Asesinatos impactantes

Pues yo lo siento pero no me fiaría de ella si ha matado a dos de sus hijos a sangre fría y luego disimular como si el responsable fuera otro.
Nadie me puede asegurar que no le va a dar el siroco de nuevo y hacer lo mismo.Para matar a un hijo ya hay que ser monstruo...no sé.
Yo es que no tendría contacto con mi madre si hubiera matado a mis hermanos, empezando por ahí, pero las vidas son muy complicadas y los sentimientos muy confusos.., no comparto pero me explico lo ocurrido; el chico sobreviviente quiere a su madre y ha encontrado una forma de perdonarla, los niños maltratados siguen queriendo a sus madres, ocurre siempre, incluso callan para que no las descubran..., otra cosa es lo que piense su mujer.... También creo que ahora está asesina no va a matar más a nadie, no veo riesgo.. porque mató por rabia a su marido y su estado mental con las drogas, lo cual no la hacía irresponsable pero si la explica ... nadie mata por nada, salvo los locos y ésta no lo era. Yo no creo que tuviera complejo de Medea y tonterías de esas, mató porque era una drogadicta con mala relación marital y problemas, pagaba su frustración con los hijos y un día, drogada, decidió matarlos por cualquier berrinche.., violencia reedirigida y total falta de autocontrol.., si tú llegas a casa cabreada por el trabajo o con tu marido, puede que pagues el pato con tus hijos, que no tienen culpa.., te das cuenta de lo injusto y suavizas, a todos nos puede pasar, pues lo de esta fue más o menos eso pero al cubo y multiplicado por un millón, la gente sin control siempre Lo paga con los más débiles.
 
Liberado un chino tras 27 años de cárcel condenado por dos asesinatos que no cometió
Es la sentencia errónea más larga del país. Un tribunal ha dicho que se basaba en hechos poco claros y pruebas insuficientes

1596705095060.png
Imagen de archivo de una prisión brasileña. EFE.


Las autoridades chinas liberaron este martes a Zhang Yuhuan, un hombre que ha estado encarcelado casi 27 años por un crimen que -concluyó el sistema judicial del país asiático- no cometió, lo que convierte al ya exconvicto en víctima de la «sentencia errónea» más larga registrada en el país asiático. Tenía 25 años y ahora 52. Casado y con dos hijos, uno le ha conocido ahora en persona, al salir del penal. Su mujer se divorció y formó una nueva familia

El Tribunal Popular Superior de la provincia suroriental de Jiangxi decidió poner en libertad a Zhang debido a que su sentencia de 1993 por el presunto asesinato de dos niños se basaba en «hechos poco claros y pruebas insuficientes» informó hoy la publicación digital Sixth Tone.

Zhang, que se dedicaba a la carpintería antes de entrar en prisión, regresó el mismo martes a su hogar en la capital de Jiangxi, Nanchang, tras permanecer entre rejas 9.778 días.

«Yo entonces era un hombre joven y ahora soy un viejo -dijo Zhang a la que era su mujer antes de la sentencia, según el diario local The Paper-. Sin embargo, quiero agradecer a las autoridades que hayan restablecido mi inocencia y hecho justicia».

La Policía arrestó a Zhang en octubre de 1993 por el supuesto asesinato de dos niños y, dos años más tarde, el Tribunal Popular Intermedio de Nanchang le sentenció a pena de muerte en suspenso durante dos años. El sentenciado apeló, una apelación que no prosperó hasta el pasado martes.

Pide una indemnización de un millón de dólares
Según la defensa de Zhang, la familia intentará lograr una compensación de 7 millones de yuanes (1 millón de dólares o 849.153 euros), aunque lo consideró un objetivo "muy difícil" dada "la falta de voluntad de la judicatura para iniciar procedimientos de rendición de cuentas y responsabilizar a los funcionarios implicados".

"Incluso si me pagan, no me puedo comprar 27 años de juventud", declaró Zhang, cuya mujer se divorció de él hace años y formó una nueva familia.

De los dos hijos de ambos, uno le visitó dos veces en prisión a lo largo de los 27 años, mientras que el otro le vio en persona por primera vez este martes.

La justicia china, que no opera de manera independiente de los poderes ejecutivo o legislativo, tiene una tasa de sentencia del acusado de en torno al 99 %, según los datos de 2013 del Anuario Legal de China.

Además, según organizaciones internacionales de derechos humanos, durante los periodos de detención a la espera de juicio, son habituales las torturas para extraer de manera forzosa una confesión que después se presentará ante los tribunales.

 
Vale solo voy por la página 3 pero esto me ha dejado alucinada. Las asesinas son psicóloga y celadora?!?! Psicóloga tratando gente y celadora cuidando de personas con salud débil y rodeada de material hospitalario? Que tipo de sociedad enferma tenemos que permite esto?
La Que es psicóloga (que se puede haber estudiado y no ejercer) no me extrañaría que se metiera a esa carrera para entender su cerebro.
Por lo que dicen que hablaban, ¿De verdad estaban bien de la cabeza? Porque el tal demon, creer que te abraza y te reconforte, etc, con ese halo que le da, no parece de persona cuerda.

Hace tiempo leí a una prima que decía que en EEUU se borra penalmente todo lo que haces antes de la mayoría de edad porque se entiende que no eras "adulto" (influencias, adolescencia, etc). Y decía que a ella le parece normal porque siendo adolescentes "no se piensa", ¿Pero hasta qué punto? Hacer bullying se debe olvidar? ¿Atracar a compañeros del colegio, a chiquillos que pasan por la calle se debe olvidar? ¿Los que proclaman cosas nazis, visten, defienden, se debe olvidar? ¿Los que proclaman vivas a ETA con 16 se debe olvidar? Si no hubieran matado a la chica (de verdad me cuesta creer que no estén trastornadas porque no se explica "matar por ver qué se siente"), yo creo que estarían perfectamente viviendo en sociedad con arrepentimiento (que me pregunto si tienen).

Sobre lo del cerebro "adolescente" me doy cuenta en mí misma que a esa edad haces cosas por seguir a la masa, a veces de vergüenza (beber por "ser guay" y entras en coma etílico, robar algo, tomar drogas (no solo tabaco, hacerse fumador con 15/16 sino consumir cocaína o pastillas---por suerte no hablo en estos casos de mí---) pero sí por ejemplo en el mundo piercing (?): maldita la hora en que decidí hacerme un piercing, cuando tenía 14-15-16 me hubiera tatuado todo el cuerpo con cosas que entonces entendía guays y "sentidas". Hoy tengo 33 y desde hace unos 13-14 años no me gustan nada de nada de nada, ni piercing ni tatuajes. Pero me doy cuenta, hoy, desde hace unos años, que lo hice por ser la guay en mi vida de Forever Alone, en la peor época de mi vida sin duda (con un sentimiento profundísimo de soledad dentro y fuera, por la situación en mi familia, Incluso planteándome el su***dio), por ser la que "llevaba el piercing", "la que hacía cosas de guay" a los 14/15/16, a la que no le importaba repetir curso. Si pienso en mí en aquellos años siento muchísima pena y solo me gustaría abrazar a la pobre Forever Alone que era y que no consideraba que pudiera ser algo/una cosa como el resto.

Por esto que os cuento de mí me preocupa ver cómo hoy en día se ha normalizado el ambiente adolescente de follxx con 15, un novio y otro novio y otro novio, prostituirse (aunque no se vea así) por una recarga del móvil o una tarjeta de compras. Está claro que muchas personas no lo entienden a esa edad (yo tampoco lo hubiera entendido, me hubiera reído diciendo que cada uno se metiera en sus asuntos) pero tengo claro, hoy, que en unos años se arrepentirán muy muy muy muy muy mucho.
 
LAS CARAS DEL MAL

Ivan Milat, el ‘asesino de mochileros’ que secuestraba y degollaba a turistas

Tras torturar y violar a sus víctimas las abandonaba en el bosque
Mató a siete personas y fue condenado a siete cadenas perpetuas

1596778470531.png
Ivan Milat, el ‘asesino de mochileros’ que secuestraba y degollaba a turistas (AP)

Mónica G. Alvarez
07/08/2020 06:30 | Actualizado a 07/08/2020 07:15


El fuerte olor que desprendía aquella zona del barranco parecía indicar que se trataba de un animal muerto. Pero cuando los dos excursionistas se aproximaron, se toparon con los restos de un cadáver humano. Aterrorizados vieron lo que parecía ser un codo y el pelo de la parte posterior de la cabeza. Era septiembre de 1992 y acababan de hallar los primeros cuerpos del bautizado como el ‘asesino de mochileros’.

La investigación posterior en el Bosque Estatal Belanglo (Australia) destapó siete asesinatos y todos obra de la misma persona: Ivan Milat. Este trabajador de la construcción, con antecedentes por violación, secuestraba a los turistas que acudían a esta zona del país para torturarlos y degollarlos. Pese a las pruebas recogidas en su contra y a ser condenado a cadena perpetua, Milat siempre negó ser el auto de dichos crímenes hasta el día de su muerte.

Amante de la caza

Ivan Robert Marko Milat nació el 27 de diciembre de 1945 en Guildford, Nueva Gales del Sur (Australia), en el seno de una familia numerosa con catorce hermanos. Él era el quinto. Su padre, inmigrante croata, emigró tras la Primera Guerra Mundial y conoció a su futura esposa. Primero comenzó trabajando en los muelles de Sydney, para después, crear su propia plantación de tomates donde sus hijos lo ayudaban. Era un hombre estricto, disciplinario y según uno de los hermanos de Ivan, “gobernaba con puño de hierro”.

El muchacho acudió a la escuela local Patrician Brothers donde destacó en matemáticas y artes. Lo consideraban un alumno brillante y hasta fue monaguillo. Nadie tenía problemas con él, según recordaba la madre. Pero comenzó a faltar a clase y a desarrollar una actitud rebelde, así que sus padres le pusieron a trabajar en la construcción.

Ivan Milat, el 'asesino de mochileros'

Ivan Milat, el 'asesino de mochileros' (AP)

De nada sirvió ese cambio de aires porque con diecisiete años se convirtió en un delincuente. Empezó con pequeños robos, pero tras un breve período cometió sendos allanamientos de morada, lo que le llevó a pasar varios meses en una institución juvenil. A medida que cumplía años, sus delitos fueron in crecendo hasta perpetrar su primera violación.

Fue en 1970 cuando lo juzgaron por agredir sexualmente a una joven de 18 años. Sin embargo, lo absolvieron por falta de pruebas. No fue el único Milat que tuvo problemas con la justicia: diez de los hermanos llegaron a tener antecedentes penales. A esto se sumaba la familiaridad con la que este clan se relacionaba con las armas. Desde muy pequeños, el padre los enseñaba a disparar y les inculcaba su pasión por la caza. Pese a que Ivan nunca ocultó aquella fascinación por la violencia, ninguno de sus amigos vislumbró que se estaba convirtiendo en un asesino en serie en potencia.

Ivan Milat portando un arma

Ivan Milat portando un arma (YouTube)

A mediados de 1985 se casó con Karen, cuyo matrimonio no duró mucho. Ivan nunca estaba en casa (trabajaba como camionero y como peón en la construcción de carreteras) y además, las peleas eran un continuo. El traumático divorcio precipitó los asesinatos. Seis meses después de firmarlo, Ivan comenzó su particular cacería humana.

Desde diciembre de 1989 y hasta abril de 1992, Milat se dedicó a recorrer las carreteras que rodeaban el Bosque Estatal Belanglo en busca de víctimas. Las primeras fueron Deborah Everist y James Gibson, de 19 años, que desaparecieron en extrañas circunstancias el 30 de diciembre. Se dirigían hacia Albury, cerca de la frontera de Nueva Gales del Sur y Victoria, donde habían quedado con unos amigos, pero jamás se presentaron. Pese a la denuncia de sus familiares, la Policía no se ocupó de la desaparición de inmediato.

Acechando a turistas

La siguiente en la lista de desaparecidos fue Simone Schmidl, una alemana de 21 años que el 20 de enero de 1991 se dirigía de Sidney a Melbourne. Tenía que encontrarse con su madre en el aeropuerto, pero nunca llegó a la cita. Lo mismo ocurrió con Gabor Neugebauer, de 21 años, y Anja Habschied, de 20, que salieron de Sydney el 26 de diciembre de 1991. La pareja iba a realizar un viaje de 4.000 kilómetros a Darwin, pero se les perdió la pista tras permanecer en un albergue de Kings Cross.

En esa misma zona y en abril de 1992, Caroline Clarke, de 21 años, y Joanne Walters, de 22, se encontraban haciendo autostop para llegar hasta la ciudad de Mildura y proseguir rumbo a Tasmania, cuando nunca más se supo de ellas. Gracias al empeño de sus familiares que alertaron a los medios de comunicación de lo que estaba pasando, salió a relucir el posible vínculo entre estas y otras desapariciones. Pero las autoridades seguían dando palos de ciego. Hasta que en el mes de septiembre,

Ivan Milat como trabajador de la construcción

Ivan Milat como trabajador de la construcción (Getty)

Gracias al fuerte hedor que despedía una zona del barranco, estos dos turistas se acercaron a una especie de roca y localizaron los cuerpos de Caroline y Joanne. Las jóvenes habían sido brutalmente violadas y asesinadas. La primera recibió veintiuna puñaladas en la espalda y catorce en el pecho, y la segunda, diez disparos en la cabeza y una cuchillada en el corazón.

A partir de entonces, se hallaron los cuerpos de los otros cinco desaparecidos en circunstancias similares. Todos habían sido asesinados con gran sadismo y perversidad: atados y amordazados, torturados, violados, disparados o apuñalados, degollados y, una vez ejecutados, abandonados en el bosque. Además, presentaban una misma lesión en la parte superior de la espalda que les dejaba indefensos: un corte en la médula espinal.

Caroline y Joanne, víctimas de Ivan Milat

Caroline y Joanne, víctimas de Ivan Milat (YouTube)

Los expertos forenses que analizaron las escenas de los crímenes y, posteriormente, los cadáveres, aseguraban que aquello era propio de un estilo de “ejecución ceremonial”; y los familiares de las víctimas señalaban a una “mente malvada” como la única responsable de tales atrocidades. Entretanto, la Policía continuaba la investigación de los llamados ‘asesinatos de mochileros’ (The Backpacker Murders) reduciendo cada vez más la lista de sospechosos. La pista definitiva llegó de la mano del británico Paul Onions, su testimonio proporcionó la clave para encontrar al homicida.

Este joven también estuvo a punto de terminar bajo tierra de no ser por su pericia a la hora de escapar del asesino. Según relató a los investigadores, tras hacer autostop en Canberra, Onions se subió al coche de un hombre con bigote que se hacía llamar Bill. Todo parecía ir bien hasta que el desconocido empezó a hacerle extrañas preguntas: ¿Sabía alguien dónde se dirigía? ¿Le esperaban en su destino? ¿Tenía adiestramiento militar? Aquello hizo desconfiar al joven.

Paul Onions sobrevivió al asalto de Ivan Milat

Paul Onions sobrevivió al asalto de Ivan Milat (Reuters)

El asalto frustrado

En cuanto el coche llegó hasta el bosque de Belanglo, Bill paró con el pretexto de coger algo del maletero. Repentinamente, sacó una pistola. “¡Esto es un robo!”, le espetó portando una cuerda en la mano. El turista se defendió con tal fiereza que logró escapar e interponer una denuncia. Aquello quedó en el olvido hasta que Onions vio el caso en televisión y decidió ponerse en contacto con las autoridades a quienes dio una descripción detallada del individuo. Aquel boceto y el apodo de ‘Bill’ los llevó directamente a un antiguo agresor sexual, Ivan Milat, al que Onions terminó identificando gracias a una foto.

Con esta información, el 22 de mayo de 1994 se desplegó un dispositivo con más de cincuenta agentes para dar caza al ‘asesino de mochileros’. Se encaramaron en el exterior de la propiedad de Milat y lo atraparon cuando aún estaba en la cama con su novia.

Ivan Milat con una escopeta

Ivan Milat con una escopeta (nine)

Durante el registro de la vivienda, encontraron armas de fuego (también un silenciador) utilizadas en los asesinatos, así como una espada empleada en las decapitaciones, tiendas de campaña, sacos de dormir, botella de agua y cámara de fotos Olympus de algunas de las víctimas, un mapa del Bosque Estatal de Belanglo, monedas extranjeras y una fotografía de su novia, Chalinder, llevando el mismo top verde y blanco que portaba Caroline Clarke en Australia.

Ante tales abrumadoras pruebas, principalmente por el armamento encontrado, los detectives llegaron a la conclusión de que Milat usaba los cráneos de sus víctimas para “práctica de tiro” una vez muertas. De ahí las múltiples heridas en la cabeza.

1596778752831.png
Momento en que la Policía detiene a Ivan Milat
Momento en que la Policía detiene a Ivan Milat (Getty)

Tras su detención, Ivan Milat fue acusado de siete asesinatos y del asalto a Paul Onions, unos delitos que negó y de los que se declaró inocente. De hecho, llegado el juicio en marzo de 1996, sus declaraciones no cambiaron. El asesino ni se arrepintió de los hechos ni reconoció haberlos cometido. “La defensa básica en mi juicio fue que no fui yo. No sé quién lo hizo. Depende de ellos demostrar mi culpabilidad, no de mí demostrar mi inocencia”, dijo días antes de la audiencia ante el tribunal.

Durante los cuatro meses que duró la vista, el fiscal Mark Tedeschi relató cómo Milat perpetró los homicidios por pura “satisfacción psicológica”. “Los mochileros fueron asesinados en ataques feroces y sostenidos durante los cuales se usó mucha más fuerza de la necesaria para matarlos. Estos asesinatos fueron por el bien de matar”, explicó el letrado. Y recalcó que el acusado quería dejar una especie de “huella digital en el bosque debido a la increíble coincidencia de todos los elementos que están vinculados a él”.

Ivan Milat comparece ante el juez

Ivan Milat comparece ante el juez (Reuters)

El 27 de julio los miembros del jurado condenaron a Ivan Milat por los siete asesinatos y el juez David Hunt lo sentenció a siete cadenas perpetuas. En el veredicto, el magistrado escribió que “estos siete jóvenes estaban en el umbral de sus vidas, con todo por delante: viajes, carrera, felicidad, amor, familia e incluso la vejez. Es evidente que fueron sometidos a un comportamiento que, por su cruel indiferencia ante el sufrimiento y su total desprecio por la humanidad, es casi increíble. Obviamente habrían estado absolutamente aterrorizados, y es poco probable que la muerte haya sido aplicada rápidamente”.

Además, remarcó la “insensible indiferencia hacia el sufrimiento” del condenado por sus víctimas. Tras esto, Milat fue recluido en la prisión de máxima seguridad en Goulburn Supermax. Allí permaneció hasta que le diagnosticaron cáncer terminal de esófago y de estómago.

Ivan Milat acude al hospital enfermo de cáncer

Ivan Milat acude al hospital enfermo de cáncer (AP)

Durante su estancia entre rejas, el prisionero trató de quitarse la vida en varias ocasiones tragando objetos afilados (hojas de afeitar, grapas), haciendo huelgas de hambre… Incluso amenazando con escapar a la menor oportunidad. Mientras tanto, la justicia seguía investigando. Aún faltaban seis desapariciones por resolver, aunque llegó a hablarse de un total de 37 crímenes.

Pero los investigadores no llegaron a tiempo para demostrarlo, porque el 26 de octubre de 2019 Ivan Milat moría de cáncer a sus 74 años. Antes de su muerte, el ‘asesino de mochileros’ trató de aprovecharse del sistema pidiendo que fuese el estado quien abonase los gastos de su funeral. Se lo denegaron y, finalmente, la incineración tuvo que pagarla de su bolsillo. Ni siquiera hubo ceremonia.

 
El “psicópata educado”: el primer perfil criminal en España

Joaquín Ferràndiz asesinó a cinco mujeres en Castellón en los noventa. Las fuerzas policiales contaron con la psiquiatría para retratar al sospechoso y desde entonces tienen departamentos de análisis de conducta


“Este fue el primer psicópata al que me enfrenté. Y el peor, porque este no avisa. Su peligro es su amabilidad y su educación. No creo que haya en España uno peor que él”. El subteniente de la Guardia Civil Tomás Calviño dejó su trabajo en homicidios cuando se cerró el caso de Joaquín Ferràndiz, el hombre que, a mediados de los 90, asesinó a cinco mujeres en Castellón. “Era un cazador. Él salía con su novia, la dejaba en casa y era entonces cuando se iba a los locales a observar mientras bebía vodka con naranja. Siempre vodka con naranja”, recuerda el veterano agente.

El caso de Ferràndiz marcó un punto de inflexión en la criminología española, porque se considera el primero en que se utilizó la técnica de perfilación criminal. Construir un retrato del autor a través de su obra: las víctimas, la escena y el modus operandi. El psiquiatra de la Universidad de Valencia Vicente Garrido fue el encargado de realizar el perfil. “En el caso de Ferràndiz fue muy revelador el ritual: atar las manos, amordazar, tapar la cabeza... Estaba claro que estaba expresando un odio hacia las mujeres que exigía que las despersonalizara... No las violaba, las asfixiaba y luego culminaba la fantasía con la preparación adecuada del cadáver”, detalla el especialista. El primer paso fue determinar que todas las muertes provenían del mismo autor. Fue tan inteligente como para variar de objetivo: pasó de chicas con familia y entorno estable, a prost*tutas a las que él pensaba que nadie iba a echar de menos.

Su primer homicidio se produjo en 1995, se llamaba Sonia Rubio. No fue posible detenerle hasta 1998. “Me contó que cuando aquella víctima dejó de respirar, él sintió una paz tremenda. No te lo puedes ni imaginar lo que es ver a una persona contándote esto”, relata Calviño. Ferrándiz cayó por varios errores. El más determinante, que atacó a una chica que consiguió escapar y dar una descripción de él y de su coche. En otra ocasión en la que las fuerzas policiales ya estaban seguras de su culpabilidad, el equipo de seguimiento logró observar su técnica: deshinchaba las ruedas del coche de su víctima para socorrerla cuando tuviera un accidente y entonces atacarla. Pero lo que le sentenció fue la cinta aislante que utilizaba en sus escenas del crimen, una muy rara y difícil de conseguir.

