Asesinatos impactantes

LAS CARAS DEL MAL

Harold Shipman, el afable médico adicto al crimen: “Soy un ser superior”

Este asesino en serie, apodado el ‘Doctor Muerte’, mató a más de doscientos pacientes


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Harold Shipman, el afable médico adicto al crimen: “Soy un ser superior” (Getty)

MÓNICA G. ÁLVAREZ

03/04/2020 06:30 | Actualizado a 05/04/2020 16:38

Los dolores aumentaron hasta tal punto que en los últimos meses apenas podía respirar. El cáncer de pulmón se había extendido completamente y era cuestión de días que la señora Brittan falleciese. Para paliar aquel tormento, un doctor acudía diariamente a administrarle pequeñas dosis de morfina. Parecía que solo dicha medicación podía aliviarla. En la puerta del dormitorio, Harold observaba aquella escena con terror.
Tras la muerte de su madre, el muchacho acabó obsesionado con el óbito, las drogas y el crimen. Algo en él cambió después de ver tanto sufrimiento y agonía. De hecho, años más tarde, Harold Shipman se licenció como médico y, durante veinticinco años, jugó a ser Dios matando a más de doscientos pacientes. El ‘Doctor Muerte’ se veía a sí mismo como “un ser superior” capaz de decidir quién vivía y quién no. Aquel era su tétrico juego.
La agonía

Nacido el 14 de enero de 1946 en el condado de Bestwood en Notthingham (Inglaterra), Harold Frederik Shipman se crió en una familia metodista, devota y humilde junto a otros tres hermanos. Su padre, conductor de camiones, se pasaba el día en la carretera mientras su madre cuidaba de los pequeños, así que su vínculo con la matriarca siempre fue mucho más especial. Cuando la mujer enfermó de cáncer de pulmón fue el adolescente quien la atendió. A sus diecisiete años no estaba dispuesto a perder a una de las personas más importantes de su vida.
Sin embargo, el tumor tenía otros planes y, al final, la madre murió tras una dolorosa agonía. Tenía 43 años. En cuanto a Harold, le quedó un recuerdo grabado a fuego en su memoria: el médico administrándole morfina. Aquello fue el inicio de su trayectoria criminal y del modus operandi en sus asesinatos.
Harold Shipman, de niño

Harold Shipman, de niño (YouTube)

Los siguientes dos años, Harold trató de sobrellevar la pérdida de su madre con el deporte –fue capitán del equipo de atletismo de su instituto-, pero también con drogas. Estas siempre fueron un grave problema para el joven. Su comportamiento era inestable y cambiante. Mientras que algunos compañeros lo veían como un chico afable, atento y buen estudiante, otros lo describían como un ser agresivo y violento. El cóctel diario de fármacos y sustancias estupefacientes no beneficiaban en nada a su depresión.
En 1965 decidió estudiar en la Universidad de Medicina de Leeds y allí conoció a la que sería su mujer, Primrose Oxtoby. Durante el primer año de carrera, ella se quedó embarazada y decidieron casarse. El matrimonio tuvo cuatro hijos y Harold terminó su licenciatura en 1970.
Harold Shipman, durante su etapa en el instituto

Harold Shipman, durante su etapa en el instituto (YouTube)

Durante su residencia en el Pontefract General Infirmary consiguió el beneplácito tanto de colegas de profesión como de pacientes, todo lo contrario a cómo se mostraba en el hogar familiar. Allí desarrollaba un carácter agrio e iracundo. Pero cuando traspasaba el umbral del hospital, Harold era otra persona, tal y como le ocurrió durante su época de estudiante.
Siempre disponible, competente y muy trabajador, el doctor Shipman era muy querido por sus enfermos que llegaban a verlo incluso como un amigo por su trato cordial y cercano. Las mujeres de mediana edad y las ancianas eran su público fiel y lo describían cariñosamente como el médico de la tímida sonrisa. Nadie sospechaba que tras su semblante bonachón se escondía un asesino en serie en potencia.
Harold Shipman junto a su mujer

Harold Shipman junto a su mujer (Getty)

Durante el tiempo que formó parte de los servicios de Medicina Interna, Pediatría, Ginecología y Obstetricia del Pontefract General, Harold tuvo acceso libre a la morfina (este medicamento se administraba a las parturientas para aliviarles el dolor durante el alumbramiento) y su adicción fue in crecendo.
En 1974 compaginaba el trabajo en Pontefract con el de médico de familia asociado en Todmorde (Lancashire). Fue por esta época cuando tuvo su primer conflicto judicial. Lo pillaron extendiendo recetas falsas de morfina a nombre de pacientes para después utilizarla para consumo propio. Le impusieron una multa de 600 libras esterlinas (unos 680 euros).
Los detestados

Un año más tarde, fue arrestado por falsificar documentos para obtener meperidina, un narcótico analgésico que se utiliza para aliviar dolores de intensidad media o alta. El tribunal lo condenó a rehabilitarse en un centro especializado y, tras recuperarse, comenzó a trabajar en varios hospitales. Uno de ellos, el Centro Médico de Hyde, cerca de Manchester.
A partir de 1975, Harold comenzó a matar. Su primera víctima demostrada fue Eva Lyons y, desde ese instante, los asesinatos se fueron sucediendo de forma paulatina, no quería levantar sospechas. Siempre seguía el mismo modus operandi: elegía a enfermos que le caían mal (normalmente mujeres mayores de 75 años) sin importarle el grado de dolencia (leve, crónica o terminal), para después, acudir a sus domicilios y administrarles una potente dosis de morfina. Las visitas se producían cuando el paciente estaba solo en casa, así no dejaba testigos.
Harold Shipman, en una foto ya ejerciendo como médico

Harold Shipman, en una foto ya ejerciendo como médico (Getty)

Una vez que les inyectaba la dosis letal, se marchaba y cuando lo avisaban de la muerte del enfermo, extendía un certificado de defunción alegando causas naturales. En el caso de que la familia optase por la incineración (la mayoría así lo decidía), un segundo médico examinaba el cadáver para ratificar la veracidad de las causas.
Sin embargo, la mayoría de veces el facultativo en cuestión se limitaba a confirmar el certificado de Shipman sin realizar ningún proceso de estudio. Una negligencia que permitió al denominado ‘Doctor Muerte’ campar a sus anchas durante cerca de veinticinco años.
Harold Shipman, foto de archivo

Harold Shipman, foto de archivo (Getty)

Los asesinatos sistemáticos comenzaron cuando Harold abrió su propio consultorio en 1992. Durante cinco años atendió a más de 3.000 pacientes y más de un diez por ciento murió en extrañas circunstancias. Tanto es así que en una misma manzana llegó a asesinar a siete víctimas distintas.
“Mi madre tenía fe total en él y eso es lo más doloroso para mí: puedo verla sonriéndole mientras él le ponía aquella inyección letal; ella creía que era para curarla”, declaró Chris Bird, directivo del Manchester City, cuya madre de 60 años murió por una sobredosis de morfina que le inyectó Shipman. La causa que alegó en el certificado de defunción fue un paro cardíaco.
Algunas de las víctimas de Harold Shipman

Algunas de las víctimas de Harold Shipman (Getty)

Harold actuaba con total impunidad contraviniendo continuamente las normas. Una de ellas consistía en informar al forense si un paciente moría 24 horas después de su ingreso hospitalario, pero el doctor hacía oídos sordos y jamás informaba. Según un informe oficial, Shipman asesinó a 37 enfermos en 1997 y, en 25 años, certificó la muerte de 521 personas.
Una de sus colegas, Linda Reynolds de la Brooke Surgery, fue de las primeras en sospechar del doctor ante el elevado índice de mortalidad que había. Incluso lo puso en manos de la Policía, pero la investigación no llegó a nada por falta de pruebas. Mientras tanto Shipman seguía asesinando y hasta lucrándose de dichas muertes con regalos que les pedía. Fue la avaricia lo que al final rompió el saco y lo que llevó a la detención del ‘Doctor Muerte’.
La herencia

Todo ocurrió el 24 de junio de 1998 cuando Kathleen Grundy, de 81 años y exalcaldesa de Hyde, murió en su domicilio después de la visita de Shipman. La hija de la víctima y heredera legítima, Angela Woodruff, acudió al notario para levantar el testamento y se encontró con la última voluntad de su madre. La anciana antes de morir no solo desheredó a su vástago sino que dejó todo su dinero, 386.000 libras (cerca de 440.000 euros), a su médico.
La joven denunció al doctor Shipman alegando que tenía motivos económicos para asesinar a su madre. El comisario Bernard Postles reabrió la investigación, se exhumó y se analizó el cadáver de Grundy y se hallaron rastros de morfina. A partir de aquí, se desenterraron doce cuerpos más que previamente habían pasado por Shipman y, al comparar los análisis, se confirmó que todos coincidían en las dosis de morfina.
Ficha policial de Harold Shipman

Ficha policial de Harold Shipman (Getty)

La Policía le detuvo el 7 de septiembre de 1998 y en sus primeras declaraciones ante los agentes, Shipman aseguró que “yo puedo curar o puedo matar. Soy un médico y en mis manos está el poder de la vida y la muerte. No soy un instrumento de Dios; cuando estoy con un paciente, yo soy Dios. Soy un ser superior”.
Durante la investigación del caso, las autoridades descubrieron un patrón común hasta en quince casos: sobredosis de morfina. Con estos datos, comenzó el juicio contra Harold Shipman de la mano del juez Forbes. Era el 5 de octubre de 1999 y el procesado tenía que responder por las muertes de Marie West, Irene Turner, Lizzie Adams, Jean Lilley, Ivy Lomas, Jermaine Ankrah, Muriel Grimshaw, Marie Quinn, Kathleen Wagstaff, Bianka Pomfret, Naomi Nuttall, Pamela Hillier, Maureen Ward, Winifred Mellor, Joan Melia y Kathleen Grundy. Todas ellas acaecidas entre 1995 y 1997.
La Policía lleva al tribunal a Harold Shipman

La Policía lleva al tribunal a Harold Shipman (Getty)



Durante la vista judicial, los psiquiatras que analizaron a Shipman elaboraron sendos informes donde detallaban los rasgos psicopáticos de su personalidad: “Mataba, y después se comportaba de muy variadas formas y ofrecía múltiples explicaciones de lo que había pasado. La manera de matar de Shipman, incluso ante los familiares, y cómo salía sin sospechas sería calificado de invención si apareciera en una obra de ficción”.
Además, ratificaron que el médico era completamente consciente de sus actos, que era inhumano y que la dolorosa muerte de su madre fue el resorte que lo llevó a controlar la vida y la muerte de quienes le rodeaban. Algo que distaba mucho de la opinión de su mujer: “Mi marido no es un monstruo. Es un hombre cerrado, es verdad, pero conmigo ha sido siempre un hombre normal”.
Harold Shipman junto a su familia

Harold Shipman junto a su familia (Getty)

El 31 de enero de 2000, el jurado encontró culpable de asesinato a Harold Shipman y el juez lo condenó a quince cadenas perpetuas consecutivas y recomendó que nunca fuese liberado. “Usted ha cometido horrendos crímenes. Asesinó a cada una de sus pacientes con una calculada y helada perversión de su capacidad médica. Usted era, antes que nada, el médico de estas personas”, dijo el juez Forbes. Durante la lectura del veredicto, el doctor se mantuvo sonriente y tranquilo, siempre negó las imputaciones. Entre el público se encontraban su esposa y sus cuatro hijos.
Ante la sospecha de que Shipman no hubiese matado a tan solo quince personas, se abrió otra investigación judicial conducida por la magistrada del Tribunal Supremo Janet Smith.

Investigando a un asesino en serie

La jueza valiéndose de informes policiales y médicos y de testimonios de familiares de las víctimas, examinó un total de 888 muertes de pacientes de Shipman. “Nadie que lea el informe de la investigación puede evitar quedar anonadado por la enormidad de los crímenes cometidos por Shipman y, como yo, por la simpatía hacia sus víctimas y los familiares. Es un completo y meticuloso recuento de la criminalidad de Shipman, cuyo grado no creo sea posible en otro hombre”, explicó Smith.
La investigación contra Shipman concluyó el 19 de julio de 2002 y señaló al ‘Doctor Muerte’ como uno de los mayores asesinos en serie de la historia al matar con morfina a al menos 215 pacientes desde 1975, aunque la cifra podría alcanzar los 260.


Este descubrimiento llegó a poner en entredicho el buen funcionamiento del sistema sanitario británico. Con casi 300 muertos, la negligencia era más que evidente. “Ha sido un trágico fallo en los sistemas lo que ha permitido que los crímenes de Shipman permanecieran ocultos muchos años; traicionó la confianza de la gente y también a la profesión a la que tan mal sirvió”, declaró John Chisholm, de la Asociación Británica de Médicos.

No pasó ni un año desde las últimas averiguaciones criminales sobre Shipman y el médico apareció muerto en su celda de la prisión de Wakefield. Se había quitado la vida ahorcándose con las sábanas de su cama. Era el 13 de enero de 2004 y tenía 57 años.


Su muerte causó un gran revuelo en el país, pero no tanto por el su***dio de Shipman sino por la compensación económica que recibió su viuda por parte del gobierno. La mujer percibió 100.000 libras (unos 150.000 euros), libres de impuestos, y una pensión vitalicia de 10.000 libras (unos 15.000 euros) al año. Como dato curioso: si el asesino hubiese fallecido a los 60 en vez de a los 57 años, su mujer tan solo habría obtenido 5.000 libras (unos 7.500 euros) anuales.
Aquella impunidad “horrible e inexplicable” que caracterizaba al ‘Doctor Muerte’ llevó a muchos, sobre todo a expertos como la magistrada Smith, a pensar que Shipman en realidad era “adicto a matar”. La morfina al igual que el acto de asesinar se habían convertido en su máxima adicción.

 
¿HÉROE O VILLANO?

Salvatore Giuliano, el bandolero manipulado por la Mafia

Toda una leyenda en Sicilia, se trabajó una imagen de “Robin Hood” y luego otra de líder independentista. Una traición le llevó a la tumba hace 70 años

Salvatore Giuliano, el bandolero manipulado por la Mafia

Retrato de Salvatore Giuliano. (Dominio público)

DIEGO CARCEDO
05/07/2020 07:00 | Actualizado a 05/07/2020 08:10

Salvatore Giuliano, el hombre más perseguido durante años en la historia de Italia, nunca salió de la abrupta comarca que rodea al pueblo siciliano de Montelepre. Hizo algunas incursiones a la capital, Palermo, apenas a treinta kilómetros, y a otras localidades próximas, pero fueron pocas y fugaces. Lo suyo era la sierra, por la que se movía con agilidad y olfato.

A los carabinieri, la policía rural italiana, encargada por entonces de liquidar el bandolerismo, los detectaba a kilómetros de distancia. Les distraía con una facilidad asombrosa, cuando no les tendía trampas que ya nunca podrían contar. Hoy, la leyenda que Giuliano se forjó no ha dejado de crecer y enredarse. Cuesta discernir entre lo que hay de verdad y lo que la imaginación y la tergiversación popular y literaria han ido añadiendo.
Lo único cierto es lo que reflejan los archivos parroquiales en cuanto a sus orígenes y su infancia, marcada por un buen cumplimiento de las obligaciones religiosas, aunque eso en frío aporta poco a su biografía. Nació el 22 de noviembre de 1922, aunque sobre el día hay discrepancias. De hecho, no faltan los que aseguran que esa fue la fecha con que fue inscrito, y no la de su venida al mundo, que habría sido una semana antes.

