El silencio es oro. Pueblos abandonados.

Avellanosa de Rioja (Burgos)


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Agradecimiento muy cordial para Nati San Martin. A través de sus recuerdos de infancia, sus poemas y la colaboración de datos aportada por su madre (Justa Monja) podemos hacer un fascinante viaje para conocer la historia de Avellanosa de Rioja. Excelente colaboradora.



Esplendido conjunto de arquitectura popular.
Uno de los pueblos mejor conservados arquitectónicamente de la provincia de Burgos. Es un pequeño museo al aire libre con un muestrario extraordinario de viviendas con entramado de madera.

Avellanosa se encuentra en los montes de Ayago en las estribaciones de la sierra de la Demanda por su cara norte. Es uno de los pueblos que forman la comarca llamada la Riojilla burgalesa.

Aunque siempre fue pueblo independiente, al quedarse sin población pasó a ser un barrio de Eterna, que a su vez pertenece al ayuntamiento de Belorado.

Un pueblo aislado (esta en el fondo de un estrecho valle abierto por el río Relachigo), y con malas comunicaciones, en invierno se suele quedar incomunicado frecuentemente con las nevadas y para comunicarse con Eterna tienen que dar un rodeo de casi 30 km. pues el camino natural que los unía se encuentra borrado por la vegetación.

En sus mejores tiempos contó con 40 viviendas, dividido en tres barrios: barrio Encimero, barrio Bajero y barrio de la Fuente. Tenían en la ganadería su mayor fuente de riqueza con abundante ganado vacuno, teniendo la agricultura para trigo y centeno y algo de legumbres además de poseer algunas familias varios colmenares aprovechando el abundante romero y espliego que había por los montes.
La fiesta principal de Avellanosa era la de Gracias. Se hacían en septiembre, duraban tres días (27,28,29) en honor a San Cosme y San Damiá


Había otras fiestas menores durante el año como eran San Esteban, San Marcos, La Trinidad, Santiago y la Virgen de Agosto.
Se llegaban a hacer hasta ocho procesiones durante el año.

Hasta los años 60 había cura residente en el pueblo (don Vicente), cuando este murió a causa de un infarto, ya no hubo más curas viviendo en Avellanosa y a partir de entonces venían desde Redecilla del Camino, para lo cual había que ir a buscarle con un caballo.
De Redecilla también venia el médico, al cual asimismo había que ir a buscarle con un caballo.
Andando venia el cartero desde Fresneda de la Sierra.

Había fragua en el pueblo pero no herrero, por lo que venía Fermin de Fresneda y Pedrin de Castildelgado, con el paso de los años se dejó de usar la fragua e iban a herrar a Castildelgado, en ocasiones a Ezcaray.

A Castildelgado se llevaba a moler el grano.
Para realizar las compras se desplazaban a Ezcaray y a Castildelgado, normalmente se hacían los trayectos en yeguas. Se aprovechaba para traer pescado fresco.

Por Avellanosa venían vendedores ambulantes y componedores, que vendían y arreglaban todo tipo de cacharros para la casa.
De Valgañón venia un señor a comprar lana y cera de abejas.



 
Búbal (Huesca)


Búbal





Búbal es una localidad española perteneciente al municipio de Biescas, en la provincia de Huesca. Forma parte de la comarca del Alto Gállego, en la comunidad autónoma de Aragón. Actualmente se encuentra deshabitada.

Junto con Tramacastilla, Sandiniés, Escarrilla, Piedrafita y Saqués, conformó hasta 1836 el quiñón de La Partacua, uno de los tres territorios históricos en los que se dividía el Valle de Tena.

En este pueblo nació el militar Andrés de Aznar y Aznar en 1723, que llegó a ser Teniente General de los Reales Ejércitos. Abuelo de Eduardo Aznar, marqués de Bérriz.

Búbal se encuentra al borde mismo de la actual carretera C-136, cuyo trazado modifica el del antiguo Camino Real que hasta la construcción del Embalse de Búbal recorría junto al río Gállego todo el valle de norte a sur. El pantano inundó la parte más baja de la población, cuyas casas fueron finalmente demolidas.

La Peña Telera, de la que desciende un profundo bosque conocido como Selva de Búbal, enmarca el paisaje de esta pequeña localidad desde la que se divisan bonitas vistas del pantano y de la Sierra Tendeñera.

La parte alta del pueblo, inicialmente abandonada y expropiada a pesar de no verse afectada por el embalse, pasó a formar parte en 1984 del Programa de Recuperación de Pueblos Abandonados (PRUEPA) en el cual participan el Gobierno de Aragón, el Ministerio de Educación y Ciencia, el Ministerio de Medio Ambiente y el Ministerio de Vivienda. Ya se ha rehabilitado la mayor parte del mismo, incluida su iglesia parroquial de San Martín (siglo XVIII).

El pueblo fue expropiado en su día por la Confederación Hidrográfica del Ebro para la construcción del embalse de Búbal. Gestionado hasta el 5 de marzo de 2010 por el Ministerio de Educación, a consecuencia del Real Decreto 243/2010, de 5 de marzo, por el que el Estado cede a la Comunidad Autonóma de Aragón determinados bienes con objeto de compensar los detrimentos patrimoniales que para Aragón ha supuesto la modificación normativa de ciertos tributos, el pueblo pasa a pertenecer a la Comunidad Autónoma, a falta únicamente de otorgar las actas de transmisión.





 
Boñices (Soria)



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Agradecimiento a los hermanos Sanz Mayor (Jesús, Esther, Ursicinio, Teresa). Magníficos y acogedores informantes. Sus recuerdos puestos al servicio del reportaje en memoria de su pueblo.
Montserrat Mayor Jimeno: mil gracias.



Por encima de los 1000 metros de altitud en plena llanura del Campo de Gómara se encuentra el pueblo de Boñices, antes pedanía de Nomparedes en la actualidad de Tejado. Ubicado sobre un suave montículo, se componía de siete viviendas.
Sus habitantes eran renteros, eran propietarios de las casas pero no de las tierras de cultivo. Estas eran propiedad de una señora de Soria. En los años 40 les compraron las fincas a esta señora y pasaron a ser los propietarios. Se hicieron cuatro partes iguales y tres partes un poco más pequeñas según lo que hubiera pagado cada familia.

Apenas tenían ganadería (solamente algunas vacas) puesto que los terrenos de pasto eran propiedad de Juanito de Castil de Tierra que lo aprovechaba para tener allí sus ovejas.
Por lo que la base de su economía se sustentaba en la agricultura (trigo y cebada) y en la fabricación de yeso aprovechando las canteras que había en la zona.

Varias familias tenían su sustento con la elaboración del yeso. Trabajo muy duro y laborioso que a veces entrañaba serios peligros.

"Mi padre hacía un agujero en la cantera con una barrena, de arriba abajo, lo más profundo posible, metía la mecha y la pólvora, lo encendía y ya se tenía que alejar porque se producía la explosión. Pues ese día no detonó, y entonces al acercarse y manipular el barreno, le explotó estando él allí y se produjo el accidente, salió despedido por el impacto. Quedó mal herido y todo el cuerpo dañado por la explosión. Afortunadamente se recuperó". ESTHER SANZ.

Como el yeso era un material de construcción muy usado en esos años tenía mucha demanda y acudía gente de toda la comarca a comprar dicho material pero anteriormente se llevaba a vender fuera.

"Yo le oí contar a mi padre que cuando era joven y antes de casarse iba con el yeso a los pueblos de la Tierra de Pinares (Covaleda, Navaleno...) y lo cambiaba por madera, tan abundante en esa zona, pero ya después que se casó dejó de salir fuera". URSICINIO SANZ.


Madera de la que carecían en Boñices por no tener arbolado su término por lo que tenían que ir a comprarla a los pueblos cercanos; Alparrache, El Cubo de la Solana, Nomparedes, etc.
Un aporte extra en las cocinas de las casas lo daba la caza; codornices, perdices, conejos y liebres servían para variar la dieta alimenticia.

No había escuela en Boñices por lo que los niños tenían que desplazarse a la de Sauquillo de Boñices salvo excepciones.

"Aunque la mayoría iban a la escuela de Sauquillo mis hermanos y yo íbamos a la de Tejado porque teníamos allí a nuestra abuela lo que nos facilitaba el podernos quedar allí a comer. Nos desplazábamos en bicicleta. Se daba el caso de los niños de una casa que iban a la escuela de Castil de Tierra por el mismo motivo de tener allí familia". TERESA SANZ.

A moler el grano les tocaba desplazarse al molino de El Cubo de la Solana para posteriormente llevarlo a Tejado.
A Tejado les tocaba ir a hacer compras de los productos que no se podían autoabastecer y en ocasiones se desplazaban hasta Gómara los sábados que era el día que había mercado.
Por Boñices aparecían diferentes vendedores ambulantes de Borjabad, Abión, Tejado ofreciendo su mercancía.

Cuando ya se dejó de hacer pan en el horno comunal que había en el pueblo, era Alejandro el panadero de Tejado el que lo llevaba a vender a Boñices.
El cura venía andando desde Nomparedes todos los domingos, don Máximo que era natural de San Leonardo de Yagüe.
El médico venía desde Tejado, lo mismo que el cartero.

Conocieron la luz eléctrica en las casas (sobre 1952 aproximadamente), no así el agua que hasta los años 60 en que construyeron el lavadero y la fuente en el pueblo suponía un calvario puesto que el agua para consumo había que ir a buscarla hasta la Fuentecilla a 2 km. del pueblo. A la misma distancia tenían que ir las mujeres a lavar la ropa al arroyo Valdemoro.

