La estafadora de las mil caras: acoso, suplantación de identidad, abusos sexuales.

La denunciante de las falsas amenazas tenía protección las 24 horas por riesgo extremo

La joven acusada de presentar varias denuncias falsas contra su exnovio,Julia P. G., de 23 años, llegó a tener protección policial las 24 horas del día en Picassent tras la valoración de riesgo extremo que realizó el sistema de seguimiento integral de casos de violencia de género (VioGén) con los datos que la víctima facilitó a la Guardia Civil.

Tanto ella como Marc J., el joven de 28 años acusado de enviar los mensajes de móvil amenazantes, llevaron durante 10 días sendos dispositivos electrónicos asignados por el Centro de Control de Medidas Telemáticas de Alejamiento (Cometa), un centro que coordina a los órganos judiciales, la fiscalía y las fuerzas de seguridad del Estado para el seguimiento de las órdenes de alejamiento.

El relevo de los guardias civiles que protegían a la supuesta víctima de violencia de género se realizó en la urbanización de Picassent donde reside la joven ahora investigada. También se encontraba en la vivienda Beatriz, que consiguió engañar a la Guardia Civil y la jueza con sus malas artes telemáticas. Como ya informó LAS PROVINCIAS, esta joven se hizo pasar por el exnovio de su amiga y envió mensajes en los que amenazaba de muerte a Julia. «Tic, tac, tu tiempo se acaba, cuando menos te lo esperes estaré ahí para matarte», escribió Beatriz para que su amiga presentara una denuncia contra Marc. La joven utilizó una aplicación de móvil para que los mensajes aparecieran como enviados por el número de teléfono del chico, que fue detenido seis veces.
 
Poco estudio y mucho Instagram

Beatriz M. M., el viernes, a su salida de los juzgados de Picassent. / JUANJO MONZÓ

La acusada de suplantar identidades no acabó Bachillerato pero dominaba internet | La amiga a la que enviaba amenazas como si fuera su exnovio la define como «obsesiva» y se siente «engañada por una gran mentirosa»

En los últimos años ha subsistido residiendo en casas de amigas o en la de una mujer de avanzada edad. Pagando alquiler con lo que ganó con sus trabajos esporádicos en una hamburguesería o en una tetería de Valencia. «Pero actualmente», asegura Julia, «estaba sin empleo».

Según su ya examiga y receptora de los mensajes amenazantes, la conoció en abril del año pasado porque decía ser amiga de un joven 'instagramer' italiano en el que Julia estaba interesada. Es el mismo nombre y rostro virtual que al parecer usó para engatusar a otras jóvenes y llevarlas a la tetería con el supuesto propósito de manosearlas en citas a ciegas, por lo que acabó detenida el año pasado por la Policía Nacional. «Era 'viva la vida', muy poco responsable, pero caía bien a todo el mundo. Aparentaba ser buena chica y muy sociable. Confié en ella».

Beatriz sabe algo de inglés y bastante italiano. Hasta donde Julia conoce «le gustaban los chicos» y decía ser «buena amiga» del atractivo 'instagramer'. La define como «experta» en entresijos de internet y redes sociales.
 
“Me obligó a taparme los ojos, apagó la luz y me empezó a tocar en la cara, luego bajó a los brazos hasta que empezó a meterme mano. Yo le pedía que parara pero no lo hacía. Comenzó a tocarme los órganos genitales”. Es el testimonio de María, (nombre ficticio), una de las denunciantes de Beatriz Marques, una mujer valenciana de 21 años acusada de estafa, acoso, suplantación de identidad, hurto y abuso sexual. María sufrió este episodio en mayo de 2016, cuando tenía 20 años, y lo denunció inmediatamente a la policía. Sin embargo, su denuncia fue archivada por falta de pruebas. Un año después, y tras la investigación policial, las autoridades han encontrado cuatro posibles víctimas más. Todas ellas son mujeres entre los 18 y 20 años.

Según el atestado que impulsó la detención y al que ha tenido acceso esta revista, Beatriz seguía siempre el mismo modus operandi. Creaba perfiles falsos en la red social Instagram “utilizando fotografías de hombres reales de un gran atractivo físico y con un alto nivel adquisitivo”. Luego, según los informes policiales, organizaba encuentros en los que hacía taparse los ojos a las jóvenes con la excusa de que padecía leucemia y se avergonzaba de su aspecto. La policía concluye que la mujer intentaba “tener acercamientos físicos, llegando a tocar a una de ellas el pecho y las nalgas”.

