LA MAFIA Y SUS CLANES

La guerra secreta entre mafiosos italianos que pudo cambiar la historia de Nueva York
Entre 1860 y 1914, cinco millones de italianos, lo que equivalía a una tercera parte de la población, se lanzaron a buscar trabajo fuera de la Península Itálica
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César Cervera@C_Cervera_M
Actualizado:28/02/2019 02:07h
0 Maranzano, el sanguinario y refinado «Julio César» de la Mafia

A principios de siglo XX, Nueva York vivió la llegada de las primeras estructuras criminales de la Mafia, a imitación de las existentes en el sur de Italia. Mientras el brutal Giuseppe Morello y sus hermanos conformaron la primera familia de la Mafia siciliana de EE.UU, miembros de la Camorra napolitana extendieron sus tentáculos criminales por otras ciudades norteamericanas. En muchos casos, la Cosa Nostra de Sicilia y la Camorra de Nápoles terminaron enfrentadas salvajemente por cada territorio en disputa. Y, aunque Nueva York sea hoy mundialmente famoso por la presencia de la Cosa Nostra, como «El Padrino» y otras películas así lo han atestiguado, hubo un tiempo en el que solo la casualidad y el testimonio de un sicario resentido, Ralph «El barbero», salvaron a los sicilianos de ser arrasados por los napolitanos. Un puñado de dólares hubiera bastado para evitarlo.

Entre 1860 y 1914, cinco millones de italianos –lo que equivalía a una tercera parte de la población– se lanzaron a buscar trabajo fuera de la Península Itálica. A las primeras oleadas de trabajadores cualificados procedentes del norte, que fueron recibidos de forma amistosa en Nueva York, le siguió una segunda tanda de inmigrantes analfabetos y empobrecidos procedentes, sobre todo, de Nápoles y Sicilia. Entre las razones que se escondían este éxodo desde el sur, estaban las duras condiciones de su tierra natal, el servicio militar obligatorio para quienes no podían pagar por evitarlo y la interminable oleada de desastres naturales (sequías, inundaciones, terremotos, corrimientos de tierra y erupciones de volcánicas) que azotaron el país a finales del siglo XIX.

La llegada de los honrados trabajadores no tardó en atraer a los grupos criminales, auténticos carroñeros, que operaban en Italia a través de lo que ellos llamaban familias, pero que no eran si no gánsters.

La Camorra desembarca en Nueva York


Con la «primera familia» de Nueva York herida gravemente tras el encarcelamiento de Giuseppe Morello y sus principales jefes por falsificación de billetes, el resto de familias sicilianas de la ciudad y, sobre todo, los herederos de Morello tuvieron que hacer frente, postergando por el momento sus disputas, a una amenaza de gran calibre en torno a 1916: la Camorra napolitana, que reclamaba su parte del botín.

encarcelado Morello–, los camorristas se lanzaron, en 1916, a una guerra por aumentar su poder a lo largo de todo Nueva York.

«Debe usted consentir que se mate a los Morello, pues sabe que allí en Harlem hay mucho dinero que ganar. Usted y yo hemos estado allí antes. Si abrimos una cantina, podremos ganar dinero con el hielo y el carbón», recoge una carta dirigida por la banda napolitana de Pellegrino Marano –jefe de la organización de la Camorra establecida en Coney Island– a la otra banda de la ciudad, dirigida por Alessandrio Vollero, quien mantenía negocios en común con los Morello.

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Portada del libro «La Primera Familia»
La codicia, finalmente, se impuso y ambos grupos se unieron contra la primera familia siciliana. Como el historiador Mike Dash narra de forma minuciosa en «La Primera Familia»(Debate, 2010), los camorristas convocaron el 7 de septiembre de 1916 a los hermanos Terranova y a otros capos sicilianos a una reunión en un restaurante de Navy Street, aparentemente para tratar de estrechar lazos entre compatriotas. Tras ocultar las pistolas en las paredes y untar las balas con ajo y pimienta, que se creía provocaban la infección de las heridas, los napolitanos abrieron fuego contra los capos de la Cosa Nostra matando, entre otros, a Nick Terranova, el más capaz de los hermanastros de Morello. Terranova apenas tuvo tiempo de sacar su revólver antes de desplomarse en la cuneta con seis impactos de bala sobre su cuerpo.

La emboscada fue seguida de una oleada de muertes que afectó a doce miembros de la banda de Morello-Terranova, y que se extendió a Filadelfia, un importante foco de la Camorra, donde varios sicilianos fueron asesinados. En medio del caos, los dos hermanos del fallecido Nick Terranova, Ciro y Vincenzo, tomaron el mando de la banda siciliana, pero lo hicieron de forma casi clandestina.

Los camorristas buscaron, sin éxito, la manera de borrar del mapa a los escurridizos hermanos: años después se reveló que llegaron a planear la forma de introducir una enorme bomba en el sótano del bloque de edificios donde vivían. Mientras tanto, Marano y Vollero se apoderaron de los negocios de los Morello-Terranova, para inquietud del resto de familias sicilianas, que empezaron a temer un ataque similar por parte de los camorristas. Las altas exigencias de los napolitanos se encontraron con una enconada resistencia por parte de los comerciantes, quienes sospechaban que los sicilianos no tardarían en expulsar de nuevo a los invasores.

Ralph «El barbero», un matón de poca monta
Cuando la Camorra presumía de que había llegado a Nueva York para quedarse durante mucho tiempo, una operación policial cayó sobre ellos por sorpresa. Y, lo peor de todo, a través de la figura más insignificante que cabía imaginar. El sicario Alfonso Pepe, alias Ralph «El barbero», era un matón de poca monta que trabajaba para los camorristas. Distinguible físicamente por la cicatriz de 20 centímetros que atravesaba su mejilla de lado a lado. Tras cometer un asesinato en el transcurso de un negocio de venta de cocaína (el que se suponía el octavo de su carrera), Ralph «El barbero» huyó en compañía de su amante de 17 años hasta la ciudad de Reno, en el estado de Nevada. Al quedarse sin dinero, el camorrista escribió a su antiguo jefe Vollero para que le enviara algo de dinero y sus pertenencias.

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Fotografía de Giuseppe Morello
La falta de respuesta de Vollero convenció a Ralph de que su única posibilidad era entregarse a la policía de Nueva York, antes de que ellos le cazaran a él. La información que Ralph «El barbero» dio a la Policía, en 1917, abrió en canal a la Camorra neoyorquina. Su testimonio sirvió para resolver hasta 23 crímenes sin resolver, y dio pistas sobre varios centenares de delitos menores. El detallado testimonio del sicario, que se tardó dos meses en redactar, condenó a la cárcel prácticamente a todos los jefes de tanto la banda de Navy Street como la de Coney Island, e incluso salpicó a los dos hermanos Terranova supervivientes, que sufrieron condenas menores.

Alessandrio Vollero y Pellegrino Marano recibieron fuertes condenas en medio de su guerra por desplazar a los sicilianos de Nueva York. Vollero fue condenado a muerte, aunque consiguió reducirlo a cadena perpetua; y, Marano, a 20 años de prisión por su implicación, entre otros asesinatos, en la emboscada a los sicilianos el 7 de septiembre de 1916. La Policía había dejado fuera de juego a la Camorra con el testimonio de un matón de poca monta que, paradójicamente, solo había reclamado un puñado de dólares a cambio de guardar silencio. El testimonio de Ralph «El barbero» impidió la más que previsible victoria de los camorristas sobre los sicilianos, que, entre otras consecuencias, habría reducido la presencia de la Mafia de Harlem a un papel irrelevante en Nueva York. Al contrario, fue la Camorra la que no volvió a intentar extender su influencia por la ciudad.
https://www.abc.es/historia/abci-gu...historia-nueva-york-201902280207_noticia.html
 
Scampia: tres guerras y 100 funerales
El arresto de Marco di Lauro, último capo del clan de la camorra que convirtió la periferia de Nápoles en un infierno de droga y violencia, cierra una etapa negra para la ciudad.



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Una de las Velas, los edificios sociales construidos en Scampia que terminaron convertidos en supermercados de droga. PAOLO MANZO



DANIEL VERDÚ

Nápoles 10 MAR 2019




La historia de Scampia está marcada a fuego y hierro por tres grandes guerras y el apellido de un hombre al que sus vecinos solo conocieron el día que se lo llevaron esposado. Las cicatrices de aquel desastre siguen en las aceras de este barrio de Nápoles, en las ventanas tapiadas de las casas de protección oficial y en las siete moles de hormigón que levantaron acta del infierno de la camorra. Algunas heridas, en cambio, continúan abiertas. Raffaella coge carrerilla y trata de terminar la historia sin emocionarse. La tarde del 6 de noviembre de 2005, su hijo Antonio fue asesinado por unos pistoleros del clan Di Lauro justo debajo de casa. Eran los tiempos de la primera faida (la guerra entre clanes) de Scampia con un muerto cada tres días. A él le tomaron por un camello de la banda rival mientras esperaba a su hermano jugando al futbolín. Intentó huir, pero tenía una discapacidad congénita que le afectaba a la movilidad y no pudo correr como el resto de sus amigos. Le dispararon dos veces por la espalda. Durante 11 años fue considerado un camorrista y Raffaella ni siquiera pudo llorarle públicamente en un funeral. Hace una semana, una de esas heridas comenzó a cicatrizar.


Marco Di Lauro (38 años), último exponente del clan que convirtió un barrio llamado a ser un experimento social en el mayor supermercado de droga de Europa, hijo del histórico capo Paolo Di Lauro (65 años), conocido como Ciruzzo o’ millonario, fue arrestado la semana pasada. Era el segundo mafioso más buscado de Italia —después del siciliano Matteo Messina Denaro—, llevaba 14 años huido y, como sucede siempre con los grandes padrinos, fue hallado en un modesto apartamento al lado de su barrio de siempre, con su pareja, dos gatos y las zapatillas de andar por casa puestas. Las escuchas confirman que no se movió de Nápoles y cuando salía de casa, a menudo lo hacía travestido de mujer. El territorio —es la única norma— solo se controla desde el territorio. “Algo de justicia se hace. Pero a mi hijo, que hubiera cumplido 40 años, no me lo devolverán nunca. Y estos, al final, terminarán saliendo de la cárcel”, señala Raffaela en el portal de su casa, uno de los edificios conocidos como Los siete palacios. Un lugar donde durante años había que pedir permiso a los vigilantes de los clanes que habían blindado las puertas para poder entrar en tu propia casa y que hoy empieza a recuperarse.




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Amigos de Marco Di Lauro esperan en las puertas de la jefatura de policía de Nápoles donde está detenido el capo de la Camorra. PAOLO MANZO



Los años de plomo dejaron muchas más víctimas inocentes del clan Di Lauro y sus guerras intestinas: Gelsomina Verde (torturada y quemada), Dario Scherillo (tiroteado mientras volvía a casa con su scooter), Attilio Romano (asesinado en su tienda)… Pero, en realidad, todo el barrio quedó mutilado de por vida. Scampia, que hoy deja atrás aquel periodo gracias a sus vecinos y al trabajo de hombres como el comisario Michele Spina, tenía que ser otra cosa. Las velas (hoy ya han demolido tres y en pocos meses caerá la cuarta), unas torres de hormigón en forma triangular proyectadas por el arquitecto Franz Di Salvo como metáfora de un viento que soplaba hacia el futuro, iban a ser un proyecto social para 80.000 personas con espacios verdes y un pupurrí de ideas utópicas alrededor del cemento. Pero aquellos barcos se hundieron antes de zarpar. El terremoto de Irpina en 1980 obligó a realojar a muchas familias humildes reventando la concepción original del espacio, recuerda dando un paseo por la zona Patrizia Palumbo, valiosa activista que llegó al barrio en 1977 y forma parte de la asociación antimafia Libera. El Estado se desentendió de aquella barriada del norte de Nápoles cuyo nombre en napolitano hablaba de sus confines con la campiña. Hoy otras tres velas esperan la demolición, aunque solo en una de ellas (la celeste) sigue vendiéndose heroína, como muestra un reguero de jeringuillas a la entrada. El espacio moral del poder lo ocupó otro grupo.

Paolo Di Lauro, hijo adoptivo de una familia humilde del barrio de Secondigliano, curtido como vendedor ambulante de género falso, empezó a trabajar a las órdenes de Aniello Lamonica, histórico capo de la zona en los años ochenta, conocido también como El carnicero por su costumbre de arrancarle el corazón a sus víctimas. Extorsión, palizas, contrabando de cigarrillos… Pero Di Lauro tenía hambre y terminó asesinado a su protector, se independizó y comprendió mejor que nadie por dónde pasaba el futuro de Scampia. Aquel espacio, donde no hubo comisaría hasta 1997, era un paraíso logístico que podría haber servido incluso para construir un fabuloso centro comercial. A su manera, podría decirse que puso la primera piedra y su familia lo gestionó durante 20 años. La desgracia en la que el patriarca del clan sumió a aquella zona, un ermitaño que apenas salió de casa durante su largo reinado, no impidió que siempre fuera percibido como un benefactor. El cielo, sostenían sus afiliados, se lo agradeció con 10 hijos varones. En los libros de cuentas que la policía le incautó aparecen como F1, F2, F3…(por figlio, hijo) en frío orden cronológico.