San Benito era el patrón del pueblo al que celebraban fiesta el 21 de marzo. Una misa y procesión por la mañana componían los actos religiosos. El baile se hacía en la plaza junto a la fuente y estaba amenizado por las Maticorenas del pueblo de Gómara (madre y dos hijas con laúd y guitarra). Algunos años se usaba una gramola. Acudía juventud de todos los pueblos cercanos y la plaza se llenaba de gente.
No faltaba tampoco a la cita Macarena la confitera de Gómara que instalaba allí su tenderete.
Ese día era costumbre de matar uno o dos pollos en cada casa para convidar a familiares y allegados.
El primer domingo de octubre se celebraba la otra fiesta de Boñices en honor a la Virgen del Rosario.

Tejado absorbió a gran parte de la población de Boñices cuando la gente empezó a emigrar en busca de una mejor calidad de vida. La producción de yeso dejó de ser rentable y el campo ya no daba trabajo para todos, Los jóvenes fueron buscando el futuro en las ciudades (Soria, Zaragoza) y el cabeza de familia desde Tejado podía seguir yendo a atender las faenas del campo a Boñices.
El pueblo se quedó vacío a mediados de los 60 con la marcha de Ángeles y su hijo Cleofás, los últimos de Boñices.


Más fotos:






Boñices


 
Villaescusa de Palositos (Guadalajara)



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La iglesia de la Asunción, en ruinas; uno de los escasos restos que quedan del antiguo pueblo.



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Villaescusa de Palositos es un pueblo deshabitado de la provincia de Guadalajara (España). Su antiguo término municipal está actualmente integrado en el municipio de Peralveche y buena parte se encuentra en manos privadas.

Villaescusa nunca tuvo ni tiene carretera, por lo que las únicas vías de comunicación son los caminos públicos que la unían con los pueblos de su entorno.


Historia

La historia de Villaescusa comienza con la reconquista a finales del siglo XI. Tras la conquista de Huete, poco después de la de Toledo en 1085por Alfonso VI de Castilla, estas tierras pasan a la Corona de Castilla. Villaescusa es una aldea del común de villa y tierra de Huete, uno de los meridionales más extensos y que llegaba a limitar al sur con el de la actual provincia de Cuenca.

Ya en el Catastro de Ensenada de 1752 se denomina el pueblo como «Villa Escusa de Palos Hitos», y en el Diccionario geográfico de España y sus colonias de Pascual Madoz (1863) aparece como «Villaescusa de Palos Hitos».

Está situada en el Camino de la Lana del Camino de Santiago, entre Salmerón y Viana de Mondéjar.


Monumentos
Iglesia de la Asunción
Declarada Bien de Interés Cultural, con categoría de Monumento, en junio de 2012. Esa declaración únicamente ha servido para acelerar su degradación y ruina por el abandono a que está sometida por los responsables de su conservación. El incumplimiento de la ley es manifiesto en este caso.




Villaescusa de Palositos, interior iglesia románica.


 
Mosarejos (Soria)


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Mosarejos es una pedanía de Recuerda enclavado en un pequeño vallejo. Dividido en dos barrios separados unos 150 metros, entre ambos sumaban unas dieciocho viviendas, algunas de ellas ya caídas pero la mayoría se mantienen en pie.
Pueblo que agoniza como tantos otros de las tierras de El Burgo y de la provincia de Soria en general, situado en un terreno de regular calidad.
Sus habitantes cultivaban trigo, cebada, centeno y poseían rebaños de ovejas principalmente en lo referente a la ganadería.
A moler el grano iban indistintamente a los molinos de pueblos cercanos: Fresno de Caracena, Brias, La Perera, Carrascosa de Abajo...
Celebraba sus fiestas patronales del 20 al 23 de septiembre. El baile se realizaba en la plaza amenizado por músicos que venían de pueblos de alrededor.


Don Luftolde, natural de El Burgo de Osma fue el último párroco que dio misa en Mosarejos. Venía desde Recuerda y llevaba también el pueblo de Galapagares.
El médico llegaba desde Recuerda para visitar a algún enfermo.
El cartero venía desde Galapagares a traer la correspondencia.

Para hacer compras se desplazaban hasta Recuerda o bien alargaban más el viaje yendo hasta Berlanga de Duero o El Burgo de Osma.
A pesar de que disponían de luz eléctrica los vecinos de Mosarejos se fueron marchando en busca de un cambio de vida más prometedor como el que había en las ciudades y se repartieron hacia Madrid y Barcelona en su gran mayoría. Un proyecto frustrado de meter el agua en las casas cuando aún quedaban cinco familias terminó por desanimar a los vecinos y hacia el año 1985 ya se habían cerrado todas las casas excepto una que es la que sigue manteniendo con vida al lugar. La muerte total de momento parece que no peligra para Mosarejos pues los dos hermanos que viven en el pueblo dedicados a las tareas agrícolas están bien asentados en este bonito pueblo de piedra y adobe.




Recorriendo Soria te acerca a esta pedanía perteneciente al municipio de Recuerda, dividida en dos barrios con unas 19 viviendas. Mosarejos se encuentra en un pequeño valle resistiéndose a desaparecer. Al día de hoy este pequeño pueblo sigue habitado por dos hermanos dedicados a las tareas agrícolas.


 
Fuentebella (Soria)




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Recóndito y aislado pueblo de las Tierras Altas sorianas. Oculto entre montes y barrancos, en plena sierra de Alcarama, no tuvo una existencia fácil. Nunca llegó hasta sus muros un camino transitable para vehículos. Padecía unos inviernos muy severos con abundantes nevadas que duraban hasta veinte días en algunas ocasiones. Para combatir el rigor invernal se aprovechaban de las abundantes estepas que había en su término y que servían de combustión en la lumbre que se hacía para calentar las cocinas.

El terreno era áspero y abrupto, poco propicio para la agricultura.
La luz eléctrica fue la única modernidad que apareció por Fuentebella, además de una maquina aventadora en los últimos años de vida del pueblo para hacer un poco más fácil las faenas de la trilla.
Alrededor de cincuenta viviendas se recostaban en una ladera sobre el barranco Portillejo. Había dos hornos en el pueblo, uno era comunal y otro estaba en la casa de la tía Julia y el tío Saturio.
A principios de siglo XX su población sobrepasaba ligeramente los doscientos habitantes y para los años 50 la cifra ya había bajado a ciento diez.

A las gentes de Fuentebella se les conocía tiempos atrás por el apodo de "cabreros", lo que da una idea sobre lo que se sustentaba el medio de vida de sus vecinos. Pero a decir verdad la ganadería estaba muy repartida entre cabras y ovejas e incluso en los últimos años había más número de cabezas ovinas. El mes de diciembre con ocasión de las fiestas navideñas era el más aprovechado para vender los cabritos a los tratantes que venían a por ellos desde San Pedro Manrique y Cornago.

La agricultura quedaba en un segundo plano y se basaba en el cereal (trigo, avena, cebada y centeno).
A moler el grano acudían a los molinos que había en el río Linares entre San Pedro Manrique y Vea.
Algunos vecinos optaban por llevarlo a Cornago y allí lo recogía un señor que lo transportaba en un camión hasta la harinera de Fitero (Navarra) y posteriormente devolverlo ya convertido en harina. Por cada 100 kilos de trigo volvían 80 kilos en harina.
Para ayudar en la economía de la casa muchos hombres se iban a trabajar de pastores a Tudela y a otros pueblos de la Ribera de Navarra durante el invierno.

La repoblación forestal que se dio en la sierra de Alcarama sirvió para que algunos jóvenes del pueblo se emplearan en la plantación de pinos, con lo cual ganaban 60 pesetas diarias.
La abundante caza que se daba en sus montes a base de perdices, codornices, liebres y conejos suponía también un aporte extra para las despensas. Lo que no se consumía se llevaba a vender a San Pedro Manrique y a Cornago.

Santiago era el patrón de Fuentebella al que celebraban fiesta el 25 de julio. Aunque la fiesta grande del pueblo era en septiembre, antes del día 15, una vez que se habían terminado las faenas del campo. Era la fiesta de Acción de Gracias. Si para Santiago era un día, en esta ocasión duraban dos días.
Una ronda mañanera por las calles del pueblo acompañando a los músicos anunciaba el comienzo de las fiestas. En los actos religiosos figuraba la misa y después la procesión donde se sacaba a la virgen del Rosario y durante el recorrido los músicos iban tocando música procesional.

En la comida había costumbre en algunas casas de sacrificar una oveja machorra para degustar con familiares y allegados. Era costumbre que ningún forastero se quedase sin comer o cenar y así eran invitados en alguna casa cuando alguien no tenía donde hacerlo.
El baile se realizaba en la plaza y era amenizado por los Patos (Félix y José Luis, dos hermanos de Cornago que tocaban el violín y la guitarra). Los músicos comían y dormían en casa del alcalde.

Para pagar a los músicos, el primer día lo hacía el ayuntamiento y el segundo día los mozos.
Del vecino Acrijos era prácticamente el único pueblo del que acudía la gente joven a participar de las fiestas, en contadas ocasiones venían algunos de Sarnago.
En estos días no faltaba la bebida típica de la comarca; el zurracapote.
Para el Corpus y la Ascensión también se celebraba fiesta y se hacía procesión con arcos engalanados al paso del santo.

