado con su "cadenza" brevísima que el mismo R. Halffter denomina "quasi cadenza". Es interesante el stretto que utiliza para lograr una clara unidad conceptual. está muy presente en general el recuerdo bachiano, muy adentrada su escritura en el mundo del clave, así como la simplicidad de elementos que introduce el compositor.

Centrándonos en la citada forma ternaria, con sus tres secciones A-B-A, llegamos a la Coda breve, sobre todo si la comparamos con la extensión de cada uno de los períodos, "Allegro ma non troppo", con los únicos contrastes de su momento central, "Allegretto moderato", y los siguientes "andante molto sostenuto", y "Vivace stringendo" de la Coda Final.

Así presenciamos el resultado de la Obertura Concertante, obra de feliz acabado, cuyo sello personal denota la luminosidad y desenvoltura de un músico independiente, de un compositor siempre joven, cuya actualidad perdurará a través de los años
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CINE Y MUSICA: UN VIOLIN DEL COLOR DE LA SANGRE

Por Ángel Riego Cue

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El mundo de los "luthiers" o constructores de instrumentos conoció en la Italia del siglo XVII algunos nombres míticos que hoy se siguen recordando: nombres como Stradivarius, Guarnerius o Amati, conocidos incluso por el público no melómano, fascinado por el hecho de que la más moderna tecnología no haya conseguido superar lo que hicieron estos artesanos con los medios de su época.

Precisamente en aquel tiempo y lugar, y en el taller de un constructor de violines cremonés, Niccolo Bussotti (personaje ficticio, como todos los de la película), es donde comienza la historia de "El violín rojo". Niccolo acaba de construir un violín superior a todo lo hecho por él anteriormente, y que considera su obra maestra. Su esposa Anna está a punto de dar a luz un hijo, y decide consultar el futuro, mediante las cartas del Tarot, a una vieja adivina. Esta afirma que leerá el futuro de Anna, pero lo que predice se ajusta asombrosamente bien al destino que le aguarda en los siglos venideros al violín construido por su marido. (Ya se sabe que estas cosas "sólo ocurren en las películas", pues en la vida real los videntes no dan una.)

Anna muere poco después a consecuencia del parto y Niccolo decide teñir su violín de rojo. Será el último que construya. Poco tiempo después, el violín es legado a un monasterio que acoge a niños huérfanoso o abandonados, donde permanecerá un siglo.

La historia se traslada a finales del siglo XVIII. Ha tenido lugar ya la Revolución Francesa, y han rodado las cabezas de Luis XVI y María Antonieta. Al monasterio donde se guarda el preciado violín, llega el maestro de música Georges Poussin, llamado por los monjes para que examine a un niño prodigio, Kaspar Weiss. Kaspar impresiona a Poussin tocando el violín rojo (aunque es un instrumento demasiado grande para un niño como él), y el maestro decide llevárselo a su casa en Viena, y preparar su debut. La ocasión se presenta cuando un príncipe parte para el frente, y desea llevar un entretenimiento musical para el camino, con lo que se organiza una audición-concurso.

Poussin somete al niño, de salud delicada, a agotadores ensayos para preparar la audición. El resultado será que, en el momento de tocar ante el príncipe, Kaspar cae muerto. Los monjes deciden enterrarlo junto con su violín, al que tan unido estaba.

¿Es este el final de la historia del violín rojo? Ni mucho menos, ni siquiera dentro de una tumba terminan sus peripecias. El monasterio es destruido, las tumbas saqueadas, y a finales del siglo XIX el violín reaparece en una "troupe" de gitanos en gira por Europa. Van a parar a la Inglaterra victoriana, donde les oye tocar un excéntrico aristócrata de Oxford, Frederick Pope, quien se prenda del sonido del instrumento, y se lo compra. Pope se presentará en las salas de conciertos como gran virtuoso, con el violín rojo, y entre sus extravagancias está la de hacer el amor con su novia, la escritora Victoria Byrd, mientras ensaya con el violín (lo que se nos antoja algo difícil, pero quién sabe...). Ella parte de viaje, y los dos amantes se intercambian todos los días cartas de lo más romántico, echándose de menos, pero al regresar de improviso le encuentra en la cama con otra (y tocando el violín). Despechada, empuña un revólver y dispara no sobre él ni sobre su nueva amante, sino sobre... ¡el violín!

Algún tiempo después, un anticuario de Shangai compra un violín rojo con un agujero en el mango, que venderá varias décadas después (¿tanto tiempo estuvo en la tienda sin comprarlo nadie?) a una mujer china, que lo regala a su hija Xiang Pei, entonces una niña. Estamos en los años 30; tres décadas después, Xiang es ya una mujer, y vive la época de la Revolución Cultural maoísta, y sus humillantes procesos públicos a los culpables de "desviacionismo burgués", entre los que se encuentra Chou Yuan, maestro de música cuyo "crimen" es enseñar música occidental a sus alumnos. Tras su arrepentimiento público, a Chou se le perdona la vida, en parte por la defensa que hace de él Xiang. Pero se descubre que Xiang guarda en su casa un violín rojo, símbolo de la "decadencia occidental", y los fanáticos Guardias Rojos van a detenerla: como último recurso para salvar el instrumento de la quema, ella le pedirá a Chou que acepte esconderlo.

Años después, ya en los 90, Chou muere y el gobierno chino decide subastar su colección de instrumentos, recurriendo para ello a la casa de subastas Duval de Montreal (Canadá). Duval contrata a un experto, Charles Morritz, para ayudarles en la tasación de cada pieza, y es Morritz quien descubrirá que uno de los violines de la colección es el legendario violín rojo de Frederick Pope. También descubrirá la terrible razón del color rojo del violín, pues los análisis encargados a prestigiosos laboratorios dictaminan que el barniz usado contiene sangre humana, la sangre de Anna Bussotti.

Cuando la subasta tiene lugar, gentes llegadas de varios continentes para recuperar una parte de su propia historia pujan por el famoso violín rojo: desde los monjes herederos de la orden que acogió a Kaspar Weiss, hasta la Fundación Pope, o el hijo de Xian Pei, que era un niño pequeño cuando su madre fue detenida y ahora es ya todo un hombre (y al parecer lo bastante acaudalado como para participar en la subasta). Sin embargo, parece que quien se lo llevará será un antipático personaje llamado Ruselsky, pues a pesar de haber sido incapaz de apreciar el violín cuando lo tuvo en sus manos, es quien tiene más dinero (nadie más que él llega a ofrecer 2.400.000 dólares). Claro que estas historias deben demostrar que el dinero no lo es todo: aunque compra el violín, lo que se lleva es una copia del siglo XIX, pues Morritz ha dado el "cambiazo".


"El violín rojo" es ciertamente una película de alto presupuesto, pues se ha rodado en tres continentes y en al menos cinco idiomas. Sin embargo, nos parece que dadas las pretensiones del film (retratar la vida a lo largo de nada menos que cuatro siglos), sus medios se le han quedado incluso cortos, pues cada época histórica tiene que ser mostrada en breves pinceladas, que no consiguen pasar de la superficie; tampoco daría tiempo a mucho más.

La elección de los escenarios es tópica a más no poder. Así, para representar el siglo XVIII, con su aristocracia y sus pelucas, qué mejor sitio que la Viena de "Amadeus", al poco de morir Mozart; para el siglo XIX, qué escenario más idóneo que la Inglaterra victoriana, que hemos conocido en innumerables adaptaciones literarias llevadas a la pantalla, entre las más recientes las basadas en E.M. Forster o Jane Austen. Y tras habernos mostrado la sociedad aristocrática (XVIII) y la burguesa (XIX), en el siglo XX le toca el turno a la comunista, la que supuestamente debería ser la sociedad igualitaria del futuro y en realidad sirvió para producir alguno de los regímenes más criminales de la historia de la Humanidad, como el de Mao Zedong en China. Aparte de ser el más perfecto representante del comunismo, los guionistas deben haber elegido a China porque así se aumentaban las rocambolescas vicisitudes del violín rojo: atravesaba un océano, conocía otro continente, y estaba a punto de ser roto o quemado (algo más a añadir a su truculenta historia, junto a haber sido enterrado en una tumba y haber recibido un disparo).

Finalmente, parece que tarde o temprano todo objeto valioso producido en Europa debe acabar en una casa de subastas en América, tal como el manuscrito de Leonardo da Vinci que compró Bill Gates, y es la subasta de Montreal lo que sirve como nexo de unión de las diferentes historias de cada época. La narración hace continuos saltos del pasado al presente, y además cuenta varias veces la misma escena desde diferentes puntos de vista, lo que podrá desconcertar al principio a algún espectador, aunque seguramente terminará acostumbrándose.

El director de esta producción italo-canadiense es el quebequés François Girard, bien conocido por los melómanos como el autor de "Thirty-two short films about Glenn Gould", película biográfica sobre el famosísimo pianista, y también por dirigir una de las filmaciones realizadas sobre las Suites para cello de Bach en la reciente grabación de Yo-Yo Ma. El guión ha sido escrito por él en colaboración con Don McKellar, quien interpreta en el film el papel del ayudante de Charles Morritz, y la fotografía de Alain Dostie consigue reflejar un ambiente distinto para cada época de la historia.

En el reparto encontramos nombres de fama internacional, destacando como Charles Morritz un sólido Samuel L. Jackson, de cuyas numerosas apariciones en la pantalla la que todos recordamos primero es la del asesino a sueldo que acompañaba a John Travolta en "Pulp Fiction". Junto a él, el nombre más conocido es el de otra veterana, Greta Scacchi, en su personaje de Victoria, la amante de Frederick Pope; otra incursión en un personaje de la misma época que su papel de Mrs. Weston en "Emma".


Hemos dejado para el final lo que nos parece lo mejor de esta película, que es su música. La banda sonora original no se encargó a uno de los habituales "especialistas" del género, sino a un compositor "clásico" (esto es, de música para la sala de conciertos), como es John Corigliano, uno de los más ilustres compositores vivos de Estados Unidos, de quien muchos aficionados recordarán su Sinfonía nº 1 "dedicada a los amigos víctimas del SIDA", o su ópera "Los fantasmas de Versalles". Continúa así una tradición de compositores "serios" que prestan ocasional atención a la música para el cine, como han sido Prokofiev, Shostakovich o Copland, y que en el caso de Corigliano se había plasmado en dos trabajos anteriores para la pantalla de enorme interés: "Altered States" (1980, en España "Viaje alucinante al fondo de la mente"), film de terror de Ken Russell sobre un guión de Paddy Chayefsy, y "Revolución" (1985), la película de Hugh Hudson sobre la guerra de independencia de Estados Unidos.

Corigliano, cuyo padre fue violinista, el concertino de la Filarmónica de Nueva York (y al que podemos ver aún hoy en los programas de TV que dejó grabados Leonard Bernstein), nos entrega una partitura donde cada época está perfectamente representada por música escrita en su estilo (es de destacar el concierto que toca la orquesta de niños acogidos en el monasterio, que podría haber sido escrito perfectamente por Vivaldi, la música zíngara de la banda de los gitanos, o el virtuosismo romántico de las piezas que interpreta Pope); y a su vez, ello no impide que en los momentos de mayor tensión o misterio se utilice un lenguaje musical contemporáneo en la línea de un Penderecki en sus buenos tiempos. De esta amalgama de estilos resulta un todo coherente, que ganó merecidamente el Oscar a la mejor banda sonora original de 1999 (única categoría en la que estaba nominada la película) y que asimismo ha dado origen a una pieza de concierto de más de 17 minutos, la Chacona para violín y orquesta "El violín rojo".

Esta Chacona está también incluida en el disco de la BSO, en el que han participado intérpretes del máximo prestigio entre los de las generaciones más recientes, como el director finés Esa-Pekka Salonen, al frente de la orquesta Philharmonia de Londres, o el violinista Joshua Bell quien, entre otras apariciones en pantalla, "dobla" al actor que interpreta a Pope en la secuencia del concierto en el auditorio Sheldonian de Oxford. Tanto la Chacona de concierto como la música de la película se basan melódicamente en el llamado "Tema de Anna", el que ella cantaba para el futuro niño que no llegó a conocer.


En resumen, el principal inconveniente de "El violín rojo" es la descompensación entre los episodios históricos y la parte de "thriller" acerca del destino del instrumento en su subasta en la Canadá actual, que llega a interesar al espectador más que aquellos, cuando es con mucho el de menos coste de realización; un "thriller" suele ser más barato que una película de ambientación histórica. La historias de época son tópicas y de contenido bastante truculento y, como tantas veces, se impone un final feliz poco realista. Sin embargo, la película puede ser disfrutada por un amplio público, tiene alicientes indudables, como su música, y sobre todo nos hace pensar que los productos del trabajo humano pueden sobrevivir a sus creadores e incluso, si son lo suficientemente buenos, conseguir algo parecido a la inmortalidad.

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LA DIGITACIÓN PIANÍSTICA (IV).

Por Rocío Cuenca Antón.
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Hola amigos, en el último artículo estuvimos viendo las características de cada dedo; en éste, nos encargaremos del estudio desde el punto de vista de la digitalización, de los distintos problemas pianísticos, así como de intentar darle una solución, en base al mencionado principio.

Al abordar el tema de la rapidez debemos de tener en cuenta la subordinación de ésta a la psicomotricidad, por la que una digitalización correlativa es más conveniente que una alterna o cruzada. Pero lo que realmente da buenos resultados es el uso combinado de ambas digitaciones.

El movimiento de traslación nos servirá en muchas ocasiones para evitar el paso del pulgar por debajo del anular; utilizando por tanto este tipo de cruzamiento en las escalas diatónicas, cromáticas, en los diseños arpegiados... En aquellos diseños en los que se termina con notas dobles, la digitación cruzada es realmente beneficiosa y cómoda debido al pequeño giro de la muñeca, junto con la estabilidad que le proporciona a la mano el terminar en notas dobles. En cambio, si terminamos en notas contiguas será más preferible emplear dos meñiques seguidos.

Tanto en las escalas como en arpegios, pianistas de la talla de Bussoni recomiendan la supresión del pulgar para obtener una mayor rapidez.

La correlación de los dedos que tiene lugar del meñique al pulgar es más natural que la inversa, como ejemplo destaca la forma en que tocamos las castañuelas. Los diseños en los que aparezcan notas alternas son más fáciles de realizar con una digitación correlativa que con una cruzada, ya que de por sí, la digitación cruzada representa una dificultad psicomotriz.

Al hablar del equilibrio de la mano debemos tener en cuenta la posición cerrada y la digitación variada.

