Qué leer.

Es muy posible eso que mencionas de los negros porque yo no le veo ningún estilo, es una redacción muy básica, además creo que los detalles que relata tienen poca credibilidad.
Es posible que fuese un buen escritor de novelas negras, pero para escribir sobre historia hay que saber historia.

Con lo malo que es como escritor meteria la pata una y otra vez en la novela negra, que es aún más dificil que la histórica.
 
Un momento, señor verdugo, Francisco López Serrano



LIII Premios Literarios Kutxa
Sevilla, Algaida, 2017. 168 pp. 18 €

Pedro M. Domene

Nunca debemos olvidar que el microrrelato se traduce como un caprichoso juego estructural que provoca alteraciones en la situación inicial del propio texto, en el consiguiente conflicto, en la evolución de los hechos narrados, en el desenlace, e incluso en la misma situación final, puesto que el estricto carácter de su brevedad no permite o, si lo expresamos mejor, así se lo exige siempre; y aun cuando constatamos la lógica interna de la narración, y ese jocoso aire con que su autor dota al relato, se procura que esa degradación conceptual quede diluida, o que su espacio temporal no siga un orden cronológico establecido.
Francisco López Serrano (Épila, Zaragoza, 1960) domina el arte de la escritura en su faceta más variada y singular, tanto la lírica como la narrativa, el cuento y el microrrelato, porque es capaz de servirse de la digresión, de la observación atenta y de buena parte del artificio que rodea al texto en su sentido más estricto. Jamás olvida que la moraleja pertenece al pasado y se aleja del presente y, sobre todo, que sus lectores detectan la sutilidad tan característica en sus textos, o la libertad de elegir un espacio propio, en medio de un pasado o un presente reconocibles, aunque esos tiempos vengan suavizados por unas fantásticas apariencias, y solo importen aquellas que nos descubren las trivialidades de un mundo que, como en algunos de sus libros, tienen un carácter mágico, capaz de trasmutar las vidas descritas en otra realidad, incluso la posibilidad de inventarse una nueva que finalmente les satisfaga; y tan es así que López Serrano a través de un tono elegíaco, henchido de humor y de ironía, rozando lo iconoclasta, nos traslada desde situaciones cómicas a un trágico desenlace, como en el caso de Un momento, señor verdugo (2017), LIII Premio Literario Kutxa Ciudad de San Sebastián, una colección de relatos, en su mayoría muy breves, en los que ofrece un abanico de temas tan hilarantes como sugestivos, aunque en su mayoría, como el título alude, responden a la famosa petición que le hizo madame du Barry al verdugo antes de ser guillotinada; y así arranca todo un catálogo de breves, en ocasiones brevísimas situaciones o historias teñidas de un singular humor, o del mejor sarcasmo con que se pueda dotar a un texto, y aun añade una abundante variedad temática de cuentos: unos nos llevan a la vieja Rusia a degustar sus famosos prianiki, o en el otro extremo, a esa peculiar forma de matar vascos en Islandia, y muchos de ellos construyen vidas o las destruyen como “El genealogista”, que recorre la ascendencia del narrador hasta la Gran Explosión originaria, o la serie sobre el mundo, un homenaje al tema clásico de “El dinosaurio” de Monterroso desde una perspectiva tan jocosa como innovadora, “La demora”, “La pesadilla”, “Ante el espejo”, “El despertar”, incluso nos somete a un peculiar perfume que es resultado de cazar y destilar ángeles, léase, “Su perfume”; en “El cuento del Grial”, la actitud de la mujer reproduce los matices de lo que hoy consideraríamos un comportamiento machista, y en “El abismo” se describe la excursión montañesa de una pareja con un remate tan perturbador como brillante, y los aspectos de la relación amorosa en el brevísimo, “Diálogo de amantes” o el más desarrollado y descorazonador, “El plan”, ambos resumidos con absoluta maestría. No faltan historias diminutas que se concretan en un chiste, con toda la intensidad que provoca la angustia humana, y otras muchas son narraciones simbólicas: el poeta y su corazón, el abogado y su conciencia, o la voz de un Dios que influye de modo sorprendente en la realidad, ¿Té o café?, y donde se escruta la perspicacia del lector para la solución de tamaño enigma.
En este, Un momento, señor verdugo, como otros libros de López Serrano, el lector está obligado a poner todo de su parte para comprender en su totalidad el mensaje que el autor cifra en sus textos, y en esta ocasión, como seres inteligentes deberemos releer algunos de sus microrrelatos para percatarnos del giro final de muchos de ellos, tan sorpresivos a veces como esbozos de un pensamiento que cuando profundizamos alcanza la plena comprensión del mismo.
http://latormentaenunvaso.blogspot.com.es/2017/05/un-momento-senor-verdugo-francisco.html
 
