Libros, libros, libros

Fans de la cultura de la nostalgia
La mirada al pasado español reciente se afianza como un fenómeno editorial. Cuatro libros 'viajan' a la sociedad del tardofranquismo y la Transición




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Pícnic veraniego junto al Seat 600 en la Casa de Campo de Madrid, en 1965. FRANCISCO ONTAÑÓN



MIQUEL ALBEROLA
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Madrid 10 DIC 2019



La democracia sacó a España de la inmovilidad y le imprimió velocidad de crucero. En esa aceleración, los comportamientos que la vida tuvo bajo el yugo de la dictadura, con sus diferentes etapas e intensidades, se han ido desdibujando o reemplazando. Pero los años que precedieron a la democracia, por encima de la tragedia política, dejaron huella y pese a la profusión de publicaciones no han perdido su poderoso atractivo para los escritores. Cuatro autores (Montserrat Huguet, David Pallol, Xavier Gassió y Oché Cortés) han coincidido en sus libros con la misma mirada retrospectiva, buceando en esos años desde diferentes puntos de vista: las conductas, los personajes, las peculiaridades, los sonidos, la metamorfosis…

Mirar por el retrovisor es un ejercicio que estaba latente con el fenómeno nostálgico Yo fui a EGB. ¿Mueve la nostalgia esta tendencia? Clay Routledge, profesor de la Universidad Estatal de Dakota del Norte y autor de varios ensayos sobre la nostalgia sostiene en una de sus lecciones audiovisuales que este anhelo por el pasado, considerado antes como un trastorno, ahora es “una experiencia conmovedora y agradable”. Como ejemplo, cita la magdalena de Marcel Proust, en el libro Por el camino de Swann, cuyo sabor remitía a la infancia. La catedrática de Historia Contemporánea Montserrat Huguet, autora de La España del Seiscientos (Catarata), no considera, sin embargo, que el suyo sea un relato nostálgico, “precisamente porque asume la distancia con la historia” y “en el trasfondo, además, hay un retrato poco amable a propósito de la naturaleza de la gente, de aquel tejido social, tan proclive a la mezquindad y el egoísmo derivados del sentimiento de inseguridad e incertidumbre”.

Huguet ha recurrido al icónico Seat 600, que el economista Fabià Estapé consideró el verdadero artífice de la Transición, para viajar a los sesenta. Al volante de esta metáfora, viaja a aquella España con ojos de baby boom, pero penetrando con mirada de espeleóloga muy adulta para componer un escrupuloso friso sobre la época. Una España que, más allá del traumatismo político y moral, era el escenario en el que la vida se hacía sitio y se amoldaba como podía, y a la que, según la autora, “era tan difícil odiarla como amarla”.

La historiadora huye de academicismos y se zambulle en la memoria de su infancia. Refiere un país que se movía, pero se tambaleaba, en una década en la que todavía prevalecía la actitud de los cincuenta y que no fue tan moderna ni pop como su entorno. En aquella España, en la que aún había más aldabas que timbres, la electricidad fluía a 125 voltios y los escasos electrodomésticos, que eran una alegoría del mundo exterior, funcionaban a 220. Se fundían los plomos y había cortes constantes de suministro eléctrico. Se chupaban naranjas sanguinas y se comía piña de bote en ocasiones muy señaladas. Abundaban los rumiantes de pipas, se mordisqueaba paloduz y el pan y el azúcar tenían que ser blancos. La menstruación cortaba la mayonesa, la digestión duraba dos horas y media y se moría si con sudor se bebía agua fría.



La Gran Vía de Madrid a principios de los años sesenta.


La Gran Vía de Madrid a principios de los años sesenta.



“Fue una época muy difícil para la mayoría de los españoles. Hoy lo sabemos bien”, señala Huguet. “Como digo en alguna parte del libro, en aquellos años se pasó del mitad de cuarto al cuarto y mitad, medida muy al uso en las economías familiares de la época, que denotaba un margen de holgura económica algo mayor al de la década de los cincuenta pero en absoluto el bienestar material que las síntesis de historia al uso dan a entender”. La autora reflexiona a partir de la idea de que la felicidad de su infancia “fue posible incluso en unos márgenes de bienestar económico más bien estrechos” y usa el recuerdo del punto de vista de la niña que fue como una voz que juzga honesta por no haber sido distorsionada por los discursos formales de la historia.

La editorial Arzalia acaba de publicar, asimismo, dos suculentas aportaciones sobre nuestro pasado: Tipismo franquista, del historiador del arte David Pallol, y ¿Qué fue de los 70?, del periodista y fotógrafo Xavier Gassió, ambos con un abundante material gráfico que robustece su relato y refleja la expresividad de la época. Con el subtítulo de Recuerdos de una sociedad perdida, Pallol sitúa el motivo del libro en “la intención de describir toda una época a través de sus personajes más representativos o pintorescos”. Gassió, por su parte, con Una crónica ilustrada de los años del cambio, centra el tiro en un franquismo terminal que moría matando y sucumbía ante una época con el horizonte cegado de utopía.

El autor de Tipismo franquista, que define su trabajo como “un libro coral y costumbrista, en la mejor tradición de las películas de Berlanga”, aborda en siete grandes apartados temáticos tanto personajes genéricos como con nombre propio (“entrañables” o que “producían rechazo”), y cuyo denominador común era que “pusieron carne y hueso al franquismo”. En esa completa galería desfilan “gerifaltes del Régimen, gente corriente y moliente, oportunistas, buscavidas, supervivientes natos” y “también estómagos agradecidos”. Pallol escruta hasta la sustancia esta fauna, en la que no faltan la castañera, el censor, el estraperlista, los maletillas, las chachas o la vedete, en una combinación de recuerdo sentimental y mirada histórica cargada de rigor. Para el autor, que con este libro culmina una serie de títulos dedicados al franquismo, “no se trataba tanto de realizar una obra enciclopédica como de evocar toda una época”.



Serge Gainsbourg y Jane Birkin, en 1969.


Serge Gainsbourg y Jane Birkin, en 1969.FRANCE PRESS



Una época cuya trama se fue deshilachando en el tardofranquismo, que da paso a personajes como el transformista, predecesor de la drag-queen, y la tribu yeyé. Gassió toma su relato en los años setenta, marcados por la muerte de Franco y la Transición, pero no solo por estos dos grandes acontecimientos. La minifalda de Massiel, anota el autor de ¿Qué fue de los años 70?, no fue lo que provocó el advenimiento de la modernidad, sino “las provocadoras historias de cómics y fanzines, las primeras manifestaciones de los homosexuales o los experimentos alucinógenos reverencialmente compartidos en la penumbra de la sala de una comuna”. Enunciados de “una desbordante e imperiosa necesidad de expresarse en libertad que rompía todos los diques de la represión y de la censura”.

Esta nueva década fue para Gassió, que aprobó el PREU en 1970, la de la rebeldía juvenil, “una aventura irrepetible porque coincidieron factores políticos, sociológicos y sentimentales de hondo calado para un país, y sus ciudadanos, que jamás volverían a experimentar un cambio de tal magnitud”. Un tránsito vertiginoso que llevó del confesonario al reservado de la discoteca con el himno lúbrico Je t’aime… moi non plus, de Serge Gainsbourg y Jane Birkin, de fondo. Fue el momento en que el yeyé se volvió progresivo y la canción protesta llegó a su cumbre. En el que el rock se volvió andaluz, extremeño, catalán o madrileño. En el que irrumpió el punk y Gay Mercader impulsó los primeros conciertos de las grandes bandas extranjeras, pero también en el que Nino Bravo y Camilo Sesto dominaron en las radios.



El cantante de origen francés Georgie Dann junto a dos bailarinas.


El cantante de origen francés Georgie Dann junto a dos bailarinas. EFE



El escritor, cantante y músico Oché Cortés cierra con Cuando éramos horteras (Plaza y Janés) este recorrido con una crónica sentimental de los setenta, con su banda sonora y la cultura pop que la envolvía como telón de fondo. Cortés, que asegura que fue un "hortera discreto" cuenta una parte personal de esta generación con formato disco: diez singles y un bonus track. Entonces el Seat 600 competía con su primo el 850 y con el Simca 1000, que llevaban radiocasetes en los que sonaba Amigo conductor de Perlita de Huelva y un pastor alemán con el cuello articulado en la bandeja trasera. El aullido de Paul Naschy (Jacinto Molina, el hombre lobo español) ya estremecía más que el motor de Pegaso que conducía Manolo Escobar en Juicio de faldas, pero el furor aguardaba detrás de la curva, con Georgie Dann y sus coreografías acampanadas presagiando la irrupción de Tony Manero (John Travolta) sobre las pistas de baile de un país lleno de heridas que quería ser libre, desinhibirse e ingresar en el futuro.


NO PERDER LA PERSPECTIVA
La historiadora Montserrat Huguet cree necesario recuperar de dónde venimos para no perder la perspectiva de lo que somos. La autora de La España del Seiscientos, que jugó en los solares arenosos que veían crecer las viviendas de protección oficial en el sur de Madrid, considera que se tiende a “vestir los orígenes con los ropajes que nos proporcionan la experiencia y la historia común”. “Crecemos y engordamos al punto de olvidar dónde están las raíces.

Todo queda tan abajo o tan atrás que se nos nubla la vista y olvidamos”, señala. “Los españoles que hemos dado o estamos dando el testigo a hijos y nietos les debemos sus informes de trazabilidad”, defiende. Desde su punto de vista, las sociedades merecen conocerse lo mejor posible y ese es un trabajo que concierne a todos: “La utilidad del legado es que quede permanentemente inconcluso, en continuo progreso”. “Por otra parte”, añade, “pensemos que los discursos de la memoria, humildes, acompañan ayudando a desacralizar a los de la historia, concernidos por los intereses espurios de cada presente”.





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Seis libros de la semana


BABELIA

11 DIC 2019

Obras de Mariana Enriquez, Rosario Izquierdo, Natalia García Freire, Maria Climent, Amin Maalouf y Mariano Peyrou.




Nuestra parte de la noche

Mariana Enriquez ha jugado en esta novela de casi 700 páginas a ser excesiva, además de auténtica, y logra transformar lo siniestro en una forma de poesía. Crítica de CARLOS PARDO.





El hijo zurdo

La escritura de Rosario Izquierdo roza la perfección en una novela que habla de las drogas y el neofascismo, que no hacen distinción de clases. Crítica de J. ERNESTO AYALA-DIP





Nuestra piel muerta

La escritora ecuatoriana Natalia García Freire demuestra una madurez sobresaliente en su primera novela. Crítica de MARTA SANZ.






Gina

La primera novela de Maria Climent tiene una galería repleta de contrastados personajes femeninos que realza más si cabe a la protagonista. Crítica de ANA RODRÍGUEZ FISCHER.





El naufragio de las civilizaciones

El escritor y periodista Amin Maalouf alerta en este ensayo del fracaso de la civilización frente a la oleada identitaria y culpa a los líderes políticos, cuyo egoísmo sume a la humanidad en una orfandad frente al porvenir. Crítica de JUAN LUIS CEBRIÁN.






Posibilidades en la sombra

Este poemario de Mariano Peyrou está en fraternal relación con su última novela, ‘El nombre de las cosas’. Crítica de ANTONIO ORTEGA.

