Revista de Música

LAS ESCUELAS PIANÍSTICAS DE INTERPRETACIÓN (I):
Mozart versus Beethoven.


Por Daniel Mateos Moreno.

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S
eguro que muchos de ustedes al escuchar las piezas interpretadas por instrumentistas actuales, se habrán preguntado... ¿cómo sonaría esta misma música en la época en la que fue compuesta, tocada por el propio compositor? A parte de la obvia diferencia tecnológica entre los instrumentos actuales (por ejemplo, el piano) y los antiguos, ¿existe una diferencia en cuanto a la técnica de ejecución, en cuanto a la interpretación?

Si es así... ¿debemos respetar la interpretación del compositor e imitarla, o debemos confiar en el progreso de la interpretación sobre todas las cosas, aún sin escapar del estilo al que pertenezca la pieza?

Cada uno tendrá su opinión. Esto se ve reflejado en la práctica, por citar un ejemplo, en Mozart: El Mozart de Ashkenatzy es muy diferente del Mozart de Andras Schiff. Schiff usa ese toque ligero, ese non legato propio de la época de Mozart, buscando la ligereza y evitando la profundidad sobre las teclas. Sin embargo, Ashkenatzy usa una técnica muy desarrollada: la llamada técnica de la "mano abierta", en la que la profundidad sobre las teclas es básica.

¿Qué visión es la correcta? Quizás sea una cuestión de gustos. Quizás no, probablemente deba haber un paradigma que determine qué es más bello, qué es más trascendente.

Pues bien, en esta serie de artículos intentaremos profundizar en la historia de la evolución en la técnica y en la interpretación, para que podamos fundamentar nuestras ideas personales en conocimiento y no sólo en opinión, sobre las cuestiones anteriormente planteadas.

A lo largo de la historia, desde la invención del monocordio hasta la actualidad, los progresos en los instrumentos han conducido evoluciones paralelas en las técnicas de interpretación. Pero la técnica y la interpretación pianística no necesitan de progresos en la mecánica instrumental para avanzar. Dicha técnica avanza por sí sola empujada por la mejor preparación de los intérpretes y la popularización de la "forma natural" de los buenos intérpretes.

El desarrollo de la técnica está orientado a un fin claro: "hacer ese pasaje lo mejor posible y con el mínimo esfuerzo posible". Esto se consigue de muchas formas diferentes: economizando movimientos innecesarios, buscando la "manera natural", etc.

Pero intentar separar los avances de la técnica de los avances de la interpretación es un error. La interpretación y la técnica van unidas de la mano. Sin técnica no se pueden controlar los dedos, y no puede haber interpretación. Y sin la interpretación adecuada, la técnica o facilidad de ejecución no sirve para nada. A continuación intentaremos reflejar a lo largo de la historia un árbol genealógico de intérpretes y herederos de la técnica del piano, hasta llegar a nuestros días.

En un principio podríamos hablar de dos maneras bien diferentes de pulsar las teclas: los que tocaban el clavicordio y los que tocaban el clavecín.

Esta diferencia estaba motivada por la distinta maquinaria de uno y otro. Mientras el clavicordio poseía gran capacidad expresiva y permitía el vibrato, el clavecín carecía de estas características, pero sin embargo su sonido era mucho más fuerte y profundo, con varias cuerdas por tecla y con teclados dobles y triples.

Haëndel, J.S. Schroeter y Couperin son claros ejemplos de clavecinistas. Podríamos leer por ejemplo "El arte de tocar el clavecín" (1717), donde Couperin hace mucho hincapié en la buena digitación.

En un principio se utilizaban sólo los dedos del segundo al quinto, e incluso se numeraba como primer dedo a nuestro actual segundo. De la misma manera, se procuraba utilizar lo menos posible el 5º dedo.

Posteriormente J.S. Bach revoluciona la técnica de su tiempo, usando los dedos primero y quinto sin ningún temor, por primera vez. Su técnica se basaba en la inmovilidad de la mano, los dedos siempre recogidos. Precisamente esta es la forma correcta de tocar las primeras piezas de Bach. Sin embargo, durante su vida evoluciona su propia técnica, y está claro que en las grandes fugas de Bach, o en la fantasía cromática, hay que utilizar una técnica mucho más "Rachmaninoffiana".

A partir de ahí, C.P.E. Bach hereda la técnica de su padre, y escribe varios tratados donde habla de ello. Podríamos echar un vistazo a la técnica de la época leyendo "Ensayo sobre el verdadero arte de la ejecución en instrumentos de teclado" (1753). En él, C.P.E. Bach es el primero en hablar del RUBATO. Considerar que el RUBATO no existió hasta el romanticismo es un error usual de muchos músicos que no han estudiado lo suficiente. Recordemos que el romanticismo es consecuencia de una historia previa.

En este mecionado libro, el destacado hijo de Bach, injustamente ensombrecido en la historia por la fama de su padre, nos habla por primera vez de cómo hacer los adornos, y cómo limitar la improvisación a la hora de la ejecución. Precisamente él sienta las bases de una música más exacta, donde no se le dé libertades improvisadoras al ejecutante; se trata de escribir la partitura con más exactitud, acogiéndose al "buen gusto".

Es aquí cuando encontramos otra división clara en las escuelas pianísticas. Estamos a finales del siglo XVIII y principios del XIX. Dos escuelas que convivieron durante un tiempo, fueron fundadas respectivamente por Mozart y Clementi. Mozart fundó la ESCUELA VIENESA de Interpretación. Esta escuela tiene como características un toque liviano, igualdad, pureza de sonido, ligereza. De ella son herederos Hummel y Moscheles.

La ESCUELA INGLESA, fundada por Clementi, se caracteriza por un toque más pesado, más brillante y potente. De ella son herederos Beethoven, Dussek, Field y Cramer. Hagamos un pequeño esquema para comprender mejor las diferencias:

* Mozart: Habla de la NATURALIDAD en la interpretación. Postura dinámica pero no exagerada. Un legato, en sus propias palabras, "que fluía como aceite". Un ritmo impecable, sin omitir notas.

* Clementi: Aunque influido por Mozart, se separa bastante de las ideas del instrumento del siglo XVIII. Profesor de Kalkbrenner, su toque es mucho más profundo, menos refinado, de alguna forma podríamos decir "más avanzado".



Podemos echar un vistazo al "Arte de tocar el pianoforte", escrito en 1803 por Clementi, para comprobar como se acentúan estos caracteres antes descritos.

Cramer, muy admirado y respetado en su época, poseía sin embargo unas ideas bastante anticuadas sobre los adornos. Podríamos decir que de todos los alumnos de Clementi, él fue el más "retrógrado".

Ahora llegamos a la gran figura de Beethoven. Gran improvisador, poseía un pianismo admirable. Beethoven sienta las bases del "piano futuro". Sin embargo Beethoven no crea escuela, no deja discípulos.

La figura de Czerny como didacta en el piano fue verdaderamente decisiva. Profesor de futuros "genios" enfrentados (Lechetivsky y Liszt), tuvo innumerables alumnos que fructificaron (Kullak, etc.). Czerny tenía un carácter bastante excéntrico. No tocaba en público, él sólo enseñaba y componía, y sin embargo poseía una técnica superior, quizás mucho mejor que cualquier intérprete de su época. Esto me recuerda a Rachmaninoff... tal vez si Rachmaninoff no hubiera dedicado la mitad de su vida al concertismo, ahora dispondríamos del doble de piezas compuestas por él, para satisfacción nuestra. Aunque nunca podríamos haber admirado su belleza interpretativa y su elegancia técnica. Volviendo a Czerny... tenía un método flexible, al que llamó "empirismo práctico". Se basaba en una potente afirmación: "No podía haber un método igual aplicable a todo el mundo".

El enfrentamiento en cuanto a técnica interpretativa Clementi-Mozart, sería continuado a su vez por los alumnos respectivos de cada uno. Así podríamos hablar de Hummel-Kalkbrenner. Hummel, perteneciente a la escuela Vienesa Mozartiana, escribe un interesante método en 1825. Sin embargo Hummel desoye los consejos de Mozart, y a partir de ahí el piano se inclina hacia una concepción mucho más Beethoveniana. Su "tocco" es ya bastante más brillante y con más fuerza que el de Mozart. Recomienda poco uso del pedal, tradición vienesa.

Kalkbrenner, que publica su método en 1850, nos aconseja por primera vez algo bastante interesante: los pasajes ascendentes en crescendo y los descendentes en diminuendo. Aunque todo esto pueden parecer evidencias, los avances en la técnica, así como los avances del hombre como raza, no se hicieron en un día, y cada pequeño paso supone un granito de arena imprescindible para llegar al resultado actual. Según las ideas de Kalkbrenner, cada final melódico habría de tener obligatoriamente un ritardando. Igualmente, un pasaje repetido dos veces, habría de sonar diferente (por ejemplo la primera vez forte y la segunda piano).

Moscheles, perteneciente a la escuela vienesa, sin embargo era un retrógrado que no se adaptaba a la música "moderna", posteriormente evolucionada hacia Liszt y Chopin. Podríamos hablar de un "Moscheles híbrido" entre la escuela Vienesa y la Inglesa. Quizás el último exponente antes de la otra gran rescisión en las escuelas pianísticas, de la cual partiremos en un próximo artículo: Liszt-Lechetivsky.
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LA GRANDEZA MUSICAL DE UN TRISTE SEMBLANTE: HEINRICH SCHÜTZ.



Por Juan Luis de la Montaña Conchina.

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Una rápida mirada al retrato de Heinrich Schütz (1585-1672) nos sirve para adivinar la melancolía y la tristeza que rodeó la vida de tan insigne maestro. Efectivamente, la vida de Schütz no fue un regazo de alegrías y placeres sino un cúmulo de tristezas y desgracias que sin duda modelaron la personalidad del maestro y condicionaron su creación musical. Nacido en Köstricht (Turingia) en 1585 y tras un inicio musical a la sombra de Morizt de Hesse, viajó a Venecia donde contactaría y trabajaría a la sombra de uno de los maestros más significativos de la cristiandad latina de la época: Giovanni Gabrieli, de quien fue su alumno favorito. Bajo la protección y enseñanza de Gabrieli y la majestuosidad de la música creada por este insigne italiano, Schütz vivió una parte de sus más intensos años desde la perspectiva musical (1609-1613). Posteriormente regresaría Italia una década después interesado por las tendencias musicales que estaba popularizando Claudio Monteverdi donde, además, contactó con Alessandro Grandi, vicemaestre de la capilla ducal.

