"Se había caído y roto en mitad de la calle una gran barrica de vino. Ocurrió el percance al descargarla del carro la barrica rodó y se vino al suelo, estallaron los aros y se rompió como una cáscara de nuez sobre las piedras, delante de la puerta de la taberna.Todos cuantos se encontraban a distancia conveniente interrumpieron su trabajo, o su holganza, para correr al lugar del suceso y beberse el vino. Se habían formado pequeños charcos entre las piedras de la calle, esquinadas e irregulares, con puntas en todas direcciones, muy bien dispuestas como para dejar lisiado a cuanto ser viviente se pusiese en contacto con ellas; cada charco, según su contenido, se vio rodeado de un grupo o de una muchedumbre de personas que se empujaban. Algunos hombres se habían arrodillado y con las manos juntas, en forma de cuenco, bebían a sorbos o daban de beber a las mujeres que se inclinaban por encima de sus hombros, hasta que se les escurría el vino por entre los dedos. Otros, hombres y mujeres, llenaban sus pequeños jarros y hasta empapaban en ellos los pañuelos de las mujeres, que luego retorcían hasta dejarlos secos sobre la boca de los niños; otros más levantaban pequeños parapetos de barro para detener el vino que corría; algunos, orientados por los mirones que contemplaban el espectáculo desde las ventanas, corrían de un lado para otro, a fin de cortar los pequeños arroyos de vino que rompían en nuevas direcciones; otros se dedicaban a las duelas empapadas del casco y lamían las escurriduras y hasta mordían los fragmentos, húmedos de vino, con ansia glotona. No había desagüe por donde se escapase el líquido, y no sólo se agoto por completo, sino que con el vino desapareció una buena cantidad de barro, como si hubiese pasado un chirrionero por la calle, si es que alguno de los allí presentes conocía lo que era eso y era capaz de creer en su milagrosa presencia."
Historia de Dos Ciudades
CHARLES DICKENS
Historia de Dos Ciudades
CHARLES DICKENS