El cura venía desde Sarnago cada quince días a oficiar misa. Un domingo la daba en Sarnago y Vea y al otro en Acrijos y Fuentebella. Venía montado en caballería para la ocasión. Pero si era una misa especial como podía ser en fiestas, bautizo o boda había que ir a buscarle con un macho y volverle a llevar a Sarnago una vez terminado.
Posteriormente fue don Livino que tuvo su residencia en Acrijos el que acudía cada domingo a dar la misa a Fuentebella. En los últimos años venía un cura desde Matasejún (don Alejandro).
El médico venía a caballo desde San Pedro Manrique (don Rafael y don Ignacio son algunos de los que se recuerdan). Aunque si el caso no era muy grave, era el enfermo el que bajaba a San Pedro a consulta. Se les pagaba por el sistema de iguala.
El secretario del ayuntamiento venía desde Sarnago y posteriormente desde Acrijos.
El cartero (Pedro) residía en Acrijos, iba por la mañana a San Pedro Manrique a por la correspondencia y la repartía en su pueblo y en Fuentebella.
El veterinario venía desde Cornago.
El herrero (Julio) lo hacía desde San Pedro Manrique, solía acudir una vez por semana.

Sus dos salidas naturales al exterior eran hacía San Pedro Manrique y a Cornago.
A San Pedro aprovechaban para ir los lunes que era el día de mercado. Gran confluencia de gentes de toda la comarca se daban cita allí. Era un día pleno de ebullición. Se comercializaba con todo. Se aprovechaba para llevar a vender corderos, pollos, lechones, productos de huerta, y asimismo se compraban productos de primera necesidad que no había en el pueblo. Dos horas tardaban en hacer el trayecto hasta San Pedro.
Una hora y medía empleaban en llegar al pueblo riojano de Cornago, solían ir los domingos para realizar compras en los variados comercios que había en aquel pueblo. Se abastecían de aceite para meter la carne en conserva y vino amén de otros productos. Algunos vecinos de Fuentebella preferían desplazarse hasta el pueblo navarro de Fitero para comprar el vino, por ser de mejor calidad. Se desplazaban con el macho, en el cual llevaban los pellejos. Recorrido que tardaban unas seis horas.

En Fuentebella hubo en años dispares algún tipo de comercio para vender productos básicos, lo más elemental. Durante años hubo una pequeña tienda en casa de Alberto y Lucia. Posteriormente el marido de la maestra puso una tienda en la casa del cura y al final fue Evaristo Ortega el que habilitó una cantina.
Por el pueblo aparecían periódicamente vendedores ambulantes como eran "los Motores", dos hermanos de San Pedro Manrique que con un burro iban ofreciendo diversos productos comestibles como sardinas, chicharros o bebidas como era el anís o el coñac.
Desde San Pedro también venía el cacharrero vendiendo cantaros, botijos y ollas.
Desde Igea venía Vicente con una yegua vendiendo diversos productos y de paso compraba quesos que habían elaborado las gentes de Fuentebella.

Entre las costumbres y tradiciones no podía faltar el trasnocho. Hombres y mujeres se reunían al calor de la lumbre en las noches invernales en alguna casa a contar historias pasadas, recuerdos y hechos acontecidos en la comarca.
Cada año una casa estaba obligada a dar comida y alojamiento a los transeúntes o mendigos que les pillara la noche en el pueblo. Se hacía por turno rotatorio establecido por el alcalde.
Se pagaba un impuesto por cada cabeza de ganado que se tuviera, así dos vecinos cada año eran los encargados de hacer revisión del número de animales que tenía cada casa.

En Nochevieja se sorteaba entre los jóvenes las parejas de novios que iban a ser simbólicamente durante un año. Se metían en una bolsa los nombres de todos los varones y hembras que había y se iban sacando por parejas para "ennoviar" a todos. Muchas bromas y chascarrillos se hacían con los resultados que se daban por juntarse mozos y mozas tan dispares y con tan poca similitud en edad, gustos y pareceres. Aunque más de un noviazgo real surgió de estos compromisos en principio ficticios.

Los domingos se hacía baile a nivel local en el salón del ayuntamiento. Algún mozo sabía trastear un poco la guitarra y se apañaba la música.
Todas las calles del pueblo se empedraron en los años 60 siendo alcalde don Emiliano López.
Bernabé Calvo fue el último alcalde que tuvo Fuentebella. Era el encargado de sellar unas cartillas a las que se habían acogido algunos vecinos para poder cobrar la pensión en un futuro.

Una persona para el recuerdo por la importancia que tuvo fue Pascuala Jiménez, hacía las veces de partera y ayudó a venir al mundo a bastantes niños y niñas en Fuentebella. Ese día se mataba una gallina para hacer un rico caldo que tenía que tomar la parturienta para sobrellevar mejor los dolores.

La toponimia era muy rica y variada en la zona. Así nombres como El Calvario, La Solana, El Horcajo, Los Barranquillos, Valdecerezo, La Rempinilla, el Poizo, la Cruz Serrana, Belema o el Corral de la era Alonso entre otros quedaran para siempre en el recuerdo de las gentes que habitaron este lugar.

Si en los años 50 todavía habitaban Fuentebella más de cien personas, a partir de estos años el descenso demográfico ya fue vertiginoso. Los jóvenes se iban yendo en busca de un mejor futuro en otros lugares, el campo ya no daba trabajo para todos, las infraestructuras no llegaban, el aislamiento y las malas comunicaciones seguían vigentes al no haber una carretera o pista en condiciones, había que hacer todo a mano, no se podía trabajar con maquinaria agrícola. Para rematar la situación el Patrimonio Forestal del Estado compró todas las tierras (no las casas) para la repoblación forestal de pinos con lo cual la gente ya no tenía medio de vida al no poder sacar el ganado a pastar. La gente que ya había emigrado lo recibió bien porque conseguían un dinero que les venía bien en la nueva vida, pero los que no habían marchado estuvieron más reticentes y no querían vender por lo que hubo ligeras presiones desde diversos estamentos para que lo hicieran.

El grueso de la emigración de Fuentebella se fue para el pueblo navarro de Tudela, otros se fueron a Calahorra o a Caparroso.
En septiembre de 1970 se acabó para siempre el ciclo de vida humana en Fuentebella después de siglos de vida ininterrumpida. Cerraron a la vez las dos casas que todavía permanecían abiertas; la familia de Áureo Pérez y la de Bernabé Calvo. Ambas se marcharon para Tudela.


Han colaborado:
- Víctor Ortega, residente en Calahorra (La Rioja).
- Enrique López residente en Madrid.
- Santiago Ramos residente en Alcalá de Henares (Madrid).
- Genaro Ortega residente en Tudela (Navarra).


A todos ellos muchísimas gracias por haber aportado su granito de arena para sacar a Fuentebella del olvido.






A principios del siglo XX Fuentebella contaba con mas de 200 vecinos, que poco a poco se fueron marchando. Éste pueblo se encuentra en la zona de tierras altas de Soria en plena sierra de Alcarama.


 
Turruncún (La Rioja)


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Turruncún es una aldea en ruinas que en 1975 fue anexionada al municipio de Arnedo, en la Rioja Baja (España). Está en la sierra de Préjano, entre Arnedo, a 9 km, y Cornago, a 11 km.

A principios del siglo XX contaba con más de 300 habitantes. En 1965 se construyó su último "edificio", las escuelas del pueblo que nunca llegaron a estrenarse como tal.

En la actualidad se encuentra derruido con algunas construcciones en pie como la iglesia y el anterior colegio mencionado. En la parte trasera del pueblo hay un área recreativa con unas buenas vistas y barbacoas. Como dato curioso, dentro de la iglesia, que aún se mantiene en pie, podemos ver restos óseos que hay quien determina que son humanos. El suelo de la misma está movido como si alguien hubiese extraído algo de su interior, y probablemente sí sean restos humanos. Subiendo por la pista forestal y fijándonos mucho hacia el lado derecho podemos observar el cementerio con una tapia semiderruida donde aún yacen algunas lápidas de gentes que vivieron en Turruncún en una mejor época.

Se llega por la carretera que une Arnedo con Cervera del Río Alhama (LR-123), a unos 58 km de Logroño. Se encuentra en el camino de la "Ruta de los dinosaurios". El acceso es fácil, ya que está a pie de carretera, y se llega subiendo por una pista forestal que sale hacia el este.

Actualmente el municipio se encuentra despoblado ya que no hay electricidad ni agua. Anteriormente vivían 3 personas: un anciano de más de 80 años, un pastor que guarda sus ovejas en la misma sierra y un joven con ideales hippies que intentó fundar una comunaque nunca llegó a tener éxito.
En la tabla se muestran los datos de los censos del antiguo municipio de Turruncún, que se anexionó al municipio de Arnedo en 1975 al quedar
prácticamente deshabitado.




Turruncun, Pueblos abandonados de La Rioja


La Rioja Enamora, En las laderas de la sierra de Préjano, a 9 Km. de Arnedo, y a unos 11 Km.de Cornago, se encuentran las ruinas abandonadas de lo que fuera la aldea de Turruncún. Se llega por la carretera de Arnedo con Cervera del Río Alhama (LR-123), a 58 Km de Logroño en el camino de las huellas de los dinosaurios. Su acceso esta a pie de carretera entrando por una pista forestal. El Mirador de Clavijo



 
Ruesta (Huesca)



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Ruesta es una localidad de la provincia de Zaragoza, en la comunidad autónoma de Aragón (España), hoy perteneciente a los términos municipales de Sigüés y Urriés, en la comarca de la Jacetania y el partido judicial de Ejea de los Caballeros.

