Qué leer.


Sándor Márai

Autor: Sándor Márai

En esta atractiva novela lo anecdótico puede ser trivial: es la historia de un adulterio. Pero en realidad se trata de un tema delicado: un triángulo amoroso que involucra a tres amigos. Márai se introduce en el alma del protagonista: el desconcierto por la traición y el dolor que ésta produce, son el origen de una larga reflexión sobre las debilidades del ser humano y sus limitaciones. La maestría del autor para explorar el mundo afectivo de los personajes, eleva la obra al nivel de lo sublime.


Es un acierto el uso de la primera persona. Por dos motivos:

1.-La elección del monólogo crea una tensión dramática ascendente: el lector espera después de cada párrafo la interrupción del amigo, Konrád, quien escucha en silencio las acusaciones del general; pero esta interrupción no se articula.

2.-Siendo el general un hombre viejo, su discurso tiene el ritmo reiterativo y paciente de una persona que se encuentra al final de la vida. El protagonista es un hombre mayor que se expresa sin prisa, sin exabruptos, sin dramatismo, sin rezagos de pudor.

LOS ESCENARIOS
Debido al cuidado con que el autor dibuja sus escenarios, creo que es interesante comenzar el análisis desde afuera hacia adentro. Es importante señalar como los elementos exteriores son presentados con esmero porque cumplen una función: son los espejos en donde se reflejan los seres que los habitan:

LA MANSION Y LA CASA DEL BOSQUE
Los padres del general se construyeron espacios propios para vivir. La mansión fue hecha a imagen y semejanza de la madre, trajo de Francia los tapices y el mobiliario transformando la casa en un lugar elegante, adornado con objetos bellos y música. Cuando el padre vio su casa transformada, se sintió atrapado y buscó reparar la falta construyéndose una casita en el bosque. Se refugia ahí, entre armas y trofeos de caza:

“La madre del general, la condesa, prohibió que los cazadores entraran en la mansión… Fue entonces cuando el capitán de la guardia imperial mandó construir la casa del bosque… Sólo aparecía en la mansión a las horas de las comidas…” (pág. 20)

En la habitación de la madre la estufa adquiere protagonismo, es un símbolo de su lucha contra el frío y la soledad. El general hereda la estufa y se protege con el calor que produce de la misma manera cómo lo hacía su madre. Siente el desamparo que ella sentía.

LA CASA DEL GENERAL
La casa sufre las transformaciones de los hombres que viven en ella. Al comienzo de la novela la casa es una prisión en donde el general se ha recluido, su habitación parece una celda. Se encierra en las habitaciones que fueron de su madre, instalado como un bebé en el útero materno:

“El general había nacido en la casa, en aquella habitación…. Hacía ya décadas, al cambiarse él a esta ala del edificio, había mandado derribar el tabique medianero y había convertido las dos habitaciones en una sola, más grande, dominada por las sombras. Había diecisiete pasos desde la puerta hasta la cama. Dieciocho desde la pared del jardín hasta el balcón. Los había contado muchas veces, y lo sabía con certeza y precisión”. (pág. 10).

Esta casa tiene vida propia, se identifica con sus habitantes y comparte sus alegrías y sus tristezas:

“La mansión lo comprendía todo… Comprendía también el silencio… Comprendía también los recuerdos… todas las casa donde vive gente tocada por la pasión con toda su fuerza, se llenan de este contenido impreciso” (pág. 27).

La casa vive también el reencuentro a su manera. Cuando el general y Konrád terminan de cenar, el anfitrión lleva a su amigo a la parte más íntima, abandonan el comedor para entrar en las habitaciones privadas. El protagonista busca el escenario para la confesión que va a hacer: alrededor del piano (el recuerdo de su madre y Kristina) , junto a la estufa, (la herencia de su madre), y en donde están los tres sofás que antes ocupaban ellos dos y Kristina, (la imagen de los buenos tiempos).

LAS CASAS DE KONRAD
El mejor ejemplo de que la casa es el reflejo del alma de quien la habita, es la escena en donde el general, al contemplar por primera vez la casa de Konrád, descubre al verdadero Konrád. La casa de su amigo le rebela dos verdades: que Konrád es una persona distinta a quien él creía que era, y que Kristina circulaba en esa casa como si fuera suya también. Es ahí, observando cada detalle, cuando sospecha que su mujer tiene una relación con su amigo.

“… absolutamente todo, el jardín, las estancias, los muebles, todo era como la casa que se organiza un artista. En aquel momento comprendí que de verdad eras un artista. También comprendí lo extraño que debías de sentirte entre nosotros, entre la gente normal…. Todo esto lo comprendí allí, entre los muebles singulares de tu hogar abandonado. Y en aquel instante entró Kristina”. (pág. 106-107)

La siguiente casa de Konrád será el trópico, que es una imagen del infierno. Ese trópico es una metáfora del infierno interior en que vivió consumiéndose desde que abandonó a Kristina y al general.

LOS CONTRARIOS
En esta novela, personajes, situaciones y escenarios, se describen en oposición a su contrario, en un juego de luz y sombra, de manera que el lector percibe lo que es, frente a lo que NO es. Ejemplos de estos contrarios serían:

El general y Konrád, la juventud y la vejez, Nini y la madre del general, el campo y la ciudad: (Viena), y dentro de la ciudad: la escuela militar y la Viena social. Y finalmente la gran oposición, que es el eje de la novela: los que pertenecen al mundo de la música, y los que no pertenecen a ese mundo.

La única que no tiene un personaje contrario que la defina, es Kristina. Ella es incomparable, la gran ausente, la mujer buena y la mujer mala al mismo tiempo, todas en una, no necesita de un espejo.

