Coronavirus

Yo para un gulag de esos no me voy. Comprendo que tienen que aislar a los enfermos de los no enfermos porque ahora tenemos el problemon encima por no haber cerrado antes... sin embargo en esta enfermedad juega un papel fundamental la carga vírica. No me voy a juntar con enfermos ni a propósito ni a la fuerza. Si aquí se les ocurre eso yo pasaré el resto del coronavirus debacle en la cárcel. Yo no he ido a partidos de fútbol, ni a movilizaciones feministas, ni a bodas ni a nada, estoy trabajando por no presentar mi carta de renuncia, ya sabía que con mi plaza venían derechos y deberes pero no me meteré a vivir con nadie enfermo a conciencia que no sea mi familia. No me expondré a semejante carga vírica. Aquí no se les ocurre. La solución no son gulags sino tests, tests y más tests.
 
No me atrevo a decirlo porque yo las cifras las tomo casi todas con un grano de sal. No creo que hayan fallecido 21 millones de chinos pero de conocerse la verdadera cifra sería alarmante.
Los chinos suelen tener más de una línea móvil. Creo que se permiten hasta 4 por persona. 5-7 millones siguen siendo una burrada, pero mucho más realista que los 3.000 muertos oficiales.
 
el speaker de la Asamblea de Wisconsin animando hoy a los ciudadanos a ejercer su derecho al voto al grito de "podéis salir a la calle con total tranquilidad"

pues cualquiera lo diría, vestido de esa guisa

 
Imagen del Palacio del Hielo de Madrid, usado como morgue para los...

Imagen del Palacio del Hielo de Madrid, usado como morgue para los fallecidos por coronavirus.EL MUNDO

PREMIUM
Martes, 7 abril 2020 - 22:49
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Decenas de cuerpos a los que nadie vela esperan a ocho grados bajo cero para ser conducidos al lugar que la jerga funeraria designa como el destino final. Están ordenados en filas clasificadas alfabéticamente. El procesado fabril de la muerte tiene algo de escalofriante, aun cuando sabes que ese orden tétrico está salvando vidas. Cuando el virus estaba en China, se señalaba con fatal arrogancia su tasa de letalidad. Era aparentemente baja, lo que llevó a que se generalizara la comparación de la enfermedad con una gripe común. La inhumanidad del análisis era tal que se le había adosado el adverbio sólo al riesgo vital de ancianos y enfermos. No era la proporción y condición de los que morían lo que convertía al Covid-19 en una amenaza planetaria, sino la velocidad a la que se multiplicaban los contagios. Tal y como España ha podido comprobar, un 3%, incluso un 1%, puede ser mucha gente. España superará pronto los 15.000 fallecidos, por supuesto no todos ancianos o enfermos.
Si no se ataja pronto, la expansión del virus compromete a todo el sistema de salud. Incluida en él la casi siempre olvidada sanidad mortuoria. Igual que empezaron a escasear las UCI, los cadáveres esperaban cada vez más a ser recogidos, hasta que los muertos amenazaron con provocar una crisis sanitaria dentro de una crisis sanitaria. En los balcones, aunque muchos prefieren ignorarlo, también baten palmas por los funerarios. Son trabajadores verdaderamente esenciales cuyo derroche en esta epidemia no ha sido debidamente reconocido a causa de la torva superstición que rodea a la muerte. Cuando los depósitos estaban al borde del colapso, fue necesario habilitar el insólito destino intermedio del Palacio de Hielo, una mole azul y blanca sin apenas ventanas entre Canillas y Hortaleza, cuya pista de patinaje ofrecía las condiciones frigoríficas adecuadas para ralentizar la descomposición. Nada en el exterior permite suponer lo que hay dentro, excepto los coches policiales que custodian la entrada principal, en la calle Alcorisa, por donde acceden los coches de los funerarios. La imagen de la muerte sale del interior del Palacio de Hielo por el trabajo del periodista Fernando Lázaro.