El subteniente mantuvo varias conversaciones con el depredador, la primera de ellas, en el registro que llevaron a cabo en el piso en el que vivía con su madre. “Era julio, un horno, sin aire acondicionado. Estuvimos como mínimo 10 horas. Él no bebió ni una gota de agua. Cuando entramos, el perro ni le miró, y cualquier perro que lleve un mes sin ver a su dueño se vuelve loco. Eso fue lo primero que me llamó la atención”, revive. Calviño también cuenta que se “enojó” cuando tocó una cajita que pertenecía a su madre, pero que no se inmutó cuando el juez le comunicó su encarcelamiento por cinco asesinatos. “En la reconstrucción de los hechos, yo me quedé retrasado con él para preguntarle por qué había destrozado uno a uno los dedos de una de las mujeres. Él dijo que no lo había hecho. A él no le importaba quedar como un asesino, pero nunca como un macabro”, explica el agente.

Los primeros pasos

“Para remontarnos a los inicios de esta técnica tenemos que retroceder a los años 50. La policía de Nueva York solicitó al psiquiatra Brussel que realizara una descripción psicológica, a través de fotos y pruebas, de un individuo que aterrorizó a la ciudad durante años con la colocación de bombas”, detalla Jorge Jiménez, director general de la fundación universitaria Behavior and Law, especializada en ciencias del comportamiento. Poco después se detuvo al bombardero loco, un sujeto iracundo contra un despido injusto. “En los años setenta se crea en el FBI la Unidad de Análisis de Conducta para asesorar en determinados casos con componente psicológico”, apunta Jiménez. Los primeros perfiladores recorrieron las cárceles de Estados Unidos para entrevistarse con los peores criminales y tratar de entenderles. Una historia que inspiró la serie de Netflix Mindhunter.

“Nuestro trabajo no es como en las series. No hay bolas de cristal, ni cazadores de mentes, manejamos datos desde el punto de vista empírico y trabajamos con la evidencia para generar hipótesis”, recalca el sargento de la Guardia Civil Manuel Ramos, miembro de la sección de análisis del comportamiento delictivo, en una charla virtual organizada por Behavior and Law hace tres meses. En 1994 el teniente coronel Jose Luis González sentó las bases de este departamento en el instituto armado, que en este tiempo ha participado en un millar de casos y está compuesto por seis personas expertas en criminología y psiquiatría. Ramos resalta la importancia de la colaboración académica para establecer unos protocolos claros. “La colocación de un objeto en la escena, el hecho de que la víctima aparezca en una posición concreta, que se le haya tapado el rostro, la forma de dirigirse a la víctima en el caso de una agresión… Todo ello son evidencias que hay que analizar”, indica.

Retrato de Joaquín Ferràndiz Ventura.
Retrato de Joaquín Ferràndiz Ventura.

“Los perfiles solo se realizan en determinados casos: cuando hay pruebas físicas que te dirigen a un sospechoso, o los testigos existen y son fiables, el profiling no va a aportar nada”, destaca Garrido. “Otra cosa es cuando no hay indicios que te permitan seguir una línea de investigación prometedora. En tal caso, un perfil puede ser de ayuda orientando la investigación hacia grupos de personas o lugares. Por eso se utiliza preferentemente en asesinos y violadores en serie”, argumenta. “Se ha empleado por ejemplo en el asesinato de Diana Quer, o el del niño Gabriel. En el caso del depredador de Ciudad Lineal había cientos de sospechosos, en esa ocasión la Policía Nacional usó esta técnica para tratar de reducir el número”, apunta Jiménez. El análisis de conducta se emplea también en interrogatorios o en entrevistas a víctimas especialmente vulnerables.

Joaquín Ferràndiz acabó confesando sus crímenes. “Claro que recuerdo el día que le detuvieron, estábamos todos que no nos llegaba la camisa al cuerpo”, resume Garrido. “Todo el mundo en Castellón estaba preocupado, si en esa época tenías una hija y salía de noche...”, recuerda Calviño. El agente, que hace años que no ve a Ferràndiz, sí recuerda un encuentro fortuito con el que fuera su jefe en la compañía de seguros. “Me contó que para el trabajo que hacía él, había tenido que contratar a dos personas, y aun así no llegaban a la mitad de lo que llegaba Ferràndiz”. Su madre nunca ha dejado de creer en él. Calviño lo define en una frase: “Era el hijo perfecto”.

 
LAS CARAS DEL MAL

El ‘asesino del torso’ antes de decapitar a sus víctimas: “Tienes que ser castigada”
Richard Cottingham mató a seis mujeres aunque confesó ser el autor de más de 100 crímenes

1597388576789.png

El ‘asesino del torso’ antes de decapitar a sus víctimas: “Tienes que ser castigada” (AP)

Mónica G. Alvarez - 14/08/2020 06:30 | Actualizado a 14/08/2020 06:4 2

Cuando los bomberos llegaron a un pequeño hotel cerca de Times Square se encontraron con una habitación completamente en llamas. Tardaron varios minutos en sofocar el intenso fuego que arrasaba todo a su paso. El fuerte olor a líquido inflamable hacía presagiar que había sido intencionado. Pero lo que no podían imaginar era que al apagar aquel desastre hallarían dos cadáveres decapitados. Sus víctimas cayeron en la trampa de un asesino en serie que llevaba actuando en la zona más de una década. Lo bautizaron como ‘The Torso Killer’ ( el asesino del torso ).

La Policía acababa de conectar estos asesinatos con otros perpetrados anteriormente. Los gritos de su última víctima llevaron a su detención. Era Richard Cottingham, un informático de apariencia inofensiva, que fue condenado a cadena perpetua por seis crímenes aunque dijo ser el autor de más de cien.

Raras aficiones


Nacido el 25 de noviembre de 1946 en el barrio del Bronx, Nueva York, Richard Cottingham creció en una familia completamente normal que le apoyó en todo momento y en la que, hasta cierto punto, fue feliz. Le animaron a formarse en el atletismo y a disfrutar de una de sus grandes aficiones, la crianza de palomas. Pero cuando en 1958 se mudaron a River Vale, Nueva Jersey, todo cambió.

El pequeño Richard, a sus doce años, se convirtió en un niño solitario que, en vez de quedar con los amigos, prefería estar en casa viendo por**grafía. Sus escenas preferidas: donde se ejercitaba toda clase de violencia sexual, concretamente, la de esclavitud sexual.

Richard Cottingham, de joven

Richard Cottingham, de joven (Getty)

Tras graduarse en la escuela y trabajar como informático en un par de compañías de seguros, en 1970 se casó con Janet y tuvieron tres hijos. Su vida era aparentemente perfecta, salvo porque los vecinos lo describían como un hombre reservado y distante. Había algo en él que inspiraba desconfianza, aunque nadie sabía la razón. Cumplía con sus obligaciones laborales y familiares, pero todo era un camuflaje. Al finalizar la jornada, solo buscaba satisfacer sus deseos sexuales a toda costa.

El primero de los crímenes lo cometió en 1968, antes de contraer matrimonio. La víctima era Nancy Vogel, de 29 años, casada y madre de dos hijos, cuyo cuerpo desnudo y maniatado fue encontrado en el interior de su coche. Fue violada y estrangulada brutalmente. La joven había desaparecido de camino a la iglesia. Pese a las pesquisas policiales no se encontró pista alguna y, durante años, nadie supo quién era el autor de tal salvaje asesinato.

Richard Cottingham junto a su mujer

Richard Cottingham junto a su mujer (YouTube)


Mientras tanto, Richard campaba a sus anchas cometiendo otras actividades criminales por las que fue detenido y puesto a disposición judicial. Entre ellas, conducir en estado de embriaguez o robar en grandes almacenes. Por ambas causas fue sentenciado a una multa de 100 dólares y a diez días de cárcel.

En los siguientes cinco años, Richard intensificó los delitos cometiendo asaltos y agresiones sexuales, robando y acechando a mujeres en bares de Manhattan, a las que previamente drogaba. Pese a las denuncias interpuestas entre 1973 y 1974, los casos fueron desestimados por falta de pruebas. A esto habría que sumarle su afición a mantener relaciones sexuales con prost*tutas, algo que colmó el vaso de la paciencia de su esposa que, finalmente, pidió el divorcio en 1979.

Mary Ann Carr, víctima de Richard Cottingham

Mary Ann Carr, víctima de Richard Cottingham (YouTube)

La segunda víctima en morir a manos de Cottingham fue la radióloga Mary Ann, de 26 años, que apareció asesinada y estrangulada en el parking de un hotel de Nueva Jersey en diciembre de 1977. Previamente a su muerte, la joven fue sometida a toda clase de torturas: tenía mordiscos, golpes, cortes en el pecho y en las piernas, signos de violación y de esclavitud (había marcas de esposas en las muñecas y su boca conservaba rastros de cinta adhesiva).

Aunque en 1978 no mató a ninguna mujer, Richard continuó con los asaltos sexuales. Secuestró y violó a dos mujeres a las que previamente drogó, pero que no pudieron aportar detalles sobre su asaltante. Sin embargo, en 1979, el rapto de Helen Sikes terminó en tragedia. Cottingham golpeó, vejó, violó, mutiló y descuartizó a esta trabajadora sexual de Times Square. Una vez asesinada, se deshizo de parte del cuerpo en el barrio de Queens y tiró sus piernas a varias manzanas de allí.

Richard Cottingham, en una foto de archivo

Richard Cottingham, en una foto de archivo (YouTube)

En un hotel

A finales de año, Cottingham perpetró dos nuevos asesinatos, los más crueles cometidos hasta la fecha. Contrató a dos trabajadoras sexuales, una de ellas fue identificada como Deedey Goodarzi, y las invitó a pasar la noche a un hotel próximo a Times Square. Una vez en el interior, las ató y comenzó un suplicio que duró varias horas. No solo les cortó la cabeza y las manos, que la Policía nunca logró encontrar, sino que prendió fuego a los cuerpos antes de huir de la escena del crimen.

Cuando los bomberos sofocaron el incendio y vieron los cadáveres mutilados, los investigadores se percataron de las coincidencias con el asesinato de Helen Sikes. Se enfrentaban al serial killer de los torsos calcinados.

Deedey Goodarzi, víctima de Richard Cottingham

Deedey Goodarzi, víctima de Richard Cottingham (Getty)

En mayo de 1980, Richard volvió a matar. En pocos días asesinó a dos prost*tutas más: Valerie Ann Street, en un hotel de Times Square, y a Jean Reyner, en uno de Manhattan. A la primera, la esposó y torturó hasta asfixiarla. Localizaron su cuerpo debajo de la cama. En cuanto a la segunda, realizó torturas similares y prendió fuego a la habitación antes de escapar. La Policía estaba convencida de que el autor era el mismo. El modus operandi era inconfundible. La detención se propició pocos días después.

El 22 de mayo, los gritos de una joven en el mismo hotel donde apareció asesinada Valerie Ann alertaron a varios clientes que, inmediatamente, llamaron a las autoridades. Cuando una patrulla llegó, se topó con Cottingham a punto de escapar y a una joven desnuda, magullada, golpeada y en shock.

Imagen de unas de las habitaciones calcinadas donde Richard Cottingham mató a sus víctimas

Imagen de unas de las habitaciones calcinadas donde Richard Cottingham mató a sus víctimas (YouTube)

Horas antes había accedido a acompañar al asesino a la habitación para mantener relaciones sexuales a cambio de dinero, pero el serial killer tenía otro plan en mente. Leslie Ann O’Dell, de 18 años, fue esposada y torturada mientras él le susurraba: “Las otras chicas lo hicieron y tú también. Eres una put* y tienes que ser castigada”.

La rápida intervención de los agentes llevó a la detención del The Torso Killer que, en ese momento, portaba todo un equipo para matar: esposas, mordazas de cuero, collares de esclavo, cuchillos, pistolas y pastillas.

La detención de Richard Cottingham

La detención de Richard Cottingham (YouTube)

Ante estas pruebas, los investigadores vincularon este último asalto y agresión sexual con los asesinatos anteriores. Reconstruyeron sus pasos y pudieron demostrar seis crímenes. Durante el registro de su domicilio hallaron una sala de trofeos con artículos personales y recuerdos de sus víctimas. Ante tales evidencias, Cottingham no podía sostener su inocencia, así que afirmó en sede policial: “Tengo un problema con las mujeres”. Poco a poco fue dando datos precisos de cada crimen, incluso los cometidos en la década de los años sesenta.

El sospechoso se enfrentaba a los siguientes cargos: secuestro, intento de asesinato, asalto agravado, asalto agravado con arma mortal, asalto sexual agravado mientras está armado [violación], asalto sexual agravado mientras está armado [sodomía], asalto sexual agravado mientras está armado [felación], posesión de un arma; posesión de sustancias peligrosas controladas, Secobarbital y Amobarbital, o Tuinal, y posesión de sustancias peligrosas controladas, Diazepam o Valium.

¿Más de cien víctimas?

Tribunales de Nueva York y Nueva Jersey, ciudades donde se produjeron los asesinatos, lo llevaron a juicio y lo condenaron a 200 años de prisión por seis homicidios. Era 1982. Aparte de las pruebas anteriormente mencionadas, se aportaron los recibos de los hoteles donde acudió con las víctimas y que contenían su letra y firma, aparte de huellas dactilares (algunas en las esposas) y el testimonio de tres supervivientes. Entre ellas, el de Valerie Ann.

Tres días después de la sentencia, Cottingham intentó suicidarse en su celda: en una ocasión, mediante una sobredosis de antidepresivos; y en otra, clavándose el cristal de sus gafas en las venas. En uno de los juicios de Nueva York hasta sacó una navaja del bolsillo y amenazó con rajarse delante del jurado. Lo redujeron inmediatamente.

Richard Cottingham durante uno de los juicios

Richard Cottingham durante uno de los juicios (Getty)

Además de estos seis asesinatos, casi treinta años después, Richard decidió confesar otro crimen, el de Nancy Vogel. Fue en 2010 cuando el asesino admitió que la mató en 1968. Pero esta no fue la única revelación. Gracias a la presión ejercida por parte de los investigadores de algunos casos sin resolver, en diciembre de 2019 Cottingham admitió haber asesinado a otras tres adolescentes entre 1968 y 1969. Se trataba de Jackie Harp, de 13 años, Irene Blase, de 18, y Denise Falasca, de 15.

Harp fue secuestrada cuando volvía a casa después del ensayo con su banda de música en Midland Park; a Blase la raptó en Hackensack y la encontraron muerta al día siguiente en Saddle Brook; y a Falasca también la localizaron el día después de desaparecer en Saddle Brook.

Richard Cottingham en una entrevista

Richard Cottingham en una entrevista (YouTube)

Cottingham, que permanece en la prisión estatal de Nueva Jersey en Trenton, está a la espera de un nuevo juicio por el asesinato de estas últimas víctimas. Si poco antes de su confesión podría haber aspirado a la libertad condicional en 2025, ahora es imposible que algo así suceda.

Según explicaba Rod Leith, periodista de sucesos que cubrió los entresijos del caso de The Torso Killer, jamás se “había encontrado con este tipo de maldad oscura”. Y aunque en el pasado escribió sobre personas “profundamente perturbadas”, nadie es equiparable al “traicionero y desviado” de Richard.

 
Una década buscando al siniestro parricida de Francia

Nuevas investigaciones periodísticas reavivan el caso de Xavier Dupont de Ligonnès, el presunto asesino de su familia que lleva de cabeza a la policía desde hace casi una década

Silvia Ayuso
París - 15 AGO 2020 - 17:38 CEST


La noticia tuvo en vilo a toda Francia la noche del viernes del 11 de octubre pasado. La policía aseguraba haber detenido a Xavier Dupont de Ligonnès en Glasgow. Terminaban ocho años y medio de intensa caza a uno de los criminales más buscados del país. Por fin, la pregunta que tantos franceses se hacían desde el grotesco hallazgo en una casa familiar de Nantes en 2011 iba a tener una respuesta: ¿Qué llevó a un padre de familia acomodada a matar a tiros a su mujer y sus cuatro hijos, a enterrarlos en el jardín de su casa y desaparecer sin dejar rastro?

Casi un año más tarde, Francia sigue sin respuesta. El detenido en Escocia no era Ligonnès, sino un jubilado que vive a caballo entre las afueras de París y Escocia. El error sacó los colores a una policía que lleva años siguiendo pistas falsas y, también, a una prensa que se lanzó en tromba sobre lo que parecía la noticia de la década. Desde entonces, silencio. Hasta que una nueva investigación de la revista francesa Society, aparecida poco después de que Netflix emitiera un capítulo del programa estadounidense Unsolved Mysteries dedicado a Ligonnès, ha relanzado este verano el affaire XDDL, como llaman los franceses por sus siglas a su fugitivo más famoso. El país vuelve a engancharse a una historia con demasiados interrogantes viejos y muchos nuevos.

El número 55 del bulevar Robert Schuman de Nantes lleva ocho años en venta. Imposible deshacerse de esta vivienda unifamiliar de 122 metros cuadrados y 300 más de jardín. Para los franceses, sigue siendo “la casa de los horrores”. En el jardín fueron hallados, la mañana del 21 de abril de 2011, bajo una capa de cemento, cinco cadáveres humanos y los de dos perros, todos envueltos en grandes bolsas de plástico y con varios impactos de bala. Los agentes adivinan lo que la autopsia confirma poco después: se trata de Agnès Dupont de Ligonnès, de 49 años, y sus hijos Arthur (20), Thomas (18), Anne (16) y Benoît, de 13. La policía buscaba a la familia desde que desapareció misteriosamente a principios del mes. Solo sigue faltando un miembro del clan Ligonnès, Xavier, el padre, de 50 años. ¿Es una víctima más o el victimario?, se pregunta un país acongojado por un crimen tan siniestro.

La reconstrucción de los hechos y el rastro dejado abren pronto una sospecha perturbadora. La madre y tres de los hijos fallecieron en la noche del domingo 3 al 4 de abril, después de haber ido, con el padre, al cine y a cenar a un restaurante. Ese lunes, Ligonnès visita a su hijo Thomas, en Angers, donde estudia, y cena también con él, como si nada hubiera pasado. Lo atrae un día más tarde a Nantes y lo mata esa noche, dos días después de masacrar al resto de la familia. Durante todo este tiempo, Ligonnès sigue enviando mensajes a parientes y amigos con los teléfonos móviles y redes sociales de su mujer e hijos. Mientras, va borrando archivos digitales que puedan permitir seguir su rastro. El 9 de abril, familiares y amigos reciben una extraña carta anunciando que la familia se va a Estados Unidos, protegida por la agencia antidrogas DEA debido a un gran caso de tráfico de estupefacientes.

“Del 5 al 10 de abril, Ligonnès hace todo lo posible por reforzar la tesis de una partida al extranjero y limpiar, con una precisión extrema, los menores detalles de su vida”, resume Society en un reportaje de 70 páginas en dos números. En este, más que buscar el paradero de Ligonnès, se hace una detallada investigación de esa familia que parecía “el vecino normal de al lado”, pero resulta estar llena de sombras, explica en conversación telefónica uno de los periodistas que ha dedicado cuatro años al caso XDDL, Pierre Boisson. Ligonnès, que procede de una familia noble pero empobrecida y profundamente religiosa —su madre es sospechosa de dirigir una secta católica en Versalles—, no logra que ninguno de los negocios que emprende cuajen. En 2011, está ahogado en deudas con acreedores, familiares, amigos y hasta amantes, con las que engaña a una esposa sobre la que ejerce un siniestro control. Nada que ver con la familia bcbg (bon chic, bon genre, como se llama a las familias burguesas y conservadoras en Francia) que proyectaban los Ligonnès.

El padre abandona la casa el 10 de abril y, tras varias noches en hoteles, su rastro se pierde definitivamente el día 15. Para cuando la policía encuentra los cadáveres, seis días después, y emite una orden de búsqueda internacional, es demasiado tarde. La pista se ha enfriado.

El interés de los franceses, no. En Francia “cada década tiene su suceso y no son necesariamente los más tortuosos o sangrientos, sino los que no tienen respuesta, los misteriosos”, explica Boisson ante la fascinación por este caso. En los años ochenta, recuerda, fue el del pequeño Grégory Villemin, el niño de cuatro años hallado muerto, atado de pies y manos, a la orilla de un río en Los Vosgos, un crimen que siempre se atribuyó al entorno familiar pero que sigue sin resolver. En los noventa fue el de Jean-Claude Romand, el falso médico que durante casi dos décadas llevó una vida doble y acabó matando a sus familiares más cercanos. El asesino, que inspiró a Emmanuel Carrère a escribir El Adversario, cumplió 26 años de cárcel, pero “nunca ha habido una explicación” de sus actos, recuerda Boisson. “Con Ligonnès sucede algo parecido, provoca muchas preguntas, eso es lo que suscita el interés de la sociedad”.

Desde hace casi una década, la policía no ha parado de recibir llamadas de supuestos avistamientos de Ligonnès en múltiples partes de Francia, pero también en Túnez, Las Vegas o, desde que Netflix emitió el capítulo dedicado al asesino francés, Chicago. Un año antes del fiasco escocés, la policía registró en enero de 2018 un monasterio en el sureste de Francia, pero el hombre que varias personas habían identificado como el parricida resultó ser un monje de parecido razonable con Ligonnès. Ni siquiera se sabe si el asesino sigue vivo o se suicidó tras la masacre. La propia policía está dividida sobre esta cuestión, señala Boisson. Aun así, la búsqueda continúa. Y Francia sigue devorando cualquier pista. A pesar de haber duplicado su tirada a 130.000 ejemplares, Society ha volado otra vez de los quioscos y los dos números del verano se venden en Internet hasta por 35 euros, cinco veces su precio.

