Qué leer.

Alejo Carpentier: El siglo de las luces



Idioma original
: castellano
Año de publicación: 1962
Valoración: Imprescindible

Aunque soy poco aficionado a las relecturas, hay libros que merecen una segunda vuelta, apartar sin miramientos las novedades editoriales y la lista de pendientes, y dedicar las horas que sean necesarias a una joya ya conocida, uno de esos que dejaron huella. Es cierto que a veces han pasado muchos años y las sensaciones no son las mismas, es cuando uno se queda un poco mustio pensando ‘bueno, en su época me fascinó, pero ahora lo veo de otra forma, no está mal pero, siendo objetivo, tampoco era para tanto’. No, no es eso lo que ocurre con El siglo de las luces, juro que no.

Alejo Carpentier, cubano nacido en Suiza y según algunos inspirador del boom de la literatura hispanoamericana, aparece aquí con una novela histórica. Pero no se alarmen sus señorías: el escenario no es en este caso un adorno floral ni una excusa para exhibir supuestas erudiciones. Estamos en el Caribe en plena explosión de la Revolución francesa, y ese tiempo y lugar en principio tan ajenos entre sí son exactamente los adecuados para lo que don Alejo quiere contar.

Los hermanos Carlos y Sofía, junto con el primo Esteban, que es como un tercer hermano, quedan huérfanos en Cuba al morir el padre, un rico hacendado. Poco tiempo después conocen a Victor Hugues, comerciante de pocos escrúpulos que recorre las islas del Caribe tras cualquier negocio que pueda reportarle beneficios. La poderosa personalidad de Victor deslumbra a los chavales, estableciéndose entre todos estrechos vínculos, que reúnen inquietudes culturales (la Enciclopedia ha llegado a las clases altas) y unas irrefrenables ganas de vivir y experimentar.

Pero estamos a finales del Siglo de las Luces, los aires de la Revolución han traspasado el Atlántico, y tras ellos arrastrarán sobre todo a Victor y a Esteban. Ganados para la causa, ambos se implican con todas las consecuencias, aunque sus papeles van poco a poco divergiendo: Victor se instala en las estructuras del poder, y pasa a ser lo que llamaríamos un político profesional; Esteban nunca deja de ser un intelectual, un moralista que observa con creciente recelo la deriva de su amigo. Según avanza la historia, el fanatismo de Victor se convierte en obediencia ciega, y con la llegada del periodo del Terror, se pone a la cabeza de la represión con mano de hierro. Las atrocidades se suceden, y es así como Carpentier plantea la tesis fundamental del libro.

La Revolución es desde luego un movimiento liberador, al menos a la escala de la época, ataca los privilegios más escandalosos y enarbola una impactante Declaración de Derechos. Y, si nos centramos en el ámbito de la novela, supone nada menos que la abolición de la esclavitud. Pero el símbolo de la llegada al Caribe de las nuevas libertades lo tenemos ya en las arrebatadoras páginas iniciales del libro, con la guillotina erguida sobre la proa del barco que arriba a la costa. Así que esa Revolución no se hará sin sangre, como seguramente ninguna, y la sangre parece reclamar siempre más sangre. La represión será feroz y cada vez más demencial, y las nuevas autoridades cambian de rumbo sin pestañear a las órdenes que llegan de Paris (aunque lleguen con meses de retraso, provocando situaciones disparatadas): primero ruedan sin medida cabezas de antirevolucionarios, chivatos o sospechosos de tibieza; luego se libera a los negros y se organiza una patente de corso como negocio que florece a la luz de la República; la Iglesia, primero proscrita y perseguida con furia, encuentra después una tolerancia inesperada; más adelante se vuelve a cargar contra los negros-ciudadanos, que tal vez han demostrado excesiva pasión por la libertad. El nuevo orden, las libertades y los derechos, metamorfoseados en tiranía, crímenes y arbitrariedad. Un proceso, o al menos una etapa, que parece inevitable en todo proceso revolucionario.

El relato es de esta forma toda una exposición política, pero también sociológica y psicológica, porque vemos crecer y transformarse a los personajes en paralelo a los acontecimientos: Victor asume por completo su rol de gobernante, para lo que considera imprescindible volverse despótico y soberbio, en tanto que en Estebananida el desengaño por la corrupción de las ideas en las que todavía cree. Pero, aunque en segundo plano, vemos también madurar a los dos hermanos, que tampoco han abandonado aquellas ideas, pero que desde su vida burguesa, lejos de los conflictos, son incapaces de admitir su degeneración.

Se podrá decir que a veces abruma Carpentier con su estilo barroco, que abusa de las enumeraciones o que podría haberse ahorrado algunas descripciones (pocas, la verdad) donde se relaja dejando correr cierta vena poética. Pero poco importan algunos pequeños excesos cuando la historia que cuenta es tan poderosa, y se presenta con un ritmo impecablemente acompasado a las situaciones. Nos estremecerá contemplar la llegada de la libertad bajo la presencia de la Máquina; nos hará reflexionar sobre el precio que hay que pagar por los grandes cambios; entenderemos a Victor, abducido por el poder sin límites, a Esteban, cansado de que la vida se le vaya en una lucha que ya no siente como suya; nos emocionaremos con Sofía, atrapada entre una juventud que vive en sus ideas y la realidad que no es capaz de manejar. Y, como lectores, nos sentiremos inmersos en ese mundo enloquecido en el que lo nuevo y desconocido irrumpe como un huracán, mientras la selva y la personalidad de las islas y sus habitantes, todo un conjunto que parece inmutable, plantea dudas sobre el arraigo del nuevo orden.

Sin pretender hacer más vistoso un relato que ya es en sí espectacular, ni simplificar unos personajes que brillan en sus múltiples facetas, la armonía que consigue Carpentier con todos estos elementos hace de El siglo de las luces un libro que no se puede dejar de leer. Más que Imprescindible, debería decir Obligatorio.

http://unlibroaldia.blogspot.com/2018/09/alejo-carpentier-el-siglo-de-las-luces.html
 
Théophile Gautier: Muertas enamoradas

Idioma original: Francés
Títulos originales: La cafetière (1831) / Omphale, historie rococo (1834) / La morte amourese (1836) / Le pied de momie (1840) / Arria Marcella (1852)
Traductora: Marta Giné
Año de publicación: Los relatos se publicaron entre el 1831 y el 1852. La recopilación de Lumen, el 1999.
Valoración: Recomendable
Muertas enamoradas es una recopilación de relatos fantásticos salidos de la pluma del mismísimo Théophile Gautier. En otras palabras: Muertas enamoradas es el resultado de una faceta poco conocida, la de cuentista, de un personaje omnipresente en todos los manuales de literatura francesa debido a su aportación poética y novelística. Muertas enamoradas es, también, un estupendo trabajo de Lumen. Quizás el único reproche que se le podría poner a la editorial es el no haber incluido otro relato afín del autor (casi podríamos decir que novela corta), "Spirite", en este volumen. Ah, sí, casi me olvido: Muertas enamoradas es uno de mis amores de la adolescencia. Probablemente mi libro favorito de mi biblioteca favorita.

Los seis relatos que componen esta antología son correctos. Uno no debe exigirles unos personajes con un grado de disección psicológica elevado, ni siquiera una trama compleja. De hecho, las historias que nos brindan son sencillas, y aunque bastante originales, leerlas de corrido las vuelve algo repetitivas. Básicamente, todas ellas son un eco distorsionado de la misma sinopsis con ligeras variaciones. Un joven se enamora de una muerta o de un objeto que fantásticamente se transforma en una muerta. Pasan cosas raras. Su amor es imposible. Fin. Así pues, sería un error buscar en estos textos cualidades atribuidas a los clásicos de Gautier. Innegablemente, son obras menores dentro de la producción del autor. Pero están bien escritos, y su trasfondo no carece de interés, ya que en ellos se aborda 1) la capacidad del amor para trascender al tiempo, 2) la persistencia de la belleza, y 3) la intrínseca relación de ésta con la decrepitud (esta última mezcla de conceptos puede parecer extraña, pero fascinaba a la generación de los escritores románticos, cuya gestación vivió el propio Gautier; escritores capaces de apreciar tanto la sublimación estética de lo hermoso como de lo morboso).

Quizás el relato de Muertas enamoradas que menos me convence es el último de todos, titulado “Arria Marcella”. En él, la pasión de Gautier por la civilización egipcia se desborda (contrariamente a su comedida presencia en “El pie de la momia”). Huelga decir que la insistencia del escritor por abrumarnos con sus conocimientos históricos dilata innecesariamente el texto. Y es que en “Arria Marcella” asistimos, impotentes, a un despliegue de descripciones, ricas en detalles, que nada aportan a la narración.


Por último, no voy a negar que estos relatos han envejecido, pero tampoco creo que eso les pase la factura que a otro tipo de obras de la misma época. Su osadía decadente, pagana y erótica, entonces provocadora, ahora es de lo más inofensiva, vale. Pero su estilo, aunque quizás algo recargado y amanerado por momentos, tampoco es que se atragante al paladar contemporáneo. Su idealizada descripción del amor, un amor instantáneo, a primera vista y entre dos desconocidos (uno de los cuales está muerto, no olvidemos ese pequeño detalle), se antoja más entrañablemente ingenuo que insultantemente inverosímil. Y las situaciones que en ellos se narran, de pesadez simbólica y onírica, pueden ya no ser tan inéditas como antaño, pero no por eso dejan de sorprender agradablemente.


