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Por qué la Ribeira Sacra debería ser Patrimonio de la Humanidad
Este mes se anunció la candidatura de la Ribeira Sacra al título de Patrimonio de la Humanidad para 2021. Tenemos claro por qué se lo merece.


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Sí, la Ribeira Sacra debería ser Patrimonio de la Humanidad © iStock



1. EL CAÑÓN DEL RÍO SIL

Es muy complicado explicar con palabras lo que se siente una vez que se alcanza alguno de los miradores del río Sil (el mirador del Castro, el de Pe do Home, Cividade, Vilouxe, Cabezoás, balcón de Madrid...) y se admira lo que la naturaleza es capaz de hacer.


Pero si el espectáculo se disfruta desde las aguas del mismo río, la cosa cambia. El río Sil, en su camino hacia el encuentro con el Miño, ha ido excavando su cauce a través de la montaña, configurando un cañón increíblemente bello.


Las aguas del río reflejan las paredes de la garganta, ofreciendo un verdadero espectáculo de naturaleza en estado puro, únicamente interrumpido por el sonido de los pájaros y el viento. Este recorrido puede hacerse en catamarán (desde el embarcadero de Abeleda o Santo Estevo).

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Vista aérea del río Sil © iStock

2. LOS MIRADORES DEL CAÑÓN

La Ribeira Sacra se caracteriza entre otras cosas por una orografía muy peculiar, compuesta por pendientes y atalayas desde las cuales se observa toda la belleza de sus paisajes.

Y es que subir por sus empinadas carreteras deja a la vista que tras cada recodo hay una instantánea de película. A lo largo del Cañón del Sil hay repartidos muchos miradores donde poder inmortalizar la belleza de estos paisajes.




El mirador de Torgás, a mitad de camino entre Parada de Sil y el Monasterio de Santa Cristina de Ribas de Sil es de parada obligada, aunque si sois de los que buscan emociones fuertes, vuestra instantánea está en el mirador do Castro, donde gracias a unas pasarelas de madera, se puede tomar la instantánea estando suspendido al vacío. De vértigo.

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La ruta de los miradores es la mejor forma de reconocer el entorno del cañón © Alamy

3. LOS MONASTERIOS

La Ribeira Sacra está salpicada de monasterios que llevan siglos escondiendo verdaderos tesoros artísticos.

Sin perder la solemnidad que desprenden este tipo de edificaciones, podemos encontrar maravillas del arte herreriano como el Monasterio de Santa María de Montederramo, del siglo XII y que actualmente es propiedad privada.

Parada obligatoria es el Monasterio de Santo Estevo de Ribas de Sil, que casi se aparece por casualidad tras una sinuosa carretera sin arcén que puede quitar el aliento. Santo Estevo, cuyo origen se remonta al siglo VI, es sede del Parador del mismo nombre donde es posible ya no solo alojarse, sino también disfrutar de una de las vistas más increíbles del río Sil.

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Monasterio de Santa Cristina de Ribas de Sil © Getty Images

4. MONFORTE DE LEMOS

Es la considerada como capital de la Ribeira Sacra y su visita es bastante más que obligada por miles de razones.




Nos encontramos con una localidad que tiene fuerte presencia de los celtas en su historia, teniendo constancia de un asentamiento en sus alrededores que probablemente supuso el origen de la ciudad.

Monforte de Lemos ofrece al viajero un verdadero festival artístico: el Museo de Arte Sacro, el Museo del Ferrocarril, el Museo del vino de la Ribeira Sacra y hasta un Museo de Casas de Muñecas.

Otra joya de Monforte es el Colegio de Nuestra Señora de la Antigua, con una espectacular fachada herreriana que bien le hace valer a la localidad el nombre de “El Escorial de Galicia”. En su interior, la pinacoteca guarda a buen recaudo alguna obra de El Greco.

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Monforte de Lemos © iStock

5. PORTOMARÍN Y SU AGUARDIENTE

No hay comida (o cena) que se precie en Galicia en la que no se cierre con copita de aguardiente de orujo, crema o licor café. Y de eso saben mucho en Portomarín. Esta localidad, conocida por ser uno de las paradas necesarias del Camino de Santiago francés, también es famosa por ser uno de los pueblos que fue engullido por el Miño para la construcción de uno de los embalses de Franco.

El pueblo entero se trasladó y con él su patrimonio cultural. De hecho, a finales de octubre que baja el agua, se puede observar los restos del antiguo pueblo, sepultado bajo las aguas.




Por otra parte, cada domingo de Pascua celebra su famosa fiesta del aguardiente en la que más de un centenar de litros de este preciado licor es repartido entre parroquianos y turistas. La fiesta del aguardiente de Portomarín es un referente a nivel nacional.

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Señoras al sol en Ribadavia © Alamy

6. LA VITICULTURA HEROICA

Los vinos de la Ribeira Sacra tienen su propia Denominación de Origen. Y si hay una peculiaridad en sus viñedos es la dificultad que presentan las condiciones del terreno para acceder a las propias cepas.

Forman parte de lo que se denomina viticultura heroica, por estar a una altura superior a 500 metros con una inclinación mayor del 30% y la imposibilidad de introducir maquinaria en la vendimia, entre otras cosas.

En España sólo se practica este tipo de viticultura en Ribeira Sacra y en el Priorat en Cataluña, aunque también hay algunas zonas de Canarias donde se ha comenzado a poner en práctica.

Además, se pueden visitar las bodegas a través de un “Viñobús”, ideal para los que quieren catar y, a la vez, olvidarse de coger el volante para regresar.

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Las terrazas de viñedos de la Ribeira Sacra son un paisaje inolvidable © iStock

7. UN ENTORNO NATURAL ÚNICO

Los amantes de la naturaleza encuentran en la Ribeira Sacra y verdadero tesoro. Esta zona está muy bien preparada para los seguidores de los deportes que requieren el contacto con el medio natural como el senderismo o el montañismo.




Además de las rutas en las que poder descubrir abedules centenarios, la Ribeira Sacra es un lugar único para los que pierden la noción del tiempo con la ornitología.

Nos encontramos ante uno de los más mágicos enclaves de avistamiento de aves, cuyo primer observatorio abrió el pasado año 2017 sobre el Cañón del Sil, al lado del mirador O Boqueiriño.

El águila real, el halcón peregrino o el azor son tres de las especies que surcan los cielos durante el día. La noche, es terreno del búho real.

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Monasterio de Santo Estevo © iStock

 
Viajar a los países con un espíritu más altruista (o menos)
Nunca está de más recibir alguna ayuda desinteresada si estamos fuera de casa
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Hay destinos donde sus ciudadanos están más dispuestos a ayudar al viajero (Qvasimodo-IStock)
Lidia Bernaus
06/05/2019 07:00 Actualizado a 06/05/2019 10:06

Altruismo según la rae es la “diligencia en procurar el bien ajeno aun a costa del propio”. En algunos países compartir o donar es algo natural, lo hacen con los suyos, y por supuesto con los foráneos, cualquier viajero está agradecido de conseguir ayuda desinteresada de aquellos a quien visita, lo necesito o no.

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Según una encuesta realizada por Our World in Data -un sitio web sin fines de lucro que reúne datos e investigaciones sobre las tendencias mundiales a largo plazo- a 80.000 personas en 76 países diferentes sobre distintos temas sociales, entre ellos el altruismo, nos indica que la riqueza no tiene nada que ver con la generosidad, y algunos países se caracterizan por ser más generosos que otros.


Mapa de altruismo
*En rojo fuerte los países más altruistas
https://ourworldindata.org/grapher/cross-country-variation-in-altruism


Bangladesh y Chequia
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Dhaka, Bangladesh (RubyRascal / Getty Images)
El país más altruista es Bangladesh. Se encuentra ubicado en el sur de Asia, rodeado casi por completo por la India, está altamente poblado con un bajo nivel de vida, es un país en desarrollo donde la mayoría de la gente vive en zonas rurales, o masificado en zonas más urbanas, pero la gente bengalí es conocida por ser acogedora, sincera y confiada, y sonríen con facilidad lo que permite mezclarse con los lugareños y hacer amigos fácilmente.

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Delta Sunderbans en Bangladesh (Suprabhat Dutta / Getty Images)
Además, es un destino poco turístico, un buen lugar para viajar tranquilo y descubrir algunas de sus maravillas, como el bosque de manglares de Sundarbans, uno de los bosques más grandes del mundo, declarado patrimonio de la humanidad; Chittagong Hill Tracts lleno de abundantes colinas, lagos y cascadas donde viven 11 tribus diferentes o Srimangal la capital del té, entre otros. Quizás no sea tan espectacular como otros países, pero la hospitalidad de la gente es su mayor tesoro.

Le siguen Egipto, Georgia, Irán y Marruecos.

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Praga, República Checa (Eloi_Omella / Getty Images)
Y en el polo opuesto se encuentra Chequia, es el país menos altruista, aunque tiene el mayor índice de desarrollo humano de toda Europa Central, y es miembro de la Unión Europea. Los checos son menos abiertos y más reservados, y los turistas no despiertan mucha simpatía.

