El Mundo Orbyt.
MI SEMANA AZUL & ROSA
JAIME PEÑAFIEL
08/10/2016
CHSSS...
ENTRE LO PEOR DE CADA CASA
SIEMPRE QUEDÓ JUAN VALDEZ
NOSOTROS, LOS INTELECTUALES
EL INTELECTUAL TERTULIANO
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Desconozco quién o quiénes deciden la utilización del Rey emérito para actos institucionales o representativos. ¿El Rey Felipe VI? ¿El Gobierno? ¿El staff de La Zarzuela? De quien sea la directa responsabilidad, no entiendo cómo se pudo decidir su presencia, el pasado 27 de septiembre, en la firma final del proceso de “paz” que pretendía poner fin al conflicto armado más antiguo de América, después de 52 años de lucha.
Ver, como hemos visto a Don Juan Carlos, sentado en la segunda fila con lo peor de cada casa (Evo Morales de Bolivia, Raúl Castro de Cuba, Rafael Correa de Ecuador, José Múgica ex de Uruguay o Nicolás Maduro de Venezuela, tan antidemocráticos ellos) con su camisa blanca de lino para refrendar con su presencia y su firma un acuerdo de inciertos resultados, como se ha visto, es para no perdonárselo a quien decidió que el Rey emérito acudiera a Cartagena de Indias. Incluso sin la compañía del ministro de Asuntos Exteriores. Por mucho que el presidente Santos le agradeciera su implicación en la “resolución” de este conflicto que, como se ha visto, no ha quedado todavía resuelto aunque le hayan concedido el Nobel de la Paz.
Cuando aquí en España no se han cerrado completamente las heridas dejadas por el terrorismo de ETA y a Otegui no se le ha permitido concurrir a unas elecciones, no es de recibo que el Rey se sentara junto a Timochenko y otros, responsables de 250.000 muertes, 25.000 desaparecidos y 30.000 secuestros.
Aunque el resultado del referéndum hubiera sido otro, la presencia de Don Juan Carlos no hubiera estado justificada. Flaco favor se ha hecho a la monarquía española, al Rey emérito y a España.
Y encima le utilizaron publicitariamente con el encuentro del soberano con Juan Valdez, ese personaje creado en 1959 por la agencia de publicidad Doyle Dane Bernbach, por iniciativa de la Federación Nacional Colombiana de Cafeteros. Junto a este personaje, mascota de la marca, apareció fotografiado el Rey en toda la prensa del país. Afortunadamente, en la reunión con el monarca no estuvo Conchita, la mula amiga fiel que acude a todos los eventos importantes acompañando a Juan Valdez. Nada que ver este Juan Valdez representado hoy por el colombiano Carlos Castañeda, con aquel primero encarnado por el actor cubano, hijo de emigrantes españoles, José F. Duval, fallecido hace diez años en Estados Unidos, donde inició su carrera como cantante de ópera.
A propósito de los juicios que se siguen estos días por los casos Gürtel y las tarjetas black, con decenas de implicados, 37 en el primero y 65 en el segundo, llego a la conclusión de que el dinero no hace la felicidad. Cierto es que algún dinero evita preocupaciones, pero mucho las trae, como se está viendo. Todo esto y muchas más o menos tonterías, las dicen, por supuesto, quienes lo tienen. Esos que, al referirse al colectivo, lo hacen desde “nosotros los ricos”, frase tan insolente e impertinente como la de “nosotros los intelectuales”. Me alegro de haber coincidido con el ex ministro José Luis Corcuera que, la otra noche, en el programa de mi querido Antonio Jiménez, en 13 TV, criticó a quienes así se proclaman. A propósito de esta frase, Javier Cercas recordaba en un artículo titulado precisamente Nosotros los intelectuales, que hace tiempo en un programa de televisión oyó a Ana Belén empezar sus respuestas al entrevistador con estas palabras: “Porque nosotros los intelectuales”. Reconoce el famoso escritor que “pegué un respingo porque por algún motivo intuí que acababa de asistir a un hecho histórico: la firma del acta de defunción de la figura del intelectual. Me juré que cuando fuera mayor, no daría motivo a nadie para que me incluyera en esa categoría”.