 
Kundera, el apátrida que vive en la literatura universal
Los checos devuelven el pasaporte al genio exiliado en París que solo quiere deberse, según él, “a la desprestigiada herencia de Cervantes”




El escritor Milan Kundera.

El escritor Milan Kundera. FRANCOIS LOCHON GETTY IMAGES



JESÚS RUIZ MANTILLA

13 DIC 2019


En las novelas de Milan Kundera raramente leerán ustedes la palabra Checoslovaquia. Tampoco a nadie que proceda de ahí. Por contra, no existe autor vivo que mejor haya retratado el alma efímera de un país que apenas sobrevivió a su propio nombre setenta años.

Las gentes que pueblan su mundo pertenecen a Bohemia. Lo cual también es algo reductivo para alguien que nació en Moravia: concretamente en su capital, Brno, hace 90 años. Convengamos que de la suma de ambas tierras, junto a Silesia, existe lo que hoy conocemos como República Checa y que Kundera procede de esa convención territorial, aunque solo sea porque ha utilizado esa lengua para crear la mayor parte de sus obras maestras. Por eso sí, pero no porque conservara la etérea nacionalidad y el pasaporte que en 1979 sus compatriotas le arrebataron y hoy, no exentos de vergüenza y pidiéndole perdón, le acaban de devolver.

Fue en un acto íntimo, en su casa de París, donde solo estuvieron presentes su esposa Vera, Petr Drulak, el embajador checo en Francia y el escritor. Kundera había aceptado el ofrecimiento que meses antes le había hecho el primer ministro, Andrej Babiš. Simbólico, dicen. Y quizás carente de valor para quien desde hace mucho tiene claro cuál es su verdadera patria, su más imbricado destino. Lo confiesa en una de sus obras fundamentales, El arte de la novela:“Pero, si el porvenir no representa un valor para mí, ¿a quién o a qué me siento ligado?: ¿A Dios? ¿A la patria? ¿Al pueblo? ¿Al individuo? Mi respuesta es tan ridícula como sincera: no me siento ligado a nada salvo a la desprestigiada herencia de Cervantes”.




Retrato del escritor checo Franz Kafka alrededor de 1905.


Retrato del escritor checo Franz Kafka alrededor de 1905. IMAGNO GETTY IMAGES



La desprestigiada herencia de Cervantes… Ahí es nada. Y todo para quien desde hace décadas se observa, se acepta, se confiesa apátrida hasta el punto de haber renunciado en su última etapa al idioma materno y escribir en francés. Miembro de esa parcela ignota donde el lenguaje y la creación son ley sin frontera.

Una de las virtudes que Kundera reivindica en Cervantes es el relativismo. Con ese presupuesto moral, sostiene, aparece el inicio de la novela moderna. No cabe otra misión en ella desde entonces que la búsqueda de la escurridiza verdad –o mejor, pluralidad de verdades- que nos vemos obligados a atrapar y que para todos y cada uno de nosotros pueden ser distintas.

Dentro de esa aplicación del relativismo como tarea intelectual se despliega la faceta visionaria del checo. Acertó Kundera en no desarrollar sus novelas en un territorio que se llamara Checoslovaquia pese a que no existirán mejores documentos de identidad para definirla que La broma, La vida está en otra parte, La insoportable levedad del ser o La inmortalidad. En su aplicación de la lógica histórica –fue hijo de la caída del imperio Austrohúngaro y por tanto de la dinámica de la desintegración, hoy resucitada por la miopía del nacionalismo y el populismo- supo ver que aquella convención artificial como estado no duraría. Lo mismo que hoy por hoy seguimos sin poder apostar por la eternidad de nada que se parezca a una comunidad instalada tras diversas líneas que delimiten fronteras.

En eso, quizás Kundera fue capaz de adivinar su destino en las peripecias de otros a quienes admira. Pongamos por caso a Franz Kafka, a Franz Werfel y a Jaroslav Hasek, tres autores que cohabitaron en la misma ciudad durante una época determinada y pertenecían a imaginarios de países distintos pese a haber nacido en el mismo lugar… Praga, ese maremágnum de cruces que conducen siempre hacia el epicentro de sí misma: las naciones desaparecen a su alrededor, pero la ciudad persiste en su inextinguible esencia. De ahí la vigencia errante y el alcance de las respectivas peripecias tragicómicas de estos tres autores: absurdas, cuando menos; totalmente paradójicas en su naturaleza.

Kafka devino en símbolo universal al adivinar que la burocratización del mundo conectaba con el alma por llegar dentro de un cráter alienante: la oficina, cuya sede central era el castillo. No habría mejor modo de huir de ella que, a la vez, mediante la fantasía y la pesadilla. Escribió en alemán y por eso hoy los checos no lo consideran un autor de los suyos, pero nadie puede negar que el autor de La metamorfosis construyó Praga como metáfora de la modernidad en sus oscuras premoniciones.

Hasek, en cambio, sí entra en el club de los de su país. A modo identitario y a base de humor traza su Quijote checo, El buen soldado Švejk. Kundera sostiene sobre él que la ironía desconcertada en el laberinto de su tragedia se basa en que no sabe para quién ni por qué lucha. Werfel, es quien más triste destino se gana –o mejor, pierde- entre los tres. Pese a su grandísima talla, hoy es el día en que entras a una librería de Praga y no encuentras sus libros traducidos al checo. Este último encarna como nadie las consecuencias de ese destierro. Al escribir también en alemán, ha sido repudiado de su propio territorio y hoy, tristemente, sus propios paisanos desconocen la brillantez de Una letra femenina azul pálido. Historia de una monja o La novela de la ópera. Su ejemplo prueba hasta qué punto, con los años y un proceso de lobotomía ciudadana, autores de lenguas ajenas a la esencia de lo que reivindiquen los ultranacionalistas, quedan enterrados en un injusto olvido.

Un frente de bastardos apátridas
Pongamos que todos ellos, con Kundera al frente del batallón, constituyen un frente de bastardos apátridas con domicilio en Praga como ciudad símbolo de un ejemplar mestizaje. En sus filas, también incluiría a varios cómplices austrohúngaros: al Hermann Broch de Los sonámbulos y La muerte de Virgilio, al Robert Musil de El hombre sin atributos, al Joseph Roth de La marcha Radetzky u Hotel Savoy, a caballeros cuyo último grito callado fue el su***dio, como Stefan Zweig o Sandor Marai. Quizás no a Max Brod, testaferro de Kafka, a quien Kundera ajusta cuentas –con razones más que discutibles- en Los testamentos traicionados. Por supuesto también a poetas como Rilke, igualmente nacido en Praga o a Vladimir Holan, que se recluyó para expatriarse en mitad del comunismo dentro del mismo centro de la ciudad. Lo hizo como un monje místico, entregado a desentrañar átomos de luz desde la extrema oscuridad de su propia poesía: el ángel negro, lo llamaban.

Todos surgen de otra convención, geográfica o más bien geocultural. Centroeuropa. “Ese laboratorio del crepúsculo”, tal como lo define Kundera. Juntos, a coro, conforman un espíritu que reinventa hacia caminos infinitos la modernidad. Dentro de ella exploran un alarido errante y desentrañan la diversidad y la polifonía como cualidades irrenunciables de su propio legado y como prueba de su mayor riqueza. Algo que contagian de alguna forma a otras diásporas y que exploran a conciencia escritores judíos en Estados Unidos, como Philip Roth: ¿Por qué este, curiosamente, viajaba tanto a Praga? ¿Era consciente de que sólo allí desentrañaría su propia piedra filosofal tras los pasos del Golem? Al igual también que los autores del Boom latinoamericano buscan su expatriación en París y Barcelona, todos ellos, en algo que nadie mejor que Kundera ha sabido aglomerar en sus ensayos, más allá de pasaportes concretos y nacionalidades con fecha de extinción, se saben habitantes del territorio que Goethe quiso conquistar y señaló como paraíso: la literatura universal.

 
Cristobal Balenciaga, La forja del Maestro



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Único por su enfoque sobre los años formativos del renombrado diseñador vasco, este examen minucioso de la vida y carrera de Cristóbal Balenciaga es una maravilla textual y visual, con una abundancia de documentos e imágenes inéditas de su pueblo natal, su niñez y hasta sus notas personales. Desde su nacimiento en Getaria, un pequeño pueblo pesquero en la costa norteña de España, hasta su establecimiento en París después de la Guerra Civil Española, esta exploración de los orígenes del diseñador examina en detalle los eventos y las experiencias que influyeron las creaciones de Balenciaga y que lo convertieron en un maestro de la alta costura internacional.
 
Las mejores novelas de 2019, un año gris en literatura en el que no paramos de quejarnos
Acaba un curso literario un tanto anodino donde destacaron sobre todo las reediciones




Foto: Dos de las novelas imprescindibles de 2019. (EC)




ALBERTO OLMOS
16/12/2019



Este año 2019 que toca a su fin, irrepetible y único en su misma condición rutinaria, se ha caracterizado en lo que a literatura se refiere por el triunfo definitivo del trepa. Ser trepa dio sus frutos y hemos de alegrarnos. Lo bueno de que triunfen los trepas es que ya dejan de trepar, es decir, de dar el coñazo y hacer el mal. También ha sido un año donde quejarse (esto vale para todo, no solo para la literatura) ha alcanzado ya curso civil, como tener un título universitario o, en otro tiempo, ser muy trabajador. Quejarse es el nuevo estajanovismo: si te quejas mucho, la vida siempre te recompensa.

El caso es que asumo la frivolidad de apuntalar 2019 por sus libros fundamentales o más gustosos de leer o que al que esto escribe le han parecido destacables. Solo dos me han conmovido y deslumbrado(como que a lo mejor no los pierdo en las mudanzas, vamos): 'Una odisea' (Seix Barral), de Daniel Mendelsohn, y 'La herencia' (Mármara/Nórdica), de Vigdis Hjorth. Dentro de ese país en equilibrio llamado España, mis favoritos fueron 'Tierra de mujeres' (Seix Barral), de María Sánchez, y 'Referencial' (Tusquets), de Ignacio Ferrando. Luego estuvo esa extravagancia divertidísima llamada '8:38' (Candaya), escrita por Luis Rodríguez.

También dos libros particularmente impactantes nos llegaron de Latinoamérica. Uno, del mexicano Emiliano Monge, 'No contar todo' (Random House), y otro, del peruano Gustavo Faverón, 'Vivir abajo' (Candaya). Por si no me van leyendo lo parentético, Candaya, un sellito de nada, de dos personas en Barcelona, lleva algunos años acertando de lo lindo.




Elvira Navarro publica el libro de cuentos 'La isla de los conejos'. (Rubén Bastida)




Y, en general, hubo buenos libros, libros agradables, que pueden encontrar en el histórico de esta columna, aunque de algunos no les di cuenta, como el de Ray Loriga, 'Sábado, domingo' (Alfaguara), bastante simple pero extrañamente adictivo; el de Elvira Navarro, 'La isla de los conejos' (Random House), áspero y patológico, o el igualmente patológico 'La encantadora familia Dumont' (Siruela), de Juan Aparicio Belmonte, una historia rocambolesca armada con prosa gratificante, con ese español de aguas limpias que vamos perdiendo.


