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La Trapos​

Es curioso que a esta mejorable modelo de Fene, a la que tanto le gusta planchar su ropa, se le olvidara hacerlo para asistir al primer Consejo de Ministros de nuestro Gobierno hispano-palestino​

28/11/2023Actualizada 01:30
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Hoy toca sonrisa.
Ana Mellado es una joven y aguda periodista de investigación de El Debate. De cuando en cuando le divierte escribir de trapos caros, inalcanzables para la mayoría de las mujeres. En mi juventud tuve un amigo, muy culto y refitolero, más trucha que salmón, conocido como el Trapos. Entendía de modistas y marcas. Elogiaba en las casas a las que acudíamos a guateques y cenas las tapicerías, las cortinas y las vajillas. Era encantador, muy rico. El Sí de las madres y el No de las niñas. Una mujer despampanante, con un escote prodigioso, un paisaje de pechos al aire, unos andares de princesa austrohúngara, pasó ante nosotros. Yo quedé sin habla. El Trapos, no. «Lleva un Givenchy ideal». Lo fundamental no le importaba. Se fijó en el vestido, un modelo de Givenchy ideal. Lo único que le sobraba a aquella mujer divina era el vestido de Givenchy, por ideal que fuera. La ideal era ella, pero el Trapos tenía sus fijaciones.
El Trapos falleció en plena juventud. No soportó el disgusto, el soponcio que experimentó durante un pase de modelos de Elio Berhanyer, en aquellos tiempos el amigo más especial del escritor y poeta de Brazatortas, Antonio Gala. Gala se decía cordobés, pero era de Brazatortas, pueblo de Ciudad Real situado en pleno valle de Alcudia. Me voy por las ramas. En aquel exclusivo pase de modelos, Elio Berhanyer colocó al Trapos en segunda fila. Su corazón no pudo resistir semejante humillación y abandonó el local en una camilla rumbo a la ambulancia. No intento ridiculizar la causa de su fallecimiento. Desde la piel hacia adentro somos libres de establecer nuestras prioridades. Y para el Trapos, una segunda fila en un pase de modelos era más que una humillación pública. Fue enterrado perfectamente vestido, y su madre acopló a sus pies yertos unos zapatos italianos sin estrenar. Porque le gustaban los zapatos italianos, lógicamente.
Ana Mellado nos informa de lo mucho que gusta y gasta en trapos carísimos la vicepresidente del Gobierno, Yolanda Díaz, que además es sindicalista, comunista y defensora de Hamás. A partir de ahora, la Trapos. De haber coincidido en vida con el Trapos, éste no habría reparado en las incoherencias y chorradas que protagoniza esta revolucionaria que desea ser Abascal, no Santiago, sino Nati. Y al contemplar su llegada al palacio de la Moncloa para asistir al primer Consejo de Ministros de esta chusma, el Trapos, ajeno a las vicisitudes políticas, hubiera dicho. "Estaba horrorosa con esos pantalones con tirantes y botonadura dorada de Claudie Pierlot y esa blusa beige con lanzada en el cuello muy propio de los diseños de Chanel o Valentino. Pero además, y esto es intolerable, llevaba la ropa muy mal planchada”.
Es curioso que a esta mejorable modelo de Fene, a la que tanto le gusta planchar su ropa, se le olvidara hacerlo para asistir al primer Consejo de Ministros de nuestro Gobierno hispano-palestino. El Trapos era apolítico, pero habría puesto el grito en el cielo ante visión tan espeluznante. El problema de la Trapos es que tiene el cuerpo decididamente desajustado, muy cohibido ante el concepto de la simetría, rebosado de desprendimientos carnales que no pueden simularse ni con pantalones con tirantes y botonadura dorada de Claudie Pierlot, cuyo prestigio en el mundo de la moda femenina ha podido ser víctima de un descenso precipitado desde que la Trapos se viste con ropa de su marca.
Desde que falleció Gromyko, el eterno ministro de Exteriores de la URSS, el comunismo y la elegancia no han vuelto a reencontrarse. Aunque los españoles le paguemos los trapos a la Trapos. Un barullo.
Manda narices.

Más de Alfonso Ussía​

 

Poquitos​

Nueve mil personas, por muy entusiastas que sean, en Madrid son poquísimas. Sólo las manifestaciones convocadas por las diferentes sensibilidades feministas son capaces de obtener menor respuesta a sus algarabías pancarteras​