Reportaje original, conteniendo fotografía al inicio, ......gracias:
 
LAS CARAS DEL MAL

El ‘monstruo de los Andes’ que se excitaba matando niñas a plena luz del día: “Es mi misión”
0
Pedro Alonso López está en paradero desconocido con más de 300 crímenes a sus espaldas

1597996333234.png
El ‘monstruo de los Andes’ que se excitaba matando niñas a plena luz del día: “Es mi misión” (AP)

Mónica G. Alvarez
21/08/2020 06:30 | Actualizado a 21/08/2020 07:46

Aquel desconocido llevaba un buen rato observando hacer la compra a Carvina y a su hija Marie, de 12 años, cuando decidió raptar a la menor. La cogió entre sus brazos y emprendió la huida buscando la salida del supermercado. Los gritos de la madre alertaron a los presentes y algunos de los empleados corrieron tras él. Lograron detenerlo antes de que subiese al coche. Acababan de evitar una muerte segura, una más de las cerca de 300 que se llevó por delante el bautizado como el ‘monstruo de los Andes’.

Pedro Alonso López
secuestró, violó y mató a niñas en Colombia, Ecuador y Perú, con el único fin de arrebatarlas la “inocencia”, la misma que, según él, le quitó su madre cuando él tenía ocho años. Siempre asesinaba a la luz del día, era su “misión”. Tras dieciséis años en prisión, las autoridades dejaron en libertad a este peligroso asesino en serie y, actualmente, se encuentra en paradero desconocido.

Obsesión con la madre

Nacido el 8 de octubre de 1948 en la localidad colombiana de Ipiales, Pedro Alonso López tuvo una infancia marcada por el s*x*, la violencia y los abusos. Su madre Benilda ejerció la prostit*ción en su propia casa, algo que afectó sobremanera al pequeño. Él junto a sus doce hermanos, todos ellos fruto de las relaciones sexuales de la mujer con sus clientes, dormían en la misma habitación donde ella se prostituía. Tan solo los separaba una cortina, así que era inevitable que escuchasen los gemidos, lo que resultaba de lo más desagradable.

Asimismo, Benilda apenas se hacía cargo de sus hijos y golpeaba a Pedro con “una escoba constantemente”, recordaban sus vecinos. De hecho, terminó echándolo de casa después de que tratase de violar a una de sus hermanas. Antes de dejarlo en la calle le quemó los pies con una vela. Tenía nueve años.

Pedro Alonso López, el 'monstruo de los Andes'

Pedro Alonso López, el 'monstruo de los Andes' (AP)

A partir de aquí, el niño se convirtió en un vagabundo y sufrió las consecuencias de vivir a la intemperie: fue víctima de varias violaciones a manos de hombres aparentemente gentiles que trataban de ayudarlo. Aquellas agresiones sexuales forjaron su carácter cada vez más tosco y resentido. En su lucha por la supervivencia participó en peleas de cuchillos con otros muchachos de la calle, aprendió a fumar bazuco (pasta base de cocaína), se coló en edificios abandonados y rebuscó comida en la basura.

Las calles de Bogotá se convirtieron en su único hogar hasta que una pareja de estadounidenses se lo encontraron y decidieron adoptarlo. Con doce años, a Pedro le volvió a cambiar la vida y todo parecía volver a la ‘normalidad’.

Pedro Alonso López, en una imagen de archivo

Pedro Alonso López, en una imagen de archivo (AP)

Tenía una nueva familia, un nuevo hogar, un nuevo colegio, nuevos amigos… Nada podía ir mal. Hasta que uno de sus profesores abusó sexualmente de él y Pedro regresó a las calles. Desde ese momento, la delincuencia fue su único modus vivendi. Se hizo un experto ladrón de coches y a los veintiuno fue condenado a siete años de cárcel. Aquella etapa entre rejas también fue clave en cuanto al desarrollo de su carácter.

Aunque al principio Pedro fue el juguete sexual de algunos presos, un día decidió parar dicha situación y vengarse. El joven degolló a sus agresores y, por primera vez, se dio cuenta del placer que le producía matar. En su mente confluían tres importantes elementos: el odio hacia su madre, una imagen cosificada de la mujer gracias al consumo de por**grafía, y el deleite irrefrenable a la hora de asesinar.

Pedro Alonso López mató a más de 300 niñas

Pedro Alonso López mató a más de 300 niñas (AP)

Una vez en libertad, Pedro viajó al sur de Perú donde empezó su periplo criminal secuestrando y matando niñas que vivían en la región de Ayacucho. Inicialmente seleccionaba el poblado indígena, la mayoría ubicado en zonas más apartadas; después, unas víctimas “que tuvieran los ojos más inocentes”, explicó ya detenido; y a plena luz del día, las ofrecía regalos para que le acompañasen. Una vez alejados y en algún paraje desolador, Pedro comenzaba su ritual.

“Obligaba a la niña a tener s*x* conmigo y ponía mis manos alrededor de su garganta. Cuando el sol salía la estrangulaba. […] Solo era bueno si podía ver sus ojos. Nunca maté a nadie de noche. Habría sido un desperdicio en la oscuridad, tenía que verlas a la luz del día […]. Había un momento divino cuando ponía mis manos alrededor del cuello de las niñas y observaba cómo se iba apagando la luz de sus ojos. Solo aquellos que matan saben a qué me refiero”, confesó en dependencias policiales.

Enterrado vivo

Tras violar, estrangular y matar a sus víctimas, practicaba necrofilia con sus cuerpos ya sin vida, y los terminaba escondiendo o enterrando para no ser descubiertas. Jamás secuestró ni mató a niñas blancas porque “sus padres vigilaban demasiado”, de ahí que acechase siempre a menores de raza indígena. En Perú llegó a matar cerca de 100 niñas de entre 9 y 12 años, por eso el apodo del ‘monstruo de los Andes’.

Una de ellas se libró por los pelos de la muerte gracias a que varios miembros de un clan de ayacuchos lo persiguieron. Hacía tiempo que sospechaban de él.

Algunas de las víctimas de Pedro Alonso López

Algunas de las víctimas de Pedro Alonso López (YouTube)

“Los indios en el Perú me habían atado y enterrado en la arena hasta el cuello cuando se enteraron de lo que les había estado haciendo a sus hijas. Me habían cubierto de miel y me iban a dejar para ser devorado por las hormigas, pero una señora misionera americana vino en su jeep y les prometió que me entregaría a la Policía”, relató sobre uno de los momentos más terroríficos de su vida. Después de alejarse (misionera y asesino), ella le dejó marchar. Aunque hay versiones que confirman que sí lo trasladó hasta las autoridades peruanas pero que al deportarlo a Ecuador, el ‘monstruo’ escapó.

Sea como fuere, entre 1978 y 1980 el número de desapariciones de niñas fue en aumento, principalmente en Colombia y Ecuador, un dato que la Policía achacó a un incremento de la esclavitud sexual y la trata de personas, y no tanto a un asesino en serie. Pero todo cambió cuando en 1980 se produjo una importante riada en el municipio ecuatoriano de Ambato.

Ficha policial de Pedro Alonso López

Ficha policial de Pedro Alonso López (Archivo)

En aquella inundación desaparecieron cientos de personas y las labores de rescate se dedicaron a verificar los cadáveres encontrados con los registros de desaparecidos. Así fue cómo hallaron los cuerpos de cuatro niñas desaparecidas antes de dicha riada y que fueron enterradas para que nadie las encontrase.

Días después de esta catástrofe, un error de Pedro Alonso López le llevó directamente a su detención. Pillaron al criminal con las manos en la masa mientras secuestraba en un supermercado a Marie, una niña de 12 años. Los gritos de su madre alertaron a los empleados del local que lograron darle caza. Relacionar dicho rapto con los cuatro cadáveres fue cuestión de horas.

Pedro Alonso López, una vez detenido

Pedro Alonso López, una vez detenido (AP)

Una vez en comisaría, el ‘monstruo’ se negó a declarar. Durante varios días, Pedro no abrió la boca, ni para confirmar ni para desmentir las desapariciones, los asesinatos o el intento de secuestro. La única solución que se les ocurrió a los investigadores, dada la fe católica que profesaba el detenido: que uno de ellos se hiciese pasar por sacerdote. Así fue cómo entró en escena el padre Córdoba Gudino quien, en pocos minutos, consiguió tirar de la lengua al asesino.

“Me ha confesado actos tan horribles, bestiales y violentos que no podía seguir escuchándole”, aseguró perplejo tras escuchar el relato del sospechoso. “Primero violaba a las niñas”, explicó Gudino, “y luego las estrangulaba mirándolas fijamente a los ojos porque en ese instante la excitación sexual y el placer llegaban su máximo punto, antes de que su vida se marchitara”.

Pedro Alonso López, en la cárcel

Pedro Alonso López, en la cárcel (edit)

Durante su confesión, Pedro justificó los crímenes a su dura infancia y adolescencia: “Perdí mi inocencia a la edad de ocho años, así que decidí hacer lo mismo a tantas muchachas jóvenes como pudiera”. Principalmente prefería las ecuatorianas porque “son más dóciles y más confiadas e inocentes, no son como las muchachas colombianas que sospechan de extraños”. Una vez muertas, cavaba un hoyo y las iba enterrando en grupos de tres o de cuatro para, después, ir a visitarlas. Aquellas niñas eran sus “muñequitas”, como él mismo las denominaba, y charlar con ellas se convertía en una “fiesta”.

Sin embargo, “como ellas no se podían mover me aburría e iba a buscar nuevas niñas”.

Más de 300 víctimas

Pese a los detalles aportados, la Policía comenzó a dudar de su rocambolesco testimonio y Pedro, para demostrar que decía la verdad, pidió que lo llevasen a diferentes emplazamientos para desenterrar los cadáveres. La comitiva policial llegó hasta un área apartada de Ambato y allí fue donde el ‘monstruo’ señalizó los lugares de enterramiento. Localizaron un total de 57 cadáveres, todos ellos de niñas entre los ocho y los doce años, con signos evidentes de violencia, aunque el detenido habló de 110.

Entre Colombia, Ecuador y Perú, Pedro Alonso asesinó a más de 300 menores. En Ecuador lo condenaron a 16 años de prisión, la pena máxima posible en 1980 para delitos de este tipo. Tras cumplir condena fue extraditado a Colombia para ser juzgado por el asesinato de varias niñas, pero el juez lo encontró “demente” y, por tanto, inimputable.

Pedro Alonso López hablando para la televisión

Pedro Alonso López hablando para la televisión (YouTube)

Según los exámenes psicológicos que le practicaron, este asesino era un “sociópata” con un “trastorno de personalidad antisocial”, sin “conciencia” ni “empatía” y que con gran habilidad para la manipulación y el engaño mediante el uso de la palabra. Tras pasar cuatro años en un centro psiquiátrico de Colombia, le impusieron una fianza de cincuenta dólares y la obligación de un tratamiento psiquiátrico y su posterior seguimiento mensual ante la autoridad judicial. Una vez en libertad, esto último jamás se cumplió y el ‘monstruo de los Andes’ desapareció. Era 1998.

De nada sirvió que durante su etapa preso dijese cosas como estas: “El momento de la muerte es apasionante, y excitante. Algún día, cuando esté en libertad, sentiré ese momento de nuevo. Estaré encantado de volver a matar. Es mi misión”.

La madre de una de las últimas víctimas de Pedro Alonso López

La madre de una de las últimas víctimas de Pedro Alonso López (YouTube)

La última persona que tuvo noticias de él fue su madre. Pedro la visitó y, lejos de mostrarse violento con ella pese a culparla de todos sus males, le hizo una petición: “Madrecita, arrodíllese que voy a echarle una bendición”. Tras aquello, exigió a Benilda que le diese dinero y se esfumó.

En 2002 la Interpol emitió una orden de búsqueda y captura contra el colombiano por las similitudes con el asesinato de una menor en El Espinal (una de sus zonas ‘preferidas’), y en 2012, por el crimen de otra niña en Tunja. En ambos homicidios, el responsable siguió el mismo modus operandi que el ‘monstruo de los Andes’.


Aunque el paradero de Pedro Alonso López sigue siendo un misterio, su propia madre tiene claro que su hijo sigue vivo. Así lo declaró ante varios medios de comunicación colombianos: “Sé que no ha muerto. Otros familiares míos se me han aparecido en forma de ‘presencia’ después de que falleciesen. Pero él no. Sé que sigue ahí, en alguna parte”.

 
CASOS PARA LA HISTORIA

El Arropiero, un asesino en serie sevillano con el gen de la criminalidad

Solo se demostraron siete de los 48 crímenes que confesó pero no fue juzgado por ninguno

1598276687012.png

El Arropiero, en el momento de su detención

AMANDA GLEZ. DE ALEDO
24 Agosto, 2020 - 05:00h


Manuel Delgado Villegas, conocido como el Arropiero, nació en Sevilla el 25 de enero de 1943 y está considerado el peor asesino en serie de España aunque solo se le atribuyen con certeza siete de los 48 crímenes que confesó. Tenía la trisomía XYY (el “gen de la criminalidad”) y nunca llegó a ser juzgado porque la Audiencia Nacional decretó su ingreso en un psiquiátrico por enfermedad mental.

Respondía al perfil del psicópata que mataba en un ataque de ira, tras una provocación insignificante o para robar un botín incierto. En varios casos practicó la necrofilia con sus víctimas: con su novia, con una turista francesa y con una mujer de 68 años.

El apodo le venía de su padre, que se dedicaba a vender el dulce conocido como arrope. Su madre falleció en el parto y Manuel y su hermana fueron criados por su abuela. El niño, un poco tartamudo y a quién muchos tenían por retrasado mental, fue víctima de malos tratos. Fue al colegio pero nunca aprendió a leer ni a escribir.

En 1961, a los 18 años, ingresó en la Legión, donde aprendió el “golpe del legionario” (o “tragantón”, consistente en golpear la nuez con el canto de la mano) que utilizó en varios de sus crímenes y que incluso hizo que algunos pasasen por un fallecimiento por asfixia debido a causas naturales.

Duró poco en el Ejército, no se sabe si porque desertó o porque le declararon no apto debido a sus convulsiones y excesivo consumo de marihuana. Con su característico bigote a lo Cantinflas, se dedicó entonces a la prostit*ción de ambos sexos en Barcelona, Italia y Francia.

Manuel, al parecer, tenía mucho éxito por su anaspermatismo o ausencia de eyaculación, que le permitía prolongados coitos sin perder la erección.

La Policía le atribuyó siete crímenes ciertos y 22 probables de los 48 que confesó

No fue detenido hasta el 18 de enero de 1971 en El Puerto de Santa María (Cádiz) tras el hallazgo en un descampado del cadáver de Antonia Rodríguez, con la que mantenía una relación sentimental. El Arropiero confesó que la había estrangulado con sus propios leotardos mientras mantenían relaciones sexuales porque la mujer le propuso unas prácticas que a él no le gustaban y puso en duda su virilidad.

Manuel acudió luego varias veces al descampado para practicar nuevos coitos con el cadáver.

Los crímenes que se le atribuyen ocurrieron entre 1964 y 1971 en Cataluña, Madrid y El Puerto de Santa María.

El primer asesinato cierto ocurrió el 2 de enero de 1964, cuando mató con una piedra a Adolfo Folch, un hombre que dormía en la playa de Garraf (Barcelona) y le robó la cartera y el reloj.

Su segunda víctima fue una francesa hippie de 21 años, Margaret Boudrie, a la que asesinó el 20 de julio de 1967 de una puñalada en la espalda y un fuerte golpe en la cara en una masía en Ibiza.

El acusado declaró que había abusado de ella después de muerta.

Su tercera víctima, Venancio Hernández, había sido declarado muerto por ahogamiento cuando su cuerpo apareció en el rio Tajuña a su paso por Chinchón (Madrid) el 20 de julio de 1968.

Según la declaración del Arropiero, se había cruzado con él, le pidió algo de comer y Venancio le contestó que si quería comer, que trabajara. Manuel, ofendido, le dio el “golpe del legionario” y le tiró al río.

El cuarto asesinato, ocurrido en Barcelona, fue el del millonario Ramón Estrada, que contrataba regularmente los servicios de Manuel por 300 pesetas.

El 5 de abril de 1969 Manuel le pidió mil pesetas, el cliente se negó y fue asesinado a golpes con la pata de una silla y luego estrangulado. A continuación el Arropiero le robó una sortija y el reloj.

Su quinta víctima fue una mujer de 68 años, Anastasia Borrella, que trabajaba en la cocina de un bar de Mataró.

En la noche del 23 de noviembre de 1969 regresaba a su casa cuando Manuel le pidió mantener relaciones sexuales, la mujer le dijo que iba a llamar a la Policía y fue asesinada a golpes con un ladrillo.

El criminal escondió el cuerpo en un túnel y practicó necrofilia varias veces con él.

El 3 de diciembre de 1970 cometió en El Puerto de Santa María su sexto asesinato confirmado: su amigo Francisco Marín, de 24 años, le hizo insinuaciones sexuales que no gustaron a Manuel y éste le propinó el “golpe del legionario”.

Cuando el joven se recuperaba insistió en sus proposiciones y entonces murió asfixiado.

Triste récord de seis años sin abogado

Tras su detención Manuel vivió de psiquiátrico en psiquiátrico y algunos afirman que ostenta el récord de España al haber estado seis años sin abogado.

Fue liberado en 1998, se dedicó a la mendicidad y falleció el 2 de febrero de 1998 en un hospital de Badalona como consecuencia de una enfermedad pulmonar causada por su excesivo consumo de tabaco.


 
"Parecía la ETA". Puerto Hurraco: cuando a la España vacía se le cruzan los cables

El pueblo sigue conmocionado por un crimen tan salvaje como absurdo: de las peleas centenarias entre familias al estrambótico plan de los asesinos para camelarse a Felipe González

1598356789589.png
Puerto Hurraco, agosto de 2020, superviviente de la matanza. (Fotos: Pablo García y Baldesca Samper)

Carlos Prieto
25/08/2020 13:23


“Nadie quiere hablar de lo que pasó, porque si lo haces, te señalan con el dedo”. Uno vuelve a Puerto Hurraco (Badajoz) buscando heridas cicatrizadas, pero se encuentra ambiente enrarecido y personas que solo hablan bajo anonimato. Un pueblo en silencio. Lo más visceral que logras sacarle a un vecino es: “Son unos bandidos. Son unos bandidos”, como si los hermanos Izquierdo acabasen de disparar sus escopetas, como si no hubieran pasado treinta años desde la matanza, sino treinta minutos. Todavía huele a pólvora en Puerto Hurraco.

“La gente gritaba por la calle que eran de la ETA”, recuerda una testigo de la masace que sigue en el pueblo. La ETA de la España vacía.

1598356911583.png
Cementerio. (Pablo García y Baldesca Samper)


“Vamos a cazar tórtolas”. El 26 de agosto de 1990, Emilio y Antonio Izquierdo se vistieron de cazadores, se apostaron en un callejón de Puerto Hurraco y acribillaron a varios miembros de la familia Cabanillas… y a todo el que se puso a tiro. Nueve muertos y seis heridos graves en un pueblo que no llegaba a los 200 habitantes en verano: el 5% de la población de Puerto Hurraco fulminada de golpe. ¿Por qué?

En 1984, la matriarca Isabel Izquierdo murió tras incendiarse su casa (versión oficial: accidente). Sus hijos echaron la culpa al otro clan familiar de Puerto Hurraco: los Cabanillas. Tiempo después, Jerónimo Izquierdo, que ya había estado en la cárcel por asesinar a un Cabanillas en 1967, acuchilló a otro, Antonio Cabanillas, que sobrevivió por poco. El homicida Jerónimo murió poco después en un psquiatrico. La vendetta por la muerte de la madre se había quedado a medias

Los Izquierdo creían que los Cabanillas habían quemado a su madre con la ayuda del resto del pueblo. Una enorme confabulación comenzó a centrifugar la psique de los otros cuatro hermanos, los cincuentones Emilio, Antonio, Ángela y Luciana, que pasaron el resto de los ochenta encerrados en una casa del pueblo de al lado (Monterrubio, a diez kilómetros de Puerto Hurraco). Maquinando la venganza.

1598356982447.png
Calle del pueblo. (Pablo García y Baldesca Samper)


Oír un ruido que solo está en tu cabeza es malo; pero pasarte varios años así es mucho peor. Es lo que les pasó esos años a los Izquierdo. Aquel maldito ruido no dejaba de sonar en sus cabezas. ¿Serían los electrodomésticos? Decidieron cortar los plomos de la casa, y aunque el ruido siguió sonando, la casa quedó a oscuras para siempre. Oscuridad y ruidos en los cerebros. Nada bueno podía salir de ahí. Salió un plan como una serpiente de dos cabezas: una homicida y la otra enajenada.

Como en una de esas películas con escenas paralelas que retroalimentan la tensión, al tiempo que Emilio y Antonio salían hacia Puerto Hurraco de cacería un 26 de agosto de 1990, Ángela y Luciana partieron hacia Madrid. El periplo madrileño refleja aún mejor que los tiros el delirio y locura interna de todo aquello. Las hermanas iban a Moncloa, a contarle a Felipe González que los Cabanillas merecían todo lo que les pudiera pasar.

"Las dos hermanas Izquierdo iban a ver al señor presidente del Gobierno, a denunciar un plan diabólico, fraguado contra ellos, contra la familia Izquierdo, dirigido por todo el pueblo de Puerto Hurraco, la familia Cabanillas y la Guardia Civil. Un complot que se cernía sobre todos ellos como una manta húmeda y viscosa, desde treinta años atrás. Quizá también para hablarle del ruido que todos ellos sentían en la cabeza. Ese ruido que exigió que cortasen los cables de la luz que alimentaba la casa de la calle Constitución, antes Generalísimo, en Monterrubio. Creyeron que el zumbido de la luz era el causante de aquel rumor sordo dentro del cerebro. Tuvieron que vivir con velas, a oscuras, sin radio ni televisión, aguardando que cesaran aquellos zumbidos, mascullando entre los cuatro hermanos la venganza que daría fin a aquel tormento", escribió Juan Madrid en una crónica de no ficción sobre Puerto Hurraco del libro 'Malos tiempos'.

En 1990, Juan Madrid investigó la matanza de Puerto Hurraco sobre el terreno para medios como ‘Interviú’ y ‘Cambio 16’. Madrid, referente de la novela negra española, analiza esos días negros en esta entrevista.

PREGUNTA. Usted ha escrito varias veces sobre Puerto Hurraco. ¿Por qué?

RESPUESTA. Es una historia asombrosa de la España primitiva y cruel que aún sigue existiendo. Restos de la España siniestra de caciques y de sangre.