Por posición cerrada entendemos aquella que reduce al máximo las aberturas de los ángulos interdigitales, dando lugar a un acercamiento entre el pulgar y el meñique, lo que favorece la estabilidad, control rítmico, fuerza sonora... Para conseguir la posición tenemos varios recursos a nuestro alcance:

- Aproximación de los dedos base (el pulgar y el meñique). Una aplicación frecuente se da en los diseños arpegiados en los que se provoca el empleo frecuente del pulgar como pivote de la mano, proyectando los dedos a uno y otro lado del pulgar. Muy usado también es, en los pasajes en que sea necesario, un legato en todas las voces, una mayor fuerza sonora... se presenta en la sucesión de notas dobles. De igual forma se evitarán los pulgares seguidos y el paso de 5 a 3. En aquellos casos en los que el legato en la sucesión de notas sonoras tenga una distancia interválica superior al intervalo de tercera, deberemos sacrificar la posición cerrada.

- Digitación cruzada: supresión de algunos de los dedos en beneficio de la reducción de las aberturas interdigitales. Suele originarse a menudo en el cruzamiento 1 - 5.

- Deslizamiento: es un recurso muy usado para tener una posición cerrada de la mano, utilizando entre teclas contiguas; los dedos que más lo suelen realizar son el pulgar y el meñique. Compositores como en el caso de Chopin, Ravel... llegaron a hacer de esta técnica un recurso compositivo.

- Repetición: es un recurso bastante empleado, generalmente por el meñique entre dos teclas no contiguas, lo que favorece evitar el empleo del anular. Tiene una fácil realización ya que la inercia de los ataques de los dedos anteriores es aprovechada por el brazo para efectuar el movimiento de traslación que permite repetir la nota.

- Un dedo sobre dos teclas: es un recurso bastante común, especialmente el realizado por el pulgar. Es bastante útil para evitar grandes aberturas interdigitales, lo que alteraría la posición de equilibrio de la mano. Al igual que sucede con el deslizamiento llega a convertirse en un recurso compositivo por parte de algunos compositores (Debussy, Ravel). También se da aunque en menor medida el uso del pulgar en dos teclas negras.

Por digitación variada entendemos aquella que tiene como principio evitar utilizar sólo los dedos que hay a un lado u otro del medio tomando éste como eje de la mano. Por tanto el objetivo a alcanzar será una digitación rica y equilibrada. Al hablar de este tipo de digitación hay que tener en cuenta dos principios fisiológicos:

- Cuanto más número de músculos intervienen en la ejecución de un pasaje, menor será el esfuerzo realizado por los mismos, con el posterior retraso del cansancio.

- Alternando los dedos en la ejecución de un determinado diseño, lograremos concentrar el peso lo más cerca posible del centro de gravedad (entendiéndose por éste el medio). A la hora de efectuar los trémolos será de especial importancia el eje de rotación, ya que a mayor rotación del brazo, más fácil realización y por tanto menor cansancio.

De igual modo la digitación variada nos servirá para evitar el empleo del mismo dedo a izquierda y derecha del pulgar; empleando así la alternancia de los dedos (3-1-2; 2-1-3). Con lo que el trabajo resulta mucho menos fatigoso y más ágil.

Pero donde la digitación variada tiene su gran palmarés es en el tema de las repeticiones, en sus distintas variantes. Así observamos por un lado las repeticiones sucesivas: donde el problema existente es de origen mecánico, ya que debemos conseguir que la tecla suba lo suficiente para que el martillo golpee de nuevo la cuerda. Este tipo de repeticiones son más fáciles de realizar (si van a una velocidad alta) si alternamos los dedos; éstos suelen utilizar de forma correlativa de meñique al pulgar o inversa. El pionero en utilizar esto como recurso compositivo fue Liszt; como contrapartida tenemos la pérdida del control dinámico y del contacto con la tecla. En repeticiones lentas por tanto, vendrá bien emplear el mismo dedo, o en aquellas que sean rápidas, que requieran una sonoridad suave.

A la hora de ver los dedos que intervienen en la serie, en principio evitaremos el meñique e incluso el pulgar. Si se trata de repeticiones de notas dobles o acordes, si una de las notas se repite debemos procurar cambiar de dedo para asegurar la sonoridad.

Por otro lugar tenemos las repeticiones alternas, las solemos encontrar en células de dos notas, mordentes, trinos... en este caso lo podemos realizar intercambiando los dedos o si no con los mismos, según las facultades de cada ejecutante.

En el caso de los trinos se pueden realizar con el mismo par de dedos, pero si es largo conviene que los intercambiemos, para evitar el cansancio... en este caso habrá de tener en cuenta la diferente longitud de estos.

Cambiando un poco con los horizontes hasta ahora llevados, vamos a analizar una solución pianística para los movimientos de abducción. Si nos vemos obligados a realizar este movimiento, recordaremos que consiste en el alejamiento de la mano (no lo confundamos con la flexión o extensión; sino miremos en artículos anteriores del mismo tema donde está debidamente explicado) del eje del cuerpo y su amplitud no superará los15º, como en el caso de las escalas, arpegios... así como en los movimientos de lateralidad de dedos... debemos intentar que el paso del pulgar sea después de tecla negra, intentar extender los dedos al máximo... pero además de ello contamos con dos movimientos que nos solucionarán, en cierta medida, la incómoda posición de la mano, a saber estos son:

- Manuación: ésta considera que la unidad no es el grupo de dedos, sino colocar la mano sobre un trozo considerado de diseño considerando todo él como un acorde. Una de las ventajas es que nos evitará el empleo de un mismo dedo con intercalación del pulgar a derecha o izquierda de éste, sustituyéndolo por la digitación cruzada. Otro recurso utilizado para evitar la abducción suele ser la repetición sucesiva del pulgar o del meñique.

- Trueque de los dedos base: consistiría en hacer un trueque (5 - 4 ó 1 - 2) con cruzamiento, ya que al ser el índice y el anular de mayor longitud esto hace que el movimiento sea más fácil. En el supuesto de que tengamos notas dobles donde no sea necesario hacer un legato, emplearemos los mismos dedos para evitar perder la posición.

A la hora de llevar a cabo los saltos, el movimiento que nos asegura su eficaz realización es el de prono-supinación. Este movimiento consiste en describir un arco semicircular en el plano perpendicular al teclado. Para realizarlo el movimiento que se realiza es el de pronosupinación con desplazamiento del antebrazo. Lo que se suele hacer es utilizar el pulgar y el meñique como pivote de la mano, lanzando los dedos por encima o debajo de ellos; en cualquier caso lo que se debe evitar es comenzar y terminar el salto con el mismo dedo. Con respeto a la capacidad de rebote de los dedos los más torpes son el pulgar y el meñique seguidos del índice y el anular, siendo el más propio el medio.

Las diferencias individuales de cada mano no tienen diferencias directas sobre la digitación pero sí sobre su rapidez... Lo que realmente influye, aparte de la lógica aparente (longitud y grosor de los dedos), es la musculación en cuanto a su fuerza, localización...

Hay que tener en cuenta que las aberturas interdigitales son independientes de la dimensión de la mano, si estás no están lo suficientemente ampliadas disponemos de una serie de ejercicios que nos ayudarán a tal propósito.
Es interesante una buena abertura entre el pulgar y el meñique para abarcar con total eficacia el intervalo de octava. De igual modo, también resultará interesante la abertura existente entre los dedos índice y meñique ya que estos pueden llegar a alcanzar intervalos de séptima. En el caso del intervalo de octava, la digitación irá en función de la abertura de octava que pueda darse entre el pulgar y los dedos medio e índice. La longitud relativa del pulgar es importante ya que cuando es corta provoca un empeoramiento de las posibilidades dinámicas y de rapidez, por lo que el paso del pulgar presenta una mayor dificultad. En cambio adquiere su máxima expresión el trueque de los dedos base. Los dedos excesivamente gruesos tienen problemas para atacar determinadas notas que resultan topográficamente difíciles como contrapartida presentan una sonoridad más bella y una mayor rapidez.

Acabamos de mencionar la palabra topografía, la cual nos disponemos a explicar ahora. Al hablar de topografía hacemos referencia a la conformación del teclado.

Este se nos presenta de la siguiente forma:

- teclas negras: más estrechas, alejadas del pianista y en un plano superior al de las blancas.

- teclas blancas: con una parte superior de más difícil acceso.


A ello tenemos que añadirle la gran diversidad en lo referente a la longitud y grosor de los dedos.
Una de las primeras dificultades que se presentan es a la hora de atacar una tecla blanca por la parte superior, ya que en esta zona la tecla funciona como una palanca haciéndose más pesada... el dedo más apropiado en este caso es el índice siendo el menos satisfactorio el medio. El ataque por salto a una tecla negra, también se nos presenta conflictivo debido a su estrechez, por lo que los dedos medio y anular resultan más seguros que el meñique debido a su mayor longitud y grosor. Hay ocasiones en las que obtenemos un cruzamiento sensitivo, es decir, en aquellos momentos en que el cruzamiento realizado por causas topográficas coinciden con la mayor tensión armónica.

Cambiando de tema abordaremos ahora la noción de ángulo de cuerpo. Por este entendemos la línea recta que forman el antebrazo y la mano, lo que genera un ángulo variante un ángulo variante con respecto a las distintas zonas del teclado. Por lo tanto lo que interesa es ajustar la digitación según el ángulo del cuerpo para no romper la línea recta ideal antebrazo - mano. Cuando tengamos que realizar acordes en la región grave con la mano derecha o en la aguda con la mano izquierda, tenemos que tener en cuenta la posibilidad de emplear en una nota intermedia del acorde.

Bueno amigos, hasta aquí llega nuestro artículo. En el próximo daremos ya los toques finales a este tema. Hasta entonces, feliz mes.

Bibliografía:

- NIETO, A.: La digitación pianistica. Mira editores. Colección: Mater Música. Distribuido por Editorial Boileau. Tel-Fax 93 2155334 E-mail: boileau@cambrabcn.es Página web: http://www.cambrabcn.es/boileau

Nota del editor: De especial interés es este libro que se cita (Albert Nieto) por su gran valor pedagógico y su amplia cantidad de ejemplos. Lo recomendamos como imprescindible en la biblioteca del pianista. Éste artículo y los anteriores a éste, publicados por Rocío sobre digitación en esta revista, se pueden considerar una síntesis muy personal de éste magnífico libro.
http://filomusica.com/filo10/rocio1.html
 
CONOCIENDO A RACHMANINOFF (II).

Por Cristina Isabel Gallego García.

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"Fue ésta la hora más angustiosa de mi vida" recordaría Rachmaninoff. Tras la audición huyó hacia la calle y anduvo deambulando desesperado por las desiertas avenidas de San Petersburgo. La crítica se mostró dura con él...

Si nos remontamos al artículo anterior, recordaremos que el estreno de su Primera Sinfonía, bajo la dirección de Glazunov, fue un desastre, siguiendo a éste un periodo muy duro. Se agravó su estado de ánimo, que intentó curar bebiendo en demasía, y se manifestaron en él los primeros síntomas de una fuerte crisis depresiva... Pero gracias al doctor Nikolai Dahl (especializado en hipnoterapia y gran amante de la música), pudo salir de ésta.

Hay especulaciones de que Rachmaninoff fue hipnotizado para recobrar su confianza, pero es mucho más probable que hablaran de música y artes. Esas conversaciones y su íntima amistad, proporcionaron a Rachmaninoff confianza y paz mental.

Totalmente recuperado de su depresión, volvió a componer regularmente. Escribió una amplia sonata para violonchelo y piano, la Op.19, la Suite nº2 para dos pianos, varios de los preludios del Op.23, la cantata Primavera para barítono, coro y orquesta...

En 1902 tuvo lugar un importante acontecimiento en su vida privada, su boda con su prima Natalia Alexandrovna Satin. El hogar de los Satin había sido su refugio en los momentos difíciles y la amistad de sus dos primas, era el mayor consuelo en su soledad. Natalia era también pianista. Surgieron dificultades porque la Iglesia Ortodoxa había prohibido las bodas entre primos, pero afortunadamente los problemas se solventaron y la boda se pudo celebrar. Al año siguiente nacía Irina, la primera de las dos hijas de la pareja.

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Con gran entusiasmo, Rachmaninoff continuó escribiendo música y componiendo. El caballero avaro (ópera basada en una historia de Pushkin) y Francesca da Rimini (inspirada en la historia de amor de Paolo y Francesca que aparece en el Infierno de la Divina Comedia de Dante, y con libreto de Modest Tchaikovsky) se estrenaron conjuntamente en el Teatro Bolshoi de Moscú el 24 de enero de 1906. Simultáneamente a la composición de estas óperas, le ofrecieron el puesto de director de orquesta de este teatro y estuvo al frente de él desde 1904 a 1908.

En esta época, los acontecimientos políticos estaban enturbiando la vida pública en Rusia... por eso Rachmaninoff decidió marcharse de Moscú y, tras una visita a Italia, decidió establecerse con su familia en Dresde, ciudad que le había impresionado cuando estuvo en Alemania, por su ambiente musical. Por entonces compuso: la Primera Sonata de piano, el poema sinfónico "La isla de los muertos", numerosos pasajes de una ópera que nunca llegaría a terminar sobre "Mona Vanna" de Maeterlinck...

Pasaba mucho tiempo en casa, asistiendo únicamente a los conciertos interesantes. "Es mucho mejor sentarse tranquilamente en el propio hogar que ir a visitar a quienes nos son extraños"...



En 1907 toca en París, en la Temporada Rusa de Sergio Diaghilev, su Segundo Concierto. En este mismo año, nace su segunda hija, Tatiana. Desarrolló una amplia actividad musical como pianista, compositor y director que se extendió en numerosas giras por el occidente europeo.

En 1909 hizo su primera gran gira por Estados Unidos, llevando consigo la partitura de su Tercer Concierto para piano y orquesta, que se estrenó en Nueva York. Tocó también en Filadelfia, Boston y Chicago, entre otras muchas ciudades, dando a conocer sus composiciones pianísticas y dirigiendo sus obras sinfónicas, singularmente la Segunda Sinfonía. El éxito fue extraordinario y los empresarios le ofrecieron nuevas giras durante los años siguientes...

De nuevo en Rusia, mantiene una prolongada amistad con una muchacha intelectual, la escritora Marietta Shaginian. Ella siguió a Sergei en la elección de los textos poéticos para sus canciones, lo exaltó en algún artículo y trató de acercarle, sin éxito, a los círculos intelectuales y artísticos de la capital moscovita...

