Dentro de palacio: así ha revalidado Felipe VI su trono después del 1-O

Dentro de palacio: así ha revalidado Felipe VI su trono después del 1-O

A punto de cumplir 50 años, para algunos el rey está por fin presente. Para otros, la escisión con la monarquía crece. David Jiménez sigue los pasos de Felipe VI y habla con su círculo de confianza.
Por Vanity Fair
19 de diciembre de 2017 / 14:48
Lectura: 6 minutos
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El rey Felipe VI protagoniza nuestra portada de enero.

A punto de cumplir 50 años, Felipe VI busca refrendarse con una posición firme ante la crisis catalana. Para algunos, el rey está por fin presente. Para otros, la escisión con la monarquía se agranda. David Jiménez sigue los pasos del monarca y habla con sus amigos de siempre, sus compañeros de la academia militar, su círculo de confianza en la Casa Real, embajadores y políticos para comprender también las dos figuras que conviven en él: el rey y la persona detrás del cargo; aquella que confiesa en privado que a veces imagina una vida lejos de la Corona.

La mañana del 3 de octubre, el rey se levantó temprano y recibió en el Palacio de la Zarzuela al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. La rebelión independentista en Cataluña había logrado organizar su referéndum, los vídeos de las cargas policiales para tratar de impedirlo habían dado la vuelta al mundo y el Gobierno parecía lejos de controlar la situación. Felipe VI entregó en mano a Rajoy el último borrador de su discurso, horas antes de que el equipo de TVE que debía grabar la intervención llegara al Palacio de la Zarzuela. Quería que fuera breve, directo y con mensajes claros. El Estado había perdido la paciencia y estaba preparado para actuar. La ley iba a ser restablecida. Y los derechos de los catalanes no independentistas, respetados. En las horas en las que el Gobierno dispuso para hacer sugerencias o proponer cambios al texto, “no se tocó una coma”, según fuentes de Zarzuela.

Según cuenta el reportaje de Vanity Fair, la decisión de lanzar este mensaje institucional se había tomado 48 horas antes, pero el endurecimiento de la posición del rey tenía su origen en un incidente que había sucedido dos meses atrás, cuando se desplazó a Cataluña para participar en la concentración en homenaje a las víctimas asesinadas en el atentado de La Rambla. Mientras caminaba junto a Mariano Rajoy, se empezaron a escuchar gritos de “Fuera, fuera”. Eran manifestantes que portaban banderas independentistas y pancartas en las que se recriminaba a la monarquía su cercanía con Arabia Saudí. Una de ellas responsabilizaba directamente al rey y al Gobierno de los atentados: “Les vostres polítiques, les nostres morts” [Vuestras políticas, nuestras muertes]. No era la única: “Felipe, quien quiere la paz no trafica con armas”. El monarca cuenta que regresó a Madrid indignado y ofendido. Había sido abucheado otras veces, pero pensaba que en esta ocasión había sido diferente. Para Felipe VI, el independentismo había cruzado todas las líneas. Concluyó que no se detendría ante nada.

En su discurso, no habría llamadas al diálogo. Tampoco menciones a los golpeados durante la votación del 1 de octubre. Y la posibilidad de incluir algunas frases en catalán, que estuvo sobre la mesa, fue finalmente descartada. El excoordinador de Izquierda Unida, Gaspar Llamazares fue de los que esperaron una llamada al diálogo que no llegó. “Ante un choque de trenes, debería haber actuado más como moderador. Haber funcionado más como un guardagujas que como un elemento de la confrontación”, afirma a Vanity Fair. Desde Barcelona, en cambio, uno de los padres de la Constitución, Miquel Roca, vio a un rey limitándose a cumplir la función que le correspondía, defendiendo la postura del Gobierno: “Se atribuye al rey una responsabilidad que no le corresponde, porque, en una ocasión como esta, el discurso lo que expresa es el programa del Gobierno”, dice Roca, que también habría preferido un tono más conciliador.