En resumen, que haya sido algo crítico con la obra no significa que me disguste. De hecho, la relectura de la misma ha sido tan placentera como siempre; Muertas enamoradas es un viejo amor, y como deja bien claro el libro, el amor trasciende al tiempo, a la Historia, al olvido y a la muerte. Así pues, aunque las gafas de la nostalgia no empañan mi veredicto, debo reconocer que, quizás, sí que lo hacen con el cariño que profeso a este libro. ¿Y acaso importa eso? Igual que las muertas de Gautier no están muertas mientras son amadas, como recalca Arria, tampoco lo está la literatura. Es por ello que me alegra saber que mi lealtad eterna está colaborando a la resurrección de esta obra. Esperemos que el técnico responsable de la colección de la biblioteca no intente romper nuestro romance desechando esta joya del fondo de la institución...
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Mentirosos y mentidos
Publicado por Tobías Schleider
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Le avventure di Pinocchio, storia di un burattino, de Carlo Collodi, 1902. Ilustraciones de Carlo Chiostri y A. Bongini.
El mentiroso desvía la realidad, el hipócrita la pervierte. Esa, quizás la mayor diferencia entre una y otra especie, se disimula cuando la víctima del engaño mastica bilis, intenta que la quina supere la laringe o se resigna sin golpearse el pecho. Apenas se apacigua la sensación de revés que sigue al descubrimiento de lo falso, el incauto podría reflexionar qué es lo que tanto le ha afectado. Pero, por lo común, tampoco lo hace.

No es una opción resolver por qué indigna la mentira, que está tan difundida como el agua. Habrá tantas razones como indignados, y es vano tratar de clasificarlas. También lo es el intento de establecer tipos de falsedades, una empresa que, por más que su fracaso se vea como obvio, fue obviamente intentada muchas veces. Agustín de Hipona, más conocido por su nombre artístico de santo, desglosó ocho categorías en su (para seguir con obviedades) Sobre la mentira. En ese catálogo, cinco son reprobables sin miramientos y tres no lo son tanto. Parece decisivo, para él, qué tanto daña la mentira y cuánto beneficia (salvo, naturalmente, que se trate de una cuestión de religión). Su colega Tomásarriesgó una variante más intensa y sostuvo que miente aun quien dice la verdad sin tener intención de hacerlo. Antes, Platón había sido más permisivo, y gustaba de presentar al mito como una variante de mentira piadosa, aprovechable por los políticos sin consecuencias éticas. Después, Kant fue terminante al descartar toda excepción al deber moral de no mentir, aun si cumplirlo a rajatabla comportara hacer el mal.

La mentira siempre tuvo mala prensa, y es probable que por eso nos resulte así de atractiva. Lo supo bien Carlo Lorenzini, quien se ocultó bajo el topónimo Collodi en honor al pueblo de su primera niñez. El toscano redactó las historias por entregas de su Pinocchio inspirado en partes de la vida de un tamborilero del ejército italiano que resultó herido en la cara y usaba una prótesis de madera para disimular la ausencia de nariz. El Tolstói menos famoso, Alekséi Nikoláyevich, tradujo Las aventuras de Pinocho al ruso y convirtió al muñeco animado en uno de los símbolos educativos más relevantes de la Unión Soviética. El Tolstói notorio, Lev Nikoláyevich (quien, por cierto, fue el autor de la primera versión moderna del cuento «Pedro y el lobo»), insistió en que el principal perjudicado por la mentira es quien la profiere. De esto sabía el médico británico Richard Alan John Asher cuando echó mano a la historia de Karl Friedrich Hieronymus, barón de Münchhausen, para dar nombre a la enfermedad que conlleva fingir síntomas para pasar por enfermo. El síndrome de Münchhausen no se llama así porque el barón lo padeciera, sino porque él era un fabulador fabuloso que no vacilaba en hacerse protagonista de hazañas fastuosas. Entre muchas otras, y con su labia como único aval, cabalgó balas de cañón, se valió del estómago de una ballena como medio de transporte subacuático, pudo salir de una ciénaga trepando por su propia trenza y visitó la Luna más de una vez. Con una hache de menos y sin diéresis, Munchausen cumplió su destino de personaje de ficción gracias a la prosa del bibliotecario angloalemán Rudolf Erich Raspe. El libro de Raspe se llamó Relato que hace el Barón de Munchausen de sus campañas y viajes maravillosos por Rusia. La historia de Münchhausen fue llevada al cine en, al menos, seis oportunidades a lo largo del siglo xx. Pero su versión más hermosa, aunque oblicua, se la debemos a Tim Burton y su Big Fish.

El barón viajero fue entrañable. Sin embargo, el lugar del más simpático entre los mentirosos ilustres se lo disputa el poeta Epiménides. Eso, como mínimo, por tres razones. Para empezar, su propia existencia es debatida. Para seguir, su anécdota más épica es de entidad dudosa: se cuenta que durmió durante cincuenta y siete años (de los ciento cincuenta y seis o doscientos noventa y ocho que habría vivido, según la fuente) en una cueva oscura y que, al salir, toda la sabiduría del mundo era suya. Por último, su aporte más relevante para la ciencia es una falsedad bien especial. En una tarde soleada parecida a aquella en la que comenzó su siesta legendaria, Epiménides se paró sobre una roca enorme para dirigirse a sus conciudadanos y pronunció su frase más célebre: «Todos los cretenses son mentirosos». La cuestión problemática para él fue que su público era cretense. La cuestión problemática para la lógica es que él también lo era: había nacido en Cnosos, la ciudad ubicada en la costa boreal de la isla donde Teseo se dejó orientar en procura del Minotauro. Por lo primero, el filósofo salvó apenas su pellejo. Por lo segundo, ocupó la boca de profesores y los oídos de alumnos de filosofía durante más de veinticinco siglos. Es que, si lo afirmado por Epiménides fuese verdadero, entonces sería falso: él, en tanto cretense, estaría mintiendo. Si, en cambio, fuese falso, estaría proclamando una verdad, y su afirmación sería un ejemplo de sí misma. Por lo común, se toma este caso como una paradoja: un razonamiento que sorprende porque, a pesar de su apariencia sólida, conduce de manera inevitable a una conclusión contraria al sentido común. No falta quien sostiene que la frase de Epiménides es una paradoja falsa. Esto, con seguridad, la hace más interesante.

Con todo, parece legítimo preguntarnos si la sinceridad es ya no probable (que lo es poco), sino posible. Hoy se cree que el cerebro es el primer mentiroso, capaz de crear sucesos pasados que nunca sucedieron para empujarnos a sobrevivir. La psicóloga conductista, matemática y polemista angelinaElizabeth F. Loftus ha estudiado de sobra la maleabilidad de la memoria. Sus ideas y sus experimentos son tan controvertidos (han llegado a costarle una posición en la Universidad de Seattle) como movilizadores (asegura que es posible implantar recuerdos). Si algo está claro es que, en tiempos de hologramas de bolsillo, ya no cuenta eso de ver para creer.
https://www.jotdown.es/2018/09/mentirosos-y-mentidos/
 
Colaboración. Rita Indiana: Hecho en Saturno



Idioma original:
español
Año de publicación: 2018
Valoración: Muy recomendable

Con frecuencia, la imagen goyesca de Saturno devorando a sus hijos ha servido para pensar lo sucedido con las revoluciones a lo largo de la historia. Sin embargo, no es tan frecuente encontrar a este Cronos comiéndose a los hijos de una izquierda que no conquistó el poder. O al menos no lo hizo desde la épica triunfalista de los mitos revolucionarios. Tal es el caso, sin embargo, de la última novela de la dominicana Rita Indiana. Hecho en Saturno nos ofrece la perspectiva de Argenis Luna, un artista heroinómano, cuyo padre, una mítica figura del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), lo envía a Cuba para una estancia de desintoxicación. A Argenis ya lo conocíamos por una novela anterior (La Mucama de Omicunlé), por lo que de entrada podríamos definirlo como una catástrofe andante venida del ruido y la furia de los años noventa. Y es precisamente su “indisciplina”, labrada por la adicción, la que nos da acceso a situaciones risibles y crueles tanto en Cuba como en la República Dominicana, una vez que regresa a su país.

Bajo el tono tragicómico de la narración, transitamos los recuerdos de infancia de Argenis y un presente habitado por funcionarios de gobierno y jóvenes que se debaten entre lo underground y el acomodo al próspero mundo de los padres. Toda la grandilocuencia revolucionaria de figuras en el poder como el papá de Argenis, otrora protagonista de la Revolución de Abril (1965) y de la resistencia contra el régimen de Joaquín Balaguer (1966-1978), se desarma frente a la desigualdad imperante, los pactos bajo la mesa, el autoritarismo y lucro ilimitados de la élite política. Los mayores son “elegidos”, venidos del “tiempo de los dioses y de los héroes” que “se habían convertido en rumiantes”: compañeros de militancia vestidos de Armani, apertrechados con botellas de Black Label, en un mundo machista donde las tramoyas político-económicas rayan lo esperpéntico.

No obstante, la novela no es el relato sobre el derrumbe de una izquierda que alguna vez idealizamos sino, sobre todo, un intento por ajustar cuentas con una generación que se empeñó en aplicar una pedagogía en la que detrás de las consignas hubo mucho de narcisismo, egoísmo, indiferencia y abandono hacia unos hijos que merecían al menos cierta coherencia ética de sus progenitores. A Argenis apenas le asiste la certidumbre de que su padre le debía poco y todo: desde un par de zapatos hasta su propia vida. Hecho en Saturno podría ser,entonces, la ficción de un parricidio irresuelto, el intento por aligerar la carga de un Cronos que permanece como resentimiento, inestabilidad y desilusión en muchos de sus hijos. La turbadora figura del padre no es nueva en la obra de Rita Indiana. De hecho, esta novela podría funcionar como una re-escritura de su primera Papi (2005).

Del padre gansteril venido de Nueva York que cada tanto se asoma con su prestigio monstruoso, pasamos al padre gansteril venido del PLD que cada tanto se asoma a la vida de Argenis. Sin embargo, en un mundo de papás ausentes y/o calamitosos como el caribeño, siempre persisten las madres, tías y abuelas. Esta obra no es la excepción. Ajenas a los afiches desteñidos del Che, las megalomanías de los viejos militantes y sus corruptelas gubernamentales, son ellas quienes ofrecen soporte y cariño a Argenis desde los pequeños espacios de la supervivencia diaria.