NINI Y LA MADRE DEL GENERAL
NINI:

Es la madre naturaleza que emerge como una fuerza telúrica, una mujer que se da sin límites y que se posterga ella misma para dar cabida a los otros a quienes acoge. Nini es transparente: no contamina nada con su subjetividad. Ella no cuenta, su rol es estar en donde debe estar, irradiar cuando debe irradiar. Sus dolores (la muerte de su bebé, el haber sido expulsada de su familia) no exigen un espacio para manifestarse.

Es madre sin lazos de sangre, se hace madre por un acto de voluntad, o amor:

“El general la observó con curiosidad, inclinándose hacia delante. Su vida y la de ella habían transcurrido paralelas, con el movimiento lento y ondulado de los cuerpos muy viejos. Lo sabían todo el uno del otro, más de lo que una madre puede saber de su hijo, más de lo que un marido puede saber de su mujer”. (pág. 17).

LA MADRE DEL GENERAL

Contrariamente a Nini, esta mujer vive intensamente sus angustias y eso le resta energía para entregarse a su hijo. El hecho de ser extranjera y de haberse enamorado del hombre equivocado, la marcan anímicamente. La madre del general es mujer antes que madre. Nini es madre antes que nada.

Su hijo la describe así cuando contempla su retrato:

“La joven del retrato del pintor vienés ladeaba ligeramente la cabeza, y su mirada tierna y seria se perdía en la nada, como si estuviera preguntando “¿Por qué?”… Aquella mujer siempre había sido una extraña” (pág. 25).

El contraste entre las dos maneras de atender al general de pequeño, están resumidas en esta frase:

“Durante seis días había mantenido (Nini) al niño con su aliento. La condesa (la madre) rezaba y lloraba de rodillas delante de la puerta”. (pág. 30).

KONRAD Y EL GENERAL
Los dos reciben una formación militar y rigurosa desde niños. Esta educación consigue moldear al general, lo convierte en un militar, a pesar de sus debilidades: sufría en la escuela, tenía miedo y le subía la fiebre. Pero la educación se impone. En el caso de Konrád no, nunca será un buen militar, él es artista.

El general crece con amor y arropado por las circunstancias, es una planta bien regada que luego florece. Konrád crece en una familia en donde las estrecheces dificultan el desarrollo de las relaciones, su vida será siempre una lucha:

“Henrik era muy hábil. Konrád luchaba desesperadamente por encontrar el equilibrio y la seguridad, su cuerpo carecía de la memoria de tal capacidad, de tal herencia genética. Henrik aprendía todo con facilidad, Konrád tenía dificultades, pero retenía todo lo aprendido de una manera desesperada, con codicia, como si supiera que aquello era su único tesoro en el mundo”. (pág. 41).

Conformen se hacen mayores, aumentan las diferencias entre ellos: uno vive para disfrutar, el otro tiene una experiencia interior más intensa. Uno gasta, el otro no tiene dinero para gastar.

“…el hijo del guardia imperial volvía casi siempre después de media noche; llegaba de algún baile, de alguna fiesta, y ya desde la calle veía, en la ventana de su amigo, la luz tenue, irregular y acusadora de las velas. En la señal luminosa de aquella ventana había algo de reproche…. Tenía la sensación de haber vuelto a engañar a su amigo”. (pág. 52).

“Konrád hablaba de sus lecturas y el hijo del guardia imperial de las experiencias de la vida”. (pág. 56).

“Aquellas charlas nocturnas en la casa de Hietzing se convirtieron con el tiempo en conversaciones entre maestro y discípulo… Cuando Konrád –en un tono amistoso pero superior, divertido y sin darle importancia al asunto- se burlaba del hijo del guardia imperial por todo lo que éste había experimentado en el mundo, se notaba en su voz todo ese sofoco, esa sed insaciable, ese deseo”. (pág. 58).

En el monólogo que sostiene el general, el día del último encuentro, señala las diferencias entre los dos y cómo éstas los marcaron para actuar de una u otra manera. Por eso le dice a Konrád:

“Ibas de caza pero sólo como quien se resigna a un formalismo de tipo social. Cazabas con una expresión de desprecio. Llevabas el arma de una manera descuidada, como si fuera un bastón o una caña. No conocías esa extraña pasión, la más secreta de todas las pasiones de la vida de un hombre… es la pasión por matar. Somos humanos, para nosotros es ley de vida el matar. No podemos evitarlo… Matamos para defender, matamos para conseguir, matamos para vengarnos. ¿Te ríes?… ¿Te ríes con desprecio? ¿Te has convertido en un artista y se han refinado en tu alma todos estos instintos bajos y brutales?… ¿Crees que nunca has matado a ningún ser vivo?

En este párrafo se evidencia la diferencia a nivel formal, pero no en lo esencial. El general le recuerda que no lo debe menospreciar por ser un cazador, ya que hay muchas formas de matar. Un amigo que comete adulterio con la mujer del otro, ¿no mata de manera simbólica?, ¿acaso actúa mejor que aquel que dispara a un animal? Para el general la caza es un ritual, quien caza ejerce de sacerdote que celebra y sublima así sus pasiones. Para Konrád es un acto salvaje que lo asquea.

LA MUSICA Y LOS QUE NO AMAN LA MUSICA
La música es en esta novela una línea que separa al mundo en dos. En realidad, el uso de la palabra “música” es una imagen que representa el aspecto creativo o artístico del ser humano. Cuando habla con admiración de los que aman la música, el general se refiere a aquellos espíritus que vibran con la belleza y que son capaces de elevarse por encima de lo material. En oposición a ellos están los militares: él y su padre.

La música, entendida así, separó a sus padres:

“… la mujer pretendía domesticar a las fieras con la música… El guardia imperial las ahuyentaba con cuchillos, su esposa lo observaba desde la ventana. Había algo entre ellos que no se podía reparar. No obstante, se amaban”. (pág. 24).

