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España
Colaboración: Así empieza lo malo de Javier Marías


Idioma original: español
Año de publicación: 2014
Valoración: muy recomendable
“No hace demasiado tiempo que ocurrió aquella historia, y sin embargo hoy sería imposible. Me refiero a lo que les pasó a ellos, a Eduardo Muriel y a su mujer, Beatriz Noguera, cuando eran jóvenes, y no tanto a lo que me pasó a mí con ellos cuando yo era el joven y su matrimonio una larga e indisoluble desdicha”.
Este es el comienzo de Así empieza lo malo “una historia tenue de la vida íntima, de las que no suelen contarse o sólo entre susurros”, contada por el narrador, testigo y partícipe de esa relación.

En este breve comienzo y en solo cinco líneas el autor nos presenta el triángulo en el que se desarrolla la novela, situando el punto de enfoque ya sea en el narrador, en Eduardo Muriel o en la esposa de éste Beatriz. O en la relaciones entre cada uno de ellos, equidistante y que se amplía en el mundo familiar y social del matrimonio.

La presencia reiterada de personajes es magnífica: el profesor Francisco Rico (personaje basado en el profesor Rico, amigo del autor y que aparece en anteriores novelas del mismo), el Doctor Vidal, cardiólogo y también basado en el Doctor Vidal amigo de Marías en la vida real), Van Vechten, pediatra y uno de los hilos conductores que nos llevan en la trama desde los oscuros y grises años de la posguerra española hasta los años 80 en donde se sitúa la novela. Artistas y directores de cine presentes en la novela por el trabajo de Muriel, como director y productor de cine, también permite introducir otro personaje real dentro de la novela, Jess Franco, tío de Javier Marías.

La capacidad de Marías de reflejar en su prosa larga, detenida, proustiana, cargada de relevancia filosófica y a la vez descriptiva de los personajes, de las situaciones, del contexto social del Madrid de la movida (años 80), pero siempre deteniéndose en pequeños momentos de la misma. Utiliza la narración de esos momentos para expresarnos como una onda que remueve todo el contexto humano y social la vida de aquellos años.

El desarrollo de la novela es magistral: siempre desde la visión de un narrador que lo ve todo, escucha todo y retiene todo aquello que ve y escucha (en esto el paralelismo entre el narrador, el joven De Vere, y el joven Marías como se le conoció en sus inicios como escritor y hasta no hace mucho, quizás hasta que muere su padre el filósofo y escritor Julián Marías, llaman la atención). Pero también la habilidad de presentar a través de los personajes, alguno de ellos exagerados, bufones de sí mismos, en conversaciones en las que no estamos acostumbrados a presenciar en la vida real pero que el autor nos invita a ser también voyeur de las mismas (es relevante las conversaciones entre Muriel tumbado en el suelo, tuerto de un ojo y Marías de pie o sentado, testigo de los pensamientos, registrando como un psicoanalista o como una máquina registradora las palabras de quien le ha contratado como secretario).

En Marías no está solo la capacidad de describir y profundizar en la psicología de los personajes siempre a través de la descripción de pequeños detalles que amplifican y nos hace detenernos en los mismos. Siempre encontramos además una representación de los sentimientos y algunas pasiones humanas que ha ido desplegando a lo largo de los años en sus novelas. En esta novela nos cuenta de forma homeopática el desarrollo del rencor, de cómo algo que ocurre en la vida es imposible de olvidar y está presenta el resto de la vida, en este caso algo que ocurrió entre la pareja Eduardo y Beatriz y que se convierte en el peso que ya no podrá quitarse de encima. Y dentro de ellos, en la pareja la muerte de su hijo quizás tenga un peso menor que la ocultación y la mentira. Historia de una amistad, de una relación entre un joven de 23 años con la vida, con la vida de los demás de la que es testigo y de su vida personal. También de crítica hacia aquellos que vivieron amparados por el franquismo y que reinventaron su biografía en los años del tardofranquismo o bien iniciada la transición en España. Pero la traición va más allá a la infidelidad, es como si estuviera por encima de la misma y esta no fuera más que una consecuencia de la primera. Como muchas de las historias últimas de Marías también es una novela de amor, de la imposibilidad de dejar de querer a quien se ha querido, aunque las relaciones tengan un final ya sea a través del divorcio (que todavía no estaba legalizado en España en el momento del desarrollo de la novela) o través de la muerte de alguno de los protagonistas.

De nuevo una novela total, elegida por los críticos como la mejor novela publicada en el 2014 y que constituye un placer leer de cabo a rabo.

Autor: Juan Díaz
http://unlibroaldia.blogspot.com/search/label/Muy recomendable
 
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Tom Wolfe: Lo que hay que tener


Idioma original: inglés
Año de publicación: 1980
Título original: The Right Stuff
Traducción: Angela Pérez, José Manuel Álvarez
Valoración: muy recomendable alto

Pues Wolfe no era un novelista en estado larvario hasta su eclosión en La hoguera de las vanidades. Diría que al revés: desde su paso a la narrativa de ficción parece que nunca haya dejado de ser un periodista en excedencia. Un nuevo periodista, más concretamente. Lo que muestra en Lo que hay que tener lo pone de manifiesto, y no creo equivocarme, aunque haya quien diga que no todas sus crónicas son de esta brillantez, con lo que he leído aquí mi juicio no va a cambiar mucho.
El aire acondicionado les golpeó como un muro, Todos quedaron helados hasta el tuétano. Tenías la sensación de haber perdido los dientes. Resultaba que era allí donde iba a celebrarse el pequeño cóctel: en el Coliseo de Houston. Salieron por fin al campo del Coliseo, que era como una gran bolera cubierta. Había miles de personas dando vueltas por allí y una especie de olor increíble y una algarabía de voces y risillas dementes de cuando en cuando. Había unas cinco mil personas sumamente escandalosas, ávidas de lanzarse sobre el asado con ambas manos y devorarlo bien, regado con whisky. El aire estaba impregnado del hedor a carne de vaca abrasándose. Habían instalado allí unos diez hoyos de barbacoa, y estaban asando treinta animales. Y había cinco mil hombres de negocios y políticos con sus consortes, recién salidos de la torridez del centro en julio, deseosos de hundir sus fauces en ellas. Era una barbacoa tejana, estilo Houston.
No narra en este párrafo, es obvio, complicados accionamientos dentro del reducido espacio de una cápsula por parte de un héroe que sabe que en cualquier error se juega el pellejo. Esto es el exagerado agasajo de la ciudad de Houston a siete hombres.