Me acuerdo, Georges Perec



Trad. Mercedes Cebrián
Impedimenta, Madrid, 2016. 176 pp. 17.95 €

José Miguel López-Astilleros

Me acuerdo de que cuando leí La vida instrucciones de uso, Un hombre que duerme, Lo infraordinario, Las cosas, Especies de espacios o La cámara oscura, tuve la impresión de que los libros de Georges Perec (1936-1982) eran semilleros literarios. No es de extrañar que goce de la máxima consideración entre escritores como Enrique Vila-Matas o Roberto Bolaño, entre otros muchos. En cambio, respecto a la obra que nos ocupa, no puede decirse que haya sido tan original como en las anteriormente citadas, puesto que la idea y el procedimiento los tomó de un libro del pintor estadounidense Joe BrainardI Remember (1970)—, del cual dijo Paul Auster «Es uno de los pocos libros enteramente originales que jamás haya leído». Su descubrimiento se lo debe al escritor, también norteamericano, Harry Mathew, amigo y compañero perteneciente como él al grupo de experimentación literaria Oulipo, quien le regaló un ejemplar que le sirvió para pergeñar su propio Me acuerdo, y a quien se lo dedica por este hecho. La diferencia fundamental entre ambos radica en que Brainard es más intimista e introspectivo que Perec, aquel incluye confesiones tan secretas como el recuerdo de sus erecciones escolares, algo impensable en el francés, cuyos “me acuerdo” pretenden sobre todo ser generacionales, aunque partiendo de evocaciones propias.
El libro contiene 480 textos muy breves de recuerdos, comprendidos entre los años 1946 a 1961, que siempre comienzan con las dos palabras del título, salvo uno. Fueron escritos entre 1973 a 1977, por tanto son remembranzas salidas de su memoria, a veces sugeridas por la contemplación de los vestigios físicos que el transcurso del tiempo ha dejado tras sí, fotografías, discos, periódicos e innumerables objetos varios, que le pueden haber ayudado a confeccionarlos. Lo autobiográfico suele estar muy presente en la obra de Perec, sobre todo en W o el recuerdo de la infancia, aunque esta última está más centrada en su infancia concreta, en la cual lo colectivo no tiene tanto peso como en Me acuerdo. La infancia y la juventud son uno de los núcleos temáticos más importantes, quizás porque la suya fue muy atribulada por pertenecer a una familia de judíos polacos emigrados a Francia, su padre murió en el frente de la Segunda Guerra Mundial hacia 1940 y su madre en el campo de exterminio de Auschwitz, cuando él contaba unos cinco años. Y quizás porque la existencia y la esencia del ser humano están ligadas indefectiblemente a la memoria, es necesario recordar, pero como el pasado no es algo estático, hay que tratar de detener su movimiento de vaivén dentro de nosotros, dejando constancia de ello, sobre todo de esos detalles cotidianos que suelen pasar desapercibidos y constituyen el grueso de lo que nos rodea en nuestras vivencias ordinarias. Por tal motivo estos “me acuerdo” deban entenderse como el yacimiento arqueológico de una generación, un tiempo y unos espacios determinados, a partir de los cuales cada uno pudiera reconstruirse a sí mismo. Recordemos que gustaba de hacer inventarios, clasificaciones y enumeraciones de lo nimio, con el propósito de fijar el tiempo, y como medio para luchar contra el olvido, contra los vacíos que va dejando la memoria cada vez que recordamos. Hay otros núcleos temáticos importantes como la música, la literatura, el cine, hechos y costumbres de aquella sociedad, así como sucesos históricos de todo tipo. Es importante señalar que los textos no están presentados cronológicamente, sino a la manera de un collage, aunque a veces pueden estar relacionados unos con otros, sugiriendo un particular crucigrama. El propio Perec nos ofrece unas claves interpretativas esenciales de su libro cuando escribe sobre el de Brainard en la edición francesa «Los Me acuerdo son pequeños pedazos de cotidianeidad que fueron vividos y compartidos y luego olvidados. Sin embargo, de repente regresan, por azar o porque han sido buscados entre amigos una noche: es algo que aprendimos en el colegio, un campeón, una canción, un cantante, un escándalo, un slogan, un traje o una costumbre, totalmente banal, que por un milagro es arrancada a su insignificancia y es reencontrada por unos instantes, provocando unos segundos de una impalpable y pequeña nostalgia.»
Tanto la obra de Brainard como esta de Perec dieron lugar a numerosos “me acuerdo” de distintos personajes y generaciones sucesivas, hasta desembocar en los que ahora se están escribiendo, porque cada grupo generacional e incluso cada uno de nosotros tenemos nuestros “me acuerdo”, de modo que podría decirse que la obra de los pioneros no sólo es la suya, sin todas las posteriores, de cuya paternidad participan, una obra que se proyecta hacia la eternidad con toda la carga de melancolía que lleva disuelta en sí la memoria. Esto es lo que hay implícito en el hecho de que, por deseo expreso de Perec, al final del libro se dejen varias páginas en blanco para que cada lector anote sus propios “me acuerdo”, que formarán parte de ese registro del devenir de la humanidad.
La primera edición y traducción al español de Me acuerdo data de 2006, que realizó magníficamente Yolanda Morató para Berenice, de la que esta nueva versión es deudora en algunos aspectos. Para los nuevos lectores, que ya no podrán acceder a aquella por estar agotada, esta de Impedimenta tiene el mérito de poner la obra a su alcance de nuevo.
Quien se acerque a este libro y no pertenezca a aquella generación, ni al entorno geográfico y cultural de entonces, se encontrará con un mundo extinto, que sólo conocerá parcialmente por la historia, el cine y la literatura en todo caso. De lo que sí estamos seguros al menos es de que su lectura constituirá el detonante para poner en marcha los recuerdos propios, en una espiral que no ha de cesar mientras haya un ser humano vivo en el universo.
http://latormentaenunvaso.blogspot.com.es/2017/05/me-acuerdo-georges-perec.html
 
De Henry James, todas, destacando por elegir algunas,
El retrato de una dama. Henry James: Un cruel cuento de hadas
Publicado por: José Luis Alvarado

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  • bien de uno siempre está hecho del mal de otros: ese es el componente trágico de la felicidad, la base sobre la que se erige El retrato de una dama (The Portrait of a Lady, 1881), una de las obras maestras de Henry James y también una de las mejores novelas de todos los tiempos. Para ello James imaginó a Isabel Archer, una joven norteamericana, “un temperamento feliz fertilizado por una alta civilización”, que se traslada de su país a Gran Bretaña, donde despliega su fascinante encanto, mezcla de inteligencia, orgullo y curiosidad.