Beatriz Marques está en libertad provisional y a la espera de juicio. El juez ha dictado para ella una orden de alejamiento de 300 metros de sus víctimas y la prohibición de comunicarse con ellas. Silvia (nombre ficticio) fue la última persona que la denunció. Esta joven de 20 años conoció por Instagram a quien ella creía que era un joven arquitecto italiano residente en Valencia, Massimiliano Caprecci, que usaba el diminutivo de Max. En realidad, era Beatriz, que usaba las fotos de un modelo italiano. La confianza entre el falso Max y Silvia llegó a tal punto que decidieron intercambiarse los teléfonos. “Ella llamaba a mi hija y ponía voz de hombre con acento italiano”, explica la madre de la víctima.

Max no fue la única identidad que pudo crear Beatriz. Está acusada de usar otro perfil falso de Instagram bajo el nombre de Aleix Capdevila, un atractivo joven catalán. Una de sus víctimas descubrió que las fotografías eran en realidad de un bloguero, Kevin Gozalbo, con residencia en Sabadell (Barcelona). Tras destaparse el engaño, la víctima contó a la policía que Beatriz comenzó a acosarla “con multitudes de llamadas y mensajes telefónicos” y “hacer pintadas en el telefonillo y el portal” de la joven.

interviu ha contactado con la acusada para que dé su versión. “Es todo mentira”, asegura, y señala que: “¡A mí me gustan los tíos!” Sin embargo, el mismo número telefónico gracias al que esta revista se puso en contacto con ella figura en el atestado como uno de los que usaba para hacerse pasar por Max, el supuesto arquitecto italiano. La joven acusada responsabiliza de sus problemas con la justicia a familiares de sus denunciantes.

Según las jóvenes, Beatriz entraba en escena como la supuesta amiga íntima de los hombres atractivos (inexistentes) y enfermos. “Beatriz, en calidad de amiga íntima de esos chicos conseguía tener un acercamiento con las víctimas (...) haciendo creer su papel de Celestina”.

Además, según la policía, la joven lograba “aprovecharse económicamente (de sus víctimas). Le pagaban comida, ropa, viajes, le daban dinero...”. María, la primera que denuncio a Beatriz, recuerda que estuvo “durante dos meses pagándole el alquiler del piso. Me decía que no tenía a nadie y que Gabrielle me devolvería todo el dinero”.Gabrielle es otra de las identidades masculinas falsas que habría usado la acusada. “Ella es una persona muy envolvente, sobre todo con el tema del cáncer –recuerda María–. Llega un momento que no puedes dejar de hablar con el falso chico por lástima. He llegado a pasar una noche en un hospital de Valencia con Bea. Ella diciéndome que Gabrielle estaba ingresado, a punto de morirse”.

Otra de las denunciantes, Silvia, recuerda que una vez Beatriz le advirtió de que Max (el falso italiano) estaba ingresado muy grave por cáncer en el Hospital La Nueva Fe, por lo que la joven no dudó en acompañarla al hospital. Los trabajadores les confirmaron que no había ningún paciente ingresado con ese nombre. Un detective contratado por su familia descubrió que en la web de la Fundación Josep Carreras contra la leucemia llegó a aparecer un mensaje del supuesto italiano donde narraba su lucha contra la enfermedad.

A partir de ese momento, Silvia trató de cortar su relación con Beatriz. “Entonces empezó la campaña de acoso”, cuenta su madre. Tras la denuncia, la policía registró la casa de Beatriz y encontró dos tarjetas de crédito robadas que había utilizado para comprar cuatro teléfonos móviles en los que se gastó 3.200 euros, según la policía.
La que cuenta esto, o es mentira o tonta, que cita es esa con los ojos tapado, ir a la cama con una persona que no sabes quién es...
 
Bea, la estafadora de las mil caras | La suplantadora de las citas a ciegas ofrece ahora contratos de actor para un anuncio falso

Un día después de ser juzgada por un delito de estafa, la policía abrió otra investigación contra Beatriz M. M., de 23 años, tras hacerse pasar por la responsable de las redes sociales de un club de tenis, falsificar la cuenta de Instagram de esta entidad deportiva, presuntamente, y ofrecer dos contratos de actor a sendos jóvenes para la grabación de un anuncio publicitario.