P. Estuvo allí esos días. ¿Qué le chocó más?

R. La sangre fría de los dos hermanos mientras ejecutaban la matanza. De pie, andando, disparando a todo lo que se movía, su idea era acabar con todo el pueblo.

P. Cuando acabaron se fueron a echar una cabezadita no lejos de allí...

R. ¡Se fueron a dormir! Y la Guardia Civil los pilló dormidos. ¡Esto en una película no se lo cree nadie! Estaban tranquilos y no huyeron. ¿Para qué? Lo que querían eran vengarse y lo habían logrado.

P. ¿Hubo más maquinación que arrebato?

R. El plan estaba pactado entre los cuatro hermanos. Ellos irían a Puerto Hurraco a vengarse y ellas a Moncloa a hablar con Felipe. Los cuatro hermanos se afiliaron antes al PSOE porque pensaban que así tendrían la protección del Gobierno, al fin y al cabo, en el pueblo les habían hecho la vida imposible y habían quemado viva a su madre, según ellos.

P. Es inaudito que creyeran que sacarse el carnet del PSOE les cubriría de alguna manera…

R. Creían que así accederían al presidente, y allí justificar su derecho a vengarse. Las dos hermanas se presentaron en Moncloa vestidas de negro, de luto, llorosas, un paripé antes de la matanza. Estaba todo más que pensado. Con premeditación, coartada y punto de fuga: hacerse del PSOE para que los salvará el Gobierno.

1598357117615.png
Puerto Hurraco en agosto. (Pablo García y Baldesca Samper )

Juan Madrid reconstruyó en el libro la llegada de las Izquierdo a presidencia: "La Luciana y la Ángela se detienen junto a la puerta de entrada del Palacio de la Moncloa, en Madrid. El cabo de la Guardia Civil Teodoro Ramírez acababa de cumplir treinta años dos días antes y, sin embargo, ya estaba acostumbrado a ver cosas raras con la gente que se acercaba a la mole de granito de la residencia presidencial. Las dos mujeres, vestidas enteramente de negro, con un extraño fulgor en los ojos, parecían de otra época, aunque el cabo no sabía de qué época, como surgidas de un mal sueño. El hombre no podía saber de los zumbidos y del ruido en la cabeza de las dos hermanas, ni que se llevaban catorce años entre ellas. Ambas parecían de la misma edad indefinida. Viejas desde siempre. — Buenos días, señoras. ¿Qué desean? —Buenos días —contestó Luciana, la única que hablaba—. Queremos ver al señor presidente del Gobierno. —¿Al presidente? ¿Tienen ustedes audiencia, señoras? —¿Audiencia? —Las dos hermanas se miraron. Luciana sacó de un bolso negro con cierres dorados cuatro carnés nuevos, apenas sin tocar, y se los tendió al Guardia Civil. —Somos del partido. Nos hemos apuntado —manifestó Luciana—. Vea usted. —Sí, sí, señora. Ya lo veo. Son del partido. Pero yo no puedo dejar pasar a nadie que no tenga cita previa con la secretaría del presidente. ¿Comprenden? —El señor presidente nos tiene que hacer justicia —dijo Luciana"

P. Aunque ellos dispararon, ellas cargaron con parte de la ira popular como presuntas autoras intelectuales de la matanza. Se dijo que les habían calentado los cascos a sus hermanos…

R. El crimen fue planeado por todos. Ellas fueron a Moncloa y ellos dispararon porque eran los hombres, pero fue idea de los cuatro.

P. Para la historia quedó la entrevista televisiva a las hermanas en el tren de regreso a Extremadura tras la matanza. Gemían y decían todo el rato que ellas eran muy católicas…

R. Decían que eran católicas, apostólicas y romanas. La entrevista es increíble. ¿Pero esto qué es? ¿La España de 1750?

P. ¿Qué papel jugó la Guardia Civil?

R. Lo de las pelis sobre la valentísima Guardia Civil aquí no funcionan: de Puerto Hurraco huyeron acojonados, la primera dotación que llegó al pueblo retrocedió tiroteada, tuvo que venir luego una con 200 agentes para controlar aquello. Los hermanos Izquierdo dominaban el pueblo, eran cazadores, se ponía uno delante y otro detrás. Eran tripudos, pero ágiles, barrieron todo a disparos, sabían lo que hacían, en una revolución hubieran sido la leche, capaces de acojonar a la Guardia Civil.

1598357188814.png
Agricultor en Puerto Hurraco. (Pablo García y Baldesca Samper )

Bienvenidos al neolítico

Mucho antes de que la matriarca de los Izquierdo muriera calcinada en 1984, las relaciones entre las dos familias ya eran terribles. Con dos problemas recurrentes: lindes y relaciones sentimentales. La primera puñalada (literal) entre los clanes data de 1929, por una relación mal vista entre una Cabanillas y un Izquierdo. El mismo motivo generó el primer asesinato en 1967. Todo ello en un pueblo con decenas de habitantes, es decir, donde no era fácil liarse con alguien que no fuera de la familia rival... o de tu propia familia.

Dicen que las rencillas empezaron hace más de un siglo, cuando los Cabanillas llegaron de Cuba y disputaron la hegemonía histórica del pueblo a los fundadores Izquierdo (y cuando queremos decir hegemonía histórica del pueblo queremos decir cuatro pedregales).



Camino a Puerto Hurraco. (Pablo García y Baldesca Samper)

Camino a Puerto Hurraco. (Pablo García y Baldesca Samper)

La paradoja es que cuanto más profundiza uno en las rencillas, más lejos está de entender nada. Se habla de disputas salvajes sobre las lindes y de odios atávicos entre dos familias, pero cuanto más subimos el tono solemne, más nos alejamos de encontrar sentido a toda aquello, pues llevar un siglo de reyertas por tres metros de terreno baldío va más allá de la razón.

Dicen que no hay conflicto por enquistado que esté que no tenga causas y resoluciones sociales, pero la tangana de Puerto Hurraco parece venir de un lugar previo a todo eso.

Cuando las cosas no tienen enganche con la realidad, no hay ni principio ni fin, y todo es sensacionalismo, paranoia y rechinar de dientes treinta, cincuenta y doscientos años después.

PD: El juez que tomó declaración en caliente a los hermanos Izquierdo les preguntó por qué lo habían hecho. Así lo describió Juan Madrid: "Emilio, que es el que habla siempre, se encogió de hombros.

Los dos hermanos se encontraban tranquilos y reposados, como si estuvieran viendo una película.

Al juez le pareció que aquello no tenía nada que ver con la sangre fría.

Era otra cosa. Algo impalpable y viscoso. —Ya nos hemos vengado —contestó al fin Emilio—. Ahora que sufra el pueblo".


 
Whitechapel, los atroces crímenes del siglo XIX que asociaron a Jack el Destripador
Once prost*tutas fueron brutalmente asesinadas en el barrio marginal de Londres entre 1888 y 1891 pero nunca han logrado dar con el responsable



1599552900197.png
La policía de Scotland Yard descubre el cadáver de Mary Jane Kelly, la última víctima de Jack el Destripador.

SANDRA ESCOBAR
08/09/2020 05:00

El barrio de Whitechapel, situado al este de Londres, es hoy uno más en la ciudad británica; sin embargo hace siglos, era una zona marginal, nada agradable para familias de renta media, y habitada principalmente por prost*tutas y maleantes. No es de extrañar, por tanto, que este fuera el barrio nativo de personajes de la crónica negra internacional como los gemelos Kray, los afamados gánsteres que tenían atemorizado (y fascinado) al vecindario en los años 60. Pero si hay algo que de verdad marcó la historia de Whitechapel fue la ola de crímenes que, entre 1888 y 1891, llenaron de sangre sus calles. Por aquel entonces, dado que se trataba de un distrito empobrecido, no pareció sorprender tanto; pero el caso se tornó más sombrío cuando descubrieron que el 'modus operandi' de los asesinatos y los escenarios tenían la misma firma: Jack el Destripador.

Era el año 1888, en el olvidado barrio más pobre del este de Londres y las víctimas eran todas mujeres y prost*tutas. Todo parecía apuntar al misterioso asesino, y más mediático, de Reino Unido. Esta teoría no hizo más que avivar la preocupación de las autoridades, ya que andaban detrás de un conocido criminal en serie de rostro e identidad desconocidas cuyos crímenes eran conocidos por su monstruosidad. Sin embargo, el número de asesinatos que la Policía (y el mundo) decidieron atribuirle al despiadado asesino era 11, pero Whitechapel fue el escenario de, al menos, otros 27 crímenes más aún no resueltos.

[El estudio que aseguró haber dado con la identidad de Jack el Destripador]

La investigación oficial corría cargo de la Policía Metropolitana, pero también participó en la búsqueda del culpable el denominado Comité de vigilancia de Whitechapel, un grupo formado por vecinos que, voluntariamente, se prestaron a ayudar en la caza del asesino por temor a que sus crímenes provocaran la quiebra de los negocios del barrio. De hecho, esta agrupación fue fundada por sus integrantes solo dos días después de que encontraran a una de las víctimas del 'serial killer' sin nombre.

1599553037443.png
Mapa de los crímenes de Whitechapel del Comité de vigilancia: puntos en los que hallaron a las víctimas. Foto: Fuente propia/CC

A pesar de que se llegaron a contabilizar al menos 11 víctimas al supuesto Jack el Destripador ('Jack the Ripper and the Case for Scotland Yard's Prime Suspect', de Robert House), solo hubo cinco de ellas a las que clasificaron como "víctimas canónicas" y que fueron atribuidas, casi de forma tajante, al asesino. Sin embargo, hubo otros asesinatos que, pese a guardar similitudes con los otros y habiéndose cometido en el mismo barrio, no se asociaron oficialmente al mediático criminal.

A primera hora de la mañana del 3 de abril de 1888, las autoridades conocieron a la primera víctima de estos sanguinarios crímenes. Se trataba de Emma Smith, una prost*t*ta que fue asaltada y robada en la calle Osborn & Brick Lane, Whitechapel. Pero no fue allí donde la encontraron, ya que, pese a estar herida, la joven pudo desplazarse hasta su casa, en la 18 George Street, Spitalfields. Una vez allí, pidió ayuda y puedo ser trasladada al hospital de la ciudad donde, tras ser examinada por un médico, determinaron que Smith había sido penetrada vaginalmente con un objeto contundente. Como consecuencia de estas secuelas, la mujer padeció peritonitis y, un día después, falleció. A pesar de que la Policía inició una investigación tras el suceso, no dieron con un culpable. Este caso quedó apartado al considerar que la víctima había sido atracada por una banda criminal cualquiera o por un ajuste de cuentas entre proxenetas.


Alice McKenzie fue unas de las mujeres que quedaron fuera de la clasificación de "canónicas". También prost*t*ta, McKenzie era más conocida en el barrio como Clay Pipe Alice, ya que siempre se la veía con una pipa en la boca, según los escritos. Fue esa misma pipa que siempre la acompañaba lo que permitió identificar su cuerpo cuando lo encontraron en julio de 1888. SU cuerpo fue examinado por dos forenses que fueron determinantes. Por un lado, el doctor Thomas Bond — conocido como 'el forense del destripador — concluyó tras estudiar el cadáver que el crimen era obra del famoso asesino. Pero otro médico que también estuvo a cargo de la autopsia, negó que fuera este el verdadero autor pero sí concedió que el responsable sabía manejar un bisturí: dos puñaladas en el cuello en el lado izquierdo y otro tajo más profundo en toda la zona, hematomas en pecho y abdomen, una puñalada desde el pecho hasta el ombligo y un corte en la zona genital.

Otras de las víctimas de las calles de Whitechapel fue Martha Tabram, también prost*t*ta, asesinada en la madrugada del 7 de agosto del mismo año. Cuando examinaron su cuerpo descubrieron que presentaba heridas de 39 puñaladas. El toque diferenciador de este caso fue que al menos la Policía contaba con una testigo, una compañera de trabajo de la víctima que la vio por última vez salir de la casa de huéspedes acompañada por su cliente, un soldado. Con todo, nadie pudo señalar a ningún culpable, por lo que el asesinato quedó, de nuevo, sin resolver. Aunque la muerte de Tabram sí se relacionó con la de la primera, Smith, tampoco se pudo relacionar directamente con los de Jack el Destripador, puesto que ella había sido acuchillada más veces que cualquier otra.

Solo unas semanas después, el 31 de agosto de 1888, un vecino encontró el cuerpo sin vida de la prost*t*ta Mary Ann Nichols, de 43 años, en Durward Street. Durante la autopsia comprobaron que había sufrido heridas muy similares a las de McKenzie: hematomas en el torso, dos cortes profundos de derecha a izquierda en el cuello y varios cortes más pequeños. Además, este caso adquirió relevancia porque fue entonces cuando los medios y la Policía de Scotland Yard comenzaron a hilar los asesinatos. Sin embargo, el forense George Bagster Phillips — que también examinó a McKenzie — insistió en que este crimen no tenía nada que ver con los anteriores.

Poco más de una semana después, el 8 de septiembre de 1888, apareció la primera víctima después del verano. Se trataba, de nuevo, de una meretriz, y su cuerpo mutilado también encontrado en plena calle, en el patio trasero del 29 Hanbury Street, en la zona de Spitalfields. Annie Chapman había recibió una puñalada de izquierda a derecha en el cuello pero, además, fue destripada y quien halló el cadáver tuvo la mala suerte de ver los restos de sus intestinos esparcidos sobre sus hombros. Este asesinato fue diferente por dos motivos. El primero, por la mayor brutalidad a la que fue sometida; y el segundo, porque la Policía logró dar con un sospechoso. Se trataba de John Pizer, apodado por los medios como 'Delantal de cuero'. Los agentes se lo llevaron detenido al tener conocimiento de que era un asiduo cliente de los burdeles que molestaba a las prost*tutas. Sin embargo, un juez lo declaró inocente y, ante la falta de pruebas, quedó libre. Este hecho no tranquilizó nada a los vecinos de Whitechapel, que exigían a los agentes dar con el culpable cuanto antes, por lo que el Comité de Vigilancia tuvo que ofrecer una recompensa para aquel que encontrase al asesino.

Un par de días después, apareció el torso de lo que parecía una mujer arrojado en mitad de una calle cercana a Whitechapel. No hallaron la cabeza ni las extremidades, solo un tronco destrozado. Aunque no dieron con la identidad de la víctima, las autoridades lo achacaron al mismo asesino.

El 30 de septiembre la Policía Metropolitana volvió a enfrentarse a otro crimen. El 30 de septiembre apareció el cuerpo ensangrentado de Elizabeth Stride — prost*t*ta — en Berner Street. Según los escritos de la época, las heridas del cuello (corte de izquierda a derecha) no habían sido realizadas hacía mucho, por lo que solo llevaba menos de una hora muerta. Además, su cuerpo no presentaba más lesiones que las del degollamiento. Pero no fue el único caso con el que se toparon las autoridades. Ese mismo día, de madrugada, hallaron el cuerpo sin vida de la meretriz Catherine Eddowes, a pocos metros de la calle en la que fue encontrada su compañera. Si aquel día los agentes se hubieran dado un poco más de prisa, Eddowes aún seguiría viva, puesto que cuando la encontraron llevaba solo unos minutos muerta. Habían pisado los talones del asesino sin siquiera saberlo. El cuerpo de la segunda víctima estaba totalmente descompuesto y le habían extraído los riñones; su torso, los intestinos y los riñones estaban destrozados.

El mes de octubre, para sorpresa de los investigadores, transcurrió sin asesinatos en Whitechapel. El asesino pareció dar un respiro a los vecinos que miraban atemorizados de lado a lado antes de pisar la calle. Pero ese otoño no fue calmado para las prost*tutas del barrio, que se mantuvieron un tiempo alejadas de los burdeles y de las compañías de hombres desconocidos ante el riesgo de ser la próxima víctima. Una de estas meretrices fue Mary Jane Kelly, quien en la noche del 9 de noviembre, por fin se atrevió a pisar el arcén para trabajar. Fueron muchos los testigos que, horas después de una de sus salidas, declararían ante la Policía que habían visto a la joven en compañía de varios hombres. El caso de Kelly volvió a parecer distinto para los forenses, pero no porque no existieran similitudes con respecto al resto de asesinatos, si no por la asombrosa crueldad que habían infligido contra la joven Kelly: nariz, pecho y orejas partidas, muslos desgarrados y los órganos del cuerpo esparcidos en su mesita de noche. Esta vez, el criminal había actuado en el interior, no en la sucia acera. Según describe el escritor y abogado Gabriel Pombo en 'Jack el Destripador: la leyenda continúa', el contable que encontró el cuerpo de la joven aseguró que "parecía más la obra de un demonio que la de un hombre".

El asesino tampoco concedió un descanso en navidades. El 20 de diciembre encontraron el cuerpo de la prost*t*ta Rose Millet. Aunque en un principio se pensó que se traba de un suicido, ya que apareció ahorcada en su propia habitación, un médico forense manifestó su extrañeza por que Millet estuviera con la boca cerrada en lugar de abierta, como es habitual si la muerte es provocada de esa manera.

Ese hallazgo fue el último de aquel fatídico 1888. Durante unos años, el barrio se libró de la amenaza del supuesto destripador. Así fue hasta el 10 de febrero de 1891, cuando la Policía de Londres dio con otra víctima más de Jack. O al menos eso apuntaron desde un principio, tras ver el cuerpo (o lo que quedaba) de Frances Coles. Poco se apreciaba el llamativo pelo rojo de la joven prost*t*ta cuando la vista se dirigía hacia el corte de su cuello y las puñaladas de su tronco. En este caso también se produjo la detención de un sospechoso; el último cliente conocido de la meretriz que, cuando vue sorprendido por los agentes, llevaba las ropas ensangrentadas. Pero, como era de esperar, en el juicio tampoco se pudo corroborar que fuera él el responsable.

Aquel fue el último crimen perpetrado en las aceras de Whitechapel y el último que asociaron a Jack el Destripador. Con todo, nunca se llegó a demostrar que las once víctimas mencionadas estuvieran relacionadas con el 'serial killer', puesto que tampoco alcanzaron nunca a capturarle. Sin embargo, el 'modus operandi' de los asesinatos pareció suficiente para concluir que eran obra suya; otros expertos se inclinaron por la teoría de que el responsable de los crímenes fuera solo un imitador. A día de hoy, estos crímenes que tanto horrorizaron a Londres siguen impunes y sin ningún autor demostrado.
 
1599657804060.png

Noelia DE MINGO NIETO


  • Clasificación: Homicida
  • Características: Una médico obsesionada con que todo el mundo la «espiaba» recorrió un centro sanitario dando cuchilladas a diestro y siniestro
  • Número de víctimas: 3
  • Fecha del crimen: 3 de abril de 2003
  • Fecha de detención: Mismo día
  • Fecha de nacimiento: 1971
  • Perfil de la víctima: Leilah el Oumaari, de 26 años; Jacinta Gómez de la Llave, de 72, y Félix Vallés, de 72
  • Método del crimen: Apuñalamiento (cuchillo de 15 centímetros de hoja)
  • Lugar: Madrid, España
  • Estado: Condenada a un máximo de 25 años de internamiento en un psiquiátrico penal el 7 de junio de 2006. Puesta en libertad, bajo tratamiento ambulatorio y custodia familiar el 6 de octubre de 2017
Noelia de Mingo – Una médica de Madrid mata a una compañera y a una paciente a cuchilladas en un arrebato de locura
F. Javier Barroso / Manuel Cuéllar – Elpais.com – Noelia de Mingo

4 de abril de 2003

Dos mujeres muertas y seis heridos, dos de ellos en estado crítico, es el fatídico resultado del episodio violento que protagonizó una médica de la Clínica La Concepción, en Madrid.

Noelia de Mingo Nieto, de 31 años, residente de la sección de Reumatología, víctima de un brote psicótico, empuñó un gran cuchillo y la emprendió a puñaladas con todo el que se le ponía por delante.

Primero se dirigió al control de enfermería de su unidad y apuñaló de muerte a su compañera Leila El Ouamaari, de 26 años. Una paciente, Jacinta Gómez de la Llave, pereció tras sufrir cuatro heridas de arma en el tórax. Con el mismo cuchillo hirió a un auxiliar, dos enfermeras, dos médicos y el familiar de otro enfermo. El estado de dos de los heridos es crítico.

Noelia de Mingo estaba en el cuarto de enfermeras de la unidad 43, en la tercera planta de la clínica. A las 14.25, su cerebro se quebró. Las depresiones que sufría desde hacía tiempo explotaron en un brote psicótico. Empuñó un cuchillo de grandes dimensiones y sin mediar palabra apuñaló una y otra vez por la espalda a una compañera que en esos momentos trasteaba sobre un mostrador entre vendajes, medicamentos y papeles. Se llamaba Leila El Ouamaari, una médica residente de 27 años, de nacionalidad francesa con ascendencia magrebí. Llegó al quirófano en parada cardiorrespiratoria y no pudieron salvarla.

La pesadilla había comenzado. En esos momentos se montó un gran revuelo en la unidad. Varios trabajadores acudieron en defensa de su compañera Leila, pero Noelia de Mingo empezó a pegar cuchilladas a diestro y siniestro sin mirar a quién hería dentro de su furia homicida.

Tras la puerta de madera con una ventana de cristal pintado de blanco, con una señal de prohibido el paso, comenzaron a escucharse gritos y golpes. Así reconstruyeron los hechos médicos y enfermeros del centro.

Alertado por el escándalo, un hombre de mediana edad, que había ido a visitar a su madre enferma internada en esa planta, entornó la puerta de la habitación 4308. Se quedó helado. Del cuarto de enfermeras vio «salir corriendo a una mujer [Leila El Ouamaari] con la bata blanca ensangrentada y que con una de sus manos intentaba detener la hemorragia que le habían producido varias cuchilladas».

A partir de este momento, los acontecimientos se precipitaron. «Vi a otra enfermera o médica huyendo de la habitación, esta vez con un corte enorme en el cuello. Otros enfermeros y enfermeras entraban en la salita. Entonces la vi a ella, desencajada, con el cuchillo en la mano, ensangrentada».

Desde entonces, Juan sólo contó con el sentido del oído para conocer lo que ocurría tras la puerta de la habitación. Cerró y pegó su cuerpo con todas sus fuerzas contra la puerta. Cogió su teléfono móvil y llamó a la policía.

