¿ cómo piensa un asexual ?

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La concepción social sobre la asexualidad está más relacionada con el celibato que con la realidad. Existe una falta de información entorno a esta orientación sexual. “Ahora todo son etiquetas, ya no saben qué inventar”, dicen. Las etiquetas sirven de punto de partida, de exploración introspectiva. Y lo de inventar, pues no, no se ha inventado nada. Solo se le da nombre a orientaciones para que personas como Edu, puedan sentirse identificadas y no ser los patitos feos del sistema.

Conocí a Edu en un catering de un rodaje, entre cámara y cámara. Tiene 24 años, es muy guapo y un tanto tímido. Te mira a los ojos fijamente y emana bondad. De esas personas que te dan ganas de achuchar y cuidar. Decidimos volver a quedar para conocer su historia: la de un chico asexual cuyo arte, en parte, se centra mucho en esos nudos corporales un tanto sudados.

“Soy adoptado de nacimiento y no sé nada de mi familia biológica, pero tampoco me importa. Siempre me he sentido algo desubicado y lejos. Mi familia tampoco ha sido gente muy cariñosa. No sé si eso tiene algo que ver con mi asexualidad. Todo tiene que ver, supongo”, explica Edu. “Siempre fui curioso, como todos los niños. Mi mente es científica, acabé en el arte de chiripa. Aunque se podría decir que el arte es la ciencia de los niños”.

Descubrió su asexualidad a una edad muy temprana. Nunca le ha llamado la atención el s*x*. “Después de tener s*x* con varias personas empecé a ver que me aburría y que no tenía ninguna clase de disfrute físico. Cuando alguien me atraía, el hecho de acostarme con esa persona era algo que no me nacía”. Habla de su sexualidad con la misma naturalidad que bebe agua.

Pero, ¿qué es la asexualidad? – le pregunto.

- Es una orientación sexual que tiene la gente que no se siente atraída sexualmente por nadie. Es decir, que al conocer a alguien, ver o crear vínculos afectivos con las personas; no nace el deseo de acostarse con esa persona o de tener actividad sexual con esa persona.
Durante su adolescencia Edu besó a mucha gente. “Al principio era divertido, la novedad. Pasados cinco minutos me aburría”, aclara.

- Entonces, ¿tu primera relación sexual?

- Fue muy bonita. Me acosté con una persona que tenía muchísima experiencia a la que le gustaba mucho. Me cuidó. Fue descubrimiento. La primera vez que haces cualquier cosa. Ha sido de las noches más intensas sexualmente que he tenido.

- ¿Cómo son tus relaciones sexuales ahora? – curioseo.

- Tienen mucha comunicación, saber qué hacemos y por qué. Qué expectativas tenemos y qué finalidad. Me gusta advertir cómo funciono en la cama para que no haya sorpresas. Es una relación en la que hago mucho por la otra persona y tampoco me entusiasma que me hagan cosas. Suele ser más unidireccional. Me encanta el juego previo, eso sí. No voy al s*x* por el s*x*.

Ser asexual no significa ser célibe. En algunos casos, los asexuales mantienen relaciones sexuales pero son insatisfactorias. “Cuando he disfrutado del s*x* es porque tenía una vínculo con esa persona el cual hacía que me importara lo que estaba haciendo en ese momento”, añade. “Me encantan las conversaciones que se tienen después: son conversaciones entre personas desnudas, sudadas y cansadísimas. Siempre se dan conversaciones geniales”.

La asexualidad está más relacionada con la falta de interés y de deseo sexual. “Para mí, el deseo es la apetencia de querer hacer algo hacia alguien o con alguien, sexualmente hablando. Es como un instinto sexual que puedes proclamar o que tu cuerpo te reclama. Siento deseo a veces. En la fantasía lo hago con mucha gente. Me gusta pensar que eso se puede dar y puede ser bonito, pero si lo traspaso al mundo material, me da pereza”, explica.

Esa falta de deseo no implica que no pueda tener erecciones o eyaculaciones. “Mi pexx es un pexx perfectamente funcional, demasiado funcional. Si lo frotas se corre aunque jamás me he corrido con el s*x* oral”.