Está a orillas del río Aragón y de su afluente el río Regal así como por el Barranco de Chesa, junto al embalse de Yesa, un pantano que inunda en parte su término, siendo además la causa de su actual despoblación, ya que campos de cultivo y casas fueron expropiados para su construcción en los años 1960. Muchos de sus vecinos marcharon a los nuevos núcleos de repoblación en las zonas de regadío del Canal de Bardenas, como Bardena, Santa Anastasia, Pinsoro y otros; otros vecinos marcharon a otros lugares. Parte de su antiguo término pasó a manos de Sigüés, en la Jacetania, aunque el lugar de Ruesta quedó en Urriés.

La Confederación Hidrográfica del Ebro cedió el uso de Ruesta legalmente al sindicato Confederación General del Trabajo de Aragón, dentro de un plan de recuperación de despoblados ocasionados por los embalses. La CGT, junto al Colegio Oficial de Arquitectos de Aragón, ha efectuado algunas labores de reconstrucción de varios edificios como casa Valentín y casa Alifonso que, en la actualidad, están destinados a albergue y casa de cultura para conferencias, biblioteca y camping.

Patrimonio arquitectónico

Castillo de Ruesta


El Castillo de Ruesta es una edificación del siglo XI, que fue concebida como uno de los cuatro enclaves defensivos de Aragón, España. Está ubicada en el despoblado de Ruesta, en el municipio de Sigüés en la provincia de Zaragoza.

Historia
Con la expansión territorial hacia oriente de los reyes de Navarra desde el año 850 y para poder defender el territorio que habían dominado, decidieron construir un castillo en esa posición estratégica. Ya entre 905 y 925 apareció como sede de tenencia real, en la defensa de las zonas de Yesa y Arrés.

Entre 996 y 999 el castillo fue destruido por Almanzor en su campaña por la reconquista de territorios. Almanzor realizó su última incursión en las fronteras orientales en 999 donde, tras pasar por Pamplona, se dirigió al este y arrasó Manresa y el Pla de Bages.
En abril había atacado el condado de Pallars, regido por el hermano de la viuda del conde castellano García Sánchez.

Se estima que pudo ser el intento del rey navarro y de los condes catalanes de dejar de pagar tributo a Córdoba, aprovechando que Almanzor se hallaba enfrascado en el aplastamiento de Ziri ibn Atiyya, lo que desencadenó los ataques contra esta región.

Posteriormente, entre los años 1016 y 1018, Sancho Garcés III de Pamplona reconstruyó el Castillo y, a su muerte, fue concedido a su sucesor en el trono navarro. En 1056 el rey de Navarra, Sancho Garcés IV de Pamplona, concedió a su tío Ramiro I de Aragón, la ciudad de Ruesta. En 1294, aparece la comunidad hebrea custodiando y administrando el castillo y el horno. En 1381 el rey Pedro IV de Aragón vendió a Pedro Jordán de Urriés, señor de Ayerbe y de Sigüés, los castillos y lugares de Ruesta, Artieda, Pintano y Osia. La venta de los lugares y castillos de Ruesta fue revocada temporalmente en 1385.




El pueblo abandonado de Ruesta (Zaragoza)


Ruesta se encuentra en la provincia de Zaragoza, a caballo de las comarcas de las Cinco Villas y la Jacetania, corredor natural por el que discurre el río Aragón y el Camino de Santiago en la variante llamada camino francés. En 1962, el Camino de Santiago se declara Conjunto Histórico Artístico, incluyendo «los lugares, edificios y parajes conocidos, como los que se determinasen en el futuro». En diciembre de 1993, la UNESCO inscribe el Camino de Santiago en la lista de Bienes Culturales de Interés Mundial y, por tanto, Patrimonio de la Humanidad. Esta inscripción conlleva la protección del propio camino físico, además de los elementos considerados Bienes de Interés Cultural, como las aldeas, villas y ciudades por las que atraviesa, y del paisaje.

La historia reciente de Ruesta está unida a la construcción del embalse de Yesa y la posterior inundación de la mayor parte de los terrenos de huerta, que supuso también el desmantelamiento de la red urbana y el despoblamiento masivo. Desaparecieron Ruesta en 1965 (368 habitantes), Esco en 1966 (253 habitantes) y Tiermas en 1962 (756 habitantes). La red viaria fue modificada, y se materializó la ruptura de la posibilidad de una gestión integrada del territorio, con unas unidades ambientales y agrícolas variadas y complementarias; los cultivos de huerta en el fondo del valle eran claves para este equilibrio.



 
Escó (Zaragoza)


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Agradecimiento extraordinario para José Luis Clemente, fundador de la Asociación pro reconstrucción de Esco, por su colaboración incondicional en la elaboración de este reportaje.


El tercero de los pueblos sacrificado por la construcción del pantano de Yesa fue el precioso pueblo de Esco (los otros dos son Tiermas y Ruesta), era el más pequeño de los tres, pero fue el único que nunca ha llegado a quedarse completamente despoblado. De una casa siempre ha salido humo por la chimenea en los fríos días de invierno, para enseñar a todos los que pasan a toda prisa por la carretera, que Esco aunque ha estado agonizando durante muchos años, no ha llegado a morir nunca, por lo menos en lo que se refiere a presencia humana.
Se presenta este pueblo de Esco en forma de media luna apoyado en un cerro denominado el Calvario. Formado por dos barrios (Alto y Bajo), se distribuyen sus 60 casas en tres calles (Baja, Media y Alta).

Buenas tierras de cultivo tuvieron a la vera del río Aragón (donde hoy se encuentran las aguas del embalse), dedicadas a cosechas de regadío como eran alubias, patatas, berzas, acelgas, tomates, etc. quedando las tierras más alejadas del río para el cultivo de secano (cebada, trigo y avena principalmente), mientras que los montes situados por encima del pueblo eran para el pastoreo de las ovejas, cabras y vacas.

Era un pueblo que gozaba de autosuficiencia, debido a los buenos productos que arrancaban a la tierra y a la calidad de la carne que criaban, donde no faltaba el cerdo, conejos, pollos y palomas, se consumía también carne de cordero, que vendían las gentes que tenían ovejas y en menor medida carne de ternera que era más difícil de conseguir. Había una casa donde vendían pescado (casa Pellón) y otra donde estaba la tienda del pueblo (casa Tiopedro) y se podía adquirir un poco de todo en general, incluso hacían pan los de esta casa para la venta, cuando la gente dejó de hacer su propio pan en los hornos que había en cada casa.

A partir de los años 50, debido a la buena comunicación de autobuses que había en la carretera, acudían a Sangüesa a realizar las compras gordas y a proveerse de plantas para los huertos.
Además tenían dos bares, aunque en tiempos anteriores llegó a haber hasta cuatro.

Contaron con luz eléctrica en las casas desde antes de la guerra, proveniente de una pequeña central que había en Tiermas. A principio de los años 50 hubo una riada que se llevó la central por delante y tuvieron que volver a la luz de los carburos, hasta que sobre el año 57 se hizo un transformador para traer la luz desde Jaca.
No fue el mismo caso para el agua. Hubo un proyecto de llevar el agua hasta la entrada del pueblo, pero como quiera que el pueblo estaba sentenciado no se llevo adelante. El agua se traía en cántaros transportados en onganetas (cestos de mimbre), bien fuera en caballos o en burros. En las casas había tinajas de barro de unos ciento cincuenta litros y allí se almacenaba.

En cuanto a los servicios básicos se refiere, hubo cura residente en Esco hasta el año 1950, a partir de entonces fue el de Sigüés el que venía a oficiar los oficios religiosos. También hubo siempre maestro y maestra residiendo en el pueblo, a partir del año 63 cuando ya había pocos niños en edad escolar, la escuela se hizo mixta y solo había maestra.
El cartero también residía en el pueblo, lo mismo que el herrero.
El médico venia desde Tiermas, lo mismo que el veterinario, en los últimos años ya el primero venia de Sigüés mientras que el segundo lo hacía desde Salvatierra de Esca.

Las fiestas patronales se celebraban el día de San Miguel (29 de septiembre), pero como era época de mucho trabajo con el ganado se cambiaron de fecha a principios del siglo XX, pasando a ser el día 30 de noviembre, para San Andrés.
Fiestas muy animadas, donde no faltaba el baile que se hacía en un salón de Casa Marcelo, amenizado bien por músicos del pueblo o bien por orquestas provenientes de otros pueblos, como eran los músicos de Lumbier.
No faltaban tampoco las rondas, donde los mozos tocando la guitarra y la bandurria cantaban jotas a las puertas de las casas y recogían viandas que les ofrecían (huevos, tocino, longaniza, etc.) con lo que realizaban una cena. Las mozas hacían chocolate para merendar y los más trasnochadores solían juntarse de madrugada, ya acabado el baile, a comer unas migas hechas en el momento.

Cada 8 de septiembre, día de la Natividad de la Virgen, había costumbre de realizar una procesión a la ermita de la Virgen de las Viñas, distante unos 800 metros del pueblo, procesión que se repetía el último día de la Ascensión.
Los entretenimientos eran los propios de esa época, en los pocos ratos libres que había, los hombres iban a echar un trago de vino y jugar a las cartas en los bares, los mozos y mozas organizaban baile los domingos, se recurría a Judas (Matías Figoli) que tocaba la bandurria y a Rebolé que tocaba el violín, junto con algún mozo que trasteaba un poco la guitarra y ya tenían la orquesta. Cada mozo aportaba lo que podía y con eso pagaban a los músicos y hacían una merienda.