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Cascada en Krkonose, República Checa (TomasSereda / Getty Images/iStockphoto)
Aún así, hay muchos motivos por los que visitar este país, como Praga, a ciudad de las cien torres cuyo centro histórico ha sido declarado patrimonio de la humanidad; el parque nacional de Krkonoše, un mosaico único de ecosistemas recuerdo de su lejano pasado glacial; la ciudad balneario de Karlovy Vary; y el castillo de Sternberk, situado en la localidad de Cesky Sternberk, entre otros.

En orden de menos a manos le siguen México, Lituania, Hungría y Estonia.

Y no, España se encuentra casi en la mitad, pero sus datos son negativos, así que no somos los más generosos del mundo.


España con datos negativos en generosidad

https://www.lavanguardia.com/ocio/v...ises-indice-altruismo-bangladesh-chequia.html

 
El malogrado único árbol del desierto del Teneré
Se consideraba como un faro que orientaba a quienes se adentraban por estas soledades arenosas del Níger
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El Árbol del Teneré en 1961, Níger (Michel Mazeau vía Wikimedia Commons)
Sergi Ramis
06/05/2019 06:00 Actualizado a 06/05/2019 07:01
El desierto de Teneré, en Níger, es uno de los más feroces de la Tierra. Según los científicos de la agencia espacial estadounidense (NASA), es el fragmento del planeta más expuesto a los rayos del Sol, pues raramente aparecen nubes, y los episodios de precipitaciones en forma de lluvias se espacia durante años.

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Pero, como es sabido por las pinturas rupestres y los restos fósiles, este desierto y, por extensión, todo el Sáhara –del que forma parte– fue hace unos 10.000 años un vergel. Y volverá a serlo, según las previsiones de los climatólogos, pero para ello habrá que esperar hasta el año 17000 de nuestra era, más o menos.

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Mapa de Níger (De Teogomez vía Wikimedia Commons)
Reliquia de los bosques y densas zonas con vegetación que había antaño en esta zona de África era el Árbol del Teneré. Aparece como nombre propio porque era el único existente en el que se considera el más bello mar de dunas del Sáhara, y se estimaba que el espécimen siguiente se hallaba a 400 kilómetros de distancia. Se trataba de una acacia. Despuntaba solitaria y bastante lozana en las fotografías de 1939 tomadas por los militares franceses que pasaban por allí, y que se exclamaron de que estuviera en tan buen estado.

Hay documentos en los que el comandante Michel Lesourd se extrañaba de que no hubiera sido utilizado por los nómadas para leña o devorado por los camellos. La explicación estaba en que los caravaneros que desde hace cientos de años frecuentan esta zona del Teneré lo consideraban tabú. No se podía dañar, pues marcaba el lugar donde había un pozo de agua y se consideraba como un faro que orientaba a quienes se adentraban por estas soledades arenosas, sin más referencias en el horizonte.

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Caravana en el desierto del Sáhara (Albert Backer vía Wikimedia Commons)
Que el destino es caprichoso lo demuestra que en 1973 un conductor libio que se dirigía a Agadez, presuntamente borracho, chocó contra la emblemática acacia y la derribó. Parece muy difícil haber acertado a topar con el único árbol en 400 kilómetros a la redonda, pero así fue. Ya en esa época el Árbol del Teneré ofrecía un aspecto escuálido. Tras el accidente, las autoridades nigerianas lo trasladaron al museo nacional de Niamey, ya muerto, establecieron que tenía una edad de 300 años y le colocaron alrededor un templete de homenaje.

Aún se puede visitar. En el mismo sitio donde se hallaba el Árbol del Teneré se colocó un monumento metálico que imita su forma. Durante algunos años, e rally París-Dakar pasó junto a él en las etapas del desierto nigerino.

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El nuevo árbol del Teneré, Níger (Por Holger Reineccius vía Wikimedia Commons)
Ahora el falso árbol de acero vuelve a ejercer de faro a los caravaneros que todavía cruzan el Teneré para transportar la valiosa sal que se da en el oasis de Bilma. Es importantísimo, pues entre esta ciudad y Agadez hay más de 600 kilómetros, y los puntos de agua y las referencias son muy escasos. Las caravanas que cruzan ahora el Sáhara con camellos son pequeñas y de poca identidad, pálido reflejo de las comitivas de hasta 20.000 animales que se había dado siglos atrás.

El Árbol del Teneré es un símbolo nacional para Níger, en el primer aniversario de su muerte el servicio de correos emitió un sello conmemorativo con su imagen. Y los más nostálgicos todavía recuerdan que la más famosa marca de mapas del mundo lo marcaba en sus cartas, el único árbol solitario que venía reflejado en ellas.


El año 17000 el desierto del Teneré volverá a ser un vergel

https://www.lavanguardia.com/ocio/viajes/20190506/462005605316/arbol-del-tenere-desierto-niger.html

 
La bahía más famosa del mundo y otros ocho secretos de un país de moda
Pagodas, arrozales en terrazas, millones de motos... Una ruta por Vietnam que atrae a mucho españoles


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Bahía de Halong - Pablo M. Díez
Exótico, espiritual, amable e increíblemente cautivador. Así es Vietnam, un territorio de 331.000 km2 y más de 3.200 kilómetros de costa, que presume de ser el país más grande de la península de Indochina. Un destino de moda en Asia, descubierto ya por los españoles, con un ramillete de visitas imprescindibles.

Hanoi
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Un vendedor ambulante en las calles de la caótica Hanoi
Cinco millones de motos y siete millones de habitantes constituyen la estampa caótica de una ciudad donde los vehículos no respetan a peatones y semáforos. «No correr, pero no parar» es la estrategia para cruzar y moverse por sus calles y por sus principales monumentos: el Mausoleo de Ho Chi Minh, con las últimas residencias anexas del mandatario vietnamita; el Templo de la Literatura, primera Universidad del país (s. XI), que siguen llenando los alumnos para conmemorar el fin de sus estudios; el sorprendente Museo Etnológico en un edificio colonial de la época francesa; la Pagoda Quan Tran Quoc y la Pagoda del Pilar Único, el gran símbolo de Hanoi... Y, por supuesto, recorrer las calles de su barrio antiguo en un clásico triciclo, terminando la noche tomando un té con limón en un minitaburete callejero con vistas al Puente Rojo en el lago Hoan Kiem.

Halong
Una de las bahías más famosas del mundo, declarada Patrimonio de la Humanidad en 1994 por la UNESCO, con un paisaje místico. Más de 3.000 islas e islotes de piedra caliza, con cientos de cuevas en sus entrañas, que atraviesan unos 800 barcos que operan en este bello rincón de aguas de color esmeralda del golfo de Tonkín. La mejor manera de conocer este enclave es pasar una noche a bordo como mínimo en alguna de estas embarcaciones que surcan estas aguas y sus coloridas aldeas flotantes. Inf: www.bhayacruises.com

Ninh Binh
A 100 km de Hanoi. Un destino que sorprende por sus campos de arroz, las rutas para bicicletas y sus paisajes fluviales en el extremo sur del delta del río Rojo. Sugerencia: navega por el río Ngo Dong cruzando entra decenas de formaciones kársticas a bordo de un barco de remos en Tam Coc.

Sapa
Lo más trendy de Vietnam. Situada en el noroeste del país, se puede llegar en tren o por carretera hasta esta antigua estación de montaña que levantaron los franceses en 1922. Sapa es famosa por sus montañas, arrozales en terrazas y porque allí habitan las tribus H’mong, Dao y Tay. Todo un paraíso para los aficionados al trekking.

Hoi An
En esta región del centro del país, más proclive a los tifones, brilla Hoi An, para muchos la ciudad más hermosa de Vietnam. Enclavada junto al río Thu Bon, es una villa muy bien conservada –no fue bombardeada en la guerra contra EE.UU.–, que mantiene su arquitectura japonesa, representada por su puente cubierto del siglo XVI, y sus numerosos templos chinos que acabaron dominando la ciudad. No puedes perderte su mercado de comida junto al puerto y los cientos de farolillos que adornan su casco viejo al que hay que acceder pagando una entrada.

Hué
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La Ciudadela Imperial de Hué
La capital de los emperadores Nguyen transmite todavía la belleza de una gran ciudad imperial a pesar de que muchos de sus hermosos edificios, incluyendo los de la «ciudad prohibida» fueron destruidos durante la guerra americana. Afortunadamente el Palacio de Thai Hoa se salvó del desastre y hoy puede admirarse en su interior el gran trono elevado que utilizaba el emperador para celebrar las recepciones oficiales y las ceremonias importantes de la época. Son también muy conocidos los cruceros en barco por el río del Perfume que llegan hasta la Pagoda de Thien Mu y sus tumbas reales. Esta pagoda se distingue por sus siete plantas y su curiosa forma octogonal.

Ho Chi Minh
La antigua Saigón es hoy una ciudad bulliciosa y vibrante, adornada con elegantes rascacielos y modernos centros comerciales, que no olvida su trágico pasado. La ciudad fue rebautizada como Ho Chi Minh en honor al líder revolucionario vietnamita tras la expulsión de los americanos del país y el triunfo de los comunistas en 1975, y cuenta con visitas ineludibles como el Museo de la Guerra y el antiguo Palacio Presidencial. Entre los templos, asombra la Pagoda del Emperador de Jade, con su su atmósfera impregnada de incienso.