Leer atentamente párrafos como estos es lo que me hace estar seguro de que Wolfe está detrás de algunos de las crónicas que aportan algunas de las mejores páginas de David Foster Wallace. Esa forma de narrar, perdonad que no me documente lo suficiente, no sé si era realmente nueva allá por l980, pero aún hoy suena fresca y descarada, lejos de la crónica y la entrevista felatriz que aún domina en muchas partes (ostentosamente en la televisión, ya que hablamos) y muy cerca de la perfección narrativa. Por eso este libro es un plato de cocción a fuego lento, porque todo lo que ello representa, esa información subliminal que Wolfe nos suministra es digno de disección en sus capas y en su desarrollo. Porque es completamente legítimo quedarse con la primera capa: la historia de los intrépidos hombres que, con muchas bajas de por medio (Wolfe no ahorra truculencias para describir la infinidad de accidentes), se encaminan hacia la gloria de las primeras misiones espaciales y experimentan el enorme subidón de convertirse en héroes de la nación y depositarios de las esperanzas de Occidente frente al implacable y anónimo avance del bloque soviético, con su perra Laika y Yuri Gagarin y su Sputnik, siempre un paso adelante en la carrera espacial. Solo por la mera información suministrada sobre ese episodio de la historia de la humanidad (me he ahorrado alguna mayúscula, lo sé) el libro ya tendría un enorme valor.
Pero Wolfe deposita huevos de Pascua por doquier, y lo que podría ser narrativa épica y hasta propagandística viene a poner de relevancia todo lo que no es tan brillante. El machismo intrínseco a todo el despliegue (también los rusos fueron pioneros en enviar una astronauta), la sonrojante relegación de las mujeres ("esposas de"), la psicología de los aspirantes a los vuelos, el choque entre la conciencia civil y conciencia militar, la manipulación de la masa, el uso de la propaganda, el despliegue de medios y el despilfarro de recursos.
Curioso: Wolfe mantiene intacto su toque irónico y su trasfondo crítico y solo levanta el pie cuando habla de Número 61 y Número 85, respectivamente Han y Enos, chimpancés con los que se experimentaron algunos de los viajes de prueba, primates sometidos a expediciones tripuladas en las que eran meros pulsadores de teclas a cambio de estímulos de castigo o de retribución. Curiosamente, en ese tramo del libro Wolfe renuncia a situarse en el cerebro de los aspirantes y a usar su habilidad para la disección psicológica. Una curiosa renuncia que tiene su significado, también. Nada aquí está por casualidad.
http://unlibroaldia.blogspot.com/search/label/Muy recomendable
 
Nathaniel Hawthorne: El holocausto de la tierra


Idioma original: inglés
Título original: Earth's holocaust
Año de publicación: 1835-1850
Valoración: muy recomendable

Para aquellos que, como este reseñista, desconocían la figura de Nathaniel Hawthorne, puede que se sorprendan al saber que Herman Melville no únicamente lo consideraba su padre artístico, sino que, además, por su amistad e influencia, le dedicó su gran obra maestra «Moby Dick». Casi nada. Y es que Hawthorne puede considerarse uno de los grandes escritores estadounidenses en el género de relatos, alguno de los cuales fue incluso reseñado por Edgar Allan Poe e incluso Jorge Luis Borges se deshizo en elogios sobre «Wakefield», uno de los cuentos incluido en este libro y puede que el mejor de ellos. Pero mejor empecemos con la reseña de los cuentos incluidos en esta recopilación, a los que añado también el año de su publicación:

Wakefield (1835): cuenta la vida de un hombre que decide, de golpe, dejar su esposa y su hogar y vivir en la calle de al lado. Desde allí sigue con su vida, mirando su antiguo hogar con ojos de quien lo ha abandonado, estando incluso tentado de entrar en él pues la rutina lo invita a hacerlo. Con este relato, el autor nos plantea qué sucede con las decisiones tomadas y el efecto que causa, no únicamente en los que las toman sino también los afectados. Y en cómo el tiempo transcurre a diferente velocidad a la hora de cerrar heridas y superar los hechos.

La hija de Rappacini (1844)
Este relato, con marcados tintes fantásticos, nos narra una fábula en torno al deseo, la avaricia, el poder, la solitud, la frustración y la desesperación. Como en una obra de Shakespeare, la maldad y el deseo se interponen en la relación entre dos personas y el relato es una lucha entre ambiciones, sentimientos y sufrimiento. Historia de gran interés, cuyo resultado demuestra la habilidad del autor en tejer una historia de amores imposibles.

La catástrofe de Mr. Higginbotham (1837)
Esta narración gira en torno a la veracidad de las historias, la rumorología y las ganas de saberse conocedor de los secretos. La habilidad mostrada por el autor en este cuento radica en mantener el suspense a lo largo de toda la trama, aumentando la expectación del lector quien necesita, él también, conocer cuánto hay de verdad en la historia contada.

El velo negro del ministro (1836)
Este cuento narra la parábola de un monje que decide ocultar su rostro bajo un velo negro durante toda la vida, sin querer desvelar el motivo. Lectura interesante que pone en cuestión la propia actitud, aquello que escondemos y lo que los demás ocultan tras la opacidad de su fachada, ya sea un secreto o un pecado.

El holocausto de la tierra (1844)
En uno de los mejores relatos de la colección, el autor nos narra la historia de los habitantes de un pueblo, que se reúnen para hacer una hoguera en el bosque. En ella depositarán aquellos objetos inútiles o en desuso. Pero el ímpetu del momento les hace ir más allá, y empiezan a quemar también no solo aquello inservible sino aquello que ya no tiene valor para ellos, y en una vorágine de limpieza o purificación, van tomando consciencia de aquello que envuelve nuestras vidas y a lo que damos importancia.

