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La Reina Letizia: el hábito hace al monje
Rosa Villacastín
09 ENE
A sus 46 años, los cumplió el 15 de octubre pasado, la Reina Letizia está en su mejor momento, en plena madurez, y se le nota. No solo porque ha logrado el sueño de cualquier jovencita, convertirse en Princesa y más tarde en Reina de un país que tiene fama de especial.
A los españoles nos gusta ensalzar a la gente para después machacarles si eso es posible, y ejemplos hay a millones. Al contrario que en Estados Unidos, donde se valora el crecimiento personal y profesional, en el nuestro esa no es una de nuestras virtudes. Aquí halagamos hasta la saciedad a cualquier mindundi que aparezca contando milongas en cualquier reality, pero nos cuesta reconocer los valores de quienes con esfuerzo y tesón han logrado llegar a donde ni siquiera soñaron hacerlo.
Es el caso de Letizia, quien a base de esfuerzo y tesón -lo dicen quienes la conocieron en el trabajo cuando nadie sabía que llegaría a convertirse en Reina de España y lo decimos quienes hemos seguido su trayectoria vital desde que se supo que mantenía un romance con el entonces Príncipe Felipe, hasta hoy-, ha logrado en un tiempo record, posicionarse en uno de los primeros puestos de las reinas más admiradas de la prensa europea. Ello le ha permitido recorrer un largo camino para el que nadie la preparó y que unas veces ha desempeñado con acierto y otras dejándose llevar por el dolor que le causaban criticas que ella creía que eran injustificadas, puesto que todavía no había tenido tiempo de adaptarse a su nuevo papel y especialmente a estar bajo el foco las 24 horas del día, de los 12 meses del año.
A algunas de quienes la criticaban, periodistas muchas, yo les preguntaba cómo hubieran reaccionado ellas si un compañero de profesión les dijera, sin conocerlas, sin haber intercambiado un simple saludo con ella, de todo menos bonita. La respuesta suele ser siempre la misma: ya sabía lo que le esperaba casándose con el heredero al Trono de España. Sinceramente creo que no lo sabía: podía intuir que hubiera personas, en los círculos más aristocráticos, que la vieran como una intrusa, como una plebeya, poco o nada preparada para desempeñar un cargo tan emblemático como el de Reina de España. Lo que nunca creyó es que fueran sus propios compañeros de profesión los que no la dieran un respiro, ni siquiera en sus primeros 100 días de casada.
El tiempo ha pasado y Letizia ha ido aprendiendo día a día a comportarse, a estar en el ojo del huracán. Le ha costado, claro que le ha costado, y en ese interim ha cometido equivocaciones, algunas lamentables como la escena del pasado verano en la Catedral de Palma no permitiendo que sus hijas dieran un beso a su abuela, o haciendo gala de un carácter demasiado perfeccionista cuando nadie le exige tanto: solo que sea amable con la gente, incluida su propia familia política, aún reconociendo que el comportamiento del Rey Juan Carlos ha dejado mucho que desear, pero gracias a él, hoy ella está donde está. Y eso no lo puede olvidar.
A los representantes de las monarquías no se les pide demasiado, simplemente que estén ahí, que no cometan errores graves que puedan comprometer a la institución que representan y, por supuesto, que sean honestos y sensibles con los problemas de la gente.
En este aspecto a Letizia ha cumplido y cumple con su papel, quizá le falta empatía a la hora de mostrarse en público, aunque creo que después de las criticas por el incidente en la Catedral de Palma, ha aprendido a controlar sus salidas de tono, lo que significa que de los errores se aprende, lo que no le impide ser una buena madre, una madre exigente que trata de educar a sus hijas, como creen que debe hacerlo, con cariño, sin olvidar de donde vienen, y lo que se espera de ellas, especialmente de La Princesa Leonor.
https://www.elmundo.es/blogs/elmund...la-reina-letizia-el-habito-hace-al-monje.html
La Reina Letizia: el hábito hace al monje
Rosa Villacastín
09 ENE
A sus 46 años, los cumplió el 15 de octubre pasado, la Reina Letizia está en su mejor momento, en plena madurez, y se le nota. No solo porque ha logrado el sueño de cualquier jovencita, convertirse en Princesa y más tarde en Reina de un país que tiene fama de especial.