Cuando el general es un niño, Nini lo define en relación a esta carencia:

“-Yo seré poeta- dijo él un día, levantando la vista y ladeando la cabeza…

-¡Qué va! ¡Tú serás soldado! (aclaró Nini). (pág. 31).

La música separa a los amigos:

“Konrád tenía un refugio adonde su amigo no podía seguirle: la música. Era como si tuviera un lugar secreto, sólo para él, donde nadie en el mundo pudiera alcanzarlo. Henrik tenía callos en los oídos, le bastaba con la música cingara y los valses de Viena”. (pág. 47).

Pero la música también une a la madre del general y a su amigo Konrád, y los separa del general y de su padre:

“La madre ejecutaba la pieza con pasión: tocaban Polonesa-Fantasía de Chopin. Era como si todo se hubiera revuelto en el salón. El padre y el hijo sentían, sentados en sus sillones en aquel rincón, en su espera paciente y disciplinada, que en los dos cuerpos, en el cuerpo de Konrád y en el de la madre estaba sucediendo algo. Era como si la rebeldía de la música hubiera elevado los muebles…” (pág. 49).

Y por último, y quizás lo más doloroso para el protagonista, es que la música une a Konrád y a Kristina y los separa de él. La música será la culpable, la que aleja al general de sus grandes amores, por eso se rebela contra ella, como si fuera veneno. La única vez que el general pierde la calma es cuando se da cuenta de ello, y consigue señalar la causa de su desgracia:

“Odio la música –dice con voz más elevada y ronca: la primera vez en toda la noche que sus palabras delatan una emoción-. Odio ese lenguaje armonioso, incomprensible para mí, que ciertas personas utilizan para charlar, para decirse cosas inefables que no responden a regla alguna, ni a ninguna ley: sí, a veces pienso que todo lo que se expresa a través de la música es maleducado e inmoral”. (pág. 159).

LOS GRANDES TEMAS
En este monólogo se reflexiona con profundidad sobre la vida y se desmenuzan valores como la amistad, el honor, la fidelidad. También se cuestionan la pasión y la soledad.

LA AMISTAD
Aquí se centra la historia, ¿qué es la amistad, qué implica, qué significa? ¿Fueron amigos, son amigos? Y las respuestas van variando conforme el general analiza lo vivido por él y Konrád. Para comenzar, la primera definición que él tuvo de niño se la dio su padre, militar como él:

“Para mi padre la palabra “amistad” era un sinónimo de honor”. (pág. 97)

Luego señala un elemento importante que rara vez se menciona: en la amistad hay atracción, entendida no como atracción sexual, si no como cierto deslumbramiento. El amigo lo elegimos porque “nos gusta”, detectamos una especie de imán que nos hace acercarnos y luego quedarnos con él:

“¿Qué se esconde detrás de la amistad? ¿Simpatía? Se trata de una palabra hueca, poco consistente, cuyo contenido no puede ser suficiente para que dos personas se mantengan unidas, incluso en las situaciones más adversas, ayudándose y apoyándose de por vida…¿por pura simpatía? ¿O se trata quizás de otra cosa?… ¿Habrá tal vez cierto erotismo en el fondo de cada relación humana?” (pág. 98).

Cuando el general intenta profundizar en aquello que implicaría la amistad, es cuando la reflexión se convierte en una propuesta osada, sin prejuicios ni limitaciones, en una relación amplia y generosa, y sobre todo libre de ataduras:

“Al igual que el enamorado, el amigo no espera ninguna recompensa por sus sentimientos. No espera ningún galardón, no idealiza a la persona, que ha escogido como amiga, ya que conoce sus defectos y la acepta así con todas sus consecuencias… ¿Qué valor tiene una amistad si sólo amamos en la otra persona sus virtudes, su fidelidad, su firmeza? ¿Qué valor tiene cualquier amor que busca una recompensa? ¿No sería obligatorio aceptar al amigo desleal de la misma manera que aceptamos al abnegado y fiel?… Y si uno entrega a alguien toda la confianza de su juventud, toda la disposición al sacrificio de su edad madura y finalmente le regala lo máximo que un ser humano puede dar a otro, si le regala toda su confianza ciega, sin condiciones, su confianza apasionada, y después se da cuenta de que el otro le es infiel y se comporta como un canalla, ¿tiene derecho a enfadarse, a exigir venganza? Y si se enfada y pide venganza, ¿ha sido un amigo él mismo, el engañado y abandonado?” (pág. 99).

Aceptarlo todo por amor al amigo, sería lo ideal, pero el hombre no es un ser ideal, es limitado e imperfecto, por lo tanto la amistad, que es una relación humana, es imperfecta. Y el hombre no puede dejar de establecer límites, los necesita como una defensa, para no sufrir. Llegado a este punto, el general concluye:

“Porque si tú y yo no hubiéramos sido amigos, no habrías levantado el arma contra mí aquella mañana, en el bosque, durante la cacería. Y si no hubiéramos sido amigos, yo no habría ido a tu casa al día siguiente, a aquella casa a la que nunca me habías invitado, donde guardabas tu secreto, un secreto malvado e incomprensible que envenenó nuestra amistad. Si no hubieras sido amigo mío, no habrías huido al día siguiente de esta ciudad, de mí, de la escena del crimen, como un asesino, como un delincuente, sino que te habrías quedado aquí, engañándome y traicionándome, y quizás todo esto me habría causado dolor, y herido mi vanidad y orgullo, pero no hubiera sido tan terrible como lo que hiciste por ser mi amigo. Si tú y yo no hubiéramos sido amigos, tú no habrías regresado cuarenta y un años después… Tú has matado algo en mí, has destruido mi vida, y yo sigo siendo amigo tuyo. Y yo ahora, esta noche, estoy matando algo en ti, y luego dejaré que te vayas a Londres, al trópico o al infierno, y seguirás siendo amigo mío”. (pág. 125).

