- Registrado
- 16 Ago 2013
- Mensajes
- 17.517
- Calificaciones
- 93.167
Hoy vengo a hablar de un anillo de mi infancia ¿Recordáis aquellos juguetes de plástico dorados que regalaban en las bolas sorpresa de máquina allá por los años 80 en España? Esos anillos que se veía claramente que eran de pega, por lo que el contraste con los del joyero de mi madre era absolutamente brutal, ya no digo si mi madre hubiera tenido joyas de pasar monárquicas, vamos. Esos anillos, los de máquina, no solo no inspiraban una relevante posición social vinculada al valor de la pieza si no que resultaban harto infantiles. Si mi madre en esa época se hubiera puesto un anillo de bola de máquina hubiera quedado desubicadísima en su lugar de trabajo, un sitio oficial, y ya no digamos en un entorno un poco más solemne como lo era algún evento familiar un poco más lucido.
Caso aparte es la estética de esos anillos que de verlos en mi madre me hubieran inspirado antipatía, provincianismo e ignorancia del contexto en el que se inscribe. El diseño de dichos anillos, de un gran vacío de contenido metálico para mí es una metáfora en toda regla. Huecos de metal, huecos de valor, huecos de contenido, y grandes, muy grandes. Ya adulta no me pondría mi anillo infantil, pienso que no sería una tendencia de moda y no haría un esfuerzo en gastarme dinero en uno de ellos, porque, por cierto, desde que de niña un anillo de esos me hiciera reacción hinchándome el dedo, soy alérgica a todo metal que no sea oro de mínimo 18 quilates. Para llevar a mi edad uno de esos anillos de bola de máquina me quedo con la nada, que por lo menos no se demuestra con un objeto.
Caso aparte es la estética de esos anillos que de verlos en mi madre me hubieran inspirado antipatía, provincianismo e ignorancia del contexto en el que se inscribe. El diseño de dichos anillos, de un gran vacío de contenido metálico para mí es una metáfora en toda regla. Huecos de metal, huecos de valor, huecos de contenido, y grandes, muy grandes. Ya adulta no me pondría mi anillo infantil, pienso que no sería una tendencia de moda y no haría un esfuerzo en gastarme dinero en uno de ellos, porque, por cierto, desde que de niña un anillo de esos me hiciera reacción hinchándome el dedo, soy alérgica a todo metal que no sea oro de mínimo 18 quilates. Para llevar a mi edad uno de esos anillos de bola de máquina me quedo con la nada, que por lo menos no se demuestra con un objeto.