Los carabinieri le esperaron un atardecer en que regresaba del molino con dos sacos de harina robada

Su padre, de quien heredó el nombre, había vivido en Estados Unidos, y aunque había conseguido un buen trabajo como albañil, no soportó la nostalgia de Sicilia y regresó a Montelepre, donde le esperaba una mísera vida de agricultor labrando las tierras que adquirió con sus ahorros. Su madre, Maria Lombarda, a la que siempre se sintió muy unido, era una mujer de carácter fuerte y actitud decidida. Tuvo un hermano, Giuseppe, y una hermana, Marianna.

El pequeño Salvatore era un niño despierto y, como muchos niños de su edad, travieso. No era buen estudiante ni le gustaba ir a la escuela, donde se sentía prisionero. Pronto abandonó las clases para ponerse a trabajar como ayudante en el molino local. Hasta que un día se descubrió que robaba harina y la regalaba a familias pobres o la vendía a un precio simbólico a algunos clientes que le habían adoptado como proveedor.

Los carabinieri le esperaron un atardecer en que regresaba del molino con dos sacos de harina robada y, sin darle el alto, intentaron apresarlo para llevarle al cuartel. No sirvió: en vez de intentar huir o de entregarse, Salvatore sacó del bolsillo una pistola y disparó a sangre fría contra los policías, que, sorprendidos, se dejaron matar.

Todo fue muy rápido, y el joven Triddu, como le apodaban sus compañeros de correrías nocturnas por las estrechas calles del pueblo, se metió por uno de los senderos que llevaban al monte para no regresar jamás a una vida normal. Tenía 17 años.
Giuliano junto a Pisciotta.

Giuliano junto a Pisciotta. (Dominio público)

De cabeza al monte

Aquellos sacos de harina que extraía a escondidas del molino y repartía a cambio de pocas monedas enseguida le ganaron en el pueblo las primeras frases de admiración. Unas frases que, con el tiempo, acabarían proporcionándole el apelativo de “El Robin Hood siciliano”. Lo que ocurrió en aquellos primeros meses de huida por los montes próximos al pueblo es un misterio. La persecución a que fue sometido le dio una imagen de ser mítico imposible de localizar y capaz de burlarse de las fuerzas encargadas de su captura.
Pronto se supo que por allá arriba Triddu no estaba solo. Se había unido a algunos bandoleros de tantos como abundaban por las montañas. Hasta que, en cuestión de meses, acabó formando su propia banda, a la que se incorporaron otros jóvenes del pueblo decididos a seguirle.
Desde su escondite, en lo alto de un picacho, observaba el pueblo sin ser visto, controlaba los movimientos de los carabinieri, seguía los pasos de su familia y, algunas noches, bajaba sigilosamente para ver a sus padres y cenar lo que más añoraba: la pasta que cocinaba su madre. Además, se enteraba de lo que pasaba en Montelepre y regresaba al escondrijo con información sobre el despliegue de los carabinieri para liquidarle.
Los vecinos estaban al tanto de sus visitas, pero en lugar de delatarle permanecían alerta tras sus ventanas para avisar a la familia de cualquier peligro. Acababa de iniciarse la década de los años cuarenta, e Italia estaba alterada con la evolución de la Segunda Guerra Mundial y la implicación de su dictador, Mussolini, en la aventura liderada por Hitler.
En junio de 1943, las tropas aliadas lanzaron la Operación Husky: con el apoyo de la Mafia, desembarcaron en Sicilia y pasearon sus tanques triunfantes por el centro de Palermo. Comenzaba una nueva etapa en la historia de la isla.
Un tanque M4 Sherman en Sicilia durante el desembarco en la Segunda Guerra Mundial.

Un tanque M4 Sherman en Sicilia durante el desembarco en la Segunda Guerra Mundial. (Dominio público)

No tardarían en surgir ambiciones independentistas, que Giuliano asumió como propias y apoyó con las armas. Con la ayuda mafiosa, que había dejado de verle como un enemigo, su banda se transformó en un verdadero ejército guerrillero. Su primo y amigo de la infancia, Gaspare Pisciotta, Aspanu, se había incorporado a la banda como lugarteniente y hombre de confianza de Giuliano, el jefe indiscutido. Para la imaginación popular, la pareja era invencible. Triddu aportaba disciplina y audacia y Aspanu ponía la cautela, la sensatez y la mesura a la organización.

Los dos eran implacables ante cualquier indicio de traición y las ejecuciones de los sospechosos no dejaban margen a la defensa. Despertar dudas era asegurarse la liquidación inmediata. Varios miembros de la banda (que llegó a tener cerca de doscientos hombres) fueron asesinados en cumplimiento de las órdenes que Giuliano impartía sin inmutarse, a veces con un simple gesto, y a menudo mientras tomaba el desayuno.

La actividad de la banda se diversificaba por la comarca: asaltaba haciendas, robaba establecimientos públicos, confiscaba ganado, secuestraba a personas con recursos para liberarlas por dinero, mantenía frecuentes enfrentamientos con las fuerzas del orden y se hacía con camiones de víveres que se dirigían a abastecer las tiendas de los alrededores.

A Giuliano le encantaba llegar a un pueblo con el camión repleto de mercancías y dejarlo abierto en medio de la plaza para que cada vecino participase en el reparto del botín. Era una forma de mantener viva la imagen, ahora exaltada bajo la idea de una Sicilia independiente, de que no era un bandolero, sino un justiciero.

La suya no dejaba de ser una banda de forajidos, pero su forma de actuar se revistió de algunos tics políticos

La suya no dejaba de ser una banda de forajidos, pero su forma de actuar se revistió de algunos tics políticos. Sobre el cadáver de algunas de sus víctimas aparecían garrapateadas frases como “Te mato en nombre de Dios y de Sicilia”. Su momento de mayor gloria lo alcanzó cuando el comandante Antonio Canepa, jefe del EVIS (Ejército Voluntario para la Independencia de Sicilia), le cambió el estatus de bandolero nada menos que por el grado de coronel.

La excusa de la guerra

No se sabe con certeza cuántas de las muertes que se atribuyen a su banda son ciertas. Algunos cálculos las cifran en varios centenares, entre ellas unas setenta de carabinieri y policías. A mitad de los años cuarenta, Giuliano y sus simpatizantes (que eran muchos, y no solo en el medio rural) consideraban esas muertes el resultado de acciones de guerra. Hubo un tiempo en que las ideas separatistas sicilianas parecían destinadas a prosperar.

Pero las cosas cambiaron a raíz del referéndum que en 1946 sustituyó a la monarquía italiana por la república. Los caciques sicilianos maniobraron bien, y la isla obtuvo un estatuto de autonomía bastante amplio, con un gobierno regional y un parlamento que a los independentistas, sin demasiado arraigo popular, les pareció suficiente.

Pero esta solución política negociada estaba lejos de ser definitiva. El incremento de votos logrados por los comunistas inquietaba por igual al partido gobernante (Democracia Cristiana), a Estados Unidos (que seguía interviniendo en la isla) y a la Mafia (detentadora del poder real, que veía en las reivindicaciones revolucionarias de la izquierda un peligro para su hegemonía histórica sobre el territorio).

Salvatore Giuliano alcanzó tanta popularidad que hasta se compuso una ópera, estrenada en 1986, sobre su figura.

Salvatore Giuliano alcanzó tanta popularidad que hasta se compuso una ópera, estrenada en 1986, sobre su figura. (Dominio público)

Esta preocupación se acentuó al conocerse los resultados de las elecciones de finales de abril de 1947. El 1 de mayo, fiesta del trabajo, unos tres mil braceros de la comarca se dieron cita en un valle rodeado de colinas cercano a Montelepre. Vino, barbacoas y música propiciaban la euforia en aquella mañana soleada. Era una fiesta comunista de celebración por lo ya conseguido en el ámbito de la representación política, y de reivindicación por lo que aún estaba por lograrse: un sistema de igualdad, libre de privilegios y, aunque la expresión se evitaba, sin propiedad privada.

Acababan de empezar los discursos de rigor, antes de dar paso al banquete colectivo, cuando una descarga de ametralladora procedente de una ladera atronó el valle y extendió el pánico. Varios cuerpos cayeron fulminados. En la confusión de carreras atropelladas y gritos, nuevas ráfagas seguían cobrándose vidas, alcanzando a mujeres embarazadas, músicos desconcertados, líderes pidiendo infructuosamente calma y niños aterrorizados. Tras la desbandada general quedaron once cadáveres y cerca de un centenar de heridos.

Era la masacre más grande que se recordaba en la región. La matanza fue atribuida, aunque no sin dudas, a Giuliano y su banda. Quienes lo negaron argumentaban que Giuliano no disponía de ametralladoras. Pero las pruebas eran bastante contundentes, y Giuliano, que a partir de ese momento enviaba cartas a los periódicos explicando sus acciones, nunca lo desmintió de manera rotunda.

El bandolero había sido utilizado por la Mafia como ejecutor de sus estratagemas. La víspera de la matanza, Triddu había recibido una misteriosa carta que leyó en solitario. Después dio las órdenes para atacar la fiesta.

El Ministerio del Interior italiano publicó un manifiesto con la orden de captura de Salvatore.

El Ministerio del Interior italiano publicó un manifiesto con la orden de captura de Salvatore. (Dominio público)
Precio a su cabeza
El enrevesado ministro del Interior, Scelva, acusó a Giuliano y ofreció tres millones de liras por su captura. El proceso abierto culpó a la banda y a su jefe, pero evitó las acusaciones contra quienes se consideraban en realidad los inductores de la matanza: la Democracia Cristiana, la Mafia y la CIA. Las declaraciones posteriores de miembros de la banda coincidieron en que Giuliano había recibido el encargo, pero nunca quedó claro de quién.
Todo parecía señalar a un agente norteamericano que pululaba por la isla con prepotencia. El espía habría tenido la misión de provocar un incidente que causara una reacción comunista violenta, de manera que la ilegalización del partido estuviese justificada. A partir de ese momento, la persecución contra Giuliano y su banda se convirtió en uno de los objetivos prioritarios del Estado italiano surgido tras la guerra. Tres mil efectivos se desplegaron en Sicilia con la única misión de acabar con él.
Con el eco de la matanza de personas humildes, daba la impresión de que el respaldo popular comenzaría a flaquearle y de que sus días estaban contados. Pero Giuliano tenía recursos, y resistió todavía más de tres años en las montañas.
Cambió sus argumentos independentistas por un anticomunismo activo y violento, e incrementó los golpes que le permitían consolidar su estela de protector de los pobres frente al abuso de los ricos. En una de sus cartas al Giornale de Sicilia se preguntaba: “¿Qué condena puede imponerme la sociedad si he robado a los ricos y he entregado parte de esa ganancia a los pobres?”.

La versión oficial posterior fue que habían sido los carabinieri quienes lo habían matado en defensa propia

Sus críticas a los comunistas, sus nuevos enemigos, tenían este cariz: “Rechazad a estos falsos comunistas que, sabiendo que actúan de mala fe, han prometido y siguen prometiéndoos el paraíso terrenal”. A la Mafia, en cambio, que tanto desconfiaba de él y que solo se aprovechaba de sus servicios, la defendía ingenuamente con argumentos como estos: “La acusan de haber servido a los ricos para proteger sus bienes y manteneros a vosotros como esclavos de ellos, pero no es verdad”.
La peor emboscada
A comienzos de 1950, Giuliano era un problema para todos, incluso para sus compañeros de aventuras. Quien más y quien menos quería verse libre de su banda. Y sobre todo de su testimonio, con el que, llegado el caso, podía incriminar a más de una personalidad política, social e incluso religiosa. Él también empezó a ser consciente de que su lucha no tenía futuro. Estaba cansado de una subsistencia dura, de vivir entre sobresaltos, de una intranquilidad y un riesgo constantes.
Intuyó que su única salida era escapar al extranjero, más concretamente a Estados Unidos, donde esperaba ser protegido por la Cosa Nostra. La idea fue celebrada por la Mafia siciliana, que se ofreció a organizarle la huida. Le recogería un submarino en la costa occidental de la isla que lo trasladaría a Nueva York. Aspanu, su primo Pisciotta, recibió el encargo del propio Triddu de ejecutar el plan para su evasión.

La policía italiana contempla el cadáver de Giuliano. (Umberto Cicconi / Getty Images)
La víspera de la fecha fijada para el embarque, Giuliano llegó entrada la noche a Castelvetrano bajo la protección del mafioso Giuseppe Marotta. Fue acogido en una discreta casa de campo de un conocido abogado local, que le brindó alojamiento y cena. Ya iba a acostarse cuando llegó Pisciotta atacado por la tos. Hacía meses que sufría tuberculosis. Los dos primos y compañeros de fatigas se saludaron con frialdad y hablaron unos minutos, parece que acaloradamente.
Hay muchas versiones sobre lo que ocurrió entonces. La tesis más probable es que el sexto sentido que siempre acompañaba a Triddu le alertó de la traición que Aspanu estaba cometiendo. Viéndose descubierto, el lugarteniente desenfundó su pistola y le descerrajó un tiro que acabó con la vida de Giuliano en cuestión de segundos. Los disparos despertaron a algunos vecinos y alertaron a los carabinieri. Estos, implicados en la encerrona, esperaban en las proximidades.
Cuando llegaron, Giuliano estaba tendido en el patio en un charco de sangre. El jefe de la fuerza no se detuvo a comprobar si estaba muerto. Ordenó que se disparasen varias ráfagas sobre su cuerpo aún caliente. La versión oficial posterior fue que habían sido los carabinieri quienes lo habían matado en defensa propia. Nadie creyó esa explicación, pero tampoco se investigó a fondo. O, si se investigó, nadie se preocupó de establecer la verdad sobre lo que pasó aquella madrugada en que Giuliano pasó a la historia del bandolerismo, para unos, y del independentismo, para otros.
Tumba de Salvatore Giuliano en Palermo.

Tumba de Salvatore Giuliano en Palermo. (Dominio público)
Fama de héroe
Tenía apenas veintisiete años, la mirada alta y desafiante. Según quienes le conocieron era simpático y, a juicio de las mujeres, muy atractivo. La vida errante que llevó no le impidió mantener algunas aventuras amorosas e incluso una relación seria con una joven monteleprina, que los padres de ambos encubrieron. En el pueblo nadie le discute la condición de héroe. No ocurre lo mismo con su primo, lugarteniente y asesino. Gaspare Pisciotta, Aspanu, es el malo de la historia.
Aspanu no tuvo un final mejor. Su traición no fue recompensada como esperaba, con el tratamiento de su tuberculosis y la recuperación de la libertad en Estados Unidos. Fue encarcelado con su padre. En espera de juicio se dedicó a recopilar, con su deficiente caligrafía, sus recuerdos, predestinados seguramente a convertirse en motivo de preocupación para muchos. Una mañana murió apenas cinco minutos después de tomar el desayuno: alguien le había envenenado el café con estricnina.
Los cuadernos con sus secretos desaparecieron con la misma rapidez que su existencia. El cementerio es para muchos lo más interesante de Montelepre todavía hoy. Allí sigue el panteón dedicado a Giuliano, el más grande y suntuoso que el pueblo había visto hasta entonces. Lo fue por poco tiempo. Cuando Aspanu murió, los suyos, la familia Pisciotta, hicieron erigir justo enfrente uno mayor.
Este artículo se publicó en el número 473 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.
 