LA FIDELIDAD
La misma pregunta que se plantea el general respecto a los límites en la amistad, la replantea respecto a la fidelidad:

“¿Qué significa la fidelidad, qué esperamos de la persona a quien amamos?… ¿Exigir fidelidad no sería acaso un grado extremo de la egolatría, del egoísmo y de la vanidad, como la mayoría de las cosas y de los deseos de los seres humanos. Cuando exigimos a alguien fidelidad, ¿es acaso nuestro propósito que la otra persona sea feliz? Y si la otra persona no es feliz en la sutil esclavitud de la fidelidad, ¿amamos a la persona a quien se la exigimos? Y si no amamos a esa persona y no la hacemos feliz, ¿tenemos derecho a exigirle fidelidad y sacrificio?” (pág. 166).

Una pregunta que queda flotando en el aire, sin respuesta. El hombre no suele ser tan amplio y siempre se cuelan los prejuicios. Pero la idea es interesante, es una pregunta sincera de un hombre que está atrapado entre sus afectos, su orgullo y el deseo de que la persona amada encuentre lo que busca.

EL HONOR
El general fue formado por un padre militar para quien el honor lo era todo, esa fue su herencia. Y por eso el general encarna el honor en la novela. Los códigos hay que respetarlos, al precio que sea, y eso lo convierte en un hombre contenido. La ley moral manda sobre el sentimiento.

Konrád es el otro extremo: el sentimiento es ciego, la pasión se desborda y arrasa con los códigos. Por eso huye.

Y al final, será por honor, maldito honor, que el general no vuelve a hablar con Kristina. Ella lo hirió en su amor propio:

“Volví a casa, esperé hasta la noche, luego me fui a la casa del bosque, y estuve esperando una señal, una palabra, un mensaje, durante ocho años. Pero Kristina no vino… Así soy yo por naturaleza, así me educaron, así ocurrió todo. Si Kristina me hubiese mandado un mensaje, cualquier mensaje, su hubiera cumplido su voluntad”. (pág. 168).

LA PASION
La pasión es una bomba que revienta en las manos de los tres personajes. Y ellos, heridos, dan manotazos de ahogados: Konrád planea matar al general, a su amigo, para sentirse libre y amar a Kristina. En vez de matarlo, huye:

“Porque la pasión no conoce el lenguaje de la razón, ni sus argumentos. Para una pasión, es completamente indiferente lo que reciba de la otra persona….” (pág. 119).

Así como el general personifica el honor, Konrád personifica la pasión. El apasionado es un ser contradictorio: ama y odia al mismo tiempo. El apasionado no se resigna con una parte, quiere más y más, siempre busca y arriesga porque es impulsivo. Por eso vive la amistad de una manera intensa y compleja: es tan fuerte el sentimiento que oscila entre los extremos: atracción y rechazo al mismo tiempo. Quiere ser como el amigo, quiere tener lo que el otro tiene, pero no por eso deja de amarlo. Amor y dolor se mezclan y confunden.

Por eso es interesante la autocrítica que se permite el general al final del monólogo: ¿cómo no anticipé el fin? Cegado por su buena estrella, dichoso con su suerte, no fue receptivo a las señales a su alrededor: no se dio cuenta que muchas cosas suyas perturbaban a su amigo, o lo ofendían en su pobreza. Tampoco pudo leer las señales que Kristina dejaba en su diario. No intuyó el peligro y no pensó que dos seres apasionados, podrían desbordarse.

LA SOLEDAD
Los tres personajes terminan solos como terminaron los padres del general. Quizás la única persona que escapa de la soledad es Nini. O no se da cuenta de su soledad, porque no le pesa, no la sufre.

En realidad, estuvieron solos desde siempre. La no-soledad, que es la ilusión del amor en pareja, en esta novela no existe. El general estaba encerrado en una actitud auto contemplativa, indiferente al mundo que lo rodeaba. Konrád estuvo solo desde joven. La lucha de sus padres por darle un mejor nivel de vida, los alejó de su hijo. Kristina, en la escena del sanatorio en donde estuvo recluida su madre, se perfila como una joven solitaria. Luego se valdrá de un diario para comunicarse con su marido, objeto que refleja una dificultad de comunicación entre ellos. Luego Konrád la deja sola cuando huye, su marido no le habla ni la busca, la ignora, y finalmente ella muere de abandono y soledad.

EL AMOR
Las conclusiones del general son contundentes: el amor debe darse entre iguales. Sólo así será posible la comunicación plena, la complicidad de la pareja:

“El secreto y el regalo mayores de la vida es cuando se encuentran dos personas “semejantes”. Esto ocurre raras veces, como si la naturaleza impidiese tal armonía mediante todas sus fuerzas y tretas, quizás porque para la creación del mundo y la renovación del mundo es necesaria la tensión que se forma entre las personas que no cesan de buscarse, pero que tienen intenciones contrarias y distintos ritmos vitales.” (pág. 154).

Heinrik se enamoró de una mujer apasionada, amante de la música. Y la historia se repitió, como la de su madre y su padre: ellas en una orilla y ellos en la otra, no pudieron encontrarse ni amarse auque lo deseaban. Por eso el general llega a la conclusión que señala en la cita anterior. Pero ésta no puede ser aplicable de manera arbitraria al resto del mundo. Su raciocinio es el siguiente: si en mi caso y el de mis padres, las parejas no funcionaron por las diferencias, deduzco que si uno encuentra a una persona igual, será feliz. El dolor lo lleva a él esta conclusión.

KRISTINA
Creo que el personaje de Kristina, a pesar de ser la gran ausente, está presente en cada línea, en cada palabra, con la fuerza que debió tener en vida. Es un personaje atractivo, arrollador, contradictorio:

“…era tan indefinible, tan inclasificable… como si ninguna raza, ni ninguna clase la pudiera contener del todo, como si la naturaleza hubiese tratado por una vez de crear algo único, un ser independiente y libre, alguien que no tiene nada que ver ni con clases ni con orígenes. Era como las fieras salvajes… (pág. 155).