29/11/2023Actualizada 01:30
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Pasados unos días, durante los cuales he meditado serenamente, me siento autorizado por mi verdad a manifestar que el acto de exaltación que Sánchez se organizó en Madrid resultó muy chungo. Nueve mil personas, después de ese trasiego de autobuses, vales para comer, bebidas refrescantes y bocadillos para el retorno, se me antojan muy poquitos socialistas. En Madrid, nueve mil personas las reúne cualquiera que no sea el presidente del Gobierno. Si la Asociación Nacional de Amas de Casa pudiera disponer del dinero que derrocha el Gobierno, sin precisar traslado ni premio gastronómico, más de nueve mil amas de casa se reunirían con facilidad pasmosa. Cuando un presidente del Gobierno necesita ser aclamado para dormir con tranquilidad, lo menos que se le puede exigir a los organizadores es que reúnan a treinta mil percebes, y no es exigencia exagerada.
Me gustó el flamear de banderas de España en un mitin del PSOE. Para mí, que fue consigna emergida del coco de Bolaños. Los socialistas no destacan por su amor al símbolo que nos une. Pero, aunque fuera ficticio, sentí alegría al ver que nuestra bandera era tremolada por militantes de la ultraizquierda. Se notaba poco entusiasmo en su cansino y mecánico flamear, pero al menos no abundaron banderas efímeras tricolores, por otra parte, feísimas. Feas, además de injustas, porque el morado representa exclusivamente a Castilla, y el resto de las regiones de España, exceptuando al viejo Reino de Aragón, no se adivinan en esa grímpola que tanto tuvo que ver con el enfrentamiento de los españoles en la Guerra Civil. Bienvenidos sean a España los socialistas que aman y muestran, aunque sea por obediencia, la bandera de todos. Bandera, por otra parte, diseñada por el Rey Carlos III en un principio para su Armada, y posteriormente aplicada a todos los territorios españoles en el año 1785, si no yerro, que yerro mucho porque a esta hora de la mañana me aburre mucho confirmar fechas y detalles.
Pero nueve mil personas, por muy entusiastas que sean, en Madrid son poquísimas. Sólo las manifestaciones convocadas por las diferentes sensibilidades feministas son capaces de obtener menor respuesta a sus algarabías pancarteras. Los sindicatos, que antaño reunían el 1 de mayo a un millón de personas, superarían en la actualidad los nueve mil manifestantes sin dificultad alguna. A la final de la Copa de España de Petanca, acuden cinco mil aficionados petanquistas, sin necesidad de fletar autobuses ni encargar bocadillos para agradecer su presencia.
Detalle inteligente, hay que reconocerlo, fue el de la elección del local. Un local cerrado es mucho más airoso que una concentración callejera. Pocos días atrás, se juntó en Madrid un millón de personas para protestar por la amnistía, y ese millón de personas se juntó, claro está, en la calle. Los partidos del Real Madrid de baloncesto llenan de público el Wizink Center, con capacidad de ofrecer asiento a más de veinte mil personas. Y el Real Madrid no regala bocadillos ni contrata autobuses. Y no digamos si se trata de un partido de fútbol en el Bernabéu, el Metropolitano o el Estadio de Vallecas. Nueve mil personas en el Bernabéu son un poquito más que nada de nada.
Pero en fin, todo salió bien, Sánchez besó a un buen número de militantes, y se marchó encantado porque le aseguraron que le había aclamado espontáneamente medio millón de personas.
–¡Qué exitazo! –exclamó– Espero que salga en la Uno, la Dos, Antena 3, la Cuatro, Telecinco y la Sexta.
–Eso está asegurado –confirmó Bolaños.
Pero ni por esas. No durmió tranquilo.
Es un psicópata. Pero no tonto.

Más de Alfonso Ussía​

 

La novela de Irene Lozano​

Nuestro presidente del Gobierno lleva el mismo nombre que el seudónimo de Irene Lozano. Uno y otro se llaman «Pedro Sánchez». Y conociendo a nuestro líder mundial, seguro estoy de que lo leerá convencido de haberlo redactado él​

30/11/2023Actualizada 01:30
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Ardo en deseos de hacer el sacrificio de no leer el nuevo libro de Irene Lozano, escrito bajo el seudónimo de «Pedro Sánchez». Irene vende muchos más libros con el seudónimo que firmando con su nombre y apellido. Resulta curioso por cuanto «Pedro Sánchez» es un seudónimo vulgar y de evolucionado desprestigio en el mundo de la literatura, pero el mercado actúa según le va, y en ocasiones suena la flauta.
Irene Lozano es una de las enchufadas mayores del Reino. De ella leí un bodrio que escribió en defensa de la militar podemita maltratada por la difunta ministra de Defensa, Carmen Chacón. Ignoro dónde se halla y a qué se dedica últimamente, pero le deseo desde aquí suerte y fortuna. Irene es la escribidora de los libros del dictador, y nos anuncia su nueva maravilla.Tierra firme se titula. Me figuro que editado por la misma editorial que sacó a la calle su Manual de resistencia. Un ensayo novelado por Irene Lozano con el seudónimo de «Pedro Sánchez» y con un título tan prometedor se venderá en las librerías como churros. Y estamos a un paso de las fiestas de Navidad, apoteosis de los regalos culturales. Y en ese dolor, y no en otro, consistirá mi sacrificio navideño. Cerrar los ojos cuando deambule por las cercanías de una librería y renunciar a la lectura apasionada de Tierra firme, que también podría haber sido titulado Faro resistente,Muro de dignidado Consuelo de Hamás, si bien esta última opción fue rechazada por los editores. La obra de Irene Lozano es harto diferente a la de la chica de Ónega, ganadora del último Planeta. Puedo prometer y prometo, sin haber leído ni una línea, que Tierra firme no va de mujeres gallegas de infancia infeliz y precaria situación social. Y ese detalle honra a la autora de Tierra firme.
Pero estoy seguro de la existencia de un ávido lector. Nuestro presidente del Gobierno lleva el mismo nombre que el seudónimo de Irene Lozano. Uno y otro se llaman «Pedro Sánchez». Y conociendo a nuestro líder mundial, seguro estoy de que lo leerá convencido de haberlo redactado él. Gracias a su elección de seudónimo, Irene Lozano ha llegado a altísimos enchufes políticos, todos ellos llevados a cabo con absoluto desconocimiento de sus contenidos y atribuciones, pero simultáneamente, con dulce sumisión, gratitud y provecho.
Para mí, que Tierra firme va de tierra firme. Puede tratarse de un libro «ecológico y sostenible». Un ensayo-novela de firmeza rocosa, de tierra adentro. Porque una costa arenosa con mareas que transforman la escasa resistencias de las dunas, puede ser ecológica, pero no sostenible. Las dunas no se sostienen. Cambian, mutan, crecen, menguan, se ensanchan, se estrechan, pero no son sostenibles. Se cuenta la historia de la célebre ecologista alemana Greta Hendewassen, que levantó su casa con materiales sostenibles sobre una duna aparentemente sostenible y en una costa sostenible de plena sostenibilidad. Una mañana amaneció en su casa y en su duna, pero a cinco millas de su ubicación original. Es decir, que Tierra firme,la nueva aportación literaria de Irene Lozano –tan generosa que ha renunciado a los derechos de autor a favor de un beneficiado anónimo–, no se va a ocupar de las dunas, lo cual lamento profundamente. Es posible que el título del ensayo sea figurativo y metafórico. En tal caso, nada tengo que opinar.
Auguro éxito seguro. Irene es escritora paciente, concienzuda, mal documentada, y libre de censuras e imposiciones. Escribe lo que siente, y ello resulta a todas luces, en tierra firme o en mar abierto, emocionante. Su seudónimo le garantiza, al menos, una extensa relación de clientes frenéticos. En Madrid, al menos, tiene asegurados nueve mil ejemplares vendidos. Se merece el triunfo, y con afecto, muy lejano ya, felicito a la autora del libro con el seudónimo de «Pedro Sánchez» por la belleza de su título.Tierra firme. Genial hallazgo.