El gran rostro de piedra (1850)
En este relato el autor nos transmite la facilidad que tenemos en divinizar e idolatrar a personas ajenas antes de reconocer los valores de aquellos que tenemos cerca y, asimismo, nos muestra la facilidad para contagiar este espíritu de admiración a aquellos que tenemos en nuestro entorno, buscando a menudo virtudes en los demás sin reparar en las propias.

El interés que despierta la recopilación de cuentos recopilados en este volumen es amplio, pues en cada uno de ellos es fácil constatar la belleza de los relatos y la intencionalidad de lo expuesto. Así, la habilidad de Hawthorne destaca por saber calibrar a la perfección las palabras utilizadas, de manera que la corta duración del texto no obligue ni coarte la exposición de la historia que el autor pretende exponer. Con un estilo sobrio y elegante, como buen narrador de cuentos describe lo justo para sostener el relato y evitar excesos que alarguen la historia o la desvíen de su propósito, dominando los tiempos a la perfección. Además, la riqueza narrativa del autor destaca por su amplitud pues cada uno de los relatos tiene un registro diferente, una "voz" distinta, y la prosa del autor nos permite disfrutar de esta variedad de recursos.

Pero no únicamente el estilo brilla en la prosa de Hawthorne. La habilidad del autor va más allá de su técnica narrativa, pues además de mantener el interés del lector en todo momento a lo largo de la narración, consigue que los temas planteados en su obra sigan vigentes a día de hoy. La actualidad de los cuentos, más de siglo y medio después de ser escritos, es indiscutible; el autor sabe utilizar los relatos como un vehículo, a modo de parábolas, consiguiendo explicar mucho más de lo que éstos narran en apariencia, describiendo a la perfección aquello que conforma la naturaleza propia de los seres humanos.

Nota del reseñista: Cabe indicar que he destacado de forma individual cada uno de los cuentos, pues se pueden encontrar editados en diferentes volúmenes recopilatorios de cuentos del autor. La elección realizada en este caso es la de su publicación en catalán a manos de Quaderns Crema, pero los cuentos reseñados se pueden encontrar en diferentes libros traducidos al castellano. Ya sea gracias a esta edición u otra, no se pierdan la oportunidad de leer a este gran autor. Yo, al menos, no pienso hacerlo porque ésta no será la última reseña que haga de Hawthorne. Sería imperdonable.
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Laurence Sterne: Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy


Idioma original: inglés
Título original: The Life and Opinions of Tristram Shandy Gentleman
Traducción: J.A. López de Letona
Año de publicación: 1760-67
Valoración: Muy recomendable


Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy se titula así porque… porque así lo quiso Laurence Sterne, un clérigo irlandés del siglo XVIII, dotado de una indiscutible facundia narrativa. Esa es realmente la única razón de ser del título porque, concluidas las quinientas y pico páginas, apenas sabemos nada de la vida y muy poco de las opiniones del caballero Shandy. Sabemos, sí, que el nombre de Tristram le cayó en gracia por el error de una criada; que su nariz quedó perjudicada por el torpe manejo de los fórceps en su alumbramiento; y que a una edad sin definir, seguramente en su juventud, emprendió un viaje a través de Francia del que conocemos unas pocas anécdotas. Eso es lo que el lector llega a conocer de la vida de Tristram Shandy; pero es lo que tiene Sterne, que titula como le da la gana y escribe lo que quiere con libertad absoluta, y esa es justamente la inigualable virtud del libro.

Así que supongo que ya se va viendo que esto no es un relato normal, no sé, la historia o las aventuras de un personaje determinado. El propio Sterne se jacta de su ‘talento digresivo’, porque la digresión es la esencia misma de la obra. Estamos ante un torrente de textos paralelos que desborda todo cauce, y se nota cómo el autor disfruta yéndose por las ramas con el pretexto más nimio, y muchas veces sin necesitar de él. De esta forma, la narración no avanza en absoluto y, como lectores acostumbrados a desarrollos más convencionales, nos sorprendemos al ver cómo se consume más de un tercio del libro, pendientes todavía del nacimiento del supuesto protagonista. Y sin embargo, bien pronto se acostumbra uno a este juego un poco malicioso, y disfrutamos si adoptamos esa actitud tan útil para el lector consistente en dejarse llevar, como lo hizo el público de la época, que brindó una magnífica acogida al libro.

Me permitía llamar supuesto protagonista al caballero Tristram porque a quienes sí tenemos siempre en primer plano es a su padre, Walter, personaje culto, singular y de humor un poco ácido, un artista del silogismo, tan devoto de la filosofía como de interminables duelos dialécticos sobre cualquier asunto que se presente; y su tío Toby, veterano en distintos episodios bélicos, de sencillez y bonhomía sin parangón. Con su charla, recuerdos, opiniones y descabellados proyectos consumen páginas y más páginas en espera de la llegada al mundo de Tristram, acompañados por unos cuantos secundarios que Sterne utiliza a su conveniencia, bien para contrastar la personalidad o los puntos de vista de los Shandy, bien para potenciar su posición. Pero no olvidemos la digresión. Lo que se nos presenta no es para nada una conversación coherente (o varias), sino un despliegue de materiales tan variados como insólitos: la historia de la comadrona que atiende al parto, una larga reflexión sobre el tamaño de las narices, pequeños cuentos que apenas guardan relación con nada, parodias diversas, una teoría determinista de Walter sobre la influencia del nombre de pila en la personalidad, o un sermón completo, al parecer real, del propio Sterne en torno a la conciencia… interrumpido una y otra vez por los mismos personajes.

Ya hemos visto que el pobre Tristram queda privado de todo protagonismo; pero es que ni siquiera tiene el honor de ser el narrador, o casi. En principio el libro está escrito en primera persona, por tanto con hechuras autobiográficas. Pero tampoco aquí Sterne se siente constreñido por las normas, y la voz del narrador oscila libremente entre el personaje y el propio autor. No sólo eso. La osadía llega hasta trascender el límite del propio texto e involucrar de forma directa al lector, a quien se interpela con frecuencia, y se convoca (o provoca) no solo a opinar, sino a completar el relato a su manera. Sterne no consiente un lector pasivo, quiere mantenerlo alerta, le pregunta, le señala (literalmente, con el dibujo de una mano con el índice apuntando) frases o pasajes que considera relevantes, marca con guiones o asteriscos párrafos que el lector debe rellenar a su gusto, y hasta intercala páginas en blanco invitando a su colaboración. Literatura interactiva como pocas veces se ha visto, y juraría que ninguna en épocas anteriores a este libro.

