MI SEMANA AZUL & ROSA
JAIME PEÑAFIEL
05/10/2019
CHSSS...
¡¡NO!! ¡¡NO!! ¡¡NO!!
HACIENDO HONOR A LA ÚNICA VERDAD
Descubra Orbyt
Y la de Franco no era precisamente reposar, después de muerto, junto a su esposa. Porque se diga lo que se diga ni a la hora de su muerte quiso verla. Lo cuenta el ilustre doctor Vicente Pozuelo Escudero (Los últimos días de Franco, Planeta 1980) quien le prestó asistencia durante los últimos 476 días de su vida como médico de cabecera.
Sucedió durante los últimos días del Caudillo cuando , consciente de que se moría, le pidió al doctor Pozuelo “No me deje”, unas dramáticas palabras “que nunca podré olvidar”. Tampoco el día que entró en la habitación doña Carmen y le pidió a su marido que abriera los ojos y la mirara. Aunque se encontraba totalmente despierto, no quiso abrirlos. “Como me ocupaba en aquellos momentos de tomarle el pulso, noté que se alteraba”. Doña Carmen le suplicó de nuevo que abriera los ojos. Que la mirara. Tampoco en esta ocasión lo hizo. Cuando se marchó, entonces los abrió”. Esto es lo que se dice ni a la hora de mi muerte. ¿Quieren más ejemplos?
El día 7 de septiembre de 1974, llegó al Pazo de Meirás el regalo de un faisán blanco disecado para que sirviera de motivo decorativo. Según el doctor Pozuelo, testigo junto al jefe de la Casa Militar, Díez Alegría y de la Casa Civil, Fuertes de Villavicencio, Franco ordenó se colocara sobre un arcón que había en el salón.
Y apareció doña Carmen que lo cogió para trasladarlo a otro lugar. Pero Franco dijo “¡No!”. “La señora volvió a tomarlo: “¿Aquí?”, preguntó. “¡No!”, dijo Franco contrariado. “Todos los que presenciábamos aquel hecho estábamos violentos”, cuenta Pozuelo. Doña Carmen insistió en otro lugar volviendo a preguntarle “¿Aquí?”. “¡No!”. Volvió a repetir alzando la voz: “Entonces la señora cogió el faisán y lo colocó nuevamente sobre el arcón. “Sí, efectivamente, ahí es donde esta mejor”, se le oyó musitar a Franco satisfecho. Doña Carmen, visiblemente contrariada, abandonó el salón y se fue a misa.
Estoy seguro de que si a Franco se le pudiera preguntar si desea que lo entierren de nuevo, en este caso en El Pardo, junto a su esposa, diría, sin duda alguna, “¡¡¡No!!!”. Como con el faisán. Respetemos su voluntad.
A propósito del contenido de mi columna del pasado sábado 28 de septiembre, con el título ‘En su día ¡yo aquí!’, basada en lo que dijo un testigo tan directo como el arquitecto de la Basílica, Diego Méndez, recibo un correo firmado por don Mauricio Macarrón Larumbe, Licenciado en Historia del Arte, que me ha llenado de satisfacción. Cierto es que mi cita sobre lo que el arquitecto confesó al propietario-director de ¡Hola!, era de memoria. Presumo de tenerla muy buena pero, a veces, saber de memoria no es saber: es tener lo que se ha dado en guardar en la memoria. Sorprende que el señor Macarrón sea la primera persona que ni habla de memoria ni especula como la mayoría de los “expertos” y politicastros sobre el tema. Lo hace basándose en el libro El Valle de los Caídos, idea, proyecto y construcción, Vitoria 1982. En la página 160, epígrafe ‘Los sepulcros singulares’ escribe Méndez lo siguiente: “En una de las visitas realizadas por S.E. el Jefe del Estado a las obras, en la que yo le acompañaba y en el acto de inspeccionar el lugar y el estado en que se encontraba el nicho abierto para alojar los restos de José Antonio, dio vuelta al altar y, parándose en el espacio comprendido entre este y el coro de la Comunidad, me dijo: “Méndez, yo, aquí”. Y, sin más comentario, continuó la visita”. ¿Habrá algún imbécil capaz de desmentir esto?