A pesar de la apacible vida del pueblo, la espada de Damocles ya pendía sobre Esco, puesto que desde 1930 ya estaba en marcha el proyecto de realizar el pantano, se les advirtió a los vecinos que no realizaran mejoras en las viviendas que no se las iban a pagar. A primeros de los años 50 se expropiaron las tierras más fértiles, que estaban junto al río, con lo que quitaron a las gentes su principal medio de sustento. En la ley de expropiación forzosa de 1953, incluyeron una cláusula en la que permitían que los expropiados pudieran pedir que se les expropiara otros bienes para sacar algún dinero y poder empezar de nuevo en otro lugar, puesto que las tierras inundadas no se pagaron a precio de oro, con lo cual no solo se quedaban sin su medio de vida de siempre sino que además no conseguían suficiente dinero para empezar una nueva vida en otro lugar. Se les animó a que el ayuntamiento pidiera la expropiación del pueblo, diciendo que si alguno quería volver podía hacerlo cuando quisiera, pero la realidad fue otra.


"Ya en 1978 solicitamos la reversión de la casa con mi abuelo y la respuesta fue el NO rotundo porque dicen que la expropiación fue voluntaria. Con posterioridad en 1998 inicié un contencioso contra la CHE y en 2006 el Tribunal Superior de Justicia de Aragón me dio respuesta negativa y por consejo del abogado no recurrí al Tribunal Supremo (si me hubiera tocado la lotería, de verdad que aún estaría pleiteando).
De siempre nos han indicado la prohibición de entrar en las casas y de ahí la frustración de no haber podido hacer nada legal para mantenerlas".
JOSÉ LUIS CLEMENTE.


Una decisión traumática para los pelaos (apodo con el que se conocía a los habitantes de Esco), el tener que dejar atrás toda una vida y unas raíces que se quedarían para siempre enterradas con la marcha de los vecinos.


"Yo muchas veces le comentaba a mi padre el porqué de no haber plantado cara. Las respuestas estaban claras: Eran otros tiempos, si se hubieran opuesto habrían mandado a la guardia civil a desalojarlos, simplemente hicieron lo que les aconsejaron, además les inculcaron que tenían que salir del pueblo para darles una vida mejor a sus hijos, en lo tocante a este tema ¿qué padre no se sacrifica por sus hijos? Así que la inmensa mayoría hizo lo que les dijeron, obrando de buena fe, y optaron por la salida, la gente fue marchando escalonadamente en cuanto pudieron hacerse con otra propiedad, puesto que les habían animado a salir diciéndoles que si alguno se arrepentía podía volver cuando quisieran, cosa que los posteriores dirigentes de la CHE no tuvieron en cuenta".
JOSÉ LUIS CLEMENTE.



A mediados de los años 60 había mermado mucho la población, pero aún en 1965 hubo un nacimiento en Esco, como fue el de Marisa Sánchez de Casa Cantón, la cual fue la última nacida en el pueblo.
También en el año 1965 hubo un hecho anecdótico, como fue el del primer coche que hubo en Esco, un Seat 850 propiedad de Mario Sánchez y María Momó de Casa Tiopedro.

Así las cosas, siguió viviendo gente en Esco hasta la década de los 70, los pelaos marcharon en su mayoría a Pamplona y Zaragoza, algunas familias a San Sebastián, y alguna otra a Barbastro, Reus y Madrid.
Solamente Félix Guallar con su familia optaron por quedarse en el pueblo. Como tenían ovejas que era su medio de vida no quisieron marchar, Félix era originario de Casa Buyero pero al quedarse solos en el pueblo optaron por trasladarse a vivir a Casa Guallar, que reunía mejores condiciones. Félix falleció en 2010 pero tres de sus hijos (Félix, Baltasar y Evaristo) han continuado con el ganado y siguen dando presencia humana diariamente por las calles de Esco.

Los antiguos vecinos y sus descendientes solicitaron en algunos casos la reversión de las casas, a lo que no se les ha hecho ningún caso, lo que unido al deterioro acelerado que estaban llevando las casas y el patrimonio del pueblo, hizo que se organizaran y en 1999 crearon la Asociación pro reconstrucción de Esco, consiguiendo rehabilitar la ermita de la Virgen de las Viñas que se encontraba en ruinas, así como el cementerio y velar por los intereses del pueblo, como pudiera ser una recuperación y reconstrucción de los edificios, además de rescatar e impulsar las costumbres y tradiciones que había en el pueblo.

Para todo ello han creado una página web con toda la historia del pueblo, un blog, unos cuadernos con toda la toponimia de Esco y publican periódicamente el Heraldo de Esco (muy interesante esta publicación) donde dan cuenta de todas las actividades de la asociación, retazos de la historia del pueblo y todo tipo de noticias que están relacionadas con el pueblo.
Los escotanos que se fueron y sus descendientes se reúnen cada año el día 1 de mayo, donde celebran un día de confraternización, hacen una misa en la ermita, una comida campestre y otras actividades culturales y de entretenimiento, todo ello para que no se pierda la memoria y las raíces de Esco.






El pueblo abandonado de Esco, Zaragoza

Un pueblo abandonado hace más de 50 años: escenario post-guerra nuclear, pruebas biológicas, fin del mundo... Nada de eso, la naturaleza reclamando lo que es suyo.

 
Aldealcardo (Soria)


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Conocido popularmente como La Aldea se sitúa el despoblado de Aldealcardo en un suave promontorio a la vera de la sierra del Hayedo en la comarca de Tierras Altas.

Llegó a contar con una veintena de casas que padecían unos inviernos muy rigurosos y crudos, con nevadas que alcanzaban el metro y medio de altura.
Cultivaban trigo, avena, cebada, centeno y patatas principalmente.
El grano lo llevaban a moler en carro al molino de Villar del Río.
El pueblo como todos los de la comarca tuvo mucho auge en la ganadería en siglos pasados, donde destacaba el papel primordial de la oveja y en menor número las cabras. Sus gentes saben mucho de la trashumancia que se realizaba en los meses de invierno llevando el ganado a Extremadura andando, para lo cual empleaban un mes para llegar al destino (casi 500 km). En los últimos años de vida del pueblo el transporte se hacía en ferrocarril. La venta de la lana y de los corderos era el beneficio que obtenían.

Celebraban sus fiestas patronales el 10 y 11 de septiembre en honor a la Virgen de la Piedad.
Se sacaba a la virgen en procesión hasta la cercana ermita de San Roque.
Era típico esos días matar alguna gallina, conejo o cordero para preparar las comidas con que se se agasajaba a familiares y allegados venidos de fuera.
De Yanguas, Villar del Río, La Cuesta, San Pedro Manrique, Villaseca Somera y Villaseca Bajera acostumbraban a venir a participar de la fiesta, llegaban cada uno como podía: andando, bicicleta, motocicleta o a caballo. La gente pernoctaba en las casas de familiares o en algún pajar que les prestaban los vecinos.

El baile se hacía en la plaza, unas veces eran músicos de Yanguas y otras de San Pedro Manrique los que amenizaban el baile.
Muy celebrada también era la fiesta de la matanza que se hacía en noviembre para San Clemente. En esa labor no faltaba las buenas artes del matarife: Raimundo Pérez. Esos días eran de mucha actividad y alegría por lo que suponía el sacrificio del animal para el sustento de la casa durante el año. Se mataban conejos o corderos para celebrar el festejo entre todos los que habían participado.

El cura subía montado en un burro los domingos por la mañana desde Villar del Rio a oficiar la misa. Don Ángel era el que lo hacía a mediados de los 50.
De Villar del Río también venía don Diego, el médico, solía hacer el trayecto andando, aunque ya en los últimos años se desplazaba en moto.
Leandro era el cartero que traía la correspondencia hasta Aldealcardo, venía andando desde La Cuesta.

Muy frecuentes eran las visitas a San Pedro Manrique los lunes que era día de mercado, con una gran afluencia de gentes de toda la comarca. Iban una o dos personas de cada casa. Se desplazaban a caballo o andando, se tardaba unas dos horas aproximadamente. Se llevaba a vender algún cordero y aprovechaban para abastecerse de los productos necesarios que cargaban en las caballerías.

A Villar del Río se desplazaban a suministrarse de alimentos que no se producían en la aldea como podía ser pescado, sal, azúcar, aceite, chocolate, etc, además de conseguir agujas, hilo y otros útiles de costura para confeccionar a mano ropas de vestir.
Algún vendedor ambulante aparecía por el pueblo proveniente de San Pedro Manrique con productos transportados en serones en el caballo. Venían una o dos veces por semana.
En los últimos años de vida del pueblo llegó a haber una tienda situada en el edificio del ayuntamiento. La puso José María de San Pedro Manrique, se abría un día a la semana.

Llegaron a contar con luz eléctrica en el pueblo. Pero aún así la suerte de Aldealcardo estaba echada.
La falta de expectativas en el trabajo agrícola, así como el auge industrial que se estaba dando en las principales ciudades, fue un aliciente que animó primeramente a los más jóvenes a emigrar en busca de una mejora en la calidad de vida consiguiendo trabajo en diversos oficios, esto supuso un efecto dominó en el que unas personas iban atrayendo a otras hacía las grandes urbes.
Estos jóvenes una vez bien afincados en las ciudades volvían a Aldealcardo de vacaciones y terminaron por llevarse a sus padres con ellos que en un principio estaban más remisos a marchar por tener más arraigo a la tierra.
Hacia Soria, Logroño, Bilbao, Barcelona y Zaragoza emigraron las gentes de La Aldea.