Atracar Usera
Otro libro que me fascinó sin notificárselo fue 'Esa maldita pared' (Libros del K.O.), de Flako. Flako no es un rapero, es un delincuente. Robaba bancos. Entraba en ellos por el laberinto de las alcantarillas. Sobre su caso, hizo película Elías León Siminiani, 'Apuntes para una película de atracos'. El libro es mucho mejor. A Flako lo cogieron cuando atracaba un banco en Usera, que ya hay que ser gilipollas, irse a atracar bancos en Usera. Todo lo que cuenta, desde su padre enviándolo con pocos años a pillar cocaína a la metodología misma del atraco por butrón, es emocionantísimo.

En el mismo sello apareció 'El director', de David Jiménez, un libro escandaloso, es decir, que no ha tumbado los muñecos. Es curioso cómo la gente se espanta cuando alguien va y decide contar a tumba abierta lo que podemos llamar su verdad, metiendo un poco el codo; porque al final no pasa nada y es mejor para una sociedad, como para una pareja, decirse las cosas a la cara. Lo de Jiménez eran las cosas del periodismo, otro tipo de alcantarillas, en fin.

Se recopiló y recuperó y resucitó mucho y muy bien este año, desde los imprescindibles cuentos de Felisberto Hernández o Mario Levrero hasta los amorosos artículos de Milena Busquets en 'Hombres elegantes' (Anagrama) o las reseñas de Eloy Tizón en 'Herido leve' (Páginas de Espuma), o las conferencias y prólogos de Belén Gopegui en 'Rompiendo algo' (Debolsillo); desde el libro de Rafael Reig sobre Marilyn Monroe, 'Autobiografía de...' (Tusquets), a la trilogía procuradora de Janet Lewis, 'Pruebas de casos circunstanciales' (DeBolsillo). Lo mejor de este resarcimiento editorial, con todo, ha sido lo de Anna Caballé: reedición de sus fantásticos textos sobre misoginia ('Historia de la misoginia en España', Ariel) y sobre Carmen Laforet ('Una mujer en fuga', RBA) y Premio Nacional de Historia por su biografía de Concepción Arenal de finales del año pasado. Y todo ello sin quejarse. Yo a Anna Caballé no la he visto nunca quejarse, solo hacer bien su trabajo. Es verdaderamente incomprensible que le hayan dado un premio.

En el modo/moda feminista, se ha publicado (entiendan que yo me pueda permitir estos desafueros) mucho serrín: se lo digo como lo siento. Acuérdense de que el serrín lo echaban en el suelo del bar para higienizarlo un poco, y luego quedaba peor. Pues esto igual: hacemos un pan como unas hostias publicando libros malos. Yo ya creo que esta moda es en realidad algo como lo que sucedió en los años noventa con 'los jóvenes', así en general, que se les publicaba a voleo a ver si alguno triunfaba y luego se los masacró sin la menor piedad. Realmente he leído libros horrorosos cuya única justificación para ser publicados, incluso por sellos supuestamente serios, ha sido una mezcla de sentimiento de culpa y vértigo de la oportunidad.

Pero, si nos ponemos militantes, hubo algunos que no estuvieron mal, como 'Recuerdos del futuro' (Seix Barral), de Siri Husvetd, o 'El coste de vivir' (Random House), de Deborah Levy, y uno absolutamente excepcional: 'Violación' (Reservoir Books), de Mithu Sanyal. Luego hay quien te rompe el corazón, como Elif Batuman, que había publicado hace no pocos años el simpático y cultureta 'Los poseídos' (Seix Barral)y volvió este año con una redacción escolar de 600 páginas, 'La idiota' (Random House). Tampoco me dijo nada el, por otro lado, fenomenal título de Ottesa Moshfegh 'Mi año de descanso y relajación' (Alfaguara). Sin embargo, me maravilló —dejando atrás el feminismo y quedándonos con las escritoras— Muriel Villanueva y su muy inteligente 'La gatera' (Navona); me admiró la propuesta de Claudia Piñeiro en 'Elena sabe' (Alfaguara), y me interesaron mucho los relatos de Adaui Katya, 'Aquí hay icebergs' (Randon House). Las tres son de esas autoras que me voy encontrando por las bibliotecas o que me presta alguien, por mucho que sus libros no sean del año que escoliamos.

El año que viene será el año de Galdós y de seguir quejándose. También supongo que algo de literatura nos iremos encontrando

Tarde, casi antes de ayer, me leí 'El enemigo conoce el sistema' (Debate), de Marta Peirano, un libro documentadísimo sobre el control que ejercen las empresas tecnológicas y los publicistas y los genios de la experiencia de usuario sobre nuestras vidas, mayormente porque nosotros estamos encantados de que nos controlen y nos hagan sentir importantes. (Esto último es teoría mía, no de Peirano). Un ensayo también divertido, y muy bien escrito.

Y poco más: 2020 será el año de Galdós y de seguir quejándose. También supongo que algo de literatura nos iremos encontrando, si nos ponemos a ello.

 
IMPEACHMENT CONTRA TRUMP
Cinco libros para entender el ‘impeachment’ contra Trump
Desde 'Todos los hombres del presidente' hasta 'Fuego y furia', seleccionamos obras que permiten entender la política estadounidense


SANTIAGO TRIANA SÁNCHEZ
Madrid
19 DIC 2019


El presidente Donald Trump, en un acto de campaña en Pensilvania, el pasado 10 de diciembre.


El presidente Donald Trump, en un acto de campaña en Pensilvania, el pasado 10 de diciembre. EFE



El impeachment, o proceso de destitución, es un mecanismo de la política estadounidense mediante el cual el Congreso del país, cumpliendo antes varios requisitos, puede decidir la salida inmediata del mandatario por una falta grave. Donald Trump se ha convertido en el tercer presidente estadounidense en ser sometido a ese proceso, acusado de pedir a Ucrania que investigue a su rival político Joe Biden y su hijo Hunter. Este miércoles, la Cámara de Representantes votó el impeachment contra el presidente de Estados Unidos por abuso de poder y obstrucción. Falta la votación del Senado, que está programada para enero. Seleccionamos cinco libros para comprender y acercarse más a lo que es un impeachment y al estado de la política estadounidense bajo el mandato del magnate neoyorquino.


1. Fuego y Furia. En las entrañas de la Casa Blanca de Trump - Michael Wolff (Península, 2018). Un año después del comienzo del mandato de Donald Trump en Estados Unidos, el autor de este libro, un consagrado periodista con contactos en la Casa Blanca, desvela el caos que reina en la residencia presidencial. Además de vaticinar un período “volátil”, la obra, traducida casi de inmediato del inglés al español, revela la opinión que tienen los trabajadores de Trump sobre él. También da cuenta de aspectos mucho más delicados, como los motivos que llevaron al actual presidente a acusar a su antecesor Barack Obama de haber intervenido sus teléfonos, o por qué su ahora exasesor Steve Bannon no podía compartir espacios con Jared Kushner, el esposo de Ivanka Trump. Cuando fue publicado, el libro causó revuelo internacional y difundió la sensación de que Trump no era la persona adecuada para gobernar el país.

Cinco libros para entender el ‘impeachment’ contra Trump



2. To end a presidency. The power of impeachment (Terminar una presidencia. El poder de la impugnación) - Laurence Tribe y Joshua Matz (Basic Books, 2018).Este ensayo aborda el tema de cómo y cuándo se debe someter a un presidente estadounidense a un proceso de destitución. Con un tono académico, Tribe, profesor de Derecho constitucional en la Escuela de Derecho de Harvard; y Matz, experto en derecho constitucional, derechos civiles y juicios presidenciales, hablan de este mecanismo desde el pasado hasta la actualidad y se detienen en la forma en que se debe repensar el concepto de impeachment en el siglo XXI. El texto, de 304 páginas, es una lectura muy útil para aquellas personas que deseen comprender el poder del proceso de destitución y cómo esta herramienta debe ser usada en la actualidad.


Cinco libros para entender el ‘impeachment’ contra Trump




Todos los hombres del presidente- Carl Bernstein y Bob Woodward (Los libros del lince, 1974). Escrito por dos periodistas del diario The Washington Post, este libro narra la forma en que los reporteros descubrieron el escándalo de Watergate: el robo de varios documentos de la sede del Comité Nacional de Partido Demócrata y el posterior intento de la administración del entonces presidente, Richard Nixon, por ocultarlo. Por ese episodio, el mandatario se vio forzado a renunciar ante el inminente proceso de destitución que iba a enfrentar en el Congreso. A pesar de que fue publicada hace 45 años, la obra, un clásico del periodismo y de la no ficción, ha vuelto a tomar relevancia tras la posibilidad de que el actual presidente estadounidense, Donald Trump, sea depuesto a través del mismo juicio político, esta vez por sus relaciones con Ucrania.


Cinco libros para entender el ‘impeachment’ contra Trump




Impeach: The Case Against Donald Trump (Impugnar: el caso contra Donald Trump) - Neal Katyal y Sam Koppelman (Mariner, 2019). Si Donald Trump no es responsabilizado por pedir en repetidas ocasiones a poderes extranjeros intervenir en la política estadounidense para las elecciones de 2020, puede llegar el fin de la democracia del país. Ese es uno de los argumentos que emplean los autores en el libro en el que hablan sobre la relevancia y pertinencia que, a su modo de ver, tiene el juicio político contra el presidente Trump. Los expertos consideran que poner al presidente en el banquillo de los acusados debería ser el último recurso. Sin embargo, acuden a una frase de George Washington, que decía: “la influencia extranjera es uno de los enemigos más perniciosos del gobierno republicano”. Por eso, aducen, la propia constitución no deja otro camino que llevar a juicio al presidente.



Cinco libros para entender el ‘impeachment’ contra Trump



Esta selección ha sido hecha tras consultar a algunos expertos en política estadounidense. Carlota García Encina, investigadora principal de Estados Unidos y Relaciones Transatlánticas del Real Instituto Elcano; Sebastián Royo, vicedecano en el College of Arts and Sciences de la Universidad de Suffolk en Boston; y Marc Bassets, excorresponsal de EL PAÍS en Washington y autor del libro Otoño americano, sobre las últimas campañas presidenciales de Estados Unidos.

 
Los 50 mejores libros de 2019
'Lluvia fina', de Luis Landero, se corona como la obra más destacada en una votación en la que han participado 60 críticos y escritores



mejores libros




BABELIA
21 DIC 2019


Lluvia fina, de Luis Landero, publicada en marzo y que ya está siendo adaptada al teatro y a la televisión, se corona como la obra más destacada de 2019 en una votación en la que han participado 60 críticos y escritores. Además, seis autores latinoamericanos escogen sus lecturas del año.

1. Lluvia fina, Luis Landero

Aunque la capacidad fabuladora de Luis Landero no ha decaído nunca desde la revelación que supuso Juegos de la edad tardía (1989), hubo un momento en que pareció mostrar síntomas de fatiga: así en El balcón en invierno (2014), que comenzó como ficción y acabó como libro de memorias, espléndido por otra parte. Enseguida volvió Landero a la fabulación pura con La vida negociable(2017), a la que ahora sigue Lluvia fina. Remite esta novela a su fascinante estreno literario. De él proviene alguno de los personajes, que late aquí con otro nombre. Es el caso de Faroni —en realidad, personaje de un personaje—, cuyo trasunto es el padre muerto evocado como un prestidigitador existencial, pues “podía pasar por embajador de la China, por lord inglés, por sultán de la Gran Arabia, por patriarca gitano, por ciego o jorobado, por viejo pordiosero y hasta por dama de alta alcurnia”. Salvado esto, lo demás es de nueva planta, empezando por que la novela tiene la estructura enjuta de un cuento, tensa y sin pacotilla de relleno, y siguiendo por su facultad de atribular al lector como si confluyeran en ella los espíritus de Dostoievski y de Kafka (o, viniéndonos a hoy, de Cristina Fernández Cubas, cuando provoca un relámpago de horror en la grisura cotidiana).