En consonancia con el protagonista, esta obra es juguetonamente irreverente por lo que se atreve a abordar. Pocas veces la literatura latinoamericana, con excepciones como la cubana, se atreve a mirar hacia adentro de la izquierda, concentrada como está en experiencias históricas en las que el problema siempre está del otro lado del espectro ideológico. Este hecho y la maestría de la escritora para evadir la moralina mediante un sentido agudo del ridículo, nos ofrecen una novela original, profunda y divertida.

Firmado: Magdalena López
http://unlibroaldia.blogspot.com/
 
Idioma original: ruso
Título original: Моя автобиография
Año de publicación: 2018
Valoración: Recomendable



Por una vez y sin que sirva de precedente, olvidémonos de la literatura. Esto es historia, y la más relevante a mi entender, la que nos acerca a gente corriente que ha adquirido cierta (y triste) notoriedad por haber dejado una humilde huella en lo que conocemos como Historia con mayúsculas. Se trata de un puzle reconstruido después de muchos años, a partir de retazos diversos (y dispersos), y gracias al esfuerzo de unas cuantas personas, que nos presenta la vida real, sin artificios, de una mujer singular que se empeñó en cambiar el futuro de un país o morir en el intento.
El volumen titulado Insumisa contiene un conjunto de documentos –editados por primera vez en castellano– de diversa procedencia, centrados en las andanzas, personalidad, ideas y padecimientos de un personaje único que, al margen de consideraciones éticas, hubiese merecido otra relevancia. Entre otros, contiene la confesión manuscrita de Yevguenia, las conclusiones que se extrajeron de ella, el testimonio de un testigo presencial y las indagaciones, muy posteriores, de una funcionaria de San Petersburgo. Estas últimas pretenden poner un poco de orden y sentido en un conglomerado de datos tan desorganizado como lleno de lagunas. Se agradecen también las notas a pie de página, imprescindibles para acercarnos al contexto.
Tanto su vida como sus ideas chocarán al lector actual, pero hay que situarse en los años veinte del siglo pasado y en un país tan agitado y cambiante como la Rusia del momento para entender lo que nos está contando Yevguenia. Se ve claramente que ella era un verso suelto, y probablemente lo hubiese sido en cualquier época, pero su manera de disentir respondía a unas circunstancias y una mentalidad muy alejadas de las nuestras. La Autobiografía alterna circunstancias de su vida con ese ideario peculiar que guió gran parte de sus actos. Consideraba que cualquier hombre es inocente, incluidos ladrones y asesinos, pues el único culpable es el poder; en su idea romántica de la marginación coincidía con los anarquistas de entonces. Desde muy joven quiso alejarse de la “apacible saciedad de la casa paterna”, se esforzó por pertenecer a la chusma, aprendió a robar, vivió a salto de mata, pasó hambre, se puso en peligro, practicó, incluso, las artes adivinatorias, por lo que dice, con bastante éxito. El relato recuerda por momentos a la picaresca más ingenua de nuestro Siglo de Oro y, si no fuera porque intuimos el amargo final que espera al personaje, a veces no podríamos evitar una sonrisa.
Se echa en falta mayor concreción, pero las circunstancias no se lo permitían. “… esta autobiografía no es para vosotros, investigadores. (Si pensara que nadie más la necesitase, ¡nunca me habría puesto a escribirla!). Simplemente quería dejar plasmada mi vida sobre el papel, y el papel no puedo conseguirlo en ningún otro sitio que no sea la División de Información e Investigación del campo”. Con esto queda claro quién estaba detrás de estas memorias. De ahí que en las cien páginas escasas que ocupan apenas mencione a su familia, no facilite ningún dato de nadie y pase velozmente por los hechos. Solo es concreta en dos aspectos: su ideario personal y las infracciones que cometió, de las que aporta todos los detalles: tiempo, lugar y circunstancias. Aunque resulta difícil de definir, se le podría considerar una agitadora política: escribía artículos en prensa y daba conferencias junto a su marido, siempre defendiendo una revolución muy alejada de la bolchevique que había llegado al poder. Se sirvió incluso de sus supuestas dotes de vidente cuando cayó en la cuenta de que sus predicciones podían contener mensajes políticos: “Añadiré que me entusiasmaba el cinismo picante de mi situación; ¡una antigua conferenciante antirreligiosa en el papel de echadora de la buenaventura!”. Aunque, como ella ya sabía, de adivina tenía poco: en la transcripción del interrogatorio llevado a cabo en enero de 1931 leemos: “Yo, desde luego, no dudaría en aceptar el apoyo de una intervención extranjera, pero la considero innecesaria, pues el “gobierno soviético” está tan podrido que no tardará en derrumbarse”. Le impidieron quedarse a comprobarlo pues, como estas palabras confirman, fue un ser valiente hasta la temeridad y profundamente idealista.
Como gran parte de lo que concierne a Yarovslávskaia son especulaciones con mayor o menor fundamento –incluso lo que ella misma confiesa en lo que denomina Autobiografía está lógicamente sesgado por el carácter peculiar de sus destinatarios– me aventuro a apuntar mi propia teoría. Puede que, de no haber estado casada con un disidente tan popular y combativo como el poeta Yaroslavski, y a pesar de todas sus incursiones, liderazgos delicuenciales etc., no hubiese acabado como acabó. Quizá, por el mero hecho de ser mujer, pocos se hubiesen interesado por su figura, habría pasado desapercibida, o casi, sus correrías se hubiesen considerado inofensivas travesuras y, después de algún corto periodo de cárcel, se la hubiese dejado en paz. Por otra parte –y ya que he empezado sigo especulando– quizá en la autobiografía haya cargado las tintas un poco. Teniendo en cuenta que poco antes, y en un intervalo muy corto, se había intentado su***dar tres veces –tanto por las insoportables condiciones de su prisión como por la reciente ejecución de su marido– no sería de extrañar que, con toda la intención, hubiese dado a sus verdugos argumentos suficientes para acabar con su vida sin dudarlo.

Traducción: Marta Rebón.

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Nikos Kavvadias: La guardia


Idioma original: Griego
Título original: Βάρδια
Año de publicación: 1954
Traducción: Natividad Gálvez
Valoración: Muy recomendable

Marinero. Poeta. Apenas narrador. La guardía es la única novela que nos dejó Nikos Kavvadías, así como tres relatos breves: Li, De la Guerra y A mi caballo. Como poeta resultó igual de parco, publicando dos libros en vida –Marabú en 1933 y Calima en 1947- y uno más –Través, en 1975- editado de manera póstuma. Su rasgo personal más evidente fue la condición de marino mercante y, en consecuencia, su manera de mirar y de contarlo; “En la ribera veo un marabú muy quieto,/ y mientras él me mira a su vez insistente,/ nos parecemos -creo-: estúpidos y solos”. Marabú, por cierto, le quedó como uno de los apodos con los que fue conocido. Nikos Kavvadías –aunque también transcrito como Kavadias o Cavadias- fue él mismo un personaje solitario, fantasioso y errante. Nacido en 1910 en Usuriisk, al norte de Vladivostok, en la porción de Manchuria dominada por los rusos, se embarcó por vez primera con veinte años y, con el paréntesis de la II Guerra Mundial, no volvió jamás a pasar demasiado tiempo en tierra firme.


La guardia está estructurada en tres partes. La primera lo hace como un diálogo entre un primer oficial y un radiotelegrafista –oficio de Nikos Kavvadías- en el turno de la guardia intermedia, la menos deseada por interrumpir sin remedio el sueño. Ambos se reencuentran dieciocho años después de un incidente con cuchillo de por medio a bordo del Pytheas, un carguero de quinientas toneladas con calderas y máquinas de vapor que navega desde Singapur hacia el Norte. Los turnos de guardia en el puente de mando dan pie a rememorar las vicisitudes compartidas a las que el tiempo ha despojado de rencor para dejarlas en recuerdos de trastadas y fechorías en travesías y puertos: en Beirut o en las islas Aleutianas, en Amberes o en Sydney, en Huelva o en Argel… En sus muelles, sus cabarets y pensiones, o en las cubiertas y camarotes de los barcos que navegaron. Historias de oficiales, mecánicos, peones, estibadores, guardas, prófugos, prost*tutas y madames, que parecen haber surgido de un cuadro de Jules Pascin. Personas que se inventan su personaje, que se ocultan tras máscaras para que heridas, fragilidades y traumas no sean demasiada desventaja en la lucha de todos contra todos que los más desvalidos disputan por sobrevivir. Y en la que, cuentan, el propio Kavvadías aportaba el complejo por su escaso tamaño y un físico de esos considerado como poco agradecido. De ahí, quizás, esa querencia por crear personajes fatales y feroces, marineros cosidos a tatuajes, tragos, marihuana, decepciones y traiciones: “A nosotros nos hacen falta los cuerpos celestes cuando se encuentran a determinados grados sobre el horizonte. Lo demás es cosa de los enamorados en los parques.


Por la segunda y la tercera parte de la novela desfilan más personajes de la tripulación y asistimos a nuevos detalles de la vida de los marinos mercantes, navegando hierros flotantes que deberían haber visitado hace tiempo el desguace y que son una actividad más hostil y sacrificada que el de los pasajeros, línea de negocio por la que no cabe si no el mayor de los desprecios. Aquí el relato adopta un tono más intimista y personal (“Escucha. Es como si rompiéramos un juguete para encontrar el resorte”) y son frecuentes las alusiones, fieles o exageradas, a detalles que podrían ser considerados como biografía del autor, en Grecia, en el Índico, por los mares de China; las familias de marineros de la isla jónica de Cefalonia de donde salieron sus progenitores o anécdotas como la de la cucaracha en una barra de pan que su padre se tragó diciendo que era una pasa de su isla para que no menguase su reputación como mercader de confianza, la adolescente que esquivó en Beirut la custodia que le habían confiado...