Al final solo quedaron tres casas abiertas:
José Mazo y su esposa Josefa.
Raimundo Pérez y su esposa María Calleja.
Ciriaco Mazo y su esposa Guadalupe Giménez.
Estas dos últimas familias se marcharon unos meses antes y lo hicieron a Bilbao.
José Mazo y su esposa Josefa fueron los últimos de Aldealcardo.

Se marcharon a Soria. Con su marcha se puso punto final al ciclo de vida en el pueblo. Este hecho aconteció en octubre de 1972.
A partir de aquí olvido, soledad, silencio y expolio. Un expolio bestial y vergonzoso.

En buen número fue efectuado por gentes de pueblos cercanos para utilizar como material de construcción en nuevas edificaciones o bien para sustituir partes de fachadas que estuvieran en mal estado. Las tejas fueron primero y luego piedras, puertas, ventanas y todo lo que pudiera ser de utilidad. Los anticuarios también hicieron su agosto con cerraduras, clavos, herrajes, muebles, utensilios, aperos e incluso las campanas de la iglesia no se libraron de estos rapiñadores.


Agradecimiento por su valiosa colaboración a José Antonio Pérez Mazo y a sus padres José Pérez y Rosario Mazo. Todos ellos nacidos en Aldealcardo. Recuerdos de niñez de uno y de nostalgia y añoranza de otros.





Aldealcardo Soria - Pueblos abandonados

Ruinas del pueblo de Aldealcardo Soria , situado en la carretera de San pedro de Manrique a Yanguas, Uno de los muchos Pueblos Abandonados en zonas rurales, un producto y un proceso obligado de reforestación de El Icona en España. Acceso: Por carretera, desde San Pedro Manrique dirección Yanguas despues de Taniñe y La Cuesta.




 
San Vicente de Munilla (La Rioja)



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Rondando los 1.000 metros de altitud se encuentra el hermosísimo pueblo de San Vicente de Munilla.
Perteneciente al municipio de Munilla, se sitúa sobre un elevado promontorio flanqueado por dos barrancos: La Cárcara y Fuentemarin.
Inviernos largos y fríos padecían en esta abrupta población que nunca conoció más que caminos de caballería para llegar hasta sus muros.


"Había abundante leña en el monte para calentar las casas. La mayoría tenían lumbrero en la cocina donde se hacía la lumbre. Algunas viviendas tenían cocina económica.
En los días más crudos caían unas nevadas tremendas que apenas podías salir de casa. Los padres tenían que abrir camino en la calle para que pudiéramos ir a la escuela. Había que tener muchas provisiones de Paj* y alfalfa para los animales y así se les alimentaba sin salir de las cuadras".

NIEVES MARTÍNEZ.



Las casas estaban orientadas unas hacía el este y otras hacía el sol de mediodía para combatir el cierzo del Norte y el viento de Poniente que llegaba de Nido Cuervo.
San Vicente estaba conformado por algo más de cincuenta viviendas, contando con un número aproximado de trescientos habitantes a principios de siglo XX.
Tierras ásperas y duras para la agricultura, su producción se basaba en el trigo, con la cebada en menor medida.
Bajaban a moler el grano a la fábrica de harinas de Enciso.

Más importancia tenía la ganadería como es preceptivo en las zonas de alta montaña.
Las ovejas y las cabras eran la base sobre la que se sustentaba la ganadería. Contaban con el inconveniente de tener en algunos casos los corrales y majadas a bastante distancia del pueblo, en ocasiones hasta una hora de camino, problema que se acrecentaba en invierno con las nevadas y el mal estado de los caminos.

Valeriano de San Pedro Manrique fue durante muchos años el cabrero del pueblo y dejó un grato recuerdo en la memoria de las gentes de San Vicente.
Los carniceros de Munilla subían periódicamente a San Vicente a abastecerse de corderos y cabritos.
Pero el gran aporte extra a la economía de las casas llegaba por medio de los jornales que ganaban hombres y mujeres en las fabricas textiles y de calzado que había en Munilla.


"Cuando yo iba a trabajar a las fábricas de Munilla bajábamos unas ocho o diez personas. Los caminos estaban mejor cuidados que ahora y no se tardaba tanto en bajar. Llevábamos la comida de casa y comiamos en la fábrica o en una era si hacía buen tiempo. Por la tarde vuelta para San Vicente".


NIEVES MARTÍNEZ.


Algunos hombres también tenían buen trabajo en la construcción y eran muy reclamados desde Munilla.
En los años cincuenta algunos jóvenes sanvicenteños iban a trabajar a la inacabada carretera que habría de comunicar Munilla con Robres del Castillo. Ganaban 18 pesetas al día a costa de un duro trabajo y de realizar un considerable trayecto monte a través desde su pueblo hasta el tajo (por el lado de Robres). La desaparición de las fábricas textiles de Munilla provocó la falta de interés en continuar con el trazado de la carretera que hubiera acortado mucho las distancias con Logroño.

Desde 1924 contaron con luz eléctrica en el pueblo proveniente del molino Gil de Las Ruedas de Enciso. Solo hasta el año 41 contaron con este gran adelanto de la electricidad. En ese año unos fuertes vientos huracanados causó graves destrozos en el pueblo, entre ellos toda la instalación eléctrica, por lo que las gentes hubieron de volver a las velas y los candiles de aceite o carburo.

Quince años estuvieron sin esta modernidad que hacía un poco más confortable la vida en San Vicente, hasta el año 56 cuando por segunda vez llegó suministro eléctrico al pueblo. La empresa suministradora fue la Hidroeléctrica del Moncayo y llevó la luz desde Munilla.
Pero en el año 68 hubo un nuevo corte de suministro y esta vez definitivo. En ese año había mermado muchísimo la población, apenas quedaban unos pocos vecinos, por lo que la empresa suministradora no consideraba rentable el mantenimiento. Por segunda vez tuvieron que emplear los candiles para poder alumbrarse. La suerte ya estaba echada y en poco más de tres años ya no iba a hacer falta ningún tipo de aparato de iluminación.

"Cuando no había luz, utilizábamos los candiles de carburo en las cuadras, en la cocina el candil de aceite y en las habitaciones una palmatoria con una vela. También disponíamos de faroles que eran muy prácticos si había que salir a la calle de noche por algún motivo. Y la plancha de hierro de modelo chimenea era la que se usaba.
Cuando pusieron la luz eléctrica fue un gran cambio para el pueblo. Era un gran avance. Recuerdo esos días a trabajadores de la compañía haciendo las instalaciones en las calles y en las casas. Cuando estuvo todo listo fue como dar un salto en el tiempo. Luz en las viviendas, plancha eléctrica y alumbrado público en las calles. El primer día como era una novedad nos encantaba darle a la llave para ver como se encendían las bombillas".

NIEVES MARTÍNEZ.


Hasta 1932 tuvieron cura residente en el pueblo en la persona de don Enrique, natural de Arnedillo, vivió en la casa rectoral en compañía de su madre y una hermana.
Desde ese año los sucesivos sacerdotes subían a oficiar los actos religiosos desde Munilla. Don Eladio, don Sergio y don Germán fueron algunos de los que les toco realizar tal cometido en años subsiguientes.
El médico venía desde Munilla cuando algún enfermo lo necesitaba. Don Isidro y don Fernando son algunos de los que se recuerda. Don Antonio, el practicante también subía desde el mismo pueblo.
José Gil era el cartero. Bajaba por las mañanas hasta Munilla donde trabajaba en la fábrica de calzado Subiran y cuando subía a San Vicente repartía la correspondencia.

Para realizar compras se desplazaban a Munilla donde previamente llevaban excedentes agrícolas y animales de granja para su venta debido al gran volumen de población que había en aquel pueblo por el auge de las fábricas.
Para abastecerse de vino se desplazaban con caballerías hasta el pueblo de Herce. Tres horas de ida y otras tantas de vuelta.
Periódicamente subían vendedores ambulantes desde Munilla para abastecer a los sanvicenteños de productos de primera necesidad que no hubiera en el pueblo.

" Por aquí subía Julián el de la Caminera, le decíamos así porque era como se llamaba la tienda que tenía en Munilla. Cuando llegaba al pueblo ya le oíamos vocear: Ha subido Julián el de la Caminera y las mujeres salían a comprar lo que necesitaran. Venía con una caballería. Con caballerías subían también los Quintos desde Munilla vendiendo telas. Montaban la tienda en el salón de baile. Y también subía Patricio vendiendo pescado.
Si alguna cosa se acababa y no subían vendedores se prestaban entre las vecinas".

NIEVES MARTÍNEZ.


El patrón del pueblo era San Vicente mártir al cual celebraban fiestas el 22 de enero.
La víspera se hacía una gran hoguera en la calle de la iglesia con leña que previamente habían recogido los jóvenes por las casas. Después de cenar era cuando se encendía, pasado un tiempo cuando ya se había consumido, se rastrillaban las brasas y era el turno de los más atrevidos que descalzos y llevando a una persona montada a caballo pasaban por encima. Los que ya sabían pisar y tenían experiencia no se quemaban pero los novatos o los asustadizos si, aunque nunca se quejaban.

Al día siguiente tocaba la diana mañanera con los músicos recorriendo las calles del pueblo.
A las doce era el gran volteo de campanas que anunciaba el comienzo de la misa mayor que era cantada por los mozos y mozas.
Acto seguido llegaba la procesión con el Santo al que le ponían cuatro roscos grandes que posteriormente se subastaban. Había años que no se podía realizar la procesión porque al ser en enero una considerable capa de nieve cubría las calles del pueblo.
Después breve ronda con los músicos por el pueblo para marcharse cada uno a su casa a comer.