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Hoi An, para muchos la ciudad más hermosa de Vietnam
Pistas
Cómo llegar: Vietnam Airlines (www.vietnamairlines.es) opera desde Madrid y Barcelona hasta Hanoi y Ho Chi Minh haciendo escala en Londres, Fráncfort o París. Más información: www.vietnamtourism.com

https://www.lavanguardia.com/ocio/viajes/20190506/462005605316/arbol-del-tenere-desierto-niger.html
 
Pueblos españoles que desaparecieron bajo el agua y ahora puedes conocer
La historia de cinco pequeñas poblaciones a las que la tragedia o la construcción de embalses cambió para siempre la vida de sus habitantes


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Lanuza, Huesca


Bajo las aguas de embalses y pantanos de España existen cerca de 500 pueblos que un día tuvieron que ser abandonados por sus habitantes. En muchos casos, calles, casas, iglesias y colegios fueron tragados por el agua, como sucedió en San Román de Sau. En otros las pequeñas poblaciones, amenazadas por la construcción de pantanos, tuvieron que despoblarse convirtiéndose en lugares fantasma, este es el caso de Esco, en Zaragoza, o Granadilla, en Cáceres.

Esco, el pueblo «casi fantasma»
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Esco (o Escó), pueblo de la comarca de la Jacetania, provincia de Zaragoza
Esco, situado junto al embalse de Yesa, en el límite de la provincia de Zaragoza con Navarra, es un pueblo «casi fantasma» desde los años 60 cuando la mayor parte del término fue expropiado -al igual que ocurrió con sus vecinos Ruesta y Tiermas- para la construcción del embalse. Las aguas nunca llegaron a inundar las casas pero sí las huertas, la tierra más productiva, lo que provocó la marcha de sus habitantes a excepción de tres vecinos que permanecen en Esco.

Lanuza, Huesca
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Lanuza, localidad perteneciente al municipio de Sallent de Gállego, en el Alto Gállego, provincia de Huesca - Fabián Simón
La historia de la pequeña localidad de Lazuna, en Huesca, está asociada a la lucha por la supervivencia. Situada a 1.265 metros de altitud, este pequeño pueblo del Valle de Tena ya existía en el siglo XIII, cuando contaba con unos 20 hogares. Próspera y eminentemente ganadera en sus orígenes, la construcción del Embalse de Lanuza en 1976 provocó el paulatino y forzado despoblamiento de la localidad hasta quedar completamente deshabitada en 1978.

En la década de los 90 los antiguos moradores consiguieron recuperar las propiedades no sumergidas e iniciaron un proceso de revitalización que sigue activo. El compacto núcleo de piedra y pizarra, en plena rehabilitación, se proyecta hoy como pintoresco enclave turístico dentro del Valle de Tena, sirviendo además desde 1992 como marco al prestigioso Festival Internacional de las Culturas «Pirineos Sur».

Ribadelago, Zamora
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La localidad de Ribadelago pertenece al municipio de Galende, en la provincia de Zamora - Rubén Ojeda/CC
A diferencia de los dos casos anteriores la historia de la población de Ribadelago es la de una tragedia que sucedió en la madrugada del 9 de enero de 1959 cuando la rotura de la presa de Vega de Tera inundó su casco urbano. El pueblo, situado a ocho kilómetros río abajo, fue rápidamente alcanzado sin dar apenas tiempo a los vecinos de ponerse a salvo. Muchas de las edificaciones fueron destruidas por el agua y de los 549 habitantes murieron 144. El pueblo quedó completamente destruido a excepción de unas pocas casas. Sin embargo, y a pesar de su estado ruinoso, Ribadelago no fue abandonado del todo. Hoy en día el pueblo antiguo está siendo recuperado.

En la actualidad, la población se divide en dos asentamientos, el pueblo nuevo, con 104 habitantes, y el pueblo antiguo, con 37 habitantes.

San Román de Sau, Barcelona
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Vistas de la iglesia románica de San Román, al descubierto al bajar las aguas del pantano que regula el río Ter - CESAR RANGEL
A principios del siglo XX nada hacía sospechar a los habitantes de la pequeña población de San Román de Sau que sus casas, calles y su iglesia románica del siglo XI iban a ser devoradas por el agua del río Ter. El pueblo fue anegado en 1962 tras finalizarse la construcción de la presa del pantano de Sau de unos 17 Km de largo y un ancho máximo de 3 Km. La población se trasladó a la recién creada Vilanova de Sau pero en épocas de sequía aún es posible pasear por sus calles y contemplar la grandeza del campanario olvidado normalmente bajo las aguas.

Granadilla, Cáceres
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La historia de Granadilla es, quizá la más peculiar ya que, esta antigua villa amurallada de origen feudal de Cáceres, fue ocupada por el Estado y desalojada a mediados del siglo XX, al transformarse en zona inundable por la construcción del embalse de Gabriel y Galán. A día de hoy permanece bajo esa catalogación de forma oficial a pesar de que en ningún momento el pueblo ha llegado a estar inundado, ni siquiera con el embalse lleno.

Fue declarada en 1980 Conjunto histórico-artístico y, cuatro años después, en 1984, elegida para su inclusión en el Programa de Recuperación de Pueblos Abandonados.

https://www.abc.es/viajar/top/abci-...gua-querras-conocer-201905060145_noticia.html
 
Un vergel en medio de los Andes
Se llama El Barreal y es un auténtico paraíso en mitad de la nada, perdido en plenos Andes argentinos.


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En la provincia de San Juan no todo el paisaje está desierto. © D.R.



El Barreal es un frondoso oasis dentro del desierto de San Juan en el que disfrutar de las mejores vistas a la cordillera de los Andes, y donde los amaneceres y los atardeceres son dignos de fotografiar. Es, sin lugar a duda, el destino para alcanzar la desconexión total porque, entre otras cosas, el wifi brilla por su ausencia.

La única forma de acceder hasta este pequeño paraíso es en coche desde la ciudad de Mendoza. Si preguntas a un local te dirá que la duración del viaje son algo más de dos horas, pero te irás a más de tres horas porque el camino es tan atractivo que querrás ir parando para hacer fotografías, ya que recorre la precordillera y los propios Andes. Circulas por una carretera de un sólo carril por la que transitan zorros, llamas y caballos, y sobrevuelan cientos de aves.


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Paisaje lunar en la pampa de El Leoncito. © Getty Images

Es conveniente realizar el viaje en un vehículo todo terreno ya que encontrarás tramos, como el cercano a la bifurcación para llegar a Chile, de unos 35 km, que no está asfaltado. La carretera se hace de arena y polvo, muy bucólico, pero conviene tener un buen coche que no sufra con las piedras que abundan en el camino.




Tal vez sea esta dificultad de acceso, precisamente, el secreto del éxito de este lugar, al que sabrás que has llegado cuando empieces a visualizar cientos de enormes y verdes árboles –la mayoría de ellos álamos y sauces– que embellecen y ocultan las casas de la localidad y escuches las aguas de su caudaloso y activo río de los Patos.

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Vistas a los Andes desde La Posada de los Patos. © La Posada de los Patos

EL WIFI BRILLA POR SU AUSENCIA

Si algo tiene El Barreal es que no queda más remedio que relajar la mente y disfrutar de sus paisajes, sus famosos asados, su espectacular entraña con papas a la plancha que sirven en el restaurante La Ramada y de la multitud de oferta deportiva de aventura que ofrece como trekking, mountain bike, montañismo, cabalgatas y excursiones 4x4.

Y es que no hay apenas wifi en todo, repetimos, todo el pueblo. La mayoría de las casas carecen de él, así que para acceder al mundo virtual sólo hay dos opciones: o bien ir a una esquina de la plaza del pueblo –porque no goza de total cobertura– o acercarte hasta su famosa ferretería, a la que tarde o temprano tendrás que ir, ya que es el lugar donde comprar de todo, y el epicentro del pueblo. Todo pasa (o te enteras) allí.




Su propietario, además, organiza las mejores rutas a caballo por Los Andes, de días o ya más cortas, de unas tres horas de duración, en dirección a la precordillera. Los más atrevidos pueden llegar hasta 'La Teta Colorada', que permite tener unas excelentes vistas del cerro Mercedario y el Aconcagua.

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Asado en el restaurante La Ramada. © La Ramada

CIELOS ESTRELLADOS

Conocido como uno de los cielos más limpios de Argentina y del mundo, es un espectáculo obligado para deleitarte todas las noches que pasas en esta localidad. Los expertos aseguran que en El Barreal se dan tres factores decisivos para que existan estos cielos limpios de polución y repletos de estrellas y constelaciones: “Es un pueblo con escasa contaminación lumínica, donde sopla poco viento, y en el que no hay apenas nubes casi 300 noches al año”.

Os recomendamos dos lugares perfectos para verlas en todo su esplendor. Por un lado el parque natural de Leoncito, uno de los más importantes del país, donde se ubica el Complejo Astronómico El Leoncito, a unos 40 km de distancia. Es uno de los observatorios más importantes del hemisferio sur y organizan visitas tanto de día como de noche, pero la mejor opción en este punto es cuando aparece la luna.