Más de Alfonso Ussía​

 

El sastre de Sánchez​

Nada más incómodo que un traje mal hecho, aunque lo paguemos los contribuyentes. Ya de pagar, al menos que merezca la pena​

01/12/2023Actualizada 12:42
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Se ubicaban en el Congreso uno al lado del otro dos ministros de la UCD. Joaquín Garrigues Walker, liberal, fallecido como consecuencia de una leucemia sin cumplir los 50 años, y Francisco Fernández Ordóñez, del partido FFO –Francisco Fernández Ordóñez– que, con independencia de sus bailes de yenka, tenía un gran sentido del humor. En la misma bancada azul y ministerial, se sentaba Agustín Rodríguez-Sahagún, alcalde de Madrid y posteriormente, ministro de Defensa cuando el golpe de Estado –una nadería comparado con el que ahora padecemos– del 23 de febrero de 1981. Don Agustín llevaba el pelo de la cabeza como en él era habitual. Como un recluta arrestado. Y don Joaquín le preguntó a don Francisco – aquellos ministros tenían tratamiento porque no eran mamarrachos iletrados– susurrándole en la inmediatez de la oreja izquierda: «Paco, ¿cómo se llama el peluquero de Rodríguez-Sahagún?». Y les dio la risa.
Hoy le preguntaría: «Paco, ¿cómo se llama el sastre de Pedro Sánchez?» Y las risas se oirían más fuertes y contagiosas.
Para mí, que el sastre de Sánchez combina su profesión con el diseño de espantapájaros, y en ocasiones confunde las entregas. Al agricultor le envía el traje de respeto que Sánchez le ha encargado a la medida, y a Sánchez le manda a la Moncloa el espantapájaros que el agricultor le ha solicitado para no ver mermada su cosecha.
Llevar un traje gris marengo, con camisa y corbata, y parecer un espantapájaros después de sufrir el ataque de una bandada de mirlos, sólo está al alcance de Sánchez y de su sastre. Un traje arrugado –de esto no tiene la culpa el sastre–, con una manga más larga que la otra, el botón central abrochado permitiendo la visión del corcuso ombliguero de la camisa presidencial, solapitas, y unos pantalones tan largos como mal confeccionados, no lo puede lucir un presidente del Gobierno el día que toma posesión de su presidencia en un acto presidido por los Reyes y la Princesa de Asturias. Porque el traje no estaba mal hecho. Estaba confeccionado con desmedidas rayanas en la delincuencia. Si además, el portador de la gamberrada textil, que hizo la Mili, no sabe cómo hay que plantarse cuando suena el Himno Nacional, y abre las piernas y deja caer sus brazos a su manera, abandonándolos con una flojera y laxitud de niño tonto obligado a posar, el resultado resulta estremecedor.
Nada más incómodo que un traje mal hecho, aunque lo paguemos los contribuyentes. Ya de pagar, al menos que merezca la pena.
En Madrid hay centenares de sastres que toman bien las medidas. Por lógica, un traje perversamente confeccionado, obliga a ajustarlo de cuando en cuando. No ante el Rey. Ignoro de qué lado carga el fuchingamen de Sánchez, pero para mí, que se lo colocó en su sitio. Por respeto ideológico, Sánchez tiene que cargar a la izquierda, pero sospecho que su sastre calculó mal la orientación de su cosilla y le obligó a cargar a la derecha, causándole extrema incomodidad. No es baladí lo que expongo. Los árabes no tienen ese problema. Con sus chilabas, la cosa va de un lado al otro en libre «tolón tolón» como badajo de campana. Pero los occidentales –pegunten a Carla Antonelli–, llevamos las industrias muy ceñidas hacia un lado concreto, y el cambio de este a oeste, y viceversa, entre costuras, es muy desagradable de sobrellevar. Pero colocársela delante del Rey, se me antoja de muy baja estofa y ninguna educación. El Duque de Edimburgo cambió de sastre precisamente por errar en unos pantalones la caída de su glorioso trabuco. Y aguantó el desasosiego, y no se lo acomodó ante la Reina Isabel II, que además de Reina era su mujer.
¿Entrará el sastre de Sánchez en el cupo de la Amnistía?
Mucho me temo que no.

Más de Alfonso Ussía​

 

Urtasun​

Creo que Urtasun haría bien en averiguar el tiempo que transcurre en cada lustro, y no en destrozar, por resentimiento, la cultura de España​