La originalidad de Henry James reside en crear un tipo de mujer con vida propia como Emma Bovary o Anna Karenina, pero matizada con un sentido de la independencia propiamente americano que viene a dinamitar los viejos esquemas sociales de la Europa de la época, nada complaciente con las mujeres. Isabel Archer no llega al Viejo Continente con la idea de casarse con un buen partido o sumirse en una sociedad que vive de la apariencia, sino que busca observar, aprender y admirar con la idea de formarse una opinión acerca de lo hermosa que puede llegar a ser la vida. En el fondo es una idealista, y como todo idealista, confunde la libertad con la felicidad.

Lo que hace James es colocarla en el centro de la historia y hacer pivotar sobre ella una serie de personajes que nos irán descubriendo el retrato completo de Isabel, una peculiar manera de utilizar el punto de vista de resultados extraordinarios. Después de 55 sustanciosos capítulos sabremos cómo es Isabel Archer desde todos los ángulos, aunque James nos guarda una sorpresa: si ella solo ve desde un ángulo, todos los demás le quedan ocultos. Nosotros los lectores seremos los testigos de esas zonas de sombra que rodean a la protagonista.

Los primeros capítulos introducen a la joven en la mansión de su tío, el señor Touchett, un norteamericano que durante años ha dirigido una próspera empresa y que ahora vive retirado. Junto a él vive su único hijo, Ralph Touchett, joven educado y perspicaz, cuya mala salud le impide cualquier ocupación. Hacer entrar a Isabel en Europa a través de una puerta americana es una de lasmaldades que James le tiene preparada a su heroína, porque al fin y al cabo ella se siente muy cómoda en su recién descubierto ambiente europeo.

Su tío es un hombre de mentalidad abierta y crítica, apenas contaminada por su entorno. Sabe distinguir lo bueno de lo malo, lo importante de lo superficial. En principio le será de gran ayuda a Isabel, pero, sin querer, hace que ella se confíe: lo que cree que está haciendo movida por su independencia está influido por las ideas de su tío, que no son precisamente las que reinan en el continente.

Igual ocurre con su primo Ralph, verdadero personaje secundario vertebrador de la trama. Oculto tras su enfermedad, inútil aparentemente para el amor, sarcástico respecto a su destino pero sagaz respecto al de los demás, será el hombre que tenga la frase adecuada para cada momento, siempre movido por la admiración hacia su prima, a quien adora. Lo que haya de sentimiento amoroso más allá de esa adoración es un terreno ambiguo que Henry James sabe gestionar hasta el final de la historia. De hecho es el único personaje masculino que no se declara a Isabel, tal vez porque no hacía falta. Él es consciente de que morirá pronto y no quiere perturbar el destino de su prima. Ésta, no obstante, nunca comprenderá por completo la especial relación que la une con Ralph.

Durante su estancia en la vieja casa inglesa, Isabel recibe cuatro visitas: una, la de un antiguo pretendiente americano que cruza el Atlántico para llevársela como esposa a Estados Unidos. Caspar Goodwood es un joven rudo, enérgico y rico que le ofrece a Isabel su fortuna como reclamo para casarse con él. Isabel lo rechaza por muchas razones, pero el que nos queda en la memoria es su ansia de libertad, su necesidad de escapar de su territorio para respirar vida. Caspar Goodwood representa lo posible, esa persona que siempre está ahí pero que se descarta precisamente por su segura fidelidad.

También va a visitarla un vecino de su tío, Lord Warburton, un hombre que queda prendado de la sencillez de Isabel y que también la pide en matrimonio. Lord Warburton representa lo que pudo haber sido, porque llegó antes de tiempo. Los sentimientos del aristócrata inglés son sinceros; sus maneras, amables; sus perspectivas como marido, inmejorables. Pero Isabel lo rechaza porque cree que debe conocer más el mundo antes de tomar una decisión tan trascendente. Aquí James comienza a pergeñar la crueldad de su historia porque Lord Warburton estará presente durante toda la narración, y siempre está a mano para Isabel, pero vemos desolados cómo lo deja escapar por unos motivos que cada vez son más inseguros, como si tuviera miedo de su confianza en sí misma.

De Estados Unidos procede la siguiente visita: Henrietta Stackpole, una joven amiga de Isabel, periodista, ácida, casi agresiva, que recala en Inglaterra para hacer un reportaje sobre las casposas costumbres de los británicos. Ella es el contraste con Isabel por su forma de pensar, por sus modales, por su actitud ante el presente. Henrietta es el futuro, la libertad en persona pero no ese tipo de libertad que desea Isabel: ella quiere utilizarla para mejorarse interiormente, no para practicarla de cara a los demás. Gracias a Henrietta descubrimos en Isabel una mujer orgullosa y algo perdida respecto a sus próximos pasos. Está a la espera de acontecimientos, como si la vida tuviera que pasar por delante de ella para que pueda elegir lo mejor, sin hacer nada para cambiar sus circunstancias. A pesar de su personalidad arrolladora, la joven periodista no se hace simpática al lector porque James la dota de una tosquedad y una franqueza que viene muy bien para no eclipsar la figura mucho menos contundente de Isabel.