Otro lugar perfecto es el famoso Barreal Blanco, a 20 km de la localidad en dirección a Mendoza, que reconocerás por su color blanco, que recuerda a un lago de sal, ya que se trata de una planicie inmensa de suelo lunar donde, cuando cae el sol, aparece un viento inesperado perfecto para la práctica del carrovelismo, más conocido como windcar. ¡Algo único!

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El parque natural de Leoncito es uno de los mejores lugares del mundo para ver estrellas y constelaciones. © Alamy




DULCES SUEÑOS EN LA POSADA DE LOS PATOS

El mejor hotel de la zona es La Posada de los Patos, ubicado en un extremo de la localidad. Es cien por cien rústico, con una clara y fuerte influencia de la cultura mexicana, concretamente de la tradición arquitectónica de la Región de Cuyo. La historia del nombre se remonta a hace unas décadas, cuando era el paso de la columna principal del ejército de los Andes, liderada por el General José de San Martín, que cruzó la cordillera para liberar Chile.

El hotel está dividido en dos áreas, con un edificio central presidido por un inmenso patio exteriordonde se desarrollan los servicios básicos como desayuno y comidas, con grandes ventanales que miran hacia la cordillera.

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La arquitectura de La Posada de los Patos está basada en la de la región mexicana de Cuyo. © La Posada de los Patos

Las instalaciones se completan con diez casas estratégicamente construidas para tener terrazas con vistas a Los Andes. Es un espacio que incita al relax, a la lectura en alguna de sus hamacas, a unos baños en su 'pileta', o a degustar un mate. ¿Un plus? Aquí sí hay wifi.

Si te encuentras con problemas de ocupación, existen otras ofertas de alojamiento en el pueblo, como es La Posada del Alemán, donde, además, es un lugar perfecto para ir a comer recetas cien por cien caseras cualquier día de la semana.

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La Posada de los Patos es de estilo rústico y esencia mexicana. © La Posada de los Patos




SLOWLIFE: DE MI CAMPO

Se trata de una de las empresas de productos gourmet orgánicos con mejor reputación del país, cuya sede central se encuentra en el corazón de El Barreal. En una pequeña casa de campo, rodeada de hectáreas de campo y cultivos y con el río Patos como límite de la finca, se elaboran todos los productos de la marca, como frutas, hierbas aromáticas, sales… Todo cien por cien orgánico y sostenible. Puedes solicitar una visita a la finca para conocer de primera mano los procesos de fabricación y, de paso, adquirir algunos productos para degustar en casa.

La marca De mi campo fue fundada por la argentina Cecilia Zunino, quién supervisa cada paso con todo cariño, cuidando hasta el más pequeño detalle. Ella misma nos explica que este lugar es perfecto para el crecimiento de las hierbas aromáticas, ya que se alinean factores como la amplitud térmica, el sol y la proximidad de la montaña, cuyas aguas de deshielo hacen los campos más fértiles.

Nos cuenta, además, que su marca posee una clara filosofía: “Conseguir una alimentación libre de contaminantes, a través de una agricultura que evita el uso de agroquímicos, priorizando calidad sobre cantidad, para que los alimentos conserven los aromas y sabores originales”.




El romero, el eneldo o la sal con hierbas orgánicas son sus artículos estrella, y como productos diferentes y singulares están el chimichurri seco o la salsa malbec, ambos perfectos para dar sabor a un buen asado argentino.

Por último, no podemos dejar de mencionar sus infusiones orgánicas en bolsa a base de manzanilla y lavanda, o la de melisa. ¿Un soplo? Ha comenzado a vender en la cadena orgánica americana Whole Food Market.

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Hierbas y especias de la marca De mi campo. © De mi campo

 
Estoril, Sintra y Cascais: el triángulo de historia, fantasía y paisajes en la costa de Lisboa
Tenemos una buena noticia: ¡hay vida más allá de la capital lusa!


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Cascais: relajación y buena vida © iStock


Tiempo de lectura 5 minutos

Al pasear por las calles de Lisboa, se respira la melancolía de toda una nación cuyos valientes navegantes conquistaron el mundo durante la Era de los Descubrimientos. Es una ciudad de las que llegan al alma del viajero, como solo pueden hacerlo las urbes que saben contar una bella historia.

Una visita a Lisboa no se acaba en su Barrio Alto, los miradores, la Torre de Belém, el Castillo de San Jorge o los tristes fados escuchados en las antiguas tabernas del Barrio de Alfama. A poco más de media hora en coche de la capital lusa, encontrarás tres localidades que no debes perderte: Estoril, Cascais y Sintra.


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Playa de Carcavelos © Getty Images

La vieja carretera costera, la N6, parte hacia el oeste de Lisboa para mostrar un paisaje gobernado por pequeños acantilados que separan salvajes playas de arena dorada. Una de ellas es la de Carcavelos, donde casi cualquier día del año surfistas y kitesurfistas practican el emocionante arte de cabalgar y volar sobre las olas.

Continúa el viaje hacia el oeste, junto a ciclistas que aprovechan el extenso carril bici costero para recorrer, de una manera sana y ecológica, esta bella parte de Portugal.

ESTORIL: REYES, ESPÍAS Y CASINOS

Y es así, con la brisa marina en el rostro, como llegas a Estoril.




La pequeña localidad de Estoril emana una esencia de misterio e historia que se materializa en sus edificios más emblemáticos, todos ellos inaugurados en los años 30 del pasado siglo.

En las lujosas estancias del Hotel Palácio se reunían espías de ambos bandos durante la Segunda Guerra Mundial. Aprovechaban la neutralidad lusa en el conflicto y se cree que algunos llegaron a usar unos túneles que iban directamente del hotel a algún punto escondido de la costa, donde una embarcación de contrabando les llevaba lejos de allí.

En él se alojaron también duques, magnates y reyes. Don Juan de Borbón fue uno de ellos, pero también Humberto II de Italia y Carlos II de Rumanía fijaron su residencia en el Hotel Palácio durante un tiempo.

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Ay, si este hotel hablara... © iStock

A poca distancia del hotel se halla la Pastelería Garrett, lugar de reunión de la clase alta desde su apertura, en 1934. Su creación más famosa es el bolo do rei – un pariente del roscón de reyes español - y dicen que, además, era el preferido de Ian Fleming, quien escribió aquí algunos pasajes de sus famosas novelas de James Bond.

Por último, no te puedes marchar de Estoril sin jugar una mano de blackjack o apostar en la ruleta del casino más grande, y con más solera, de Europa. Desde 1931, en el Casino de Estoril se han perdido y ganado grandes fortunas, siempre en el ambiente exclusivo en el que se movía la clase chic europea.




CASCAIS: RELAJACIÓN Y BUENA VIDA

La tranquila Cascais parece echar de menos la frenética actividad pesquera de antaño. Hoy es un lugar vacacional que rebosa de vida en verano y parece dormitar, mecida por las olas, el resto del año.

Paseando por su centro histórico de calles peatonales adoquinadas, los palacios y mansiones dan fe del boom turístico que atrajo a la clase alta portuguesa en el siglo XVIII, cuando Cascais fue elegida por la familia real como lugar de veraneo.

Y es en verano cuando, no lejos de la pequeña playa urbana de Los Pescadores, largas colas de gente esperan su turno para que los helados de la heladería Santini les trasladen al ‘Olimpo de los Sabores’. En este pequeño negocio familiar se lleva haciendo el mejor helado de Portugal desde hace décadas.

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Acantilados de Boca del Infierno © iStock

Desde el centro de Cascais se puede llegar caminando a la Boca del Infierno. En este conjunto de afilados e irregulares salientes rocosos, el mar golpea con toda su furia, creando un impactante espectáculo visual y auditivo.

Algo más al oeste, la playa de Guincho es el lugar perfecto para disfrutar de un día al sol, ya sea tumbado o practicando surf, windsurf o kitesurf. Se trata de una bellísima reserva natural formada por unas dunas móviles pobladas de verdes arbustos.




SINTRA: UN LUGAR DE CUENTO

Tras partir de la playa de Guincho, debes tomar dirección norte para adentrarte en el Parque Natural de Sintra-Cascais. En él encontrarás la siguiente parada de la ruta: el Cabo de la Roca.

El Cabo de la Roca (Cabo da Roca, en portugués) es el punto más occidental de la península ibérica. Un acantilado cubierto de verde emerge del mar, que se muestra bravo, 140 metros por debajo del faro que alienta y guía a los barcos que surcan esta parte del Atlántico.

El paraje natural del cabo es tan bello como el que encontrarás a ambos lados de la carretera que une a este con Sintra. Bosques, suaves montañas y aire puro para ir acercándote a un lugar de ensueño.

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Palacio Nacional da Pena, en Sintra © Getty Images

Sintra es uno de esos pocos lugares del mundo que podrían servir, sin modificar absolutamente nada, como set de rodaje de alguna película de fantasía. Gran culpa de ello lo tiene el Palacio Nacional da Pena, que emerge entre peñascos y una densa arboleda en el punto más elevado de Sintra.