Es en esa época cuando Prokofieff, irrumpe en la música, haciendo perder peso a los conservadores. Rachmaninoff se repliega en sí mismo, en su piano, y vierte en él sus confidencias, indiferente a lo que puedan decir de él. Nacen los trece últimos Preludios de la Opus 32, completando la colección de 24.

Rachmaninoff salió para Suiza con toda su familia el año 1914. Desde allí se trasladaron a Italia. En Roma, compuso su sinfonía coral "Las Campanas", inspirada en un poema de Edgar Allan Poe. En esta ciudad, sus dos hijas contrajeron la fiebre tifoidea. El matrimonio tuvo que partir precipitadamente hacia Berlín, pues confiaban más en los médicos alemanes. Una vez curadas las niñas, regresaron a su hogar en Moscú.

La muerte repentina del pianista francés Raoul Pougno, y la de Alejandro Scriabin, le afectaron enormemente. Retirado a la finca de Ivanovka, Rachmaninoff continúa componiendo, aferrado cada vez más a la tierra rusa y a los campesinos que aprendió a querer desde niño. Allí siguen brotando canciones de su alma; nacieron las bellísimas series de la Op. 34 y de la Op. 38. "Soy un compositor ruso, y mi país de nacimiento ha influido inevitablemente sobre mi temperamento y mi actitud. Mi música es el producto de mi naturaleza y, por tanto, es música rusa; nunca trato conscientemente de escribir música rusa, o cualquier otra clase de música".

Cuando en 1914 estalló la Primera Guerra Mundial, Rachmaninoff ofreció varios conciertos benéficos para ayudar a su país en la contienda. La situación interna de Rusia se hacía cada vez más dificil...

Los acontecimientos revolucionarios de 1917 vinieron a poner punto final a un período de creación regular, aunque no demasiado intensa. Termina los nueve Estudios Cuadro de la Op. 39. Viendo la marcha de los hechos que en febrero desenvocaron en la revolución soviética, trató de salir de Rusia, pero no obtuvo visado...

"Las impresiones que recibí de mi contacto con los campesinos, que se sentían dueños de la situación, fueron desagradables. Hubiera preferido salir de Rusia guardando de ella un recuerdo más amable" recordaría años después. Con estas palabras, sabemos que pudo salir, pero será en el próximo artículo cuando nos adentremos en esta última etapa de su vida
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LAS ESCUELAS PIANÍSTICAS DE INTERPRETACIÓN EN LA ACTUALIDAD (III).


Por Daniel Mateos Moreno.


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C
on este artículo finaliza la saga de escuelas pianísticas. Ahora analizaremos las escuelas pianísticas de los siglos XIX y XX. Nunca nos cansaremos de repetir la artificialidad de estas divisiones y la imposibilidad de enumerar a todos los pianistas relevantes de la historia en estos artículos.

Pues bien, empezaremos donde lo dejamos: Liszt (escuela de la técnica) "versus" Leschetitzky (escuela de la expresividad). De la escuela Lisztiana derivan (alumnos del propio Liszt) Tausig, Rosenthal, D'Albert, Emil Sauer y Siloti. Precisamente Emil Sauer y Siloti son el germen de lo que clasificaríamos como "escuela rusa moderna". Igumov heredaría de Siloti su técnica rusa tradicional, y posteriormente el gran pianista Lev Oborin haría lo mismo al ser alumno de Igumov. Oborin fue el profesor de los actuales Vladimir Ashkenatzy, Berman y Nikolaieva, constituyentes en nuestros días de esta escuela rusa. Por su parte Igumov tendría como alumno a Fliére, quien a su vez tendría como alumno reconocido al actual Bella Davidovich.

Dicha escuela rusa tradicional basa su técnica en la apertura de la mano lo máximo posible, conceptuando los saltos como simples estiramientos, y a la vez confiriendo una mayor autonomía individual de cada dedo para realizar melodías independientes. Los pianistas pertenecientes a esta escuela buscan la imaginación dentro de los límites del equilibrio formal, sin dejarse llevar por florituras o elementos superficiales.

De esta rama inicial de alumnos de Liszt, nacería Bollet, recibiendo clases de Rosenthal. Y de aquí se derivarían muchos pianistas actuales, como Edwin Fischer,C. Arrau, Donnayí, Willem Backhaus y Willem Kempff. Fischer fue un gran didacta, comparable a Liszt en cuanto a alumnos conocidos, que derivarían directamente de él: el "loco" Badura Skoda (cuyas interpretaciones pasan de la genialidad a las payasadas), Demus, Alfred Brendel (gran pianista Brendel, muy equilibrado en el repertorio clásico) y Baremboin (¿quién no conoce a Daniel Baremboin y su manida integral de las sonatas de Beethoven?). Perteneciente a esta escuela aparecería Cziffra, alumno de Donnayí.

Volviendo a Liszt: no olvidemos otra rama de alumnos de Liszt, probablemente no tan prolífica, pero con nombres muy conocidos: Bussoni (quizás uno de los pianistas con más técnica de la historia). Se decía de Bussoni que estudiaba los conciertos de piano en sus viajes, y los practicaba al piano cuando la orquesta hacía los Tutti (!!). De Bussoni deriva el polifacético Egon Petri. Interesante pianista Petri, que consiguió la misma fama tocando el violín. Colaboró con Bussoni en muchas de sus transcripciones, y tristemente ha sido olvidado del panorama pianístico, aunque en su época gozó de la misma fama que el propio Bussoni (existen grabaciones actuales de Petri y Busoni que podríamos llamar "de coleccionistas", una pena que no sean populares estos Cds). De manos de Petri nacería John Ogdon, acabándose ahí la escuela de Bussoni.

Remontémonos de nuevo al siglo XIX, a la época Liszt-Lechetitzky, y analicemos ahora a los alumnos de Lechetitzy. Destacaríamos a nombres tan afamados como Safonov, Ignace Paderewsky, Arthur Schnabel, Horszowsky y Brailowsky. De la semilla de Safonov nacería la futura "escuela norteamericana". Safonov tendría como alumno al conocido Josep Lhévinne, y este a su vez a los no menos conocidos: Glen Gould, Van Cliburn, Browning y Watts. Esta sería la ramificación que denominaríamos "escuela norteamericana moderna". La técnica de Gould es ciertamente envidiable, y sus grabaciones de Hindemith y Bach son, como mínimo, originales (aunque en ningún caso recomendables para el estudiante dado su excentricidad). Y de Cliburn no podremos olvidar nunca su elegante expresividad, su portentosa técnica, ese toque tan delicioso, y la fuerza y el magnetismo de su personalidad.

De otro de los muchos alumnos de Leschetitzky, Paderewsky, nacería nuestro Arthur Rubinstein. Nos sobran tantas palabras para hablar de Rubinstein que mejor dejarlo para otra ocasión y dedicar un artículo para él solo. Tan solo mencionar que se trata de uno de los poquísimos pianistas a lo largo de la historia que hacía cantar al piano.

Schnabel por su parte sería el creador de la "escuela centroeuropea". De Schnabel derivan Lili Kraus, Schröeder y Rudolf Firkusny. Quizás sea Firkusny uno de los pianistas con más fuerza y equilibrio en sus interpretaciones, con la elegancia de Rachmaninoff y la técnica de Schnabel. De Schröeder nacería Alex Weissemberg, cerrándose así esta escuela Centroeuropea.

Horzowsky, alumno también de Lechetitzky, sería el profesor de Murray Perahia. Famosas son las interpretaciones de Perahia en numerosos conciertos para piano y orquesta.

Entre tanto, y coetáneamente a los descendientes de Liszt y Lechetitzky, nacerían pianistas autónomos, que crearían sus propias escuelas, aunque guardando evidente relación con otros pianistas de su época, y recibiendo clases de profesores de diferentes escuelas, nacerían Blumenfeld y Marmontel. Blumenfeld es el fundador de la "escuela rusa independiente", y que tendría como "hijos" a Horowitz y Neuhaus. Neuhaus a su vez sería el mentor de Richter, Guilels y Radu Lupu. Marmontel, fundador de la celebérrima "escuela francesa", de la que somos herederos muchos pianistas actuales, tendría como discípulos a Cortot, Marguerit Long, Isidore Philipp, Lazare-Lévy, Ives Nat y Robert Casadesus.

¡Pues bien prolífica que fue esta escuela francesa! Quizás una de las escuelas que más haya fructificado en toda la historia. Innumerables son los nombres de famosos pianistas que se derivan de aquí: De A. Cortot nace Vlado Perlemuter, Dinu Lipatti, Samson François y Karl Engel. Y de manos de Karl Engel fructifica la actual Maria Joao Pires. En especial destacaría la imaginación, el talento, aún inigualado, de Cortot, y la fantástica técnica y creatividad de Robert Casadesus.

Precisamente Cortot consideraba la música como poesía hecha con notas. Cortot es probablemente el mejor intérprete que haya existido de Chopin y la música francesa. Su prodigiosa técnica y su infinita expresividad compensaban algunos fallos de notas que aún podemos escuchar en sus discos que se conservan en la actualidad.

Por otra parte, de Isidore Philipp serán descendientes Nikita Magalov y Marta Argerich. Monique Haas, ganadora de innumerables premios y concursos, seguirá los consejos de Lazare-Lévy. Y así podríamos cerrar esta escuela Francesa, que paradógicamente está totalmente abierta y es la actual dominante en toda Europa, nacida en realidad de la semilla de Chopin, que a través de muchos alumnos suyos, como Descombes, se inclinarían hacia la interpretación imaginativa, creativa, y no tanto perfeccionista y virtuosística.

Por supuesto no podemos olvidar las escuelas "autónomas" actuales: la escuela Italiana de Casella, que tendría como descendientes a Benedetti y Pollini. Decía un crítico al escuchar a Pollini que su toque sonaba como si botáramos un balón de baloncesto. Esta técnica se caracteriza por un legatto muy "ligero", y por un toque algo percutante, muy preciso.

Otra escuela independiente sería la de Polonia que, de la mano de Ekier, tendría un gran exponente en Krystian Zimerman.

¿Qué relevancia tienen en la actualidad las escuelas pianísticas? Si es cierto que ya no se encuentran en estado puro, como ya conté en el anterior artículo, sí que hay pianistas descendientes directos y que podemos comprobar en sus interpretaciones. Negar la pertenencia de Ashkenatzy a la escuela rusa de la "mano abierta", negar la pertenencia de la Pires a la escuela francesa clásica, negar la pertenencia de Pollini a la escuela de toque Italiano, es negar la diferencia abismal que existe entre estos pianistas y que hace que haya tantos y tantos pianistas diferentes. Las escuelas pianísticas aún siguen existiendo y las diferencias son realmente perceptibles. Insto a los lectores a escuchar a los pianistas citados y comprobar la certeza objetiva de las ramificaciones aquí expuestas.
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El despertar del niño en la música


Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.

Este poema de Machado lo he recordado muchas veces al reflexionar sobre el camino que sigo en mi vida. Seguro que tú tampoco puedes vivir sin dar respuesta a las preguntas que la vida te plantea... La toma de decisiones propias, resoluciones... influirá decisivamente en tu rumbo, tu camino... Pero, ¿qué le ocurre al niño pequeño?... Es aquí donde ejercemos una importante labor los padres y educadores, ayudándole al niño a "despertar en el mundo que le rodea".

La finalidad de la Educación Musical en la escuela no es la de promover músicos, sino la de potenciar el desarrollo de las capacidades (perceptivas, expresivas y comunicativas) que se hayan en el arte. Ésta debe alcanzar a todo el mundo sin excepción, ya que es parte de la vida misma.

En la Educación Infantil existen tres ámbitos de conocimiento, la expresión musical se incluye en el tercero, Comunicación y Representación, el cual pretende facilitar las relaciones entre los niños y su medio. El dominio de estas formas de comunicación y recursos expresivos propios de la sociedad en la que viven, será básico para el desarrollo integral de los niños.

Es necesario que nosotros conozcamos como van evolucionando en el niño las capacidades que favorecen el desarrollo musical, para contribuir a su "despertar en la Música".

Ya desde el vientre materno, el niño se encuentra inmerso en un ambiente sonoro: percibe la voz de la madre, su respiración, el flujo sanguíneo... Cuando sale al exterior, el mundo que lo rodea está también compuesto de sonidos, que irá asimilando para entrar en contacto con él.

Dependiendo de sus capacidades (herencia) y de los estímulos recibidos (Medio Ambiente), empezará a balbucear los sonidos, ordenarlos, clasificarlos... Él irá localizando fuentes, objetos sonoros, ruidos que le resultan familiares...

No debemos contentarnos únicamente con hablarle, hay que jugar con sus producciones vocales. Es muy importante que le demos ánimo en todas sus invenciones sonoras, ya que todas las experiencias sensorio-motrices desarrollarán el bagaje musical del niño.

El niño muestra una enorme curiosidad sobre lo que van percibiendo sus sentidos. A través de una Educación Sensorial, estimularemos al niño para que la información que le llega del exterior sea la base de posteriores aprendizajes significativos.

Los primeros años de vida, constituyen un período de rápido aprendizaje que genera grandes cambios. Evolucionan las actividades básicas del desarrollo motor, controlará los movimientos globales del cuerpo y su relación con el espacio... Con la adquisición de la motricidad gruesa, se incluyen las conductas relativas al control de los músculos de la cabeza, tronco y extremidades, que suponen generalmente la adquisición de todo el organismo.

Con el intercambio de sonido y actividad motriz, irá enriqueciendo su sentido rítmico. La memoria rítmica (motriz) y la del sonido (sensorial-afectiva), preceden normalmente a la memoria semántica de las palabras (de naturaleza cognitiva).

Cuando se supere la etapa de las nanas, es positivo que le enseñemos canciones infantiles; éstas favorecerán la adquisición del ritmo, les ayudarán a encadenar sonidos... Los niños disfrutarán oyéndolas y cantándolas siempre que se seleccionen de acuerdo a sus intereses y aptitudes interpretativas.

También es necesario enseñarles a respirar correctamente, el efecto que tenga sobre las voces, será sumamente beneficioso.

Con la adquisición de la motricidad fina, el niño podrá realizar actividades finas y precisas con sus manos, que le permitan tomar objetos (por ejemplo: instrumentos musicales), sostenerlos, manipularlos con destreza...