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Raffaella Landieri, madre de una víctima inocente de la Camorra. PAOLO MANZO




Giovanni Mandato, actual responsable de la policía de Scampia, un tipo alto y atlético que se entrena en el gimnasio del barrio con expresidiarios y conoce al dedillo las bandas que hoy operan en el territorio, cuenta en su despacho cómo estuvo a punto de arrestar al jefe del clan en 2003 en su casa. Aquella noche llegaron de madrugada a su villa de Secondigliano, pero solo había dos mastines napolitanos, su esposa y una cama que todavía estaba caliente. Todo el barrio los protegía. “En los años noventa, era normal. Aquí no había asociaciones. No había legalidad. Di Lauro era el capo indiscutido. Tenía muchísimos puntos de venta de droga de los que vivía mucha gente. En aquella época facturaban un millón de euros al día. No había denuncias. Al contrario, la omertá [el silencio] era tremenda. No se hablaba de legalidad en ningún sitio. El Estado, claramente, perdía entonces aquella batalla. Hoy puedo decir que estamos ganado”, recuerda sentado ante un retrato de los jueces Giovanni Falcone y Paolo Borsellino, asesinados en por la Cosa Nostra.

El Millonario, que estuvo viviendo en un barco en el puerto de Nápoles tras su fuga, había revolucionado el negocio. Estrechó lazos con los productores colombianos. Liquidó a los intermediarios y abrió el mercado. El clan distribuía a toda Italia y en el barrio logró crear más de 20 puestos de venta de droga. Los edificios estaban tomados por ejércitos de camorristas. Los toxicómanos llegaban tres veces al día y hacían cola ordenadamente, recuerda Mandato. Blindaron las puertas, construyeron dispensarios. Para entrar en casa, da fe Palumbo, había que perdirle permiso a un esbirro del clan que vigilaba la portería con una jaula de perros al lado. Pero la faida que enfrentó en 2004 y 2005 al clan Di Lauro con un grupo de disidentes dirigidos por Raffaele Amato, conocidos como Los scissionisti o Los españoles —Amato se ocupaba de los enlaces con España— dejaron más de un centenar de muertos en las calles. Aquello le debilitó terriblemente y en 2005, sin que la policía hubiera podido jamás escuchar su voz en ninguno de las cientos de llamadas interceptadas, terminó condenado a tres cadenas perpetuas en régimen de aislamiento. Sucesores, sin embargo, no le faltaban.

Cosimo, su heredero natural, el primogénito, era vanidoso y mal gestor. Vestía de negro, con la melena recogida en una cola. Despreció el poder de los históricos capos y provocó una rebelión. También fue detenido. Marco, F4 en el argot contable del padre, terminó siendo el jefe de la organización casi por eliminación. Franco Roberti, fiscal general antimafia de Italia entre 2013 y 2017 y actual consejero de Seguridad en la región de Campania, delinea sus características. “Él calcaba las hormas paternas. Era un líder de la organización, y gracias a ello también ha estado 14 años huido. Tenía más capacidad organizativa. Y fíjese, durante su desaparición no se movió nunca del territorio. Ningún capo verdadero lo hace. Lo contrario significaría perder poder político criminal. Si te alejas, careces del control necesario y estás sobreexpuesto a las investigaciones de la policía, porque no tienes la protección que solo te garantiza tu territorio”.



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Dos chicos en ciclomotor por las calles de Scampia. PAOLO MANZO




Pero el territorio también ha cambiado. Hoy la guerra de clanes ya no está en barrios periféricos como Secondigliano, Scampia o El tercer mundo. La lucha por el poder se ha desplazado al centro de Nápoles y, paradójicamente, la ausencia de los grandes capos (Marco di Lauro era un superviviente) ha abierto la puerta del caos. Dos famosas pizzerías, Sorbillo y Di Matteo, amanecieron hace pocas semanas con la fachada marcada por una bomba y una ráfaga de balas. Roberti advierte del cambio de paradigma. “Hoy no hay un líder reconocible. Hay estas baby gang que son hijos, sobrinos, nietos de viejos capos. Falta un control de jefes reconocidos, por eso enloquecen y se disparan entre ellos. No hay un freno, una regla. En el mundo camorrístico actual faltan las normas de comportamiento que existían antes. Antes se respetaban, aunque fuera con la violencia. Hoy asistimos a este fenómeno porque no hay reglas de repartición del territorio”. Unas normas que tampoco evitaron las tres guerras de Scampia.

https://elpais.com/internacional/2019/03/09/actualidad/1552127241_349368.html





 
La familia amenazada por la mafia que Canadá planea mandar de vuelta a Italia: "No queremos escondernos más"


Él era informante de la policía y ella tiene familiares en el crimen organizado. Ahora se ocultan de las autoridades canadienses para evitar la deportación

Leyland Cecco / Lorenzo Tondo - Toronto / Palermo
11/03/2019 - 21:42h
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El país norteamericano es la primera opción en la que esta familia pensó que estaría segura. EFE

Después de conocer a alguien, lo primero que hace Alessandra Demitri es anotar cuál de sus tres pelucas llevaba puesta y qué nombre falso usó. En el registro de Fabrizio, su marido, las anotaciones son de barbas, bigotes, piercings y tatuajes de mentira.

No lo hacen para protegerse de la Sacra Corona Unita, el poderoso sindicato del crimen italiano por cuyas amenazas se vieron obligados a abandonar el país. Los disfraces de los Demitri son para esconderse de las autoridades de Canadá, el país al que viajaron con la esperanza de encontrar protección. El apellido de la familia ha sido modificado para proteger su identidad.

Fabrizio era informante de la policía y Alessandra tiene a varios familiares dentro del crimen organizado italiano. En 2013 tuvieron que huir de su país junto a sus dos hijos después de desentenderse de la mafia. En Toronto confiaban encontrar tranquilidad pero se toparon con una pesadilla. Las autoridades canadienses han ordenado su deportación pese a la amenaza que aún pende sobre ellos en Italia.

Los Demitri ya agotaron todas las vías legales y rara vez se atreven a salir a la calle. Pero después de un año ocultándose, la pareja ha decidido que su historia salga a la luz. "Estoy harta de esconderme", dice Alessandra, con una peluca rubia platino, durante la entrevista con The Guardian. "No podemos seguir haciéndole esto a nuestros hijos".

Los problemas de la pareja comenzaron hace diez años en la Puglia. En esta región del sur italiano, Alessandra tiene a varios familiares dentro de Sacra Corona Unita, una infame rama local de la mafia operativa desde 1981. Pese a los lazos de sangre, Alessandra se distanció de la organización cuando era joven. En octubre de 2009 conoció a Fabrizio, un electricista de la zona. No supo que era un informante de la policía hasta después de casarse, cuando esperaban su segundo hijo.

La misión de Fabrizio era infiltrarse en una empresa de seguridad de la zona que, según las autoridades, trabajaba con la mafia. Pero Italia puede ser un país especialmente peligroso para las operaciones encubiertas. Las diferentes agencias de seguridad no suelen compartir datos y es poco común que los informantes aparezcan en documentos oficiales. Una vez que el trabajo ha terminado, no es fácil recibir protección o ayudas económicas.

Fabrizio solo tenía un contacto en la fuerza con la que trabajaba. En 2012 transfirieron sin previo aviso a esa persona y Fabrizio se quedó sin su canal de comunicación con la policía. Un directivo de la empresa de seguridad descubrió la tapadera y los compañeros de trabajo comenzaron a acosarlo. "Estaba en el lugar equivocado y en el momento equivocado", dice Fabrizio. "Nunca debí haber accedido a participar en esa operación".

Huida a Canadá, el país más seguro en el que pensaron
Las amenazas a Fabrizio coincidieron el momento en el que un primo de Alessandra se convirtió en testigo de la Fiscalía. Creyendo que Alessandra conocía el escondite del primo, los mafiosos comenzaron a perseguirles. La pareja veía coches desconocidos aparcados cerca de su hogar, en un pequeño pueblo de la Puglia. Su perro murió envenenado y uno de sus hijos fue agredido por un compañero del colegio que tenía a su padre en la cárcel.

Decidieron huir de su hogar. Pasaron días durmiendo en el coche antes de establecerse en un pequeño pueblo del norte italiano, casi a 1.000 kilómetros de la Puglia. Entonces, un día de verano, un hombre se acercó por el anuncio que habían puesto para vender el coche. "Vengo del corazón de Mesagne", les dijo mirándoles a los ojos. El mensaje era claro: Mesagne es la ciudad donde tiene su sede la Sacra Corona Unita.

Temiendo por su vida, los Demitri vendieron sus posesiones y compraron billetes de avión para Canadá, el país más seguro que se les vino a la cabeza. El 18 de septiembre de 2013 aterrizaron en Toronto Alessandra, Fabrizio, sus dos hijos pequeños y un golden retriever que había sobrevivido a todas las mudanzas.

Presentaron la solicitud de asilo y Fabrizio consiguió un permiso de trabajo. Encontró una ocupación y los niños empezaron a ir al colegio. La pareja se planteó incluso agrandar la familia. Pero la felicidad duró poco. En agosto de 2014, quince días antes de que Alessandra diera a luz a su tercer hijo, las autoridades rechazaron la solicitud de asilo.

Aunque la junta de refugiados no puso en duda ninguna de sus alegaciones, el juez canadiense consideró que la familia no corría riesgos graves si regresaba a Italia. "Los Estados no están obligados a proporcionar una protección perfecta para todos los ciudadanos en todo momento. Esto es imposible. Hay fallas en la protección estatal en países como Canadá", escribió. "Los demandantes no han demostrado la nulidad de la presunción de protección estatal en Italia".

El abogado de los Demetri, Rocco Galati, no está de acuerdo. Según él, un precedente legal canadiense establece que los demandantes solo tienen que demostrar temores fundamentados a ser perseguidos y a que el Estado no quiera o no pueda protegerlos: "Italia no puede proteger a los jueces de alto rango a los que el crimen organizado hace saltar por los aires; Italia no puede proteger a nadie, ni siquiera puede protegerse a sí misma".

De acuerdo con los datos del Ministerio del Interior italiano, entre informantes y familiares hay más de 6.200 personas bajo el régimen de protección de testigos. Pero las autoridades italianas son acusadas a menudo de no cuidar a sus informantes. Antes que en casas seguras, algunos de ellos se han visto obligados a vivir en refugios para personas sin hogar. Según el exinformante de la policía Ignazio Cutrò, "la policía los abandona en cuanto consigue lo que necesita".

Cutrò y su familia han sido amenazados en múltiples ocasiones desde que él decidió colaborar con los investigadores. Desde coches incendiados hasta balas en el correo. Pese a ello, el año pasado decidieron quitarle la protección: "Sacrifiqué mi vida para luchar contra la mafia y ahora soy un hombre muerto".

Matteo Salvini, vicepresidente y ministro de Interior de Italia, anunció el año pasado que su departamento revisaría los gastos de protección. "Algunas personas han estado bajo escolta policial durante demasiado tiempo", dijo.

Según Piera Aiello, diputada y parte de la Comisión Nacional Antimafia, "la historia de los Demitri es, desafortunadamente, muy común en Italia": "Italia necesita testigos estatales, pero ya no es capaz de protegerlos". A Aiello la pusieron en el régimen de protección de testigos después del asesinato de su marido, hijo de un padrino de la mafia siciliana. Ella se postuló de forma anónima al Congreso y el año pasado reveló su identidad durante una entrevista con The Guardian. "Hay gente que ha sido literalmente abandonada por el Estado; los mafiosos siguen en libertad y ellos viven como prisioneros".

A diferencia de muchos solicitantes de asilo, los Demetri tenían un montón de documentación para defender su proceso. "Es el caso de refugiados más convincente que he visto en 30 años", dice Galati. Pero las autoridades canadienses rechazaron la solicitud con el argumento de que Italia había hecho grandes avances en la lucha contra el crimen organizado. Las protecciones ofrecidas a los informantes eran "adecuadas", dijeron.

Conscientes de que su estadía es ilegal
Cuando llegó la orden de deportación, Alessandra ya había dado a luz al cuarto hijo de la pareja. Después de escapar por poco de una visita de las autoridades migratorias, que al no encontrarlos interrogaron a sus vecinos, Alessandra y Fabrizio metieron sus cosas en maletas, sacaron a los dos mayores del colegio y se escondieron.

La pareja es consciente de que en cualquier momento pueden ser apresados y devueltos a Italia. Lo más probable es que los manden sin los hijos menores, nacidos en Canadá. Los dos mayores, adolescentes, sufren estrés postraumático; según un psiquiatra, por el miedo y la incertidumbre que han vivido de forma continuada.

Alessandra y Fabrizio han redactado un poder que otorga a dos amigos canadienses la tutela sobre los cuatro hijos, para evitar que la familia se desintegre. "No puedes hacer pasar a tus hijos por ese infierno de nuevo", dice Alessandra entre sollozos.

La familia siente que no le quedan opciones, salvo una intervención de última hora del ministro de Inmigración canadiense, que no respondió a una petición de comentarios por el caso. Tras huir de Italia para proteger a sus hijos, Alessandra y Fabrizio se preparan ahora para vivir sin ellos. "Como padres, tenemos que hacer lo mejor para los niños", dice Alessandra. "No hay nada que queramos más que a nuestros hijos".

Traducido por Francisco de Zárate

https://www.eldiario.es/theguardian/amenazada-Canada-Italia-queremos-escondernos_0_876662742.html
 
Matan a tiros a Frank Cali, el líder de la familia Gambino en Nueva York
El jefe mafioso, de 53 años, recibió seis disparos en el pecho frente a su domicilio y habría sido atropellado posteriormente
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No es ningún secreto que la vida del mafioso tiene en la mayoría de las ocasiones solo dos salidas: la cárcel o el cementerio. Cuando un miembro de la mafia comienza su carrera delictiva asume que ese peligroso «juego» tiene una fecha de caducidad establecida. La violencia entre rivales en la lucha por ostentar el mayor poder posible llega hasta límites insospechados y los clanes ajustan sus cuentas con una crueldad inhumana propia de las características del hampa.

