Asesinatos impactantes

Asesinato de Michael y Alex Smith
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EL buzo Steve Morrow se agachó en la orilla del lago y lloró. Los niños estaban aún asegurados en la silla, con los vidrios cerrados... "Cuando es una muerte accidental usted puede manejarlo un poco mejor, pero sabiendo que alguien lo hizo deliberadamente...". Su voz se entrecortó. Al llegar a casa esa noche Morrow se metió en la cama con su pequeño hijo. "Tenía que abrazarlo por un rato", dijo después. Llevaba ocho días buscando en el lago, pero habría sido imposible encontrar el carro a menos que supieran dónde buscar, como sucedió ese día.

Susan Smith, la joven madre que salió en televisión llorando y rogando por el regreso de sus niños secuestrados -quien mostró un video de ellos jugando en una fiesta de cumpleaños y pidió al secuestrador que los alimentara y cuidara- había confesado que ella misma los habla matado. Todos quieren saber cómo fue posible que esto pasara. Aun, mientras la búsqueda de Michael y Alex Smith continuaba, se hubiera requerido de una mente muy turbia para sospecharlo.

La historia empezó con una llamada de emergencia al 911. "Hay una señora que dice que unos tipos se llevaron su carro con sus dos hijos. Ella está histérica". Quien llamaba era el hijo de Shirley McCloud, la persona que abrió la puerta a Susan, quien gritaba: "Me han quitado a mis hijos". Mientras llamaban a la policía, Susan continuaba su recuento: un hombre se le aproximó en un semáforo en rojo y se metió en su carro, apuntándole con una pistola en la cabeza. "Me dijo que manejara. Seis millas afuera de la ciudad el hombre me bajó del auto y no me permitió llevarme a los niños". Antes de que la policía llegara los McCloud fueron hasta esa carretera, esperando que el secuestrador los hubiera dejado en el camino. Ese fue el comienzo de una búsqueda nacional para encontrar a los menores.

Los Smith eran bien conocidos en Unión. Susan fue una estudiante de honores, cuyo padre se había suicidado cuando ella tenía 8 años. En 1991 se casó con David, pero el matrimonio acabó al año de haber nacido el segundo hijo. Un juez de familia le dio a Susan la custodia permanente de sus hijos y ordenó a David dejar de visitarlos sin anunciarse. Hace un año Susan comenzó un romance con Tom Finlay el buen mozo hijo del dueño de una planta textilera donde ella trabajó como secretaria. Una semana antes de la desaparición de los niños, él le escribió una carta: "Quiero estar contigo, pero no estoy listo para la responsabilidad de una familia". Cuando se conoció el crimen, Finlay imprimió una copia y se la dio a la policía. "En ningún momento yo sugerí que los niños fueran un obstáculo en la relación", dijo en su declaración.

Cuando Susan confesó, explicó estar agobiada por las deudas, su fracaso matrimonial y sus fallidas relaciones románticas. Pero nadie que la conozca en Union puede imaginar que esa joven madre, que parecía adorar a sus pequeños, sea la misma que los mató. Esa mujer, sin embargo, dio una tan detallada descripción del crimen que logró conmover y conseguir el apoyo de todo el país. El pueblo entero recibió a los agentes federales y a la prensa nacional con café y donuts, pensando que toda esa atención ayudaría a encontrar a los niños. Las autoridades siguieron cada una de las miles de pistas que llegaban, pero una a una se iban derrumbando.

Susan y David estaban muy agobiados para aparecer en público pero, finalmente, salieron ante las cámaras: "Michael, Alex, los queremos mucho y no nos daremos por vencidos", les dijo David. Pero había toda suerte de interrogantes sobre la historia de Susan. "No creo que ninguna madre quiera a sus hijos más que yo", afirmaba ella. Sin embargo para la policía no había explicación para que un criminal que quisiera escapar se llevara a unos niños y que en el sitio del secuestro no hubiera habido ningún testigo. Nunca habían hecho una búsqueda tan exhaustiva sin obtener ningún resultado.

Entonces la policía empezó a cuestionar el comportamiento de Susan. Ella se negó rotundamente a recibir la ayuda de un sicólogo que un padre que había sufrido lo mismo quiso llevarle. Por cinco días ambos fueron prácticamente echados de su casa. "Yo era una amenaza para ella. Susan debió sentir que sería difícil esconderme cosas", dijo después el sicólogo. La historia de Susan empezó a derrumbarse antes de que hubiera fallado la primera prueba del detector de mentiras. Pero la policía continuó dándole el beneficio de la duda, al menos en público. Poco después algunos vecinos, que la habían acompañado en su dolor, también empezaron a dudar.