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LAS CARAS DEL MAL

‘El asesino del Alfabeto’, un depredador sexual obsesionado con el nombre de sus víctimas

Joseph Naso es el preso más anciano en entrar al corredor de la muerte de California

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‘El asesino del Alfabeto’, un depredador sexual obsesionado con el nombre de sus víctimas (AP)

Mónica G. Álvarez - 17/04/2020 06:30 | Actualizado a 17/04/2020 08:22


Una llamada anónima alertó a la Policía de California de que debajo de un arbusto en medio del desierto, se encontraba el cuerpo sin vida de una mujer pelirroja. Cuando las autoridades llegaron hasta la localización exacta hallaron a Roxene Roggasch, de dieciocho años, completamente desnuda, con los pies atados, unas medias alrededor del cuello y con evidentes signos de haber sido violada brutalmente. No encontraron pista alguna que les llevase hasta el responsable. Sin embargo, un año más tarde, un crimen similar hizo saltar las alarmas. ¿Era obra del mismo autor?

Tuvieron que pasar treinta años y cuatro asesinatos más para que de un modo casual gracias a un robo menor, los investigadores atraparan a Joseph Naso, ‘el asesino del Alfabeto’, un depredador sexual obsesionado con el nombre de sus víctimas.


‘Crazy Joe’


Ya desde muy joven, Joseph Naso mostró una personalidad autoritaria y dominante hacia los demás. Nacido el 7 de enero de 1934 en Rochester, Nueva York (Estados Unidos), poco se sabe de su infancia salvo queno fue traumática ni violenta como en otros casos de asesinos en serie. Algunos de sus vecinos le describieron como “un bicho raro”, solitario, poco hablador, con una mirada extraña que llegaba a intimidad o perturbar.“Había algo en sus ojos”, explicó un conocido a un periódico de San Francisco. Aquel carácter raro le valió el apodo de ‘Crazy Joe’ (el loco de Joe).

Antes de casarse con su mujer Judith con quien tuvo a su hijo Charles, Naso sirvió en la Fuerza Aérea norteamericana. Durante dieciocho años llevaron una vida tranquila en Nevada donde trabajaba como fotógrafo. Los problemas mentales de su primogénito –sufría esquizofrenia con episodios de violencia- hicieron que luchara por su tutela una vez divorciado. Los servicios sociales le acusaban de dejadez en los cuidados, algo que Joseph combatió hasta el final convirtiéndose en su tutor legal. Charles era su “misión en la vida”, explicó.

Joseph Naso ejerciendo como fotógrafo

Joseph Naso ejerciendo como fotógrafo (AP)

Durante los siguientes treinta años, Naso se mudó en varias ocasiones de ciudad. Además de en Nevada, vivió en San Francisco y en el Área de la Bahía, en Oakland, en el condado de Sutter (próximo a la ciudad de Yuba), e incluso estuvo en Sacramento y Reno. Los datos sobre su paradero desde la década de 1970 hasta 2004 fueron claves para encontrar la conexión con los homicidios que perpetró. El criminal siempre estuvo cerca de sus víctimas.

El 10 de enero de 1977, una llamada anónima alertó a la Policía del hallazgo de un cadáver en pleno desierto cerca de la californiana Fairfax. Roxene Roggasch, una joven pelirroja de dieciocho años y que presuntamente ejercía la prostit*ción, apareció desnuda, maniatada y con unas medias apretándole el cuello. Según los primeros indicios, inicialmente la violaron brutalmente para, después, acabar con su vida mediante estrangulación. Pese a las indagaciones que se realizaron (en un primer momento, se creyó que fue obra de un proxeneta), el caso terminó enfriándose.

Joseph Naso en una foto de archivo

Joseph Naso en una foto de archivo (AP)

Un año después, el 13 de agosto de 1978, otra joven de veintidós años, Carmen Lorraine Colon, apareció en las mismas circunstancias y a tan solo treinta millas de la primera víctima. También fue violada, golpeada y estrangulada hasta la muerte. Su cuerpo fue hallado en la carretera que conectaba Crockett y Port Costa (California). Fue un agente local que investigaba un tiroteo quien se topó con el cadáver en fase de descomposición..

En 1981 mató a Sharieea Patton, de 56 años, cerca del depósito naval de Tiburón. En aquel momento, Naso residía en el área de la Bahía muy próxima a su vez al domicilio de la mujer. Aunque los investigadores tuvieron al asesino en el punto de mira, finalmente no encontraron pruebas concluyentes para detenerlo.

Algunas de las víctimas de Joseph Naso, 'el asesino del Alfabeto'

Algunas de las víctimas de Joseph Naso, 'el asesino del Alfabeto' (AP)

El cuarto asesinato se produjo en mayo de 1992 cuando Renee Shapiro, más conocida como Sarah Dylan por ser groupie de Bob Dylan, se dirigía a un concierto del cantante en San Francisco. Jamás llegó a la cita y su cuerpo se encontró tiempo después con los mismos signos violentos que las anteriores víctimas.

Pamela Parsons, una camarera de treinta y ocho años y residente en el condado de Yuba, sufrió una muerte violenta similar en 1993. El cuerpo de la mujer fue encontrado en una zona rural próxima. Lo mismo pasó con Tracy Tafoya en 1994: fue drogada, violada, estrangulada y abandonada cerca del cementerio de Marysville. Tenía 31 años. En estos dos últimos casos, Naso había mudado recientemente a la zona de Yuba.


El alfabeto


Con cinco cadáveres, la Policía comenzó a elaborar un perfil sobre el presunto asesino: hombre con predilección por las prost*tutas, que empleaba gran violencia durante las agresiones sexuales y se decantaba por el estrangulamiento, y que elegía zonas rurales o de acceso remoto para abandonar los cadáveres.

Pero había un detalle aún más llamativo: el criminal estaba obsesionado con el nombre de sus víctimas. Tanto la inicial del nombre como la del apellido empezaban con la misma letra. Este detalle despertó el interés de los detectives que recordaron otra serie de asesinatos cometidos en Rochester (Nueva York) en los años setenta por el denominado ‘asesino del Alfabeto’. Curiosamente, Naso también residía en la zona por aquellas fechas.

Las menores asesinadas de Rochester

Las menores asesinadas de Rochester (AP)


Se trataba de los asesinatos de tres niñas entre 1971 y 1973: Carmen Colon, de diez años y Wanda Walkowicz y Michelle Maenza, de once años. Aunque las víctimas eran menores sí había semejanzas con las de California. Sus nombres y apellidos comenzaban con la misma letra, fueron golpeadas y violadas salvajemente, murieron por asfixia y sus cuerpos aparecieron en parajes inhóspitos. Sin embargo, el ADN hallado en el cuerpo de Walkowicz no coincidía con el de Naso.

Otra de las obsesiones de este asesino tenía que ver con la lencería femenina. Naso robaba conjuntos de ropa interior en tiendas y centros comerciales. En una ocasión, ya en 1995, le detuvieron por haberse apropiado de treinta prendas para mujer en Oakland. No era su primera vez. Un año antes también le pillaron hurtando en Yuba y, en 2003 y 2009, robó en varias comercios de alimentación. Tras pasar un tiempo entre rejas fue puesto en libertad condicional.

El carnet de Joseph Naso como fotógrafo

El carnet de Joseph Naso como fotógrafo (AP)

Hasta ese momento nadie conocía la doble vida de Naso, ni siquiera su tutor de la condicional Wes Jackson. Fue durante una de sus visitas sorpresa al domicilio del delincuente que descubrieron lo que había estado tramando en los últimos treinta años.

Naso que, en aquel momento vivía en Reno, abrió la puerta a Jackson. Era el 13 de abril de 2010 y la labor del tutor era inspeccionar la vivienda para corroborar que estaba cumpliendo con la ley. Durante el registro, encontró una pistola y varias cajas de balas escondidas en un cenicero. El delincuente fue inmediatamente arrestado y trasladado a la cárcel de Nevada.

Parte de los diarios de Joseph Naso

Parte de los diarios de Joseph Naso (AP)

Mientras varios agentes realizaban una exploración más profunda de la vivienda se toparon con otro descubrimiento: más de 4.000 fotografías de mujeres en ropa interior posando inconscientes y de un modo nada natural. “Algunas parecían desmayadas o muertas”, aseguró el oficial Ryan Petersen.

Además, dieron con una especie de diario donde Naso detallaba una a una la descripción de las víctimas y, a su lado, anotaba distintas ubicaciones geográficas. Estas últimas correspondían al lugar exacto donde después encontraban sus cadáveres.

Joseph Naso, en una de las sesiones del juicio

Joseph Naso, en una de las sesiones del juicio (AP)

Durante años, este serial killer se dedicó a registrar los asaltos frustrados, las violaciones y los asesinatos cometidos. “La muchacha del norte de Búfalo era muy bonita. Tuve que dejarla inconsciente primero”, escribió en una de sus páginas.

Un año después y tras recopilar todas las pruebas, las autoridades pudieron acusar formalmente a Joseph Naso de los asesinatos de Roggasch, Colon, Parsons y Tafoya. De las tres niñas de Rochester jamás se obtuvieron pruebas concluyentes, como tampoco se lograron identificar al resto de mujeres que aparecían en el denominado “diario de violación”.


El juicio


El 13 de abril de 2011 dio comienzo el juicio ante este casi octogenario que trató de defenderse a sí mismo sin ayuda de ningún letrado autorizado. No solo explicó que ya se había autorepresentado en procesos civiles con anterioridad, sino que en esta ocasión, quería ser el primero en investigar lo sucedido aunque pudiese recaer sobre él la pena de muerte.

Pese a las pruebas aportadas sobre las víctimas –las fotografías y las entradas del diario-, Naso negó que alguna de dichas imágenes representase a mujeres en “poses forzadas, de esclavitud o muertas”. Y aunque admitió que tuvo dos “incidentes sexuales” a finales de los años sesenta, el acusado en ningún momento reconoció cometer “violación forzada” alguna o por supuesto, un asesinato.

Joseph Naso durante el juicio por asesinato

Joseph Naso durante el juicio por asesinato (AP)

Tiró por tierra los análisis de ADN que lo incriminaban asegurando que fueron colocados deliberadamente sobre dos de los cadáveres. “Siento compasión y remordimiento por cualquiera que fallezca y por las personas que deja atrás, pero yo no cometí estos crímenes. No soy un monstruo”, dijo en la sala.

El 20 de agosto de 2013 un jurado popular le declaró culpable de los cuatro asesinatos y, el 22 de noviembre, el juez Andrew Sweet lo sentenció a la pena de muerte. Naso tenía 79 años. “Usted ha hecho de este mundo un lugar peor”, dijo el magistrado durante la lectura del veredicto. “Es usted un depredador despiadado, un ser patológicamente inestable, un hombre malo y perturbado”, espetó. Así que “por sus crímenes atroces, lo sentencio a la pena máxima”.

Joseph Naso haciéndole una peineta al juez tras escuchar el veredicto

Joseph Naso haciéndole una peineta al juez tras escuchar el veredicto (AP)

Tras escuchar la sentencia, Naso tuvo una reacción de lo más grosera: levantó su dedo corazón e hizo una peineta a la Sala del Tribunal. Esa fue su respuesta tras convertirse en el preso más anciano en llegar al corredor de la muerte en California. Actualmente, sigue manteniendo su inocencia y espera el día de su ajusticiamiento.

En cuanto a los crímenes de Rochester jamás se encontró al culpable y las pruebas de ADN exoneraron a Naso en 2007. Pese a la conexión entre ambas series de asesinatos, a día de hoy, las muertes de las tres menores siguen sin resolverse. El culpable todavía está en libertad.

 
LAS CARAS DEL MAL

‘El Matamendigos’, un asesino en serie obsesionado con la muerte: “Las voces quieren sangre”

Francisco García Escalero, esquizofrénico y necrófilo, mató y quemó a once indigentes


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‘El Matamendigos’, un asesino en serie obsesionado con la muerte: “Las voces quieren sangre” (Archivo)

Mónica G. Álvarez
01/05/2020 06:30 | Actualizado a 01/05/2020 08:51


“Lo maté. Estuvimos bebiendo en un parque al lado del cementerio y tomando pastillas, me las pedía el cuerpo para poder hablar mejor. Luego le dije dónde íbamos a dormir y en el cementerio sentí las fuerzas, me daban impulsos, cogí una piedra y le di en la cabeza, le quemé con periódicos y me fui a dormir al coche”. Así describió Francisco García Escalero a las autoridades uno de sus crímenes. Durante años mató y quemó de forma cruel a varios indigentes . La Policía no lograba dar con el ‘Matamendigos’, un asesino en serie que sembró el pánico en la ciudad de Madrid a finales de los ochenta.

Tras perpetrar su último asesinato, el homicida quiso suicidarse lanzándose a un coche, no lo consiguió y terminó en el hospital. Fue allí donde confesó sus fechorías. Por primera vez, los médicos lo creyeron. Anteriormente, nadie le dio importancia al tener esquizofrenia pero, aquella tarde, Escalero se liberaba por fin de las “voces” que lo incitaban a matar.


Entre las tumbas


Nacido en Madrid el 24 de mayo de 1954, Francisco García Escalero residió durante toda su infancia y adolescencia a pocos metros del cementerio de la Almudena. Aquello marcaría para siempre su personalidad, así como sus gustos por la muerte y la necrofilia. De padres agricultores, estos tuvieron que dejar Zamora para emigrar a la capital. Se instalaron en la calle Marcelino Roa número 36 donde sus vecinos destacaban los problemas constantes de aquella familia.

El padre, albañil de profesión, y la madre, limpiadora en una empresa, trataron de dar una buena educación a Paco, pero este siempre conseguía librarse de la escuela y hacer novillos. Se pasaba las horas paseando entre las tumbas del camposanto, algo que crispaba a su padre.

Francisco García Escalero, 'El Matamendigos', de niño

Francisco García Escalero, 'El Matamendigos', de niño (Atresmedia)

No era lo único que llamaba la atención de su extraño comportamiento. El pequeño sufría de manía persecutoria, creía que los vecinos le hostigaban y que hablaban de él a escondidas. También tenía tendencias suicidas, sentía el impulso de autoinfligirse golpes y cortes, o de tirarse sobre el capó de vehículos en marcha. Todo ello le costó brutales palizas por parte del padre que trataba de enderezarlo con mano dura. Aquellos malos tratos también hicieron mella en el carácter del melancólico Paco.

“No era como los demás, hacía cosas que no estaban bien”, aseguró Escalero, “no me gustaba estar con la gente, me gustaba ir a sitios solitarios y se me pasaba la idea de matarme… De pequeño también me ponía delante de los coches… A los 12 años me atropelló uno”.