Su vida musical se desarrollaría básicamente en Dresde, aunque se sabe de algunas estancias cortas en otros países como es el caso de Dinamarca. En dicha ciudad alemana pudo poner de manifiesto la impronta de la fastuosidad dejada por Gabrieli y el dramatismo monteverdiano. Ambas particularidades de la música de Schütz son fácilmente perceptibles en la música compuesta años después. Sin embargo, lo más interesante de la música de Schütz es la facilidad con la que conjuga retazos de los viejos estilos aprendidos en Venecia y las nuevas tendencias que se impondrán en la totalidad de la música europea del siglo XVII. En este sentido, fue uno de los últimos representantes de los viejos estilos dominantes durante el Renacimiento fusionados con las tendencias alemanas y un innovador en las formas musicales que comenzaban a imponerse por la totalidad de Europa.

Para hablar de Schütz no tendríamos espacio suficiente y quizá tendríamos que dedicarle varios trabajos, pero si hay una característica que define al autor y la totalidad de su obra es su grandiosidad y profundidad. Y es que hablar de Schütz es hacer referencia directa a una de las tres “S” que abrieron el camino del cambio en la música alemana del siglo XVII, y cuyo testigo recogió J.S. Bach. Nos referimos a los contemporáneos suyos Samuel Scheidt y J. Hermann Schein, de los que fue amigo personal.

Efectivamente, las influencias italianas están presentes en las obras de sus primeras
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etapas compositivas. De entre ellas podemos destacar la colección de madrigales (Opus Primum), impresa en 1611 e incluso los famosos Salmos de David, compuestos con motivo de su matrimonio en 1619. Tampoco podemos olvidar las Symphoniae Sacrae (1629) y Cantiones Sacrae (1628). No son menos importantes esas mismas influencias en la música compuesta para grandes celebraciones religiosas o políticas. Es ahí donde precisamente el estilo italiano heredado de su maestro Gabrieli estuvo siempre presente. Esta realidad se manifiesta con esplendor en la Historia de la Natividad compuesta en 1664. En dicha composición la técnica veneciana se materializa en la división de coros, conocidos como Cori Spezzati, de cantantes e instrumentistas, así como un tratamiento madrigalístico en el que se conjuga la monodia habitual del siglo XVII y el contrapunto.

Por otro lado, tampoco podemos olvidar que fue uno de los maestros precursores del estilo musical alemán al conjugar las influencias italianas de las que hablamos y mostrar una personalidad muy definida en la música creada. Ello se refleja con claridad en la selección de voces y especialmente de instrumentos que acompañan a los grupos de voces.

Sin embargo, no nos interesa tanto la definición técnica de su obra, pues ya existe una amplia y completa bibliografía al respecto, como la personalidad que se esconde tras la grandiosa producción musical, que sólo ha sido considerada por los especialistas (estudiosos e intérpretes) en estos últimos años. Schütz fue una persona bien tratada y arropada en el plano profesional, pero sufrió en su persona los avatares de un duro siglo XVII en el que las guerras, epidemias y enfermedades, acompañadas de duras hambrunas fueron realidades cotidianas. Sirva como ejemplo que durante su dilatada vida vio morir a su mujer (1625) y a sus dos hijas (1638 y 1635). La muerte y el sufrimiento fue una eterna compañera suya.

La realidad política y socioeconómica que rodeó a la vida del maestro Schütz fue determinante en la conformación de una personalidad endurecida por las circunstancias que tuvo que vivir, sin embargo, ello lejos de ser un elemento que condicionara su producción musical, la reforzó poderosamente, de ahí la profundidad, la grandeza y la transparencia de sus composiciones. Schütz, como el resto de los hombres y mujeres del siglo XVII acostumbrados a vivir con la trilogía del terror, aprendieron a vivir con el significado de lo esencial que no es más que aquello que la muerte no puede arrebatar, lo que queda, lo que permanece, de lo eterno. Es quizá dentro de este contexto histórico en el que podemos entender la creación musical de un compositor sin igual.
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IMPRESIONES

Por Rocío Cuenca Antón.

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Hola, amigos. Tras el descanso veraniego me encuentro de nuevo con vosotros. En esta ocasión, el tema que me propongo es describir la impresión que tuve la primera vez que escuché la música pianística de Debussy.

En aquella época, rondaría entre los 12 o 13 años, la discoteca (entiéndase a nivel de música culta) que hasta entonces había en mi hogar, no era sino una de esas enciclopedias que tanto abundan en el mercado, en la que se nos ofrece una recapitulación de toda la historia de la música, (lo cual es pura mentira, pero claro, a esta conclusión he llegado con el paso de los años).

Pues bien, como iba diciendo, la citada enciclopedia constaba de sus respectivos libros de historia, una cantidad de CD considerables (unos 70), ¡ah!, y que no falten: las cintas de las óperas más famosas. Como digo, todo un engaño si pretenden resumir en esto toda la música.

Lo concerniente a la música de Debussy se limitaba a:

¨ El mar.

¨ Preludio a la siesta de un fauno.

Sí, tan sólo eso para describir a semejante genio. No aborda nada más de su música pianística. Por suerte, llegó a mis manos un CD, que aunque de dudosa calidad, contenía lo más representativo de su obra pianística:

¨ Dos arabescas (1888).

¨ Claro de luna (1890).

¨ Estampas (1903).

¨ Suite bergamasque (1890-1905).

¨ Vals para piano (1910).

¨ Varios preludios (1910).

¨ Coin pour enfants (1908).

¨ La cathedrale engloutie (Preludio nº10).

Cuando me dispuse a escuchar aquello (que era totalmente desconocido para mí), la sensación que me invadió fue realmente asombrosa, totalmente lógica, (diría yo), si tenemos en cuenta que hasta el momento la música que yo sentía, o más bien, hacía más mecha en mí, era la concerniente al estilo clásico. Como iba diciendo, me asombré ante la cantidad de colores que había, era verdaderamente desconcertante, me encontraba ante algo muy distinto.

La sensación que me producía era de absoluta claridad, luminosidad: era algo parecido a la sensación que se tiene cuando ves un bello paisaje por la mañana temprano, en el momento en que los rayos de sol se posan delicadamente, acariciando todo aquello que encuentra a su paso; o simplemente, no hace falta irse al campo, cuando vas por tu ciudad y descubres la singularidad, la especial belleza de aquello que siempre has tenido ahí, pero que te había pasado inadvertido.

Para mí fue exactamente eso, descubrir un nuevo mundo, con unos elementos que me eran ya conocidos (el lenguaje musical), pero que no dejaban de sorprenderme. Al mismo tiempo, la incertidumbre me invadía, quedándome perpleja ante lo que sentía, una música que en modo alguno, chocaba a mis oídos, pero que éstos no repudiaban, sino todo lo contrario, lo único que querían eran seguir escuchando lo que (para mi) representaba el llevar a los extremos la música, una sensación parecida a “estirarla”, sacar de ella todo su jugo.

Obviamente me quedaba mucho por ver, aunque no sólo entonces, hoy día sigo pensando que hay tal cantidad de belleza que nunca dejaré de asombrarme. Tal experiencia supuso el abrir mis horizontes, mi mente, lo que me llevaría a caminos muy distintos hasta los entonces vividos.

Es un recuerdo que por su simpleza y sencillez guardo con gran aprecio, ya que (desde mi punto de vista), es en las cosas simples, en descubrir la belleza de lo cotidiano, del día a día, donde se encierra el secreto de la felicidad y la satisfacción.

Para concluir me gustaría dar las gracias a Antonio, alias “apócrifo”, ha sido todo un detalle por su parte. No diré el motivo de mi agradecimiento para que lean su articulo, los cuales no dejan de dar la nota amable, el compás divertido... sin dejar de estar cargados de contenidos de la más rabiosa y candente actualidad.
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ECOS DE LA GENERACIÓN DEL 27.



Por Paula Coronas Valle

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Foto de Falla y Lorca con un grupo de amigos

Suena por vez primera el abrazo sincero entre música y literatura. Corren finales de los años 20. Se divisa un horizonte lleno de ilusiones renovadas y esperanzas para la cultura de España.

"Ese sonoro y luminoso Orión de la Música Española", tan poéticamente descrito por el propio Gerardo Diego acerca de este grupo de compositores que en base a una excelente calidad despliegan todos sus recursos al servicio del arte, un día se hace mayor y decide ocupar un puesto relevante en la élite de la intelectualidad de nuestro país.

Esta es la denominada generación del 27 que aglutina a toda clase de artistas que de alguna manera reflejan su inquietud y entusiasmo hacia una renovación que les lleva al compromiso más fiel con el entorno sociocultural de España.

Este grupo de compositores contó con los continuadores de la escuela de Pedrell y con un modelo claro: El magisterio de Falla. Un pensador: Oscar Esplá; un biógrafo: Adolfo Salazar, avalan esta deslumbrante ráfaga de arte depurado.

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Todo comienza hace más de 70 años, cuando una serie de escritores de primera fila entre los que recordaremos a Lorca, Alberti, G. Diego, Salinas, Cernuda, Alonso, Guillén, Prados, Altolaguirre, Bergamín... asiste a la revalorización de una vieja gloria un tanto olvidada. Nos estamos refiriendo al homenaje público que se brindó a la figura de Góngora, coincidiendo con el 4º Centenario de su muerte.

A raíz de ello se organizan infinidad de actos conmemorativos, así como surgen iniciativas de creación de revistas de poesía en gran número de provincias españolas. Tal es el caso de la famosísima "Revista de Occidente".

En estos momentos, en los ambientes madrileños de la Residencia de Estudiantes se cuece la trama principal de un grupo de jóvenes músicos que buscan "algo nuevo". Entre ellos los musicólogos Jesús Bal, Martínez Torner, los compositores Ernesto y Rodolfo Halffter, Durán, Roberto Gerhard, Federico Mompou, Gustavo pittaluga, Salvador Bacarisse, Julián Bautista, Rosa García Ascot. Toldrá, Blancafort, Camins, Graun, Lamote de Grignon, Joaquín Nin o Joaquín Homs, conforman entre otros el sector de los catalanes que gozaba por aquellos años de una realidad social diferente a la del resto de España.

Gerardo Diego a la cabeza de los poetas, pide colaboración a todos ellos en torno a Góngora. Como ejemplos musicales vayan composiciones del propio Falla, Oscar Esplá y el más joven Fernando Remacha.