Nada, sin embargo, induce a pensar en esa tribulación si atendemos a su arranque argumental, banal hasta cierto punto: Gabriel, profesor con pujos de filósofo, convoca a su esposa y hermanas a un ágape familiar con motivo del ochenta aniversario de la madre. Esta queda retratada por los recuerdos infantiles de los hijos, nunca concordantes, como una mezcla de furia y de Casandra, profetisa de desgracias futuras, convencida como está de que la alegría trae mala suerte y que, según reza Unamuno en un soneto memorable, “toda vida a la postre es un fracaso”.


Las disensiones familiares frustran la celebración del agasajo, pero bastó que Gabriel sacudiera el avispero para que se activara la máquina del espanto, y la calma de una familia convencional (o sea, moderadamente mal avenida) se viera trastornada hasta desembocar en el desastre. Por las resquebrajaduras de aquella normalidad afloran las malas yerbas, que se enredan entre sí y forman una maraña progresivamente más tupida de resentimientos, sevicias, envidias, malquerencias, rencores. Junto a la madre y Gabriel, que oculta la zafiedad, acaso la maldad, tras las cubiertas de sus libros y su retórica de sofista, las aguas turbias del pasado terminan anegando el presente de los demás: los dimes y diretes, las insidias y frustraciones de las hermanas, Sonia y Andrea; la baba moral del exmarido de la primera, Horacio, un monstruo lúbrico de sonrisa obsequiosa. Cuanto sucede o sucedió lo conocemos por las evocaciones cruzadas de los personajes, que ofrecen versiones distintas de un mismo acontecimiento, con lo que la verdad se escurre por las ranuras de las perspectivas múltiples. Receptora de las confidencias de todos es Aurora, la sensitiva esposa de Gabriel y único personaje noble, que escucha y trata de comprender a cada uno, y por cuyas costuras revienta la catástrofe cuando ya no es capaz de metabolizar lo que le llega.

Estamos ante un relato magistral que muestra lo precario, y al cabo ficticio, de toda estabilidad. Basta escarbar en el pasado, en cualquier pasado, para que asomen su hocico la abyección o la locura. No hay concordia sin secreto ni paraíso sin mentira, parece el desazonante corolario de la novela. El fanatismo de la sinceridad arrastra inexorablemente a la ruina. Esa constatación es más angustiosa que el truculento desenlace: aunque es un final feroz, ya añade poco a la aflicción que se fue instalando en el lector mientras parecía que no sucedía nada. Por Ángel L. Prieto de Paula


2. Los errantes, Olga Tokarczuk. (Traducción de Agata Orzeszek. Anagrama)

Uf. Una rareza tejida con ironía, audacia y enciclopedismo. Un cofre de confesiones autobiográficas, apuntes de historia, anécdotas de viajes, relatos clásicos. Tokarczuk ha creado un gabinete de curiosidades por donde desfilan los maoríes, el viaje del corazón de Chopin de París a Varsovia, la Wikipedia, las compresas, la súplica de Joséphine Soliman para que el emperador de Austria dejase de exhibir el cuerpo de su padre (negro y antiguo alto funcionario del régimen) o la desesperación de Kúnich, que pierde a su esposa y a su hijo en el regreso de las vacaciones. Por este caleidoscopio literario se entrecruzan fragmentos dedicados a la psicología del viaje o a las reliquias que conforman Europa. Tokarczuk viaja y escribe desde la misma barricada: la búsqueda de lo radical y lo auténtico. Por Tereixa Constenla


3. Desierto sonoro, Valeria Luiselli. (Traducción de Daniel Saldaña París y Valeria Luiselli. Sexto Piso)

El desierto y los espejismos entre realidad y ficción. Un viaje en carretera por el sur de Estados Unidos, padre, madre y dos niños. Largas horas y calor, escuchando las conversaciones de los mayores, de esa pareja en proceso de descomposición, en la que asoman esos otros niños, los pequeños migrantes que cruzan la frontera. Hay una historia íntima y familiar, y otra de un narrador desconocido casi como si fuera un reportaje, que se va oyendo hasta que todo converge. Construida con esmero e inteligencia, la forma híbrida y múltiple a la que llega Luiselli no enfría ni resta emoción a la trama, sino que la magnifica, cruzando fronteras narrativas y físicas, demostrando que todo está cerca y lejos, añadiendo capas, ecos y conmovedoras distancias. Por Andrea Aguilar


4. Tiempos recios, Mario Vargas Llosa. (Alfaguara)

La capacidad para apuntar a un objetivo, señalarlo desde distintos ángulos y finalmente elevar el foco hasta sacar la mejor fotografía posible es justamente la que ha exhibido Vargas Llosa en Tiempos recios. El objetivo es a primera vista la intentona democrática del presidente Árbenz en la Guatemala de los cincuenta, pero en realidad, a medida que ese foco se va alzando hasta iluminar el contexto, comprobamos que el objetivo es mucho mayor: es la injerencia de EE UU en la región, la demolición de la soberanía aun antes de nacer y la perversión del poder de la mano de quienes convierten el abuso del mismo en mérito. Por todo ello no es solo un libro, es una huella. Por Berna González Harbour


5. Tiempo de magos, Wolfram Eilenberger. (Traducción de Joaquín Chamorro Mielke. Taurus)

Al final de la Primera Guerra Mundial, en 1919, cuatro filósofos cambiaron la forma en que pensamos y, por lo tanto, la forma en que miramos el mundo. El periodista y filósofo alemán Wolfram Eilenberger construye un libro apasionante sobre estas cuatro figuras —Ludwig Wittgenstein, Walter Benjamin, Martin Heidegger y Ernst Cassirer— y, a la vez, sobre los años veinte en Alemania, un momento de libertad furiosa, pero en el que, a la vez, se estaba fraguando el monstruo del nazismo. Pocas veces un libro de filosofía logra esta difícil mezcla de divulgación y profundidad. Por Guillermo Altares


6. Cambiar de idea, Aixa de la Cruz. (Caballo de Troya)

La ola feminista que ha sacudido la narrativa española de los últimos años tiene en este libro de Aixa de la Cruz (Bilbao, 1988) uno de sus grandes hitos. Narración, memoria y reflexión se aúnan para producir un autoanálisis implacable que responde perfectamente a la cita de la Mala Rodríguez que lo abre (en canal): “Nada puede ser tan malo / como eso que hicimos y nunca recordamos, / como eso que nos hicieron y nunca perdonamos”. Cuando esa necesaria ola empiece a producir —ya hay síntomas— su propio costumbrismo habrá que volver a Cambiar de idea para comprobar que, sin revolución formal, no hay revolución temática que valga. Por J. Rodríguez Marcos


7. La isla de los conejos, Elvira Navarro. (Literatura Random House)

La isla de los conejos es una colección de 11 relatos en la que Elvira Navarro trabaja el género fantástico para mostrarnos la cara siniestra de la realidad, aquello que preferiríamos no ver (la fealdad, lo demencial, lo monstruoso, lo repugnante…). En cada cuento desarrolla situaciones desconcertantes y personajes originales e impredecibles. Recrea, con un estilo riguroso y un lenguaje extremadamente preciso, atmósferas densas y asfixiantes. A pesar del desasosiego que genera la lectura, Navarro deja espacio también para un peculiar sentido del humor (negro, sin duda) y una mirada no exenta de ternura. Por Edurne Portela


8. El sueño de una lengua común, Adrienne Rich. (Traducción de Patricia Gonzalo de Jesús. Sexto Piso)

Los años sesenta encuentran a Adrienne Rich en su plenitud: escribe sus ensayos feministas más sagaces, además de esta obra maestra, traducida con precisión por la poeta Patricia Gonzalo de Jesús. Rich arriesga “una voz que ya no es personal”, sino un plural femenino que desteje la opresiva trama de “nuestras intimidades”. Dignifica lo “concreto y eterno”. Y escribe algunos de los más lúcidos poemas de amor y desamor (de dos mujeres no jóvenes que deben compensar “los años sin conocernos”) del siglo XX. Por Carlos Pardo


9. Emilia Pardo Bazán, Isabel Burdiel. (Taurus)

Que no le intimide este volumen de 750 páginas sobre Emilia Pardo Bazán, pues aquí no hay solo biografía o un hilar sobre obra y época de una de las grandes novelistas del XIX. La inteligente y hermosa letra de Isabel Burdiel alumbra sobre la singular personalidad de la escritora y nos hace recorrer el territorio de sus múltiples ambivalencias. Dice Burdiel: “En el plano largo es un personaje de una pieza. En el plano corto, un rompecabezas”. Y así es, y qué bien nos lo cuenta. Por María José Obiol


10. El colgajo, Philippe Lançon. (Traducción de Juan de Sola. Anagrama)

La cara la tiene pegada al suelo por la sangre; lo percibe, luego no está muerto del todo; empieza, en la dantesca redacción de Charlie Hebdo tras el atentado del 7 de enero de 2015, el proceso de sobrevivir. La reconstrucción de la cara del periodista es también la de su esencia. Mezcla de crónica y memoria, 200 días de hospital y 18 operaciones permiten recoserse a través de recuerdos y vivencias con familiares, policías, enfermeras… Bach y Kafka, olvidados, resucitan. Sí, la escritura (si es envolvente, directa, sincera) aún salva. Por Carles Geli


11. Jardín Gulbenkian, Juan Antonio González Iglesias. (Visor)

En 1997 Juan Antonio González Iglesias publicó su obra maestra —Esto es mi cuerpo— y se consagró como uno de los grandes poetas de la generación de los noventa. Su nuevo libro —más ascético que celebratorio, más cerca del jardín que de la biblioteca o la discoteca— confirma la excelencia de una voz que ha sabido ser moderno —y hasta posmoderno— sin olvidar las enseñanzas del mundo clásico.


12. La única historia, Julian Barnes. (Traducción de Jaime Zulaika. Anagrama)

Dotado de un fino pero eficaz sentido del humor, Julian Barnes (Leicester, 1946) pertenece a una prodigiosa generación de escritores británicos (también aparece en esta lista otro representante, Ian McEwan). Ambientada en los años sesenta, su nueva novela relata la relación entre un hombre de 19 años y una mujer de 48. Barnes reflexiona sobre el amor y el s*x* y se muestra, sobre todo, como un sutil y eficaz narrador.


13. Capital e ideología, Thomas Piketty. (Traducción de Daniel Fuentes. Deusto)

El economista francés Thomas Picketty (Clichy, 1971) puso la desigualdad en el centro del debate social con su anterior libro, El capital en el siglo XXI, que se convirtió en un sorprendente best seller mundial. Su siguiente libro, que también supera las mil páginas, ha representado otro aldabonazo en la conciencia occidental y ha logrado muchos más lectores de lo habitual para una obra científica de este tipo.