El Palacio da Pena, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1995, está constituido por un conjunto de edificios de fachadas coloridas en los que no se puede adivinar un patrón de construcción. Tal es la anárquica mezcla de estilos utilizados por los arquitectos de la obra. Este monumento, máxima expresión del estilo romántico portugués, fue residencia de la familia real portuguesa durante el siglo XIX.




A menor altura y con un estilo mucho más sobrio, la antigua fortaleza del Castillo de los Moros (Castelo dos Mouros) recuerda pretéritas batallas entre moros y cristianos. Las primeras estructuras defensivas fueron levantadas por los conquistadores árabes entre los siglos VIII y IX, siendo ampliadas y reforzadas por las fuerzas cristianas tras la reconquista de Don Afonso Henriques.

Ya en el pueblo, a las estrechas calles se asoman pastelerías, románticos restaurantes y pequeños hoteles, escoltando así al Palacio Nacional de Sintra, del siglo XVI.

Es normal que tanta belleza inspirara a los más bravos navegantes que ha conocido la Historia.

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La antigua fortaleza del Castillo de los Moros © Getty Images
 
¿Por qué Guatemala debería ser tu próximo viaje?
La cultura maya, el Caribe, o sus 37 volcanes convierten el país en uno de los más diversos del planeta
Este artículo es fruto de la colaboración entre La Vanguardia.com y Travelzoo

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Muelle en el lago Petén, cerca de Flores, en el norte de Guatemala (SimonDannhauer / Getty Images/iStockphoto)
Corazón del mundo maya, volcanes activos, selvas, ciudades coloniales y un clima excelente –se la conoce como “el país de la eterna primavera”- durante todo el año. Guatemala es uno de esos rincones del mundo que lentamente se van descubriendo, mostrando, abriendo a los viajeros. Es como un secreto que no se puede ocultar por más tiempo. Perfecto para poner en marcha una aventura (o varias).

Su ubicación geográfica es privilegiada: al norte tiene a México, al este están Belice, Honduras y el mar Caribe, y al sur la inmensidad del océano Pacífico. Y así, cuando uno consigue penetrar en su territorio por primera vez, se da cuenta de que realmente son varios destinos metidos en uno solo. Por mucho tiempo de que dispongas, jamás podrás abarcar la totalidad de su belleza.

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Nenúfares en el río Dulce, Guatemala (lubilub / Getty Images/iStockphoto)

Corazón maya
La civilización maya ha sido una de las culturas más importantes de la historia del mundo y su desaparición es todavía un misterio, por eso tiene tanto interés. Aproximadamente entre los años 2.000 a.C y hasta el 1.500 d.C. habían llegado a ocupar desde el sur de México, Guatemala, Belice y parte de Honduras y El Salvador.

En el momento de máximo apogeo, construyeron templos, pirámides y grandes poblaciones, estudiaron astronomía, medicina o arquitectura, y tradiciones como el arte, la religión o la artesanía, en cierta medida, han podido sobrevivir hasta hoy. De hecho, en la actualidad, los descendientes de los antiguos mayas representan más del 50% de la población guatemalteca, es decir, la mitad de la población pertenece a 21 grupos de indígenas mayas.

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Mujeres mayas en una ceremonia religiosa cerca de la ciudad colonial de Antigua (Lucy Brown - loca4motion / Getty Images)

Volcanes activos
Al que le fascine la aventura y la naturaleza en estado puro, Guatemala es su viaje. Es el espacio con mayor número de volcanes activos del continente. En total hay 37 que atraviesan el país, cuatro de los cuales están activos. Uno de los que registran mayor actividad de América Central es el Pacaya, a 2.550 metros de altura y de ascenso algo complicado. Pero vale la pena organizar una excursión -de entre una hora y dos aproximadamente– por un sendero que conduce a lo alto de este majestuoso volcán.

Por cierto, la última actividad tuvo lugar en el 2014. El año pasado (2018) entró en erupción el volcán de Fuego. Todos ellos son de una belleza magnética, algunos albergan lagos en el interior de sus cráteres (Chicabal o Ipala), y otros producen aguas termales, donde se han levantado balnearios naturales ideales para hacer senderismo y luego relajarse (Almolonga, Fuente Georginas o Aguas Amargas). El más alto es el Tajumulco (4.222 metros), cuyo cráter mide 50 metros de diámetro.

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Volcán Pacaya, el más activo de América Central (ByronOrtizA / Getty Images/iStockphoto)

La Antigua Guatemala
Sin duda, en cualquier plan que uno se proponga al visitar Guatemala, debe aparecer la Antigua Guatemala, conocida como Antigua, una hermosísima ciudad colonial rodeada de volcanes –el de Fuego y el de Agua– y declarada patrimonio mundial por la Unesco en 1979. Es una maravilla, pero puede visitarse en una jornada. Fue destruida prácticamente en su totalidad por el terremoto de Santa Marta y, años más tarde, fue repoblada y ligeramente rehabilitada (de las 50 iglesias que tenía la ciudad, únicamente 6 se han reformado).

Tal vez no cuente con la monumentalidad de otras ubes coloniales como Cartagena de Indias, en Colombia, pero merece la pena darse una agradable vuelta entre sus callejuelas empedradas, sus fachadas renacentistas, respirar el aroma a café recién tostado que invade el aire y visitar el mercado con sus variedad sorprendente frutas, verduras y artesanías (sus puestos venden piezas de jade y artículos de cuero hechos allí mismo). Por cierto, la mejor manera (y la más económica) de conocer el lugar es sumergirse en una de sus pequeñas cafeterías que ofrecen un menú del día con especialidades guatemaltecas, donde suelen incluir pollo, pescado, cerdo, arroz, papas y tortillas, y cargar energías para seguir descubriendo la ciudad.

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Arco de Santa Catalina en el casco antiguo de la ciudad de Guatemala (loca4motion / Getty Images)

El lago Atitlan
No muy lejos de Antigua –a unas dos horas y media– se encuentra este espectacular lago envuelto entre volcanes y pueblecitos mayas como Santiago Atitlán, Santa Cruz o San Marcos de la Laguna. Su luz es fascinante cuando resplandece sobre la superficie del agua. San Pedro de la Laguna es uno de esos pueblos en los que se puede pasar la noche y, desde allí, hacer senderismo por los volcanes, rutas en kayak entre las orillas boscosas, bañarse, bucear o, sencillamente, tomarse un café contemplando el impresionante paisaje.

Por otro lado, los aficionados a la observación de aves también están de suerte, puesto que en la parte superior del volcán de San Pedro, se pueden observar desde el guan cornudo de corona roja o faisán de cuerno rojo, similar a un pavo (oreophasis derbianus, que se encuentra sólo en grandes alturas en México y Guatemala).

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Lago de Atitlan, Guatemala (waddle / Getty Images/iStockphoto)

Las ruinas de Tikal
Al norte de Guatemala está el principal atractivo de un viaje a Guatemala: la ciudad maya de Tikal. En plena selva del Petén, bajo la espesa vegetación, se oculta uno de los centros arqueológicos más fundamentales del planeta. Descubierto en 1848 y habitado durante más de 1.600 años, cuenta con las dos icónicas pirámides de la Gran Plaza, el Gran Jaguar y el de las Máscaras. Es como sumergirse en un mar inacabable de cedros, caobas de gran altura, donde se escuchan las voces de las innumerables especies de aves que viven en las copas de los árboles.

Lo aconsejable es pasar allí un par de días como mínimo, caminar por este bosque tropical y ascender a la cima del Templo IV, a 50 metros de altura, para ver la extensión total del yacimiento. Por cierto, existen muchas opciones para alojarse, incluyendo algunas dentro del parque, donde el despertador suena temprano por la mañana gracias a los monos aulladores, loros y tucanes.

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Ruinas de la ciudad maya Tikal en Guatemala (SimonDannhauer / SimonDannhauer-iStockphoto)

Las piscinas de Semuc Champey
A solo un día desde Antigua o Tikal, un camino lleno de baches, aparentemente en medio de la nada, conduce a esta sucesión escalonada de piscinas teñidas de un azul verdoso tan brillante que se parecen a la interpretación del paraíso que haría un artista. Es Semuc Chapey, que significa “donde el río se esconde bajo las piedras”. Lo ideal es iniciar el día con una excursión de una hora a través del denso bosque color esmeralda hasta el Mirador, una pequeña terraza que sobresale de un acantilado, desde donde la panorámica de las piscinas es fabulosa. Luego se desciende de nuevo para bañarse en las aguas cálidas y poco profundas.

Si lo que te gusta es la aventura más extrema, la opción es recorrer las enormes cavernas de piedra caliza en Lanquín. Pasear por los oscuros pasillos, atravesar el río, remontar una cascada subterránea y sumergirse en una piscina sombría y gélida, o descender por los rápidos bulliciosos del río. Para dormir, hay unos pocos hoteles pequeños en el encantador pueblo de San Agustín Lanquin, a sólo media hora en coche de las piscinas, y se pueden encontrar más opciones en Cobán, a dos horas y media de distancia.

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Semuc Champey, en Guatemala (SL_Photography / Getty Images/iStockphoto)

El Caribe guatemalteco
Y no todo son templos mayas, volcanes y caminatas en Guatemala. Hay playa. Y de las buenas. La costa caribeña no es tan conocida como la de México, pero es de una gran belleza. Es tremendamente salvaje.