Solamente una mujer muy vital y con gran poder de seducción, puede haber sido la causante de una pasión ciega que arrasó con todos.

El valor de El último encuentro es que no enjuicia el comportamiento de los personajes, hay un intento de acercarse a los tres para comprender lo difícil que es vivir en circunstancias como las que presenta.

Las citas están tomadas de la 1ª. edición de la editorial Salamandra, 1999. Traducción del húngaro de Judit Xantus.

Publicado el noviembre 7, 2006



El último expediente llegado a la mesa de trabajo de Kristóf Kömives, juez en la Budapest de entreguerras, es el divorcio de los Greiner. Un caso más, excepto que el nombre de soltera de la mujer, Anna Fazekas, hace perder al magistrado su inmutable serenidad. El alegre desparpajo de la juventud, un paseo por el lago, una mirada arrebatadora: la evocación de aquellos instantes fugaces son suficientes para perturbar, después de tantos años, el aparente sosiego de su intachable vida burguesa. Y cuando el señor Greiner se presenta en su casa con la noticia del su***dio de su mujer, Kristóf no puede resistirse al aluvión de sentimientos encontrados que inundan su espíritu. Durante el transcurso de una noche, Kristóf asumirá el doble papel de acusado y testigo de la confesión de Greiner, que al desgranar la historia de su matrimonio pondrá de relieve el abismo que separa a los dos hombres; por un lado, el burgués que renunció a la emoción de lo desconocido para perpetuar los sólidos valores de una clase social asentada y satisfecha de sí misma, y por otro, el joven advenedizo que por conquistar una mujer que le estaba vedada se entregó a una existencia erigida sobre la impostura y encorsetada en unos cánones ajenos a su persona. Así pues, con el inminente estallido de la guerra más devastadora que ha conocido la Humanidad como telón de fondo, el azar les otorga la ocasión de reflexionar acerca de aquellas vivencias y sentimientos que nunca habían sido capaces de compartir con nadie, y redimir en parte, si acaso, los errores que les condujeron a la situación actual.

¡Maravillosa, como El último encuentro!
 

Bella del Señor es una de las cumbres novelísticas de nuestro siglo, obra de Albert Cohen, un autor inclasificable y desconcertante que ha sido comparado con Shakespeare, Proust, Musil, Céline y Charlie Chaplin. Situada en Ginebra y en Francia, en 1936, en una época en que el antisemitismo alcanza en Alemania su paroxismo, Bella del Señor relata, con lirismo romántico unido a una ironía feroz, la relación exasperada entre Solal, judío, alto funcionario de la Sociedad de las Naciones, y Ariane, la aristócrata aria casada con un subordinado de Solal, desde su encuentro hasta la agonía final, pasando por la conquista, la pasión y la implacable degradación de los sentimientos. Para combatir la saciedad, los amantes recurren a todos los medios: celos retrospectivos, humillaciones morales y todas las recetas eróticas: este libro de amor es también un retrato de los horrores de la carne.

Tanto por el análisis de los celos como por el relato de la seducción o por su pesimismo radical, casi metafísico, respecto al mito del amor puro, Albert Cohen, en esta búsqueda del Absoluto a través del amor, nos ha dejado páginas que pertenecen ya a la leyenda y que durante largo tiempo continuarán forjando la sensibilidad de lectores y lectoras.

«Un monumento, una milagrosa y prodigiosa obra maestra que lo iguala a los más grandes novelistas de la literatura universal... Se impone con la misma necesidad clásica que Shakespeare, Proust, Rebelais, Joyce o los grande profetas del Antiguo Testamento» (Claude Lanzman).

«Sin discusión, Bella del Señor es la obra maestra de la literatura amorosa de nuestra época» (Bernard Pivot, Lire).

«Amor, humor, lo lírico y lo cómico: los dos resortes sabiamente entremezclados de la obra maestra de Albert Cohen desencadenan una inimitable danza de la vida y de la muerte... Poeta y clown, Albert Cohen nos ofrece un trampolín desde el cual saltar hasta las estrellas, pero no tiende la red para recibir al acróbata: así, el salto del ángel concluye en salto de la muerte» (Claude Roy).

La gran novela que deja en el más espantoso ridículo a la basura de las sombras de Grey.
 
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Katrina, de la finlandesa Sally Salminen, es una novela con fuerza y una protagonista comparable con las de tantas novelas de Willa Cather. Cuenta la vida de una mujer de Österbotten, una región de Finlandia, que se deja deslumbrar por la simpatía de un marinero que un día llega a su pueblo, por lo que se casa y se marcha con él lejos, a Åland. Una vez allí, se da cuenta de que su marido, una buena persona, es el hazmerreír del pueblo por su palabrería y su afición a presumir, y que sus promesas eran completamente vanas. Pero hace frente a su nueva situación: trabaja duramente en distintas casas del pueblo, educa a sus hijos e incluso va viendo los aspectos buenos que tiene su marido. Y, llegado el momento, reivindica con entereza lo que se le debe: «una mujer debe hacerse valer tanto como un hombre y hasta más», dice Katrina al capitán Nordkvist cuando le reclama las deudas que ha contraído con ella.

Todo se cuenta con paso tranquilo para meter al lector en el mundo interior de Katrina, toda una personalidad, que acaba ganándose a sus vecinos y, también, el respeto de los hombres más ricos del pueblo. Hay momentos tensos, como corresponde a la vida de pueblos marineros que viven inquietos por la suerte de quienes se han embarcado, y como es propio, también, de quienes han de hacer frente a situaciones climatológicas extremas. Al principio de la historia Katrina se propone ser feliz, llegar a vencer la miseria en la que vive, y demostrar «a todo el mundo que tenía fuerza para hacer florecer su dicha aún en el corazón de aquellas desnudas rocas», pero su historia se parece poco a los grandes novelones románticos pues los acentos amables de la narración no esconden la dureza en ningún momento.
 