14. Iluminada, Mary Karr. (Traducción de Regina López Muñoz. Errata Naturae y Periférica)

La tejana Mary Karr (Groves, 1955) revolucionó la escritura autobiográfica con El club de los mentirosos y culminó esa revolución con Iluminada, una historia sobre el matrimonio, la maternidad y el alcoholismo en el que la autora se analiza a sí misma sin perder el sentido del humor aunque a veces pierda la consciencia.


15. Nuestra parte de noche, Mariana Enriquez. (Anagrama)

Mariana Enriquez, argentina de 46 años, demuestra en esta novela, con la que ganó el Premio Herralde, que el género fantástico puede ser el retrato más fiel de una realidad monstruosa.


16. Un corazón demasiado grande, Eider Rodríguez. (Literatura Random House)

Autora clave en la literatura reciente en euskera, Eider Rodríguez (Rentería, 1977) se ha revelado a los lectores en castellano con este libro de relatos en el que lo familiar y lo cotidiano tienen siempre un reverso desasosegante.


17. Mañana tendremos otros nombres, Patricio Pron. (Alfaguara)

La demostración de que una nueva realidad produce tarde o temprano una nueva literatura es esta novela —premio Alfaguara— que cuenta el modo en que una aplicación como Tinder moldea las relaciones amorosas. El tema más viejo del mundo deja de serlo cuando hay por medio un teléfono móvil.

18. Lejos de Kakania, Carlos Pardo. (Periférica)

Kakania era el nombre con el que Robert Musil definía al Imperio Austrohúngaro y es también el espacio que recorren los protagonistas de esta novela, el propio Carlos Pardo (Madrid, 44 años) y su amigo Virgilio. Sorprendente, provocador, divertido, experimental (una parte está escrito en verso y otra en prosa), este libro representa un retrato ácido y a la vez cálido de la amistad y del mundo poético español.


19. Máquinas como yo, Ian McEwan. (Traducción de Jesús Zulaika Goicoechea. Anagrama)

Pocos narradores han tocado tantos y tan diferentes en sus novelas como el británico Ian McEwan (Aldershot, 1948), que ha ido construyendo a lo largo de las décadas que viaja por diferentes décadas y escenarios para construir un profundo relato de la condición humana. Su último libro transcurre en un Londres distópico poblados por seres humanos sintéticos.


20. Recuerdos del futuro, Siri Hustvedt. (Traducción de Aurora Echevarría Pérez. Seix Barral)

Ganadora del premio Princesa de Asturias de las Letras, Siri Hustvedt (Minnesota, 1955) traza en este libro el relato de sus años de formación y de su llegada a Nueva York con un estilo absorbente y reivindicativo.


21. Teatro, Henrik Ibsen. (Traducción de Cristina Gómez-Baggethun. Nórdica)


22. Cuentos completos, Mario Levrero. (Literatura Random House)


23. Terra Alta, Javier Cercas. (Planeta)


24. Hambruna roja, Anne Applebaum. (Traducción de Nerea Arando Sastre. Debate)


25. El naufragio de las civilizaciones, Amin Maalouf. (Traducción de María Teresa Gallego. Alianza)


26. Fin. Mi lucha: 6, Karl Ove Knausgård. (Traducción de Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo. Anagrama)


27. El arte mágico, André Breton. (Traducción de Mauro Armiño. Atalanta)


28. Testamento de juventud, Vera Brittain. (Traducción de Regina López Muñoz. Periférica / Errata Naturae)


29. Cometierra, Dolores Reyes. (Sigilo)


30. Un apartamento en Urano, Paul B. Preciado. (Anagrama)


31. Canto yo y la montaña baila, Irene Solà. (Traducción de Concha Cardeñoso Sáenz de Miera. Anagrama)


32. El negociado del yin y el yang, Eduardo Mendoza. (Seix Barral)


33. Javier Pradera o el poder de la izquierda, Jordi Gracia. (Anagrama)


34. Una odisea, Daniel Mendelsohn. (Traducción de Ramón Buenaventura. Anagrama)


35. España. Un relato de grandeza y odio, José Varela Ortega. (Espasa)


36. Las lealtades, Delphine de Vigan. (Traducción de Javier Albiñana Serraín. Anagrama)


37. La mente de los justos, Jonathan Haidt. (Traducción de Antonio García Maldonado. Deusto)


38. Los testamentos, Margaret Atwood. (Traducción de Eugenia Vázquez Nacarino. Salamandra)


39. Sidi. Un relato de frontera, Arturo Pérez-Reverte. (Alfaguara)


40. El corazón de Inglaterra, Jonathan Coe. (Traducción de Mauricio Bach. Anagrama)


41. Vivir abajo, Gustavo Faverón Patriau. (Candaya)


42. Cuentos completos, Hebe Uhart. (Adriana Hidalgo Editora)


43. Días temibles, A. M. Homes. (Traducción de Andrés Barba. Anagrama)


44. Seguir con el problema, Donna J. Haraway. (Traducción de Helen Torres Consonni)


45. Tus pasos en la escalera, Antonio Muñoz Molina. (Seix Barral)


46. La ladrona de fruta, Peter Handke. (Traducción de Anna Montané. Alianza)


47. La suerte de Omensetter, William H. Gass. (Traducción de Ce Santiago. La Navaja Suiza)


48. Una leve exageración, Adam Zagajewski. (Traducción de Anna Rubió Rodón y Jerzy Sławomirski. Acantilado).


49. La biblioteca en llamas, Susan Orlean. (Traducción de Juan Trejo. Temas de Hoy)


50. Churchill, Andrew Roberts. (Traducción de Tomás Fernández Aúz Crítica)


SEIS VISIONES DESDE AMÉRICA LATINA

Mariana Enríquez. La primera novela de Camila Sosa Villada cuenta la infancia de una mujer travesti y su primera juventud, cuando reparte su tiempo entre la universidad y la prostit*ción. La potencia política de Las malas (Tusquets) es inescapable y es igual de poderosa su escritura: algo de cuento de hadas, mucho de realismo visceral, tantísimo de poesía. Entre Lemebel, Lorca y Carson McCullers; hay personajes retratados con ternura y sin concesiones, hay crueldad, cuerpos que resisten y aman, fiesta, deseo y terror.

Juan Gabriel Vásquez. Valeria Luiselli ha inventado el lugar perfecto para que confluyan las virtudes de sus libros anteriores, del feroz virtuosismo formal a la clarividencia ética. Desierto sonoro (Sexto Piso), escrito originalmente en un inglés de recursos desbocados, cuenta el viaje de una familia de Nueva York a Arizona. La pareja se resquebraja sobre el fondo noticioso de los niños migrantes separados de sus padres y privados de libertad, con lo cual la íntima catástrofe de unos amantes es el eco de la debacle moral de un país.

Frank Báez. El 30 de julio de 1971, 38 presas políticas menores de 25 años se escaparon por las cloacas de un penal de Montevideo. Este hecho está considerado como la mayor fuga de una cárcel de mujeres de la historia. En 38 estrellas (Seix Barral), Josefina Licitra rescata este episodio y nos lo devuelve con toda la pasión y el sentido de aventura con que fue vivido. Armado con la destreza y la maestría de una novela policiaca, este es el retrato de unas luchadoras feministas que quisieron cambiar el mundo. El talento de Licitra es inmenso y este es sin duda su mejor libro.

Igor Barreto. Los autoritarismos, sean o no del siglo XXI, están empeñados en agravar la tradición de la amnesia que Derek Walcott decía que estaba en el origen de Latinoamérica; pero a contracorriente de estos “olvidos”, la editorial Pre-Textos, en su colección La Cruz del Sur, publicó bajo el título de Rasgos comunes una antología de la poesía venezolana del siglo XX. Los autores de esta reinvención de país fueron los escritores (y críticos) Antonio López Ortega, Miguel Gomes y Gina Saraceni. Retejieron una trama de parentescos con los mejores poemas venezolanos.

Liliana Colanzi. En Las homicidas (Lumen), Alia Trabucco se sumerge en los casos de cuatro mujeres asesinas que escandalizaron a la sociedad chilena del siglo XX. Trabucco argumenta que no fueron juzgadas solo por sus crímenes, sino por transgredir las reglas de cómo debe ser una mujer: la prensa escudriñó sus infidelidades, su ausencia de emociones, sus matrimonios fallidos, sus rasgos “masculinos”, su condición de “destructoras de familias”. A un excelente trabajo de archivo, Trabucco añade su diario de la investigación. Un libro escabroso, inteligente, necesario.

Brenda Navarro. Daniela Rea y Pablo Ferri han publicado un libro que contiene dentro de sí dos miradas: la de ellos como periodistas y la de diversos soldados que dan testimonio a la pregunta de por qué mata un soldado. La tropa (Random House, 2019), es un libro clave para iniciar una conversación sobre lo que sucede actualmente en América Latina: el poder del ejército como aparato represor de la ciudadanía y la necesidad de mirar el monstruo que lejos de separarnos de la maldad, nos une. Un libro que da pie a que podamos empezar a narrarnos desde otro punto de vista.


ENTREVISTA A LUIS LANDERO:

 
‘Crónicas de los Cazalet’: comedia humana de la cotidianeidad
‘Todo cambia’, de Elizabeth Jane Howard, completa la pentalogía, una de las más seductoras series de novelas de la literatura inglesa


JOSÉ MARÍA GUELBENZU
27 DIC 2019


La escritora Elizabeth Jane Howard, en Londres en 1962.


La escritora Elizabeth Jane Howard, en Londres en 1962. EVENING STANDARD / GETTY IMAGES


Con la publicación este año del último volumen de las Crónicas de los Cazalet, Todo cambia, queda completa la publicación en castellano de una de las más poderosas y seductoras series de novelas concebidas en el seno de la literatura inglesa contemporánea. Su autora, Elizabeth Jane Howard (1923-2014), se inició en la literatura en 1947, tras unos primeros intentos de ser actriz y modelo. De su amplia obra, esta pentalogía es sin duda su obra maestra, que obtuvo un éxito extraordinario de público y cuyos dos primeros volúmenes fueron adaptados a la pequeña pantalla por la BBC.

Los Cazalet son una familia que se extiende a lo largo de tres generaciones. Los conocemos en 1937, cuando comienza el primer volumen, y se despiden en la Navidad de 1958. Lo que sucede entre esas fechas es una prodigiosa exposición del desarrollo de la sociedad inglesa a través del extenso vínculo familiar iniciado por una pareja, el Brigada y la Duquesita. La historia empieza significativamente en Home Place, la residencia de verano de la pareja fundadora con sus cuatro hijos, esposas y nietos: un reducto de intimidad y afecto donde se han empezado a superar las dolorosas consecuencias de la I Guerra Mundial en los adultos y donde comienza inocente y alegremente a vivir la primera generación de nietos. A lo largo de la serie iremos conociendo los cambios de mentalidad, sociales, personales y económicos, de todos los integrantes del clan y sus servidores, la dificultad de afrontar y entender las nuevas formas de vida y, sobre todo, el paso de un clan familiar a la búsqueda de la vida por parte de todos ellos, unidos por el afecto y disgregados por sus vidas personales y el signo de los tiempos.