Vista general del Cementerio de la Almudena

Vista general del Cementerio de la Almudena (Dani Duch)

A los catorce años se escapó de casa y comenzó a beber alcohol, prácticamente un litro de vino diario. Fue una época en la que “ya tenía ideas raras, paseaba por las noches con un cuchillo. Me gustaba entrar en casas abandonadas y no sé por qué. Miraba por las ventanas de los pisos para ver a las mujeres y a las parejas de novios. Me masturbaba”.

Para sobrevivir comenzó a delinquir cometiendo pequeños robos. Uno de ellos, el de una motocicleta, le llevó al reformatorio. Pero al salir en 1973, continuó con su carrera delictiva esta vez agrediendo sexualmente a una mujer. Ocurrió en el cementerio de La Almudena cuando Escalero asaltó y atacó a una pareja. Tras golpear al muchacho, violó a la joven y se dio a la fuga, pero lo detuvieron poco después. Le condenaron a once años de prisión.

García Escalero se tapa la cabeza durante su traslado a dependencias policiales

García Escalero se tapa la cabeza durante su traslado a dependencias policiales (Atresmedia)

La cárcel sirvió para acrecentar sus delirios. Pese a no ser un preso conflictivo sino todo lo contrario (siempre fue un reo modelo), Escalero llenó sus momentos de soledad con una tétrica afición. “Cogía los pájaros y animales muertos que me encontraba y me los llevaba a la celda. Me sentía más a gusto”, relataba.

Además, se hizo varios tatuajes, entre los que destacaba el de su brazo derecho. Consistía en un tumba de color azul que contenía el siguiente epitafio: “Naciste para sufrir”. Aquella leyenda dejaba entrever la situación mental por la que atravesaba Escalero y a la que nadie prestó atención.


Las voces


Tanto es así que cuando salió de prisión con treinta años, el criminal vio cómo su futuro era del todo incierto. Sin formación ni trabajo, sin el apoyo de familiares o amigos, sin un lugar a donde ir, el joven comenzó a mendigar y a consumir cantidades ingentes de alcohol. Esa mezcla propició que ni siquiera él mismo se reconociese.

“Oía voces interiores, me llamaban, que hiciese cosas, cosas raras, que tenía que matar, que tenía que ir a los cementerios”, explicó a los forenses que lo examinaron. “Me miraba a los espejos, como si no fuera yo, no me reconocía. Llegué a pensar que podría ser un espíritu, otra persona que se había metido en mí”, recalcó.

Francisco García Escalero, una vez detenido

Francisco García Escalero, una vez detenido (Atresmedia)

Además, la muerte de su padre en 1985 fue la gota que colmó el vaso. Ese sentimiento de frustración por no tener pasado alguno al que aferrarse le hizo estallar. A partir de aquí, inició una ascendente escala de violencia y cometió sus primeros asesinatos.

Los inició el 11 de noviembre de 1987 cuando mató a una indigente a la que narcotizó, acuchilló, cortó la cabeza y violó una vez fallecida. Siempre seguía un mismo patrón: elegía a otro mendigo con el que compartía el alcohol comprado previamente con el dinero de las limosnas. La bebida le hacía entrar en un estadio de ira irrefrenable que explosionaba en ataques violentos. Entonces, se valía de cualquier objeto punzante para apuñalarlos por la espalda. Una vez muertos efectuaba toda clase de mutilaciones y los quemaba con cartones y colchones viejos. Solo en el caso de que fuesen mujeres, además profanaba sus cuerpos y practicaba la necrofilia.


Nadie lo creyó



Escalero no tenía una zona concreta donde cometer los crímenes, pero sentía predilección por los camposantos o los lugares religiosos. Los restos de tres de las víctimas los abandonó en un pozo de la Cuesta del Sagrado Corazón, otros en un solar de Arturo Soria próximo a la iglesia de Santa Gema, en un descampado en el distrito de Hortaleza e, incluso, al lado de las vías del tren.

A Mario Román González le machacó el cráneo en 1987; a Juan Cámara Baeza lo cosió a puñaladas en 1988; a Ángel Heredero Vallejo le golpeó en la cabeza, le cortó las yemas de los dedos y lo semidecapitó cerca de unas vías del tren al año siguiente; a otro indigente, Julio Santiesteban, le cortó el pexx y se lo puso en la boca tras decapitarlo en mayo de 1989.

La Policía encuentra los restos de una víctima de García Escalero

La Policía encuentra los restos de una víctima de García Escalero (Atresmedia)

‘El Matamendigos’ alternaba este festival de vísceras y navajazos con orgías necrófilas en el cementerio de la Almudena. Cada cierto tiempo, se saltaba la tapia del recinto para profanar tumbas, sacar algunos cuerpos y abusar sexualmente de ellos. Detrás de aquellas agresiones se escondía una sexualidad atormentada. De hecho, la Policía lo pilló varias veces con las manos en la masa y lo envió al Hospital Psiquiátrico Provincial de Madrid pero, al poco tiempo, volvían a dejarlo salir.

Una de ellas fue el 15 de diciembre de 1990, cuando Escalero explicó a los médicos que tenía la necesidad de matar. Nadie lo creyó y continuó asesinando mientras las autoridades buscaban a otro culpable.

García Escalero durante el juicio

García Escalero durante el juicio (efe)

Uno de los forenses que lo examinó, Juan José Carrasco, aseguró que “el problema de Escalero es que no estaba ingresado ni recibía tratamiento. Permanecía en el espacio de la marginación. Falló él, pero también el resto de la sociedad. La red sociosanitaria no supo prever ni evitar las consecuencias de su locura”.

Tras cada homicidio, ‘el Matamendigos’ forzaba su regreso al psiquiátrico y, entre hipidos, revelaba los crímenes. “He matado a alguien”, les decía. Pero nadie le tomaba en serio. Hasta que en septiembre de 1993 intentó suicidarse abalanzándose sobre un coche en marcha en la carretera de Colmenar. Las voces que escuchaba se lo ordenaban. Tan solo se rompió una pierna.

Imagen de García Escalero durante el juicio

Imagen de García Escalero durante el juicio (Atresmedia)

Durante su estancia en el Hospital Ramón y Cajal relató a las enfermeras el último de sus crímenes: la víctima número once, Víctor Criado Martí, de 34 años, un compañero del psiquiátrico al que golpeó con una piedra y quemó su cadáver con periódicos. “Las voces siguen. Se ríen de mí. Me dicen que quieren sangre”, contaba al doctor Carrasco.

Aquella “fuerza interior”, como él la denominaba, lo empujaba a asesinar y ya no lo soportaba más. Suplicaba que lo detuvieran y, en cuanto el personal sanitario del hospital dio parte a la Policía, varias unidades se personaron y lo arrestaron.En cinco años, Escalero actuó con total impunidad.


Impulso irrefrenable


Durante las sesiones con los psiquiatras, Escalero se mantuvo sereno y dando reveladores detalles sobre los homicidios: “Lo maté. Estuvimos bebiendo en un parque al lado del cementerio y tomando pastillas, me las pedía el cuerpo para poder hablar mejor. Luego le dije dónde íbamos a dormir y en el cementerio sentí las fuerzas, me daban impulsos, cogí una piedra y le di en la cabeza y luego le quemé con periódicos y me fui a dormir al coche y al día siguiente al hospital. Ahora me siento con la mente en blanco, como si estuviera muerto”.

También se descubrió gracias a una testigo que sobrevivió al ataque que, a menudo, Escalero no actuaba solo sino en compañía de otra persona sin hogar, Ángel Serrano, al que también golpeó hasta la muerte.

García Escalero declarando durante el juicio

García Escalero declarando durante el juicio (Atresmedia)

La superviviente era Ernesta de la Oca, de 45 años, a la que Escalero y Serrano llevaron a un solar cerca de la calle Corazón de María en la madrugada del 1 de junio de 1993 para violarla. Tras agredirla sexualmente, le acuchillaron la cara y la apedrearon en repetidas ocasiones. Su error fue darla por muerta cuando, en realidad, no lo estaba. Una vez recuperada de las heridas, la mujer interpuso una denuncia.

Con todos estos datos, a finales de 1993 dos inspectores del Grupo de Homicidios y un psiquiatra hablaron con Escalero en presencia de su abogado, el polémico Emilio Rodríguez Menéndez, en la cárcel de Carabanchel. Durante la charla, se atribuyó el crimen de Criado y también otros catorce más. Confesó un total de quince aunque las pruebas encontradas solo le hicieron responsable de once.

Jesús Quintero visita en la cárcel a García Escalero para hacerle una entrevista

Jesús Quintero visita en la cárcel a García Escalero para hacerle una entrevista (YouTube)

A lo largo de su relato, ‘El Matamendigos’ se mostró impasible, frío, apático, sonriendo con timidez y mirando fijamente a sus interlocutores pese al estrabismo de su ojo derecho. Su cuadro clínico concluía que a sus 39 años sufría de esquizofrenia, alcoholismo crónico, manía depresiva y necrofilia. Todo ello acompañado de alcohol, drogas y una “fuerza interior”, despertaban en Escalero un imparable instinto asesino.

El informe de los forenses Juan José Carrasco y Luis Segura en febrero de 1996 resumió su historia como un doble fracaso. Por un lado, el “personal de Francisco, que padece una enfermedad paradigma de la locura que le ha incapacitado para desarrollarse de forma armónica consigo mismo y con su entorno”. Y, por otro, “Francisco es un fracaso estrepitoso de la sociedad en general y más en concreto, de sus instituciones porque no han sabido o no han podido detectar, prevenir o poner los medios para evitar estos hechos”.


Enajenación mental


En cuanto a sus problemas en las relaciones afectivas y sexuales, los médicos aclararon que Escalero “se relaciona mejor con objetos que con personas, por eso la conducta fetichista, el voyeurismo, la actividad sexual onanista…”. A esto se sumaban sus impulsos violentos que “surgen sin apenas elaboración, que no generan sentimientos de piedad, culpa o arrepentimiento”. “Es como si el motivo fuera solamente el matar”, apuntaban los psiquiatras, que describieron la “fuerza interior” como “actos cortocircuito”.

Este informe pericial confirmaba que Escalero no era responsable de sus actos y, tras el juicio, su inimputabilidad por enfermedad mental fue un hecho.


En febrero de 1996, la Audiencia Provincial de Madrid declaró al acusado culpable de 11 asesinatos, una agresión sexual y un rapto, pero lo absolvió al considerarlo un “enajenado mental”. El tribunal, presidido por el magistrado José Manuel Maza, ordenó su reclusión bajo tratamiento sanitario en el psiquiátrico penitenciario de Fontcalent (Alicante) donde, cada seis meses, informaban sobre la evolución del reo. La única manera de salir de allí era curándose y con todas las patologías que tenía, los médicos lo daban por imposible.

El 19 agosto de 2014, el temido asesino en serie de indigentes murió al atragantarse con un hueso de ciruela en su celda, una noticia que apenas tuvo trascendencia mediática. No así la entrevista que concedió a Jesús Quintero en Antena 3 en 1996. En ella, Escalero reconoció no sentir nada cuando mataba: “Era como si una fuerza superior me llevara a hacerlo sin quererlo”.

 
LAS CARAS DEL MAL

Luka Magnotta, el actor por** que mató a su novio, grabó el crimen y lo subió a Internet

El ‘descuartizador de Montreal’ cumple cadena perpetua en Canadá
El documental de Netflix ‘Don’t Fuck with cats’ narra la macabra historia


Mónica G. Álvarez - 10/07/2020

Un vídeo subido a la denominada deep web de Internet hizo saltar las alarmas. En las imágenes se podía ver a un varón asiático, desnudo, atado a una cama, mientras otro hombre lo apuñalaba con un picahielo. Una vez muerto, el criminal lo degolló, mantuvo relaciones sexuales con el cadáver y comenzó a descuartizarlo. Incluso lanzó un trozo de carne a su perro. La escena parecía sacada de una película de terror. De hecho, de fondo sonaba la canción ‘True faith’, la misma que aparece en el thriller de ‘American Psycho’.

Tras el crimen, Luka Magnotta se deshizo del tronco, envío varias partes del cuerpo de la víctima a políticos de Canadá y huyó a Berlín. Diez días más tarde, fue detenido en un cibercafé: consultaba noticias sobre el asesinato perpetrado por el recién bautizado ‘descuartizador de Montreal’. El joven, que trabajaba como actor por**, estaba feliz de ver su nombre en los periódicos.


Maltrato animal


Eric Clinton Newman, su verdadero nombre, nació el 24 de julio de 1982 en Toronto, Canadá, en una familia donde los malos tratos por parte del padre, Donald, estaban a la orden del día. Según la madre, Anna Yourkin, fue “un esposo y cónyuge abusivo” que proyectaba su ira contra sus hijos y su mujer. Eric, el mayor de tres hermanos, fue quien más lo sufrió en sus propias carnes. Aunque los abusos no solo procedían del progenitor. Según su versión, algunos compañeros le hicieron bullying , lo que motivó que abandonase la escuela. Un testimonio que no cuadraría con el recuerdo de sus allegados que aseguraban que sacaba una vertiente sádica al torturar y desmembrar animales.

Tras la separación de sus padres, Eric vivió con su abuela, estudió en casa y empezó a mostrar un carácter egocéntrico y vanidoso. Solo se preocupaba por su físico y cambiaba continuamente de aspecto, principalmente de color de pelo.

Luka Magnotta, el 'descuartizador de Montreal'

Luka Magnotta, el 'descuartizador de Montreal' (Getty)

A esto habría que sumarle que Eric fue internado en varios recintos psiquiátricos a raíz de sendos episodios psicóticos y agresivos. Al igual que su padre, el joven también fue diagnosticado de esquizofrenia paranoide con la consecuente toma de medicamentos. En una ocasión, una sobredosis del sedante clonazepam estuvo a punto de costarle la vida en 2001.

Sin estudios de ningún tipo y con su físico como única carta de presentación, Newman empezó a interesarse por el mundo de la interpretación. Se presentó a diversos castings para participar en series, programas de televisión, realities Su objetivo a toda costa: hacerse famoso. Al no conseguirlo se metió en la industria del cine para adultos y comenzó a trabajar como actor por**. Además, compaginaba su faceta en películas X con la de chico de compañía.

Luka Magnotta, imagen de archivo

Luka Magnotta, imagen de archivo (YouTube)

En 2006 Eric dio un giro a su vida y se convirtió en Luka Rocco Magnota, aunque también se hizo llamar Vladimir Romanov, Mattia del Santo o Kirk Newman. Apareció en publicaciones gays y comenzó a pasar por el quirófano para parecerse a James Dean. Gracias a la cirugía plástica se retocó la nariz y se hizo dos trasplantes de pelo. “Algunas personas dicen que soy devastadoramente guapo”, llegó a decir durante al casting del reality Cover Guy. Su afán de notoriedad no conocía límites.

Tanto es así que llegó a inventarse rumores en Internet para después desmentirlos, crear perfiles falsos de personas que le acosaban y a publicar anuncios ofreciendo servicios de compañía bajo el nombre de Jimmy.