Así con música transparente, bailable, etérea, vanguardista y sobre todo pensada, se teorizan muchos aspectos que esta generación desea ver pronto renovados. Como bien los recuerda R. Halffter: "Para nosotros el compositor era también un intelectual que debía, como tal, interesarse al lado de otros intelectuales, por ocupar un primer plano en la vida cultural española", lo que hace pensar en una nueva imagen de músico cultivado y experto en muchos campos que nada tienen que ver con su estricta parcela del Arte. Ante esta cerebral tendencia, el Gobierno apoya la música mediante legislación, reformas en la enseñanza y en el método pedagógico, aparición de orquestas y divulgación de las mismas a través de la radiodifusión.

No olvidemos que la inmensa mayoría de poetas de esta Generación vivió la música a su manera, pero intensamente.

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Cernuda, sin ser músico, fue uno de los que escribió con más profundidad acerca de la Música. Dato anecdótico es el primer viaje que Falla realiza a Sevilla con motivo de la Orquesta Bética, coincidiendo que en la casa de al lado vive L. Cernuda, a través del cual se conserva un precioso testimonio de este encuentro mediante el sonido del piano. Entresacamos algunas frases:

"Pared frontera de la casa vivía la familia de aquel pianista, quien siempre ausente por tierras lejanas (...) alguna vez regresaba por algunas semanas a su país y a los suyos. Aunque no aprendieras su vuelta por haberle visto cruzar la calle, con su aire vagamente extranjero y demasiado artista, el piano al anochecer te lo decía".

En la correspondencia de Diego con Falla se aprecia el cariño y la deferencia, sin olvidaro que fue Gerardo el primero en tocar la "Fantasía Bética", después que la abandonara el gran pianista Rubinstein.

Pero hay un nombre al que la música también debe algo: García Lorca. Como bien apuntó Federico de Onís: "La actividad más importante en la vida de Federico García Lorca, fuera de la literatura, fue la musical. Las dos están estrechamente ligadas -decía- y la poesía lírica o dramática de Lorca está llena de inspiración musical".

Es más, actualmente, con la visión de los años se puede afirmar que Lorca fue un gran compositor que se relacionó activamente con los jóvenes músicos de su generación, sobre todo a través de correspondencia.

José Moreno Villa, nos habla de federico músico en la Residencia de Madrid, cuando da sus conciertos de piano interpretando a Chopin, Mozart, Debussy, Ravel o Falla, y también tonadillas y canciones antiguas.

"(...) No tenía garganta para lanzar seguidillas, soleares y todo lo serio (...)", "(...) entonaba maravillosamente coplas y romances. Daba la impresión de que manaba música, de que todo era música en su persona".

Sin duda que su figura contribuyó a la restauración musical de los años 20 y 30, provocando un inmenso caudal de música, poesía, y teatro inseparables entre sí.

El binomio Falla-Lorca ... ¿Cómo definirlo? El término amistad para explicar la relación de Lorca con Falla se nos queda corto. Desde el primer encuentro de ambos ya en 1919, cuando Lorca es un joven inédito de 21 años y Falla un internacionalmente consagrado compositor de 46 años, se vislumbran la lealtad y el respeto mutuo de quienes se profesan una amistad verdadera y un devoto cariño.

Con motivo del Concurso de Cante Jondo celebrado en Junio de 1992 en Granada, y organizado por estos dos eminentes artistas, se pone de manifiesto la recuperación de la gran tradición del cante andaluz, en una dura tarea de compilación del cancionero popular en la que Falla actúa como analista de la estructura musical, y Lorca como fuente de inspiración que ofrece el énfasis y exaltación si es necesario dentro de la línea poética.

Sin duda que esta unión dará frutos inmediatos beneficiando considerablemente la conciencia y el espíritu vanguardista de aquellos artistas e intelectuales que apostaron desde un principio por el futuro, transformándolo desde la crítica objetiva del presente.

Y es así, con esta muestra de admiración y bajo el signo del respeto, como este elenco de músicos y literatos fueron trazando una nueva estética, un nuevo camino. Con el término cultura como denominador común, estas figuras representan la esencia idiomática de finales de siglo.

Hoy, tras el ejemplo vivo de nuestra generación del 27, seguimos apostando por la amistad y la unión entre Música y Literatura, entre música y arte en general.
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CINE Y MUSICA: "TODAS LAS MAÑANAS DEL MUNDO SON CAMINOS SIN RETORNO"

Por Ángel Riego Cue

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Es de sobra conocido entre los aficionados el movimiento que se ha dado en las últimas décadas en la recuperación de la música antigua: autores desconocidos que salen a la luz, interpretación con instrumentos "originales de la época" (es decir, construidos ahora según técnicas de entonces)... Una corriente que puede interpretarse como una búsqueda de "autenticidad" frente al concepto habitual de "progreso": así, en cuanto a instrumentos musicales, se rechaza que los actuales sean intrínsecamente superiores a los del Barroco, ni tampoco inferiores, sino simplemente menos adecuados para esta música.

El sonido de las orquestas sinfónicas convencionales podría verse así como un trasunto de nuestra civilización moderna, tecnificada y masificada; de hecho también podría establecerse algún paralelismo entre el auge de este estilo de interpretación musical y el de los actuales movimientos ecologistas, que también denuncian los males del "progreso" en pro de una vida más natural, la cual, sin embargo, parece ser que no impide hacer uso de los modernos avances de la técnica.

Quizás la posteridad llegue a recordar esta corriente musical "historicista" asociada a la película francesa "Todas las mañanas del mundo", dirigida en 1991 por Alain Corneau, o quizás esta se ha rodado con la intención de que los adeptos a la música antigua la consideren "su" película. Lo indudable es que el director francés (de quien no conocemos otros trabajos) ha sabido recrear, mediante una historia ambientada en el siglo XVII, la mentalidad típica que se atribuye al aficionado actual a este estilo.

El argumento trata la relación entre Marin Marais (1656-1728), violagambista y compositor de la corte francesa de Luis XIV, y el que fuera su maestro, el Señor de Sainte-Colombe, un personaje enigmático del que sabemos poco, apenas algunas líneas de referencia en documentos de la época. Aprovechando esa laguna, el escritor Pascal Quignard, apasionado de la música para viola de gamba, escribió una historia original donde se le presenta como devoto jansenista y obsesionado con el recuerdo de su mujer, que murió mientras él tocaba para un amigo agonizante que deseaba irse de este mundo con buen vino y buena música.

Tras quedar viudo, Sainte-Colombe abandona las pompas mundanas y se recluye en su granja, entregado a descubrir los secretos de la viola de gamba, a la que dedica 15 horas diarias de ensayos, y descuidando incluso a sus dos hijas. Cuando ellas se hacen mayores, las instruye en el arte de tocar la viola, y los conciertos del trío se hacen célebres. El mismo Rey de Francia manda a Sainte-Colombe un emisario que le anuncia que Su Majestad desea escucharle, pero será despedido altivamente por el ermitaño ("Mi Corte son los peces y los árboles..."), que prefiere su vida rodeado de verdes bosques al palacio del Rey.

En esto se presenta en su casa Marin Marais, mozalbete de 17 años. Le pide ser discípulo suyo, pues ha sido despedido como niño cantor, al haberle mudado la voz, y cree que puede ser un buen violista. El viejo le invita a tocar algo como prueba, y su veredicto será que Marais es técnicamente brillante, pero que la música no es eso. La voz conmovida de Marais conseguirá que Sainte-Colombe le acepte como discípulo, "por vuestro dolor, y no por vuestro arte".

Las enseñanzas de Sainte-Colombe no versan sobre técnica, o al menos la película no las presenta así, sino sobre el significado de la música. En la naturaleza se encuentra música por todas partes: el sonido del viento es música, el llanto de su hija es música, incluso un hombre orinando produce música; donde no la hay es en las composiciones frívolas y mundanas que divierten a la Corte. La técnica de Marais le merece este veredicto: "Sois un gran equilibrista, pero un músico menor". Una vez despedido, el joven músico, que ya goza de un empleo en la corte de Luis XIV, continúa escuchando a escondidas a su maestro, mientras este practica a solas en un cobertizo.

Entretanto, la hija mayor de Sainte-Colombe, Madeleine, se había enamorado de Marais, que la dejará embarazada, antes de huir del lugar y casarse con otra. Ella da a luz un niño muerto, y cae en una depresión que le hará terminar en el su***dio. Sin embargo, años después, cuando Sainte-Colombe está ya próximo a morir, y Marais le vuelve a visitar en secreto esperando oír su música, para que no se pierda en el olvido, el antiguo discípulo se presenta ante su maestro y este último no le reprocha las desgracias que acarreó a su familia, lo que parece revelar una mentalidad fatalista y resignada ante las mismas. En su lugar, le da la última lección, revelándole qué es la música: la música es la voz de los que no tienen voz, es la voz por la que se expresan los muertos y los que no han nacido, es la expresión de un misterio no sólo humano.

A este respecto, además de la vida "en contacto con la naturaleza" y de la aceptación de la muerte como parte de la misma, encontramos también otro aspecto que aparece con frecuencia en los movimientos que, de una forma u otra, llaman a oponerse al progreso, y es el coqueteo con diversas formas de irracionalismo y misticismo. Sainte-Colombe, al llegar a dominar los secretos de la viola de gamba, consigue comunicarse con su mujer muerta, que se le aparece habitualmente. Marais, por su parte, que al principio de la película se ve ya mayor y respetado (narrando su juventud en "flash-back" y terminando el relato con lágrimas en los ojos), pero sin poder igualar a su maestro, lo conseguirá al final: el film termina cuando la maestría de Marin Marais con la viola de gamba llega a su punto más alto, al de poder comunicarse con el Más Allá, pues se le aparece el difunto Sainte-Colombe para declarar que se siente orgulloso de haberle instruido.


Los hechos reales fueron, por supuesto, de otra manera. El Marin Marais histórico sólo tomó clases de Sainte-Colombe durante 6 meses, al cabo de los cuales su maestro le dijo que ya nada más podía enseñarle, pues Marais le superaría, y además añadió que con frecuencia el discípulo supera al maestro, pero que no creía que ningún discípulo de Marais le pudiera superar.