El mensaje del rey se convirtió en éxito inmediato fuera de Cataluña, compartido como ningún otro del monarca en YouTube, aplaudido como si fuera un gol de la Selección en cuarteles militares y comisarías y preludio de lo que para él iban a ser semanas de vuelta al ruedo por España, con un público entregado. “Imposible no darse cuenta —cuenta una de las personas que viaja con Felipe VI—. Desde aquel día hay un reconocimiento especial”.

Felipe y sus “dos yoes”
Felipe VI llegó al trono caminando sobre los cristales rotos dejados por su padre al marcharse. Al igual que le ocurrió a la clase política y empresarial del país, el rey emérito no supo ver hasta qué punto la crisis económica había convertido en inaceptables comportamientos que la España que iba mejor había dejado pasar por alto.

La certeza de que ni el nuevo rey ni menos aún doña Letizia iban a contar con el crédito inicial de sus predecesores ha envuelto al monarca de una protección que irrita a la prensa que cubre la Casa Real —“Se ha impuesto el tedio”, confiesa a Vanity Fair una veterana de la caravana— y a menudo presenta una imagen de él distante y oficialista, en contraste con la campechanía juancarlista. Es una sensación de hermetismo a la que contribuye el propio carácter reservado de Felipe VI y que uno de sus mejores amigos de juventud atribuye a la herencia materna. “Le cuesta dejar entrar a la gente en su vida hasta que tiene mucha confianza, y su capacidad de autocontrol puede hacerle parecer frío —dice este empresario, que fue compañero de salidas nocturnas en el Madrid de los noventa—. Pero si te lo ganas, se entrega”. Felipe VI ha reforzado la amistad que siempre le unió con excompañeros del Ejército, con los que hoy organiza salidas al cine, comidas y planes. Al preguntar qué encuentra en sus amigos militares, uno de ellos no lo duda: “Sabe que no tenemos ningún interés detrás”.

A diferencia de Juan Carlos I, en quien el rey y la persona detrás de la Corona se confundían constantemente, su hijo ha levantado un muro que separa estrictamente ambos papeles. A un lado, el monarca disciplinado, la seriedad burocrática y la aprehensión a salirse del guion. Al otro, el Felipe cercano en las distancias cortas, que busca cualquier ocasión para desprenderse de las formalidades y tiene más sentido del humor del que nadie le atribuiría viéndole en público. “Cuando está con los amigos, es más abierto y bromista”, asegura uno de sus compañeros que compartió formación en la Academia General Militar (AGM) de Zaragoza, hoy parte de su entorno. “En esos momentos, no parece que sea el rey”. Quienes le conocen aseguran que cada vez que entran en conflicto, rey y persona, siempre termina imponiéndose el primero.

James Costos, el exembajador estadounidense en España con quien Felipe VI ha forjado una amistad cercana estos años, cree que el monarca llega a los 50 años en su mejor momento. “Le he visto con personas de todo tipo, desde el presidente Obama hasta líderes empresariales internacionales, artistas y empresarios, ciudadanos de todos los orígenes —asegura Costos en el reportaje—. Sus instintos naturales son excepcionalmente apropiados en todas las situaciones”.

Solo el tiempo dirá cuánto se alargará la luna de miel que Felipe VI ha vivido desde el discurso del 3 de octubre y si los instintos que menciona Costos le permitirán evitar el final de su padre. Para un rey que confiesa en privado que a veces imagina una vida lejos de la Corona y que cree que, llegado el día, no tendrá problema en renunciar a ella si así fuese el deseo democrático de la mayoría, la única certeza es que, por ahora, tendrá que seguir conviviendo con sus dos yoes.

http://www.revistavanityfair.es/la-...-fair-cataluna-independentismo-discurso/27916
Todavía necesita (n ) propaganda y pasarán otros diez años y será lo mismo .
 
Dentro de palacio: así ha revalidado Felipe VI su trono después del 1-O

A punto de cumplir 50 años, para algunos el rey está por fin presente. Para otros, la escisión con la monarquía crece. David Jiménez sigue los pasos de Felipe VI y habla con su círculo de confianza.
Por Vanity Fair
19 de diciembre de 2017 / 14:48
Lectura: 6 minutos
el_rey_felipe_vi_protagoniza_nuestra_portada_de_enero_6258_863x647.jpg

El rey Felipe VI protagoniza nuestra portada de enero.