Desde otro teléfono de pared situado junto a la puerta de la habitación 4308, Jacinta Gómez de la Llave, de 77 años, hablaba con su hijo. Vio cómo Leila se desangraba. Intentó ir hacia ella para ayudar, pero Noelia de Mingo se le vino encima. Le hundió el cuchillo cuatro veces en el tórax. También la mató.

Sólo minutos más tarde, al volver a abrir la puerta de la habitación de su madre, los ojos de Juan corroboraron lo que sus oídos habían escuchado. Había sangre por todas partes. En el suelo, unas zapatillas de andar por casa, descansaban sobre un charco de sangre. En una de las paredes, bajo el teléfono que había usado Jacinta Gómez se podía ver una gran mancha roja, densa e informe. Había sangre en las puertas, regueros que salían de una habitación y entraban en otras.

Al ver la violencia que segregaba De Mingo, varios trabajadores cercaron a esta mujer. Pero tuvo que ser un celador el que acabara con el episodio de muerte. El empleado, vestido con bata blanca, cogió un soporte metálico para suero y comenzó a intimidar a la homicida, que poco a poco fue deponiendo su actitud, visto cómo la seguía con este bastón metálico de largas dimensiones.

Al final logró acorralarla contra la pared. En ese momento, según varios testigos, de Mingo se vio rodeada y prefirió rendirse. Tenía todas las ropas y las manos manchadas de sangre. Idéntico panorama se repetía por toda la unidad, a pesar de las sábanas que pusieron los trabajadores para tapar la sangre.

El celador arrebató el cuchillo a la médica residente y se la llevó a un cuarto destinado a poner escayolas. Allí permaneció encerrada hasta que llegaron agentes del Cuerpo Nacional de Policía y la trasladaron a una habitación de la unidad de Psiquiatría del mismo centro hospitalario. A partir de entonces, la noticia se propagó a toda velocidad por La Concepción.

Varios médicos y enfermeros del servicio de urgencias salieron corriendo hasta la tercera planta con el aparataje de reanimación, donde se encuentran los quirófanos del centro hospitalario. Todos los intentos fueron inútiles, ya que las dos heridas más graves murieron en la mesa de operaciones dada la gravedad de las lesiones que sufrían.

A las tres y media de la tarde, cuando todo ya había finalizado, el cuarto de enfermeras era un caos y la policía prohibía que se limpiara nada. Ya se sabía que Leila había muerto. «No quiero quedarme sin madre, no quiero quedarme sin mi madre», sollozaba una joven a la que su hermano intentaba consolar.

Noelia De Mingo había sido un regalo de Reyes para sus padres, Consolación y Juan, que la vieron nacer el día 6 de enero de 1972. Probablemente Noelia nunca pudo adivinar que su carrera de reumatóloga terminaría en la habitación 4401 de la unidad de Psiquiatría de la clínica donde había ejercido su profesión durante tres años. Con la ropa manchada por la sangre de varios de sus compañeros, pacientes y visitantes de la clínica. Con dos muertes sobre sus espaldas.

En la habitación contigua a la de Juan, Águeda, una mujer de avanzada edad, esperaba la visita de su marido. No llegó a verlo. Félix Vallés, de 77 años, acababa de terminar de comer y dirigió sus pasos hacia la clínica para ver a su esposa enferma del corazón.

Cuando traspasó la puerta de la unidad 43 se encontró frente a frente con la homicida. Estaba fuera de sí, asestaba puñaladas a todo el que se le ponía por delante. A Félix, el zarpazo le cayó en el estómago y le alcanzó el páncreas y la arteria aorta. Se encuentra en estado muy grave y los médicos de la clínica han asegurado que dada su avanzada edad, les preocupa mucho su estado.

Una auxiliar de clínica de 51 años sufrió heridas en el pulmón izquierdo y el diafragma; su estado es crítico. Dos enfermeras y un médico después del ataque les trasladaron a la unidad de cuidados intensivos y, según el último parte, su «estado no es muy preocupante».

Sentada junto a una puerta de hojas de plástico batientes, Marisa llora desconsolada. «Esto es una película de terror», dice. Ella iba a acompañar a Félix Vallés, su padre, en la visita a su madre. «Estaba en el pasillo y le han pinchado en el estómago. ¿Cómo puede pasar esto? Mi madre me lo contó. Dice que todo eran gritos: «Cerrad las puertas, que todo el mundo cierre las puertas». Escuchó chillidos y golpes y sabía que su marido estaba fuera».

«Noelia es una persona que nunca se mete en problemas»
La sorpresa surgió ayer en el municipio de El Molar, situado en la carretera de Burgos (N-I) a 43 kilómetros de Madrid, donde nació y vive la doctora Noelia de Mingo Nieto. Los vecinos de esta localidad de 3.900 habitantes no salían de su asombro, ya que si algo destacaba en esa mujer era su carácter introvertido y tímido, que le hacía tener pocas relaciones y amistades en el pueblo.

Muchos habitantes desconocían que De Mingo había matado a cuchilladas a su compañera Leila El Ouamaari y a la paciente Jacinta Gómez de la Llave. Nadie podía creer que un hecho tan espeluznante hubiera sido protagonizado por la hija de los antiguos dueños de uno de los restaurantes más afamados de El Molar (Mingo), ya desaparecido.

«Era una persona muy normal. No tenía casi amigos en el pueblo porque siempre ha estudiado fuera; si se ha relacionado con alguien ha sido de fuera de aquí», señalaron tres primas de la homicida. «No salimos del asombro. Era una persona tímida, callada y no se metía en problemas. Desde luego era una persona muy normal», añadieron sus familiares.

Algunos familiares no lograban comprender qué pudo pasarle por la cabeza. «Es la mayor sorpresa de toda mi vida, porque desde luego no es una reacción lógica en ella», concluyeron.

Mayor de tres hermanos
Estudiante brillante, cursó la Educación General Básica y el bachillerato en el colegio San Estanislao de Kostka de Madrid. Después se matriculó en Medicina. Terminó los estudios hace unos cuatro años, tras lo cual comenzó a trabajar en la clínica de La Concepción. Es la mayor de tres hermanos (los otros dos son un varón y una mujer).

«No me lo puedo creer, porque hace una hora he visto a su padre, mi tío, en su coche Mercedes, que iba a echar la partida como todas las tardes. Seguro que no se había enterado de esta desgracia», comentó un familiar de la homicida. «Su hermano no lo sabe todavía y ha quedado con otro primo para recogerlo en la plaza de Castilla [en el norte de la capital] para llevarlo al hospital y contarle todo lo sucedido», añadió otra allegada. «Anteayer [por el martes] estuvimos con ella por la tarde en su casa y la vimos tan normal y tan contenta como siempre. Jamás nos habríamos imaginado algo tan horroroso», comentó otra prima.

«Por no molestar era capaz hasta de no hablar. Todas las mañanas salía muy pronto de casa y cogía el autobús para ir a su trabajo. Después regresaba entre las cinco y media y las seis de la tarde y ya no salía de casa», señalaron varios conocidos.

Mientras, ajenos a todo lo ocurrido un grupo de niños jugaba delante del Ayuntamiento de El Molar, a escasos 15 metros de la casa de Noelia de Mingo, que ayer por la tarde permanecía vacía.

Dos meses rumiando la venganza
José Antonio Hernández – Elpais.com

14 de abril de 2003

La mente enferma de Noelia de Mingo Nieto, la médica residente que mató con un cuchillo, el jueves 3 de abril, a tres personas e hirió de gravedad a otras cinco en la clínica de La Concepción de Madrid, llevaba dos meses planeando su crimen, según ha declarado a los investigadores.

Se obsesionó con que todo el mundo la «espiaba», y la tarde antes de su sangrienta odisea por los pasillos del hospital compró un cuchillo de 15 centímetros de hoja, que ocultó en el bolsillo de su bata blanca, y comenzó a recorrer el centro sanitario dando cuchilladas a diestro y siniestro. Sin importarle que las víctimas fuesen compañeros, enfermos y familiares de éstos. Noelia llevaba cuatro meses sin tomar su medicación.

Noelia de Mingo, de 31 años y médica residente de reumatología de la Clínica de la Concepción, propiedad de la Fundación Jiménez Díaz, se negó a declarar ante la policía. Pero sí lo hizo cinco días después ante una comisión judicial.

Sus crímenes no fueron un arrebato esporádico. En realidad, su confusa mente llevaba «dos meses» planeando una venganza. Sufría una grave «manía persecutoria», según los expertos forenses. Tenía claro cómo vengarse -con un cuchillo largo- pero no contra quién. «Me espiaban, grababan mis conversaciones…», declaró el pasado martes ante la comisión judicial que se desplazó al hospital Gregorio Marañón de Madrid, en cuya unidad psiquiátrica está ahora presa. Noelia no razonó quién o quiénes le hacían eso, la espiaban, ni el porqué.

Los enemigos exteriores que ella misma se forjó estaban sólo en su subconciente [subconsciente], y distorsionados. «Sabían cosas de mí que sólo podían conocer si me estaban espiando», ha declarado. Para ella, muchos de los acontecimientos relevantes que la televisión emite en directo se difunden ahora pero pertenecen al pasado. «La tele los manipula», sostiene Noelia, según han explicado a este periódico fuentes de las partes.

– Anoche comiste un yogur, ¿no?

– Sí, ¿y por qué lo sabes?, preguntó Noelia, intrigada, a una colega del hospital.

Este inocente comentario, hecho a Noelia por una compañera sanitaria, martilleó su mente y pudo coadyuvar a la tragedia. «Me espían, me espían», se repetía. «¿Cómo sabe que comí un yogur si estaba yo sola? Me espían, me espían…», se autoconvencía.

En el hospital, entre sus compañeros, e incluso en casa, Noelia veía hostilidades por doquier. En los últimos meses, estaba encerrada en sí misma, mientras una obcecación irracional se apoderaba de ella. Sus demonios interiores estallaron con vehemencia la víspera del jueves 3 de abril. Ese día, según su propia confesión, acudió a una tienda de la zona de Alvarado, cerca de la plaza de Castilla de Madrid, y compró un enorme cuchillo, tipo jamonero. Pensó que la hora de la venganza había llegado.

Los expertos judiciales tienen interés en ir a esa tienda para preguntar a la dueña cuánto tiempo empleó Noelia en elegir el cuchillo, cómo lo miraba, si preguntó por otro tipo de armas…

– ¿Por qué compró usted un cuchillo y no lo cogió de casa?, le preguntaron los investigadores días después de los crímenes, en la habitación del área de psiquiatría del hospital Gregorio Marañón.

– Pensaba llevar el cuchillo conmigo durante varios días. Si hubiera cogido el de casa se habrían dado cuenta…, contestó, segura.

Noelia, con gafas de alta graduación y 1,60 centímetros de altura, compró el arma y la ocultó en su bolso. Su enfermizo plan lo tenía muy meditado. En el hospital es obligado llevar la bata blanca y pensó que no era cuestión de ir por los pasillos con el bolso y la bata.

«¿Y dónde escondo el cuchillo para que no me lo vean?», se preguntó. Pronto halló la solución: abrió un agujero en la parte inferior del bolsillo, lo suficientemente grande para que cupiese la hoja, pero no el puño. De esa forma, la hoja (de 15 centímetros) caería sobre el muslo por dentro de la bata y nadie la vería.

El día de los hechos, Noelia acudió al hospital con el cuchillo dentro del bolso. Se cambió y se puso la bata e introdujo el cuchillo en el agujero. A continuación, se fue en busca de un motivo para emplearlo. A veces se metía la mano y se tentaba para tocarlo y cerciorarse de que el arma seguía ahí.

En su declaración judicial, Noelia dice acordarse perfectamente de cómo empezaron las agresiones y con quiénes se topó en su fiero recorrido por la clínica de la Concepción.

Su perturbada mente halló rápido el motivo que necesitaba para sacar el cuchillo. La excusa estaba en el control de enfermería, donde varias colegas suyas hablaban distendidamente. «Están murmurando, seguro que es sobre mí», se dijo. No le hizo falta nada más: desenfundó el cuchillo y se abalanzó sobre ellas. Éstas, al ver el arma, se defendieron. Mientras forcejeaba de frente con una de ellas, otra colega, que a la postre fue su primera víctima mortal -Leilah el Ouamaari, médica residente de 26 años- la agarró por detrás.

A la de enfrente le asestó una cuchillada, que la dejó malherida y cayó al suelo. La inercia hizo que Noelia se reclinase hacia atrás y que Leilah, que la tenía agarrada por la espalda, también se precipitase al suelo.

Noelia portaba el largo puñal en sus mano diestra. Al reclinarse, lanzó una primera cuchillada por detrás de su costado derecho. La hoja entró por el hemitórax (zona del pecho derecho) de Leilah, tan profundo que alcanzó el corazón. De las cinco cuchilladas que recibió Leilah, ésa, la que atravesó su pecho entrando por la derecha y atravesando casi de lado a lado la caja torácica, fue la que le segó la vida, según han dictaminado los forenses. Al igual que Noelia, Leilah era médica del hospital.

Con sus dos primeras víctimas en el suelo (Leilah debatiéndose entre la vida y la muerte y la otra sanitaria gravemente herida), Noelia comenzó una ruta por los pasillos del hospital que aún depararía más muertes.

Jacinta Gómez de la Llave, una paciente de 72 años que estaba en un pasillo hablando por teléfono con su hijo, fue la segunda víctima mortal. Noelia la acuchilló y siguió su ruta a ninguna parte. Al borde de la muerte dejó también a Félix Vallés, un hombre que había ido al hospital para visitar a su esposa enferma. Vallés murió días después. También dejó malheridas a dos enfermeras y a una ayudante sanitaria a las que el azar también cruzó en el homicida camino de Noelia.

– ¿Por qué acuchilló usted a los enfermos?

– Me estorbaron, eran obstáculos en mi camino, ha confesado, con frialdad, Noelia.

Al llegar al final de un pasillo, Noelia se volvió sobre sus pasos y entonces se topó con tres celadores que le bloqueban la salida, como esperándola, tratando de poner fin a su sangrienta odisea. Uno de ellos portaba en sus manos un barra metálica de las que se utilizan para sujetar en alto las bolsas de suero.

«¡O tiras al suelo el cuchillo o te abro la cabeza!», le gritó un celador a Noelia de Mingo. Eran las 14.30 del jueves 3 de abril y el horror se estaba cebando con la Clínica de la Concepción de Madrid.

Hasta ese momento, había herido de muerte a dos personas -a su colega Leilah y su paciente Jacinta Gómez- y causado gravísimas heridas a otras seis. Estaba enloquecida, y había asestado cuchilladas a diestro y siniestro, y sin discriminar a las víctimas: médicos, enfermeras, auxiliares de enfermería, pacientes y familiares de éstos.

Noelia miró la barra de hierro que el celador esgrimía con rabia entre sus manos y dejó caer su afilado cuchillo, empapado de sangre hasta el puño. No estaba solo. A este celador se le habían unido otros compañeros, siguiendo el rastro de muerte que Noelia había ido sembrado por los pasillos de la tercera planta de la clínica de la Concepción.

Por fin, tras interminables minutos de pánico colectivo, el mortífero brote esquizofrénico de Noelia se recompuso y cedió al sentido común. Noelia se vio acorralada y se entregó.

Los celadores se abalanzaron sobre ella, cogieron del suelo el cuchillo y condujeron a Noelia a la unidad de psiquiátrica del hospital, mientras llegaba la policía. Ni entonces ni después ha mostrado Noelia visibles gestos de arrepentimiento, según fuentes de la investigación, que desarrolla el Juzgado de Instrucción número 33 de Madrid.

Cuando dejó caer al suelo el cuchillo, Noelia tenía «los ojos desorbitados», y las gafas rotas, según los testigos. Cuando cinco días después la comisión judicial la visitó en la unidad de psiquiatría del Gregorio Marañón, Noelia se quejaba con insistencia de que le habían roto las gafas y de que no veía bien.

La lucidez con que declaró y el lujo de detalles que aportó sobre su macabro periplo avivan dudas entre los investigadores sobre el grado de esquizofrenia de esta médica, en cuyo currículum profesional figuraban antes muchas curas y ahora tres asesinatos y otros cinco intentos de asesinato. Y mucho dolor ajeno. Por ejemplo, el del novio de Leilah, o el del hijo de una de las pacientes acuchilladas justo cuando hablaba con su hijo por teléfono y comenzó a gritar.

Noelia admitió ante la comisión judicial que sabía a quién agredía, pero que su intención no era matar a nadie, sino defenderse de sus espías. «A nadie he dado en el corazón, ¿no?», preguntó a uno de los investigadores. «Sí, sí que ha dado usted en el corazón», le dijeron.

Ahora, serán los informes periciales los que primen en el dictamen judicial sobre el impacto real de la esquizofrenia en la arrebatada vida de esta médica residente.

Cuatro meses sin tomar la medicación
Noelia de Mingo, que tiene dos hermanos y mantenía frecuentes desavenencias con sus padres fruto de su enfermedad, había sido diagnosticada de esquizofrenia.

Un psiquiatra le prescribió unas pastillas para combatir los cuadros de «manía persecutoria» que esporádicamente brotaban en su mente. Le diagnosticó las grageas para su mal pero sin haberla tratado nunca personalmente, según afirman fuentes de la investigación.

Cuando en el hospital se desató su ira, Noelia llevaba casi cuatro meses sin tomar la medicación que le había prescrito el facultativo. Se había convertido en una bomba andante.

Durante esos meses, sin el freno de la medicación antidesquizofrénica, alimentó los demonios que llevaba dentro y que desencadenaron la tragedia del nefasto 3 de abril en la madrileña Fundación Jiménez Díaz.

Noelia era un chica que vivía en su propio mundo. No tenía novio ni amigos, y su vida social era un desastre: siempre comía sola, y cuentan algunos de sus colegas del hospital que alguna vez la vieron escribir en en un ordenador apagado del hospital. «Pero es muy inteligente; en periodos de normalidad, la esquizofrenia no excluye la inteligencia», aclara un forense judicial.

Noelia se halla ahora en la unidad de psiquiatría del Gregorio Marañón, con una orden de prisión sin fianza. Sólo la puede visitar su familia. Esta unidad pertenece funcionalmente a la prisión de Soto del Real. Pero es previsible que dentro de una o dos semanas sea trasladada al hospital psiquiátrico penitenciario de Fontcalent, en la provincia de Alicante.

Entre otros, se le imputan tres delitos de asesinato -los de Leilah el Oumaaari [Oumaari], de 26 años; el de Jacinta Gómez de la Llave, de 72, y el de Félix Vallés, de 72-, así como otros cinco intentados.

En el caso de enfermos mentales que cometen delitos, lo habitual es que éstos vayan a juicio y que el tribunal les imponga la pena que merezcan en función de los delitos perpetrados. No obstante, en la misma sentencia, los jueces indican que la persona en cuestión es inimputable (es decir, que no es consciente de sus actos) y que le impongan una medida tendente a su curación, bien en un centro psiquiátrico cerrado (por ejemplo, el de Fontcalent) o abierto.

Los jefes de la doctora De Mingo rechazaron tomar medidas tres días antes de los asesinatos
F. Javier Barroso – Elpais.com

15 de abril de 2003

Los jefes de Noelia de Mingo Nieto, la médica residente de 31 años que mató a puñaladas a tres personas e hirió de gravedad a otras siete, conocían perfectamente que la doctora sufría problemas psiquiátricos. Así se desprende de la declaración que prestó en el Juzgado de Instrucción número 33 María A., una facultativa que lleva como residente cuatro años.

Según ésta, el jefe de reumatología y los dos responsables de residentes se reunieron tres días antes del triple homicidio. Allí decidieron mantener la situación y dejar que De Mingo siguiera atendiendo a pacientes, según explicó el abogado de la acusación particular, Carlos Sardinero, a la salida de la declaración.

El juez de instrucción número 33 de Madrid, Tomás Martín Gil, llamó ayer a declarar a 11 testigos y trabajadores de la clínica de la Concepción que vieron la agresión protagonizada por De Mingo. Al final sólo se presentaron ocho, ya que los otros tres estaban fuera de Madrid.

Según el abogado Carlos Sardinero, el testimonio más importante fue el de María A., la médica residente que era compañera de Noelia de Mingo. La declarante resultó herida de un profundo corte en la vena yugular, lo que le motivó estar ingresada durante varios días con heridas de pronóstico grave. Ayer se presentó en el juzgado con un vendaje que cubría la herida que sufrió a manos de su compañera.

La mujer relató, según Sardinero, que la reunión se produjo el pasado 31 de marzo entre el jefe del departamento de reumatología, Gabriel Herreros-Beaumont, y sus dos adjuntos, Juan Carlos Acebes Cachafeiro y Olga Sánchez Pernaute. Estos dos se encargan de los médicos residentes.

En ese encuentro se trataron las quejas que habían efectuado los distintos compañeros de Noelia de Mingo. De hecho, muchos de ellos, entre ellos la propia María A., la habían encontrado especialmente nerviosa durante las dos últimas semanas. Los colegas de la presunta homicida habían pedido que tomaran medidas. «Habían recibido muchas quejas verbales de los pacientes, que llegaron a decir que se sentían con miedo y amenazados cada vez que tenían que verla», señaló el abogado.

«Manera policial»
Las quejas de los propios compañeros tampoco sirvieron de mucho. En la reunión se acordó que no se iba a tomar ninguna medida y que se vería cómo evolucionaba la médica. También se avisó a sus compañeros de que no la investigaran «de manera policial», según el letrado. Sólo tenían que comprobar cuál era su comportamiento y ver si era normal. Nada más.

La compañera añadió que la médica había estado de baja por enfermedad en tres ocasiones desde que ingresó en la clínica de la Concepción. La primera, de la que no tenía noticia exacta María A., se produjo al poco de comenzar a trabajar. La segunda baja la cogió en febrero de 2002. En esas fechas protagonizó, según señaló el abogado, un altercado en el departamento de urgencias: sufrió un delirio y comenzó a decir cosas que estaban fuera de lugar. Por eso, sus jefes decidieron darle la baja, ya que «llamó bastante la atención».