Sabían de sus fallidas relaciones sentimentales y de sus angustias económicas. Sabían que su amante veía en los niños un obstáculo para una relación. Y se extrañaban que el secuestrador, en su huída, la hubiera dejado casi a la puerta de su casa y no en las afueras, donde no hay teléfonos. Finalmente la policía registró su casa y encontró una carta del amante, que sirvió como única pista de la terrible sospecha. En ella Finlay le decía que quería estar con ella, pero sin los niños. En medio del interrogatorio, Susan confesó su crimen.

La noche del 25 de octubre la joven de 23 años condujo su automóvil con sus dos pequeños hijos sentados en la parte trasera. Agobiada por sus problemas tuvo pensamientos suicidas. En la orilla del lago se sintió incapaz de acabar con su vida. Y en un acto de cobardía que ha asombrado al mundo, dejó rodar su automóvil con sus hijos, de 3 años y 14 meses. Según algunas versiones, Susan observó a Michael, aterrorizado, tratando de zafarse del asiento antes de que el auto se hundiera en el lago.

Siguiendo sus indicaciones, el 3 de noviembre las autoridades sacaron el carro del lago. "Aun después de que lo dijo, yo no podía creer que los niños estuvieran entre el carro", dijo el buzo Steve Morrow. Una hora más tarde se confirmó lo impensable: dos cuerpos fueron encontrados en la parte trasera del vehículo. Y la señora Smith fue arrestada y acusada por doble homicidio. Fue condenada de treinta años a cadena perpetua, podrá optar a la libertad condicional en 2025.
No puedo creer que le den libertad condicional en 2025. Es imperdonable y debe pudrirse en la cárcel
 
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LAS CARAS DEL MAL


Tore Hedin, el policía que perpetró una sanguinaria matanza “por la traición de una mujer”
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Tore Hedin, el policía que perpetró una sanguinaria matanza “por la traición de una mujer” (Getty)

MÓNICA G. ÁLVAREZ
28/08/2020 06:30 | Actualizado a 28/08/2020 07:43

 
Hay un caso del asesinato de un niño de 8 años, Gabriel Fernandez, que Netflix ha hecho una serie documental, que la verdad me dejó bastante impactada. Los culpables, la madre y la pareja de esta, están condenados a cadena perpetua y condenado a muerte, respectivamente. Palizas, torturas, insultos, vejaciones, encierros... hasta que le acabaron matando de una paliza.
Además se habla de la pasividad de los servicios sociales de EE.UU, que a pesar de todos los indicios, no hicieron nada para pararlo (del tipo que la madre les decía que se había caído o cualquier cosa similar, y creían en lo que les decía sin preguntar en ningún momento al niño por lo que estaba viviendo).