Nikos Kavvadías dejó de navegar unos pocos meses antes de fallecer en febrero de 1975 en Atenas: “Yo que deseé tanto que un día me enterraran / en algún mar profundo de las Indias lejanas / tendré una muerte triste y bastante normal / y un funeral de esos como toda la gente”. (Todos los versos aquí citados han sido traducidos por David Hernández de la Fuente). Un busto en su homenaje le recuerda en la orilla de ese mar que fue su vida, enArgostoli, en Cefalonia, junto a Ítaca. Por lo que cuentan, en Grecia sus poemas gozan de bastante popularidad gracias a las versiones de algunos músicos como Thanos Mikroutsikos.
http://unlibroaldia.blogspot.com/2018/09/nikos-kavvadias-la-guardia.html
 
Librerías con encanto: Librería Izquierdo
Publicado por Teresa Galarza
Fotografía: Concha Llopis Bayarri

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En el número 12 de la Gran Vía Fernando el Católico de Valencia, a diez minutos de la plaza de España, hace treinta y nueve años que abre sus puertas la Librería Izquierdo. Los anteriores cuarenta y dos años de su existencia, desde que se fundó en 1937, el local en que se ubicaba era otro, más modesto. Es la historia que nos cuentan Juan Izquierdo (Valencia, 1959) y Pilar Izquierdo (Valencia, 1977), los dos hermanos que hoy se ocupan de llevar el negocio. «Es una librería familiar», «nos piden recomendaciones», «te tiene que gustar estar entre libros porque si solo vas a hacer negocio, esto no va». Es una mañana de sábado y el sol se extiende por varios espacios del local mientras conversamos sobre el oficio del librero, el mercado editorial, tendencias, éxitos… de todo un poco.

¿Cuándo abrió la Librería Izquierdo? Contadme cómo surge la idea de abrir este negocio.

Juan: El negocio se fundó a raíz de un kiosco de prensa que tenía mi abuelo. En marzo del año pasado hicimos ochenta años. Del kiosco pasó a una pequeña planta baja y en el año 1979 nos vinimos al local que tenemos ahora.

Desde el abuelo, ¿habéis trabajado todos en la librería?

Pilar: Sí, todos.

Juan: Mi abuelo tenía dos hijos, pero uno falleció. Mi padre fue el que dio el paso de kiosco a librería.

Respecto a la organización de la librería, ¿qué criterio seguís?

Juan: Tenemos literatura, historia… un poco de todo y organizado por editoriales. En la entrada tenemos principalmente las novedades y los libros más vendidos. Es más una librería familiar.

¿Sois especialistas en algo en concreto? ¿Tenéis gustos diferentes?

Juan: No, la verdad es que tocamos de todo. Yo me decanto más por los libros y las revistas de historia, los de viajes y los de deportes.

Pilar: Si, por ejemplo, entra uno preguntando por la Segunda Guerra Mundial, puedo orientarle, y Juan más. De infantil estoy a tope ahora, y hay editoriales que me gustan más que otras, como Acantilado.

¿Cómo decidís cuáles son los libros que van en el escaparate?

Pilar: Tenemos dos escaparates. En uno hay mucho best seller, libros de autoayuda, que se venden mucho, y en el otro, editoriales más selectas y los libros de economía, sociología.

Juan: En el escaparate también tenemos las novedades, que, aunque se venden directamente por la publicidad que hay, las ponemos para que la gente vea que las tenemos. Si tienen que entrar a preguntar, la gente duda, si las ven en el escaparate, entran seguro.

¿Hay distribuidores o editoriales que se ofrecen a pagar para que los coloquéis bien?

Juan: A pagar, no. A decírtelo, sí. Te dicen, por ejemplo: «Va a venir el editor», entonces, por hacerle el favor al comercial, colocas sus libros. A veces aumentas algo las ventas y a veces no.

Con la relevancia del movimiento feminista, ¿os planteáis hacer discriminación positiva? ¿Tenéis más autores que sean hombres o mujeres?

Pilar: En el día de la mujer hacemos descuento. Tenemos casi todo lo que ha salido publicado a raíz de este último movimiento feminista, desde Chimamanda Ngozi Adichie, Rosa Montero, Virginie Despentes, Leticia Dolera y muchas más.

Juan: En realidad, tenemos más autores hombres, pero eso ya no es culpa nuestra. Hay ahora un movimiento feminista y en el escaparate ponemos los libros que comentaba mi hermana, sí, se puede considerar discriminación positiva.

Una librería se define más por lo que no tiene que por lo que tiene. ¿Estáis de acuerdo?

Juan: No. Nosotros procuramos tener de todo.

¿Qué criterios tenéis para seleccionar los libros?

Pilar: Normalmente el editor te manda un listado con las novedades y por experiencia sabemos lo que vendemos y lo que no en nuestra librería, ese es el criterio principal. Los comerciales de las grandes editoriales presentan las novedades a dos o tres meses vista. Por ejemplo, te presentan un libro de Pérez Reverte y, según lo que los libreros les piden, hacen la previsión de tirada para no pillarse las manos. Las distribuidoras y editoriales pequeñas, cada semana nos mandan un boletín de novedades por internet y Juan las selecciona. Algunas directamente te mandan el libro.

¿Qué formación necesita tener alguien que quiera trabajar o montar una librería?

Pilar: Te tiene que gustar estar entre libros, porque, si solo vas a hacer negocio, esto no va. Hay muchos clientes que te dicen: «Recomiéndame un libro», y para eso hay que saber, tener ganas, experiencia y conocimientos en el sector. Pero no hay ninguna formación especial.

¿Qué tipos de lectores tenéis? ¿Os piden recomendaciones o actúan como en las grandes superficies?

Pilar: Nos piden recomendaciones. Mi hermano puede recomendarte un libro y acertar al cien por cien, por su experiencia.

En los centros de educación secundaria obligatoria y bachillerato hay programas de fomento de la lectura. ¿Están teniendo éxito en vuestra opinión? ¿Veis lectores jóvenes?

Juan: No, a los jóvenes les cuesta muchísimo leer. Los planes no tienen éxito, pero si los obligan a leer, leen. El problema es que hay muchos hobbies entre los que elegir y con tanta diversidad se diluye la lectura.

Pilar: Les obligan a leer lo que me obligaban a mí. La Celestina, el Quijote, a veces adaptados. Aunque está claro que tienen que leer literatura clásica, tendrían que abrir los ojos a la literatura más actual mandándoles que lean algo de Saramago, Sampedro, Vargas Llosa, cambiar un poco el chip.

Si entra un estudiante de secundaria diciendo que tiene que hacer un trabajo sobre biología o historia, ¿le podéis ayudar? ¿Cuál es el papel del librero en la sociedad?

Juan: Sí, le podemos orientar en qué libro le puede ir perfectamente. Lo que pasa es que cada vez buscan menos el libro para hacer el trabajo, lo tienen todo por internet. Antes había una biblioteca didáctica pequeñita, eran monográficos y estaba muy bien. De eso ya no hay, no se vende y no se publica.

¿Se lee más o menos que antes?

Pilar: La gente con el móvil se entretiene y lee mucho: artículos, entrevistas, cosas puntuales de ocio, pero no libros.

Juan: Cada vez vivimos más deprisa y la gente tiene menos tiempo. La gente también quiere todo rápido. Para lo que sí creo que valen las tablet o el libro electrónico es para seleccionar. Mucha gente se queja de los precios y lo que hacen es que se descargan el libro, lo empiezan a leer y, si les gusta, lo compran en papel.

¿Cómo clasificáis a los lectores?

Pilar: El que ha leído mucho y ha probado el digital lee mucho libro digital, pero de vez en cuando le gusta comprarse uno en papel. Y luego está el que no toca el digital para nada.

Juan: Tenemos varios clientes que antes compraban bastante, pero se han pasado a digital por la cuestión económica. Los comerciales que vienen y que trabajan el digital dicen que cada día se vende más digital, pero no es verdad, se lo descarga la gente gratis.

Y respecto a las editoriales, ¿cuáles os gustan?

Pilar: Me gustan los autores que editan Impedimenta, Acantilado, Blackie Books, Anagrama,Salamandra... Tusquets, que ahora la ha comprado Planeta, también. Cuando una gran editorial como Planeta detecta que hay un autor que empieza a vender más de lo normal, enseguida intentan quedarse con lo que escriba a partir de ahí o con el sello entero. Con Harry Potter no lo consiguieron.

Juan: Alianza también, tiene buenos libros y buenas portadas, es una editorial bastante cuidada desde hace muchísimo tiempo. Sobre lo que comenta Pilar, hace unos meses Penguin Random House compró Ediciones B. Ediciones B surgió de Bruguera, que era una editorial bastante buena con mucho libro juvenil y libro de bolsillo, pero que con el tiempo se fue un poco a pique. La compró alguien y la lanzaron como Ediciones B. Ahora el grupo Penguin Random House la ha absorbido. Hace años Plaza & Janés, que es del grupo Penguin Random House, nos invitó a varios libreros a una comida con Matilde Asensi, cuando escribió El último catón, que tuvo un éxito tremendo. Plaza & Janés levantó a esta autora, y entonces Planeta vio que esta mujer era un filón y se fue a por ella. Otra cosa que quiero decir es que llega el Premio Planeta, ¿y a quién le dan el Premio Planeta? Pues a uno de dentro del grupo que quieren hacer grande o a alguien que quieren absorber. Eso lleva años pasando. Entiendo que es su inversión, y que está mal el negocio de los libros.

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Hay casos en los que una editorial publica a un autor desconocido de gran calidad que pasa totalmente desapercibido. ¿Cómo logra una editorial tener credibilidad?

Juan: Siempre pasa igual. Un ejemplo, Alicia Giménez Bartlett, muy buena escritora de género. Donde nadie te encuentre, Premio Nadal de Novela 2011, Destino, Grupo Planeta. En 2015, Premio Planeta con Hombres desnudos, y porque no hay otro premio más grande. Los libros son buenos, por supuesto, pero con los premios consiguen bastante credibilidad.

La editorial, ¿cómo se las apaña para afianzarse?