La escritura de esa serie es una verdadera proeza en lo que tiene de reunir y construir tantas personas y vidas singulares, tantas relaciones; una verdadera comedia humana que extrae del relato de la cotidianeidad un mundo complejo de valor universal. Y los saltos en el tiempo se asumen con la misma naturalidad con que asumimos las distancias temporales en la vida real y recuperamos la intensidad de trato con los seres que nos importan. En la recreación del grupo es decisivo el clima sentimental y emocional que la autora consigue plasmar, así como el entrecruzamiento de las conciencias de todos en el camino de sus esperanzas, engaños, fracasos y logros. Una lectura inolvidable.

Elizabeth Jane Howard pertenece a la admirable tradición narrativa inglesa procedente del siglo XX. Es el último eslabón de un conjunto de escritoras particularmente dotadas de una calidad literaria y una tenacidad a prueba de vocación. Se sitúan en una formidable segunda línea tras los nombres excelsos de Virginia Woolf, Iris Murdoch o Edna O’Brien, y me parece obligatorio homenajearlas.

La primera en importancia y originalidad, Ivy Compton-Burnett, pertenece a una generación anterior. De aspecto severo y estética victoriana en lo personal, sus novelas, todas dialogadas, se caracterizan por sus abrasivas frases, agudas y cortantes, y un sentido del humor casi negro con las que emprende un retrato de la alta burguesía británica y su corrupción centrada en dos aspectos: la familia y el poder. En España, Lumen publicó Una herencia y su historia y Criados y doncellas. Todos sus títulos, como su vestimenta, estaban cortados por el mismo patrón.

La menos conocida es Elizabeth Taylor, nacida Elizabeth Coles, que al adoptar el apellido de su marido añadió a su habitual discreción el opacamiento a que la redujo su coincidencia con la famosa actriz norteamericana. Sus principales cualidades eran la fluidez narrativa y la mirada crítica que acompañaba a su entendimiento de la clase social burguesa británica de posguerra. Provienen, y se le nota en lo mejor, de Jane Austen. Su novela Angel la descubrió a los lectores. Tiene una obra aún no valorada suficientemente y es una retratista excepcional de personajes y ambientes ingleses.



‘Crónicas de los Cazalet’: comedia humana de la cotidianeidad



Barbara Pym, cercana al mundo narrativo de la Taylor y, por esa vía, de Austen, se diferencia de Taylor por su especialidad de mostrar hábilmente la sordidez que se escondía tras la apacible y autosatisfecha clase media de su época. También es excepcional la irlandesa Elizabeth Bowen, maravillosa descriptora de ambientes y personas, de una precisión admirable, que estuvo relacionada con el grupo de Bloomsbury; su obra maestra es La muerte del corazón. Tanto ésta como las novelas de la Pym están traducidas a nuestro idioma, lo mismo que las de la clarividente Muriel Spark (Las señoritas de escasos medios, La plenitud de la señorita Brodie), prolífica y mordaz narradora que acabó por convertirse al catolicismo como su amigo Graham Greene.

Jean Rhys tuvo una vida loca y dura en el París de entreguerras y escribió con extrema lucidez sobre la vida sórdida de las mujeres solitarias en busca de amor, asunto al que pertenecen dos piezas excelentes: Después de dejar al señor Mackenzie y Que usted la duerma bien, señora. Tras muchos años olvidada, reapareció como un meteoro con Ancho mar de los Sargazos, una novela sobre la mujer encerrada en el castillo del señor Rochester en Jane Eyre: una asombrosa experiencia literaria que ya siempre impedirá que leamos la novela de Charlotte Brönte con inocencia.

Crónicas de los Cazalet (1-5). Elizabeth Jane Howard.
Traducción de Celia Montolío (1-4) y Raquel García Rojas (5). Siruela, 2017-1019.
Los años ligeros. 436 páginas. 24,95 euros.
Tiempo de espera. 468 páginas. 24,95 euros.
Confusión. 402 páginas. 24,95 euros.
Un tiempo nuevo. 560 páginas. 26 euros.
Todo cambia. 472 páginas. 24,95 euros.

 
“Los años de la Movida fueron mágicos”
Pedro Touceda vendía en los años 80 libros autoeditados en la calle disfrazado de hombre anuncio y ahora, por vez primera, lo hace en una librería


LUIS DE VEGA
Madrid
27 DIC 2019



Touceda cabecea un balón delante del edifico de la Colonia de Lourdes a la que llegó a vivir con tres años


Touceda cabecea un balón delante del edifico de la Colonia de Lourdes a la que llegó a vivir con tres añosLUIS DE VEGA.




La construcción por el arquitecto Sáenz de Oiza a mediados del siglo XX de la Colonia Lourdes ha marcado de vida de Pedro Touceda (Madrid, 61 años). Allí se mudó con tres años y allí regresó, casi al bloque de al lado, años después. En torno a este especie de pueblito junto a la Casa de Campo se ambienta su libro Los elefantes andan descalzos y no usan paraguas. Un espectacular atardecer sobre la inmensidad verde nos acompaña durante la entrevista.

La Casa de Campo hace sesenta años era “el más allá”, como dice en su libro.

Nos mudamos en motocarro desde la zona de San Bernardo y la mayoría de la familia se quedó en Malasaña. Aquel era un Madrid donde se iba a todos lados andando y en la Castellana había granjas en las que se compraba huevos y verdura. El cogollo de la ciudad era mucho más pequeño y venirnos aquí era irse al más allá. Emigrábamos a otro sitio distinto del ruido, los coches, de mi abuelo sereno en la calle Génova y venías a la Casa de Campo. Esto era una aventura, una vida que no era de ciudad.

¿No es un milagro que sobreviva la Casa de Campo?

Pues sí. Hubo algún proyecto para construir y los vecinos nos movilizamos. Pero el ecologismo ha ido ganando adeptos. No digo que sea virgen porque desde que nosotros nos vinimos se ha hecho el Metro, el parque de atracciones, el zoológico… En verano abríamos las ventanas, escuchábamos a los monos aulladores y pensabas que estabas en la selva de Tarzán. Y el parque era famoso por el cine de verano y su programación musical. Todo en un barrio levantado por Sáenz de Oiza con su colegio hecho en círculos. Más de un profesor nuevo decía “me he dado cuenta de que los niños de aquí entre el colegio redondo y la Casa de Campo estáis asilvestrados”.

Pues alguno de esos niños ha llegado lejos.

De aquí han salido Faemino (de Faemino y Cansado) que ya hacía imitaciones en el patio del colegio; Sergio Peris Mencheta, mi vecinito de arriba; Natalia Millán, de mi pandilla, que está ahora en Gran Vía con Billy Elliot y rueda Cuéntame; Álvaro Ruiz que tuvo locales míticos durante la Movida como Revolver y fue creador del Festimad. En fin, de aquí ha salido mucha gente con un toque artístico.

¿Usted también no?

Yo había empezado a escribir con 12 o 13 años. Después trabajaba de chico de los recados en una imprenta de Usera y allí, como no me pagaban, me edité un libro. Me fabriqué un disfraz de hombre anuncio y llegué a vender 3.000 ejemplares uno a uno en el Rastro y en la Feria del Libro, amigos, familiares… Yo era un mantero literario. Pero no pasé de ser entrevistado por el Gran Wyoming en uno de sus programas.

Pero en esa época le sale trabajo.

En esa época ya había estado de becario en Radio 3, en un diario de Canarias y en 1985, entré de becario en ABC. Ahí he entrevistado como reportero volante y crítico musical a Bee Gees en París, en Miami a Julio Iglesias, en Alemania a David Bowie, a los Rolling Stones, Lou Reed, Eric Clapton… Y aquí a Radio Futura, Gabinete Caligari, Alaska y los Pegamoides, que curiosamente algunos de ellos me habían comprado alguno de mis libros sin que ellos supieran que yo era aquel pesado de la calle.

¿Cómo ha cambiado Madrid ahora?

Malasaña sigue siendo de los sitios que guarda su ambiente después de todos estos años. Sigue siendo popular, bohemio, artístico… Yo soy un gran defensor de la Movida madrileña. Fueron unos años mágicos en Madrid con una actividad artística grande y la creatividad por encima de todo.

¿Su libro es más realidad o ficción?

Mi abuela tenía una realidad paralela. A veces se creía que era cantante de ópera o bailarina de Charleston. A veces cogía un teléfono, marcaba un número al azar y al que descolgaba se ponía, por ejemplo, a recitarle a Espronceda. Yo viví eso como natural. Somos una familia pintoresca.

Bueno, y ha escrito un libro sin pensarlo.

Empecé en 2018 a escribir post en Facebook. Primero con textos un poco marcianos y vanguardistas pero sin mucha acogida. Un día se me ocurrió escribir de cosas del cole o las extravagancias de mi abuela y aquello empezó a tener acogida. Algunos hasta me regañaban la noche que no había publicado. Me acabaron pidiendo este libro. Me he pasado 40 años escribiendo, publicando y vendiendo libros; pero en 2019 es la primera vez que lo he hecho en una librería.


VOLVER AL BARRIO
La vida en la Colonia de Lourdes marcó a Pedro Touceda. Llegó de pequeño y se quedó tres décadas de las que habla de manera intensa en el libro. Pero tras solo siete años alejado de este barrio, decidió regresar. Sintió de nuevo la llamada de la naturaleza de la Casa de Campo y el recuerdo y de los veranos en un pueblo de 13 casas que hasta 1991 no tuvo carretera.

 
Las mujeres pisarán la luna
En el último libro de Belén Gopegui hay argumentos incuestionables para asumir el 2020 con los propósitos, no de enmienda sino de revolución



Portada de 'Ella pisó la luna'.



OCTAVIO SALAZAR
Córdoba
31 DIC 2019


Hay libros que llegan a tu vida con timidez, como de puntillas, sin ser anunciados ni publicitados, como si colaran sin permiso en tus estanterías y allí, cobijados del frío, esperasen a que tus ojos dieran vida a sus palabras. Fue así como el último libro de Belén Gopegui se presentó en mi casa y se instaló, entre pudoroso y discreto, en el rincón en el que suelen estar los volúmenes que tengo por leer. Tuvo que llegar una larga y aburrida tarde navideña para que la autora de La conquista del aire y de tantas otras historias que me han removido las entrañas volviera a sentarse a mi lado. Como siempre es ella, de pocas pero firmes palabras, rotunda y sin embargo amable, con esa mirada que siempre me recuerda a la de un animalillo curioso perdido en un bosque. Luciendo, eso sí, la cabellera blanca que a mí siempre me huele a Gaite.

Ella pisó la Luna, que es un libro pequeño en cuanto a número de páginas, pero grande por las emociones y las lecciones que encierra, es el texto de la conferencia que la autora impartió en marzo de 2019 en el ciclo titulado Ni ellas musas ni ellas genios que, organizado por Clásicas y modernas, se celebró en el Caixa-Forum de Madrid. El objetivo del ciclo es cuestionar la historia del arte, del pensamiento, de la cultura en general, deudora de una mirada androcéntrica y de un binomio marcado por brutales sesgos de género, el que ha dividido con tanta frecuencia a hombres y mujeres en “genios” y “musas”.