El desgarrador caso de Gabriel Fernández: el niño torturado hasta la muerte por sus padres
Un documental de Netflix, The Trials Of Gabriel Fernandez, recuerda su durísima y corta vida, entre golpes y humillaciones antes de morir a manos de su madre y su pareja
Netflix retrata el espeluznante asesinato del niño latino Gabriel Fernández
El espeluznante asesinato de Gabriel Fernández, un niño de solo ocho años, da pie a "The Trials of Gabriel Fernández", la nueva serie documental de Netflix/Foto: Netflix/EFE
L. Bustamante
Última actualización:04-03-2020 | 12:59 H/
Creada:04-03-2020 | 12:58 H
Gabriel fue durante años víctima de terribles abusos tanto físicos como psicológicos: golpes, quemaduras, humillaciones e, incluso, disparos. Todo eso con tan solo ocho años. Finalmente, no pudo soportar más el dolor y moriría un 24 de mayo del año 2013. Un desenlace realmente cruel para un niño, cuya sentencia fue jugar con muñecas y cuya muerte podía haberse evitado. Pero empecemos por el principio.
A finales del pasado mes de febrero, la plataforma de Netflix lanzó a su parrilla un documental titulado “The Trials of Gabriel Fernandez”. Un relato verdaderamente duro y que puede herir tu sensibilidad. El documental narra la historia de Gabriel Fernández y todo lo que rodea a su vida y a su muerte, así como el gran impacto social que tuvo en la sociedad estadounidense, puesto que sus padres no fueron los únicos que se sentaron en el banquillo, también lo hicieron los trabajadores sociales que no vieron las señales que hacían presagiar este final.
La historia de Gabriel, no comenzó bien. La familia de la víctima, todos de origen latino, afirmaron desde el principio que su madre, Pearl Fernández, no quería tener el bebe aunque finalmente siguió adelante con el embarazo. Pearl de hecho lo abandonó en el hospital y fueron los familiares quienes fueron acogiendo al chico, pasando así por multitud de hogares. Era un niño normal, aparentaba felicidad y salud, nunca tuvo ningún problema con sus tíos o abuelos, así lo afirman ellos mismos en el documental.
Comienza la pesadilla
Todo cambió en el 2012, cuando Gabriel tenía siete años, ya que su madre decidió llevárselo a vivir con ella y su pareja para recibir ayudas sociales del estado. Quitaron el niño por la fuerza a sus abuelos. La llegada a su nueva casa sería el principio del fin. Allí, convivió con su madre, su padrastro y sus dos hermanos, menores de edad.
No solo cambió de casa, también de colegio. Es aquí donde conoce a Jennifer García, su profesora, a quien más adelante le preguntará: “¿Es normal que las madres golpeen a sus hijos?” “¿Es normal sangrar?”.
Un primer aviso que puso en alerta a Jennifer, quien inmediatamente avisó a una asistente social. Comenzaron las visitas, las inspecciones y las llamadas, pero no hubo cambios en la situación. De hecho, los abusos fueron agravándose. Llegó a presentarse en clase con moratones en la cara, sin pelo y costras por todo el cuerpo, fruto de los cortes y palizas que le daban.
Los testimonios de sus hermanos durante el juicio fueron clave para conocer las atrocidades que se cometían contra Gabriel. Describieron como le encerraban en una caja, con un calcetín en la boca y un pañuelo en la cara. Le rompieron los dientes con un bate y le dispararon con pistolas de aire comprimido, además de sufrir palizas, ser golpeado con un cinturón, hundido en agua congelada y obligado a comer arena para gatos. Supuestamente, el maltrato comenzó cuando descubrieron al niño jugando con muñecas, por lo que también le obligaron a vestirse con vestidos de niña.
Los familiares solicitaban cada vez más ayuda y contactaron con servicios sociales al pensar que algo no iba bien. Ante todo esto, los padres se vieron obligados a mentir a las autoridades, quienes tampoco hicieron un gran esfuerzo por conocer lo que realmente pasaba en esa casa. Una de estas visitas se produjo apenas unos días antes de la paliza que le arrebató la vida. Simplemente creyeron lo que decía la madre. Al resto de hijos los amenazaron con hacerles lo mismo sino mentían ante el asistente.
Fue el 22 de mayo del 2013 cuando Pearl llamó a urgencias afirmando que su hijo se había golpeado la cabeza en la ducha. Una vez en el hospital, Gabriel moriría a causa de las heridas dos días después. Tras las investigaciones y las declaraciones de sus hermanos y familiares se determinó que los culpables eran los padres.
El documental no solo sigue su historia, sino también la negligencia cometida por los trabajadores sociales, cuatro de ellos condenados por abuso infantil y falsificación de registros. Un caso que conmocionó al mundo y destapó una negligencia, estableciendo un precedente.
Tras años de juicio, el padrastro fue condenado a pena de muerte y la madre a cadena perpetua. Una historia que salpicó de lleno a la administración pública que se ocupa de estos casos, a menudo, desbordados, con asistentes que tienen a su cargo entre 20 y 30 niños. De cualquier forma, y por desgracia, Gabriel Fernandez supuso un punto de inflexión para mejorar estas ayudas.


 
LAS CARAS DEL MAL

‘El Purgador’, de policía al mayor asesino en serie y feminicida de Rusia

Mikhail Popkov violó y mató a más de ochenta mujeres en Angarsk

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‘El Purgador’, de policía al mayor asesino en serie y feminicida de Rusia (Getty)

MÓNICA G. ÁLVAREZ 18/09/2020 06:30 | Actualizado a 18/09/2020 06:56

 
Descubrí a este individuo a través de una docuserie llamada Real detective (está en netflix) en la que policías estadounidenses narran sus casos más duros. Nunca vi algo igual y me sorprende muchísimo que no sea más conocido. No hay mucha información en español pero aquí os dejo dos enlaces:
https://en.wikipedia.org/wiki/Nathaniel_Bar-Jonah
(pagina de Wikipedia del asesino, está en inglés)
https://www.cinconoticias.com/nathaniel-bar-jonah-el-canibal-de-worcester/
(español)
Si queréis ver el capítulo de la serie que trata este caso, es el 1x08 y se llama Misery.
EDITO: aquí os dejo otro enlace en español, mucho mejor escrito a mi parecer que el que os he dejado más arriba.
 