02/12/2023Actualizada 01:30
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Urtasun, el nuevo ministro de Cultura, no es un analfalbeto como la mayoría de sus compañeros de partido. No sabe lo que es un lustro, pero no es su defecto más preocupante. Lo que preocupa es que el Ministerio de Cultura haya caído en manos de un independentista catalán. Urtasun, que es economista, según tengo leído, es diplomático. Fue opositor. Las oposiciones para acceder a «La Carrera» –como ellos se refieren al Cuerpo Diplomático– son, o al menos lo eran, muy duras y exigentes. Se trata, pues, de una persona capacitada para llegar al Ministerio de Cultura. Sucede que, simultáneamente, Urtasun es un resentido social, un señorito de Pedralbes que se hizo comunista porque en Cataluña ser de la alta burguesía, comunista e independentista, está muy bien visto. Conozco alguna condesa de similares características y parecidas incoherencias. En Cataluña son maestros en la interpretación confusa. Ahora nos enteramos que el ex «Molt» y ex «Honorable» Jordi Pujol, jefe de una banda familiar a la que se le atribuyen miles de millones de euros acumulados durante su extensa estancia en el Palacio de San Jaime, desea entrar en el cupo de la golpista amnistía porque ha tenido que padecer las presiones de «gentes muy hostiles». Urtasun tiene dos objetivos culturales. Prohibir la tauromaquia y dividir la grandeza artística y cultural del Museo del Prado, repartiendo cromos en todas las autonomías. El Prado es la pinacoteca más completa y deslumbrante del mundo. Su «corpus» fundamental no es otro que la Real Colección de Pintura de la Familia Real. Y fue durante el embarullado Reinado del Rey Felón, Fernando VII, cuando fraguó la idea de donar al pueblo español todos los bienes de la Corona, entre ellos la Colección Real, el Museo del Prado. Esa donación incluía todas las colecciones Reales, los Reales Sitios y demás patrañas, donación que se culminó en el Reinado de Isabel II. De ahí que resulte sorprendente la opinión argentina del cachivache Echenique cuando califica al Rey de multimillonario. Los Reyes de España cedieron todos sus bienes al Patrimonio Nacional, gesto que no le copiaron ni los Reyes británicos, ni los holandeses ni lo Zares rusos. La familia Real española apenas conserva una ridícula parte de su inconmensurable patrimonio. Y el Museo del Prado era parte de su continente.
Pero a Urtasun le molesta que se ubique en Madrid. Y medita desgajarlo, repartiendo su riqueza unitaria y troceando su grandeza. Se trata de uno de los museos más visitados del mundo. Entiendo que un independentista catalán se considere herido. Barcelona es una maravillosa – o lo era, al menos– ciudad, con muy reducidos reclamos culturales. Se visita, y mucho, la Sagrada Familia de Gaudí, que es como la «Sinfonía inconclusa» de Schubert. No han sido capaces de culminar su construcción, cuando su proyecto inacabado es quizá, su mayor encanto. Madrid no es una ciudad perfecta urbanísticamente. Puede resultar un maravilloso caos. Pero en ese caos se reúne una oferta cultural impresionante. Y el ministro de Cultura desea terminar con ella. El pueblo de Madrid no va a tolerarlo. Y su segunda obsesión es la de abolir la tauromaquia. Es libre para manifestar su rechazo. Pero Urtasun, que es un chico leído, al menos aparentemente, sabe que la Fiesta Nacional, el arte en movimiento realizado a pocos centímetros de la muerte, es culturalmente universal. Ni Goya, ni Picasso, ni Lorca, ni Gerardo Diego, ni Alberti, ni Jean Cocteau, ni Hemingway, ni Bizet, ni Falla –y me dejo en el tintero a miles de intelectuales y artistas de todos los rincones del mundo– han creado obras de arte en homenaje a las sardanas y loscastellers. Urtasun puede sentirse herido por ese olvido, pero no puede ser la tauromaquia el objetivo de un ministro de Cultura español, aunque le moleste, no la tauromaquia, sino lo de español.
Creo que Urtasun haría bien en averiguar el tiempo que transcurre en cada lustro, y no en destrozar, por resentimiento, la cultura de España, que sí, de acuerdo, buena parte de ella se concentra en Madrid, como París en Francia, Londres y no Manchester en Inglaterra y Roma y no Milán en Italia.
Un lustro lo forman cinco años, Urtasun. No cincuenta. Y le deseo suerte.

Más de Alfonso Ussía​

 

Capados de Pedro Sán​

03/12/2023Actualizada 01:30

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Se encontraba Pedro Sán
En Moncloa, descansan
Junto a su esposa Begó
Que se hallaba merendan
Café con leche y bizcó.
Ella le hablaba y hablá
De su viaje a Marrué,
Que el rey estaba encantá
Con la entrega del Sahá
Y la futura promé
De que las islas Caná
Entraban en el obsé,
Como poco la Gomé,
Lanzarote, y quizá Hié,
Y su promesa es sagrá.

El leía el nuevo lí
«Tierra Firme», con delí
Escrito por la Lozá,
Y exclamaba entusiasmá
Al terminar cada pá:
«¡Esto es una maraví,
Y seguramente en Ga
Nuestros amigos de Ha
Lo van a comprar a mi!»
« A miles, Pedro querí»
Respondía emocioná
Su dulce esposa orgulló.
«En Gaza será un “best sé»
«¡Qué bien escribes, mi Pé!
“Cómo te quiero, Begó»
«!Qué negocio el de Plané»
«Vamos a nadar en ó»!
« Y a Úrsula Van der Le
Se lo mandaré a Brusé
Con esta dedicató:
“Para Úrsula, mi apó
Fundamental en Euró
Con cariño y con un bé»
Sin avisar, de repén,
Entró inesperadamén
El ágil Felix Bolá,
Un chico muy inteligén
Al que adora el Presidén
Desde hace muchos á.
Bolaños estaba sé
Con el gesto muy mohí.
«Tenemos malas notí
De Israel, se han cabreá
Con tu falta de carí
Y tus últimas palá
A favor de Palestí».
« Déjame ahora, Bolá,
Aún siendo mi gran amí
No me interrumpas el plá
De leer mi nuevo lí
Que me ha escrito la Lozá
Y es bastante divertí».
«Reynders dice que he mentí
Hablando de la amnistí
Y me ha desautorizá».
«No te preocupes, querí,
No piensan hacernos ná».
“ Y han publicado en algú
Plataformas de las Ré
Los negocios de tu sué,
De clubes de carreté
Con probables prostitú
y saunas de medio pé.
“Bolaños, no me molés.
Te estás pasando de ra.
No me amargues más la fies.
Mi suegro es un empresá
De una actividad honés
Igual que el de Mercadó,
Igual que Ortega el de Za,
Que Entrecanales y Acció,
Que el Santandet y Ana Bó
O el Banco Bilbao Vizcá.
Y déjame con Begó
Que estamos los dos cansá.
Y aquí termina la histó
En versificado cuen,
De Marruecos, de Begó,
Y del lector presidén
Que leía con vehemén
Su libro escrito por o.
Y colorín, colorá,
Este cuento se ha acabá,

Alfonso USSÍ

Más de Alfonso Ussía​

 

Permiso​

Doña Marisa, que, como tantos actores y actrices de nuestro cine subvencionado, ha vivido durante muchos años de los impuestos de los españoles, tendría que comportarse con mayor sentido de la buena educación en próximos fallecimientos de índole corporativa​