Crímenes en Internet



Pero fue en 2010 cuando sus publicaciones se tornaron en más oscuras y macabras. Días antes de Navidad, apareció un vídeo en YouTube titulado “1 boy 2 kittens” (un joven, dos gatitos). En él, se veía a Luka con el rostro oculto, metiendo dos gatos en una bolsa y cerrándola herméticamente con una aspiradora. Las imágenes de cómo los mininos morían asfixiados eran estremecedoras.

A consecuencia del vídeo, que fue eliminado debido a las quejas de miles de usuarios, se formaron varios grupos en Facebook para buscar a este “asesino de gatitos”. Consiguieron identificarlo gracias a los muebles, los cuadros y la ropa que llevaba el delincuente y pusieron dicha información en conocimiento de las autoridades. Durante el siguiente año, Magnotta echó un pulso a la justicia publicando dos vídeos más donde asesinaba animales. Estaba retando a la Policía que aún no conseguía localizarlo.




Una nueva grabación titulada “1 Lunatic, 1 Ice Pick” (1 lunático, 1 picahielos) con una duración de once minutos fue el detonante para que en mayo de 2012 los investigadores acelerasen la búsqueda. En las imágenes salía un individuo vestido con una sudadera con capucha morada clavando un picahielo en el cuerpo de su víctima. Se trataba de Jun Lin, un universitario chino de 33 años con el que mantenía una relación sentimental.

Todo ocurrió cuando Magnotta y Lin quedaron y subieron al apartamento del asesino. Una vez allí, este drogó a su novio, lo desnudó y ató a la cama y, mientras sonaba de fondo la banda sonora de la película ‘American Psycho’, lo apuñaló hasta la muerte con un picahielo. Después, lo degolló, practicó necrofilia con el cuerpo, lo despedazó y echó algunos trozos de carne a su perro.

Luka Magnotta y su víctima Jun Lin justo antes del crimen

Luka Magnotta y su víctima Jun Lin justo antes del crimen (YouTube)

Tras grabar el crimen, primero metió el torso en una maleta y lo abandonó en un callejón muy próximo a su domicilio. Luego, envió sendos paquetes a políticos canadienses. El primer ministro de Canadá Stephen Harper recibió un pie; Justin Trudeau, líder del partido liberal, a punto estuvo de recibir una mano, pero la oficina de correos la interceptó en su delegación de Ottawa; la mano y el pie restantes llegaron a dos colegios de Vancouver; y por último, la cabeza fue localizada en un parque.

Los macabros hallazgos llevaron a los investigadores hasta el apartamento de Magnotta que, por entonces, ya había emprendido la huida fuera del país. Cuando registraron el domicilio se toparon con una escena dantesca con sangre por todas partes. Aquello impactó sobremanera a los policías de la zona que jamás había visto algo así en toda su carrera.

Jun Lin, víctima de Luka Magnotta

Jun Lin, víctima de Luka Magnotta (YouTube)

Con los primeros indicios, Magnotta pasó a convertirse en el “principal sospechoso”, explicó el comandante de la Policía Ian Lafreniere. Y apuntó algo relevante para la investigación: que “el sospechoso y la víctima se conocían”.

Entretanto, el asesino ya había puesto tierra de por medio escapándose a París y de allí a Berlín. La actitud de Magnotta fue tan anormal durante las seis horas de vuelo que uno de los pasajeros escribió sobre él en un blog de viajes. “Lleva una camiseta de Mickey, un pantalón caqui, tiene entre 25 y 30 años, es alto, viste como un adolescente, un chico andrógino de cabellos largos y ojos claros. Lo califico como un gay extraterrestre”, relató. También describió que estaba muy nervioso, que “apesta” (por el olor) y que no parecía estar bien porque no paraba de llorar. “Pensé que tenía miedo a volar”, fue la conclusión que sacó este turista sin saber que se había sentado al lado del ‘descuartizador de Montreal’. Cuando se enteró de quién era, lo puso en conocimiento de las autoridades y contó su historia.

La Interpol pone en busca y captura a Luka Magnotta

La Interpol pone en busca y captura a Luka Magnotta (Archivo)

Buscando la fama


Diez días después de llegar a Berlín, la Policía logró darle caza en un cibercafé por culpa de su ego: estaba buscando en Internet noticias relacionadas con su busca y captura internacional. En aquel momento, la Interpol había remitido a todos los medios de comunicación una ficha con su foto y un cliente lo reconoció . Ya era famoso. Enseguida aparecieron varias patrullas que identificaron al sospechoso. “Está bien, me tienen”, afirmó Magnotta al no tener escapatoria.

La extradición a Canadá se produjo el 18 de junio. Una vez en el aeropuerto de Mirabel de Quebec lo trasladaron a un juzgado de Montreal. Estaba acusado de: asesinato en primer grado, cometer indignidad a un cuerpo humano, publicar y enviar material obsceno y hostigar criminalmente a Stephen Harper y a otros miembros del parlamento. Durante el interrogatorio, Magnotta se declaró inocente de todos los cargos.

Momento en que las autoridades deportan a Luka Magnotta a Canadá

Momento en que las autoridades deportan a Luka Magnotta a Canadá (Getty)

Tuvieron que pasar más de dos años, hasta septiembre de 2014, para que Luka Magnotta se sentase en el banquillo. Lo hizo ante un tribunal con jurado que le condenó a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional durante 25 años por el “asesinato en primer grado”, “cometer indignidad contra un cuerpo”, por el descuartizamiento y canibalismo de Jun Lin, además de 19 años de prisión por crueldad hacia los animales, producción y distribución de material obsceno, envío de material obsceno por correo y hostigamiento al primer ministro de Canadá.

Enviado a la prisión de Sept-Illes, a más de 800 kilómetros de Montreal, el criminal pasó desapercibido hasta que publicó un anuncio para encontrar pareja en una Web de citas.

Luka Magnotta esperando a ser interrogado

Luka Magnotta esperando a ser interrogado (YouTube)

“Busco una persona leal, preferiblemente educada, financiera y emocionalmente estable para una relación comprometida a largo plazo. Si crees que podrías ser mi príncipe azul, envíame una carta detallada con al menos 2 fotos. Solo aquellos que considere compatibles recibirán una respuesta”, decía sin especificar la razón por la que estaba en prisión.

El amor finalmente le llegó en 2017 al ser trasladado a la prisión de máxima seguridad de Port-Cartier. Allí conoció a otro preso, Anthony Jolín, acusado también de asesinato, y con quien contrajo matrimonio. Una de las testigos en la ceremonia fue Anna, la madre de Luka, que no solo seguía creyendo en la inocencia de su hijo, sino que en noviembre de 2018 escribió el libro ‘My Son, the killer’ con ayuda del escritor Brian Whitney.


Su vida en un documental

La mujer, además de hablar por teléfono con Magnotta “casi todos los días” también “lo visita regularmente” y mantiene que un tal Danny forzó a su hijo a cometer dichas atrocidades. En ningún momento, estos datos pudieron probarse durante el juicio. De hecho, por primera vez, el condenado habló alto y claro sobre lo sucedido ante el tribunal.

”No tengo ninguna enfermedad mental, incluso ahora en prisión no tomo medicamentos. Tenía que decir eso, aunque no quería, pero mis abogados me presionaron para que lo hiciera”, confesaba desmintiendo así el argumento que dio su defensa ante los miembros del jurado. Según sus letrados, él “no era penalmente responsable del delito por padecer un trastorno mental que lo hacía incapaz de distinguir entre acciones correctas e incorrectas”. Para Magnotta, esto no era verdad.

Fotos de Anthony Jolín, marido de Luka Magnotta

Fotos de Anthony Jolín, marido de Luka Magnotta (YouTube)

Su actitud era “arrogante” detallaba Whitney en el libro, porque Luka en ningún momento se arrepentía del crimen de Lin Jun ni, por supuesto, se responsabilizaba. “Él piensa que la sociedad está enferma, no él. Siente (o al menos dice) que la gente está obsesionada con él, inventando cosas constantemente, cotilleando sobre él, etc”, detalló el escritor.

El impacto de la historia de Luka Magnotta fue tan fuerte en la sociedad canadiense, principalmente a raíz de darse a conocer el vídeo “inhumano y horrible” del asesinato de Lin Jun, que Netflix estrenó un documental sobre su vida en 2019.

Luka Magnotta junto a su madre Anna

Luka Magnotta junto a su madre Anna (Getty)

Bajo el título de ‘Don’t Fuck with Cats: Hunting an Internet Killer’, la plataforma hace un repaso de todo el proceso de investigación tanto civil (por parte de usuarios de Internet) como penal (por parte de las autoridades policiales y judiciales) para descubrir cómo es posible que este joven aspirante a estrella del por** pasase de buscar la fama en televisión o en el cine para adultos a ser un despiadado asesino.

A sus casi 38 años, Magnotta ya es uno de los criminales más macabros de la crónica negra canadiense.

https://www.lavanguardia.com/suceso...rnet-picahielo-netflix-las-caras-del-mal.html
 
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LAS CARAS DEL MAL

Billy Milligan, el violador con 24 personalidades distintas

El joven podía ser un hombre yugoslavo, una poeta lesbiana o una niña de tres años


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Mónica G. Álvarez - 08/05/2020 06:30 | Actualizado a 08/05/2020 12:47


Desde que su madre se casó con Chalmer, Billy Milligan se convirtió en el objetivo sexual de su padrastro. El hombre aprovechaba las ausencias de Dorothy para acorralar al pequeño, de apenas cinco años, y perpetrar toda clase de torturas y violaciones. Aquello no solo lo traumatizó de por vida sino que provocó una múltiple fractura en su mente.

El mecanismo psicológico de defensa que Billy desarrolló fue el de adquirir múltiples personalidades que le librasen del dolor. A esa edad, podía comportarse como David, de ochos años, Christene, de tres, o Shawn, de cuatro, cada uno con su propia identidad. Sin embargo, con el paso del tiempo fue desarrollando otros caracteres aún más peligrosos: el de violador y ladrón. Tras su detención, al joven le diagnosticaron 24 personalidades distintas.


La brecha


Nacido el día de San Valentín de 1955 en Miami Beach (Florida), William Stanley Milligan, más conocido como Billy Milligan, no tuvo una infancia normal. Las continuas idas y venidas sentimentales de sus padres, Dorothy y Johnny, y el alcoholismo del progenitor, hicieron que el pequeño se sintiese continuamente desprotegido. El primer suceso que lo marcó fue la muerte de su progenitor.

Ocurrió cuando tenía tres años: primero, el hombre trató de suicidarse mezclando pastillas para dormir con whisky y, al no lograrlo, meses más tarde, se quitó la vida envenenándose con monóxido de carbono. La depresión que arrastraba pudo con él. Aquella fue la primera brecha en la mente de Billy. No fue la única.

Ficha policial de Billy Milligan

Ficha policial de Billy Milligan (YouTube)

En 1963, Dorothy rehizo su vida de la mano de Chalmer, su segundo marido, un pederasta que abusó sexualmente de Billy. Durante el tiempo que convivió con su padrastro en Lancaster (Ohio), el niño sufrió múltiples violaciones y torturas (fue enterrado vivo y colgado de los pies y los dedos) hasta que, finalmente, la madre se separó y un tribunal lo condenó.

Por entonces, el pequeño ya sufría de trastorno múltiple de la personalidad (actualmente denominado trastorno de identidad disociativo). Su mente creó un mecanismo de defensa para escapar del dolor y del drama de los abusos y los malos tratos. Era una especie de escudo protector que generó una fractura en su personalidad.

La Policía custodia a Billy Milligan

La Policía custodia a Billy Milligan (AP)



Primero apareció David, de ocho años, muy sensible y al que llamó el “guardián del dolor”. Después, llegó Christene con tres, una niña disléxica a la que le gustaba dibujar y quedarse en un rincón cuando Billy se metía en problemas. Y el sordo de Shawn, con cuatro, que escuchaba zumbidos en su cabeza. Estas tres identidades emergieron en Billy a partir de los cinco años.

Poco más se sabe de su infancia y adolescencia salvo que, a medida que nacían distintos personajes, el yo principal mermaba terreno y también memoria. No recordaba en quién se convertía ni lo que había hecho el día anterior. Así perdió numerosos trabajos, amistades e, incluso, parejas sentimentales que desconocían que estaban ante un verdadero ‘Jekyll y Mr. Hyde’.


Delincuente sexual


Mientras que algunas de sus identidades se exhibían pacíficas, otras tiraban por el camino de la delincuencia. Así fue cómo Billy en 1975 se transformó en todo un criminal y fue encarcelado en la Institución Correccional de Lebanon (Ohio) al cometer una violación y un robo a mano armada A principios de 1977, lo pusieron en libertad condicional tras registrarlo como delincuente sexual sin que nadie sospechase el cóctel de temperamentos que llevaba dentro.

Llegó octubre y Billy empezó a deambular por el campus de la Universidad Estatal de Ohio en busca de nuevas víctimas. En un breve intervalo de tiempo, secuestró y violó a tres mujeres que lograron identificarlo. Pero cuando describieron el comportamiento de su agresor nada de lo que decían cuadraba con Billy. Mientras que una mujer aseguraba que tenía acento extranjero, otra dijo que actuó con excesiva amabilidad pese a violarla y, la última, que el susodicho le hablaba como si fuese una niña de tres años. Estaban ante un caso desconcertante.

Billy Milligan junto a su abogado durante el juicio (3 abril de 1981)

Billy Milligan junto a su abogado durante el juicio (3 abril de 1981) (AP)

Cuando las autoridades capturaron a Milligan destacaron que su comportamiento era errático y singular. Lo mismo se mostraba dócil y tranquilo, que agresivo y violento, a veces escribía con la mano izquierda, otras con la derecha, en ocasiones tenía acento eslavo, otras alemán, inglés… Es como si las distintas personalidades de Billy surgiesen cuando le eran más útiles.

Permaneció en la Penitenciaría Estatal de Ohio por los cargos de secuestro, robo agravado y violación hasta que le realizaron los exámenes psicológicos pertinentes. Los distintos estudios confirmaron que el joven padecía esquizofrenia aguda y un trastorno de personalidad múltiple. Es decir, los expertos detectaron que existían dos o más personalidades en Billy, provocado como un mecanismo de defensa ante un trauma generado por un abuso sexual o físico muy grande. A raíz de esto, la persona fragmentaría su psique para poder sobrellevar su trauma.


Los diez


Con estos informes, los abogados de Milligan, Gary Schweickart y Judy Stevenson, respaldaron su defensa en el trastorno mental que padecía su patrocinado para que lo trasladasen a un hospital psiquiátrico. Entre ellos, el Athens Lunatic Asylum. Así fue cómo, a la espera de juicio, se descubrieron las primeras diez personalidades: cada una tenía sus propios recuerdos, comportamientos y preferencias, desde alimentos y aficiones, hasta los sexuales. Las de Rage y Adalana eran los más fuertes y los que cometieron sus principales delitos.

1. El propio Billy (26 años): la personalidad principal que se encontraba “fragmentada”.

2. Rage Vadaskovinich (23 años): el llamado “guardián del odio”, un comunista yugoslavo con acento eslavo, aficionado a las armas y al kárate, muy fuerte, que cometió diversos robos pero que no sabía de las violaciones.

3. Arthur (22 años): un hombre inglés muy educado, formal e inteligente, experto en ciencia y medicina. Era el que ponía orden entre sus otras personalidades y al que acudía Billy cuando requería de pensamiento intelectual.