Una de las bazas fundamentales del film es, como no podía ser menos, la música de su banda sonora, interpretada por uno de los "santones" de la corriente historicista, el violagambista catalán Jordi Savall. La base de la misma, lógicamente son las composiciones de Sainte-Colombe y Marais, de este último se aprovecha para incluir su obra más popular, la "Sonnerie de Sainte Genèvieve", ensayada por sus discípulos al comienzo de la película. También aparecen sus conocidas variaciones sobre las "Folies d'Espagne", pues son lo que toca cuando Sainte-Colombe le pide que improvise sobre esa famosa melodía. Debe destacarse también la escena donde se ve a la orquesta de Versalles interpretando la Marcha del "Burgués Gentilhombre" de Lully bajo la dirección de Marais, quien usa como "batuta" un bastón del mismo tipo del que, según cuentan las crónicas, causó la muerte al propio Lully, al clavárselo en un pie, y provocarle la gangrena.

En toda la música elegida para la película sólo hay un anacronismo (deliberado) y es la interpretación en un supuesto oficio religioso jansenista de la tercera "Lección de Tinieblas" de Couperin, compuesta medio siglo después de la época en que se narran los hechos, y que podemos escuchar cantada por María Cristina Kiehr y por la Sra. de Savall, Montserrat Figueras. En la lista de intérpretes aparecen muchos nombres ya míticos de la interpretación barroca, y que forman o formaban entonces equipo con Savall, como Pierre Hantaï (clave), su hermano Jerôme (viola de gamba), Rolf Lislevand (laúd), Christophe Coin (cello) o la orquesta Le Concert des Nations.

Otros alicientes que ofrece "Todas las mañanas del mundo" están en la cuidadosa reconstrucción del pasado, aunque una vez más sea un pasado idealizado: en este sentido, destaquemos la preciosa fotografía, inspirada en pintores de la época como Georges de la Tour, o el lenguaje empleado, que también intenta imitar a la literatura del XVII. Por último está el reparto, donde cabe mencionar como Marin Marais en sus años de madurez al famoso actor francés Gérard Depardieu (que aparece demasiado poco como para justificar la cabecera de cartel), su hijo Guillaume como Marais joven, Jean-Pierre Marielle como Sainte-Colombe y Anne Brochet como su hija mayor. A todos ellos el único reproche que les han hecho los músicos profesionales es su escasa idea de cómo se maneja una viola de gamba, con la única excepción de Depardieu Jr. que ha realizado estudios de violonchelo; de todos modos este detalle suele ser el más descuidado en las producciones interpretadas por actores que no sean asimismo músicos.


En resumen, si el que ve "Todas las Mañanas del Mundo" no atiende a la especial "filosofía" que transmite la película, puede muy bien aburrirse y considerarla como uno más de los plomizos productos "culturales" de los franceses, que allí tienen invariablemente un éxito asegurado (en el caso que nos ocupa, nada menos que 7 premios "César") pero que las más de las veces son de difícil exportación. Conviene, sin embargo, ver un poco más lejos, y en ese sentido todo aficionado a la música podrá disfrutar de una película tan cuidadosamente realizada
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LAS ESCUELAS PIANÍSTICAS DE INTERPRETACIÓN (II).


Por Daniel Mateos Moreno.

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Continuando con el artículo anterior de esta misma sección, partiremos ahora de donde lo dejamos, para desglosar un árbol genealógico de pianistas hasta nuestros días. Reseño de antemano que no se trata de enumerar todos los pianistas que han existido en el universo musical; tan solo tratamos de ofrecer una aproximación general de las escuelas a las que pertenecen una serie de pianistas famosos/revolucionarios en la historia.

En la actualidad las escuelas pianísticas han perdido mucho de lo que eran antes. Gracias a los avances de los medios de transporte y comunicación, gracias a los Cds y gracias a la apertura de fronteras y la universalización de los saberes, estas escuelas pianísticas se han fundido y es difícil encontrarlas en estado puro.

La división genealógica aquí presentada es por naturaleza artificial. Cuando intentamos estudiar algo, cartesianamente, habremos de dividirlo en partes para su comprensión. Con esto nos referimos a que muchos de estos pianistas han dado clases con profesores diferentes pertenecientes a escuelas distintas, y si revisáramos libros de historia pianística encontraríamos conflictos entre unos y otros a la hora de englobarlos en unas escuelas u otras. La clasificación aquí expuesta responde no sólo a lo que se pueda encontrar en artículos o libros, sino también a un conocimiento fonográfico de los pianistas en la medida de lo posible; hay que tener en cuenta que dependiendo de la antiguedad la calidad de las grabaciones disminuye exponencialmente; aunque nunca negaré ese gustillo especial, ese gusanillo, que siento al escuchar discos antiguos: parece como si tuvieran más vida. Algunos discos antiguos presentan interpretaciones más equilibradas y más inteligentes que muchos discos actuales, a pesar de su calidad sonora y de permanecer en el olvido. Pasemos a continuación al análisis escolástico:

Surgen dos escuelas diferentes; por una parte una escuela que podríamos denominar "escuela de la técnica y la agilidad", en la que se englobaría a Beethoven, dentro del mismo saco que Czerny, Litolff, Herz, Stamaty y Thalberg. Posteriormente aparecería la otra escuela no enfrentada a la anterior, pero sí de técnica diferente: "escuela de la expresividad", que tendría como representantes a Brahms y Clara Wieck (esposa de Schumann).

Estas dos escuelas darán lugar a sendos caminos pianísticos. Nace un gran cisma en la técnica/pedagogía pianística de la época. Por una parte Ferenc Liszt y Anton Rubinstein (que no Arthur), herederos de Czerny y de la anteriormente nombrada "escuela de la técnica", y por otra parte Theodor Leschetitzky, perteneciente a la "escuela de la expresividad". El propio Liszt reconocía que pianistas como Leschetitzky poseían una gran calidad expresiva.

¿Qué se puede decir de Chopin, cohetáneo a Liszt? Dijéramos lo que dijéramos de Liszt y de Chopin nunca habríamos rendido merecido homenaje a sus revolucionarias ideas sobre la técnica del piano. No se puede concebir el piano sin ellos dos: quizás los dos eslabones más imprescindibles y determinantes de la historia de la técnica del piano. Es increíble como de por sí solos y en "una sola vida" pudieron avanzar tanto en la técnica pianística, tal que a partir de ellos apenas si ha cambiado dicha técnica. De hecho los 24 estudios de Chopin son la "biblia del piano" aún en nuestros días y probablemente durante varios siglos más. Se dice que quien sea capaz de tocarlos en el orden en que están escritos y a la velocidad que están escritos, es capaz de tocar cualquier cosa.

Por otro lado, el famoso Liszt... hablar de su extenso repertorio para piano se escapa a los propósitos de este artículo, aunque cabe mencionar una obra cumbre para el pianismo de todas las épocas: Su sonata en Si menor; quizás se trate del Liszt más avanzado, innovador, equilibrado, profundo y reflexivo que podamos encontrar, ya busquemos en "los trascendentales", en sus "góndolas Lúgubres", en sus "funerales", o en cualquiera de sus innumerables composiciones para piano.

Se cometería una tremenda injusticia si pensáramos que sólo innovaron en la "mecánica pianística". Al referirnos a "técnica pianistica" nos referimos tanto a "mecánica pianistica" como a "interpretación". No podría pasar de este renglón sin recomendarles que escuchen una de las piezas más completas y perfectas que se haya escrito nunca, a propósito de Chopin: La Barcarola Op.66. Sea como sea, Chopin era un compositor muy constante: normalmente todas sus composiciones son siempre interesantes, sin excepciones. Por lo cual, cualquiera que pudiera recomendar sería totalmente válida. Quizás no ocurra lo mismo con Liszt, bajo nuestro humilde punto de vista, pudiéndose observar en algunas piezas de Liszt una musicalidad fácil, un sentimiento pomposo lleno de técnica vacía, casi pedante, mientras que otras obras del mismo compositor son verdaderamente geniales y trascendentes.

Como podemos deducir, los conceptos de pianista y de compositor estaban seriamente ligados, casi de forma indisociable durante estas épocas de la historia del pianismo. Poco a poco se va exigiendo una especialización en el piano que muchas veces ha traído más mal que bien a los pianistas.

De ahora en adelante nacen diferentes escuelas de las que podríamos destacar como más significativas hasta nuestros días:

- Escuela Rusa Moderna.

- Escuela Rusa Independiente.

- Escuela Francesa.

- Escuela Norteamericana.

- Escuela centroeuropea.

- Escuela Italiana.

- Escuela de Polonia.



Para desarrollar cada una de estas escuelas prefiero dedicar un próximo artículo, ya que bajo mi punto de vista, Brahms, Beethoven, Liszt y Chopin son pianistas (y compositores) de punto y aparte. ¡Bien que se merecían un artículo para ellos solos!
 
MUZIO CLEMENTI: GRADUS AD PARNASSUM.



Por Juan Manuel Cisneros

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Si en el mes pasado mi compañero Daniel Mateos nos ilustró con un claro, conciso e interesante artículo sobre la primera generación de maestros del piano, hombres venerables que forjaron un idioma instrumental que tan granados frutos iba a dar entre los románticos, hoy me dispongo a glosar a uno de estos pioneros, conocido tradicionalmente como "padre del piano", a través de una de sus aportaciones fundamentales a la historia y la literatura pedagógica de este instrumento, la colección de 100 estudios para piano intitulada "Gradus ad Parnassum". Sirva esto como ilustración o complemento al artículo antes citado, no sin pedir disculpas a lectores poco interesados en estos temas, por si han pensado que detrás de este asunto hay una conflagración internacional de pianistas que quieren ir monopolizando el espacio de esta revista con artículos cada vez más restringidos y técnicos. Bromas aparte, la revista es muy variada y atiende a lectores de aspiraciones diversas, de manera que nunca está mal que los músicos apasionados por su instrumento encuentren un sitio en el que se hable de sus cosas.

Muzio Clementi (1752-1832) constituye uno de esos raros casos donde en la misma persona coinciden un verdadero talento artístico y una mente hábil para los negocios. Y lo más curioso es que estas dos facetas, que tanto suelen desgastar a las personas, no le impidieron vivir 80 años, en una época en que muchos no llegaban a la cuarentena, y sin dejar de estudiar pacientemente sus ejercicios al piano hasta el final de sus días. Fue objeto de duras críticas por parte de Mozart, que decía de él algo así como que en su música era puro mecanismo sin gusto musical. Hoy día probablemente no opinemos así, entre otras cosas porque no procedemos de una escuela instrumental tan exquisita como la del maestro salzburgués, y la perspectiva histórica nos permite modular nuestra sensibilidad para apreciar la inventiva musical y las bellezas presentes en obras como las sonatas Op. 12.