El argumento nos sitúa en 1899, en una pequeña ciudad de provincias austrohúngara. Ahí es donde viven los Vajkay, una pareja de sesentones (en 1924, tener cumplidos los sesenta significaba haber entrado de sobra en la tercera edad) que se disponen a despedirse de su hija treintañera, una mujer muy poco agraciada que permanece soltera y que vive con ellos, cuidándoles y haciéndoles compañía. La llaman de forma cariñosa Alondra y aunque la mujer sólo va a estar fuera una semana, en la casa de campo de unos parientes, sus padres se toman esa partida con un dramatismo descomunal que enseguida deja claro al lector la dependencia que tienen con su hija. Pero en cuanto Alondra se va, las cosas para la madura pareja no son tan penosas como podía esperarse… Al contrario, aprovechan para hacer muchas cosas que llevaban años sin hacer, como ir al teatro, cenar fuera de casa, y en el caso del padre, disfrutar de reuniones regadas de abundante alcohol con otros hombres…

Sin embargo, mientras los Vajkay “disfrutan” de estos días, no pueden evitar pensar continuamente en su pobre hija ni ahuyentar del todo el dolor y el trauma que les supone que su única descendiente haya nacido tan fea y carente de encanto, lo que la condena a la soltería, una desgracia lapidaria para las mujeres de aquel tiempo. Como me pasó con Anna la dulce, me maravillan la sensibilidad y la habilidad de Kosztolani para ponerse en la piel de sus personajes, los Vajkay y la pobre Alondra, a la que sólo quieren sus padres, algo que ella sabe muy bien aunque nunca se queje de nada.

El escritor muestra sin aspavientos ni reflexiones explícitas el dolor que puede causarle a una persona ser consciente de las limitaciones infranqueables que le han tocado en suerte y la pena de unos padres que aceptaron hace tiempo que su único vástago está condenado a una existencia gris y siempre vinculada a ellos. De la mano de este autor húngaro, la frustración, el dolor, la compasión, la tristeza, la mezquindad y la rabia que subyacen en las páginas de Alondra fluyen contenidas y simbolizadas más que mostradas a lo largo de menos de trescientas páginas que se leen con placer y pesar.




 



"Huida al Norte" es la primera de las cuatro novelas escritas en el exilio y está construida sobre las experiencias personales, hasta el punto de que los modelos resultan tan reconocibles que la novela levantó numerosas suspicacias. En palabras del propio Klaus Mann, aunque es "ante todo una historia de amor", "detrás están las exigencias del día", sin las que el propio autor apenas si consideraría su obra interesante.


Inolvidables Karin-Johanna-Ragnar. Hermoso viaje final al norte de los amantes, la dificil elección de Johanna entre su compromiso en la lucha contra el nazismo de su Alemania o el pasional amor hallado en el masculino y honesto hermano de su amiga Karin, secretamente enamorada de ella.
 
Qué NO leer.
Los pilares de la tierra.
Tuvo tanta publicidad que me empeñé en leerlo y me pareció un tostón, un montón de historias, un montón de personajes que se entrecruzan. Pierdes el hilo mil veces, tienes que volver hacia atrás para recordar quién es quién.
Luego los detalles me parecen poco fidedignos; vestidos medievales que se rasgan de un manotazo como si fuesen de ZARA, familias con niños que sobreviven en pleno invierno a la intemperie del bosque y sin comida.
Y si quieres saber cómo se construye una catedral ármate de paciencia porque en 500 páginas solo han levantado dos paredes.
 

Este libro mezcla impresiones de la vida vienesa y europea anterior a la Primera Guerra Mundial con recuerdos personales de Zweig. Es sin embargo una memoria reservada, en la que no se menciona la vida sentimental del autor.

Zweig señala sin reparos los defectos de esa sociedad desaparecida (la pobreza de grandes sectores de la población, la permanente minoría de edad de las mujeres, la hipocresía sexual), pero añora también con pasión (que, como en otras obras suyas, tan bien sabe transmitir) el ideal de progreso indefinido y la ferviente fe en el ser humano que desaparecerían para siempre en las trincheras de la Gran Guerra. Los títulos de los capítulos (Eros matutinus, Universitas vitae) evocan una cultura humanista y el frescor de una esperanza en el futuro que quedarían destrozadas por los primeros desórdenes del siglo XX. La lectura se hace aún más dramática si se recuerda que Zweig se suicidaría poco después en compañía de su esposa, llevado por la desesperanza ante el aparente triunfo del nazismo en la Segunda Guerra Mundial.
 

El Danubio, que ha sido calificado como «un maravilloso viaje en el tiempo y el espacio», enlaza con el «tourisme éclairé» de un Stendhal o un Chateaubriand, e inaugura un nuevo género, a caballo entre la novela y el ensayo, el diario y la autobiografía, la historia cultural y el libro de viajes.

En palabras de su autor, el libro es «una especie de novela sumergida: escribo sobre la civilización danubiana, pero también del ojo que la contempla», y fue redactado «con la sensación de escribir mi propia autobiografía». Paisajes, pasiones, encuentros, reflexiones: El Danubio es, pues, el relato de un «viaje sentimental» a la manera de Sterne, en el que el narrador recorre el viejo río desde sus fuentes hasta el Mar Negro atravesando Alemania, Austria, Hungría, Checoslovaquia, Yugoslavia, Rumanía, Bulgaria mientras recorre al mismo tiempo la propia vida y las estaciones de una cultura contemporánea, sus certezas, sus esperanzas y sus inquietudes.