La tercera ocurrió seis meses después, entre el 6 y el 26 de agosto de 2002, cuando De Mingo regresó de vacaciones. Entonces sufrió, según su compañera, una fuerte depresión al regresar del descanso que se había tomado en julio.

«El testimonio más esclarecedor ha sido el de la médica residente, que ha dejado muy claro que tanto el tutor responsable de la doctora [Juan Carlos Acebes Cachafeiro] como el jefe de reumatología [Gabriel Herrero-Beaumont] sabían que Noelia de Mingo sufría esquizofrenia porque ella mismo se lo dijo», señaló el abogado. «Ahora habrá que estudiar qué responsabilidad tiene la dirección de la clínica», concluyó el letrado.

La dirección de la Concepción no quiso ayer pronunciarse sobre la reunión del 31 de marzo entre los responsables del servicio de reumatología para discutir sobre los trastornos de De Mingo. «A la espera de la investigación interna que estamos efectuando, en estos momentos no tenemos constancia de que esta reunión se celebrara», explicó un portavoz de la Concepción, informa Oriol Güell. «Sólo hablaremos ante el juez, que es quien debe decidir sobre el asunto. Nos negamos a debatir en los medios de comunicación sobre asuntos que están bajo investigación judicial», añadió.

Ataques por la espalda
Las víctimas de la médica residente Noelia de Mingo no tuvieron oportunidad de defenderse. Eso se desprende de las declaraciones prestadas por los ocho testigos que comparecieron ayer ante el juez de instrucción número 33.

Los compañeros de la facultativa, entre ellos varios auxiliares de clínica y otros médicos residentes, fueron atacados, al igual que los pacientes, por la espalda, por lo que ninguno de ellos tuvo oportunidad de defenderse, según comentó el abogado de la acusación particular, Carlos Sardinero.

El juez enseñó a los testigos varios planos de la Unidad 43, dedicada a Medicina Interna, para que señalaran dónde estaban en el momento en el que sufrieron el ataque. Todos coincidieron en que estaban de espaldas cuando De Mingo comenzó a acuchillar a sus compañeros, a los pacientes y a los familiares de éstos que se encontraban en los pasillos.

De Mingo testificó el pasado martes ante el juez que se sentía «espiada» por sus compañeros y que empezó a urdir su venganza dos meses antes del triple crimen. El día antes de la matanza compró un cuchillo jamonero, que le costó 10 euros, en una ferretería de Alvarado, cerca de la glorieta de Cuatro Caminos. Después abrió un agujero en la parte inferior del bolsillo de la bata para esconderlo.

En su declaración no dejó claro cómo empezaron las agresiones y con quiénes se topó en su sangriento recorrido por la clínica. La excusa fue que varias colegas suyas hablaban distendidamente. Ella pensó que estaban murmurando sobre ella. Cogió el cuchillo y se abalanzó sobre ellas, que intentaron protegerse.

Según el testimonio de la supuesta asesina, después comenzó a apuñalar a diestro y siniestro. En su camino hirió mortalmente a Leilah el Ouamaari, compañera suya de 26 años; a Félix Vallés, de 76 años, esposo de una paciente, y a Jacinta Gómez de la Llave, paciente de 72 años que hablaba por teléfono con su hijo.

Tres celadores acorralaron a De Mingo en un pasillo y la obligaron a tirar el cuchillo. La mujer está ingresada en la unidad psiquiátrica del hospital Gregorio Marañón.

El abogado de la acusación particular solicitará una reconstrucción de los hechos. Además, el juez instructor va a pedir un informe psiquiátrico de la supuesta homicida, así como su vida laboral.

La presidenta de la asociación El Defensor del Paciente, Carmen Flores, y el novio de Leilah el Ouamaari, Fernando Alberca, acudieron a los juzgados para interesarse por las declaraciones.

La médica que mató a tres personas en la Jiménez Díaz padece esquizofrenia paranoide
Agencias Madrid

11 de junio de 2003

La médica Noelia de Mingo, que el pasado 3 de abril mató a puñaladas a tres personas e hirió a otras cinco en la Fundación Jiménez Díaz de Madrid, «presenta y presentaba en el momento en que ocurrieron los hechos una esquizofrenia tipo paranoide», según concluye un informe pericial psicológico. Así lo aseguraron ayer fuentes de la Asociación El Defensor del Paciente (Adepa), que añadieron que este informe fue solicitado por el abogado que representa a las familias de los tres fallecidos para su valoración psicopatológica o psiquiátrica.

El informe fue realizado por las psicólogas adscritas a la clínica médico-forense de Madrid María Paz Ruiz y Concepción de la Peña, tras admitirlo así el titular del juzgado de instrucción número 33 de Madrid que investiga el caso. El estudio pericial concluye que la doctora Noelia de Mingo «presentaba un complejo sistema de delirios que describían una conspiración elaborada contra ella (…), llegando a generarse estructura de delirio cada vez más firme».

El informe añade que la estructura delirante de la médica «se alimentaba de alucinaciones auditivas, así como visuales» y explica, además, que desde la perspectiva forense el subtipo de esquizofrenia paranoide «es la que con más frecuencia desencadena actos agresivos y violentos por la riqueza y expresividad de sus síntomas», que persisten durante al menos seis meses.

«La característica principal», continúa el estudio pericial encargado por las familias de los fallecidos, «es la presencia de ideas delirantes y alucinaciones, unida además a la conservación de la inteligencia y no presencia de deterioro, por lo cual no se pierde la lógica para otros temas y, en ocasiones, la disfunción social / laboral no resulta muy acusada y apreciable para los demás», concluye.

El trastorno descrito, según las psicólogas, «está directamente relacionado con la conducta punible» y, según añaden, «aboca a la peritada a la comisión delictiva».

Conspiración elaborada
El informe también revela que De Mingo presentaba un complejo sistema de delirios «que describían una conspiración bien elaborada contra ella» y que se fueron haciendo más firmes con el paso del tiempo, «llegando a encapsularse hasta resultar irreductible».

Matizan los peritos que los hechos cometidos el pasado 3 de abril «corresponden a una motivación y una dinámica primariamente psicóticas» y «están en relación directa, y surgen en respuesta a las alucinaciones e interpretaciones delirantes descritas». «Además, como es característico de la esquizofrenia, se producen con gran carga de violencia, unido a una llamativa frialdad afectiva antes, durante y después de su producción», señalan.

Este informe fue elaborado después de mantener una entrevista con los padres de la médica, así como dos entrevistas clínicas con ésta. Estas entrevistas fueron realizadas en varias sesiones celebradas los días 9 y 23 de abril, y 14 de mayo de 2003 en el hospital Gregorio Marañón y en las dependencias de la Clínica Médico Forense de los Juzgados de plaza de Castilla.

Noelia De Mingo mató a puñaladas, supuestamente en estado de enajenación mental, a la médica Leilah El Ouamaari, a la paciente Jacinta Gómez y a Félix Vallés -que estaba en la clínica visitando a su esposa-, e hirió a otras cinco personas.

De Mingo se encuentra desde el pasado 30 de abril en la enfermería de la prisión madrileña de Soto del Real, a donde fue trasladada desde la Unidad de Psiquiatría del hospital Gregorio Marañón por orden judicial.

Según declaró la propia agresora ante el juez el pasado 9 de abril, estuvo tomando medicación durante unos meses porque sus padres fueron a hablar con un psiquiatra que se la prescribió. En su testimonio, insistió que había comprado un cuchillo el día anterior «por unos diez euros» para amenazar a sus compañeros. «Lo de pincharles no lo había pensado», dijo, porque creía que le habían grabado tanto en la calle como en su propia casa.

De Mingo confesó que llevaba «dos meses» planeando su venganza, ya que pensaba que estaba siendo espiada por sus compañeros. «Sabían cosas de mí que sólo podían conocer si me estaban espiando», declaró.

La esquizofrenia de la doctora De Mingo le impedía trabajar, según los peritos judiciales
Europa Press

5 de julio de 2003

Los psiquiatras y los psicólogos que realizaron los informes periciales a Noelia de Mingo, la médico residente que el día 3 de abril apuñaló a ocho personas en los pasillos de la Fundación Jiménez Díaz, causándoles la muerte a tres de ellas, aseguraron ayer que resultaría «imprudente» mantener a un médico en activo con la enfermedad que padece la imputada.

Así lo expresaron ante el titular del Juzgado de Instrucción número 33 de Madrid -que instruye el caso- los cuatro profesionales encargados de examinar a De Mingo y emitir un informe judicial sobre su estado mental.

Según informó Carlos Sardinero, abogado de la acusación particular ejercida por las familias de las tres víctimas mortales del suceso -Leilah el Oumaari, Félix Vallés y Jacinta Gómez-, los profesionales sostuvieron que, de haber sabido los responsables de la clínica la patología que sufría una de sus residentes, «habría sido una irresponsabilidad mantenerla en su puesto».

Tanto las psicólogas Paz Ruiz Tejedor y Concepción de la Peña Olivas como los psiquiatras Enrique Fernández Rodríguez y Teresa Elegido Fluiters, todos ellos adscritos a la clínica Médico Forense de Madrid, ratificaron sus respectivos informes y coincidieron en señalar que Noelia de Mingo padece una esquizofrenia paranoide caracterizada por la presencia de ideas delirantes, alucinaciones y alteraciones del comportamiento.

Según indicaron, a tenor de los exámenes y las entrevistas realizadas, los trastornos de comportamiento de la médico residente comenzaron a hacer aparición «en la Semana Santa de 2001».

El fiscal exime de culpa a los médicos compañeros de la asesina De Mingo
EFE

23 de octubre de 2003

El fiscal que investiga el caso de Noelia de Mingo, la médico residente que el pasado 3 de abril mató a tres personas en la Fundación Jiménez Díaz, considera que los doctores de este centro carecen de responsabilidad penal en la causa, por lo que pide al juez que no les cite como imputados.

En un escrito remitido al titular del Juzgado número 33 de Madrid, Tomás Martín, el fiscal del caso, señala que «no debe tomarse declaración en calidad de imputados al médico de cabecera y a los doctores Carlos Acebes y Gabriel Herrero» al considerar que no existe «prueba alguna de su participación» en ningún delito ni tan siquiera «por comisión por omisión».

El representante del ministerio público responde así a la petición de la acusación particular, ejercida por las familias de las víctimas, de que se citase como imputados a Herrero y Acebes, el jefe del Servicio de Reumatología de la Fundación y el tutor de residentes del centro, respectivamente, y al médico de cabecera de Noelia de Mingo.

El fiscal sostiene que es «inconcebible» decir, como defiende la acusación particular, que estos doctores crearon un «potencial riesgo» con su actuación, y recalca que no sabían que la agresora fuera a cometer los hechos y tampoco lo pudieron prever. «Nadie, absolutamente nadie, pudo ni tan siquiera imaginar el fatal desenlace de esta causa», asegura el fiscal.

Por ello, entiende que los médicos «ni crearon ningún riesgo, ni asumieron ningún resultado, ni pudieron prever el mismo», y, en lo que se refiere al médico de cabecera de De Mingo, afirma que éste no incumplió las obligaciones de su profesión «al no advertir los episodios alucinatorios esquizofrénicos padecidos por la paciente al hospital en el que trabajaba».

«Desenlace fatal»
Añade a este respecto que «el desenlace fatal ocurrió en el hospital, pero también pudiera haber ocurrido en el domicilio familiar, en la vía pública o en cualquier otro lugar».

El fiscal observa también que, si bien dentro de su entorno laboral y familiar existían «sospechas más o menos fundadas de depresión, esquizofrenia u otra enfermedad mental, ello no les hace responsables de tres homicidios y otras tantas tentativas de homicidio». Por este motivo, no entiende «apropiado someter a los facultativos a penas de banquillo».

El fiscal, en resumen, pide que la resolución se centre en el tema a debate, puesto que la acusada está en prisión preventiva y los afectados esperan «el cobro de las indemnizaciones correspondientes por las lesiones sufridas y por el fallecimiento de sus familias». En este sentido, para el fiscal la causa debe centrarse «en el aseguramiento y pago de los responsables civiles, sin dilaciones indebidas».

La médica De Mingo creía que las ocho personas que acuchilló eran actores
El País

15 de diciembre de 2003

Noelia de Mingo -la médica residente que el pasado 3 de abril acuchilló a ocho personas en los pasillos de la Fundación Jiménez Díaz, matando a tres de ellas- creía que tanto sus colegas como los pacientes «eran actores» que integraban un complot para asesinarla a ella y a su familia.

En realidad, Noelia, que hoy tiene 30 años, sufre una gravísima e irreversible enfermedad mental: una esquizofrenia paranoide. Así lo han certificado las dos psicólogas a las que el juez ha encomendado que analicen su conducta. Tras su detención, ya internada en un hospital psiquiátrico, su madre fue a visitarla y le preguntó: «Hija, ¿pero qué has hecho?». «Si tú supieras, mamá… venían a por nosotros».

El pasado 3 de abril, Noelia sembró el pánico en el hospital de la Fundación Jiménez Díaz. Con un cuchillo de 15 centímetros de hoja, Noelia mató a su compañera Leilah el Oumaari y a los pacientes Félix Vallés y Jacinta Gómez. Además, hirió gravemente a otras cinco personas.

Hospitalizada en la actualidad en un psiquiátrico a la espera del juicio, Noelia ha confesado que oía voces y que tanto sus compañeros como los pacientes eran actores que tramaban matarla: «Era como un teatro que se montaba a mi alrededor, ir a trabajar era como ir a actuar, como formar parte de un circo», ha declarado a las psicólogas judiciales, María Paz Ruiz Tejedor y Concepción de la Peña. Noelia se incorporó al hospital en junio de 2000, con 28 años.

«Al principio mi relación con los demás fue satisfactoria», ha contado. Aunque las guardias le causaban «mucho estrés». Por eso pidió la baja en ese servicio y sus jefes se la concedieron. Es en la Semana Santa de 2001 cuando su esquizofrenia brota con fuerza. Según ella, escuchó a unos compañeros referirse a ella en los siguientes términos: «Hay una residente que es un poco vaga, esquizofrénica y tonta». «Pero aquello no me lo tomé como algo personal», ha explicado De Mingo a los peritos.

Después de Semana Santa, su enfermedad se agudiza: en su mente se forma la convicción de que dos médicos adjuntos del hospital habían hablado de su ropa interior y que éstos tenían instaladas cámaras en su casa y en el hospital para grabarla.

Esas personas, según Noelia, «estaban de pie y hablaban de mí a mis espaldas». En sus delirios, Noelia llegó a pedir a uno de los médicos ir a comer para demandarle una explicación. «Me dijo que eran cosas mías y que no había dicho nada… Pero en ningún momento me dio una explicación alternativa», razonó ella. Interpuso una denuncia contra ambos médicos por violación de su intimidad, pero luego la retiró al entender «que no tenía pruebas».

El brote fue a más. En una sesión clínica, y mientras sus compañeros exponían casos clínicos, Noelia comenzó a oír más voces. Éstas llegaban a su mente a través de la «megafonía, pero bajito; hablaban conmigo y me decían que yo era una retrasada mental y una bisexual». Noelia ha comentado que ella es heterosexual.

«Salí de la sesión pensando que podía tratarse de cosas mías, de mi cabeza, pero me convencí de que no era así, puesto que me decían cosas de mi infancia». Noelia pensó que quienes la grababan usaban una tecnología muy avanzada, «por satélite». Después de aquello, no conseguía centrarse y pidió la baja laboral. Su familia reclamó consejo a un médico, quien, sin examinarla, indicó que podía padecer una esquizofrenia y le prescribió una medicación antipsicótica. Tomó la medicación hasta enero de 2002. Pero las voces que oyó en aquella sesión médica no se iban de su mente.

«Iban a por los cinco miembros de mi familia y nos iban a quemar en la plaza (…) veía a hombres supermanes que me iban a tirar por una ventana». Ella creía que sus colegas también oían las mismas voces. «Ellos las oían, porque decían: «Hola, vuélvete», y ellos se volvían».

Noelia, según los peritos, sufría en realidad alucinaciones auditivas y sensoriales. Para Noelia, las noticias que en casa veía por televisión y en los periódicos aludían a situaciones que ya habían sucedido tiempo atrás: «Cientos de personas leían el mismo periódico que yo», contó a los peritos.

«Las voces decían cosas de mí, cosas que hacía de pequeña, como chuparme el dedo y hacerme una cruz en la pierna cuando ésta se me dormía. Además, me insultaban diciendo que era tonta, subnormal, enferma mental, una salida…».

«Así estuve mucho tiempo, hasta que no aguanté más y un día pensé en comprar un cuchillo de cocina, de 12 o 20 centímetros de hoja, para amenazarles». Y lo hizo. Al día siguiente, 3 de abril, fecha de los crímenes, acudió con él al hospital.

«Dejé el cuchillo en el bolsillo de la bata, hice un agujero por abajo del bolsillo y en un momento lo saqué y lo utilicé». En ese momento, Leilah el Oumaari, una de las fallecidas, hablaba con otra compañera al lado de un control de enfermería. Ella pensó que hablaban y se reían de ella. Primero se dirigió a Leilah, a la que acuchilló brutalmente. Luego, cuchillo ensangrentado en mano, emprendió un mortal periplo por los pasillos del hospital dando cuchilladas a diestro y siniestro. Lo mismo daba que fuesen enfermos que colegas.

«Yo oía gritos que decían, ¿qué es esto? Yo no decía nada, no pensaba en nada, estaba furiosa por todo lo que había estado pensando». Un celador, con una barra de hierro en la mano, la acorraló y le dijo: «O sueltas el cuchillo o te abro la cabeza». Y lo soltó.

Los peritos afirman que sufre ideas delirantes y de persecución
José Antonio Hernández – Elpais.com

15 de diciembre de 2003

Noelia de Mingo, la médica residente que, cuchillo en mano, hizo cundir el pánico el pasado 3 de abril en los pasillos de la Fundación Jiménez Díaz, siempre tuvo dificultades para relacionarse con los demás. Noelia, que tiene otros dos hermanos, sólo refiere haber conocido en su época del instituto a tres amigas, con las que tampoco llegó a intimar. Su relación con ellas nunca llegó a ser fluida y menos aún fuera del horario académico.

Tras aprobar el COU, a los 18 años ingresó en la universidad para estudiar Medicina. El cambio a la universidad resultó muy duro para ella, tanto en el plano académico como en el de relaciones con sus compañeras, según el informe de las psicólogas. Repitió tercero y quinto de Medicina. Durante toda esta etapa sólo se relacionó con una compañera, una amiga con la que se preparó el MIR en una academia. Aprobar el MIR le costó un año de estudios sin apenas salir de casa.

Con 28 años ingresó en la Fundación Jiménez Díaz. En un principio se sintió integrada, pero pronto dejó de ver pacientes y colegas y creyó estar en una especie de circo en el que unos y otros actuaban y tramaban contra ella para matarla.

Era la época en que sus compañeros la veían sentada y tecleando frente a un ordenador apagado.

Cuando en su mente enferma empezó a autoconvencerse de que aquello no era un hospital, sino una especie de teatro en el que sus colegas y los enfermos estaban compinchados para hacerle daño, Noelia se convirtió en un auténtico peligro andante para unos y otros. Los enfermos le contaban sus dolencias y ella creía que todo era una farsa. «Ah, sí, con que te ocurre eso, ¿no?», se sonreía irónicamente. «Pues tomarás estas pastillas y…», decía.

En el informe elaborado por las psicólogas María Paz Ruiz y Concepción de la Peña se indica que Noelia «presenta un complejo sistema de delirios que describen una conspiración» contra ella. Tiene ideas delirantes y persecutorias. No sólo oía voces, sino que en su mente se representaban escenas y diálogos irreales que ella registraba como ciertos. Pese a ello, «conserva su inteligencia y sentido de la lógica en otros temas», de ahí que su grave trastorno pasase en parte inadvertido para sus colegas.

Noelia se halla en la actualidad en un hospital psiquiátrico penitenciario. No tiene conciencia de haber hecho nada malo. Judicialmente, Noelia es inimputable. Previsiblemente será condenada por estos crímenes, pero, al tratarse de una persona ignorante e inconsciente del sufrimiento que ha causado, será absuelta e ingresará en un centro penitenciario psiquiátrico.

El juez prorroga dos años la prisión preventiva de la doctora De Mingo
EFE

17 de marzo de 2005

El Juzgado de Instrucción número 33 de Madrid ha acordado la prórroga de la prisión preventiva por un periodo de dos años para Noelia de Mingo, la médico residente quien, supuestamente en estado de enajenación mental, mató a puñaladas a tres personas en 2003 en la Fundación Jiménez Díaz de la capital.

Así lo ha acordado el Juzgado en un auto dictado esta mañana, según ha afirmado el Tribunal Superior de Justicia de Madrid. El fiscal y las acusaciones particulares y popular pidieron ayer al juez la prórroga de la prisión provisional de Noelia de Mingo, mientras que su abogado solicitó su libertad.

El próximo día 3 de abril se cumplen ya dos años desde que fue decretada la prisión provisional de Noelia de Mingo, lo que habría significado su puesta en libertad de no haber sido prorrogada la medida por el juez.

Con un cuchillo de 10 euros
En el hospital de la Fundación Jiménez Díaz de Madrid, De Mingo, el 3 de abril de 2003, mató a puñaladas, supuestamente en estado de enajenación mental, a una médico, a una paciente y a un hombre que se encontraba visitando a su mujer, e hirió a otras cinco personas.

De Mingo ha explicado ante el juez el 9 de abril de 2003 que estuvo tomando medicación durante unos meses porque sus padres fueron a hablar con un psiquiatra que se la prescribió.

También declaró que había comprado un cuchillo el día anterior «por unos 10 euros» para amenazar a sus compañeros -«lo de pincharles no lo había pensado», dijo- porque creía que le habían grabado tanto en la calle como en su propia casa.

Los agredidos por la médico que mató a tres personas coinciden en su extraño comportamiento
Agencias Madrid

9 de mayo de 2006

El juicio contra Noelia Mingo, la médico residente que mató a tres personas e hirió a otras siete en el hospital de la Fundación Jiménez Díaz de Madrid en 2003, supuestamente en estado de enajenación mental, ha comenzado esta mañana en la sección 16 de la Audiencia Provincial de Madrid.