Complementando la información anterior con el currículo de la Educación Infantil en el nuevo sistema educativo, podría decir que la expresión musical a estas edades (0 a 6 años), trabaja la sensibilización audio-perceptiva y la coordinación progresiva de los movimientos de las partes del cuerpo para proporcionar a los niños las primeras vivencias acerca de los elementos musicales; favorece el contacto con las experiencias sonoras que puede ofrecerles el mundo que les rodea; les ayuda a participar en producciones sonoras y musicales; las canciones, juegos rítmicos, danzas que se le enseñan contribuyen a su desarrollo...

El niño, conforme vaya creciendo, irá aumentando su capacidad para la entonación, desarrollará su creatividad improvisando canciones, danzas... Cada vez irá mostrando un mayor interés por este lenguaje si ha recibido una buena enseñanza musical desde la infancia.

Ya para la iniciación en el aprendizaje de un instrumento, influyen más factores: adquisición del esquema corporal, grado de madurez, posibilidades de apreciación musical del niño, motivación e interés, apoyo de la familia...

El esquema corporal según Coste es la organización psicomotriz global en la que entran en juego todos los mecanismos y procesos de los niveles motores, tónicos, perceptivos, sensoriales y expresivos, a los que hay que añadir el aspecto afectivo.

En el concepto de madurez podemos hablar de diferentes enfoques: maduracional (debe esperarse el periodo cronológico más apropiado para que el organismo esté dispuesto a la realización de una determinada actividad), ambientalista (el camino hacia la maduración es fundamental a través de la acción de factores externos al individuo)... Yo me decanto por un tercer enfoque, interaccionista, es síntesis de los dos anteriores y entiende el desarrollo como resultado de la interacción entre herencia genética y aprendizaje ambiental.

La motivación e interés del niño es fundamental para la iniciación en un instrumento. Quisiera ejemplificarlo con la anécdota que me contó una amiga. A su hijo pequeño le gustaban todos los instrumentos musicales, y no sabía por cual decantarse, así que decidió llevarlo a una tienda especializada para que pudiera tocarlos. El niño fue el protagonista activo de su aprendizaje, eligió el instrumento una vez que hubo experimentado con todos los que tenía a su alcance. Ella no lo forzó, sino que esperó a que éste manifestara interés en ello y lo apoyo en su decisión.

Nosotros debemos conseguir que todos los niños sean capaces de sentir placer haciendo música, que desde su más tierna infancia aprendan a escucharla, para desarrollarse armoniosamente; educar a un niño musicalmente significa transmitirle el lenguaje musical de forma viva para que aprenda a amar la Música.

Y quisiera terminar con las palabras de Kodály, para que reflexionemos sobre la labor tan importante que se nos ha encomendado a todas las personas preocupadas por la educación de los niños (padres, familiares, maestros...): "Los años comprendidos entre los 3 y los 7 son decisivos en la vida de un hombre. En esa época se desarrolla su carácter y su destino para toda la vida. Si la enseñanza descuida y no aprovecha estas edades, es muy difícil que más tarde el daño se pueda reparar".

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LA SECCIÓN DEL APÓCRIFO:
MISIÓN CONSERVATORIO.


Avance: La escalofriante crónica de la inauguración del curso en un conservatorio cualquiera relatada por un indefenso apócrifo en manos de un grupo de músicos. Una epopeya de magnitud bíblica con un desenlace inesperado.

Por Antonio Pérez Vázquez

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Jueves por la tarde, entro en un edificio grande con grandes columnas en la entrada. Hay gente en el hall que habla sobre cosas que me suenan a música (aunque no puedo demostrarlo). Acabo de entrar en un conservatorio de música, algo que es como una nevera, pero que en vez de conservar comida conserva música (de lo que sí soy un experto es en neveras y su contenido). Siempre pensé que cuando entrara por primera vez comenzaría a sonar una especie de alarma y una voz metálica comenzaría a pregonar: ¡Alerta intruso! En ese momento soltarían a los perros y todo habría terminado. La ignorancia es muy atrevida, y cuando se asocia con la imaginación puede resultar un cóctel explosivo.

El ambiente era relajado y distendido. Las conversaciones abundaban en cualquier punto por el que pasara, sobre todo en la cafetería que, si bien no era muy grande, servía de cubil para los contertulios. Supongo que los que hablaban tan animadamente serán en un futuro titulados en "conservar la música", ¿me equivoco?.

- ¿Tú a qué te dedicas?

- Yo soy conservador de música.

- Pues tengo que hacerte una pregunta.

- Adelante.

- ¿Los CD’s tienen caducidad? ¿Basta con que los tenga en un sitio seco y fresco o por el contrario debería buscarles un sitio en el congelador?.

Quizás me den el premio al peor chiste del año, nunca se sabe. Para los que no se hayan dado cuenta, lo de arriba es un chiste.

Uff, ya me estoy yendo por las ramas. Bueno, tras darme un garbeo por unos cuantos árboles, continúo con relato que nos ocupa.

Cuando dieron las ocho comenzamos a entrar en el salón de actos. Una, dos, tres, cuatro y cinco. Instintivamente conté las posibles salidas del recinto, nunca se sabe, ¿y si la cosa se ponía fea? Lo primero era conservar la consciencia, no fuera a pasar que me citara con Morfeo delante de tanta gente. Qué vergüenza. Yo con un señor tan mayor. ¡Qué vergüenza, yo con un señor! Espero que Adalucamni no lea estas líneas, podría pensar mal de mí. Stop, ya me centro, tranquilidad. Estoy un poco nerviosillo y no sé por qué. Continúo.

Salieron las máximas autoridades del conservatorio al escenario. En ese momento, Morfeo me guiñó un ojo desde lo alto de la tarima como queriéndome decir... "te vas a quedar tronco, chaval"; me puse un poco colorado. Me froté los ojos intentando concentrar todas mis energías en poner atención en lo que decían. Ese vejete no podría conmigo.

Por lo que me contaron, este tipo de actos concentra un buen número de buenas intenciones para el nuevo curso, una especie de nochevieja en la que todos hacemos un propósito de enmienda. "Para este año, nos vamos a dedicar a enseñar música en condiciones", supongo que ese quiso ser el mensaje, como buena directiva que se precie. Pido perdón si este no lo era, pero ya deberían saber que mi percepción de las cosas es ligeramente diferente del resto de los que escriben en esta revista (la verdad es que lo de apócrifo no es por gusto, me lo he ganado a pulso, leñe) y sobre todo con un viejo carroza tirándome los tejos.

El Dios griego del sueño intentó alcanzarme cuando ya habían pasado unos minutos, suerte que conseguí esquivar su maligno rayo somnífero. El pobre señor que estaba delante mía sufrió el impacto de lleno y cayó fulminado en el acto, hay que ver, con su mujer y su hija al lado. Ya no respetan ni la familia.

Algo me decía que la próxima vez no fallaría. Por suerte ya estaban terminando. Un buen recital de piano (que fue lo mejor de la noche) completó el resto de la velada en el conservatorio. Yo 1, Morfeo 0. Ese resultado me llenaba de esperanza, aunque la noche era joven...

El curso había quedado inaugurado y yo había escapado despierto del conservatorio. Misión cumplida. Después de esto me siento con fuerzas de desafiar a cualquiera de los elementos de la madre naturaleza. Quizás exagere un poco, pero no demasiado.

Tras la inauguración nos fuimos (yo y unos músicos amigos míos que intentan sacarme de la ignorancia) de fiesta a mover un poco el esqueleto. Inauguramos la temporada de otoño-invierno en lo que a fiesta nocturna se refiere. A esas alturas Morfeo ya dormía calentito en su camita, lo que no sé es si estaba solo o no, ese salido tiene unos recursos ilimitados. Por lo menos no era yo el que estaba con él.

La noche terminó con mis huesos sentados en los escalones del destino acompañado por la pareja de alcahuetes del viento haciendo que mi corazón se deslumbrara al ver al amor después de mucho tiempo de encierro. Gracias.

Vaya, pues al final creo que Morfeo me rozó un poco. ¡Noooooo...ZZZZZZzzzzzzzz!
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LA LEYENDA CONTINUA... EN EMI CLASSICS

Por Ignacio Deleyto Alcalá



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Si el mes pasado nos deteníamos en las sinfonías de Shostakovich por Previn, esta vez es el turno de la música de cámara con un auténtico "trío de ases": Jacqueline du Pré, Pinchas Zukerman y Daniel Barenboim; otra de las aportaciones más interesantes a la serie "double fforte" de EMI. Hasta ahora, son tres las referencias publicadas: Sonatas para violonchelo y piano de Beethoven, Sonatas para violín y piano de Beethoven y las primeras grabaciones de Jacqueline du Pré para la BBC. La malograda violonchelista inglesa ha sido siempre un filón para la EMI que reedita sus grabaciones una y otra vez. Así, es fácil para el aficionado ir reuniendo todos sus registros que, en realidad, no son tantos. Gracias a esta reedición, el aficionado español puede hacerse con este último doble que no estaba disponible en nuestro mercado y quizás más importante, por fin y después de muchos años, la EMI edita la integral de las sonatas para violín y piano de Beethoven por Zukerman y Barenboim, nunca antes publicadas íntegramente en CD.

Nacida en Oxford en 1945 en el seno de una familia de clase media de marcada inclinación musical Jacqueline du Pré fue muy pronto etiquetada como niña prodigio. Todo empezó cuando con sólo cinco años escuchó por la radio el sonido de un violonchelo. A pesar de su corta edad aquello marcó el rumbo de su vida. A partir de entonces comenzó una carrera vertiginosa: estudios con diversos profesores en las mejores escuelas de Inglaterra, clases magistrales con los mejores intérpretes, conciertos por Europa y América, numerosas grabaciones y una dedicación absoluta a este instrumento. Pronto superó las dificultades técnicas del instrumento. Se decía de ella que podía hacer cualquier cosa con el cello. Tenía madera de solista y lo demostraba en la pasión e intensidad con que tocaba y en su a veces particular visión sobre algunas obras.

Después de unas grabaciones para la BBC a comienzos de los sesenta, empezó su relación con la EMI con la que grabaría parte importante del repertorio para violonchelo y que hoy conforma su legado artístico. También por aquellos años conoció al pianista judío Daniel Barenboim, otro niño prodigio que tras un periplo por Argentina, Israel y Austria, llegó a Inglaterra con la idea de triunfar como solista de piano y director de orquesta. Entre los dos surgió de inmediato una atracción en un sentido musical y personal. Se hicieron inseparables y después de tres meses se casaron en Israel en 1967. Ella se convirtió al judaísmo. A su boda asistieron importantes personalidades, incluido el por entonces presidente de Israel, David Ben Gurión. Otros nombres conocidos fueron el director Zubin Mehta, compañero de estudios de Barenboim en Viena y el director inglés John Barbirolli con el que realizó registros que la lanzaron a la fama.

Siguieron unos años de fructífera colaboración. Con el también violinista judío, Pinchas Zukerman, formaron un trío que se hizo legendario. La afinidad que surgió entre los tres músicos, la capacidad de comunicación y la habilidad para dialogar con los instrumentos quedó patente en sus apariciones en festivales y en las grabaciones, aclamadas unánimemente por la crítica.

Por desgracia, los años de éxitos iban a terminar muy pronto. En Julio de 1971, cuando estaba en la cima de su carrera, empezó a sufrir ciertas molestias que le impedían tocar como antes. Sus días como intérprete estaban contados. Después de varias recaídas llegó su retirada en 1973, a los 28 años. Sus manos ya no respondían. Nunca más pudo volver a tocar el violonchelo y terminó en una silla de ruedas. Murió en Londres el 19 de Octubre de 1987 a los 42 años. Desgraciadamente su tiempo fue muy breve.

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La mayoría de las grabaciones contenidas en este primer álbum, "The Early BBC Recordings" (EMI 573377 2) proceden de recitales en directo como, por ejemplo, la Sonata para cello No 2 de Brahms que interpretó en el Festival de Edimburgo acompañada por Ernest Lush cuando sólo tenía 17 años. Esta sonata, que abre el segundo disco, es todo un derroche de musicalidad, concentración y luminosidad. Ya por entonces, encontramos las características que la harían famosa: dominio técnico, fuerza expresiva y un sonido amplio y envolvente. Dos joyas más contenidas en este doble, son las dos únicas suites para cello de Bach que llegaría a grabar (las Nos 1 & 2). Por tanto, su valor histórico es extraordinario. De haberlas grabado más adelante, habría, sin duda, pulido su interpretación pero que poco importan unos pequeños desajustes cuando somos testigos de una ejecución tan brillante e intensa. Su entrega es admirable. También se incluyen obras de Couperin, Handel, Falla y Britten.

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El siguiente disco recoge las sonatas para violonchelo y piano de Beethoven (EMI 573332 2) también tomadas del Festival de Edimburgo en grabación original de la BBC de 1970 (toses incluidas). Aquí encontramos a la du Pré en plena madurez acompañada además por un Barenboim atento y disciplinado que la arropa con seguridad y delicadeza. Dos monstruos de la interpretación en un mano a mano: Compenetración absoluta, atmósfera envolvente, diálogo fluido entre los intérpretes, entusiasmo contagioso y por encima de todo, ese violonchelo capaz de rugir y acariciar al mismo tiempo. Pocas veces se ha oído música de cámara con tal nivel de concentración, espontaneidad y calidez. El doble que dura más de 140' incluye además de las cinco sonatas, las tres series de variaciones para cello y piano que son una auténtica delicia. Sobran más palabras, la recomendación es absoluta.

Llegamos, por último, a las sonatas para violín y piano de Beethoven (EMI 573647 2 & EMI 573650 2) en interpretación de Pinchas Zukerman y Daniel Barenboim que, como queda dicho, aparecen completas en CD por primera vez. Además y por si esto fuera poco, el último disco se cierra con el Trío para piano, violín y cello Op 50 de Tchaikovsky en otra grabación en vivo del año 72, poco antes de la definitiva retirada de Jacqueline.
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Esta versión se convierte en una de las mejores opciones a precio medio para los que quieran tener la integral y no sólo las habituales sonatas "Kreutzer" y "Primavera". Ambos músicos derrochan imaginación y lirismo. Zukerman demuestra gran sensibilidad, elegante fraseo y una exquisita manera de acentuar. Ataca algunas frases con cierta agresividad aunque su sonido claro y luminoso compensará alguna que otra brusquedad. Barenboim por su parte es, como siempre, el acompañante ideal. Su precisa digitación (todas las notas adquieren personalidad propia), su juego con la dinámica, su vitalidad y apabullante técnica son marcas de la casa. En general, los músicos se inclinan por los tempi lentos y una excesiva seriedad. Como consecuencia de ello, algún movimiento puede perder la gracia y ligereza de otras versiones como, por ejemplo, el Allegro vivace de la sonata No 2 que en sus manos resulta un tanto pesante si lo comparamos con Grumiaux/Arrau o Perlman/Ashkenazy. El sonido de comienzos de los setenta es muy bueno y el reprocesado ha dado un mayor realismo y brillo. Versiones, por tanto, recomendables que a nadie decepcionarán.
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UN HOMENAJE A BARBARA HENDRICKS

Por Angel Riego Cue.