Por eso no es de extrañar el salvajismo utilizado para matar a Francesco «Frank» Cali. El jefe mafioso, líder de la familia Gambino, fue asesinado el miércoles sobre las 21.20 horas frente a su domicilio en Nueva York. Sus verdugos estaban esperándole y le descerrajaron seis disparos en el pecho para posteriormente, según informan medios estadounidenses, atropellarlo con una camioneta para asegurarse que el delincuente no salía con vida de aquel asunto.

Frank Cali, de 53 años, quedó tirado en el suelo. De hecho, llegó a ser trasladado al Hospital Universitario de Staten Island, pero allí solo certificaron su muerte. El suceso, a todas luces un ajuste de cuentas, ocurrió frente a la vivienda del jefe mafioso en el barrio de Todt Hill de Staten Island, una zona de influencia en el peligroso mundo de la mafia. ¿Su condena? Ser el líder de la familia Gambino, una de las cinco que integran la mafia siciliana en Nueva York.



La familia Gambino se dedica a todo tipo de actividades delictivas. De hecho, prueba de su potencial es que llegó a ser considerada la mayor organización criminal de Estados Unidos, pero los golpes que le asestó la Policía a su estructura organizativa propició una caída en la década de los 90, perdiendo su posición preponderante en el hampa. Con el asesinato de Frank Cali, la familia Gambino queda tocada de muerte, aunque en la mafia se sigue la máxima de «A rey muerto, rey puesto» para continuar con el lucrativo negocio criminal.

La muerte de Frank Cali supone el primer asesinato de un jefe mafioso en más de 30 años en Nueva York, desde que John Gotti encargarse matar a Paul Castellano, entonces líder de la familia Gambino, para tomar el poder por la fuerza en 1985. No obstante, Gotti cayó a finales de los 90 gracias al chivatazo de Salvatore Gravano al FBI, en una operación en la que varios jefes mafiosos fueron detenidos.

A Frank Cali le esperaba tarde o temprano la cárcel o el cementerio. Había vivido la mafia y las actividades delictivas desde muy pequeño. Nació en 1965 en Nueva York y sus padres eran de Sicilia. Pronto estuvo involucrado en la mafia neoyorquina, donde supo ir ascendiendo peldaños organizativos. De hecho, entre 2008 y 2009 cumplió 10 meses de prisión por un delito de extorsión, pero un lustro después logró hacerse con el control de la organización. Con la muerte de Frank Cali cae uno de los mafiosos de referencia en Nueva York. El hampa neoyorquino pierde un embajador.
https://www.abc.es/internacional/ab...-gambino-nueva-york-201903141023_noticia.html
 
La huella sangrienta del narco en Madrid
Una investigación conjunta entre ABC y «Crónicas subterráneas», de Telemadrid, desvela la presencia de los principales cárteles en la capital, donde cierran negocios de droga y blanqueo los temidos Miami, el «Chapo» Guzmán, Los Zetas y la Camorra
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Carlos Hidalgo@carloshidalgo_
Madrid
Actualizado:16/03/2019 00:53h
0La extradición del jefe de los Miami aplaza el juicio contra las mafias de la noche
  • La mala vida de prost*tutas, drogas y sicarios de Richi, el Miami acribillado

Doce de marzo de 2018. A las 9.26 de la mañana, una llamada angustiosa al 112 pone en marcha la maquinaria de los servicios de emergencias y de la Policía Nacional. Dos sujetos, a lomos de una Yamaha 500, acaban de descerrajar una decena de tiros con un subfusil contra los ocupantes de un Volkswagen Golf gris. Acababan de dejar a su hijo en el British Council, uno de los colegios de mayor prestigio de la zona. Al conductor, José Ricardo Rojas Montes, de 44 años, natural de Colombia y con nacionalidad española, se la tenían jurada desde hace mucho tiempo. «Richi» fue uno de los capos de los Miami, la principal banda de matones «made in Spain» encargada del tráfico de drogas a gran escala, extorsiones y blanqueo de dinero. Murió en el acto y su mujer salió ilesa. El crimen, un año después, está sin resolver y no parece que a esos sicarios les vayan a echar el guante, como ocurre en la mayoría de estos casos.

Es el último gran asesinato entre cárteles que ha tenido Madrid como escenario. La capital de España, explican los expertos, es una ciudad marcada por el crimen organizado, donde se cierran negocios del narcotráfico y de blanqueo de dinero. Yun lugar idóneo en el que esconderse, por su tamaño. España es la puerta de entrada de muchísima droga, sobre todo por el puerto de Algeciras: «Puedes ir paseando por la calle y que a tu lado estén dos personas hablando de un negocio de tráfico de droga», explica un mando de la Udyco de la Policía Nacional. Lugares tan transitados como el invernadero de la estación de Atocha son puntos de encuentro para estos «empresarios».

La droga mueve 300.000 millones de euros al año a nivel planetario. Se cultivan 213.000 hectáreas de cocaína, lo que equivale a casi 300.000 campos de fútbol. La consumen 18 millones de personas en el mundo y, solo en 2017, fueron aprehendidas 41 toneladas de cocaína y 141 de hachís.

Juan Carlos Peña Enano, conocido como «El Cojo» porque le reventaron a tiros una pierna en un semáforo, cuando circulaba con su Porsche por Chamartín. En 2009, era detenido en Navacerrada y, en 2015, por regentar un cultivo de marihuana.

Sufrieron su primer golpe en 1996, pero los Miami se han ido convirtiendo en una marca criminal que ha pasado de manos en estos últimos 25 años. Sus últimas caras más conocidas son las de los hermanos Álvaro y Artemio López Tardón, que se conjuraban con Ana María Cameno, la Reina de la Coca, para controlar el negocio del polvo blanco en Madrid. Esta mujer, que escaló posiciones desde que saltara de su Burgos natal a la capital, residía en una finca en Sevilla la Nueva: «Ingresaba millones de euros en los cuatro bancos del pueblo», explica su exsuegra. El punto de inflexión llegó en enero de 2009, con el asesinato de Catalin Stefan Crazium, de 31 años, en la discoteca Palace, en plena plaza de Ópera. Era uno de los «rompecostillas» de Ivo el Búlgaro, supuesto líder de la banda de matones por excelencia de los Miami. También murió, por una bala perdida, un relaciones públicas de Joy Eslava. Aquello dio origen a la mayor investigación policial entre el mundo del narcotráfico y las mafias de la noche, Edén-Colapso. De los ciento cincuenta imputados y 180.000 folios del sumario, solo está en prisión, en Florida y por blanqueo de capitales, Álvaro López Tardón. Se está a la espera de juicio, con 92 procesados.

Pero también organizaciones extranjeras, como Los Zetas, de México, que durante el proceso electoral de 2018 asesinó a a 112 políticos, dejan su impronta en Madrid. Su contable, Juan Manuel Muñoz Luévano, «El Mono», fue detenido en nuestra ciudad por la UDEF, pese a las enormes medidas de contravigilancia que mantenía. Vivió desde 2013 en Las Tablas y La Moraleja, desde donde coordinaba el traslado de cocaína de España a Europa y el blanqueo. Frecuentaba la zona norte, como el centro comercial Las Rozas Village y el club Bellagio de Villalba, en el que invirtió 273.000 euros.

El cartel de Sinaloa, liderado por Joaquín «Chapo» Guzmán, también ha dejado su rastro por Madrid. Su primo, Jesús Gutiérrez, fue grabado por agentes del FBI encubiertos en el Hotel Palace, donde mantenía reuniones para ampliar el negocio en nuestro continente.

La Camorra italiana tiene ramificaciones por toda Europa. La operación Tarantela, de la Policía, tuvo como objetivo al clan de los Amato y de los Escarpa, con 32 detenidos en Rivas y Arroyomolinos, con 14 registros. Aunque el juez de la Audiencia Nacional Fernando Andreu archivó el caso por falta de pruebas. No ha sido esa la única investigación sobre la Camorra en la región: los clanes ocultan a los llamados «latitantes» o huidos. Uno de ellos fue detenido en la calle de Fuencarral, donde se escondía.
https://www.abc.es/espana/madrid/abci-huella-sangrienta-narco-madrid-201903160053_noticia.html
 
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La salvaje protección: la Mafia en Sicilia.

Una mañana de finales de mayo tres contratistas de la provincia de Palermo se encontraron con una sorpresa desagradable en sus coches de empresa: la cabeza sangrienta de un caballo.

Los tres habían estado intentando participar en la construcción de varios edificios en la ciudad, y por lo visto no habían estado hablando con la gente adecuada. Los empresarios, cabe suponer, captaron rápidamente el sutil mensaje transmitido mediante los pobres animales y empezaron a cooperar con quien estaba intentando atraer su atención de forma tan peculiar.

Esta historia podría parecer la inspiración de una de las escenas más célebres de El Padrino, pero no lo es. La noticia fue publicada en La Repubblica el 31 de mayo de 1991. Nadie había hecho algo parecido hasta entonces en Sicilia, pero los tipos duros locales quisieron impresionar a esos empresarios de la capital con algo que pudieran entender. La Mafia, esa organización criminal tan antigua como el Estado italiano, estuvo encantada de copiar las historias de ficción sobre sí misma con tal de agrandar su leyenda.

La lógica detrás de la Mafia

Distinguir la realidad de la leyenda, por tanto, debe ser el primer paso para entender la naturaleza de la Mafia. Los rituales, el código de honor, las desapariciones y asesinatos son parte de sus actividades, pero no son su actividad principal. Para entender la pervivencia de esta institución tan puramente siciliana (y de organizaciones similares en otras partes del mundo), capaz de sobrevivir en una sociedad durante décadas, es necesario comprender sus actividades más allá de la violencia.

Pero ¿qué es la Mafia exactamente? Si hacemos caso a los cientos de películas, novelas y series de televisión ambientadas en sus confines, la Mafia es una forma de crimen organizado que combina honor y brutalidad. Sus miembros se llaman a sí mismos «hombres de honor» y dicen seguir un código personal y normas que les distinguen de meros criminales. La organización tiene sus propios rituales, con ceremonias iniciáticas, códigos de comunicación, un lenguaje particular y una organización jerárquica. Salvo en muy contadas excepciones, ningún mafioso admitirá que la Mafia como tal existe, ni hablará de ella utilizando este nombre. Incluso hoy las autoridades italianas no están seguras de si la Cosa Nostra (como sus miembros se refieren al negocio) es realmente una organización o una confederación informal de matones, extorsionistas, traficantes y estafadores que utilizan una «marca comercial» casi mitológica.

Pues bien, según Diego Gambetta (1), un economista italiano afincado en Oxford que se ha dedicado a estudiar estos asuntos, la Mafia siciliana es una organización que tiene como actividad principal algo que puede sonar muy sencillo, casi trivial: la protección. La Mafia no se dedica a robar, extorsionar, traficar con tabaco, alcohol o drogas, a la prostit*ción o al juego ilegal. Su papel es ejercer de intermediarios, ofreciendo protección a una o ambas partes de una transacción, sea legal o ilegal, a cambio de dinero o favores.

Imaginemos el siguiente escenario. Un vendedor de coches usados en Agrigento se dispone a hacer una venta a un nuevo comprador. Estamos en el sur de Italia y el cliente quiere hacer la transacción en efectivo y evadir un par de impuestos, pero resulta que no tiene dinero encima y quiere probar el coche para asegurarse de que no le están colando un cacharro inservible. Ambas partes saben que en caso de surgir cualquier problema, conseguir el dinero o un coche en buenas condiciones no será un proceso sencillo: esto es Sicilia, y ni funcionarios ni jueces están por la labor de cobrar deudas o resolver disputas con celeridad. Además de que prefieren no meter a la autoridad por medio, por aquello de ahorrarse los impuestos. Si ambos quieren evitar riesgos, será hora de buscar a alguien que garantice la transacción de un modo u otro, protegiéndoles de un posible fraude. Ese alguien en Sicilia es la Mafia.

El papel de la Cosa Nostra es, en gran medida, una combinación de agente de ventas, policía de proximidad, compañía de seguros, juez de primera instancia y sistema penal, todo bajo el mismo techo. La Mafia ofrece a comerciantes, empresarios, vendedores ambulantes, tenderos y subasteros un servicio de seguridad que los protege del fraude, de clientes poco fiables, de malas materias primas, o incluso, en algún caso sonado, de la necesidad de pagar impuestos (en Sicilia durante años la agencia tributaria estaba privatizada, y adivinad quién controlaba esa empresa (2)). La Mafia hace todo esto a cambio de dinero o para entrar como socio en el negocio que está protegiendo.

La idea central de Gambetta es que la Mafia no es una organización malvada y terrible que se dedica solo a extorsionar y asesinar para ganar dinero. La Mafia, como institución, es en gran medida una organización que presta servicios a sus clientes, que ven una utilidad real en tener a alguien «de la familia» ofreciéndoles la seguridad jurídica que normalmente garantizaría el Estado. Para Gambetta, la Cosa Nostra es una criatura específica de lugares donde la aparición de los derechos de propiedad se combina con élites fragmentadas (no hay latifundistas que puedan imponer orden) y un Estado débil. Dado que la gente no puede depender de los tribunales o la policía, pero tampoco tienen recursos suficientes para protegerse en solitario, la Mafia aparece casi literalmente como una «empresa» dedicada a ofrecer protección. Una vez consolidada como un «estado alternativo» con su propio ordenamiento jurídico, la Mafia es también increíblemente difícil de combatir desde el mismo Estado.