El nuevo ardid ideado por la presunta estafadora fue descubierto por una de las víctimas del engaño, un universitario de 26 años, cuando el joven contactó con un directivo del club deportivo y este le dijo que Beatriz no trabajaba para el club y desmintió también la grabación del anuncio publicitario.

Tras comprobar que alguien había utilizado una cuenta de Instagram con el nombre, el logotipo y varias fotos del Sporting Club de Tenis para preparar y grabar un anuncio que la entidad deportiva no había encargado, el gerente del club acudió a la comisaría de Exposición para presentar la correspondiente denuncia. La policía inició entonces una investigación y descubrió que Beatriz estaba detrás de otro gran engaño.

La presunta estafadora contactó con una joven madrileña y un universitario valenciano, a través de la red social Instagram, y les ofreció un contrato de actor en el falso anuncio con una remuneración de 1.000 euros para cada uno. También pagó dos billetes de AVE para que la chica se desplazara más rápido desde Madrid a Valencia –tras realizar una transferencia desde la cuenta bancaria de una mujer llamada Rosa María B. P.–, y quedó con los dos jóvenes en la puerta del club de tenis para rodar el anuncio el pasado sábado.





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Así es la cuenta de Instagram del club de tenis que Beatriz M. ha falsificado. / LP
Pero esto es después de la estafa/engaño con la chica y el ex? Que fuerte me parece
 
Suplantadora de Picassent | Bea, la estafadora de las mil caras

Tiene mil caras en las redes sociales y sufre un trastorno disocial de la personalidad que le empuja a cometer estafas, su delito preferido, tras suplantar a jóvenes apuestos. Beatriz M. M., de 23 años, es conocida como la abusadora de los ojos vendados, la estafadora de las citas a ciegas o la suplantadora de Picassent. Su rostro ya es archiconocido tras ser difundido por varios programas de televisión, periódicos y revistas, y quizás por eso se esconde detrás de perfiles falsos en las redes sociales.

La joven simula que es un varón para concertar citas a ciegas con chicas de su edad y abusa de ellas o las convence para que le hagan regalos. Javier Gabrielle Sánchez Butterini, Massimiliano Caprecci y Aleix Capdevila son algunos de los nombres e identidades que utilizó Beatriz, con fotos de jóvenes muy atractivos, para cortejar a chicas de su edad, concertar citas con ellas y manosearlas tras pedirles que se taparan los ojos con un antifaz o una venda. La excusa que esgrimía para que sus víctimas aceptaran los encuentros a ciegas es que se avergonzaba de su aspecto porque padecía leucemia. Todo era falso, desde los nombres hasta sus amistades íntimas con un arquitecto italiano o un bloguero catalán, aunque la grave enfermedad sí la padece un familiar que se ha desvivido por ella.

¿Pero por qué suplanta a jóvenes apuestos? La policía cree que Beatriz lo hace por un doble motivo: quiere abusar sexualmente de sus víctimas y también les pide dinero. La estafadora siempre actúa de la misma forma. Con uno de sus perfiles falsos en Instagram contacta con una chica, entabla amistad con ella y coquetea con mensajes cariñosos hasta conseguir que le facilite su número de móvil. Luego le envía vídeos y fotos, alguna de ellas íntimas, para engatusar a la joven. Algunas veces tarda varias semanas en ganarse la confianza y el afecto de su víctima, pero Beatriz no tiene prisa. Sabe que está sembrando para después recoger.

Y tiene labia. Miente muy bien. Sonríe, imita voces de chico, inventa con gran fantasía y no se separa de su teléfono móvil para responder con rapidez. Improvisa también cuando sus planes fracasan o es detenida por la policía. «Beatriz es casi una estafadora profesional, una experta en redes sociales que falsifica perfiles con perfección y facilidad», afirma uno de los agentes que la detuvo en Valencia.

«Ha engañado a varias chicas en los últimos años con su doble juego, suplantando a un joven atractivo y haciéndose pasar por una amiga del suplantado», añade el policía. De esta forma, Beatriz pudo preparar las citas a ciegas en las que manoseó a sus víctimas. La joven propició los encuentros en una tetería y un centro de estética y luego se ofreció para colocarles el antifaz, según las denuncias investigadas por la policía.