04/12/2023Actualizada 01:30
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Estoy intentando, sin éxito todavía, que alguien me facilite el número de teléfono de Marisa Paredes. Necesito con urgencia su permiso. Me explico. Ayer falleció en Madrid mi tío Gerardo Ussía Mendiluceguren, y sus sobrinos hemos decidido enterrarlo en Llodio, su localidad natal, después de una breve estancia en el tanatorio de la M-30 de Madrid, donde se oficiará una Misa de «corpore insepulto». El tercero de los apellidos de mi amado tío es López Urdampilleta, y el cuarto, Ayuso. Y por lógica, hemos deducido sus sobrinos, que muy probablemente nos hará una visita de pésame la presidenta de la Comunidad de Madrid Isabel Díaz Ayuso, por su posible parentesco con el finado. Pero necesitamos el permiso de Marisa Paredes, actual presidenta de CAVFTCA, Colectivo de Aceptación de Visitantes a Fallecidos en Tanatorios o Capillas Ardientes. Y no hay manera de localizar a doña Marisa. Unos me dicen que puede estar de copas –como tantos millones de españoles, incluyendo el que escribe–, o que, por caer en domingo, no haya acudido a la oficina. Nos preocupa que coincidan en el tanatorio Isabel Ayuso y la divertida actriz almodovariana, tan exigente y estricta en los derechos de admisión. Doña Marisa, no figura entre nuestras actrices preferidas, porque es la típica sobreactuada de nuestro cine subvencionado por nosotros mismos, pero los sobrinos sí sentimos cariño por doña Isabel, y no deseamos que doña Marisa intente expulsarla de la capilla ardiente de nuestro tío, que conquistó en 1974 el Campeonato Vascongado de Ingestión de Tintorro, celebrado en aquella ocasión en la preciosa localidad de Rentería, Guipúzcoa, venciendo por diecisiete vasos al subcampeón, el novillero de Amorebieta y dirigente de Herri Batasuma, Jon Idígoras, que en paz no descanse.
Porque tengo sabido que doña Marisa Paredes al advertir la presencia de doña Isabel Ayuso en la capilla ardiente de doña Concha Velasco, instalada en el Teatro de La Latina, soltó un alarido con el contenido que sigue: « Pero ¿qué hace aquí la Ayuso? ¡Por Dios, fuera!».
Meses atrás, cuando doña Concha se desvanecía en una residencia de ancianos, solicitó conocer a Isabel Ayuso. Y se produjo la visita, y la popular actriz vallisoletana reconoció sentirse feliz por haber conocido a doña Isabel. De lo que no hay constancia en el libro de visitas de la residencia, es de un encuentro solicitado por doña Concha con doña Marisa Paredes, entre otros motivos, porque doña Marisa, actriz del montón, fuera de las cámaras y de las cejas, ha sido siempre un tostón de mujer. Una mujer que no desempeña bien su cargo en la CAVFTCA, porque institucionalmente, su deber es recibir con respeto y buena educación a cuantas personas acudan a un tanatorio. Doña Isabel, además, fue aplaudida, mientras que el jefe supremo de doña Marisa, Pedro Sánchez, se encontró con el abucheo de la ciudadanía que se acercó a dar el último homenaje a la actriz vallisoletana.
Doña Marisa, que, como tantos actores y actrices de nuestro cine subvencionado, ha vivido durante muchos años de los impuestos de los españoles, tendría que comportarse con mayor sentido de la buena educación en próximos fallecimientos de índole corporativa. Doña Isabel cuenta con el apoyo abrumadoramente mayoritario de los madrileños en las urnas, y pretender expulsarla del Teatro de La Latina, se me antoja una burda reacción por parte de doña Marisa, que eso sí, estaba sonriente y locuaz en la capilla ardiente. No obstante, los sobrinos de Gerardo Ussía deseamos sentirnos libres y seguros en el caso de que coincidan en el tanatorio de la M-30 doña Isabel y doña Marisa. Preferimos la visita de doña Isabel, y le deseamos a doña Marisa toda suerte de bienes y que el nuevo ministro de Cultura persista en la encomiable labor de seguir subvencionando las películas en las que participa con el dinero de los impuestos de todos los españoles.
No es complicado lo que intentamos, hasta ahora sin éxito, pero nos ha sido imposible localizar a doña Marisa.
Y nos sentimos consternados. Descansa en paz, tío Gerardo, aunque no hayas existido.

Más de Alfonso Ussía​

 

Bronce fundido​

Si yo fuera el alcalde de Madrid, fundiendo el bronce del monumento de Largo Caballero, encargaría a un escultor un recuerdo monumental de Melchor Rodríguez, para instalarlo en el chaflán de La Castellana con Ríos Rosas​