Tenemos entonces un relato que apenas habla sobre el personaje que se suponía protagonista, que carece por completo de desarrollo y se dedica a acumular multitud de materiales colaterales, en el que no está claro quién es el narrador y quién el autor, y que además involucra al lector de forma expresa y sin complejos. Pero hay todavía más. El repertorio de innovaciones formales incluye capítulos de una o dos líneas, otros colocados en desorden, repeticiones, una representación gráfica de la intensidad de pasajes anteriores del libro, un cuento que no se llega a contar, un dibujo de los movimientos de bastón que acompañan al orador. Mucho, ¿eh? ¿Les vienen a ustedes a la cabeza autores vanguardistas, rompedores? ¿Cortázar, Joyce…?

‘Al diantre las reglas que me obligan a tener que contar así este asunto –si es que hay alguna-. Sé de sobra que lo hago todo al margen de toda preceptiva y si me la tropezase, la cogería, la destrozaría y la echaría al fuego después.’ Más claro, agua.

Podemos deducir por tanto que este clérigo, aparte de cantidades industriales de ironía y bastante malicia, y de un impulso irresistible de escribir sin parar, era un auténtico revolucionario de las letras, un visionario que se anticipó siglo y pico a los más brillantes autores que exploraron los límites de la literatura. Pero me atrevería a decir que nada más lejos de su intención. Todo este aluvión de elementos dispares, esta gran oleada de atrevimiento, se presentan con tanta naturalidad que no hacen pensar en una exploración racional de fórmulas literarias, sino en la genialidad innata de alguien que se divierte escribiendo. Sterne busca –con éxito, desde luego- el entretenimiento de un público amplio, mantener la atención del lector a lo largo de las sucesivas entregas de los nueve volúmenes; y, si al tono lúdico que domina todo el texto le añadimos la multitud de notas eruditas que lo salpican, la conclusión cuadra al cien por cien en la vieja máxima de ‘docere et delectare’. Sobre el primero de los elementos poco puedo decir; pero el segundo lo cumple el Tristram Shandy con toda solvencia.

P.D: También podríamos hablar de las influencias, Cervantes, Rabelais, Sterne y los críticos, las traducciones... Pero en algún momento hay que parar.
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Mi @Serendi aquí he venido a firmar el libro de visitas, en este nuevo espacio por ti creado. Bendecido sea, y que el éxito y la buena energía te acompañen. Como en todo lo que emprendes.
Con amor, tu Miss Guerlain.
agradezco tu visita @Miss Guerlain , señal de que que te gusta este nuevo Hilo, que tanto es tuyo como mío, tu me lo inspiras y tu le das forma en mi memoria, el resto ya viene rodado, aquí está el resultado.
Deseemos larga vida a este recién nacido en papel.
Recibo tu amor y correspondido te lo devuelvo, pleno de alegría y feliz por compartirlo contigo, tu Serendi,
 
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Zamiatin y Orwell: Nosotros y 1984




Idioma original: Ruso (Nosotros) / Inglés (1984)
Año de publicación: 1920 (Nosotros) / 1949 (1984)
Valoración: De recomendable a muy recomendable

Vamos a hablar hoy de dos de las más famosas distopías del siglo XX, con permiso de "Un mundo feliz". "1984", uno de los libros clave de mi biografía lectora, ya tuvo su reseña en este blog, pero son tantos los puntos en común con "Nosotros" que, tras la lectura de este, se hace necesaria una "reseña comparada".

Lo primero que hemos de tener en cuenta a la hora de comparar ambas obras es que "Nosotros" fue publicada en 1920 y "1984" en 1949. Esos veintinueve años de adelanto por parte del ruso son un punto importante a favor de este último (luego veremos por qué).

Otro punto a tener en cuenta, de cara a entender ambas obras, es la experiencia personal de los dos autores. Por un lado, Zamiatin fue, al menos en un primer momento, un bolchevique convencido que tuvo la oportunidad de trabajar en una Inglaterra industrial en la que en taylorismo campaba a su anchas. Por su parte, Orwell también simpatizó con la revolución rusa, pero los tristemente célebres "Procesos de Moscú" y su experiencia en la Guerra Civil Española le llevaron a adoptar posturas claramente antiestalinistas. Veremos después esta influencia.

Para no extenderme más de la cuenta, allá va un pequeño resumen de las semejanzas y diferencias de ambas obras, excluyendo comentario alguno acerca del final de las mismas, por si alguien quiere descubrirlo por sí solo:

SEMEJANZAS:
  • Ambas obras se sitúan en mundos futuros aparentemente ideales (obvio, son distopías) y gobernados por un poder omnímodo semejante a un Dios: El Benefactor en "Nosotros" y el Gran Hermano en "1984".
  • Las sociedades representadas en ambos libros (en "Nosotros" llamada Estado Único) son estados ideales de "no libertad" y están compuestas por seres que no son más que millones de células de un único y poderoso organismo.
  • El protagonista principal es parte más o menos importante del engranaje del poder: D-503 es el constructor-jefe de una nave que llevará las bondades del Benefactor a toda la galaxia, mientras que Winston Smith trabaja en el Ministerio de la Verdad manipulando hechos históricos por el bien del Gran Hermano.
  • El amor es la cuña por la que entran las dudas a los protagonistas principales. Gracias a la aparición de un personaje femenino (I-330 en "Nosotros" y Julia en "1984"), tanto D-503 como Winston Smith entrarán en contacto con seres apartados de esas sociedades supuestamente ideales.
  • Englobaré en este punto lugares, entidades, artilugios, etc que ponen de manifiesto un claro paralelismo entre ambas obras. En primer lugar, indicamos los que aparecen en "Nosotros" y después su equivalente en "1984": las Tablas de la Ley y la Telepantalla, los Guardianes y la Policía del Pensamiento, el otro lado del Muro Verde o la Casa Antigua y el mundo de los proles, la Sala de Operaciones y la habitación 101... Las semejanzas son enormes y la impresión de plagio planea sobre la obra de Orwell.
DIFERENCIAS:
  • Mientras que "1984" está narrada en tercera persona, "Nosotros" está narrada en primera persona a través de anotaciones que sugieren la idea de un informe o un cuaderno de bitácora. Esta estructura hace que la narración sea, en mi opinión, menos fluida que en "1984".
  • En "Nosotros" el Estado Único es una especie de nuevo paraíso, un mundo puro y feliz, ideal, racional y preciso. En "1984", aunque desde el poder se traslada una imagen semejante, el mundo no es así; se trata de una sociedad permanentemente en guerra en la que la pobreza salta a la vista. De hecho, el propio Winston Smith vive casi en la pobreza.
  • "1984" es una novela mucho más política (aún) que "Nosotros", que es más simbólica y abstracta. Además, en "Nosotros" hay un mayor componente de ciencia-ficción.
  • En "Nosotros" se dejan ver críticas mucho más evidentes contra la religión, contra el arte socialista y contra el proceso tecnológico que lleva a formas de organización de la producción tales como el taylorismo. "1984", por contra, se centra en un plano más político.
  • Las imágenes de "1984" son más crudas e impactantes que las de "Nosotros". "1984" es más sucia. Solo recordar la habitación 101 se me ponen los pelos de punta.
CONCLUSIÓN:

Antes de nada, hay que reconocer el mérito de los precursores y, aparentemente, Zamiatin lo fue. Siempre es más difícil crear un "universo" que desarrollarlo. Digo esto porque da la impresión de que Orwell se inspiró (¿tal vez, plagió?) en "Nosotros" a la hora de escribir "1984", lo que a su vez no es óbice para admitir que también la perfeccionó. Porque creo, sinceramente, que la narración de "1984" es mucho más completa, ágil y entretenida que la de "Nosotros", la cual pierde fuelle a mitad de la novela. Por otro lado, las referencias e imágenes de "1984" me parecen me parecen más cercanas para un lector actual que las de "Nosotros", de ahí que el grado de identificación con aquella sea mayor, al menos para mi.

En definitiva, y admitiendo los no pocos méritos del "Nosotros" de Zamiatin, me quedo con "1984", la cual seguirá siendo una de mis novelas de cabecera (ay, cuánto peso tiene la adolescencia!). Eso sí, gracias a Zamiatin, parte de ese halo mítico de la obra de Orwell se perderá para siempre, como lágrimas en la lluvia. -)
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Zoom: Bola de sebo, de Guy de Maupassant


Idioma original: francés
Título original: Boule de soif
Año de publicación: 1880
Traducción: Ana Becciu
Valoración: muy recomendable

Aunque no parezca demasiado sugerente, el título de este emblemático relato de Guy de Maupassant -clasicorro donde los haya de las letras francesas- hace referencia al objeto de deseo alrededor del que gira toda la trama: una joven y rolliza prost*t*ta que huye de un Rouen ocupado por las tropas prusianas en una diligencia que comparte con un grupo de probos ciudadanos, eximios representantes de la burguesía, e incluso la nobleza, bienpensante local.

No voy a contar aquí el argumento con más detalle (por si a alguien le suena la premisa, hay que señalar que sirvió de inspiración a otro célebre clásico, esta vez del cine: La diligencia, de John Ford) para no destripar, a quien no lo conozca, este relato, el cual, por lo demás, avanza con el trote infatigable de un tiro de caballos; sólo comentaré que no es la prost*t*ta quien sale peor parada, precisamente, a ojos del lector ni del propio escritor; bien al contrario, Maupassant muestra una exquisita empatía hacia ella, mientras que es evidente el desprecio que le provocan sus compañeros de viaje, monjas y progre barbudo incluidos.

Por otro lado, quizá sea este el punto más flaco del, en todo caso, excelente relato: que la ironía, por no decir sarcasmo y la crítica contra el establishment burgués de la época, contra su cobardía, mezquindad e hipocresía, son tan evidentes, que tal vez lastren un poco (ojo, sólo un poco) la dinámica de la propia narración. La cual, en compensación, se ve impulsada por un estilo vigoroso, pero pródigo en detalles y aún sutilezas, que la lleva en volandas hasta el inevitable (y lo siento por si esto se ve como un SPOILER) y desolador final.

Y aunque no era mi intención al releer esta historia y plantearme su reseña, uno no puede dejar de acordarse del momento que estamos viviendo, cuando cada día nos llegan noticias, revelaciones y comentarios sobre violencia sexual, sobre abusos y acosos a mujeres; nos llegan tantas discusiones sobre lo que resulta sexista y lo que no y por qué o por qué no; tantos ataques epatantes y defensas que provocan sonrojo; tantas opiniones, interesadas o no, tanto ruido de fondo, en suma, que uno lee esta historia que avanza en una diligencia a través de la nieve que cubre Normandía, escrita hace ciento treinta y ocho años, y piensa que Maupassant (que tampoco es que fuera un santo varón de la lucha por la igualdad de género, precisamente), ya nos dijo con suma claridad que lo que importa, al fin y al cabo, lo que debemos respetar antes que nada es el dolor, la humillación, las lágrimas de quien ha sido víctima de violencia, de abuso, de acoso, de vejación... Todo lo demás, no digo que sobre, pero igual tampoco hace tanta falta.
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En tu vientre, José Luís Peixoto



Trad. Antonio Sáez Delgado
Literatura Random House, Barcelona, 2017. 160 pp. 17,90 €