En marzo de 2005 un juzgado acordó la prórroga de la prisión preventiva por un periodo de dos años para de Mingo. De Mingo se ha acogido a su derecho constitucional a no declarar, nada más iniciarse la vista, mientras que cinco de los heridos han asegurado que la acusada tenía un comportamiento extraño desde hacía algún tiempo.

En la primera sesión del juicio han testificado cinco de las personas agredidas por la acusada. Una de ellas, Maria A.V., médico residente que se encontraban [encontraba] en la sala donde comenzaron los hechos, ha asegurado que antes de lo ocurrido había imaginado que ésta podría llegar a herirle. «Tenía una mirada extraña, como desencajada, riéndose todo el rato y me daba miedo».

Otra, Belén A.D., ha recordado que la médico residente fallecida -Leilah El Ouaamari- unos días antes le dijo: «cualquier día me va a clavar un puñal en la espalda». María A.V., preguntada por el fiscal, ha asegurado que la acusada nunca la amenazó, aunque sí tenía una actitud «agresiva» con ella, por lo que, junto con Leilah lo puso en conocimiento de sus superiores, quienes después le informaron que a raíz de eso harían un examen psiquiátrico a la acusada. «Supongo que el detonante (de los hechos) es el día antes, cuando le dijeron que la iba a ver un psiquiatra», ha precisado la agredida.

Esta última ha descrito al tribunal algunos de los extraños comportamientos, como escribir en un ordenador apagado, murmurar sola, atender a los pacientes con la cabeza hacia abajo, dejar las historias clínicas en blanco, entre otras.

En la vista, que tiene previsto celebrarse en ocho sesiones, el fiscal reclamará 65 años y 11 meses de prisión y alternativamente internamiento en un centro cerrado por el mismo tiempo para de Mingo, a la que también pide que por vía de responsabilidad civil que indemnice a los familiares de los fallecidos y a los heridos con más de 757.892 euros.

Responsabilidad de la clínica
El Ministerio Público señala que el «responsable civil subsidiario es la Clínica de la Concepción (Fundación Jiménez Díaz) y la aseguradora Mapfre, en virtud y dentro de los límites del seguro concertado».

Así también lo ha denunciado Carlos Sardinero, el abogado que representa a los tres fallecidos, al recordar que los responsables de la clínica conocían que la acusada estaba enferma y que existía «una situación de riesgo». Varias compañeras de la imputada han explicado ante el juez que denunciaron en muchas ocasiones los comportamientos extraños de la imputada.

El fiscal estima que la acusada, que «padecía de esquizofrenia tipo paranoide con delirios de persecución que afectaba a todo tipo de relaciones sociales y laborales y limitaba parcialmente su capacidad volitiva e intelectual», es autora de tres delitos de asesinato, cuatro tentativas de asesinato, dos delitos de lesiones y una falta de lesiones con la eximente incompleta de enajenación mental y la agravante de alevosía.

Tras finalizar la sesión, Sardinero ha mostrado su satisfacción por el desarrollo de la jornada de hoy, en la que cree que se está demostrando «si sabían o no que había una situaicón de riesgo». El juicio continuará mañana con la declaración de otros siete testigos que presenciaron los hechos y dos policías nacionales.

Noelia de Mingo rechaza declarar ante el juez sobre las muertes de la Jiménez Díaz
José Antonio Hernández – Elpais.com

10 de mayo de 2006

«Con su permiso, señoría, pero no deseo contestar a ninguna pregunta». La doctora Noelia de Mingo, que se enfrenta a 65 años de cárcel por acuchillar a 10 personas, de las que tres murieron, el 3 de abril de 2003 en el hospital de la Fundación Jiménez Díaz, rehusó ayer declarar ante el tribunal de la Audiencia de Madrid que la juzga.

Sí declararon, en cambio, cinco de los siete acuchillados: dos médicos y tres enfermeras. Todos describieron el horror que les tocó vivir el día en que Noelia, presa de un brote de su diagnosticada esquizofrenia paranoide, asió un cuchillo y la emprendió a puñaladas con sus compañeras y con los pacientes que se encontró por los pasillos del hospital.

En su «sorpresiva» ruta asesina, Noelia mató a dos enfermos -Jacinta Gómez y Félix Valles Arroyo- y a una colega, la también médica Leilah El Ouaamari, de 27 años. Dejó malheridas a siete compañeras.

Eran las 14.20 del día 3 de abril de 2003. En la sala de control 43 del hospital estaban Noelia y media docena de compañeras sanitarias. De pronto, Noelia sacó un cuchillo de 15 centímetros que ocultaba en su bolsillo y la emprendió a machetazos. En los pasillos, se topó con dos pacientes, a los que mató a cuchilladas.

Tras dejar un reguero de sangre por los pasillos de la tercera planta del hospital, un celador del centro, provisto de una barra de hierro, la acorraló al fondo de un corredor sin salida y la retó: «O tiras el cuchillo o te reviento la cabeza».

Noelia dejó entonces caer al suelo el cuchillo de 15 centímetros que había comprado un día antes en una tienda cercana a la plaza de Castilla. Para que nadie le viese el arma, llegó al hospital con ella en el bolsillo. Hizo un agujero por dentro del bolsillo, ajustado a la dimensión de la hoja, de tal forma que le cayese sobre el muslo, pero sin caerse al suelo.

Su irreversible enfermedad mental le había llevado a pensar que sus compañeros la espiaban y que eran actores de un circo en el que ella era el enemigo a batir.

Noelia, que usa gafas de alta graduación, llegó al tribunal esposada y vestida con chaqueta y pantalón negro. El presidente del tribunal, Miguel Hidalgo Abia, le indicó que respondiese a las preguntas del ministerio fiscal.

-Con su permiso, señoría, pero no deseo contestar a ninguna pregunta.

-¿Y no va a contestar tampoco a las preguntas de la acusación particular, ni a las de su abogado? -inquirió el juez.

-No, señoría.

-¿Tampoco quiere decir nada a este tribunal?

-De momento, no, señoría.

Bajo el acecho de dos policías, Noelia asistió impasible a las declaraciones de las personas, sus propias colegas, a las que había acuchillado.

Sus compañeras de trabajo en la Unidad 43 de Reumatología, situada en la tercera planta de la Fundación Jiménez Díaz, coincidieron en el horror vivido aquel día y en las secuelas que sufren. Todas contaron que Noelia las apuñaló a traición y de forma sorpresiva.

En ese momento, ninguna esperaba esa reacción, si bien declararon que era algo que se veía venir, puesto que Noelia exhibía una actitud «muy rara» desde hacía semanas. Recordaron que era «poco comunicativa».

Días antes de emprender su ruta asesina por el hospital, algún compañero la vio escribiendo en un ordenador apagado. «Tenía una mirada extraña, como desencajada, riéndose todo el rato, y me daba miedo», recordó María A. V., médica residente y compañera de Noelia. Igual que casi todas sus compañeras, María fue acuchillada por la espalda. Le segó la yugular, pero logró sobrevivir.

Noelia se cebó especialmente con Leilah El Ouaamari, de 27 años. Tenía muchos celos de ella. Los jefes médicos de la planta no se fiaban de Noelia y le encomendaban tareas médicas de ella a Leilah.

Otra de las víctimas, que salvó la vida de milagro, Belén A. D., señaló al tribunal: «Días antes de los hechos, Leilah me comentó que cualquier día Noelia le iba a clavar un puñal en la espalda». Leilah recibió cinco cuchilladas en zonas vitales: pulmón, corazón y zona escapular derecha.

Tras los hechos, el novio de Leilah lloró desconsolado a las puertas del hospital. Leilah le había hablado muchas veces del pánico que sentía. Las testigos señalaron que comentaron varias veces a sus superiores la extraña actitud de Noelia. Sólo dos días antes de los hechos, éstos se plantearon la posibilidad de efectuarle una valoración psiquiátrica. No dio tiempo.

Historias clínicas vacías
El fiscal pide para la doctora Noelia de Mingo 65 años de prisión. Pero considera que en su caso existe eximente incompleta de trastorno mental.

Los peritos le han diagnosticado a De Mingo una esquizofrenia paranoide con ideas delirantes. Por este motivo, el fiscal ofrece como alternativa la posibilidad de sustituir esos 65 años de cárcel por el mismo periodo de internamiento en un centro penitenciario psiquiátrico, como el que existe en Fontcalent (Alicante).

Lo previsible en este caso, dados los contundentes informes de los peritos psiquiatras, es que el tribunal la condene y que, en la misma sentencia, ordene el cumplimiento de la pena en un centro psiquiátrico cerrado, según fuentes jurídicas.

Dado que aparentemente no hay dudas sobre la autoría de los crímenes, la parte fundamental del juicio recaerá en el debate sobre los informes periciales.

Según los peritos, Noelia sufría en realidad alucinaciones auditivas y sensoriales. Además, oía voces y pensaba que todos sus compañeros eran actores.

«Supongo que el detonante [de los hechos] es el día de antes, cuando le dijeron que la iba a ver un psiquiatra», precisó una de las víctimas. A los pacientes no los exploraba y hacía historias clínicas sobre ellos poniendo sólo dos palabras. Otras historias las dejaba en blanco.

Los heridos aseguran que De Mingo apuñaló a sus víctimas con premeditación y a sangre fría
Agencias Madrid

10 de mayo de 2006

Seis personas que presenciaron el ataque cometido el 3 de abril de 2003 por Noelia de Mingo, la médico residente de la Fundación Jiménez Díaz que supuestamente mató a tres personas e hirió a siete más en los pasillos del centro, han asegurado hoy en el juicio que se sigue en la Audiencia de Madrid que la doctora apuñaló a sus víctimas con una frialdad y premeditación «impresionantes».

La encausada, afectada de esquizofrenia paranoide, no ha escuchado estas declaraciones ya que a petición de su abogado defensor, Juan Carlos Mingo, la imputada no volverá a la sala de vistas hasta el último día de juicio pues, según el letrado, todo lo que Noelia oiga a lo largo del proceso podría afectar al desarrollo de la enfermedad mental que padece y al tratamiento que sigue para recuperarse.

El fiscal pide 65 años y 11 meses de prisión para la médico residente o su internamiento en un centro cerrado por el mismo periodo de tiempo, ya que considera probado que el 3 de abril de 2003 Noelia de Mingo apuñaló mortalmente a tres personas e hirió de diversa consideración a siete más. La acusación particular solicita por los mismos hechos más de 85 años de privación de libertad, ya sea en en prisión o en un centro.

Premeditación y frialdad
La segunda sesión del juicio ha contado con el testimonio del celador Salvador S.G. quien presenció cómo la doctora abandonó la Unidad de control 43 y acuchilló mortalmente a Félix V.A. y a Jacinta G. L., para a continuación agredir a Carmen F.C., Cristina T.C. y Carmen L.A.

«Escuché un estruendo inusual y vi a mis compañeras salir corriendo manchadas de sangre. Me quedé perplejo. Salió Noelia de Mingo con un cuchillo en la mano, apuñaló a Félix, a Jacinta y a Carmen. Logré hacerle un barrido y tirarla al suelo, pero se levantó sin soltar el arma y prosiguió su marcha, atacando a más personas hasta que fue reducida», ha relatado el testigo, quien ha añadido que Félix V.A. recibió tres puñaladas en dos acometidas cuando intentó salvar la vida de dos personas.

El celador también ha apuntado que la doctora cometió estas agresiones con «un ensañamiento y una frialdad impresionantes» y ha aclarado que, pese a ser miope y haber perdido sus gafas durante un forcejeo, la acusada continuó dando puñaladas «en algunos casos, certeras». Tras las afirmaciones de Salvador, han prestado declaración ante el juez un celador que presenció la acometida contra Félix V.A. y una paciente que vio a la doctora De Mingo apuñalando a una enfermera.

Testimonio estremecedor
Sin embargo, el testimonio que sumió a la Sala en un silencio sepulcral ha sido el de la auxiliar de clínica Lucía Socorro C.R. que, sin poder contener el llanto, ha explicado ante el juez cómo la imputada acuchillaba a su compañera Carmen F.C., quien gritaba desesperadamente sin que ella pudiese hacer nada para evitar el ataque.

La testigo, que calificó la ausencia de la acusada en la sesión como «una falta de respeto», se ha mostrado visiblemente emocionada durante todo su interrogatorio y ha confesado que, desde que presenció los hechos, ha pasado por la consulta de varios psiquiatras, algunos de los cuales no han podido tratarla al alegar que su caso «les viene grande». Durante su declaración, ha solicitado ver los ojos a Noelia de Mingo ya que, según ha confesado, su mirada le persigue.

«No puedo vivir con los ojos de Noelia en la cabeza. He tenido intentos de su***dio porque no puedo con mi vida. Soy un muerto viviente desde que presencié aquello y la culpa por no ayudar a mi compañera me persigue», ha declarado Lucía Socorro, quien añadió que la médico residente era una persona «rara» que debía tener «mucha sangre fría» para comprar un cuchillo y «hacer lo que hizo».

Por último, comparecieron en la Sala en calidad de testigos Cristina T.C., Carmen L.A. y Esperanza G.R., que narraron la forma en que la encausada las agredió, al tiempo que describieron cómo han cambiado sus vidas desde que ocurrió el incidente. El juicio a Noelia de Mingo continuará mañana con la declaración de los celadores que redujeron a la doctora y la de algunos agentes del Cuerpo Nacional de Policía encargados de arrestarla.

La doctora Noelia de Mingo será internada durante 25 años en un psiquiátrico penal
F. Javier Barroso – Elpais.com

8 de junio de 2006

Noelia de Mingo, la doctora que mató a cuchilladas a tres personas e hirió de gravedad a otras cuatro en la clínica de la Concepción el 3 de abril de 2003, será internada en un centro psiquiátrico penal durante un máximo de 25 años. Así lo decidió ayer la sección 16ª de la Audiencia Provincial de Madrid, que la exculpó de todos los cargos al aplicarle la eximente completa de enajenación mental.

El tribunal entiende que la doctora, de 34 años, es un peligro para la sociedad, por lo que debe someterse a un tratamiento específico. El fallo también recoge que la Fundación Jiménez Díaz, responsable de la clínica, debe hacer frente a indemnizaciones que suman en total más de 1,4 millones de euros. La sentencia es recurrible.

La sentencia de la Audiencia Provincial, cuya ponente ha sido la magistrada Carmen Lamela Díaz, considera probado que Noelia de Mingo, médico residente de tercer año, se encontraba sobre las 14.20 del 3 de abril de 2003 en el control de enfermería de la unidad 33 de la tercera planta de la Fundación Jiménez Díaz, en Reumatología. Sacó un cuchillo de cocina muy afilado de unos 15 centímetros de hoja que llevaba oculto en el bolsillo derecho de la bata. Y con él atacó por la espalda e hirió de gravedad a tres compañeros de trabajo: Carmen Fernández Carretero, Belén Alonso Santos y María Alcalde Villar.

Dentro del control de enfermería también hirió mortalmente a la médica Leilah el Ouaamari, de 27 años, sin que la víctima se pudiera «defender ni responder a la inesperada agresión». Tras perpetrar estas agresiones y lesionar a la supervisora María del Pilar Pérez Moreda, salió del cubículo por el pasillo e hirió a Félix Valles Arroyo, esposo de una paciente. En su camino se encontró con otra paciente, Jacinta Gómez Llave, que estaba hablando por teléfono con su hijo. También la atacó por la espalda clavándole el cuchillo hasta nueve veces. «Le ocasionó la muerte inmediata al afectarle las lesiones el pericardio, hígado, colon y pulmón», reza el fallo.

Acto seguido, De Mingo se fue hacia la unidad 43 de la clínica e hirió de gravedad a la auxiliar de enfermería Carmen Martín López. Instantes después, volvió sobre sus pasos y lesionó a Cristina Torres Chaira y Carmen Lorenzo Alfonseca. A la altura del control de enfermería, se volvió a cruzar con Félix Valles, que ya estaba malherido. «Nuevamente le atacó propinándole, con ánimo de acabar con su vida, multitud de puñaladas en órganos vitales, tales como el hipocondrio derecho y el epigastrio», según la Audiencia. Vallés murió el 9 de abril de 2003.

Finalmente, De Mingo se dirigió a la zona de quirófanos de la planta, donde fue reducida por el auxiliar Juan Vicente de Nova, los celadores Francisco Crespo y José Raúl Tovar y el doctor Artiz. Las escenas vividas por las víctimas debieron de ser «terroríficas», dice el fallo judicial.

El tribunal concluye que la acusada tenía la intención de matar, tras analizar «la ejecución de actos idóneos para causar la muerte, siendo idóneo el medio empleado, así como las zonas vitales del cuerpo de las víctimas». También cree que concurre la agravante de alevosía, ya que De Mingo «empleó medios, modos y formas tendentes directa y especialmente a asegurar su propósito de dar muerte a sus víctimas», sin que éstas pudieran defenderse.

Por la espalda
La doctora compró un cuchillo de 15 centímetros de hoja y aprovechó que sus compañeros del control de enfermería estaban sentados «de espaldas y totalmente desprevenidos»: «Les atacó por la espalda de forma sorpresiva, inesperada y súbita, impidiendo con ello la posibilidad de huida y defensa».

La sección 16ª de la Audiencia Provincial entiende que la esquizofrenia paranoide con delirios de persecución y alucinaciones que sufre De Mingo supone la pérdida de la identidad y que no es consciente de sus actos. Además, no tiene conciencia de enfermedad. Tiene delirios y alucinaciones que vive de forma real: «Todos los médicos, pacientes y enfermeros eran actores que simulaban y la estaban perjudicando y también estaban perjudicando a su familia», resume la sentencia.

La resolución de la Audiencia Provincial recoge una sentencia del Tribunal Supremo de 2000, según la cual el esquizofrénico ha de ser considerado «como un auténtico enajenado, totalmente inimputable, por sufrir una enfermedad que se halla en el propio organismo del individuo, sin influencias externas, es decir, sufre lo que se denomina una psicosis endógena».

«El día de los hechos, la doctora De Mingo tenía totalmente anuladas sus capacidades volitivas e intelectivas, estando su conducta condicionada totalmente por su patología», concluye el fallo, redactado en 74 folios.

Los jueces recogen algunos signos declarados por los testigos que refuerzan la tesis de enajenación mental. Los afectados señalaron que la doctora «tenía una fuerza brutal», «su mirada daba miedo y era desafiante» y «las puñaladas eran frías y certeras». Además, cuando la redujeron, «pegaba alaridos y gritos, y se orinó».

Por todo lo anterior, la sala entiende que «es procedente apreciar la eximente completa de enajenación mental comentada y proceder al dictado de sentencia absolutoria con la medida de seguridad que se dirá». Ésta consiste en el internamiento en un centro psiquiátrico penal durante un máximo de 25 años, dada «la indudable peligrosidad criminal de la acusada y la necesidad de imponerle las oportunas medidas de seguridad».

En ese tiempo, Noelia de Mingo no podrá abandonar el centro sin autorización del tribunal, que recibirá un informe anual de la evolución de la paciente.

Satisfacción entre las víctimas
Las víctimas del caso De Mingo no piensan, en principio, recurrir la sentencia en casación ante el Tribunal Supremo, ya que están «muy satisfechas» con el fallo. Así lo expresó ayer, nada más conocer el fallo de la Audiencia, el abogado de la Asociación El Defensor del Paciente (Adepa), Carlos Sardinero.

«La sentencia está muy fundamentada y no creo que sea conveniente recurrirla. El fallo habla de la peligrosidad que tiene Noelia de Mingo y dice que debe ser internada en un centro psiquiátrico penal. Nuestros clientes están contentos», comentó Sardinero.

Éste hizo especial hincapié en que la Fundación Jiménez Díaz fuera condenada como responsable civil subsidiaria: «Lo peor es que lo podía haber previsto y lo habría evitado. La sentencia es tan dura como lo fuimos nosotros en el informe final de conclusiones definitivas. Muchos familiares quieren pasar página y olvidar de una vez este caso», añadió el letrado.

La presidenta de Adepa, Carmen Flores, comentó que su asociación estudiará si inicia acciones penales contra la Fundación Jiménez Díaz, ya que, en su opinión, la fundación incurrió en una grave irresponsabilidad al no poner los medios para evitar el ataque de la doctora De Mingo. Flores recordó que la sentencia cita con nombres y apellidos a los responsables del hospital «que pudieron y debieron hacer algo y no lo hicieron».

La satisfacción de las víctimas era total, porque el tribunal aumentó al máximo posible legal la cuantía de las indemnizaciones. Aumentan hasta un 20% como consecuencia de haber sufrido un hecho traumático y violento. El parámetro utilizado ha sido el anexo de la Ley de Responsabilidad Civil y Seguro en Circulación de Vehículos a Motor, para víctimas de accidentes de tráfico.

La máxima indemnización (468.963 euros) ha correspondido a la auxiliar de enfermería Carmen Martín López, que recibió varias puñaladas en el tórax y en el abdomen. Necesitó intervención quirúrgica inmediata para evitar su fallecimiento. Estuvo 54 días hospitalizada y tardó en curar 547 días.

Ahora sufre estrés postraumático crónico y trastorno depresivo muy grave, entre otras enfermedades. Toma 10 pastillas al día y no puede valerse por sí misma. Le cuidan su marido, sus hijas y sus hermanos. La mano izquierda no puede casi utilizarla. «Ahora es muy torpe, se olvida de todo y depende de todo el mundo», recoge la sentencia.

El abogado y primo de la doctora, Juan Carlos de Mingo, también se mostró «satisfecho» con la sentencia a la salida del tribunal y no precisó si recurriría el fallo.

La doctora que mató en la Concepción
Patricia Gosálvez – Elpais.com

25 de mayo de 2009

La Fundación Jiménez Díaz está en obras. Al barullo normal de un hospital se suma un ir y venir de gente que no tiene muy claro por dónde se va al lugar que tienen que llegar. Un amable bedel repite con paciencia instrucciones a la entrada: «No puede subir por aquí, al fondo del pasillo hay otro ascensor», etcétera.

Tiene respuestas para todo, pero no sabe dónde está el olivo que se plantó en homenaje a las víctimas de Noelia de Mingo, la médica residente que en abril de 2003, presa de un brote esquizofrénico, atacó a nueve personas, acuchillando hasta la muerte a una compañera, una paciente y un visitante.