Juan: Las editoriales pequeñas intentan publicar gente nueva para ver si les sale bien. Si eso les pasa con dos o tres autores, la gente piensa: «¡Uy!, esta editorial sabe captar buenos autores», y entonces es cuando la gente empieza a buscar libros de esa editorial porque creen que pueden ser buenos autores.

Cuando una editorial os manda un libro que no queréis vender, ¿cómo se lo toman? ¿Os pasa mucho?

Pilar: Seleccionamos nosotros. Pero, claro, tienen libros puntuales que quieren que saquemos. Normalmente no nos negamos a venderlos, lo que pasa es que hay libros que en nuestra librería no tienen punto de venta. Muchas veces veo que el libro no se va a vender, pero nunca les digo que no, lo intento vender.

Murió Carmen Balcells, murió Jaume Vallcorba, Toni López Lamadrid… Y se afianzan editoriales como Blackie Books, Impedimenta y Malpaso. ¿Cómo veis estos cambios?

Juan: Son editoriales más pequeñas, pero están entrando en el mercado. Libros del Asteroide, Funambulista… Funambulista, por ejemplo, es una editorial que tiene unas portadas muy parecidas a Impedimenta, cogen autores no de primera fila o autores extranjeros y los publican con buenas portadas. Creo que las nuevas editoriales se sostienen encontrando autores menos conocidos y arriesgando, a ver los que gustan y los que no. A mí, estas nuevas editoriales me gustan. Casi todas las lleva un distribuidor de Madrid que se llama UDL.

En esta librería, ¿tenéis la novela La librería, de Penelope Fitzgerald?

Pilar: Sí, desde que salió. Ahora con la película la ha comprado todo tipo de gente.

Juan: Es un libro de goteo continuo. Eso pasa con más libros. Hay un autor, que a mi padre le ha gustado mucho y el hombre siempre lo recomienda, Stefan Zweig, que lo publica Acantilado. Cuando era menos conocido estaba en Juventud, pero luego Acantilado lo recuperó y las traducciones son buenas. El año pasado hicieron una película de Zweig y lo compró todo el mundo. Hacen una película o una serie y suele moverse bastante la venta del libro.

¿Qué opinión os merecen los premios literarios en España? ¿Entendéis las decisiones?

Juan: Tengo una opinión, pero igual no gusta. Los Premios Planeta para mí son una operación de marketing, aparte de una exageración de premio a nivel económico. Mi padre está en contra porque nunca lo han invitado [risas]. Antiguamente venía un delegado de Planeta una vez al año, y mi padre le comentó que con el dineral que se gastan en un Premio Planeta no costaba nada seleccionar un grupo de librerías, una por provincia en España, invitar cada año a una y sentarlos en una mesa de libreros. Los libreros somos también parte del engranaje. Pero nada. Dentro del grupo Planeta hay varios premios, el Premio Lara de Novela, un Premio Espasa, uno a novela y otro a ensayo. Hay premios continuamente, pero yo creo que el premio se vende dependiendo del autor. Otras veces es todavía más aleatorio, como ocurre, por ejemplo, con el Princesa de Asturias, porque lo suelen dar a un autor desconocido. Prefiero los premios a una carrera de autor, no a un libro, el Premio Cervantes, el Princesa de Asturias, el Premio Nobel.

Los premios, ¿se venden mucho más?

Pilar: No siempre. El premio se vende, pega un tironcito de ventas, el editor se frota las manos, la gente dice: «Me voy a comprar un libro del que ha ganado el Nobel», pero, si luego no gusta, la venta se para y no se vende mucho más. La autora Svetlana Aleksiévich, que es una periodista, fue Premio Nobelhace tres años, escribe de la guerra de Ucrania y los conflictos de la zona, gustó, se ha vendido muchísimo, es un ejemplo de Premio Nobel que ha descubierto el autor a unos nuevos lectores.

¿Hay boom de poesía?

Pilar: Sí, para los jovencitos con la Editorial Frida. Esta editorial se mueve a través de YouTube. Imagino que saldrá un youtuber y pondrá sus poemitas en las redes sociales, entonces lo ven quinceañeros y vende un montón. Por lo menos leen algo. Hay un youtuber que me gusta, Defreds, que lo ha captado Planeta.

Todavía se comenta lo asombroso que es cómo ha caído la venta de libros. ¿Cuánto va a durar la crisis en el mercado del libro?

Juan: ¿Cuánto va a durar? Las crisis duran un periodo corto por definición, y esto no va a remontar nunca. Hay otros hobbies, la gente se descarga libros y los jóvenes cada día leen menos. Una crisis puede durar dos o tres años, pero cuando una cosa dura diez años ya no es crisis. Subsiste pero ya no remonta el vuelo. Es el cambio de la sociedad que está ocurriendo.

Sin embargo, han salido editoriales nuevas.

Juan: Sí, hay editoriales nuevas. Ahora hay máquinas que te pueden hacer doscientos libros y así tienen pocas devoluciones. Además, trabajan haciendo una preventa, por ejemplo, yo tengo que pedirles los libros que yo creo que pueden salir de mi librería, ¿ellos qué hacen? Imprimir los libros según lo que los libreros les han pedido. Si un libro pega, hay un momento en que se quedan sin nada, pero es un momento, porque se imprimen enseguida y además el coste no es alto.

En una entrevista que hicimos en Jot Down a Fernando Iwasaki le preguntamos si la culpa del cierre de las pequeñas librerías es de las grandes cadenas o de la educación escolar y universitaria, y contestó: «No descartemos los periódicos y los kioscos, que regalando libros dieron la puntilla a las pequeñas librerías». Vosotros siempre habéis vendido prensa.

Juan: Los periódicos nunca han regalado libros, lo que han hecho ha sido venderlos juntos. Nosotros empezamos con un kiosco y mi padre empezó a vender libros que le pedía la gente del barrio.

Pilar: Negocios que hayan derivado de kiosco a librería hay muy pocos. A nosotros no nos afecta mucho, los kioscos suelen vender Los pilares de la tierra y cuatro best sellers puntuales.

A vosotros la crisis no os ha afectado.

Juan: Aquí en Valencia los más viejos somos Soriano y yo. Soriano y mi abuelo eran amigos, los dos empezaron igual. Cuando la prensa venía en tren desde Madrid y el tren llegaba tarde, a veces se turnaban para no dejar la tienda sola: «Quédate tú, Juan», o «Quédate, tú, Isidro». Soriano fue valiente y le ha ido bien. Pero no le doy la razón a Iwasaki, nosotros nos hemos hecho libreros y no hemos chafado a nadie, chafar quiere chafar Amazon y no solo libros, sino todo.

En librerías, vuestra competencia no es Amazon, es La Casa del Libro, que es quien más vende online.

Juan: Sí, además eso lo sabes porque son los que mejor se posicionan en internet.

Pilar: Es competencia en venta por internet. Pero muchas veces la gente lo ve en internet, y luego va a la tienda y no lo tienen físicamente, hay que pedirlo.

¿Qué hacéis para vender? ¿Participáis en ferias del libro? ¿Hacéis presentaciones o alguna actividad?

Juan: No. El ideal en una feria es que tu caseta sea de Acantilado, la de al lado sea de Impedimenta… porque si tú tienes todo y el de al lado tiene lo mismo, ¿a quién le compran? Las casetas tendrían que estar organizadas por temáticas o por editoriales, que no haya cuatro casetas iguales.

En las presentaciones no se vende mucho, ¿no?

Juan: No lo sé. ¿Ocho o diez libros? La gente a las firmas suele ir con el libro comprado ya.

Pero te sirve para hacer publicidad en las redes sociales, porque las fotos se publican en Facebook…

Juan: Puede ser, eso sí.

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He visto que tenéis página de Facebook, pero ¿aprovecháis más redes sociales?

Pilar: Es un filón que hay que aprovechar porque o estás ahí o no eres nadie.

La prensa en digital se lee mucho más que en papel, ¿y los libros?

Juan: Totalmente, la prensa de papel está muerta. Los libros, no. Hay editores que no venden libros digitales. Un ejemplo, un estudiante necesita un libro que se ha agotado, se lo fotocopia y le cuesta más que el libro. En el digital ocurre al contrario, un libro digital vale de cuatro a ocho euros, pero cuando te lo descargas pirateado te sale gratis. Por eso las editoriales siguen vendiendo más papel, no les conviene sacar el digital.

Pilar: Hay una cultura del «todo gratis» que es muy peligrosa. Pero a partir de una edad prefieren el papel.

Bastantes editores dicen que el digital no es competencia al papel, sin embargo, las ventas del libro de bolsillo sí que han caído. ¿Hay relación?

Juan: Creo que no ha caído la venta del libro del bolsillo, lo que pasa es que el bolsillo tiene movimiento de año, cuando llega el verano la gente se compra más bolsillo porque tienen más tiempo para leer, pesa menos para llevárselo de viaje en el tren, a la playa…

Para que una librería sea rentable, ¿hace falta poner una cafetería dentro?

Juan: [Risas] No, tenemos una al lado. Entiendo que es una forma de atraer a la gente, pero muchas de esas librerías han cerrado.

¿Cómo ha cambiado el paisaje de librerías en Valencia?

Juan: Han cerrado más librerías de las que han abierto. Hay algunas que han probado a poner café-librería, librería con presentación, librería con manualidades o actividades de tipo extraescolar para juntar gente.

¿Qué margen se llevan las librerías?