La cuarta persona que el escritor introduce en el mundo de ésta lo hace por la puerta de atrás: Madame Merle ha llegado por casualidad a casa de Mr. Touchett en el momento que éste se encuentra mortalmente enfermo. Los días en los que su tío va sumiéndose en la agonía son amenizados por la actitud entre sugestiva y tranquilizadora de la recién llegada. Madame Merle es una madura americana que lleva muchos años viviendo en Europa, o más bien haciéndose invitar por unos y por otros para sobrevivir a su delicada situación económica. Naturalmente, la suple con creces con un encanto personal que deja hechizado a Isabel: ella quisiera ser como Madame Merle, es decir, la americana que ha sabido echar raíces en Europa sin perder su conducta originaria. A pesar de ser un personaje secundario, James lo utiliza como elemento distorsionador de la historia, y para ello no ahorra en darle una entidad cautivadora que atrae de inmediato al lector.

Una vez presentados los personajes, Henry James da una de esas vueltas de tuerca tan características de sus ficciones: antes de morir Mr. Touchett, habla con su hijo acerca de la herencia y Ralph le pide renunciar a la mitad de la fortuna en favor de su prima Isabel. Así, de la noche a la mañana, Isabel Archer se convierte en una mujer rica: James ha puesto en sus manos un elemento corruptor como pocos. También ha creado una versión moderna de La Cenicienta, un cuento de hadas, una extraña historia de superación sin mérito alguno.

Unos meses después, de viaje por Italia con su tía, conoce en Florencia a Gilbert Osmond por mediación de la siempre atenta Madame Merle. Osmond es otro americano trasplantado al viejo continente con escaso talento para triunfar en el arte y demasiado poco dinero como para mantener su vida ociosa. Es un observador de la vida, un coleccionista de belleza, un crítico de la existencia. Junto a su hija Pansy, educada en un convento, este viudo despliega ante Isabel una exquisitez oscura y una franqueza que deambula entre el cinismo y el ingenio. Ante los lectores aparece como un personaje amable pero algo siniestro, y si engancha es porque Madame Merle, con sus palabras, nos da una interpretación de lo más benévola de su viejo amigo. Esa misma interpretación es la que escucha Isabel, siempre obnubilada con las ideas de su adorada compatriota hasta el punto de casarse con Osmond.

Sin darse cuenta, un hada madrina le ha dado fortuna y otra le ha presentado al príncipe. Isabel creehaber elegido acertadamente, cree haber ejercido su íntima libertad en el momento oportuno. Sin embargo, no ha hecho nada para merecer esa felicidad tan ansiada, sólo se ha dejado llevar por el destino y por su propio orgullo.

En un giro antológico de la trama, descubrimos cuatro años después que Isabel se ha equivocado con Gilbert Osmond. Su matrimonio no ha funcionado nunca. Como le ocurrió a su predecesora Catherine Sloper, en Washington Square, la heredera ha sido víctima de un cazadotes egoísta y superficial. Su fortuna la ha alejado del amor, ha malogrado sus ideas, ha pervertido su libertad. Se ha dejado deslumbrar por lo externo, aunque a favor de ella hay que decir que no pudo ser consciente de tan sombría perspectiva. Ni siquiera lo es el lector, que asiste asombrado a la cruel trampa que se ha cernido alrededor de Isabel casi desde el principio de la novela: no puede ser libre quien no conoce todos los elementos de juicio para tomar decisiones.

El retrato de una dama es una novela cruel como pocas. Creemos estar asistiendo a la formación de una mujer que lucha contra las convencionalismos de su época, a una bella historia de amistad junto a un joven que va a morir, a una serie de relaciones amorosas que terminan rindiéndose ante la admiración por un hombre que parece seguro de sus principios, y terminamos encontrándonos ante una trama de terror, porque no puede calificarse de otra forma el deseo de algunas personas por imponer su poder moldeando el destino de los demás a su antojo.

Isabel Archer es una heroína sin gloria, una princesa sin reino, una joven que se convierte en dama sin quererlo. Su retrato cala hondo en los lectores: representa a la persona que, teniendo todas las posibilidades en su mano, las pierde por no saber manejar su entorno aun gozando de libertad para ello. La hemos visto desde todas las perspectivas, hemos comprobado la nobleza de sus ideas, sus convincentes renuncias, su curiosidad por la vida, sus oportunidades. Y la hemos visto equivocarse.

Henry James supo insuflar a su protagonista de tal carnalidad que cuando llega el final de la novela, después de 800 páginas, aún queda la impresión de que podría escribirse otra novela que nos describiera el futuro de Isabel. No es extraño que su autor pensara que ésta era su mejor novela después de Los Embajadores. Toda su capacidad de observación fue vertida en la figura de Isabel Archer hasta el extremo de desmenuzar junto a ella la perplejidad de la vida, su íntimo secreto, que pocas veces ha estado más cerca de desvelarse como en esta obra maestra.