Un viaje que reconstruye en forma de mosaico, a través de los lugares visitados e interrogados, la civilización de la Europa Central, con la inmensurable variedad de sus pueblos y de sus culturas, captándolas en los signos de la gran Historia y en las mínimas y efímeras huellas de la vida cotidiana, e identificando las nervaduras precisas: la presencia alemana, el peso de las minorías étnicas y de las culturas negligidas, la huella dejada por los turcos, la vigente presencia hebraica.

En resumen, un texto extraordinario como subrayó también la crñitica española: «Obra Cumbre» (Mercedes Monmany); «Espléndido libro» (Joan Barril); «Obra enciclopédicaa, un libro de viajes que es a la vez ensayo, crónica histórica y ficción, un libro modélico. El Danubio es, ante todo, literatura, por las cualidades de su visión y estilo y por el ensablaje de todos los materiales en una arquitectura que pretende, y lo consigue, ser autosuficiente» (Miguel García-Posada).
 



La búsqueda de las fuentes del Nilo, constituye una de las grandes epopeyas de la exploración del siglo XIX. En El Nilo Blanco, un auténtico clásico de los libros de viajes que se presenta aquí en nueva traducción y acompañado de grabados originales de la época, Alan Moorehead revive los episodios más notables de esta aventura. Desde la primera expedición emprendida por Richard Burton y John Hanning Speke, hasta el famoso encuentro en Stanley y Livingstone; la construcción del canal de Suez, el nombramiento del general Gordon como gobernador de Sudán y su trágico fin, así como las disputas entre los poderes coloniales, que se saldó con la primacía británica sobre gran parte de África Central.
 


¡Impresionante novela dentro del realismo mágico latinoamericano!

La maravillosa nicaragüense Gioconda Belli!
La mujer habitada sumerge al lector en un mundo mágico y ferozmente vital, en el que la mujer, víctima tradicional de la dominación masculina, se rebela contra la secular inercia y participa de forma activa en acontecimentos que transforman la realidad. Partiendo de la dramática historia de Itzá, que por amor a Yarince muere luchado contra los invasores españoles, el relato nos conduce hasta Lavinia, joven arquitecta, moderna e independiente, que al terminar sus estudios en Europa ve su país con ojos diferentes. Mientras trabaja en un estudio de arquitectos, Lavinia conoce a Felipe, y la intensa pasión que surge entre ambos es el estímulo que la lleva a comprometerse en la lucha de liberación contra la dictadura de Somoza. Rebosante de un fuerte lirismo, La mujer habitada mantiene en vilo al lector hasta el desenlace final.
 


Al concluir la lectura de Obabakoak, el lector tenía la impresión de que aquella imagen artística de un lugar y de una época estaba incompleta, y de que el autor acabaría volviendo al universo de la infancia y la adolescencia de los personajes de Obaba para dar cumplida cuenta del abandono físico y sentimental -literario, en suma- de aquel territorio.

El hijo del acordeonista cumple esta función. La historia entra de lleno en las acciones de la novela, que narra sucesos situados entre 1957 -la época escolar en que David y Joseba se conocen- y 1999, cuando David muere en Estados Unidos. El transcurso temporal está marcado por experiencias decisivas: los primeros estudios, las amistades adolescentes, los primeros sobresaltos amorosos, la tímida colaboración con los primeros grupos armados independentistas, la separación, la diáspora, el exilio. David acaba regentando un rancho en California, casado con una norteamericana y obsesionado por la idea de que su mundo originario -el pueblo, los amigos, las costumbres, la “vieja lengua”- desaparece vertiginosamente. Durante años ha ido componiendo en su retiro californiano páginas y páginas que forman un verdadero memorial, redactado en vascuence, para que pueda al menos quedar testimonio escrito de su vida y de sus gentes.

Una vez más, la escritura aparece para salvaguardar la memoria, para fijar lo perecedero. Incluso en la costumbre inventada por David como juego para sus hijas, consistente en enterrar papeles con palabras dialectales del vascuence metidas en cajas de cerillas, se adivina el simbolismo evidente: la “vieja lengua”, como los restos en las tumbas de un cementerio, desaparece y, a la vez, perdura.

Muerto David, será su amigo Joseba -en quien sin duda hay muchos rasgos del autor- quien amplíe y complete la obra y se encargue de su publicación. El hijo del acordeonista se presenta, pues, como una variante del clásico “manuscrito encontrado” -ya que el compilador interviene también en el texto- y funde así dos perspectivas, dos puntos de vista, lo que ayuda a explicar las percepciones distintas de la realidad que a veces coexisten en sus páginas, y también algunas elipsis temporales. No estamos ante la complejidad del Quijote, pero sí ante una organización textual sabiamente aprovechada. La estructura abierta de memorial permite la intercalación de historias, como la del japonés Toshiro o las tres confesiones diferentes de los activistas detenidos. Entre estos relatos breves sobresale el dedicado al primer “americano” de Obaba, que tiene la aparente sencillez, la concisión y la intensidad expresiva de los mejores relatos de Baroja.

Como es práctica habitual en otros autores -pienso ahora en Antonio Soler, por ejemplo-, Atxaga ha vuelto a recrear el mundo de su adolescencia. Pero aquí lo decisivo no son los personajes -Juan, Lubis, Martín-, ni siquiera el despertar erótico, con las historias de Teresa o Virginia, o la inserción de tipos cuyo correlato objetivo es de fácil identificación -el forzudo Ubande convertido en boxeador de carrera efímera-, sino el velado tono elegíaco que impregna la narración, su carácter de crónica incompleta y personalísima de un mundo distante y casi desvanecido. Esta distancia, que es sobre todo ideológica y sentimental, se manifiesta también en la separación que la muerte o la lejanía imponen a los personajes: Ubande acaba en Madrid, Teresa en Biarritz, David en California, Joseba en Cuba, Agustín en Montevideo... El ciclo de Obaba y sus gentes, que va desde las consecuencias devastadoras de la guerra civil hasta los primeros brotes de activismo antifranquista y su degradación posterior, parece definitivamente concluso. Pero Atxaga posee dotes considerables de escritor, y es capaz de crear personajes sólidos, creíbles y consistentes. Habrá que observar qué derroteros escoge para su segunda navegación.