Dibujo de algunas de las personalidades de Billy Milligan

Dibujo de algunas de las personalidades de Billy Milligan (YouTube)

4. Allen (18 años): un estafador y manipulador e hipócrita, agnóstico, escribía con la derecha, tocaba la batería y pintaba retratos. Era quien más hablaba con el mundo exterior y el único que fumaba cigarrillos.

5. Tommy (16 años): tocaba el saxofón, le encantaba la música electrónica y era un experto en electrónica. Además, pintaba paisajes y mantenía una estrecha relación con su madre. A veces se le confundía con Allen.

6. Danny (14 años): sufría antropofobia, miedo a la gente y en especial a los hombres. Pintaba bodegones porque Chalmer lo hizo cavar su propia tumba y lo enterró en ella.

7. David (8 años): el llamado “guardián del dolor” porque absorbía todo el dolor y el sufrimiento de las demás personalidades. Tenía mucha sensibilidad.

8. Christene (3 años): la niña tenía dislexia, le gustaba dibujar y vivía apartada de los demás. Arthur le enseñó a leer y escribir, mientras que Ragen tenía un vínculo muy especial con ella.

9. Christopher (13 años): era el hermano de Christene. Obediente pero problemático. Tocaba la armónica.

10. Adalana (19 años): lesbiana, tímida y solitaria, escribía poesía y era la personalidad que admitió cometer las violaciones sin el conocimiento ni de Billy ni de los otros alter ego.


Los indeseables


Otro de los psiquiatras que lo trató durante su reclusión fue David Caul, quien añadió catorce personalidades adicionales a las primeras diez. Las describió como “los indeseables”.

11. Phillip (20 años): conocido como ‘el matón’, tenía un acento de Brooklyn, utilizaba un lenguaje vulgar y cometía delitos menores.

12. Kevin (20 años): un delincuente que planificaba robos, entre ellos, el de una farmacia.

13. Walter (22 años): era un australiano cazador de caza mayor con excelente sentido de la orientación y reprimido emocionalmente.

14. April (19 años): conocida como ‘la perra’, planeaba vengarse del padrastro de Billy tratando de convencer a Ragen para que lo hiciese.

15. Samuel (18 años): era judío y la única personalidad que creía en Dios. Esculpía y tallaba madera.

16. Mark (16 años): conocido como ‘el zombie’ porque no hacía nada a menos que alguien se lo dijese.

17. Steve (21 años): era ‘el impostor’. Imitaba a los demás de forma burlona y se reía de ellos. Era quien causó los problemas familiares.

Billy Milligan en una vista judicial

Billy Milligan en una vista judicial (AP)

18. Lee (20 años): cómico, bromista e ingenioso. Sus bromas provocaban peleas y no se preocupaba de la consecuencia de sus actos.

19. Jason (13 años): sufría reacciones histéricas y rabietas.

20. Robert (17 años): también llamado Bobby, era un soñador que continuamente fantaseaba con viajes y aventuras.

21. Shawn
(4 años): conocido como ‘el sordo’, escuchaba zumbidos en su cabeza.

22. Martin (19 años): era un esnob de Nueva York que quería conseguir cosas sin ganárselas primero.

23. Timothy (15 años): conocido como Timmy, trabajaba en una floristería donde mantuvo una relación homosexual con un cliente.

24. El maestro (26 años): era la suma de las 23 personalidades en una sola. Era brillante, sensible y con un gran sentido del humor. Se consideraba él mismo como “yo soy Billy en una sola pieza” porque recordaba casi todas las acciones y pensamientos de otras personas.


Curado y en libertad


Cuando llegó el juicio, los presentes comprobaron la veracidad de los estudios psiquiátricos: Billy sacó algunas de sus personalidades ante el tribunal, puso varios acentos, se sentó y se comportó de forma distinta… Se encontraban ante Milligan y 23 identidades más. Y como aseguró uno de sus defensores aunque “es posible que el trastorno de personalidad múltiple se pueda falsificar (o incluso no ser real)”, lo que no pueden falsearse son sus síntomas. Así fue cómo el juez ordenó su traslado a una institución mental hasta su recuperación.

Durante diez años, los médicos trabajaron con Billy para lograr su cura. Y lo consiguieron. En 1988 y después de que todas las personalidades “se fusionasen en una sola”, el violador salió en libertad. Además, lo absolvieron de todos los cargos en 1991.

Billy Milligan durante una entrevista

Billy Milligan durante una entrevista (YouTube)

Una vez dado de alta, Billy se mudó a California donde empezó una nueva vida e intentó que James Cameron, director de Titanic, hiciese una película sobre su historia. Pese a que compraron los derechos del libro ‘The minds of Billy Milligan’ de Daniel Keyes para realizar la cinta, la película jamás se rodó. Ni siquiera cuando en 2015 Jason Smilovic y Todd Katzberg retomaron el proyecto con The Crowded Room protagonizada por Leonardo DiCaprio. Por ahora, continúa parado. No así Split (Múltiple, en España) que basó parte de su relato enMilligan gracias al actor James McAvoy.

El 12 de diciembre de 2014, Billy Milligan murió de cáncer a los 59 años de edad en un asilo de Columbus. Su caso de múltiple personalidad fue el primero en utilizarse en Estados Unidos como defensa para conseguir una absolución por los delitos imputados.

 
LAS CARAS DEL MAL

Dorothea Puente, la abuela asesina y su ‘casa de la muerte’

La anciana estafaba a sus huéspedes a los que mataba y enterraba en el jardín de su pensión


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Mónica G. Álvarez - 15/05/2020 06:30 | Actualizado a 15/05/2020 07:27



El hedor que provenía de la casa de Dorothea Puente era insoportable. Los vecinos llevaban tiempo quejándose del olor a podredumbre que emanaba de la propiedad de esta abuela de apariencia amable. “Problemas del alcantarillado”, se justificaba ella. Pero ni el cloro ni la cal que esparció pudieron contener ese fétido aroma. Aquella casa, utilizada como pensión para enfermos y ancianos, escondía un tétrico secreto: el asesinato de sus huéspedes.

La sospecha de una trabajadora social ante la extraña desaparición de uno de sus protegidos llevó a la Policía a registrar el inmueble y a descubrir varios cadáveres enterrados en su jardín trasero. Acababan de atrapar a una asesina en serie que estafaba a sus víctimas antes de matarlas.


Mentirosa patológica


Dorothea Helen Gray, más conocida como Dorothea Puente, nació el 9 de enero de 1929 en Redlands (California, Estados Unidos), en el seno de una familia trabajadora. Sus padres, Trudy Mae Yates y Jesse James Gray, eran recolectores de algodón pero murieron cuando ella era tan solo una niña. El padre de tuberculosis y su madre en un accidente de moto.

Con nueve años, Dorothea fue enviada a un orfanato donde sufrió toda clase de abusos sexuales para, después, vivir con unos familiares en Fresno. Su infancia estuvo marcada por la tragedia y también por la mentira. De hecho, con los años se convirtió en una mentirosa empedernida que utilizaba sus invenciones para conseguir sus propósitos, especialmente los económicos.

Dorothea Puente, en foto de archivo

Dorothea Puente, en foto de archivo (Getty)

Dorothea se casó cuatro veces. La primera a los dieciséis años con el soldado Fred McFaul, a quien contó numerosas trolas sobre su pasado. Llegó a decirle que a los trece vivió la Marcha de la Muerte de Bataan y el bombardeo de Hiroshima, que era hermana del embajador de Suecia, o que era muy amiga de la actriz Rita Hayworth. Con los años, McFaul descubrió que todo fue una falacia.

El matrimonio tuvo dos hijas, pero Dorothea jamás quiso hacerse cargo de ellas. A una la entregó en adopción y, a la otra, la envió con unos parientes a Sacramento. A finales de 1948, su esposo la abandonó y, ante tal humillación, la mujer hizo creer a sus allegados que el hombre había muerto de un paro cardíaco.

Dorothea Puente, en una foto familiar

Dorothea Puente, en una foto familiar (YouTube)

En 1960 Dorothea se enfrentó a su primer problema con la justicia: la arrestaron por dirigir un prostíbulo. Pasó noventa días en la cárcel del condado de Sacramento. Una vez puesta en libertad volvió a prisión noventa días más por vagabundear. A su salida, comenzó a trabajar como auxiliar de enfermería y cuidadora de personas discapacitadas y ancianos. Fue aquí cuando inició su etapa delictiva administrando de forma fraudulenta las pensiones de sus víctimas.

En este tiempo, contrajo segundas nupcias con el sueco Axel Johansen del que se divorció por malos tratos en 1966. Poco después, se casó con Roberto Puente, diecinueve años más joven que ella, y del que tomó su apellido en Ciudad de México. Tras dos años desposados, Dorothea se separó y puso en marcha la denominada ‘casa de la muerte’, una especie de pensión de tres plantas y dieciséis habitaciones ubicada en el 2100 F Street de Sacramento.


Estafadora y asesina


En la época que estuvo soltera y hasta su última boda con Pedro Montalvo en 1976, Dorothea se pasó los días regentando distintos bares en busca de hombres mayores a los que estafar. Primero los conquistaba para, posteriormente, falsificar sus firmas y robarles la mayor cantidad de dinero posible. Después de varias denuncias, Dorothea fue acusada de 34 delitos de fraude y puesta en libertad condicional tras dos años y medio de condena.

En su vuelta a la pensión, la mujer comenzó a recibir a huéspedes de edad avanzada o con problemas psicológicos. Se mostraba amable y generosa pero, a veces, sacaba su lado más tacaño y posesivo. Quienes osaban enfrentarse a Dorothea por su artimañas financieras terminaban enterrados en el jardín.

La 'casa de la muerte' de Dorothea Puente

La 'casa de la muerte' de Dorothea Puente (Getty)

De hecho, los vecinos recordaban cómo Puente era de lo más “protectora con su césped” hasta el punto de que si alguien se atrevía a caminar sobre él acababa maldiciéndolo con un “lenguaje que haría sonrojar hasta a un marinero”. Había una buen motivo: bajo la tierra ocultaba los cuerpos de sus inquilinos.

Una de las primeras víctimas fue Ruth Monroe, amiga de Dorothea, que en abril de 1982 falleció por sobredosis de codeína y paracetamol. La Policía creyó a Puente cuando alegó que la mujer padecía de depresión por la enfermedad terminal de su marido. Nadie puso en duda su versión y lo trataron como un su***dio.

Algunas de las víctimas de Dorothea Puente

Algunas de las víctimas de Dorothea Puente (YouTube)

Un pensionista, Malcolm McKenzie, a quien Dorothea conquistó en una de sus salidas, la acusó de drogarle y robarle y fue sentenciada a cinco años de prisión. Pero ni la cárcel impidió que la criminal parase de delinquir. Durante su encierro, hizo amistad con un septuagenario, Everson Gillmouth, con quien emprendió una relación sentimental que continuó una vez que ella fue libre.

Entretanto, los huéspedes se iban registrando en la pensión y algunos de ellos desapareciendo misteriosamente. Dorothy Miller, de 64 años, tenía problemas con el alcohol y fue encontrada con los brazos pegados al pecho con cinta adhesiva. Benjamin Fink, un alcohólico de 55 años, tan solo portaba un calzoncillos a rayas. Betty Palmer, de 78 años, fue enterrada en camisón, sin cabeza ni manos. Leona Carpenter, también de 78, fue vista por última vez agonizando en el sofá del inmueble y la Policía encontró el hueso de su pierna sepultado en el jardín. La denominada ‘abuela asesina’ también mató a James Gallop, de 62 años, y a Vera Faye Martin, de 64 años. El reloj de esta última seguía funcionando tras exhumarla.


Labor social


No fueron las únicas víctimas de las que se deshizo Dorothea Puente. Gracias a Ismael Florez, al que contrató como personal de mantenimiento, pudo librarse de Everson Gillmouth en noviembre de 1985. Le mandó construir una caja de madera de 1.80x90x60cm con la excusa de guardar “libros y otros artículos”. Después, le pidió que la acompañase hasta un almacén para depositarla pero, durante el camino, le ordenó que tirase el arcón en el río, al lado de un vertedero. Florez obedeció sin rechistar.

El 1 de enero de 1986, un pescador encontró la caja con un cadáver dentro. Era la última pareja sentimental de Dorothea Puente pero, debido al estado de descomposición, los forenses no lograron identificarlo hasta pasados tres años, tiempo que la mujer aprovechó para hacer creer a la familia de Gillmouth que seguía vivo aunque enfermo.

Foto policial de Dorothea Puente

Foto policial de Dorothea Puente (Getty)

Hasta 1988, los servicios sociales de Sacramento confiaron absolutamente en la labor desempeñada por Dorothea Puente con algunos de los casos más difíciles. La asistente social Peggy Nickerson fue una de las que más huéspedes le proporcionó en estos años. Un total de 19 personas pasaron por la pensión del horror sin conocer las verdaderas intenciones de su dueña: apropiarse de sus pensiones.

En cuanto llegaba el correo, Dorothea lo incautaba evitando que sus receptores dispusieran de dicha documentación. A partir de ahí, falsificaba sus firmas, sacaba dinero de los bancos, cobraba cheques y, si alguien la descubría y osaba enfrentarse, lo asesinaba. Siempre utilizaba el mismo modus operandi: un buen cóctel de drogas antes de asfixiarlos. Una vez muertos, los enterraba en la parte trasera del inmueble.

Dorothea Puente durante su traslado a Sacramento tras ser detenida en Los Ángeles

Dorothea Puente durante su traslado a Sacramento tras ser detenida en Los Ángeles (Getty)

Fue en mayo de 1988 cuando los vecinos comenzaron a quejarse más insistentemente del olor que emanaba de la pensión de Puente. “No podíamos soportarlo”, recordó uno de los residentes. “Había un olor desagradable en el aire y muchas moscas por la zona”, aseguraba. La anciana siempre justificaba el hedor atribuyéndolo a “restos de pescado” o a un problema con las cañerías.

A esto se sumó que Álvaro, al que todos conocían como ‘Jefe’, desapareció de un día para otro. Puente explicó que decidió regresar a México. Pero nada más lejos de la realidad. En cuanto el hombre hizo arreglos en el jardín cubriéndolo con una losa de cemento, nadie lo volvió a ver. Era el mes de agosto.


Cadáveres en el jardín


El 7 de noviembre, después de la denuncia de la asistente social de Álvaro, la Policía se personó en la casa de huéspedes de Puente para hablar con Montoya. Tras las elocuentes explicaciones de la dueña sobre su paradero, los agentes se marcharon. Pero cinco días después, regresaron para registrar la casa. Un residente confesó haber mentido por orden de Dorothea. Estaba ocultando algo.

La mañana del 11 de noviembre, el detective John Cabrera junto con varios policías inspeccionaron la pensión. Mientras que en el interior no encontraron nada, en el exterior se percataron de que la tierra estaba removida. Cabrera cavó el terreno, tiró de algo que creyó una raíz de árbol, pero se trataba de un hueso humano. Era la pierna de Leona Carpenter. Durante las siguientes horas, hallaron carne seca, pedazos de tela y un total de siete cadáveres.