Ítem más: ha habido incluso alguien afirmando que, una vez muerto Franco, se procedió a preparar la lápida deprisa y corriendo. ¡Mentira! Según cuenta el señor Méndez “para dar cumplimiento a tal deseo, de manera tan lacónica y estremecedoramente expresado, se procedió a construir la fosa y se dejó preparado y dispuesto ¡¡en 1959!! todo el recinto e incluso TALLADA LA LÁPIDA sepulcral de piedra de mil quinientos kilos de peso, para el histórico momento en que hubiere que ejecutar la decisión tan sencilla, rotunda y categóricamente manifestada”.
(¿Habrá quien tenga el valor y la desfachatez de rebatir lo escrito por el señor Méndez?). ¡Gracias señor Macarrón Larumbe!
Para aquellos que han pensado mal ( y no han acertado), diré que mi ausencia en la fiesta de EL MUNDO, mi periódico desde hace más de veinticinco años, se debió a motivos muy personales de índole familiar. Nada me hubiera gustado más que saludar a Felipe y Letizia, como hice en el mismo escenario del hotel Palace con motivo del XXV aniversario (...)
“¿Estás casada? ¿Tienes novio?”, le preguntó ella. “ No. Yo soy muy promiscua”, le contestó la querida y admirada compañera. ¡Muy bueno lo tuyo, tía! Lo que no me pareció tanto es que realizaras ¿el único? plongeon de la noche (...) Posando con velo y sentada en el suelo de una mezquita y con los mismos gestos, ha pretendido parecerse a su suegra. Si no quieres que te acosen, no la imites, guapa. Mostrando urbi et orbi a su hijo sin pixelar, la mestiza ha querido que se sepa que es blanco como su padre y no negro como su abuela materna (...) Aunque ya no se estila que diría María Dolores Pradera, las hijas de mi compadre, nada que ver en belleza con su madre, ¡un tanto vulgar sí que son!, serán presentadas en sociedad en el baile de debutantes de París el próximo 30 de noviembre (...) No lo ha dicho Díaz Ayuso. Lo dijo Rita Maestre: “Arderéis como en el 36”.
JAIME PEÑAFIEL
05/10/2019
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¡¡NO!! ¡¡NO!! ¡¡NO!!
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Y la de Franco no era precisamente reposar, después de muerto, junto a su esposa. Porque se diga lo que se diga ni a la hora de su muerte quiso verla. Lo cuenta el ilustre doctor Vicente Pozuelo Escudero (Los últimos días de Franco, Planeta 1980) quien le prestó asistencia durante los últimos 476 días de su vida como médico de cabecera.
Sucedió durante los últimos días del Caudillo cuando , consciente de que se moría, le pidió al doctor Pozuelo “No me deje”, unas dramáticas palabras “que nunca podré olvidar”. Tampoco el día que entró en la habitación doña Carmen y le pidió a su marido que abriera los ojos y la mirara. Aunque se encontraba totalmente despierto, no quiso abrirlos. “Como me ocupaba en aquellos momentos de tomarle el pulso, noté que se alteraba”. Doña Carmen le suplicó de nuevo que abriera los ojos. Que la mirara. Tampoco en esta ocasión lo hizo. Cuando se marchó, entonces los abrió”. Esto es lo que se dice ni a la hora de mi muerte. ¿Quieren más ejemplos?
El día 7 de septiembre de 1974, llegó al Pazo de Meirás el regalo de un faisán blanco disecado para que sirviera de motivo decorativo. Según el doctor Pozuelo, testigo junto al jefe de la Casa Militar, Díez Alegría y de la Casa Civil, Fuertes de Villavicencio, Franco ordenó se colocara sobre un arcón que había en el salón.
Y apareció doña Carmen que lo cogió para trasladarlo a otro lugar. Pero Franco dijo “¡No!”. “La señora volvió a tomarlo: “¿Aquí?”, preguntó. “¡No!”, dijo Franco contrariado. “Todos los que presenciábamos aquel hecho estábamos violentos”, cuenta Pozuelo. Doña Carmen insistió en otro lugar volviendo a preguntarle “¿Aquí?”. “¡No!”. Volvió a repetir alzando la voz: “Entonces la señora cogió el faisán y lo colocó nuevamente sobre el arcón. “Sí, efectivamente, ahí es donde esta mejor”, se le oyó musitar a Franco satisfecho. Doña Carmen, visiblemente contrariada, abandonó el salón y se fue a misa.