Por supuesto, que la Cosa Nostra esté ofreciendo un servicio real a sus clientes y que estos prefieran acudir al mafioso local antes que a un abogado para resolver disputas no quiere decir que sea una organización benevolente. Ni mucho menos. Para empezar, dado que su capacidad para atraer clientes y mantener a todas las partes de cada transacción haciendo lo que deben depende en gran medida de su reputación como agente del orden, la Mafia se toma muy, muy en serio eso de proteger a sus clientes. La mejor manera de mantener esa reputación es siendo tan expeditivos como sea necesario y eso se traduce en violencia a menudo salvaje, pero nunca indiscriminada.

Lo curioso es que siendo como son una organización ilegal (y que por tanto no pueden poner anuncios en televisión) un asesinato resultón o una cabeza de caballo bien cortada es una forma bien vistosa de anunciar al mundo su presencia, a la vez que indican que son gente seria y no están para bromas. Los elaborados rituales de iniciación de nuevos miembros, el aura mítica de hombres de honor y los homicidios salvajes, en el fondo, no son más que formas de hacer publicidad. Son señales bien visibles para todos aquellos que necesitan protección. Por las mismas razones, los mafiosos sicilianos a menudo se dedican a organizar y pagar ricas procesiones a santos y vírgenes de su devoción, para publicitar su existencia y espíritu de servicio.

La Mafia y la extracción de rentas

La labor de la Mafia no se limita a pegar una paliza ocasional a tenderos maleducados que no pagan por mercancía a tiempo, o al escopetazo al pobre insensato que intente robar cobre en la obra equivocada. En muchos sectores de la economía la Cosa Nostra tiene interés en maximizar los beneficios de las empresas a las que protege, y trabajará activamente para evitar que surja ninguna clase de competencia.

Como hablamos de la Mafia, eso puede querer decir desde sabotear a empresarios de otras regiones cuando vienen a Sicilia, amenazarlos de forma sutil o aparatosa, convencer a todo aquel que tiene la brillante idea de ser agente de ventas en el mercado que realmente no quiere hacer todos esos trámites para una licencia o amañar concursos de obra pública, nombramientos de cargos municipales o contratos de limpieza. En aquellos sectores vulnerables a la «protección» (pocas empresas, fáciles de vigilar y difíciles de sacar de Sicilia) la Mafia trabajará muy duro para que los suyos prosperen, eliminando la competencia por las buenas o por las malas. Esto, no hace falta decirlo, es una buena noticia para los empresarios con contactos en la Cosa Nostra, y muy mala para el resto.

Curiosamente no es siempre mala noticia para los trabajadores de esas empresas: la Mafia también ha firmado acuerdos de protección con sindicatos y partidos de izquierda en algunas ocasiones. Esta protección podía traducirse en la creación de barreras a la entrada de trabajadores en algunos sectores (solo pueden trabajar aquellos que están («en la lista»), colaboración entusiasta para mantener huelgas (cualquiera hace de esquirol) o el apoyo tácito a políticos en elecciones locales, con la Mafia apoyando ocasionalmente al partido socialista (3).

En cualquiera de los casos, la existencia de la Mafia es uno de los motivos por los que la economía siciliana (o del sur de Italia en general —aunque en otras regiones del sur la mafia toma otros nombres—) parece estar siempre encallada en un atraso perpetuo. Aunque la Cosa Nostra sea un actor bienvenido por las partes como protector e intermediario, su existencia no tarda en convertirse en una losa para la sociedad en la que habita. El Estado de derecho es una organización imparcial, que arbitra disputas según reglas públicas iguales para todos. La Mafia, dada su naturaleza privada, oculta y sedienta de beneficios, actúa de forma opuesta.

Por añadido, si la Cosa Nostra tiene como principal ocupación ofrecer protección, la naturaleza del negocio que están protegiendo les es bastante indiferente. Esto quiere decir que del mismo modo que están dispuestos a asegurar que nadie rompa contratos de venta de pescado por un precio, también lo estarán protegiendo a aquellos que están traficando con armas, alcohol, drogas o juego ilegal. En lugares donde la Mafia es lo suficientemente poderosa, además, esta protección puede ser lo bastante fuerte como para enfrentarse y corromper las estructuras estatales del país que las alberga. A menudo la Cosa Nostra no se dedicará a gestionar estos negocios directamente (aunque la idea de que nunca han traficado con drogas es un mito), pero participarán como socios, llevándose parte de las ganancias.

La Mafia y la violencia

La naturaleza violenta de la Mafia además no se limita a su actividad delictiva; la propia estructura de la organización es siempre una fuente de problemas. La Cosa Nostra es en cierto modo un pseudo-Estado que aspira a alcanzar, y a menudo consigue, un monopolio efectivo de la violencia en el territorio o negocio que controla. Si la reputación de la organización es lo suficiente formidable, el propio temor a represalias puede hacer que no tenga que repartir tortazos a menudo. El problema, sin embargo, es que la descentralización, fragmentación y opacidad de la Cosa Nostra hacen que el monopolio de la violencia siempre sea frágil, y que cualquier señal de vulnerabilidad pueda hacer que otros mafiosos intenten competir activamente por ofrecer sus servicios a los clientes de una familia debilitada.

En el mundo de la Mafia, competir por clientes acostumbra a ser algo letal. Cuando dos empresas que venden protección compiten por demostrar quien tiene mejor producto no lo hacen ofreciendo descuentos, sino demostrando que su rival no es capaz de hacer lo que promete. La forma más sencilla de demostrar que tu mafioso no puede protegerte de la violencia y el caos es a menudo asesinándole de la forma más espectacular posible.

La Mafia no es realmente una organización monolítica, sino un cártel de empresas de seguridad que se mantienen a raya mutuamente a base de mantener su reputación de ser tipos duros. Cuando algo va mal, sea porque un capo acaba en la cárcel, alguien duerme con la mujer equivocada (parte del código de honor de la Mafia es no acostarse con la mujer de otro mafioso) o incluso por algo aleatorio como que un mercado de verduras se traslada a otro barrio de la ciudad, el equilibrio entre familias es puesto a prueba. Cuando el cambio deja a alguien demasiado fuerte o demasiado débil, no es extraño ver guerras, y en Sicilia estas pueden durar años y acumular cientos de muertos. La llamada Mattanza, la gran guerra de principios de los ochenta, duró como mínimo dos años (1981-1983) y superó el millar de homicidios.

El romanticismo de la Mafia, la imagen de criminales con honor que siguen un código, de hombres malditos y arrogantes que hacen lo que deben es, en gran medida, un mito. La Cosa Nostra es una organización criminal, despiadada y violenta, un parásito que ha asfixiado a la sociedad siciliana durante décadas. Esto no quiere decir, sin embargo, que sean criminales comunes, o simples chantajistas. Para bien o para mal, la Mafia ofrece un servicio a la comunidad. Y le saca todo lo que puede por ello.

1. Gambetta, D. (1996) The Sicilian Mafia. The Business of Protection. Harvard University Press. Cambridge, MA.

2. Nota: en 1984 el Gobierno italiano decidió recuperar la recaudación de impuestos, hasta entonces bajo el control de un contratista privado controlado por la Mafia. La recaudación cayó considerablemente. Los sicilianos tenían más miedo de la familia Salvo que del Gobierno italiano a la hora de pagar impuestos.

3. Nunca a los comunistas

https://www.jotdown.es/2019/03/la-salvaje-proteccion-la-mafia/
 
El nuevo poder de la mafia italiana se ha infiltrado en la masonería
Son al menos 193 los «hermanos» que están en conexión directa con los clanes mafiosos
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SeguirÁngel Gómez Fuentes
Corresponsal en Roma Actualizado:07/04/2019 01:48h
3 Europa asesta un golpe histórico a la mafia calabresa

La masonería vuelve a causar temor, sobre todo por su conexión con Cosa Nostra y otras mafias. ¿En Sicilia, qué diferencia hay entre masonería y mafia? Son muchas sus coincidencias. Según Agatha Christie, un indicio es un indicio; dos indicios son una coincidencia; tres indicios son una prueba.

Por ejemplo, son muchos los indicios y, por tanto, las pruebas en Castelvetrano, ciudad de los misterios, municipio siciliano de 32.000 habitantes, cuna de Matteo Messina Denaro, capo mafioso considerado el sucesor del que fue jefe supremo de Cosa Nostra, el sanguinario Totò Riina. La pasada semana fueron detenidas 27 personas, entre ellas políticos, funcionarios, gestores de diversos entes de formación profesional y policías que pertenecían a una logia supersecreta de Castelvetrano, infiltrada por mafiosos. Estaba formada por masones, políticos, profesionales de diversos sectores. Incluso pertenecían a la logia dos policías que tenían la misión de dar la caza a Messina Denaro, el súper «boss» más rico y potente de Cosa Nostra.

Casi tres mil indicios
Esta gran asociación de masones lograba no solo orientar las decisiones del ayuntamiento de la ciudad, sino también decidir sobre nombramientos y asuntos financieros de la región siciliana, además de obtener noticias reservadas sobre las investigaciones que realiza la magistratura. Para condicionar la política, creaban consenso electoral con la concesión de falsos certificados de invalidez a cambio del voto. Al fondo de este inquietante escenario aparece la sombra del gran capo Messina Denaro: uno de los arrestados es el exdiputado regional de Forza Italia Giovanni Lo Sciuto, ex miembro de la comisión antimafia, quien se jactaba de conocer a Messina Denaro y tener óptimas relaciones con él desde la juventud, llegando a decir, según escuchas telefónicas interceptadas por la policía: «Nos queríamos».



Los detenidos son acusados de corrupción, compra de votos, abuso de poder y asociación secreta para delinquir. Entre los indagados está el abogado Giovannantonio Macchiarola, exjefe de la secretaría del exministro del Interior y de Exteriores, Angelino Alfano.

Siguiendo con la evocación de Agatha Christie, son 2.993 los indicios sobre relaciones entre masonería y crimen organizado que detectó la Comisión parlamentaria Antimafia en un reciente informe. La Comisión parlamentaria Antimafia precisó que hay más de 17.000 inscritos distribuidos en 389 logias entre Sicilia y Calabria, que obedecen a cuatro grandes asociaciones masónicas: Gran Oriente de Italia, la Gran Logia de los Alam, Gran Logia regular de Italia y la Gran Logia Serenisima de Italia.

A estas asociaciones masónicas de Sicilia y Calabria, territorio este último controlado por la mafia denominada N’drangheta, están inscritos sacerdotes, políticos, magistrados, empresarios, alcaldes y profesionales de numerosos sectores, además de mafiosos sicilianos y calabreses. Se trata de un mundo en el que empresarios, delincuentes y políticos se intercambian favores y apoyos. Según la Comisión parlamentaria antimafia son al menos 193 los «hermanos» que están en conexión directa con los clanes mafiosos, algunos de ellos condenados por los tribunales por varios delitos, como tráfico de drogas, robo, falsedad, quiebra fraudulenta y asociación mafiosa.

A la Comisión parlamentaria se opusieron con vigor las logias masónicas, sobre todo el Gran maestro del Grande Oriente de Italia, Stefano Bisi, 61 años. Para él, los trabajos de la Comisión han sido un acto fascista. Las logias se negaron a dar los nombres de los inscritos, porque, según Bisi, «la entrega de los elencos de inscritos desencadenaría una caza de brujas».

Pasión por los símbolos
A la vista de las últimas detenciones y del informe de la Comisión Antimafia, es evidente la pasión que existe , sobre todo en Sicilia y Calabria, por hacerse con los guantes blancos, símbolo de la masonería, y por el mandil, vestimenta masónica por excelencia. Por ejemplo, en Castelvetrano, el municipio del «boss» Matteo Messina Denaro, hay 11 logias de diversa obediencia. Es una ciudad de misterios y de masonería, que siempre ha estado representada por varios concejales en el ayuntamiento. En el 2015, de un total de 12 concejales, 5 eran masones.

¿Por qué atraen tanto los mandiles y los guantes? Lo explica muy claramente uno de los llamados «arrepentidos» de la mafia.Leonardo Messina: «Muchos hombres de honor (mafiosos), aquellos que logran convertirse en boss, pertenecen a la masonería, porque es ahí donde se pueden tener contactos totales con los empresarios, con las instituciones, con las personas que administran el poder».
https://www.abc.es/internacional/ab...nfiltrado-masoneria-201904070147_noticia.html
 
La traición de Lucky «Luciano» al mafioso más grosero que ha conocido Nueva York
«Le salía la barriga bajo el chaleco medio abierto. Llevaba el cuello desabrochado y la corbata aflojada», describió uno de los jefes mafiosas sobre el aspecto de Masseria. Su brutalidad fue contestada por los propios sicilianos que concertaron su muerte en 1931 para poner fin a la conocida como «guerra de castellammarese»
SeguirCÉSAR CERVERA@C_Cervera_M
Actualizado:19/01/2018 01:36h.

15 de abril de 1931, mediodía, restaurante el Nuevo Villa Tammara, en Nueva York. En un asfixiante ambiente siciliano,Lucky Luciano –aventajado discípulo de Joe Massería, el capo de capos– come junto al jefe de su banda un grasiento plato de espaguetis con salsa de almejas rojas; una langosta Fra Diavola y de bebida comparte una botella de Chianti. Como es costumbre en Masseria, un hombre de gestos bruscos y apetito crudo, el siciliano bebe y come hasta el atracón antes de proponer jugar una partida de cartas para distraer la sobremesa. En medio de la partida, Luciano se levanta de la mesa con una excusa a medio explicar. Los guardaespaldas del capo siciliano se esfuman. Sin tiempo de reaccionar, tres asesinos entran en el restaurante y tirotean hasta seis veces a Masseria, que, inmóvil en su silla, fallece con «un as de espadas agarrada en su enjoyada manaza».

