A la luz
«Los árboles sus cúpulas frondosas
con verde pompa y majestad inclinan,
a impulso, de las auras sonorosas
que hacia el ocaso tras la luz caminan.
Si alza la noche sus atezado manto,
la luz, huyendo, sus horrores dobla;
si gime un ave en dolorido canto,
el eco gime, y su plañir redobla,
Quejas levanta al murmurar doliente
fugaz el aura en apacibles giros,
y al trasmontar la luz, son de la fuente
las aguas llanto, y el rumor suspiros.
¡Ay! no es así cuando a los frescos llanos
bajan al alba en celestial decoro
sílfides blancas, que con rubias manos
la aurora ciñen con guirnaldas de oro.
Plácida entonces sin rumor aspira
ligera el aura despertando olores,
y regalada del frescor, respira
amor la selva, y la pradera amores.
La niebla entonces, por el manso viento
se adorna de los rayos matutinos,
y entonces se oyen con sabroso acento,
en vez de quejas, amorosos trinos».
Ramón de Campoamor
«Los árboles sus cúpulas frondosas
con verde pompa y majestad inclinan,
a impulso, de las auras sonorosas
que hacia el ocaso tras la luz caminan.
Si alza la noche sus atezado manto,
la luz, huyendo, sus horrores dobla;
si gime un ave en dolorido canto,
el eco gime, y su plañir redobla,
Quejas levanta al murmurar doliente
fugaz el aura en apacibles giros,
y al trasmontar la luz, son de la fuente
las aguas llanto, y el rumor suspiros.
¡Ay! no es así cuando a los frescos llanos
bajan al alba en celestial decoro
sílfides blancas, que con rubias manos
la aurora ciñen con guirnaldas de oro.
Plácida entonces sin rumor aspira
ligera el aura despertando olores,
y regalada del frescor, respira
amor la selva, y la pradera amores.
La niebla entonces, por el manso viento
se adorna de los rayos matutinos,
y entonces se oyen con sabroso acento,
en vez de quejas, amorosos trinos».
Ramón de Campoamor