Estoy seguro de que si a Franco se le pudiera preguntar si desea que lo entierren de nuevo, en este caso en El Pardo, junto a su esposa, diría, sin duda alguna, “¡¡¡No!!!”. Como con el faisán. Respetemos su voluntad.
A propósito del contenido de mi columna del pasado sábado 28 de septiembre, con el título ‘En su día ¡yo aquí!’, basada en lo que dijo un testigo tan directo como el arquitecto de la Basílica, Diego Méndez, recibo un correo firmado por don Mauricio Macarrón Larumbe, Licenciado en Historia del Arte, que me ha llenado de satisfacción. Cierto es que mi cita sobre lo que el arquitecto confesó al propietario-director de ¡Hola!, era de memoria. Presumo de tenerla muy buena pero, a veces, saber de memoria no es saber: es tener lo que se ha dado en guardar en la memoria. Sorprende que el señor Macarrón sea la primera persona que ni habla de memoria ni especula como la mayoría de los “expertos” y politicastros sobre el tema. Lo hace basándose en el libro El Valle de los Caídos, idea, proyecto y construcción, Vitoria 1982. En la página 160, epígrafe ‘Los sepulcros singulares’ escribe Méndez lo siguiente: “En una de las visitas realizadas por S.E. el Jefe del Estado a las obras, en la que yo le acompañaba y en el acto de inspeccionar el lugar y el estado en que se encontraba el nicho abierto para alojar los restos de José Antonio, dio vuelta al altar y, parándose en el espacio comprendido entre este y el coro de la Comunidad, me dijo: “Méndez, yo, aquí”. Y, sin más comentario, continuó la visita”. ¿Habrá algún imbécil capaz de desmentir esto?
Ítem más: ha habido incluso alguien afirmando que, una vez muerto Franco, se procedió a preparar la lápida deprisa y corriendo. ¡Mentira! Según cuenta el señor Méndez “para dar cumplimiento a tal deseo, de manera tan lacónica y estremecedoramente expresado, se procedió a construir la fosa y se dejó preparado y dispuesto ¡¡en 1959!! todo el recinto e incluso TALLADA LA LÁPIDA sepulcral de piedra de mil quinientos kilos de peso, para el histórico momento en que hubiere que ejecutar la decisión tan sencilla, rotunda y categóricamente manifestada”.
(¿Habrá quien tenga el valor y la desfachatez de rebatir lo escrito por el señor Méndez?). ¡Gracias señor Macarrón Larumbe!
Para aquellos que han pensado mal ( y no han acertado), diré que mi ausencia en la fiesta de EL MUNDO, mi periódico desde hace más de veinticinco años, se debió a motivos muy personales de índole familiar. Nada me hubiera gustado más que saludar a Felipe y Letizia, como hice en el mismo escenario del hotel Palace con motivo del XXV aniversario (...)
“¿Estás casada? ¿Tienes novio?”, le preguntó ella. “ No. Yo soy muy promiscua”, le contestó la querida y admirada compañera. ¡Muy bueno lo tuyo, tía! Lo que no me pareció tanto es que realizaras ¿el único? plongeon de la noche (...) Posando con velo y sentada en el suelo de una mezquita y con los mismos gestos, ha pretendido parecerse a su suegra. Si no quieres que te acosen, no la imites, guapa. Mostrando urbi et orbi a su hijo sin pixelar, la mestiza ha querido que se sepa que es blanco como su padre y no negro como su abuela materna (...) Aunque ya no se estila que diría María Dolores Pradera, las hijas de mi compadre, nada que ver en belleza con su madre, ¡un tanto vulgar sí que son!, serán presentadas en sociedad en el baile de debutantes de París el próximo 30 de noviembre (...) No lo ha dicho Díaz Ayuso. Lo dijo Rita Maestre: “Arderéis como en el 36”.