"Las madres tenían buen trabajo esos días preparando los guisos para dar de comer a todos los presentes. Normalmente se hacían cazuelas de conejo o de pollo y también productos de la matanza. Además se hacían muchas rosquillas para las fiestas ¡y que buenas estaban!
Me acuerdo además cuando me daban dinero para comprar chuches al Tasín de Munilla que subía con su maleta cargada de dulces".

NIEVES MARTÍNEZ.


Por la tarde quedaba el baile en el salón situado debajo de la escuela que se usaba para estos menesteres.
Al otro día quedaba la fiesta chiquita. Era el día de los mozos. Había costumbre de ir pidiendo por las casas, donde les obsequiaban con morcillas, chorizo, chumarro, huevos, alguna botella.... y se sorteaba posteriormente en que casa se daría cuenta de una opípara cena con todo lo obtenido.
Los músicos venían desde el pueblo de Santa Eulalia Somera. La semana anterior se había sorteado entre los mozos a quien les tocaba darle cama y comida.

A principios de los 50 Adolfo Pellejero que había estudiado solfeo enseñó a varios jóvenes del pueblo a tocar instrumentos y así crearon una orquestina (dos clarinetes, saxofón, trompeta y batería). Aparte de tocar en las fiestas del pueblo eran solicitados en diversos pueblos de los alrededores.
De Munilla era de donde subía la mayor parte de los jóvenes forasteros. En menor medida lo hacían algunos de Valtrujal, Ribalmaguillo, Oliván, La Santa....
El primer fin de semana después del 1 de junio celebraban la fiesta de la virgen de Arriba, donde hacían una misa, una procesión y una subasta de las roscas que previamente se habían puesto en las andas.

En septiembre tenían la fiesta de Acción de Gracias cuando ya se habían terminado las faenas de la recolección de las cosechas. Repetían los mismos actos que en las anteriores fiestas.
Muy celebrada también en San Vicente de Munilla era la Semana Santa.
Se hacía la procesión el Jueves Santo por la tarde, previamente se había subastado quien había de llevar la cruz grande de madera así como el pendón o diversos palos.
En los años en que no había luz las gentes sacaban a las puertas de sus casas los candiles o faroles con velas para que estuviera bien iluminadas las calles por donde iba a pasar la procesión.
El Sábado Santo por la noche los mozos ponían ramos de flores blancas de cerezo en las ventanas de las mozas.
Finalizaban estas fiestas religiosas con el domingo de Pascua donde se hacía la quema del Judas, muñeco vestido con ropa vieja y relleno de Paj* que colgado de un alto en la calle se le prendía fuego.

No podía faltar en los meses de noviembre y diciembre el ritual de la matanza con todo el preparativo que llevaba y su posterior elaboración. Gran unión y armonía entre familiares y vecinos quedaba patente en estas fechas.
Los mozos también sacaban provecho de ello, pues pasados unos días iban por las casas donde habían hecho matanza, con la guitarra y acordeón delante de cada casa cantaban algunas estrofas:

A ti te digo María
que no te hagas de rogar
que nos bajes la morcilla
para irnos a cenar.


Con lo obtenido hacían una cena acompañado de buen vino en alguna casa para continuar la noche con juegos de cartas.
Aunque no había mucha diversión en San Vicente, los domingos cada uno se las buscaba de cualquier manera.

"Algunos jóvenes se bajaban a Munilla a pasar la tarde o se echaban unos partidos de pelota en el frontón. Los niños jugaban al fútbol en el frontón. Luego también jugábamos a la taba o al escondite.
En invierno nos juntábamos varias niñas en una casa, allí merendábamos y jugábamos a las cartas o al parchís".

NIEVES MARTÍNEZ.


Como fechas reseñables en el anecdotario del pueblo en los últimos años se pueden señalar:
-El 25 de diciembre de 1940 cayó una nevada memorable y los termómetros bajaron hasta -16º.
-El 15 de febrero de 1941 un fuerte viento huracanado se llevó por delante varios tejados e hizo numerosos destrozos en varías viviendas.
-1961 queda señalado como el año en que se produjo el último nacimiento que hubo en San Vicente. Fue el de Begoña Pellejero Reinares.
-En 1986 se construyó la pista desde Munilla a San Vicente.
-El 19 de junio de 1988 se volvió a celebrar después de veinte años la fiesta de la Virgen de Arriba.

En 1950 aún vivían en San Vicente de Munilla alrededor de 250 personas, pero a partir de aquí el declive de población fue vertiginoso, quedándose vacío el pueblo en poco más de veinte años.

¿Y qué pasó para que un pueblo relativamente grande se despoblara tan rápidamente?
Los motivos habría que buscarlos en varios factores pero el más primordial fue la decadencia de la industria textil y del calzado en Munilla que afectó sobremanera a San Vicente y a numerosos pueblos de la comarca. Las fabricas fueron trasladadas a Arnedo y a Logroño donde se daban mejores condiciones para seguir realizando dichas actividades, con lo que varios sanvicenteños se quedaron sin trabajo, además Munilla perdió drásticamente gran parte de su población, lo que de rebote repercutió en los pueblos de alrededor al no tener ya quien les comprara productos agrícolas ni animales de cría. A ello se le añade el aislamiento que tenía San Vicente sin una mísera pista de acceso que permitiera hacer desplazamientos con más comodidad, la dureza del clima, el poco rendimiento que se le podía sacar al terreno, el efecto dominó en que unas personas fueron arrastrando a otras hacía la emigración. Todo ello fue la combinación perfecta para que San Vicente de Munilla se quedara totalmente despoblado en el año 1971, con la marcha de los últimos que allí quedaban; el matrimonio formado por Victoriano y Manuela.

"Mucha pena entre las gentes cada vez que se cerraba una casa en el pueblo, aunque era algo que se tenía asumido al ver como iban echando el cierre las fábricas de Munilla. Nosotros nos fuimos a Logroño animados por unos amigos de mis padres. En aquellos años no era difícil encontrar trabajo en la capital. Nos vinimos toda la familia y también la abuela, por lo cual ese día se cerraron dos casas a la vez en el pueblo, la nuestra y la de mi abuela. Vendimos el ganado y nos trajimos todo lo que pudimos para acá. Muebles, cacharros, ropa... todo lo que nos era de utilidad. Lo bajamos hasta Munilla en caballerías y aquí Florían, un transportista nos lo trajo en un camión hasta Logroño".

NIEVES MARTÍNEZ.


Los sanvicenteños se marcharon principalmente a Logroño, Calahorra, Arnedo, al pueblo navarro de San Adrián y Barcelona. En una primera oleada migratoria en los años 30 y 40 varias familias se habían bajado a vivir a Munilla e incluso algunas dieron el salto hasta América.
A partir de aquí llegaron años de olvido y soledad para el precioso pueblo de San Vicente y no podía faltar la eterna cantinela común a todos los despoblados: un expolio cruel y vergonzoso.

En la década de los 80 se abrió una pista para acceder a los yacimientos paleontológicos cercanos de Peña Portillo y barranco de La Canal con lo que se aprovechó para hacer un rudimentario desvío al pueblo por medio de un carretil.
Acceso que sirvió para que el pueblo comenzara a verse invadido por una serie de hippies o neo rurales llegados de diversos puntos de España y del extranjero, intentando en algunos casos la cesión o arriendo de las casas, en otros casos ni eso, se metieron directamente en las casas mejor conservadas, lo que supuso un conflicto constante con los legítimos dueños de las viviendas.

En la actualidad hay un número aproximado de siete neo rurales viviendo en el pueblo, aunque tienen una población muy fluctuante. En sus primeros años llegó a contar con 30 personas residiendo en el pueblo de manera discontinua.
En el año 1988 se creó la Asociación Cultural "Amigos de San Vicente de Munilla" por medio de varias personas nacidas en el pueblo para tratar de reconquistar su lugar de origen y que no se perdiera la memoria de San Vicente recuperando sus tradiciones y costumbres. Se pusieron manos a la obra y con un empeño entusiasta y vital fueron consiguiendo mejoras en los sucesivos años: el arreglo de la pista (con la colaboración de la Consejería de Medio Ambiente), rehabilitar el edificio de la escuela como salón de juntas, restauración de las dos ermitas, rehabilitación de algunas casas, instalación de placas solares, mantenimiento de todos los edificios así como recuperar el día de la fiesta en el mes de junio realizando una jornada de convivencia y confraternización con numerosas actividades.




San Vicente De Munilla - La Rioja



 
Umbralejo (Guadalajara)



Calle de Umbralejo.






Agradecimiento a las hermanas Gómez (Faustina y Dolores) por su excelente colaboración y su buena disposición a desgranar la memoria de Umbralejo. Agradable y placentera tarde en su casa de Madrid escuchando, recordando y rememorando retazos de una vida que se fue y no volverá. Muchas gracias.


Mucho se ha escrito sobre el Umbralejo que a partir del año 1984 inició una nueva andadura como pueblo-escuela dentro del Programa de Recuperación de pueblos abandonados creado por el Ministerio de Obras Publicas. Pero muy poco o nada se ha escrito sobre el Umbralejo que llevó una dura y difícil supervivencia durante siglos hasta llegar al año de su despoblación definitiva.
Ubicado a 1260 metros de altitud en la Serranía de Guadalajara, se encuentra a media ladera del angosto barranco que forma el río Sorbe en su vertiente izquierda.