Una buena base para empezar a explorar la zona es probablemente la localidad de Livingston, en la bahía de Amatique, únicamente accesible por mar, o bien en barca desde Puerto Barrios o bajando por río Dulce. Casas verdes, rosas y azules dominan el paisaje. Las playas no son un reclamo, para qué engañarse, pero hay algunas que son verdaderamente recomendables: playa Blanca es una de ellas, arenas finas, cocoteros, tumbonas, aguas color turquesa... y prácticamente sin nadie que te tape el sol abrumador.

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Una de las playas paradisíacas de Guatemala (alexat25 / Getty Images/iStockphoto)

Mercado de colores
A 145 kilómetros de ciudad de Guatemala, en la altiplanicie a 2.000 metros sobre el nivel del mar, el mercado de Chichicastenango (ciudad sagrada de la etnia quiché) es una experiencia que te llega al alma. Solo entrar en el edificio blanco que lo alberga, te sacude una explosión de miles de sensaciones que se te quedan impresionados en la retina. El color es tan diverso como el propio país, se escuchan misas por los altavoces y las formas y tonalidades de las frutas, verduras, carne y pescado, flores, máscaras de madera o bolsos se entremezclan...

En total hay más de 3.000 puestos que salpican los alrededores de la iglesia de santo Tomás, y varias calles de la ciudad. Probablemente sea el . Se repite todos los jueves y domingos, muchos indígenas llegan con sus coloridas vestimentas caminando desde la meseta la noche anterior y duermen al raso para poder montar su tienda bien pronto por la mañana. Esa es su forma de vida. Pura supervivencia.

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Mercado de Chichicastenango (Getty / Getty)
https://www.lavanguardia.com/ocio/viajes/20190510/462137132215/motivos-para-viajar-guatemala.html
 
La fila que debes evitar en el avión porque no se reclinan los asientos
Por motivos de seguridad algunas butacas se mantienen fijas
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Un joven sentado junto a la salida de emergencia de un avión (Chalabala / Getty Images/iStockphoto)
Uno de las quejas más frecuentes de los pasajeros en los aviones es la falta de espacio para estirar correctamente las piernas durante los vuelos. Pero existe algo peor que eso. Es mucho más frustrante todavía descubrir que el asiento no se reclina. Si estás en un vuelo muy largo, tendrás que estar sentado en una posición recta con una comodidad máxima que se limita a colocar los codos sobre el apoyabrazos.

En caso de que tuvieras problemas en la zona lumbar de la espalda, o que simplemente no te sintieras a gusto en los aviones, un usuario de la gran comunidad online Reddit propuso una solución interesante para hacer que la experiencia de vuelo sea más fácil de llevar. Su consejo es no elegir un asiento delante de la fila de salida de emergencias.


La web SeatGuru permite comprobar si estás sentado en un asiento que no se reclina


Según este usuario u/snoof123, es debido a que es poco probable que esa butaca se recline. En general, es un buen consejo, aunque viene acompañado de otra advertencia importante. En el caso de que hayas reservado el sitio, siempre debes comprobar si ese lugar está cerca de una fila de la salida de emergencia, ya que es posible que la butaca de la fila posterior a esta tampoco se pueda reclinar.

De acuerdo con Smarter Travel, esto es así con el fin de que las filas de salida de emergencia se mantengan despejadas en caso de algún incidente. Si los asientos se pudieran reclinar, entonces sería más difícil pasar para llegar a la salida.

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Salida de emergencia dentro del avión (assalve / Getty Images/iStockphoto)
Además, hay herramientas que ayudan a evitar elegir un asiento desagradable. La web SeatGuru permite comprobar si estás sentado en una butaca que no se reclina por su proximidad a una fila de emergencia. SeatGuru funciona para vuelos de Southwest, United Airlines o Alaska Airlines. En algunos vuelos de JetBlue con dos filas de emergencia juntas, es posible que se encuentre que los asientos de estas filas en sí no se reclinen (así que la promesa de más espacio para las piernas en este caso no es real).

Por supuesto, todo esto depende del tipo de avión en el que se vuele y en la aerolínea. Por esta razón, lo mejor que se puede hacer es buscar en vuelo el SeatGuru o en alguna página similar. La web tiene planos de 1.164 aviones y 156 aerolíneas. Teniendo en cuenta estos consejos, se pueden mejorar las posibilidades de evitar estar en el peor sitio durante un vuelo.


Es posible que la butaca de la fila de la salida de emergencia o posterior no se puedan reclinar


https://www.lavanguardia.com/ocio/viajes/20190510/462146545452/fila-avion-evitar-aientos-fijos.html
 
LOS VIAJES Y EL CINE


El Cortijo del Fraile: el crimen sigue siendo en Almería
Fue escenario de una de las tragedias más conocidas del siglo XX y de multitud de películas, pero ahora es el propio edificio el que está viviendo su particular desgracia por culpa del abandono.


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Cortijo del Fraile © Getty Images



Alguien silba una melodía de una película del oeste. Una de las muchas que compuso Ennio Morricone. Pero no una cualquiera, sino el tema principal de La Muerte tenía un precio.

El silbido se funde con el viento de levante, ese que tantos dolores de cabeza es capaz de producir, y, al fondo, la naturaleza parduzca, esteparia y desnuda no trata de ocultar el abandono del histórico edificio que nos trae hasta aquí: el Cortijo del Fraile.


Construido por los frailes dominicos en el siglo XVIII, debe su nombre a estos. La desamortización de Mendizábal dejó la finca en manos privadas. El entorno no puede ser más sugestivo.

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El Cortijo del Fraile: el crimen sigue siendo en Almería © Getty Images

El Cortijo del Fraile es, sin duda, el más universal de todos los que hay en nuestro país, ya que ningún otro ha llegado a tantos rincones del mundo a través de la pantalla. Ha sido escenario de algunos de los westerns más fabulosos jamás filmados.

Entre ellos, la Trilogía del Dólar: Por un puñado de dólares, El bueno, el feo y el malo y, la anteriormente mencionada, La muerte tenía un precio, dirigidas por Sergio Leone. Todas protagonizadas por Clint Eastwood, de quien se dice que sus pálidos ojos claros no podían soportar la fiereza del sol almeriense, lo que le obligaba a tener que mantenerlos entornados. Y, de ahí, su legendaria mirada del tipo más duro del oeste americano.




Curiosamente, forastero, aquel lejano oeste, se encuentra, realmente, al este. Más concretamente, en Almería. Dentro del Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar se ubica esta edificación que, a pesar de su estado y del paso del tiempo, es la mejor representación de cortijo señorial de esta zona y uno de los monumentos españoles que han llegado a más hogares del planeta gracias al cine y la televisión.

Muchos son los actores que pasaron por este inhóspito lugar y muchas las películas que lo han llevado por el mundo.

A pesar de ello, la historia o fama del Cortijo del Fraile no se la debe al cine, sino a un suceso que ocurrió mucho antes de que los directores pusieran su interés en este enclave, el 22 de julio de 1928.

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Un atardecer en el Cortijo del Fraile © Getty Images

Un hecho conocido como “El Crimen de Níjar”. Ese día se celebraba la boda concertada entre Francisca Cañadas Morales, la hija pequeña y cojuela del encargado del Cortijo del Fraile, y Casimiro Pérez Pinos, un modesto jornalero. Pero dicho enlace nunca llegó a festejarse y, en su lugar, hicieron acto de presencia la huida, la venganza, el honor y la sangre.

En aquella época, y siguiendo las costumbres nupciales de los campos de Níjar, las bodas se celebraban de noche. Y la de Francisca, conocida como “Paquita la Coja”, y Casimiro, habría de ocurrir a las tres de la mañana en la iglesia de Fernán Pérez, una pedanía cercana al cortijo donde vivía la novia.

Pero la realidad era otra y Paquita, desafiando las costumbres de la época, se reveló y esa misma noche se fugó con el hombre del que estaba realmente enamorada, su primo hermano Francisco “Curro” Montes.

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Iglesia de Fernán Pérez © iStock

Pero su huida, a lomos de un caballo, no llegó demasiado lejos, ya que fueron descubiertos por José Pérez -hermano de Casimiro- y su esposa Carmen Cañadas -hermana de Francisca-, y, entendiendo lo que pretendían fueron tras ellos, ya que la deshonra y la traición, en aquellos tiempo se pagaban muy caro.

A ella la intentaron estrangular y consiguió salvarse haciéndose la muerta. Y así la encontraron, medio muerta, a una hora en la que ya debía de estar casada, y, a escasos metros, el cadáver de Curro Montes, muerto de varios tiros a quemarropa.

Hoy, una cruz de cal pintada sobre un balate señala el punto exacto donde José mató a Francisco, en la vecina barriada de Los Martínez, frente al cortijo de la Capellanía.

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Inma Cuesta en el rodaje de 'La novia' basada en 'Bodas de sangre' © D.R.

Para disgusto de sus protagonistas, el Crimen de Níjar se convirtió en uno de los más conocidos de la crónica negra del siglo XX español. Y el Cortijo del Fraile en el símbolo de aquel drama rural propio de la España profunda.