La técnica pianistica de Clementi es de un toque sólido, menos ligero que el de la galante escuela vienesa, que aún estaba ligada al estilo del cémbalo y del clavicordio y que puede quedar representada por el Mozart de las primeras sonatas. Clementi utiliza pianos ingleses de mecánica más pesada y su música requiere un legato pastoso para contrastar con un staccato potente. Para sus sonatas de piano se necesita una técnica poderosa, donde las octavas y especialmente las terceras son fundamentales, piden velocidad y brillantez en las escalas y se busca una plenitud de sonido desconocida hasta entonces. No en vano el estilo pianístico de Clementi conduce a las sonatas de Beethoven mucho más directamente que el de Mozart o hasta Haydn, por lo que casi podemos decir que en la escuela inglesa fundada por el viejo romano a bordo de la Clementi & Co. va a ser la línea maestra de evolución del pianismo, en contraste con la tendencia preciosista que quedará en vía muerta a partir de Hummel.

Por cierto, "Gradus ad Parnassum", esto es, escaleras al Parnaso, (monte sagrado de las musas) además de ser los 100 estudios de Clementi, es el título de un famoso tratado de contrapunto del amigo Fux publicado en 1725 y que tantas satisfacciones dio a Haydn, pero en este momento nos interesa la obra de pedagogía pianística que mantuvo ocupado a Clementi entre 1817 y 1827. Descendiendo a cuestiones más técnicas, podemos sintetizar sus valores en cuatro puntos, que trataremos de demostrar a continuación:

1. Importancia del juego polifónico además del mecanismo.

2. Formas de escritura conectadas con gestos que implican manejo consciente del peso.

3. Más sistemáticos y exhaustivos que otras piezas del género.

4. Mayor densidad y sustancia musical que obras similares.

1. Este primer aspecto, ya indicado por Alfredo Casella, implica una aportación esencial a la forma de tocar el piano; es propio del estilo clásico maduro y mucho más del Romanticismo la irrupción del contrapunto en la música para piano, donde la presencia de distintas voces necesita de un toque minucioso para hacerlas notar con claridad, de resaltar algunos giros, unas veces en las voces extremas, otras veces en las intermedias, con lo que se crea un diálogo en que ambas manos llevan el material temático en contraposición a las típicas texturas melodía-acompañamiento. También está en conexión con el desarrollo del fraseo y la cantabilidad, pues al lado de las partes más técnicas, que normalmente no son las conductoras de la idea musical, se crea un tejido polifónico que obliga a concederle atención y no dejarlo como simple acompañamiento de acordes. Podemos ejemplificarlo con algunas partes de la mano izquierda del estudio 1 (la numeración corresponde a la selección contenida en la edición Peters, revisada por Tausig), con todo el estudio 10, el 17, y el 22, un estudio especialmente concebido para la polifonía y la independiencia de dedos. Esto contrasta con estudios de Czerny (Op. 299 y 740) donde apenas aparece la escritura contrapuntística, dominando un tratamiento por bajos y acordes.

2. Este punto puede ser quizá más controvertido, pues entran en juego aspectos visuales de la escritura musical como ligaduras, sforzati, etc. Queremos decir que estos estudios parecen más pianísticos porque las partes técnicas permiten adivinar con facilidad el gesto correspondiente en términos de impulsos y puntos de relajación. Veamos un ejemplo: estudio 10 "Allegretto con espressione". Observamos que en los pasajes de semicorcheas, cada cierto número de compases, son antecedidos por un pequeño silencio que permite el impulso necesario, como quien coge aire, para tocar el pasaje abarcado por la ligadura en unidad de sentido. De forma que nos permite desconectar por un instante la mano del teclado y depositar más conscientemente el peso, lo que es más difícil en pasajes de semicorcheas larguísimos y sin silencios, donde parece que el asunto se centra mucho en el trabajo único de los dedos, lo cual no es tan pianístico. También influye en este aspecto que muchos estudios se elaboran con motivos de uno o dos compases que se pueden hacer en un gesto cerrado (estudios 7, 9 o 17), bastante natural, y que luego van siendo repetidos en distintas posiciones, pudiéndose dividir el estudio en pequeñas unidades de gesto. Creemos que esto ayuda a entender con más facilidad lo que uno tiene que tocar, y acostumbra a estudiar más racionalmente, buscando los puntos de apoyo desde donde realizar las rotaciones (estudio 3, m.d., cc. 20-25, 35 en adelante; estudio 4, m.d., cc. 4 en adelante; estudio 9, etc.). Como decimos, los estudios donde los puntos de apoyo para la rotación no están claros, pueden servir para la mecánica digital todo lo que se quiera, pero no enseñan a tocar el piano.

3. Una vez que Clementi nos presenta el diseño rítmico que va a ser el motor del estudio (que casi siempre coincide con los motivos-unidad de gesto descritos más arriba), no duda en presentarlo en las posiciones más diversas, buscando todas las combinaciones posibles entre mano y teclado sin evitar las realmente difíciles. Véase al respecto el estudio 8, concebido para la independencia de dedos. Quizá el ejemplo paradigmático lo constituyan los estudios 1 y 2, típicos estudios para los cinco dedos a la manera del 1 de la Op. 740 de Czerny, el primero para la derecha y el segundo para la izquierda. Mientras en el del maestro austriaco sólo encontramos tres posiciones distintas, a saber, fa, re, do y equivalentes (por desarrollarse sobre teclas blancas), Clementi va barriendo prácticamente todos los tonos mayores y menores con sus dominantes, obligando a cambiar de posición constantemente y no siempre con facilidad para la anatomía de la mano.

4. Este punto viene a ser en cierto modo consecuencia de los anteriores; tanto la polifonía como la abundancia de elementos de técnica pianística, además de la densidad de modulaciones, vienen a engordar la sustancia musical de estos estudios. De forma general, y en esto están más próximos a los estudios de Cramer, se puede decir que tienen un estilo más serio que los de Czerny, que parecen más ligeros y circenses, como si tuvieran la idea musical más diluída en el artificio pianístico. Pero también creemos que son más densos técnicamente, que en menos extensión abarcan un mayor número de problemas, como puede suceder igualmente en Cramer. Si tuviéramos que elegir un estudio de Clementi que condensara especialmente los cuatro puntos expuestos, podría ser el 17, teniendo en cuenta además las variantes indicadas para su práctica.

No se trata de hacer aquí una apología del "Gradus" frente a los también valiosos estudios de Czerny; más bien nuestra idea es buscar un equilibrio en la formación pianística que sólo lo da el conocimiento de las diferentes escuelas y obras para saber qué puede venir mejor en cada caso. A nadie se le escapa que el Op. 299 de Czerny es especialmente árido y bastante alejado de lo que es la música, con lo cual podría ser evitado como plato único en los programas del inicio de grado medio, procurando alternar con otros, pues coge a los alumnos en una edad muy delicada en la que es difícil hacer entrar los estudios de piano en su mundo vital. Vamos a intentar que los alumnos aprendan verdaderamente a tocar el piano, o al menos a amar a la música, pero no los aburramos con cosas que ni los profesores mismos tenemos bien claro qué van a aprender con ello. Coloquemos la maravillosa literatura pianística de que disponemos en los sitios adecuados de acuerdo a sus características, y sepamos utilizarla con criterio e inteligencia.

Nada más, sólo espero recibir críticas y así no nos aburriremos.
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INSTRUMENTOS DE VIENTO EN LA MÚSICA SACRA HISPANA DEL SIGLO XVI



Por Juan Luis de la Montaña Conchina.

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Una de las características más interesantes de las prácticas polifónicas hispanas del siglo XVI es su acompañamiento por instrumentos. Efectivamente, parece que la participación de ministriles en los oficios religiosos diversos era habitual a comienzos del siglo XVI, aunque no queda claro si su participación es en los oficios celebrados en el interior del recinto o se reduce a acompañar las periódicas procesiones que se realizaban fuera del templo, como por ejemplo las muy afamadas del Corpus Christi. De Plasencia nos llegan noticias en 1508 de la existencia de un grupo de instrumentistas contratado “ministriles e trompetas e sacabuches e chirimías” por un sueldo de 7-8.000 maravedís que participaba tanto en las procesiones como en la música que acompañaba a los oficios.

Los últimos estudios realizados sobre esta problemática señalan la incorporación de grupos fijos de instrumentistas o “ministriles” en los templos mayores que acompañaban a los cantores. La primera referencia cierta procede de la catedral Sevilla hacia 1530, aunque todo parece indicar que en 1526 ya existía un grupo de músicos no estable pagado por el cabildo de la catedral.

Lo cierto es que en las fechas anteriormente expuestas ya existen ministriles ofreciendo sus servicios en Sevilla y otros lugares como “los tienen todas las yglesias catedrales despaña”. Esta realidad se hizo palpable en la segunda mitad del siglo XVI cuando incluso pequeñas iglesias, colegiatas y otros centros religiosos fueron incorporando pequeños grupos (tríos y cuartetos, normalmente) a sus capillas musicales. Datos cronológicos más exactos nos permiten conocer la progresiva incorporación de ministriles en los más importantes centros hispanos. Así, tenemos referencia de instrumentistas en León hacia 1544, Valencia en 1560, Palencia en 1567, Huesca en 1578, Zaragoza en 1582, Las Palmas en 1578, Oviedo en 1595, Plasencia en 1567, lugar donde era contratado de manera permanente un grupo de vihuelas de arco (violas da gamba) para los más diversos servicios.

El número de ministriles era variable según las necesidades, las posibilidades económicas de cada lugar y por supuesto las preferencias de los patronos. Igualmente, el número de músicos que solía trabajar en la catedral de Toledo y oscilaba permanentemente entre cinco o seis, dependiendo de la celebración o fiesta religiosa que se decidía acompañar con música. Cinco había normalmente en Plasencia. El número habitual era cuatro, correspondiendose con el número de voces cantadas, y así parece que sucede en una parte importante de las catedrales (Valencia, Oviedo, Avila), mientras otros lugares doblaban este número, tal es el caso de Jaén.

La composición de estos conjuntos era más estable. Normalmente eran agrupaciones de vientos o “coplas” conformados por instrumentos sopranos, corneta, chirimía y orlos, dejando las partes de tenores y bajos para sacabuches y bajones. En Sevilla, el grupo estaba compuesto por dos trombones y tres chirimías. El reparto de instrumentos suele consignarse pero no la calidad tímbrica de los mismos: “y los ministriles sean dos sacabuches y dos tenores que el uno sirva de contralto y el otro de tenor y un tiple”; en Valencia queda relación de “dos tiples, dos contrabaxos, un tenor y un contralto”.

