Lo que tenían que hacer es relevarla de toda labor de representación. Relegarla a la vida privada. Lo que vemos es que sigue campando a sus anchas y el calzonazos cubriéndole las espaldas. No por mucho repetir que Felipín no es un calzonazos vais a conseguir que nos lo creamos, cuando las imágenes siguen mostrándonos a un pobre hombre en manos de una arpía.