La prensa cubrió el acontecimiento con un halo de misterio; aquel crimen que era un fiel reflejo de las duras condiciones de vida de sus protagonistas en un medio árido y aislado de otros núcleos de población, pero también de sentimientos y pasiones intensas. Lo que parecía un crimen por honor, era más bien por dinero. Francisca era la heredera del cortijo de su padre y si se casaba con Casimiro todo quedaría en familia: dos hermanas para dos hermanos.

Cuando Francisca emprendió aquella inesperada huida, jamás se hubiera imaginado que la boda de la que escapaba escribiría con la sangre de su amor verdadero su historia en las páginas de la literatura nacional.

Fue una figura femenina y silenciada durante el Franquismo, Carmen de Burgos, nacida en la vecina población de Rodalquilar y primera mujer en ser redactora de un periódico y corresponsal de guerra en España, quien, firmando como Colombine, se convirtió en la primera en publicar, en 1931, una obra inspirada en aquel hecho real acaecido en 1928.

Con Puñal de Claveles, la escritora otorgó una nueva mirada a la historia, dejando abierto el final y despojándolo de la tragedia. De esta manera, Colombine presenta un relato con una lectura feminista y un final en el que los protagonistas son lanzados hacia un futuro mejor; ya que la obra fue fruto del compromiso de la autora como activista pionera en defensa de los derechos de la mujer y su romántico relato terminaba con la fuga de una mujer que elige por sí misma su destino en contra de las normas sociales.

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La Novia © D.R.




En 1933, Federico García Lorca publicaba Bodas de Sangre, convirtiendo la fuga de Paca Cañadas con el hombre que amaba, en vísperas de su boda concertada con otro, en una de las obras cumbre del teatro español del siglo XX. En la famosa tragedia lorquiana, Francisca es la novia, Casimiro, el novio y Francisco Montes es Leonardo.

En aquel caluroso verano de 1928, Federico descubrió en las páginas de sucesos la crónica de aquella tragedia ocurrida dos días atrás en el campo de Níjar. "¡La prensa, qué maravilla! ¡Leed esta noticia! Es un drama difícil de inventar", llegó a comentar a sus amigos.

Y él, como Carmen de Burgos, también lo acabó reinventando. Esta vez, en clave teatral, cambiando los personajes por otros más arquetípicos -la Madre, la Novia, el Novio,…-, los disparos del cuñado por un duelo final a cuchillo entre el Novio y Leandro y sustituyendo aquel cortijo por una casa cueva granadina, en el que habita la Novia. Bodas de Sangre permitió a Lorca desplegar sus múltiples talentos artísticos y expresar sus preocupaciones más profundas.

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El cortijo del Fraile se encuentra, actualmente, en un estado ruinoso © Alamy

A pesar de su belleza y de haber albergado a tan inspiradores personajes y haber sido escenario cinematográfico, al Cortijo del Fraile le quedó, solamente, una aureola visible para unos pocos. A medio camino entre las pedanías de Rodalquilar y Los Albaricoques, su estado ruinoso y desatendido parece indicar que nadie se ha preocupado de él desde hace décadas, a pesar de que en 2010 fue declarado Bien de Interés Cultural con la tipología de “Sitio Histórico”.




Un año después, se desplomaron algunos muros y el edificio sufrió graves desperfectos. El riesgo de que todo pueda venirse abajo en cualquier momento es muy real y un cartel prohíbe la entrada a la edificación.

"Eran tristes los alrededores...; cortijo de secano en medio del despoblado entre los cerros chatos y pelados, sin más flora que la leña, la palma y las atochas". Así describía Carmen de Burgos la finca en su obra. Ahora, hasta la icónica palmera que presidía la fachada principal del inmueble ha desaparecido, víctima del voraz picudo rojo y de la desidia de sus propietarios.

Hoy, los protagonistas del crimen que comenzó en el Cortijo del Fraile ya han fallecido y los testigos y descendientes de la tragedia no hablan de aquello. El silencio ha reinado, desde entonces, tanto en las personas como en los lugares. Sin embargo, la vida continúa aunque nos arranquen de ella y el cortijo está ahora ahí, esperando al viajero curioso y a que se haga justicia poética con su valor arquitectónico y su singular historia.

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En medio de la nada, se alza ruinoso, el cortijo del fraile © Getty Images
 
Portugal limita el número de visitantes a uno de sus tesoros costeros
Proteger el medio ambiente y garantizar la seguridad de las personas son los motivos que se encuentran detrás de la restricción del número visitantes que podrán desembarcar en las Islas Berlengas


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Solo 550 personas podrán visitar simultáneamente la Berlenga Grande © Alamy



Las Islas Berlengas vendrían a ser como nuestras Cíes: ligeramente desconocidas entre el turista extranjero, pero aclamadas por el viajero patrio.

Así, este archipiélago que se alza sobre las olas del océano Atlántico a 10 kilómetros de Peniche tiembla cuando se acerca el verano ante la llegada diaria de cientos de personas a la Berlenga Grande, su isla principal y la única visitable.


Para preservar las especies que la pueblan, el hábitat en el que estas se mueven y garantizar la seguridad de quienes hasta allí llegan, el gobierno portugués acaba de limitar a 550 el número de personas que simultáneamente pueden desembarcar en ella, según información proporcionada por el Gabinete do Ministro do Ambiente e da Transição Energética de Portugal.

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Durante el verano, cientos de personas llegan cada día a su costa © Alamy

Esta necesidad de preservar la Reserva Natural das Berlengas, reconocida por la UNESCO como Reserva de la Biosfera, no es nueva. De hecho, la limitación del número de visitantes es el resultado de un proceso que comenzó en la década de los 90 y que ha transitado por ordenamientos que estaban pendientes de la publicación de una resolución del miembro del gobierno responsable del área de Medio Ambiente.

Teniendo en cuenta la fragilidad de los ecosistemas insulares y las condiciones específicas del archipiélago, se encargó a la Universidad de Aveiro la evaluación de la carga humana adecuada que pueden soportar las islas. Esta institución, trabajando junto al Consejo Estratégico de la Reserva Natural das Berlengas, que incluye a miembros de entidades públicas, de la comunidad científica y de las actividades socioeconómicas más representativas, definió la que consideraba la capacidad adecuada y que, posteriormente, fue sometida a consulta pública.




Con estos datos sobre la mesa, se aprobó la resolución que establece la Capacidad de Carga Humana en la Reserva Natural das Berlengas y la cifra en 550 visitantes simultáneos a la isla Berlenga Grande, una cifra con la que se quiere respetar las especies y hábitats presentes en el archipiélago y garantizar la seguridad de las personas y servicios de apoyo que se encuentran operativos en la isla.

Dentro de este medio millar de personas no están incluidos los agentes de la autoridad en el ejercicio de las intervenciones relacionadas con la seguridad pública, los residentes estacionales habituales, quienes presten algún servicio en la isla y los representantes de las entidades oficiales que tengan jurisdicción en el archipiélago.

Queda ahora por determinar cómo se desarrollará este reglamento y se controlará el acceso al área terrestre. Para ello están trabajando conjuntamente los gabinetes de los miembros del gobierno responsables del área de Defensa Nacional, de Turismo y de Ordenamiento y Conservación de la Naturaleza.

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Garantizar la seguridad de quienes visitan estas islas es uno de los objetivos de esta limitación © Alamy
 
Holbox, la isla del Caribe donde todos quisiéramos vivir
Al norte de la península de Yucatán, en México, se encuentra este paraíso del que nadie quiere marcharse


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Holbox te da la bienvenida. © Getty Images



Cuando estaba organizando mi viaje a México decidí que una parada, costara lo que costara, sería en Holbox. Sabía bien poco sobre esta pequeña isla al norte de México, pero las imágenes por sí solas merecían la pena. Nada comparado con la realidad, por supuesto.

Febrero, con unos 25 grados de temperatura de media, me recibieron en este pequeño paraíso a cientos de km de mi hogar. Para llegar hasta aquí viajamos hasta el Puerto de Chiquilá, al norte de la península de Yucatán, y a unas dos horas del aeropuerto de Cancún en coche.


El viaje se nos hizo agradable porque el conductor decidió tomar la carretera que pasa por todas las aldeas antes de llegar a Chiquilá. ¡Pura vegetación y vida!

Los ferry hacia Holbox, que apenas tardan unos 30 minutos, salen cada dos horas. Al ser una isla muy pequeña, mide unos 2km de ancho por 40km de largo y habitan en ella casi 1.500 personas, tiene regulado el acceso de visitantes, aunque entran más de los que deberían, pero eso es otro asunto.

El viaje en ferry fue todo un espectáculo, no solo por las vistas, sino porque tuvimos la suerte de ver delfines en libertad. ¿Nos estaban dando la bienvenida a la isla? Puede que sí, porque rara vez se avistan delfines según nos comentaron los locales. Así que el viaje empezaba con suerte.

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La isla a vista de pájaro. © Getty Images




La llegada no fue menos excitante. Una vorágine de carritos de golf convertidos en taxis se agrupaban en las salidas del ferry, porque no está permitida la circulación de otro tipo de vehículos en la isla; la arena fina blanca, que es el asfalto de toda la isla, las casas bajas de colores con grandiosos murales, el sol y la vegetación fueron los mejores anfitriones.