A punto de cumplir 50 años, Felipe VI busca refrendarse con una posición firme ante la crisis catalana. Para algunos, el rey está por fin presente. Para otros, la escisión con la monarquía se agranda. David Jiménez sigue los pasos del monarca y habla con sus amigos de siempre, sus compañeros de la academia militar, su círculo de confianza en la Casa Real, embajadores y políticos para comprender también las dos figuras que conviven en él: el rey y la persona detrás del cargo; aquella que confiesa en privado que a veces imagina una vida lejos de la Corona.

La mañana del 3 de octubre, el rey se levantó temprano y recibió en el Palacio de la Zarzuela al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. La rebelión independentista en Cataluña había logrado organizar su referéndum, los vídeos de las cargas policiales para tratar de impedirlo habían dado la vuelta al mundo y el Gobierno parecía lejos de controlar la situación. Felipe VI entregó en mano a Rajoy el último borrador de su discurso, horas antes de que el equipo de TVE que debía grabar la intervención llegara al Palacio de la Zarzuela. Quería que fuera breve, directo y con mensajes claros. El Estado había perdido la paciencia y estaba preparado para actuar. La ley iba a ser restablecida. Y los derechos de los catalanes no independentistas, respetados. En las horas en las que el Gobierno dispuso para hacer sugerencias o proponer cambios al texto, “no se tocó una coma”, según fuentes de Zarzuela.

Según cuenta el reportaje de Vanity Fair, la decisión de lanzar este mensaje institucional se había tomado 48 horas antes, pero el endurecimiento de la posición del rey tenía su origen en un incidente que había sucedido dos meses atrás, cuando se desplazó a Cataluña para participar en la concentración en homenaje a las víctimas asesinadas en el atentado de La Rambla. Mientras caminaba junto a Mariano Rajoy, se empezaron a escuchar gritos de “Fuera, fuera”. Eran manifestantes que portaban banderas independentistas y pancartas en las que se recriminaba a la monarquía su cercanía con Arabia Saudí. Una de ellas responsabilizaba directamente al rey y al Gobierno de los atentados: “Les vostres polítiques, les nostres morts” [Vuestras políticas, nuestras muertes]. No era la única: “Felipe, quien quiere la paz no trafica con armas”. El monarca cuenta que regresó a Madrid indignado y ofendido. Había sido abucheado otras veces, pero pensaba que en esta ocasión había sido diferente. Para Felipe VI, el independentismo había cruzado todas las líneas. Concluyó que no se detendría ante nada.

En su discurso, no habría llamadas al diálogo. Tampoco menciones a los golpeados durante la votación del 1 de octubre. Y la posibilidad de incluir algunas frases en catalán, que estuvo sobre la mesa, fue finalmente descartada. El excoordinador de Izquierda Unida, Gaspar Llamazares fue de los que esperaron una llamada al diálogo que no llegó. “Ante un choque de trenes, debería haber actuado más como moderador. Haber funcionado más como un guardagujas que como un elemento de la confrontación”, afirma a Vanity Fair. Desde Barcelona, en cambio, uno de los padres de la Constitución, Miquel Roca, vio a un rey limitándose a cumplir la función que le correspondía, defendiendo la postura del Gobierno: “Se atribuye al rey una responsabilidad que no le corresponde, porque, en una ocasión como esta, el discurso lo que expresa es el programa del Gobierno”, dice Roca, que también habría preferido un tono más conciliador.

El mensaje del rey se convirtió en éxito inmediato fuera de Cataluña, compartido como ningún otro del monarca en YouTube, aplaudido como si fuera un gol de la Selección en cuarteles militares y comisarías y preludio de lo que para él iban a ser semanas de vuelta al ruedo por España, con un público entregado. “Imposible no darse cuenta —cuenta una de las personas que viaja con Felipe VI—. Desde aquel día hay un reconocimiento especial”.

