González Bribón
Es más bien bajo que alto; tiene unos ojos azules muy fríos, que, por lo punzantes, parecen oscuros (porque lo azul no pincha, como opinarán los decadentes americanos, que todo lo ven azul); cuando González Bribón mira sin odio (sin amor siempre mira) sus ojos claros parecen un lago, es decir, dos... helado, helados.
Una noche salimos de un estreno de Echegaray, de aquellos que levantan verdaderas tempestades; era en tiempos en que el burgués de las inverosimilitudes todavía no era crítico. Salíamos riñendo, como siempre; entusiasmados nosotros, indignados los enemigos; entre el barullo, junto al guardarropa, tropecé con Bribón. Me fui a él.
-¿Y usted? ¿Qué opina usted?... ¿Es usted de los nuestros, o es usted de los indignados?...
-Soy de los indignados, porque... me han perdido el gabán.
-Pero ¿qué opina usted? —394→ -Opino eso, que me entreguen el gabán.
Por lo visto pareció el gabán de pieles de González Bribón, y en él se metió como buen caracol literario.
González Bribón es de su tiempo, es de su pandilla, es de su tertulia, es de su periódico, es de su daltonismo, esto es, que sólo cree en el color que ha escogido para verlo todo como su cristal se lo pinta.
Se parece al río Piedra; los agravios que corren por el alma de Bribón se petrifican como la calumnia en la abadesa de «Miel de la Alcarria». Después, con el mármol, o «terra-cuota», de sus rencores, Bribón hace «bibelots» artísticos, muchas veces correctos.
que dan lástima.
«Hasta en la guía de forasteros» procura influir.
¿Cómo? Es toda una novela. Se hizo amigo del corrector de pruebas; un día le convidó a comer, le emborrachó, y como el otro le dijera que tenía que ir a corregir las pruebas del último «año» de «la guía», le pidió plenos poderes para ir en su lugar, a hacer sus veces. Y fue... y su enemigo mortal, X. Y. Z. que figuraba en el libro oficial en una lista que era una especie de escalafón... le rebajó dos o tres puestos y le quitó el Excelentísimo.
Últimamente averiguó que las agencias telegráficas se han metido a críticas y mandan a las provincias telegramas dando cuenta de los estrenos y juzgando, en juicio sumarísimo, las obras estrenadas.
Pues Bribón se ha hecho amigo de dos o tres Menchetas (empleo la palabra no en sentido patronímico, sino como apelativo común) y en cuanto hay estreno... de enemigo, ya se sabe, la agencia —398→ Abichuelas, o la agencia Fiebre, o la agencia Maleta les dicen a sus «provincianos»: «Catástrofe teatral... autor perseguido juez de guardia... Patatas simbólicas. Todo merecido».
Puede suceder que sea mentira y se trate de un gran éxito, pero ¿quién le quita a Bribón el gusto de haber desacreditado a un enemigo por unas veinticuatro horas?
Pero no se contenta con desacreditar a los literatos que aborrece.
Les sigue la pista a los enemigos de aquellos a quien él aborrece y se complace en darles bombo. Bribón escribe unos artículos en que según su programa se habla «de todo menos de crítica literaria».
Esto es un pretexto para no tener que hablar de los libros buenos de sus enemigos.
Pero... a veces pide al lector permiso para «hacer una excepción» a favor de don Fulano... y escribe un bombo escandaloso para elogiar el libro de un cualquiera.
Y ese cualquiera siempre es algún gozquecillo que le ha mordido las pantorrillas a un literato de los que odia Bribón.
Bribón no escribe libros.
Pero estos días se ha descolgado con una gran «biografía», en papel vitela, «a varias tintas», con retrato del biografiado... un volumen de todo lujo.
—399→
Es el panegírico de don Insignificante de Tal.
Un buen mozo, que vive amontonado con la infiel esposa de Z. X. Y.... del crítico que peor trató el drama romántico en que González Bribón decía aquellas cosas de la luna.