La Policía rescatando cadáveres del jardín de Dorothea Puente

La Policía rescatando cadáveres del jardín de Dorothea Puente (Getty)

Puente se mostró tan sorprendida y en shock ante los hallazgos que, en un primer momento, la Policía no la encontró sospechosa. Tanto es así que con la excusa de salir a comprar café, Dorothea emprendió una rápida huida. Lo hizo a Los Ángeles donde trató de captar a una nueva víctima, Charles Willgues. El hombre, un jubilado al que conoció en un bar, entabló conversación con una tal Donna Johanson. Dorothea Puente cambió su identidad para pasar desapercibida.

Después de dos horas de charla, la pareja quedó en verse al día siguiente. Pero cuando Willgues regresó a casa y puso la televisión, se dio de bruces con la cara de la supuesta Donna. La mujer era una peligrosa asesina en serie en busca y captura.

Los vecinos observan el jardín de Dorothea Puente con cadáveres desenterrados

Los vecinos observan el jardín de Dorothea Puente con cadáveres desenterrados (Getty)

Una vez detenida y de regreso a Sacramento, Dorothea hizo sus primeras declaraciones negando su participación en los crímenes. “Cobré cheques, sí, pero nunca maté a nadie. Solía ser una buena persona”, espetó a un periodista que hacía guardia en la calle. Sin embargo, las pruebas indicaban lo contrario. El examen postmortem a los cadáveres reveló que las víctimas tenían gran concentración de flurazepam en sangre, además de las huellas de la asesina.

Por no mencionar el cobro de más de sesenta cheques pertenecientes a los huéspedes una vez fallecidos. Puente tenía un claro móvil económico para perpetrar estos asesinatos seriales.


Por dinero


El 25 de abril de 1990 se inició la instrucción del caso. Con las pruebas sobre la mesa y después de tener en cuenta tanto los argumentos de Fiscalía como de la defensa, el juez Gail H. Ohanesian acusó formalmente a Dorothea Puente de nueva cargos de asesinato. Durante esta vista preliminar, el fiscal retrató a la acusada como una asesina codiciosa, manipuladora y fría como para acabar con la vida de sus clientes con tal de hacerse con sus ingresos.

El juicio comenzó en octubre de 1992 con más de 150 testigos y 3.500 páginas repletas de evidencias y pruebas. El fiscal John O’Mara pidió a los miembros del jurado que no se dejasen engañar por las apariencias porque, en ocasiones, “las cosas no siempre son lo que parecen”. Detrás de aquel aspecto de anciana bondadosa se escondía una mujer que drogó, asfixió y enterró en su jardín a unas víctimas a las que previamente estafó. Inclusive, engañó al personal que tenía contratado para que cavasen zanjas y hoyos con cualquier excusa. Por todo ello, O’Mara pidió la pena de muerte.

Dorothea Puente hablando con su abogado durante el juicio

Dorothea Puente hablando con su abogado durante el juicio (Getty)

En cuanto a la defensa de la procesada llamó a declarar a sendos testigos que hablaron del lado generoso y cariñoso de Dorothea, personas a las que ayudó y guió años atrás y, que sin ella, no estarían ahí. Además, algunos expertos confirmaron que la intención de Puente fue siempre la de amparar a los más desafortunados dadas sus circunstancias personales en la infancia.

Con toda esta información, el 15 de julio de 1993 los miembros del jurado se retiraron a deliberar. La presión de la Fiscalía que buscaba la pena capital pudo con ellos. Tan solo pudieron redactar un veredicto de culpabilidad para tres de los crímenes. Para los otros seis cargos, se declaró el juicio nulo.


El 11 de diciembre, el magistrado Virga dictó sentencia y condenó a Dorothea Puente a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional. Cuando la acusada escuchó el fallo,dijo sonriendo a sus abogados: “No maté a nadie”.

Recluida en la Penitenciaría Central de Mujeres de California en Chowchilla, la ‘anciana asesina’ mantuvo su inocencia hasta el fin de sus días. Murió el 27 de marzo de 2011 a los 82 años y por causas naturales. Durante esos casi veinte años de reclusión, Puente hizo un libro de recetas titulado ‘Cooking with a Serial Killer’ y apareció en documentales sobre crímenes para cadenas de televisión como Discovery Channel, Biography Channel y History Television

 
El asesino era su amigo íntimo
Lunes, 13 julio 2020 - 15:36
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La Guardia Civil de Alicante cierra el misterioso crimen de una mujer ocho meses después. Su amigo íntimo lo orquestó para robarle aprovechándose de su confianza.

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Los agentes, en casa de la víctima, el día de la reconstrucción de los hechos.
EL MUNDO

Ocho meses después del misterioso asesinato de una mujer británica de 70 años en su casa de Granja de Rocamora (Alicante), la Guardia Civil ha cerrado el caso con dos detenciones. La muerte de la víctima obedeció a un robo orquestado, según los investigadores, por un amigo íntimo. Los agentes le han detenido junto a otro hombre.

Los dos arrestados -uno de ellos de 49 años y originario de los Países Bajos y el otro, español de 33- acudieron al domicilio de la mujer para robarle.Su amigo sabía que ella le abriría la puerta sin ponerle ningún impedimento.

"A sabiendas de que en su casa guardaba dinero en efectivo, fueron directos a sustraerle la cantidad de 600 euros", indica el Instituto Armado. En la huida, y para apartarla de su camino, "uno de ellos le propinó un golpe mortal en el pecho, que acabó con su vida", señala.

El Grupo de Homicidios de la Unidad Orgánica de Policía Judicial de la Guardia Civil de Alicante ha esclarecido este crimen después de que fuera descubierto el cuerpo sin vida de la mujer el pasado 18 de noviembre en su vivienda de la citada población alicantina.

Fue una amiga de la víctima quien dio aviso al Instituto Armado tras hallar su cadáver tendido en el suelo y con aparentes signos de violencia. En la escena del crimen no había nada, ni siquiera un pequeño indicio que pudiera ayudar a los agentes a esclarecer el delito. Lo único seguro era que ella abrió la puerta de forma voluntaria porque el acceso a la vivienda no había sido forzado.

Tras meses de análisis de las escasas evidencias encontradas en el entorno, hubo una línea de investigación que cobró fuerza: tenía que ser un conocido de la víctima.

Sin embargo, el móvil no se puedo determinar hasta que se produjeron las detenciones, ambas en la localidad alicantina de Crevillent. La primera, el pasado 9 de enero, de un hombre de los Países Bajos, de 49 años, y la segunda, el 16 de enero, de un español de 33.

Los dos arrestados, que están acusados de los presuntos delitos de homicidio y robo con violencia, confesaron su participación en la muerte de la británica ante los agentes de la Guardia Civil y posteriormente ante el juez, que ha ordenado su ingreso en prisión.

Las diligencias han permanecido secretas durante todo el tiempo que ha durado la investigación, hasta este mes de julio, en el que finalmente se ha realizado la reconstrucción de los hechos, según el comunicado.

 
La masacre aún sin resolver de Zaragoza

El incendio del hotel Corona de Aragón acabó con la vida de 78 personas y 114 resultaron heridas




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Eran poco más de las ocho de la mañana del 12 de julio de 1979 cuando se desató en el hotel Corona de Aragón uno de los peores incendios que se recuerdan en Zaragoza. Las llamas, que al parecer se iniciaron en la freiduría de la cafetería, en la planta baja, se propagaron a una velocidad incríble por las conducciones de gasóleo del edificio, sorprendiendo a la mayoría de los clientes del hotel aún en sus habitaciones. En cuestión de segundos, este emblemático establecimiento de la capital aragonesa se convirtió en una pira mortal en la que perecieron 78 personas y 114 resultaron heridas. Más de 40 años después de esta masacre, aún hay muchas incógnitas sin resolver. No se llegó a determinar la responsabilidad de este terrible suceso por el que nadie ha rendido cuentas, que décadas después fue calificado de atentado terrorista.

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Muchas de las víctimas fueron militares que habían acudido con sus familiares a Zaragoza para asistir a la entrega de despachos de la Academia General Militar. El hotel se hallaba prácticamente completo, con 230 huéspedes en sus 190 habitaciones. Entre los alojados en el Corona de Aragón se encontraba Carmen Polo, que había acudido junto a su hija y su marido, los marqueses de Villaverde, y dos de sus nietos a la ceremonia de la Academia Militar porque uno de los nuevos alféreces era nieto suyo. La viuda de Franco fue rescatada tan solo con heridas leves «gracias a la habilidad de la escolta» y Cristóbal Martínez Bordiú logró salvarse saltando a la calle.

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También se encontraban el general Vigón y su esposa, el jinete olímpico Adolfo Queipo de Llano, que se contaría entre los fallecidos, el actor de teatro y televisión Javier de Campos, al que rescataron los bomberos, y el futbolista Badiola, que acababa de ser fichado por el Zaragoza. Este último se tiró por la ventana y sufrió un paro cardiaco, pero fue recuperado en el hospital con un masaje al corazón.

«El pánico y la asfixia por humo sembraron la muerte en el hotel y fueron la principal causa de que se registrara tan elevado número de víctimas», explicó al día siguiente el corresponsal de ABC Mariano Banzo. La combustión de moquetas y de material plástico contribuyó a que el humo fuera aún más denso e irrespirable y el avance de las llamas, que pronto llegaron hasta la terraza del edificio, aterrorizó aún más a los clientes y el personal del hotel.

Las escenas de terror se sucedieron. Varios se arrojaron a la calle desde sus ventanas, entre ellos un hombre cuyo cuerpo fue a rebotar en un coche, o una niña de ocho años, a la que lanzaron sus padres para que fuera recogida por los bomberos, pero que por desgracia no cayó donde estaba previsto y sufrió graves heridas. Un cliente que vio llegar las llamas a su habitación se tiró a la piscina, otros se descolgaron de las ventanas utilizando las sábanas anudadas...

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Los Bomberos, la Policía Nacional, la Policía Municipal, la Cruz Roja, así como miembros del Ejército e incluso de la base aérea americana, con varios helicópteros, protagonizaron escenas de salvamento impresionantes ante la mirada de miles de zaragozanos, visiblemente conmovidos.

El exjugador del Real Madrid y gerente del Alavés José María Zárraga fue uno de los primeros en advertir el incendio. Abrió la puerta de su habitación y se encontró con la espesa humareda. «Era fuego. Un fuego tremendo. Volví a la habitación, me puse unos pantalones y unos zapatos, y busqué una salida, la más próxima, sin pensar en la escalera y en la puerta principal del hotel. Eso me salvó», contaría después. En su huida perdió los zapatos y se encontró corriendo descalzo en plena calle.

El gobernador civil de Zaragoza, Francisco Laina, afirmó aquella misma tarde que había que desechar por completo que se tratara de un atentado. Según las primeras investigaciones, el fuego se había declarado en la freiduría y aunque algún miembro del personal intentó apagarlo, tuvieron que salir por el humo. «Acerca de la posibilidad de que se hubiese producido alguna explosión dijo que se trataba de las grandes lunas de la parte baja del hotel, pero en ningún caso motivadas por un agente distinto al del calor del incendio», relató el corresponsal de ABC.

El edificio tenía tres escaleras de incendios, pero los clientes del hotel no empezaron a utilizarlas hasta que les indicaron dónde estaban. En aquella época no existía en España un reglamento a nivel nacional que estableciera unas normas obligatorias para prevenir incendios.

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«La investigación estuvo rodeada de sombras, de incógnitas sin resolver y de no pocas controversias», recordaba Roberto Pérez en el 40 aniversario de la tragedia. Aunque la tesis del atentado planeó desde los primeros momentos, la investigación concluyó que había sido un accidente originado de forma fortuita en las cocinas del hotel. «Aquello, sin embargo, fue un cierre en falso de las diligencias. Años después, las víctimas consiguieron que el asunto no cayera en el olvido y que, finalmente, se les reconociera que había sido un atentado», explicaba el corresponsal de ABC.

Así fue definido por el Consejo de Estado en 1990, a partir de los informes elaborados por el Colegio de Arquitectos y por investigadores del Ejército y de Sanidad, pero hasta el año 2000 no fue reconocido oficialmente por el Ministerio del Interior como un atentado. Tras décadas de espera, las víctimas fueron reconocidas como damnificados del terrorismo. Pero no se llegó a identificar a los responsables que planificaron y ejecutaron aquella masacre

 
LAS CARAS DEL MAL

‘La asesina del hacha’, una devota ama de casa que mató a su mejor amiga en viernes 13

Pese a propinar 41 hachazos, Candy Montgomery fue declarada inocente
La historia contará con su propia serie protagonizada por Elisabeth Moss (‘El cuento de la criada’)


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‘La asesina del hacha’, una devota ama de casa que mató a su mejor amiga en viernes 13 (YouTube)

Mónica G. Álvarez - 17/07/2020 06:30 | Actualizado a 17/07/2020 06:52


Betty no respondía al teléfono pese a las insistentes llamadas de su marido. Era algo inusual porque no le gustaba quedarse sola en casa cuando Allan viajaba y, cada poco tiempo, necesitaba de sus llamadas. Al no localizarla, envió a un grupo de vecinos a su domicilio, que se encontraron con la tragedia. La mujer había sido brutalmente asesinada y su cadáver presentaba cuarenta y un hachazos. Su rostro quedó mutilado por completo.

Todas las sospechas se dirigieron hacia Candy Montgomery, la mejor amiga de la víctima, ante las versiones contradictorias que ofreció sobre aquella noche de viernes 13. Finalmente, la Policía terminó arrestándola y, durante el juicio, esta devota ama de casa fue declarada inocente. El jurado alegó que ‘La asesina del hacha’ mató a Betty Gore en defensa propia.


Perfecta ama de casa


Nada se sabe de la etapa familiar anterior al matrimonio de Candace (Candy) Lynn Montgomery (con apellido de soltera Wheeler): no se conoce si tuvo hermanos, si acudió al colegio o si en algún momento tuvo problemas personales. Hay una especie de hermetismo en torno a ella, salvo que nació en 1951 en Texas (Estados Unidos). Lo que sí sabemos es que a principios de los años setenta se casó con Pat Montgomery y que tuvieron dos hijos (un niño y una niña). Su marido, ingeniero eléctrico, trabajaba para el ejército estadounidense desarrollando sofisticados sistemas de radar con importantes ingresos económicos. Esta situación permitía que la familia viviese cómodamente y que Candy no tuviese que trabajar.

A sus 29 años, la joven se pasaba las horas en la cocina y realizando tareas de decoración, además de acudir a la iglesia y ejercer como perfecta ama de casa.

Candy Montgomery, la 'asesina del hacha'
Candy Montgomery, la 'asesina del hacha' (YouTube)
Fue su devoción por la religión lo que llevó a Candy a conocer a la que se convertiría en su mejor amiga, Betty Gore, un profesora de primaria. Ambas acudían a la Iglesia Metodista de Lucas, próxima a Wylie, donde las mujeres tenían un papel importante. Este centro espiritual albergaba a numerosas feligresas que buscaban un lugar donde reunirse y crear lazos. Con el tiempo, Betty y Candy entablaron una estrecha amistad cuyas familias también crearon un vínculo.