 
En la ciudad sumergida, José Carlos Llop



Alfaguara, Madrid, 2017. 344 pp. 18,90 €

Bruno Marcos

Pudiera parecer que quien no esté interesado especialmente en la ciudad de Palma de Mallorca no debería comprar este libro pero, aunque efectivamente es una historia de esa ciudad, lo que tenemos son unas memorias que están a medio camino entre la elegía y la interpretación del mundo. En las páginas dedicadas por Llop a su ciudad natal se presenta algo universal, se ve cómo el paso del tiempo se escribe en las urbes que habitamos, cómo, a medida que las conocemos y entendemos, estas van desapareciendo en parte, inmersas en un proceso de mutabilidad constante. La ciudad se comporta como un ser vivo en cuyo organismo desaparecen y aparecen lugares y personas y en cuya piel apenas es perceptible la firma de los autores que van dejando lo que permanece.
Llop en la primera parte de este libro narra su historia familiar y la historia de la isla encadenadas una a otra. Bien podría inscribirse su relato inicialmente en la tradición del Bildungsroman, pero enseguida aparece la sensación de pérdida, la añoranza de la casa de los abuelos que la familia vende al morir estos, el recuerdo positivo de los ancestros, la mirada al pasado cómo idílico y desprovisto de conflictos, para acercarnos más al género elegíaco. El modelo seguido por el autor ha sido claramente el de Estambul de Orham Pamuk, incluso en la presentación, que incluye fotografías pertenecientes a su archivo familiar. Como en la obra de Pamuk se escribe la historia de una ciudad a través de la mirada de su autor que, al final, es un autorretrato.
Más adelante el relato se vuelve más nítido concentrándose en personajes significativos que vivieron en la Isla. Espacialmente vivo es el capítulo dedicado al muy plástico antagonismo entre dos vecinos ilustres, el autor de Bearn o La sala de las muñecas, Llorenç Villalonga, y, el luego premio Nobel, Camilo José Cela. No sólo eran poseedores de caracteres diametralmente opuestos sino símbolos de actitudes muy diferentes frente a la literatura e, incluso, frente a la forma de abordar la vida. Llop pone en valor el trabajo de Cela del que asegura que en la literatura ponía lo mejor de él, aunque su vida cotidiana estuviera salpicada de actitudes o declaraciones groseras e interesadas. También ve muy positiva su labor en la revista Papeles de Son Armadans y resalta el hecho lamentable de que un Cela, que vivió desde los treinta y ocho años hasta los setenta y dos en la isla, no haya dejado más huella allí.
También resultan gratos de leer retratos como el de Robert Graves, realizado desde su mirada infantil, que paseaba con sombrero de indio navajo y pañuelo rojo anudado al cuello por el centro de Palma y a quien Llop veía como el jefe de una tribu de hombres que están más allá de las cosas porque habitan en el mismo corazón de esas cosas. Divertido es el capítulo de dedicado a Cristobal Serra que, aficionado al espiritismo, hablaba con casi todos los autores difuntos de la literatura hispánica, resultando especialmente sorprendente aquel que, dialogando con el espíritu de Ramón Gómez de la Serna, este le confiesa que está en el infierno.
http://latormentaenunvaso.blogspot.com.es/2017/05/en-la-ciudad-sumergida-jose-carlos-llop.html
 
Nuestra historia, Pedro Ugarte



Páginas de Espuma, Madrid, 2016. 168 pp. 15 €

Miguel Sanfeliu

En general nuestra historia, la de todos, está formada por pequeños acontecimientos, pequeñas variaciones que irrumpen en lo que llamamos normalidad para crear un punto de intriga, para ponernos cara a cara frente a lo incierto o, simplemente, para recordarnos, como ya hizo Sartre, que el infierno son los otros. Los cuentos reunidos en Nuestra historia, el último libro de Pedro Ugarte, están narrados con un ritmo implacable, con una garra que te atrapa desde la primera línea y ya no te suelta hasta llegar al final, a veces exhausto y otras pensativo, porque todos estos relatos consiguen involucrar al lector, sumergirlo en ese instante decisivo al que se enfrentan los personajes.
La fuerza de un relato reside, casi siempre, en la historia que nos narra, que sea capaz de traspasar esa coraza con la que todos nos defendemos de las agresiones emocionales que vemos a nuestro alrededor; y también en la potencia de sus personajes, seres en los que podemos reconocer nuestras debilidades, nuestros miedos o nuestro frágil concepto del mundo.
Estamos de suerte, porque nos encontramos sin duda ante un buen libro de cuentos, uno de los mejores de todo lo publicado en los últimos años, no en vano Pedro Ugarte es un consumado autor de relato corto, uno de los imprescindibles. Encontramos parejas que afrontan situaciones de crisis. "Días de mala suerte" nos habla de una familia que se enfrenta a una situación económica muy difícil y, pese a todo, el estricto plan de ahorro que se imponen les unirá y les enseñará a disfrutar de las pequeñas cosas, de los juegos, de la compañía mutua. Del mismo modo, la pareja de "Para no ser cobarde" también se enfrenta a un momento decisivo de sus vidas, a un cambio radical de residencia, abandonando la ciudad para instalarse en un pueblo con la única expectativa de que el hombre escriba una novela, y percibimos perfectamente el halo de desesperación de esa decisión, intuimos incluso que una sombra de desastre oscurece la relación de esa pareja.
Hay también personajes realmente curiosos, como la mujer experta en hacer regalos que protagoniza "Verónica y los dones" o esa especie de «conseguidor» con aspecto de triunfador del que nos habla el cuento "Voy a hacer una llamada".
Otros, por su parte, tienen un halo de misterio, un aire amenazador, como el excéntrico millonario de "Mi amigo Bohm-Bawerk" o el libertino artista de "Enanos en el jardín". En "La muerte del servicio" asistimos a un reencuentro en el que flota la figura de Feliciana, la mujer que trabajaba para la familia del anfitrión y cuya vida se vislumbra que ha debido ser muy diferente a la de ese grupo de viejos amigos.
También hay historias con una fuerte dosis de humor, como "Vida de mi padre", en la que un acontecimiento trivial se convierte en algo determinante en la vida del protagonista. O "El hombre del cartapacio", con ese empleado patético que se esfuerza tanto por hacer las cosas bien que lo único que consigue es ir, poco a poco, labrándose un particular descenso a los infiernos.
Y, por último, "Opiniones sobre la felicidad", el cuento que cierra el volumen y que consigue dejarnos con el corazón helado, con ese hombre que se somete a la presión familiar de su madre y sus hermanos, unos seres marginales, esperpénticos, que representan un pasado del que uno no puede huir del todo.
Las historias de Pedro Ugarte son de corte realista. Le basta con narrar unos hechos, describirnos a unos personajes que consiguen emocionarnos, y lo hace con un tono muy alejado de la solemnidad, ayudándose del desenfado, del humor, para ir avanzando con un estilo elegante y muy cuidado, de fraseo largo pero pausado, con esa sabiduría y dosificación de la información que nos mantiene pegados a las tramas.
En estas historias encontramos ideas sobre nuestras relaciones con los demás, bien con la pareja, con los padres, con los amigos o con desconocidos. Literatura grande sobre asuntos aparentemente nimios. Y esta tradición se emparenta directamente con una narrativa que merece la pena reivindicar, la de los escritores de la conocida como generación de los cincuenta, no en vano los tres primeros cuentos están dedicados a Medardo Fraile, a Esteban Padrós de Palacios y a Antonio Pereira, dedicatorias que parecen, en sí mismas, una declaración de intenciones.
También me atrevería a decir que en los personajes de Nuestra historia hay miedo, un miedo a perder la seguridad de lo conocido, a que las cosas cambien, a que sobrevenga la desgracia, la amenaza que puede suponer la irrupción de elementos desestabilizadores en nuestra vida.
En cualquier caso, este libro supone una lectura adictiva y sus historias se quedan en la mente del lector, haciéndole pensar. En algunos momentos nos pone una sonrisa en la cara pero en otros nos hiela el corazón, como la escena final de ese último relato, terrorífico, con el que se cierra este conjunto de cuentos que nos hablan, a fin de cuentas, de nosotros mismos, de nuestros miedos, de nuestra historia.
http://latormentaenunvaso.blogspot.com.es/2017/05/nuestra-historia-pedro-ugarte.html
 