Juan: Normalmente un 30%, aunque algunos te dan solo el 25%. Luego, según niveles de ventas; por ejemplo, en libros de bolsillo a veces Planeta o Penguin Random House nos dicen: «Si nos compras tantos libros te damos un 5% más», por tanto es variable también según la cantidad que les compres, por lo que, cuando llegan a las grandes superficies, estas, por su nivel de compras, pueden apretar al distribuidor y al editor. Una jugada que hacen a los editores y distribuidores es que se sacan ellos las cuentas. Yo, cuando cierra el mes, al distribuidor tengo que pagarle a mes vencido o al mes siguiente, y los grandes almacenes, si les va mal, dicen: «Te he hecho una devolución y con eso te pago el siguiente». Encima consiguen más descuentos. Me contaba el comercial de Martin Fierro que los libros Taschen, que son libros caros y que, cuando me los dan a mí, a Soriano o a París Valencia, los tratamos con mimo, en las grandes superficies los tienen en pilas y hechos polvo. Entonces, llega un momento en que le devuelven al distribuidor el libro hecho polvo y luego el editor le dice al distribuidor: «Este libro a mí no me lo devuelvas así», con lo cual el distribuidor se tiene que tragar el libro.

¿Qué eventos culturales os gustan de Valencia? ¿Cuáles echáis en falta?

Pilar: El World Press Photo, La Valencia Negra. En Valencia haría falta algo como hay en Madrid: laFeria del Libro Antiguo y de Ocasión de la Cuesta de Moyano, que son libros que no se encuentran y hay que ir sí o sí a segunda mano. Como la feria del libro de ocasión que ponen en Marqués del Turia en marzo y que dura un mes pero de manera permanente, aunque fuera los domingos.

Juan: Sí, una feria local todos los domingos. Antiguamente, en la plaza Nápoles y Sicilia ponían un rastro y allí había libros de todo tipo, viejos, usados, nuevos. Los locales de libros de viejo han cerrado. Y la gente cuando más tiempo tiene es los sábados y domingos, así que eso iría bien.

Roberto Bolaño nombró como algunos de los mejores escritores del siglo XX a Georges Perec, Philip K. Dick, Jorge Luis Borges, Mario Levrero. ¿Cuáles son los mejores en vuestra opinión?

Juan: Miguel Delibes, Sampedro, Philip K. Dick, Asimov.

Pilar: Saramago, Zweig.

¿Qué libros habéis vendido más en el último año? ¿Tenéis algún caso excepcional?

Pilar: Patria.

Juan: Hacía años que no se vendía un libro tanto a diario. El Código Da Vinci fue otro fenómeno. Patrialo ha comprado gente que ni siquiera está muy interesada en el tema, por curiosidad a raíz del éxito que ha tenido.

Borges decía que en la literatura hay esencialmente cinco temas: la infancia, la memoria, el exilio, la muerte y el amor. ¿Estáis de acuerdo?

Juan: Sí, y yo incluiría otro, la guerra. Se sacan muchísimos libros sobre la guerra y se venden. No por morbosidad por lo que sucede en las guerras, sino más a nivel histórico, la gente quiere enterarse y conocer. El tema de la guerra mueve mucho libro.

¿Está sobrevalorado El principito?

Juan: El principito lo hemos vendido mucho a raíz de la película de dibujos. Está adaptado y, aun así, hay gente que te dice: «¿No tienes El principito para bebés o para mi hijo que tiene cuatro años?». Hay libros que están sobrevalorados, ese es quizás uno.

Pilar: Para mí sí está sobrevalorado, totalmente. Los colegios deberían fijarse también en los niños a los que les gusta leer. Si les gusta, por ejemplo, Futbolísimos, Harry Potter o Los juegos del hambre, dentro de unos años seguirán leyendo, pero si les dan «libros lomos» desde los trece años, al final no leen.

¿Se merece Murakami el Premio Nobel? ¿Y Javier Marías?

Juan: Murakami suena continuamente. Pero ¿cómo puedes dar un premio a un libro japonés si no lees japonés? Leemos traducciones del inglés. ¿Ponen en el jurado a alguien que sepa japonés?

Pilar: A Javier Marías no lo veo como Premio Nobel, pero puede ser que se lo merezca. Este año hemos vendido muchos libros de él, sobre todo el de Berta Isla. Aparte de que lo hayan publicitado, ha sido también por el boca-oreja, porque empezó muy lento y ha ido cada vez a más, lo hemos vendido más que otros de sus últimos libros.

Un libro que haya tenido éxito y que no os haya gustado.

Pilar: El niño con el pijama de rayas no me gustó nada. Que te cuenten una fabulita de un niño judío que se hace amigo del hijo del nazi que vive al lado del campo de concentración lo que hace es banalizar.

Un libro que recomendéis a los lectores de Jot Down.

Pilar: En juvenil, Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes, de la Editorial Destino, que habla de mujeres que han luchado por conseguir sus objetivos, y Momentos estelares de la humanidad,de Stefan Zweig.

Juan: Instrumental, de James Rhodes, y A través de mis pequeños ojos, de Emilio Ortiz, que es una preciosidad de libro para amantes de los animales.

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https://www.jotdown.es/2018/09/librerias-con-encanto-libreria-izquierdo/
 
La historia del prolífico cuentista devorado por el conde Drácula
Páginas de Espuma publica el volumen más completo de los relatos de Bram Stoker
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J. A. AUNIÓN
Madrid 20 SEP 2018 - 22:48 CEST
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El escritor irlandés Bram Stoker. GETTY
El voraz gusto del conde Drácula por la sangre fresca ha dejado un interminable reguero de víctimas, empezando por su propio creador, el autor irlandés Bram Stoker (1847-1912), cuya obra ha quedado sepultada bajo su personaje, uno de los mayores iconos de la cultura popular. Para algunos, se trata de un olvido merecido —Rodrigo Fresán se refirió a él hace unos años en este diario como un “creador flojo” con “una obra genial”—, pero para otros es totalmente injusto, pues defienden a un escritor con una decena de novelas, poemas, adaptaciones teatrales, crónicas y artículos que, entre otras cosas, “cultivó de manera exquisita y afortunada la narrativa breve”.

Eso es lo que dice la contraportada de la recién salida edición de Páginas de Espuma de los Cuentos completos de Bram Stoker, que incluye los tres libros de relatos que publicó y otros 27 textos que fueron viendo la luz a lo largo de los años en periódicos y otras publicaciones. Estos últimos han sido el resultado de un colosal esfuerzo de búsqueda en obras dispersas y archivos digitales que les llevó hasta cinco cuentos que no se habían vuelto a publicar desde que se difundieron en varios diarios británicos y estadounidenses: se titulan Nuestra nueva casa, La noche en la ciénaga ambulante, Un trapo amarillo, La historia del senador Quay y Al rescate.

El especialista Antonio Sanz Egea ha hecho ese trabajo, complicado todavía más, explica, por el hecho de que no existe ninguna edición canónica en inglés que reúna los cuentos de Stoker. Eso convierte este libro de Páginas de Espuma si no en la obra completa —dada la dificultad y las carencias—, sí en la obra más completa de cuentos de Stoker, señala Juan Casamayor, director de Páginas de Espuma. La traducción la ha hecho Jon Bilbao.

Sanz Egea insiste en que los relatos de Stoker pueden empujar hasta a los más críticos a revisar su idea sobre el autor. Por su calidad y por su enorme variedad, con cuentos de fantasía, de amor, relatos históricos y realistas autorreferenciales, historias de aventuras y piratas que recuerdan a Stevenson o a Conrad y también, por supuesto, vampiros y terror gótico al estilo de Poe, explica el especialista. Unos textos que también pueden llenar algunos de los grandes huecos de la biografía de Abraham (Bram) Stoker, que hizo una cuidadosa selección de las cartas y pasajes biográficos que no quería que quedaran para la posteridad.

Se sabe que, de niño, estuvo años postrado en la cama de su casa de Dublín por culpa de una enfermedad —se desconoce cuál— que le unió de manera muy especial con su madre, Charlotte Thornley, una aguerrida mujer nacida en un pequeño condado al noroeste de Irlanda que vivió experiencias terribles en su juventud; por ejemplo, a los 14 años le cortó el brazo a un intruso que trataba de entrar en su casa. Charlotte enseñó a su hijo a leer y a escribir mientras le contaba historias folclóricas de duendes y de magia, como las que impregnan El país bajo el ocaso, su primer libro de cuentos, publicado en 1881.

Para entonces, el enfermizo muchacho ya se había convertido en un gran atleta, había pasado con más pena que gloria por la Universidad, se había convertido en crítico teatral, casado con Florence Balcombe —exnovia de Oscar Wilde—, y se había mudado a Londres para llevar el Lyceum, el teatro de su amigo el gran actor Henry Irving. Una tarea, esta última, que le consumió —literalmente, con jornadas de lunes a domingo que terminaban muchas veces durmiendo en la oficina— durante casi tres décadas.

Y que le hizo dejar en segundo plano su carrera de escritor, aunque en ese tiempo publicó su gran obra, Drácula (1897). De hecho, aunque no le dedicara mucha atención, opina Sanz Egea que debió de escribir entonces la mayor parte de la obra que publicaría después, cuando la muerte de Irving, el ocaso del teatro y su mala salud le obligaron a buscar en la literatura su sustento. Así vio la luz en 1908 su segundo libro de cuentos, una notable obra que juega con la realidad y la ficción titulada Atrapados en la nieve: crónica de una gira teatral. En ella, los miembros de una compañía atrapados por el temporal van contando vivencias que se convierten en cada uno de los relatos.

El invitado de Drácula y otros relatos inquietantes, cuyo título deja poco lugar a las dudas sobre la temática, fue publicado por su mujer en 1914, dos años después de la muerte del escritor y justo cuando Drácula, que hasta entonces había sido una obra de bastante éxito, se empezó a convertir en el icono universal que es hoy.
https://elpais.com/cultura/2018/09/20/actualidad/1537466808_400238.html
 
Juan Villoro: La utilidad del deseo



Idioma original:
español
Año de publicación: 2018
Valoración: muy recomendable

Si fuera por mí me quedaba encerrado en casa con libros como estos. Luego saldría a la biblioteca (ciento cincuenta asequibles metros con pocos tramos irradiados por el implacable Sol del agosto barcelonés) y me aprovisionaría de algunas de sus recomendaciones. Le diría a mi familia que comprobaron de vez en cuando que estoy vivo y no necesito nada y, acabado el tour de force, de ahí saldría una bestia literaria capaz de desafíos del más alto nivel, al menos en lo concerniente a lo tratado en este libro.

