Antes también, era un estrago.
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Pero era ella. Con una napia y una mandíbula que sobresalían, cms y cms, pero era ella. Vulgar y cursi pero parecía una mujer.
Ahora es un rejunte de plástico y postizos. Tan vulgar como antes pero inexpresiva y artificial.
Hoy pretende parecer sería, formal tipo ejecutiva. Pero igual la caga. Una falda enorme, una chaqueta que le baila, una camisa escotada que ameritaria un collar o un foulard al cuello. Monocrómica, insulsa.
Opaca, gris. Pelucón color ratón de campo, sin cepillar. La gente pasa de ella, sin embargo no pierde su expresión de perdonavidas.
Pero agradezcamos que, al menos hoy, no ha ido tipo embutido sexy. Con sus modelos condón ni colores estridentes ni pintada como una cabaretera.
Otra aparición para el olvido.