Una pandemia no es una guerra. La humanización del virus cumple una misión política. Permite que se escriba una narrativa heroica. Falsa, claro, por la imposibilidad de una victoria. Una pandemia es una derrota continua, muerto a muerto, en la que sólo se puede aspirar a no perder más. ¿Cómo va a ser una guerra si uno de los bandos sólo se cobra muerte? En todo caso, y si queremos ponernos literarios, sería una masacre. Pero es imposible la lírica heroica en medio de una masacre y por eso la muerte desapareció. De todo, los muertos llegaron a parecer lo de menos. La experiencia del confinamiento, siempre servida de forma hilarante, festiva, devoraba las escaletas. La muerte era un flujo subterráneo, continuo, terriblemente caudaloso pero más silencioso que los vítores y otros sonidos vitales más alentadores. Pero estaba muriendo demasiada gente y moría muy mal. El sentido del adverbio demasiado es técnico: los muertos estaban comprometiendo el mundo de los vivos. Tardaban demasiado en irse. A pleno rendimiento, durante las 24 horas, los ocho hornos de los dos crematorios municipales de Madrid, Sur y La Almudena, pueden quemar entre 60 y 64 cuerpos al día. A principios de abril morían en la capital cuatro veces más que un día cualquiera de cualquier abril de cualquier otro año normal y eso que ahora ya casi no había atropellos, ni choques frontales, ni homicidios, ni accidentes laborales.
La muerte fue despojada de sus liturgias. Las esquelas dejaron de publicarse porque no hay posibilidad de una convocatoria. La asistencia a los entierros se restringe a un círculo familiar de tres personas. Ceremonias rápidas, en las que los presentes confían que dentro del féretro que se va a inhumar o a sepultar está el cuerpo de un ser querido al que no pudieron acompañar en el hospital. La lógica brutal de la pandemia acabó con la ritualización de la muerte, que tiene un pleno sentido incluso en una sociedad secularizada que ha convertido la muerte en una elipsis. Los sobrevivientes sienten que los suyos se han desvanecido porque ya no media un tránsito.
Imagen del Palacio del Hielo de Madrid, usado como morgue para los fallecidos por coronavirus.
Imagen del Palacio del Hielo de Madrid, usado como morgue para los fallecidos por coronavirus.EL MUNDO
La simetría que se aprecia en la fotografía de la pista de patinaje del Palacio de Hielo es la imagen exacta de lo que es una pandemia. Por el tamaño de la devastación y por la radical transformación de una sociedad hasta entonces previsible. Aquello era antes un lugar de ocio y hoy es una morgue. Todo fue tan repentino que permanecen absurdos rótulos en los límites de la pista en los que se informa de que allí se celebran cumpleaños. Pero eso también sugiere su provisionalidad. El punto de fuga de los pasillos revela una total reorganización tanto de la vida como de la muerte. Todo queda supeditado a la lucha contra la enfermedad, la eficacia arrasa al rito, el confinamiento a la libertad y el triaje a la moral. Todo queda reducido a un sucedáneo, el rito, la libertad y la moral. La imagen también demuestra que una comunidad agitada por la tragedia puede reorientar todos sus esfuerzos, talento y conocimiento para la preservación de la vida. Su visión hace más creíble la ilusión de que lo que se vive es una guerra. Casi parece cierto. Pero no lo es. En una pandemia es imposible la victoria.

Sin palabras. He tenido el principio de una crisis de ansiedad.
 
Me que quedado fría con las cifras de Francia... ??‍♀️ ¿allí no habían tomado medidas estrictas o hicieron como Italia que hasta se podía salir hacer deporte?. Puf..., es muy tremendo.
 
A ese lo metía yo en la cárcel y a la Ana Chocha detrás , el no habla de test rápidos habla de test PCR que ya se están usando en España, son los que tienen todos los hospitales, para que le va a contactar nadie para comprar lo que ya tenemos, y que además en estos momentos empresas como PharmaMar han conseguido mejorar sacando kits que procesan muchas mas muestras a la vez, eso si, en 4-5 horas no puede ser antes.
Todos los hospitales??? Va a ser que no .
 
No sé si ya está puesto, hoy no tuve tiempo de leer el hilo. Es muy, muy interesante esta entrevista.

Muy interesante. Me lo llevo a recopilación.
 
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