Lo dije, creo, cuando reseñé Arrecife y, de hecho, creo haber leído algún párrafo en este La utilidad del deseo en que el escritor mexicano reconoce esa circunstancia, repito, dije que el mejor Villoro está en sus ensayos y en sus crónicas. Le pasa a Jorge Carrión, también, y sucede que no pasa nada porque eso sea así, y que eso no desmerece ni al uno ni al otro, y no voy a apelar a la funcionalidad sino al mero hecho de que los buenos escritores no abundan como para renunciar a ellos por el hecho de que no sean tan brillantes como creadores de tramas que como instrumentistas de lo que pasa por la cabeza.
Juan Villoro tira y mucho de oficio en este volumen, con tres partes diferenciadas: la primera, entregada a la literatura europea clásica, brillantísimos párrafos los que dedica a Defoe antes de quedar prácticamente acaparado por los rusos, Gógol y Dostoievski son objeto de veneración y profundo estudio. La segunda, algo más inasequible al lector promedio, Villoro la dedica al ensalzamiento de algunos escritores (no todos excesivamente célebres fuera del ámbito especializado) de su país, México, como López Velarde, Monsiváis o Ibargüengoitia, y en la tercera toma objetivos más dispares que incluyen comentarios acerca de los géneros infantil y juvenil, que el propio Villoro ha cultivado.
Siempre defenderé esta clase de libros. Incluso cuando Villoro transita por sendas más eruditas y se dedica a la especulación crítica a la que la inmensa mayoría de los lectores son lógicamente incapaces, tal es su capacidad de análisis y su bagaje, el lector interesado sacará ideas y verá su curiosidad excitada y, perdonad que me repita, visitas a la biblioteca pública o particular o a los estantes de las librerías y atención a autores en que nunca se había reparado partirán de la estimulación que estas páginas emanan. Puede que si eres quien usa un libro para atenuar la espera del autobús o acelerar la entrada en el sueño esto no te diga nada, pero para todo lo que empiece a poder definirse como pasión lectora, este es otro libro indicado.
http://unlibroaldia.blogspot.com/2018/09/juan-villoro-la-utilidad-del-deseo.html
 
Neil Gaiman: American Gods


Idioma original: inglés
Título original: American Gods
Año de publicación: 2001; edición (ampliada) del X aniversario: 2011
Traducción: Mónica Faerna
Valoración: muy recomendable


Los dioses perecen si los mortales no les adoramos: ésta es la premisa que atraviesa toda esta novela de Neil Gaiman. Es más, los dioses no existirían si los humanos no los hubiésemos creado y sólo existen en la medida que creemos en ellos, como cualquier otra criatura de ficción (incluso, añado, los dioses del monoteísmo, si es que no son el mismo, que han tenido tanto éxito en los últimos siglos. Que vayan tomando nota...).

Los dioses, pues, viven y mueren entre nosotros. pero, al parecer, lo tienen un poco más difícil en los Estados Unidos de América, un país singularmente refractario a los dioses antiguos, que deben sobrevivir allí como timadores, taxistas, funerarios o prost*tutas... Este es el mundo extraño y clandestino en el que se ve introducido Sombra (¿a qué se debe la traducción de Shadow, pregunto yo? ¿Y ya puestos, a qué se debe la no traducción del título de la novela?), un tipo que acaba de salir de la cárcel, cuando empieza a trabajar para el señor Wednesday -en este caso, la no traducción por "Miércoles" sí que tiene explicación-, un enigmático individuo que conoce en el vuelo de vuelta a casa. Y se ve metido de lleno también en los prolegómenos de una guerra secreta, casi al estilo mafioso, entre los viejos dioses y los nuevos.

Una guerra que transcurre entre moteles cutres, gasolineras y restaurantes de carretera, en esos lugares sagrados -o antisagrados- que son los insólitas atracciones de todo tipo que abundan por toda la "América profunda", puesto que, de hecho, casi toda la novela transcurre en el Medio Oeste o el Sur rural de EEUU, lejos de las grandes ciudades. Porque American Gods es en gran medida -aunque no sólo-, una road-novel, con Wednesday y Sombra a modo de Quijote y Sancho contemporáneos -es más, al igual que en la novela de Cervantes, encontramos varios desvíos de la ruta principal, historias dentro de la historia, en ésta de Gaiman-; es también, según confiesa él en el prólogo, la novela que escribió el autor de Coraline, para ser capaz de adaptarse, comprender y asumir Estados Unidos, país al que acababa de mudarse y que necesitaba hacer suyo, de alguna manera. Y es cierto que esto, en gran medida (o en toda la medida) es American Gods: la trasposición o trasplante del "universo Gaiman" a los Estados Unidos de América. Más aún cuanto que en esta novela tiene también un protagonismo fundamental tanto lo ultraterreno como el reverso onírico de la realidad; hasta donde yo lo conozco, la huella de The Sandman se deja ver aquí de forma evidente.

No es ésta, naturalmente, ni la única ni la primera obra de ficción en la que, bajo la capa de unauna aparente realidad (casi cabría hablar de "realismo sucio") se esconde un mundo fantástico, sobrenatural; a día de hoy, estamos hartos de novelas, cómics o películas que nos revelan la existencia secreta, entre nosotros, de redes o sociedades extraterrestres, de vampiros, licántropos o lo que sea... pero cuando se publicó American Gods, este recurso no era tan frecuente: estaban, sí, las novelas de Anne Rice, los cómics de la editorial Vertigo (justamente), los Men in Black... pero aún así, la idea de transferir los mitos de las religiones paganas, ya fueran nórdicas, celtas o eslavas- a la Norteamérica contemporánea no podía sino generar una gran repercusión.

Por supuesto, no es una novela perfecta -sí, creo yo, en lo estilístico-: funciona mejor, en mi opinión, cuando se mueve en una atmósfera más oscura, incluso críptica, y peor en los momento más coloristas, casi carnavalescos, que los hay... Lo mismo se puede decir de algún que otro toque algo edulcorado. Y en cuanto al protagonista, Sombra, cierto es que resulta imposible no simpatizar con él desde un principio hasta el final, pero también que es un personaje que, desde ese primer momento hasta el término de la historia (si es que termina), no parece cambiar ni evolucionar apenas, pese a las extraordinarias experiencias -imposible que sean más extraordinarias, además- que le suceden.

Ahora bien, que esta aventura narrativa no haya alcanzado una supuesta "perfección" no es óbice, ni mucho menos, para recomendarla; es más, casi siempre rs en la imperfección donde reside el mayor interés de las cosas e incluso el máximo deleite. Que se lo digan, si no, a los viejos dioses, que de perfectos, precisamente tenían bien poco... Y ahí está la gracia.


Nota para interesados (si es que los hay): perdón por soltar el rollo de cómo es que me decidí a leer este libro, etc..., pero quiero aclarar que no tiene nada que ver con la serie de televisión, a la que corresponde esta sugerente imagen (y que no he visto) y sí con mi interés en leerlo antes de Mitos nórdicos, del mismo autor... Coming soon in Un Libro Al Día ; )



Otros títulos de Neil Gaiman reseñados en Un Libro AL Día: El océano al final de la carretera, Objetos frágiles, El libro del cementerio, El cementerio sin lápidas y otras historias negras
http://unlibroaldia.blogspot.com/2018/09/neil-gaiman-american-gods.html
 
Zona de rescate: Des-cuentos y otros cuentos, de Carmela Greciet
Publicado por Fernando Iwasaki
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Detalle de la cubierta de Des-cuentos y otros cuentos, de Carmela Greciet.
Carmela Greciet es autora de un único y maravilloso libro, Des-cuentos y otros cuentos, publicado en Oviedo por la editorial Trabe en 1995. No obstante, durante los últimos veinte años ha publicado bellos y muy contados cuentos y microrrelatos en ciertas webs, en revistas como la ovetense Clarín o en antologías como Pequeñas Resistencias: Antología del nuevo cuento español (Páginas de Espuma, 2002), Velas al viento. Los microrrelatos de La nave de los locos (Cuadernos del Vigía, 2010) y Mar de pirañas. Nuevas voces del microrrelato español (Menoscuarto, 2012). El caso es que Carmela Greciet es una espléndida escritora que apenas se prodiga para publicar y que sin duda debe tener una obra inédita extraordinaria .

Como todo el mundo sabe, siempre han existido brevísimas narraciones sin nombre que fueron el sello personal de autores memorables como Jorge Luis Borges, Augusto Monterroso, Julio Cortázar, Marco Denevi, Ana María Shua, Julio Torri o Juan José Arreola. Sin embargo, a partir del siglo XXI aquellas minificciones pasaron a denominarse microrrelatos y desde entonces el nombrecito adquirió carta de ciudad en la república de los filólogos. ¿A qué viene esta digresión? Viene al pelo porque Carmela Greciet agavilló un manojito de aquella especie narrativa en 1995 —antes de que se entronizara el nombre de microrrelato— y lo denominó «des-cuento»:

Un «des-cuento» es un relato brevísimo, con frecuencia urbano […] Pero puesto que no suele ser el autor quien decide la longitud (ni siquiera el paisaje) de un relato, sino que es la propia narración quien la exige, podría decirse que la denominación «des-cuentos», es, en todo caso, no una cuestión de principios, sino de resultados […] propongo aquí que «des-cuentos» sean aquellas narraciones que se bastan a sí mismas en, como mucho, dos folios (por poner un límite que las aleje de la narración normalmente denominada cuento, que, al menos en las bases de los concursos literarios, nunca es menor de cuatro). Pido entonces tu complicidad, lector, lectora, para jugar con el lenguaje y definir, así, los «des-cuentos» como «relatos brevísimos», casi siempre urbanos y que no se pueden presentar a un concurso literario.