Amores imperfectos, Hiromi Kawakami



Trad. Mónica Bornas Montaña
Acantilado, Barcelona, 2016. 144 pp. 15,20 €

Santiago Pajares

Muchas historias de amor no tienen final. Se nos muestra una breve escena, un apunte, un detalle y se queda ahí, esperando que nosotros saquemos algún tipo de conclusión o aprendizaje. Pasa en los libros, en las canciones y en la vida. A veces vuelves la página y sólo encuentras ya la contraportada. La autora de Amores imperfectos comprendió esto hace mucho tiempo. Mi primer contacto con Hiromi Kawakami fue en la que por ahora sigue siendo, para mí, su mejor novela: El señor Nakano y las mujeres, una obra de extraordinaria delicadeza y ternura que acude a mi mente cada vez que abro un libro de literatura japonesa. Ahora la autora nos trae este pequeño volumen de relatos con esbozos de lo que podrían llegar a ser, en caso de eventual desarrollo, novelas completas. En todos los relatos, de una extensión mínima, a veces tres o cinco páginas, Hiromi Kawakami nos habla del amor romántico desde todas sus perspectivas: Amores juveniles, adúlteros (algo muy usual en la literatura japonesa, las relaciones largas como amante en un matrimonio), rupturas de relaciones y algo que me ha sorprendido, relaciones lésbicas tratadas con una especial delicadeza, casi dejando al lector que imagine todo. Pero todas ellas imperfectas, como nos dice el título de la obra. Todas protagonizadas por personajes femeninos y abocadas de alguna manera al fracaso antes de empezar.
Pero hay algo más, y es que Hiromi Kawamaki utiliza estos relatos (o nos sirven a nosotros) como un fiel reflejo de la vida diaria en el país nipón. Cada uno de los 23 relatos está ambientado en sus ciudades, en sus calles, sus trabajos, que les sirven de contexto y entorno para poder desarrollar estas historias fallidas de amor. Con el final de cada relato nos queda una sensación de vacío, de tristeza por lo que pudo ser y no acabo siendo. Nos convertimos así en protagonistas del propio libro. Quien sabe si era esa, y no otra, la intención de la propia Hiromi Kawakami. Como siempre especial atención para la cuidada edición de Acantilado.
http://latormentaenunvaso.blogspot.com.es/2017/05/amores-imperfectos-hiromi-kawakami.html
 
EL ARTE DE AMAR
ERICH FROMM
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El arte de amar es un libro escrito por el sociólogo, psicólogo, filósofo y humanista judío alemán Erich Fromm, miembro de la llamada Escuela de Frankfurt. El libro se publicó originalmente en inglés con el título The Art of Loving (1956, ISBN 78-0061129735), y su traducción al español apareció en 1959. En el 2000 la Biblioteca Erich Fromm lanzó una nueva edición publicada por la editora Paidós.