Felipe y sus “dos yoes”
Felipe VI llegó al trono caminando sobre los cristales rotos dejados por su padre al marcharse. Al igual que le ocurrió a la clase política y empresarial del país, el rey emérito no supo ver hasta qué punto la crisis económica había convertido en inaceptables comportamientos que la España que iba mejor había dejado pasar por alto.

La certeza de que ni el nuevo rey ni menos aún doña Letizia iban a contar con el crédito inicial de sus predecesores ha envuelto al monarca de una protección que irrita a la prensa que cubre la Casa Real —“Se ha impuesto el tedio”, confiesa a Vanity Fair una veterana de la caravana— y a menudo presenta una imagen de él distante y oficialista, en contraste con la campechanía juancarlista. Es una sensación de hermetismo a la que contribuye el propio carácter reservado de Felipe VI y que uno de sus mejores amigos de juventud atribuye a la herencia materna. “Le cuesta dejar entrar a la gente en su vida hasta que tiene mucha confianza, y su capacidad de autocontrol puede hacerle parecer frío —dice este empresario, que fue compañero de salidas nocturnas en el Madrid de los noventa—. Pero si te lo ganas, se entrega”. Felipe VI ha reforzado la amistad que siempre le unió con excompañeros del Ejército, con los que hoy organiza salidas al cine, comidas y planes. Al preguntar qué encuentra en sus amigos militares, uno de ellos no lo duda: “Sabe que no tenemos ningún interés detrás”.

A diferencia de Juan Carlos I, en quien el rey y la persona detrás de la Corona se confundían constantemente, su hijo ha levantado un muro que separa estrictamente ambos papeles. A un lado, el monarca disciplinado, la seriedad burocrática y la aprehensión a salirse del guion. Al otro, el Felipe cercano en las distancias cortas, que busca cualquier ocasión para desprenderse de las formalidades y tiene más sentido del humor del que nadie le atribuiría viéndole en público. “Cuando está con los amigos, es más abierto y bromista”, asegura uno de sus compañeros que compartió formación en la Academia General Militar (AGM) de Zaragoza, hoy parte de su entorno. “En esos momentos, no parece que sea el rey”. Quienes le conocen aseguran que cada vez que entran en conflicto, rey y persona, siempre termina imponiéndose el primero.

James Costos, el exembajador estadounidense en España con quien Felipe VI ha forjado una amistad cercana estos años, cree que el monarca llega a los 50 años en su mejor momento. “Le he visto con personas de todo tipo, desde el presidente Obama hasta líderes empresariales internacionales, artistas y empresarios, ciudadanos de todos los orígenes —asegura Costos en el reportaje—. Sus instintos naturales son excepcionalmente apropiados en todas las situaciones”.

Solo el tiempo dirá cuánto se alargará la luna de miel que Felipe VI ha vivido desde el discurso del 3 de octubre y si los instintos que menciona Costos le permitirán evitar el final de su padre. Para un rey que confiesa en privado que a veces imagina una vida lejos de la Corona y que cree que, llegado el día, no tendrá problema en renunciar a ella si así fuese el deseo democrático de la mayoría, la única certeza es que, por ahora, tendrá que seguir conviviendo con sus dos yoes.

http://www.revistavanityfair.es/la-...-fair-cataluna-independentismo-discurso/27916
uyuyuyyy....el párrafo final "para un rey que en ocasiones confiesa en privado imaginar su vida lejos de la corona"...que curioso...
están preparando pista de despegue?
 
uyuyuyyy....el párrafo final "para un rey que en ocasiones confiesa en privado imaginar su vida lejos de la corona"...que curioso...
están preparando pista de despegue?
Postureo.
No pasa por su mente dejar el cargo con los planes que tienen para la hija.
Nadie le va a echar de menos si se marcha y a la mujer y familia aún menos.
 
Para un rey que confiesa en privado que a veces imagina una vida lejos de la Corona y que cree que, llegado el día, no tendrá problema en renunciar a ella si así fuese el deseo democrático de la mayoría, la única certeza es que, por ahora, tendrá que seguir conviviendo con sus dos yoes.
Pues nada Felipe, si no te apetece seguir con la corona, quítatela y santas pascuas. Por nosotros no te cortes.
 
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