- ¿Y los orgasmos? – pregunto.

- Si el orgasmo es ese sentimiento de éxtasis que invade el cuerpo, esa emoción que te llena por todas partes, que te hace gemir, que te hace vibrar, que te hace tener espasmos, que te nubla la mente… no. No he tenido nada de eso, ni parecido a eso, ni cerca de eso. Durante el s*x* soy muy consciente de todo, y como estemos en la fase de la penetración y sea muy intenso, tanto que no puedes hacer nada más; hasta me aburro. Solo espero la eyaculación de ella o mía para que acabe.

- Entonces, ¿qué te aporta?

- El placer lo encuentro en las pequeñas cosas. En recordarlas, en atesorarlas, en valorarlas. Como una vez que tenía a una amiga montándome mientras tenía un orgasmo. Ella ya no podía con el movimiento, el peso y toda la situación, así que con una mano se apoyó en mi pecho. Aquella mano decidió en un acto desesperado e inconsciente que donde podría apoyarse era en mí. Y me encantó.

- ¿Y el amor? ¿Estás enamorado? – expongo.

- No me he enamorado nunca, una vez casi, pero nos faltó contacto y al final nos fuimos. Igual soy arromántico también, pero quizás sólo he tenido mala suerte o pocas oportunidades. Para enamorarnos nos creamos narrativas e ilusiones en las que encajan ciertas personas y como objetivo vital me propuse ser yo mismo libre de cualquier preconcepción. Estoy soltero, lo he estado siempre y ya no me importa demasiado. A veces hace mucho frío y a veces me hubiese gustado tener otra vida, una compartida y llena de sonrisas y desayunos con extraños. Pero eso solo es a veces, querer lo que no tienes es lo más humano que hay, casi más que el cagar.
Todo ese mundo interior fascinante lo refleja en sus obras. “Mis dibujos disparan lo que he decidido meter en ellos. Y claro, parte de esas experiencias son sexuales. Pocos porque tengo pocas experiencias sexuales. Representar la no-acción sexual es complicado. He intentado hacer “arte asexual” pero es como dibujar a alguien no comiendo helado, ¿cómo logras transmitir que no come helado? Es complicado”, comenta.
El s*x* que se ha establecido a nivel social hasta tal punto que podemos decir que estamos hipersexualizados. Allá donde miremos, hay s*x*. Un claro ejemplo lo encontramos en la publicidad. “Antes pensaba que, viviendo en una sociedad capitalista, el éxito y los objetivos se basaban en el dinero. Pero una vez vi un anuncio de apuestas donde decían que ganando dinero ibas a follxx más. Y mi mundo petó. Ahí me di cuenta que incluso el dinero está al servicio del s*x*. Cuando vendes un producto lo que estás vendiendo es la oportunidad de tener s*x* en un futuro. Si compras este coche, vas a follxx. Si compras este desodorante, vas a follxx. Y así”, comenta Edu.
-¿Y cómo te sientes siendo asexual en una sociedad hipersexualizada?

- Tienes esa dicotomía al principio, de crisis existencial. No concibes que el s*x*, simplemente, no te atraiga. Piensas que estás roto. Cuando se lo confiesas a alguien, no te suelen rechazar nunca. Rechazan la idea de que seas asexual. Piensan que te falta algo, que no has tenido buenas experiencias o que es algo pasajero.

A Edu le gustaría que la sociedad tuviese más información sobre la asexualidad. “Tenemos que visibilizar esta orientación sexual. Proclamarla. Gritarla. Educar, sobre todo. Cuando a alguien le digo que soy asexual lo que piensa es que aborrezco el s*x*, y eso no es verdad. La orientación sexual y el comportamiento sexual no tienen nada que ver (en este caso al menos). Me considero un activista asexual pero no es el centro de mi vida. Imagina apasionarte por no vivir algo, por no sentir algo. Es casi lo contrario a la pasión”, concluye.

Fuente : La vanguardia
 

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