Coronavirus

Y las becas en las que se incluyen todos los conceptos.
No como las Erasmus que son para los que tienen dinero.
Eso no es así. Yo me fui de Erasmus y soy hija de obreros. Si te vas a Noruega, claro que no te llega. Pero a mis padres les era lo mismo Londres que Madrid, el gasto. Una vez que sales del pueblo, todo es gastarles a los padres.
 
Muere el primer agente de la Guardia Civil con coronavirus: 37 años y una hija
P. A. carecía de patologías previas y antes de contraer la enfermedad prestaba su servicio con normalidad. Llevaba varios días ingresado con pronóstico grave en el centro hospitalario Quirón del municipio de Alcorcón, en Madrid.
Todavía habrá quien se alegre. Mi chico está en la calle con un equipo de desinfección hasta ayer estaba de baja médica. Un conocido me preguntó esta mañana: “que, tu novio el que va con la banderita en el uniforme ya está patrullando las calles para reprimir a la población?” El mismo conocido que se ha atrincherado en su casa y llora con un ataque de ansiedad porque le da miedo contagiarse cuando sale a comprar y morirse. También me dijo pestes de mi hermana, “la poli opresora”, que ayer tuvo que acudir a varios domicilios por denuncias de los vecinos por violencia de género.
 
Tú deberías de ser emprendedora o emprendedor, crearte una empresa y aplicar tus propios principios... por solidaridad ;)
Es muy duro decir esto. Pero gracias a Zara muchas mujeres tienen trabajo. Sin los talleres y los centros de logística de Arteixo muchas de ellas no tendrían nada, suele ser gente sin mucha formación.
 
No lo hace por altrusimo. Lo hace para deducciones fiscales y encima eligiendo él mismo como lo hace.

A mi no me permitirían hacerlo en especie, sino en dinerito contante y sonante como debe ser.

A ti también te permiten pagar en especie. Todo no, pero una parte sí, hay un porcentaje. No es este el lugar, si quieres seguimos en otro lado.
 
Ver el archivo adjunto 1366845
Agente de la Guardia Civil
EUROPA PRESS - Archivo
Un agente de 37 años sin patologías previas destinado en el Servicio de Retribuciones de la Guardia Civil ha fallecido este miércoles en Alcorcón (Madrid) y se ha convertido

Desde el Ministerio de Sanidad, se nos repitió en varias ocasiones que llevar mascarillas protectoras por miedo al coronavirus no tenía “ningún sentido, ninguno”. Así de tajante se mostraba Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, para disuadir a los ciudadanos sanos de comprar mascarillas. Lo dijo el 26 de febrero, día que se conoció el primer contagiado autóctono de Covid-19 en España, un sevillano que no había viajado a zonas de riesgo (lo que confirmaba que el virus llevaba circulando varios días sin ser detectado). Por entonces, en Italia había ya 11 localidades en cuarentena y en España se conocían una docena de contagiados. Faltaban dos semanas para que España decretara el estado de alarma y el confinamiento domiciliario de toda la población ante la imposibilidad de controlarlo.

Defendían por entonces las autoridades sanitarias que las mascarillas deberían reservarse para los médicos y personal sanitario, porque las farmacias se estaban quedando sin 'stock'. Reaccionaron a la escasez lanzando un mensaje confuso para frenar la demanda, en vez de reconocer que el problema era de oferta y activar los mecanismos de alerta necesarios para incrementar su producción. Recordemos que uno de los argumentos disuasorios para frenar la compra de mascarillas por parte de la ciudadanía es que la mayoría de los modelos no protegen del virus al que las lleva, sino que 'solo' evitan contagiar a otros. Es decir, exactamente lo que necesitamos desesperadamente que suceda para frenar una pandemia: que toda la población extreme las precauciones.

Una cosa es disuadir a los acaparadores de comprar compulsivamente más unidades de las necesarias y otra negar la utilidad de un producto sanitario. Ahora sabemos que los pacientes asintomáticos también contagian el Covid-19. Así que se hace más evidente lo contraproducente que ha resultado tratar al ciudadano que se pone una mascarilla como si fuera un paranoico. En vez de alentar el uso de un mecanismo de prevención y alabar la concienciación de quien lo usa, como si fuera descabellado taparse en medio de una pandemia altamente contagiosa, afirmar que solo deben llevarla puesta los enfermos estigmatiza al que se la pone. Algo especialmente injusto cuando es imposible saber a ciencia cierta quién está infectado y quién no, dada la escasez de test que se están realizando a los ciudadanos que presentan la sintomatología.