Con la Ley Seca, el orden mafioso de Nuevo York cambió en muy poco tiempo. Tras pasar en la cárcel diez años, un envejecido Giuseppe Morello, el primer padre de la Mafia en EE.UU, regresó a las calles italianas de la ciudad en 1920 solo para descubrir que todo había cambiado dramáticamente. La competencia entre familias sicilianas cada vez era mayor, la irrupción de la Camorra napolitana había sido frenada a un alto coste en sangre y los beneficios que el contrabando de alcohol habían abierto convertían en minucias las cifras que Morello manejó en sus mejores años. Sin muchas opciones, la familia Morello-Terranova, lejos de sus días de gloria, decidió aliarse con Joe «El patrón» Masseria, un siciliano de modales groseros y escasa cultura que ejercía como «capi di tutti capi».

Masseria ascendió en la organización criminal sobresaliendo como uno de los gánster más agresivos de su generación y aprovechando el auge del contrabando de alcohol
«Le salía la barriga bajo el chaleco medio abierto. Llevaba el cuello desabrochado y la corbata aflojada. Una de las mangas de su camisa estaba abotonada en los ojales equivocados», describió Joe Bonnano, jefe de una de las cinco familias mafiosas de Nueva York. Con solo 1,65 metros de altura y de caderas gruesas, el siciliano carecía del porte para impresionar a sus compatriotas, dados a comparar vestimentas, y de la elocuencia tanto en italiano como en inglés para encandilarlos, pero era implacable en sus métodos.

En pocos años, Masseria ascendió en la organización criminal sobresaliendo como uno de los gánster más agresivos de su generación y aprovechando el auge del contrabando de alcohol. Además de por su glotonería y su violencia, Masseria se hizo famoso por su capacidad casi sobrenatural para esquivar los problemas e incluso las balas. Como el historiador Mike Dash narra de forma minuciosa en «La Primera Familia» (Debate, 2010), al menos en dos ocasiones varios gánsteres rivales acorralaron al aspirante a capo en emboscadas donde salió milagrosamente ileso. Frente al ascenso de Masseria en dirección al trono, Toto d' Aquila –capo de capos durante casi dos décadas»– no pudo hacer nada, ni pudo evitar su asesinato en octubre de 1928. Masseria fue el principal sospechoso de un crimen que no levantó mucha polvareda entre la prensa. Al fin y al cabo, el poderoso Aquila siempre había sido un hombre poco ostentoso.

Nacido en 1887 en la provincia de Trapani, Joe Masseria había huido de Sicilia con diecisiete años para evitar un procesamiento por asesinato en la isla, lo que le convertía en uno de los últimos representantes de la visión más tradicionalista de la Mafia, que se oponía frontalmente a las prácticas de jóvenes como Luciano con poco apego por Sicilia, sin el menor reparo en acometer negocios fraudulentos con personas de distintas razas. Tras Morello y Toto d' Aquila, «El Patrón» tomó el relevo como capo de capos de la ciudad a razón de sus excepcionales habilidades para la violencia, pero su total ausencia de sutileza o diplomacia iban hacer que el trono se le escurriera pronto por entre sus «manazas».

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Fotografía de una calle de Nueva York a principios de siglo XX - Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos
La pretensión de «El patrón», llamado así por su intransigencia, de convertir el cargo de capo de capos en algo más allá de una posición de árbitro imparcial levantó en principio protestas, luego una oposición encubierta y, finalmente, un conflicto abierto entre familias sicilianas conocido como «guerra de castellammarese» debido a la especial resistencia que presentó un grupo de mafiosos procedentes de la población portuaria de Castellammarese. Entre los ya de por sí tenaces sicilianos, los de Castellammarese eran célebres por su negativa a aceptar imposiciones o abusos de poder.

La «guerra de castellammarese» representó un punto de inflexión en la historia del crimen organizado en Estados Unidos, que recordó la refriega durante varias generaciones. Nunca antes había habido un enfrentamiento directo entre italianos a esa escala. Con más recursos económicos y más hombres, Masseria tomó la iniciativa en la guerra y se sirvió de los consejos de Giuseppe Morello con tan buenos resultados que el conflicto iba camino de elevar al grosero siciliano a criminal más poderoso del país. No en vano, el otro bando, dirigido por Salvatore Maranzano –un sofisticado e inusualmente culto gánster también procedente de Sicilia– vio con claridad que el primer paso para finalizar la guerra pasaba por sacar del tablero de juego a Morello y dejar que fuera el bruto de Masseria quien moviera las piezas.

Sin Morello, la guerra cambia de color
«Maranzano solía decir que, si confiábamos en ganar la guerra, teníamos que coger a Morello antes de que el viejo zorro dejara de seguir su rutina cotidiana. En el momento que decidiera ocultarse, el viejo podría subsistir para siempre a base de pan duro, queso y cebollas», recordaría años después Joe Bonnano. El primer capo de capos de EE.UU. murió el 15 de agosto de 1930 atravesado por siete balas en las humildes oficinas donde gestionaba su imperio criminal en declive, y poco tiempo después Maranzano también ordenó eliminar a Manfredi Mineo, otro de los aliados de Masseria.

El equilibrio de poder por fin empezó a beneficiar a los castellammareses. Los desertores aumentaron entre las filas de Masseria y la ciudad entendió que el último obstáculo para finiquitar el conflicto era acabar con «El patrón», que sin la sutileza de sus consejeros fallecidos empezó a acumular error tras error. Lo que nadie esperaba, sin embargo, es que fuera uno de los más influyentes de entre sus asesores todavía vivos, Lucky Luciano, quien le inflingiera el golpe de gracia. Con 33 años, Luciano hablaba mejor inglés que italiano, a diferencia de la generación anterior de mafiosos, y compartía pocas cosas con las estatuas de otro tiempo que eran Mineo o Morello. El joven siciliano lo único que quería era ganar dinero y terminar de una vez con esa carísima guerra. Maranzano compartía el mismo anhelo, salvo que lo hacía por otras razones.

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Fotografía de Charlie «Lucky» Luciano
A principios de 1931, Maranzano y Luciano se reunieron en una residencia privada de Brooklyn para encontrar la forma de eliminar al grosero mafioso. Joe Bonnano daría cuenta posteriormente de la conversación mantenida entre el presente y el futuro de la Cosa Nostraen Nueva York:

–¿Cuánto tiempo necesita para hacer lo que tiene que hacer? –preguntó Maranzano.

–Una semana o dos.

–Bien. Entonces espero una Pascua en paz.

Aunque Masseria sobrevivió a la Pascua de 1931, que cayó el 5 de abril, al «patrón le quedaban contadas comidas en su vida». El 15 de abril, Lucky Luciano entregó en bandeja a su jefe a los sicarios de Maranzano, con el apoyo de Ciro Terranova, el último de los hermanastros de Morello en activo. Según los informes policiales, la muerte de Masseria fue mucho más prosaica: no hubo as de espadas ni rastro de Luciano, pero el resultado fue el mismo. «El patrón» perdió su título y su vida en la sobremesa de una comida probablemente copiosa.

Salvatore Maranzano otorgó la jefatura de la banda de Masseria a Luciano y reunió a los grandes mafiosos de la ciudad en una gran sala de un edificio del Bronx para dirigir un discurso a la multitud (medio millar de gánsters): «Todo lo que ha ocurrido en el pasado ha terminado. Si habéis perdido a alguien en esta última guerra, debéis perdonar y olvidar. Si han matado a su propio hermano, ni siquiera tratéis de averiguar quién lo ha hecho. Si lo hacéis, lo pagaréis con la vida». Proclamado «capo ti tutti capi» de Nueva York, Maranzano prometió un tiempo nuevo y muy lucrativo para la Cosa Nostra en la ciudad, pero iba a incumplir esa promesa en poco tiempo. Antes de que terminara ese año, Lucky Luciano demostró que le había cogido el gusto a lo de matar grandes capos y planeó la muerte de Salvatore Maranzano. El tiempo de los «Mustache Pete» (el sobrenombre para los mafiosos de la vieja escuela) había llegado a su fin.

Video al inicio:
https://www.abc.es/historia/abci-tr...ucky-luciano-al-mafioso-mas-grosero&ns_fee=21
 
MAFIAS CHINAS DE TRÁFICO DE PERSONAS
'Cabeza de serpiente': la mafia detrás del tráfico de inmigrantes chinos a Reino Unido
La muerte de 38 personas atrapadas en un camión cuando cruzaban ilegalmente al Reino Unido ha recordado un caso en el que las mafias de tráfico chinas provocaron la muerte de 58 chinos



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Policías chinos detienen un inmigrante víctima de los "cabeza de serpiente". (Reuters)



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A. A.
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26/10/2019


Cuando Mo Robinson abrió la puerta de su camión en el polígono industrial de Waterglade (Essex, sur de Reino Unido), dice que incluso -según testimonios filtrados a la prensa británica- se desmayó. Dentro del contenedor frigorífico de su 'Scania' rojo encontró los cadáveres de 39 personas de nacionalidad china, que habían muerto de hipotermia. El caso, que apunta al tráfico internacional de inmigrantes, ha conmocionado al país. Por el momento se han detenido a tres personas, incluido el conductor, un varón de 25 años natural de Irlanda del Norte. La agencia británica contra el crimen organizado y el tráfico ilegal de personas, armas y drogas (NCA) se ha unido a la investigación, con la intención de “identificar cualquier grupo criminal organizado que pueda haber tomado parte” en la masacre.

El caso ha traído recuerdos del descubrimiento en el año 2000 de un camión con 58 cadáveres, todos de nacionalidad china, en Dover. Las víctimas, 56 hombres y dos mujeres, murieron asfixiadas en el contenedor del camión que los transportaba a Inglaterra. Hubo dos supervivientes, y su testimonio fue clave para apuntar a una de las 'mafias' chinas más prolíficas en el tráfico de inmigrantes asiáticos hacia el Reino Unido, con conexiones en Turquía, Bélgica y Países Bajos desde su base de operaciones en Rotterdam. Son las conocidas como 'cabeza de serpiente' ('snakehead'), mafias transnacionales chinas de tráfico de personas rodeadas de secretismo y tan cambiantes que logran en muchas ocasiones incluso esquivar el vigilante ojo de los servicios policiales de la Unión Europea.

La investigación tras la masacre destapó una red de traficantes chinos "cabeza de serpiente" de Fujian, que operaban en Europa central y del este, Alemania y Francia. Una mujer, Jing Ping Cheng, conocida como 'Pequeña hermana Ping', fue condenada en 2003 por un tribunal neerlandés a tres años de cárcel, acusada de haber participado en el tráfico de 175.000 personas hacia el Reino Unido, un negocio que habría generado casi 14 millones de euros. Cumplida la condena, la 'Pequeña hermana Ping' ha desaparecido de la vida pública. Al conductor del camión donde murieron los inmigrantes, de nacionalidad holandesa, le cayeron 14 años.

En el tráfico de personas, las rutas son complejas, las redes que lo organizan altamente organizadas y flexibles, y las víctimas se embarcan en viajes de miles de kilómetros de distancia desde su lugar de origen hasta el destino que las mafias se encargan de dibujárselo lleno de oportunidades.

Aunque los muertos del camión encontrado en Essex todavía no han sido identificados, la policía ya ha adelantado que la mayoría de las víctimas son de nacionalidad china. Sin embargo, podría haber víctimas de otras nacionalidades: una familia vietnamita ha denunciado que su hija de 26 años, Pham Thi Tra My, podría ser una de las ocho mujeres fallecidas asfixiadasen el camión, según un 'sms' que les envió la joven poco antes de morir la madrugada del incidente. "Lo siento, mamá. Mi viaje al extranjero no ha funcionado. Mamá, te quiero mucho. Muero porque no puedo respirar. Lo siento, mamá".

En el caso de la inmigración ilegal china, la mayoría de las víctimas de tráfico de personas provienen de las provincias de Fujian y Zhehiang (este del país) y Guangdong (sureste). En el caso de Dover, las víctimas venían todas de la provincia de Fujian, donde habían sido engañados por los 'cabeza de serpiente', que les prometieron que viajarían directamente a Reino Unido. Los 'cabeza de serpiente' publicitan sus servicios en su China natal, ahora incluso en cuentas sociales o sitios web.

El viaje en total les costaría algo menos de 30.000 euros, una parte que tuvieron que pagar por adelantado y otra en concepto de deuda a la que tendrían que hacer frente cuando consiguieran un trabajo, relataron los dos únicos supervivientes de la masacre, Su Di Ke, de 20 años, y Ke Shi Guang, de 22, durante el juicio en Países Bajos.

Según su relato, fue el conductor el que cerró las salidas de ventilación. "La gente entró en pánico porque las ventanas estaban cerradas y no había aire", contó Su Di Ke. Tanto él como su compañero Ke Shi Guang apenas lograron sobrevivir: los servicios de emergencia los encontraron ya inconscientes por la falta de oxígeno en el interior del camión.

Al no portar encima documentos auténticos, muchos de los fallecidos no pudieron ser identificados inmediatamente. La Policía hizo fotos de los rostros de los cadáveres y las envió a ciudades de esas provincias. Poco a poco, comenzaron a recibir llamadas de familias que decían haber reconocido a su hijo, padre o primo. Gracias a las pruebas de ADN, se consiguió identificar a la mayoría.