En este libro, Fromm recapitula y complementa los principios teóricos acerca de la naturaleza humana que ya había comenzado a desarrollar enEl miedo a la libertad y en Ética y psicoanálisis. Fromm postula que el amor puede ser producto de un estudio teórico puesto que es un arte, "así como es un arte el vivir" y, para el dominio de cualquier arte es imperiosamente necesario que se llegue a un dominio profundo, tanto de la teoría como de la práctica. El libro contiene cuatro capítulos:

  • I. ¿Es el amor un arte?
  • II. La teoría del amor
  • III. El amor y su desintegración en la sociedad contemporánea
  • IV. La práctica del amor


La lectura de este libro defraudará a quien espere fáciles enseñanzas en el arte de amar. Por el contrario, la finalidad del libro es demostrar que el amor no es un sentimiento fácil para nadie, sea cual fuere el grado de madurez alcanzado. Su finalidad es convencer al lector de que todos sus intentos de amar están condenados al fracaso, a menos que procure, del modo más activo, desarrollar su personalidad total, en forma de alcanzar una orientación productiva; y de que la satisfacción en el amor individual no puede lograrse sin la capacidad de amar al prójimo, sin humildad, coraje, fe y disciplina. En una cultura en la cual esas cualidades son raras, también ha de ser rara la capacidad de amar. Quien no lo crea, que se pregunte a sí mismo a cuántas personas verdaderamente capaces de amar ha conocido. Pero la dificultad de la empresa no debe inducir a que se abstenga uno de tratar de conocer las dificultades y las condiciones de su consecución. A fin de evitar complicaciones innecesarias he procurado tratar el problema, en la mayor medida posible, en un lenguaje no técnico. Por la misma razón he hecho la menor cantidad de referencias a la literatura sobre el amor. Otro problema que no pude resolver en forma enteramente satisfactoria, fue el de evitar la repetición de ideas expuestas en algunos de mis libros anteriores.
 
Hoy estoy tierna...cosa rara en mi.....jajajaja

Oda al amor
Amor, hagamos cuentas.
A mi edad
no es posible
engañar o engañarnos.
Fui ladrón de caminos,
tal vez,
no me arrepiento.
Un minuto profundo,
una magnolia rota
por mis dientes
y la luz de la luna
celestina.
Muy bien, pero, el balance?
La soledad mantuvo
su red entretejida
de fríos jazmineros
y entonces
la que llegó a mis brazos
fue la reina rosada
de las islas.
Amor,
con una gota,
aunque caiga
durante toda y toda
la nocturna
primavera
no se forma el océano
y me quedé desnudo,
solitario, esperando.

Pero, he aquí que aquella
que pasó por mis brazos
como una ola,
aquella
que sólo fue un sabor
de fruta vespertina,
de pronto
parpadeó como una estrella,
ardió como paloma
y la encontré en mi piel
desenlazándose
como la cabellera de una hoguera.
Amor, desde aquel día
todo fue más sencillo.
Obedecí las órdenes
que mi olvidado corazón me daba
y apreté su cintura
y reclamé su boca
con todo el poderío
de mis besos,
como un rey que arrebata
con un ejército desesperado
una pequeña torre donde crece
la azucena salvaje de su infancia.
Por eso, Amor, yo creo
que enmarañado y duro
puede ser tu camino,
pero que vuelves
de tu cacería
y cuando enciendes
otra vez el fuego,
como el pan en la mesa,
así, con sencillez,
debe estar lo que amamos.
Amor, eso me diste.
Cuando por vez primera
ella llegó a mis brazos
pasó como las aguas
en una despeñada primavera.
Hoy
la recojo.
Son angostas mis manos y pequeñas
las cuencas de mis ojos
para que ellas reciban
su tesoro,
la cascada
de interminable luz, el hilo de oro,
el pan de su fragancia
que son sencillamente, Amor, mi vida.

Pablo Neruda

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La partitura, Mónica Rodríguez



Edelvives, Zaragoza, 2017. 224 pp. 9,90 €

Ariadna G. García

En un primer momento, me llamó poderosamente la atención la cubierta del libro: su paisaje blanco, el tren de vapor prometiendo un viaje fabuloso por tierras ignotas. En un segundo instante, me cautivó su título, La partitura. En una época donde parece valorarse poco el tiempo dedicado a las composiciones de las obras, me interesó sumergirme en la ¿autobiografía? del protagonista del relato, en sus motivaciones creativas, en el tormento sentimental que lo llevó no sólo a componer sus sonatas y óperas, sino a modelar en la arcilla de sus manos la figura de la pianista más célebre de la Mongolia soviética: Sayá. La novela, premio Alandar de Literatura Juvenil 2016, aborda unos asuntos que, en principio, parecen alejados de la narrativa destinada al público adolescente. Aborda sin tapujos el complejo de Edipo, la pederastia, el s*x*, la infidelidad o la complejidad de las relaciones amorosas. Está claro que si nuestros jóvenes conocen por otros canales (las series de televisión, las películas que consumen a solas en sus móviles o ipads) los sórdidos y atormentados vínculos que empujan a unos cuerpos hacia otros, los escritores deben ofrecerles una visión real, pero adaptada, de ese mundo que tanto les fascina. En ese sentido, La partitura me ha asombrado muchísimo. Hay que temas que parecen tabú en la literatura adolescente, y yo creo que es mejor abordarlos -graduando la temperatura, elaborando una obra de calidad artística, poética, sutil- que ignorarlos y lanzar a nuestros chicos hacia una narrativa de nulo o escaso valor literario.
La novela sigue el patrón de las antiguas colecciones árabes de relatos. Nos encontramos hasta tres historias ensartadas. La primera se ofrece a modo de marco. La narradora escribe un texto a su novio para revelarle un secreto que ha venido guardando y para formularle una pregunta. Al tiempo que recuerda los comienzos de su propia relación, los baches que sortearon hasta estabilizarse, relata una segunda historia: la de Gandalf, uno de los ancianos de la residencia donde trabaja como auxiliar de enfermería. Aquí, a su vez, el viejo pianista se convierte en paranarrador, al transcribir la joven el diario que aquel guardaba para no olvidarse de sí mismo, para justificarse, para que le entendieran, para conservar las emociones que le había suministrado tu agitada existencia, para recordar a su discípula: Sayá.
Quizás lo mejor del libro sea el concienzudo análisis de la psicología de un alma torturada, insatisfecha, que vive a la intemperie de su falta de arraigo, el alma de Gandalf: Daniel Faura Oygon. Nacido en España, de madre rusa a la que pierde siendo adolescente, Daniel tratará de dar un sentido a su vida refugiándose en la composición de partituras y en la tierra natal de su progenitora. Será en Mongolia donde el joven pianista descubra el talento innato para la música de una niña criada entre caballos y estepas nevadas, por la que sentirá un impulso erótico que tratará de frenar. Mónica Rodríguez reflexiona en su libro sobre los límites del amor, sobre la distinción entre amor y obsesión, sobre el anclaje del arte en el dolor humano, sobre la oscuridad de las pasiones, sobre el contraste entre vida y recuerdo, sobre la necesidad –o no– de dar a conocer al mundo obras maestras de las que se desentendieron sus autores, sobre la distinción entre amar a una persona o maltratarla.
Escrito con un prosa cuidada y lírica, La partitura es una novela no ya para un público adolescente, sino para cualquier lector al que le gusten las buenas historias.
http://latormentaenunvaso.blogspot.com.es/2017/05/la-partitura-monica-rodriguez.html
 