Por otro lado, en los relatos de Carmela Greciet crepita un humor agridulce que sofríe de forma singular las ficciones familiares, conyugales y amorosas. Me gusta la metáfora culinaria porque sobre aquel sofrito Carmela Greciet guisa un novio, deja a una pareja poco hecha o recalienta a un matrimonio al que se le ha pasado el arroz. Examinemos, por ejemplo, las primeras líneas de algunos de sus cuentos. A saber, «Uno de sus antiguos amantes le había enviado para su cumpleaños una carta y una flor. Ella rompió el mensaje en trocitos, puso en agua la flor y se olvidó» («La Flor»); «Fui a visitar la tumba de mi esposo —muerto hacía solo tres días—, y me encontré ante su lápida a otra mujer llorando» («Ojos de azul de fuego»); «Consiguió huir por la ventana que daba al patio, cinco años después de haber sido raptada por aquel hombre extraño y refinado que la abordó a la salida del cine» («El patio»); «Emeterio, portero, hijo de porteros, nieto de porteros, harto de aquel infiernillo que le dejaba los pies como botillos y la nariz congelada, decidió un buen día abandonar su garita en Héroes de Teruel, 7 —señorial edificio de pisos de alquiler—, y marcharse a América a buscar fortuna» («Emeterio, portero»), y así sucesivamente. Como se puede apreciar, los arranques de los cuentos de Carmela Greciet abren el apetito y seducen a los lectores desde las primeras líneas.

Carmela Greciet sabe narrar, urde personajes sólidos, sus tramas son originalísimas y siempre coloca una carga de profundidad en las historias que construye, de modo que la onda expansiva siempre nos afecte de alguna manera. Es el caso de «Viajes paralelos», un relato constelado de deseo y anhelos de trasgresión, pero con un desenlace resignado y melancólico. Sin embargo, de todas las virtudes que atesora Carmela Greciet me quedo con su desopilante sentido del humor, pues sus narraciones tienen la frescura propia del humor blanco, ese humor que no precisa de otras cualidades que su propia lozanía.

Con un único libro de cuentos y publicado además en una periferia literaria, Carmela Greciet dispone de una gran consideración en la narrativa breve española, pues figura en las mejores antologías del género. Por eso mismo no pierdo las esperanzas de que alguna de las estupendas editoriales especializadas en relato —Thulé, Menoscuarto o Páginas de Espuma— le proponga publicar sus cuentos desperdigados por los mundos digitales y analógicos. Sería una apuesta segura.

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Algunos libros nunca disfrutaron de la atención que merecían y ciertos autores fallecidos en su plenitud corren el riego de ser olvidados. En Zona de Rescate compartiré mis lecturas de ambas regiones —la Zona Fantasma y la Zona Negativa— porque la memoria literaria es tan importante como la otra. Distancia de rescate (¡gracias, Samanta!): 1985, año de mi venida a España.
https://www.jotdown.es/2018/09/zona-de-rescate-des-cuentos-y-otros-cuentos-de-carmela-greciet/
 
Rebecca Solnit: Esperanza en la oscuridad

Idioma original: inglés
Título original: Hope in the Dark: Untold Histories, Wild Possibilities (Updated Edition)
Año de publicación: 2016
Valoración: muy recomendable

La esperanza. No como lugar mental donde uno espera, de manera pasiva y sentado, a que ocurran cosas, sino como una herramienta para el cambio, el impulso que te empuja a salir por la puerta para conseguir aquello que quieres. La esperanza como motor de la acción, como combustible. Esta es la idea global que contiene el libro, y la autora reflexiona sobre ello en los diferentes capítulos donde se analiza la esperanza como elemento común y necesario para el cambio en la sociedad.

De esta manera, partiendo de un artículo que la autora publicó en internet a raíz de la guerra de Irak, Solnit estructura su relato en una serie de capítulos en los que aborda la esperanza desde diferentes puntos de vista, diferentes luchas, pero siempre con la mentalidad positiva y optimista que ya demostró en «Los hombres me explican cosas». De esta manera, fiel a su estilo, la autora denuncia y acusa, pero su propio relato mantiene abierta una ventana a la esperanza, al deseo de que las cosas cambien gracias a la voluntad y la acción del pueblo, claro poseedor de su futuro a pesar de que a veces se pretende menoscabar su poder. Hay que persistir y mantener la esperanza, pues tal y como afirma la autora «la esperanza no es una puerta, sino la sensación que en algún momento podría haber una puerta».

Así, el libro trata varios temas, en sus diferentes apartados, relacionados con el activismo, pues habla sobre la decepción tras la elección de Bush como presidente de EE.UU. y el desánimo que surgió tras la decisión de la participación en la guerra de Irak, la capacidad asociativa de la sociedad para organizarse y manifestarse para protestar, la manera en que el poder ejerce el miedo sobre la sociedad para abandone la lucha por sus ideales (algo que hemos visto demasiado, especialmente de un tiempo a esta parte), la manera en que se pretende hacer creer que los únicos que tienen voz en el mundo son los grandes actores (siempre cercanos al poder) cuando en realidad la lucha de manera global, desde la base de la sociedad, puede originar los grandes cambios como ocurrió con la caída del muro de Berlín o la revolución china en la plaza de Tiananmén. La autora también critica la globalización, pues causa pérdida de la masa salarial, crisis en el comercio local y pobreza en zonas rurales y agrícolas; también analiza los atentados del 11 de septiembre de 2001 contraponiendo el humanismo de la sociedad americana que se volcó en la ayuda y la solidaridad, con actos de heroísmo en forma de pequeñas acciones y la empatía y cooperación mostradas, en claro contraste con el uso del miedo y el desconcierto por parte de las autoridades canalizándolo para justificar una guerra con intereses económicos y políticos.

Con todo ese trasfondo de denuncia, la autora canaliza el mensaje hacia la esperanza, explicando la necesidad del activismo para conseguir revertir las situaciones no deseadas, a sabiendas que el resultado de las luchas activistas no es inmediato ni a menudo tampoco visible, ni con resultados rotundos o definitivos, pero sí es a través de pequeñas victorias, tras mucho trabajo realizado, donde se consigue avanzar, de manera lenta pero inexorable, tratando de proteger cualquier pequeño terreno ganado a la injusticia, hasta que el cambio esté consolidado. Y recalca también «la importancia de conseguir un mundo mejor, no un mundo perfecto», pues a menudo el deseo de conseguir la perfección o la victoria total impide el avance, cuando lo realmente importante es participar de manera constante y continua en el desarrollo de un mundo que no está acabado, que está siempre abierto a la mejora. Y esta lucha se debe realizar de manera global (algo que también sugiere Angela Davis), pues el mensaje ha cambiado de «piensa en global, actúa en local» a «piensa en local, actúa en global», pues muchas de las batallas libradas tienen ramificaciones en diferentes países o regiones, y hay que aprovechar el alcance de las redes sociales para difundir el mensaje y conseguir apoyos de quién lucha por causas similares en otras partes del mundo.

Por todo lo expuesto, se trata de un libro muy recomendable, no únicamente por las ideas que transmite, sino también por la convicción mostrada en ellas, pues siendo consciente de la dificultad en cambiar las cosas y sin abandonar el realismo ni caer en falsas utopías, la autora ha escrito un libro lleno de optimismo, y además lo ha hecho de manera perfectamente estructurada y equilibrada. Este es otro punto fuerte del libro, su estructura, pues a pesar de que el libro se compone de varios capítulos donde la autora aborda diferentes temas, quiero destacar de manera expresa la perfecta continuidad entre ellos, pues la autora sabe mantener el tono y la línea argumental a lo largo de todo el libro y escribe un relato continuo sin repetir conceptos, sin dar vueltas a una misma idea, sin reiterar en los mismos ejemplos. Este aspecto lo hace diferente de otros ensayos que consisten en un conjunto de artículos o conferencias agrupadas en un libro (me viene a la cabeza «Los hombres me explican cosas», de la misma autora o también «La batalla es una lucha constante» de la antes mencionada Angela Davis). En esta obra, la narración continua es un valor añadido al propio contenido y hace que la lectura del libro sea más ágil a ojos de un lector no acostumbrado a los ensayos y dan clara muestra de la habilidad de la autora, más allá del interés que despierten sus ideas, para definir un marco donde, más allá de los retos y las dificultades que entraña un mundo complejo y de poderosos intereses, se percibe, de forma nítida y clara, un camino hacia la esperanza, una luz hacia la oscuridad.

Vivimos en una época convulsa por la pérdida de libertades; es probable que simpaticemos y/o estemos inmersos en luchas en varios frentes, ya sea contra el machismo, el racismo, la desigualdad, la mala gestión de la crisis humanitaria o la pérdida de derechos civiles, o también en favor del feminismo, la libertad, la solidaridad entre pueblos, por poner ejemplos de luchas actuales. Y es en estos tiempos, cuando leer a Solnit nos da el empuje, el aliento necesario que nos permita agarrarnos a una esperanza cuando solo vemos oscuridad y dificultades. Hay veces en que solo una pequeña chispa, un destello de luz, es suficiente para iluminar un camino que parecía inexistente, para encontrar la grieta por donde abrirnos paso, para reclamar nuestros derechos y ofrecer la ayuda necesaria y actuar. Porque debemos luchar, de manera pacífica, por aquello en lo que creemos, alcanzar aquello a lo que aspiramos, pues todos deberíamos contribuir a generar la ilusión, la esperanza, y el empuje, para que, a través de cada una de nuestras pequeñas acciones, podamos conseguir una sociedad mejor y ver que un futuro mejor no solo es deseable, sino también posible. No queda otro remedio que mantener y alimentar la esperanza y creer que la lucha no solo es posible, sino que es necesaria, algo que la autora resume perfectamente en el libro con la siguiente frase:

«No hay una alternativa a luchar por los ideales porque la alternativa es rendirse y rendirse no es únicamente abandonar el futuro, sino también el alma.»

También de Rebecca Solnit en ULAD: Los hombres me explican cosas
http://unlibroaldia.blogspot.com/2018/09/rebecca-solnit-esperanza-en-la-oscuridad.html
 
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