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Cuando se publique este artículo, habrán pasado pocos días desde que la soprano norteamericana Barbara Hendricks haya recibido en Oviedo el Premio Príncipe de Asturias de las Artes, con el cual se ha querido galardonar tanto su carrera artística, como su defensa de los refugiados de todo el mundo, y su oposición a "la xenofobia, el antisemitismo y la intolerancia". Nos ha parecido que era la ocasión adecuada para dedicarle uno de nuestros artículos, comentando algunos de sus últimos discos aparecidos en España, e incluyendo también alguno menos reciente, pero que sirve para dar una idea del perfil artístico y humano de la cantante.

Barbara Hendricks, nacida en 1948 en Stephens, en el estado norteamericano de Arkansas, es en la actualidad una de las cantantes más célebres de Estados Unidos entre las habitualmente denominadas "de color": las otras dos grandes son Kathleen Battle y la inmensa Jessye Norman. Estudió música en la Juilliard School de Nueva York, y en 1976 debutó en un teatro de ópera, el de San Francisco, con el papel de Amor en la "Coronación de Popea" de Monteverdi. Ese mismo año participaría en la primera grabación completa de "Porgy and Bess" de Gershwin, que registró Decca bajo la dirección de Lorin Maazel, y a partir de aquí su carrera en los escenarios y en disco ha sido fructífera, aunque en escena ha cantado relativamente pocos papeles: Mozart y Puccini son los que se llevan la palma en ese aspecto, y del último se pude recordar a Hendricks en el papel de "Mimí" en la "Boheme" que llevó al cine Luigi Comencini.

La Hendricks ha sido, como decimos, más una artista de recitales que de escenarios operísticos, aunque en disco haya grabado también óperas que nunca ha cantado en escena. En un repaso a su discografía operística encontraríamos colaboraciones con Karajan ("Liu" en "Turandot"; también grabó con él la parte de soprano solista en la "Gran Misa" de Mozart, o el "Requiem Alemán" de Brahms), Giulini ("Nanetta" en "Falstaff"), Haitink ("Sophie" en "El Caballero de la Rosa") o Marriner ("Susanna" en "Las Bodas de Fígaro"). Y por supuesto hay que añadir incontables discos de recitales, dedicados a Mozart, canción francesa, jazz, etc.

La voz de Barbara Hendricks parecería "a priori" poco indicada para repertorios como Mozart o el "Lied" alemán, pues es oscura y con una dicción no perfecta; a cambio, encontramos una voz carnosa, próxima, perfectamente afinada, y de gran dulzura. Cualidades más que suficientes para labrarse una carrera en estos difíciles campos, en los que la comparación con los grandes nombres del pasado es inevitable. Y entre los más difíciles está el que ha elegido la Hendricks para el último disco suyo que, hasta la fecha, ha aparecido en España: canciones de Hugo Wolf, concretamente de los ciclos sobre textos de Goethe y de Mörike.

Hugo Wolf es un autor que requiere las cualidades necesarias para cantar "lied" llevadas al límite: saber expresar múltiples matices en inflexiones de la voz, saber representar la intención de cada frase, de cada palabra... La maestra indiscutible en este repertorio ha sido, cómo no, Elisabeth Schwarzkopf, y las grabaciones que nos ha legado parecen una referencia insuperable. Es de destacar que Hendricks ha esperado a este momento, en la madurez de su carrera, para grabar su primer disco Wolf.

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Los resultados han sido los esperables en una cantante de su categoría: en algunas canciones su interpretación es "casi tan buena" como la de la Schwarzkopf (más, parecería imposible), como en "Die Spröde", o la famosa "Kennst du das Land" (¿Conoces el país?), poema de Goethe al que tantos autores han puesto música, que se nota especialmente trabajada. Incluso su entonación recuerda a veces al tono "redicho" de doña Elisabeth. En cambio, en otras la comparación con Schwarzkopf deja a la Hendricks en desventaja, como en "Begegnung" (Reencuentro), que a la norteamericana le suena mucho más superficial. En resumen, un disco que sin ser de los mejores de la Hendricks tampoco defraudará, ni mucho menos, a sus seguidores. El acompañamiento de Roland Pöntinen es de calidad, aunque algo frío.


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Mozart es uno de los autores a los que Barbara Hendricks ha dedicado mayor atención, pues antes del recital que comentamos a continuación han aparecido ya al menos otros tres en EMI: Lieder (con Maria Joao Pires, al piano), Arias (con Tate) y Arias sacras (con Marriner). El presente se titula "Arias de ópera y de concierto" y comprende célebres arias de concierto como "Bella mia fiamma", "Vado, ma dove?" o "Nehmt meinen dank", otras de óperas conocidas como "Idomeneo" (Zefiretti lusinghieri), "Bodas" (Porgi amor), "Don Giovanni" (las 2 arias de Donna Ana), "Così", etc. Como curiosidad, se incluye el aria alternativa "Voi avete un cor fedele", que reemplazó al "Deh vieni non tardar" del "Fígaro".

La comparación con la Schwarzkopf vuelve a ser inevitable, pues la soprano alemana está considerada también referencia en este repertorio. En general, si en las arias de concierto Hendricks resiste bien la comparación, en las de ópera a veces queda algo plana, echándose en falta más "acción" (por ejemplo en "Or sai chi l'onore", quizás lo menos bueno del disco). Parte de la responsabilidad podría achacarse a la dirección de Ion Marin al frente de la English Chamber, que es exquisita y "preciosista" pero cae a veces en lo estático. Con todo, en las arias de ópera hay que distinguir entre lo mejor ("Non mi dir" del "Don Giovanni", "Come scoglio" del "Cosí") y lo menos bueno, donde la ventaja de la Schwarzkopf es clara, como en "Idomeneo" o el "Per pietá" del "Cosí". De todos modos, esto son reparos mínimos frente a un disco en el que los seguidores de la soprano hallarán una nueva ocasión de goce, con su voz cálida perfectamente recogida por la grabación.


Entre los recientes discos recital de Barbara Hendricks hay uno que nos parece especialmente interesante, y es el que tituló "Homenaje a Jennie Tourel", dedicado a la mezzo de origen ruso que fuera su maestra, y a quien hoy recordamos por sus grabaciones con Leonard Bernstein. Para la Hendricks, toda la música elegida para este disco le recuerda a su maestra por uno u otro motivo: las "Canciones de Bilitis" de Debussy, porque la primera vez que conoció a Tourel fue en un curso de verano, donde le introdujo en la música de este compositor; las canciones de Liszt (entre ellas una sobre el mismo texto de Goethe, "¿Conoces el país?" que encontramos en el disco de Wolf) porque a quien primero se las escuchó cantar fue a ella. Como representación del origen ruso de Tourel, tenemos canciones de Rachmaninov, y como muestra de la devoción de su maestra por Rossini, tres piezas de la "Regata veneziana". Por último, se incluyen las 7 Canciones Gitanas de Dvorak porque en una de ellas (la más famosa, y la única que se canta a menudo) empieza diciendo "Cuando mi vieja madre me enseñó a cantar..." (es la que se conoce en alemán, idioma en que se canta aquí, como "Als die alte Mutter"). Sólo por conocer esta última obra, tan raramente grabada en su integridad, ya merecería la pena el disco, cuyo programa por sí solo es ya del máximo interés.


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Incluimos en esta reseña dos discos no pertenecientes estrictamente al repertorio "clásico" y que tienen ya algún tiempo en el mercado, pero que corresponden a facetas de la personalidad de la cantante que no queríamos dejar pasar. El primero demuestra su familiaridad con el repertorio de los espirituales negros, un género del que la Hendricks hace una interpretación sentida, con autenticidad, y a la vez hecha con tanta elegancia, que a veces nos parece estar escuchando polifonía del Renacimiento. El acompañamiento de la cantante es de coro "a capella" (el de Moses Hogan), sin instrumentos, y en el programa están algunas de las piezas más conocidas de este repertorio: "Give me, Jesus", "Old Time Religion", "Study War no more", y otros. No está el que le escuchamos interpretar ante el público de Oviedo, "Sometimes I feel like a motherless child", pues este ya es el segundo CD de espirituales que graba para EMI, y esa pieza ya estaba incluida en el primero (747026 2), donde el acompañante era el pianista Dmitri Alexeev.

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Por último, como representación del interés que siempre ha mostrado nuestra cantante por el mundo de la infancia, puede interesar la curiosidad de un disco con canciones de películas de la factoría Disney, desde "Blancanieves" o "La Cenicienta" hasta las más modernas "La Sirenita", "La Bella y la Bestia" o "El Rey León". Canciones muy tópicas, si se quiere, y muy parecidas entre sí, pero en las que no por ello dejamos de encontrar la habitual dulzura y elegancia de la voz de Barbara Hendricks, y de las que, de destacar alguna, nos quedaríamos con la que da título al disco ("When you wish upon a star", de "Pinocho"), el "Chim Chim Cher-ee" de "Mary Poppins", "La Bella y la Bestia" o la famosa "Silbando al trabajar" de "Blancanieves".



REFERENCIAS:


WOLF: Lieder sobre textos de Mörike y Goethe/ Barbra Hendricks, soprano/ Roland Pöntinen, piano
EMI 7243 5 56988 2 7


MOZART: Arias de Opera y de Concierto/ Barbara Hendricks/ Orq. de Cámara Inglesa/dir. Ion Marin
EMI 7243 56568 2 7


BARBARA HENDRICKS: Recital: Homenaje a Jennie Tourel: Rossini, Liszt, Debussy, Dvorak, Rachmaninov/ Staffan Scheja, piano
EMI 7243 5 56457 2 2


BARBARA HENDRICKS: "Give me Jesus". Espirituales./ The Moses Hogan Singers
EMI 7243 5 56788 2 9


"When you wish upon a star". Barbara Hendricks sings Disney./ Arreglos y dirección de Jonathan Turnick
EMI 7243 5 56177 2 9
http://filomusica.com/filo10/hendricks.html
 
EUTERPE Y PITÁGORAS.

Por Paula Coronas Valle. Lee su curriculum.

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El pensamiento de Pitágoras (s.VI) resulta difícil de analizar, puesto que sobre todo la carencia de documento escrito alguno del propio maestro impide la reflexión directa de sus teorías en torno a la música.

Se puede llegar a hablar de escuela Pitagórica que formuló una serie de doctrinas que afectaron no solo al ámbito puramente filosófico, sino también al político-religioso.

Pero, sin duda, que la música ocupó un puesto central en la escuela pitagórica, manteniendo un papel preponderante dentro de la cosmogonía y la metafísica pitagóricas. Y de esto y de su posterior trascendencia trataremos en este artículo que pretende reconstruir la esencia de esta particular filosofía.

Para ser exactos, el inventor del término filosofía fue Pitágoras, usando por vez primera dicho término y autodenominándose filósofo. En la palabra filosofía recogió dos modos de saber que su escuela denominó máthesis y ákousma, lo que se entiende por contemplación y comprensión. Las ciencias pitagóricas no son sino los dos primeros pasos del filosofar, que consiste en aprender a ver y saber escuchar, es decir, las dos actividades humanas por excelencia (Platón, Libro VII de la República).

Las matemáticas y la música se unen en el concepto pitagórico de harmonia que significa, en primer lugar, proporción de las partes de un todo. No olvidemos que Pitágoras fue el primero en llamar cosmos al conjunto de todas las cosas, debido al orden que existe en éste (según Aecio). Este orden por el que se rige el Cosmos es dinámico: El universo está en movimiento y es el movimiento de los astros y de las fuerzas que los mueven el que se ajusta en un todo harmónico. Así, si el Cosmos es harmonia, también el alma es harmonia, para los pitagóricos. Las matemáticas y la música, lo que se aprende por los ojos, y lo que se aprende por los oídos, constituyen los dos caminos para curación del alma.

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En el sentido pitagórico se establecía pues un paralelismo entre los intervalos acústicos considerados como base de la música y las distancias que nos separan de los planetas. Así, de la Tierra a la Luna habría un tono; de la Luna a Mercurio un semitono; otro de Mercurio a Venus; y de Venus al Sol un tono y medio; por tanto entre el Sol y la Tierra existiría una separación correspondiente al intervalo de quinta, y habría una distancia correlativa del intervalo de cuarta desde la Luna al Sol.

Pero harmonia quiere decir también afinación de un instrumento musical con cuerdas de diferente tirantez, llegando a significar la escala musical (s. V). Aristóteles nos dice que los pitagóricos afirmaban que "la tonalidad del universo era harmonia y número". El número, alude al aspecto visual, geométrico y astronómico de los cuerpos del Cosmos, que es comparado con un inmenso teatro. La harmonia alude al sonido de los instrumentos afinados que hacen del Cosmos una orquesta sinfónica.

Esa doctrina nos enseña a aprender mirando al cielo y escuchando la música callada de las esferas celestes. Porque el cielo es número y harmonia, y también es música, que sólo quien sabe guardar silencio como Pitágoras es capaz de escuchar. Porfirio, filósofo de los siglos III-IV d.C., afirmaba que Pitágoras "oía incluso la harmonia del todo: aquella que contenía la harmonia universal de las esferas y de los astros que se mueven dentro de dichas esferas, harmonia que las deficiencias de nuestra naturaleza nos impiden percibir".

Según el testimonio de Aristóteles, "después de justificar el hecho de que tal clase de sonido nosotros no lo oigamos, arguyen que la causa de ello se halla en algo que se da siempre, desde el instante mismo de nuestro nacimiento: la carencia de todo contraste con el silencio, lo que nos impide distinguir éste, a pesar de que sonido y silencio se puedan discernir el uno del otro, justamente por ser contrario".

Esta manera de explicar numéricamente la esencia de lo creado, es sin duda el origen oriental, que se deduce de los viajes que Pitágoras realizó por Asia.

El efecto psíquico de la música parece ser aquí un elemento generador, en tanto que en las posteriores doctrinas musicales físico-matemáticas se atiende principalmente al hecho fisiológico de la impresión sensual para relacionarlo con las leyes generales de la acústica.