A los españoles nos gusta ensalzar a la gente para después machacarles si eso es posible, y ejemplos hay a millones. Al contrario que en Estados Unidos, donde se valora el crecimiento personal y profesional, en el nuestro esa no es una de nuestras virtudes. Aquí halagamos hasta la saciedad a cualquier mindundi que aparezca contando milongas en cualquier reality, pero nos cuesta reconocer los valores de quienes con esfuerzo y tesón han logrado llegar a donde ni siquiera soñaron hacerlo.
Es el caso de Letizia, quien a base de esfuerzo y tesón -lo dicen quienes la conocieron en el trabajo cuando nadie sabía que llegaría a convertirse en Reina de España y lo decimos quienes hemos seguido su trayectoria vital desde que se supo que mantenía un romance con el entonces Príncipe Felipe, hasta hoy-, ha logrado en un tiempo record, posicionarse en uno de los primeros puestos de las reinas más admiradas de la prensa europea. Ello le ha permitido recorrer un largo camino para el que nadie la preparó y que unas veces ha desempeñado con acierto y otras dejándose llevar por el dolor que le causaban criticas que ella creía que eran injustificadas, puesto que todavía no había tenido tiempo de adaptarse a su nuevo papel y especialmente a estar bajo el foco las 24 horas del día, de los 12 meses del año.
A algunas de quienes la criticaban, periodistas muchas, yo les preguntaba cómo hubieran reaccionado ellas si un compañero de profesión les dijera, sin conocerlas, sin haber intercambiado un simple saludo con ella, de todo menos bonita. La respuesta suele ser siempre la misma: ya sabía lo que le esperaba casándose con el heredero al Trono de España. Sinceramente creo que no lo sabía: podía intuir que hubiera personas, en los círculos más aristocráticos, que la vieran como una intrusa, como una plebeya, poco o nada preparada para desempeñar un cargo tan emblemático como el de Reina de España. Lo que nunca creyó es que fueran sus propios compañeros de profesión los que no la dieran un respiro, ni siquiera en sus primeros 100 días de casada.
El tiempo ha pasado y Letizia ha ido aprendiendo día a día a comportarse, a estar en el ojo del huracán. Le ha costado, claro que le ha costado, y en ese interim ha cometido equivocaciones, algunas lamentables como la escena del pasado verano en la Catedral de Palma no permitiendo que sus hijas dieran un beso a su abuela, o haciendo gala de un carácter demasiado perfeccionista cuando nadie le exige tanto: solo que sea amable con la gente, incluida su propia familia política, aún reconociendo que el comportamiento del Rey Juan Carlos ha dejado mucho que desear, pero gracias a él, hoy ella está donde está. Y eso no lo puede olvidar.
A los representantes de las monarquías no se les pide demasiado, simplemente que estén ahí, que no cometan errores graves que puedan comprometer a la institución que representan y, por supuesto, que sean honestos y sensibles con los problemas de la gente.
En este aspecto a Letizia ha cumplido y cumple con su papel, quizá le falta empatía a la hora de mostrarse en público, aunque creo que después de las criticas por el incidente en la Catedral de Palma, ha aprendido a controlar sus salidas de tono, lo que significa que de los errores se aprende, lo que no le impide ser una buena madre, una madre exigente que trata de educar a sus hijas, como creen que debe hacerlo, con cariño, sin olvidar de donde vienen, y lo que se espera de ellas, especialmente de La Princesa Leonor.
https://www.elmundo.es/blogs/elmund...la-reina-letizia-el-habito-hace-al-monje.html
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