De China a UK, pasando por Serbia
Estos 'snakeheads', mafias de tráfico de personas, establecen redes criminales transnacionales, haciendo y deshaciendo lazos, pero "manteniendo siempre un control efectivo sobre todas las fases de la migración ilegal desde China o el sudeste asiático" hasta los países de destino en Europa, explica Peng Wang, investigador en criminología y crimen organizado chino de la Universidad de Hong Kong.

Las rutas empiezan en China, suelen entrar en Europa a través de Rusia y luego avanzan hacia países del norte de Europa por tren, avión, bote o incluso, en los casos más extremos, a pie. Algunas rutas mucho menos habituales incluyen países de tránsito como Bolivia, Brasil, Indonesia o Kenia en su viaje a Reino Unido.

Por lo que se conoce de momento de la investigación de las víctimas encontradas en Essex, el camión, registrado en Bulgaria, había entrado en Inglaterra por el puerto de Purfleet, a 25 kilómetros de Londres, desde Zeebrugge, una localidad belga. Bélgica es un puerto clave: según el testimonio de los supervivientes de la tragedia de Dover en el año 2000, el camión donde pasaron largas horas encerrados partió también del puerto de Zeebrugge.

Antes, los 58 migrantes habían pasado por Belgrado (Serbia), a donde habían volado desde China. Desde allí viajaron por tierra a Austria, Francia y entonces Países Bajos. Allí, fueron trasladados a una "casa segura" en Rotterdam para luego ser entregados a un traficante de medio pelo de nacionalidad turca, que colaboraba con los 'cabeza de serpiente' chinos. Después los llevaron a un almacén en Waalhaven, para finalmente meterlos en el camión que los llevaría a Reino Unido.

En Serbia los 'cabeza de serpiente' les habían entregado documentación falsa, unos papeles que los hacían pasar por ciudadanos de Corea del Sur. Estos delincuentes chinos "disfrutan de ventajas comparativas en la producción de documentos de viaje falsificados, facilitando sus actividades de tráfico y contrabando", según un informe de la EUROPOL sobre el Crimen Organizado en la Unión Europea.

Oficiales del cuerpo policial europeo, expertos en temas de inmigración ilegal, están colaborando con la investigación, señalan desde la organización a El Confidencial.

Pese a las pesquisas de la policía de los estados miembros, que acumulan éxitos en la desarticulación de mafias de la inmigración, las estructuras diversas y fluidas utilizadas por los grupos delictivos chinos "han provocado que las agencias policiales de la UE no hayan terminado de determinar si las distintas fases del tráfico de personas consisten en grupos criminales separados o diferentes ramas de la misma red (en el caso de los 'cabezas de serpiente' chinos)", explica Peng.

Patos y serpientes
Pero no solo su flexibilidad y contactos les han hecho difíciles de rastrear por las fuerzas del orden europeas. El "código de silencio" que impera entre los migrantes y la comunidad china significa que muy pocas víctimas del tráfico de personas lleguen a denunciar.

"La migración china es una inmigración en cadena, con base en el efecto bola de nieve. La mayoría de los inmigrantes chinos participan en negocios 'chinos', desde restaurantes a masajes, etc.", recoge un informe del Parlamento Europeo sobre "El crimen organizado asiático en la Unión Europea".

El código de silencio fue roto cuando Tian Li (nombre falso) publicó un testimonio privilegiado sobre su tiempo como "cabeza de serpiente" en las mafias de tráfico de personas, además de entrevistas con otros traficantes, en un documento online del que el libro 'A dónde van los chinos cuando mueren', del periodista Ángel Villarino, recoge algunos fragmentos. Cuenta que en la 'jerga' del gremio, ellos son los 'cabeza de serpiente' y los inmigrantes desesperados son los 'patos'. Entre serpientes y patos, está claro quien tiene las de perder.

https://www.elconfidencial.com/mund...-de-inmigrantes-chinos-a-reino-unido_2299644/





 
CARTEL DE SINALOA
El hijo de El Chapo, tras su detención en Culiacán: “Ya paren todo, ya me entregué, no quiero más desmadre”
El Gobierno de López Obrador detalla el minuto a minuto del frustrado operativo de captura de Ovidio Guzmán del 17 de octubre



LUIS PABLO BEAUREGARD
México 31 OCT 2019


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Ovidio Guzmán, en el momento en que es capturado en Culiacán (México). AP




El Gobierno de México ha revelado este miércoles los detalles del operativo fracasado que buscó la captura de Ovidio Guzmán López, uno de los líderes del cartel de Sinaloa e hijo de Joaquín El Chapo Guzmán. En un ejercicio de transparencia sin precedentes en los tiempos de la guerra contra el narcotráfico, el secretario de la Defensa, el general Crescencio Sandoval, relató el minuto a minuto que llevó al Estado mexicano a encajar una dolorosa derrota propinada por una de las bandas criminales más poderosas del país. El operativo fue calificado como un “tropiezo táctico” y una “acción precipitada” por Alfonso Durazo, el secretario de Seguridad del presidente Andrés Manuel López Obrador. Una de las revelaciones ha sido el vídeo del momento de la captura de Guzmán -que después fue liberado- en el que se le ve hablando por teléfono pidiendo que cesen los ataques contra las fuerzas armadas: "Ya paren todo, no quiero más desmadre".

En el largo informe, salieron a la luz detalles ocurridos en las cerca de siete horas de infierno. Nueve soldados y dos oficiales fueron secuestrados por los narcotraficantes en diferentes puntos de la ciudad para ser utilizados como moneda de cambio. Los sicarios entraron a cuatro departamentos habitados por familiares de los militares en Sinaloa. 20 civiles fueron afectados y recibieron atención psicológica. El cartel intentó sobornar con tres millones de dólares a uno de los comandantes responsables del operativo, quien se negó, y se hicieron amenazas de expandir la violencia a Estados como Sonora, Chihuahua y Durango.

“Habría sido fácil un combate de exterminio. Habríamos ganado, pero ¿a qué costo?”, ha asegurado Durazo en la peculiar autocrítica de uno de los funcionarios más cuestionados tras el fracaso militar en Sinaloa. El general Sandoval, apoyado con mapas y vídeos tomados por soldados en medio de la refriega, detalló la reconstrucción de los hechos de ese jueves 17 de octubre. Las ruedas de la Justicia en Washington habían comenzado a moverse de tiempo atrás, desde abril de 2018, cuando el distrito de Columbia emitió la orden de captura de uno de los herederos de El Chapo por el tráfico a Estados Unidos de metanfetaminas y fentanilo, una droga que ha disparado la crisis de opiáceos en el país norteamericano. El Ejército mexicano recibió el 8 de octubre de 2019 una petición de colaboración de la Guardia Nacional, un cuerpo creado por la Administración de López Obrador, para capturar al delincuente de alta peligrosidad.

El operativo del día 17 de octubre comenzó a tomar forma a las 12.00 de Culiacán, una menos que en Ciudad de México. Elementos de la Guardia Nacional acudieron ante la Fiscalía en la capital mexicana a presentar un informe sobre la orden de cateo de un domicilio que registrarían en Culiacán, la casa de Ovidio Guzmán. A esa misma hora comenzaron los trabajos de operación en la ciudad y la vigilancia de la residencia. El operativo fue planeado por el Grupo de Análisis e Información del Narcotráfico (GAIN), quien ha sido responsable de la detención de 663 miembros de la delincuencia organizada desde su creación a mediados de los años noventa, 46 criminales han sido capturados por este grupo desde diciembre de 2018, el inicio de la Administración López Obrador.

A las 14.00, Ovidio Guzmán arribó a su casa ubicada en la calle José Muro Pico, del fraccionamiento Tres Ríos, una de las zonas más exclusivas de la ciudad. Allí, este heredero de El Chapo estaba acompañado solo por su familia. La residencia, de altas paredes blancas, fue rodeada 30 minutos más tarde por 38 soldados especializados en asalto y reforzados por 8 elementos de la Guardia Nacional. La intención era, tras la captura, trasladar al hijo del capo 12.5 kilómetros hasta el aeropuerto de Culiacán. El trayecto tardaría 25 minutos. Pero les esperaba algo muy distinto.

Pocos minutos después, a las 14.50, las fuerzas armadas comienzan a reportar agresiones de armas de fuego. El cartel había comenzado a desplegar su fuerza por todo el Estado para frenar la captura de Ovidio. Sus hermanos mayores, Iván Archivaldo y Jesús Alfredo, fueron los operadores de la defensa. Los 145 soldados, repartidos en un grupo táctico apoyado por cuatro equipos que iban a reforzar el círculo de seguridad, comenzaron a enfrentarse con el poderoso fuego del cartel. "La seguridad externa no se logró", ha dicho Sandoval esta mañana.

El asedio al operativo se hizo por varios frentes durante más de cinco horas. Desde las 14.50 y hasta las 20.00. En muchas ocasiones, el número de hombres armados superó a las autoridades. Los cuatro equipos encargados del refuerzo perimetral de la operación y de apoyar la retaguardia de los elementos de la Guardia Nacional se toparon con numerosos sicarios. El Equipo A, con 24 soldados se encaró con 30 sicarios en 6 vehículos. Los equipos C y D, con 55 soldados, se enfrentaron minutos después de las tres de la tarde en el cruce de las calles Universitarios Oriente y el bulevar Sánchez Alonso con 40 hombres armados repartidos en 8 vehículos, dos de ellos blindados. Estos tiroteos dejaron un elemento de la Guardia Nacional muerto, 14 militares heridos, tres policías locales lesionados y otros 5 sicarios fallecidos. El grupo táctico quedó al desnudo tras la anulación de los refuerzos.

El momento determinante llegaría a las 15.15. Ovidio Guzmán, el hombre buscado para ser extraditado a Estados Unidos, sale al estacionamiento de su casa. La puerta se abre y sale una señora a pedir a los soldados que no disparen, que hay niños dentro. “No se preocupe, señora, no somos delincuentes”, responde un militar. En el instante, dos hombres más abandonan la casa. Son arrodillados y cacheados en busca de armas.

-“Ya dile a tu gente que pare todo”, dice un hombre con el rostro cubierto a Guzmán López. Un integrante del grupo táctico le da un móvil al narcotraficante. Son las 15.17.

-“Ya paren todo, oiga. Ya paren todo. Ya me entregué. Ya paren todo, por favor. Ya tranquilos, ya ni modo… Ya no quiero que haya desmadres”, dice Ovidio en el teléfono. El general Sandoval asegura que al otro lado de la línea se encontraba Iván Archivaldo Guzmán Salazar, quien se negó a callar las armas.

Las imágenes de esa breve negociación se filtraron a los medios de comunicación el mismo 17 de octubre. Ese momento se convertiría en el punto de inflexión de una tarde infernal. A pesar del llamado de Ovidio a su hermano, las agresiones no disminuyeron. Todo lo contrario. La presión sobre los elementos incrementó. “No va a cesar”, fue la respuesta de Iván Archivaldo según el secretario de la Defensa. Minutos después, comenzarían a registrarse en las calles los primeros heridos del bando militar. Sandoval mostró el vídeo de un soldado de tropa tendido sobre una camioneta, quien perdió la pierna izquierda por el impacto de una bala calibre 0.50 disparada por una ametralladora Barrett de alto poder. El encargado de Defensa informa al presidente López Obrador del tenso operativo en Culiacán. Son las 15.45.

A las 15.47 los soldados comienzan a verse superados en número por sicarios del cartel en “actitud hostil”. Tres minutos después, se informa que las bases militares de operaciones en las localidades de Costa Rica y El Fuerte, a las afueras de la ciudad, están siendo rodeados por civiles armados. La base militar en Culiacán fue atacada por 20 sicarios, que dejaron un soldado herido. El conjunto habitacional donde viven los familiares de los uniformados destacados en Sinaloa también fue agredido. Granadas de mano fueron lanzadas a las zonas comunes, que no explotaron, y los narcos irrumpieron en cuatro apartamentos en busca de gente para raptar. Sandoval dice que personal del Ejército saltó por las ventanas y se escondió en los clósets. Al final, los delincuentes se llevaron de allí a un sargento que minutos antes pudo poner a salvo a 20 niños.

Además de los enfrentamientos, los narcotraficantes montaron retenes en las carreteras de la región para impedir el refuerzo de militares. En una localidad al norte de Culiacán llamada Limón de los Ramos, 15 hombres armados retuvieron a dos soldados que estaban de día libre tras la revisión de un vehículo.

El despliegue más impresionante fue la llegada de 150 sicarios en 30 vehículos al peaje de la comunidad de Costa Rica, una zona de influencia de Ismael El MayoZambada, otro de los líderes históricos del cartel. Allí, los narcotraficantes toparon a las 16.20 con 24 soldados y dos oficiales que escoltaban tanques de combustible. Los delincuentes se llevaron a cuatro soldados y a uno de sus mandos para ser intercambiados por Ovidio. Algunos medios de comunicación dieron por hecho que la imagen filtrada de uno de estos soldados secuestrados se trataba en realidad del capo disfrazado con uniforme.

A las 17.04 se registra una fuga masiva del penal de Aguaruto. Medio centenar de prisioneros escaparon de la cárcel local para sumarse al caos en las calles. Muchos de los delincuentes son acusados de delitos federales como posesión de armas y narcotráfico, crímenes relacionados a la delincuencia organizada. Los sicarios queman vehículos arrebatados a la población civil.