Sin duda fue Pitágoras el iniciador de esta aplicación curativa y medicinal de la música. Ya se ha dicho antes que el alma es harmonia, debido a esto, la música ejerce sobre el espíritu un especial poder: La música puede restablecer la harmonía espiritual, incluso después de haber sido turbada. De tal idea se deduce uno de los conceptos más importantes de la estética musical de la antigüedad: el concepto de catarsis. El vínculo de la música con la medicina es muy antiguo, y la creencia en el poder mágico-encantador, y con frecuencia, curativo, de la música, se remonta a tiempos anteriores a Pitágoras. La música era admirada y llamada purificación, por eso los pitagóricos purificaban el cuerpo con la medicina y el alma con la música. También esta concepción pitagórica de la filosofía como curación del alma, que tiene como ciencias auxiliares a las matemáticas y a la música, dio lugar a una meloterapia o psicoterapia. Pero los pitagóricos, no sólo establecieron una especie de medicina musical del alma, sino que empleaban también para ciertas enfermedades los encantos creyendo que la música contribuía grandemente a la salud si se empleaba del modo más conveniente. Por tanto se establecía un lazo indisoluble entre salud y música, puesto que la proporción y equilibro de las notas produce harmonia y orden, tanto en el cuerpo como en el alma.

La música es un saber sublime y fundamental para la salud y la purificación ética del ser humano.

http://filomusica.com/filo11/paula.html
 
Masters of War: celebrando la víspera de la destrucción
Publicado por Fran G. Matute
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Bob Dylan, 1966. Fotografía: Bjorn Larsson / Cordon Press.
Para acompañar la lectura del artículo, nuestra lista en Spotify:


La compuso P. F. Sloan a la tierna edad de diecinueve años. La interpretó de forma apresurada, en una sola toma, Barry McGuire, cantante folk de la vieja guardia que andaba a la búsqueda de material nuevo, más auténtico y comprometido. Lo demás, como se suele decir, es historia: a finales de septiembre de 1965, «Eve of Destruction» llegaba al número uno de las listas del Billboard, convirtiéndose de paso en el paradigma de la canción protesta.

«The eastern world, it is explodin’ / Violence flarin’, bullets loadin’» (1), comienza recitando Barry McGuire. «Eve of Destruction» no era solo una canción antibelicista, era toda una enmienda a la totalidad. Sloan se despachaba a gusto relatando los muchos males que azotaban al mundo. Desde el comunismo en China al racismo en Alabama. Guerras, hambrunas, violaciones constantes de derechos humanos, conspiraciones, el miedo ante la amenaza nuclear. Todo tenía cabida en aquella letra un tanto apocalíptica que invitaba casi a la resignación, a prepararse para lo peor. Sloan ponía el dedo en la llaga. Nadie podia salir ileso ante frases tan contundentes como: «You’re old enough to kill but not for votin’» (2). En Estados Unidos, con dieciocho años, te podían llamar a filas, pero no se te permitía acceder a las urnas hasta los veintiuno. Esta situación se mantuvo prácticamente en todo el país hasta 1971. Sloan siempre ha reclamado que aquel cambio legislativo nació de su canción, fue su letra la que puso el debate en las calles. La música popular parecía ser capaz de cambiar las cosas. También de levantar ampollas.

Mientras que los pinchadiscos de medio país radiaban sin cesar «Eve of Destruction», haciendo llegar estas controvertidas reflexiones a millones de jóvenes, no pocos se sintieron ofendidos por su contenido. Algunas emisoras vetaron la canción. «¿Cómo creéis que nos verá el enemigo sabiendo que una canción así es la número uno en ventas del país?», escribió en la revista Time el influyente locutor Bob Eubanks. La letra de Sloan parecía ser más una llamada al caos que a la esperanza. «If the button is pushed, there’s no running away» (3), afirmaba. «Eve of Destruction» no contenía ningún mensaje heroico, mucho menos patriótico. Sloan fue acusado de saboteador de conciencias por algunos de los sectores más radicales de la sociedad estadounidense. Fue acusado también de comunista.

Pete Seeger, uno de los popes de la música folk más contestataria, despreciaba la canción: «La escuché solo una vez. (…) Al principio me pareció interesante, pero cuando terminó tuve la sensación de que eso de ir por ahí diciendo que no hay ninguna esperanza, que no la hay en ningún sitio del mundo, es muy parecido a decir que lo mejor es que vayas a lo tuyo. Eso es de hecho lo que ha venido diciendo la música pop desde sus inicios», sentenció para la revista Sing Out!. Pero Sloan siempre se ha defendido alegando que el mensaje de su canción se había malinterpretado. La suya era, por encima de todo, una canción de amor. Cuando escribe «Hate your next door neighbor, but don’t forget to say grace» (4), dibuja con una sola línea clara el estado de crispación (e hipocresía) que vivía entonces Estados Unidos, subsumido en un terrorífico individualismo aislacionista por culpa de la guerra fría y el miedo «al otro». Sloan en realidad estaba gritando a los cuatro vientos: «¡Basta de odios, empecemos de nuevo a ser amigos!». Quizás los ecos de los tambores de guerra que acompañaban a la voz áspera de Barry McGuire no ayudaron demasiado a desentrañar el verdadero mensaje conciliador de la canción.

Interpretaciones al margen, lo cierto es que hasta los músicos más reputados del momento mostraron sentimientos encontrados ante la canción. Paul McCartney confesó en Melody Maker que no le gustaba mucho. «Parece que esté aprovechándose de una moda. Surge de repente alguien como Bob Dylan y la gente empieza a decir: “Es bueno, copiémosle”, y de pronto el mercado se ve saturado». Algo de razón tenía el ex-Beatle. En 1965, la fiebre por el recién bautizado folk-rock estaba en su punto álgido y muchos imitadores del Dylan más eléctrico salieron a la palestra. Pero Sloan no fue nunca uno de ellos. Ese mismo año, el propio Dylan, a la hora de referirse al estado de las cosas, afirmó: «No hay otra salida. Si quieres averiguar qué es lo que está pasando hoy día, tienes que prestar atención a lo que dicen los músicos. No me refiero a las letras, aunque “Eve of Destruction” te revelará alguna que otra cosa al respecto».

Parece evidente que «Eve of Destruction» tocaba donde más dolía, y lo hacía en el momento más delicado, a finales de 1965, justo cuando los Estados Unidos enviaban a Vietnam tropas a destajo. Había muchas sensibilidades a flor de piel, a todos los niveles, pero ¿acaso era esta la primera canción contra la guerra de Vietnam que llegaba a las masas? Desde el revival folk ya se habían lanzado unas cuantas misivas. Dylan había escrito «Masters of War» (1963) y «With God On Our Side» (1964), dos textos antibelicistas tan duros e implacables (si no más) como el de Sloan. Phil Ochs ya había compuesto «Talking Vietnam» (1964) y «I Ain’t Marching Anymore» (1965), y Buffy Sainte-Marie el himno «Universal Soldier» (1964). Sin embargo, nadie parecía haberse rasgado las vestiduras ante estas composiciones. ¿Demasiado largas, demasiado abruptas, demasiado desnudas, demasiado poéticas? Lo único cierto es que estas canciones no sonaban por la radio. Su campo de acción era por tanto limitado, al igual que su capacidad de influjo en los oyentes, la mayoría de ellos ya cautivos, afines a lo que la intelligentsia de Greenwich Village tuviera que decir. «Eve of Destruction», en cambio, se destapaba como la primera canción abiertamente pop (esa producción tan dramática, tan grandilocuente) que mandaba un mensaje de este calibre, con todas sus contradicciones. P. F. Sloan venía de hacerse un hueco como compositor a sueldo dentro de la escena del surf rock. ¿Con qué autoridad se erigía este semidesconocido para profetizar sobre los males del mundo? ¿No resultaba algo frívolo que se comercializara con un drama global de semejante envergadura? La música pop parecía dar más miedo que la propia guerra.

Nos encontraremos de nuevo

«¿Hay alguien aquí que se acuerde de Vera Lynn?», cantaba Roger Waters en The Wall (1980) de Pink Floyd. «¿Os acordáis de que nos decía que nos encontraríamos de nuevo?». Vera Lynn no mentía. Recién cumplidos los cien años, acaba de reencontrarse con su público gracias a la publicación de un nuevo álbum en el que se refrescan orquestalmente algunos de sus clásicos, como el himno «We’ll Meet Again» al que Waters hacía referencia en su canción. Compuesto por Hughie Charles y Ross Parker, este tema se convirtió en 1939 en el asidero de muchas familias británicas durante la Segunda Guerra Mundial. «We’ll meet again / Don’t know where, don’t know when / But I know we’ll meet again, some sunny day» (5), cantaba muy sentida Vera Lynn, confiada en que todos los soldados regresarían a casa sanos y salvos.

El éxito arrollador de esta composición entronca con una tradición de canción de guerra (llamémosla así) muy en boga durante la década de 1940 y de la que también formaron parte el cómico George FormbyI Did What I Could Do With My Gas Mask») o las angelicales Andrew SistersBoogie Woogie Bugle Boy of Company B»), entre muchos otros. Tanto Estados Unidos (sobre todo a través del Armed Forces Radio Service) como el Reino Unido (gracias a la Entertainments National Service Association) aprovecharon los contagiosos ritmos del swing y del music hall para hacer llegar mensajes de apoyo a sus tropas, haciendo de paso propaganda para la causa. Quizás estas canciones no sirvieran para azotar conciencias, pero lo cierto es que en la Europa ocupada el régimen nazi llegó a prohibir el jazz («ese arte inhumano») en todo su esplendor. Eso sí, sin demasiada fortuna.

«We’ll Meet Again» es un claro ejemplo del uso propagandístico que se le dio a la música popular durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Sin embargo, ni a su intérprete ni a sus compositores les echaron nunca en cara que estuvieran comerciando con los sentimientos patrióticos de toda una nación. Nadie los culpó de minar la moral de los que se encontraban en el frente, haciéndoles creer que sus familias estaban en casa encantadas de la vida, esperando su regreso triunfante. El reencuentro prometido por Vera Lynn no se cumplió para más de trescientos mil soldados británicos. Su mensaje esperanzador cayó rápidamente en saco roto, y hoy día es recordado (sobre todo) por acompañar (con no poca ironía) a los títulos de crédito de Dr. Strangelove (1964), la muy ácida película de Stanley Kubrick sobre la guerra fría.

No crie a mi hijo para ser un soldado


Si la Segunda Guerra Mundial no fue muy prolífica en cuanto a canciones contestatarias, menos lo fue la Primera. Dado que la mayoría de las composiciones de la época se estrenaban en Broadway, los mensajes antibelicistas apenas tenían cabida en sus programaciones. La visión que desde el Tin Pan Alley se tuvo de la Gran Guerra (1914-1918) fue siempre un tanto miope por no decir romántica. Casi todas las canciones del momento tendían a exacerbar la valentía de los soldados en la batalla mientras que conminaban a las madres y esposas a esperar pacientemente (y con una sonrisa) la vuelta del hijo o del esposo. No obstante, «I Didn’t Raise My Boy to Be a Soldier», compuesta en 1915 por Al Piantadosi y Alfred Bryan, supuso un pequeño gran éxito de resistencia gracias a su encendido mensaje pacifista (y, por qué no decirlo, por su clara reivindicación feminista): «What victory can cheer a mother’s heart when she looks at her blighted home? / What victory can bring her back all she cared to call her own? / Let each mother answer in the years to be, / “Remember that my boy belongs to me!”» (6). El impacto real que tuvo esta composición debe medirse no ya por el número de copias vendidas, sino por el hecho de conseguir que los mismísimos presidentes Theodore Roosevelt y Harry Trumanla criticaran enérgicamente. Digamos que esta fue la primera canción antibelicista que tocó en serio las pelotas.

Fue, sin embargo, la guerra de Corea (1950-1953) el primer conflicto bélico que consiguió hacer hervir la sangre de los músicos. Fue además una guerra cantada desde otros frentes más terrenales, desde la música country y el rhythm and blues, y desde composiciones que se debatían entre promover el patriotismo de antaño o reflejar los estragos humanos derivados de la lucha en el frente. Temas como «A Dear John Letter» (1953), interpretado a dos voces por Jean Shepard y Ferlin Husky, que relata una dura ruptura sentimental por carta entre una chica y su novio, destinado en Corea, o «From Mother’s Arms To Korea» (1953), en la que los Louvin Brothers narran la trágica historia de una madre que recibe el diario inacabado de su hijo, fallecido en combate, señalaban claramente el camino intimista a la vez que contestatario que recorrería la música popular anglosajona en el próximo gran conflicto internacional.

Próxima parada: Vietnam

Si a finales de septiembre de 1965 «Eve of Destruction» era número uno en las listas de éxitos, a los pocos meses, en marzo de 1966, su lugar lo ocupaba «The Ballad of The Green Berets». Interpretada por el sargento (sí, han leído bien) Barry Sadler, la canción no era más que un recitado, implacablemente patriótico («Silver wings upon their chest / These are men, America’s best / One hundred men will test today / But only three win the Green Beret») (7), creado por el escritor Robin Moore (a la postre excombatiente de la Segunda Guerra Mundial) y que acabó siendo reconocido por la revista Billboard como la «canción del año». En apenas cinco semanas logró vender más de dos millones de copias. ¿Casualidades de la vida o calculada jugada promovida por las fuerzas vivas para contrarrestar el impacto de la canción de P. F. Sloan? Chi lo sa. Lo único cierto es que la canción cumplió con su cometido, pues no pocos veteranos han confirmado haberse alistado tras escuchar por la radio la arenga musicada del sargento Barry Sadler. Las tácticas disuasorias y propagandísticas volvían a ser, en 1966, las mismas que durante la Segunda Guerra Mundial. We’ll meet again! Afortunadamente los tiempos habían cambiado, y la música dio buena cuenta de ello.

Que la guerra de Vietnam (1955-1975) fue la guerra de la música no lo puede poner en duda nadie. Basta acudir a la mastodóntica antología que publicó hace unos años el sello Bear Family: Next Stop Is Vietnam. The War On Record. Más de trescientas canciones que condensan una enorme multiplicidad de voces, puntos de vista e historias (políticas o domésticas) a través de las cuales se podría levantar una crónica bastante veraz de lo que supuso para el mundo, y sobre todo para la sociedad estadounidense, aquel infame conflicto armado, hoy revestido de un indudable atractivo estético por culpa, precisamente, de su banda sonora.