José Miguel López-Astilleros

Si dijéramos que la trama de la presente novela tiene como núcleo las apariciones marianas de 1917 en Portugal y sus protagonistas, especialmente la niña Lucía, no incurriríamos en ninguna inexactitud; sin embargo, para quienes conozcan la obra de Peixoto (Galveias, 1974), no hará falta añadir que en este libro hay mucho más que la narración de estos hechos. Es posible que para algunos los prejuicios de este planteamiento inicial los disuada de acercarse al libro, lo cual les privará de bucear en aspectos tan humanos como ancestrales de nuestra especie. Hay que especificar que esta obra no va dirigida en exclusiva a los creyentes católicos, sino a cualquier lector sensible y amante de la buena literatura. En ella el autor no toma partido sobre la veracidad o no de tales apariciones. Por el contrario, deja tal decisión al lector, puesto que en ella intervienen cuestiones muy personales e íntimas, cuando no juicios preestablecidos sobre tal o cual posición, a menudo absurdamente irreconciliables. De modo que si tomara partido podría alterar tal dimensión. Tanto es así que no hay en toda la obra descripción alguna de las apariciones acaecidas supuestamente desde mayo a octubre. En defensa de tal postura hay que señalar que la propia madre de Lucía no la creyó hasta su muerte, lo cual provocó una honda frustración en la niña. No obstante, aunque ante todo es una obra de ficción, la documentación ha sido exhaustiva. Lo que sí habría que advertir, según el autor, es que esta historia se conoce de una manera muy simplificada y superficial, lo cual implica un conocimiento distorsionado de la misma.
Para Peixoto la aparición mariana de Fátima ha constituido un insoslayable evento identitario del Portugal de hoy, en sus tres vertientes, histórica, cultural y espiritual, ante cuya aceptación o no se alinean los portugueses. Por otra parte, su enorme popularidad es un hecho innegable —recordemos la enorme cantidad de personas que se acercan hasta aquellas tierra para rendir culto a la Virgen—. Aun así, bajo este ropaje trata temas como la cohesión de la familia, recurrente en toda su obra. O la reflexión sobre las distintas formas de maternidad y relaciones con la madre. Si en el delicioso y emotivo librito Te me moriste —reeditado recientemente por Minúscula y publicado cuando contaba veintisiete años— el centro es la relación con el padre, en este va a ser con la madre. Dicha figura aparecerá caracterizada de tres modos: la madre idealizada, casi perfecta, no humana, que surge del mundo bíblico, por eso esta imagen nos la suministran los textos en forma de versículos sapienciales en la voz de Dios. En segundo lugar, la madre de Lucía, más humana, presenta una relación difícil con el personaje de su hija. Y por último, la madre del narrador-escritor, que interrumpe el texto traspasando dimensiones, representa el verbo de la conciencia, esa que, como apunta Peixoto «…queda en la cabeza de los hijos, que no es real, pero que es importante para ellos.»
De lo anterior es fácil inferir que hay tres voces en la novela. Aquella que narra los hechos desde el punto de vista de Lucía, combina la tercera persona con la primera de la niña, cuando en ocasiones esta se dirige a la naturaleza en una especie de panteísmo infantil. Y a veces con diálogos en estilo directo incorporados a la narración sin guion, pero bien identificados, o la presencia de retazos de oraciones diseminadas a lo largo de la obra. Otra voz es la del Dios bíblico, que viene dada en forma de versículos sapienciales, como decíamos, con tipografía bíblica perfectamente diferenciada. La otra voz corresponde a la de la madre del escritor, que irrumpe en párrafos entre paréntesis, reconviniendo al hijo, recriminándole su comportamiento —«Cuando eras pequeño yo te guardaba la mejor parte de todo. Si alguien se atrevía a codiciar las cosas del niño, me volvía una fiera. Me gustaría saber por qué ahora no me llamas nunca para compartir las partes buenas. Pero, si pasa algo malo, es verdad que vienes corriendo a quejarte.» (pág, 51). La presencia de lo autobiográfico, principalmente la infancia, es considerable en la obra de este autor, sobre todo en los últimos libros y cómo no en este. Argumenta que esta perspectiva o elemento le suministra la ilusión de estar escribiendo sobre algo nuevo que solo él conoce, y que dota a la narración de una energía muy particular, creando un vínculo muy singular con el lector —un ejemplo especial de esto es el libro que lleva por título Galveias, su pueblo natal, editada aquí en 2016—.
Suele ser una característica esencial en casi en toda la producción de Peixoto la presencia de lo misterioso, fantástico, sobrenatural, y en esta que nos ocupa lo sagrado y milagroso. No evita tratar la trascendencia, así en Jornal de Letras declara que debemos aceptar lo trascendente como una dimensión de lo real —y así mismo, añadimos nosotros, la ficción también es otra dimensión de lo real—. Pero más adelante insiste en que el reciente ateísmo urbano no se cuestiona, ni se discute, hecho que es un error, puesto que, continua arguyendo, el autocuestionamiento es una de las grandes cualidades de la cultura europea, de ninguna manera es un enemigo de la fe, y que por el contrario revela una búsqueda y una voluntad de saber, un inconformismo frente a la realidad, —y añadimos en auxilio de esta argumentación que desde el punto de vista teológico, la fe también se fundamente en la duda—, siendo así que la teología es algo que subyace en la confección de la obra. De ahí que el lector pueda sacar sus conclusiones sobre el origen del la fe, la fe que nace de las almas sencillas, que no simples, precedentes de entornos humildes, rurales y pobres, una creencia que se remonta al origen de los tiempos fundacionales en la formación cultural, intelectual y religiosa del ser humano, donde lo sagrado y el misterio tenían un lugar privilegiado, que ahora en el mundo contemporáneo se le niega y se sustituye por la ciencia, adquiriendo esta última tintes muy parecidos a los de aquella.
En este libro hay una especial dedicación al tratamiento de la condición femenina, con especial atención a la maternidad, desde diferentes ángulos, psicológico e íntimo, social y familiar. Esta condición está expresada con absoluta delicadeza, sin escamotear la dureza de algunos planteamientos, como ocurre en la página 26, cuando la madre del narrador adopta cierto tono reivindicativo y amargo «Todo el mundo tiene derecho a descansar, menos las madres. Para cada tarea, profesión o encargo hay derecho a un receso, menos para las madres. Si una madre demuestra la más mínima fatiga de ser madre, llegará enseguida algún animal, sin tener ni idea de limpiar babas y parir, dispuesto a ponerla en tela de juicio. No es madre, no sabe ser madre, no está hecha para ser madre, dirá. Pero, si todo el mundo tienen derecho a descansar, ¿las madres no? La culpa es nuestra. Sí, la culpa es de las madres. Hemos dejado que sean los hijos quienes nos definan.» Con estas palabras se somete a crítica el papel ancestral de la mujer dedicada a criar a los hijos y organizar el hogar. Además de estar más abierta a la captación de los fenómenos religiosos, en contraposición al hombre, cuya presencia no abunda en la trama. Otros asuntos importantes sobre los que trata esta magnífica novela es la reflexión sobre la lengua y el proceso creativo, sobre la omnisciencia, en la que se parecen Dios y el escritor.
El estilo de José Luís Peixoto corresponde al de un extraordinario poeta que escribe como un gran narrador. Su faceta como poeta queda patente en el lirismo y la plasticidad de la expresión. Por esto ha llegado a decir que la poesía es la infancia de su escritura, de donde nace ese intenso tono poético, que bebe de poetas como Pessoa y Camoens. Pero no solo, puesto que la literatura oral tiene en su narrativa una influencia decisiva que nace de sus orígenes rurales, infancia y adolescencia. Entre las influencias más importantes que recibe está la de Saramago, con quien tuvo una excelente relación personal a raíz de recibir el premio que llevaba su nombre con Nadie nos mira, circunstancia que le permitió felizmente abandonar la docencia y dedicarse por entero a la escritura. Otras escritores decisivos en su formación son Lobo Antunes y Miguel Torga, con quien le une, a este último, el amor por lo rural, aunque desde ópticas diferentes. Toda su obra se enmarca en la superación del neorrealismo precedente de los años 50 y 60, debido a que el clima histórico de su generación, la generación del 25 de abril, nacidos en torno a 1974, ya en democracia, es muy diferente al de aquellos escritores, sin que por ello quiera decir que no mantenga un diálogo constante y fructífero con los mismos, al igual que con otros. Como contrapunto a Peixoto podríamos citar dentro de su misma generación a otro de los grandes escritores europeos del momento, J. M. Tavares, cuya obra encarna una visión más internacionalista totalmente distinta a la suya, aunque haya muchos puntos en los que coinciden.
Podríamos concluir diciendo que José Luís Peixoto es un escritor que merece la pena leer y seguir, sin que nos quepa la menor duda de estar leyendo a alguien que va a quedar en la historia de la literatura en primera línea, por su estilo poético y tratamiento gozosamente profundo y original de los temas que aborda. Una absoluta felicidad su lectura, aunque suene manido, pero así es. Aparte de esta obra y de las ya mencionadas, no hay que perderse también Una casa en la oscuridad, Cementerio de pianos o Libro, entre las traducidas al español, o Cal, aún en portugués, que contiene cuentos, una pieza de teatro y poemas sobre la vejez.
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El arte de la guerra, Sun Tzu