05/12/2023Actualizada 01:30
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Las presiones de los aliados que aún creían que la Segunda República era democrática y legal, animaron al Gobierno republicano a detener el genocidio social-comunista de Paracuellos. Un poco tarde, porque ya habían sido asesinados más de seis mil inocentes en apenas un mes. El exterminador principal que hoy se inmortaliza y homenajea en un monumento del Paseo de la Castellana, junto a los Nuevos Ministerios, el socialista más manchado de sangre inocente desde la fundación del PSOE, el compañero Largo Caballero –señor alcalde de Madrid, ¿algo que decir?–, decidió retirar de sus obligaciones criminales a Santiago Carrillo y su subordinado Serrano Poncela, entusiastas cumplidores de sus órdenes. Santiago Carrillo Solares, todavía socialista, era el responsable de Orden Público de la Junta de Defensa, y eficaz firmante de los oficios de «traslados de presos» de Madrid a Valencia. Los camiones con los presos que, de las distintas checas y cárceles de Madrid partían hacia Valencia, lo hacían por la carretera de Barcelona, y se detenían en Paracuellos del Jarama. De los seis mil inocentes asesinados, cincuenta de ellos eran menores de edad, y de esos cincuenta una veintena de ellos no habían cumplido los 14 años. Hijos de militares.
Carrillo y Serrano Poncela fueron destinados con honor a otros cargos, y asumió la responsabilidad el 4 de diciembre de 1936 como Delegado de Prisiones, el sindicalista y anarquista Melchor Rodríguez García. Melchor Rodríguez se enfrentó a Largo Caballero y detuvo la masacre. Largo Caballero tenía un poder casi omnímodo pero temía la fuerza de los anarquistas. Y Melchor Rodríguez García, el anarquista que pasaría a la historia con el apodo de «el Ángel Rojo», suspendió los «traslados de presos» a Valencia vía Paracuellos del Jarama, a pesar de las coacciones y amenazas de Largo, Carrillo, Serrano Poncela y demás genocidas. Se calcula que más de doce mil prisioneros salvaron la vida gracias a su firmeza. «El Ángel Rojo» falleció en Madrid en 1972. «Por las ideas se puede morir, pero no se puede matar». Si yo fuera el alcalde de Madrid, fundiendo el bronce del monumento de Largo Caballero –y de paso, de Indalecio Prieto, responsable del crimen de Calvo-Sotelo–, encargaría a un escultor un recuerdo monumental de Melchor Rodríguez, para instalarlo en el chaflán de La Castellana con Ríos Rosas. Pero no voy a obtener respuesta a mi justo consejo. Es más, se considerará extemporáneo e impertinente.
Todos los españoles que tenemos enterrados a un familiar en el camposanto de Paracuellos nos alegramos de esas 12.000 cruces que no hubo que sembrar sobre asesinados gracias a Melchor Rodríguez. Doce mil cruces que sí estarían alzadas de haber seguido en sus funciones Carrillo y Serrano Poncela. En España hacemos glorias y memorias en recuerdo de personajillos absolutamente innecesarios, y olvidamos a los auténticos héroes. El anarquista Melchor Rodríguez, que se situaba ideológicamente más a la izquierda aún que nuestro psicópata de bolsillo en la actualidad, fue un héroe que rescató de la muerte a doce mil españoles acusados de ser de derechas, creyentes, monárquicos, y adversarios de la fallida y estremecedora Segunda República. Entre esos 12.000 afortunados, se salvaron también centenares de republicanos arrepentidos. España le debe a un humilde anarquista la consideración de héroe. En mi caso, y en nombre de mi abuelo, don Pedro Muñoz-Seca, cuyos restos descansan en el camposanto de Paracuellos después de ser asesinado por el grave delito de su vida ejemplar, ruego a las autoridades de Madrid el público reconocimiento que merece «el Ángel Rojo», don Melchor Rodríguez, el anarquista al que no le atemorizaba morir por sus ideas al tiempo que rechazaba matar por ellas.
El bronce se funde y se transforma. Así de sencillo.

Más de Alfonso Ussía​

 

Hoy, me la juego​

En menos de dos meses, la Selección campeona del mundo se ha desmoronado por culpa de los caprichitos de las campeonas del mundo, lo cual resulta tan chocante como exótico.​

06/12/2023Actualizada 01:30
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Creo que la Selección Española de Fútbol femenino necesita con urgencia la participación de un mediador salvadoreño para llegar a un acuerdo con su seleccionadora, la Real Federación Española de Fútbol y el reducido número de sus seguidores. Por otra parte, como la voz cantante de la Selección es la de Aitana Bonmatí, grandísima jugadora del Barcelona, Balón de Oro y de raíces independentistas, se podría aprovechar la contratación del segundo mediador de Sánchez con ERC, y dotar a las futbolistas de dos mediadores. El salvadoreño de Junts y el que imponga Esquerra Republicana, responsabilidad que recaerá, con bastantes probabilidades de éxito, en el finlandés Hansi Hakonnen, mediador de gran prestigio internacional. El doctor Hakonnen es famoso en todo el mundo por haber mediado y conseguido un acuerdo entre los irreconciliables clanes de los moroshi y los tapushi, que habitan en la isla de Sawa, en plena Polinesia. Los moroshi y tapushi quieren imponer su idioma y sus costumbres a la tribu adversaria, y no ceden. Para los moroshi, los tapushi con inmigrantes, y para los tapushi, los moroshi son peligrosos colonizadores. Las dos etnias compiten en la búsqueda de perlas, y mientras los tapushi bucean en las cristalinas aguas de Sawa a pulmón libre, los moroshi lo hacen con botellas de oxígeno, con resultados mucho más gananciosos. Y en apenas dos semanas, el mediador finlandés consiguió establecer una falsa armonía y cordialidad entre las dos etnias, que recuerdan sobremanera a Junts y a Esquerra Republicana, que se aborrecen deseando lo mismo, es decir, quedarse con todas las perlas y que al adversario le den morcilla.
Las futbolistas de la Selección ganaron el Campeonato del Mundo. Lo hicieron animadas por el público. Cuando un deportista está acostumbrado a desarrollar sus habilidades en estadios abarrotados de gradas vacías, y se topa, de golpe, con graderíos ocupados, la sangre hierve y los rendimientos mejoran. El entrenador de la Selección, que era un hombre, el señor Vilda, consiguió el milagro. Veinte jugadoras se dieron de baja de la Selección exigiendo su despido. Y en este caso, Rubiales se comportó con dignidad. Mantuvo a Vilda, que perdonó la deserción a más de una revoltosa, y consiguió que sus chicas levantaran el trofeo. Después de ello, llegó el desastre. Rubiales, tras la obtención del permiso, llevado por la euforia, se dio un piquito con Jenni Hermoso, futbolista madrileña, y fue denunciado por el sindicato que reúne a las futbolistas españolas. Dimitió, las futbolistas se cargaron a su entrenador, y fue sustituido por la señora Tomé, la segunda entrenadora. Las razones sólo las saben ellas, pero se ha escrito de los barullos que se montaban en el vestuario, celos y pasiones, enfados y abrazos, caprichos y cambios de pareja. Barullos que no han sido superados. Jenni Hermoso, que falló un penalti en la final porque pensaba en otras cosas, se convirtió en heroína nacional, mientras Rubiales, que tenía que haber sido despedido por muchos y previos motivos, dimitió y a punto estuvo de ser juzgado y condenado a perpetuidad con condena revisable y elección de prisión para cumplir la pena.
Ahora ha sido la traviesa Bonmatí la que ha montado el lío.
Agacha la cabeza cuando suenan los acordes del Himno Nacional de España, exige la condición de idioma oficial del catalán en la Unión Europea, se declara independentista y claro está, se cansa tanto con sus esfuerzos colaterales, que en los descansos se niega a salir del vestuario para disputar el segundo tiempo. Que corre poco, dicen que le dijo la seleccionadora. En menos de dos meses, la Selección campeona del mundo se ha desmoronado por culpa de los caprichitos de las campeonas del mundo, lo cual resulta tan chocante como exótico.
De ahí la urgencia de una solución. Y esa solución está en manos del mediador salvadoreño de Sánchez y Junts y el mediador –posiblemente Hakonnen– de Sánchez con ERC. Se trata de una idea que aporto con la mejor voluntad.
Hoy, sí me la he jugado.