Estoy de acuerdo con el autor de Soldados de Salamina en que todo ha cambiado tanto que estamos asistiendo a la “irreverente conversión del intelectual en tertuliano, en opinador profesional, capaz de hablar con escalofriante desparpajo sobre todo lo que le echen. El ruido de los tertulianos es tan espantoso que no vendría mal un poco de silencio. Que se callen cuando no saben de lo que hablan”. Esta opinión la manifestó hace 17 años, en abril de 1999. Lo de “nosotros los intelectuales” de Ana Belén ha ido a peor. Sólo basta con ver y oír a los “intelectuales” tertulianos de hoy, enganchados a las tabletas, mientras el resto de participantes hablan y hablan. Viéndoles, llego a la conclusión de que es mejor no saber leer ni escribir que no ser capaz de ser otra cosa que... tertuliano”.
Excesivamente cortesanos me parecen aquellos que piden para ella el Nobel de la Paz. Un peloteo ridículo, gratuito e innecesario (...) Qué sucia y repugnante imagen la de la diputada sorprendida oliéndose, más que la axila, el sobaco. Se vio en la tele (...) Ya era hora. Menudo papelón estaba haciendo ella. Nadie lo entendía. Por fin, la paz (...) ¿Se casará con el padre biológico de su hijo aunque los apellidos son de quien le adoptó y le hizo millonario? (...) Ignoro si ha sido el paso del tiempo que lo cura todo o la generosidad de ella, olvidando que él la abandonó cuando supo que estaba embarazada (...) ¿Por qué él se niega a aparecer junto a sus hermanas de encargo? (...) Siempre se dice lo mismo cuando se produce una crisis matrimonial: “No hay terceras personas”. El tiempo demuestra que el motivo es, precisamente, ése. Al menos en la separación de ellos (...) Y ella sigue erre que erre explotando su divorcio, cuando ya en la televisión no interesa ni ella ni su divorcio (...) ¿Cuál habrá sido el motivo por el que la pareja que anunció recientemente su ruptura se ha vuelto a reencontrar, pidiendo la ayuda de un sacerdote? (...) ¿Utilizará los millones que le pagó la revista de mis amores, esta semana de mis dolores, para liquidar parte de su deuda con Hacienda?

MI SEMANA AZUL & ROSA
JAIME PEÑAFIEL
08/10/2016
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SIEMPRE QUEDÓ JUAN VALDEZ
NOSOTROS, LOS INTELECTUALES
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Desconozco quién o quiénes deciden la utilización del Rey emérito para actos institucionales o representativos. ¿El Rey Felipe VI? ¿El Gobierno? ¿El staff de La Zarzuela? De quien sea la directa responsabilidad, no entiendo cómo se pudo decidir su presencia, el pasado 27 de septiembre, en la firma final del proceso de “paz” que pretendía poner fin al conflicto armado más antiguo de América, después de 52 años de lucha.
Ver, como hemos visto a Don Juan Carlos, sentado en la segunda fila con lo peor de cada casa (Evo Morales de Bolivia, Raúl Castro de Cuba, Rafael Correa de Ecuador, José Múgica ex de Uruguay o Nicolás Maduro de Venezuela, tan antidemocráticos ellos) con su camisa blanca de lino para refrendar con su presencia y su firma un acuerdo de inciertos resultados, como se ha visto, es para no perdonárselo a quien decidió que el Rey emérito acudiera a Cartagena de Indias. Incluso sin la compañía del ministro de Asuntos Exteriores. Por mucho que el presidente Santos le agradeciera su implicación en la “resolución” de este conflicto que, como se ha visto, no ha quedado todavía resuelto aunque le hayan concedido el Nobel de la Paz.
Cuando aquí en España no se han cerrado completamente las heridas dejadas por el terrorismo de ETA y a Otegui no se le ha permitido concurrir a unas elecciones, no es de recibo que el Rey se sentara junto a Timochenko y otros, responsables de 250.000 muertes, 25.000 desaparecidos y 30.000 secuestros.
Aunque el resultado del referéndum hubiera sido otro, la presencia de Don Juan Carlos no hubiera estado justificada. Flaco favor se ha hecho a la monarquía española, al Rey emérito y a España.