Nuestro hotel, las Nubes de Holbox, se encontraba al otro extremo de la isla, la última vereda que limita con la reserva protegida de Yum Balam, así que con emoción cogimos un carrito de golf que nos llevó hasta allí. Por el camino recorrimos el centro de Holbox, y no hay palabras para describir la emoción que significa este pueblo de pescadores, alegre, acogedor, bonito y emocionante.

Recorrimos sus calles y de pronto apareció el mar. Las postal era idílica: una inmensa playa de agua turquesa casi blanca, calmada como nunca antes había visto, las letras de Holbox en palos de madera clavados en la orilla, hamacas de colores, gaviotas y las cabañas cerca del mar, sencillamente perfectas.

En la isla, una de las más protegidas por el Gobierno mexicano, no permiten la entrada de grandes cadenas hoteleras ni de supermercados, todo el comercio es local y los hoteles son eco-resorts la mayoría. Adem,as tampoco pueden construir ningún edificio que no respete la esencia del pueblo.




Por lo que a escasos km del mar se alzan las cabañas de Holbox, blancas, con los balcones de madera robusta y los tejados de Paj*. Y al otro lado, la selva tropical. De repente entendí por qué nada más llegar había un panel ofreciendo terrenos y viviendas en Holbox. “Todos quieren quedarse a vivir aquí”, pensé.

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Sus murales le alegran la vida a cualquiera. © Istock

CUANDO ABRACES EL PARAÍSO

Mi primer consejo, si estás pensando en llegar hasta aquí, es que borres de tu mente la palabra tiempo. No existe. El tiempo aquí es algo delicioso, se ha parado y se alarga hasta después del atardecer como si no tuviera fin.

Holbox es un paraíso de los de verdad, por eso te pido, que lo cuides. Que observes los carteles en los que aparecen las especies protegidas de la isla, algunas de ellas las encontrarás caminando por la playa o yendo en bicicleta. No las molestes, ellas estaban antes que tú.

De hecho, la isla tiene una larga historia pues ya estaba habitada por la civilización maya, aunque la presencia de otras civilizaciones se remonta a 1852. Además es toda una auténtica superviviente, pues resurgió después de un huracán en 1886 que lo destruyó todo.

En la isla habitan flamencos, gaviotas, mapaches, todo tipo de peces tropicales, tortugas -que desovan en las playas- y tiburones ballena. Estos últimos son la “atracción turística” por excelencia de la isla.




La mayoría de avistamientos son en agosto (temporada alta), pero llegan a las reservas de Cabo Catoche y Yum Balam (“Señor Jaguar” en lenguaje maya) de mayo a septiembre. Esta especie está protegida por la NOM 059 desde 2010, por lo que ya no se permite tocarlos.

El abuso era tal que los botes se acercaban hiriendo sus aletas, por eso ahora solo se permite acercarse a 10 metros en lanchas. Tampoco se puede usar flash y solo pueden hacer las visitas personas autorizadas.

Es importante que tengas presente que no debes lanzar nada al mar, ni por las calles; y evita todo lo que puedas los plásticos. La isla tiene recursos limitados de reciclaje por lo que muchos de esos envases se quedan varados ensuciando este bello paisaje.

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Las Nubes de Holbox. El paraíso, ¿verdad? © Las Nubes de Holbox

EN LAS NUBES

Holbox dispone de 34km con playas todavía vírgenes y cuatro espacios naturales señalados: Isla Pasión, un pequeño islote a 10 minutos de Holbox, Cabo Catoche, la punta del litoral de México al que solo se puede llegar en lancha, Yalahau, un enorme ojo de agua considerado como fuente de juventud por sus aguas mineralizadas; e Isla Pájaros, un islote cubierto de manglar.

Llegamos a Las Nubes, en el límite de Yum Balam, donde ya solo existe el mar y los manglares. Si alguna vez existió el paraíso estaba en esta porción de tierra en el Caribe mexicano. Las Nubes de Holbox es una hotel eco-luxury pero con la esencia de las construcciones de la isla.




Sus 27 habitaciones se distribuyen formando una pequeña aldea de cabañas con paredes encaladas que contrastan con el verde de las altísimas palmeras y la vegetación abundante en la zona. Todo rezuma paz y tranquilidad.

Lo mejor de las Nubes es su compromiso con la isla, y como han sabido hacer entender al huesped que el lujo también puede ser sostenible.

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Sus cabañas. © Las Nubes de Holbox

En las habitaciones tienen instalada iluminación LED, todos sus amenities son orgánicos, además tienen un programa controlado de toallas para gastar lo necesario y ofrecen agua purificada en jarras de vidrio como alternativa al plástico.

Su compromiso también se traslada a sus cocinas, donde solo utilizan productos biodegradables, de hecho las pajitas que ofrecen están hechas con almidón de maíz. Tampoco sirven especies que estén en veda permanente, como el caracol, la langosta o el mero.

Te advierto ya mismo que tu mente se llevará un pedacito de este mágico lugar porque es inolvidable.

Amanece con uno de sus desayunos típicos y caseros, lánzate al mar con un paddle surf y disfruta del amanecer en Holbox entre sus lenguas de arena fina. Entre ellas vuelan las gaviotas y muchas otras aves, pues su biodiversidad es infinita; y bajo tus pies, no podrás dejar de admirar los movimientos escurridizos de las mantas raya.




Acaba el día cenando el delicioso menú de su restaurante con la puesta de sol, aquí son especialmente únicas. ¿Qué debes probar? Sus aguachiles de temporada, la langosta -el manjar por excelencia de la isla-, y su pescado del día. Mi favorita es su margarita de tamarindo. ¡De otro mundo!

Con suerte algún mapache te dará las buenas noches…

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Riquísimas pescadillas de Las Nubes. © Las Nubes de Holbox

PLANES PARA EXPRIMIR LA ISLA

Hay muchas actividades para disfrutar Holbox. Quizá seas de los que se conforma con estar frente al mar, y creéme que daría lo que fuera por simplemente admirarlo una vez más. Así que si esa es tu opción, también será acertada. Por cierto, aquí el sol es muy fuerte así que no olvides tu protección, ni tu repelente de mosquitos para la noche.

Puedes empezar el día caminando por el mar. ¿Por el mar? Sí, así es. Puedes recorrer toda la costa de Holbox prácticamente como Moisés atravesando sus aguas, porque durante el día baja la marea y entre la orilla y el mar se forma una lengua de arena blanca por la que es muy agradable dar un paseo cuando el sol está saliendo.

En el centro del pueblo hay muchísimos restaurantes para desayunar saludable y tiendas de souvenirs por lo que no te costará distraerte. Aunque hazme caso si te digo que lo mejor es seguir el lema de la isla: "no hagas planes".




Nosotros decidimos pasar una mañana relajada en el hotel boutique Ser CasaSandra. Este lugar es fruto de la idea de la artista Sandra Pérez Lozano, por eso más que un hotel es un como su hogar.

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Desde la terraza de CasaSandra. © CasaSandra

Un hogar de 17 habitaciones y una villa de lujo, un precioso jardín con piscina y varios espacios donde probar su cocina regional yucateca. Cada rincón respira arte: desde el jardín hasta las construcciones hechas con madera de Solferino.

De CasaSandra no te puedes perder el descanso y las vistas desde sus hamacas a pie de playa junto al Bar Maíz, la barra perfecta para pedir cualquier bebida refrescante, ni tampoco los masajes de su Spa.

Date un capricho, no hace falta que seas huésped del hotel para hacerlo.

Durante el mediodía ofrecen un delicioso menú a cargo del chef Roberto Solís. Hacen como nadie la ensalada de tomate, el tartar de pescado en salsa verde, el chicharrón de pulpo y las quesadillas. Aunque nada como llegar de la playa y probar el pescado fresco del día al mojo o al ajillo. ¡No hay error posible!

Por la noche, las cenas son muy agradables en su terraza con vistas a pie de playa. Posiblemente no haya un risotto de calabaza local tan sabroso en la isla. Su tamal de chocolate y el cheesecake de guayaba son memorables.

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Un cena o comida aquí. © CasaSandra




SI LE DECIMOS ADIÓS QUE ALMENOS SEA…

A Holbox siempre hay que volver, eso está claro. Pero si te vas de aquí, y ya que vas a tener depresión postvacacional, que sea habiendo disfrutado al máximo.

No puedes marcharte sin probar la pizza típica de langosta. Hay varios lugares para hacerlo, si quieres algo económico puedes ir a Pizzería Edelyn o en Cariocas. Tampoco te pierdas sus camarones frescos (lo que nosotros conocemos como gambas) que están presentes en cualquier restaurante de la isla.

Una buena forma de decir adiós al paraíso es hacerlo viendo uno de sus atardeceres mágicos. El nuestro fue desde la playa de Punta Coco. Gracias al equipo de CasaSandra que nos organizó un picnic a pie de playa pudimos despedirnos a lo grande. Suena inolvidable, ¿verdad? Es que lo fue.



 
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