Y dos pequeñas grandes delicias para todos los públicos


En la larga lista de libros de B. Atxaga este relato (equiparable a un cuento largo) destaca como uno de los más atrayentes por el humor, la viveza y frescura de su lenguaje híbrido (euskara e inglés), y los recuerdos etnológicos y folclóricos que ofrece sobre el pasado de País Vasco. El protagonista es un hombre de casi ochenta años que vive en Boise, después de haber pasado sesenta años como pastor en las montañas de Idaho. En el corto intervalo de quince días recibe, remitidas de Obaba, dos cartas escritas por los familiares de dos amigos suyos de juventud, en las que se le comunica el fallecimiento de Beltza (el Negro) y de Iharra (el Flaco). El anciano pastor, conocido entre los vascos de Boise como Old Martin, relee estas cartas y llega a la conclusión de que ambos han muerto sin haberse reconciliado, a causa de un desagradable incidente que propició (convirtiendo en realidad) el sueño del joven Martín Agirre, de emigrar a las Américas.








En el umbral de la novela hallamos la canción popular francesa : « Au clair de la lune [...] », (p. 13). Ello podría interpretarse como un avance del carácter intertextual y dialectal que embellecerá muchas páginas de la obra con citas francesas y largos pasajes escritos en el dialecto de Zuberoa, dentro del vascuence unificado en el que aparece la novela. La vaca Mo (sonido onomatopeyico de mugido) nace en un caserío muy especial, Balantzategi, en el que no hay ningún perro, ni gallinas, ni ovejas y sirve de almacén de avituallamiento de los maquis republicanos escondidos entre las montañas : « Horixe da Balantzategik orain egiten duen zerbitzua, almazena bezalako zerbait da mendikoentzat », (p. 111). Estos maquis, tras ser derrotados en la Guerra Civil Española (1936-1939), luchan todavía contra las fuerzas de un general en un rincón, sin ubicación precisa, del País Vasco.

Mo convive con otras once vacas (siete negras como ella y cinco rojas) durante los dos primeros años de su existencia (1940-1941) en ese caserío. Este período de tiempo ocupa siete de los nueve capítulos de la novela y aparece descrito con muchos detalles, desde la lucha encarnizada de Mo contra dieciséis lobos en medio de una noche de rayos y truenos : « [...] txismista eta trumoi gau batez [...] », (p. 175). Fue precisamente en esa noche, cuando Mo prometió escribir en un futuro sus memorias, como se lo recordará más tarde su voz interior : « [...] neronek esango dizut otsoengandik aldegin egunean agindutakoa. Esan zenuen : egun batean nire memoriak idatzi eta gaurkoa kontatuko dut. » (p. 29). Tras medio siglo de existencia y hallandose ya en el ocaso de su vida (como se puede comprobar en el ultimo capitulo) Mo se decide a cumplir aquella promesa siguiendo el dictamen de su voz interior : « Barrukoak idazteko agintzen dit. », (p. 179). Son muchos los recuerdos, contratiempos y pormenores que debe consignar : sus dos años de niflez en Balantzategi en cuyos alrededores aparecen los restos de un avion estrellado y tres cruces que recuerdan a otras tantas personas fusiladas por los vencedores(una de ellas perteneciente al marido de Genoveva, la duefla de Balantzategi.) ; las malas relaciónes con los enemigos del caserio, D. Gregorio, alias « Antiaju Berde » y sus sicarios : « Balantzategiko etsaiak ! Antiaju berde eta bere laguntzaileak ! », (p. 101.) ; la compañia de su mejor amiga « La Vache qui Rit » y la antipatia hacia las vacas rojas especialmente « Bidani » ; las trampas urdidas por Genoveva (propietaria del caserio) y por su fiel criado Usandizaga, « Bizkar Oker » (Encorvado) a los treinta guardias enviados por el General a colaborar con « Antiaju Berde » para impedir el avituallamiento de los maquis ; la lucha continua de Mo para no convertirse en una vaca corriente : « Baina ez nuen nolanahiko behia izan nahi [...] »,(p.88) ; la venta de Mo y de « La Vache qui Rit » efectuada por los dos hermanos « Hortzaundi » (Dentudos) a unos jovenes que preparan una fiestá taurina : « [...] ganadu paregabea festá jartzeko. », (p. 141) ; la huida al monte junto a « La Vache qui Rit », con la consiguiente soledad y aburrimiento ; la decision de su « copine » de metamorfosearse en jabali ; el encuentro inesperado, irreal y surrealista de Mo con Pauline Bernardette quien la toma como dote para ingresar en un convento de religiosas ; la vejez de Mo : « Ez dut ezer, Soeur. Bakarrik zahartu egin naizela », (p. 177), etc.
 
TENTACION

János Székely



Béla, el protagonista de Tentación, vino al mundo en la primavera de 1913 en una aldea de la campiña húngara, un lugar donde el hambre era el pan de cada día y Budapest una ciudad mágica llena de promesas. Ya en la capital y empleado como botones en un gran hotel, el joven Béla experimenta el límite del hambre y del agotamiento sexual, descubriendo lo mejor y lo peor de la sociedad que le rodea.

Tentación es uno de los grandes textos del siglo XX: en él su autor condensó todo el talento, el humor corrosivo y la ironía que distinguen a los buenos perdedores.


Sobre la emocionante vida del autor,que se fué a Estados Unidos y creó fabulosos guiones de cine:

http://www.elmundo.es/cultura/2015/07/11/55a0106046163ffb2e8b45b6.html
Es uno de los libros más adicitivos que he leído. Imposible dejar de leerlo.
 
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