La espina del gato, Yolanda Regidor



Berenice, Córdoba, 2017. 304 pp. 18,95 €

Pedro M. Domene

Una narradora anónima, ya en su ancianidad, hace recuento de su vida mientras, en una cafetería, espera reencontrarse con el hombre a quien ha amado en silencio y durante décadas, tras una obligada separación en los días posteriores al final de la guerra civil, cuando un inesperado suceso les llevó a tomar el rumbo equivocado y a una existencia sinsentido.
Yolanda Regidor (Cáceres, 1970) publica La espina del gato (2017), su tercera novela porque hasta el momento había entregado, La piel del camaleón (2012), una narración ambientada en la Salamanca de los 90, y cuyos protagonistas, alumnos de la universidad, viven entre esos espacios preferentes de ocio: discotecas y bares de tapas; en realidad, son jóvenes impulsados por un hedonismo visceral, desinteresados por su formación académica, aunque proclives a vivir en libertad todas las infracciones que les permite su edad: s*x*, alcohol y drogas; en su mayoría jóvenes de provincias que al llegar a la ciudad deciden liberarse de un anticuado sistema de inhibiciones y prohibiciones; y una segunda entrega, Ego y yo (Premio Jaén de Novela, 2014), que cuenta una intensa historia de amistad entre dos personas de las que no llegamos a conocer sus nombres y, precisamente, por no estar identificadas, se convierten en el propio lector y su amigo, ese amigo especial que parece todos tenemos sin paliativo alguno; en ambas propuestas, textos tan prometedores como de una excelente factura narrativa.
Una foto, una imagen en blanco y negro, tres niños que posan y le sirven a la anciana-narradora para hilvanar los recuerdos que, de una forma natural y en una espléndida construcción narrativa, va recorriendo los sucesos de su infancia en los primeros días de julio en un Madrid del 36, espacio que muy pronto se convierte en un escenario tan extraño como convulso, cuando los pilares del gobierno de la República empiezan a temblar por el levantamiento militar que Franco y sus generales inician en el norte de África, o por las consecuencias posteriores con el asalto al Cuartel de la Montaña que, como a muchos otros madrileños, impulsará al padre de la niña a alistarse en las milicias, un hecho que se convierte para ella en la primera pérdida y las posteriores que irá sufriendo: la madre, los abuelos, los vecinos, o sus amigos, y termine el relato con el Desfile del Día de la Victoria, que marcará el final de la infancia de la niña.
Con su tercera entrega, La espina del gato, Yolanda Regidor ensaya un regreso al pasado, la narración cuenta desde un registro infantil aquellos años convulsos, sin duda uno de los aciertos de la narración, pues la perspectiva de la niña, llena de candor, ingenio y humor, nos obliga a los lectores a participar constantemente en la construcción para otorgarle el sentido completo de una adulta, o tal vez a reinterpretar los episodios o sucesos que la niña desde su perspectiva inocente no siempre interpreta acertadamente, pero que forman parte de la indiscutible historia negra reciente de nuestro pasado. Solo así La espina del gato se convierte en un capítulo de esa “historia privada” de una España donde el odio y la represión fueron constantes durante más de dos tercios de siglo pasado, y una vez más se confirma que las guerras las pierden siempre los mismos, los más desfavorecidos o aquellos que aspiran a sobrevivir en una paz asegurada.
Por encima del valor testimonial de la narración, localizada en un Madrid que resiste y con un relato muy documentado, sobresale la capacidad de Regidor para ofrecernos un texto de prosa madura, capaz de calcular la brutalidad y la truculencia de algunos pasajes con los matices más sutiles que una buena prosista pueda imaginar, calibrando la resistencia o las debilidades del relato, y solo utilizando el valor de una derrota en las escenas necesarias. Como nos suele tener acostumbrados, la extremeña le otorga a su historia un valor existencial que indaga en la condición humana pese a los avatares a que se verá sometida la niña, huérfana en mitad de las calles de un Madrid de horror y de destrucción, zarandeada por los acontecimientos que durante tres años supusieron la crónica bélica de la historia de nuestro pasado, muestra inequívoca de una insatisfacción que nunca cesa, esa otra visión de la “espina del gato”.
http://latormentaenunvaso.blogspot.com.es/2017/05/la-espina-del-gato-yolanda-regidor.html
 
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