Tras vendarles los ojos, la suplantadora les hacía creer que se marchaba o salía de la habitación, como le había pedido su amigo enfermo de leucemia, para volver segundos después e imitar la misma voz de chico que algunas de las jóvenes engañadas habían escuchado con anterioridad en conversaciones telefónicas.

En el caso de la tetería, Beatriz trabajaba como camarera en el establecimiento y esto facilitó los abusos sexuales, porque citó a su víctima en el local cuando estaba cerrado al público. Y la otra cita a ciegas tuvo lugar en el centro de estética que regenta la madre de la joven engañada, y la estafadora también quedó con su amiga fuera del horario comercial.

Algunas de las víctimas le pagaron el alquiler de su piso y la cuenta del supermercado. Beatriz les dijo que sus padres habían muerto y que necesitaba dinero. Otra mentira. También le regalaron ropa, móviles y una pulsera. «Ponía cara de mojigata cuando pedía las cosas y parecía muy buena chica», explica una de las víctimas que denunció a la estafadora.
 


Marc J. B. no sabía qué hacer, qué más decir, qué más prueba recabar para demostrar que no escribía los mensajes amenazantes que recibía su exnovia Julia P. G. «Tic, tac, tu tiempo se acaba, cuando menos te lo esperes estaré ahí para matarte» y otros terribles textos partían, según las investigaciones, de Beatriz M. M., una amiga de Julia con antecedentes policiales por abuso y estafa. Presuntamente suplantó su identidad y hacía parecer que los SMS llegaban del teléfono móvil de Marc. Eso hizo que acabara seis veces detenido, con órdenes de alejamiento y señalado como maltratador cuando era una víctima.

Pero las tornas han cambiado. Una investigación policial puso el viernes ante la justicia a Beatriz y a Julia. Ambas están investigadas por usurpación de estado civil y denuncia falsa. De ellas le protege una barrera invisible de 200 metros, el alejamiento que les ha impuesto una jueza para que le dejen ya en paz de una vez.

Marc es vecino de Godella, ha cursado Ciencias de la Actividad Física y el Deporte y ejerce como profesor y gestor de escuelas de pádel en centros deportivos de Valencia. Y zanja convencido: «Ni soy un maltratador ni un violador, como estas dos han extendido por todas partes».
 
  • Visto para sentencia el juicio contra la joven que suplanta a chicos en citas a ciegas
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Beatriz, detenida por acosar, amenazar y abusar
 
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La que cuenta esto, o es mentira o tonta, que cita es esa con los ojos tapado, ir a la cama con una persona que no sabes quién es...

Esque es surrealista...


«Cuando vi por debajo del antifaz que eran sus zapatillas, pensé que no salía viva de allí»
La víctima ha relatado cómo le realizó tocamientos en la cita incluso una vez que descubrió que el supuesto italiano era en realidad ella al ver sus zapatillas por debajo del antifaz. "No me atrevía a quitarme la venda, una persona que está tan loca como para suplantar a otra durante tanto tiempo, hacer voz de hombre y hacer todo lo que hizo conmigo es capaz de todo", ha asegurado en el vista oral.

Los hechos se remontan a mayo de 2016. Según explicaron ambas, la víctima conoció a Beatriz en el centro de estética de València regentado por la madre de la denunciante. Poco a poco, la acusada empezó a introducir en sus conversaciones el nombre del supuesto amigo italiano, y la joven aceptó la solicitud de amistad de éste en la red social Facebook. A partir de ahí, y a instancias de la acusada, comenzó esta particular relación con el italiano imaginario. «Ella me decía que yo le gustaba a su amigo un montón».

«He hablado muchas veces por teléfono con esta persona, era una voz grave, como de enfermo», recuerda la víctima, quien lamenta no haberse dado cuenta antes del engaño. «Era todo creíble, decía que en la Fe lo podían tratar mejor, hasta me mandaba vídeos donde se le caía el pelo», añade. «Incluso llegué a pasar noches en el hospital con Beatriz, esperando a que saliera». La víctima explicó que llegó a hablar con «un señor con bata» quien le reconoció que ese joven estaba ingresado allí. «¿Cómo iba a pensar que no era médico?».
 
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"Julia salió en medios de comunicación diciendo que la he cogido del cuello y le he dado un puñetazo. Dice que tiene miedo, me pone una orden de alejamiento y pasa por la puerta de mi casa saludándome"

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