El bedel remite a las chicas de admisiones, pero ellas tampoco saben nada. La señora de la limpieza, lo mismo, y en información, igual. Pero el olivo se plantó, a propuesta de los estudiantes de la fundación, en un parterre del hospital. En la entrada trasera, junto al aparcamiento. Es un recuerdo pequeño y seco de una tragedia que hace seis años conmocionó a la ciudad y reavivó el debate sobre el tratamiento de los enfermos mentales.

Noelia de Mingo padece una esquizofrenia paranoide. Su enajenación mental durante los hechos fue considerada una eximente completa y fue absuelta de los cargos. «Como medida de seguridad», continuó la sentencia, «procede acordar su internamiento en un centro psiquiátrico penitenciario por tiempo máximo de 25 años, no pudiendo aquélla abandonar el establecimiento sin autorización del tribunal».

De Mingo está internada, que no presa, porque es inimputable, en el Psiquiátrico Penitenciario de Alicante, uno de los dos centros, junto con el de Sevilla, previstos en España para este tipo de personas (en Cataluña, con las competencias transferidas, hay unidades de psiquiatría dentro de las cárceles). Hace un mes, el defensor del Pueblo, Enrique Múgica, pidió que se mejorasen las condiciones de estos centros: «Son los grandes olvidados y están igual que hace 20 años».

«Estos hospitales carcelarios tienen los sistemas de control, vallado y vigilancia externa propios de una prisión», explica, sin meterse en si son o no suficientes, Leopoldo Ortega-Monasterio, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría Forense, que el próximo 5 y 6 de junio celebra, precisamente en Alicante, el simposio Criminología y enfermedad mental. «En el caso de De Mingo, el internamiento y tratamiento deben suponer un factor encaminado hacia la mejoría e incluso la posible curación definitiva de su enfermedad», afirma el psiquiatra.

La médica es una de las 35 mujeres internas en Alicante, junto a 369 hombres. Su caso estaba claro, era incapaz de distinguir el bien del mal, pero no todos los enfermos mentales que han cometido delitos están en estos psiquiátricos, porque no todos resultan inimputables (ni siquiera en casos de enfermedades graves como la esquizofrenia paranoide, que padece, por ejemplo, José Emilio Suárez Trashorras, condenado por el 11-M).

Según un informe elaborado por Instituciones Penitenciarias, uno de cada cuatro presos en las cárceles sufre un trastorno mental, y el 17% ya lo padece cuando entra en prisión. Igual que en los años ochenta el sida era el principal problema sanitario en las cárceles, hoy lo es la psicopatología. «La prisión se está convirtiendo en el recurso asistencial que no hay fuera. Se encierran personas que no han sido tratadas ni controladas en libertad», dice la directora de Instituciones Penitenciarias, Mercedes Gallizo.

Eso pasó con De Mingo, que dejó el tratamiento que le había prescrito un psiquiatra; además, a pesar de la preocupación de sus compañeros por su trastorno, los superiores del hospital dejaron que continuase trabajando (el centro, como responsable civil, pagó indemnizaciones de 1,2 millones de euros a víctimas y familiares).

«Falla la sociedad, que crea angustias y enquista los problemas; además, cuando se cerraron los psiquiátricos no se creó una alternativa eficaz», dice Gallizo refiriéndose a la reforma psiquiátrica que desde finales de los ochenta ha ido cerrando los llamados manicomios, sustituyéndolos por otros recursos en los que no se «institucionaliza» al enfermo, sino que se le trata en sociedad. En principio, una solución más humana, pero que no llega a todos y que carga un peso demasiado grande sobre las familias y las cárceles.

Ortega-Monasterio es tajante: «Existe cierto dogmatismo, heredero de la antipsiquiatría, que niega la utilidad de los psiquiátricos. Habría que superar una moda falaz y recuperar el sentido utilitario y humanitario del hospital psiquiátrico».

Hay otro problema: la criminalización de los enfermos mentales, pese a que delinquen menos que la gente sana. «Sólo una minoría de los enfermos presenta peligrosidad social», asegura Ortega-Monasterio, «pero sus crímenes tienen gran resonancia en los medios». No es raro: son historias terribles, con víctimas en ambos lados.

La médico De Mingo saldrá un mes de su internamiento en el psiquiátrico
F. Javier Barroso – Elpais.com

1 de octubre de 2012

Noelia de Mingo, la médico de la Fundación Jiménez Díaz que mató a tres personas e hirió a otras siete en 2003, saldrá un mes de vacaciones. Así lo ha denunciado la asociación El Defensor del Paciente, que se personó como acusación particular y popular en la causa.

Este colectivo ha calificado la decisión del juez de «auténtica barbaridad» y a De Mingo, de «peligro real» para el resto de ciudadanos. No obstante, la doctora De Mingo, condenada a un máximo de 25 años de internamiento en un centro psiquiátrico, ya ha tenido otras dos salidas similares con anterioridad.

Según la sentencia, si De Mingo mejora gracias al tratamiento podrá ser puesta en libertad antes del periodo máximo de condena. El equipo técnico que la valora considera que es necesario que vaya integrándose paulatinamente en la vida cotidiana como forma de recuperación.

Los hechos ocurrieron a las dos de la tarde del 3 de abril de 2003 en el servicio de Reumatología de la clínica de la Concepción, cuando la médico sacó de su bata un cuchillo de 15 centímetros y empezó a acuchillar a pacientes y a compañeros. Dos de ellos murieron prácticamente en el acto y un tercero a los dos días. Otras siete personas resultaron heridas de distinta consideración. Fueron los propios empleados del centro los que pudieron reducirla y retenerla hasta que llegaron los policías.

La Audiencia Provincial de Madrid, que la juzgó en 2006, la eximió de ser condenada por tres delitos de asesino y otros siete en grado de tentativa, más otros de lesiones y de amenazas. Entendieron los magistrados que sufría la eximente completa de enajenación mental, ya que sufre «esquizofrenia paranoide con delirios de persecución y alucinaciones».

Eso sí la condenaron a un internamiento de 25 años como máximo en un centro psiquiátrico, como medida de seguridad. De Mingo cumple este internamiento en el hospital psiquiátrico penitenciario de Foncalent (Alicante).

Según El Defensor del Paciente, De Mingo sigue siendo «un peligro para la sociedad y para otras personas», por lo que no entiende que el juez de vigilancia penitenciaria haya aprobado una salida terapéutica de 30 días sin ningún tipo de medida de seguridad ni control policial y que sea ella misma la que efectúe «sola» los desplazamientos.

«Estamos hablando de alguien que ha asesinado a tres personas a sangre fría, por la espalda y de forma sorpresiva, que intentó asesinar a otras siete personas, que fue sentenciada en junio de 2006 a un internamiento de hasta 25 años por enajenación mental, es una auténtica barbaridad y un peligro real para la integridad y la vida de todos los ciudadanos que se encuentren a su alcance», ha criticado la asociación.

«Noelia De Mingo padece esquizofrenia paranoide, enfermedad para la que hoy por hoy no existe una cura definitiva, tan sólo existen medidas de control de la enfermedad. Dado que el juez considera que sigue siendo necesaria la medida de internamiento, es un completo despropósito que se permita a Noelia De Mingo desplazarse a su libre albedrío en tren, autobús y metro, o que se pasee sin ningún tipo de control policial o medida de seguridad por la localidad donde vive su familia, El Molar, en Madrid. Las familias que viven en El Molar tienen derecho a estar protegidas y sus hijos, seguros», ha añadido El Defensor del Paciente.

Noelia de Mingo ya ha tenido otras dos salidas similares. El 15 de diciembre de 2011 tuvo 21 días de salida por fines terapéuticos, bajo la custodia familiar y en marzo de este año, otro permiso de 30 días, similar al de ahora.

Lo autorizó el Juzgado de Vigilancia Penitenciaria número 2 de la Comunidad Valenciana, con sede en Alicante, que también informó a la Sección XVI de la Audiencia Provincial de Madrid, que fue la que la juzgó en 2006.

En respuesta a la denuncia de la asociación, fuentes del Tribunal Superior de Justicia de Valencia han explicado que De Mingo ha tenido diversas salidas terapéuticas desde que cumple condena en Foncalent (Alicante).

Primero fue una tarde por los alrededores del centro, después una salida a Alicante y así hasta llegar de manera progresiva al mes de estancia en su domicilio. Siempre ha estado acompañada de su familia. «Es una forma de que poco a poco se pueda integrar en la sociedad y comprobar si el tratamiento está siendo efectivo», ha destacado el TSJV.

Según las mismas fuentes, un equipo técnico formado por un psicólogo, un psiquiatra y un trabajador social son los que evalúan a la interna y son los que solicitan su progresivo acercamiento a la vida normal. Tras elaborar un informe, también la ve el forense adscrito al Juzgado de Vigilancia Penitenciaria y sendos documentos se pasan a la Fiscalía para que dé su visto bueno.

La polémica salida en libertad de Noelia de Mingo
M. J. Alvarez y Carlos Hidaldo – ABC.es

6 de octubre de 2017

La enferma mental que mató a tres personas e hirió a seis en la Fundación Jiménez Díaz estará en tratamiento ambulatorio y bajo la custodia de su anciana madre.

Noelia de Mingo ya está en la calle. La Sección 16ª de la Audiencia Provincial de Madrid emitió ayer el auto por el que concede la libertad, bajo tratamiento ambulatorio y custodia familiar, a la que fuera médico interna residente de la Fundación Jiménez Díaz el 3 de abril de 2003.

Aquella, mañana, la sanitaria, española y de 45 años, que padece una esquizofrenia paranoide crónica, asesinó a cuchilladas a tres personas e hirió a otras seis; amén de las graves secuelas psicológicas que tres testigos mujeres sufrieron a consecuencia de los hechos y que, en dos casos, las han dejado inhabilitadas para el desempeño profesional.

El abogado de la acusación popular, Carlos Sardinero, anunció a ABC que valora presentar un recurso de súplica, al considerar endebles los planteamientos que han llevado a De Mingo a no terminar de cumplir la pena de 25 años de internamiento psiquiátrico a la que fue condenada.

El auto, al que ha tenido acceso ABC, responde a la propuesta realizada el 28 de abril de este año por parte del Juzgado de Vigilancia Penitenciaria. En ella, se solicitaba que la homicida saliera del módulo para enfermos mentales del penal de Foncalent (Alicante) para ser cuidada en su casa y mediante la supervisión periódica de un psiquiatra.

Se adjuntaron numerosos informes, entre los que destaca el de la Clínica Médico Forense de Madrid, elaborado por médicos especialistas en estas enfermedades. La Fiscalía apoyó la propuesta, mientras que la acusación presentó otros peritajes que no aconsejaban la salida de esta mujer.

Enajenación mental total
Han transcurrido 14 años y medio de los hechos. El 5 de junio de 2006, la misma Sección 16ª de la Audiencia absolvía a la acusada de todos sus cargos: un delito de lesiones, dos de lesiones psíquicas, tres de asesinato, cuatro de tentativa de asesinato, una falta de lesiones y un delito de lesiones graves con medio peligroso. Lo hacía «por concurrir en su actuar la eximente completa de enajenación mental», rezaba el fallo. Pero los jueces ordenaban su ingreso en un psiquiátrico penitenciario por un periodo máximo de 25 años.

En todo este tiempo, explican los magistrados, «la afectada ha estado ingresada en situación de prisión preventiva los primeros años, y, una vez firme la sentencia, en régimen de internamiento psiquiátrico cerrado en el Hospital Penitenciario de Foncalent».

Desde 2012, venía gozando de un tercer grado, por el que solo acudía a dormir al módulo y el resto del día lo pasaba en Alicante, donde su familia, originaria como ella de El Molar, había adquirido una vivienda para ello. Además, ha disfrutado de varios permisos, el más largo, de tres meses, este último verano y del que regresó el 28 de septiembre. Lo pasó en su pueblo, junto a su familia, aunque apenas se dejó ver por la calle.

La base fundamental para que la exmédico esté desde ayer por la tarde en libertad es que «todos los informes de todos los profesionales que han tenido contacto con Noelia de Mingo son absolutamente coincidentes».

Tanto el emitido por el propio Foncalent como el del Hospital Infanta Sofía de San Sebastián de los Reyes (donde se trata a la mujer); además del psicológico del penal, del trabajador social del centro y del forense adscrito al Juzgado de Vigilancia de Alicante, así como el citado de la Clínica Médico Forense de Madrid. Estos profesionales no han tenido contacto entre sí, especifican los togados, y destacan que «padece una esquizofrenia paranoide en remisión», aunque se trata de una patología crónica, eso sí.

«Riesgo bajo de violencia»
Los documentos médicos «reflejan una situación de estabilidad de la enferma, no ha vuelto a presentar ningún episodio de descompensación, es plenamente consciente de su enfermedad, conoce perfectamente los síntomas y ha tenido una buena adaptación al centro penitenciario». A

ñade el tribunal que «ha elaborado conciencia del daño ocasionado, ha disfrutado de diversos permisos sin incidente alguno, sin recaída, sin aparición de síntomas, con buena adaptación laboral, acogimiento familiar favorable, adherencia al tratamiento…».

Los forenses añaden que «el grado de riesgo de conducta violenta futura puede considerarse bajo». De Mingo tendrá que acudir quincenalmente a su psiquiatra del Hospital Infanta Sofía y, si se aprecia algún tipo de descompensación u otros síntomas, volverá al internamiento.

La custodia familiar se llevará a cabo por la madre. Para ello, la familia contará con «un grupo terapéutico para mejor identificación de los indicadores de descompensación que pudieran apreciar en la enferma».

La acusación particular calificó el auto de «precipitado, repleto de argumentos débiles y carente de garantías, entre otros aspectos porque no explica como tomará la medicación». El letrado Sardinero manifestó ayer: «Ojalá que la Audiencia Provincial no se haya equivocado, por el bien de todos y por el de la propia De Mingo. Me darîa mucha pena que ocurrriera una desgracia». «De errar, que quede constancia de que solo una parte acordó el cambio de medida y que nosotros hemos hecho todo lo posible para evitar riesgos, exigiendo mayores controles», añadió el letrado.

«Si es cierto que ha elaborado de forma consciente el daño causado, ¿por qué no ha pedido perdón a las familias?», se pregunta Sardinero. Además, el tribunal indica que «se ha adaptado bien a la vida laboral, pero lleva 14 años sin trabajar». En cuanto al «bajo riesgo de conducta violenta», recalca que «eso puede cambiar, con unos resultados que serían gravísimos».

El letrado considera incongruente que el tribunal recomiende a la madre de la doctora su custodia y la vigilancia de la ingesta de la medicación (deduce que será por vía oral, y no inyectable, como pedía la Clínica Forense al ser más seguro su control): «En su día falló y ahora es una anciana», añadió.

Finalmente, cree anormal que el tribunal no haya admitido celebrar una vistilla para despejar dudas y obtener más garantías. «Aducen que sería sobreexponer a la doctora de forma innecesaria, algo que sucede siempre, en todos los juicios», y eso sería un indicador de que De Mingo no está preparada para salir a la calle y soportar la presión.

De Fontcalent a El Molar: la discreta y reservada vida en libertad de la doctora Noelia de Mingo
M.J. Alvarez – ABC.es

15 de octubre de 2017

Es extremadamente frágil de constitución. Parece que su cuerpo se va a quebrar de un momento a otro. Sin embargo, su voz, suave, transmite aplomo. «¡Ah! No voy a decir nada», responde, tras haber sido abordada por ABC de improviso. Mira de frente y escucha sin interrumpir para repetir como un mantra: «Sabes que no quiero hablar».

Ocurrió el pasado miércoles en una parada de autobús, a escasos metros de su residencia familiar situada en El Molar (Madrid), pueblo del que es oriunda. Se trata de Noelia de Mingo, la residente de 3º de Reumatología en la Fundación Jiménez Díaz, quien en un brote psicótico fruto de la esquizofrenia paranoide que padecía desde 2001, acabó con la vida de tres personas. Fue el 3 de abril de 2003.

Han pasado ya más de 14 años que han hecho mella en una doctora que jamás ejercerá la Medicina. Tiene 45 años, pero aparenta más. Lleva ya nueve días en la calle por decisión de la Audiencia Provincial, debido a «su buena evolución» y a que «ahora no constituye un peligro para los demás ni para sí misma», dado que «el riesgo de su conducta violenta futura, en el momento actual, puede considerarse como bajo».

Sometida a tratamiento ambulatorio con controles psiquiátricos quincenales está bajo la custodia de su madre Consuelo, de 77 años, que tiene el compromiso de avisar de cualquier signo de descompensación. De ser detectado por cualquiera de las partes se procedería al cambio de medida por otra de mayor seguridad.

Así lo acordó el auto dictada el pasado día 6, fecha en la que Noelia salió del psiquiátrico de Fontcalent (Alicante), en donde pasó la última década, tras ser declarada inimputable en el juicio en el que se la condenó a un máximo de 25 años de internamiento terapéutico.

«¿Qué piensa, qué siente?»
«¿Cómo está Noelia? ¿Cómo se siente? Se han dicho y se siguen diciendo muchas cosas sobre su caso, pero no sabemos qué piensa usted ni cómo lo está pasando, si se ha sentido o se siente rechazada y si eso puede poner en peligro su integración social». Esas fueron las preguntas que le lanzó este diario y que ella oyó con atención.

Tras negarse a responder, se subió al autobús con su madre. Eran las 14.15 horas. Estuvieron escasos minutos en la calle; habían calculado a que hora pasaba el vehículo y la media docena de viajeros que esperaban apenas repararon en ellas.

La doctora se sabe en el punto de mira, aunque lo que más le preocupa es la prensa por las molestias que pueda causar a su familia, muy conocida en El Molar en donde su padre, fallecido en 2006, fue concejal con el PP, y su primo y abogado defensor, lleva varias legislaturas en el gobierno local.

En los días en los que la doctora lleva en libertad, apenas se la ha visto. El martes pasado echó la Bonoloto y se gastó 4 euros. Fue poco antes de que el comercio cerrara. ¿Vive recluida, se aísla? Es pronto para saberlo. Muy reservada, le gusta pasar inadvertida. Lo logró los años en los que estuvo estudiando inglés, valenciano y portugués en la Escuela Oficial de Idiomas de Alicante durante su internamiento, cuando salía a diario para ir a clase. También realizó dos cursos de Psicología por la UNED y un Máster en Psicopatología y Salud.

Tal vez lo que le sucedió cuando estaba sin medicar despertó su interés por los misterios de la mente. Ella es una víctima también, al igual que las tres a las que mató y a las que hirió. Su salida a la calle les ha hecho revivir el dolor y la rabia del pasado, así como la pregunta de porqué no se evitó esa tragedia si, aseguran, «era un secreto a voces en el Clínico que estaba mal».

De Mingo afronta una nueva etapa con la presión y la desconfianza que puede suscitar y la incógnita de qué será de su futuro; es decir, si logrará trabajar como traductora de manuales de medicina como deseo. En suma, de si podrá llevar una vida «normal».

Es consciente de que la esquizofrenia no tiene cura, de todo el mal que hizo y del que se arrepiente y de lo que debe hacer, según los informes que pedían que saliera a la calle «porque está preparada». Cuando regresó al penal el pasado 28 de septiembre tras agotar un permiso de 90 días, ya sabía que estaba en plena cuenta atrás. Por eso este curso no se matriculó en nada.

En el pueblo los vecinos se debaten entre el recelo y la compasión. Rafael y Andrés recalcan: «Deben ser muy responsables, tanto ella como su madre, para no cometer el mismo error porque puede cargarse a dos o tres y costarle muy caro».

Julia, camarera, agrega: «La situación es muy delicada y la gente tiene miedo, no se fía, ya que si no sigue el tratamiento puede ocurrir una desgracia. ¡Qué avise primero!», incide, irónica. «Es una historia muy triste para todas las familias. Qué malas son las enfermedades. Que no nos toque. Pienso que no ocurrirá nada porque ella, sus hermanos y su madre han aprendido la lección», asegura María.

Otros, como Alina, ponen el acento en que «debemos ayudarla a que se reinserte», aunque insiste en que la debe custodiar alguien joven, no su madre, porque además de que podría no estar capacitada por su edad, puede taparla y perjudicarla, concluyó.

«Hay que conjugar el estado psíquico del sujeto con la seguridad derivada de su control médico para que pueda vivir en sociedad sin riesgos para terceros», indicaba el auto de la Audiencia Provincial. Ese establece que el psiquiatra del Hospital Infanta Sofía dé cuenta de su estado al tribunal que la juzgó cada dos semanas, mientras que la Clínica Médico Forense deberá informarle cada tres meses.

Con las medidas psicoterapéuticas, el apoyo familiar y los controles médicos no hay problema alguno para estos enfermos, recalcó José Cabrera, doctor en Medicina y Psiquiatra forense. Y si el paciente no acude a la cita, se da la voz de alarma. «Aquí, más que preguntarse si estas personas están preparadas para salir e integrarse, debemos cuestionarnos sobre si la sociedad, nosotros, los estamos para aceptarlas con su mochila y su pasado por muy dramático que este haya sido».

«No hay que estigmatizarla»
Tras incidir en que los «normales» somos más peligrosos que los enfermos mentales, ya que solo un 3% de ellos cometen alguna acción lesiva si están sin medicar y sin supervisión, abogó por no estigmatizarles. «No son terroristas ni malvados, están enfermos y eso debe cambiarlo todo. Nadie está libre de sufrir un trastorno mental en primera persona o en su entorno», subrayó Cabrera.

Para favorecer su integración debemos entender lo que les pasa y ayudarles, acogiéndoles, sin mirarles de reojo ni hablar a sus espaldas, y darles una ocupación para que se sientan útiles», indicó el forense. Si se les excluye, su reacción es la misma que la las personas «normales»: pierden la confianza en sí mismos y en los demás. ¿Los resultados? Empeoran, huyen agreden y, la mayoría de los casos, acaban en su***dio. Para Cabrera, la sociedad estigmatiza a los enfermos mentales por ignorancia y miedo a lo extraño. «Nos sentimos distintos, mejores y su presencia nos llena de angustia y zozobra». No cometamos ese error.
 
Back