Las “coplas” quedaban completadas por la introducción de otros instrumentos como las flautas. En numerosas constituciones de las capillas catedralicias las flautas aparecen definidas como “juegos” o grupos-familias completas. En Jaén, en 1445 se ordenaba tocar el motete después de la elevación únicamente con el “juego”. También eran definidas como musas. Las cornetas negras y mutas (el clásico cornetto las primeras, y una corneta recta conocida también como blanca o muda las segundas) fueron igualmente introducidas, aunque se impuso el uso de la chirimía. Era habitual que, tal y como sucedía en la catedral de Palma en 1559, el tañedor de chirimía lo fuera también de corneta, cornamusas o cornamutas.

Los instrumentos habituales en las capillas catedralicias eran los de viento, aunque los de cuerda, especialmente vihuelas de arco y arpas, también participaban regularmente en el acompañamiento de las voces. Partiendo de esta realidad constatada documentalmente, creemos interesante incidir en las características de los instrumentos anteriormente mencionados.

-Corneta. (Cornetto). El Diccionario de Autoridades (1726-39) señala que el nombre lo recibía por ser algo curvo y casi semejante al cuerno del toro. Según la Organología de Pedrell, la corneta era un instrumento de madera algo curvo aunque también las había rectas, tuertas, blancas y negras. Las rectas eran de madera o de marfil y por eso se llaman blancas y mudas por la dulzura del sonido. Las tuertas o encorvadas, también de madera, se llamaban negras por el cuero de ese color que forraba el instrumento. Pietro Cerone decía que las negras no pasaban de quince puntos mientras las tuertas no lo hacían de once. Las negras podían alcanzar hasta cuatro o cinco voces. Artusi habla de las cornetas como el instrumento que mejor imita la voz humana: para ser bien ejecutado conviene poseer un gran gusto, extensos estudios y extrema perfección. No menos descriptiva es la definición que nos proporciona M. Mersenne en su Harmonnie Universelle publicada en París en 1636, según dicho autor el sonido de las cornetas es semejante al brillo de un rayo de sol que aparece a través de las sombras, cuando se oye mezclado con las voces en las iglesias catedrales o en las capillas.

-Sacabuche. El sacabuche, la Tuba ductilis de los romanos, o trombón (parecido al
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moderno trombón de varas) es un instrumento de metal que se larga y recoge en sí mesmo; táñese con los demás instrumentos de chirimías, cornetas y flautas. Díjose así porque, cualquiera que no estuviese advertido, le parecería cuando se alarga sacarle el buche. Esta es la particular y simpática definición que nos proporciona Covarrubias en su Tesoro de la lengua castellana de 1611 sobre el conocido e imprescindible instrumento de viento utilizado en las capillas instrumentales tanto sacras como profanas, aunque más especialmente en las primeras, debido al sonido ceremonioso que confería el uso de varios instrumentos conjuntados. Era un instrumento que se agrupaba en una familia, como otros muchos. Quizá los más utilizados por su timbre y capacidad sonora fueron los sacabuches tenores y bajos, que, en un conjunto polifónico instrumental, formaban los bajos de cornetas y chirimías.

-Chirimía. El Diccionario de Autoridades lo define como instrumento de madera recto encañonado, largo de tres cuartas, con diez agujeros para el uso de los dedos con los cuales se forma la armonía del sonido según sale el aire. Fue un instrumento muy utilizado en las capillas musicales y se agrupaban igualmente en una amplia familia. Las fuentes nos permiten tener constancia de esta realidad. En la catedral de Toledo, a mediados del siglo XVI, había varios “chirimías”, dos tiples y un alto. La importancia de este instrumento y su habitual uso dio lugar a la fundación de la escuela de chirimías en 1652.

-Bajón. El bajón era una especie de fagot primitivo. Era un instrumento muy utilizado en las capillas de música sacra acompañando las voces: básicamente era utilizado para dar el tono a los cantores. Pasado el tiempo se convertiría en el instrumento de acompañamiento de música sacra por excelencia. Existían varios tipos de bajones dependiendo de su tamaño. De esta forma, era conocido, entre otros, el bajoncillo denominados por otros como bajón tenor.

-Orlo. El equivalente en Europa es el Cromorno. Era un instrumento de complicada
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ejecución por las dificultades que presentaba su afinación. Pietro Cerone los llama doblados por la forma de cayado de estos instrumentos de lengüeta doble que bien podría incluirse en la familia de los bajones. Poseían un sonido ronco y era habitual escucharlos acompañando chirimías, cornetas e incluso agrupaciones de flautas.

-Flauta. Las flautas dulces (flauto dolce italiano) eran habituales en la música de las
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catedrales. Sabemos por algunas disposiciones capitulares que las flautas “unas mas grandes e otras mas pequeñas” formaban conjuntos o “juegos”, que es como se llamaban a las agrupaciones (cuartetos) de estos instrumentos.





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LA DIGITACIÓN PIANÍSTICA (III).

Por Rocío Cuenca Antón.


Nota: La mano de la imagen es la del editor.
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En nuestro último artículo estuvimos viendo algunos de los factores más importantes que entran en juego a la hora de digitar y parte de la estructura física que nos permite tocar el piano, es decir, estuvimos viendo parte de la mano. En este artículo nos propondremos como objetivo terminar de analizar la mano, profundizar en las características de cada dedo...

Las articulaciones que nos encontramos en la mano son de dos tipos:

- Metacarpofalángicas: las que unen el metacarpo (la palma de la mano) con la primera falange.

- Interfalángicas: que se dividen en próximas (unen la primera con la segunda falange) y distales (unen la segunda con la tercera falange).

La flexión de los dedos y por tanto, el hundimiento de las teclas es producido por los músculos flexores superficiales y profundos; la extensión, por los músculos extensores. A parte de esos músculos, el índice y el meñique, cuentan con su músculo extensor propio. Es importante destacar la cintilla intertendinosa, que une los tendones de los dedos 3º, 4º y 5º; ella facilita que, a la hora de llevar a cabo la consecución de estos dedos, nos sea dificultoso y no poseamos la misma independencia, agilidad... que con el índice (por ejemplo).

A continuación vamos a definir lo que se entiende por posición de función de mano y muñeca: es la posición que permite cumplir con la máxima eficacia y el menor esfuerzo, la ejecución pianística. Esta posición sería la paralela a la posición de función pianística, caracterizada por:

- Muñeca en pronación; cuyo ángulo de extensión con respecto al eje del brazo extendido es de 20º.

- Muñeca en ligera aducción de aproximadamente 10-15º.

- Dedos flexionados en sus tres articulaciones, aumentando el grado de flexión de forma regular desde el índice hasta el meñique.

- Pulgar en semiposición por delante del plano palmar y con sus articulaciones ligeramente flexionadas.

Aparte de la posición de base con la que cuenta la mano, no menos importante es la articulación del hombro, ya que hace posible los movimientos de traslación. Con la abducción se traslada la mano derecha hacia el agudo y la mano izquierda hacia el grave, mientras que con la aducción, se nos permite llevar a cabo el movimiento contrario.

Con estas palabras damos por concluida la visión con respecto a la anatomía de la mano. Ahora pasaremos a ver las características sonoras, físicas... de cada dedo.

El pulgar, que proviene del latín, viene a significar algo relacionado con tener poder y a lo largo de la historia encontramos numerosos ejemplos populares de ello, como es el caso de la antigüedad, que para conceder la vida o dar la muerte, levantaban o bajaban el pulgar.

Ya hemos visto cómo con su estructura anatómica, sirve de pivote a la mano. El acento que se obtiene con el pulgar es el más potente, seguro y el menos seco. Nos sirve de igual forma para obtener un mejor control rítmico haciéndolo coincidir con el acento métrico, pero ello no quita que tenga gran delicadeza especialmente a la hora de deslizarse de una tecla a otra. De igual forma, destaca la gran variedad de gama melódica de que consta. Esto es destacable en estudio de concierto nº3 de Listz.

El índice, que viene a significar en latín “indicador”, es después del pulgar el que tiene mayor amplitud de movimiento en sentido lateral, lo que junto con sus otros movimientos, le proporciona la capacidad de movimientos llamaba de circunducción. Esta gran facilidad de movimiento le permite obtener una sonoridad más dulce. La gran abertura existente entre el pulgar y el índice, es propia para abarcar intervalos de gran amplitud. La dulzura del índice se debe a que es el dedo más sensible, siendo por tanto, junto con el medio, los más indicados para dibujar la línea melódica.

El medio es el dedo más fuerte después del pulgar, ya que al encontrarse en el centro hace las veces de centro de gravedad, donde convergen todas las fuerzas yendo desde la de los músculos de la espalda hasta la de la mano, y todo esto a pesar de no ser independiente (recordemos que es uno de los dedos que forma la cintilla intertendinosa). En aquellos pasajes que requieran una mayor fuerza, se empleará en mayor medida con el pulgar, y en menor, con el índice. A estos tres dedos se les denomina dedos fuertes de la mano. Pero con el pulgar su relación es aún mayor, ya que son muy parecidos a efectos de sonoridad, por lo que se suelen agrupar si quieren conseguir una gran sonoridad, siendo además esta muy particular. Debido a sus características anatómicas (centro de gravedad, dedo más largo...) es el más apropiado para realizar los glissandi, no obstante para los que se tengan que realizar en corte es aconsejable la unión con el anular.

En el caso del anular es distinto ya que es el dedo que tiene menor libertad de movimiento (recordemos que esto es debido a la cintilla intertendinosa). A modo de curiosidad se le ha asignado a este dedo el anillo nupcial como símbolo de dependencia, siendo además el dedo que dicen está directamente unido con el corazón.

Las interconexiones ligamentosas son el motivo de la desesperación de muchos pianistas, y del trabajo constante que tenemos que llevar a cabo sobre este dedo. De la limitación de su extensión resultan dos particularidades:

- La lentitud con la que sale de la tecla.

- La menor fuerza sonora, ya que su distancia de ataque es más corta.

Como resultado, por tanto debemos evitar su uso en aquellos pasajes que se requiera una mayor capacidad rítmica o sonora. Eso no quita que sea el poseedor de otras importantes particularidades, entre otras, es el dedo más expresivo, convenciéndonos especialmente su uso en los siguientes casos:

- El deslizamiento de una tecla blanca a otra blanca, de una negra a otra blanca, o viceversa... En este sentido cabe destacar a Chopin, Listz...