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Dolorosas​

A Jenni Hermoso, y a la Pedroche, les tengo prohibido el acceso a los míos. De esa imagen dolorosa, me salvo​

07/12/2023Actualizada 01:3
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La imagen es dolorosa. Un camión carmesí con volquete amoratado, alza y se lleva la cabina de vigilancia y seguridad del hogar anteserrano de los Iglesias. En esa cabina han permanecido durante cuatro años dos guardias civiles cubriendo con relevos las veinticuatro horas del día, mientras una veintena de compañeros reforzaban el dispositivo en la puerta y el contorno de la parcela de los comunistas de Galapagar. La casa seguirá teniendo escoltas, porque Marlasca es así, pero ya no tiene sentido que la sociedad pierda la autoridad de una veintena de guardias civiles en beneficio y provecho de una pareja que ni siquiera les saludaban y agradecían sus servicios. A partir de ahora, el exceso de vigilantes lo tendrá que pagar Roures o la Embajada de Irán en España. No tendría sentido que permanecieran tantos guardias civiles para proteger de nadie a un presentador de una cadena de televisión marginal y una mujer que ha pasado de ser ministra a representar muy poquita cosa. La vida da muchas vueltas.
La imagen es dolorosa. Reunión en un salón del palacio de La Moncloa, quizá el que visitaba Francisco de Goya para pintar los retratos de la duquesa Cayetana, y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid y el Támesis por Londres, pasar del lienzo al lecho y disfrutar de la modelo, si bien no tanto como Picasso, que se pasó por la piedra a todas ellas. En esa reunión se juntaron un escritor de libros que no escribe sus libros y el presentador elegido por el farsante, que no es otro que un botarate expulsado de Mediaset. Y escribo que la imagen resulta dolorosa porque tendría que haber estado presente la autora del libro, Irene Lozano, escribidora oficial de esa tontería.
La imagen es dolorosa. Dolorosa para Cataluña y gozosa para Madrid. La FIA ha decidido que el Gran Premio de España de Fórmula Uno se traslade de Barcelona a la Capital de España. Un impacto económico de 500 millones de euros y cien millones de telespectadores. Los barceloneses no lo entienden, cuando son ellos los responsables del desastre. Con Ada Colau y la política paleta de la Generalidad, la gran ciudad Condal se ha convertido en una aldea que rechaza a los visitantes. A este paso, la Sagrada Familia de Gaudí se trasladará, piedra a piedra a Madrid, para que pueda ser terminada. No obstante, ni el Ayuntamiento ni la Comunidad de Madrid son partidarios de este segundo proyecto. No hay sitio disponible.
La imagen es dolorosa. Con gran consternación, el Gobierno de España ha asumido la terrible noticia. La Audiencia Nacional ha revocado una vez más el tercer grado a Joseba Arregui, «Fiti», y tendrá el etarra que seguir pagando sus crímenes terroristas en prisión. Lleva encerrado 23 años y le restan siete de condena. Los socios de EH Bildu han manifestado sentirse engañados, y es probable que se enfaden un poquito más. Con los cinco diputados de Podemos en el Grupo Mixto y con el hijop*ta de Arregui en la cárcel, la mayoría parlamentaria de Sánchez y sus socios naturales –independentistas y terroristas–, puede temblar.
La imagen es dolorosa. Jenni Hermoso cantará las uvas en TVE. Imagen que no sumará mi dolor. Aborrezco la costumbre. En mi casa termina un año y comienza el siguiente cuando yo lo decido. El año 2023 se inició a las 11:45 de la noche, y el 2024, según tengo previsto, va a adelantar la hora del cambio. A Jenni Hermoso, y a la Pedroche, les tengo prohibido el acceso a los míos. De esa imagen dolorosa, me salvo.
Y por si me adelanto en exceso, feliz año nuevo a todos mis lectores en El Debate.

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El nacimiento de Semiónov​

Se reía mucho, y esa facilidad para las carcajadas molestaban sobremanera al primer embajador de la URSS en España, Sergio Bogomolov, un personaje triste, frío e inteligente que sufría de agujetas en la mandíbula cada vez que sonreía​