Las mascarillas de uso general no son en absoluto un escudo infalible. No sustituyen el lavado concienzudo de manos y la distancia de dos metros de seguridad que recomienda la OMS. Tampoco llevarlas sirve de excusa para saltarse una cuarentena. Sin embargo, es tan absurdo negar que refuerzan la prevención de un posible contagio como afirmar tajantemente que no hacen “ninguna falta”, cuando se han demostrado beneficiosas para frenar la extensión de la pandemia.

En enero, los asiáticos tampoco tenían muy claro cómo se transmitía este nuevo coronavirus y si las personas asintomáticas eran o no contagiosas, pero aun así salían con mascarillas de casa. No era necesariamente para protegerse a sí mismos, sino a los demás. Es visto como un acto de responsabilidad individual para evitar un posible contagio que cobra todo su sentido ante la imposibilidad de saber quién es o no positivo en Covid-19.

En Italia, donde hace más días que empezaron a sufrir este problema y también el Gobierno pecó de imprevisión, ante la urgencia de extremar la precaución, ha surgido una iniciativa para satisfacer la demanda de mascarillas en una de las regiones más afectadas del norte. La empresa de Padua Grafica Veneta —un gigante mundial de la impresión de libros, famoso por haber impreso todos los libros de Harry Potter— asegura estar lista para producir en su imprenta millones de "pantallas protectoras" para la boca y la nariz de la población. No se pueden llamar mascarillas porque carecen de las autorizaciones oficiales para servir como material sanitario. Sin embargo, ante la escasez de herramientas para limitar el contagio del virus, la empresa ha ofrecido esta alternativa. Según 'Il Corriere del Veneto', la producción podría alcanzar los dos millones de piezas por día y los prototipos estarán listos en un par de días para enviarlos al laboratorio.

No serán máscaras que puedan utilizarse en los hospitales, pero sí para satisfacer la demanda de la población que necesita salir de casa para trabajar o ir a la compra (prácticamente, las únicas actividades permitidas durante la alerta sanitaria). La imprenta veneciana pondrá a disposición de la fabricación de las mascarillas su maquinaria y mano de obra, "evitando" la impresión de libros y periódicos, que han dejado de ser prioritarios.

En España, la prioridad ahora es que el personal sanitario, que es el que más riesgo corre, esté bien protegido. Pero la indignante escasez de equipos de protección individual para los que están en la primera línea de la lucha contra el coronavirus en España no se combate confundiendo a la ciudadanía sobre la verdadera utilidad de las mascarillas. Y mucho menos quitándole importancia al que se toma el esfuerzo de evitar contagiar a los demás.

Si hubo ciudadanos que irresponsablemente acapararon compras masivas ante el pánico, es ese el comportamiento que hay que desincentivar. En contraposición al egoísmo, está el ejemplo de los ciudadanos chinos que están acercándose estos días a los hospitales madrileños a donar sus propias cajas de mascarillas para ayudar al personal sanitario. También las demandan desde otras muchas profesiones esenciales, que siguen teniendo que salir de casa a trabajar en plena cuarentena. Desde policías y basureros, a cajeros de supermercado y conductores de autobús. Faltan mascarillas para todos ellos. Y reconocer que faltó planificación para aumentar a tiempo la producción ante la amenaza de un virus respiratorio habría sido más útil que minusvalorar su utilidad. Lo que no nos contaron de las mascarillas era que proteger a los demás puede ser más importante que protegerse a uno mismo.
En Asia son sociedades tradicionalmente colectivistas, piensan en los demás, mientras que occidente como sociedades individualistas.
 
En Asia son sociedades tradicionalmente colectivistas, piensan en los demás, mientras que occidente como sociedades individualistas.
Por eso hay que mantener una política de comunicación muy cuidada con los ciudadanos.
 
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