- En aquellos pasajes en los que se requiera un carácter ligero y expresivo... para darle especial sentido o hincapié a una nota en su expresión.

En último lugar pero no por ellos menos importante, tenemos el meñique. Este dedo a pesar de contar con la cintilla intertendinosa, tiene a su servicio un músculo extensor propio, junto con los músculos de la eminencia hipotenar. Debido a esto, es fuente de unión con el pulgar en la realización de octava, quinta... De igual forma, también es habilidosa para ser sacado por encima de los otros dedos, para conseguir sonoridades delicadas y ligeras, para deslizarse entre teclas contiguas, lo cual hace que favorezca el legato... Aunque observamos que es bastante dificultoso su manejo en combinación con el anular.

En el próximo artículo ya podremos observar como resolver distintos problemas de la ejecución pianística, basándonos en el ejercicio de la digitación.

Bibliografía:

- NIETO, A.: La digitación pianistica. Mira editores. Colección: Mater Música. Distribuido por Editorial Boileau. Tel-Fax 93 2155334 E-mail: boileau@cambrabcn.es Página web: http://www.cambrabcn.es/boileau

Nota del editor: De especial interés es este libro que se cita (Albert Nieto) por su gran valor pedagógico y su amplia cantidad de ejemplos. Lo recomendamos como imprescindible en la biblioteca del pianista. Éste artículo y los anteriores a éste, publicados por Rocío sobre digitación en esta revista, se pueden considerar una síntesis muy personal de éste magnífico libro.
http://filomusica.com/filo9/rocio1.html
 
CONOCIENDO A RACHMANINOFF (I).

Por Cristina Isabel Gallego García.

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Puede que te haya sorprendido leer este título, si lo comparas a mis artículos habituales de Música y Educación (que seguiré escribiendo en los siguientes números), pero muchas son las razones que me impulsan a escribirlo: escuchar a Joaquín Achúcarro tocando el nº2; la película Shine (“La interpretación de David es un éxito, pero cuando termina de tocar el “Concierto para piano nº 3” se desmaya...”) Pero lo que realmente me ha fascinado, es la música de este gran intérprete, compositor y director: Sergei Vasylevich Rachmaninoff.

Por este motivo he preparado tres artículos, para que tú también puedas ir conociéndolo mejor. Dedicaré estos espacios principalmente a su vida, puesto que está en ti, conocer su obra, o al menos, parte de ella y vibrar como si te convirtieses en notas musicales que fluyen de unas “enormes y poderosas manos”.

El 1 de Abril de 1.873, en las tierras de Oneg, cerca de Novgorod, (Rusia), abrió sus ojos a la vida Sergei Vasylevich Rachmaninoff. Los orígenes de su familia eran nobles y se emparentaban remotamente con el Gran Ducado de Moscú.

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La música formaba parte de una tradición familiar: su bisabuelo fue destacado violinista, su bisabuela una buena cantante, su padre tenía gran afición a la música, su madre Luvov, fue su primera maestra de piano, continuando Sergei las clases con la profesora Anna Ornazcaya, quien impresionada por su habilidad natural con el piano, lo recomendó para que obtuviera una beca en el Conservatorio de San Petersburgo (1.881).

Sergei se crió en el seno de una familia de 6 hijos, ocupando el cuarto lugar, y siendo su padre (Vasily) un ex –oficial de la armada rusa, quien malgastó toda su fortuna en el tiempo del nacimiento de éste. Sucedieron una serie de acontecimientos trágicos que marcaron los primeros años de su vida: ruina de la familia, muerte de dos hermanas, separación de los padres...

En su casa existía mucho desorden, que aprovechaba para ausentarse de las clases, vagar por la ciudad... Su conducta le acarrearía el suspenso de las asignaturas del conservatorio y su posible expulsión del mismo. Ante esta amenaza de perder su plaza en el conservatorio y la beca que le pagaban, Luvov, pidió ayuda a su sobrino Alexandre Siloti (consumado pianista y muy conocido por aquella época), y éste no dudó en enviarlo a Moscú a cargo de Nikolai Zverev (riguroso maestro con fama de severo, que suscitaba el respeto general).

Sergei vivió en casa del maestro con dos estudiantes más: Matvey Pressman y Leonid Maksimov. Zverev se preocupaba de que recibiesen una formación integral, llevándoles al teatro, a conciertos. Los domingos organizaba tertulias a las que asistían músicos y escritores (en ellas conoció a Rubinstein, Arensky, Taneyev y Tchaikovsky).

En Mayo de 1886, los tres alumnos y su profesor visitaron Crimea para estudiar armonía con Ladukim. Fue allí cuando Rachmaninoff escribió su primer trabajo, una Transcripción a piano para cuatro manos de la Sinfonía Manfred de Tchaikovsky. Lo tocó con Pressman para el compositor y éste quedó impresionado.

Sergei asistía a clases de Taneyev, por el que sentía una gran admiración. En una ocasión dijo: “A través de su ejemplo personal Taneyev nos enseña como vivir, como trabajar e incluso hablar...” Rachmaninoff también estaba amparado por los famosos músicos Scriabin y Lhévine.

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La etapa de alumno con Zverev terminó cuando Sergei le propuso emplear parte de su tiempo en componer. Zverev consideraba esto como malgastar su talento, por lo que discutieron y se marchó a vivir con su tía, estando en contacto con su primo.

Durante los meses que estuvo con ella, compuso varias piezas, animado por su nueva libertad y su familia. Una ocupada vida estaba empezando para él... Demostrando notable excelencia en piano, se graduó en 1891, con las máximas distinciones. Ese año finalizó su Primer concierto para piano y orquesta. En 1892 estrenó un Trío para piano, violín y violonchelo, muy influido por el trío para la misma composición de Tchaikovsky.

Con 19 años terminó su primera ópera Aleko, que se estrenó en el Bolshoi, con enorme éxito y asistencia de Tchaikovsky. Sergei deja el conservatorio de Moscú con la Medalla de Oro. Después de este éxito, Rachmaninoff fue considerado una gran promesa.

Cuando dio a conocer su Preludio en Do sostenido menor, su fama creció, pues esta pequeña pieza se hizo muy popular en los ambientes pianísticos. Presentó el poema sinfónico La roca a Tchaikovsky para su aprobación. Al gran compositor le gustó la partitura y le prometió que la dirigiría, pero desgraciadamente su muerte en 1893 lo impidió. Rachmaninoff le dedicó un sentido Trio élégiaque para piano, violín y violonchelo.

El editor de Moscú, Karl Gutheil se interesa por sus composiciones. Lentamente van naciendo los primeros intentos ambiciosos de composición: la Fantasía para dos pianos Op. 5, las piezas para piano de la Op. 10, de títulos y espíritu chopinianos; los momentos musicales de la Op. 16...

Empezó a ser reconocido, por su obra, dirección y composición, centrando así la atención de los periodistas. El crítico francés César Cui lo visitó en una ocasión. Éste había compuesto una pequeña melodía y quería la aceptación de Sergei pero no se la dio. Desde ese momento el mencionado periodista escribiría rencorosas críticas sobre cualquiera de las actuaciones de nuestro músico.

Se puede decir que en 1894 es cuando comienza su carrera de concertista. Acompaña también a la violinista Teresina de Tua. Durante un tiempo da clases en el colegio Maryinski.

En enero de 1895 Sergei empezó la realización de la Primera Sinfonía, pero Glazunov hizo que ésta fuera un desastre. Rachmaninoff escribía así a su amigo Aleksandr Zataevich a los dos meses del estreno: “... ésta ha sido pésimamente ejecutada. Me asombra que un hombre de tan enorme talento como Glazunov dirija tan mal la orquesta. No me refiero a su técnica; hablo simplemente de su musicalidad. No siente nada cuando dirige. Hasta parece como si no comprendiese nada...”

Se extendió el comentario de que Glazunov dirigió el dramático trabajo mientras estaba bebido, pero nunca se confirmó. Tras este acontecimiento, Sergei necesitó recuperar su confianza para componer cualquier cosa...

Y con estos comentarios que continuaré en el próximo número de la revista, espero haberte dado a conocer de forma más personal a Sergei Vasylevich Rachmaninoff.
http://filomusica.com/filo9/cristi.html
 
SHOSTAKOVICH POR PREVIN: UN BINOMIO LEGENDARIO

Por Ignacio Deleyto Alcalá

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La serie "double fforte"(inicialmente llamada forte) está sirviendo para rescatar importantes grabaciones del enorme catálogo de EMI Classics con una presentación digna y a un precio atractivo. Entre lo más destacable está la publicación de los registros de las sinfonías de Shostakovich por André Previn con Londres y Chicago. Ya que se acaba de cumplir el vigésimo quinto aniversario de la muerte del compositor, dedicaremos nuestro artículo al comentario de dos dobles que reúnen las sinfonías Nos 4, 5, 10 y 13.
Curiosamente Previn nunca llegaría a completar el ciclo sinfónico a pesar de haber sido uno de los directores occidentales más asociados con la obra sinfónica del compositor ruso. Tampoco lo hizo para otros sellos con posterioridad insistiendo en algún título ya registrado en su época al frente de la Sinfónica de Londres, como, por ejemplo, la octava sinfonía. Digamos de paso que todavía hoy EMI sigue sin tener un ciclo íntegro del corpus sinfónico de Dmitri Shostakovich; Mariss Jansons parece ser el destinado a completarlo, con ocho de las quince sinfonías ya en su haber, aunque el ciclo ha progresado poco en los últimos años.

Este primer doble (EMI 72658 2) reúne Cuarta y Quinta extrañamente acopladas con música de Britten. La Quinta pasa por ser la más grabada de las sinfonías de Shostakovich junto a la Décima. Recordemos la anterior versión de Previn para RCA con la Sinfónica de Londres que sigue manteniendo plena validez. Previn conoce la partitura como nadie y, aunque sabe expresar toda su amargura, la versión peca de cierta frialdad, de un distanciamiento que perjudica a la obra. Hay, sin embargo, momentos extraordinarios como el largo primer movimiento que va creciendo en densidad e intensidad hasta el espectacular clímax. Los ecos mahlerianos son evidentes en el juguetón scherzo conducido con gracia y socarronería por Previn.