Después de horas bajo fuero y la amenaza de expandir la violencia a los Estados de Sonora, Durango y Chihuahua, llegó el amargo momento de la capitulación. El reloj marcaba las 18.49. “Se determinó retirar a las fuerzas”, ha dicho Sandoval en lo que consideró una decisión colegiada del gabinete de seguridad. 31 minutos más tarde, el cartel de Sinaloa libera a los militares secuestrados de la caseta de Costa Rica. La violencia seguiría en algunos puntos de la región por una hora más.

El saldo de aquella jornada infernal se cerró con 8 muertos (un civil, un agente de la Guardia Nacional, un prisionero fugado del penal de Aguaruto y cinco sicarios) y 19 militares lesionados. La lista de fallecidos aumentaría en días posteriores a 14. La herida en la memoria de Sinaloa sigue marcada con fuego.

VIDEO:
https://elpais.com/internacional/2019/10/30/actualidad/1572450116_384039.html
 
Qué buen post, gracias. No hace mucho vi un reportaje de la Ndrangheta y alucifliple. Creí que después de ver todo lo relacionado con Escobar y el Chapo ya poco me sorprendería y que gran error.
 
Balas perdidas de Nápoles, los jóvenes que luchan por el poder mafioso




1 DIC 2019

En las calles del centro de Nápoles, donde los turistas buscan la mejor pizzería, se libra una guerra cuyos soldados son cada vez más jóvenes. Mártires, armas, drogas y zapatillas caras. Con los viejos camorristas encarcelados o asesinados, una nueva generación de adolescentes sin miedo a la muerte lucha por apoderarse de los negocios criminales. Recorremos los escenarios de esta batalla por el poder mafioso, avivada por la exclusión y la falta de horizontes.



LA NOCHE QUE mataron a Emanuele Sibillo, los callejones del centro de Nápoles ya habían comenzado su canonización. La ciudad, acostumbrada a la cólera del Vesubio y al plomo de sus calles, se encomendó siempre a un protector. Sibillo, un chico de solo 17 años cuando tomó el mando de su barrio a hierro y fuego, fue el último de esa suerte de santos de esquina y callejón. Hijo de una familia de artesanos, sin linaje camorrístico ni padrinos de sangre, montó un ejército de adolescentes con hambre de gasolina y armas, zapatillas caras y reservados en las discotecas. Los llevó a la guerra contra el viejo orden mafioso. Devoraron como pirañas a las familias de toda la vida. Y, como cualquiera haría a su edad, lo subieron a Instagram. Pero llegó el invierno a su revolución. Murieron 60 chavales en dos años y otros 40 fueron condenados a 500 años de cárcel en un histórico proceso conocido como la Paranza dei Bambini. Sucedió mientras los turistas paseaban por el centro de esta ciudad del sur de Italia y la Camorra expandía en silencio su negocio internacional.

Un pequeño altar con el busto de Sibillo y sus iniciales en los pomos recuerda, en el callejón donde todavía reside su familia, la vida y muerte de un joven criminal que terminó su carrera a los 19 años. La capilla la pagaron los comerciantes, a quienes liberó durante un tiempo de la extorsión. ES17, como le celebran todavía las pintadas en cada esquina de la zona de Tribunales y San Gaetano, resume el cambio que vivió la crónica negra de la ciudad en la última década. La desaparición de los grandes capos de la Camorra, los Giuliano, los Cutolo, los Di Lauro, Contini…, muertos o condenados a régimen de aislamiento, creó un vacío de poder por donde se colaron las bandas juveniles que nacieron siguiendo la estela de Sibillo. Lo querían todo: armas, extorsión, tráfico de drogas. Pero el fiscal general de Nápoles, Giovanni Melillo, un magistrado meticuloso con tentáculos en la calle, cree que siempre lo tendrán prestado. “Es una cuota de violencia consentida por los grandes carteles mafiosos”, señala en la planta alta de la Fiscalía con el Vesubio al fondo. “Algunos fueron reclutados y tienen hoy funciones de mano de obra. Vigilan zonas, protegen a las familias de los capos, desarrollan una función de control territorial. Pero ninguno tiene posibilidades de realizar una elección criminal autónoma”.

El multimillonario negocio de la Camorra, que factura unos 12.000 millones de euros al año entre el blanqueo de capitales, la gestión de los residuos y la distribución de cocaína, jamás cambió de manos. En la ciudad manda la unión de clanes conocida como Alianza de Secondigliano y los Mazzarella, según la Fiscalía de Nápoles. Pero el gobierno de las plazas del corazón de la ciudad pertenece a chicos de entre 17 y 25 años. O’Puorce, cadena de oro con la Virgen de Guadalupe, camiseta Ellesse, anillos y reloj de oro, tiene 23 años y nació en una familia criminal de 87 miembros. Su padre robaba bancos. Está muerto. Su tío estuvo “afiliado” [eufemismo que señala pertenencia a la Camorra] y fue un asesino a sueldo, narra en la trasera de una casa de apuestas del rione Sanità convertida en club privado de los chavales que cuentan en el barrio. “Era despiadado. Se cargó a 34 personas. Una vez se le encasquilló el arma y le reventó la cabeza a uno con la culata… Cuando era pequeño, venían a casa políticos y empresarios a presentarle los respetos. Los mismos que luego salían por la tele maldiciendo a la Camorra”, recuerda O’Puorce. “Hoy ya no hay respeto por nada. Los que mandan no tienen más de 25 años. Se creen que por ir disparando por ahí y amenazando tienen más poder. Pero mi tío siempre decía: ‘Capo no es quien dispara, sino quien se come 20 años de cárcel callado”.



Capilla de Emanuele Sibillo, primer baby boss napolitano.




O’Puorce pagó una condena de año y medio en arresto domiciliario por asalto a mano armada. Sin esa tarjeta de visita, nadie hace carrera en la calle. No lleva pistola, aunque pide a un amigo suyo que muestre una muy rudimentaria hecha con un cañón y un gatillo. No bebe. No fuma. Ni, por supuesto, se droga. “¿Crees que estoy loco? Vendo crack y cocaína. Yo corto la droga y sé perfectamente lo que lleva. Tendría que ser gilipollas para envenenarme con eso”. Su tío le dejó en herencia una zona de venta de droga en el barrio con la que saca como mínimo unos 3.000 euros al mes. “¿Pero sabes qué? Si el Estado me diese un trabajo, dejaría esto. Ahora con 600 euros cualquiera compra una pistola y monta una banda. No compensa la ansiedad de que me detengan o de que me peguen un tiro”.

Emanuele Sibillo, epítome de lo que empezó a llamarse en Italia baby boss, sigue siendo el espejo para todos ellos. Decenas de chicos, según la policía, aspiran todavía a emularle. “Era listo, tenía mucha cabeza y grandes planes”, cuenta un amigo suyo a dos calles de donde vivía. Quiso ser periodista en algún momento, pero acabó en el reformatorio y formando luego una banda de tipos con apodos como el Polpetta (albóndiga) o el Malegno (maligno). Se hizo con un arsenal y se alió con los sobrinos de los Giuliano, uno de los viejos clanes humillados, para montar una armada de desheredados. La noche que fue tiroteado por la espalda en un escúter, recuerda uno de los inspectores de la Brigada Móvil que le conocía bien, se encontraba en busca y captura. Llevaba 21 días oculto en un búnker de un barrio periférico, protegido por otra familia. Pero el poder es territorio y decidió volver para tirotear la puerta de casa de los Buonerba, que amenazaban su reinado. “Le dijimos que se pusiera el chaleco antibalas, pero no hizo caso”, recuerda un buen amigo suyo a pocos metros de la Via Oronzio Costa, “el callejón de la muerte” según las escuchas policiales, donde la noche del 5 de julio de 2015 comenzó la retransmisión del martirio.



Salvatore Bonifacio, en una sala de la cárcel de Poggioreale. Lleva más de ocho años preso por tráfico internacional de cocaína.


Salvatore Bonifacio, en una sala de la cárcel de Poggioreale. Lleva más de ocho años preso por tráfico internacional de cocaína. PAOLO MANZO



El vídeo en blanco y negro de las cámaras del hospital muestra una moto que irrumpe en la sala de espera. Un grupo de adolescentes coge en volandas a Sibillo inconsciente y lo deja en las urgencias antes de esfumarse. Un dramático spot con miles de visitas en YouTube en torno al que creció una generación de delincuentes que cambiaron los cánones y los códigos impuestos durante años por la Camorra en los barrios. Barba larga, ropa oscura, tatuajes con números como los de las maras salvadoreñas, gafas de pasta negras, gatillo fácil. Las redes sociales sepultaron el tradicional silencio, sonó la música trap y la canción neomelódica de fondo en cada celebración. El fiscal Melillo los describe así: “Algunos maestros de calle [una figura creada a raíz de estos problemas para tutelar a los chicos] me dicen que asisten a transformaciones antropológicas increíbles. Muchos están más cercanos a los personajes del bar intergaláctico de Star Wars que a modelos antropológicos que conozcamos”.

El corazón de Nápoles, al sur de Italia, fue durante años la zona noble de la Camorra. Forcella, el barrio donde inició el cambio de guardia, a pocas calles de la estación de tren y lejos de suburbios como Scampia, fue el feudo de los Giuliano, una de las grandes familias en los ochenta. Contrabandistas de tabaco convertidos en monarcas del tráfico de cocaína, compañeros de farras de Diego Armando Maradona —otro de esos milagros napolitanos— gobernaron durante tres décadas en los callejones que van de la plaza de San Gaetano al mercado de la Maddalena y la plaza de Garibaldi. Un enorme mural obra del artista Jorit con la imagen de san Genaro, patrón de la ciudad a la que libró del fuego del Vesubio en 1631, preside el cruce que durante años tuvieron prohibido atravesar los clanes de un lado y otro de la Via Duomo. Así de pequeño es a veces el mundo. El rostro del santo, cuentan todos en el barrio, es en realidad el de uno de esos napolitanos: Luigi Giuliano, Lovigino, su capo más carismático. Tanto que hasta le perdonaron que acabase como colaborador de la justicia. Uno de sus sobrinos, que trabaja hoy en una charcutería y no ha querido seguir sus pasos, sonríe asintiendo cuando oye la historia del santo.

Los callejones estrechos de Forcella forman un laberinto que huele algunas mañanas a provola y ropa mojada. En un bajo a pie de calle, detrás de una puerta cubierta por un escúter desvencijado y un viejo tendedero, sobreviven Ciro, de 48 años, y Grazia, de 46, con su hijo pequeño. Son los restos de una familia triturada por la violencia callejera y la sangría de visitar a dos hijos encarcelados lejos de Nápoles. Salvatore, el mayor, cumple cadena perpetua en Turín por asociación mafiosa y homicidio. El mediano, Michele, un mito de las bandas juveniles, fue condenado a 16 años por tirotear a dos policías y fue trasladado hace poco a Spoleto (Umbría). La puerta de la casa sigue agujereada por los proyectiles de una ráfaga de ametralladora disparada cuando la familia estaba dentro durmiendo. Fue un aviso del clan Sibillo tras el rechazo de Michele a formar parte de su banda. “Tenía sus propios planes y muchas agallas; no se dejó intimidar”, recuerda la madre en el pequeño salón de la vivienda, sin poder disimular cierto orgullo.



Vista panorámica desde el puente de Sanità, uno de los barrios que han sufrido la violencia de las bandas en el corazón de Nápoles.


Vista panorámica desde el puente de Sanità, uno de los barrios que han sufrido la violencia de las bandas en el corazón de Nápoles. PAOLO MANZO



Una fotografía de Michele, con el pelo hacia atrás y empuñando un fusil de asalto, preside la cocina. Ciro, desempleado, viste una camiseta negra donde se lee “I’m the boss” (Soy el jefe). Él mismo estuvo entrando y saliendo de la cárcel durante 15 años. “Armas, droga, extorsión…”, murmura Ciro con pocas ganas y en napolitano cerrado. Era otra época. Pero hoy los chicos quieren dinero, zapatillas, ropa de marca. “Es culpa mía que ellos creciesen así. Les faltó un padre”. La madre, aparcacoches callejera y empleada del hogar ocasional, no tiene claro qué pasará con Michele cuando salga. “Es joven…, a esa edad tienen la cabeza enferma todavía”, la interrumpe el padre con todo el escepticismo del mundo. Su hijo lo dejó claro en una carta desde la prisión que desveló Robinú, el fabuloso documental sobre los baby boss puesto en pie por la periodista Maddalena Oliva para Rai2. Decía así: “Sé hacer daño a la gente que quiero. Voy a hacerme mi propia paranza[banda], no voy a estar bajo nadie [en referencia a la Camorra]. Porque nadie es superior a mí”. En menos de un año estará fuera.

El clan Mazzarella —“los de siempre”, susurra el padre ajustando la puerta de la calle— vuelve a mandar en el barrio. Los comerciantes pagan religiosamente el pizzo[impuesto de la Camorra], la droga está en manos de una sola familia y ya no se oyen disparos de noche. El monopolio impone la calma. Siempre fue así. Pero la edad a la que reclutan a los chicos suele ser proporcional a la humanidad que se respira en sus calles. “Antes, cuando aquí mandaba la Camorra, los capos no daban trabajo a menores. Les dejaban crecer y luego la elección era suya. Ahora les hacen empezar muy jóvenes, les da igual todo”.



Un grupo de policías conocidos como Los Halcones registra a un sospechoso de tráfico de drogas en Quartieri Spagnoli.