Trad. Enrique Toomey. Ilust. Damián Ortega.
Sexto piso ilustrado, Madrid, 2016, 248 pp. 24,90 €

Eduardo Fariña

En el capítulo "Blanco y azul", el séptimo de la segunda temporada de la serie Breaking Bad, tenemos una escena de antología. El policía de la DEA y cuñado de Walter White, Hank Schrader, se traslada desde Albuquerque hasta Texas, para dar lucha en la primera línea de batalla contra los carteles del narcotráfico. Schrader, racista y prepotente, observa atónito que uno de sus compañeros tiene en su mesa un enorme busto del célebre Santo de los narcos, Jesús Malverde. Schrader pregunta de forma poco cortés el motivo de tener semejante figura del bandido cerca. El compañero le cita el apartado XXXI del tercer capítulo de El arte de la guerra: «Conoce a tu enemigo y conócete a ti mismo: en cien batallas nunca estarás en peligro» (p. 60). De forma simultánea, le regala otra figura de Malverde, mucho más pequeña.
Es solo uno de los innumerables ejemplos de la influencia del clásico libro de Sun Tzu en la cultura contemporánea. Hablar de esta obra, escrita en el siglo IV antes de Cristo, es hablar de un libro con un enorme impacto, que trasciende el contexto histórico en el cuál fue escrito. En la actualidad, este célebre tratado se lee de forma obsesiva en el mundo empresarial y emprendedor, pero lo cierto es que El arte de la guerra es una obra filosófica que trasciende esos horizontes, ya que alberga múltiples enseñanzas a quienes deseen sobreponerse a momentos de adversidad. O sencillamente aprender de las situaciones más dispares y antagónicas. En un mercado editorial plagado de libros de autoayuda y de superación, leer una obra de tan hondo calado conceptual y didáctico como El arte de la guerra es una elección bastante más acertada.
En esta edición, encontramos ilustraciones del artista mexicano Damián Ortega (México, 1967) quien proviene de la rica tradición de los muralistas y de la caricatura política mexicana. Ganador de importantes premios como el Hamburguer Banhof (Alemania, 2006) y el Smithsonian Artist Research Fellowship. (Estados Unidos, 2007). En el prólogo, Ortega admite lo que significó en su ars poética la lectura del libro «me permitió entender el espacio físico no como un simple terreno, sino como un espacio marcado por la circulación, los flujos de energía, los intercambios civiles en materia e información» (p. 12). Elementos como el ladrillo y la arcilla están presentes en las maquetas que aparecen en las fotografías. Sin duda es una propuesta de lectura que interesará al lector por las sugerencias que se hacen de los constantes cambios de la materia y de las estrategias que describe Sun Tzu. El artista declara que no ha hecho un libro ilustrado ya que lo que hizo finalmente fue «trabajar en una lectura subjetiva paralela al texto, generando vínculos entre los trastornos naturales y geológicos, y las ideas y los tipos de batalla que el autor describe y que el mismo relaciona en un ejercicio de contemplación de la naturaleza» (p. 12).
El arte de la guerra fue un libro leído con mucho interés por los estrategas de diferentes civilizaciones en épocas distintas. Al plantear la guerra como algo relacionado a las interacciones entre seres humanos, la lectura no literal del tratado nos hace entender que tiene un valor añadido. Se adelanta a la idea de Julio César de divide et vinces en el apartado XXV del primer capítulo: «cuando esté unido, divídelo» (p.29) y brinda las cinco cualidades que debe tener un general en los últimos apartados del capítulo VIII (pp. 136-138) cualidades que debería tener todo ser humano si se encuentra en un contexto social complejo. Si en muchas ocasiones, la misma vida es una especie de guerra que se libra día a día, pues es indudable saber encontrar el mejor momento para evitar o librar una discusión, tomar decisiones económicas o incluso exponer de forma clara tesis políticas de manera empática. En sus páginas, tenemos consejos de saber tener paciencia para decidir, o encontrar el momento exacto de actuación.
El arte de la guerra de Sun Tzu es un clásico de la literatura universal y leerlo en una edición tan cuidada, junto con el trabajo de uno de los artistas latinoamericanos más destacados de la actualidad, es un doble privilegio. Por supuesto, todo buen lector de esta obra comprenderá que la mejor manera de “ganar una guerra” es simplemente no causarla. Y saber ver bien la oportunidad en la desventaja.
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En defensa de los animales, Jorge Riechmann (Ed.)