Gopegui le dio una vuelta de tuerca a la propuesta y acabó contando la historia de sus padres: Luis Ruiz de Gopegui, un reputado físico y responsable de algunas actividades de la NASA en España, y Margarita Durán, la verdadera protagonistade la historia. Una de esas mujeres que no tuvo ningún tipo de notoriedad pública pero que, sin embargo, no dejó de trenzar hilos para que la vida y la justicia trataran de ser primas hermanas. Una de esos millones de mujeres “que no fueron” y que ni siquiera aparecen en las notas a pie de página de los libros. Una de las muchas que fueron cuidadoras, pero también mentes inquietas, corazones solidarios y manos constructoras.




Belén Gopegui, en septiembre de 2017 en Madrid.


Belén Gopegui, en septiembre de 2017 en Madrid. CARLOS ROSILLO




La vida de Margarita Durán, que de acuerdo con la mirada ciclópea del patriarcado, tal y como la califica Victoria Sendón, sería la de una de tantas mujeres que sacrifican sus proyectos profesionales y se convierten esencialmente en madres y cuidadoras, nos demuestra que hay dos objetivos emancipadores del feminismo que necesariamente van de la mano. De una parte, el relativo a la reconstrucción de una memoria en la que también estén presentes las mujeres que pisaron la Luna, es decir, las que hicieron tanto o más que los grandes científicos, inventores o pensadores para el avance de la Humanidad. De otra, la urgencia de situar los cuidados de la vida, la sostenibilidad del planeta y de los seres vivos, la ternura constructora de puentes, en el centro de la política.

De esta manera, y como no podía ser de otra manera, el libro de Belén Gopegui es una lección de ética cívica. Que parte de lo personal para hacerse político. “Hay cientos de miles de vidas de mujeres que no solo merecen ser contadas, sino por las que hemos de luchar para que se cuenten, porque ganarle la pelea a las estructuras depende también de las historias que tengamos. A ver, no es que sería bonito o interesante que se contaran, es que las necesitamos para entender lo que nos está pasando”, escribe la autora de Las razones de mis amigos.

Ella pisó la Luna, que tiene el título añadido del plural Ellas pisaron la Luna, se ha convertido para mí en este final/principio de año en una suerte de oración laica, como esas que guardaba un librito encuadernado en rojo que yo recuerdo en el bolso de mi bisabuela. En apenas 80 páginas, como si fuera el cofre de un tesoro que los piratas guardaron en una profunda cueva, encuentro argumentos incuestionables para asumir el 2020 con los propósitos, no de enmienda sino de revolución, que me reconcilien con las redes que tejemos en cuanto seres interdependientes, con los trabajos que no reconocemos ni social ni económicamente, con las emociones que nos ayudan a tomar decisiones solidarias, con los hilvanes que mis bisabuelas, mis abuelas y mi madre fueron dejando por sábanas y manteles que mis bisabuelos, mis abuelos y mi padre nunca sabían dónde se guardaban. Solo así, también, como hace la misma Gopegui, yo tendré razones más que suficientes para referirme a quienes me alumbraron y cuidaron, y lo siguen haciendo, como “mis madres” en lugar de “mis padres”.

En este siglo de tanto machismo reaccionario, de neoliberalismo depredador y de espectáculo que devora a los domesticados, leer el último libro de Belén Gopegui es casi un acto revolucionario. Una reafirmación en la necesidad de hacer volar unas estructuras hechas a imagen y semejanza del individuo varón y a costa de las idénticas sometidas. Lo que hace la escritora en este pequeño gran libro es sacar a su madre, y con ella a millones de mujeres, de ese pozo sin luz de las que no que no fueron nombradas, de las que en vez de estatus tuvieron solo función. Un ejercicio contra la desesperación, esa que, de acuerdo con Adrienne Rich, es el fracaso de la imaginación. Porque en este inicio de década que no se nos antoja feliz tenemos que reivindicar la creatividad, las manos que tejen tapices, los talentos que nunca debieron ser callados y las hogueras que arden en playas que no conocen las botas del guerrero.

He leído Ella pisó la Luna y en sus páginas me he encontrado la vida de mi madre, de la madre de mi vecino, de la abuela materna de mi hijo, de la maestra soltera que me enseñó a leer. Pero también he intuido en ellas a mis alumnas de la Facultad, a mi sobrina quinceañera a la que he regalado Feminismo para principiantes, a las amigas de mi hijo que ya podrán votar en las próximas elecciones. Así he imaginado un hilo de activismo y reflexión trenzado por millones de mujeres. Y una canción que habla de no desperdiciar los días, y un planeta recién pisado por mujeres astronautas, y un no-genio que se calla para que la insumisa deje de ser musa.

Y así, iluminado, como si hubiera vivido una revelación, me adentro en una década en la que sueño con muchas madres, todas las madres, pisando la Luna y con muchos padres, todos los padres, terminando de coser las sábanas que un día mis abuelas dejaron hilvanas en el fondo de un cajón.





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Las Brontë no eran tan modosas como se las pinta
La argentina Laura Ramos rebate en su libro 'Infernales' con profusa documentación la imagen de las hermanas como tres escritoras hogareñas y románticas

CARMEN MAÑANA
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4 ENE 2020




Recreación de Charlotte, Emily y Anne Brontë, en su casa de Haworth.


Recreación de Charlotte, Emily y Anne Brontë, en su casa de Haworth. ALBUM / GRANGER, NYC




A veces el tiempo, los historiadores o sus propios coetáneos terminan minimizando, reescribiendo o endulzando la vida y el legado de mujeres —ya sean reinas, científicas o escritoras— que han cambiado la historia. Lo hacen para ajustar la realidad al canon. Para ponerlas en el lugar que (consideran que) les corresponde. Pero en el caso de Charlotte, Emily y Anne Brontë, el origen de esta imagen distorsionada está en la propia hermana mayor, Charlotte. Es ella la primera en dibujar a Emily y Anne como dos escritoras hogareñas y románticas, un cliché que ha llegado hasta nuestros días y que la autora argentina Laura Ramos se encarga de rebatir con profusa documentación en su libro Infernales(Taurus).


En su retrato familiar, Ramos confirma que las tres hermanas Brontë están en las antípodas del mal llamado género de tacitas, ese en el que despectivamente se quiere incluir también a Jane Austen. Lejos del decoro victoriano, los bailes sofisticados y los castos romances, la vida de las escritoras fue brutal, violenta y hasta cierto punto escandalosa. No faltaron adulterios, amores supuestamente lésbicos y abortos. Como resume Ramos: “Tuvieron unas vidas que fueron más allá de la genialidad, que compitieron con sus propias obras y que tuvieron el mismo dramatismo, aventura y amor. Aunque Charlotte tratara de ocultarlo”.


Lo hace en las biografías de Anne y Emily que escribió, a petición de su editor, en 1850, tras la muerte de ambas por tuberculosis y que se publicarían como prólogos a las obras de sus hermanas. “Cuando fallecieron eran las escritoras más famosas del Reino Unido y todo el mundo quería saber quiénes eran los pornógrafos hermanos Bell [el seudónimo con el que firmaban sus obras], pero Charlotte quiso preservar el honor y el buen nombre de sus hermanas y escribió una obra ligeramente ficcional”. Allí las describe como “niñas de campo prácticamente ignorantes” que nunca habían salido de su pueblo, Haworth, en Yorkshire. “Incluso dijo que Emily había escrito Cumbres borrascosas sin saber lo que escribía”. Nada más lejos de la realidad. La segunda Brontë no solo vivió en Bruselas, sino que allí recibió una exquisita educación en un internado, donde “existen indicios de que pudo enamorarse de una alumna: Luisa de Busentier”. Como recoge Ramos en sus investigaciones, ya en el siglo XX se descubrieron traducciones suyas de Virgilio y Homero, y parte de la correspondencia que mantuvo con George Henry Lewes, el crítico más importante de la época. “No era ni de lejos la muchachita campesina que había dibujado Charlotte”.




Las Brontë no eran tan modosas como se las pinta





Ninguna de las tres. “Su historia es una historia feminista”, sentencia Ramos. Empezando porque nunca contemplaron el matrimonio “como la salida laboral que era en aquella época”. Decidieron convertirse en institutrices —la única opción para una mujer pobre y culta— aunque, como queda reflejado en los diarios de Charlotte, odiaban enseñar y a la mayoría de sus alumnos, a los que definían con términos tan pedagógicos como “burros, zopencos e idiotas”.
Al recibir la pequeña herencia de su tía, en vez de “comprarse una capa de terciopelo como un personaje de Jane Austen”, cometen la osadía de invertir el dinero en la publicación de sus propios poemas. Venden dos ejemplares. Pero esto les permite declararse escritoras profesionales, aunque sea solo ante sí mismas. Casi tan reveladora como esta determinación es la decisión de no invitar a su hermano Branwell, también poeta, a participar en el libro. Él no es beneficiario de la herencia y tampoco del reconocimiento de sus hermanas.

Ramos ahonda en la figura de Branwell, relegado a un papel secundario por la propia Charlotte y por la mayor parte de los biógrafos pero imprescindible para comprender el fenómeno Brontë, en opinión de la argentina. “Como unas brujas, le excluyen a él, que siempre había sido el elegido por el padre”. Mientras las mujeres son enviadas a un internado de la caridad, donde las dos mayores —María y Elizabeth— enferman gravemente para terminar muriendo en su casa, Branwell es preservado y educado en su hogar para evitarle las posibles fatalidades del colegio. “Sus hermanas trabajan como institutrices para costear su formación. Pero ese niño sobreprotegido en el que toda la familia se ha volcado termina cayendo en el alcohol y el consumo de opio. Y Charlotte termina expulsándolo de su biografía, aunque es una figura que marca definitivamente la vida y obras de las hermanas: en todas las novelas hay un personaje alcohólico y violento que es la representación de Branwell”. Excepto Heathcliff (el protagonista de Cumbres borrascosas), que es un trasunto de la propia Emiliy, una mujer “colérica, que decía odiar el género humano y que, desde una perspectiva actual, algunos podrían considerar como asperger”, según argumenta Ramos.

En su forma de entender y experimentar las pasiones, las Brontë también estuvieron muy lejos de la imagen meliflua y romántica y de los cánones de la época. Charlotte rechazó cuatro proposiciones de matrimonio y se enamoró de su profesor de literatura en Bruselas, un hombre casado. “Fue un amor violento y bestial que la llevó casi a la locura” y que quedó documentado en unas cartas obviadas por sus primeros biógrafos y que finalmente fueron publicadas en 1912, para conmoción del público británico. “¿Es de verdad esta nuestra santa?”, se preguntaron.
Anne, la más “tímida y sumisa”, según Ramos, es una de las primeras en dar un final feliz a una mujer caída en su segunda novela, La inquilina de Wildfell Hall. Su protagonista es una mujer que abandona a su marido violento —algo inédito en la época— y no solo consigue sacar adelante a su hijo gracias a su propio trabajo, sino que vuelve a encontrar el amor.

La obra de Ramos permite entender el origen de esta mentalidad tan avanzada y, por lo tanto, responde a otro de los grandes misterios de las Brontë: ¿cómo tres niñas de un pequeño pueblo del páramo inglés consiguieron ser las autoras más famosas de su época? La escritora señala directamente a su padre, un hombre culto, becado en Oxford, que tenía una pequeña biblioteca pero llena de clásicos. “Además en una casa cercana había una gran biblioteca y un vecino les prestaba el Blackwood’s Magazine, la revista más sofisticada de la época, que publicaba a Byron y a Quincey”.