08/12/2023Actualizada 01:30
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A mediados de los años setenta, visitó Madrid el escritor soviético Yulian Semiónov. Ruso y soviético. Simpatiquísimo y vividor. Fue acogido por Juan Garrigues Walker, con el que yo trabajaba en aquellos años, principalmente en su proyecto, realizado y vivo, del Club Financiero Génova de Madrid. Juan era un hombre de una bondad y generosidad desmedida, que vivió en una época que no le correspondía. En el siglo XVII habría sido un mecenas de artistas y poetas. Juan era presidente de una modesta empresa de exportación de productos españoles a la URSS, y competía, casi en soledad, con Ramón Mendoza y la familia March. Los últimos se llevaban los buenos contratos y a Juan le caían los gorrones soviéticos, insuperables en sus desahogos. Uno de ellos, Yulian Semiónov, escritor del sistema, dueño de una preciosa «dacha» en los alrededores de Moscú, y enamorado de España. Se reía mucho, y esa facilidad para las carcajadas molestaban sobremanera al primer embajador de la URSS en España, Sergio Bogomolov, un personaje triste, frío e inteligente que sufría de agujetas en la mandíbula cada vez que sonreía. Tenía una mujer guapísima, liberal y de gustos occidentales, y de ahí su compenetración con la seriedad. Y en invierno, con sol radiante en el abierto cielo de Madrid, usaba de una gabardina de espía, a la que sólo le faltaba llevar pegada una pegatina de la KGB. Semiónov era un escritor del régimen soviético, pero fuera de la URSS se convertía en un occidental. Me llamó Juan. –Alfonso, ¿podrías acompañar a Yulian Semiónov a la Plaza Mayor? Le interesa conocer el mercado navideño de Nacimientos. Y claro está, le acompañé.
Le fascinó. Recorrimos todos los puestos. Finalizado el recorrido, me indicó que quería volver a uno concreto. Y fuimos. Compró
–Me figuro que con dinero que le había «prestado» Juan, un portal, el Misterio y una veintena de figuritas. Pastores, leñadores junto a una hoguera, una lavandera, dos niños conversando y los tres Reyes Magos sobre sus camellos y los pajes a caballo. Acarició con mucho cuidado mientras le sonreía al Niño Jesús. Le recomendé que se llevara también la Estrella de Oriente, la que había guiado a Melchor, Gaspar y Baltasar hasta el Portal de Belén. Y la compró. También alguna chabola. No se llevó todo lo que se ofrecía en el puesto porque no llevaba el dinero suficiente. Me pidió, de vuelta al Centro Colón, donde se hospedaba, discreción y silencio. –¿ A Juan se lo puedo contar? –A Juan, sí.
Me garantizó que en el aeropuerto de Sheremetievo de Moscú no revisarían su equipaje. –Soy de los suyos. Se sienten orgullosos de mí. El Estado me publica mis libros. Pero mi madre era cristiana. Y en memoria de ella, en esta Navidad voy a poner el Nacimiento en mi casa. No me preguntes si soy creyente o agnóstico. Sea lo que sea, este homenaje a un Niño no le hace daño a nadie, aunque en la URSS esté prohibido. Pero que no se enteren ni Bogomolov, ni Afanasiev, ni Nadolnik, ni Antonio González ni el chófer del embajador, que es de la KGB y manda mucho más de lo que su cargo sugiere.
Depositó su tesoro en su apartamento, llamamos a Juan y lo celebramos en el Club Financiero con una copa. La libertad plena ya se vivía en España, y Semiónov nos comunicó que aquella noche se iba a dar una vuelta por «Alazán. Encanto y Belleza», donde se reunían las más sofisticadas mujeres de su profesión de Madrid. Y soltó una carcajada. Pero aquel año, en Moscú, nació el Salvador. El Niño Jesús que le sonrió en la Plaza Mayor.

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Los catarros​

La Unión Europea siempre ha sido muy generosa con el terrorismo desde que sus máximos dirigentes cumplen a rajatabla las órdenes de Soros, ese diablo que no dobla la servilleta y cada día que pasa está mejor de salud y más podrido de alma​

09/12/2023Actualizada 01:30
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Los terroristas abandonan sus cloacas. El cruel Ejército de Israel los ha desnudado de cintura hacia arriba, y sollozan cabizbajos en interminables hileras de sangre y odio. Han pasado de ser asesinos altaneros a humillados cobardes. Pero están vivos. Los idiotas que pueblan el mundo, que son infinitos, se sienten escandalizados. Los terroristas de Hamás que se han entregado a Israel han pasado mucho frío. Los idiotas reclaman mantitas para impedir que se constipen. Tiene una justificación. Muchos de ellos acostumbran a llevar explosivos adheridos a sus cuerpos, y hay que evitar sorpresas y disgustos. Dos meses atrás, esos centenares de terroristas que se han entregado abandonando la red de túneles de Gaza, violaron y asesinaron a mujeres, secuestraron y mataron a niños, dispararon contra los asistentes a un concierto dejando una inmensa mancha de sangre y muerte sobre la tierra, fornicaron cadáveres de jóvenes, ametrallaron a ancianos, y lo hicieron con el arrojo y valentía de quienes se saben poderosos y a salvo de respuestas. Pero anteayer comenzaron a abandonar los túneles para salvar sus vidas. Eso sí, pasaron los pobres, pobrecitos ellos, mucho frío, y en la ONU y en La Moncloa están indignados.
Todavía quedan muchos en los túneles. Quince soldados de Israel han fallecido en los combates cuerpo a cuerpo. Pero hoy, y mañana, y pasado mañana, se entregarán centenares de terroristas. Y pasarán frío antes de ser respetuosamente trasladados a su nuevo hogar para muchos años. Las cárceles. Para tranquilizar a los idiotas, les voy a dar una buena noticia. En las prisiones de Israel, cada terrorista tiene asignada una manta, y si alguno tose más de la cuenta, ingresará en la enfermería para ser tratado del catarro. Una buena parte, muchos kilómetros de esos túneles de Gaza, guarida de asesinos, fueron construidos con el dinero, que disfrazado de «ayuda humanitaria», recibieron los terroristas de Hamás proveniente del mundo libre. La Unión Europea siempre ha sido muy generosa con el terrorismo desde que sus máximos dirigentes cumplen a rajatabla las órdenes de Soros, ese diablo que no dobla la servilleta y cada día que pasa está mejor de salud y más podrido de alma.
Pero resulta imposible no pensar y lamentar el frío que sufren los pobres terroristas cuando los soldados de Israel les ordenan descubrir sus torsos. –Tenemos frío, gritan sollozando. –Queremos bocadillos, ruegan en cuclillas. –Los judíos sois muy malos, se atreven a opinar algunos. Y el mundo de los idiotas, consternados. ¡Mantas, mantas, mantas!
¡Medicamentos contra los constipados! ¡ Israel, culpable! En la sobremesa de la cena, en La Moncloa, Sánchez y las niñas oyen horrorizadas las palabras de la Persona de superior conocimiento. –Es increíble. ¡Los soldados de Israel no llevaban mantas para proteger del frío a sus prisioneros! –¡Qué horror, Pedro!; –¡ No sigas, papá, que no vamos a conciliar el sueño!.
Los terroristas que permanecen aún en los túneles que les hemos construido los europeos –gracias, Úrsula–, irán saliendo poco a poco o en tromba en los próximos días. Y serán despojados de sus prendas de abrigo. Pero ya entregados, sus vidas serán respetadas, y ninguno de ellos morirá de un disparo en la nuca. Juicios, absolución o condena. Pero lo de las mantas es más complicado. Que soporten un poco el frío de los cadáveres de inocentes que asesinaron. Las femirrojas españolas no han abierto la boca para lamentar públicamente las violaciones y posteriores ejecuciones de las jóvenes israelitas. Pero exigen mantas para que no pasen frío ni se acatarren los violadores asesinos.
No hay derecho. Hace frío y los desnudan. ¡Frenadol! ¡Aspirina!
¡Ibupofreno! ¡Paracetamol!
Horrible.

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