Hay un caso del asesinato de un niño de 8 años, Gabriel Fernandez, que Netflix ha hecho una serie documental, que la verdad me dejó bastante impactada. Los culpables, la madre y la pareja de esta, están condenados a cadena perpetua y condenado a muerte, respectivamente. Palizas, torturas, insultos, vejaciones, encierros... hasta que le acabaron matando de una paliza.
Además se habla de la pasividad de los servicios sociales de EE.UU, que a pesar de todos los indicios, no hicieron nada para pararlo (del tipo que la madre les decía que se había caído o cualquier cosa similar, y creían en lo que les decía sin preguntar en ningún momento al niño por lo que estaba viviendo).


El desgarrador caso de Gabriel Fernández: el niño torturado hasta la muerte por sus padres
Un documental de Netflix, The Trials Of Gabriel Fernandez, recuerda su durísima y corta vida, entre golpes y humillaciones antes de morir a manos de su madre y su pareja
Netflix retrata el espeluznante asesinato del niño latino Gabriel Fernández
El espeluznante asesinato de Gabriel Fernández, un niño de solo ocho años, da pie a "The Trials of Gabriel Fernández", la nueva serie documental de Netflix/Foto: Netflix/EFE
L. Bustamante
Última actualización:04-03-2020 | 12:59 H/
Creada:04-03-2020 | 12:58 H
Gabriel fue durante años víctima de terribles abusos tanto físicos como psicológicos: golpes, quemaduras, humillaciones e, incluso, disparos. Todo eso con tan solo ocho años. Finalmente, no pudo soportar más el dolor y moriría un 24 de mayo del año 2013. Un desenlace realmente cruel para un niño, cuya sentencia fue jugar con muñecas y cuya muerte podía haberse evitado. Pero empecemos por el principio.
A finales del pasado mes de febrero, la plataforma de Netflix lanzó a su parrilla un documental titulado “The Trials of Gabriel Fernandez”. Un relato verdaderamente duro y que puede herir tu sensibilidad. El documental narra la historia de Gabriel Fernández y todo lo que rodea a su vida y a su muerte, así como el gran impacto social que tuvo en la sociedad estadounidense, puesto que sus padres no fueron los únicos que se sentaron en el banquillo, también lo hicieron los trabajadores sociales que no vieron las señales que hacían presagiar este final.
La historia de Gabriel, no comenzó bien. La familia de la víctima, todos de origen latino, afirmaron desde el principio que su madre, Pearl Fernández, no quería tener el bebe aunque finalmente siguió adelante con el embarazo. Pearl de hecho lo abandonó en el hospital y fueron los familiares quienes fueron acogiendo al chico, pasando así por multitud de hogares. Era un niño normal, aparentaba felicidad y salud, nunca tuvo ningún problema con sus tíos o abuelos, así lo afirman ellos mismos en el documental.
Comienza la pesadilla
Todo cambió en el 2012, cuando Gabriel tenía siete años, ya que su madre decidió llevárselo a vivir con ella y su pareja para recibir ayudas sociales del estado. Quitaron el niño por la fuerza a sus abuelos. La llegada a su nueva casa sería el principio del fin. Allí, convivió con su madre, su padrastro y sus dos hermanos, menores de edad.
No solo cambió de casa, también de colegio. Es aquí donde conoce a Jennifer García, su profesora, a quien más adelante le preguntará: “¿Es normal que las madres golpeen a sus hijos?” “¿Es normal sangrar?”.
Un primer aviso que puso en alerta a Jennifer, quien inmediatamente avisó a una asistente social. Comenzaron las visitas, las inspecciones y las llamadas, pero no hubo cambios en la situación. De hecho, los abusos fueron agravándose. Llegó a presentarse en clase con moratones en la cara, sin pelo y costras por todo el cuerpo, fruto de los cortes y palizas que le daban.
Los testimonios de sus hermanos durante el juicio fueron clave para conocer las atrocidades que se cometían contra Gabriel. Describieron como le encerraban en una caja, con un calcetín en la boca y un pañuelo en la cara. Le rompieron los dientes con un bate y le dispararon con pistolas de aire comprimido, además de sufrir palizas, ser golpeado con un cinturón, hundido en agua congelada y obligado a comer arena para gatos. Supuestamente, el maltrato comenzó cuando descubrieron al niño jugando con muñecas, por lo que también le obligaron a vestirse con vestidos de niña.
Los familiares solicitaban cada vez más ayuda y contactaron con servicios sociales al pensar que algo no iba bien. Ante todo esto, los padres se vieron obligados a mentir a las autoridades, quienes tampoco hicieron un gran esfuerzo por conocer lo que realmente pasaba en esa casa. Una de estas visitas se produjo apenas unos días antes de la paliza que le arrebató la vida. Simplemente creyeron lo que decía la madre. Al resto de hijos los amenazaron con hacerles lo mismo sino mentían ante el asistente.
Fue el 22 de mayo del 2013 cuando Pearl llamó a urgencias afirmando que su hijo se había golpeado la cabeza en la ducha. Una vez en el hospital, Gabriel moriría a causa de las heridas dos días después. Tras las investigaciones y las declaraciones de sus hermanos y familiares se determinó que los culpables eran los padres.
El documental no solo sigue su historia, sino también la negligencia cometida por los trabajadores sociales, cuatro de ellos condenados por abuso infantil y falsificación de registros. Un caso que conmocionó al mundo y destapó una negligencia, estableciendo un precedente.
Tras años de juicio, el padrastro fue condenado a pena de muerte y la madre a cadena perpetua. Una historia que salpicó de lleno a la administración pública que se ocupa de estos casos, a menudo, desbordados, con asistentes que tienen a su cargo entre 20 y 30 niños. De cualquier forma, y por desgracia, Gabriel Fernandez supuso un punto de inflexión para mejorar estas ayudas.