En «I Feel Like I’m Fixin’ To Die Rag» (1965), de cuya letra se extrae el título de la citada antología, Country Joe McDonald se mofaba (con no poca ironía) de todos los pobrecitos que eran llamados a filas: «Whoopee! We’re all gonna die!» (8). La canción se convirtió en uno de los himnos más coreados del festival de Woodstock, celebrado en el verano de 1969. Así, mientras que medio millón de hippies se embarraban en la granja de Max Yasgur, otros tantos soldados norteamericanos lo hacían en Vietnam. Miles de ellos nunca regresaron, y los que sí no lo hicieron en las mejores condiciones.

Jesucristo murió para nada

Una de las historias más conmovedoras, quizás la que mejor condensa el drama humano que se vivió en Estados Unidos a partir de 1969 tras la retirada paulatina de las tropas destinadas en Vietnam, sea la narrada por John Prine en su canción «Sam Stone» (1971). En esta oda al soldado desconocido se retrata a un excombatiente que para sobrellevar el trauma de la guerra termina enganchado a la morfina. «There’s a hole in daddy’s arm where all the money goes» (9), dice Prine en una de sus frases más demoledoras, la cual remata con un: «Jesus Christ died for nothing, I suppose» (10).

Con no poco sarcasmo, Bob Dylan deseaba al final de su «With God On Our Side» que la próxima intervención divina sirviera para evitar más guerras. Con la muerte sin sentido del hijo de Dios, decretada por John Prine en su canción, el ser humano, capaz de masacrar naciones, capaz también de componer baladas preciosas, se queda desamparado, a su suerte, obligado a enfrentarse a sí mismo por los siglos de los siglos. A los «señores de la guerra» Dylan les deseaba la muerte en su canción. Cantemos todos entonces por que así sea.

(1) «Oriente ha estallado / La violencia aumenta, las balas se cargan».

(2) «Eres lo suficientemente mayor como para matar, pero no para votar».

(3) «Si se presiona el botón, no habrá escapatoria».

(4) «Odia al vecino de al lado, pero no te olvides de dar las gracias».

(5) «Nos encontraremos de nuevo / No sé dónde, no sé cuándo / Pero sé que nos encontraremos de nuevo, en un día soleado».

(6) «¿Qué clase de victoria puede celebrar el corazón de una madre cuando ve cómo su hogar ha sido destrozado? / ¿Qué clase de victoria puede traerle de nuevo todo aquello que quiso y que fue suyo? / Dejemos que las madres respondan de aquí en adelante: “¡No olviden que ese hijo me pertenece a mí!”».

(7) «Unas alas de plata cuelgan de su pecho / Estos hombres son los mejores de Estados Unidos / Cien de ellos harán hoy las pruebas, pero solo tres se convertirán en Boinas Verdes».

(8) «¡Qué bien! ¡Vamos a morir todos!».

(9) «En el brazo de papá hay un agujero por el que se va todo el dinero».

(10) «Supongo que Jesucristo murió para nada».

https://www.jotdown.es/2019/02/masters-of-war-celebrando-la-vispera-de-la-destruccion/
 
CINE Y MUSICA: LOS TRES COLORES DE LA BANDERA DE FRANCIA

Por Angel Riego Cue. Lee su Curriculum.

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La denominación "cine de autor" ha hecho fortuna para referirse a cineastas que se sirven de sus películas para transmitir contenidos intelectuales que vayan más allá del mero entretenimiento; si el cine "comercial" se puede comparar, en literatura, a la novela de entretenimiento o "evasión", el cine de autor estaría más cerca del ensayo filosófico. En esta categoría pueden incluirse nombres como Ingmar Bergman, Luis Buñuel o Andrei Tarkovsky.

Precisamente tras la muerte de Tarkovsky en 1986 pareció que se buscaba un "sucesor" (en un estilo bien distinto, claro está) en la figura del polaco Krystof Kieslowski, quien a finales de los años 80 estaba realizando una serie de 10 episodios para la TV llamada "Decálogo", consistente en meditaciones sobre los Diez Mandamientos adaptados a la vida actual. Bien puede decirse que estaba hecha desde una sensibilidad cristiana, cosa nada extraña dada la influencia en Polonia de la Iglesia Católica, pero con una sinceridad bastante mayor que la de cualquiera de sus homólogos occidentales: ya se sabe, en Polonia el catolicismo es "otra cosa". Los episodios del Quinto y Sexto Mandamiento se llegaron a estrenar en salas de cine con los títulos "No matarás" y "No amarás".

Tras el Decálogo, Kieslowski realizaría "La doble vida de Verónica" (1991), una meditación sobre el famoso tema del "Doppelgänger" o doble, que supuestamente tenemos cada uno (o al menos, algunas personas), y sobre la sincronización entre dos "vidas paralelas", la de dos jóvenes, la francesa Verónique y la polaca Weronika, que transcurren sin que cada una sepa nada de la otra, pero sin embargo con inexplicables coincidencias entre ambas. Finalmente, Verónique llegará a saber de su "homóloga" polaca cuando esta ya ha muerto. Ambos personajes estaban interpretados por la misma actriz, Irène Jacob, que debutó aquí como protagonista: todo un descubrimiento de Kieslowski, quien la volvería a emplear más adelante en otra película donde también se plantearía la existencia del "doble".

La vocación de Kieslowski de realizar películas que ilustren grandes principios abstractos llegó a su culminación cuando anunció una trilogía sobre los tres pilares de la Revolución Francesa: Libertad, Igualdad y Fraternidad. En un mundo laico donde la religión está en retroceso (al menos la oficial), y donde la Soberanía Popular ha ocupado el lugar de Dios como fuente de legitimidad para las leyes, parece como si estos valores laicos ocuparan el lugar sagrado que antes correspondía a los Mandamientos.

Las tres partes de la trilogía, realizada entre 1993 y 1994, se denominarían con los colores de la bandera oficial de Francia tras la Revolución de 1789: "Azul" para la Libertad, "Blanco" para la Igualdad, "Rojo" para la Fraternidad. Tras el rodaje de esta última, Kieslowski anunció que no pensaba volver a dirigir películas, lo que fue tomado por algunos como una argucia "comercial" para ser bien tratado por la crítica; se llegó a hablar de que estaba estudiando el proyecto de una nueva trilogía sobre la Divina Comedia de Dante (el Infierno, el Purgatorio y el Paraíso). Sin embargo, las razones de su retirada debían estar basadas en serios problemas de salud, pues Kieslowski moriría en Varsovia el 13 de marzo de 1996, a consecuencia de un infarto. Tenía 54 años.

Los "Tres Colores" (y "Rojo" en particular) se convirtieron en su testamento artístico, y creemos oportuno incluirlos en esta serie sobre películas que tengan relación con la música por varias razones, entre ellas porque supuso para un amplio sector del público el descubrimiento de un compositor de la talla de Zbigniew Preisner, cuya música original para estos filmes es de un nivel muy superior al habitual en las "bandas sonoras". Y sobre todo porque, en la primera de ellas, el argumento gira en torno a la mujer de un compositor.



"Azul" ilustra la vida de Julie, esposa del célebre compositor Patrice de Corsy, a quien se encarga una obra que celebre la Unidad Europea, pero que muere junto a su hija en un accidente de coche: sólo Julie sobrevive al accidente. No le quedan ataduras con el pasado, su libertad ahora es total, pero siempre que hay tanta libertad el problema es cómo hacer uso de ella, y su primer impulso es no conseguir acostumbrarse a su nueva situación, y suicidarse ingiriendo pastillas, lo que no tiene el valor de consumar.

Antes de salir del hospital, desde donde ha contemplado por televisión los funerales de su marido y su hija, una periodista le pregunta por la música encargada a su marido, y si es cierto que el verdadero compositor era ella y no Patrice, lo que pone sobre la pista al espectador. Julie parece decidida a hacer tabla rasa del pasado: tira a la basura la partitura incompleta del "Canto por la Unificación Europea", vende todos los muebles de su casa de campo, acuerda el pago de una pensión a su madre y a su criada Marie, que vivían en ella, y como único mobiliario deja un colchón, sobre el que invita a hacer el amor a Olivier, músico ayudante de su marido, ya entrado en la edad madura, y que fue siempre un secreto admirador de Julie. A la mañana siguiente ella se despide, diciéndole que no la echará de menos.

A partir de aquí, comienza una nueva vida en la que no quiere saber nada de la anterior. Lo que ocurre es que la nueva está totalmente vacía, no tiene absolutamente nada que hacer (al ir a alquilar una habitación, responde a la pregunta del encargado sobre a qué se dedica con un "A nada en absoluto"). Su única ocupación parece ser nadar en una inmensa piscina, y cuando un joven que fue testigo del accidente solicita verla para contarle las últimas palabras de su marido, a ella le parecerá como si hubiera pasado un siglo desde aquello, y no querrá recordar el pasado. Un pasado, sin embargo, que vuelve esporádicamente en sus recuerdos, y que en la película se simboliza con la reaparición de la música tocada en el funeral.

En otro piso de la casa donde se hospeda Julie vive Lucille, una mujer a quien los vecinos desean echar por dedicarse la prostit*ción, pues todas las noches recibe a hombres en su apartamento. Julie se niega a firmar la petición, y sin su firma la petición no puede prosperar, con lo que Lucille se queda. Esto hace que surja una amistad entre las dos mujeres, a pesar de su carácter diametralmente opuesto; sin embargo, es la primera relación de Julie en su nueva vida. Ambas se prestarán ayuda: Julie encuentra su piso invadido por las ratas (y sus crías) y decide meter un gato para que las extermine, pero no tiene el valor de contemplar la muerte de ningún ser vivo, y Lucille se ofrece para ir a "limpiar" el piso en su lugar. Por otra parte, Lucille llama una noche a Julie, cuando esta ya se ha acostado, para que vaya a verla al espectáculo de "strip-tease" donde trabaja, pues necesita algún apoyo, alguien con quien hablar, ante el descubrimiento de su padre sentado en primera fila.


Sin embargo, la antigua vida aún le persigue: tras meses de búsqueda, Olivier ha logrado dar con ella, y se reúnen en una cafetería. Curiosamente, un flautista callejero está tocando en ese momento un tema del "Canto por la Unificación Europea"; a la pregunta de Julie de cómo ha conocido esa música, él contesta que se la ha inventado (una más de las coincidencias que ocurren en las películas de Kieslowski). También va a ver a su madre, con el resultado de que esta ni la conoce, confundiéndola con su propia hermana (tía de Julie). Su madre ya no pertenece al mismo mundo, sólo piensa en ver programas estúpidos de la televisión.


Precisamente en un noticiero de TV, durante la visita al local "por**" de Lucille, es donde Julie verá que Olivier se ha ofrecido a terminar el "Canto" (del cual la secretaria de Patrice hizo una copia antes de que Julie lo destruyera), lo que indigna a Julie; en el reportaje se ven fotos de Patrice departiendo con músicos famosos de la vida real, como el pianista Alexis Weissenberg. También ve las fotos de Patrice con otra mujer, que nunca había visto, y que resulta ser Sandrine, su amante desde hacía años y estar esperando un hijo suyo. Va a conocerla a los juzgados (ella es abogada) y nota que lleva un crucifijo del mismo modelo que le regaló su marido. Ello le convence de que él la quería, y lega su casa de campo (aún sin vender) a ella y a su futuro hijo, que también lo es de Patrice.

Por fin ha decidido que el "Canto" debe terminarse, y en una sesión de trabajo conjunto con Olivier (un diálogo reproducido en el CD de la banda sonora original), le corrige la parte que ha escrito él, bastante charanguera y superficial, por cierto, cambiando la orquestación hasta lograr un resultado mucho más refinado: el espectador oye el resultado de cada cambio en la partitura. El texto que debía cantarse era el bíblico de la I Carta a los Corintios, capítulo 13 ("Aunque yo hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad..."; recordemos, al margen, que fue el último texto al que Brahms le puso música, en sus "Cuatro Cantos serios").

Olivier decide que la obra finalmente acabada ha de presentarse al mundo como hecha por Julie, haciendo por fin justicia a su talento, oscurecido por la fama que se llevaba su marido. La película termina cuando ellos hacen el amor de nuevo, y sobre la composición, en su versión definitiva, se acoplan las imágenes de las vivencias que, de un modo u otro, están reflejadas en ella: el joven testigo del accidente, el local de Lucille, el parto del hijo de Patrice, la visita a la madre de Julie... Las imágenes parecen sugerir que todo eso se ha reflejado en un pasaje u otro de la composición. Y, por primera vez desde que abandonó el hospital, Julie llora; antes, en la casa de campo, la criada Marie lloraba porque su señora no lo hacía.


Las dos siguientes películas tienen una relación con la música mucho más tangencial, pero no podemos dejar de referirnos a ellas, pues quedaría incompleta la visión que nos ofrece el director polaco, aparte que los argumentos de las tres están muy imbricados.



"Blanco" comienza en los juzgados de París el mismo día que Julie ha entrado a buscar allí a la que fue amante de su marido. Se celebra una vista de divorcio, del matrimonio formado por Karol, peluquero polaco, y su mujer francesa Dominique. La razón es que desde la boda, él ha sido incapaz de consumar el matrimonio, aunque antes sí había hecho el amor con ella (ya se sabe, otra de las curiosas situaciones que ocurren en las películas de Kieslowski). La desigualdad entre ambos es enorme: ella es alta, bellísima y refinada; él, bajo, grueso, y no precisamente una belleza, aunque simpático, ni siquiera sabe hablar francés para dirigirse al tribunal, al que reclama "igualdad". Parece como si su impotencia se debiera a pensar que no la merece. Ella gana el pleito, y le echa de casa con lo puesto, bloqueando incluso su cuenta corriente, e incendiando la peluquería para que la policía culpe a Karol y le busque.

Karol se ha convertido en un músico callejero que pide limosna en el Metro de París tocando canciones polacas con un instrumento formado por un peine y un papel. Una de ellas es reconocida por un compatriota, Mikolaj, que está a punto de regresar a Polonia, y que conoce así la nacionalidad de Karol. Mikolaj propone a Karol un negocio sucio: matar a un hombre, "pero él mismo lo desea", y no quiere suicidarse porque el disgusto para su familia sería aún mayor al demostrar que no tenía ningún apego por ellos. Karol sólo aceptará tras comprobar que Dominique ya tiene a otro hombre. Pero su vuelta a Polonia es complicada: no tiene pasaporte, ni visado. Se le ocurre ir dentro de una maleta, como equipaje, pero con tan mala fortuna que la maleta es robada al llegar a Polonia, y los ladrones, cuando comprueban que dentro hay un hombre, y encima sin dinero, le dan una paliza y lo tiran a una zanja. A pesar de tan desagradable recibimiento, Karol se siente feliz pues ya está de nuevo en su tierra.