Perteneciente al ayuntamiento de La Huerce, su estructura urbana es en suave declinación (apenas poco más de veinte metros de desnivel entre la parte más alta del pueblo y la parte más baja).
Umbralejo llegó a contar con cuarenta y dos casas, casi todas ellas orientadas hacía el sur. Nunca conocieron el agua y la luz eléctrica en las casas. Los candiles de aceite y de carburo y los faroles fueron su fuente de iluminación.

Padecían unos inviernos muy severos, quedándose varios días incomunicados por las frecuentes nevadas que caían.
Las jaras, estepas y las ramas finas de encina servían de combustión para la lumbre en los hogares y combatir así los rigurosos fríos que se daban.
Eran buenos productores de carbón aprovechando la madera de encina y roble que abundaban en su término.
Carbón que una vez elaborado lo llevaban a vender en caballerías una vez por semana a Cogolludo, Jadraque o Atienza, para lo cual tardaban siete u ocho horas de trayecto.

En la agricultura se cultivaba principalmente centeno y trigo en la zona de secano que era la que se encontraba cerca del pueblo y patatas, judías y repollos en la zona de regadío que estaba a una hora de distancia en la vega, junto al río Sorbe, lo que suponía un contratiempo a la hora de transportar los productos de huerta una vez recogidos. Se hacían hasta tres viajes diarios para acarrear las patatas a lomos de las caballerías.
Esta zona de regadío junto al Sorbe precisaba de tener bien limpia la presa y las regueras por donde discurría el agua para el riego. Después de los destrozos que pudiera haber causado el invierno y la presencia de maleza había que realizar una limpieza a fondo.

"Se llevaba a cabo en mayo, en un día determinado por el ayuntamiento. Bajaba casi toda la gente disponible, el pueblo se quedaba prácticamente vacío. Para los niños era todo un acontecimiento, era como si fuera un día festivo allí todos juntos. Me acuerdo que había costumbre ese día de comer cocido. Cada casa llevaba su puchero con los ingredientes. Se encendía una lumbre y allí se ponían a cocer". DOLORES GÓMEZ.


La ganadería estaba formada por las cabras como animal prioritario. Se guardaban en las tainas (Mataespesa las más alejadas del pueblo y Madrigueras las más cercanas), salvo las cabras que fueran a parir y los cabritillos que se tenían en el pueblo. En verano se llevaban a pastar al monte La Retuerta.
Tratantes de Guadalajara, Sigüenza y Atienza venían a comprar los cabritos.

Las fiestas patronales se celebraban el ocho de septiembre en honor a La Natividad. Duraban tres días. Cada año se nombraban dos mayordomos que se encargaban de los preparativos. Solía ser un chico que entrara en quintas ese año y una chica de su misma edad.

"A mí me tocó un año ser mayordoma, teníamos que juntar una buena cantidad de huevos entre los dos para elaborar las rosquillas que posteriormente se colgarían en el ramo de la Virgen durante la procesión y que una vez finalizada se subastaba". FAUSTINA GÓMEZ.

El baile se hacía en la plaza y si el tiempo no lo permitía se hacía en el salón del ayuntamiento. Jóvenes del pueblo, de Valdepinillos y de Valverde de los Arroyos se turnaban para tocar el laúd y la guitarra para hacer bailar a los presentes. Un año se utilizó como música un tocadiscos que pidieron prestado en Valverde.
Acudía la juventud de Valverde de los Arroyos, Palancares, Valdepinillos y La Huerce a participar de la fiesta. En menor medida venían también de Arroyo de las Fraguas y El Ordial.
Como curiosidad destacar también un año en que se celebró el baile a la luz de los faros de un dos caballos, vehículo con el que había llegado un forastero que era novio de una moza de Umbralejo.
En todas las casas se mataba un cabrito o un pollo para agasajar a familiares y allegados. Nadie se quedaba sin comer.
El alojamiento esos días también se solucionaba con mucha voluntad.

"En cualquier rincón de la casa dormía una persona, en pajares, en un prado, en ocasiones varios mozos dormían en la misma cama haciéndolo a lo ancho en vez de a lo largo para que cupieran más". DOLORES GÓMEZ.

Se celebraba también a Santiago, el día 25 de julio pero solamente con una misa como acto principal.
Muy celebrados eran los Carnavales, donde los jóvenes se ponían unos cencerros en el cinturón y los iban haciendo sonar por todo el pueblo.
Algún domingo de verano o fiesta muy señalada la juventud umbralejeña hacía baile a nivel local en la plaza o en el salón del ayuntamiento.

El cura (don Damián) venía en una mula desde La Huerce a oficiar la misa los domingos.
Desde Valverde llegaba el médico a visitar a cualquier enfermo.

"Se llamaba don Heliodoro, era muy buen médico, con solo ver a la persona ya sabía la enfermedad que tenía. Había que ir a buscarle con una caballería. En alguna ocasión que me tocó ir a buscarle a mi, bajaba hasta el puente del río Sorbe y allí le esperaba. Ya le habían dado el aviso y el bajaba desde Valverde hasta el puente. Para lo que recetara había que ir a la farmacia a Galve de Sorbe".
FAUSTINA GÓMEZ.


También se podía echar mano de los remedios caseros. Una mezcla de vino, manteca blanca y miel bien servía para curar los resfriados.
El cartero residía en La Huerce (Sixto Escribano), montado en una caballería llevaba la correspondencia además de su pueblo a Umbralejo y Valdepinillos, previamente había ido a recogerla a Arroyo de las Fraguas, hasta donde llegaba el coche de línea.
Coche de linea (La Bernal) que hacía periódicamente el recorrido Arroyo de las Fraguas-Madrid, los lunes, miércoles y viernes. Paradójicamente las gentes de Umbralejo cuando se tenían que desplazar a la ciudad a algún asunto determinado lo hacían más a Madrid que a Guadalajara, puesto que a Madrid tenían trayecto directo y para ir a Guadalajara tenían que desplazarse hasta Cogolludo y allí coger el Campisábalos.

Había taberna en el pueblo que además hacia las veces de tienda, en la que podían comprar vino, azúcar, bonito, tomate, galletas y aceitunas entre otros productos.
Además acudían por Umbralejo vendedores ambulantes con cierta frecuencia, como eran los de Valverde: Sara que vendía manzanas, Ignacia que vendía telas o Ceferino que vendía cinturones. Asimismo pasaban por allí los de Arroyo de las Fraguas que ofrecían hilo, paños, telas, zapatillas, etc. o uno de El Ordial que vendía pimentón y otras especias. También se dejaba ver por allí el tío Victorino de Galve de Sorbe vendiendo su mercancía.
Cuando se desplazaban hasta Cogolludo o Jadraque aprovechaban para comprar cacerolas, platos o sartenes.
Julio, el hijo del secretario del ayuntamiento de La Huerce era el encargado de suministrar de productos a la tienda de Umbralejo con un camión que llevaba. Iba a por la mercancía a Guadalajara y de paso traía un buen cargamento de naranjas y las intercambiaba con los vecinos por patatas.

La vida era muy difícil en Umbralejo, lo que propició una fuerte emigración en los años 50. La gente se marchaba en busca de una mejora en la calidad de vida, no querían seguir con las penosas tareas del campo y sin ningún tipo de servicios básicos.

"El tener los huertos tan alejados del pueblo era muy fatigoso. Empleabas una hora en ir y otra en venir, pero yo lo que peor veía era el tema del médico. Si venía un parto complicado o una enfermedad grave en cualquier persona, se perdía mucho tiempo en ir a buscar el médico a Valverde y el tiempo era oro en determinadas ocasiones. Había alguna mujer en el pueblo que hacía de partera pero no era suficiente si un parto se complicaba". FAUSTINA GÓMEZ.


Así que los umbralejeños en esos años se fueron marchando en masa dejando el pueblo agonizante.
Emigraron casi en su totalidad a Azuqueca de Henares, Alcobendas y Madrid.

Cuando ya quedaban pocas familias viviendo en el pueblo, el Estado por medio de ICONA expropió los terrenos comunes del pueblo (los baldíos) con la idea de replantar pinos. En principio se respetaban las casas y el terreno situado en un radio de un km. del pueblo. Pero la gente que ya había emigrado decidió vender todo, la casa y las fincas. Se habían marchado del pueblo y como no tenían pensamiento de volver prefirieron coger el dinero que les daban. Entonces ICONA ya pensó en hacerse con todo el pueblo al completo. Hubo familias que no firmaron en principio y que no estaban dispuestas a vender. Se les empezó a coaccionar de que les iban a cortar los caminos de paso, que no podrían pastar con las cabras y de que no les llevarían la luz y el agua a las casas. Les dijeron que el dinero estaba depositado en la Caja de Guadalajara y él que no lo recogiera lo perdería. Así que los más remisos ante tanta incertidumbre y sin asesoramiento de ningún tipo optaron por coger el escaso dinero que les ofrecieron y marcharse.

Corría el año 1971 y las tres últimas familias que quedaban cerraron la puerta de su casa y se fueron de Umbralejo. Estas fueron: la de Pablo y Modesta que emigraron a Alcobendas y las de Casimiro y Martina por un lado y Alejandro y Juana por otro que marcharon ambas a Azuqueca de Henares.
El pueblo entro en un letargo durante unos años, sumido en el olvido y la soledad, hasta que en 1984 se puso en marcha el plan de recuperación de pueblos abandonados que incluía además de Umbralejo, a Granadilla en Cáceres y Búbal en Huesca.

A partir de ese año se han ido produciendo sin descanso actividades culturales y educativas durante buena parte del año para jóvenes estudiantes llegados desde todas partes de España.
Pero esto.... ya es otra historia.




Umbralejo- guadalajara pueblos abandonados



 
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