Pero cuando Candy conoció a Allan Gore, el marido de Betty, algo cambió en ella. Si hasta ese momento, se sentía aburrida debido a la rutina, la conexión con este hombre le supuso un revulsivo para su corazón.

Betty Gore, la mejor amiga de Candy Montgomery
Betty Gore, la mejor amiga de Candy Montgomery (YouTube)
Todo ocurrió a finales del verano de 1978, cuando Candy y Allan jugaban un partido de voleibol en la iglesia y se chocaron accidentalmente al ir a por la misma pelota en una jugada. Aquel inofensivo golpe en la cabeza fue un antes y un después: había mucha atracción sexual. De hecho, a partir de ahí, Candy no pudo dejar de pensar en Allan. Necesitaba sentir mariposas en el estómago y salir de su vida tan convencional.

Poco a poco, Candy fue lanzándole indirectas a Allan y este, que también había sentido lo mismo por ella, empezó a hacerle más caso, a bromear más que con otras mujeres de la congregación… Pero todo con mucha discreción. Nadie tenía que enterarse. La oportunidad de estar a solas se les presentó una noche después de ensayar para el coro.

Betty y Allan Gore junto a una de sus hijas
Betty y Allan Gore junto a una de sus hijas (YouTube)
Allan se subió a su vehículo y, justo antes de arrancar, Candy se sentó en el asiento del copiloto. La mujer le confesó sus sentimientos: la atracción que sentía y las ganas que tenía de estar con él, pero a la vez, no estaba segura si quería dar un paso más y comenzar una aventura. Allan, en silencio, no supo qué decir ante ese derroche de sinceridad y Candy decidió marcharse a casa.

Los siguientes días, Allan no paró de darle vueltas a lo ocurrido y a analizar los continuos coqueteos que habían ido surgiendo desde el día del partido de voleibol en la iglesia. Su matrimonio también estaba estancado y las relaciones íntimas con Betty eran casi inexistentes salvo cuando decidieron tener hijos. Entonces, el acto sexual se convirtió en algo mecánico y sin emoción.


Las reglas del ‘affaire’



Una semana después de la confesión de Candy, ambos volvieron a encontrarse en otro partido de volley organizado por varios feligreses de la congregación. Al terminar, limpiaron el gimnasio y salieron juntos al aparcamiento. Una vez más fue ella quien tomó la iniciativa y preguntó a Allan si le interesaba tener un romance. Su respuesta fue dubitativa: no quería lastimar a Betty (acababa de quedarse embarazada) pero, a la vez, no dejaba de pensar en Candy.

Durante los siguiente meses, continuó el flirteo, los encuentros después del coro y las llamadas telefónicas. El deseo de comenzar una aventura extramatrimonial era cada vez más fuerte, pero para que nadie sospechase y para que nada les influyese en sus respectivas parejas debían de establecer una serie de reglas.

Foto de archivo de Candy Montgomery
Foto de archivo de Candy Montgomery (YouTube)
Candy hizo una lista con unas normas básicas para poder estar juntos: la historia se acabaría si alguno se enamoraba o si los encuentros suponían un riesgo para sus familias; solo quedarían de lunes a viernes mientras los cónyuges estuviesen trabajando y siempre en un motel a la hora de comer; y compartirían todos los gastos que surgiesen de aquel encuentro sexual. Cuando uno de los dos quisiese dar por zanjado el affair, el otro no exigiría una explicación al respecto, se daría por concluido.

Después de fijar aquella especie de ‘reglamento’, Allan y Candy fijaron el 12 de diciembre como su primera cita íntima. Lo hicieron en el motel Continental Inn en Central Expressway. Fue ella quien se registró en la habitación 213 y llevó comida para el almuerzo. Cuando Allan llegó, disfrutaron de un pollo marinado con ensalada y tarta de queso de postre. Después, mantuvieron relaciones sexuales.

Betty Gore junto a sus hijas
Betty Gore junto a sus hijas (YouTube)
Los siguientes dos meses y medio supusieron un montaña rusa de pasión para ambos. Ansiaban verse a todas horas y aprovechaban cualquier momento para acudir a un motel para dar rienda suelta a sus instintos. Sin embargo, lo que comenzó como una mera atracción sexual, se transformó en una relación romántica que, poco a poco, fue perturbando la tranquilidad de sus respectivos matrimonios.

Cuando a principios de julio de 1979 nació la segunda hija de los Gore, Candy empezó a mostrarse más posesiva y celosa. Betty requería de más atención y Allan se sentía culpable. De hecho, la pareja decidió acudir a un consejero matrimonial para intentar resolver sus problemas. Esa fue la gota que colmó el vaso y Montgomery terminó con la relación. Sin embargo, ya era tarde. Betty ya sospechaba lo que había pasado entre su marido y su mejor amiga.


41 hachazos


El viernes 13 de junio, Allan se marchó de viaje y Betty se quedó en casa. Llamó a Candy y le pidió que fuese para pedirle un favor. Tras charlar animadamente, Betty le espetó lo de su traición. Cuando Candy trató de disculparse, la profesora entró en cólera, la empujó con fuerza al cuarto de la lavadora y corrió a por el hacha que se encontraba al lado de la puerta para asestarle varios golpes. La ama de casa se defendió con rapidez y logró arrebatarle la herramienta. Aquello fue la perdición de Betty porque Candy entró en un “estado de ensueño” –como declaró durante el juicio- y comenzó a rajarla. Lo hizo en cuarenta y una ocasiones hasta que dejó a la víctima completamente mutilada.

Una vez que terminó la carnicería, se marchó a su casa y se limpió la sangre. Nadie tenía que saber que ella era la responsable del aquel dantesco crimen.

El hacha que Candy utilizó para matar a Betty
El hacha que Candy utilizó para matar a Betty (YouTube)
Durante las siguientes horas, el teléfono de casa de los Gore no dejó sonar. Allan llamaba insistentemente para saber cómo estaba Betty y, extrañado al no contestar, decidió avisar a un vecino para que se cerciorase de que todo iba bien. Pero algo raro pasaba en la casa: la luz estaba encendida, nadie abría la puerta pero se escuchaban los llantos de un niño. Junto con otros residentes de la zona, forzaron la entrada y descubrieron el cadáver de la maestra.

En cuanto Allan recibió la terrible noticia avisó a Candy, pero esta le dio largas respecto a si la había visto o no ese mismo día. Por otro lado, la Policía encontró una huella ensangrentada en la escena del crimen y en cuanto Montgomery se enteró de las pesquisas, destruyó el calzado que llevaba aquella noche.

Betty Gore
Betty Gore (YouTube)
Sin embargo, la declaración que hizo ante las autoridades sembró de dudas su coartada y la convirtió en la principal sospechosa. Y más aún cuando Allan confesó a los agentes que mantuvo una aventura con Candy meses antes. La venganza tras la ruptura era motivo suficiente para perpetrar un asesinato, así que la acusaron de homicidio pese a sus negativas constantes. De hecho, el juez la dejó en libertad condicional bajo fianza hasta la celebración del juicio y toda la comunidad de su iglesia se volcó en su defensa.

Candy contrató a uno de los mejores abogados defensores, además de a un psiquiatra e hipnotizador clínico, el Dr. Fred Fason, para que demostrase que había tenido numerosos traumas durante la infancia que desencadenaron en una ira incontrolable.

Candy Montgomery y su marido Pat a la entrada del juzgado
Candy Montgomery y su marido Pat a la entrada del juzgado (YouTube)
En defensa propia


Entretanto, los investigadores se afanaron en buscar pruebas que involucrasen a Montgomery, porque nadie podía creerse que aquella mujer guapa, vivaracha y totalmente normal hubiese cometido un ataque de tal magnitud. Candy se mostraba como una buena madre, un esposa devota, una feligresa que acudía diariamente a la iglesia y amiga de todo el mundo. Nadie sabía de dónde había sacado aquella extraordinaria fuerza física para empuñar el hacha y golpear cuarenta y una veces a su amiga.

Llegado el momento del juicio, celebrado en octubre de 1980, la expectación era máxima: Candy se enfrentaba a una condena por asesinato. El día que subió al estrado y dio su versión de los hechos, la acusada alegó que fue Betty quien la atacó primero y que ella solo trató de defenderse.

Candy Montgomery y su marido entrando al tribunal
Candy Montgomery y su marido entrando al tribunal (YouTube)
En ese instante, Candy aseguró que entró en una especie de “estado de ensoñación” que le impidió recordar que estaba golpeando a su amiga. “Le pegué, le pegué, le pegué y le pegué. Seguí golpeándola y golpeándola. Di un paso atrás y me miré y estaba cubierta de sangre”, explicó entre sollozos. La víctima recibió cuarenta y un hachazos.

El interrogatorio que le hizo su abogado defensor, Don Crowder, la ayudó mucho. Porque no solo negó que había planeado el asesinato antes de ir a la casa de los Gore, sino que cuando le mostraron el arma del crimen, Candy reaccionó horripilada. “No me haga mirarlo”, dijo al ver el hacha. Y en otro momento, excusó su reacción criminal con un “me asusté”.


Finalmente, el jurado exoneró a Candace Montgomery del cargo de asesinato en primer grado y alegó que la acusada actuó en defensa propia cuando mató a Betty Gore, su mejor amiga y esposa de su antiguo amante. La sentencia cayó como un jarro de agua fría para la comunidad texana. De hecho, el padre de la víctima afirmó que no podía estar contento con el veredicto porque “nunca sabremos qué sucedió”.

A la salida del juzgado, una muchedumbre trató de impedir que Candy se marchara al grito de: “¡Asesina! ¡Asesina!”. Los ciudadanos estaban conmocionados, pero la fiscalía no presentó ningún testimonio que refutase la versión de la sospechosa.


La historia de la llamada ‘Asesina del hacha’ vio la luz gracias al libro ‘Evidence of Love’ de los periodistas John Bloom y Jim Atkinson, el cual sirvió de inspiración para la película ‘Killing in a small town’, protagonizada por Barbara Hershey en 1990.
Actualmente, la vida de Candance Montgomery ha vuelto a salir a la palestra gracias a la grabación de una serie del género ‘true crime’ que estará interpretada por Elisabeth Moss (‘El cuento de la criada’). Bajo el título de ‘Candy’, la actriz explica que esta mujer “aparentemente lo tenía todo: un esposo cariñoso con un buen trabajo, una hija y un hijo, una bonita casa en un nuevo barrio suburbial. Pero, entonces, ¿por qué mató a su amiga de la Iglesia con un hacha?”. La respuesta, próximamente en la pequeña pantalla.

 
La parricida de Santomera recupera la libertad tras pasar 18 años encarcelada


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La parricida de Santomera, este viernes, tras salir de prisión. / NACHO GARCÍA / AGM

Salió este viernes por la tarde del centro penitenciario de Campos del Río tras haberle sido concedido el tercer grado

Ricardo Fernández
Viernes, 17 julio 2020, 22:30

Francisca Gonzaléz, conocida como la parricida de Santomera, quien fue condenada a 40 años de prisión por el estrangulamiento de sus dos hijos menores en el año 2002, acaba de salir en libertad del centro penitenciario de Campos del Río tras obtener el tercer grado. Ello implica que solo deberá volver a la cárcel para dormir, en función del régimen penitenciario concreto que se le haya fijado en función de sus circunstancias personales y laborales.

Paquita, como se la conoce popularmente, salió de la cárcel acompañada por su abogado, Melecio Castaño, quien se encargó en los últimos meses de tramitarle la concesión de los últimos permisos de fin de semana y, finalmente, de este régimen de semilibertad. La interna ha pasado algo más de 18 años entre rejas, desde que fue detenida en enero de 2002 como principal sospechosa del asesinato de sus dos hijos más pequeños, de seis y cuatro años, a quienes estranguló con el cargador de un teléfono móvil. El crimen estuvo motivado en apariencia por el deseo de causar el máximo dolor posible a su esposo, de quien sospechaba que le había sido infiel.

LA VERDAD ya documentó meses atrás la salida de prisión de Francisca González con un permiso de fin de semana y ofreció las primeras fotos que se tomaban de esta mujer desde que fue condenada hace quince años por un jurado popular.

La prioridad de Paquita es conseguir un trabajo, con lo que en el peor de los casos solo tendría que dormir en prisión


En octubre, la condicional

El abogado Castaño manifestó que el principal objetivo de Francisca González es estos momentos es conseguir un trabajo, ya que ello le permitiría salir todos los días del centro penitenciario y regresar solo a dormir. Además señaló que va a tratar de que en breve se le otorgue una pulsera de control telemático, lo que relajaría mucho más los controles. Y aseguró que en octubre se encontraría, a priori, en condiciones de obtener la libertad condicional, con lo que diría adiós definitivamente a las rejas.

Enlace a original:
 
La parricida de Santomera recupera la libertad tras pasar 18 años encarcelada


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La parricida de Santomera, este viernes, tras salir de prisión. / NACHO GARCÍA / AGM

Salió este viernes por la tarde del centro penitenciario de Campos del Río tras haberle sido concedido el tercer grado

Ricardo Fernández
Viernes, 17 julio 2020, 22:30

Francisca Gonzaléz, conocida como la parricida de Santomera, quien fue condenada a 40 años de prisión por el estrangulamiento de sus dos hijos menores en el año 2002, acaba de salir en libertad del centro penitenciario de Campos del Río tras obtener el tercer grado. Ello implica que solo deberá volver a la cárcel para dormir, en función del régimen penitenciario concreto que se le haya fijado en función de sus circunstancias personales y laborales.

Paquita, como se la conoce popularmente, salió de la cárcel acompañada por su abogado, Melecio Castaño, quien se encargó en los últimos meses de tramitarle la concesión de los últimos permisos de fin de semana y, finalmente, de este régimen de semilibertad. La interna ha pasado algo más de 18 años entre rejas, desde que fue detenida en enero de 2002 como principal sospechosa del asesinato de sus dos hijos más pequeños, de seis y cuatro años, a quienes estranguló con el cargador de un teléfono móvil. El crimen estuvo motivado en apariencia por el deseo de causar el máximo dolor posible a su esposo, de quien sospechaba que le había sido infiel.

LA VERDAD ya documentó meses atrás la salida de prisión de Francisca González con un permiso de fin de semana y ofreció las primeras fotos que se tomaban de esta mujer desde que fue condenada hace quince años por un jurado popular.

La prioridad de Paquita es conseguir un trabajo, con lo que en el peor de los casos solo tendría que dormir en prisión


En octubre, la condicional

El abogado Castaño manifestó que el principal objetivo de Francisca González es estos momentos es conseguir un trabajo, ya que ello le permitiría salir todos los días del centro penitenciario y regresar solo a dormir. Además señaló que va a tratar de que en breve se le otorgue una pulsera de control telemático, lo que relajaría mucho más los controles. Y aseguró que en octubre se encontraría, a priori, en condiciones de obtener la libertad condicional, con lo que diría adiós definitivamente a las rejas.

Enlace a original:
Qué asco, ella en la calle en menos de 20 años y sus pequeños en una tumba sin haber podido tener una vida y el padre y el otro hermano destrozados desde entonces. Ojalá le dure poco la libertad, si pudo quitarle la vida a lo más sagrado para una madre no creo posible la reinserción, es un peligro para la sociedad.
 
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