Los libros de la Catarata, Madrid, 2017. 272 pp. 18 €

Ariadna G. García

Titulaba Jorge Riechmann a uno de sus ensayos anteriores El siglo de la Gran Prueba (Baile del Sol, 2014), aludiendo al reto al que nos enfrentamos los seres humanos en esta centuria: la supervivencia de la especie y del tercer astro del sistema solar. En esta y otras obras, el célebre profesor de Estética Moral de la UAM alerta a sus conciudadanos del colapso civilizatorio al que nos encaminamos si no cambiamos de modelo económico, político, energético y social. Su último trabajo, En defensa de los animales, insiste en esa llamada de atención hacia nuestra responsabilidad individual y colectiva para afrontar con éxito esa prueba de la que dependemos tanto nosotros como todos los seres que pueblan el mundo. No obstante, lo hace de manera diferente. En esta ocasión, Riechmann ha elaborado una antología de textos del siglo III a C. hasta la actualidad que recogen aquellos valores que defiende: respeto, compasión, convivencia, acompañamiento, empatía, admiración y amor. Realizando un recorrido por la historia de nuestra relación con los reinos vegetal y animal (y de paso, por la historia del reconocimiento de nuestros derechos humanos), el poeta compila –hermosos y/o críticos– fragmentos que nos ilustran sobre cómo debemos actuar a día de hoy si queremos salvarnos. No faltan citas de la Biblia, Plutarco, El Corán, Montaige, Hume, Rousseau, Kant, Bentham, Salt, Schopenhauer, Thoreau, Singer, Zaniewski, Savater o Yourcenar, entre otras muchas obras y pensadores que recoge el volumen. Riechmann apela a que los humanos emprendamos políticas de la amistad, cuyo fin sea mantener y promover la vida. Ante el colapso eco-social que se nos viene encima, propone una “eco-sofía” (Bateson) que garantice la protección de la biosfera, de la que formamos parte como animales que somos. «Dominar no la naturaleza, sino la relación entre naturaleza y humanidad. Dominar nuestro dominio», es el emblema de la obra. El día que aprendamos a poner coto a nuestras ambiciones, que colaboremos en beneficio de todas las especies de la Tierra, ese –utópico– día en que despertemos del sueño de la infinitud de los recursos naturales, del crecimiento exponencial, ese día –quizás– superemos la prueba que nos examina de nuestra supuesta inteligencia. Veremos.
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Arañas de Marte, Guillem López



Valdemar, Madrid, 2017. 256 pp. 13,20 €

Ariadna G. García

A un libro le pedimos muchas cosas: que nos entretenga, que nos haga pensar, que nos enfrente a nuestros miedos, que nos sacuda, que nos deleite por su estética, que nos acompañe, que nos alerte, que nos consuele, que nos rete. La última novela de narrador valenciano Guillem López (1975), Arañas de Marte(Valdemar), cumple dichos requisitos. Casi nada. El argumento es este: coincidiendo con el primer aniversario de la muerte de Joan, su hijo, Hanne sufre una crisis nerviosa a la que nosotros, los lectores, asistimos en tiempo real. La novela transcurre dentro de su mente. Un cerebro alterado por la tragedia. A partir de ese instante, del modo que la protagonista pierde pie sobre el concepto certeza, nosotros también. Su depresión la lleva a confundir recuerdos e invenciones, a dar por real la fantasía, a presagiar el pasado, a construir diferentes versiones de los hechos vividos por ella, el niño y Arnau, su esposo. López, en el fondo, dialoga con su libro con la amplia tradición literaria/cinematográfica que aborda el asunto del contraste entre la apariencia y la realidad (desde Calderón de la Barca, pasando por Unamuno, Philip K. Dick o las hermanas Wachowski). Por otro lado, el narrador se dirige al lector explícito, a lo largo de la obra, para compartir con él sus comentarios sobre varias parejas de binomios: cordura-enfermedad, realidad-ficción, seguridad-incertidumbre. Algunos son muy buenos: «Quizás un lunes por la mañana la realidad se trace con tiralíneas: despertador, café, ascensor, atasco, trabajo… y así siempre, cada día. Aunque en otra parte –porque siempre ocurre en otra parte–, la vida da un traspiés y todo se va a la mierda. Entonces, descubrimos que no somos más que un equilibrista chino que gira platos sobre varas y corre de una parte a otra del escenario. Si cae uno, caen todos» (p. 46). Arañas de Marte, es una gran novela para recordarnos que hay un peligro –invisible, aleatorio– que siempre nos acecha: la enfermedad mental. ¿Qué puede horrorizarnos más que asistir a la pérdida de identidad de un ser querido, que saber que toda nuestra vida compartida ha dejado de tener un espejo donde mirarse? No reconocerte en lo que quedas, o peor, ser consciente de que has dejado de ser quien fuiste, es la mayor historia de terror que uno pueda imaginarse. Guillem López ha escrito un libro muy bueno, laberíntico, contradictorio, lleno de vueltas de tuerca. Altamente recomendable.
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