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La Cuarta es una sinfonía más "dura" que la Quinta. Los efectivos orquestales son de asustar: a una cuerda de ochenta y cuatro músicos se añaden, entre otros instrumentos, ocho trompas, cuatro trompetas, tres trombones, dos tubas, doble percusión y dos arpas. Los tutti son a veces ensordecedores y violentos. Previn realiza una lectura incandescente, nerviosa y desolada. Como más adelante nos encontraremos en su lectura de la Décima, Previn pasa por alto los guiños grotescos y "chirriantes" en la música de Shostakovich resaltando, por su parte, otros de mayor carga emocional. De todos modos, estamos ante una gran versión de la obra que junto a una buena Quinta hacen este doble perfectamente recomendable.

El segundo doble (EMI 73368 2) nos presenta dos sinfonías más del "compositor mercenario", como algunos lo han llamado, nacido en Leningrado. Aunque el mismo Shostakovich afirmara que estaba escribiendo una "apoteosis"con referencia a su Novena sinfonía, cuando se estrenó la obra, Stalin literalmente enfureció y se sintió ofendido por los resultados. Esperando como estaba por una gran sinfonía en la línea de la emblemática Novena de Beethoven, se encontró con una obra sin coro, sin solistas, sin grandeza y sin dedicatoria... Shostakovich no escribiría más sinfonías hasta la muerte de Stalin. Sin embargo, una vez muerto Stalin en 1953, Shostakovich puso manos a la obra con su Décima sinfonía, quizás, la más popular de todas. El propio compositor confesó años después que la sinfonía era sobre Stalin y los años de estalinismo, siendo el scherzo un retrato musical del propio mandatario. Independientemente de la interpretación política que se le pueda dar, estamos ante una obra de gran belleza y fuerza expresiva. Para no perder la costumbre, la sinfonía no fue recibida sin pocas críticas: "compleja", "sombría", etc. Se llegó a conclusiones de lo más absurdo como cuando el Sindicato de Compositores Soviéticos debatió si la sinfonía era lo suficientemente optimista. Tras varias discusiones, la obra fue oficialmente descrita como la expresión de "un optimismo de índole pesimista".

La Décima siempre ha sido considerada uno de los mayores aciertos de Previn en Shostakovich y razones no faltan. Llama la atención, por ejemplo, la capacidad del director para construir un edificio sinfónico de tal magnitud con pulso firme, sin desfallecimientos, ni medias tintas. La orquesta, impresionante, está a la altura del director y da una lección de virtuosismo y compenetración. Pero es al comparar su lectura con la de Mravinsky -director ruso que estrenara la obra- cuando se echa de menos, entre otras cosas, el aspecto grotesco en la música de Shostakovich: por ejemplo, en el Scherzo o en el final del Allegretto con ese violín que suena incisivo e irritante en manos de Mravinsky y casi inocente y aséptico en las de Previn. Y es que Previn se pone muy serio al dirigir Shostakovich e ignora los aspectos más extravagantes de su música. De todas maneras, su versión es recomendable dentro del llamado "shostakovich no ruso" junto a Karajan en cualquiera de sus dos grabaciones con la Filarmónica de Berlín.
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La sinfonía Nº 13 "Babiy Yar" no se podría recomendar como introducción al sinfonismo de Shostakovich por su longitud y la inclusión de textos de principio a fin. Para eso debiéramos ir, quizás, a la Quinta, Séptima o Décima sinfonías. Sin embargo, es una obra que engancha enseguida por su lenguaje directo, sin ambages, en consonancia con la claridad y contundencia de los textos. Debe su nombre a un tétrico lugar a las afueras de Kiev en el que fueron asesinados más de cien mil judíos a manos de los nazis. Esta obra es, por tanto, un monumento sinfónico contra el antisemitismo y no sólo al de ideología nazi sino también al estalinista, uno de los más feroces, como se sabe. La obra compuesta en 1962 y orquestada para bajo solista, coro masculino y gran orquesta, usa poemas de Yevgeny Yevtushenko, poeta socialmente comprometido. Está dividida en cinco movimientos, los tres últimos sin solución de continuidad. La obra explica y denuncia diferentes aspectos del estilo de vida soviético. El tercer movimiento, por ejemplo, describe la "fatalidad" de ser mujer en la Unión Soviética y el último ve con sarcasmo a los burócratas que mantienen el sistema en pie. Como no podía ser de otra manera, las autoridades soviéticas vieron la obra con recelo por sus textos subversivos.

En esta versión, dirigida por Previn con una ligereza que se agradece, coro y solista se erigen en los verdaderos protagonistas de la obra por encima de la orquesta. El coro dirigido por Richard Hickox está soberbio y Dimiter Petkov aporta el tono eslavo con lo que la versión gana en autenticidad. A pesar de no desbancar a las versiones de Kondrashin, es probablemente la mejor de un director occidental, ligeramente superior a la de Haitink.

Dos referencias, por tanto, que incluyen dos de sus sinfonías más populares en versiones aplaudidas por la crítica desde su publicación y que no han perdido un ápice de su interés original con el paso del tiempo aunque con las reservas antes mencionadas. Confiamos que aparezcan en próximos lanzamientos las sinfonías Sexta y Octava, también grabadas por Previn por aquellos años, para que el aficionado pueda disponer de todo el Shostakovich sinfónico de André Previn en tres dobles de la misma serie
http://filomusica.com/filo9/shostapr.html
 
DOMINGO, EL WAGNERIANO

Por Angel Riego Cue.

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Plácido Domingo ha sido sin duda uno de los tenores de más amplio repertorio de la historia, como lo acredita el más de un centenar de roles operísticos que ha encarnado, número que aún continúa aumentando. Sus intereses han llegado incluso a Wagner, en el que las incursiones de los cantantes de la que podemos llamar "área latina" son escasísimas desde hace décadas, y así nos ha ofrecido, en vivo o para el disco, retratos de Walther von Stolzing (de los "Maestros Cantores"), Lohengrin, Tannhäuser, Parsifal, Erik (del "Holandés Errante") o el Siegmund de "La Walkyria".

Estas interpretaciones han creado siempre cierta polémica entre los aficionados wagnerianos más ortodoxos, ya que la técnica de Domingo, proveniente de la escuela italiana, que habitualmente busca el lucimiento del tenor en los agudos, le hace dar una visión quizás demasiado exaltada y estentórea de los personajes wagnerianos, para los que se necesita un dominio de la dicción alemana comparable a la requerida para cantar "lied". Sin embargo, es tal la pobreza actual de verdaderos tenores wagnerianos, y las lamentables actuaciones que toca presenciar a los "especialistas" en Wagner actuales, que muchos aficionados veían con buenos ojos estas incursiones de Domingo, ya que al menos se encontraban con una voz de generoso caudal, y tímbricamente bella.

Sin embargo, Domingo aún no se había acercado a los dos papeles más duros para "Heldentenor", el de Sigfrido (en "Sigfrido" y "El Ocaso de los Dioses") y el de Tristán; este último era una verdadera espina clavada en la carrera del cantante, pues ya desde el principio de los años 80 se rumoreaba sobre una posible grabación dirigida por Georg Solti; tal vez a su tardanza en asumir ese difícil papel se deba el que no tengamos otro "Tristán" dirigido por Solti más que el mediocre grabado en 1960, que el maestro manifestó tantas veces querer repetir, y que finalmente no pudo, al morir en 1997, pocas semanas antes del inicio previsto de la grabación, para la cual se contaba con el tenor canadiense Ben Heppner y la soprano Deborah Voigt.

Curiosamente, es ahora (agosto de 1999 y enero de 2000) cuando Domingo los aborda por primera vez en disco, en un recital que contiene la escena 3 del Acto III de "Sigfrido" (a partir del despertar de Brünnhilde, "Heil dir, Sonne") y la escena 2 del Acto II de "Tristán" (a partir de "O sink hernieder"), toda una valentía en un cantante de su edad (cumplirá 60 años el próximo enero). Sin embargo, no nos engañemos, la voz ya no es lo que era, y aunque Domingo continúa cantando con su arrojo habitual, el timbre de su voz ya no tiene ese brillo "seductor" de las grandes ocasiones, siendo ahora mucho más apagado, y el caudal sonoro tampoco es que le sobre: pero, a pesar de estas pérdidas en las que eran sus grandes bazas, hoy por hoy no difícilmente se encuentra en el mundo otro tenor que se le pueda comparar en estos papeles; podríamos hablar de Siegfried Jerusalem (un año mayor que Domingo, también cerca del final de su carrera) o en el mencionado Heppner, que ha grabado varios roles wagnerianos, pero no estos dos. Hay que decir que, a pesar de los reparos expuestos, Domingo sale más que airoso del empeño, aunque no se puede descartar que le hayan ayudado las modernas técnicas de grabación.

El resto del reparto se mueve a un excelente nivel, mejor incluso que el propio Domingo: Brünnhilde e Isolde es Deborah Voigt (quien iba a grabar este último papel con Solti), una cantante muy aceptable, posiblemente de lo mejor que haya surgido entre las cantantes wagnerianas de los últimos años después de Waltraud Meier. No está aún entre las grandes intérpretes de estos papeles, pero su más que digna interpretación se agradece después de tanto fiasco como se escucha últimamente en Wagner. Lo mismo podemos decir de la dirección de Pappano, asistente de Barenboim en Bayreuth, y que ha debutado el año pasado en el Festival wagneriano con "Lohengrin": no puede decirse que domine el "idioma" como los grandes de antes, ni como Solti o incluso Barenboim, y a veces más que Wagner nos recuerda a Puccini, pero con todo es un Wagner "posible" de hoy en día, y es difícil encontrar algo mejor.

La que sí está sensacional es Violeta Urmana, mezzo que canta la "Advertencia de Brangäne" en el "Tristán" con una poesía que nos hace recordar la época dorada de la interpretación de Wagner. Otros alicientes del presente CD es que por primera vez se graba el final de concierto del propio Wagner del dúo de amor de "Tristán" (lo cual consiste, simplemente, en dejar que el dúo se extinga como el "Liebestod" del final del acto III, incluso con los mismos versos, quitando la entrada de Melot y los demás) y que con él se incluye el catálogo general EMI de la temporada 2000-2001.




REFERENCIA:

WAGNER: Love Duets: Tristan und Isolde, Siegfried/ Domingo, Voigt/ Orchestra of the ROH, Covent Garden/ Pappano

EMI 7243 5 57004

http://filomusica.com/filo9/wagnerduets.html
 
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