Regresa a su antiguo negocio de peluquería, compartido con su hermano Jurek, donde Karol era el preferido de las señoras. Precisamente una de sus clientes le da una recomendación para el mundo de los negocios turbios, pues Karol desea enriquecerse con rapidez. Le contratan como vigilante. Un día, haciéndose el dormido, escucha una conversación de sus jefes sobre el proyecto de la compra de unos terrenos y decide anticiparse, comprándolos él primero para revenderlos después por 10 veces el valor que ha pagado: la versión polaca de lo que aquí se conoció como "la cultura del pelotazo". La operación está a punto de costarle la vida, pero finalmente sale bien y le convierte en un hombre rico. Más exactamente, en un nuevo rico, con la habitual ostentación de lujo que caracteriza a los de su clase.

¿Esa riqueza le dará la felicidad? Si a Patrice de Corsy le habían encargado una obra que celebrara la unidad europea, las diferencias abismales entre la riqueza del Oeste y la pobreza (salvo para unos pocos) del Este parece que dan al traste con cualquier carácter "unitario" de Europa. Pero ¿son felices, al menos, los pocos privilegiados que se han hecho ricos en el Este? La respuesta que nos da Kieslowski es negativa, simbolizada por la tarea que Mikolaj encargó a Karol en París, y que este retoma cuando se reencuentran en Polonia. En suma, se trata de que el hombre que deseaba que le mataran era el propio Mikolaj, que lo tiene todo (familia, mujer, hijos, dinero) pero no desea vivir. Karol acepta el encargo de matarle, y le dispara con una bala de fogueo; Mikolaj, sintiendo la muerte tan cerca, volverá a desear vivir.

Ahora que Karol lo tiene todo (incluso ha aprendido francés), sólo le falta recuperar a Dominique. Pero no es fácil. Sólo logrará hacerla venir con una argucia: la nombra heredera de todos sus bienes, y a continuación finge su propia muerte, comprando un cadáver con la cara desfigurada (al parecer, con dinero se puede comprar casi todo), que es identificado como Karol por todos sus familiares y conocidos, que están en el ajo. Dominique ha acudido al funeral, y Karol, desde una prudente distancia, la ve llorar. Esto será suficiente para él: la ha reconquistado, y aquella misma noche se presenta ante ella (que recibe una sorpresa mayúscula) en su hotel, y hacen el amor. Pero a la mañana siguiente, él se marcha y la policía detiene a Dominique, acusándola de haber asesinado a Karol: su testimonio de que aún vive no es tenido en cuenta frente a los testigos que han identificado el cadáver, y acaba en la cárcel. Pero como "todo se compra", Karol soborna a un funcionario de la prisión para que le deje verla desde la ventana, y desde allí la ve llorar y enviarle mensajes de amor por señas: Dominique aún le quiere.



"Rojo" comienza con una llamada que hace Michel desde Inglaterra a su novia Valentine, en Ginebra, mientras las imágenes describen todo el recorrido de la línea telefónica. Valentine es modelo, y está haciendo fotografías para un anuncio de chicle. A través de las sucesivas llamadas de su novio, descubriremos a una persona celosa, a quien no le gusta la profesión de ella, que continuamente le pregunta si está con alguien... Cuando ella le pregunte si la quiere, sólo obtendrá como respuesta "Creo que sí".

Cerca de Valentine vive Auguste, joven abogado que prepara las oposiciones a juez. No han hablado nunca. Auguste sale con su novia, Karin, que trabaja en un "Servicio Meteorológico Personalizado", que se lee por teléfono. El día del examen de oposición, a Auguste se le caerá un libro, abriéndose por la página de un determinado tema de Derecho: lo lee, y precisamente ese será el que le pregunten, consiguiendo así aprobar el examen.

Un nuevo personaje entra en escena cuando Valentine atropella a una perra, y por la etiqueta que lleva colgada al cuello localiza el domicilio de su dueño. Este es un viejo que parece indiferente a todo, que a la pregunta de si hay que llevar la perra a un veterinario le contesta secamente "Como quiera". Ella decide llevarla por su cuenta, pero tras ser curada la perra se escapa y vuelve con su dueño. Este averigua la dirección de Valentine para enviarle el dinero que ha costado el tratamiento de su perra, pero envía más de la cuenta, y Valentine acude otra vez a su casa a devolver el resto.

En esa visita es cuando descubre el oficio del viejo (ha sido juez) y su ocupación actual: el espionaje telefónico de sus vecinos. Ella se indigna ante esto, y decide denunciarle ante los espiados: él mismo le señala la dirección de una casa desde donde escuchaba la conversación de un hombre con su amante (otro hombre). Pero al llegar a la casa, ve que es la de un matrimonio, con una hija que también escucha lo que habla su papá, y desiste de la idea de la denuncia. Cuando el juez le cuenta que un hombre que pasea por la calle hablando con un radioteléfono es traficante de drogas, ella le llama para decirle "Deberían matarte", descubriendo así que tiene un hermano toxicómano.

Para conseguir ver de nuevo a Valentine, el juez idea una argucia: se auto-denuncia, para que su nombre aparezca en los periódicos y Valentine piense inmediatamente en ir a verle para aclarar que no ha sido ella la denunciante. De esta nueva visita comienza una amistad entre la joven modelo y el viejo juez. Curioso personaje este, que puede recordarnos a Dios (el Juez Supremo) por su profesión, o por ser Omnisciente de lo que pasa en su vecindario gracias a las conversaciones que escucha, y que le permiten predecir el curso futuro de las vidas de sus vecinos. Aunque también puede recordarnos al propio Kieslowski respecto a los personajes de sus películas, a los que controla cada movimiento y cada palabra que dicen.

Entretanto, durante la vista del caso de las escuchas, Karin ha conocido a otro hombre, de quien se hace amante, traicionando a Auguste. Este lo descubre, y, desesperado, se decide a seguirles en un crucero que harán los dos en el Canal de la Mancha a bordo de un yate, pues el Servicio Meteorológico anuncia buen tiempo; para ello, Auguste tomará el "ferry" que atraviesa el Canal.

Precisamente ese "ferry" es el medio que Valentine utilizará, a sugerencia del juez, para volver a Inglaterra y ver a Michel, siempre demasiado ocupado en sus negocios. La víspera de su viaje invita al juez a un desfile de modelos; durante el mismo, escudriña entre el público a ver si le ve, sin éxito. Pero él ha acudido, y al finalizar el desfile tiene una conversación con ella, donde le cuenta su vida: las coincidencias con la vida de Auguste (a quien ella no conoce) son extraordinarias, tanto que podría decirse que Auguste es su "doble": también el viejo juez aprobó su oposición gracias a leer la página por la que se abrió un libro caído al suelo, también tenía una novia que le traicionó con otro, y quien persiguió... hasta que ella murió en un accidente. Años después, tuvo la ocasión de juzgar al amante de su novia, y lo declaró culpable. Al terminar su relato, ha estallado una tormenta: algo premonitorio de lo que va a ocurrir.

Cuando Valentine se despide del juez, casi se puede decir que hay amor entre ellos, pese a su diferencia de edad. El juez le promete que se comprará un receptor de TV para ver el desfile, pero lo que verá en él serán las imágenes de la tragedia ocurrida en el Canal de la Mancha: el "ferry" ha naufragado, y de sus 1.400 pasajeros hay sólo 7 supervivientes, entre ellos Auguste y Valentine. Otros supervivientes son, curiosamente, las parejas de las dos primeras películas de la serie (Julie y Olivier, de "Azul", y Karol y Dominique, de "Blanco"; se ve que esta última ha salido ya de la cárcel), más un barman. Del yate donde viajaban Karin y su amante no hay rastro de supervivientes. Auguste y Valentine se han conocido en el accidente, e intercambian miradas ante las cámaras. Parece que el "dedo de Dios" había dispuesto este encuentro. El viejo juez los ve por TV y sonríe.




Las tres películas de los "Colores" de Kieslowski no serían lo que son sin un trabajo de primera clase de los actores, entre los que algunos nombres deben ser obligatoriamente mencionados: Para empezar, las tres mujeres que protagonizan cada entrega, de carácter tan distinto: Julie en "Azul" es Juliette Binoche, a quien recordamos por su oscarizado papel de enfermera en "El Paciente Inglés" (1996); ciertamente, su personaje de mujer bella, intelectual y algo frívola nos parecería difícil de creer interpretado por cualquier otra actriz; Julie Delpy, habitual en alguna de las últimas películas de Godard e intérprete de Constance en la versión de 1993 de "Los tres mosqueteros", es la Dominique ideal para "Blanco"; por último, Irène Jacob, descubierta por Kieslowski, sirve a su personaje con una economía de gestos digna de una veterana; un personaje (Valentine, en "Rojo") que es lo más parecido que se pueda encontrar a la encarnación de la mujer ideal en la pantalla, tan bella por fuera como bondadosa por dentro: un ejemplo a título de curiosidad, es la única que ayuda a una viejecita encorvada a tirar una botella al contenedor, mientras que Julie en "Azul" y Karol en "Blanco" no reaccionaron en una situación idéntica.

Mientras que en "Azul" el papel preponderante es el de Julie, en "Blanco" el protagonista es, lógicamente, Karol, interpretado magistralmente por el actor polaco Zbigniew Zamachowski, a quien ya vimos en algún episodio del "Decálogo", y en "Rojo" comparten protagonismo la modelo Valentine y el viejo juez, en una creación memorable del veteranísimo Jean-Louis Trintignant, con una carrera a sus espaldas de cuatro décadas haciendo cine; de ella, el título que antes viene al recuerdo es "Un hombre y una mujer" (1966), de Claude Lelouch, donde compartía el protagonismo con Anouk Aimée.


Otra mención ha de ir hacia la fotografía, obra respectivamente de Slavomir Idziak (Azul), Edward Klosinski (Blanco) y Piotr Sobocinski (Rojo), colaboradores de Kieslowski que utilizan el simbolismo de cada color: el "Azul", color de la frialdad, en el azul de la habitación de la casa de campo, o de la piscina donde se sumerge Julie; el "Blanco", color de la inocencia, en el blanco de la nevada Polonia, de las palomas que emprenden el vuelo migratorio hacia el Oeste, o de los recuerdos del día de la boda de Karol y Dominique (el traje de la novia, la intensa luz a la salida de la iglesia); o el "Rojo", color de la pasión, en el rojo del fondo del anuncio de chicle con la cara de Valentine, del jeep en que viaja Auguste, o de la tapicería de los asientos del teatro en donde conversan la modelo y el juez. Particularmente es importante en "Azul" el soporte de la fotografía, al basarse menos en la palabra que las otras, y podemos encontrar escenas de un simbolismo tan claro como la conversación en el "night-club" de Lucille: las luces de neón la iluminan a ella en rojo y a Julie en azul.


Por último, debemos referirnos a la música compuesta por Zbigniew Preisner, todo un descubrimiento como se ha dicho. La de "Azul" está, lógicamente, protagonizada por el "Canto a la Unificación Europea", en su versión inicial, firmada por Patrice, y en la definitiva de Julie, una obra enormemente bella y expresiva, que consigue la comunicación con el público, y que nos ha recordado a otro compositor polaco actual, Henryk Gorecki, cuya "Tercera Sinfonía" se convirtió curiosamente en superventas en 1993. En "Blanco", el motivo central es una canción polaca de los años 30, "Ta ostatnia niedziela" (El pasado domingo), de Jerzy Petersburski, que posee un cierto aire de tango; junto a ella, el otro tema principal, que simboliza el ascenso económico de Karol, nos trae a la memoria la música de Nino Rota para "El padrino". A pesar de la calidad de las dos piezas, parece poco para llenar un disco con ellas, aunque sea sólo de 30 minutos, como en este caso. En cuanto a "Rojo", la música central es un "Bolero" semejante al de Ravel, que acompaña las escenas del desfile de modelos: una música que consigue un efecto relajante, en la línea general de la película.


Además del "Canto...", la otra música que suena insistentemente en "Azul" es la de los funerales por Patrice de Corsy y su hija, con alguna reminiscencia de la Marcha Fúnebre de Chopin, y que es obra del "compositor de principios del siglo XIX, Van den Budenmayer", admirado por Patrice, hasta el punto que pensaba terminar su "Canto" con una cita suya. Este "compositor" aparece también en "Rojo" cuando Valentine desea comprar un disco suyo (título de la composición: "No tomarás a la mujer de otro") tras escucharlo en una tienda, pero el último ejemplar se lo han llevado Auguste y Karin. Y también aparecía en "La doble vida..." cuando la soprano Weronika cantaba música suya. Quien esto escribe fue testigo de una situación vivida un día de 1994 en Madrid (donde se pudo ver en los cines de versión original las tres películas en tres días consecutivos) cuando un cliente entró en la sección de discos del Real Musical y pidió música de Van den Budenmayer, "ese compositor que aparece citado en las películas de Kieslowski". Los dependientes no supieron explicarle algo tan obvio como que se trataba de un personaje ficticio, y que la música atribuida a él está compuesta en realidad por Preisner.


Como conclusión, dentro de un nivel de calidad en general extraordinario, que consagró a los "Tres Colores" de Kielowski entre las mejores películas hechas en la década de los 90, existe una cierta progresión dentro de ellas, de menos a más: "Azul" presenta un argumento algo críptico para el espectador medio (también es el caso de otras películas de Kieslowski, como "La doble vida..."), caía en los tiempos muertos como modo de expresar el vacío en la vida de su protagonista y utilizaba ciertos recursos expresivos (fundido de la pantalla en negro con música de fondo para volver a la misma escena de antes) que puede recordar al lenguaje de los telefilmes norteamericanos tipo "Dinastía" ("continuará..."). "Blanco" ya presenta un argumento que puede seguir cualquier tipo de público (y que además es la mar de entretenido); por último "Rojo", es una obra maestra que deja en el espectador una sensación de optimismo ante el ser humano, un verdadero bálsamo que compensa tantas visiones negras de la existencia humana, que nos repiten que el mundo es una basura y que sólo se puede vomitar sobre él. Por contra, el último film de Kieslowski nos habla del poder del amor para superar todas las dificultades y vencer todas las barreras, pero ¿no era eso lo que dice la Primera Carta a los Corintios, puesta en música por Julie en "Azul"?: "El amor es paciente, es amable, no es envidioso"... "Todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. No terminará nunca".
http://filomusica.com/filo11/3colors.html
 
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