Dios mío este caso es horrible y ver su carita risueña,... En fin, que pena tan grande.
Su madre y su padrastro por mucho tiempo que pasen en la cárcel, nunca será suficiente para pagar lo que hicieron.
 
Hola, habéis visto alguna vez los episodios de "desaparecidos" serie canal discovery sobre desaparecidos en Usa.?
Están todos en Internet. A mi el que me causa asombro es el de una tal Maura Murray que desapareció en una, carretera en 2004.a esta desaparición aún es muy mediática en Usa y en redes.
 
A mi más que impactarme los asesinatos de este tipo, me ha impactado el punto 3 donde dice que la policía falló como una escopeta de feria. Y en especial, en el pasaje con una de las víctimas llamada Konerak Sinthasomphone

https://www.jotdown.es/2014/03/ocho-apuntes-sobre-jeffrey-dahmer-el-carnicero-de-milwaukee/

en otra ocasión, Dahmer, siguiendo su plan habitual, drogó a una de sus víctimas (Konerak Sinthasomphone) y abusó sexualmente de ella mientras estaba inconsciente, tras lo cual le entraron ganas de bajar al bar a tomar una cerveza. Mientras estaba bebiendo, Sinthasomphone volvió en sí y escapó de la casa, muy aturdido por los somníferos, el alcohol… y la trepanación, ya que Dahmer le había hecho un agujero en la cabeza con un taladro y había vertido ácido directamente a su cerebro. A las dos de la mañana, al salir del bar, se encontró a Sinthasomphone sentado desnudo en la acera rodeado de policías, que se interesaban por su estado. Dahmer los convenció de que se trataba de su amante, que estaba borracho, y que ya se ocupaba de él. Los propios agentes le ayudaron a meterlo en su apartamento puesto que Sinthasomphone, que apenas podía articular palabra en inglés, aún tenía suficiente voluntad como para no querer volver allí. Los policías echaron un vistazo superficial y cuando vieron fotografías de ambos tonteando antes de que Dahmer lo drogara, creyeron su versión. Si hubieran prestado más atención al repugnante hedor del apartamento (del que dejaron constancia en el informe) o, simplemente, hubieran entrado al dormitorio donde había un cadáver tumbado en la cama, Dahmer habría ido a la cárcel en ese mismo momento. Por el contrario, se marcharon dejando a Sinthasomphone a merced de su verdugo, que lo estranguló pocos minutos después. El desgraciado Konerak, de origen laosiano, tenía en aquel momento catorce años (Dahmer declaró posteriormente que pensaba que era mayor de edad)
 
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