Un grupo de policías conocidos como Los Halcones registra a un sospechoso de tráfico de drogas en Quartieri Spagnoli. PAOLO MANZO



El abandono escolar, la cultura de la violencia y unos barrios convertidos en favelas europeas crearon una bomba que nadie ha conseguido desactivar pese a los esfuerzos de organizaciones como los Maestros de Calle o políticos comprometidos como Alessandra Clemente, cuya madre fue asesinada por la Camorra y que hoy ocupa la concejalía de Trabajo Público y Juventud. “Seguimos de modo particular a los menores de estas familias. Tenemos planes en los barrios, donde se potencia la oferta educativa con escuelas abiertas por la tarde, también para practicar deporte. Cursos de mecánica, cocina… Sobre todo para adolescentes menores que vienen con modelos de referencia adultos equivocados”.

En las zonas degradadas del centro de la ciudad (que no llega al millón de habitantes en su conjunto) hay un nivel de abandono escolar de hasta el 40% (solo superado en enclaves rurales de Cerdeña). En la región, el 22% vive en condiciones de pobreza relativa y 7 chicos de cada 10 no han ido nunca al teatro o han visitado una exposición. La universidad es una quimera y el 31% ni estudia ni trabaja. Los números cobran vida dando una vuelta por un barrio como Sanità (50.000 habitantes), a pocos centenares de metros de Forcella. Solo algunos, como la estrella del trap emergente Niko Depp, rostro tatuado y un largo historial en la calle, disfrutan del salvoconducto social para cruzar una violenta frontera invisible. “No quiero que los chicos piensen que al ser de Sanità no pueden pisar Forcella”, resume mientras exhala el humo de un porrazo de hierba con las azoteas del barrio de fondo. “Es como una película, se lo cuentas a Tarantino y te la hace. ¿Lo entiendes? Estos chicos sueñan poco y viven demasiado la calle”.



Tres chicos, reunidos en el barrio de Forcella en plena noche.


Tres chicos, reunidos en el barrio de Forcella en plena noche. PAOLO MANZO



La plaza de la iglesia de San Vincenzo, a pocos pasos de donde nació y murió el cómico Totó, está acorazada a las once de la noche de un viernes por tres todoterrenos de la policía y dos motos con agentes armados con fusiles. Aquí asesinaron a Genny Cesarano cuando tenía 17 años, recuerda su amigo Salvatore Barbato. La noche del 5 de septiembre de 2015, una banda de jóvenes del clan Lo Russo irrumpió a bordo de varias motos y disparó al azar para marcar el territorio. Buscaban a una banda rival. “Pero le mataron a él”, recuerda su amigo. “Ese año perdimos la esperanza. Mucha gente se marchó del barrio”.

Las cosas mejoraron. Pero hace algunas semanas volvieron las balas y los apuñalamientos. A esta hora solo hay chicos jugando. Un grupo lleva 10 minutos intentando rescatar un balón atrapado en la entrada de la iglesia. Tienen de 12 a 16 años. Otros queman gasolina a golpe de acelerón sin rumbo ni casco. Son chavales. Muchos, como Patrick, que actuó en la película que Roberto Saviano escribió sobre el proceso de la Paranza dei Bambini, ni se acuerdan cuándo dejaron de ir al colegio. Llevan buenos teléfonos móviles y zapatillas caras. Aunque sea para colgarlas en Instagram. Él quiere ser pizzaiolo, dice, mientras Giovanna y Davide, dos de los tutores de calle de la Fundación San Gennaro, bromean con ellos. Son sus ángeles de la guarda. “Hablamos su lenguaje. He estado en su sitio y me respetan. Es la única manera que tenemos de buscarles otra salida”. La policía aquí siempre será el enemigo.

En el cuarto piso de la jefatura de Nápoles, a las nueve de la noche, 13 tipos que parecen sacados de una película de Marvel esperan órdenes en un angosto despacho. Son Los Halcones, la brigada motorizada que patrulla los callejones del centro. Cicatrices, placas de hierro en los huesos, vídeos de motos y combates de MMA (artes marciales mixtas) en el móvil, tatuajes en el brazo. “Esto me lo hizo un camello con la culata de una pistola”, explica uno de ellos mientras se coloca el arma automática detrás del pantalón. Es difícil no perder el rastro de sus BMW GS 750 a través de los estrechos callejones del Quartieri Spagnoli sorteando tendederos, bolardos y escaleras. A cada rugido del motor, la gente se avisa y corre dentro de casa. En cinco minutos no queda nadie. Ellos frenan de golpe. Un camello dobla la esquina y acelera el paso. Le rodean con las motos. Lleva un teléfono irrastreable y billetes de 20 euros. Ha tirado todo antes de que lo registren. Le miran hasta las costuras del calzoncillo. “¿Ves a esos de ahí?”, explica el agente Boccadifuocco mientras baja de la moto. “Son una banda de atracadores de siempre. Entran y salen de la cárcel. ¿Qué podemos hacer nosotros?”.

Nápoles podría ser una de las últimas ciudades del siglo XIX en Europa. Impermeable a procesos de globalización, sigue rituales propios también en lo urbanístico. El centro sigue siendo una periferia urbana y social. Sus viejos habitantes, clases desfavorecidas, no han sido sustituidos por los procesos de gentrificación habituales y una severa exclusión social convive con las hordas de turistas en busca de la trattoria con la mejor pasta con patata y provola. No sucede en ningún lugar del mundo, como recuerda el magistrado Nicola Quatrano en su oficina. Leyenda de los tribunales, pilotó la instrucción del proceso de la Paranza dei Bambini. Colgó la toga harto de la indefensión de los acusados y hoy es abogado. También de camorristas. “Aquí tenemos periferias en pleno centro como Sanità, Forcella, Quartieri Spagnoli. Lo que sucede en París en la banlieue, todo aquello que la gente de bien no ve y que permite que puedan seguir matándose o delinquiendo sin problema, aquí sucede en el corazón de la ciudad. Es la principal diferencia. No crea que el resto es tan distinto”, dice Quatrano mientras desatasca su cigarrillo electrónico.



Un muchacho de Forcella con vínculos con una de las grandes familias camorristas dice haber preferido seguir otro camino alejado de la delincuencia.


Un muchacho de Forcella con vínculos con una de las grandes familias camorristas dice haber preferido seguir otro camino alejado de la delincuencia. PAOLO MANZO



Este intelectual jurídico fue el primero en descifrar los códigos de las nuevas bandas que desataron el caos en la ciudad. Quatrano observó el mundo y dio con una clave inesperada. Barba larga, la seducción del martirio, madres y esposas entregadas a un destino de sufrimiento o viudedad. “No hay tanta diferencia entre este fenómeno occidental de violencia y los yihadistas europeos que se marchan a Siria. La base social es la misma: jóvenes desesperados de las periferias que intentan destacar, ser alguien. Hay diferencias religiosas, pero los símbolos son muy parecidos. Lo que une a los chicos de la Paranza dei Bambini, las bandas sudamericanas y los foreign fighters es la aspiración al martirio. Una muerte cercana que te rescata del anonimato y la miseria imprimiendo tu nombre en una historia de grandeza. Piense en Sibillo, huyó de esa oscuridad y hoy es como san Genaro en los callejones de Nápoles. Tuvo que morir joven, era el único camino. Esa es una característica que se repite en todas las periferias de un mundo que ya no sabe qué hacer con los jóvenes, que los excluye y que preferiría encerrarlos a todos y no volverlos a ver”.

El juicio a la Paranza dei Bambini se saldó con 55 condenas en primera instancia y más de 40 definitivas con un elevado número de delitos por asociación mafiosa, conocido penalmente como 416 BIS. Algunos fueron a la cárcel de menores. La mayoría pasó al presidio de Poggioreale, un viejo complejo construido en 1914 en el centro de la ciudad con un claro problema de superpoblación (alrededor del 40% de los 2.300 presos no debería estar ahí), que acoge en los últimos tiempos a reclusos cada vez más jóvenes. Don Franco, un cura algo chaparro, pelo largo, cigarro toscano medio apagado siempre en la boca y las manos en los bolsillos, es la línea más recta entre la calle y la cárcel. A veces, también su única salida. “Han crecido en realidades difíciles y han visto como modelo de éxito al boss del barrio, al pariente que cuando llegaba a casa traía regalos. El niño crece respirando un modelo de vida determinado. Muchos toman coca, beben; no están lúcidos para entender las cosas. De un árbol podrido no nacerán frutos sanos. Si la sociedad no propone otra cosa, ellos querrán obtener a través de cualquier medio lo que les viene negado”. Así se llenan las cárceles.



Altar en el barrio de Sanità de un chico que fue asesinado por una banda rival cuando tenía 21 años.


Altar en el barrio de Sanità de un chico que fue asesinado por una banda rival cuando tenía 21 años.PAOLO MANZO



En la puerta de Poggioreale, decenas de madres cargan con bolsas de ropa y objetos mientras esperan la visita con sus hijos. Algunas lloran. Otras escuchan música en el móvil. Es el ritual diurno. De noche, algunas se comunican desde fuera con música o incluso con fuegos artificiales que iluminan las viejas galerías de la cárcel, dividida en una veintena de pabellones estancos y ordenados alfabéticamente con nombres de ciudades italianas. El llamado Avellino acoge a todos los afiliados a la Camorra. Aquí los dejan juntos para que no contaminen al resto, explica un funcionario fornido vestido con un mono azul que va abriendo las puertas acorazadas que separan un largo pasillo blanco. En el Florencia están los recién llegados, y el Livorno, donde termina el paseo, encierra a los que ya han cumplido una larga condena. Por aquí pasa la mayoría de miembros de las nuevas bandas. Es la hora de comer y huele a sudor, a sopa aguada y a lejía húmeda.

La cárcel democratiza todo. Pero el éxito también va por barrios en el crimen. Emanuele Arildo, de 31 años, delgado y con un tatuaje del Inter en el brazo, cumple condena por asaltar a unas prost*tutas. Robó, vendió droga y trató de sacar adelante a sus cuatro hijos formando parte de una banda, cuenta en una salita con barrotes de su galería. Salvatore Bonifacio, en cambio, perteneció a otra estirpe. Atlético, de 28 años, media melena recogida en una cola, lleva siete años preso, pero recuerda bien del último día que pisó Traiano, su barrio napolitano. Eran las 4.30, acababa de llegar de fiesta y se había dado una ducha. Se tumbó en la cama boca arriba y empezó a oír el zumbido de los helicópteros en el cielo del barrio. De repente, 200 carabinieri tiraron la puerta al suelo. Le cazaron con 25 kilos de cocaína, pero la operación, en la que cayeron 24 personas —la mayoría de ellos, familiares—, terminó incautándose de varios centenares. Hace siete años que no ve a su padre, los jueces consideran que podrían intentar reorganizarse.

La familia escribe a fuego en esta parte de Nápoles el futuro de cada hijo. Y Salvatore creció en un entorno criminal dedicado a la importación de cocaína a gran escala. Inteligente y muy educado, tantos años preso le han ayudado a estructurar un discurso creíble sobre la reinserción. Se sabrá el día que salga, cuentan los educadores, y vuelva a pisar las calles de su barrio (el 68% de los presos en Italia vuelve a delinquir cuando sale en libertad). “Empecé a ver cosas desde pequeño, me encontré metido de repente en algo mucho más grande que yo. Pero me gustaba, se ganaba mucho dinero. Me parecía justo, vivía en la ilusión de que lo merecía”, recuerda en una sala anexa a su celda. “Al principio empiezas atendiendo las llamadas; luego gestionas envíos, transportas… Poco a poco, vas teniendo una posición y se lo encargas a otros. Cuando crecí empecé a ser yo el que daba las órdenes”.



Un grupo de jóvenes del barrio de Forcella, reunido en la noche napolitana bajo el mural con la imagen de san Gennaro, obra del artista Jorit.


Un grupo de jóvenes del barrio de Forcella, reunido en la noche napolitana bajo el mural con la imagen de san Gennaro, obra del artista Jorit. PAOLO MANZO



Al principio había que viajar a España a tramitar los pedidos de coca, como la mayoría de traficantes italianos, recuerda Salvatore. Luego ya no hizo falta, el negocio volaba. “Cambiaba cada mes de coche, me gastaba hasta 100.000 euros en uno. No era un problema. No le daba valor a nada. Lo vendía, me compraba luego una moto… Las cosas dejan de tener valor. Yo no hice todo esto porque tuviese hambre. ¿Trabajar cuando salga? Será difícil, pero estoy dispuesto a hacer sacrificios. Tienen que ayudar a esos chicos porque no se dan cuenta de nada. Cuando naces en un contexto de este tipo y eres joven es muy complicado abandonarlo”. Más todavía tras una larga pena.

La cárcel es solo una parada más de la condena social. En la calle, la realidad, los datos de abandono escolar y de pobreza siguen siendo exactamente los mismos que cuando comenzó todo. El juez Quatrano se muestra pesimista. “Es una emergencia enorme y completamente infravalorada. Si ponemos el acento en el tema de la seguridad ciudadana, se olvida que no estamos educando a una juventud de la periferia que está convirtiéndose en algo ingobernable, indigerible. Y son muchos. Podemos mirar hacia otro lado, pero antes o después será un problema para todos”. La cárcel sepultará para muchos cualquier anhelo anterior a las armas. Puede que así olvidase Emanuele Sibillo el día que quiso ser periodista. Hace unas semanas detuvieron a 22 miembros de su viejo clan. Pasquale, su hermano, seguía gobernando desde la cárcel. “Si vienes ahora por el barrio, no encontrarás a nadie. Están todos en la jaula”, cuenta uno de sus viejos amigos al teléfono. Habían vuelto a extorsionar a los comerciantes. De la época de Emanuele solo queda el busto de yeso y su capilla en el edificio de la familia. Quizá fueran ya demasiado mayores para las calles del centro de Nápoles.

 
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