Eran grandes lectores pero también tenían un material dramático propio muy importante. “La muerte de la madre y de sus dos hermanas definió su concepto trágico. Su casa estaba junto a un cementerio y Charlotte juraba haber visto un ángel flotar sobre la cuna de su hermana. Además, no hay que olvidar que vivieron en un período de guerra. Leían el periódico y lo que encontraban en él eran las hazañas de Bonaparte”, concluye Ramos.
En su opinión, también fue determinante el hecho de criarse sin madre. “Su padre era un gran defensor de los movimientos románticos que ensalzaban la vida campestre y la naturaleza, y les permitía correr y jugar solas por el páramo, algo casi indecoroso en aquel momento”. Así, libres, cultas y pobres, vivieron unas vidas tan apasionantes y únicas como las que plasmaron en sus obras, sin encajar en los convencionalismos ni en los estereotipos de los que casi dos siglos después empiezan a escapar por fin.

 
Leerás estos libros en 2020: vuelven los 90, guerra de bestsellers y la nueva edad oscura
El primer trimestre suele ser el más flojo en novedades literarias, pero en esta ocasión gozaremos de un revulsivo noventero de la mano de Bret Easton Ellis y Caitlin Moran




Foto: Comienza la temporada literaria (EFE)


Comienza la temporada literaria (EFE)



AUTOR
PAULA CORROTO
Contacta al autor
29/12/2019




“Tengo recursos para dar y vender...Soy creativo, soy joven, no tengo escrúpulos, estoy motivado a tope, soy ingenioso a tope. En esencia lo que digo es que la sociedad no puede permitirse el lujo de prescindir de mí. Soy una buena inversión”. Lo decía Patrick Bateman, el protagonista de la novela 'American Psycho', allá por 1992. Un carnicero, un tipo repulsivo con el que se inauguraba la era del vacío existencial y el grunge de los noventa después de los espídicos ochenta. Un personaje que si ya entonces causaba estupor hoy, después del #metoo y todas las guerras culturales, decididamente no pasaría ningún filtro. Sus admiradores estarían cerca del trumpismo o directamente del jugador de fútbol ucraniano Zozulya.

A Bateman lo creó Bret Easton Ellis, el escritor de la Generación X junto a Douglas Coupland y David Foster Wallace, que regresa en este 2020 para agitar un poco la fiesta literaria. Porque poco se puede decir de un primer trimestre que, como sucede todas las temporadas, no hay demasiado que echarse a la boca. Las editoriales siempre esperan al segundo y tercer trimestre, épocas de ferias del libro y de ventas navideñas. Enero, febrero y marzo suelen ser como la España vaciada en versión literaria.



'Blanco', de Bret Easton Ellis


'Blanco', de Bret Easton Ellis


Pero con Easton Ellis y la publicación de ‘Blanco’ -en Literatura Random House en marzo-, una especie de memorias literarias en cuya cubierta se han sobreimpreso palabras como ‘transgresor, hombre, hater’ quizá tengamos algo de salseo polémico. El escritor se queja de actitudes de nuestra era: del fascismo corporativo, de la autocensura y del lloriqueo y la petulancia de la generación millennial. Afilen sus tuits.
Este regreso tiene también otro significado: el boomerang de los noventa en esta nueva década que comienza y que nos golpea en la cara como las camisas de cuadros y los vaqueros sobrepasando el ombligo. Porque a esta mirada a treinta años atrás se suma la británica Caitlin Moran, que ya se ganó el aplauso por aquí con ‘Cómo ser mujer’, novela con la que ganó todos los premios del columnismo británico y vendió más de medio millón de copias entre 2011 y 2012. Su nueva novela, que publicará Anagrama a finales de enero, es 'Cómo ser famosa' en la que retoma al personaje de Johanna Morrigan en 'Cómo ser una chica' -trasunto de la propia Moran- para contar cómo comenzó en el periodismo musical en plenos noventa con el estallido del brit-pop. Lo dicho: los noventa son el nuevo mainstream.



Grandes y Lindo: va de bestsellers
Otras dos escritoras que empezaron a triunfar en los noventa y que a día de hoy todavía tienen legiones de lectores -sobre todo, lectoras- son Almudena Grandes y Elvira Lindo. Ambas tienen nueva novela para este primer trimestre.



'La madre de Frankenstein', de Almudena Grandes


'La madre de Frankenstein', de Almudena Grandes


La primera propone un nuevo episodio de su saga sobre la guerra interminable, 'La madre de Frankenstein', que esta vez transcurre en los años cincuenta en el manicomio de Ciempozuelos (Madrid) con recuerdos a viejas historias ocurridas hacia 1939. La publicará Tusquets en febrero y probablemente entrará en la lista de los destacados del año si sigue el patrón de 'Los pacientes del Doctor García' o 'Inés y la alegría'.
Por su parte, Elvira Lindo regresa casi diez años después a la narrativa con 'A corazón abierto', que publicará Seix Barral en marzo, y que convierte en literatura la vida de sus padres, una pareja que tuvo que lidiar con la España de la segunda mitad del siglo XX: los niños, las enfermedades, los cambios de domicilio y su amor.


Brexit, Mussolini y la camorra italiana
Aunque hayamos constatado que la temporada es un tanto yerma siempre se cuela algún nombre imprescindible. La apuesta casi segura de las editoriales y con temas que tocan bastante la actualidad. De eso sabe bien Anagrama, que suele tener bastante tino para organizar su catálogo.
Empieza el año con ‘La cucaracha’, de Ian McEwan. El británico, del club de los Amis, Barnes o Ishiguro, publica traducida al español esta novela en la que satiriza el Brexit y la actualidad del Reino Unido con una mirada amplia hacia las teorías predictivas de Aldoux Huxley -que acertó mucho más de lo que pensamos-. Después de las elecciones británicas -la novela fue publicada originalmente hace varios meses- al menos nos queda esta sátira de McEwan que habrá pensado que mejor reír que llorar ante tanto desastre.

Para febrero, el mismo sello tiene prevista la publicación de ‘Beso feroz’, de Roberto Saviano, que sigue con sus temas mafiosos. Los críos de ‘La banda de los niños’ ahora son adolescentes de la Camorra napolitana. Guerra de clanes, con ese estilo Saviano, entre la realidad y la ficción . La venganza, la sangre, y unos chicos que parecen materialmente determinados, al viejo estilo marxista, para no poder salir de las cuerdas del ring que impone crecer dentro de la mafia.



'Casas y tumbas', de Bernardo Atxaga


'Casas y tumbas', de Bernardo Atxaga



En Italia el año pasado reventó en las librerías ‘M. El hijo del siglo’, de Antonio Scurati, que vendió más de dos millones de ejemplares -según dice ahora Alfagura, su editorial en España. Esta historia, que ganó el premio Strega, uno de los más prestigiosos de Italia, también provocó una tremenda polémica en el país puesto que narra el ascenso y caída de Benito Mussolini. La novela abrió todo un debate entre aquellos que defendían la necesidad de recordar lo que fue el fascismo -de hecho, el libro se vendía como ‘la gran novela sobre el fascismo’- y los que preferían meter al dictador bajo la alfombra del olvido para no caldear más el ambiente.

El último ganador del Premio Nacional de las Letras, Bernardo Atxaga, publica en castellano ‘Casas y tumbas’ -en febrero en Alfaguara-, una historia en la que vuelve al País Vasco y a Francia con las historias cruzadas de varios amigos de la infancia en Euskadi y cómo llegaron a la juventud en los años de la pre-transición. Hay mucha esperanza en esta novela de un autor que también empezó a hacerse un nombre entre las letras españolas (y en euskera) a finales de los ochenta con 'Obabakoak'.


Feminismo
Aunque ya con menos furor, la temática feminista persiste con algunos títulos para estos próximos meses. Destaca el ensayo de la cronista mexicana Alma Guillermoprieto, '¿Será que soy feminista?' -en febrero en Literatura Random House- en el que la periodista se pregunta por los valores del feminismo y los temas de discusión actuales como las nuevas masculinidades y las relaciones en tiempos del metoo.

Otro ensayo bastante sugerente es el de Loola Pérez, ‘Maldita feminista’, que analiza los orígenes del feminismo. Es decir, cómo empezó todo y si igual nos estamos desviando en algún momento con esta cuarta ola. Lo publica Seix Barral en febrero.




'Maldita feminista', de Loola Pérez


'Maldita feminista', de Loola Pérez



El periodista e hijo de Woody Allen y Mia Farrow, Ronan Farrow, publica ‘Depredadores’, en el que retrata a aquellos poderosos que también son (o han sido) depredadores sexuales. Farrow se hizo famoso -más allá de por sus progenitores- por el artículo que publicó en The New Yorker y que junto a las publicaciones de The New York Times hizo estallar el caso de abusos y agresiones sexuales contra el productor Harvey Weinstein, hoy en medio de todo un proceso judicial. Este libro lo publicará Roca en abril.


Tecnología oscura
Que la tecnología ya no es ese paraíso democrático de décadas anteriores ya está más que cristalino. En esta década que se acaba todos hemos podido ver qué son realmente las redes sociales, qué hacen con nuestros datos todas estas empresas de millonarios que ahora tienen más de cuarenta años y que, pese a vestir como si todavía tuvieran veinte, ya no hacen tanta gracia. Después de casos como el de Assange, el de Snowden creemos más en Evgeny Mozorov.

Hace no demasiados meses se publicó en inglés ‘La era del capitalismo de la vigilancia’, de Shosana Zuboff -en 2020 llegará en español publicado por Paidós- una reflexión muy interesante sobre la privacidad y las consecuencias de que la estemos dejando en manos de quién sabe quién. Pero antes se publicará ‘Mindfuck. Cambridge Analytica, la trama para desestabilizar el mundo’, el relato de Christopher Wylie, aquel tipo pelirrojo que trabajaba para Cambridge Analytica, en el que según él cuenta toda la verdad sobre aquella acumulación de datos para inclinar la balanza en los resultados del Brexit y de las elecciones que ganó Trump. Se publicará en marzo en Roca.



'La nueva edad oscura', de James Bridle


'La nueva edad oscura', de James Bridle



Por su parte, Debate apuesta por ‘La nueva edad oscura, Tecnología y fin del futuro’, de James Bridle, que viene a decir, en muy resumidas cuentas, que no nos estamos enterando de nada de lo que sucede a nuestro alrededor y que se está haciendo con nuestras decisiones -que no son tan nuestras- lo que les da la gana (esos oscuros señores de gobiernos y empresas turbias).


Corea del Norte sigue siendo pop
Uno de los países más oscuros y cerrados del planeta sigue despertando una verdadera pasión en occidente. La cultura pop más reciente se ha llenado de títulos sobre este país del que apenas sabemos nada. Hasta Jean Echenoz le dedicó su última novela, 'Enviada especial', que aunque no era redonda no estaba mal del todo.

Michael Palin, ex Monty Phyton, hizo hace unos meses un viaje por el país, que incluso fue grabado para la televisión y que ahora Ático de los Libro lo publica como 'Diario de Corea del Norte'. Con humor, con surrealismo -la única forma posible de hablar de Corea del Norte-, Palin va contando las absurdas prohibiciones que hay en el país. Que hacen gracia, pero tampoco tanta. Pero mejor poner una sonrisa y que una mueca amarga.

 
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