Y encima le utilizaron publicitariamente con el encuentro del soberano con Juan Valdez, ese personaje creado en 1959 por la agencia de publicidad Doyle Dane Bernbach, por iniciativa de la Federación Nacional Colombiana de Cafeteros. Junto a este personaje, mascota de la marca, apareció fotografiado el Rey en toda la prensa del país. Afortunadamente, en la reunión con el monarca no estuvo Conchita, la mula amiga fiel que acude a todos los eventos importantes acompañando a Juan Valdez. Nada que ver este Juan Valdez representado hoy por el colombiano Carlos Castañeda, con aquel primero encarnado por el actor cubano, hijo de emigrantes españoles, José F. Duval, fallecido hace diez años en Estados Unidos, donde inició su carrera como cantante de ópera.
A propósito de los juicios que se siguen estos días por los casos Gürtel y las tarjetas black, con decenas de implicados, 37 en el primero y 65 en el segundo, llego a la conclusión de que el dinero no hace la felicidad. Cierto es que algún dinero evita preocupaciones, pero mucho las trae, como se está viendo. Todo esto y muchas más o menos tonterías, las dicen, por supuesto, quienes lo tienen. Esos que, al referirse al colectivo, lo hacen desde “nosotros los ricos”, frase tan insolente e impertinente como la de “nosotros los intelectuales”. Me alegro de haber coincidido con el ex ministro José Luis Corcuera que, la otra noche, en el programa de mi querido Antonio Jiménez, en 13 TV, criticó a quienes así se proclaman. A propósito de esta frase, Javier Cercas recordaba en un artículo titulado precisamente Nosotros los intelectuales, que hace tiempo en un programa de televisión oyó a Ana Belén empezar sus respuestas al entrevistador con estas palabras: “Porque nosotros los intelectuales”. Reconoce el famoso escritor que “pegué un respingo porque por algún motivo intuí que acababa de asistir a un hecho histórico: la firma del acta de defunción de la figura del intelectual. Me juré que cuando fuera mayor, no daría motivo a nadie para que me incluyera en esa categoría”.
Estoy de acuerdo con el autor de Soldados de Salamina en que todo ha cambiado tanto que estamos asistiendo a la “irreverente conversión del intelectual en tertuliano, en opinador profesional, capaz de hablar con escalofriante desparpajo sobre todo lo que le echen. El ruido de los tertulianos es tan espantoso que no vendría mal un poco de silencio. Que se callen cuando no saben de lo que hablan”. Esta opinión la manifestó hace 17 años, en abril de 1999. Lo de “nosotros los intelectuales” de Ana Belén ha ido a peor. Sólo basta con ver y oír a los “intelectuales” tertulianos de hoy, enganchados a las tabletas, mientras el resto de participantes hablan y hablan. Viéndoles, llego a la conclusión de que es mejor no saber leer ni escribir que no ser capaz de ser otra cosa que... tertuliano”.
Excesivamente cortesanos me parecen aquellos que piden para ella el Nobel de la Paz. Un peloteo ridículo, gratuito e innecesario (...) Qué sucia y repugnante imagen la de la diputada sorprendida oliéndose, más que la axila, el sobaco. Se vio en la tele (...) Ya era hora. Menudo papelón estaba haciendo ella. Nadie lo entendía. Por fin, la paz (...) ¿Se casará con el padre biológico de su hijo aunque los apellidos son de quien le adoptó y le hizo millonario? (...) Ignoro si ha sido el paso del tiempo que lo cura todo o la generosidad de ella, olvidando que él la abandonó cuando supo que estaba embarazada (...) ¿Por qué él se niega a aparecer junto a sus hermanas de encargo? (...) Siempre se dice lo mismo cuando se produce una crisis matrimonial: “No hay terceras personas”. El tiempo demuestra que el motivo es, precisamente, ése. Al menos en la separación de ellos (...) Y ella sigue erre que erre explotando su divorcio, cuando ya en la televisión no interesa ni ella ni su divorcio (...) ¿Cuál habrá sido el motivo por el que la pareja que anunció recientemente su ruptura se ha vuelto a reencontrar, pidiendo la ayuda de un sacerdote? (...) ¿Utilizará los millones que le pagó la revista de mis amores, esta semana de mis dolores, para liquidar parte de su deuda con Hacienda?